AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Ab Aeterno || Privado
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Ab Aeterno || Privado
El cielo coronaba la noche y ocultaba el brillo de los diminutos astros que colgaban en su oscuridad, el aire estaba perfumado, olía a lirios tal vez, el olor a húmedo se sobreponía y lo impregnaba todo, crispaba los sentidos sin lugar a dudas, caminó a lo largo y ancho, fue testigo de la forma en que las figuras de yeso de algunos santos se alzaban de forma portentosa. La luz mortecina de algunas velas reflejaba sombras sobre los muros, creaban figuras horribles y grotescas. El eco de sus pasos se hizo presente, su mirada recorría con desgano cada uno de los detalles.
Se aproximó a una de aquellas formas, quedó quieto, escuchando solo los rumores que acarreaba el viento, le traía paz, aunque todo estaba tan silencioso, incluso sus pensamientos podrían haber sido escuchados, los dichosos y los dolorosos; de repente su mente se tornó en blanco, quería perderse. Se dejó confortar por los sonidos débiles que se mezclaban afuera, constituían una simbiosis de elementos, pese a la congoja que se vivía, experimento una inmersa alegría, solo, perdido, era uno con aquella penumbra, tan solo un poco más oscura que su alma.
Le pareció una eternidad, estar ahí de pie frente a la imagen petrificada, contemplando la oscuridad, dejando que esta engullera sus recuerdos más tortuosos, se abrazó a ella mientras dejaba que el silbido del viento tocara una sinfonía para sus oídos, ni una sola criatura viviente se movía alrededor, sin embargo el espectáculo que la vida nocturna le ofrecía era engañoso, estaba sumergido en las profundidades de sus propias consideraciones y enigmas, caminaba en laberintos hacia rumbos inhóspitos, siempre lo hacía y sin embargo el paisaje hipnótico siempre era el mismo. Caminó, decidió aproximarse al altar principal.
Las cigarras emitían sus sórdidos cantos desde la arboleda que crecía alrededor, gigantescos vigías que derramaban sus suaves sombras sobre el follaje espeso, los tonos verduscos se confundían con los azulados. Sus manos se mantuvieron ocultas en los bolsillos, esas manos que habían destruido anteriormente. Una mueca sínica se dibujó en sus labios rosados. Y un poco antes de hincarse e iniciar el ritual para santiguarse la duda asaltó a su mente. ¿Sería un crimen que sus pies mancillaran este sagrado recinto con tales pecados cometidos?
Última edición por Vittorio Cacciardi el Miér Jul 23, 2014 7:55 pm, editado 1 vez
Michael Sundqvist- Hechicero Clase Alta
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Re: Ab Aeterno || Privado
La noche hacía avanzado en su dominio de oscuridad por el cielo.
En sus pasos por la nocturna, el momento de la soledad e incluso para algunos la melancolía, pero para él, era la hora en la que el depredador que habitaba en si interior se sentía a gusto y más al descubrir la época en la que se hallaba.
Lucciano se sentía maravillado por la enorme actividad que París tenía no solo en el día, negado para él, sino en la noche. Poco se había podido imaginar que con el avance del tiempo, el ser humano iba a dejar de temer las sombras para transformar en luz con aquellas farolas y vivir en la noche de aquel modo despreocupado.
Si, le estaba gustando aquel lugar de lengua extraña, pero que en poco tiempo había podido captar como si fuese suya. Había tanto que descubrir, que saborear, que aprender. Pero aquella noche había sido elegida para privarse de la intensa diversión, Lucciano se recordaba así mismo que sus mayores enemigos había conseguido sobrevivir al paso de los siglos, había seguido vigilando su encierro; a pesar de que la mayoría había olvidado su nombre y a qué tipo de monstruo tenían atrapado.
Inquisidores, en otro tiempo llamados por otros nombres, siempre en cargos que le proporcionaba un poder y dominio sobre le hombre, bastante disimulado, que mejor puesto que aquel relacionado con "la religión. Aquello que había sido llamado cristianismo, aquello que en su tiempo pensó que no sobreviviría, que sería otra superstición o culto que desaparecía había hecho mella en la historia del ser humano, dotándose de un poder inimaginable. "Iglesia", era la institución perfecta esos fanáticos destructores de su raza.
Lucciano caminaba entre aquellos que oraban en vigilia nocturna, contemplando en aparente distracción las figuras pétreas y talladas de santidad, mientras su mente vagaba introduciéndose entre la de aquellos mortales, buscando algo que le sirviera, hasta que se topo con un igual.
En sus pasos por la nocturna, el momento de la soledad e incluso para algunos la melancolía, pero para él, era la hora en la que el depredador que habitaba en si interior se sentía a gusto y más al descubrir la época en la que se hallaba.
Lucciano se sentía maravillado por la enorme actividad que París tenía no solo en el día, negado para él, sino en la noche. Poco se había podido imaginar que con el avance del tiempo, el ser humano iba a dejar de temer las sombras para transformar en luz con aquellas farolas y vivir en la noche de aquel modo despreocupado.
Si, le estaba gustando aquel lugar de lengua extraña, pero que en poco tiempo había podido captar como si fuese suya. Había tanto que descubrir, que saborear, que aprender. Pero aquella noche había sido elegida para privarse de la intensa diversión, Lucciano se recordaba así mismo que sus mayores enemigos había conseguido sobrevivir al paso de los siglos, había seguido vigilando su encierro; a pesar de que la mayoría había olvidado su nombre y a qué tipo de monstruo tenían atrapado.
Inquisidores, en otro tiempo llamados por otros nombres, siempre en cargos que le proporcionaba un poder y dominio sobre le hombre, bastante disimulado, que mejor puesto que aquel relacionado con "la religión. Aquello que había sido llamado cristianismo, aquello que en su tiempo pensó que no sobreviviría, que sería otra superstición o culto que desaparecía había hecho mella en la historia del ser humano, dotándose de un poder inimaginable. "Iglesia", era la institución perfecta esos fanáticos destructores de su raza.
Lucciano caminaba entre aquellos que oraban en vigilia nocturna, contemplando en aparente distracción las figuras pétreas y talladas de santidad, mientras su mente vagaba introduciéndose entre la de aquellos mortales, buscando algo que le sirviera, hasta que se topo con un igual.
Lucciano Vecchio- Vampiro Clase Alta
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Re: Ab Aeterno || Privado
Y sin embargo podía moverse a través de ella, por ese sendero de oscuridad que estaba apenas alumbrado por pequeñas velas instaladas en recipientes color marrón. Ardían con luz mortecina ahogando las penumbras. Los sonidos huecos que producían sus pasos, herían la tranquilidad que reinaba en el lugar, como si el vampiro quisiera robar la atención de todas aquellas almas que buscaban un consuelo en sus oraciones. Su mirada no estaba posada en ningún sitio en particular y aun así se atrevió a penetrar en sus mentes, en ese misterio que todo ser humano oculta en sus pensamientos.
¿Qué secretos se ocultaban detrás de esas miradas cabizbajas y grises? ¿Qué culpabilidad sería mayor que la propia cometida en defensa de un ser querido? Se sentía sucio, un hipócrita de pie frente a la cruz. Nada podía igualarse al sufrimiento de la perdida y cuando uno mismo era el causante de la misma no hay lugar, ni oscuridad que cubra ese dolor. Arrodillados o mostrando señales de arrepentimiento se encontraban ahí esos pecadores, dichosos los invitados a este banquete de sanación, aquellos que alcanzarían la gloria eterna una vez redimidos. ¿Qué sería de él entonces? Su entonces verdugo le había conferido el don oscuro y con ello el mayor de los pesares que hasta ahora pudiese conocer.
Todo se mantenía en calma aparente, no era el más poderoso pero si le causaba cierto regocijo el saber que este momento era solo suyo, volvió su cuerpo hacia la entrada sin moverse, solo echó un vistazo, nadie hasta ahora, nadie que pudiera irrumpir en sus memorias. Una ligera mueca se dibujó en sus labios. Sin embargo estaba equivocado. Fue como un tirón, una brisa helada que se coló en el recinto, Vittorio cerró los ojos y supuso que el otro ente ya había notado su presencia, se mantuvo sereno, el estado actual de su mente le permitió escuchar los latidos de aquellos presentes, algunos pensamientos ordenados aleatoriamente y otros dolores arraigados en las entrañas de esos humanos.
Pero entre esos sonidos y esencias solo una le preocupaba. Él un neófito, nunca se había cruzado con un igual y menos de esa magnitud, lo pudo descifrar por la tonalidad de su aura, los brazos estaban caídos, unidos por ambas manos al frente. Parecía que la luz de las velas se apagarían en cualquier instante, una penumbra que avanzaba hasta detenerse a una altura no muy superior a la suya. De reojo notó el porte de aquel caballero, estatura promedio y complexión gruesa, había una particularidad en él que no quiso hacer más grande. No estaba nervioso, simplemente era algo que jamás hubiese visto con anterioridad. Un espectáculo que París le ofrecía como regalo de bienvenida.
Michael Sundqvist- Hechicero Clase Alta
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Re: Ab Aeterno || Privado
Le parecía tan curioso, miles de rezos y oraciones habían sido escuchadas por esas paredes, por aquellos "extraños ídolos" de una era nueva, la cual parecía dejar de necesitarlos y se volvía descreída de ella. Hacía demasiado tiempo que Lucciano había dejado de creer en deidades o seres superiores que le condujeran a algún destino marcado; desde que había conocido a su Hacedora en tierras del norte y había caminado junto a ella en los siglos su visión ante algo superior había cambiado. No temía a un dios, o dioses, no rogaba a nadie... Pero ciertamente creía en algo que había visto con aquella inmortal milenaria, algo extraño, que hacía que se estremeciese, más anciano que todo, incomprensible y oscuro...
No se hizo notable cuando rozo levemente la consciencia del otro, pero en aquella superficie pudo notar las emociones del inmortal. Compartía ciertos lamentos que los que allí estaba suspiraban.
Unos pasos vacíos en el silencio, y sus ojos de colores dispares: uno azul claro y otro verde (el cual no le pertenecía) se fijaron en los de aquel hombre que tenía frente a él. Joven y no solo en apariencia, y bastante atractivo, había que admitir a pesar de ser del mismo sexo. Lucciano siempre apreciaba la belleza, en todas sus formas.
Él había notado su presencia, Lucciano no le veía como un rival ni otro al que temer; tenía demasiada confianza en sus capacidad y además, se consideraba el depredador perfecto, y no solo para los humanos. Había cometido actos aberrantes para los de su especie, pero era lo que le había enseñado.
-¿Por qué ese peso sobre el corazón, hermano? -Su voz no era de más comunes, ya que cada palabra que por el aire se deslizaba, se antojaba apetecible para el oído; aquel era su rasgo más característico, su mayor atractivo físico: Su voz, en la lengua que fuese.
No se hizo notable cuando rozo levemente la consciencia del otro, pero en aquella superficie pudo notar las emociones del inmortal. Compartía ciertos lamentos que los que allí estaba suspiraban.
Unos pasos vacíos en el silencio, y sus ojos de colores dispares: uno azul claro y otro verde (el cual no le pertenecía) se fijaron en los de aquel hombre que tenía frente a él. Joven y no solo en apariencia, y bastante atractivo, había que admitir a pesar de ser del mismo sexo. Lucciano siempre apreciaba la belleza, en todas sus formas.
Él había notado su presencia, Lucciano no le veía como un rival ni otro al que temer; tenía demasiada confianza en sus capacidad y además, se consideraba el depredador perfecto, y no solo para los humanos. Había cometido actos aberrantes para los de su especie, pero era lo que le había enseñado.
-¿Por qué ese peso sobre el corazón, hermano? -Su voz no era de más comunes, ya que cada palabra que por el aire se deslizaba, se antojaba apetecible para el oído; aquel era su rasgo más característico, su mayor atractivo físico: Su voz, en la lengua que fuese.
Lucciano Vecchio- Vampiro Clase Alta
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Re: Ab Aeterno || Privado
Aquella distancia entre Vittorio y el resto de los mortales se vio rota cuando sus sentidos le alertaron que aquella figura se aproximaba hacia él. Las horas avanzaban moribundas hacia el crepúsculo venidero y pronto el gentío ahí reunido se volvería nada, la catedral despedía a sus fieles, quienes con pasos pausados se santiguaban y caminaban hacia las portentosas puertas que aún se mantendrían abiertas un par de horas más. La pregunta le tomó por sorpresa y es que si se hubiera tratado de cualquier otra presencia hubiera respondido en cuestión de segundos ¿Qué poseía aquella voz grave un tanto oscura y seductora que había penetrado en su misterio doloroso?
Ordeno su mente sopesando que quizás era un poco tarde, pues su intento por bloquearlo había sido en vano, su condición neófita le estaba traicionando y ponía en juego sus secretos, aquello que había jurado jamás develar ante nadie. Había invadido su confesión y se sintió un tanto molesto pero interesado a la vez en conocer un poco más a su ahora oyente, quien a juzgar por su aura no pertenecía al resto de la humanidad.
-Todos cargamos con un peso sobre los hombros caballero, las interrogantes pueden ser muchas, pero pocas veces las respuestas son verdaderas. Pérdidas, guerras ganadas, alegrías, rencores, esperanzas que más da, en este punto ya nada de eso tiene sentido.-
Estaba ligeramente advertido de las capacidades de aquel hombre y tal vez la burda imitación que realizaba como respuesta sería la pauta para saber si se encontraba en peligro o bien podía bajar su guardia por unos instantes para mantener una charla de lo más común. Vittorio estaba solo en la ciudad y un poco de compañía nunca está mal, siempre y cuando no le cuestionara tanto.
-Il mio nome è Vittorio Cacciardi.- pronunció en su lengua madre y apenas estiró su mano buscando estrechar la ajena.
Fue inevitable toparse con aquellos orbes particulares, teñidos de colores impares, Vittorio se sintió atraído quizás en conocer el porqué. No obstante se mantuvo sereno sin indagar en esa mirada, no podía con ella, simplemente era algo enigmático.
Michael Sundqvist- Hechicero Clase Alta
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Re: Ab Aeterno || Privado
-Para mi, signore Carcciardi, son demasiados siglos los que he dejado a mis espaldas; no me arrepiento de nada, no lamento lo que viví ni lo que hice. Prefiero centrar mis ojos en la vida que ahora me toca. -Hablaba muy seguro de sus palabras, lo más común en un vampiro es tener un fantasma que le persiguiese durante su vida, recordándole lo que había sido antes, sus pecados, aquellos que había perdido... Pero él a diferencia de muchos de los suyos no sentía que nada lo persiguiese, más bien era todo lo contrario.
Aun recordaba las palabras de su Hacedora, antes de crearle, refiriéndose a que él parecía haber nacido para ser convertido en inmortal, era como si su destino fuese ese, como si la vida antes de la muerte y resurrección le hubiese preparado para ello esperando el momento a que ella llegase y le proporcionase algo que había ignorado de su existencia, pero que encajaba en su cuerpo y naturaleza original como un traje creado y hecho a su perfecta medida, en el cual se sentía demasiado cómodo.
Había hecho cosas para lamentarse, había sacrificado sin escrúpulos a lo más amado de un modo egoísta, había sido traicionado... Y había encontrado la manera de hacer que ese tipo de cosas no le hiriesen ni la afectase, ¿el secreto? No estaba muy seguro de ello.
-Lucciano Vecchio (las siguientes palabras vendría en un perfecto italiano). -Estrechando su mano con cortesía, al parecer ambos había nacido en una tierra común pero en distintas épocas y con versiones muy distintas de su lengua de nacimiento. Aunque Lucciano ya se había hecho con la versión moderna de ella, gracias a cierta baronesa. -Permitame que le sea indiscreto, y que me salte formalismo típico de los mortales, por el olor de su sangre noto que es joven en éste mundo y las reglas de las humanos están afianzadas en su comportamiento. Estamos en un templo sagrado, donde la confesión es susurrada continuamente entre sus pétreas paredes. Revéleme qué le es tan doloroso, me muero de curiosidad y yo le revelaré de mí lo que usted desee sin mentirle, cualquier oscuro deseo, incluso para asegurarle que no le traicionaré le dejaré mi mente libre de muros.
Estaba confiando demasiado en aquel hombre que apenas conocía, pero así de impredecible era Lucciano, tenía que haber visto algo en él que le hiciese actuar de aquel modo, y no era habitual que hiciese cosas como aquella.
Aun recordaba las palabras de su Hacedora, antes de crearle, refiriéndose a que él parecía haber nacido para ser convertido en inmortal, era como si su destino fuese ese, como si la vida antes de la muerte y resurrección le hubiese preparado para ello esperando el momento a que ella llegase y le proporcionase algo que había ignorado de su existencia, pero que encajaba en su cuerpo y naturaleza original como un traje creado y hecho a su perfecta medida, en el cual se sentía demasiado cómodo.
Había hecho cosas para lamentarse, había sacrificado sin escrúpulos a lo más amado de un modo egoísta, había sido traicionado... Y había encontrado la manera de hacer que ese tipo de cosas no le hiriesen ni la afectase, ¿el secreto? No estaba muy seguro de ello.
-Lucciano Vecchio (las siguientes palabras vendría en un perfecto italiano). -Estrechando su mano con cortesía, al parecer ambos había nacido en una tierra común pero en distintas épocas y con versiones muy distintas de su lengua de nacimiento. Aunque Lucciano ya se había hecho con la versión moderna de ella, gracias a cierta baronesa. -Permitame que le sea indiscreto, y que me salte formalismo típico de los mortales, por el olor de su sangre noto que es joven en éste mundo y las reglas de las humanos están afianzadas en su comportamiento. Estamos en un templo sagrado, donde la confesión es susurrada continuamente entre sus pétreas paredes. Revéleme qué le es tan doloroso, me muero de curiosidad y yo le revelaré de mí lo que usted desee sin mentirle, cualquier oscuro deseo, incluso para asegurarle que no le traicionaré le dejaré mi mente libre de muros.
Estaba confiando demasiado en aquel hombre que apenas conocía, pero así de impredecible era Lucciano, tenía que haber visto algo en él que le hiciese actuar de aquel modo, y no era habitual que hiciese cosas como aquella.
Lucciano Vecchio- Vampiro Clase Alta
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Re: Ab Aeterno || Privado
Aquellas palabras estaban bañadas con una seguridad abrumadora, no había máscaras ni trucos ocultos en ellas; hablaba de siglos errando en las sombras, como si estuviese habituado ya, dialogaba con un aplomo que Vittorio difícilmente podría igualar en este momento, no con tanto dolor expuesto. Cada uno de los movimientos y gestos del caballero rompían esa barrera que el neófito insistía en colocar, por seguridad, por temor tal vez a revelarse tal cual.
Para ese entonces quizás ya solo eran ellos dos los únicos que pisaban aquel salón aletargado, las figurillas de querubines flotaban por encima de ellos coronando el encuentro y fue en un perfecto acento italiano que el secreto fue revelado, hasta ese entonces no había tenido la fortuna de toparse con alguien que compartiera raíces de cierto modo.
- Piacere.- Respondió aceptando el saludo, aquel roce frío que ahora le estrechaba y recorría su piel. Diferente.
¿Cómo podía escapar de aquel ultraje que la mirada del vampiro experimentado producía en él? Su condición le estaba jugando una broma de muy mal gusto sin lugar a dudas. Ahí estaba nuevamente ese tono grave que le pedía mostrarse sin caretas, que daba gala de sus habilidades al conferirle que estaba consciente de su reciente iniciación en el sendero sombrío. Vittorio apenas respiro en un intento por recuperar la cordura, Lucciano le estaba asaltando de manera imprevista, nada podía perder, sería en vano luchar contra tales postulaciones.
-Signore, verá, como usted lo ha notado mi camino en este sendero es reciente, mis escasas habilidades no se equiparan con las suyas. Si bien todos arrastramos culpas las mías son muy similares a las de aquellos mortales que se encontraban arrepentidos hace unos instantes, comparto con ellos el dolor que significa perder a un ser querido, ese agobio que punza sobre tu pecho. –Se detuvo para llevar su diestra a esta parte del cuerpo de su oyente. -y se hace insoportable día con día.-
Los gestos en el rostro del joven se deformaban conforme la revelación se desarrollaba, un rictus de nostalgia y furia que exponían al verdadero Vittorio.
-Ese sentimiento de impotencia de saber que no puedes regresar el tiempo para cambiar algunas cosas y a su vez la satisfacción de saber que el precio que la inmortalidad te cobra ha sido bien remunerado por una causa justa. Perdí a mi familia en un abrir y cerrar de ojos a excepción de mi hermano mayor cuyo paradero es aún desconocido, yo signore Vecchio, soy el único vestigio de lo que alguna vez significó la dinastía Cacciardi.-
Con ambas manos realizó un ademan mostrándose ante él, evitó derramar lágrimas pues eso ya había quedado atrás, su respiración agitada descubría cuanta angustia le provocaba aún evocar esos recuerdos, recuerdos mortales.
Michael Sundqvist- Hechicero Clase Alta
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Re: Ab Aeterno || Privado
Una lágrima por parte de su compañero, aun no recordaba la última vez que había derramado una. Debía de haber sido hacía demasiado tiempo. ¿Tan duro se había vuelto su corazón con los siglos? ¿Sería solo su físico de carne y huesos lo único que le quedaba de humanidad? No, en sus vicios todavía continuaba mostrando que cualquier monstruo puede ser humano.
-Ciertas, reminiscencias mortales con el tiempo se marchan, de un modo u otro... O no, somos lo que somos, y si su daño no ha tenido demasiado recorrido en el tiempo es comprensible.
>>Hay actos que no podemos cambiar, nuestros errores, el arrepentimiento es algo inevitable, pero es algo que forma de nosotros, nuestros actos sean cuales sean, son pequeños trozos que configuran nuestro ser.
Lucciano parecía mostrarse por un momento pasivo, incluso frío, pero no podía evitarlo tantos siglos a la espalda, tanto que olvidar tanto de lo que arrepentirse, y a la vez aceptado. Las agujas del reloj no tenían la capacidad de retroceder en su marcha, y las decisiones que cualquier ser toma, a veces son irrevocables.
-Signore Cacciardi, puede que sea demasiado anciano pero ello no significa que el tiempo me haya aportado toda al sabiduría que debería poseer. Puede que no pueda darle palabras de consuelo, o respuestas a cómo acabar con esos sentimientos de los que habla y aquello que los provoca.
Por mi parte no puedo arrepentirme de nada, ya es tarde para ello, demasiado, y pensar o más bien recordar en lo que siempre me ha despertado ese sentimiento, simplemente me hace que formule preguntas que puede que yo mismo conteste con verdades o mentiras, pero que nunca queden satisfechas.
Déjeme ser justo en cuanto a mi atrevimiento y devolverle la confesión. Puede que de ello pueda sacar alguna clase de reflexión o conclusión que alivie su sentir por un instante, aunque solo el tiempo es capaz de calmarlos y aunque parezcamos tan distintos, somos demasiado parecidos, destacando sobre todo los primeros años.
Lucciano se silencio por un momento, no eran los siglos los que había pasado desde que el había renacido y lamentado en sus primeros años de la llave que le dio la inmortalidad, eran ya milenios los que habían pasado, y bien encerrados había quedado aquellos recuerdos.
-Hubo un tiempo en el que yo también sentí impotencia y lamente no poder retroceder ante mis decisiones. No se si fue su caso, pero elegí ser inmortal en la época de los césares donde nací; es más me la concedieron con una condición. Debía de sacrificar mi mayor tesoro, si era capaz de ello, sería capaz de desprenderme del sentir y de mi vida anterior como mortal. -Pauso por un instante, con un leve ademán invitó a Vittorio a caminar a su lado. Más que cortesía en el gesto, era como si Lucciano necesitase caminar, como si estar ahí detenido lo enervará. Ya que en cierta manera la historia así lo hacía que iba a contar -Aun recuerdo la primera vez que lo sostuve entre mis brazos, en mi condición mortal seguro que era mucho más joven que cuando a usted le crearon. La primera vez que tuve en mis brazos a mi hijo, creo que fue uno de los mejores días de mi vida, era todo lo contrario a mí en cuanto físico, tenía la belleza de su odiosa madre, pero su carácter y ambición era muy similar a mí. Creo que aparte de sus dos hermanos menores, era lo que más amaba en el mundo, mi heredero, mi favorito. -La frialdad que aquel anciano inmortal desprendía parecía marcharse por un instante mientras hablaba, era como si regresase viejas emociones, como si los recuerdos lo enmudeciese. - Tuve que sacrificarlo, tuve que acabar con su vida... Lo más amado que tenía en el mundo, pero ella, mi Hacedora, me lo dijo "una vida por la de miles que salvarás en los siguientes siglos", ella lo había visto, podía ver el futuro y todo lo que prometieron sus visiones sucedieron, así que por ello no puedo sentirme arrepentido del todo, mi hijo lo hubiese comprendido.
>>Mi sangre no se ha extinguido tenía dos hijos más y pude ver nietos y nietos de mis nietos, mi sangre sigue por el mundo, olvidando su estirpe, olvidando un nombre primigenio, pero vive y eso hace que ya no lamente mi arrepentimiento, porque se que si algún día huelo “esa sangre” en un mortal, sabre que es de la mía, que es mi descendencia que realmente sobrevivió gracias al sacrificio de uno de mis hijos. -Se silencio y le miró con seriedad aquella pasividad murió por un momento. -Todo lo bueno o malo que hacemos con el tiempo queda para nosotros convertido en nada, sino en recuerdos que a veces podemos llegar a pensar que nunca estuvieron ahí. Signore Cacciardi, usted ha perdido a su familia, ha perdido su humanidad... Pero, ¿a su hermano? Nuestra sangre cuando cruzamos la línea de la muerte sigue compartiendo rasgos con los de nuestra familia, usted nos sabe si esta vivo o muerto, nunca pierda la esperanza hasta tener frente a usted la posible evidencia, tiene años para encontrarle, no se lamente por un nombre, ya que los nombres no son nada, solo representaciones de vidas que iremos cambiando. Busqué a su hermano, y si no sabe como hacerlo. -Se detuvo y se remando la manga del traje. -Yo le enseñare. -Le estaba ofreciendo su sangre, sus conocimientos, su poder a su servicio. ¿Por qué? ¿Desde cuando era un sentimental?
-Ciertas, reminiscencias mortales con el tiempo se marchan, de un modo u otro... O no, somos lo que somos, y si su daño no ha tenido demasiado recorrido en el tiempo es comprensible.
>>Hay actos que no podemos cambiar, nuestros errores, el arrepentimiento es algo inevitable, pero es algo que forma de nosotros, nuestros actos sean cuales sean, son pequeños trozos que configuran nuestro ser.
Lucciano parecía mostrarse por un momento pasivo, incluso frío, pero no podía evitarlo tantos siglos a la espalda, tanto que olvidar tanto de lo que arrepentirse, y a la vez aceptado. Las agujas del reloj no tenían la capacidad de retroceder en su marcha, y las decisiones que cualquier ser toma, a veces son irrevocables.
-Signore Cacciardi, puede que sea demasiado anciano pero ello no significa que el tiempo me haya aportado toda al sabiduría que debería poseer. Puede que no pueda darle palabras de consuelo, o respuestas a cómo acabar con esos sentimientos de los que habla y aquello que los provoca.
Por mi parte no puedo arrepentirme de nada, ya es tarde para ello, demasiado, y pensar o más bien recordar en lo que siempre me ha despertado ese sentimiento, simplemente me hace que formule preguntas que puede que yo mismo conteste con verdades o mentiras, pero que nunca queden satisfechas.
Déjeme ser justo en cuanto a mi atrevimiento y devolverle la confesión. Puede que de ello pueda sacar alguna clase de reflexión o conclusión que alivie su sentir por un instante, aunque solo el tiempo es capaz de calmarlos y aunque parezcamos tan distintos, somos demasiado parecidos, destacando sobre todo los primeros años.
Lucciano se silencio por un momento, no eran los siglos los que había pasado desde que el había renacido y lamentado en sus primeros años de la llave que le dio la inmortalidad, eran ya milenios los que habían pasado, y bien encerrados había quedado aquellos recuerdos.
-Hubo un tiempo en el que yo también sentí impotencia y lamente no poder retroceder ante mis decisiones. No se si fue su caso, pero elegí ser inmortal en la época de los césares donde nací; es más me la concedieron con una condición. Debía de sacrificar mi mayor tesoro, si era capaz de ello, sería capaz de desprenderme del sentir y de mi vida anterior como mortal. -Pauso por un instante, con un leve ademán invitó a Vittorio a caminar a su lado. Más que cortesía en el gesto, era como si Lucciano necesitase caminar, como si estar ahí detenido lo enervará. Ya que en cierta manera la historia así lo hacía que iba a contar -Aun recuerdo la primera vez que lo sostuve entre mis brazos, en mi condición mortal seguro que era mucho más joven que cuando a usted le crearon. La primera vez que tuve en mis brazos a mi hijo, creo que fue uno de los mejores días de mi vida, era todo lo contrario a mí en cuanto físico, tenía la belleza de su odiosa madre, pero su carácter y ambición era muy similar a mí. Creo que aparte de sus dos hermanos menores, era lo que más amaba en el mundo, mi heredero, mi favorito. -La frialdad que aquel anciano inmortal desprendía parecía marcharse por un instante mientras hablaba, era como si regresase viejas emociones, como si los recuerdos lo enmudeciese. - Tuve que sacrificarlo, tuve que acabar con su vida... Lo más amado que tenía en el mundo, pero ella, mi Hacedora, me lo dijo "una vida por la de miles que salvarás en los siguientes siglos", ella lo había visto, podía ver el futuro y todo lo que prometieron sus visiones sucedieron, así que por ello no puedo sentirme arrepentido del todo, mi hijo lo hubiese comprendido.
>>Mi sangre no se ha extinguido tenía dos hijos más y pude ver nietos y nietos de mis nietos, mi sangre sigue por el mundo, olvidando su estirpe, olvidando un nombre primigenio, pero vive y eso hace que ya no lamente mi arrepentimiento, porque se que si algún día huelo “esa sangre” en un mortal, sabre que es de la mía, que es mi descendencia que realmente sobrevivió gracias al sacrificio de uno de mis hijos. -Se silencio y le miró con seriedad aquella pasividad murió por un momento. -Todo lo bueno o malo que hacemos con el tiempo queda para nosotros convertido en nada, sino en recuerdos que a veces podemos llegar a pensar que nunca estuvieron ahí. Signore Cacciardi, usted ha perdido a su familia, ha perdido su humanidad... Pero, ¿a su hermano? Nuestra sangre cuando cruzamos la línea de la muerte sigue compartiendo rasgos con los de nuestra familia, usted nos sabe si esta vivo o muerto, nunca pierda la esperanza hasta tener frente a usted la posible evidencia, tiene años para encontrarle, no se lamente por un nombre, ya que los nombres no son nada, solo representaciones de vidas que iremos cambiando. Busqué a su hermano, y si no sabe como hacerlo. -Se detuvo y se remando la manga del traje. -Yo le enseñare. -Le estaba ofreciendo su sangre, sus conocimientos, su poder a su servicio. ¿Por qué? ¿Desde cuando era un sentimental?
Lucciano Vecchio- Vampiro Clase Alta
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Re: Ab Aeterno || Privado
A medida que la noche avanzaba hacia un crepúsculo grisáceo el dolor de Vittorio se tornaba cada vez más real y palpable, en realidad nunca se había confesado de tal forma como lo estaba haciendo ahora, era un acto de arrepentimiento quizás, un intento de santiguar sus viejas heridas que aún se mantenían vivas y le impedían avanzar a través de ese sendero de tinieblas. Y es que había algo indescifrable en su oyente que le brindaba seguridad hasta cierto punto, un sentimiento de complicidad que permitía al neófito ser el mismo, no un inmortal, sino aquel joven inseguro y soñador que había enterrado sus días pasados.
De este modo el silencio tomó lugar una vez más y la respuesta no se hizo esperar, cada frase que aquel ser nocturno le profería estaba plasmada no solo de veracidad sino de concordia. En su estado perturbado pudo comprender que existían historias mucho más abrumantes que la suya ¿Estaba siendo egoísta acaso? Asintió a cada palabra, atendiendo a los consejos que escuchaba, como un chiquillo insensato aprendiendo de la sabiduría de un maestro que le expresaba con paciencia, ese estado de calma que solo los años traen consigo.
Asintió. Y entre la frialdad de esos muros ambas siluetas caminaban paulatinamente, el estado de paz se vio afectado por la sonoridad de sus pasos. Escuchó atento entonces el transcurso de la vida del vampiro, la forma en que ambos se parecían y como había perdido todo en tan poco tiempo, Vittorio nunca se hubiera visualizado como padre de familia o algo similar, mas sin embargo compartía la pena de haber perdido a un ser amado y ese hecho era suficiente para comprender el dolor que traía a cuestas, aunque la poca experiencia del iniciado seguía significando una barrera que no le permitía comprender del todo tal sacrificio, era algo insoportable de imaginar. Detuvo sus pasos en seco.
-¿Por qué signore Vecchio? ¿Por qué les dejó tomar algo tan sagrado para usted? -
Fue demasiada osadía quizás, cuestionar algo que su mente joven no era capaz de comprender. A pesar de la crudeza en tal relato algo tenía razón, podría ser que en medio de esa oscuridad dantesca aún se pudiera encontrar a sí mismo, aún conservaba una razón para seguir. Vittorio apretó los puños en señal de molestia cuando la historia terminó, dirigió su mirada hacia otro lado intentando serenarse.
La voz grave de aquel hombre le asalto una vez más y volteó a verle, para su sorpresa el vampiro le estaba ofreciendo beber de su sangre, era joven, pero bien sabía lo que esto significaba. Vittorio dio un paso atrás atónito ante tal ofrecimiento. Hasta esa noche se había mantenido sereno, no había necesidad de salir a cazar violentamente como cualquier otro lo haría, para él beber de la sangre de un humano era una mera necesidad de subsistir, nunca lo había hecho de un similar. Estaba a punto de traspasar la línea ¿Qué beneficio tendría Lucciano al hacerlo? Para el joven significaba dos cosas: La adquisición de una habilidad nueva y entonces así hallar a su hermano y la segunda y más perturbante, hacerse de un maestro y quedar a su posible disposición en adelante.
Los sentidos de Vittorio se agudizaron y fue atraído hacia la muñeca del otro, acortó la distancia y por unos instantes contemplo esa mirada peculiar. No lo pensó, simplemente reaccionó a sus instintos, recorrió la piel suavemente impregnándose del olor y sin más clavó sus colmillos en ella, el sabor de ese néctar carmesí pronto inundó su ser y extasiado en aquel manjar devoró poco a poco lo que tenía frente a sus ojos, los cuales se mantuvieron cerrados mientras el acto seguía su curso. Basta, detente pensó. No reparó si esto ocasionaba algún dolor en Lucciano, de forma abrupta se intentó controlar alejándose unos centímetros, el color teñía sus fauces y sintió un mareo al vislumbrar todas esa imágenes, se llevó la mano a la sien y cayó ligeramente hacia atrás ¿Qué estaba pasando con él?
Michael Sundqvist- Hechicero Clase Alta
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Re: Ab Aeterno || Privado
-Confíe en las palabras de ella "una vida por la de miles que salvarás en los siguientes siglos", ¿signore Carcciardi, usted nunca ha confiado ciegamente? Yo lo hice, y la premonición de mi Sire se hizo real. Renuncie a lo más amado pero salve a demasiados: a mi padre, a mi esposa, a mis otros hijos, a los "nuestros" -Se refirió a su antigua "hermandad". -Y otros muchos inocentes, y todo ello por dos vidas: la de mi hijo y la mía, preferí convertirme en el diablo a ser ver como en el futuro todo se veía convertido en pasto de las llamas. "Una vida por la de miles que salvarás en los siguientes siglos". Y ahora bebe y acepta mi regalo, no suelo darlo a adrede.
Su voz sonó hierática al igual que su gesto, incluso había un tono de severidad. Lucciano era reservado con respecto a su sangre, para él era sangrada ya que su Sire le había otorgado poderes antiguos que cualquier vampiro no adquiría en su conversión, dependía de su Hacedor para tener unso conocimientos y poderes desde el primer instante de su resurreción. En su sangre había secretos que los milenios habían otorgado, y no era para todos.
Vittorio acepto su regalo y un leve gesto de dolor se dibujo en el rostro del anciano vampiro, luego una sonrisa enigmática y unos ojos escarlatas y excitados ante el olor de su propia sangre. ¿Qué vería el joven vampiro en él? ¿Podría encontrar las respuestas y el camino a tantas preguntas? Lucciano se moría de curiosidad en saber que le contaría.
Cuando se soltó de él violentamente, Lucciano giro su muñeca creando un chasquido desagradable. La herida volvía a cerrarse y solamente le quedaba la espera de que su compañero hablase.
Su voz sonó hierática al igual que su gesto, incluso había un tono de severidad. Lucciano era reservado con respecto a su sangre, para él era sangrada ya que su Sire le había otorgado poderes antiguos que cualquier vampiro no adquiría en su conversión, dependía de su Hacedor para tener unso conocimientos y poderes desde el primer instante de su resurreción. En su sangre había secretos que los milenios habían otorgado, y no era para todos.
Vittorio acepto su regalo y un leve gesto de dolor se dibujo en el rostro del anciano vampiro, luego una sonrisa enigmática y unos ojos escarlatas y excitados ante el olor de su propia sangre. ¿Qué vería el joven vampiro en él? ¿Podría encontrar las respuestas y el camino a tantas preguntas? Lucciano se moría de curiosidad en saber que le contaría.
Cuando se soltó de él violentamente, Lucciano giro su muñeca creando un chasquido desagradable. La herida volvía a cerrarse y solamente le quedaba la espera de que su compañero hablase.
Lucciano Vecchio- Vampiro Clase Alta
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