Dulces engaños (Priv)

4 huevos
3 zanahorias
3 tazas de harina
1 taza de leche
Esencia de vainilla

Quiebro los huevos separando las claras de las yemas hasta dejarlas a punto de turrón. Incorporo las yemas y continuo batiendo sin dejar que se les baje el aire. Miro a mi alrededor, todo el personal esta corriendo mientras yo sigo en lo mío. Ironía de la vida. Un día estás en un hotel robando a un apestoso y creído niño rico y al otro estas haciendo pan de zanahoria para esa chica con el enorme diamante que vi al salir del hotel. Por extraño que pareciera las chicas de la servidumbre no son tan chismosas como suelen serlo en otras casas y por ello no me había enterado de mucho en los íntimos dos días que era el tiempo que llevaba contratada. Pero ya había entrado que era lo más difícil, en la cocina y por ello daba gracias a dios saber cocinar porque de lo contrario tendría que haber recurrido a otras artimañas menos escrupulosas y ya de por sí tengo muy poca ética y condescendencia con los riquillos.

Tomó una de las zanahorias y comienzo a rallarla sobre el huevo, así continuo con las otras tres incorporando las a la mezcla sin dejar de batirla. La ama de llaves desea buenos días entrando discutiendo con el mayordomo sobre unas tazas que se rompieron el día de ayer. Mientras cierno la harina poco a poco pienso que de seguro se las descontarán del sueldo a la chica que viene detrás de ellos con los ojos llorosos. Pobre tonta. Continuo en lo mío sin hacer mucho caso hasta que la ama de llaves rompe a me nombra y la joven rompe a llorar.

Me giro con el tazón cargándolo en brazos en el que revuelvo la maza del pan -Dígame Señora-Respondo escuchando que prepare la bandeja del desayuno de la joven dueña de la casa y la lleve a su habitación a lo que la otra joven lloriquea -Perdone pero ... Y el pan?- A la mujer se le deforma el rostro del coraje y sin más pase el tazón a la joven que llora discretamente y rápidamente tomó los platos que me ofrece la cocinera poniendo los platos en la bandeja, tomó la tetera y una taza, una de las famosas tazas por el que se a creado tanto desasté, el platito con fruta y una servilleta poniendo los cubiertos adecuadamente.

Salgo de la cocina dirigiéndome a la habitación, subo las escaleras y llamo a la puerta con los nudillos antes de entrar -Buenos días señorita- Una perfecta oportunidad para explotar el terreno.

No es que tenga una sobria y adecuada educación, si la tengo pero es muy distinta llevarla a la práctica, así que al entrar sin esperar que me indiquen que puedo pasar me doy cuenta que la “señorita” no es para nada una señorita y que no esta para nada mal acompañada, alzo las cejas en un gesto pícaro mirando como Jasper esta recostado sobre ella intentando ¿Disimular? Oh vamos, que se me mejor que él sus tretas baratas —Oh vamos, ambos sabemos que tenemos buen ojo para escoger quien descuidadamente perderá alguna que otra de sus posesiones— dejo la bandeja encima del tocador y tomando un trozo de fruta me lo llevo a los labios mordiéndolo mientras aseguro la puerta, poniéndole el pasador y dejándonos a solas por un buen rato.

Acercándome hasta donde esta el, que se a movido a un lado de la inconsciente mujer, agacho la cabeza mostrándole el escote apretado de mis pechos antes de darle un beso en la nariz como saludo matutino —Hace mucho que no te veo y a diferencia de mi no te alegra verme. Solo “juegas” conmigo— exclamo con falsa tristeza haciendo un puchero terminadme el trozo de fruta mientras rodeo la cama recostándome del otro lado, estando Jasper, la dueña y yo, acurrucados en esa cómoda y aun tibia cama —Dime por favor que no se te paso de y se quedara así para siempre— exclamo pasando la izquierda a mi cabeza para recargarme y tomar con la diestra la mano de la mujer que suelto, cayendo con peso muerto. Suspiro acomodándome mejor —Asi que— miro el techo laboriosamente pintado con pequeños querubines, algo mas falta y noto que el espantoso cuadro que ha pintado la hermosa bella durmiente de mi lado lo ha quitado el ladronzuelo ese. Me giro dándole la cara a la mujer comenzando a pasar mi dedo medio e índice imitando el caminar de un par de pateras una a la vez —Dime ¿Era virgen?— deseo saber los morbosos detalles —¿Te ha pagado o lo has hecho gratis “todas estas noches”?—me burlo de el con descaro acariciando el pecho desnudo de la joven.

Escucho sus palabras en respuesta a mis impúdicas y nada adecuadas preguntas —Por cierto— le interrumpo —ahí no encontraras nada— señalo donde se supone que la joven guarda sus joyas mas preciadas, aquellas que su prometido le ha regalado unos días antes y con las que la puta hipócrita a llorado de felicidad en el jardin, sonare cual macho despechado, pero en la alta clase podría creerse que todas son iguales —Si lo que buscas es esto— susurro metiendo los dedos en mi escote comenzando a sacar una elaborada y reluciente gargantilla de la que cuelga el diamante más grande que he visto en mi vida —Llegas tarde… Como siempre— agrego frotándome un poco los pechos dejando la gargantilla sobre mi pálida piel.