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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Deiran Chassier Dom Ago 17, 2014 6:19 pm

Quien con monstruos lucha cuide de convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti.
Friedrich Nietzsche

Estaba allí. Su presencia me ardía un poco la piel y pese a que se miraba tan dócil, fácil de domar si abría uno de sus ojos estaría perdido en su funesto mar. Recosté mi cuerpo en aquella silla de frente al diván donde se encontraba desplomado el oso. Sonreí levemente algo cansado, no había podido cerrar los ojos por su presencia de nuevo en la mansión. Recordé la última vez y en cómo terminó todo, fruncí el ceño por esas ideas. El color canela de su piel comenzaba a bañarle por completo, sus labios comenzaban a tornarse rosados y sus uñas ya no estaban moradas por la falta de sangre en su sistema, la mágica existencia vampírica estaba obrando de la mejor manera en su organismo lo que me tranquilizaba de momento, parecía tan sumiso en su mundo, como un niño que no quiere despertar de su sueño servil y profundo. La herida de la daga había desaparecido por completo y sólo quedaba la mancha que recordaba lo que un día se enterró casi tocándole el corazón. Pasé el dorso de la mano por uno de mis ojos que al cerrarlo dolió. Fue como si el parpado se adosara a la membrana por la falta de humedad. Estiré las piernas y me crucé de brazos sintiéndome un verdadero estúpido, no sabía en qué momento las cosas habían comenzado a ser así.
Enderezándome en la silla apoyé los codos en mis muslos, no encontraba forma de estar cómodo, necesitaba mi diván. Colocándome de pie me fui hasta una hasta un mini bar que había en la gigantesca cueva donde habitaba el demonio y busqué una copa. Necesitaba centrar mis ideas, enfocarlas en un solo lugar  sin que estuvieran haciendo un maremoto en mis pensamientos. Con él siempre era así, mi orden se perdía y eso me hacía sentir algo… indefenso. El vino comenzó a deslizarse por el cristal bañando mi olfato de su olor y por un rato la paz logró abrazarme hasta hacerme sentir confortado por sus brazos. Cerré los ojos recostando el cuerpo en la pared. Tiré un poco mi cabeza hacia atrás con el frío cristal entre mis dedos. De cierta manera debía de sentirme más tranquilo, había mandado a la neófita fuera del alcance de las fauces del lobo justo antes de que él fuera capaz de interceptarla hablé con Charles, uno de los empleados de confianza para que se la llevara al no más amanecer hacia su mansión, claro, cerciorándose bien de que la luz no atravesara el féretro.
Llevé la copa hasta mis labios y di un enorme trago, como si con él me fuese a ahogar profundamente en el olvido de todo, eso era lo que necesitaba, no pensar en nadie. Un quejido me hizo abrir los ojos y desviar la mirada hacia el origen del sonido. Mis pasos se hicieron pesados y llevé el cuerpo hacia uno de los asientos blancos de tela italiana, recosté mi cuerpo y la luz de las velas era escasa, casi se iba difuminando mientras mis ojos se hacían una sola línea tratando de encontrar el punto donde el haz se formaba. Dejé caer una mano al aire, la que sostenía la copa mientras que la otra se detuvo en mi frente y dejé que la oscuridad se apoderara de mis recuerdos. Un suave silbido se oía a la lejanía, no sabía de dónde provenía aquello. Curioso me distraje en aquello que parecía ser un sueño porque la luz del día estaba dándome en la piel. Solté un chasquido de molestia con los dientes y mis orbes se fijaron en una silueta masculina que no me dejaba ver su rostro porque estaba de espalda. Comencé a caminar en su dirección justo cuando aquel mundo de fantasía comenzó a quebrarse. El cielo se ennegreció y ese ser había desaparecido. Giré la vista y todo se estaba marchitando, el suelo se abría y el ardor de algo atravesarme los costados me hizo fruncir el ceño tomando de la mano lo que había sido atravesado en mi espalda. Pero solo unos ojos azules se dejaron ver.
Abriendo los ojos de golpe la copa se había derramado en el suelo y apreté con dos dedos mi sien peinando mi cabello justo cuando noté que él había despertado y estaba mirándome. Mis fracciones que antes eran confusas ahora estaban endurecidas, había pasado un día entero en el que él había cargado sus energías al ciento por uno, sabía que podría de él venir cualquier cosa. Tensé la mandíbula y me senté de frente a él justo como lo había hecho horas atrás. Por suerte no estaba en sus condiciones, había tomado un baño y tirado a la basura la ropa con la que había legado así como la de él que había sido quemada y aseado por la servidumbre de la casa dejándolo en una camisa de seda blanca y un pantalón de algodón, muy ligero para su personalidad y alcé la ceja porque no supe por cuanto tiempo me había quedado dormido pero estaba seguro que la ausencia de palabras era su mejor arma.
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Mensaje por Aaya Maciej Sáb Ago 23, 2014 5:15 pm

“Es como convertirte en cenizas, solo que sigues existiendo, pero vuelas a donde quiera que vaya el viento”
Prácticamente no había soñado, mi mente y cuerpo estaban demasiado concentrados en reparar las membranas de mi piel, jadeaba y temblaba con el paso del tiempo. El aroma que antes no era capaz de sentir ahora se hacía presente. Estaba seguro de que otro vampiro habitaba en ese lugar. No era solo Deiran, no lo era y de eso estaba seguro. Pero qué podía hacer, mi cuerpo no reaccionaba a lo que deseada, mi fuerza de voluntad había quedado en negativo y ahora solo me quedaba esperar a que mis heridas sanen por propia cuenta. Pude sentir cuando manos humanas me agarraban, había deseado abrir la boca y engullirlos a todos, pero nuevamente mi boca apenas se había podido mover. En parte, estaba agradecido, la mugre que había quedado como una segunda piel sobre mí me asqueaba, siempre había disfrutado la pulcritud, estar elegante y peinado era una de las cosas más divertidas de ser un inmortal, parecía ser una estatua perfecta y eso me encantaba. Ya para cuando mis extremidades se sintieron suaves, una tela que me disgustaba se hizo sentir, hubiese preferido estar desnudo, esa era una buena manera de dormir. Sin nada y junto a un dragón. Forcejé contra mi mente, se me abrirían todas las heridas si me ponía a violarlo en ese estado. Al final había ganado y luego de no demasiadas horas había terminado por caer rendido en una oscuridad total.
Apenas había conseguido tranquilidad, pero en mi cabeza absolutamente todo estaba mal. Los celos revoloteaban por mi cabeza, una mujer hermosa y voluptuosa se pasaba por todos los pasillos que mis ojos podían ver. Y Deiran estaba allí, siguiéndola, adorándola. Mis dedos se hundían sobre el maldito diván que estaba debajo de mí. Me retorcía recelosamente hasta que me quejé y me removí con fiereza, dando con molestia mi cabeza contra uno de los costados de la almohada. Cuando ya mis sentidos me dijeron que el sol estaba por esconderse al fin pude despertarme. Mis ojos se abrieron como si fuese una máquina en automático. Al principio todo se vio borroso, no podía enfocar, la vela sumamente suave no ayudaba en lo absoluto. Pero luego y poco a poco todo se aclaraba. No me moví, apenas estaba concentrado en mis sentidos como para hacer tales maniobras. Me dolía el pecho y eso me aseguraba que tenía una cicatriz a medio curar en mi cuerpo. En fin, no le di importancia, estaba concentrado en oler, sentir todo lo que había alrededor. Allí estaba el aroma de una inmortal, lejos, pero presente. Y bien cerca el olor a vino y Deiran se metían a interferir. Hice crujir mi cuello, levantando la cabeza, sentándome poco a poco. Me quedé observándole, estaba dormido, hermosamente dormido, con la copa de vino en su mano, sus labios balbuceando inexistencias. Unos ojos que se apretaban, yo quería levantarlo y traerlo hacía mí. Y lo estaba por hacer, pero sus ojos se abrieron con intensidad y la copa giró por el suelo hasta llegar a mí. La observé y con un solo dedo la levanté, de la base la tenía colgando, haciéndola abanicarse con suavidad hacía los lados.
— ¿Vino para un mal sueño? — Murmuré lentamente, casi como si los segundos fuesen eternos. Y tomé la copa con la otra mano, dejándola en la mesa que había a un costado. Observé entonces la ropa en la que me habían metido y enarqué una ceja. Ropa de servidumbre es lo que parecía. Solo la miré de mala gana y pasé a ignorarla. Apoyé los pies en el piso y sin decir nada terminé por levantarme antes de que él lo hiciera primero. Busqué ser más rápido, acercarme a él mientras estaba con la guardia baja, tenerlo a centímetros de mis labios. — Puedo olerla Deiran… ¿Me trajiste a donde ella vive para que pueda matarla o tan solo quieres verme retorcer? Te daré el placer de tener ambas cosas o ninguna. Depende de tus palabras. — Mascullé como un dulce y puse una mano en su mejilla, acariciándola con cuidado, pasaba la yema de dos dedos por debajo de sus ojos y la otra mano bajaba por su hombro, palpándolo, acomodando su camisa que secretamente deseaba quitar. Luego me trasladé con el rostro cerca de sus labios. Estaban esperándome y le besé con fuerzas, tomé su lengua, disfruté su cavidad antes de que me respondiera cualquier cosa. No deseaba irme de allí. Quería quedarme hasta hacerle tres veces tres el amor. Girarlo y violarlo la cantidad necesaria para que lo olvide todo. Pero allí estaba mi semi orgullo. El no desear que él me tome como un idiota. Podría matarlo, sí, eso sería lo correcto. Acabar con quien no me quería así como lo había hecho siglos, milenios atrás. Destrozar su hermoso cuerpo hasta que solo queden retazos de su existencia. Y luego terminar con su vástago. En mis ojos, oscuros y azules eso es lo que yo quería y nada más que eso pasaba por mi cabeza. Pero no importaba, porque eso no iba a ocurrir, no hoy al menos.

“Porque hoy solo deseo tenerte sobre mí, acariciar tu cuerpo y que me respondas mis deseos”
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Mensaje por Deiran Chassier Vie Ago 29, 2014 12:44 am

Fuerzas que cada vez se reducen a nada y caen en el valle de la perdición

No duraría mucho, sabía que la incesante ola de incertidumbre pronto rompería mis muros. El resoplido de su inexistente respiración me mantenía alerta pero, ¿Por cuánto tiempo mis cimientos volverían a despedazarse ante sus ojos? Sentía que quería morir en este sofá sin que nadie me despertase hasta el próximo siglo, quizás esa fuese la única salida para negar el picor de lo que tanto me molestaba, un trago amargo que con nada pasaría, ni el vino lograba menguar el sabor. Cerré los ojos una vez más, había pasado la madrugada mortificándome la carne, quería mutilar cada inervación de mi cuerpo por no querer responder a mis pensamientos, por dejarse llevar por alguien más. Negué de inmediato, si hacia esa auto flagelación seguro terminaría sin la mitad del cuerpo quedando como un despojo inservible incapaz de morir. Sabía lo que debía hacer para salvar mi podrido ser de la destrucción pero había sido yo mismo quien había traído al demonio, a que sanara sus heridas, a que recuperar fuerzas y que seguramente terminara de mala manera todo. Tuve la oportunidad una vez, ahora esta segunda vez era claro que no habría un tercera ¿Por qué no podía hacerle daño?
La situación era tan friable que podría cortarme si así lo quería en mil pedazos y volverme a rehacer. Me negaba a que él se diera cuenta de ese nuevo poder que tenía sobre mí, era una humillación, una maldita falsedad, no de nuevo y no el demonio de Josseph Pernd. Esperaba que él se diera por vencido y se largara, cosa que no iba a suceder, era solo un cruel consuelo que me daba mientras esperaba a que despertara, no sabía con cuál de sus patrañas saldría ahora pero por mi bien debía de estar listo a su ataque. Me había pasado hasta casi el amanecer ideando un plan que no tuviese que tener contacto entre ninguno de los dos, entre más lejos su cuerpo estuviera del mío sería para ambos beneficioso, aunque claro, todo apuntaba a que tendría que ser yo mismo quien pusiese límites entre él y yo. -‘’Maldito sea el pecado pero más el verdugo’’- pensé en mis adentros y otra vez estaba maldiciendo sin motivo aparente como hace unas horas atrás. Me negaba a aceptarlo, lo que antes dudé no tenía cabida en un vampiro como yo. No porque era poderoso, o inalcanzable con aires de suficiencia sino por el simple hecho de que en un vampiro con deseos concluidos para su inmortalidad no hay espacio para algo que le diera alargues al tiempo prolongando más la putrefacción del alma.
La preocupación que conocí se desvaneció y pronto en un mundo mucho más real al que tenía pensado para mí me dejé encerrar, desde siempre quise estar allí, soterrado en el sacrilegio del sueño. Entonces renací, fueron unas filosas cuchillas azules que se encajaron en mi cuello y me hicieron despertar del letargo hallándome como siempre, con la guardia baja. Miré al vampiro milenario ya repuesto, su temple era otro entonces todo mi cuerpo se volvió como una roca. Mis ojos se apagaron rápidamente y mis labios hicieron una especie de mueca aplanada justo cuando recogió la copa de vino, mi único polo tierra para mantenerme fijo en una meta en específico la cual consistía en alejarme de él. Mi cuerpo se tensó e iba a colocarme de pie pero él ganó terreno con rapidez y entonces quedé ahí, patéticamente como un gato erizado sin poder moverse. Los miles de ensayos que había hecho en mi cabeza se esfumaron y fue cuando su voz me trajo de vuelta a la conciencia.

—Vino para las pesadillas, quisiste decir- miré la copa olisqueando el aroma que se perdía por el olor al vampiro y miré sus ojos.  —No hay nadie más que tu o yo en esta casa. Creo de los errores se aprende.- respondí con astucia a su pregunta —¿Se te olvida dónde estuviste anoche? Casi mueres Pernd. Puedes calmar si quieres tus aires de vikingo por unos minutos- recordé su cuerpo violáceo en la cama de aquella habitación y negué —Esto es absurdo- murmuré con irritación y milagrosamente las palabras habían salido de mi boca sin sonar débiles, incluso podría decirse que estaba molesto pero entonces él fracturo mis podridos cimientos cuando su dedo comenzó a recorrerme el brazo. Dirigí mi vista por su trayecto y la devolví hasta él —Supongo que si ya estás bien podrías ir…- su boca se fundió con la mía en un beso que no me esperé seguido de su lengua entrometida que batallaba con poderío y con fuerza empujé su cuerpo para separarle de golpe a lo que me puse de pie limpiándome la boca, un poco de mi garganta deglutió su sabor y alcé la ceja. —Deja de comportarte como un niño. Te recuerdo que estás en mi casa- le miré de arriba hacia abajo y su ropa me causó gracia, era él vestido de santo.
Nada estaba bien, todo me recordaba a unos meses atrás cuando él y yo tuvimos eso a lo que no quería ponerle nombre y caminé por más vino, necesitaba quitarme su sabor que me hacía querer más. —¿Gustas?- obvié su mirada por razones que ya me había repetido antes y sin esperar que aceptara serví una copa para él y otra para mí. Di un gran sorbo al cristal y extendí la copa al vampiro —Salud- gruñí por lo bajo odiándome porque él era mi castigo eterno del que aún no me quería librar.
‘’Quemarme en ese gélido mar sin esperar tener escapatoria’’
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Mensaje por Aaya Maciej Jue Sep 04, 2014 1:19 pm

“Lo más parecido a la muerte, es el amor. Por eso siempre busqué sentirme vivo”

Su aroma fuerte, persuasivo, sus labios doblados de manera que parecía estar sumido en un sueño agitado. ¿Estaría yo en aquél? Me relamí los labios, mi lengua viperina quería acercarse, hundir mis colmillos en su carne hasta saciar mis esperanzas. Si no podía tenerlo, era mejor matarlo. Pero, ¿qué gracia tenía perder de esa manera? Mi orgullo, aunque era una sombra que iba y venía, seguía estando. No iba a aceptar una humillación eterna, pero por ahora, podía aguantar un poco más. Estiré mis piernas en ese momento, cuando aún el dragón dormía y sus ojos cansinos no estaban sobre mí. Tan estresante que estaba casi seguro que me iba a dar algún pico que resultaría en una decapitación sin consuelo. La copa era un presagio, alguien más caería esa noche y no sería yo. La yema de mis dedos acarició el filo de la misma cuando terminé de apoyarla en la mesa. Un sonido agudo y sinfónico salió de ella y sonreí de lado. En menos de un segundo, ya estaba contra él. Sus ojos, ¿miraban?, no estaba seguro de ello. No sabía qué hacían en realidad, simplemente estaban allí, sin enfocar nada, pero al mismo tiempo viéndolo todo. Dos de mis dedos se trasladaron a sus cabellos, acomodándolos hacia atrás con una suavidad que era temeraria. Porque luego de la calma, también llega la tormenta. Y la mía estaba a minutos de comenzar y sería peor que una guerra fría.


— ¿Ah sí? ¿Estás seguro que puedes mentirme a mí? El hecho de que no esté, no es más que una afirmación de que la estás escondiendo de mí. Y sí, de los erros se aprende. ¿Ya has aprendido que no vas a poder existir sin mí? — La lengua se movía lentamente entre mis labios, haciendo las formas para que cada sílaba salga con precisión y molestia. No estaba, claro que ella no estaba. ¿Quién en su sano juicio dejaría a su vástago estúpido cerca de un vampiro milenario que la quería destrozar de la manera más lenta y dulce que había? Deiran no era ningún tonto y de eso yo estaba al tanto. Pero no me agradaba esa situación, me provocaba dolor en las heridas, el calor las dilataba, querían volverse a abrir y hacerme sangrar más de un río. Así que tenía un amor no correspondido, algo que no era nuevo para mí, pero era un poco más molesto que el anterior. Rodé los ojos al escucharlo, miré al techo unos momentos y luego bajé la cabeza, para volver a él. — Solo por unos minutos, sí puedo. Pero no sé si quiero —Respondí sin más antes de poseer sus labios de la manera más carnal que me era posible. Sí, podía calmar mis aires, ¿por qué no? Pero no podía calmar el incesante deseo que tenía por él. Eso, era algo que no se apagaría hasta tenerlo entre mis brazos, ya sea en cuerpo existente o en hermosas cenizas color azabache. Sus manos que eran delgadas se apretaban, tironeaban hasta hacerme salir de allí. Saboreé mis labios, pasé la lengua por ellos, mis dedos se deslizaron para oler un poco más su esencia y luego, luego de sentir todo ese gusto recorrerme, fui a sus ojos.


Me reí a boca abierta, claro que era un niño, estaba en la flor de la vida, ¿o no? Mis manos se deslizaron por los bolsillos mullidos de esa ropa de cuarta y moví la cabeza a los lados. Alzando luego los brazos a los lados de mi cabeza, como si estuviese la policía frente a mí. “Te recuerdo que estás en mi casa” ¿Esas son formas de tratar a un invitado? Mmm…Ah~ Me duele todo, no me puedo ir aún. — Me burlé en un inicio y cuando se levantó del asiento me quedé mirando su cuerpo, se giró y su espalda quedó frente a mí. Oh sí, mis ojos penetraron sus glúteos, le miraba de arriba abajo, una y otra vez con una suciedad que seguramente podía sentir como le estaba traspasando. Y mis pasos resonaron con suavidad, me acerqué, miré unas copas que estaban arriba. Mi sonrisa estaba de un lado a otro, mi cuerpo se puso detrás del ajeno y me estiré, alcanzando una que estaba a lo lejos. Rozando su perfil con ganas, mi brazo pasaba por al lado de su rostro y mi cabeza se inclinaba por un costado del mismo. — Esta copa se ve bien, ¿Me sirves en esta mejor? — La acerqué, manteniéndome pegado, oliendo su piel con tan poco disimulo que rozaba lo grotesco. Contuve la risa un momento, mi mano desocupada se apoyó en su hombro y lentamente se deslizó por su brazo. — No importa que tanto intentes mantener la distancia, la voy a acortar. ¿Por qué brindamos? Porque sigo existiendo, ¿quizá? — Eran susurros que escondían preguntas, moví la copa que tenía entre los dedos y la apoyé en la mesita, para así poder poner toda la palma sobre su piel, justo arriba de donde estaría su ombligo. — ¿Me harás una fiesta de bienvenida? Porque tengo hambre, de todo lo que se te cruce por la cabeza. — Aclaré, después de todo, cada parte de mi cuerpo rugía por él y por sangre.


“El hambre, la carne y la seducción.”   
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Mensaje por Deiran Chassier Mar Sep 09, 2014 12:41 pm

''El tropiezo, el golpe, la herida y la cicatriz. Una imborrable.''

Vamos,  vamos… ¡reacciona de una vez! – me dije una y otra vez queriendo arrancarme la cabeza por no hacer que mi cuerpo reaccionara de una sola vez, si pensaba mucho él me comería entero y lo peor del caso no sería el dolor que provocaría, sino esa necesidad latente que tenía cada vez que su boca tenía algún tipo de roce con mi piel, era una extraña conexión la que se había soldado y ahora me estaba constando romperla, debía de haber alguna manera cortar ese hilo que no permitía deshacerme de una vez por todas de este demonio. Como oso me apretaba a su cuerpo, me hacía como en sus manos barro modelando y entonces mis ojos se abrieron con rapidez. Negué y hasta sonreí. Recordé a la bruja con la que había consultado la noche antes de irle a ver en el restaurante donde todo resultó mal. Según mi futuro estaba detrás de alguien más, un mar que me haría quemar, me haría resucitar, nacer y morir. No podía, esto debía de ser una mala coincidencia, entonces volteé con cierto temor que era más rabia hasta sus ojos y me hundí en ellos sin rechistar.

—No te estoy engañando- mis manos apretaron la tela de su camisa queriéndolo  separar pero era inútil –unos minutos más – espeté en mi cabeza y sus labios seguían junto a los míos —Es simple lógica Josseph. Entiendo el precio de mis errores, han sido altos, aún no hay nada de lo que me arrepienta. Hay males necesarios -le miré con un poco de dificultad a los ojos casi gruñendo esas palabras ¿Males necesarios? ¿Qué se siupone que significaba eso? ¿Lo estaba aceptando? No podía ser cierto. Cuando por fin logré reaccionar y apartarme de su agarre tenía que volver en sí y rápidamente. La distancia parecía ser lo suficiente, ahora entendía porque tenía esa necesidad de estar cerca cuando debía de estar lejos. Cerré los ojos buscando a mí alrededor algo y miré la botella de vino. Eso debía de ser suficiente. Caminé oyéndole hablar mientras recordaba sus caricias de hace unos segundos y me hundí en el pasado mostrando mis ojos lo más fríos que pudiera, no quería ser descubierto. Estrechamente miré con el rabillo del ojo su cuerpo relajado y tragué con dificultad, no podía estar sumiéndome en esto de nuevo, este sí sería un error que lo pagaría con grandes intereses.

El líquido comenzó a caer rápidamente en el cristal, sentí paz en ese instante, sólo en ese momento. Cerré los ojos agobiado, no podía ser cierto, no podía de nuevo estar jugándomelas por alguien y no con él. De todos los demonios del infierno y me había tenido que deslizar con Josseph Pernd. No iba a comenzar a cuestionarme los por qué. Eso es de humanos, yo no lo era, de inmediato recordé a mi creador, ese que jamás volví a ver después de tanto tiempo. Cerré los ojos justo cuando ambas copas estaban en su cúspide y el gélido aire del aroma del oso me saludó. Le miré de reojo mientras probaba con cierta amargura la copa, el sabor era detestable, había perdido lo dulce, lo ácido y lo quemante, sólo era agua. Miré la copa con el ceño fruncido y entonces entendí que no podría hacer más que aceptarlo. Aceptar en el silencio que había perdido contra él, contra mí, contra el mundo. Sí, porque esto es lo que era, una enfermedad, una que tenía nombre y apellido, una que no quería porque de a poco me mataba pero que necesitaba, mi mal necesario.

Abrí uno de los ojos, sólo para ver cómo estaba de impertinente tras mío, quise quitarle pero las fuerzas eran una trabajosa respuesta negativa constante, ¡qué demonios! Sin hablarle porque todo lo que dijese podía devolverse en mi contra me dediqué a servirle en el nuevo recipiente ignorando su ardiente cercanía, me sentía realmente extraño. Lo quería lejos pero él se empeñaría en luchar contra la corriente con tal de verme irritado, ya no era molestia, era más un fuego que no podía detener, quería quemarlo, quemarme, hundirme en su blasfemo yugo. —Brindamos por mi caída- le extendí la copa dándole de nuevo un trago a la mía sintiendo su mano recorrerme la piel de manera inapropiada, tal cual él era. —Josseph- murmuré girándome completamente para deshacerme de su mano, era extraño cuando le llamaba por su nombre, por lo general nuestras conversaciones eran así; discusiones que terminaban en tetras incultas y uno que otro arrebato. Quería arrancarme la lengua —Hoy no habrá fiesta de bienvenida. Será un pérfido entierro. ¿Notas lo patético que es esto?  Ya no me pertenezco, al parecer- miré hacia un lado con la voz algo forzada  -Detente, no, no lo hagas.- reprimió una voz en la cabeza —Tengo dueño- terminé de hundirme en su mar, en su profundo océano, tal cual me habían predicho y en la ventana comenzó a correr agua.

''Tres cosas que estaría dispuesto a saciar''
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Mensaje por Aaya Maciej Dom Sep 21, 2014 8:29 pm

“Estas bajo la piel de la injusticia”

La sonrisa mostraba mis dientes, mis colmillos relucían de un blanco carnívoro y mi acercamiento a él se propasaba más a cada segundo. Que placer era sentir su perfume, su esencia me embriagaba y cada vez que podía, frotaba mis piernas contra todo lo ajeno. Sus manos tensas y frustradas agarraban la camisa tan horrible que tenía puesta. Esta vez, si él la rompía se lo iba a agradecer, pero no, allí estaba intacta, al parecer tenía que ponerme cosas inusables para que él las dejara sanas. Me reí con algo de gracia y volví a sus ojos que como una selva se perdían entre lienzos. — ¿En qué piensas, tienes miedo? Deiran, el precio de tus errores es demasiado alto, tanto que quizá no te alcance la eternidad para pagarlos. — Le respondía con el mismo ímpetu, con una mano le agarraba la cintura, la apretaba, lo suficiente para tenerlo tan cerca que su piel deseara quemarme hasta pegarse con la mía. Y odié ese instante en que el mundo nos separó. Me quedé mirando a un punto fijo lejano y jadeé por la injusticia. Me giré, le miré el hermoso trasero que escondían sus pantalones y seguí escuchando sus palabras que en realidad quería ignorar. Por momentos pensaba, ‘aléjate rápido, porque si no lo haces, terminaré queriéndote demasiado y si tu no me aceptas, terminarás como cenizas’. Aquello me perturbaba, me lastimaba, si es que así podía llamarlo.

¿Sufría por ser tan maldito? En parte sí, no tener lo que deseaba y reaccionar de esa manera no era la mejor forma. Pero me temía que era imposible cambiar algo como eso. Tenía demasiados milenios como para siquiera ponérmelo a pensar. Pero las palabras que aquel dragón estaba diciendo eran los correctas, tranquilizaban mis impulsos asesinos a tal grado, que solo quería agarrarlo y posarlo en mis piernas, para acariciarle los cabellos como un gato amaestrado. — ¿Está rico? — Pregunté mirando su rostro, como bebía aquel vino, como el líquido pasaba por su garganta y mis elocuentes celos se propagaban a una copa. Mordí mis labios, relamiendo con deseo y de un impulso, mi manos manos se movieron, una en su cintura, la otra por arriba de su pantalón y masajeé lentamente, un movimiento acompasado y no demasiado perverso, solamente, quería acariciarlo, besarle cada rincón de su cuerpo hasta dejarlo dormido en una cama. — Hacerlo por derrotas es algo estúpido, mejor, brindemos por una victoria. Porque yo gano, Chassier. — Se giró y mi mano quedó extrañando. Así que bajé la mirada y dejé salir un bufido casi infantil, para luego cambiarlo por una sonrisa perfecta y agridulce. Lo tenía entre mis dedos y podía apretarlo todo lo que quisiera. ¿Sería capaz de hacérselo ahí mismo sin desmayarme por la poca sangre que tenía? Me quería estrangular el corazón que aunque no latía, hacía el trabajo de mantenerme como inmortal. Podía encamarlo tan dulcemente y mi físico no me daba tregua, eso, era tener mala suerte.

— No, no te perteneces, eso ya te lo había dicho. Pero si piensas que esto me hará olvidar a la niña que camina por tus pasillos, te equivocas. Aun así, brindaré con tu vino. — Le acerqué la copa y la golpeé algo bruto, sin romperla, pero moviéndola bastante, el líquido se arrebataba de lado a lado y de un trago lo bebí todo y al instante siguiente la lancé. Estrellándola contra la pared más alejada, los vidrios saltaron y como por arte de magia mis manos libres le agarraron y le obligaron a sentarse en la mesa, entremetiéndome en sus piernas, para así acercarme a sus labios. Fue algo feroz, tosco y sin cuidado. Mis colmillos formaban parte de aquel beso, agarraban su lengua y la mordían por cada parte mientras le abanicaba contra mí. Apretaba sus nalgas con el debido descontrol y mi entrepierna se apuntaba contra él, quería penetrar toda esa ropa de un saque, chupé, deseé y deslicé mis manos todo lo que pude, hasta que mis piernas se tensaron del dolor y me detuve. La herida de mi pecho temblaba y pequeñas hebras de sangre salían para asustarme. — Esta jodida herida. Cuando se me termine de sanar te haré saltar de punta a punta, ya lo verás. No te vas a salvar. En cama por cinco noches. — Amenazaba, mis ojos se teñían de rojo y cual vil montaña me dirigí al diván que había en un costado, tirándome con molestia en el medio. Abría mi camisa con ambas manos, más abajo, podía observarse como gloriosamente mi miembro se había parado. Pero no le presté atención, al contrario de eso, lo apreté para que se calmara. — Quiero sangre. Me voy de aquí. Así no puedo hacer ni una cosa ni la otra. — Me levanté, untando la sangre que se me había caído con un dedo. — Ven, te la regalo, abre la boca. Voy a volver, ¿qué debería hacer con la mujer que mantienes a tu lado? — Le hablaba con calma, mientras acercaba el índice a sus labios, quería verlo succionar mi dedo, quería desearlo una vez más.
“No hay futuro en tu cuerpo que no sea conmigo dentro” 
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Mensaje por Deiran Chassier Vie Oct 31, 2014 11:45 am

La humillación nunca supo tan dulce

Mis ojos trataban de esconder mis pensamientos. Si así lo estaba logrando era algo que constaba. Quería hacer una cosa y salía otra. Era como una marioneta incapaz de mover sus propias piezas delante de él. Un fuego que no podía controlar, que me quemaba poco a poco sin darme elección en avanzar o quedarme. Era la peor sensación, no poder sentirse dueño de su alma porque pertenecía a un sucio oso endemoniado que estaba dispuesto a castigar, matar, hurtar y robar. Como un diablo poseyendo la inocencia de una recatada volviéndola una mujerzuela. Era tan devastador que dolía su ser en el mío. Lo quería. Necesitaba a esa bestia pero lucharía hasta que sus fauces rasgaran mi piel y comieran mi orgullo. Una guerra perdida sin oportunidad si quiera de contra atacar – No pienso en nada– mentí –Y sinceramente tener miedo no ayuda para nada. Mi condición es tan precaria que quisiera que todo se acabara de una sola vez. Me hace querer tener encarnada en la piel la daga que llevabas allí – señalé con la vista el sitio donde había estado el pedazo de plata, al menos estábamos separados cosa que sabía que no duraría mucho.

– Lo más patético de todo es que estás aquí y yo estoy tratando de parecer un buen anfitrión como si nada pasara– le dediqué una sonrisa forzada por el momento –Creo que no había experimentado esta situación desde hace mucho, es realmente incómoda – ignoré su sonrisa pero él también se miraba confundido. Como si una guerra en sus adentros se llevara a cabo lo envidié por unos segundos, quería tener esa habilidad de no pensar aunque él por lo general siempre me explicaba lo que sentía. Esa era la enorme diferencia entre él y yo. En mi caso  prefería retorcerme de la ira y morir envenenado por el odio de no querer saber más de nada ni nadie. Al final me distraje tanto que nuevamente lo tenía encima de mí y solté un quejido. Sí que hacía las cosas difíciles al parecer no me quería dar tregua – Sabe bien– contesté a su pregunta imaginándome aquello en otra situación y me molestó por lo que me separé pero me detuve cuando sus manos se metían en la tela de mi camisa, en el pantalón, en la espalda. Moviendo mi cuerpo hacia un lado me giré por inercia dándole la espalda para huir de sus garras pero creo que fue la peor idea que se me pudo hacer ocurrido.

–¿Estás consciente de lo que dices? –afirmé para mí – Las derrotas también se pueden brindar con vino aunque estas sepan amargas. No entiendo qué es lo que tendría que celebrar, solo haces que esto se haga cada vez más difícil. ¿No lo entiendes?– parecía que la verborrea no se iba a acabar y es que él sabía que yo no era de los que hablaba tan fluido, apreciaba más el silencio entre otras cosa. Era la primera vez que hablaba más de la cuenta. Qué molesto.  –Estoy casi seguro que estas divirtiéndote con esto. No me parece ninguna gracia – tomé una distancia considerable entre ambos fingiendo molestia. Hacía unos segundos estaba en su regazo como un buen gato dejándose acariciar y después sacaba las garras para defenderme, extrañaba su mano apretada y me hacía sentir estúpido. –No pienses que iría por allí gritando a los cuatro vientos lo que pienso. Al fin y al cabo somos diferentes, recuérdalo. – miré sus ojos que me miraban como un pedazo de carne y me guardé el deseo para más tarde. Tenía que enfocarme o perdería la poca dignidad que me quedaba, terminaría rogándole por un poco de piel.

Me detuve a ver el cristal esperando por un milagro pero todo parecía ir en mi contra, quizás un baño de fuego era lo que necesitaba para despabilarme y negué a sus palabras al recordarla a ella. Parecía que nadie de lo que dijera iba a sacarle el tema de la cabeza, ¿tendría que verme completamente humillado ante él? Negué rápidamente, no iba agachar la cabeza. No. El choque de la copa me hizo volver en sí y miré la rabia con la que tomaba el vino pero fue entonces cuando el estridor del cristal romperse contra la pared me hizo voltear a verle en serio y tragué no por miedo sino porque quería estar solo – Josseph– repetí su nombre con molestia, tanto que me ardieron sus manos, su piel. Sí, esto era lo que quería desde hace un rato ¡Maldición! Correspondí a su beso luchando un poco con su lengua mientras sus manos prácticamente me desnudaban con cada apretón hacían que el fuego en mis entrañas quisiera levantando demonios que quería que se quedaran para siempre dormidos y justo tan violento como empezó así se detuvo.

Mirando como la tela de la camisa se pintaba de sangre limpié un hilo de saliva que había quedado del contacto anterior y gruñí sintiéndome patético. Colocándome de pie en aquel instante me repasé lo que diría pero ya nada ensayado funcionaba. Era más instintivo – Qué diplomático suena. Deberías tener un poco más de… Lo que sea, no importa.– sus comentarios eran terribles, el rey de la imprudencia. El olor de su sangre se hizo fuerte y casi malévolo en el ambiente. Tenía que recordar que él había succionado hasta la última gota de mi cuerpo y al igual que él mi cuerpo deseaba el tibio líquido carmesí de algún humano.  Mis ojos se encendieron al ver como peligrosamente se acercaba a mí con su dedo manchado por la linfa que brotaba de la herida que no quería cerrar. Entreabrí los labios sintiendo humedecer los mismos con el líquido rojo y no pude evitar como un peón ante su reina caer. Por instinto saborré su dedo succionando hasta la última gota de sabor que quedaba en ella queriendo más, de él sabía mejor . Separándome de su cercanía lo hice para protegerle o saltaría encima a beber de lo que no tebía y cerré los ojos algo extasiado –No tiene por  qué molestarte, ya tienes a quien querías. Ella sale sobrando. ¿Qué quieres? ¿Qué firme un contrato donde diga que te pertenezco?– solté con algo de rabia –Ya me he humillado lo suficiente a ti, Pernd. Este teatro te quedó perfecto – miré su mar en que ya me tenía completamente sumergido.

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Mensaje por Aaya Maciej Miér Nov 05, 2014 8:13 pm

“No agrandes la mentira, ni achiques la verdad, los tamaños son una ilusión de la mente.”


Me provocaba su estúpido anhelo por salir volando como una mariposa libre, él era mío, lo había dicho desde hacía meses y jamás salía perdiendo, cuando mis caprichos eran negados, solía tomar espada en mano y la sangre, junto con cenizas corría por el lugar. En ese caso, no tenía pensado llevar a cabo ninguno de esas cosas, no deseaba hacer añicos aquel hermoso dragón que lentamente se amansaba en mis pies. Fue entonces cuando ladeé la cabeza, negando pavorosamente por su habladuría. Aparentemente jamás le habían clavado una daga en el roce del corazón. Si no fuese por mi gran edad, quizá no hubiese tenido la suficiente fortaleza para sobrevivir. — Que exagerado, no soy tan doloroso como una estaca envenenada. Que mocoso, parece que te han robado un juguete. — Solo le mostraba una sonrisa tranquila, triunfante y sobre todo, sobradora. No podía evitar tener esa sensación dulce en la boca. Y es porque le había ganado a un gato traicionero y también sentía dulce, porque a pesar de todo, el cuerpo y el alma macabra de aquel otro inmortal, llenaba un poco de mi interior. Me mantenía entretenido, con ganas de no molestar al mundo y solo mantener mi atención en él, en su cuerpo, en sus labios. Disfrutando sus quejas como si eso fuese parte de un cuento. Las escuchaba, pero no me importaban, no las tomaba en serio, porque él podía decir cosas dolorosas, pero siempre terminaría a perdiendo.
Así mismo parecía que se le erizaban los cabellos cuando acariciaba su piel, se agitaba y se movía, pero el gusto en sus poros se hacía notar, me provocaba relamer mis labios, querer penetrarlo dulcemente hasta que diga que no entra más y en ese instante degollarlo hasta hacerlo desmayar. Tan perfecta era su figura, que sin dudas no podía ni equipararse al placer de tener dos mujeres en mi cama. — En mi presencia, solo habrá brindis por victorias. ¿Qué clase de nórdico disfruta una derrota?, cuando pierdes tienes que volverte más fuerte o bajar la cabeza ante quien te ganó. Solo hay dos opciones. Tú puedes contentarte estando en mis brazos o puedes intentar seguir combatiendo, creo que sabes lo que te conviene. — Mis ojos cansinos le mostraban el placer y el dolor que podía otorgarle, una mezcla perfecta y sinfónica que lo haría tambalear, no había otra manera de que pueda sobrevivir, yo era su única salida, el único lugar al que realmente podía volver. — Pequeño dragón, no entiendo lo que dices, son palabras burdas… Divirtiendo es poco, Chassier. Hacía siglos que no me gustaba tanto escuchar las maldiciones de otra persona. — Respondía con soltura, al tiempo que hacía estrellar la copa y me hundía en sus entrañas, sentía sus palpitaciones inmortales en mis dedos, su rebuscada manera de mostrarme sus sentimientos. Incluso cuando los intentaba ocultar es que me gustaba más. Era emocionante verlo torturarse solo, me intrigaba, pero más lo hacían sus partes que con cuidado temblaban y me buscaban.
Tomé su nuca cuando se alejó de mi dedo, sentí su lengua y el escozor de su tibia saliva me llenó, mis ojos vaporeaban deseos, mis colmillos relucían y la sonrisa se marcaba. Deslicé mi extremidad un poco más por su cavidad, metiendo un segundo dedo, agarraba su lengua, aún sujetaba con la otra mano su cuello, lo mantenía aprisionado en donde deseaba que se mantuviese. — Chupalos más. Mmm… No me interesan los contratos, no hay ninguno que dure más de diez años. ¿Intentas convencerme con tu cuerpo? — Doblé las piernas, dejando una sobre la otra, mientras movía mi dedo cautelosamente en su cavidad, buscaba verlo retorcer, porque sabía que deseaba sangre, pero no tomaría la mía así como así. Y luego de segundos de torturarle la lengua con lentos tirones lo separé, agarré sus cabellos con fuerzas, estirando así su cabeza hacia arriba, para poder besarle. Tomé sus labios, su esencia era solo mía, la disfrute con énfasis y tiré su cuerpo a un lado mirando hacía una pared vacía con un tanto de entusiasmo. Como si fuese lo más interesante del mundo. —Nada es suficiente para mí, podrás gritar y llorar, sabiendo que me perteneces solo a mí. — Me levanté del diván, alzando mis cabellos hacía atrás, sonreí con molestia, el ardor en mi pecho afloraba y un suspiro cansino fue el que logró salir al saber que solo podría tocar su bella flor en semanas. Me relamí y miré a los lados, busqué entonces una puerta, mientras apoyaba la mano sobre mi cuello, lo hacía tronar, como quien se acomoda los huesos. — Muéstrame la salida, vendré por ti pronto, no te escondas, si lo haces, te encontraré y me las pagarás. Tú y aquella mujer que camina en este mundo llevando la sangre que me pertenece. ¿Lo entiendes? — Acaricié su mejilla, la yema de mis dedos seca y algo rasposa se paseaba por su piel, acariciando sus ángulos, mientras una media sonrisa florecía entre medio de aquello. Y en ello, terminé yéndome, alejándome de aquel lugar donde estaba el vampiro que había hecho que mi interior se ilusione una vez más. Volvería a verlo, solo necesitaba tiempo, para que los vasos sanguíneos de piel se llenen con esmero. 
“Solo yo puedo ser tu luz en esa oscuridad.” 


[CERRADO]
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