Nuevos Dioses ~ Libre ~

El sonido de sus pasos se dejaba escuchar por todo el espacio abierto del lugar, usaba zapatillas modernas, ajustadas a sus delicados pies, se movía con precaución, aun que lucia un tanto, extraña, sus movimientos eran lánguidos, pausados, sus ojos fijos hacia el frente, incapaz de hacer contacto visual con la poca gente que se encontraba dentro del sitio. Sentía cierta curiosidad por aquellos nuevos templos, sus aromas y los rezos que se entonaban, por las suplicas que escuchaba de los mortales asistentes, por la desesperación o devoción.
 
Sentía a veces que todas esas voces que escuchaba la volverían loca, pero sabia como hacer para que estas dejaran de sonar en su cabeza, aun que en ocasiones como aquella, disfrutaba del dolor ajeno, recordando su propia época y como su gente rezaba a sus dioses egoístas por lo que fuera que pidieran, ella no encontraba razón para hacerlo, quizás desde antes de transformarse en lo que era había dejado de creer en sus dioses, pero no podía asegurarlo, simplemente fue consiente que había dejado de creer años después de su transformación, cuando fue capas de dominar sus nuevos poderes, cuando fue consiente de que ella era una Diosa en la tierra.
 
Ahora era distinto, el mundo había cambiado y no importaba cuantas mentes había poseído en su afán de no sentirse ajena al mundo que la rodeaba, estar ahí, tangible, observando y sintiendo en su propio cuerpo, se sentía aun mas ajena de la realidad misma. Esta no era su tierra, no era el mundo en el que ella había crecido, sin embargo no se sentía aterrada, al contrario, todos aquellos cambios alimentaban en ella una curiosidad aun mas voraz que su propia sed de sangre y por eso había escapado de su encierro, de aquella celda ricamente adornada, de la presencia de su rey y de la vigilancia de su amado guardián. Sentía pena por ese vampiro, los años y años que había dedicado su existencia misma a resguardarlos, de protegerlos contra cualquier atentado, aun que sabia que también lo hacia con un propósito mas egoísta que el amor que decía profesarles. Era instinto de supervivencia, él quería seguir “viviendo”, aun que tuviera que cargar con ellos hasta la misma eternidad, era su forma de asegurarse que su existencia duraría por largos años.
 

Akasha cerro los ojos al estar de pie frente al altar, y los abrió de forma lenta, aspirando el aroma de las veladoras que le recordaban tanto a su celda, cera de abejas, incienso. Sintió un repentino odio y deseos de incendiar el lugar, al ver al torturado hombre al que llamaban Jesucristo, al que los mortales congregados adoraban y suplicaban en murmullos o silencio, el no era mas que un mortal mas, él no era como ella, una verdadera diosa. Pero no lo hizo, respiro profundamente, como si realmente lo necesitara para vivir y guardo la calma, encerrando en si aquel deseo ardiente de quemar el lugar, de darse a conocer, lo deseaba, aun que ese no era el motivo principal de su huida, ella buscaba a alguien y esperaba encontrarle pronto, aun que le costara años, que importaba, si ella era eterna e inmortal y ahora volvía a andar entre mortales e inmortales y creaturas que desconocía, ella quería volver a … “vivir”, de alguna forma, deseaba conocer el mundo moderno y embriagarse de conocimiento y tantas cosas nuevas que desconocía o a penas había vislumbrado en su letargo y atreves de ojos ajenos.

Akasha, sintió la mirada sobre ella, el pensamiento de admiración y posterior distracción. Volvió la mirada, buscando aquellos ojos blasfemos, moviéndose de aquella forma antinatural, extraña, aun que sabia que la miraban, que murmuraban acerca de ella. Sonrió o eso intento, fue solo un amago en sus labios teñidos de rojo y se movió en cuanto dio con su objetivo.

A paso lento cerro el espacio que los separaba, obligando, casi, a los que se cruzaban en su camino a quitarse.

-¿Por que me observas y vuelves tu rostro? - le pregunto al joven mortal. Sentía su calor, y escuchaba su sangre correr en las venas bajo su piel. Exquisita y salada sangre humana, ¿hacia cuanto que no bebía sangre? Ya había perdido la cuenta de los siglos que había dejado de ingerir sangre, que había perdido la necesidad, mas no el placer. Simplemente no la necesitaba, aun que ahora, en ese instante, frente a aquel joven mortal, esa sed volvía a surgir como una serpiente desde el centro de sus entrañas, exigiendo ser saciada, aun que... Esperaría un poco mas.