El miedo (Flashback)

-Tengo miedo –dijo bajando la voz en apenas un susurro la pequeña Laurana.
-Te cuento un secreto –acerco sus labios a su oreja y le susurró- yo también aseguró sanya
-¿Tu? -dijo abriendo sus ojos la niña y mirándola fijamente- pero si tu eres muy valiente.
Sonrió la joven licantropa
-ser valiente y tener miedo no está reñido, yo creo que todo lo contrario, se es valiente cuando vences tus miedos y evitas que ellos te paralicen.
-¿Y cuando dejas de tener miedo?
-Yo aun no he dejado de tener miedo, así que no lo sé, creo que nunca -reconoció la guerrera.
Laurana rodeo su cuello con sus brazos y la abrazo con fuerza, ella rodeó su pequeña cintura con los suyos.
-Duerme bien pequeña –le susurró.
-¿Metztli tu también tienes miedo? -me preguntó Laurana
Me quede pensando un rato mirando al suelo.
-No.
Laurana me miro con sus dos grandes ojos, luego miro a Saya buscando una explicación.
Se encogío de hombros no sabía que contestarle para ella era imposible no tener miedo, Laurana levanto la vista de nuevo y me pregunto
-¿Cómo consigues no tener miedo?
-Cuando asumes que tu y los que te rodean pueden morir en cualquier momento -respondí
-pero eso no hace que dejes de temer por los que quieres -dijo Sanya casi escapándose de su labios aquellas palabras
-Sí, si asumes que mañana puede que mueran. Que hoy sea el último día que los veas con vida.
Bajo la cabeza, miró el suelo, conocía la fragilidad de sus seres queridos mejor que nadie, y eso era lo que le daba más miedo, le aterraba perder lo poco que le quedaba, pensé en que hacía unos días, estaba junto a su padre.
-¿no crees que no tener miedo, es parecido a no sentir nada por nadie? -me preguntó
-No tiene por qué. Comprender que en cualquier momento puedes perder a tus seres queridos hace que quieras aprovechar más cualquier instante.

Recuerdo esa conversación como si la hubiera mantenido ayer, fui creado para aniquilar a los Argent, el miedo no podía formar parte de mi vida, pues de sentirlo jamas podría arriesgarme a perder lo único que me ataba a la vida, mi hija Laurana.

El suelo, era de madera noble, del mismo tono que la puerta y ventanas, en un extremo, destacaba un camastro de hierro negro forjado, unas cortinillas blancas lo cubrían al completo, con hermosos bordados florales en las puntas, combinaba con las sábanas del mismo color y con los mismos motivos, que cubrían completamente el colchón cayendo hasta el suelo y a sus pies, un gran baúl con un impecable trabajo de orfebrería en él.
Junto a la cama y pegado a una ventana, había un escritorio y una silla, también de madera maciza, y sobre el escritorio una pluma, tinta, sobres y papel. Todo cuidado al mínimo detalle.
Un poco más retirada, una bañera de piedra blanca incrustada en el suelo, cubierta por una sabana a juego con el resto de telas y junto a ella, un largo banco de madera con varios juegos de paños para el baño.
La puerta repicó varias veces y se abrió lentamente.
Una muchacha de cabellos dorados y sonrosadas mejillas, vestida con una camisola blanca de manga corta, sobre ella un corsé de tirantes marrón y una falda hasta los pies de la misma tonalidad, entró cargada con dos jarrones de barro cocido. Me aproximé con rapidez para ayudarla ante su extrañada mirada, pues al parecer, no esperaba aquella reacción.
-Mi señor –dijo sin terminar de soltar los jarrones -son para su baño.
Apartó sus manos tímidamente y cargue con ellos.
-No te preocupes, puedo solo. –Le dije acercándolos a la bañera.
-Si señor –sonrió avergonzada -espero que el agua esté a su gusto.
-Seguro –le contesté mientras vaciaba el agua de ambos jarros a la bañera, un vaho cálido con aroma a rosas silvestres inundó la estancia.
-Ahora le traeré ropas limpias –dijo bajando la mirada -disculpe.
Y cogiendo ambos jarros vacios salió de la sala.
Al rato volvió con varias prendas de ropa que dejó sobre el baúl.
-Mi señor, le he traído algo de ropa para que pueda cambiarse. Cerraré la puerta para que no sea molestado, si me necesita hágamelo saber, estoy a su servicio.
La chica se marchó lentamente cerrando la puerta tras ella.
Me quité la ropa sucia y la lancé al suelo, desvendé mi cintura, con mucho cuidado, mis pobres costillas maltratadas se quejaban a cada movimiento. Y Tras hacer lo mismo con la venda que cubría mi hombro entré en la bañera, el agua estaba caliente, la verdad es que no estaba acostumbrado a estos baños, yo adoraba el agua fría de los ríos, con el sol como única fuente de calor y el viento como testigo.
Sin quererlo mi mente viajó a mis hermosos bosques, donde el agua de plata brillaba bajo la luna llena, acunada por el fino murmullo de las olas, y el canto de los pájaros nocturnos.
Odiaba a los Argent y dar caza a esa inmortal que se cobraba la vida de los míos era mi única razón de ser. Pensé en mi hija, en lo que esta guerra le estaba robando ,en su cabello dorado y sus ojos vivos.
Hundí mi cabeza en el agua tratando de alejar aquellos nostálgicos pensamientos.
Tras unos segundos saqué mi cabeza de nuevo, incapaz de borrar la tristeza de mi corazón.
Me alcé, y saliendo de la bañera, apoyé mis pies descalzos, en un trozo de paño blanco que la chica había extendido en el suelo, y alargando mi mano hacia el banco de madera, cogí otro trozo largo de tela y cubrí mi cuerpo desnudo con él.
Al sentir la piel seca me vestí, y me tumbé en la cama que me acogió cómodamente entre sus sábanas.

El ruido de unos nudillos aporreando la puerta me sacaron de mi ensoñación.
Me levanté lentamente y miré por la ventana, parece que había estado durmiendo bastante tiempo, había empezado a atardecer, tenía el cuerpo entumecido, mis pies me arrastraron lentamente hasta la puerta y la abrí.
Un humano, vestido de forma elegante con una capa en tonos dorados y plateados me miraba desde el otro lado. Sobre su cabeza portaba un extraño gorro con una pluma que se movía al unisonó.
-Mi señor–me dijo haciéndome una reverencia, en la que casi se descoyunta- sentimos el retraso en las averiguaciones, pero ha sido un proceso complicado, ya que no hay registros la familia Argent en estas tierras. Hizo una pequeña pausa mientras pensaba incomodo como continuar.
-Pero en unos antiguos manuscritos, había algo de información de sus territorios, el nombre de Nymeria no está registrado, pero hace referencia al apellido mencionado.
El humano alzó la cabeza en señal de sentir que había hecho un gran trabajo, estaba claro que estos humanos eran capaces de falsear sus emociones.
-Acer, nuestro Rey el Gran Rodrich El Invencible, me ha pedido que le comunique que ésta noche se celebrará un banquete, y un baile en su nombre. Aprecia y agradece su ayuda en la batalla, y le comunica que ha sido un placer luchar codo con codo junto a usted.
Lo miré extrañado, menuda cara tenía ese tal Invencible, codo con codo pensé, pues como no fuera invisible, no había apreciado su codo cerca del mío. Una sonrisa irónica ilumino mi cara fruto de mis pensamientos.
-Dígale al su Rey que acepto gustoso su invitación y que agradezco su amabilidad –contesté cordialmente antes de volver al lecho.