AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Hoy ten miedo de mi |Devlin
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Hoy ten miedo de mi |Devlin
La persuasión de la bestia se encuentra en su fuerza, en la intensidad,
en su instinto y en la férrea voluntad de su mirada.
en su instinto y en la férrea voluntad de su mirada.
El recorrido no les fue difícil. ¿Que eran unos kilómetros de distancia para unos cambiaformas? A cada paso sus fuertes y agiles patas se habían adaptado, hasta volverse como sombras en aquel mar lujoso de mansiones en la parte más adinerada de París. Sus presas favoritas. Llevando los pantalones en sus fauces, resultando una molestia en aquella forma, lo habían agradecido una vez se volvieron humanos.
—Es esa chicos. — Avisó Vane a sus compañeros. Su cuerpo cubierto por unos pantalones oscuros y con el pecho al descubierto, permanecía estático, concentrado por completo esperando que los demás, tanto los dos lobos y el tigre que le acompañaban terminaran y le encontraran para adentrarse en la propiedad ajena que iban a asaltar aquella noche. Con la mirada fija en lo que le rodeaba, se centró en estudiar los alrededores, hasta estudiar frente a él, la puerta y con una mirada seria clavar sus orbes en aquellos terrenos.
El lugar estaba casi a oscuras. Solo unas luces permanecían encendidas y él podía ver con facilidad que habitaciones eran. Su vista bien que se lo permitía. La misión de la noche era bien sencilla, aprovechando que los dueños de la casa se encontraban en unos bailes de sociedad entrarían e irían a por todo lo que hubiera allí de valor, que por lo que veían los ojos de Vane, sin duda alguna no carecían de fortuna. A su lado llegaron los demás miembros ya convertidos en hombres esperando por sus órdenes. Él asintió y en un salto ágil saltó la puerta adentrándose en el lugar escogido por su heroísmo de la noche. Luego irían a la zona baja a repartir a las familias más pobres lo reunido.
La mansión que tenía enfrente era un palacio envuelto por pinares, rodeado por un espectacular jardín. Las fuentes encendidas alumbraban los campos de rosas y esculturas florales del mismo. Sus ojos recorrieron a consciencia la fachada de la mansión, buscando una entrada al segundo piso. Apenas tardó más de unos minutos en descubrir una de las ventanas mal cerradas y con una sonrisa, en unas señas mandó a entrar a los demás. Mientras ellos entrarían por la entrada trasera a la cocina, él entraría por la biblioteca del segundo piso. Su vista permaneció en sus compañeros, hasta que al verlos desaparecer, volvió su vista hacia al frente y crujiendo los dedos de las manos, preparándose para agarrarse y escalar, saltó hacia la fachada de piedra irregular, agarrándose a ella. Le fue fácil subirse por aquella pared principal, los cortes irregulares de las piedras les daba el suficiente equilibrio para que sumando la habilidad como felino de escalar obstáculos, le fuera fácil llegar hacia la ventana entreabierta, que abrió en el más completo silencio de la noche.
Al entrar en la biblioteca y cerrar la ventana tras de sí, las primeras palabras de sus compañeros fueron visibles en su mente, desconcertándolo.
— No están los sirvientes Vane. — Le avisaron. Él extrañado gruñó por lo bajo. No estaba acostumbrado a que todo se torciese, a que algo de lo planeado saliera diferente. Algunas veces ya les había ocurrido, de torcerse por completo sus noches de robo, siendo esas noches, malas noches para la gente que iban a salvar con lo robado. La última vez una familia dependió enteramente de que sus planes no fallaran y al fallar, el hijo menor, enfermo de hacía días, murió aquella misma noche.
—Control chicos. Encargaros de recoger todo, yo investigaré. —La grave voz de Vane los calmó e irguiéndose repasó con la mirada escrupulosamente aquella estancia, afinando el oído captando cada ruido de aquella mansión.
Oía a sus compañeros rebuscando el oro más debajo de él, una ventana golpeando el marco en la cocina hacia retumbar las bisagras, los maullidos de un gato en el jardín, junto con la apresurada huida de un ratón. Cerró los ojos y se centró en el segundo piso. Todos sus instintos de rastreo, evaluaron cada ruido, cada señal hasta que irremediablemente la oyó. Una suave respiración, junto con un perfume que como una droga se le subió a la cabeza, poniendo todos sus sentidos en alerta. Vane cerró los ojos y movió las aletas de la nariz, captando cada matiz del peculiar olor. Profirió un gruñido para sus adentros cuando no solo era su cabeza la que se enardecía, si no que bajo sus pantalones, en la opresión de su ropa interior, ese órgano sin cerebro despertaba, caliente y excitado.
— Dioses, mujer… ¿Quién eres? —Maldijo con voz ronca.
Sus instintos felinos despertaban e imposible de reprimirse tras inhalar una vez más aquel olor, a grandes zancadas aunque silenciosas, como un tigre acechando a su presa, abandonó la biblioteca, recorriendo el pasillo hasta encontrar la puerta desde la que despedía aquel olor y se resguardaba de su vista.
La puerta de madera fina, tallada en lo que parecía un relieve personalizado no hizo ruido al abrirse bajo la mano del cambiaformas. Lentamente se abrió, revelando ante él un gran dormitorio, sumido en la oscuridad menos por aquellos rayos de luna que alumbraban tenuemente la alcoba. Y en aquella cama, se encontraba una joven dormida. La responsable de aquel aroma, de aquel embriagador perfume.
Con una sonrisa depredadora, sin pensarlo mucho se acercó. Rodeó aquella cama, sus músculos ondeando a cada movimiento de su cuerpo, y sus oscuros ojos analizando a consciencia aquel dulce rostro que entre cojines se entregaba a su sueño, sin ser consciente de que una bestia como él la estaba acechando. Siempre le había gustado y regodeado las reacciones femeninas de la alta sociedad. Sobre todo con esas rebeldes, tercas y de afilada lengua, que representaban un reto para cualquiera.
Acercándose a ella, tomó en su mano un mechón de su cabello y agachándose, irguiéndose sobre ella lo olió, pasándolo entre sus dedos, jugueteando con él. Grabándose el irresistible aroma de aquella mujer, permaneció sobre aquel cuerpo femenino hasta que un ruido proveniente de abajo le hizo gruñir y apartarse de la joven. Contrariado por la incomprensión de sus sencillas ordenes como la de “no hacer ruido”, se movió de allí con suma molestia. Sin embargo aquella noche, no saldría como él había planeado. Apenas dio un paso alejándose de aquel corderito, que unos movimientos le hicieron volverse, descubriendo que la joven perezosamente despertaba de su sueño, removiéndose entre las sabanas para encontrarse con su oscura mirada.
La presa había despertado.
Última edición por Vane Kramm el Dom Dic 07, 2014 5:30 am, editado 1 vez
Vane Kramm- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 46
Fecha de inscripción : 11/09/2013
Re: Hoy ten miedo de mi |Devlin
Aunque cierre los ojos y me cubra el corazón enteramente,
veo caer un agua sorda,
a goterones sordos.
veo caer un agua sorda,
a goterones sordos.
Se sentaba horas contra el borde de su cama, aquella litera soportaba todas las inquietudes que pasaban por su cabeza aquella tarde; ¿Que más podía esperar? la soledad absorbía por completo su tiempo, pero el hecho de rodearse con empleados o sirvientes, lograba socavar aunque sea en lo más mínimo aquellos sentimientos de angustia.
No extrañaba, ¿Como podría hacerlo? Nunca se vio con lazos tan grandes como para luego tener que caer en la depresión de necesitar de alguien, pero allí se encontraba, a la espera de que algo sucediera. Comenzó a caminar en círculos, recorría cada rincón de su habitación, hasta el lugar más recóndito fue preso de sus curiosidades; No conocía ni ella misma en totalidad su propio hogar, nunca estuvo sola allí, siempre los sirvientes ordenaban su alrededor para que ella sólo diera rienda a la fabrica que habían dejado sus padres o cenas con empresarios de alto calibre.
Salió a recorrer los alrededores, su mano derecha Elias seguía sus pasos unos metros más atrás y a pesar de que la soledad era su mayor enemiga, sentía la gran de necesidad de encontrarse con ella una vez más, cara a cara, así lo deseaba y así lo haría cumplir. Era caprichosa, llevada a su idea y no había persona en el mundo que la hiciera cambiar de opinión cuando un plan se tejía en su cabeza. Buena voz de mando, o así la catalogaban otros y ella lo creía.
Se giró, quedó frente al hombre, una falsa sonrisa se marcó sobre sus labios y guardando la distancia necesaria se señaló con una de sus manos que se retirara. Así lo hizo, se fue.
Sacó sus zapatos y descalza recorría los rincones de los jardines, una vez más, conociendo lugares desconocidos para sus ojos, pero aún así, allí se hallaban empleados, sus sirvientes fieles que a pesar de que ella los corriera para estar sola, insistían en cuidarla desde lejos. Los mayores, aquellos que habían conocido a sus padres antes de morir, aquellos que le habían dado ayuda para deshacerse de los asesinos de los mismo, esos sirvientes, aún la veían como una niña indefensa, como la risueña muchachita que corría por los pasillos del hogar despertando uno por uno a todos. Mal estaban, esa infante había desaparecido hace mucho tiempo ya.
La tarde era tranquila, y aunque intentara alejarse de todos, el complejo la seguía por donde fuesen sus pies. Ojos observaban sus pasos, detallaban su andar y cuestionaban sus acciones.
Pero ellos lo esperaban y desconociendo lo predecible que era para sus compañeros, llegó al punto existencial donde no soportó más. Subió las escaleras de su mansión, con recelo dio un fuerte golpe a la puerta y se encerró dentro de esas clandestinas cuatro paredes; Quería, ansiaba la soledad, extraña necesidad la suya, pero ahora lograba ser una orden que se auto ordenaba.
Se contradecía a si misma, nunca buscaba la soledad, pues disfrutaba de una compañía silenciosa, de alguien que compartiera sus momentos únicos; Un simple empleado, un sirviente, una ama de llaves, quien sea. Aunque se cuestionaba el hecho aún, esa extraña, esa jodida necesidad.
Llamó a quien era su mano derecha, estaba en la puerta de su habitación, esperando su llegada, mismo instante que le dio aquella posibilidad para detallar sus decisiones, ¿Estaba bien lo que deseaba? Bueno, como saberlo sin intentarlo aún; Frunció su ceño, aun no llegaba al llamado de sus gritos. Presiono entre sus manos la baranda que protegía la escalera, tomó una bocanada de aire aire y gruñó a regañadientes — ¿A quién debo matar para que lleguen en el momento que llamo? ¿Desde la incompetencia esta como opción en este lugar? — Sin razón alguna su humor aquel día era de perros, por lo que entró una vez mas a su cuarto. Como una fiera encerrada, de un lado a otro caminaba.
Redirigió sus pies a la terraza que enseñaba su ventana y se quedó allí, tomando aire, aire fresco que oxigenara un poco su estado anímico.
Los pasos del hombre rompieron el silencio, y antes de que sus disculpas agobiaran sus oídos, hizo una leve seña para silenciarlo. Tomo aire y puso en voz alta la loca idea que llevaba al menos un par de minutos rondando su cabeza ¿Era coherencia? Nadie lo sabía, pero estaba ya dicho — Elias, quiero que todos se retiren, no quiero que nadie quede hoy en este lugar — Sentencio viendo la mirada confusa del hombre — No quiero que dude de mi palabra ni que se cuestione mi decisión, sólo hazlo y ya... — Buscó su mirada — Si alguno de ellos no desea cumplir mis ordenes, pues... lo corres, lo corres hoy mismo de la mansión, no quiero contar con subordinados ¿Quedo claro? — No espero una respuesta de su parte — Sé que si, puedes retirarte — Obedientemente salió y la puerta se cerró dejándola una vez más tranquila de otra presencia.
Observó como todos se iban, habían pasado poco minutos para ello, pero cuando el último salió de la mansión, una gran tranquilidad la invadió.
Era extraño quizás, pero al fin se sentía en paz.
Se sentó frente al enorme espejo de mesa detallada en oro, allí la maquillaban día a día; Retiró el maquillaje de su rostro, desato su cabello y viendo su retrato natural frente al mismo, recordó el baile al cual había sido invitada aquella noche. No era de dejar tales convocatorias, siempre las aprovechaba en su máximo potencial para buscar nuevos socios, alguien más que le diera ayuda en la fabrica, sustento económico que la hiciera crecer. Nunca estaba de mal un poco de ayuda ¿No?
Con una pluma en mano, redactó lo que fue una larga carta de disculpas, no iría y daba una excusa poco creíble, pero... nadie la pondría en duda, a pesar de saber que no serían ciertas sus palabras, la selló con esperma de una vela, marcó sobre la misma el símbolo de su familia y allí quedó, al día siguiente alguien la retiraría.
"Lo siento mi señor, mi presencia será excluida de tan exquisita invitación. Mis caminos han dado un rumbo diferente, un viaje atacó mis planes, obligándome (Con pesar) a no asistir.
Se despide, con afecto.
D.Adams."
D.Adams."
Por más que deseará la soledad, no lo disfrutó en absoluto, otro simple capricho que no tenía razón tangente, el día pasó entre sus dedos como la arena y de esas horas, nada hizo.
La noche daba paso dejando atrás la calidez de la luz solar. Encendió una vela conjunto a su litera, mientras sus vestimentas eran sustituidas por una delgado vestido de dormir, cálida ceda rosa pálido que que ahora la cubría.
El cansancio absorbió sus actos, cerró los ojos y se dejó llevar por las imágenes psicodelicas que su mente regalaba a su subconsciente. ¿Horas? ¿Minutos? ¿Un par de segundos? Quien lo sabe, ni ella misma lo notó.
Un fuerte estruendo la hizo saltar contra la cama, pensó "Joder, Elias, se lo dije, no quería a nadie acá..." no abrió los ojos, dio un par de segundos a oír los pasos de alguien por las escaleras, o así lo creía, si algo ocurría, de inmediato deberían darle excusas de lo ocurrido. Pero nada pasó, nada sintió, sólo el crujido de la madera bajo los pies desconocidos de alguien que creía estar en su habitación. Crujido que la obligó a abrir los ojos, la noche se translucía por la ventana, dando fijo con la mirada asechante de un extraño frente a su cuerpo. Su pecho se movía de formas irregulares, la tersa piel de su cuerpo se erizaba con descontrol, un cosquilleo incomodo abordaba su vientre, continuó a tales sensaciones las manos comenzaron a sudarles en frío y sus piernas no respondían a sus ganas de salir corriendo ¿Correr hacia dónde? El extraño estaba entre ella y la puerta de salida — No me haga daño... — Sollozó en un susurro muy poco perceptible, buscando con su mirada algo con que defenderse ¿Quien pensaba coherentemente en un momento como ese?
Parpadeó un par de veces, quería detallar con mayor lucidez su rostro, gravar en su memoria aquellas facciones, aquella fiereza que demostraban sus actos. Tragó en seco, estaba semi desudo, su torso marcado se hallaba desnudo a la vista de la fémina; Cerró sus manos en puños contra las finas sabanas que la cubrían esperando lo peor de ese extraño — Pronto vendrán mis sirvientes, están por subir... seguro escucharon ese ruido y no tardaran en llegar, váyase — Mintió, suponía que se encontraba solo y que aquellas palabras lo harían colapsar sus intentos de robar o abusar de ella.
Devlin Adams- Humano Clase Alta
- Mensajes : 40
Fecha de inscripción : 18/05/2014
Re: Hoy ten miedo de mi |Devlin
Sólo por una vez déjate llevar por tus instintos,
por más irracionales que estos parezcan.
Anónimo.
por más irracionales que estos parezcan.
Anónimo.
No lo soportaba. Sencillamente que las cosas se torciesen jamás había sido de su agrado y aquellos ruidos y golpes provenientes de un piso más abajo indicaban que algo no estaba bien
— ¿Que podía ir mal? —Se preguntó sin atreverse a dar un paso más hacia la puerta, no ahora que la joven del cautivador perfume parecía despertar de sus sueños nocturnos, para encontrarse de cara con quien bien podría llegar a ser, su depredador.
Sus brillantes e intensos ojos se fijaron en cada movimiento de aquel cuerpo bajo las sabanas. Las curvas de su cuerpo contra el satén de las sedas que la envolvían, la forma en que sugerente se removía inconsciente de la presencia masculina en su propia habitación. Una sonrisa se formó en los labios al tiempo que los parpados de la fémina se entreabrían confundidos, aún bajo el velo del sueño medio adormilados. No siempre se presentaban ocasiones de aquella magnitud en que podría devorar un cuerpo más suave y delicado que el propio, como el maldito animal que poseía dentro de sus entrañas.
Sin embargo se obligó a ser paciente. No iba a poner en riesgo la noche por una calentura ¿O sí? Ni él mismo conocía la respuesta. Aún menos cuando los oscuros ojos dieron con los suyos y un ronco gruñido nació de su pecho. Aquellos ojos debían ser suyos y no aceptaría replica alguna de nadie. Ya podría Gaspard romperlo en pedazos, que él seguiría en la firmeza de su temple, asegurando que aquella humana había dejado de pertenecerse a sí misma, para pertenecerle a él.
Una irónica sonrisa cruzó por unos segundos sus labios al oír las primeras palabras de la joven. — ¿Daño? — Cuestionó negando si mismo con la cabeza tras sus palabras, fingiendo sobresaltarse ante aquella absurda idea, de la que ciertamente la joven no iba mal encaminada, solo que parecían hablar en idiomas distintos. Mientras su entrepierna empezaba a hablarle de situaciones más arduas con la responsable de aquel aroma que lo aturdía, ella hablaba de un dolor puramente físico… golpes. Y él jamás dañaría su piel.
— Yo jamás os haría daño. — Aseguró quedándose a los pies de la cama. ¿Poseerla le haría mal? Solo en caso de que guardara todavía su virtud femenina le podría provocar aquel dolor virginal que terminaría tras unos segundos en que su delicado cuerpo terminara abriéndose ante el suyo. Y tras ello, se aseguraría de llevarla a lo más alto posible y que el dolor tal como llegara se fuera. Por lo que a su parecer realmente no mentía cuando aseguraba que estaba a salvo, solo que tampoco ahondaba en lo que debía temer y en lo que no.
Sus ojos siguieron en todo momento cada pequeño movimiento, hasta el más imperceptible como el irregular movimiento de su pecho y como la piel se erizaba seductoramente ante él, llamándolo. Por unos instantes sus ojos se concentraron en una minúscula gota de frio sudor que cubría su cuello, bajando en línea recta hacia sus pechos, dibujando en la blanquecina piel un camino que más que gustoso se ofrecería a borrar con su lengua. ¿Habría probado la joven en sus pieles el lametón de un felino excitado? De solo pensar que alguien le hubiera probado de aquella forma, le ponía enfermo. Él debía de ser el primero en lamerla, de la cabeza a los pies y se aseguraría de dejar sus huellas. Inexplicablemente su felino se encontraba absurdamente egoísta con ella.
Su temblorosa voz le desagradó. No deseaba verla como una indefensa ratita que se escondía bajo la sabana. No obstante pronto sus pensamientos cambiaron y su mirada se endureció. No era bueno defenderte con mentiras, aún menos ante quien de ninguna forma las llegaba a tolerar. — ¿Sabeís? — Fijó su mirada en ella y esperó tener su entero atención, que comprobó con una engreída sonrisa que así era. — Os parecéis a una felina. Una bella, ágil y fuerte pantera con esos rasgados y profundos ojos…— Se movió en movimientos firmes terminando de un momento a otro sobre aquella cama, llegando ante la sorprendida joven, inmovilizando aquel cuerpo con el propio. No hacía falta que la forzara, simplemente con el peso de sus piernas en los laterales de las suyas, la haría darse cuenta que no había escapatoria, ni marcha atrás en sus palabras. — Lo que sucede es que esos animales son listos y no suelen mentir. No por lo menos, a quien es experto en olerlas. Y tanto tú como yo sabemos que casualmente abajo no se encuentran tus sirvientes ¿Verdad?
No le agradaba tenerla asustada bajo él. No obstante la rapidez de su pecho, el subir y bajar de sus montículos le tenían seducido; tanto, que de haber sido ella como él, ya la habría sometido en su forma más animal.
— ¿Puede haber algo más delicioso que los senos prietos y firmes de una mujer? — Verdaderamente si la joven pudiera leerle el pensamiento, se encontraría más horrorizada de lo que se encontraba.
— En la mansión solo estamos tú y yo y mis amigos. Los mismos que se encuentran destrozando vuestro salón. — Mencionó retomando su papel en la misión y tomando suavemente pero con firmeza sus manos hechos puños entre las suyas, junto las sabanas que seguían sujetandolas, detuvo así cualquier intento o movimiento que pudiese hacer contra él.— Odio las mentiras…— Susurró bajando la cabeza hacia su cuello, olisqueándolo, acariciándolo con la nariz en un movimiento ascendente en su piel. — Así que decidme mujer, donde guardáis las joyas, u os juro que no tendré reparos en enseñaros a no mentirme otra vez.
Tras sus palabras, en un acto irrefrenable lamió la suave piel del cuello y ejerciendo presión contra sus manos, le alzó los brazos sobre la cabeza, aguardando así sus palabras en lo que se contenía a no morder sus labios temblorosos, centrando en mirarla a los ojos, adentrándose en su profundo mar.
— ¿Y bien?
Última edición por Vane Kramm el Dom Dic 07, 2014 5:40 am, editado 1 vez
Vane Kramm- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 46
Fecha de inscripción : 11/09/2013
Re: Hoy ten miedo de mi |Devlin
Sabía, siempre tenía claro que cuando hacía cosas inesperadas, cuando no se guiaba por el control normal de la situaciones algo saldría mal; Por extraño que pareciera, aquél día algo deseaba cambiar en su interior y el ser de un extraño en su habitación no era precisamente el cambio que quería, pero ¿Se lo había buscado ella misma? ¿Sabía de cierta forma que aquello pasaría y por eso había corrido a sus sirvientes aquella noche? Era un juego de acontecimientos que luchaban en su cabeza como si desearan salir, armar el rompecabezas que se le había planteado; No creía en el destino, pero culpaba de esto a él, su mala decisión debía tener razón y sólo era razonable aquella respuesta; El destino lo quiso así.
Intentó controlar el agitar de su corazón dentro de su pecho, era decidida cuando lo deseaba y era su hogar, ¿Enserio creería el hombre que podría simplemente entrar a su hogar así sin más? ¿Robar sus cosas y luego huir? Bajo la mentira antes hecha se tranquilizó, creyendo de forma muy torpe que el masculino le creería, acobardaría sus actos y en un símbolo de preocupación, de terror al ser encontrado, huiría intimidado por la fémina; Pero en sus ojos no veía ni el más corte indice de escabullirse, al contrario, permanecía recio, corpulento y decidido.
Un extraño golpe de calor sacudió hasta el lugar más recóndito de su anatomía, era el fulgor de sus ojos al verla; Se sintió abusada por unos instantes, y aunque por el momento no se acercaba, los segundos en los cuales aquellos claros baches color miel la desnudaban con la mirada la hacía sonrojar sus mejillas y endurecer sus facciones ¿Que pretendía hacer de ella? Entre halago y repulsión, era una gran falta observar el cuerpo de una dama en ropas menores, mucho más si violaba la seguridad de su habitación y era un ladrón del peor nivel como dejaba a divisar con un simple entender de las acciones propias.
La dulsificación de su voz no hizo más que revolverle el estomago — No diga jamás, pues con personas cómo usted no puedo esperar ni creer nada... — Sentenció, pues el miedo que sintió en un inicio era simple asombro por hallar a un desconocido semi-desnudo entres sus aposentos; Mismo que seguía allí, viéndose cómodo entre los alrededores, pues se acercó unos pasos más hasta dar contra los pies de la litera dónde ella se encontraba recostada aún ¿Salir? ¿Quedarse? ¿Luchar? ¿Correr? No habían soluciones lógicas a lo que pensaba, el sencillo acto de salir de la cama le daba diversas opciones de las cuales no se hallaba aún confiada hasta conocer el actuar del desconocido forastero.
— Y aunque no debería tener cortesía para con usted, me atreveré a pedirle que deje de verme de aquella forma — Murmuró, quizás estaba hablando demasiado, pero hacerse la ingenua, una simple crédula en el pasado nunca le fue útil, al contrarío, sólo la llevó a perder a su familia y encontrarse con personas aborrecidos de los cuales deseaba olvidarse; Endureció las facciones de sus rostro, y entretanto desafiaba su mirada, sus manos se cerraban con mucha más fuerzas en esas sabanas, sintiendo como traspasaban las telas y sus uñas provocaban un lívido dolor sobre sus palmas.
Demostrar es una cosa, sentir un miedo sepulcral era otra, pero no dejaría que el castaño la hiciera presa fácil de lo que fuera que quisiera hacer en su hogar.
Tragó en seco, presionó sus dientes con firmeza y como era de esperar, cada momento se hizo eterno, tanto así que aquello que pensaba pasaba como mil películas en menos de un segundo; Tomo un periodo para conceder atención a su cuerpo, ¿A quien iba a engañar? Era jodidamente sexy, la hacía sentirse estúpida mientras erraba en el odio, que debía aumentar en el centro de su vientre; Adivinó que quizás era un simple seductor, sobre-existiendo por lo que robaba y dando satisfacción de sus deseos con mujeres dediles de pensamiento como ella se sentía en ese momento. Embobada un poco. La mente era el arma más mortal, y estaba logrando desviar su atención de lo principal, correrlo de su hogar.
Inhalo aire, una proporción exagerada, tanto que su pecho se infló por completo, ocultando su anatomía aún entre las sabanas cuando nuevamente resonó su voz en las cuatro paredes de su clandestina habitación, dónde exhaló con recelo, ladeando su cabeza de lado a lado para quitarse de sus pensamientos las vagas ideas que antes había tenido; Entreabrió sus labios para hablar, pero notó que sólo deseaba ser escuchado y así fue.
Entretanto que el discurso avanzaba, sus ojos comenzaban a abrirse cada vez de par en par ¿Cómo tenía información sobre sus sirvientes? Omitió lo de antes ¿Una felina? Claro que lo era, no pensaría ni dos veces en arañarlo o morderlo si tomaba la decisión de sobrepasarse con ella; Con recelo inicio a tomar mayor posición sobre la cama, quería sentarse, al menos para estar prevenida de sus pasos, notando claramente como este se movía de forma fugaz entre sus alrededores; Estaba complemente alerta, con sus sentidos a flor de piel, pero falló de manera tan garrafal que en un abrir y cerrar de ojos un grito enajenado, completamente colérico surgió de su garganta iniciando una pelea en vano para intentar zafarse de ese agarre.
La paciencia de la fémina se acababa y ahora más que defender su hogar, se defendía a si misma — ¿Verdad? — hizo una mala imitación de sus dichos; Estaba aterraba, su cuerpo lo demostraba, pero con lo terca que era, continuó con la tonta creencia de que él no se daría cuenta — No tiene idea de lo que habla, ellos llegaran, sólo... sólo salieron un par de minutos, están por llegar, le aconsejo que se largue de acá — Mintió una vez más, y a pesar de su discurso moralista de felinos, no haría caso a un desconocido que ultrajaba su privacidad.
Su pulso se desorbitó, mientras con desespero intentaba controlar la cavidad de su pecho que se movía aún de formas irregulares, mientras hacía un nuevo forcejeo con sus piernas, sintió como una fina capa de sudor la bañaba, y sus prendas se pegaban de forma inconsciente al torso desnudo del forastero.
Tomó aire, ocultó su plano vientre y en el intento de no rosar ni la más mínima extensión de su cuerpo, cerró los ojos conteniendo lo poco de respiración que lograba; Con intenciones dobles, ya que al estar débil en pensamientos, hubo instantes en los que su perfume masculino se grababa en las hebras de su memoria como nunca olvidar el delicioso elixir que lo bañaba ¡Deja de prestar atención en eso! Se sentía una loca, ¿Que le hacía ese hombre?
Endureció una vez más sus gestos, esta vez el terror se apodero de ella, un temblor irremediable se hizo presente de sus extremidades cuando el enajenado hombre la sujetaba ahora de sus brazos cortando toda idea de escapatoria que pudiera tener en mente; Sus palabras eran filosas espadas que rasgaban su piel con cortes pequeños, mismos que se hacían mas dolorosos con el tiempo; No estaba solo, era lo único que resonaba en su cabeza una y otra vez; Habían más hombres allí, más sujetos como él; Tal vez él no le haría daño, pero apostaba todas sus cartas porque aquellos extraños que se hallaban abajo harían con ella lo que quisieran, desatarían sus ideas más perversas con su cuerpo — No, no... las joyas están en el cajón, la llave está sobre la mesita de noche, por favor, lárguese, no deje que suban — Rogó, a pesar de tener claro que no estaba en sus ideales verse débil.
Su vientre se contrajo, sus ojos se cerraron con mayor fuerza que antes y cuando la cercanía de su rostro se inclino a su cuello, se sintió una pequeñez entre sus manos.
La cálida humedad de su lengua recorrió su piel, se sintió desfallecer; Su mente peleaba entre gusto y horror, se sintió realmente culpable de lo contradictorio de sus ideales, pero giró su rostro con agilidad cortando antes de terminar ese contacto impuro —Ya sabe lo que desea, y deseo que acabe con mi vida antes que sus asquerosos amigos se acerquen a mi como usted lo está haciendo. —
Intentó controlar el agitar de su corazón dentro de su pecho, era decidida cuando lo deseaba y era su hogar, ¿Enserio creería el hombre que podría simplemente entrar a su hogar así sin más? ¿Robar sus cosas y luego huir? Bajo la mentira antes hecha se tranquilizó, creyendo de forma muy torpe que el masculino le creería, acobardaría sus actos y en un símbolo de preocupación, de terror al ser encontrado, huiría intimidado por la fémina; Pero en sus ojos no veía ni el más corte indice de escabullirse, al contrario, permanecía recio, corpulento y decidido.
Un extraño golpe de calor sacudió hasta el lugar más recóndito de su anatomía, era el fulgor de sus ojos al verla; Se sintió abusada por unos instantes, y aunque por el momento no se acercaba, los segundos en los cuales aquellos claros baches color miel la desnudaban con la mirada la hacía sonrojar sus mejillas y endurecer sus facciones ¿Que pretendía hacer de ella? Entre halago y repulsión, era una gran falta observar el cuerpo de una dama en ropas menores, mucho más si violaba la seguridad de su habitación y era un ladrón del peor nivel como dejaba a divisar con un simple entender de las acciones propias.
La dulsificación de su voz no hizo más que revolverle el estomago — No diga jamás, pues con personas cómo usted no puedo esperar ni creer nada... — Sentenció, pues el miedo que sintió en un inicio era simple asombro por hallar a un desconocido semi-desnudo entres sus aposentos; Mismo que seguía allí, viéndose cómodo entre los alrededores, pues se acercó unos pasos más hasta dar contra los pies de la litera dónde ella se encontraba recostada aún ¿Salir? ¿Quedarse? ¿Luchar? ¿Correr? No habían soluciones lógicas a lo que pensaba, el sencillo acto de salir de la cama le daba diversas opciones de las cuales no se hallaba aún confiada hasta conocer el actuar del desconocido forastero.
— Y aunque no debería tener cortesía para con usted, me atreveré a pedirle que deje de verme de aquella forma — Murmuró, quizás estaba hablando demasiado, pero hacerse la ingenua, una simple crédula en el pasado nunca le fue útil, al contrarío, sólo la llevó a perder a su familia y encontrarse con personas aborrecidos de los cuales deseaba olvidarse; Endureció las facciones de sus rostro, y entretanto desafiaba su mirada, sus manos se cerraban con mucha más fuerzas en esas sabanas, sintiendo como traspasaban las telas y sus uñas provocaban un lívido dolor sobre sus palmas.
Demostrar es una cosa, sentir un miedo sepulcral era otra, pero no dejaría que el castaño la hiciera presa fácil de lo que fuera que quisiera hacer en su hogar.
Tragó en seco, presionó sus dientes con firmeza y como era de esperar, cada momento se hizo eterno, tanto así que aquello que pensaba pasaba como mil películas en menos de un segundo; Tomo un periodo para conceder atención a su cuerpo, ¿A quien iba a engañar? Era jodidamente sexy, la hacía sentirse estúpida mientras erraba en el odio, que debía aumentar en el centro de su vientre; Adivinó que quizás era un simple seductor, sobre-existiendo por lo que robaba y dando satisfacción de sus deseos con mujeres dediles de pensamiento como ella se sentía en ese momento. Embobada un poco. La mente era el arma más mortal, y estaba logrando desviar su atención de lo principal, correrlo de su hogar.
Inhalo aire, una proporción exagerada, tanto que su pecho se infló por completo, ocultando su anatomía aún entre las sabanas cuando nuevamente resonó su voz en las cuatro paredes de su clandestina habitación, dónde exhaló con recelo, ladeando su cabeza de lado a lado para quitarse de sus pensamientos las vagas ideas que antes había tenido; Entreabrió sus labios para hablar, pero notó que sólo deseaba ser escuchado y así fue.
Entretanto que el discurso avanzaba, sus ojos comenzaban a abrirse cada vez de par en par ¿Cómo tenía información sobre sus sirvientes? Omitió lo de antes ¿Una felina? Claro que lo era, no pensaría ni dos veces en arañarlo o morderlo si tomaba la decisión de sobrepasarse con ella; Con recelo inicio a tomar mayor posición sobre la cama, quería sentarse, al menos para estar prevenida de sus pasos, notando claramente como este se movía de forma fugaz entre sus alrededores; Estaba complemente alerta, con sus sentidos a flor de piel, pero falló de manera tan garrafal que en un abrir y cerrar de ojos un grito enajenado, completamente colérico surgió de su garganta iniciando una pelea en vano para intentar zafarse de ese agarre.
La paciencia de la fémina se acababa y ahora más que defender su hogar, se defendía a si misma — ¿Verdad? — hizo una mala imitación de sus dichos; Estaba aterraba, su cuerpo lo demostraba, pero con lo terca que era, continuó con la tonta creencia de que él no se daría cuenta — No tiene idea de lo que habla, ellos llegaran, sólo... sólo salieron un par de minutos, están por llegar, le aconsejo que se largue de acá — Mintió una vez más, y a pesar de su discurso moralista de felinos, no haría caso a un desconocido que ultrajaba su privacidad.
Su pulso se desorbitó, mientras con desespero intentaba controlar la cavidad de su pecho que se movía aún de formas irregulares, mientras hacía un nuevo forcejeo con sus piernas, sintió como una fina capa de sudor la bañaba, y sus prendas se pegaban de forma inconsciente al torso desnudo del forastero.
Tomó aire, ocultó su plano vientre y en el intento de no rosar ni la más mínima extensión de su cuerpo, cerró los ojos conteniendo lo poco de respiración que lograba; Con intenciones dobles, ya que al estar débil en pensamientos, hubo instantes en los que su perfume masculino se grababa en las hebras de su memoria como nunca olvidar el delicioso elixir que lo bañaba ¡Deja de prestar atención en eso! Se sentía una loca, ¿Que le hacía ese hombre?
Endureció una vez más sus gestos, esta vez el terror se apodero de ella, un temblor irremediable se hizo presente de sus extremidades cuando el enajenado hombre la sujetaba ahora de sus brazos cortando toda idea de escapatoria que pudiera tener en mente; Sus palabras eran filosas espadas que rasgaban su piel con cortes pequeños, mismos que se hacían mas dolorosos con el tiempo; No estaba solo, era lo único que resonaba en su cabeza una y otra vez; Habían más hombres allí, más sujetos como él; Tal vez él no le haría daño, pero apostaba todas sus cartas porque aquellos extraños que se hallaban abajo harían con ella lo que quisieran, desatarían sus ideas más perversas con su cuerpo — No, no... las joyas están en el cajón, la llave está sobre la mesita de noche, por favor, lárguese, no deje que suban — Rogó, a pesar de tener claro que no estaba en sus ideales verse débil.
Su vientre se contrajo, sus ojos se cerraron con mayor fuerza que antes y cuando la cercanía de su rostro se inclino a su cuello, se sintió una pequeñez entre sus manos.
La cálida humedad de su lengua recorrió su piel, se sintió desfallecer; Su mente peleaba entre gusto y horror, se sintió realmente culpable de lo contradictorio de sus ideales, pero giró su rostro con agilidad cortando antes de terminar ese contacto impuro —Ya sabe lo que desea, y deseo que acabe con mi vida antes que sus asquerosos amigos se acerquen a mi como usted lo está haciendo. —
Devlin Adams- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/05/2014
Re: Hoy ten miedo de mi |Devlin
Existe una lucha encarnizada entre una fiera
y el corazón noble de un hombre.
y el corazón noble de un hombre.
Para Vane no había nada más agradable que el pulso acelerado de una fémina. La leve capa de sudor bajando por su piel, bañando su cuerpo, sus curvas. El pensar en el cuerpo que yacía bajo esas sabanas de seda sacaba sus instintos más primarios. Exigentes. Su lado animal deseaba tomarla de la forma más cruda posible. Sin embargo su lado humano se debatía por la calma. Jamás escogería a una humana de clase alta para una noche salvaje. Para ello tenía las hembras de la manada y cualquiera cortesana que se le cruzara por la mente. Tampoco es que quisiera tenerla y al día siguiente olvidarse de ella. Solo su firme control le impedía de hundir su cabeza en aquel terso cuello, embriagarse de su perfume y marcarla, por las noches de las noches.
— Tampoco se puede esperar mucho de la gente como usted. — Sentenció también él con cierto desdén y molestia, como si lo último que quisiera fuera estar en aquella situación. Delante de alguien como ella. — Acostumbrados al poder, a la corrupción, a tener el mando de todos los sirvientes que os sirven y que obedezcan ciegamente solo por un apellido. ¿Qué nos hace diferente mi señora? ¿Nuestras ropas? — Una risa profunda y oscura surgió de su garganta al oír los últimos murmuro femeninos. ¿Habría enloquecido? ¿Le podía haber confundido con uno de sus serviciales siervos?
— No dejaré de veros como me plazca porque vuestra lengua afilada intente coaccionarme a ello. No soy una de vuestras doncellas, por si no habéis deparado suficiente en ello. — Ironizó acercándose hacia la joven.
Alzó una ceja sin perder de vista su rostro y expresiones, ansioso por descubrir que más podía depararle y sorprenderle de aquella joven asustada que luchaba por su vida como gata protegiendo a sus retoños. Todo y que de forma errática. No tenía ninguna posibilidad de salirse victoriosa contra él. Por más gata que fuera, por más bestia que pudiera ser, él siempre conseguiría amansarla. En el pasado, ninguna se le había resistido por más de unas pocas horas.
¿Cuánto tardaría ella? Se preguntó relamiéndose el labio, inhalando el aroma que contaminaba no solo sus sentidos; también la gran habitación en la que se encontraban.
Todos sus sentidos se alteraban con solo olerla. Su visión bebía de su presencia y en lo más hondo de su psique tanto la bestia como el hombre luchaban por el control.
¿Qué le ocurría? Jamás antes había sentido una atracción de aquella magnitud.
— No juguéis conmigo preciosa. — Le avisó con un filo de voz divertido, deshaciéndose y deteniendo el forcejeo ajeno en cuestión de segundos, tomando así lugar sobre ella, reteniéndola con su fuerza y peso finalmente para dar pie a sus demandas, que con voz firme aclaró a los oídos femeninos. Deseaba su participación antes de que sus compañeros destrozaron todo el inmueble de arriba y abajo por no encontrar lo que iban buscando sin cesar. El tiempo corría y en cada subida y bajada del pecho femenino bajo su torso, el tiempo le apremiaba por rapidez en un intento de que sus compañeros no llegasen hacia él y quien iba a ser su prisionera en cuestión de un corto lapso de tiempo.
La curva de su cuello, la forma de su tez blanquecina y suave. El rubor de sus mejillas, sumado al poder que la respiración entrecortada tenía sobre él y sus instintos, parecían ser la trampa del felino que se debatía entre terminar llevándosela y esperar que con el tiempo su obsesión por ella disminuyese, o terminar aquí mismo con la tentación para luego olvidarse de ella.
— Podría ser tan fácil besaros… — pensó con una sonrisa arrogante y seductora bajando su cabeza para acariciarle la piel, adueñándose de su suavidad. Grabándosela para él.
— Buena chica… tranquila. — Le susurró contra la piel de su cuello tras oírla sin saber si reírse de su inocencia, o simplemente acallar sus miedos y el terror que corría por su cuerpo. Al final optó por sonreír al verla volverse hacia el lado contrario y aprovechando aquel movimiento, besó su mandíbula. Rozó con sus dientes su tersa piel y gruñó excitado. La joven se estaba metiendo muy hondo en él, en un tiempo tan corto que incluso por unos breves segundos sus ojos fueron rasgados por el miedo. Tensó la mandíbula y lentamente fue disminuyendo la fuerza de su agarra en ella, liberando sus brazos y alejándose del contacto de piel contra piel, dejándola descansar. Le daría una tregua. No obstante; no tan larga como a ella le hubiera gustado.
— Mis amigos asquerosos no os tocarán ni un pelo, y usted no terminara muerta esta noche. — Inquirió tomando el rostro femenino y encarándoselo a su propio rostro.
Cerró los ojos centrando su mente unos breves instantes hasta abrir nuevamente sus ojos y toparse directo contra los ajenos. Le sonrío y en tanto la observó tomar el primer aliento para empezar a hablar nuevamente: la silenció.
— Chist…. —Le susurró a centímetros de sus labios— Lo que sucederá esta noche es que me acompañareis. Recogeréis vuestras joyas para mí y después de ello me seguiréis. —Demandó impecable sin apartar su intensa mirada de la horrorizada y rebelde de ella. — Y si no deseáis que os deje en compañía de esos brutos que seguro jugarían encantados con una fierecita como tú… me obedeceréis sin usar esa lengua afilada que tenéis y sin ninguna estratagema para ganaros la confianza de los demás. De todos ellos, con quien estaréis más a salvo es conmigo. Y debéis de creerme. —Raspó un gruñido en su garganta al decir lo último. — ¿Vendréis conmigo?
Por qué jamás dejaría que nadie más que él, se le acercara y tampoco tenía más salida que la de acompañarle.
Vane Kramm- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 11/09/2013
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