AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Los reencuentros son dulces |Aldebarán
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Los reencuentros son dulces |Aldebarán
Más dulces son los recuerdos, si quienes los originan tras todo un ciclo vital
o unos simples días, se reencuentran de nuevo bajo el mismo cielo.
Anónimo.
o unos simples días, se reencuentran de nuevo bajo el mismo cielo.
Anónimo.
Tras tanto desvelo por parte de la duquesa esas últimas semanas, finalmente se encontraba repuesta y alegre, en compañía de su esposo que la acompañaba desde que el sol se ponía, para las ocho de la tarde hasta que sus ojiverdes ojos se cerraban exhaustos en la cama que ambos compartían o entre sus brazos. A la par que la respiración de ella se tornaba más calmada, en su interior alguien también dormitaba siguiendo el horario de su madre, a la espera de hacerse grande y salir al mundo; a conocerlo.
Ya eran cuatro meses y en la figura de Danna lentamente se iba dibujando la dicha del embarazo. Cuatro meses con sus días menos buenos y otros buenos, en que tanto madre e hija emprendían el camino que les llevaría a encontrarse tras unos meses más. En ocasiones la temeridad de Danna había vuelto a florecer, más aún con la amenaza de la inquisición, sin embargo y tras la promesa a su protector esposo de que no volvería a sobrepasar sus límites y que mantendría un estricto control sobre su seguridad y la del niño, no había vuelto a escaquearse en designios peligrosos, arriesgando la vida de ambos. Por lo que mientras su esposo algunas noches se escaqueaba de ella y se iba hacia las reuniones clandestinas, de las que hacia siempre participe de todo a Danna, ella aprovechaba por hacer algo que debía de haber hecho hace demasiado tiempo. Volver a unir sus contactos, entablar de nuevo lazos de protección y alianza con las realezas de medio mundo. Aidara Dupont y su esposo el príncipe Violante, Las condesas españolas, su mismísima reina Irina…y muchos nombres, como personas importantes de los otros reinos, como de su tierra natal; Escocia.
Con todos y cada uno se había pasado correspondencia, o ya habían concertado visita, no obstante, en su lista había alguien que se escapaba. Hacía mucho tiempo no había tenido ni una sola noticia de aquel conde que una vez hacia un tiempo la había salvado envuelto en una capa, y en otra personalidad —muy distinta al propio duque— como lo era Rosa Negra; el caballero de la noche. Escribió cartas y más cartas, siendo todas devueltas, al no encontrarse Aldebarán en sus condados. Extrañada tras unas semanas dejó correr lo que parecía un completo misterio y centrándose en sus propios problemas, como lo eran la inquisición y el embarazo junto con sus caprichos y antojos —los que intentaba controlar en la medida de lo posible, por no molestar a sus sirvientes y esposo. — Hasta que en una cena de gala en Paris a la que asistió con Adrik, llegó a sus oídos una alegre noticia que celebró y juró celebrarla en presencia del mismo Aldebarán.
No le habían encontrado en sus condados, porque el conde o mejor dicho ex conde, había obtenido el favor del rey, ganándose el puesto de duque.
— ¿Os acordáis de Aldebarán, el conde de España? — preguntó al llegar tras la cena a su esposo. Adrik asintió llevándola en brazos por la lujosa habitación que se hospedaban del palacio Royal. Danna río feliz por estar allí con él y en parte por su amigo. —Lo ascendieron a duque de España y dicen que va a venir a París, que se va a alojar unos días en una de sus mansiones que ahora posee. —La sonrisa de la duquesa se extendió al sentir el mullido colchón de su cama bajo la espalda y el cuerpo de su esposo sobre sí. Tras sus palabras, fue acallada por uno los tantos besos de su esposo de aquella noche y entre susurros, risas y caricias, fue que Danna habló de visitar al nuevo duque en persona, el mismo día que sus sirvientes le avisaran de su llegada a la capital francesa.
Justo pasó apenas tres días, que una mañana tras levantarse y dar un paseo matutino, como solia hacer desde el embarazo, al llegar al palacio Royal, le avisaron de la llegada del Conde Español a la ciudad. Con una sonrisa de oreja a oreja, la duquesa asintió y mandó a preparar el carruaje, que tan buen punto estuvo listo en él se alistó, poniendo marcha al hogar de aquel nuevo duque, al que tenía muchas ganas de ver y demasiado que contar de nuevo. Más informarle de la llegada de la nueva integrante; de su hija o hijo.
El paisaje de la ciudad pronto pasó a ser una estela lejana, substituyendo el ruido de los corceles y ruedas, por el canto de los pájaros. La zona alta de Paris tenia cierto encanto, no solo era sofisticación, también libertad, belleza. Allí donde fueran los ojos de la duquesa, se encontraban con algo nuevo que admirar.
No había avisado de su llegada al duque, por lo que esperaba que no fuera un mal día para hacerle aquella visita que hacia tanto esperaba. Tras unos minutos más de camino, llegaron a la mansión. —Ya llegamos duquesa. —Le anunció el chofer del mismo palacio Royal que muy generosamente le habían dejado el carruaje. Danna asintió con una dulce sonrisa y viendo en la entrada de la mansión el revuelo de los sirvientes que apresuradamente fueron a avisar al duque mientras otros esperaban para recibir a quien fuera que venía a visitarles, pues aún desconocían de quien se trataba, ayudada por el chofer, bajó del carruaje con cuidado de no caerse ni tropezar. Aún menos ahora con su estado, en que cualquier golpe podría ser fortuito.
—Gracias, Jacques. —Agradeció a quien le había ayudado con una amable sonrisa y sus ojos brillantes a la luz del sol de la mañana. Se miró unos segundos el vestido que llevaba; Uno vaporoso de un color blanco marfil, con cintas en la cintura de color salmón y sonrío. No se encontraba en las mejores condiciones de vestimenta, para un encuentro de tal calibre, sin embargo no era una cita de negocios, si no de dos amigos y no creía que Aldebarán le pusiera muchas quejas, por que fuera más cómoda de lo normal.
— Por favor podríais avisar al duque, de que la duquesa de Escocia le llegó de visita? —Le preguntó a uno de los jóvenes mozos que tras un asentimiento y sonrojarse, se perdió rápidamente en la mansión. —Espero no le sea una molestia mi presencia. —Añadió sonriendo a una de las sirvientas que la acompañaba, la cual negó. — Estoy segura de que se alegrara de verla. —Le aseguró una de las jovenes españolas, devolviéndole la sonrisa guiándola hacia el salón principal, donde se reuniría con él.
Última edición por Danna Dianceht el Vie Ene 23, 2015 10:51 am, editado 1 vez
Danna Dianceht- Licántropo/Realeza
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Re: Los reencuentros son dulces |Aldebarán
La tarde primaveral que se postra sobre la magnificencia de la Mansión Ballester hacen que el astro solar se coloque omnipotente a iluminar con desdén cada rincón de aquella residencia. Envuelta bajo la fiesta de la llegada en un lujoso carruaje toda la servidumbre busca traer sus mejores atenciones pues son pocos los nombres que se manejan en el círculo del ahora Duque Español, pero uno siempre va a sobresalir de entre todos ellos: Danna o como él prefiere llamarle… Su ojiverdes.
A fondo, en los rincones más oscuros de su hogar yace el español de piel morena, quien resguardado en los sótanos y rodeado solamente de equipos así como de herramientas que le facilitan su labor permanece disciplinado al ejercitarse con la inspiración ya conocida.
Iluminado solamente lo necesario, ese recinto mantiene al de cabellos largos ocupado pues colgando desde sus pies en una barra de acero prosigue con sus abdominales ascendentes que le hacen dar fuertes exhalaciones debido al esfuerzo empleado, esfuerzo que pareciese ya tener bien dominado.
-Maestro Aldebarán, tiene una visita- La voz madura que va bajando la escalatinas le hace llegar el mensaje al joven que se deja caer con maestría para recibir el suelo bajo sus pies al girar su cuerpo en el viaje descendente –Estoy ocupado, Alfredo… Sea quien sea, diles que deberán venir otro día- con cierta seriedad se dirige a su única familia el de sangre caliente, caminando a una mesa para tomar una toalla y secarse el sudor, pasando la prenda por su frente y rostro así como por su torso desnudo, mostrando su cuerpo bien trabajado y lleno de cicatrices.
-Comprendo si ese es su deseo, Maestro Aldebarán. Pero creo que usted mismo, en este caso, debería ser quien se dirija a esta persona si prefiere no recibirle; después de todo, sería lo menos que puede hacer si es que desea no ver esos ojos verdes-
Cual balde de agua fría que apaga una llamarada se puede ver el rostro del caballero reaccionar; su mueca con la boca abierta y llena de sorpresa, sus cuerpo paralizado y repentinamente una sonrisa que se dibuja en su iris. Un brillo incandescente que aborda en sus ojos marrones le hace tomar con prontitud una camisa albina, colocándosela solo por encima sin darse el tiempo de abrocharse un solo botón, mostrando su abdomen bien trazado y sus duros pectorales.
Dejando todo atrás, inclusive a su mayordomo Alfredo –Quien es el único conocedor de su doble vida y por ello es el único autorizado para entrar en su guarida- Aldebarán sale corriendo literalmente por entre algunos muebles de su biblioteca que fungen como entrada secreta, abriendo las puertas de par en par con una sonrisa tan clara y una respiración que promulga la salida de su corazón al querer casi atravesar su pecho.
Rápido se le informa a donde debe dirigirse puesto que no se da el lujo de detener ni un solo paso en la travesía por su hogar. Así pues, las puertas de la sala principal se postran ante él y como niño ansiando el momento de su cumpleaños o navidad prosigue a abrir de golpe las entradas que lo separan de quien siempre ha tenido en sus manos un profundo cariño por parte del Caballero de la Noche.
-¡Danna! … ¡Mi ojiverdes!-
Abriendo sus brazos totalmente como si fuese una invitación, dejando fuera toda regla de comportamiento y entregándose a la infinita emoción de tener a esa escocesa por fin una vez más cerca de él; emocionado a tal punto que ha olvidado abrocharse su camisa.
A fondo, en los rincones más oscuros de su hogar yace el español de piel morena, quien resguardado en los sótanos y rodeado solamente de equipos así como de herramientas que le facilitan su labor permanece disciplinado al ejercitarse con la inspiración ya conocida.
Iluminado solamente lo necesario, ese recinto mantiene al de cabellos largos ocupado pues colgando desde sus pies en una barra de acero prosigue con sus abdominales ascendentes que le hacen dar fuertes exhalaciones debido al esfuerzo empleado, esfuerzo que pareciese ya tener bien dominado.
-Maestro Aldebarán, tiene una visita- La voz madura que va bajando la escalatinas le hace llegar el mensaje al joven que se deja caer con maestría para recibir el suelo bajo sus pies al girar su cuerpo en el viaje descendente –Estoy ocupado, Alfredo… Sea quien sea, diles que deberán venir otro día- con cierta seriedad se dirige a su única familia el de sangre caliente, caminando a una mesa para tomar una toalla y secarse el sudor, pasando la prenda por su frente y rostro así como por su torso desnudo, mostrando su cuerpo bien trabajado y lleno de cicatrices.
-Comprendo si ese es su deseo, Maestro Aldebarán. Pero creo que usted mismo, en este caso, debería ser quien se dirija a esta persona si prefiere no recibirle; después de todo, sería lo menos que puede hacer si es que desea no ver esos ojos verdes-
Cual balde de agua fría que apaga una llamarada se puede ver el rostro del caballero reaccionar; su mueca con la boca abierta y llena de sorpresa, sus cuerpo paralizado y repentinamente una sonrisa que se dibuja en su iris. Un brillo incandescente que aborda en sus ojos marrones le hace tomar con prontitud una camisa albina, colocándosela solo por encima sin darse el tiempo de abrocharse un solo botón, mostrando su abdomen bien trazado y sus duros pectorales.
Dejando todo atrás, inclusive a su mayordomo Alfredo –Quien es el único conocedor de su doble vida y por ello es el único autorizado para entrar en su guarida- Aldebarán sale corriendo literalmente por entre algunos muebles de su biblioteca que fungen como entrada secreta, abriendo las puertas de par en par con una sonrisa tan clara y una respiración que promulga la salida de su corazón al querer casi atravesar su pecho.
Rápido se le informa a donde debe dirigirse puesto que no se da el lujo de detener ni un solo paso en la travesía por su hogar. Así pues, las puertas de la sala principal se postran ante él y como niño ansiando el momento de su cumpleaños o navidad prosigue a abrir de golpe las entradas que lo separan de quien siempre ha tenido en sus manos un profundo cariño por parte del Caballero de la Noche.
-¡Danna! … ¡Mi ojiverdes!-
Abriendo sus brazos totalmente como si fuese una invitación, dejando fuera toda regla de comportamiento y entregándose a la infinita emoción de tener a esa escocesa por fin una vez más cerca de él; emocionado a tal punto que ha olvidado abrocharse su camisa.
Aldebaran Ballester- Realeza Española
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Re: Los reencuentros son dulces |Aldebarán
En todo el camino hacia el salón sus ojos se dirigieron hacia cada uno de los rincones de aquella mansión. Era exquisita y desde los grandes y abiertos ventanales le venía el perfume de las flores, así como el ruido de las fuentes y la naturaleza tan integrado en aquellos grandes jardines. Por unos segundos se vio de nuevo en su amada Escocia y llevándose una mano al vientre, sonrío dulcemente, intentando transmitirle a su pequeña el sentimiento que llevaba tan adentro de ella, porque con o sin maldición de la licantropía, Escocia y sus verdes prados, siempre serán su hogar; el de ambas.
Suspiró y siguió a la joven que la acompañaba por delante, guiándola por aquel laberinto de pasillos. Realmente aquella estructura tenia equilibrio en cada una de sus partes, así como aquel jardín que entreveía y no podía dejar de admirar. Era en esos momentos que echaba de menos a los suyos, su castillo, sus gentes, el aire fresco de aquella zona privilegiada junto el canto de los lobos en las noches en los que Adrik y ella salían a pasear o a galopar en la oscura intimidad del manto. Una nueva sonrisa afloró en sus labios al pensar en ello y acariciando inconscientemente en una caricia su vientre siguió caminando, acelerándose el corazón en cuanto finalmente ante ellas se veía la puerta de entrada al salón.
— Hemos ido por el camino más largo, es solo que pensé que os gustaría más ver los jardines, que son para muchos lo más bello de esta mansión del duque, mi señora. — Le comentó la jovencita española. Danna asintió y le sonrío al tiempo que les abrían las puertas de entrada al salón principal y de nuevo volvía a quedarse sin respiración al ver aquel inmenso lugar. Enseguida la hicieron pasar, viendo una de las mayores sirvientas el ligero abultamiento de su vientre.
— Gracias, es muy amable. —Dijo Danna cuando le ofrecieron sentarse mientras llegaba Aldebarán. Seguidamente se acercó una joven con una bandeja con varios pequeños pasteles, y por más que el estómago de la duquesa pudiera decir lo contrario, ella se negó. — Prefiero esperar al duque. —una sonrisa se dibujó en su rostro, alumbrando y haciendo crecer las sonrisas ajenas. — Aún por eso os diré que se ven excelentes. Estos pasteles parecen deliciosamente irresistibles y si me agarran los antojos, haréis bien en tener en cuenta que querré probar más de uno de ellos. — Río suavemente viendo como la jovencita miraba su vientre, entendiendo sus palabras. — Esta niña quiere crecer rápido y salirse de aquí, me temo, así que le gusta hacerle pasar antojos seguidos a su joven madre. —Añadió en una dulce sonrisa.
Con la mirada recorrió aquel lugar, hasta que unos apresurados pasos la alertaron y oliendo a distancia el perfume del duque, se puse en pie, esperándole entrar, con una sonrisa ansiosa y emocionada de verle. No tuvo que pasar mucho, hasta que la puerta se abrió y apareció aquel joven con el que tanto algunos días había pensado, abriéndole los brazos llamándola. La duquesa no pudo contenerse a reír al verle y rápidamente, sin importar el protocolo fue que llegando a él se fundó en un abrazo contra él.
— ¡Conde!... quiero decir ¡Duque! — Río aún en el abrazo completamente alegre de verle y dichosa. Que alguien pudiera comportarse así entre realezas de diferente país, era solo una costumbre de ambos jóvenes y aún que el tiempo pasara, las costumbres de ellos, no se desvanecían. Con él podían desaparecer los protocolos. — Solo saber que estabais aquí vine a felicitaros personalmente, y a veros. —Le miró al rostro y sonrío. — Sois el mismo y aun así, miraros, tenéis una mansión más grande que mi propio castillo y ahora sois ¡Duque! Aunque para mí siempre series mi querido conde. — Aclaró ella fijando sus intensos y brillantes orbes verdes en los de él de forma fija sin dejar nunca su sonrisa de lado.
— Me invade la alegría al veros de nuevo…Ojala sigamos así mucho tiempo más. No deseo volver a no tener noticias tuyas, y desde que me volvía la correspondencia que mandaba a vuestro condado allí en España, me sentía terrible de no saber nada de ti. — Sus manos rodearon los hombros masculinos y cayendo por primera vez en un detalle que antes había pasado desapercibido, a causa de la alegría del reencuentro, como si ambos duques hubieran sido desde siempre intimos amigos, fue que con una sonrisa picarona se separó un paso de él, mirándole con un brillo divertido en su mirada. — A caso llegué en muy mal momento duque? ¿Os interrumpí en vuestros quehaceres? — Alzó la ceja tras sus palabras y con su sonrisa lo dijo todo. — Os veo todo el torso desnudo y teneís suerte de que sea yo. Otra en mi lugar se habría desvanecido solo veros Aldebarán, estoy segura de ello. —Le sonrío de nuevo, olvidándose por unos instantes de ella, para centrarse en él.
Suspiró y siguió a la joven que la acompañaba por delante, guiándola por aquel laberinto de pasillos. Realmente aquella estructura tenia equilibrio en cada una de sus partes, así como aquel jardín que entreveía y no podía dejar de admirar. Era en esos momentos que echaba de menos a los suyos, su castillo, sus gentes, el aire fresco de aquella zona privilegiada junto el canto de los lobos en las noches en los que Adrik y ella salían a pasear o a galopar en la oscura intimidad del manto. Una nueva sonrisa afloró en sus labios al pensar en ello y acariciando inconscientemente en una caricia su vientre siguió caminando, acelerándose el corazón en cuanto finalmente ante ellas se veía la puerta de entrada al salón.
— Hemos ido por el camino más largo, es solo que pensé que os gustaría más ver los jardines, que son para muchos lo más bello de esta mansión del duque, mi señora. — Le comentó la jovencita española. Danna asintió y le sonrío al tiempo que les abrían las puertas de entrada al salón principal y de nuevo volvía a quedarse sin respiración al ver aquel inmenso lugar. Enseguida la hicieron pasar, viendo una de las mayores sirvientas el ligero abultamiento de su vientre.
— Gracias, es muy amable. —Dijo Danna cuando le ofrecieron sentarse mientras llegaba Aldebarán. Seguidamente se acercó una joven con una bandeja con varios pequeños pasteles, y por más que el estómago de la duquesa pudiera decir lo contrario, ella se negó. — Prefiero esperar al duque. —una sonrisa se dibujó en su rostro, alumbrando y haciendo crecer las sonrisas ajenas. — Aún por eso os diré que se ven excelentes. Estos pasteles parecen deliciosamente irresistibles y si me agarran los antojos, haréis bien en tener en cuenta que querré probar más de uno de ellos. — Río suavemente viendo como la jovencita miraba su vientre, entendiendo sus palabras. — Esta niña quiere crecer rápido y salirse de aquí, me temo, así que le gusta hacerle pasar antojos seguidos a su joven madre. —Añadió en una dulce sonrisa.
Con la mirada recorrió aquel lugar, hasta que unos apresurados pasos la alertaron y oliendo a distancia el perfume del duque, se puse en pie, esperándole entrar, con una sonrisa ansiosa y emocionada de verle. No tuvo que pasar mucho, hasta que la puerta se abrió y apareció aquel joven con el que tanto algunos días había pensado, abriéndole los brazos llamándola. La duquesa no pudo contenerse a reír al verle y rápidamente, sin importar el protocolo fue que llegando a él se fundó en un abrazo contra él.
— ¡Conde!... quiero decir ¡Duque! — Río aún en el abrazo completamente alegre de verle y dichosa. Que alguien pudiera comportarse así entre realezas de diferente país, era solo una costumbre de ambos jóvenes y aún que el tiempo pasara, las costumbres de ellos, no se desvanecían. Con él podían desaparecer los protocolos. — Solo saber que estabais aquí vine a felicitaros personalmente, y a veros. —Le miró al rostro y sonrío. — Sois el mismo y aun así, miraros, tenéis una mansión más grande que mi propio castillo y ahora sois ¡Duque! Aunque para mí siempre series mi querido conde. — Aclaró ella fijando sus intensos y brillantes orbes verdes en los de él de forma fija sin dejar nunca su sonrisa de lado.
— Me invade la alegría al veros de nuevo…Ojala sigamos así mucho tiempo más. No deseo volver a no tener noticias tuyas, y desde que me volvía la correspondencia que mandaba a vuestro condado allí en España, me sentía terrible de no saber nada de ti. — Sus manos rodearon los hombros masculinos y cayendo por primera vez en un detalle que antes había pasado desapercibido, a causa de la alegría del reencuentro, como si ambos duques hubieran sido desde siempre intimos amigos, fue que con una sonrisa picarona se separó un paso de él, mirándole con un brillo divertido en su mirada. — A caso llegué en muy mal momento duque? ¿Os interrumpí en vuestros quehaceres? — Alzó la ceja tras sus palabras y con su sonrisa lo dijo todo. — Os veo todo el torso desnudo y teneís suerte de que sea yo. Otra en mi lugar se habría desvanecido solo veros Aldebarán, estoy segura de ello. —Le sonrío de nuevo, olvidándose por unos instantes de ella, para centrarse en él.
Danna Dianceht- Licántropo/Realeza
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Re: Los reencuentros son dulces |Aldebarán
Y sin más aquel preciso momento, único y mágico es sellado ante un fuerte así como sincerado abrazo entre la preciosa mujer de ojos verdes y él caballero de la noche. Con un suspiro suelto desde su garganta y envolviéndola con sus trabajados brazos no puede evitar llenarse de una gran paz y felicidad, después de meses y meses por fin la tenía entre sus brazos, algo que le hace esbozar una gran sonrisa al cabo de cerrar sus ojos para así hundir su rostro en el de ella.
Las risas no tardan en suceder puesto que ambos pareciesen verse el uno al otro con el desespero de retomar esas memorias y ponerse al día. La conexión es mística, todas esas revoluciones de sentimientos que se alojan en su abdomen y se expanden por todo su cuerpo cual corrientes eléctricas al verse reencontrado con la lycan hacen de Aldebarán todo un nudo de palabras, no haciendo otra cosa más que reír nervioso.
-Venga guapa que tú estás hecha toda una belleza como siempre- logra articular, acariciando la mejilla de la preciosa fémina –No digas esas cosas.. Duque, Conde o cual sea mi título sabes que siempre podrás llamarme como gustes- deposita un efímero beso en su frente en muestra del inmenso cariño que le tiene, escuchando atento cada una de sus palabras para así responder –Bueno, yo mismo he hecho algunos arreglos… Espero sean de tu agrado. ¿Pero qué cosas digo? Debes estar cansada, vamos a sentarnos-
Sin embargo, sus acciones se interrumpen a notar como ella sonríe totalmente pícara, percatándose de algo que él no ha podido y eso es tener su camisa abierta –Este… Lo lamento muchísimo, estaba ejercitándome y cuando supe que estabas aquí lo primero que hice fue salir corriendo… Pero no interrumpes nada en lo absoluto- ríe un poco –Es una lástima, creo he perdido el toque pues si tú no caes rendida ya nada en el mundo me interesa- dramatiza un tanto, consecuente con esto, pasa sus ojos marrones por todo el cuerpo de ella, percatándose él también sobre un fuerte cambio en su fisionomía.
-Y te veo con excelentes noticias- musita tratando de esbozar una sonrisa. Dentro de él pareciese un choque de sentimientos pues pese a que se siente feliz de tenerla con él, no puede evitar la sorpresa de ver que ahora esa lycan que hace tiempo salvó de las garras de unos delincuentes está bajo el sendero para ser madre… No es que Aldebarán reniegue de eso, simplemente un golpe de nostalgia le abate.
-¿Puedo?- cuestiona, mirándole fijamente con todo ese cariño que siente por ella, esperando la respuesta para acariciar el vientre de la misma, algo que le nace del alma… Sintiendo ya la necesidad de no solo proteger a su ojiverdes, sino a esa preciosa criatura que lleva dentro.
Las risas no tardan en suceder puesto que ambos pareciesen verse el uno al otro con el desespero de retomar esas memorias y ponerse al día. La conexión es mística, todas esas revoluciones de sentimientos que se alojan en su abdomen y se expanden por todo su cuerpo cual corrientes eléctricas al verse reencontrado con la lycan hacen de Aldebarán todo un nudo de palabras, no haciendo otra cosa más que reír nervioso.
-Venga guapa que tú estás hecha toda una belleza como siempre- logra articular, acariciando la mejilla de la preciosa fémina –No digas esas cosas.. Duque, Conde o cual sea mi título sabes que siempre podrás llamarme como gustes- deposita un efímero beso en su frente en muestra del inmenso cariño que le tiene, escuchando atento cada una de sus palabras para así responder –Bueno, yo mismo he hecho algunos arreglos… Espero sean de tu agrado. ¿Pero qué cosas digo? Debes estar cansada, vamos a sentarnos-
Sin embargo, sus acciones se interrumpen a notar como ella sonríe totalmente pícara, percatándose de algo que él no ha podido y eso es tener su camisa abierta –Este… Lo lamento muchísimo, estaba ejercitándome y cuando supe que estabas aquí lo primero que hice fue salir corriendo… Pero no interrumpes nada en lo absoluto- ríe un poco –Es una lástima, creo he perdido el toque pues si tú no caes rendida ya nada en el mundo me interesa- dramatiza un tanto, consecuente con esto, pasa sus ojos marrones por todo el cuerpo de ella, percatándose él también sobre un fuerte cambio en su fisionomía.
-Y te veo con excelentes noticias- musita tratando de esbozar una sonrisa. Dentro de él pareciese un choque de sentimientos pues pese a que se siente feliz de tenerla con él, no puede evitar la sorpresa de ver que ahora esa lycan que hace tiempo salvó de las garras de unos delincuentes está bajo el sendero para ser madre… No es que Aldebarán reniegue de eso, simplemente un golpe de nostalgia le abate.
-¿Puedo?- cuestiona, mirándole fijamente con todo ese cariño que siente por ella, esperando la respuesta para acariciar el vientre de la misma, algo que le nace del alma… Sintiendo ya la necesidad de no solo proteger a su ojiverdes, sino a esa preciosa criatura que lleva dentro.
Aldebaran Ballester- Realeza Española
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Re: Los reencuentros son dulces |Aldebarán
— ¿Sabéis cuánto tiempo llevo en que no oigo a nadie llamarme guapa? — Río contra su cuerpo y negó con la cabeza divertida, pensando en que habían cosas que parecían jamás cambiar.
Apartándose lo suficiente para que pueda mirarle fijamente y contemplar el rostro del español, es que se dejó acariciar la mejilla, esbozando una suave y alegre sonrisa escuchándole, cerrando los ojos cuando el joven le besó la frente con suma ternura. Lo que hizo que por unos instantes recordara hacía tiempo atrás aquel baile en la plaza de un parque, en el que al canto y a la melodía de las guitarras, ambos danzaron junto otros viandantes.
Tras un suspiro d sus labios, volvió la atención de nuevo a él, cayendo en aquel entonces en la camiseta abierta. Con una sonrisa pícara se mantuvo. — ¿Ejercitándote? —Negó con la cabeza y sonrío. — Para que es necesario ejercitarse, si podrías hacer cualquier joven a tus pies? Aún no puedo explicarme que no andes de prometido de ninguna joven española. ¿A caso son ciegas, mi amado conde, para no veros? —Le miró fijamente buscando algún tipo de explicación. — Y si os negáis, solo veo dos posibles causas, que no queráis centraros en una joven en particular o que tengáis miedo de que se enamoren de lo mejor de ti, y no quieran soltarte jamás.
Desde que lo conoció, entre ellos había surgido aquella complicidad, que de por no ser el paso del tiempo y los caminos de la vida, en caso de reencontrarse, quizás pudiera ser todo diferente. Sin embargo la vida da sus vueltas y la duquesa, que ya no puede vivir sin su amada familia, incluyendo al pequeño no nacido, es incapaz de pensar en lo que pudo ser y no fue por el capricho del destino. Exhaló su aliento y aún con la esperanza de que algún día una joven se llevara al duque y lo enamorara, encontrando la felicidad ambos, fue que terminó dirigiéndose hacia los sillones del salón central, riendo ante las palabras ajenas.
— Si algo puedo afirmar de ti, es que jamás perderás tu toque con las féminas. — Le aseguró totalmente convencida. — Aún no puedo adivinar, cómo lo has hecho para que no hayan rumores de ti en Paris todavía. En España cuando preguntaron por ti mis sirvientes, fueron literalmente informados de todas tus últimas conquistas. Por lo que no quiero oír que perdéis el toque, y aquí en Francia hay jóvenes muy bellas. — Mirándole a los ojos, ladeó la cabeza viendo de reojo como los sirvientes que aún se encontraban en el salón desaparecían, quizás para ir a buscar un aperitivo o el café. — A este paso me haré vuestra casamentera. —Bromeó quitándole importancia, más sus ojos decían todo lo contrario. Deseaba ver a Aldebarán feliz y dichosa, como ella se encontraba y si para eso debía de convertirse en una especie de madrina y casamentera, lo haría. Todo por su amigo, se dijo a sí misma decidida. Quizás le invitara a las fiestas de Escocia que se celebrarían en unos meses y allí, en los bailes o en las reuniones, apareciese aquella joven que tan bien le haría al joven duque.
Sin darse cuenta de que al girarse de nuevo a él, su mano fue a posarse en su vientre inconscientemente, de forma protectora, se vio sonriendo al oírle y adivinar a lo que se refería con sus palabras sin pedir mas explicaciones. Le miró fijamente y viendo aquella expresión de felicidad y de desconcierto, rompió a reír suavemente. — Esa misma cara puse cuando me lo dijeron, y miradme ahora… ando radiante e impaciente por salir de cuentas y tenerla entre mis brazos. — Susurró desviando la mirada de sus ojos hacia su vientre, al tiempo que se lo acariciaba con ternura. —Jamás pensé en tener un hijo o hija y ahora, no puedo no imaginarme sin ella, sin ellos. — Volvió la mirada hacia la de él y asintiendo le dio el esperado permiso para acercarse más a ella, y a su pequeño.
—Claro que puedes, y además, le gusta ser el centro de atención. Apenas tiene más de cuatro meses. —Sonriendo tomó la mano del duque y posándosela en el vientre se la dejó allí. Aún no daba patadas, todo y que algunas veces se podían sentir sus movimientos. — Me imagino una niña, una pequeña duquesa, aunque tener un pequeño duque de Dianceht también sería muy bonito. —Admitió con los ojos llenos de nuevos sueños, e ilusiones hasta que al dar con la mirada castaña del joven, dejó de pensar y sus verdes ojos se llenaron de curiosidad. — Y ahora decidme, ¿cómo llegasteis aquí? ¿Qué ocurrió? Como pasó mi amado conde de España a Duque de España? No me llegaron hasta hoy tus nuevas a mis oídos.
Off: Felicidades user conde <3
Apartándose lo suficiente para que pueda mirarle fijamente y contemplar el rostro del español, es que se dejó acariciar la mejilla, esbozando una suave y alegre sonrisa escuchándole, cerrando los ojos cuando el joven le besó la frente con suma ternura. Lo que hizo que por unos instantes recordara hacía tiempo atrás aquel baile en la plaza de un parque, en el que al canto y a la melodía de las guitarras, ambos danzaron junto otros viandantes.
Tras un suspiro d sus labios, volvió la atención de nuevo a él, cayendo en aquel entonces en la camiseta abierta. Con una sonrisa pícara se mantuvo. — ¿Ejercitándote? —Negó con la cabeza y sonrío. — Para que es necesario ejercitarse, si podrías hacer cualquier joven a tus pies? Aún no puedo explicarme que no andes de prometido de ninguna joven española. ¿A caso son ciegas, mi amado conde, para no veros? —Le miró fijamente buscando algún tipo de explicación. — Y si os negáis, solo veo dos posibles causas, que no queráis centraros en una joven en particular o que tengáis miedo de que se enamoren de lo mejor de ti, y no quieran soltarte jamás.
Desde que lo conoció, entre ellos había surgido aquella complicidad, que de por no ser el paso del tiempo y los caminos de la vida, en caso de reencontrarse, quizás pudiera ser todo diferente. Sin embargo la vida da sus vueltas y la duquesa, que ya no puede vivir sin su amada familia, incluyendo al pequeño no nacido, es incapaz de pensar en lo que pudo ser y no fue por el capricho del destino. Exhaló su aliento y aún con la esperanza de que algún día una joven se llevara al duque y lo enamorara, encontrando la felicidad ambos, fue que terminó dirigiéndose hacia los sillones del salón central, riendo ante las palabras ajenas.
— Si algo puedo afirmar de ti, es que jamás perderás tu toque con las féminas. — Le aseguró totalmente convencida. — Aún no puedo adivinar, cómo lo has hecho para que no hayan rumores de ti en Paris todavía. En España cuando preguntaron por ti mis sirvientes, fueron literalmente informados de todas tus últimas conquistas. Por lo que no quiero oír que perdéis el toque, y aquí en Francia hay jóvenes muy bellas. — Mirándole a los ojos, ladeó la cabeza viendo de reojo como los sirvientes que aún se encontraban en el salón desaparecían, quizás para ir a buscar un aperitivo o el café. — A este paso me haré vuestra casamentera. —Bromeó quitándole importancia, más sus ojos decían todo lo contrario. Deseaba ver a Aldebarán feliz y dichosa, como ella se encontraba y si para eso debía de convertirse en una especie de madrina y casamentera, lo haría. Todo por su amigo, se dijo a sí misma decidida. Quizás le invitara a las fiestas de Escocia que se celebrarían en unos meses y allí, en los bailes o en las reuniones, apareciese aquella joven que tan bien le haría al joven duque.
Sin darse cuenta de que al girarse de nuevo a él, su mano fue a posarse en su vientre inconscientemente, de forma protectora, se vio sonriendo al oírle y adivinar a lo que se refería con sus palabras sin pedir mas explicaciones. Le miró fijamente y viendo aquella expresión de felicidad y de desconcierto, rompió a reír suavemente. — Esa misma cara puse cuando me lo dijeron, y miradme ahora… ando radiante e impaciente por salir de cuentas y tenerla entre mis brazos. — Susurró desviando la mirada de sus ojos hacia su vientre, al tiempo que se lo acariciaba con ternura. —Jamás pensé en tener un hijo o hija y ahora, no puedo no imaginarme sin ella, sin ellos. — Volvió la mirada hacia la de él y asintiendo le dio el esperado permiso para acercarse más a ella, y a su pequeño.
—Claro que puedes, y además, le gusta ser el centro de atención. Apenas tiene más de cuatro meses. —Sonriendo tomó la mano del duque y posándosela en el vientre se la dejó allí. Aún no daba patadas, todo y que algunas veces se podían sentir sus movimientos. — Me imagino una niña, una pequeña duquesa, aunque tener un pequeño duque de Dianceht también sería muy bonito. —Admitió con los ojos llenos de nuevos sueños, e ilusiones hasta que al dar con la mirada castaña del joven, dejó de pensar y sus verdes ojos se llenaron de curiosidad. — Y ahora decidme, ¿cómo llegasteis aquí? ¿Qué ocurrió? Como pasó mi amado conde de España a Duque de España? No me llegaron hasta hoy tus nuevas a mis oídos.
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Danna Dianceht- Licántropo/Realeza
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Re: Los reencuentros son dulces |Aldebarán
Con prontitud el de cabello largo se sienta junto a la preciosa Duquesa. Atentamente escucha cada uno de los vocablos que la hermosa ojiverdes le dedica, contestando con simples risillas calladas que tratan de decir menos que de lo real; simplemente Aldebarán es un hombre cuya fortuna más grande es poseer siempre la mano de una preciosa mujer, sin embargo, cuando se toca el tema del amor verdadero… Ahí es cuando todo se vuelve una locura y pesadilla para él.
No tarda en mostrar una sonrisa de oreja a oreja al sentir el vientre de Danna, realmente está feliz por ella, realmente lo está –Siempre serás mi Guapa y lo sabes- ríe un poco, alzando una ceja tratando de articular un diálogo que se cruza con una fuerte carcajada –Serás algo así como mi hada madrina en la cuestión del amor… Venga que todos los rumores son solo eso y debo decir que mi memoria me falla pues no recuerdo nada-
De manera pícara le dedica un guiño con su ojo diestro, besando su mejilla por inercia para así mantener fija su mirada en la ajena, continuando –El centro de atención, algo así como la madre… Pero a diferencia que ella se lleva toda la atención con tan solo poner un pie en el lugar- con suavidad acaricia la mejilla ajena ahora, sonriendo de par a par –Con esa belleza así como esa forma tan maravillosa de ser… Sin duda alguna-
Así pues, una de las sirvientas coloca algunos postres junto con una jarra de limonada y dos vasos –En vista de tu situación, no te ofrezco licor… Además de que yo no bebo- se carcajea –Pero déjame servirte un poco de limonada mientras conversamos- paso seguido, el de piel morena maniobra los vasos así como la jarra para servirle un poco a su invitada, haciendo lo propio para él.
-Bueno, pues se me otorgó el título en una especie de nombramiento por herencia… Ya sabes, cosas de apellidos, antepasados y demás cosas que no son de mí agrado. Pero lo tomé y heme aquí- Sonríe, bebiendo un poco de limonada.
-Una hermosa niña será, como lo es mi querida Duquesa… Y tendrá un protector, alguien que le cuide desde las sombras y vele por su bien, sí es que sabes a lo que me refiero-
Y con una suave risa toma un pastelillo, comiéndolo de un solo bocado –Cuéntame de ti, vamos que yo no soy el único que debe tener sorpresas-
OFF: Guapa, se te agradece infinitamente. Un beso.
No tarda en mostrar una sonrisa de oreja a oreja al sentir el vientre de Danna, realmente está feliz por ella, realmente lo está –Siempre serás mi Guapa y lo sabes- ríe un poco, alzando una ceja tratando de articular un diálogo que se cruza con una fuerte carcajada –Serás algo así como mi hada madrina en la cuestión del amor… Venga que todos los rumores son solo eso y debo decir que mi memoria me falla pues no recuerdo nada-
De manera pícara le dedica un guiño con su ojo diestro, besando su mejilla por inercia para así mantener fija su mirada en la ajena, continuando –El centro de atención, algo así como la madre… Pero a diferencia que ella se lleva toda la atención con tan solo poner un pie en el lugar- con suavidad acaricia la mejilla ajena ahora, sonriendo de par a par –Con esa belleza así como esa forma tan maravillosa de ser… Sin duda alguna-
Así pues, una de las sirvientas coloca algunos postres junto con una jarra de limonada y dos vasos –En vista de tu situación, no te ofrezco licor… Además de que yo no bebo- se carcajea –Pero déjame servirte un poco de limonada mientras conversamos- paso seguido, el de piel morena maniobra los vasos así como la jarra para servirle un poco a su invitada, haciendo lo propio para él.
-Bueno, pues se me otorgó el título en una especie de nombramiento por herencia… Ya sabes, cosas de apellidos, antepasados y demás cosas que no son de mí agrado. Pero lo tomé y heme aquí- Sonríe, bebiendo un poco de limonada.
-Una hermosa niña será, como lo es mi querida Duquesa… Y tendrá un protector, alguien que le cuide desde las sombras y vele por su bien, sí es que sabes a lo que me refiero-
Y con una suave risa toma un pastelillo, comiéndolo de un solo bocado –Cuéntame de ti, vamos que yo no soy el único que debe tener sorpresas-
OFF: Guapa, se te agradece infinitamente. Un beso.
Aldebaran Ballester- Realeza Española
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Re: Los reencuentros son dulces |Aldebarán
Tomando asiento, junto al que le acompaña a su lado; el duque y ladrón de noches, sonríe ante sus palabras, sin poder borrar su mirada tierna y aquel aire nostálgico en pensar en su pequeña mientras durante unos segundos el silencio se instalaba entre ambos, esperando que la niña hiciera algún movimiento contra la mano masculina. Sin obtener esta vez ni una señal de aquella pequeña, por más que el bulto y el corazón pequeño latiera en el interior del vientre de la duquesa escocesa.
La imagen de su hija siendo como ella, la hace reír de alegría. Pasando por su cabeza las imágenes de ella de pequeña corriendo por los jardines del castillo, perdiéndose entre el bosque que lo rodea niega suavemente, esperando de todo corazón que fuera mejor que ella. — Las hijas deben ser más bellas que sus madres. —Contestó con una sonrisa divertida en sus labios. Siente sus caricias y riendo asiente. — Esperaros que nazca la pequeña y la lleve a su primera fiesta de sociedad, allí veremos quien eclipsa a los jóvenes de los acontecimientos. Si su madre joven o no tan joven o esa pequeña dulce y tierna, y curiosa como su madre antaño y que sigue siéndolo sin remedio. —Ríe esto último, justo antes de que volvieran los sirvientes de las cocinas, esta vez con limonada y unos postres a los que automáticamente vio con deseo y gula. Adoraba los postres y mucho más los de chocolate, que desde su embarazo solo había aumentado siendo ellos sus mayores antojos en las noches.
— Eres muy atento con mi estado. — Dijo agradecida con una sonrisa— Yo tampoco bebo licor, así que me sentará estupenda la limonada. — Añadió sonriendo ligeramente a la sirvienta que se la había quedado mirando hasta volverse a su joven amigo y tomar la copa que le servía, llevándosela a los labios, dando cortos sorbos hasta que oyéndole, llevándose una mano a acariciarse protectoramente el vientre, dejó el vaso en la mesilla de nuevo. — Creo que mi pequeña tendrá muchos protectores. —Coincidió pensando en lo protector que sería Adrik con ella una vez la tuvieran entre sus brazos, en lo protector que sería Deiran y ahora en él, que más que vigilándola, lo imaginaba otorgándole sus deseos y mimándola. — Sin duda, la mimareis tanto como a su madre. ¿Verdad?
Finalmente se llevó uno de los postres de chocolate a la boca y mordiendo, se llevó un trozo siguiendo la conversación del duque hasta tener que volver a hablar ella y en este caso contarle todo, desde un buen principio. — Es todo muy largo de contar. —Avisó tomando el último bocado del postre. — Como no te localizaba, no conseguía encontrarte no te llegó la invitación, pero me uní en matrimonio con un joven ruso, Adrik Ivanovick, el actual duque de Escocia a mi lado y señor ahora de las tierras. —Sonrío para nada dolida porque ahora aquellas tierras pasaran al sexo masculino. Todo lo de ella y Adrik era de ambos, y a Adrik su familia le debía mucho, con eso solo intentó arreglar algo, unirse más como pareja y duques. Aunque aquel castillo siempre seria para su duquesa pequeña, una vez tuviera edad suficiente para poder quedarse con el título del ducado. — De eso hará cinco meses, y aunque él tenga sus negocios todavía en sus gélidas tierras y en ocasiones se tenga que ausentar durante días enteros, más feliz Aldebarán, no podría ser. Lo amo y él me ama… y ahora la tenemos a ella. —Volvió su mirada a su vientre y luego a él con una sonrisa sincera y alegre, hasta en cierto punto melancólica, echando de menos a su esposo. — El enlace fue una tarde en el castillo y ahora llevamos un mes en París, y supongo nos quedaremos hasta que empiece a sentirme demasiado pesada y debamos partir a Escocia, que es donde deseo dar a luz. —Sin darse cuenta su mano ya había tomado su segundo postre de chocolate. — Y creo que con eso, es todo lo nuevo en mi vida. —Probó el postre y cerrando los ojos, degustándolo volvió a abrir los ojos, sonriéndole al moreno. — Y a parte de este ducado, no hay nada nuevo en vuestra vida? Antes siempre teníais historias que contarme, con las que sorprenderme y la vida estable, aburrida, sinceramente no parece vuestro nivel de vida.
La imagen de su hija siendo como ella, la hace reír de alegría. Pasando por su cabeza las imágenes de ella de pequeña corriendo por los jardines del castillo, perdiéndose entre el bosque que lo rodea niega suavemente, esperando de todo corazón que fuera mejor que ella. — Las hijas deben ser más bellas que sus madres. —Contestó con una sonrisa divertida en sus labios. Siente sus caricias y riendo asiente. — Esperaros que nazca la pequeña y la lleve a su primera fiesta de sociedad, allí veremos quien eclipsa a los jóvenes de los acontecimientos. Si su madre joven o no tan joven o esa pequeña dulce y tierna, y curiosa como su madre antaño y que sigue siéndolo sin remedio. —Ríe esto último, justo antes de que volvieran los sirvientes de las cocinas, esta vez con limonada y unos postres a los que automáticamente vio con deseo y gula. Adoraba los postres y mucho más los de chocolate, que desde su embarazo solo había aumentado siendo ellos sus mayores antojos en las noches.
— Eres muy atento con mi estado. — Dijo agradecida con una sonrisa— Yo tampoco bebo licor, así que me sentará estupenda la limonada. — Añadió sonriendo ligeramente a la sirvienta que se la había quedado mirando hasta volverse a su joven amigo y tomar la copa que le servía, llevándosela a los labios, dando cortos sorbos hasta que oyéndole, llevándose una mano a acariciarse protectoramente el vientre, dejó el vaso en la mesilla de nuevo. — Creo que mi pequeña tendrá muchos protectores. —Coincidió pensando en lo protector que sería Adrik con ella una vez la tuvieran entre sus brazos, en lo protector que sería Deiran y ahora en él, que más que vigilándola, lo imaginaba otorgándole sus deseos y mimándola. — Sin duda, la mimareis tanto como a su madre. ¿Verdad?
Finalmente se llevó uno de los postres de chocolate a la boca y mordiendo, se llevó un trozo siguiendo la conversación del duque hasta tener que volver a hablar ella y en este caso contarle todo, desde un buen principio. — Es todo muy largo de contar. —Avisó tomando el último bocado del postre. — Como no te localizaba, no conseguía encontrarte no te llegó la invitación, pero me uní en matrimonio con un joven ruso, Adrik Ivanovick, el actual duque de Escocia a mi lado y señor ahora de las tierras. —Sonrío para nada dolida porque ahora aquellas tierras pasaran al sexo masculino. Todo lo de ella y Adrik era de ambos, y a Adrik su familia le debía mucho, con eso solo intentó arreglar algo, unirse más como pareja y duques. Aunque aquel castillo siempre seria para su duquesa pequeña, una vez tuviera edad suficiente para poder quedarse con el título del ducado. — De eso hará cinco meses, y aunque él tenga sus negocios todavía en sus gélidas tierras y en ocasiones se tenga que ausentar durante días enteros, más feliz Aldebarán, no podría ser. Lo amo y él me ama… y ahora la tenemos a ella. —Volvió su mirada a su vientre y luego a él con una sonrisa sincera y alegre, hasta en cierto punto melancólica, echando de menos a su esposo. — El enlace fue una tarde en el castillo y ahora llevamos un mes en París, y supongo nos quedaremos hasta que empiece a sentirme demasiado pesada y debamos partir a Escocia, que es donde deseo dar a luz. —Sin darse cuenta su mano ya había tomado su segundo postre de chocolate. — Y creo que con eso, es todo lo nuevo en mi vida. —Probó el postre y cerrando los ojos, degustándolo volvió a abrir los ojos, sonriéndole al moreno. — Y a parte de este ducado, no hay nada nuevo en vuestra vida? Antes siempre teníais historias que contarme, con las que sorprenderme y la vida estable, aburrida, sinceramente no parece vuestro nivel de vida.
Danna Dianceht- Licántropo/Realeza
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Re: Los reencuentros son dulces |Aldebarán
Con suma atención el español escucha cada relato que la hermosa dama le comparte. Su mano por inercia toma la ajena mientras su rostro demuestra cierta felicidad al escucharle tan contenta al momento de explicar los detalles de lo que últimamente ha pasado en su vida. Sin ser hipócrita pasa un trago de saliva al escuchar que se ha casado, quizás no se le puede malentender, pero bien o mal Danna siempre ha significado mucho para Aldebarán, quizás más de lo que ella sabe.
Algunas risas salen de su garganta cuando se le contradice sobre el detalle de madre e hija pero todo esto se resuelve cuando ella le pregunta ahora a él por sus aventuras. ¡Oh por Satanás! ¿Qué si las ha tenido? Más de las que siquiera podría recordar, sin embargo no quiere preocuparla pues él sabe bien como es la Duquesa de protectora cuando se trata de su alter ego como Rosa Negra.
-Guapa, pero mi vida es un tanto aburrida ya…- suspira y niega para comer otro bocadillo –Está bien, no se mentir… La verdad es que las cosas han estado un poco agitadas pero nada que no pueda resolver- le guiña el ojo diestro para después beber un poco de limonada –Robos aquí, allá… Investigaciones e infiltraciones en un par de lados más… Ya sabes, lo habitual en la vida nocturna- ríe un poco, sin percatarse de que tiene un poco de pastel cerca de su labio.
Realmente es hermosa, son esos ojos verdes y esa sonrisa coqueta que logra hipnotizarlo como ninguna otra que ha visto. Su larga cabellera, la perfección en su rostro y lo suave de sus labios cada vez que besan… Esa mirada que cautiva, ese tono de voz dulce… Ella es una muñeca hecha por la mano de la belleza y por eso mismo la cara de idiota en el de piel morena no se puede disimular pues se queda callado por un par de segundos.
-¿Quieres ver algo?- reacciona, apresurándose a cuestionar, acercándose a ella para dictaminar casi como un susurro, como un secreto –Eso es algo que nadie salvo Alfredo y yo conocemos… Creo que te agradará- le vuelve a guiñar el ojo, tomando ahora ambas manos de la preciosa musa, de su Guapa.
Algunas risas salen de su garganta cuando se le contradice sobre el detalle de madre e hija pero todo esto se resuelve cuando ella le pregunta ahora a él por sus aventuras. ¡Oh por Satanás! ¿Qué si las ha tenido? Más de las que siquiera podría recordar, sin embargo no quiere preocuparla pues él sabe bien como es la Duquesa de protectora cuando se trata de su alter ego como Rosa Negra.
-Guapa, pero mi vida es un tanto aburrida ya…- suspira y niega para comer otro bocadillo –Está bien, no se mentir… La verdad es que las cosas han estado un poco agitadas pero nada que no pueda resolver- le guiña el ojo diestro para después beber un poco de limonada –Robos aquí, allá… Investigaciones e infiltraciones en un par de lados más… Ya sabes, lo habitual en la vida nocturna- ríe un poco, sin percatarse de que tiene un poco de pastel cerca de su labio.
Realmente es hermosa, son esos ojos verdes y esa sonrisa coqueta que logra hipnotizarlo como ninguna otra que ha visto. Su larga cabellera, la perfección en su rostro y lo suave de sus labios cada vez que besan… Esa mirada que cautiva, ese tono de voz dulce… Ella es una muñeca hecha por la mano de la belleza y por eso mismo la cara de idiota en el de piel morena no se puede disimular pues se queda callado por un par de segundos.
-¿Quieres ver algo?- reacciona, apresurándose a cuestionar, acercándose a ella para dictaminar casi como un susurro, como un secreto –Eso es algo que nadie salvo Alfredo y yo conocemos… Creo que te agradará- le vuelve a guiñar el ojo, tomando ahora ambas manos de la preciosa musa, de su Guapa.
Aldebaran Ballester- Realeza Española
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Re: Los reencuentros son dulces |Aldebarán
Los recuerdos eran mucho mejores que las palabras y cada vez que la duquesa debía de recordar, no podía evitar sonreír tras venirle a la mente las imágenes de todo lo pasado. Desde lo bueno hasta lo malo, tenían aquella parte que se haría recordar por siempre, o por lo menos hasta crear nuevos recuerdos superiores a aquellos que marcaron tanto su vida y seguían marcándola. Como el nacimiento del hijo que esperaba o de la nueva vida que afrontarían tanto ella como su esposo en la crianza y formación de una familia. Que si bien no serían muchos, para ella sería suficiente con tenerle a él a su lado y a la pequeña estrella reluciente con ellos.
En lo que le explicaba por encima todo lo acontecido, no pudo no reírse suavemente al verle con los labios machados de pastel. Tomó una servilleta y se acercó a él con la confianza de los buenos amigos que eran para quitarle aquel rastro divertido, lo que mostraba lo tanto que disfrutaba o del pastel o de oírla de nuevo. Hacía mucho tiempo no se veían.
— ¿Un tanto aburrida? — Frunció sus cejas y río al verle el rostro. — De verdad que me gustaría oíros decir el significado que para ti es “un tanto aburrida”. — Añadió negado con su cabeza con preocupación al oírle. ¿Saltar por los tejados? ¿Robos por allí, infiltraciones? Lo hacía parecer fácil y sin riesgo alguno, cuando era justo todo lo contrario y a ella no la engañaba con su actitud de indiferencia. Corría grave peligro todas las noches y no había quien pudiese pararle los pies. — De verdad que espero algún día una mujer sepa afianzar bien sus brazos a tu alrededor y allí puedas darte de tanto en tanto un respiro de tus actividades nocturnas. — comentó tomando un nuevo sorbo de su vaso, recién terminada de comer. Su estómago pedía más, sin embargo conocedora de la comida que le andaban preparando y que su esposo la haría comer hasta la última porción, se obligó a dejar lo que ya realmente era simplemente un antojo, de tantos que tenía. — Seguiré diciendo siempre que podéis hacer más como conde que como quien sabéis. Nosotros podemos hacernos escuchar mejor que los ciudadanos, y así vuestra vida no correría peligro, pero creo que llegué tarde, ¿verdad? — Ante aquel guiño de ojos masculino río divertida. — Sin duda, vuestro segundo nombre es peligro y vuestro apellido temeridad.— Coincidió viéndole fijamente quedándose unos instantes en silencio, siendo acosada por su mirada. ¿Acaso tenía alguna mancha de comida en su rostro?
— ¿Ocurre algo? — Preguntó rompiendo así el silencio, tras el cual él se le acercó, proponiéndole en forma de secreta una aventura.
Definitivamente Aldebarán sabía dónde encontrar a la duquesa. Era muy curiosa y que alguien le ofreciera un secreto, sin duda alguna la condenaba a pecar de ello. Siempre seria fiel a su palabra y jamás contaba nada de los demás, pero aquello no impedía que fuera curiosa. Tal como aquel instante. — ¿Qué quereís enseñarme? Sabes que soy toda vuestra para enseñarme lo que deseéis. La loba siempre terminara mordida por la curiosidad. — Y con esas palabras, apretó su mano alrededor de la masculina, y con sus ojos brillantes y una sonrisa especulativa, pensando en que podía enseñarle, esperó a que él le dijera, aguardando para que en caso de levantarse, ella se levantara a la par de él.
En lo que le explicaba por encima todo lo acontecido, no pudo no reírse suavemente al verle con los labios machados de pastel. Tomó una servilleta y se acercó a él con la confianza de los buenos amigos que eran para quitarle aquel rastro divertido, lo que mostraba lo tanto que disfrutaba o del pastel o de oírla de nuevo. Hacía mucho tiempo no se veían.
— ¿Un tanto aburrida? — Frunció sus cejas y río al verle el rostro. — De verdad que me gustaría oíros decir el significado que para ti es “un tanto aburrida”. — Añadió negado con su cabeza con preocupación al oírle. ¿Saltar por los tejados? ¿Robos por allí, infiltraciones? Lo hacía parecer fácil y sin riesgo alguno, cuando era justo todo lo contrario y a ella no la engañaba con su actitud de indiferencia. Corría grave peligro todas las noches y no había quien pudiese pararle los pies. — De verdad que espero algún día una mujer sepa afianzar bien sus brazos a tu alrededor y allí puedas darte de tanto en tanto un respiro de tus actividades nocturnas. — comentó tomando un nuevo sorbo de su vaso, recién terminada de comer. Su estómago pedía más, sin embargo conocedora de la comida que le andaban preparando y que su esposo la haría comer hasta la última porción, se obligó a dejar lo que ya realmente era simplemente un antojo, de tantos que tenía. — Seguiré diciendo siempre que podéis hacer más como conde que como quien sabéis. Nosotros podemos hacernos escuchar mejor que los ciudadanos, y así vuestra vida no correría peligro, pero creo que llegué tarde, ¿verdad? — Ante aquel guiño de ojos masculino río divertida. — Sin duda, vuestro segundo nombre es peligro y vuestro apellido temeridad.— Coincidió viéndole fijamente quedándose unos instantes en silencio, siendo acosada por su mirada. ¿Acaso tenía alguna mancha de comida en su rostro?
— ¿Ocurre algo? — Preguntó rompiendo así el silencio, tras el cual él se le acercó, proponiéndole en forma de secreta una aventura.
Definitivamente Aldebarán sabía dónde encontrar a la duquesa. Era muy curiosa y que alguien le ofreciera un secreto, sin duda alguna la condenaba a pecar de ello. Siempre seria fiel a su palabra y jamás contaba nada de los demás, pero aquello no impedía que fuera curiosa. Tal como aquel instante. — ¿Qué quereís enseñarme? Sabes que soy toda vuestra para enseñarme lo que deseéis. La loba siempre terminara mordida por la curiosidad. — Y con esas palabras, apretó su mano alrededor de la masculina, y con sus ojos brillantes y una sonrisa especulativa, pensando en que podía enseñarle, esperó a que él le dijera, aguardando para que en caso de levantarse, ella se levantara a la par de él.
Danna Dianceht- Licántropo/Realeza
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Re: Los reencuentros son dulces |Aldebarán
La mirada del español se llena de brillo tan pronto escucha como la hermosa lycan le responde positivamente a su invitación. Con prontitud esboza una sonrisa y no tarda en colocarse de pie, llevándole junto a él abriéndose rápidamente paso entre los inmensos pasillos de la mansión.
-Después de esto, créeme… Serás la persona a la que más confianza le tengo y será demostrado-
Así pues, llega a su estudio. Amplio recinto con una infinidad de libros y muebles que decoran de manera rustica. A los costados, un piano donde el de abdomen desnudo toca cuatro notas y consecuente con ello, uno de los libreros se abre, dando lugar a un pasaje secreto.
-No lo cuentes nada a nadie-
Lentamente comienza a avanzar y de pronto un sendero que es iluminado por velas toma todo el protagonismo para paulatinamente absorber a ambos jóvenes ante el abismo oscuro de un pasadizo.
Una vez fuera del estrecho sendero, Aldebarán estira su mano en invitación a que Danna se apresure, teniendo una gran sonrisa en su rostro mientras le muestra su cámara secreta, esa guarida que custodia los más grandes secretos del mítico ladrón nocturno.
Herramientas, espadas, tecnología como bombillas de humo, alfileres sigilosos, así como muchos otros artefactos que ayudan al entrenamiento personal. Paredes cubiertas por velas y en el centro una enorme maquinaria que ayuda a la optimización del cuerpo humano.
En otro lado yacen las necesarias ayudas para llevar acabo curaciones así como en contra parte yace una inmensa mesa que por enfrente tiene un librero lleno de información que va desde artes marciales hasta arte, historia e inclusive míticas leyendas que le ayudan en su conocimiento al de herencia española.
-Bienvenida a mi propia cueva-
Presume un poco, escuchándose en eco y revelando algo que solo él y su fiel mayordomo, Alfredo, hasta ese segundo conocían y ahora es un secreto compartido con la preciosa castaña.
-Después de esto, créeme… Serás la persona a la que más confianza le tengo y será demostrado-
Así pues, llega a su estudio. Amplio recinto con una infinidad de libros y muebles que decoran de manera rustica. A los costados, un piano donde el de abdomen desnudo toca cuatro notas y consecuente con ello, uno de los libreros se abre, dando lugar a un pasaje secreto.
-No lo cuentes nada a nadie-
Lentamente comienza a avanzar y de pronto un sendero que es iluminado por velas toma todo el protagonismo para paulatinamente absorber a ambos jóvenes ante el abismo oscuro de un pasadizo.
Una vez fuera del estrecho sendero, Aldebarán estira su mano en invitación a que Danna se apresure, teniendo una gran sonrisa en su rostro mientras le muestra su cámara secreta, esa guarida que custodia los más grandes secretos del mítico ladrón nocturno.
Herramientas, espadas, tecnología como bombillas de humo, alfileres sigilosos, así como muchos otros artefactos que ayudan al entrenamiento personal. Paredes cubiertas por velas y en el centro una enorme maquinaria que ayuda a la optimización del cuerpo humano.
En otro lado yacen las necesarias ayudas para llevar acabo curaciones así como en contra parte yace una inmensa mesa que por enfrente tiene un librero lleno de información que va desde artes marciales hasta arte, historia e inclusive míticas leyendas que le ayudan en su conocimiento al de herencia española.
-Bienvenida a mi propia cueva-
Presume un poco, escuchándose en eco y revelando algo que solo él y su fiel mayordomo, Alfredo, hasta ese segundo conocían y ahora es un secreto compartido con la preciosa castaña.
Aldebaran Ballester- Realeza Española
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Re: Los reencuentros son dulces |Aldebarán
El brillo curioso en los orbes de la duquesa no dejaron jamás de relucir viendo al moreno, que ahora la lleva del brazo por los pasillos de la mansión. Sonrío y taimada negó sin perder sus sonrisa. — No me hace falta saber tus secretos para saber que soy vuestra duquesa favorita, duque. –le respondió con su suave risa. Sus ojos por unos segundos fueron al rostro serio y misterioso de Aldebaran, sonrío y volviendo a observar a su alrededor, se fijó en cada libro, en cada esquina y habitación de aquel recorrido. ¿Cuántos años tendrían aquellas paredes? ¿Sería tan vieja como los muros de su propio castillo? A veces se sentía aún en la época de los caballeros medievales y los fascinantes celtas cuando hablaba de su hogar y lo refería como castillo. Todos los demás acostumbraban a tener palacetes, palacios e inclusive mansiones más grandes que los palacios y ella, una joven locamente enamorada de su castillo seguía adorando aquella estructura de piedra, como la más bella de sus reliquias.
Los pasos de ambos se dirigieron al despacho y allí su olfato le dijo algo. Le avisó de una corriente de aire. Los ojos de la duquesa fueron hacia las ventanas cerradas y frunció el ceño dejándose llevar por el caballero que para su asombro toca el piano y tras esas cuatro teclas un pasaje se abre en la pared. — Esto se está poniendo interesante… ¿Debería de temer de algo, duque?— Preguntó con una sonrisa fingiendo un miedo que no sentía, todo lo contrario. Solo deseaba inmiscuirse en aquel pasillo y descubrir que era aquello que olía, de donde provenía la humedad que sus sentidos adivinaban. — Mis labios quedarán por siempre sellados. — Le prometió adentrándose en aquel pasadizo oscuro sin miedo. Agarrando una de las manos de él, con su otra mano vigilaba que las paredes no fueran demasiado estrechas para su vientre abultado, hasta que tras unos segundos de caminar en la oscuridad y vigilar sus pasos, finalmente vio una luz al fondo, justo donde tomó la mano del duque con la que salió del pasadizo, entrando de lleno en la cámara secreta.
Y se asombró.
Ante sus ojos se abría, se revelaba un mundo por completo desconocido. Allá donde van sus ojos encuentra herramientas, espadas, tecnología avanzada y otros objetos que de simple vista no puedo definir, pero que cree que puedan servir para entrenar el cuerpo del ladrón para cometer sus fechorías en las noches. — Tu guarida… es impresionante. Un gran regalo el dejarme ver esta parte de ti. — Susurró volviendo su mirada asombrada a los ojos masculinos y sonreírle como solo ella sabía. De aquella forma dulce y tierna, en que solo hacía que intensificar la intensidad de su mirada. — ¿Así, que este lugar es donde el ladrón más buscado de París, se esconde? — Volvió su mirada a la sala y sonrío adelantándose un poco más hasta quedar en medio la sala y poder ver mejor cada espacio de su escondite. De su cueva.
— Cuando vengas a Escocia, te enseñaré mi guarida…mis secretos. —susurró pensando que irónicamente sus secretos eran seres con vida, con inteligencia e instintos. Tan diferentes a los secretos del conde y ahora duque. Su guarida estaba en el bosque, en la cueva donde sus lobos, sus férreos compañeros de caza se escondían y donde la esperaban. A ella o a Adrik. Ahora los lobos también lo habían aceptado a él como uno más de aquella extraña manada.
Los pasos de ambos se dirigieron al despacho y allí su olfato le dijo algo. Le avisó de una corriente de aire. Los ojos de la duquesa fueron hacia las ventanas cerradas y frunció el ceño dejándose llevar por el caballero que para su asombro toca el piano y tras esas cuatro teclas un pasaje se abre en la pared. — Esto se está poniendo interesante… ¿Debería de temer de algo, duque?— Preguntó con una sonrisa fingiendo un miedo que no sentía, todo lo contrario. Solo deseaba inmiscuirse en aquel pasillo y descubrir que era aquello que olía, de donde provenía la humedad que sus sentidos adivinaban. — Mis labios quedarán por siempre sellados. — Le prometió adentrándose en aquel pasadizo oscuro sin miedo. Agarrando una de las manos de él, con su otra mano vigilaba que las paredes no fueran demasiado estrechas para su vientre abultado, hasta que tras unos segundos de caminar en la oscuridad y vigilar sus pasos, finalmente vio una luz al fondo, justo donde tomó la mano del duque con la que salió del pasadizo, entrando de lleno en la cámara secreta.
Y se asombró.
Ante sus ojos se abría, se revelaba un mundo por completo desconocido. Allá donde van sus ojos encuentra herramientas, espadas, tecnología avanzada y otros objetos que de simple vista no puedo definir, pero que cree que puedan servir para entrenar el cuerpo del ladrón para cometer sus fechorías en las noches. — Tu guarida… es impresionante. Un gran regalo el dejarme ver esta parte de ti. — Susurró volviendo su mirada asombrada a los ojos masculinos y sonreírle como solo ella sabía. De aquella forma dulce y tierna, en que solo hacía que intensificar la intensidad de su mirada. — ¿Así, que este lugar es donde el ladrón más buscado de París, se esconde? — Volvió su mirada a la sala y sonrío adelantándose un poco más hasta quedar en medio la sala y poder ver mejor cada espacio de su escondite. De su cueva.
— Cuando vengas a Escocia, te enseñaré mi guarida…mis secretos. —susurró pensando que irónicamente sus secretos eran seres con vida, con inteligencia e instintos. Tan diferentes a los secretos del conde y ahora duque. Su guarida estaba en el bosque, en la cueva donde sus lobos, sus férreos compañeros de caza se escondían y donde la esperaban. A ella o a Adrik. Ahora los lobos también lo habían aceptado a él como uno más de aquella extraña manada.
Danna Dianceht- Licántropo/Realeza
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Re: Los reencuentros son dulces |Aldebarán
El asombro es evidente en el rostro de la hermosa lycan quien una vez que visualiza toda la cueva esboza unas palabras así como una sonrisa que hacen que Aldebarán inmediatamente suspire con satisfacción –Es lo menos que puedo hacer, evidentemente eres la única persona en la que confío ahorita mismo- entonces empieza a caminar detrás de ella, estando atento a cualquier pregunta que la bella mujer tenga.
-En efecto, aquí es donde paso las horas no solo entrenando sino también investigando acerca de algunos casos o inclusive haciendo estrategias- agrega con orgullo para así deslizar la yema de sus dedos como caricia por una mesa que yace a los costados del epicentro de la cueva; la sorpresa en el reside cuando se topa con un viejo cuadro con una pintura, algo pequeño pero muy especial.
Lentamente se acerca a Danna y musita –Mira, ellos eran mis padres- sin poder evitar sonreír con una especie de ilusión que transforma sus ojos en un reflejo de brillo cuando evidencia ese recuerdo que consta de una imagen con sus difuntos ancestros, él mismo aun como un niño y casualmente, una cuarta persona… Una pequeña, una niña.
-Esta foto no fue algo muy… habitual, de hecho ni siquiera es correcta como podrás ver yo sonriendo y ella también…- apunta hacia la cría -… Mi madre siempre sonreía y mi padre sabía bien que nunca me comportaba cuando se trataba algo de etiqueta, por eso guardo esta foto… Así éramos nosotros- sin poder evitar sentir su garganta un poco cortada y un suspiro que nace desde el fondo de su garganta.
La forma en la que acaricia el marco con su dedo pulgar hace ver una faceta en el español que difícilmente ha mostrado con una anterioridad. Sus ojos marrones ejecutan una mirada que llena de más que melancolía, felicidad cuando se trata de traer de nuevo a la vida todos esos recuerdos con sus amorosos padres y sobre todo, con esa pequeña persona que aparece casi como “metida” a la mitad de la fotografía.
-En efecto, aquí es donde paso las horas no solo entrenando sino también investigando acerca de algunos casos o inclusive haciendo estrategias- agrega con orgullo para así deslizar la yema de sus dedos como caricia por una mesa que yace a los costados del epicentro de la cueva; la sorpresa en el reside cuando se topa con un viejo cuadro con una pintura, algo pequeño pero muy especial.
Lentamente se acerca a Danna y musita –Mira, ellos eran mis padres- sin poder evitar sonreír con una especie de ilusión que transforma sus ojos en un reflejo de brillo cuando evidencia ese recuerdo que consta de una imagen con sus difuntos ancestros, él mismo aun como un niño y casualmente, una cuarta persona… Una pequeña, una niña.
-Esta foto no fue algo muy… habitual, de hecho ni siquiera es correcta como podrás ver yo sonriendo y ella también…- apunta hacia la cría -… Mi madre siempre sonreía y mi padre sabía bien que nunca me comportaba cuando se trataba algo de etiqueta, por eso guardo esta foto… Así éramos nosotros- sin poder evitar sentir su garganta un poco cortada y un suspiro que nace desde el fondo de su garganta.
La forma en la que acaricia el marco con su dedo pulgar hace ver una faceta en el español que difícilmente ha mostrado con una anterioridad. Sus ojos marrones ejecutan una mirada que llena de más que melancolía, felicidad cuando se trata de traer de nuevo a la vida todos esos recuerdos con sus amorosos padres y sobre todo, con esa pequeña persona que aparece casi como “metida” a la mitad de la fotografía.
Aldebaran Ballester- Realeza Española
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Re: Los reencuentros son dulces |Aldebarán
— Te entiendo. Teniendo los puestos que tenemos y las responsabilidades, ya ni en los más cercanos podemos confiar. Aún menos si hablamos de situaciones como esta en la que se ve comprometido no solo la propia vida nuestra, sino también todas aquellas vidas que dependen de nosotros. Los que están a nuestro servicio.
La mirada de la duquesa no dejó de repasar en ningún momento y de ser consciente de los movimientos del duque español que acariciaba con cierto aire de melancolía y de gratificación una de las mesas de aquel lugar. Devuelve su sonrisa cantarina de retorno a los oídos ajenos y de nuevo se distrae viéndolo todo. Cayendo en cada pequeño detalle, en cada recoveco, pensando en la importancia de aquel lugar para su amigo. Aquel, su escondite, no solo era un lugar donde resguardarse, sino el hogar de Rosa negra aquel ladrón por el que lo conoció. — Aldebarán… ¿Algún día me contareis como nació Rosa negra? ¿El inicio de todo este lugar y tu historia con la noche? —Le preguntó volviéndose a él de nuevo a tiempo de verle acercarse a ella con lo que parecía un viejo cuadro, una vieja fotografía.
Los ojos vivaces fueron a parar a las caras de los progenitores, pasando luego por la de los dos niños que sonríen en esa foto. Por un instante sus ojos recaen en los de él y al observar la melancolía, y su extraño comportamiento se vienen a su mente millones de preguntas que esperan ser contestadas. Antes jamás había producido un impacto tal en el duque español, como el ver esa foto. ¿Por qué?
— No importa si no es correcta. Es una muy buena estampa la que mostráis. —susurró al tiempo que con cuidado tomaba aquella foto en sus manos, recordando también los tiempos en los que se había hecho retratos con su familia y sonrió. — Los retratos de realeza, de familia solían ser tristes. Siempre me vestían con joyas aunque yo quisiera salir con uno de mis vestidos simples que guardaba en el fondo de mi armario. Como también el sonreír… nos estaba prohibido, por eso estas imágenes, estos recuerdos en los que la corrección de la sociedad queda a un lado, son las mejores y las más auténticas. Así verdaderamente puedes recordarlos por cómo eran, no por como aparentabais…Tu madre era muy bella, y junto a vuestro padre parecen muy felices. — Dijo con una sonrisa de oreja en oreja viendo en la figura del hombre rasgos que había adquirido Aldebarán de él y su porte. — Y esta muchachita de verdad que no me resulta conocida. ¿Tuvisteis una hermana de la que jamás me habéis hablado? — Que tan equivocada se encontraba la mente de la duquesa en relación de la pequeña que inesperadamente había aparecido, metiéndose en una fotografía ajena, en la que solo su sonrisa y la sonrisa del niño que también se encontraba a su lado delataban la felicidad del momento vivido.
La mirada de la duquesa no dejó de repasar en ningún momento y de ser consciente de los movimientos del duque español que acariciaba con cierto aire de melancolía y de gratificación una de las mesas de aquel lugar. Devuelve su sonrisa cantarina de retorno a los oídos ajenos y de nuevo se distrae viéndolo todo. Cayendo en cada pequeño detalle, en cada recoveco, pensando en la importancia de aquel lugar para su amigo. Aquel, su escondite, no solo era un lugar donde resguardarse, sino el hogar de Rosa negra aquel ladrón por el que lo conoció. — Aldebarán… ¿Algún día me contareis como nació Rosa negra? ¿El inicio de todo este lugar y tu historia con la noche? —Le preguntó volviéndose a él de nuevo a tiempo de verle acercarse a ella con lo que parecía un viejo cuadro, una vieja fotografía.
Los ojos vivaces fueron a parar a las caras de los progenitores, pasando luego por la de los dos niños que sonríen en esa foto. Por un instante sus ojos recaen en los de él y al observar la melancolía, y su extraño comportamiento se vienen a su mente millones de preguntas que esperan ser contestadas. Antes jamás había producido un impacto tal en el duque español, como el ver esa foto. ¿Por qué?
— No importa si no es correcta. Es una muy buena estampa la que mostráis. —susurró al tiempo que con cuidado tomaba aquella foto en sus manos, recordando también los tiempos en los que se había hecho retratos con su familia y sonrió. — Los retratos de realeza, de familia solían ser tristes. Siempre me vestían con joyas aunque yo quisiera salir con uno de mis vestidos simples que guardaba en el fondo de mi armario. Como también el sonreír… nos estaba prohibido, por eso estas imágenes, estos recuerdos en los que la corrección de la sociedad queda a un lado, son las mejores y las más auténticas. Así verdaderamente puedes recordarlos por cómo eran, no por como aparentabais…Tu madre era muy bella, y junto a vuestro padre parecen muy felices. — Dijo con una sonrisa de oreja en oreja viendo en la figura del hombre rasgos que había adquirido Aldebarán de él y su porte. — Y esta muchachita de verdad que no me resulta conocida. ¿Tuvisteis una hermana de la que jamás me habéis hablado? — Que tan equivocada se encontraba la mente de la duquesa en relación de la pequeña que inesperadamente había aparecido, metiéndose en una fotografía ajena, en la que solo su sonrisa y la sonrisa del niño que también se encontraba a su lado delataban la felicidad del momento vivido.
Danna Dianceht- Licántropo/Realeza
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Re: Los reencuentros son dulces |Aldebarán
La mirada del Duque se perdió por unos instantes, en su rostro se visualizaba una débil sonrisa ladina que enmarcaría entonces un brillo vidrioso en sus ojos cuando las observaciones tan acertadas de la hermosa mujer le removieron el pecho y lo trajeron a la realidad una vez más –Ellos eran una pareja muy feliz. Cuando mi padre murió, mi madre no tardó mucho en unírsele… Me alegré… Porque un amor como el de ellos no merecía ni podía ser separado- un suspiro salió de su garganta después.
-Mi madre era la mujer más hermosa de todo el país, pero también la más bondadosa. Ella era quien me inculcó siempre ver por el débil y mi padre con su figura y ejemplo me dejó la herencia de no importarme la posición de las personas, sino su luz interna… Les debo mucho- volvió a sonreír, mientras se dio media vuelta y empezó a caminar hacia el centro de la cueva, tomando en el camino una de sus tantas espadas, maniobrándola con calma –No, yo fui hijo único- dijo
En el epicentro una construcción de madera que constaba de un centro y alargados brazos que simulan el ataque de varios individuos serviría como medio de entrenamiento para el ladrón –Su nombre es Alex- dijo aun sonriendo cuando empezó a dar ligeros zarpazos al artefacto de madera –Ella pasaba todos sus veranos y cada vez que podía ir con nosotros; fue mi primer amiga… y también mi primer amor- de pronto dio un zarpazo con violencia, frunciendo su ceño y mordiendo su labio.
-Pero la decepcioné. Le había hecho una promesa de siempre protegerla, de siempre cuidarla y justo al día siguiente de eso decidí huir de mi casa, entonces me interné solo en las lejanías de España donde empecé una aventura y Alex quedó más sola que nunca…- su voz se cortó cuando con un fuerte grito enterró de fondo su espada, una reacción por su ira interna, por el enfado que siempre tuvo con él mismo.
Quedó jadeante mientras se separó de su herramienta, regresando a donde estaba Danna aclarando su garganta y luego diciendo –Una noche, justo después de regresar a España me encontraba caminando y vi a un prestamista abusando de una pobre familia… No lo toleré y le di su merecido, entonces, desde ese momento me juré a mí mismo defender a los débiles y lo correcto como mis padres me habían educado… Pero sobre todo…-
Pegó su frente con la de la hermosa lycan, cerrando sus ojos cuando mostró su lado débil, ese que nadie jamás había conocido en él… Ni siquiera Alfredo -… Sobre todo… No decepcionaría a las personas que me necesitaran como lo hice con Alex…- empuñó sus manos y terminó por suspirar, quedándose parado ahí, con sus demonios internos tratando de controlarlos.
-Mi madre era la mujer más hermosa de todo el país, pero también la más bondadosa. Ella era quien me inculcó siempre ver por el débil y mi padre con su figura y ejemplo me dejó la herencia de no importarme la posición de las personas, sino su luz interna… Les debo mucho- volvió a sonreír, mientras se dio media vuelta y empezó a caminar hacia el centro de la cueva, tomando en el camino una de sus tantas espadas, maniobrándola con calma –No, yo fui hijo único- dijo
En el epicentro una construcción de madera que constaba de un centro y alargados brazos que simulan el ataque de varios individuos serviría como medio de entrenamiento para el ladrón –Su nombre es Alex- dijo aun sonriendo cuando empezó a dar ligeros zarpazos al artefacto de madera –Ella pasaba todos sus veranos y cada vez que podía ir con nosotros; fue mi primer amiga… y también mi primer amor- de pronto dio un zarpazo con violencia, frunciendo su ceño y mordiendo su labio.
-Pero la decepcioné. Le había hecho una promesa de siempre protegerla, de siempre cuidarla y justo al día siguiente de eso decidí huir de mi casa, entonces me interné solo en las lejanías de España donde empecé una aventura y Alex quedó más sola que nunca…- su voz se cortó cuando con un fuerte grito enterró de fondo su espada, una reacción por su ira interna, por el enfado que siempre tuvo con él mismo.
Quedó jadeante mientras se separó de su herramienta, regresando a donde estaba Danna aclarando su garganta y luego diciendo –Una noche, justo después de regresar a España me encontraba caminando y vi a un prestamista abusando de una pobre familia… No lo toleré y le di su merecido, entonces, desde ese momento me juré a mí mismo defender a los débiles y lo correcto como mis padres me habían educado… Pero sobre todo…-
Pegó su frente con la de la hermosa lycan, cerrando sus ojos cuando mostró su lado débil, ese que nadie jamás había conocido en él… Ni siquiera Alfredo -… Sobre todo… No decepcionaría a las personas que me necesitaran como lo hice con Alex…- empuñó sus manos y terminó por suspirar, quedándose parado ahí, con sus demonios internos tratando de controlarlos.
Aldebaran Ballester- Realeza Española
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Re: Los reencuentros son dulces |Aldebarán
La mirada de la duquesa también se perdió por unos instantes más allá de ese escondite y de su acompañante. Se encontró por unos segundos recordando lo poco que guardaba en su memoria de su madre y sonriendo tristemente evocó sus últimas memorias antes de la muerte de ella a manos de su padre y de su propia transformación por la mordida de su propio progenitor que solo deseaba usarla y empezar a construir nuevamente un linaje de lobos. Al recordar a su padre ardieron sus ojos en ira, hasta que calmándose al imaginarse en su olfato el perfume de su madre se relajó atendiendo a las palabras masculinas.
— Me alegro que terminaran reencontrándose, debe ser horrible para quien de los dos se queda en vida sufrir y llorar por mucho tiempo la persona amada… Aún más cuando sabes que no regresará. — Susurró cayendo en que su mayor miedo precisamente era aquel; no volver a ver a Adrik o verlo partir y no poder hacer nada por retenerlo a su lado, más sino morir para ir en su búsqueda. —Entonces todo el mundo les debemos el que seas como eres y nos aceptes seamos lo que seamos sin ningún perjuicio, como en mi caso. — Sonrío ante el ultimo comentario de Aldebarán, acercándose donde estaba él haciendo maniobras con una espada, quedándose al margen. Ahora que estaba encinta y de tanto, no se acercaba a los objetos que pudieran lastimarla por miedo a que dañaran a su hijo también.
La duquesa se sorprendió ante el arrebato de furia del duque, una vez empezó a asestar golpes con la espada a un artefacto de madera con latente rabia y angustia. Hizo el intento de acercarse para los golpes la detuvieron y se quedó simplemente escuchándole, negando ante sus palabras, aceptando protegerle entre sus brazos al volver a ella por completo vulnerable como nunca antes lo había sido ante ella o demás.
—Por como habláis parece que pensarais que no hay solución, que no puedes recuperarla... pero no es así, seguro que si la encuentras de nuevo y se lo cuentas, le explicas ella te perdonara. Es imposible no perdonarle nada al ladrón rosa negra o al maravilloso Duque. — Sonrío y lo abrazó contra ella con suavidad dándole su apoyo. — Si tan importante fue, buscadla y decidle todo… Eras un joven inquieto que buscó por encima del bien propio el de los demás… pero también os diré que hay veces que es mejor ser egoístas y buscar primero por nuestra felicidad y bienestar que por los demás.— Sonrío.— Claro que mirad quien os habla, quien trata a sus sirvientes como a su gran familia. —Río suave contra él y negó. — Buscadla y cortejadla como sabeís, intentad buscar su perdón y no os lamentéis, hicisteis lo que creísteis mejor en ese momento. No buscabais un bien egoísta, sino un bien generalizado para todos. Y si tu falta fue abandonarla, la falta de ella será no perdonarte.
— Me alegro que terminaran reencontrándose, debe ser horrible para quien de los dos se queda en vida sufrir y llorar por mucho tiempo la persona amada… Aún más cuando sabes que no regresará. — Susurró cayendo en que su mayor miedo precisamente era aquel; no volver a ver a Adrik o verlo partir y no poder hacer nada por retenerlo a su lado, más sino morir para ir en su búsqueda. —Entonces todo el mundo les debemos el que seas como eres y nos aceptes seamos lo que seamos sin ningún perjuicio, como en mi caso. — Sonrío ante el ultimo comentario de Aldebarán, acercándose donde estaba él haciendo maniobras con una espada, quedándose al margen. Ahora que estaba encinta y de tanto, no se acercaba a los objetos que pudieran lastimarla por miedo a que dañaran a su hijo también.
La duquesa se sorprendió ante el arrebato de furia del duque, una vez empezó a asestar golpes con la espada a un artefacto de madera con latente rabia y angustia. Hizo el intento de acercarse para los golpes la detuvieron y se quedó simplemente escuchándole, negando ante sus palabras, aceptando protegerle entre sus brazos al volver a ella por completo vulnerable como nunca antes lo había sido ante ella o demás.
—Por como habláis parece que pensarais que no hay solución, que no puedes recuperarla... pero no es así, seguro que si la encuentras de nuevo y se lo cuentas, le explicas ella te perdonara. Es imposible no perdonarle nada al ladrón rosa negra o al maravilloso Duque. — Sonrío y lo abrazó contra ella con suavidad dándole su apoyo. — Si tan importante fue, buscadla y decidle todo… Eras un joven inquieto que buscó por encima del bien propio el de los demás… pero también os diré que hay veces que es mejor ser egoístas y buscar primero por nuestra felicidad y bienestar que por los demás.— Sonrío.— Claro que mirad quien os habla, quien trata a sus sirvientes como a su gran familia. —Río suave contra él y negó. — Buscadla y cortejadla como sabeís, intentad buscar su perdón y no os lamentéis, hicisteis lo que creísteis mejor en ese momento. No buscabais un bien egoísta, sino un bien generalizado para todos. Y si tu falta fue abandonarla, la falta de ella será no perdonarte.
Danna Dianceht- Licántropo/Realeza
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Re: Los reencuentros son dulces |Aldebarán
Los segundos y minutos se habían tornado eternidades cuándo el español se mantenía ahí quieto y resguardado por los brazos de la bella Lycan, quien en su afán por aliviar su dolor y remordimiento le intentó recordar quien era él y por qué hacía lo que hacía, siendo en efecto la mayor de las razones de sus actos el bien mayor y no el propio. Sin embargo, los fantasmas del hijo prodigo de España eran demasiados y muy poderosos, terminó por sucumbir y retirarse de golpe más evitando dañar a la bella mujer, a quien le dio la espalda y con la cabeza abajo simplemente empezó a recitar: -No es lo que soy-
Sus manos se empuñaron y sus ojos se cerraron, sintiendo las lágrimas casi brotar más se contuvo con un titubeo que le llenó por toda su espina dorsal -Son las cosas que hago aquello que me define- alzó su rostro de golpe y giró, esbozando una sonrisa ladina más acorde a la que siempre mostraba cada que se salía con la suya -Te agradezco tus palabras, no sabes cuánto... Pero mi vida sigue, la vida de ladrón y ahora más que nunca ya que estoy a punto de tomar oficialmente el cargo como Duque de España... Nadie sabe de mi regreso, tú eres la única testigo por fuera de los muros de esta mansión. Pronto volveré a mi tierra y entonces empezaré a hacer algo como Aldebarán Ballester-
Al cabo de sus palabras Alfredo terminó por bajar un tanto apresurado, anunciando con bastante agitación -Amo Aldebarán, el ministro Sandoval ha pisado por fin la ciudad. Si va a hacer su movimiento... Ahora es el momento- el moreno giró su rostro, frunció su ceño confiado y sonriente asintió para de un salto colocarse en uno de los rincones de aquella guarida, empezando a vestirse colocando su camisa negra y abrochándola con rapidez. Su capa no tardó en hacerle segunda al quedar pendiente de sus hombros. Tomó su cinturón lleno de aquellas herramientas que se colocaron al lado de aquel sujetador de espada.. Se colocó el sombrero y por último cogió su antifaz para después de esto acercarse a la Duquesa.
-Esta es mi vida... Esta es mi cruz... Te agradezco tus palabras, tu apoyo, tu enorme cariño... Te agradezco por existir y ser quien calme mis fantasmas...- acarició la mejilla de Danna, besó su frente y con una gran sonrisa adjuntó -Pero también soy el Ladrón Rosa Negra y mi deber es ayudar a quien lo necesite, llevar la esperanza a quienes la han perdido y mantener la justicia para quienes no la tienen-
Se puso su antifaz.. Dio un paso atrás y de pronto con una carrera a toda velocidad subió por las escaleras, dando la orden a Alfredo de atender a Danna mejor que ha la misma Reina y al final de esto, simplemente se dirigió hacia el establo, donde su corcel le esperaba para así juntos alzar la carrera hacia donde la redención quizás no le espera... Pero ese sentimiento de hacer algo por alguien no lo llena, pero le ayuda a seguir vivo tras el triste recuerdo de haber decepcionado a la mujer que siempre ha amado y que siempre amará.
Sus manos se empuñaron y sus ojos se cerraron, sintiendo las lágrimas casi brotar más se contuvo con un titubeo que le llenó por toda su espina dorsal -Son las cosas que hago aquello que me define- alzó su rostro de golpe y giró, esbozando una sonrisa ladina más acorde a la que siempre mostraba cada que se salía con la suya -Te agradezco tus palabras, no sabes cuánto... Pero mi vida sigue, la vida de ladrón y ahora más que nunca ya que estoy a punto de tomar oficialmente el cargo como Duque de España... Nadie sabe de mi regreso, tú eres la única testigo por fuera de los muros de esta mansión. Pronto volveré a mi tierra y entonces empezaré a hacer algo como Aldebarán Ballester-
Al cabo de sus palabras Alfredo terminó por bajar un tanto apresurado, anunciando con bastante agitación -Amo Aldebarán, el ministro Sandoval ha pisado por fin la ciudad. Si va a hacer su movimiento... Ahora es el momento- el moreno giró su rostro, frunció su ceño confiado y sonriente asintió para de un salto colocarse en uno de los rincones de aquella guarida, empezando a vestirse colocando su camisa negra y abrochándola con rapidez. Su capa no tardó en hacerle segunda al quedar pendiente de sus hombros. Tomó su cinturón lleno de aquellas herramientas que se colocaron al lado de aquel sujetador de espada.. Se colocó el sombrero y por último cogió su antifaz para después de esto acercarse a la Duquesa.
-Esta es mi vida... Esta es mi cruz... Te agradezco tus palabras, tu apoyo, tu enorme cariño... Te agradezco por existir y ser quien calme mis fantasmas...- acarició la mejilla de Danna, besó su frente y con una gran sonrisa adjuntó -Pero también soy el Ladrón Rosa Negra y mi deber es ayudar a quien lo necesite, llevar la esperanza a quienes la han perdido y mantener la justicia para quienes no la tienen-
Se puso su antifaz.. Dio un paso atrás y de pronto con una carrera a toda velocidad subió por las escaleras, dando la orden a Alfredo de atender a Danna mejor que ha la misma Reina y al final de esto, simplemente se dirigió hacia el establo, donde su corcel le esperaba para así juntos alzar la carrera hacia donde la redención quizás no le espera... Pero ese sentimiento de hacer algo por alguien no lo llena, pero le ayuda a seguir vivo tras el triste recuerdo de haber decepcionado a la mujer que siempre ha amado y que siempre amará.
Aldebaran Ballester- Realeza Española
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Re: Los reencuentros son dulces |Aldebarán
Sus palabras quedaron sobre sus cabezas mientras el cuerpo de Danna se acobijaba contra el ajeno en un abrazo reconfortante, uno en el que intentó infundir valor y esperanza al joven que ahora veía perdido y herido, por algo tan natural como ser lo que él era. El duque que anteponía a los demás sobre sí mismo. Restaron así unos segundos hasta que él se zafó de ella y meditabunda Danna lo observó, con una triste sonrisa en sus labios adivinando el dolor que soportaba.
—Os perdonará duque, no hay nada que le impida hacerlo una vez os encontréis de nuevo. — Añadió al verle alejarse de ella y esconderse dándole la espalda. A sus instintos le llegó el ligero olor salado de las lágrimas y entendió que por más que quisiera reconfortarlo, no verlo llorar a veces aquello era inevitable, y Aldebaran parecía requerir un sitio para él. Quizás como aquella cueva en la que se sanaba las heridas, solo que un refugio interior y Danna lo acató en silencio hasta que el mayordomo apareció, sustituyendo la triste sonrisa de la duquesa por una más extensa y aliviada al ver a Aldebaran tomar al vuelo sus responsabilidades nocturnas, como el ladrón, el salvador que en él habitaba. —Entonces cabalgad con seguridad y fuerza sobre la tierra, que todos sepan que Rosa negra sigue siendo el imparable ladrón que nadie ha podido jamás atrapar. —Respondió sonriendo ante su beso en la frente. — Cuidaros y acuérdate de que lo más importante es tu corazón, que Rosa negra te dé el valor para ir a buscar lo que la vida te ha robado, Aldebaran. —Dijo esas últimas palabras para el español que ya yacía en el lomo de su montura y viéndole alejarse, llevó una de sus manos a su vientre y sonrió sintiendo una de las patadas de su hijo.
— Amor mío… cuando salgas conocerás a personas muy importantes y algunas un tanto alocadas, pero sin duda tendréis a los mejores protectores a vuestro lado. Vuestro padre y vuestro tío nos harán la vida imposible cuando sea referente a tu seguridad. Y entre nosotras nos reiremos de ellos al verlo pelear, porque estoy segura que no podrá ser de otra forma. —Susurró en voz baja para privacidad de ambas hasta que se volteó a ver el mayordomo de Aldebarán y tras un asentimiento de su cabeza se alejaron de aquella cueva, hasta que de vuelta a su carruaje la duquesa volvió a hablar. Pidiendo algo a aquel fiel mayordomo, lo que jamás se habría esperado.
—Alfredo por favor mantenme informado del regreso de Aldebarán tras su estancia en España. —Le pidió tras que las puertas de su compartimiento se cerraran. —Creo y espero sea más que un aventurado presentimiento de que nuestro duque no va a regresar siendo el mismo y quizás… no vuelva tan solo. Y desearía ser la primera en felicitarlo. — Y tras sus palabras y el asentimiento de un sonriente mayordomo cómplice del secreto que ahora ambos compartirían, se despidió de aquella mansión, siendo una vez en el carruaje de vuelta a los brazos de su amado cuando recordó como ella y el famoso Rosa negra habían coincidido hacia años atrás, una fría noche de luna naciente en los parajes boscosos de España. Una noche como aquella y la que esperaba de todo corazón ayudara a Aldebaran a encontrar a aquella joven niña de la que el joven duque que una vez fue, cayó irremediablemente enamorado a sus pies.
TERMINADO
Danna Dianceht- Licántropo/Realeza
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