AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Y el sueño se torno pesadilla [Ivana]
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Y el sueño se torno pesadilla [Ivana]
También los sueños se sobreviven.
Fiódor Mijáilovich Dostoyevski
Había decidido ayudar a una mujer que desde años atrás atormentaba mis sueños, existían pocas noches en las que el mundo de los sueños me permitiera no tener las visiones de esa mujer correr en su caballo y siendo perseguida por algo de lo que únicamente yo tenía el poder de salvarle. Creí por demasiados años que las palabras de la bruja que juraba que eso era una visión de mi futuro no eran más que las palabrerías de alguien que ha perdido la cordura; pese a que encontré el árbol de mis sueños no confiaba en las visiones de mi sueños, simplemente porque en ningún momento se apareció la mujer de la capucha, al menos no hasta este momento.
No me encontraba seguro del todo en creer sus palabras, pero tampoco tenía razón alguna para desconfiar de ella y mucho menos porque no era una mujer como siempre creí, sino una niña, alguien demasiado joven para comprender las atrocidades del mundo, de los cuales estaba yo bastante bien enterado. Había sido por su juventud y la idea de los sueños que me torturaban continuamente que termine por salvarle, así es como terminamos andando los dos a paso lento con rumbo al sitio donde le daría alojo. Mi propia mansión.
– Las cosas no serán fáciles Ivana si lo que planeas es encontrarte con el Rey de estas tierras – hable con toda sinceridad, quizás añadiendo un poco más de dificultades de las verdaderas pero bien sabía que antes de presentar a alguien acusado de traición ante el Rey, era necesario que me encontrara seguro de su inocencia. Mire a Ivana que viajaba en su yegua blanca al lado de mi caballo; el andar veloz que antes llevaron los animales no era más que un recuerdo pues ahora sus pasos eran lentos, como un simple paseo en que no existía prisa alguna en llegar al destino. Cuando mis ojos se encontraban con los de la joven a mi lado, mi corazón gritaba su inocencia mientras que mi raciocinio decía que debía asegurarme de mis pasos, que aquellas criaturas con rostros angelicales eran las que peor daban las puñaladas por la espalda y con todo el dolor que mi corazón sentía ante esos pensamientos, estaba consciente de que eran verdad. Si es que aquella bella criatura estaba ahí únicamente para llevarle a la ruina, no dudaría segundo alguno en entregarla a los perseguidores de quienes no quedaban ni las sombras, para que ellos se encargaran de darle fin a su vida.
– Este primer día en mi hogar nos limitaremos a idear perfectamente la historia sobre tu llegada, veremos cual será la manera más apropiada en la que deberás de trabajar y como es que diré que estarás conmigo tanto tiempo y… – mire las ropas que llevaba puestas, las cuales eran más que obvias. La vestimenta de la joven no era nada comparable a la de una mujer de campo o alguien que ha sido escogida para ser una simple doncella, sin embargo, algo se me ocurriría en el camino para de esa manera no levantar las sospechas y habladurías que nacerían entre la servidumbre – bueno, ya veremos que hacer con tu atuendo – un suspiro salió de mis labios mientras que a la distancia ya comenzaba a notar lo que era mi hogar, un lugar donde Ivana se encontraría a salvo de todo hasta que yo decidiera si era digna de ver a nuestro Rey o lo que debía era ser enviada a la horca.
No creía necesario hablar de nada más. Lo primordial era entrar a mi hogar y cambiarnos las ropas húmedas que aun estaban sobre nuestros cuerpos aunque para fortuna de ambos no llovía más.
– No diremos nada sobre tu presencia hasta que todo este en orden. ¿Entendido? – Mis palabras eran más una orden que alguna otra cosa y no preste más atención en si a ella le parecía o no, pues se volvía momento de ponernos serios, de tomar las cosas en serio y no dejar que nadie supiera la verdad sobre Ivana y su presencia. El silencio surgió mientras que entrábamos al lugar que denominaba hogar y los pasos de los caballos eran dirigidos a los establos. Miraba de reojo a la joven, asegurándome de esa manera que no tratara de escapar o hacer alguna jugarreta tonta, pero pese a mis creencias, se mantuvo esperando que siguiremos.
Fiódor Mijáilovich Dostoyevski
Había decidido ayudar a una mujer que desde años atrás atormentaba mis sueños, existían pocas noches en las que el mundo de los sueños me permitiera no tener las visiones de esa mujer correr en su caballo y siendo perseguida por algo de lo que únicamente yo tenía el poder de salvarle. Creí por demasiados años que las palabras de la bruja que juraba que eso era una visión de mi futuro no eran más que las palabrerías de alguien que ha perdido la cordura; pese a que encontré el árbol de mis sueños no confiaba en las visiones de mi sueños, simplemente porque en ningún momento se apareció la mujer de la capucha, al menos no hasta este momento.
No me encontraba seguro del todo en creer sus palabras, pero tampoco tenía razón alguna para desconfiar de ella y mucho menos porque no era una mujer como siempre creí, sino una niña, alguien demasiado joven para comprender las atrocidades del mundo, de los cuales estaba yo bastante bien enterado. Había sido por su juventud y la idea de los sueños que me torturaban continuamente que termine por salvarle, así es como terminamos andando los dos a paso lento con rumbo al sitio donde le daría alojo. Mi propia mansión.
– Las cosas no serán fáciles Ivana si lo que planeas es encontrarte con el Rey de estas tierras – hable con toda sinceridad, quizás añadiendo un poco más de dificultades de las verdaderas pero bien sabía que antes de presentar a alguien acusado de traición ante el Rey, era necesario que me encontrara seguro de su inocencia. Mire a Ivana que viajaba en su yegua blanca al lado de mi caballo; el andar veloz que antes llevaron los animales no era más que un recuerdo pues ahora sus pasos eran lentos, como un simple paseo en que no existía prisa alguna en llegar al destino. Cuando mis ojos se encontraban con los de la joven a mi lado, mi corazón gritaba su inocencia mientras que mi raciocinio decía que debía asegurarme de mis pasos, que aquellas criaturas con rostros angelicales eran las que peor daban las puñaladas por la espalda y con todo el dolor que mi corazón sentía ante esos pensamientos, estaba consciente de que eran verdad. Si es que aquella bella criatura estaba ahí únicamente para llevarle a la ruina, no dudaría segundo alguno en entregarla a los perseguidores de quienes no quedaban ni las sombras, para que ellos se encargaran de darle fin a su vida.
– Este primer día en mi hogar nos limitaremos a idear perfectamente la historia sobre tu llegada, veremos cual será la manera más apropiada en la que deberás de trabajar y como es que diré que estarás conmigo tanto tiempo y… – mire las ropas que llevaba puestas, las cuales eran más que obvias. La vestimenta de la joven no era nada comparable a la de una mujer de campo o alguien que ha sido escogida para ser una simple doncella, sin embargo, algo se me ocurriría en el camino para de esa manera no levantar las sospechas y habladurías que nacerían entre la servidumbre – bueno, ya veremos que hacer con tu atuendo – un suspiro salió de mis labios mientras que a la distancia ya comenzaba a notar lo que era mi hogar, un lugar donde Ivana se encontraría a salvo de todo hasta que yo decidiera si era digna de ver a nuestro Rey o lo que debía era ser enviada a la horca.
No creía necesario hablar de nada más. Lo primordial era entrar a mi hogar y cambiarnos las ropas húmedas que aun estaban sobre nuestros cuerpos aunque para fortuna de ambos no llovía más.
– No diremos nada sobre tu presencia hasta que todo este en orden. ¿Entendido? – Mis palabras eran más una orden que alguna otra cosa y no preste más atención en si a ella le parecía o no, pues se volvía momento de ponernos serios, de tomar las cosas en serio y no dejar que nadie supiera la verdad sobre Ivana y su presencia. El silencio surgió mientras que entrábamos al lugar que denominaba hogar y los pasos de los caballos eran dirigidos a los establos. Miraba de reojo a la joven, asegurándome de esa manera que no tratara de escapar o hacer alguna jugarreta tonta, pero pese a mis creencias, se mantuvo esperando que siguiremos.
Alain Vial- Realeza Italiana
- Mensajes : 38
Fecha de inscripción : 15/01/2014
Re: Y el sueño se torno pesadilla [Ivana]
Ahora, en este preciso momento;
Empezaba mi vida.
Anónimo.
Empezaba mi vida.
Anónimo.
Es difícil echar tierra sobre los pasos que alguna vez hemos hecho en el pasado. Sin embargo el pasado ya ha sucedido y lo que queda aún está por venir, por lo que me obligué a dejar las mañanas soleadas en mi memoria. Los hechizos a escondidas, las velas alumbrando mis paseos nocturnos. La voz de padre y los bailes populares de la gran Inglaterra. Todo se había perdido. Todo quedaba atrás… Y ¿Por qué? Por esos corazones corruptos, por la oscuridad de las almas ennegrecidas al paso del tiempo. Por aquellos que decidieron traicionar a padre y provocar su muerte. Por ende también la mía como familiar del traidor.
Era por eso, que justo para cuando fuera colgado yo ya me encontraba lejos, muy lejos de allí, siendo perseguida hasta Francia, donde me encontré con un salvador. Con aquel extraño que no dejaba de verme a los ojos con muchas dudas en su sombra y quien para salvarme de ser descubierta, había sido el primer hombre en besarme. ¿Qué diría padre y madre de ello? Con una sonrisa pensé en ello y bien me pude imaginar la suave risa de madre y los regaños de padre. Y ahora… donde me encontraba? De camino a la mansión del conde de Francia. Finalmente allí me encontraría a salvo. Tras tanto tiempo huyendo iba de camino a un refugio. Quizás no debería de confiar tan pronto y ciegamente en aquel joven. Pero mi corazón me pedía que confiara en él y allí me encontraba, decidida a cambiar mi vida solo por su palabra, su promesa.
El aire removía mi cabello y las crines de mi blanco corcel, creando un mar blanco en la nada. El galope de ambos corceles no se detuvo hasta pasado un buen rato que junto con el corcel del conde que se calmara, mi corcel lo siguió colocándose al costado, caminando uno contra el otro. Juntos. Mi mirada se centraba al frente, observando todo lo de nuestro alrededor. La tormenta y las nubes parecían disiparse y un sol radiante alumbraba entre los arboles nuestras figuras. Cerré un instante los ojos sintiendo el calor en mi piel, aún húmeda de la lluvia que había hecho aparecer para burlar mis perseguidores y sonreí suavemente, sin ningún porqué, sintiéndome observada por Alain.
—Tampoco fue sencillo llegar hasta aquí… —Dije viéndole cautivada por las facciones varoniles y aquel cabello desarreglado tras la cabalgata lo que le hacía verse un poco más joven. Sonrojándome antes de que me descubriera volví mi vista al frente y suspiré. Me sentía extrañamente unida a él. A pesar de haber escapado al principio, al oírle su voz se me hacía tan familiar que no tenía en claro de dónde me sonaba. Y aquel beso… sonriendo tímidamente suspiré. Jamás me había sentido de aquella forma, tan atraída por alguien desconocido, pero que mi corazón parecía reconocer. — Me parece adecuado lo de la joven doncella, y hasta podría simular ser una joven de clase media, que simplemente cumplo con mi castigo por representar una vergüenza a mis padres… Quizás besara a un joven y estuviera comprometida. Del engaño podrían desear librarse de mí, y termine sirviéndote. —Dije pensando en aquel primer beso sonrojándome nuevamente con lo que serví mi cabello de cortina para que los ojos ajenos no pudieran ser consciente del rubor de mis mejillas.
A paso lento llegamos a lo que divise la entrada a una gran mansión. No debíamos de andar yendo hacia a parte delantera, ya que solo veía las cuadras y la zona trasera de la construcción, bastante cerca de donde reposaban y comían los caballos con tranquilidad. El caballo del conde pareció conocer muy bien y tener ganas de volver a su establo, que nos pasó de largo dejándonos a nosotras a su cola, siguiéndole.
— Como deseéis. — Le contesté, aunque tampoco hacía falta que me lo dijera. A partir de aquel momento dejaría de ser la que siempre había sido para volverme ante los demás una joven doncella sin más futuro que lo que el conde deseara para mí. Suspirando, observando los jardines y campos, forcé a acelerar un poco más el paso a mi yegua, teniendo cuidado de su pata malherida, hasta adentrarnos en los establos y allí detenerme al lado del corcel oscuro. Por suerte no parecía haber mucha gente y los establos estaban vacíos de presencia humana. Mi yegua relinchó y acarició con su cuello el corcel de Alain, lo que provoco en mí una sonrisa. No solo yo parecía estar cautivada por el joven, también ella se encontraba atraída por el acompañante del conde. Pensarlo de aquel modo me hizo reír suavemente, como hacia tanto tiempo no reía hasta que viendo al frente me encontré con los ojos del conde y detuve abruptamente el sonido de mi garganta. — Lo siento… ¿Dónde la dejo? —Le pregunté sin saber dónde podría dejar a mi yegua para que alguien pudiera verle la pierna malherida. — Y no hace falta que me miréis así…No escaparé. Tenéis mi palabra.
Y mi palabra era sagrada, no iba a fallarle.
Ivana Belankorth- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 02/11/2013
Re: Y el sueño se torno pesadilla [Ivana]
El amor es la infinita mutabilidad del mundo
Tony Kushner
Esa mañana había despertado con la normalidad de cualquier día, solo para llevarme a aquel encuentro que parecía amenazar todo cuanto había vivido hasta esos momentos. Debía centrarme en lo que diríamos, haríamos y como es que haría para tener a Ivana lo suficientemente cerca como para cuidarle y que no corriera peligro en ningún momento. Dije que a mi lado y en aquel hogar mío se encontraría a salvo; no pensaba decepcionar esas palabras. Curioso. Era de las pocas ocasiones en que estaba decidido a cumplir mi palabra costara lo que costara. Ya no tenía que ver con el sueño que antes inundara continuamente mi mente, después de todo, ya se encontraba a salvo de lo que creía era la parte que mi sueño me pedía, sin embargo, tenía la necesidad de que permaneciera más tiempo cerca. No buscaba solo cerciorarme de no tener bajo mi cargo a una traidora, existía algo más, pero aún no daba con que era eso que cada vez que la miraba me hacía atarme a ella.
– Nunca es fácil llegar a ningún lugar Ivana – Por mi parte no debí atravesar toda la distancia que ella recorrió solo por estar a salvo, mi viaje había sido diferente. Transcurrió entre sueños, siempre entre persecución. Tal vez recorrimos la misma distancia de diferentes maneras únicamente para llegar hasta aquel momento, y si bien no creía completamente en ese pensamiento, tampoco podía descartarlo. Si era necesario que pasáramos más tiempo juntos, mis sueños nunca me lo revelaron así que me limitaba a hacer lo que consideraba ser correcto, por eso me ofrecí en cuidarle y protegerle – Me alegra saber que mis ideas no te parecen tan descabelladas, aunque lo de la joven comprometida no se me hubiese ocurrido nunca – dirigí una mirada fugaz en dirección a Ivana, maldiciendo a su cabello por impedirme contemplarle en aquellos momentos que realmente lo necesitaba. Era divertido que pensara en besos justo después de que nosotros mismos nos hubiésemos enfrascado en uno con tal de salvar nuestras vidas, así que eso podía seguirnos salvando más tiempo – Que alguien busque librarse de su hija para deshacerse de la vergüenza que significa permitir ser besada por cualquiera; ciertamente esa historia será algo que creerán – sonreí con autosuficiencia, pensando en lo que podía recorrer la mente de la joven ante mis palabras que no fueron precisamente las más respetuosas. Trataba de desviar mis pensamientos del beso, pero sus palabras lo traían de regreso y eso no era mi culpa, así que debía soportar que hablara quizás un poco más de eso, después de todo, no quería olvidar tan pronto la suavidad de los labios ajenos sobre los míos, la calidez que trasmitía pese al ambiente húmedo y algo fresco que nos envolvía; ella era, embriagante y eso me fascinaba hasta dejarme mirándole como un inepto, tal cual lo hacía en esos momentos.
Entrar a mi hogar significaba que ella aceptaba del todo lo que decidiera que era conveniente hacer. Sospechaba que lo hacía únicamente porque yo simbolizaba una audiencia directa con el Rey, la posible única ayuda de verdadero valor para una joven como ella. Dejarla marcharse pronto no era opción pero tampoco lo era mantenerle a base de mentiras y engaños cuando llegara el momento oportuno para llevarle ante el Rey, solo después de asegurar que su traición era una farsa y de que nuestro Rey sería capaz de comprender eso, así como el hecho de que alojara en mi hogar a alguien que simbolizara peligro.
Las caballerizas no tenían a nadie en esos momentos que pudiera observarnos de manera curiosa, aspecto que era importante mientras terminábamos de asegurar todo y de que no se saliera nada de lo previsto a planeado antes de presentarla al resto de la servidumbre de la casa. Su yegua se acercaba a mi caballo demasiado, pero no parecía incomodar para nada a mi montura así que sonreía al escuchar levemente como Ivana se alegraba aunque fuera un poco. Llegábamos hasta una de las orillas de las caballerizas, el sitio reservado para mi corcel cuando la voz suave y dulce de la joven me hizo mirarle.
– No tienes porque disculparte, no has hecho nada malo y aún no eres doncella de este lugar. Primero debemos asegurar todo antes de dar ese paso – baje del caballo que avanzó a su sitio y fui a ayudar a que Ivana descendiera de la yegua, que veloz, se dirigió al lado de quien hasta ese momento era mi más fiel acompañante – Parece que se agradan demasiado –Le sonreí para que no se preocupara tanto y a su vez para disminuir mis preocupaciones – Espero que tu palabra no me decepcione Ivana – No me di cuenta de lo que hacía hasta que mi dedo ya abandonaba la mejilla de la joven y suspire antes de señalar el camino en dirección a la salida – Es hora de ir a hablar de negocios importantes en un sitio más privado; quien venga y vea a su yegua y el lugar donde se encuentra, no dudaran en atenderle aunque no de la orden directa de hacerlo así que estara bien.
Salimos rápidamente, dejando los caballos en aquel lugar y le hice una seña con la mano para que me siguiera. Odiaba las miradas de todos sobre mi persona cuando llegaba a casa por la puerta principal, por tal motivo de vez en cuando utilizaba algunas otras entradas opcionales que me ayudarían en ese caso en especifico. Andamos en silencio un tramo corto, hasta llegar a la pared de lo que era mi hogar y poco más delante estaba una puerta; la puerta que nos llevaría a un sitio donde neutra relación seria algo más formal entre empleador y empleada.
– Te llevare por pasillos un poco inutilizados, así podemos hablar sin temer que nos escuchen. Igual a mi despacho personal nadie entra – sin decir más, abrí rápido la puerta para que entráramos y nuestra andanza por el lugar que sería su hogar comenzaba – Dime ¿Tienes alguna petición especial? Quisiera saber que es lo que consideras adecuado y no que realices, lo digo ahora porque más tarde no podremos cambiar las reglas de lo que acordemos ahora – que tomara sus precauciones debidamente ahora que tenía la oportunidad, después, sería muy tarde.
Tony Kushner
Esa mañana había despertado con la normalidad de cualquier día, solo para llevarme a aquel encuentro que parecía amenazar todo cuanto había vivido hasta esos momentos. Debía centrarme en lo que diríamos, haríamos y como es que haría para tener a Ivana lo suficientemente cerca como para cuidarle y que no corriera peligro en ningún momento. Dije que a mi lado y en aquel hogar mío se encontraría a salvo; no pensaba decepcionar esas palabras. Curioso. Era de las pocas ocasiones en que estaba decidido a cumplir mi palabra costara lo que costara. Ya no tenía que ver con el sueño que antes inundara continuamente mi mente, después de todo, ya se encontraba a salvo de lo que creía era la parte que mi sueño me pedía, sin embargo, tenía la necesidad de que permaneciera más tiempo cerca. No buscaba solo cerciorarme de no tener bajo mi cargo a una traidora, existía algo más, pero aún no daba con que era eso que cada vez que la miraba me hacía atarme a ella.
– Nunca es fácil llegar a ningún lugar Ivana – Por mi parte no debí atravesar toda la distancia que ella recorrió solo por estar a salvo, mi viaje había sido diferente. Transcurrió entre sueños, siempre entre persecución. Tal vez recorrimos la misma distancia de diferentes maneras únicamente para llegar hasta aquel momento, y si bien no creía completamente en ese pensamiento, tampoco podía descartarlo. Si era necesario que pasáramos más tiempo juntos, mis sueños nunca me lo revelaron así que me limitaba a hacer lo que consideraba ser correcto, por eso me ofrecí en cuidarle y protegerle – Me alegra saber que mis ideas no te parecen tan descabelladas, aunque lo de la joven comprometida no se me hubiese ocurrido nunca – dirigí una mirada fugaz en dirección a Ivana, maldiciendo a su cabello por impedirme contemplarle en aquellos momentos que realmente lo necesitaba. Era divertido que pensara en besos justo después de que nosotros mismos nos hubiésemos enfrascado en uno con tal de salvar nuestras vidas, así que eso podía seguirnos salvando más tiempo – Que alguien busque librarse de su hija para deshacerse de la vergüenza que significa permitir ser besada por cualquiera; ciertamente esa historia será algo que creerán – sonreí con autosuficiencia, pensando en lo que podía recorrer la mente de la joven ante mis palabras que no fueron precisamente las más respetuosas. Trataba de desviar mis pensamientos del beso, pero sus palabras lo traían de regreso y eso no era mi culpa, así que debía soportar que hablara quizás un poco más de eso, después de todo, no quería olvidar tan pronto la suavidad de los labios ajenos sobre los míos, la calidez que trasmitía pese al ambiente húmedo y algo fresco que nos envolvía; ella era, embriagante y eso me fascinaba hasta dejarme mirándole como un inepto, tal cual lo hacía en esos momentos.
Entrar a mi hogar significaba que ella aceptaba del todo lo que decidiera que era conveniente hacer. Sospechaba que lo hacía únicamente porque yo simbolizaba una audiencia directa con el Rey, la posible única ayuda de verdadero valor para una joven como ella. Dejarla marcharse pronto no era opción pero tampoco lo era mantenerle a base de mentiras y engaños cuando llegara el momento oportuno para llevarle ante el Rey, solo después de asegurar que su traición era una farsa y de que nuestro Rey sería capaz de comprender eso, así como el hecho de que alojara en mi hogar a alguien que simbolizara peligro.
Las caballerizas no tenían a nadie en esos momentos que pudiera observarnos de manera curiosa, aspecto que era importante mientras terminábamos de asegurar todo y de que no se saliera nada de lo previsto a planeado antes de presentarla al resto de la servidumbre de la casa. Su yegua se acercaba a mi caballo demasiado, pero no parecía incomodar para nada a mi montura así que sonreía al escuchar levemente como Ivana se alegraba aunque fuera un poco. Llegábamos hasta una de las orillas de las caballerizas, el sitio reservado para mi corcel cuando la voz suave y dulce de la joven me hizo mirarle.
– No tienes porque disculparte, no has hecho nada malo y aún no eres doncella de este lugar. Primero debemos asegurar todo antes de dar ese paso – baje del caballo que avanzó a su sitio y fui a ayudar a que Ivana descendiera de la yegua, que veloz, se dirigió al lado de quien hasta ese momento era mi más fiel acompañante – Parece que se agradan demasiado –Le sonreí para que no se preocupara tanto y a su vez para disminuir mis preocupaciones – Espero que tu palabra no me decepcione Ivana – No me di cuenta de lo que hacía hasta que mi dedo ya abandonaba la mejilla de la joven y suspire antes de señalar el camino en dirección a la salida – Es hora de ir a hablar de negocios importantes en un sitio más privado; quien venga y vea a su yegua y el lugar donde se encuentra, no dudaran en atenderle aunque no de la orden directa de hacerlo así que estara bien.
Salimos rápidamente, dejando los caballos en aquel lugar y le hice una seña con la mano para que me siguiera. Odiaba las miradas de todos sobre mi persona cuando llegaba a casa por la puerta principal, por tal motivo de vez en cuando utilizaba algunas otras entradas opcionales que me ayudarían en ese caso en especifico. Andamos en silencio un tramo corto, hasta llegar a la pared de lo que era mi hogar y poco más delante estaba una puerta; la puerta que nos llevaría a un sitio donde neutra relación seria algo más formal entre empleador y empleada.
– Te llevare por pasillos un poco inutilizados, así podemos hablar sin temer que nos escuchen. Igual a mi despacho personal nadie entra – sin decir más, abrí rápido la puerta para que entráramos y nuestra andanza por el lugar que sería su hogar comenzaba – Dime ¿Tienes alguna petición especial? Quisiera saber que es lo que consideras adecuado y no que realices, lo digo ahora porque más tarde no podremos cambiar las reglas de lo que acordemos ahora – que tomara sus precauciones debidamente ahora que tenía la oportunidad, después, sería muy tarde.
Alain Vial- Realeza Italiana
- Mensajes : 38
Fecha de inscripción : 15/01/2014
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