AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Exile (Deméter)
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Exile (Deméter)
"No importa la hora que sea, para ella siempre es media noche"
Desde hace mucho había dejado de importar la hora de despertar. Se dormía con la intención de volver a amanecer un día de esos y encontrar su pasado en su presente y no cubierto de polvo bajo una almohada. Ella seguía sintiendo que no quedaba nada. No podía ver debajo de su cama porque no tenía una y los monstruos se habían ido con demonios a quienes llaman santos y navegan en las lágrimas de otros. Se dejó caer de nuevo en el universo de almohadas que no vería nunca, en medio de la tienda de un gitano al que le temía con la misma intensidad con la que casi lo veneraba. Se meció la soledad sin prisas, convenciéndose de que su vida no era buena ni mala ahora, simplemente diferente, vacía o tal vez increíble. –Rylan– le llama en voz baja, pero nadie responde, como nadie ha notado que se siente muerta.
Afuera de la carpa celebran. La música y los gritos alegres lo invaden todo. Rylan no está, lo ha comprobado porque en la tienda no se siente nadie más y ella sabe que no debe salir, ni hablar de nada. Es una desconocida, de rasgos distintos a los típicos gitanos y a quien sólo han visto en compañía del gitano que tampoco habla más allá de lo necesario. Él es extraño, lejano y un solitario que pese a su frialdad le había salvado de morir sobre la arena en la que aún se derramaba su sangre y la mantenían en el suelo los golpes. Su salvador tiene algo de tirano, pero la mujer no reprocha nada porque no tiene a nadie más. Y quizás nunca lo tenga, ha sido demasiado mancillada para rehacer una vida en una época como esa.
Pero siente que la piel le arde, le quema tanto como sus propios pensamientos y su garganta permanece reseca. El agua que tenía de la noche anterior se ha terminado y no le ha mencionado a Rylan que se siente enferma. Monicke se limita a hablarle lo necesario porque teme molestarlo. No llora porque él le ha dicho desde el principio que no lo haga. No se queja por la misma razón y él no la toca siquiera como para saber que había estado en la noche con fiebre. Pero ¿Por qué debería enterarse de la salida de la cambiaformas por algo de agua? Su sentido del oído le ayudaría a encontrar el fluir de algún caudal, finalmente los gitanos solían establecerse cerca de cualquier asentamiento de aguas que les permitiera lavarse a sí mismos, a sus ropas y disponer de la misma para sus comidas. Si él la descubría, tendría que asumir las consecuencias y pese al temor que pudiera sentir, ya no soportaba el ardor de su garganta.
Salió descalza, con los ojos cerrados como de costumbre y aguzando el oído. Tropezó con un par de personas, pero nadie dijo nada y con absoluta lentitud y trabajo, llegó a donde las aguas se movían como si de un río se tratara. Dio pasos lentos, temerosa de avanzar demasiado y ser llevaba por la fuerza de las aguas como bien ya conocía. Sus pies sintieron la humedad de la tierra y continuó hasta que le rozó los tobillos. Dio un suspiro y se puso se cuclillas, ahuecando las manos para beber rápidamente y volver a la carpa antes que el gitano llegara. Y en eso estaba cuando el sonido típico del siseo de una serpiente le llegó a los oídos y la cambiaformas se erizó por completo. Sin más avanzó algo más hacia las aguas, donde nada se le acercara. Se sintió temblar, con el típico temor de cualquier ave hacia un animal de esos. Monicke no se transformaba luego del fatídico suceso con la inquisición, pero los temores eran todos potenciados, como si la muerte la rondara a cada segundo.
Afuera de la carpa celebran. La música y los gritos alegres lo invaden todo. Rylan no está, lo ha comprobado porque en la tienda no se siente nadie más y ella sabe que no debe salir, ni hablar de nada. Es una desconocida, de rasgos distintos a los típicos gitanos y a quien sólo han visto en compañía del gitano que tampoco habla más allá de lo necesario. Él es extraño, lejano y un solitario que pese a su frialdad le había salvado de morir sobre la arena en la que aún se derramaba su sangre y la mantenían en el suelo los golpes. Su salvador tiene algo de tirano, pero la mujer no reprocha nada porque no tiene a nadie más. Y quizás nunca lo tenga, ha sido demasiado mancillada para rehacer una vida en una época como esa.
Pero siente que la piel le arde, le quema tanto como sus propios pensamientos y su garganta permanece reseca. El agua que tenía de la noche anterior se ha terminado y no le ha mencionado a Rylan que se siente enferma. Monicke se limita a hablarle lo necesario porque teme molestarlo. No llora porque él le ha dicho desde el principio que no lo haga. No se queja por la misma razón y él no la toca siquiera como para saber que había estado en la noche con fiebre. Pero ¿Por qué debería enterarse de la salida de la cambiaformas por algo de agua? Su sentido del oído le ayudaría a encontrar el fluir de algún caudal, finalmente los gitanos solían establecerse cerca de cualquier asentamiento de aguas que les permitiera lavarse a sí mismos, a sus ropas y disponer de la misma para sus comidas. Si él la descubría, tendría que asumir las consecuencias y pese al temor que pudiera sentir, ya no soportaba el ardor de su garganta.
Salió descalza, con los ojos cerrados como de costumbre y aguzando el oído. Tropezó con un par de personas, pero nadie dijo nada y con absoluta lentitud y trabajo, llegó a donde las aguas se movían como si de un río se tratara. Dio pasos lentos, temerosa de avanzar demasiado y ser llevaba por la fuerza de las aguas como bien ya conocía. Sus pies sintieron la humedad de la tierra y continuó hasta que le rozó los tobillos. Dio un suspiro y se puso se cuclillas, ahuecando las manos para beber rápidamente y volver a la carpa antes que el gitano llegara. Y en eso estaba cuando el sonido típico del siseo de una serpiente le llegó a los oídos y la cambiaformas se erizó por completo. Sin más avanzó algo más hacia las aguas, donde nada se le acercara. Se sintió temblar, con el típico temor de cualquier ave hacia un animal de esos. Monicke no se transformaba luego del fatídico suceso con la inquisición, pero los temores eran todos potenciados, como si la muerte la rondara a cada segundo.
Victoria M. Austerlitz- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 79
Fecha de inscripción : 09/04/2014
Re: Exile (Deméter)
“Como si tuviésemos que deshacernos el uno del otro. Para transformarnos y volver a nacer.”
Las hierbas nacen en primavera u otoño, algunas mueren en invierno, cuando el hielo y la escarcha las cubren, otras resisten al congelamiento y se envuelven en diminutos cristales, hasta quedar tiesas y el transcurso del frío hace que se mueran con más lentitud. Otras, sin embargo, mueren al llegar el verano, se sofocan con el sol y se marchitan hasta quedar sin agua sobre el césped, pero también las hay fuertes y relucientes, que sobreviven y toman más y más nutrientes hasta parecer árboles en altura. Así es la ley de la naturaleza, así es como los dioses bajaron los dones, para algunos estos, para otros aquellos. Pero todos merecedores de algo.
Esa mañana me había alistado para recoger yesca, pronto sería el Sabbat de Samhain, más conocido como la noche de brujas, cuando supuestamente los muertos despiertan y son más fáciles de contactar; ciertamente la barrera de los mundos se baja en esa noche. Pero para mí, era la conmemoración de la muerte del dios y su viaje al Otro Mundo. Una noche para recordar a mis antepasados gitanos. Además comenzaba un nuevo año, lo que significaba que todo volvía a empezar.
En la zona donde los gitanos se acumulan más, estaban haciendo una gran fiesta, supuse en parte que se debía a ello. Muchos, dependiendo la clase de religión que llevaban, conmemoraban el día celebrando a lo grande, durante varias semanas consecutivas. Yo solía hacerlo en la oscuridad del bosque, rodeada de mis serpientes, mientras la gran luna llena se me acercaba.
Paseé por entre medio, regalé más de una sonrisa. Iba sin la capa, mis dos serpientes estaban sobre mi cuello y cintura, pero ya hacía más de dos meses que estaba por allí y la mayoría sabían de mi situación. Estaba bien no tener que esconderme todo el tiempo, aparte, con el calor del verano, ellas y yo sufríamos al estar cubiertas. Ya que pronto empezarían a cambiar de piel y el sol las ayudaba a secarse. — ¿Una taza de café? ¿Seguro? — Me sorprendí cuando un romaní se acercó a mí con la jarra de café. Sabía perfectamente que ello para los gitanos era algo muy personal, significaba enlazarse, hablar de algo serio o disfrutar entre amigos. Un sonrojo casi imperceptible se acarreó en mis mejillas y manteniendo con ambas manos la canasta de mimbre asentí y me senté al lado de una de las carpas, el día estaba hermoso, la yesca podría esperar. Tomé un sorbo y el calor entró en mi estómago dulcemente, miré alrededor, todos parecían enjuagados en un hechizo y deslicé mis yemas sobre la cabeza de Aghá. Al cabo de unos minutos, mientras disfrutaba ver a la gente bailar, un aura cambiante salió de una vivienda, observé sus movimientos, estaba casi cojeando, tenía una mirada distante y un aura apagada. Meretseger siseó y se escabulló por entre mi piel hasta el suelo. Temí porque alguno de los gitanos se asustara y la cortara al medio. Pero nada sucedió y me levanté con la tranquilidad que me caracterizaba. Tomando mi canasta, di una reverencia, ya había bebido toda mi taza, por lo cual podía seguir mi camino. De no hacerlo, podía considerarse como algo hostil.
Miraba al frente, pestañeando, sintiendo su aura. Me apoyé en un árbol lejano, dejando que la cobra siga sola. El miedo se exportó hasta mi área y con lentitud salí de entre la naturaleza, observando como la cambiante se metía entre la corriente del agua, más adentro que antes. Me quedé pensativa, ¿por qué no se convertía y salía huyendo? ¿Por qué no atacaba? No lo pude responderme, pero saqué la flauta de mis caderas y la apoyé en mis labios, haciendo sonar la melodía para llamar a la cobra, era un sonido de frecuencia baja, armónico y ascendente. Agaché la mano y en cuestión de segundos el cuerpo esbelto se envolvió en mi piel. —Lo siento, parece que le ha llamado la atención. Sal de ahí cambiante, la corriente está muy fuerte. La naturaleza atenta contra tu aura dañada, ¿a qué le temes? — Aquellas no eran mis palabras exactamente, no era yo quien estaba hablando, sino que intentaba trasmitir las dudas de la tierra, el dolor que se bañaba en el aire y que hacía temblar a los animales que estaban alrededor, incluso mis cobras se habían sentido alarmadas por aquella piel de la muchacha que se sentía áspera y adolorida. No quise acercarme demasiado, pero mis pies eran caprichosos y tan solo pude obligarlos a quedarme a dos metros de ella, observando, curiosa, pero con mi aura tranquila y pasiva como lo era siempre.
“Solo los dioses pueden hacerme temblar y aun así no lo haré. No temo aceptar lo que ellos desean para mí.”
Darko DeGrasso- Condenado/Licántropo/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 17/02/2013
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Re: Exile (Deméter)
"Parecías más grande y mística en mi temerosa imaginación.
Esa imaginación, es ahora mis ojos"
Esa imaginación, es ahora mis ojos"
Dicen algunos que no vemos lo que es, sino lo que queremos ver, lo que debemos ver según nuestros fantasmas y los deseos que los animan, según nuestros demonios y las cicatrices que van dejando a su paso. El cuerpo se mueve bajo la esencia de los temores inevitables y el corazón reacciona presionado por los miedos o los anhelos. Por eso la cambiante ingresa a las aguas como si de verdad quisiera sobrevivir, pese a que muchas veces quiso mejor estar muerta.
El corazón le retumbó en los oídos, desde siempre le había temido a las serpientes por ser ella mitad ave y además estaba el hecho de haber salido sola de la carpa cuando Rylan le había dicho muy claramente que no lo hiciera. Le había mencionado que aunque alguien entrara en la carpa, no debía decirle nada y mucho menos explicar cómo es que había parado allí. Él parecía querer que nadie supiera de su ceguera ni de como la inquisición la había casi roto hasta los cimientos. En la mente de la cambiante no había bondades afuera, por eso Rylan era tan cuidadoso y a la vez estricto. Él la escondía en la carpa, ella se escondía hasta de él en sus silencios.
Una flauta sonó al fondo con una melodía tan tranquila como perturbante en el fondo y el siseo de la serpiente se empezó a escuchar más y más lejano. Una voz femenina reemplazó luego el silencio de la flauta pero en vez de lograr que Monicke saliera de las aguas, lo que logró fue que se internara más. Ella sabía que entre sobrenaturales estaba el asunto de las auras que delataban cualquier cosa, pero también tuvo en mente que podría ser la inquisición como tanto temía. Rylan tenía razón, no debió salir jamás sola de esa carpa. Inclinó el rostro, dejando que el cabello le cubriera el rostro y le tapara bien los lastimados párpados, como si quisiera ocultar que estaba ciega y que no tenía manera de saber lo que realmente pasaba allí. Pero ¿Cómo sabía la mujer que aparecía que Monicke tenía el aura dañada? El sonido de las piedrecillas poco firmes afuera del río delataron que alguien se acercaba. –No pasa nada, sólo vengo por agua– dijo por lo bajo, sin levantar la mirada pero manteniéndose firme cuando el agua ya le daba por las rodillas. ¿Cómo iba a salir de allí con una mujer que veía más de lo superficial y además una serpiente? ¿Recordaría el camino de direcciones llenas de derechas e izquierdas hasta la carpa de Rylan? Si se perdía o, mejor dicho, si lo perdía, hasta ahí llegaría todo. Se sentía prácticamente desahuciada pero debía saber más para intentar volver lo más pronto posible –La serpiente ¿Es tuya? – dedujo por el sonido de la flauta y el alejarse del animal.
Pronto se arrepintió de haber hablado, ella no era francesa y pese a que los gitanos van de un lugar a otro, el acento que había percibido en la mayoría era el típico de aquél país. Monicke hablaba el francés con muletillas y un acento más fuerte en algunas letras como les suele pasar con frecuencia a alemanes y rusos. Pero no podía ocultarse, porque más allá del acento no estaba segura sobre cómo estaba vestida, pero dudaba que fuera algún atuendo típico gitano y eso lo notaba cualquiera. Cuando llegó por primera vez al campamento, tenía una falda que antes fue blanca y que para entonces estaba hecha girones y de un color envejecido y húmedo producto de las aguas. Sobre el torso tenía la camisa del gitano que la había encontrado mitad desnuda y le había cubierto el cuerpo y los golpes con su propia ropa. Luego, una vez en la carpa, fue una tela de gran tamaño que pudo cubrirla un poco más. Después, fue cualquier cosa que él había conseguido para ella y que Monicke se había puesto sin chistar en lo absoluto. Podía estar vestida de payaso para ese momento y no lo sabría. Tampoco era que le importara demasiado. No tenía alternativas para nada.
–¿Quién eres y porque puedes encantar serpientes y ver cosas que otros no? – se atrevió a preguntar finalmente llevada por la curiosidad y por la certeza de que ella, en esas condiciones, no podía hacer absolutamente nada. “Rylan, por favor aparece” pensó, llena de temores.
El corazón le retumbó en los oídos, desde siempre le había temido a las serpientes por ser ella mitad ave y además estaba el hecho de haber salido sola de la carpa cuando Rylan le había dicho muy claramente que no lo hiciera. Le había mencionado que aunque alguien entrara en la carpa, no debía decirle nada y mucho menos explicar cómo es que había parado allí. Él parecía querer que nadie supiera de su ceguera ni de como la inquisición la había casi roto hasta los cimientos. En la mente de la cambiante no había bondades afuera, por eso Rylan era tan cuidadoso y a la vez estricto. Él la escondía en la carpa, ella se escondía hasta de él en sus silencios.
Una flauta sonó al fondo con una melodía tan tranquila como perturbante en el fondo y el siseo de la serpiente se empezó a escuchar más y más lejano. Una voz femenina reemplazó luego el silencio de la flauta pero en vez de lograr que Monicke saliera de las aguas, lo que logró fue que se internara más. Ella sabía que entre sobrenaturales estaba el asunto de las auras que delataban cualquier cosa, pero también tuvo en mente que podría ser la inquisición como tanto temía. Rylan tenía razón, no debió salir jamás sola de esa carpa. Inclinó el rostro, dejando que el cabello le cubriera el rostro y le tapara bien los lastimados párpados, como si quisiera ocultar que estaba ciega y que no tenía manera de saber lo que realmente pasaba allí. Pero ¿Cómo sabía la mujer que aparecía que Monicke tenía el aura dañada? El sonido de las piedrecillas poco firmes afuera del río delataron que alguien se acercaba. –No pasa nada, sólo vengo por agua– dijo por lo bajo, sin levantar la mirada pero manteniéndose firme cuando el agua ya le daba por las rodillas. ¿Cómo iba a salir de allí con una mujer que veía más de lo superficial y además una serpiente? ¿Recordaría el camino de direcciones llenas de derechas e izquierdas hasta la carpa de Rylan? Si se perdía o, mejor dicho, si lo perdía, hasta ahí llegaría todo. Se sentía prácticamente desahuciada pero debía saber más para intentar volver lo más pronto posible –La serpiente ¿Es tuya? – dedujo por el sonido de la flauta y el alejarse del animal.
Pronto se arrepintió de haber hablado, ella no era francesa y pese a que los gitanos van de un lugar a otro, el acento que había percibido en la mayoría era el típico de aquél país. Monicke hablaba el francés con muletillas y un acento más fuerte en algunas letras como les suele pasar con frecuencia a alemanes y rusos. Pero no podía ocultarse, porque más allá del acento no estaba segura sobre cómo estaba vestida, pero dudaba que fuera algún atuendo típico gitano y eso lo notaba cualquiera. Cuando llegó por primera vez al campamento, tenía una falda que antes fue blanca y que para entonces estaba hecha girones y de un color envejecido y húmedo producto de las aguas. Sobre el torso tenía la camisa del gitano que la había encontrado mitad desnuda y le había cubierto el cuerpo y los golpes con su propia ropa. Luego, una vez en la carpa, fue una tela de gran tamaño que pudo cubrirla un poco más. Después, fue cualquier cosa que él había conseguido para ella y que Monicke se había puesto sin chistar en lo absoluto. Podía estar vestida de payaso para ese momento y no lo sabría. Tampoco era que le importara demasiado. No tenía alternativas para nada.
–¿Quién eres y porque puedes encantar serpientes y ver cosas que otros no? – se atrevió a preguntar finalmente llevada por la curiosidad y por la certeza de que ella, en esas condiciones, no podía hacer absolutamente nada. “Rylan, por favor aparece” pensó, llena de temores.
Victoria M. Austerlitz- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 79
Fecha de inscripción : 09/04/2014
Re: Exile (Deméter)
“Solo el agua nos hace fluir en el camino, entre la pureza y la sensatez.”
Sus palabras y movimientos me preocupaban aun cuando no tenían nada que ver conmigo, porque así era yo, tenía esa manía de meterme en cualquier asunto que me parecía que necesitaba ayuda. Pues claramente yo no indagaba en la vida de los ajenos, no me inmiscuía en asuntos que se hacían por propio placer o propio disgusto. Pero en aquel caso, sentía el tormento ajeno, estaba perdida en el camino, una luz me guiaba, me decía que tenía que intentar ayudarla y jamás le daría la espalda. Porque aunque sus palabras dijeran que quería estar sola, su mente y su inconsciente gritaban por salvación. ¿Esos pensamientos me convertían en una mujer imprudente o metiche? Pues bien, lo descubriría pronto. Ya que lentamente terminé de acercarme, sintiendo el suave siseo de mis serpientes alrededor de mi cuerpo, ellas parecían pensar lo mismo que yo, qué ironía, muchos creían que los ofidios eran seres venenosos y poco amables, la realidad es que ellos solo usan el veneno para que su presa no sienta el dolor. No desgarran a un animal para devorarlo, no lo hacen agonizar, lo duermen y se nutren con la naturaleza, como cualquier animal carnívoro, que no tiene la culpa de ser como es. Y por ello, acaricié la cabeza de una de mis cobras, pues yo sabía en el fondo, que ellas sentían la hostilidad ajena. — Entiendo, todos debemos beber agua, nuestro cuerpo es casi enteramente líquido. Debes estar hidratada. — Acepté con gracia, ignorando el hecho de que sabía que la muchacha deseaba que yo desaparezca del camino. ¿Por qué quieres aferrarte a la desesperación? Me preguntaba con tristeza, con la melancolía que solo quien pudiese empatizar con el prójimo podía sentir.
— Así como el río que estás pisando es libre, como la tierra misma no le pertenece a nadie y como tú, que puedes ir a donde quieras sin ataduras, las serpientes no son mías. Son compañeras, amigas que me encontré a lo largo de mi vida y están conmigo porque así lo desean. Dime, ¿Acaso tú eres de alguien? — Mi sonrisa era suave, sutil y calmada, incluso mi voz era melodiosa, como un camino de flores silvestres parecidas al algodón o a los pequeños tallos de hojas del césped en la primavera. Temí un momento cuando la muchacha se adentró más en la corriente, mi pecho se contrajo y miré hacía un costado. En mi canasta de mimbre había una red que tenía en el medio una soga larga, para poder pescar peces cuando eso era lo que me alimentaba. No la tomé, siquiera pensé en moverme, por miedo a que la cambiante se asustara, sin embargo, observé sus ropas y escuché el sonido de su acento. Así que a eso se debía todo aquel alboroto. — Mi nombre es Deméter, y nací en el Imperio Otomano. Soy una romaní y puedo ver el miedo en tu interior, así como en tu exterior. Los dioses me han iluminado hasta llegar a ti, porque desean que te repongas. No vayas más dentro del lago, sal de allí, la corriente es naturaleza y no tiene maldad, pero la fuerza que ejerce en su interior es potente, no seas arrastrada por ella. Ven, te ayudaré, no me temas. — Haciendo hincapié en mis emociones, di un paso adelante, haciendo un sonido fuerte y sin titubeos, me molestaba que no me mirara a los ojos, era algo que me hacía sentir denigrada, pero no dije nada al respecto.
Incluso sentía que podía ofenderla si decía algo así, y la energía en su rostro era mucho más negativa que la de su cuerpo entero, había algo que estaba mal con ella, no solo el hecho de que fuese una extranjera y estuviese tan perdida, sino algo más profundo, más doloroso y era algo que sin duda había que mejorar. — El mundo está lleno de maldad, pero tú eres una cambiante y como tal debes poder ver el aura de los demás, enfócate en mí, lee mis energías y podrás ver que no hay ninguna otra cosa que desee más que ayudarte. El destino es curioso y caprichoso, acércate a mí. — Estiré una mano, incapaz de solo tirarle la cuerda que antes había recordado que tenía. Hacerlo me parecía que la iba a hacer sentir atrapada, como un gato enjaulado, prefería que sienta mi piel, que sepa que rozar mis manos no significa nada especial ni perturbador. Yo era tan humana como cualquier otra persona y mis habilidades especiales, solo eran para un bien comunitario, para una inteligencia colectiva que engloba el mundo y que no hace daño a nadie. Tan solo me es posible cambiar el humor de las personas, pero eso es algo que sin duda creo que está mal, que no hay que usar porque los sentimientos son propios, son individuales y nadie debería poder tener control sobre ellos.
“Esperaré a que cruces el camino del temor, pero te miraré y ayudaré desde afuera.”
Darko DeGrasso- Condenado/Licántropo/Clase Alta
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Re: Exile (Deméter)
"Despojarse de uno mismo y fluir... parecía decir ella,
que no veía que le hablaba a lo que dejó la tormenta"
que no veía que le hablaba a lo que dejó la tormenta"
No era de los que hacían lo que querían, sino lo que podían. Era un reloj de arenas movedizas que iba cambiando lento y ocultando todo para no ver nada. Era un pozo al que tenía que bajar todos los días a luchar con sus demonios por un poco de agua. Y ya no fantaseaba con abandonar su rutina y quebrantamiento bajo la piel, ya no creía en la magia de sobrevolar sobre las pesadillas, porque ya no era ella, la de siempre, la de antaño, la de los hoyuelos en las mejillas y la que corría entre risas. Ya no.
Deméter parecía tener los ojos que otros no. Hablaba distinto, sentía distinto, lo demostraba distinto. Sintió sus pasos acercarse al compás de siseos de serpiente y Monicke permaneció inmóvil ¿Qué haría si no tuviera miedo? Tenía la vida hecha añicos y unas cicatrices en su piel que no se irán por mucho tiempo que pase. No había para ella besos, ni sonrisas, ni sábanas tibias o té caliente. Tampoco habían susurros amables, ni palabras dulces, ni las buenas noches. En su mar no había posibilidad de rescate, entonces ¿Qué importaba ahogarse? No daría pasos atrás, porque lo que tenía por perder, ya lo tenía perdido.
Pero la gitana erraba en algo. Monicke no era libre de nada ¿Cómo podría serlo con los recuerdos atándola a un pasado que recordaba tan claramente? ¿Cómo podría sentirlo si sabía que iba a ser entrenada como ave para obtener dinero y pagarle a Rylan lo que le daba? Era víctima de las circunstancias, presa de lo que creía de sí misma y de su propia ceguera. —¿La libertad existe? Sólo sé que nada me pertenece— respondió evadiendo si realmente le pertenecía a alguien porque no lo sabía. Había sido de su felicidad, luego de los inquisidores que la habían tomado como si hubiera sido hecha para dar diversión a otros y ahora era de la deuda que tenía con el gitano con el que vivía en una carpa que jamás podría ver. Y a él tampoco. Y la dificultad no hacía más bonita su escalada.
—Monicke— dijo en un susurro al tiempo que avanzó para salir de la corriente. Sus pasos eran lentos para evitar resbalar y para tantear un poco el terreno antes de poner con firmeza sus pies ¿Habría notado ya la mujer que ella era ciega? El cabello le seguía cubriendo el rostro que además mantenía bajo como si se sintiera avergonzada. Podría parecer grosera, pero si realmente la romaní veía el miedo en ella ¿Sería también capaz de ver la destrucción? —No se puede construir de nuevo lo que se ha quedado sin cimientos— añadió en otra de sus respuestas de apariencia perdida y desahuciada. Hablaba bajo, evitando ser oída, intentando no provocar la ira de Rylan de quien desconocía su paradero. Deméter hizo alusión de ayudarla, pero la cambiante jamás extendió la mano. Tal vez parecía que su arrogancia superaba su miedo, pero la verdad era que no podía verla. Adivinaba.
Con la perdida de la visión, también se evaporaron las auras. No había forma de discernir el bien del mal, ni la paz de la tormenta. Pero tenía que fingirlo, avanzar haciendo uso de su oído y del siseo de las serpientes para mantener una distancia prudente. Intentarlo, aunque sepa en el fondo que hay cosas que no se pueden mentir, ni estados que se puedan disimular —El bien y el mal conviven juntos, incluso en este campamento. Tus palabras son amables, pero las serpientes no hablan— Monicke comprimía ideas y la declaró gitana sin saberlo y se disculpó por medio de la justificación de lo que creía sus mascotas —Discúlpame, pero debo regresar a la carpa pronto— en la voz se le notaba la angustia y era aún más obvio por el malestar que tenía y el hecho de no haber podido llevar agua —¿Por qué quieres ayudarme, Deméter? — preguntó una vez sus pies volvieron a tierra firme, como si no pudiera irse sin saber las razones que ocultaba ella. No era esperanza lo que sentía, sólo necesidad de saber quién era la dueña de palabras tan extrañas como profundas.
Deméter parecía tener los ojos que otros no. Hablaba distinto, sentía distinto, lo demostraba distinto. Sintió sus pasos acercarse al compás de siseos de serpiente y Monicke permaneció inmóvil ¿Qué haría si no tuviera miedo? Tenía la vida hecha añicos y unas cicatrices en su piel que no se irán por mucho tiempo que pase. No había para ella besos, ni sonrisas, ni sábanas tibias o té caliente. Tampoco habían susurros amables, ni palabras dulces, ni las buenas noches. En su mar no había posibilidad de rescate, entonces ¿Qué importaba ahogarse? No daría pasos atrás, porque lo que tenía por perder, ya lo tenía perdido.
Pero la gitana erraba en algo. Monicke no era libre de nada ¿Cómo podría serlo con los recuerdos atándola a un pasado que recordaba tan claramente? ¿Cómo podría sentirlo si sabía que iba a ser entrenada como ave para obtener dinero y pagarle a Rylan lo que le daba? Era víctima de las circunstancias, presa de lo que creía de sí misma y de su propia ceguera. —¿La libertad existe? Sólo sé que nada me pertenece— respondió evadiendo si realmente le pertenecía a alguien porque no lo sabía. Había sido de su felicidad, luego de los inquisidores que la habían tomado como si hubiera sido hecha para dar diversión a otros y ahora era de la deuda que tenía con el gitano con el que vivía en una carpa que jamás podría ver. Y a él tampoco. Y la dificultad no hacía más bonita su escalada.
—Monicke— dijo en un susurro al tiempo que avanzó para salir de la corriente. Sus pasos eran lentos para evitar resbalar y para tantear un poco el terreno antes de poner con firmeza sus pies ¿Habría notado ya la mujer que ella era ciega? El cabello le seguía cubriendo el rostro que además mantenía bajo como si se sintiera avergonzada. Podría parecer grosera, pero si realmente la romaní veía el miedo en ella ¿Sería también capaz de ver la destrucción? —No se puede construir de nuevo lo que se ha quedado sin cimientos— añadió en otra de sus respuestas de apariencia perdida y desahuciada. Hablaba bajo, evitando ser oída, intentando no provocar la ira de Rylan de quien desconocía su paradero. Deméter hizo alusión de ayudarla, pero la cambiante jamás extendió la mano. Tal vez parecía que su arrogancia superaba su miedo, pero la verdad era que no podía verla. Adivinaba.
Con la perdida de la visión, también se evaporaron las auras. No había forma de discernir el bien del mal, ni la paz de la tormenta. Pero tenía que fingirlo, avanzar haciendo uso de su oído y del siseo de las serpientes para mantener una distancia prudente. Intentarlo, aunque sepa en el fondo que hay cosas que no se pueden mentir, ni estados que se puedan disimular —El bien y el mal conviven juntos, incluso en este campamento. Tus palabras son amables, pero las serpientes no hablan— Monicke comprimía ideas y la declaró gitana sin saberlo y se disculpó por medio de la justificación de lo que creía sus mascotas —Discúlpame, pero debo regresar a la carpa pronto— en la voz se le notaba la angustia y era aún más obvio por el malestar que tenía y el hecho de no haber podido llevar agua —¿Por qué quieres ayudarme, Deméter? — preguntó una vez sus pies volvieron a tierra firme, como si no pudiera irse sin saber las razones que ocultaba ella. No era esperanza lo que sentía, sólo necesidad de saber quién era la dueña de palabras tan extrañas como profundas.
Victoria M. Austerlitz- Cambiante Clase Media
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Re: Exile (Deméter)
“Tu alma está sola y cautiva de pensamientos dolorosos, negros y profundos.”
Esperé su mano, pero no llegó y fue cuando los leves cambios en su rostro me hicieron enfocarme en sus ojos. Tan pálidos y desorbitados como los de los topos, grisáceos y dulces en el fondo. Una sonrisa triste se posó en mis pálidas facciones cuando me hice a la idea de que ella podía ser ciega. Suspiré, al fin y al cabo no había diferencia con otro ser humano, ya sea completamente mortal o sobrehumano. Ella tenía la posibilidad de escuchar y entender su alrededor mediante los instintos. Esperé entonces a que se acercara, pasando las yemas de mis dedos por la superficie de una de las cobras, levantando con cuidado algunas hierbas que estaban en los costados. Era un buen momento para alimentarse, me pregunté entonces si aquella cambia formas había llenado su estómago para ese entonces. Ella parecía abandonada, adolorida y triste. Diferente de mí que simplemente era una persona solitaria, no necesitaba compañía para sentirme entera y eran las serpientes las únicas que se acomodaban a mi vida. Recorrí con mis ojos a la mujer que lentamente se quedaba en la tierra y con un suspiro vago me quedé expectante a mis palabras. La llegada a Paris había provocado muchos encuentros, era una ciudad repleta de energías, llena de sobrenaturales en cada rincón. ¿Sería por ello que al final había terminado queriendo instalarme en aquel lugar? — Claro que nada te pertenece, eso es algo que todos los hombres en la tierra deberían saber. Pero se encuentran con esa realidad solo en el momento que lo pierden todo. Cuando se dan cuenta que lo que pensaban que les pertenecía les es arrebatado por otro. — Fue una respuesta sencilla, plagada de inocencia, hasta ese entonces no había conocido las ganas de desear sentir que algo era mío. No fue hasta tiempo después que supe que tenía egoísmo en mi interior, uno muy pequeño y tímido, pero existía al fin.
Le dediqué entonces una sonrisa y con ruidos y tambores me acerqué a ella, alzando mis dedos con precaución, las pulseras de piedras en mis muñecas me daban la posibilidad de acercarme sin sigilo. Y sin intención de ahuyentarla moví sus cabellos hacía atrás, dejando su bello y pequeño rostro al descubierto. — Te invitaré a desayunar, ¿haz comido? Monicke, qué irónico es tu nombre. Significa ‘la que ama la libertad’[...] No he comprendido tus palabras, los cimientos, ¿por qué quieres levantar paredes donde solo debe haber tierra y cielo? Estás pensando en el camino incorrecto. Siéntate, traeré para ti agua y tengo pan de trigo tibio en mi canasta. — Bramé con una serenidad que era casi irritante, mis pasos así como mis energías convivían en armonía. No necesitaba obligar a nadie a escucharme, si ella quería huir tan lejos como fuese posible de mí. Lo haría aunque yo le rogara que no lo hiciera. Quizá simplemente no estaba preparada para escucharme, ¿qué otra cosa podía hacer yo cuando el hombre se empeña en cubrir su naturaleza irreal con garras y dientes? Me separé para ir con una jarra mediana a la corriente entre piedras, allí es donde el agua dulce se limpiaba más y quedaba con menos minerales. Éstos eran buenos, pero en demasía podían causar algunas enfermedades, algo que había aprendido en el tiempo recorrido por otras tierras. Volví a ella al terminar lo propio y le serví en un pequeño cuenco, dejándolo a su lado, haciendo alusión del lugar con las pulseras que colgaban de mi brazo. No pensaba preguntarle sobre sus ojos, no necesitaba saberlo, ni confirmarlo, eran suposiciones que solo requerían un poco más de cuidado.
— Tenía entendido que los cambiantes podían comunicarse con algunos animales. ¿Me preguntas por qué? No eres alguien especial para mis ojos Monicke, ayudar es mi forma de agradecer al mundo darme una vida y una mentalidad diferente a la de los demás. Buscar los caminos adecuados para las personas es solo algo que hago por instinto, por deseo propio. No eres más que otra persona perdida en la tierra que no encuentra dónde tiene que ir. ¿Qué otra cosa podría ser? ¿Acaso matándote, secuestrándote o haciéndote algún daño yo ganaré algo? —Fue casi triste como mi voz salió de mi garganta, ofendida por la manera en la que ella me tomaba. Como si fuese alguna clase de ser malvado que terminaría decapitándola. Patrañas, pensé para mis adentros y fruncí el entrecejo mientras mis extremadamente finas y largas manos se metían dentro de la canasta de mimbre, revolvían algunas hierbas hasta dar con las bolas de pan y cereales que tenía guardadas. Las retiré con una nueva tranquilidad y dejé dos frente a ella. Puse la restante frente a mí y en silencio apreté mis manos una contra otras, dando gracias por la posibilidad de comer. Había pasado tiempos difíciles muchas veces, el hambre y la sed no eran desconocidos para mí. Pero jamás había odiado, jamás había preguntado por qué a mí. Al final, había terminado por conocer esa respuesta de igual forma. Conocía eso porque de esa manera aprendía a valorar, a saborear cada pedazo en mi boca como si fuese siempre el último. — ¿Qué te sucedió? Cuéntame tu historia o lo que quieras decir de ella. ¿O es que no quieres ayuda alguna? Si es así, puedes comer e irte, te ayudaré con el agua si quieres llevar. — Expliqué sin cuidado, masticando sabrosamente la bola esponjosa que tenía entre mis manos. Las serpientes estaban enrolladas en un costado, en silencio. Pronto se irían a almorzar, el tiempo era próspero.
“Te visitan pensamientos que no podrás ahuyentar”
Darko DeGrasso- Condenado/Licántropo/Clase Alta
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Re: Exile (Deméter)
“La complejidad de las cosas sencillas. Lo difícil de mantener fácil la vida.”
Ella ya no sonríe. Como una sobreviviente de guerra, pero de por vida. Pero tiene una tristeza auténtica y un silencio tan real como el de esos niños al que los han convencido de que mancharse de barro no está bien. Recordaba, y entonces toda la vida empezaba a carecer de emociones y sus palabras de sentido, como decía Rylan de modos distintos.
Perderlo todo, decía la gitana. Y vaya que Monicke sabía lo que eso significaba. Su todo había sido su familia y ella se había ido con su dignidad, con su salud en general, con sus ojos, con sus ganas de cambiar de forma e incluso de sólo hablar. Ya no tenía heridas abiertas; eran puertas mal cerradas, en las paredes de su cabeza ¿Cómo no iban a doler entonces los portazos? Los intentos de conversación eran todo ese viento de palabras golpeando en una jaula de paredes lisas —Yo también lo perdí todo— se atrevió a decir en un susurro luego de meditar un momento mientras mantenía aún el rostro bajo. Era un tema difícil de tratar, de compartir, porque no todos tenían un botiquín dentro de un costurero como para hablar de dolor.
Avanzar por tierra firme le recordaba que había dolores peores que el de las piedras lastimándole la planta de los pies como si fueran alfileres que gritan que ahí están, que no se irán y que declaran lo que creen que falta. A sus oídos llegaron los tintineos de las manillas gitanas, que chocan entre sí mientras anuncian felices que se acercan, que no temen. El rostro es despejado por dedos amables pero los ojos continúan tan cerrados como su alma. Sin embargo el roce se siente tranquilo, como si la teoría de las energías fuera cierta y la gitana fuese capaz de tranquilizar con apenas una involuntaria caricia ¿Habría sentido en ese roce la presencia de la fiebre ajena? —No, pero no se moleste. Vine apenas por agua para calmar mi sed— respondió ella que creía que cualquier favor debía ser pagado. Y ya debía muchos que no empezaba a pagar. —Amar la libertad es cortarle las alas, terminarla en medio de la tierra y el cielo en cualquier descuido— añadió, sabiendo que quizás la gitana no entendería. Pero eso le había sucedido, una transformación libre y tranquila en medio de la supuesta tranquilidad de un bosque casi le cuesta la vida. Ahora sabía que jamás sería libre, porque el miedo a vivir le mantendría apresada como cadenas a cualquier bestia. No obstante y sabiendo que debía irse, se sentó, como le pedían.
Quizás resultara molesto lo cortas y pobres de sus palabras, pero había sido entrenada en poco tiempo y amaestrada para callar a menos que se le pida decir algo. Sin mencionar, que debía responder lo corto y justo para no ser reprendida. Y no tenía opción, quien le enseñaba eso era justamente quien le daba techo y la alimentaba. —No puedo regresar— dijo aclarando el asunto de no tener a donde ir y el nudo en la garganta hizo que se sintiera asfixiada cuando ella habló de matar, secuestrar o hacer daño. El encuentro con la gitana era el recuerdo de sus últimos días vigentes con más fuerza en su memoria, como si por ningún motivo los quisiera olvidar —Yo no puedo. Tampoco puedo cambiar de forma— mintió, aterrada por la sola idea de ser vendida a los que fueron antes sus captores o por estar en presencia de alguno de los de ellos.
No tomó nada de lo ofrecido, aunque su estómago rugió al sentir el olor de un pan tibio y fresco que invitaba a ser saboreado. Una deliciosa preparación delataba y mentiría al decir que Monicke no se sintió tentada a ceder un poco para aplacar el hambre y el sólo deseo de probar. Pero se contuvo. De nuevo se decía que debía mucho. —No tengo cómo pagar y debo demasiado a quien cuida de mí. Sin embargo le agradezco y si pudiera pedir algún favor, ese sería indicarme la carpa de alguien aquí. Además de no mencionarle que nos hemos encontrado, por favor ¿Conoce usted a todos los de este campamento? — ¿Había hablado demasiado? Al menos explicaba el por qué no recibía nada y tanteaba qué tanto se sabía de Rylan por aquél lugar. No quería que él se enterara porque bien le había dicho que no debía contarle a nadie su historia y mucho menos dar datos que pudiera terminar de condenarla. Pero Monicke no discernía bien a los buenos de los malos, estaba a ciegas, como quizás notara ella. Pero esa ceguera trascendía demasiados límites y realmente le impedía no sólo volar, sino también avanzar de cualquier modo.
Perderlo todo, decía la gitana. Y vaya que Monicke sabía lo que eso significaba. Su todo había sido su familia y ella se había ido con su dignidad, con su salud en general, con sus ojos, con sus ganas de cambiar de forma e incluso de sólo hablar. Ya no tenía heridas abiertas; eran puertas mal cerradas, en las paredes de su cabeza ¿Cómo no iban a doler entonces los portazos? Los intentos de conversación eran todo ese viento de palabras golpeando en una jaula de paredes lisas —Yo también lo perdí todo— se atrevió a decir en un susurro luego de meditar un momento mientras mantenía aún el rostro bajo. Era un tema difícil de tratar, de compartir, porque no todos tenían un botiquín dentro de un costurero como para hablar de dolor.
Avanzar por tierra firme le recordaba que había dolores peores que el de las piedras lastimándole la planta de los pies como si fueran alfileres que gritan que ahí están, que no se irán y que declaran lo que creen que falta. A sus oídos llegaron los tintineos de las manillas gitanas, que chocan entre sí mientras anuncian felices que se acercan, que no temen. El rostro es despejado por dedos amables pero los ojos continúan tan cerrados como su alma. Sin embargo el roce se siente tranquilo, como si la teoría de las energías fuera cierta y la gitana fuese capaz de tranquilizar con apenas una involuntaria caricia ¿Habría sentido en ese roce la presencia de la fiebre ajena? —No, pero no se moleste. Vine apenas por agua para calmar mi sed— respondió ella que creía que cualquier favor debía ser pagado. Y ya debía muchos que no empezaba a pagar. —Amar la libertad es cortarle las alas, terminarla en medio de la tierra y el cielo en cualquier descuido— añadió, sabiendo que quizás la gitana no entendería. Pero eso le había sucedido, una transformación libre y tranquila en medio de la supuesta tranquilidad de un bosque casi le cuesta la vida. Ahora sabía que jamás sería libre, porque el miedo a vivir le mantendría apresada como cadenas a cualquier bestia. No obstante y sabiendo que debía irse, se sentó, como le pedían.
Quizás resultara molesto lo cortas y pobres de sus palabras, pero había sido entrenada en poco tiempo y amaestrada para callar a menos que se le pida decir algo. Sin mencionar, que debía responder lo corto y justo para no ser reprendida. Y no tenía opción, quien le enseñaba eso era justamente quien le daba techo y la alimentaba. —No puedo regresar— dijo aclarando el asunto de no tener a donde ir y el nudo en la garganta hizo que se sintiera asfixiada cuando ella habló de matar, secuestrar o hacer daño. El encuentro con la gitana era el recuerdo de sus últimos días vigentes con más fuerza en su memoria, como si por ningún motivo los quisiera olvidar —Yo no puedo. Tampoco puedo cambiar de forma— mintió, aterrada por la sola idea de ser vendida a los que fueron antes sus captores o por estar en presencia de alguno de los de ellos.
No tomó nada de lo ofrecido, aunque su estómago rugió al sentir el olor de un pan tibio y fresco que invitaba a ser saboreado. Una deliciosa preparación delataba y mentiría al decir que Monicke no se sintió tentada a ceder un poco para aplacar el hambre y el sólo deseo de probar. Pero se contuvo. De nuevo se decía que debía mucho. —No tengo cómo pagar y debo demasiado a quien cuida de mí. Sin embargo le agradezco y si pudiera pedir algún favor, ese sería indicarme la carpa de alguien aquí. Además de no mencionarle que nos hemos encontrado, por favor ¿Conoce usted a todos los de este campamento? — ¿Había hablado demasiado? Al menos explicaba el por qué no recibía nada y tanteaba qué tanto se sabía de Rylan por aquél lugar. No quería que él se enterara porque bien le había dicho que no debía contarle a nadie su historia y mucho menos dar datos que pudiera terminar de condenarla. Pero Monicke no discernía bien a los buenos de los malos, estaba a ciegas, como quizás notara ella. Pero esa ceguera trascendía demasiados límites y realmente le impedía no sólo volar, sino también avanzar de cualquier modo.
Última edición por Monicke Austerlitz el Dom Feb 01, 2015 7:01 pm, editado 1 vez
Victoria M. Austerlitz- Cambiante Clase Media
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Re: Exile (Deméter)
“Aquel que no tiene nada para perder, siempre ganará”
Un suspiro que delataba mi insatisfacción fue lo que se escuchó cuando el pequeño cuerpo caliente de la muchacha se sentó en el suelo. Sus pies estaban levemente rojos, lo pude notar cuando se quedó esperando en el pasto. Pero no dije nada al respecto, ¿qué más daba si aquello no iba ni hacía atrás ni hacía delante? Como siempre lo había sabido, no se puede ayudar a aquel que no desea ser ayudado. No se puede romper una coraza si no está el mínimo deseo de salvación. Para aquellas personas solo queda la muerte como única salida. O un derrumbe total de sus muros. Que algo la termine de hacer tambalear, que le rompa la última pared para que pueda ver el sol de una vez por todas. Pero ese absolutamente no iba a poder ser mi trabajo. No valía la pena siquiera intentarlo. Si tanto iba a seguir luchando contra mis comandos, entonces no me quedaba más que ayudar en lo que ella estaba interesada que yo haga. Y por ello mi rostro cambió. Había dos partes en mi interior, la luz y la oscuridad, ambas balanceadas al punto que mi equilibrio era total y casi divino. — Muy bien, viniste por agua, al menos bebe eso. No deseas comer, no deseas hacer nada más que volver a la cueva de la que saliste. Y aparentemente eres infeliz allí también. ¿Qué sentido tiene entonces que desees estar allí? — Pregunté casi arrastrando las palabras mientras alzaba el cuenco de agua que era para mí, lo subía y dejaba salir el pequeño ruido que se hace al tragar, disfrutando la calma en mi interior una vez más.
Pronto, mi mirada se vio alejada de ella, posándola en la lejanía, como quien no sabe qué buscar. Era capaz de entender un sinfín de sentimientos, malos o buenos, podía saborearlos y expresarlos de maneras diferentes para cada persona. Pero con ella era más difícil, llegado al punto que era molesto. — Ahh… Amar la libertad es estar preparada para que te corten las alas. Incluso cuando lo hagan, podrás seguir siendo libre, para algo están las piernas. Cuando te las quiten, tendrás las manos. Todavía tienes brazos, piernas y cabeza. No puedes quejarte. Si uno desea algo verdaderamente, lo logra, lo sigue teniendo. Pero tú estás encerrada en tu propia cabeza y por ello no hay nada que yo pueda hacer para ayudarte. — Fueron palabras salidas desde la profundidad de mis sentimientos, con los ojos cerrados y herida por la hostilidad que ella me demandaba, como una rata que solo quería salirse y huir a su alcantarilla. Mordí mi labio inferior, dando sonidos suaves con la mano sobre mi rodilla, pensando, intentando saborear las posibilidades para aquella situación. ¿Por qué ella me ponía de ese extraño humor? Limitaba con mis pesadillas, me acorralaba y me indicaba que me fuese de una vez. Pero por lo contrario yo quería acercarme más a ella, buscar una manera de calmar sus aguas y contemplar el mar en su interior. ¿Sería aquello posible? Lo dudaba, incluso mi alma estaba debatiéndose con dejar de intentarlo. —Quiero que comas eso Monicke. Te haré el favor de llevarte a tu carpa, pero como ‘pago’ deberás comer mis panes calientes, deseo saber si están sabrosos. ¿Está bien de esa manera? Tú que piensas que para todo hay que dar algo a cambio, intentaré hacer las cosas como añoras. Pero deja de cerrarte frente a mí. No puedo acobardarme frente a tus cerraduras. Me sentiré humillada si te vas de mi vista sin siquiera poder hacer de tu tormento un garuo. —
Escupí el habla tan deseosamente que casi no lo había podido llegar a pensar, como si estuviesen poseyendo mi boca para hacer su disposición. ¿Tenía que seguir? ¿Eso es lo que me estaban diciendo? Maldije a los cuatro vientos con los ojos atormentándose contra el pasto. Mis dedos largos acariciaron las secas yescas y con una sonrisa de anhelo volví al pan que había dejado para mí, masticándolo de una vez por todas, era apenas salado y levemente picante, tenía hierbas y la harina había llegado a su punto máximo de elevamiento por lo que estaba blando y fácil de masticar. — No, no conozco a todos los del campamento, soy nueva por Paris, vengo de muy lejos de aquí. Estoy paseando con mis serpientes por toda la tierra. Y seguiré andando hasta que mis huesos no me dejen seguir más. Pero dime si deseas que conozca a alguien, quizá tienes suerte. No te mencionaré, pero tengo una pregunta para ti. ¿Seguirás con esta vida lastimosa hasta que mueras? ¿No crees que lo que sea que te haya pasado, fue para encontrar una nueva vida, una mejor, en vez de esto? — No hacía falta decir a que me refería, su ropa, su estado deplorable, su suciedad y aquellos huesos que salían por entre su piel agonizando de dolor. Negué mirándola y pronto en mi mano se sintió el siseo de una serpiente, paseándose por los alrededores hasta mi cuello, al parecer había terminado de comer, pues la forma de su cuerpo se había ovalado un poco. Sonreí y con cuidado me dejé acariciar la cobertura de sus escamas.
“Verás que ni el pasado ni el futuro te devolverán aquello que en el presente ya no está.”
Darko DeGrasso- Condenado/Licántropo/Clase Alta
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Re: Exile (Deméter)
"Distinta de un pez, mi alma se desliza sin agallas. Yo canto sobre un suspiro"
Un suspiro cansado se mezcló con el aire y aunque bajito le gritó a Monicke que podía resultar insoportable ¿Cuán abismal era la diferencia de la cambiante alemana que tuviera una vida normal, comparada con los desechos que quedaban de todo lo que alguna vez fue ella? Las palabras siguientes de la gitana declararon lo que Monicke ya presentía —Lo que yo deseo no siempre es lo correcto. O posible— dijo suavemente y esta vez suspiró ella —Pero a veces para quienes vemos tinieblas todo es una cueva. Pero es lo que tenemos— argumentó a ella, como en el mito de la Caverna de Platón donde los que allí moran se conforman con las sombras que recrean una inexistente realidad. Rara vez, alguno decide salir a la superficie y cuando el sol le toca los ojos, se siente enceguecido y desea retornar. A la alemana le pasaba algo similar, aunque el orden era distinto.
Pero escucharla hablar de cortar las alas dolía, sobre todo cuando le decía “No puedes quejarte” ¿Por qué todo el mundo le decía lo mismo? Nadie entendía nada y eso era mucho peor. Fue entonces cuando se retiró el cabello de la frente y giró al rostro hacia dónde provenía la voz y abrió los ojos o, más bien, permitió que sus párpados se elevaran por primera vez desde que quedo ciega. No tenía idea de cómo se vería, pero necesitaba hacerlo, desahogarse porque ya todo le asfixiaba —Mírame, eso que ves ahora y que seguramente luce horroroso es tal y como lo ves, porque no ha pasado un mes desde que me quemaran los ojos con ácido. Aunque eso no es lo que más duele. Un ave no vuela sin alas y eso es lo que soy, o lo que queda— de sus orbes vacíos y con apariencia a carne quemada se escaparon unos enormes lagrimones que le recorrieron las mejillas. Y era de entenderse, porque ella no había podido llorar su duelo porque Rylan no se lo permitía. Su dolor era como los cuerpos de los suyos, que seguramente no se habían enterrado y ella no había podido llorarlos. Tampoco encontraría unas tumbas a las que llevarles flores, porque sentía que hasta su nación le había sido vetada. Y todos necesitan llorar a sus muertos.
Se mordió el labio inferior con fuerza, el pecho se hincho y bajó de nuevo en ese modo de forzarse por no llorar sobre lo perdido y de nuevo cerró los ojos y pasó saliva, sintiéndose peor que antes. En el fondo la voz de Rylan le resonaba en la consciencia, cuando le decía que no debía llorar y que no quería verla en esa circunstancia. El gitano le exigía avanzar, pero ella sentía que debía caminar sobre sus muertos en vez de sepultarlos, dar una plegaria y luego sí poder continuar con su camino. —Huelen muy bien— dijo la cambiante con respecto a los panes, intentando desviar lo que acababa de decir y tomando el pan en una mano y el agua en la otra. Bebió casi toda el agua de un sorbo, tomó aire y dio una mordida al pan aún tibio que tenía en su mano. Lo saboreó, realmente era el más rico que había probado y así se lo haría saber — ¿Los preparaste tú? Son deliciosos. Gracias por compartirlos conmigo—.
Monicke no habló más hasta que terminó de comer aquél delicioso pan. Incluso pensó que con gusto lo pagaría un par de veces más con tal de saborear algo como aquello. Si bien venía alimentándose casi a punta de agua y pan, aquél era más rico de los que probara antes. Sin embargo debía hablar, retractarse de decir nombres para que no dieran con Rylan ¿Acaso no debería poder sentir el aroma de su carpa y guiarse a través de él? Debía aclararlo —No lo sé, ni siquiera sé cuando muera, pero tampoco puedo encontrar nada mejor de lo que tenía— el nudo en la garganta volvió, porque Rylan era todo lo que conocía y a duras penas si hablaba el idioma por mera cosa de suerte. Tampoco podía regresar a lo que fuera suyo, pero eso, era lo complicado de explicar. Todos le pedían que avance, pero ninguno preguntaba qué había pasado y mucho menos les importaba como se sentía. Aunque ella sí tenía una gran pregunta en su mente ¿Qué harían ellos en su lugar?
Pero escucharla hablar de cortar las alas dolía, sobre todo cuando le decía “No puedes quejarte” ¿Por qué todo el mundo le decía lo mismo? Nadie entendía nada y eso era mucho peor. Fue entonces cuando se retiró el cabello de la frente y giró al rostro hacia dónde provenía la voz y abrió los ojos o, más bien, permitió que sus párpados se elevaran por primera vez desde que quedo ciega. No tenía idea de cómo se vería, pero necesitaba hacerlo, desahogarse porque ya todo le asfixiaba —Mírame, eso que ves ahora y que seguramente luce horroroso es tal y como lo ves, porque no ha pasado un mes desde que me quemaran los ojos con ácido. Aunque eso no es lo que más duele. Un ave no vuela sin alas y eso es lo que soy, o lo que queda— de sus orbes vacíos y con apariencia a carne quemada se escaparon unos enormes lagrimones que le recorrieron las mejillas. Y era de entenderse, porque ella no había podido llorar su duelo porque Rylan no se lo permitía. Su dolor era como los cuerpos de los suyos, que seguramente no se habían enterrado y ella no había podido llorarlos. Tampoco encontraría unas tumbas a las que llevarles flores, porque sentía que hasta su nación le había sido vetada. Y todos necesitan llorar a sus muertos.
Se mordió el labio inferior con fuerza, el pecho se hincho y bajó de nuevo en ese modo de forzarse por no llorar sobre lo perdido y de nuevo cerró los ojos y pasó saliva, sintiéndose peor que antes. En el fondo la voz de Rylan le resonaba en la consciencia, cuando le decía que no debía llorar y que no quería verla en esa circunstancia. El gitano le exigía avanzar, pero ella sentía que debía caminar sobre sus muertos en vez de sepultarlos, dar una plegaria y luego sí poder continuar con su camino. —Huelen muy bien— dijo la cambiante con respecto a los panes, intentando desviar lo que acababa de decir y tomando el pan en una mano y el agua en la otra. Bebió casi toda el agua de un sorbo, tomó aire y dio una mordida al pan aún tibio que tenía en su mano. Lo saboreó, realmente era el más rico que había probado y así se lo haría saber — ¿Los preparaste tú? Son deliciosos. Gracias por compartirlos conmigo—.
Monicke no habló más hasta que terminó de comer aquél delicioso pan. Incluso pensó que con gusto lo pagaría un par de veces más con tal de saborear algo como aquello. Si bien venía alimentándose casi a punta de agua y pan, aquél era más rico de los que probara antes. Sin embargo debía hablar, retractarse de decir nombres para que no dieran con Rylan ¿Acaso no debería poder sentir el aroma de su carpa y guiarse a través de él? Debía aclararlo —No lo sé, ni siquiera sé cuando muera, pero tampoco puedo encontrar nada mejor de lo que tenía— el nudo en la garganta volvió, porque Rylan era todo lo que conocía y a duras penas si hablaba el idioma por mera cosa de suerte. Tampoco podía regresar a lo que fuera suyo, pero eso, era lo complicado de explicar. Todos le pedían que avance, pero ninguno preguntaba qué había pasado y mucho menos les importaba como se sentía. Aunque ella sí tenía una gran pregunta en su mente ¿Qué harían ellos en su lugar?
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Re: Exile (Deméter)
“Cantarás y volarás todo lo que más quieras, solo debes esperar el renacer”
Sus movimientos, su frágil espalda arqueándose como si se quisiera hundir en su mismísima coraza hicieron que una puntada en mi corazón me doblegara el alma. Sentí una hermosa vibración en la comisura de los ojos, la sal con agua se estaba vaporeando por allí y mordí mis labios con fuerzas, dejando desvariar la mirada por la senda verde y el agua cristalina. ¡Aquella maldita vida con la que nos engañaban al nacer! En casi todas las circunstancias de la existencia, nos prometían que se nos cumplirían todos los sueños. Pero era una vil mentira. Y yo lo había descubierto a una tempranísima edad. Había disfrutado la vida, sí, eso lo podía decir sin titubear y me sentía bendecida por ello. Pero había tantas cosas que nunca podría alcanzar. Y allí estaba ella, el reflejo de la injusticia hecho carne. Se me revolvió el estómago y con cuidado me acerqué, los movimientos en mis manos se detonaban por el gran sonido que hacían las pulseras y pronto una mano vagabundeó por su mejilla hermosamente lisa. Sus ojos hechos añicos no daban qué decir y por fin palpité un leve halo de algo que se podía llamar redención. — Oh Monicke, tu eres hermosa, la imperfección y el dolor no hacen más que darte cicatrices para la vida. El dolor puede convertirse en fuerza o en depresión. ¿Acaso la Iglesia hizo esto contigo? Los cazadores normales solo van a matar, estas son marcas causadas por el odio, la envidia y el desprecio. — Enardecía, mis dedos temblaron, cavilando.
¿Cómo podría preguntarle tan fácilmente qué es lo que le pasaba? Era una desconocida, una a la cual le era destinado meterse en las cuestiones ajenas, acariciar las lastimaduras que eran completamente extrañas a si. Y por ello tenía que hacer las cosas de manera diferente. Empezaba por el final para poder llegar al principio. Sacaba el odio de las personas de una manera inofensiva y me agarraba de esa fortaleza para proseguir con una limpieza sumamente santa. — Soy una gitana que ha viajado por muchos lugares. Y en varios sitios en los que me he escabullido he visto pájaros que no pueden volar. Mi viaje a Nueva Zelanda me hizo conocer a unos adorables kiwis, que son muy rápidos, debo reconoces, apenas los puse ver. — Comenté de nueva cuenta mientras me movía para posicionarme a su lado, dejando las piernas al lado de las suyas, mis manos se deslizaron por su cabello, haciéndolo más hacía atrás de lo que ella antes había hecho. Observé su peculiar rostro, su humanidad hecha añicos y una sonrisa dulce y triste a la vez se mostró en mí. Ella no la podía ver y una vez más corroboré que mis sentidos no me mentían cuando había pensado que no podía mirar. Pero aquello era peor de lo imaginado. Era irrecuperable. —Está bien si lloras, ¿Qué te pasó? No puedo preguntarte demasiado, porque no confías en mí. Soy una persona nueva en tu vida. Una gitana extraña. Pero no me interesa hacer el mal. Eso se lo dejo a los seres viles y ególatras. —
Me quedé entonces observando como comía, disfrutaba ver un halo de satisfacción en su aura, extremadamente pequeño, pero allí estaba. Y no diría nada para quitárselo. Hubiese asentido de haber podido transmitir mi pensar mediante esa expresión, pero sabía que no se podía. Así que un simple “Así es” se desvaneció entre mi lengua y me quedé observando, con mis manos sobre mi propia pierna, a su lado, como si quisiera inspeccionar cada parte de su ser. Había un orgullo que le impedía tomar todo lo que le daban. ‘Ya debía demasiado’ Eso es lo que decía y me hacía reír, si yo pensara todas las cosas que le debía a la gente. Las limosnas que me habían lanzado en los malos tiempos. Las serpientes que jamás se habían alejado de mí. ¿Qué les tenía que dar a ellas por todo lo que habían hecho por mí? — Querubín, hay cosas que no se pueden arreglar. Pero siempre se puede mejorar todo. ¿Quieres que te enseñe a usar las manos? Podría enseñarte como hacer pulseras para vender o cazar pescados, con tu sexto sentido no será difícil para ti hacer lo que quieras. ¿No quieres hacer nada para vivir un poco más felizmente? —La pregunta conclusión fue casi un desconsuelo, como si fuese un ruego a su alma para poder agarrarla con las yemas de los dedos. Abrazarla con fuerzas y de ser posible pasar algo de calma a su atareado corazón.
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Re: Exile (Deméter)
"Y es que no hay ya vuelo que me lleve a casa"
Casi sintió en la boca el sabor del agua salada, de cuando la arrojaron al mar recién enceguecida y dando por hecho que moriría. Y ella creyó mientras caía que así debía ser y así sería, pero el destino parecía tener aún más para la cambiante, como si quisiera darle el tiempo suficiente de llorar a sus muertos, y eso la incluía a ella misma. Algo no había cicatrizado por dentro, eran heridas abiertas dentro de la herida, y era eso mismo lo que enseñaba a Deméter al abrir los ojos y mostrar sus vacíos. Hasta el momento no se había atrevido a hacerlo por el temor que hasta la brisa que corría para ese otoño le recordara la sensación de ardor y ausencia. No había levantado los párpados para sí misma, porque tampoco podría verse. Y no lo había hecho para Rylan, porque seguramente no le importaba. No obstante ahí estaba, buscando ser menos juzgada y más comprendida por una desconocida que parecía irradiar sus emociones como un don especial.
La mano ajena se mostró como la primera caricia desde que la abofeteara la vida y casi sintió sumirse como si fuera un pequeño gato en vez de una solitaria ave. Asintió cuando Deméter declaró la mano de la inquisición y de inmediato cerró los ojos. Pero seguía siendo la misma y viendo exactamente igual: Nada, excepto tinieblas. —Nadie elige cómo nace. Pero muchos eligen cómo mueres— le dijo en un susurro, con la voz temerosa de lo que sucediera, aunque en el fondo valiente si es que llegaba la muerte. Ella estaba lista para irse cuando así se dispusiera, no había sol por el que seguir caminando y por ahora no se bastaba ella sola.
—Pero un ave que no vuela es lenta al correr y más susceptible sobre la tierra que en medio del aire. No me cortaron las alas, pero están atadas a lo que pude ver. Tengo el alma enjaulada y el ánimo revuelto— explicó sin saber que más decir. Parecía de torpe hablar, sin sutileza o incluso educación, pero era de analizar, puesto que hablaba francés pero aún con torpeza y llevaba demasiados días hablando únicamente lo necesario. Aun así, sabía que en muchas cosas, la gitana tenía razón.
—Quisieron limpiar con ácido el pecado de mi naturaleza. Me castigaron por algo que no elegí, pero en lo que no fui prudente. Pero intento no llorar, alguien me dijo que no servía de nada, que ya era inútil y que debía encontrar el modo de seguir— parafraseo a Rylan, aunque seguramente ella sonaría más dulce que él cuando se lo aclaró. También había expresado cuánto le incomodaba ver a alguien llorar, pero no era necesario ser tan específica con alguien que no se conoce. —Y dejé a mis sentidos avanzados morir. No veo auras, no soy para nada ágil y dependo de mis pies y de mis sospechas. No quiero ser lo que soy, y aunque seas mala o buena como quiero creer, puedes saberlo. No pedí esto y es esto mismo de lo que quiero deshacerme. Ser animal o humano, nada más— las palabras se le entrecortaron, pero no se detuvo antes de decir lo necesario. Deméter había mostrado una amabilidad tal que era casi imposible no querer estar con ella, pero la cambiante no podía estar con nadie que pidiera sus palabras porque ya estaban hechas añicos como su dueña. Ella sabía que era un desastre y que, lejos de lo que la gitana le pudiera ofrecer en un mero gesto altruista, no debía ser tomado y tampoco sabría cómo mantenerla. Rylan había pedido silencio. Y la inquisición a su modo, la había silenciado sin necesidad de arrancarle la lengua.
—Sólo necesito saber cómo hacerlo. Porque aunque suene mal, no tengo un sólo motivo para creer que puedo ser feliz. Realmente lo he perdido todo, más que mis ojos— agregó luego de un silencio y como una voz mucho más tranquila a pesar de su duelo —¿Sabes de alguien que haya logrado apartarse de su estado natural? Si es así, por favor, dímelo—.
La mano ajena se mostró como la primera caricia desde que la abofeteara la vida y casi sintió sumirse como si fuera un pequeño gato en vez de una solitaria ave. Asintió cuando Deméter declaró la mano de la inquisición y de inmediato cerró los ojos. Pero seguía siendo la misma y viendo exactamente igual: Nada, excepto tinieblas. —Nadie elige cómo nace. Pero muchos eligen cómo mueres— le dijo en un susurro, con la voz temerosa de lo que sucediera, aunque en el fondo valiente si es que llegaba la muerte. Ella estaba lista para irse cuando así se dispusiera, no había sol por el que seguir caminando y por ahora no se bastaba ella sola.
—Pero un ave que no vuela es lenta al correr y más susceptible sobre la tierra que en medio del aire. No me cortaron las alas, pero están atadas a lo que pude ver. Tengo el alma enjaulada y el ánimo revuelto— explicó sin saber que más decir. Parecía de torpe hablar, sin sutileza o incluso educación, pero era de analizar, puesto que hablaba francés pero aún con torpeza y llevaba demasiados días hablando únicamente lo necesario. Aun así, sabía que en muchas cosas, la gitana tenía razón.
—Quisieron limpiar con ácido el pecado de mi naturaleza. Me castigaron por algo que no elegí, pero en lo que no fui prudente. Pero intento no llorar, alguien me dijo que no servía de nada, que ya era inútil y que debía encontrar el modo de seguir— parafraseo a Rylan, aunque seguramente ella sonaría más dulce que él cuando se lo aclaró. También había expresado cuánto le incomodaba ver a alguien llorar, pero no era necesario ser tan específica con alguien que no se conoce. —Y dejé a mis sentidos avanzados morir. No veo auras, no soy para nada ágil y dependo de mis pies y de mis sospechas. No quiero ser lo que soy, y aunque seas mala o buena como quiero creer, puedes saberlo. No pedí esto y es esto mismo de lo que quiero deshacerme. Ser animal o humano, nada más— las palabras se le entrecortaron, pero no se detuvo antes de decir lo necesario. Deméter había mostrado una amabilidad tal que era casi imposible no querer estar con ella, pero la cambiante no podía estar con nadie que pidiera sus palabras porque ya estaban hechas añicos como su dueña. Ella sabía que era un desastre y que, lejos de lo que la gitana le pudiera ofrecer en un mero gesto altruista, no debía ser tomado y tampoco sabría cómo mantenerla. Rylan había pedido silencio. Y la inquisición a su modo, la había silenciado sin necesidad de arrancarle la lengua.
—Sólo necesito saber cómo hacerlo. Porque aunque suene mal, no tengo un sólo motivo para creer que puedo ser feliz. Realmente lo he perdido todo, más que mis ojos— agregó luego de un silencio y como una voz mucho más tranquila a pesar de su duelo —¿Sabes de alguien que haya logrado apartarse de su estado natural? Si es así, por favor, dímelo—.
Victoria M. Austerlitz- Cambiante Clase Media
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Re: Exile (Deméter)
“Pero podrás encontrar otra y llegará el día donde los abrazos te envolverán”
Sus manos eran suaves, como si quisieran ocultar la forma escamosa de su interior, las heridas sin cicatrizar que estaban exponiéndose con rudeza frente a mí. Ahora podía verlas a todas, el dolor y el cansancio que ella tenía por la vida misma. ¿Cómo hacer para abrazar a la existencia, cuando ésta te da la espalda y la muerte tampoco te da la mano? Quedar entre medio de los limbos sin nada para poder hacer. ¡Era algo que no me podía permitir ver! Y tuve que acunarme para deslizar los dedos por sus hombros. Sentía pena, una total y completa agonía que con empatía me obligaba a sentir retazos de su alma, que provocaban que quisiera derramar lágrimas que jamás podrían salir. Porque era algo que me había prometido firmemente, jamás me dejaría llorar en frente de una víctima otra vez. Permanecería fuerte y con sonrisas aún en los momentos más tristes de todos, era mi destino servir a los demás y no podía dejar que nadie me tuviese que consolar. Y ese, sin duda era uno de los momentos más difíciles que tendría que pasar. Y entonces, asentí de manera triste a su razonamiento, mordiendo mi labio inferior pues solo había una tristeza imparable. Realmente, incluso humanos o sobrenaturales, decidían por nosotros, te mataban de la forma que más les gustara y luego te prendían fuego. “Por bruja, por gitana, por hereje” Eso es lo que siempre escuchaba por donde fuese que iba. Pero yo no podía decirle que realmente eso sucedía, no podía echarle más leña al fuego que ya había armado sobre sus heridas. Era hora de lanzar agua y apaciguar lo que había formado. La bestialidad de un alma que estaba en llamas.
—Llorar limpia los dolores. Al fin y al cabo el agua es purificadora. Si sigues conteniendo eso dentro no podrás pasar la primera línea de avance. Qué triste, jamás podré entender ese afán de hacer el mal que ellos tienen. Poniendo en sus acciones la palabra de un Dios. Que peor pecado que ese. — Fue un bisbiseo mientras acariciaba su piel, no podía recomponer mis palabras, pero tampoco me arrepentía de ellas, porque había llegado a la raíz del problema y aunque no tenía armas suficientes para contrarrestar eso, al menos podía abrazar su dolor todo lo que quisiera. Me dispuse entonces a acomodar las cosas que llevaba en la canasta de mimbre, buscando un cuenco apropiado para llevar el agua a aquella carpa de donde ella venía, escuchándola con curiosidad y sin saber exactamente qué decir. Era complicado, la felicidad solo se podía balancear con el encuentro con el amor. Y con ello no me refería a un hombre que le mitigue las heridas. El amor era mucho más que eso y se podía ver incluso con los árboles. Escuchar a la madre naturaleza, al sonido de un corazón latir, incluso con un animal que la amase. Deslicé los dedos por las serpientes cuando aquello se cruzó por mi mente, una de ellas se había ido a cazar y la otra estaba envolviéndome la piel, como si fuese una rama de un árbol, para descansar profundamente. — Para ser feliz tienes que buscar cosas que te hagan sentir bien, volver a lo más básico. Comer, bañarse, las necesidad básicas. Si quieres podemos ir al bosque luego, hay aguas calientes que te harán sentir bien. — Busqué sus dedos, pues confiadamente había empezado a buscar su tacto.
Quería apretar su piel y ayudarla a andar todo lo que pudiese. Y me pregunté entonces con quien estaba ella ahora, quien la protegía y mantenía, bastante mal a decir verdad, su piel aunque era suave y blanquecina, se notaba en dejadez. Sus labios estaban partidos por la probable falta de vitaminas. Alcé de entre la canasta que a todos lados llevaba un pequeño saco con almendras y busqué poner algunas sobre la palma de sus manos. — Come, iré a cargar agua para llevar. Monicke, ¿por qué quieres apartarte de tu estado natural? He encontrado cambiantes que se han quedado en su forma animal por siempre. Pero tan solo he visto a uno que por culpa de un trauma no se pudo volver a convertir. No creo que sea la mejor manera de hacer las cosas. Dale tiempo, jamás podrás dejar de ser lo que eres. Naciste de este modo y siquiera un gran hechicero puede cambiarlo. No tienes una maldición, tienes una dota. Que lleva el nombre de maldita por personas de escasa sabiduría, como es así la Iglesia. — Expliqué como mejor pude, intentando sonar lo más apacible posible. En otro caso, me hubiese vuelto loca por el no sentido de sus frases, por aquello que me parecía ridículo y enfermante, pero ya le había hecho daño antes, ahora me tocaba callar. Siempre era mejor dejar al silencio actuar aunque no fuese partidaria de ello. Y me dispuse a ir a buscar el fluido más puro de la historia, juntándolo de entre piedras que se quedaban con las impurezas. Apretando los costados del contenedor, la corriente era fuerte y siempre temía irme con ella. Al volver le busqué la mirada, una que estaba completamente muerta, sus parpados caídos y no quería imaginarme el dolor en ellos. — ¿Con quién vives? ¿O estás manteniéndote sola en este estado? — Las palabras fluyeron sin disimulo, con la tosquedad que caracterizaba mi habla. Siempre directa pues así lo quería el cielo.
Darko DeGrasso- Condenado/Licántropo/Clase Alta
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Re: Exile (Deméter)
"No es derrotismo. Dosis de realidad, poco más."
Los gitanos no tenían las mismas teorías, como creyó continuamente. La idea de comunidad unificada que siempre tuvo de ellos, se desmoronaba en cada frase de Deméter y Rylan, que apoyaban ideas diferentes. “Llorar no soluciona nada” decía él, “Llorar limpia los dolores” decía ella. Monicke estaba en medio de la vida y la muerte, del ser humano y animal, de los gitanos que la alentaban distinto, de todo.
Su vida se sentía como una rayuela, una donde todos saltan y tiran piedras hasta caer en cualquier parte, hasta que les gane el peso de sus cuerpos y conciencias y borren trazos en cada caída. Sus palabras eran una carretera que no llevaba a ninguna parte, y eso lo comprobaba en los silencios que a veces otorgaba Deméter, como si tuviera un nudo en la garganta que le ahoga y se combina con la lástima que le va sintiendo a la cambiante mientras ella suspira —Tal vez purga a los dolores, pero dudo que estos se vayan, porque han penetrado lo suficiente como para reducirme el corazón a cicatrices— murmuró terca, como a quien desahucian y nada alienta. Sabiendo que no había trozo de su cuerpo o alma que no hubiesen violentado lo suficiente como para lacerarla y arruinarla completa —Dios no estaba en lo que me hicieron, ni en como asesinaron a un anciano completamente humano como lo era mi padre…— el inocente, el que no tenía culpa en la sangre, aunque lo tildaran de cómplice de una familia formada con mitad animales.
— ¿Este río es peligroso? No me refiero a él en sí mismo, sino a quienes suelen frecuentarlo— habló intentando romper su propio hielo, porque Deméter prácticamente no tenía y, por lo mismo, era que a pesar de lo complicado que le resultara, intentaba soltarse un poco en cada palabra. —Aunque me agradaría lo de las aguas calientes. He tenido mucho frío los últimos días, supongo que he estado algo enferma— fue un pensamiento en voz alta, algo que realmente la hacía pensar en la raíz de todo. Y de todo lo que la gitana había hablado, era en aquello de volver a lo más básico en donde más tenía razón. Deméter era la curva en medio de la carretera que Monicke veía.
La cambiante tenía alma de vieja, pero se sentía una niña de nuevo cada vez que la gitana la tocaba, con ese modo particular de acariciar y transmitirse en cada roce. Unas formas alargadas se posaron en sus manos y palpó la textura rasposa. Las acercó al rostro con curiosidad, para identificar lo que ya creía por su olor y efectivamente acertaba: Almendras. Las conocía bien, de niña jugaba con ellas y se las lanzaba a sus hermanos una vez las recogían por vez primera del árbol y se correteaban hasta quedar agotados. Al final, cuando la tarde caía, se las comían entre suspiros y risas y volvían aún a casa con los bolsillos llenos de ellas —Me gustan mucho las almendras— farfulló antes de llevarse la primera a la boca y saborearla como si la hubiera anhelado por años —Pensé en olvidar que podía cambiar de forma, pero aquellos que ven las auras me lo recordarán. Por eso he pensado en ser sólo un ave, volar y posarme siempre en lo alto, hasta que olvide las palabras en cualquier idioma y el cerebro pequeño que posee un ave me comprima los recuerdos. — confesó, negando con la cabeza y ocultando que su verdadero miedo era ser encontrada de nuevo y torturada antes de terminar el trabajo.
Mientras Deméter se alejó y sus pasos se sintieron en el agua, Monicke comió sin rechistar las almendras, y las saboreo una a una igual que la primera. El cambio de dieta era lo mejor que le había pasado ese día y por lo mismo, había valido la pena desobedecer a Rylan al salir de su carpa. —Vivo con un gitano, a unos 5 minutos a paso lento de aquí. Y debe estarme esperando. No sé cuanto tiempo ha pasado ni qué hora es. Debo volver ahora— respondió al sentirla volver y de inmediato se puso de pie, recordando que debía regresar antes de ganarse un regaño, sabiendo que debía rendir cuentas de su demora si es que él ya había aparecido. Pero más que nada era por el tono que usaba ella, que a veces parecía cambiar de humor en los tonos de voz y mutar la dulzura previa por la firmeza absoluta. —Muchas gracias por todo, Deméter. Sé que me dijiste que no debía pagarte, pero lo haré pronto, lo prometo—.
Su vida se sentía como una rayuela, una donde todos saltan y tiran piedras hasta caer en cualquier parte, hasta que les gane el peso de sus cuerpos y conciencias y borren trazos en cada caída. Sus palabras eran una carretera que no llevaba a ninguna parte, y eso lo comprobaba en los silencios que a veces otorgaba Deméter, como si tuviera un nudo en la garganta que le ahoga y se combina con la lástima que le va sintiendo a la cambiante mientras ella suspira —Tal vez purga a los dolores, pero dudo que estos se vayan, porque han penetrado lo suficiente como para reducirme el corazón a cicatrices— murmuró terca, como a quien desahucian y nada alienta. Sabiendo que no había trozo de su cuerpo o alma que no hubiesen violentado lo suficiente como para lacerarla y arruinarla completa —Dios no estaba en lo que me hicieron, ni en como asesinaron a un anciano completamente humano como lo era mi padre…— el inocente, el que no tenía culpa en la sangre, aunque lo tildaran de cómplice de una familia formada con mitad animales.
— ¿Este río es peligroso? No me refiero a él en sí mismo, sino a quienes suelen frecuentarlo— habló intentando romper su propio hielo, porque Deméter prácticamente no tenía y, por lo mismo, era que a pesar de lo complicado que le resultara, intentaba soltarse un poco en cada palabra. —Aunque me agradaría lo de las aguas calientes. He tenido mucho frío los últimos días, supongo que he estado algo enferma— fue un pensamiento en voz alta, algo que realmente la hacía pensar en la raíz de todo. Y de todo lo que la gitana había hablado, era en aquello de volver a lo más básico en donde más tenía razón. Deméter era la curva en medio de la carretera que Monicke veía.
La cambiante tenía alma de vieja, pero se sentía una niña de nuevo cada vez que la gitana la tocaba, con ese modo particular de acariciar y transmitirse en cada roce. Unas formas alargadas se posaron en sus manos y palpó la textura rasposa. Las acercó al rostro con curiosidad, para identificar lo que ya creía por su olor y efectivamente acertaba: Almendras. Las conocía bien, de niña jugaba con ellas y se las lanzaba a sus hermanos una vez las recogían por vez primera del árbol y se correteaban hasta quedar agotados. Al final, cuando la tarde caía, se las comían entre suspiros y risas y volvían aún a casa con los bolsillos llenos de ellas —Me gustan mucho las almendras— farfulló antes de llevarse la primera a la boca y saborearla como si la hubiera anhelado por años —Pensé en olvidar que podía cambiar de forma, pero aquellos que ven las auras me lo recordarán. Por eso he pensado en ser sólo un ave, volar y posarme siempre en lo alto, hasta que olvide las palabras en cualquier idioma y el cerebro pequeño que posee un ave me comprima los recuerdos. — confesó, negando con la cabeza y ocultando que su verdadero miedo era ser encontrada de nuevo y torturada antes de terminar el trabajo.
Mientras Deméter se alejó y sus pasos se sintieron en el agua, Monicke comió sin rechistar las almendras, y las saboreo una a una igual que la primera. El cambio de dieta era lo mejor que le había pasado ese día y por lo mismo, había valido la pena desobedecer a Rylan al salir de su carpa. —Vivo con un gitano, a unos 5 minutos a paso lento de aquí. Y debe estarme esperando. No sé cuanto tiempo ha pasado ni qué hora es. Debo volver ahora— respondió al sentirla volver y de inmediato se puso de pie, recordando que debía regresar antes de ganarse un regaño, sabiendo que debía rendir cuentas de su demora si es que él ya había aparecido. Pero más que nada era por el tono que usaba ella, que a veces parecía cambiar de humor en los tonos de voz y mutar la dulzura previa por la firmeza absoluta. —Muchas gracias por todo, Deméter. Sé que me dijiste que no debía pagarte, pero lo haré pronto, lo prometo—.
Victoria M. Austerlitz- Cambiante Clase Media
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Re: Exile (Deméter)
“Solo los mares limpiarán el desierto”
Mis expectativas claramente eran diferentes a lo que el pasado y el futuro estaban formando, la tristeza del aura de Monicke probablemente tardaría años en ir descascarándose hasta cambiar de piel, así como las serpientes lo hacían cada cierto período de tiempo. Pero de algo estaba segura y es que si ella había sobrevivido tenía que ser por alguna razón. Ya fuese que hubiese hecho algo malo en su vida pasada o que en un porvenir tuviese algo mejor. Como fuese ya había llevado mis ilusiones a engancharla en mis dedos y ahora no podía moverme de su lado. Pocas veces me había sentido tan miserable frente a otra persona y es porque los viajes y la soledad me habían fabricado una capa contra lo mundano, que ahora se deshacía por ella como una cortina que esconde el sol y empieza a quemarse. Por supuesto que no me lo estaba tomando mal, pero el desconsuelo que jamás se había presentado en mi alma ahora afloraba desde mis interior queriéndome hacer llorar. Mordí mi labio inferior y cerrando mis parpados le recé a los dioses. ¿Qué es lo que tenía que hacer en aquella situación? ¿Cómo podía ser capaz de manejarla si tanta empatía empezaba a darme? Mi fuerte era mantenerme alejada de los sentimientos, pero a su vez acariciarlos como si fuesen míos. Mirar las cosas con la mejor objetividad posible. Sin embargo no me era posible en aquel caso. — “Dios” siempre está, pero no hay que culparlo por las acciones de los hombres. Como dicen, él nos dio la libertad desde el momento en que lo traicionamos. — Quizá, para sorpresa de muchos, llamar a los seres del cielo como singular o plural, basarlos en diferentes manuscritos o tener una simbologías para ellos; no me resultaba en absoluto molesto. Incluso veneraba a algunas pequeñas iglesias, ya que las grandes bañadas en oro me provocaban un rechazo difícil de disimular.
Trasladaba mis manos a las ajenas, acariciando sus extremidades una por una. Hubiese querido leerle la mano y saber un poco más de aquella antigüedad y lo que le esperaba. Pero no haría algo como eso sin preguntar antes, amén que no estaba segura de querer enterarme. Y me quedé entonces escuchándola, ladeando la cabeza a los lados ante aquella pregunta que no sabía responder. Siempre estaba por aquel río y pocas veces había visto barcos en aquel lado de la ciudad. Usualmente se los encontraba a los alrededores del puerto y cuando estaban cerca de las tierras gitanas navegaban muy alejados de la orilla, ignorándonos para así no desear matarnos y “perder el tiempo” como la mayoría creía que éramos, una perdida para la sociedad. — Esta zona solo está habitada por gitanos, nómadas pasajeros o trabajadores del circo. Los hombres de ciudad no se acercan mucho, así que creo que es seguro. Aunque nunca está de más tener precauciones. ¿Por qué me lo preguntas?— Le contesté algo extrañada, observando como de a ratos masticaba los frutos secos que le había entregado, si había algo que realmente me gustaba; era llevar conmigo comidas y aperitivos para cualquier momento del día. — Entonces no se dice más, iremos luego. — Con mis palmas aplaudí una vez y me dispuse a terminar el mandado que ella iba a hacer, tomando el agua del río al tiempo que me quedaba escuchando silenciosamente, tanto su disfrute como su explicación de la vivienda. Así que estaba tan cerca y tan lejos de mí al mismo tiempo. Que desdicha, no podía imaginar qué clase de hombre sería aquel, pero sin duda no me agradaba demasiado, las ropas de la muchacha parecían caerse a pedazos al igual que su dermis que estaba por ser lacerada con sus propios huesos.
Chasqueé los dientes, negando para mí misma, a sabiendas de que ella no me vería. Sabía que no tenía derecho a enojarme como lo estaba haciendo y por ello lentamente fui calmando mi humor, apaciguando todas aquellas cosas que quería gritar. — Incluso si te quedas como animal, tu aura se nota semi humana y aun así para buscar eso […] Vamos, a levantarse que hay que ir o si no te regañarán. — No pude terminar la frase, no pude decirle que para ser un animal sencillo, luego de haber sido humana, era preferible el suicidio. Pues de solo pensarlo me parecía doloroso y triste, nuestra capacidad de sentir y pensar era muy diferente a la de los animales, aunque yo les tuviese respeto y amor a todos los seres de Gaia, estaba al tanto de nuestra superioridad en el arte del pensamiento. Como fuese, haría que aquella cambiaformas pudiese volver a volar libremente, quizá con más temor, pero con la seguridad de que vivir es mucho mejor de lo que ella piensa. Era gracioso, como una gitana tan solitaria como yo daba consejos sobre mantener una comunidad y ser feliz entre personas. Siendo que no podía dar el ejemplo; nunca estaba muchos años en un mismo sitio. Aunque se me hacía a la idea que Paris me acunaría por bastante. Tenía una energía especial, diferente a la de cualquier lugar místico que hubiese encontrado. — Me gustaría que me pagues con una sonrisa en algún momento. Seguro es hermosa como lo es todo de ti. Te acompañaré a la puerta y otro día volveré a buscarte para ir a los bosques. — Y me dispuse a caminar a su lado, con las manos ocupadas entre la canasta y el agua. El zumbido de las serpientes me alertó que empezarían a subirse y las esperé como quien maneja un carruaje. — Será divertido, si quieres puedes invitar a ese gitano que te cuida. — Con una risa cálida nos íbamos adentrando por donde ya había más personas, las carpas estaban en su mayoría juntas, como modo de protección contra los de afuera.
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Re: Exile (Deméter)
"Allá en las cimas los espíritus se entretejen
allá quizá los seres humanos sean mejores."
allá quizá los seres humanos sean mejores."
“Dios”, pensar en ese ser superior le resultaba a Monicke tan extraño y desconocido como cualquier forma distinta de las aves para cambiar. Su mención era un interrogatorio, una puerta abierta a cuestionamientos eternos y punzantes, una invitación al dolor y a la duda alienándose alrededor de su cuerpo como alambre de púas sobre la piel tierna y desnuda. Dolía, pero también sumergía en ascuas. —Libre albedrío, le llamaba mi padre que creía más que todos nosotros. Al final fue quien más sufrió— respondió antes de un largo suspiro la cambiante, aunque en el fondo también se decía lo que Deméter, que Dios no tenía la culpa, pero que estaba ahí, para que todos aquellos que pisaban la tierra con buenas intenciones tuvieran a quien encomendarse, por lo menos.
Las manos de la gitana acariciaban lo externo, como si de alguna manera buscara llegar a las heridas que ya no se notaban, como si ella misma fuese agua fría para alguien que se siente quemado o incluso cohibido. Y ella de nuevo cedía, como si eso fuese todo lo que quería desde que lo perdió todo, incluidos los mejores rasgos de lo que alguna vez fue su personalidad libre, intacta, libre de tanto mal. —Porque no pertenezco a este lugar y aunque siempre creí que los gitanos actuaban parecido, ya creo que no. Rylan no es…— “No es tan dulce, ni atento, ni cariñoso, ni cálido” —…Tan sociable— se obligó a decir en una palabra que ni siquiera le gustaba. Había mencionado su nombre y eso era como delatar su escape. Pero ¿Qué sentido tendría esforzarse en ocultarlo? Finalmente dudaba que algún otro gitano solitario compartiera su carpa con una cambiaformas alemana y ciega. No había escape, y si se conocían o al menos sabían del otro, muy probablemente se enteraría él tarde o temprano.
—Pero podría quedarme en lo alto, en los árboles, lejos de todos…— expresó en voz alta lo que ya venía meditando desde días atrás, contemplando la posibilidad de despedirse de sí misma y de todos sus prejuicios. También de los ajenos, de las burlas, de las críticas, del hambre de un estómago más grande y del luto que no vive un animal. Del miedo, de la resistencia humana, de las lágrimas, de la necesidad de afecto, de cambiar de alimento, de atención, de una vida. No obstante y a pesar de querer meditar aquello durante un momento más, se levantó, con el temor de un Rylan más enojado que de costumbre. Monicke le temía, con la misma intensidad que lo respetaba.
—Aún antes de partir, lo haría. Antes de volar, sí— afirmó con respecto a una sonrisa que por ahora no sentía, aunque la calidez de Deméter se le acercara bastante a esa necesidad o voluntad de hacerlo. Había sido un calmante para esa tarde, un aliciente al dolorido y una buena versión sobre su error al desconfiar como lo hacía. Las serpientes no la describían aunque sí la caracterizaban, su comportamiento seco y momentáneo no se comparaba con lo que era capaz de otorgar a otros. Era extraña, contradictoria, única como cada bífido que se enrollaba en su cuerpo, como atraídos por imanes, como magnetismo a la energía de Deméter.
—El sonido de las serpientes me llevará hasta ti, aunque no venga conmigo Rylan te veré de nuevo. Y entonces te diré mi verdadera historia—.
Las manos de la gitana acariciaban lo externo, como si de alguna manera buscara llegar a las heridas que ya no se notaban, como si ella misma fuese agua fría para alguien que se siente quemado o incluso cohibido. Y ella de nuevo cedía, como si eso fuese todo lo que quería desde que lo perdió todo, incluidos los mejores rasgos de lo que alguna vez fue su personalidad libre, intacta, libre de tanto mal. —Porque no pertenezco a este lugar y aunque siempre creí que los gitanos actuaban parecido, ya creo que no. Rylan no es…— “No es tan dulce, ni atento, ni cariñoso, ni cálido” —…Tan sociable— se obligó a decir en una palabra que ni siquiera le gustaba. Había mencionado su nombre y eso era como delatar su escape. Pero ¿Qué sentido tendría esforzarse en ocultarlo? Finalmente dudaba que algún otro gitano solitario compartiera su carpa con una cambiaformas alemana y ciega. No había escape, y si se conocían o al menos sabían del otro, muy probablemente se enteraría él tarde o temprano.
—Pero podría quedarme en lo alto, en los árboles, lejos de todos…— expresó en voz alta lo que ya venía meditando desde días atrás, contemplando la posibilidad de despedirse de sí misma y de todos sus prejuicios. También de los ajenos, de las burlas, de las críticas, del hambre de un estómago más grande y del luto que no vive un animal. Del miedo, de la resistencia humana, de las lágrimas, de la necesidad de afecto, de cambiar de alimento, de atención, de una vida. No obstante y a pesar de querer meditar aquello durante un momento más, se levantó, con el temor de un Rylan más enojado que de costumbre. Monicke le temía, con la misma intensidad que lo respetaba.
—Aún antes de partir, lo haría. Antes de volar, sí— afirmó con respecto a una sonrisa que por ahora no sentía, aunque la calidez de Deméter se le acercara bastante a esa necesidad o voluntad de hacerlo. Había sido un calmante para esa tarde, un aliciente al dolorido y una buena versión sobre su error al desconfiar como lo hacía. Las serpientes no la describían aunque sí la caracterizaban, su comportamiento seco y momentáneo no se comparaba con lo que era capaz de otorgar a otros. Era extraña, contradictoria, única como cada bífido que se enrollaba en su cuerpo, como atraídos por imanes, como magnetismo a la energía de Deméter.
—El sonido de las serpientes me llevará hasta ti, aunque no venga conmigo Rylan te veré de nuevo. Y entonces te diré mi verdadera historia—.
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