AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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[1780 Alemania] I See The Light [Summer J. Abadie]
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[1780 Alemania] I See The Light [Summer J. Abadie]
-¡Nos vemos, tontos!-
Exclama fuerte y claro un ser que con todo cinismo hace lujo de una habilidad física excepcional. Su carrera es por demás de veloz, yendo entre los arboles mientras que con sus manos va abriéndose paso al ser perseguido por ahora no solo una horda de guardias sino dos criminales de alto peligro y poco cerebro.
Con una vestimenta nata de la época que consta de pantalones cafés, una camisa de color blanco y con un chaleco azul turquesa que acentúa su varonil figura, este ladrón no pierde el tiempo para entonces continuar su andar con lo que pareciese un botín, el cual, yace resguardado por un maletín que de forma cruzada está sujeto a su cuerpo con una larga correa.
-Aaaah… Esos gemelos, esta vez parece que una cabeza pensó mucho más que dos- ríe por lo bajo al girar su rostro, fijando sus ojos marrones como su cabellera medianamente larga a lo lejos –Me pregunto qué les harán esos tontos guardias- y como si fuese traído por el cielo, el capitán de los justicieros claudica un fuerte grito, ordenando que el ladrón se detenga –Ops creo que tendré que pasar esta vez-
Y con una carcajada decide perderse entre el inmenso bosque, ocultándose entre las ramas y troncos gigantescos que en contra luz al soleado cielo que los recubre crean unas perfectas sombras que sirven de camuflaje para el criminal, quien en su rostro porta un singular antifaz de color negro, ocultando evidentemente su identidad.
Lentamente va caminando hasta que se encuentra con un cartelón cuya leyenda es “Se Busca” y así, un retrato aparentemente de él lo hace indignar, dando un grito -¡NO PUEDE SER!- tomando el papel con ambas manos, arrugándolo al instante –¡Mi nariz no es así!- finiquita para simplemente guardar la no acertada fotografía de su rostro o al menos, de lo que su máscara permite visualizar.
Caminando con todo el enfado por haber hecho mofa de su cara, este tropieza con un pequeño tronco, recargándose en una pared aparentemente hecha de piedra pero que termina por abrirse paso entre algunas hierbas que fungen como cortinas, azotando de golpe en un pasillo oscuro -¿Pero qué es esto?-
Levantándose con prontitud, limpia sus ropas para entonces caminar con cuidado hasta salir aparentemente hacia un pasadizo secreto natural, una cueva pequeña que al final tiene el sendero que conduce hacia una inmensa torre, tan alta como los árboles que habitan en el bosque –Wow… esto si es grande- dice para él, admirando la edificación que está rodeada de un hermoso suelo lleno de pasto así como una cascada que se convierte en un río, pasando por detrás del recinto.
Casi hipnotizado, el varón empieza a caminar lentamente, guiándose por su curiosidad y esa singular maña –o suerte- de siempre meterse en problemas.
Parece ser que la luz del sol que arropa en un marco escénico perfecto esa torre le quiere dar entender que por fin… Vio la luz.
Exclama fuerte y claro un ser que con todo cinismo hace lujo de una habilidad física excepcional. Su carrera es por demás de veloz, yendo entre los arboles mientras que con sus manos va abriéndose paso al ser perseguido por ahora no solo una horda de guardias sino dos criminales de alto peligro y poco cerebro.
Con una vestimenta nata de la época que consta de pantalones cafés, una camisa de color blanco y con un chaleco azul turquesa que acentúa su varonil figura, este ladrón no pierde el tiempo para entonces continuar su andar con lo que pareciese un botín, el cual, yace resguardado por un maletín que de forma cruzada está sujeto a su cuerpo con una larga correa.
-Aaaah… Esos gemelos, esta vez parece que una cabeza pensó mucho más que dos- ríe por lo bajo al girar su rostro, fijando sus ojos marrones como su cabellera medianamente larga a lo lejos –Me pregunto qué les harán esos tontos guardias- y como si fuese traído por el cielo, el capitán de los justicieros claudica un fuerte grito, ordenando que el ladrón se detenga –Ops creo que tendré que pasar esta vez-
Y con una carcajada decide perderse entre el inmenso bosque, ocultándose entre las ramas y troncos gigantescos que en contra luz al soleado cielo que los recubre crean unas perfectas sombras que sirven de camuflaje para el criminal, quien en su rostro porta un singular antifaz de color negro, ocultando evidentemente su identidad.
Lentamente va caminando hasta que se encuentra con un cartelón cuya leyenda es “Se Busca” y así, un retrato aparentemente de él lo hace indignar, dando un grito -¡NO PUEDE SER!- tomando el papel con ambas manos, arrugándolo al instante –¡Mi nariz no es así!- finiquita para simplemente guardar la no acertada fotografía de su rostro o al menos, de lo que su máscara permite visualizar.
Caminando con todo el enfado por haber hecho mofa de su cara, este tropieza con un pequeño tronco, recargándose en una pared aparentemente hecha de piedra pero que termina por abrirse paso entre algunas hierbas que fungen como cortinas, azotando de golpe en un pasillo oscuro -¿Pero qué es esto?-
Levantándose con prontitud, limpia sus ropas para entonces caminar con cuidado hasta salir aparentemente hacia un pasadizo secreto natural, una cueva pequeña que al final tiene el sendero que conduce hacia una inmensa torre, tan alta como los árboles que habitan en el bosque –Wow… esto si es grande- dice para él, admirando la edificación que está rodeada de un hermoso suelo lleno de pasto así como una cascada que se convierte en un río, pasando por detrás del recinto.
Casi hipnotizado, el varón empieza a caminar lentamente, guiándose por su curiosidad y esa singular maña –o suerte- de siempre meterse en problemas.
Parece ser que la luz del sol que arropa en un marco escénico perfecto esa torre le quiere dar entender que por fin… Vio la luz.
Aldebaran Ballester- Realeza Española
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Re: [1780 Alemania] I See The Light [Summer J. Abadie]
El sol se filtraba por su ventana a las nueve de la mañana, hora a la que superaba la altura de los enormes árboles linderos para despertarla. Y así comenzaba su día, uno más de tantos pero a su vez distinto, especial. Cuando la chica, luego de varios minutos, se espabiló, corrió hasta la ventana de su habitación y la abrió de par en par. -¡Es hoy! –anunció sonriente. Su mascota, Pascal, un pequeño felino de humor volátil y color arena, dio tal salto sobre el alféizar de la ventana en la que reposaba hasta entonces dormido, que rodó y cayó dentro de una maceta con rapunceles. –Ups… lo siento–soltó la doncella una risita, por su absurda torpeza y tomó al pequeño para acomodarlo entre sus brazos. –¿Sabes qué ocurre hoy, Pascal? Lo haré. Hoy saldré de esta torre-el usual tono soñador en su voz contrastaba con la incredulidad de su mascota, que veía esos planes con desconfianza.
La joven tomó la escoba y comenzó la rutina de limpieza, hasta que no quedó nada a lo que pudiera sacar brillo. Pintar, leer, recitar, bailar, cantar, jugar al ajedrez… Su sala nunca era un desorden pues siempre tenía tiempo de sobra para ordenar. Las paredes de las pocas habitaciones en la torre estaban cubiertas por pinturas y artesanías hechas en su largo tiempo libre. Todo había intentado ya, solo faltaba una cosa: peinarse. Y eso sí que le tomaba horas. Fue cuando buscaba su peine de oro, el único con el que su madre la dejaba cepillar sus largos y rubios cabellos, cuando a media tarde encontró un sobre pequeño sobre la mesa, con la perfecta cursiva de su madre:
“Summer, he salido a buscar el regalo que querías. Volveré mañana por la tarde. Espero que me recibas con alguna delicia, será un viaje largo. Recuerda cerrar bien las ventanas por las noches, el mundo exterior es peligroso.
Te quiere, mamá.”
Esa noche, no otra. No podría esperar hasta mañana, debía ser hoy, en su cumpleaños, cuando el reloj marcaba la medianoche y las luces misteriosas se alzaban en el cielo nocturno. Suspiró. No podía irse sin permiso. Sería desobedecerla, una traición a su confianza. Su madre luego se sentiría horrible del disgusto y todo por su causa… pero, ¿esperar otro año más? Un año más de encierro, de intriga respecto a las luces. ¿Y si en verdad eran para ella? ¿Y si después de sus dieciocho ya no brillaban más? –Oh, Pascal. ¿Qué voy a hacer?-suspiró ella, acercándose a la ventana nuevamente. Allí a los lejos los árboles, el río, el sol, el césped… todo eso que jamás disfrutaría. Su libertad, la tentación y deslealtad, todo junto en un ingrato paisaje. –No puedo. No puedo salir. No está bien, le partiría el corazón…-murmuró y arrancó un rapuncel de la maceta. Quitaba pétalo por pétalo, absorta en su ahora triste ensoñación, y cada uno caía veinte largos metros meciéndose suavemente en el aire hasta tocar el suelo. ¿Llegaría alguna vez un héroe cómo el de sus libros de cuentos a buscarla? ¿Vería las luces de medianoche de cerca? A medida que la tierna infancia tocaba su fin, los sueños parecían cada vez más remotos.
La joven tomó la escoba y comenzó la rutina de limpieza, hasta que no quedó nada a lo que pudiera sacar brillo. Pintar, leer, recitar, bailar, cantar, jugar al ajedrez… Su sala nunca era un desorden pues siempre tenía tiempo de sobra para ordenar. Las paredes de las pocas habitaciones en la torre estaban cubiertas por pinturas y artesanías hechas en su largo tiempo libre. Todo había intentado ya, solo faltaba una cosa: peinarse. Y eso sí que le tomaba horas. Fue cuando buscaba su peine de oro, el único con el que su madre la dejaba cepillar sus largos y rubios cabellos, cuando a media tarde encontró un sobre pequeño sobre la mesa, con la perfecta cursiva de su madre:
“Summer, he salido a buscar el regalo que querías. Volveré mañana por la tarde. Espero que me recibas con alguna delicia, será un viaje largo. Recuerda cerrar bien las ventanas por las noches, el mundo exterior es peligroso.
Te quiere, mamá.”
Esa noche, no otra. No podría esperar hasta mañana, debía ser hoy, en su cumpleaños, cuando el reloj marcaba la medianoche y las luces misteriosas se alzaban en el cielo nocturno. Suspiró. No podía irse sin permiso. Sería desobedecerla, una traición a su confianza. Su madre luego se sentiría horrible del disgusto y todo por su causa… pero, ¿esperar otro año más? Un año más de encierro, de intriga respecto a las luces. ¿Y si en verdad eran para ella? ¿Y si después de sus dieciocho ya no brillaban más? –Oh, Pascal. ¿Qué voy a hacer?-suspiró ella, acercándose a la ventana nuevamente. Allí a los lejos los árboles, el río, el sol, el césped… todo eso que jamás disfrutaría. Su libertad, la tentación y deslealtad, todo junto en un ingrato paisaje. –No puedo. No puedo salir. No está bien, le partiría el corazón…-murmuró y arrancó un rapuncel de la maceta. Quitaba pétalo por pétalo, absorta en su ahora triste ensoñación, y cada uno caía veinte largos metros meciéndose suavemente en el aire hasta tocar el suelo. ¿Llegaría alguna vez un héroe cómo el de sus libros de cuentos a buscarla? ¿Vería las luces de medianoche de cerca? A medida que la tierna infancia tocaba su fin, los sueños parecían cada vez más remotos.
Summer J. Abadie- Vampiro Clase Alta
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Re: [1780 Alemania] I See The Light [Summer J. Abadie]
Deslumbrado por la magnificencia del castillo, cubierto por gigantes rocas que en contraste con su suelo verde y repleto de pasto se puede percibir una paz única, algo que evidentemente no ha sentido en mucho, mucho tiempo –Wow… Yo a esto le llamo un hogar… Una torre… O lo que es lo mismo, ¡Un escondite!- y con una sonrisa ladina y descarada decidió ver a sus costados, asegurándose de que no hubieran testigos que le aguadaran los planes.
El arroyo que pasaba por detrás de la torre con un agua tan pura y cristalina le hipnotizó por unos segundos, haciéndole caminar hasta ahí para colocarse de rodillas y tomar con ambas manos un poco del líquido vital, remojándose y limpiando su rostro del sudor y tierra que habían quedado como consecuencia de sus aventuras.
Una vez refrescado y con un poco de descanso regresó hacia el pie de la edificación, tomando de entre sus ropas dos flechas que solo Dios sabe por qué estaban ahí. Con fuerza, clava la primera a cierta altura para usarla como soporte para así impulsarse un poco más, clavando la segunda y así sucesivamente hasta escalar poco a poco la torre –Bueno, definitivamente aquí podré esconderme… Dudo que tengan la desesperación de hacer esto como yo la tengo- y riendo con algo de sarcasmo continuó su travesía hasta llegar al pináculo donde abre de golpe una ventana.
-Uff… Creí que nunca acabaría- al abrirla de golpe, colocando primero una pierna y después la segunda, quedando de frente hacia el paisaje donde aprecia el perfecto y maravilloso cuadro de una pila de rocas que tapan por completo todo el reino –No esperaba este paisaje- dijo renegando con un profundo suspiro.
El arroyo que pasaba por detrás de la torre con un agua tan pura y cristalina le hipnotizó por unos segundos, haciéndole caminar hasta ahí para colocarse de rodillas y tomar con ambas manos un poco del líquido vital, remojándose y limpiando su rostro del sudor y tierra que habían quedado como consecuencia de sus aventuras.
Una vez refrescado y con un poco de descanso regresó hacia el pie de la edificación, tomando de entre sus ropas dos flechas que solo Dios sabe por qué estaban ahí. Con fuerza, clava la primera a cierta altura para usarla como soporte para así impulsarse un poco más, clavando la segunda y así sucesivamente hasta escalar poco a poco la torre –Bueno, definitivamente aquí podré esconderme… Dudo que tengan la desesperación de hacer esto como yo la tengo- y riendo con algo de sarcasmo continuó su travesía hasta llegar al pináculo donde abre de golpe una ventana.
-Uff… Creí que nunca acabaría- al abrirla de golpe, colocando primero una pierna y después la segunda, quedando de frente hacia el paisaje donde aprecia el perfecto y maravilloso cuadro de una pila de rocas que tapan por completo todo el reino –No esperaba este paisaje- dijo renegando con un profundo suspiro.
Aldebaran Ballester- Realeza Española
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Re: [1780 Alemania] I See The Light [Summer J. Abadie]
Los recuerdos más tempranos que tenía eran de su madre peinándola y cantándole. Desde ahí no recordaba haberse cortado nunca el cabello. Su madre se lo tenía tan prohibido como abandonar la torre. Cuando era pequeña le decía que cosas feas pasarían si se lo cortaba, que su cabello se pondría negro y que ella misma se volvería polvo. Summer jamás lo había cuestionado, como no cuestionaba nada de lo que rodeaba a su madre… en voz alta. Además, su cabello no era como cualquiera. Sus extraños poderes serían codicia de cualquiera. Crecía sano y fuerte; propiedades que podía transmitir a otros con sólo una canción. Esa era la razón de que estuviera largo. Tanto que mientras ella estaba sentada en el sofá de la sala, los mechones de oro subían, pasaban sobre dos grandes vigas del techo y volvían a tocar el piso. -And then I'll brush and brush my hair, stuck in the same place I've always been. And I'll keep wonderin' when will my life begin? –cantaba con voz dulce. La soledad le había enseñado a vocalizar todo para sentirse acompañada y el pícaro Pascal aprovechaba esos momentos en que su ama se distraía para mandarse travesuras.
En su melancolía, al oír el golpe proveniente de su habitación pensó que sería culpa del minino, como siempre. Por eso alzó la vista lentamente… hasta que se topó con él, a unos escasos dos metros de ella, tirado sobre un mullido cojín y mirando hacia todas partes con la desazón de quién ha sido arrancado con violencia de sus sueños. –Si tú estás aquí…-la joven dio una exclamación ahogada. Sin esperar por más salió corriendo hacia la cocina. La cascada dorada de su cabello la siguió No era ella, no era su madre, no era Pascal. No podía ser nada bueno. Buscó en silencio entre los cajones, echando cada tanto una mirada sobre su hombro, y asió una sartén. Si algo había entrado en su hogar… ya se las vería con ella, sí.
La puerta de madera se abrió sin chirriar (gracias a Dios que la había reparado días atrás) y reveló, primero, una sombra en el suelo. Con miedo pero una determinación fiera volvió sus ojos hacia la ventana. Allí, un hombre estaba sentado de espaldas, observando el paisaje tranquilamente. En. Su. Habitación.
La sartén se alzó en el aire y milésimas de segundos más tarde impactó contra el costado derecho del cráneo ajeno, usando más fuerza de la deseada. El cuerpo cayó con todo su peso y un desagradable “¡plum!” contra el frío suelo de cerámica. –Uh…-murmuró, arrimándose a él, aún blandiendo la sartén, para comprobar a menor distancia si estaba muerto o no. Picó su espalda una vez con el mango de la sartén. Nada. Un par de veces más. Nada. –¿Lo maté?-se preguntó en el mismo tono de voz. Sólo entonces se animó a tocarlo. Su piel estaba tibia, el pulso aún le latía en la yugular. –Hay un hombre en mi habitación… ¡Hay un hombre en mi habitación! Hay un hombre en mi habitación –repetía a distinta velocidad, en tanto las palabras le llegaban muy lentamente. –¿Peligroso el mundo exterior para mi? ¡Ja!-exclamó antes de sujetar el cuerpo masculino por los pies y arrastrarlo hasta la sala con gran esfuerzo. ¡Qué ganas de esconder el cadáver y pretender que ese ser escalofriante no estaba allí en su cuarto! –No te esconderé en el armario porque no entras… mucho menos irás bajo mi cama… -le decía el desmayado, con la mano bajo la barbilla y aire grave. –Oh, ya sé.
Minutos después, el intruso estaba atado a una silla en varias vueltas del cabello mágico. Pascal y ella lo veían con sospecha y seriedad, esperando a que despertara. La sartén seguía en su mano derecha y se mantenía cerca de su delicado rostro, en caso de emergencia. -¿Quién eres y qué estás buscando aquí? –amenazó cuando el hombre recobró la consciencia.
En su melancolía, al oír el golpe proveniente de su habitación pensó que sería culpa del minino, como siempre. Por eso alzó la vista lentamente… hasta que se topó con él, a unos escasos dos metros de ella, tirado sobre un mullido cojín y mirando hacia todas partes con la desazón de quién ha sido arrancado con violencia de sus sueños. –Si tú estás aquí…-la joven dio una exclamación ahogada. Sin esperar por más salió corriendo hacia la cocina. La cascada dorada de su cabello la siguió No era ella, no era su madre, no era Pascal. No podía ser nada bueno. Buscó en silencio entre los cajones, echando cada tanto una mirada sobre su hombro, y asió una sartén. Si algo había entrado en su hogar… ya se las vería con ella, sí.
La puerta de madera se abrió sin chirriar (gracias a Dios que la había reparado días atrás) y reveló, primero, una sombra en el suelo. Con miedo pero una determinación fiera volvió sus ojos hacia la ventana. Allí, un hombre estaba sentado de espaldas, observando el paisaje tranquilamente. En. Su. Habitación.
La sartén se alzó en el aire y milésimas de segundos más tarde impactó contra el costado derecho del cráneo ajeno, usando más fuerza de la deseada. El cuerpo cayó con todo su peso y un desagradable “¡plum!” contra el frío suelo de cerámica. –Uh…-murmuró, arrimándose a él, aún blandiendo la sartén, para comprobar a menor distancia si estaba muerto o no. Picó su espalda una vez con el mango de la sartén. Nada. Un par de veces más. Nada. –¿Lo maté?-se preguntó en el mismo tono de voz. Sólo entonces se animó a tocarlo. Su piel estaba tibia, el pulso aún le latía en la yugular. –Hay un hombre en mi habitación… ¡Hay un hombre en mi habitación! Hay un hombre en mi habitación –repetía a distinta velocidad, en tanto las palabras le llegaban muy lentamente. –¿Peligroso el mundo exterior para mi? ¡Ja!-exclamó antes de sujetar el cuerpo masculino por los pies y arrastrarlo hasta la sala con gran esfuerzo. ¡Qué ganas de esconder el cadáver y pretender que ese ser escalofriante no estaba allí en su cuarto! –No te esconderé en el armario porque no entras… mucho menos irás bajo mi cama… -le decía el desmayado, con la mano bajo la barbilla y aire grave. –Oh, ya sé.
Minutos después, el intruso estaba atado a una silla en varias vueltas del cabello mágico. Pascal y ella lo veían con sospecha y seriedad, esperando a que despertara. La sartén seguía en su mano derecha y se mantenía cerca de su delicado rostro, en caso de emergencia. -¿Quién eres y qué estás buscando aquí? –amenazó cuando el hombre recobró la consciencia.
Summer J. Abadie- Vampiro Clase Alta
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Re: [1780 Alemania] I See The Light [Summer J. Abadie]
Los ojos marrones del bandido se estaban llenando de una decepción indudable. Aquel antifaz que estaba tan bien ceñido a su rostro no dejaba ver mucho de sus expresiones faciales, sin embargo, bastó solo un par de segundos para que con un suspiro dijera –Sí… Definitivo… Cuando venda esto me compraré mi propia torre- y entonces pasó, las luces se apagaron y con un fuerte golpe en su nuca simplemente dejó de sentir algo y cayó inconsciente al suelo. Pero qué bienvenida le han dado al ladrón más buscado del reino.
Entre sus sueños tuvo una visión, se trataba de varias luces en el firmamento. No, no eran estrellas, sino luces doradas que iluminaban un sendero que aparentemente conducía hacia esa torre. Parecía que le querían dar a entender algo pues él mismo podía flotar por lo que decidió acercarse hacia la ventana de la edificación secreta, abrió la ventana. Vio hacia dentro. Encontró a una hermosa mujer y cuando ésta está apunto de besarle… Sus ojos se abren, sintiendo como un… ¡¿Gato le lamía la boca?!
-¡¡DIUK!! ¡¡GUACALA!! ¡¡¿QUÉ ES ESTO?!!- se cuestionó con cierta indignación, no sabía bien si por haber sido relamido por un felino o por haberle despertado en la mejor parte de su sueño “¿Quién eres y qué estás buscando aquí?” escuchó a lo lejos. Una luz que entraba por encima de su cabeza le hacía parecer un poco ciego, además del tremendo golpe que aún le tiene dolido en su nuca.
Entrecerrando sus ojos como si buscara identificar la silueta amorfa que estaba frente a él decide simplemente contestar –No, ¿Quién eres tú?- de pronto, sintió que su cuerpo estaba amarrado a una silla por… ¿cabello? -¡¿Pero qué es esto?!... ¡Suéltame ahora mismo!- gritó con fervor, queriéndose liberar de la prisión que lo mantenía bien sujeto al mueble. Sus orbes se fijaron en las sombras y no pudo ver mucho, definitivamente quería romperle la cara a quien quiera que le haya hecho esa broma.
Entre sus sueños tuvo una visión, se trataba de varias luces en el firmamento. No, no eran estrellas, sino luces doradas que iluminaban un sendero que aparentemente conducía hacia esa torre. Parecía que le querían dar a entender algo pues él mismo podía flotar por lo que decidió acercarse hacia la ventana de la edificación secreta, abrió la ventana. Vio hacia dentro. Encontró a una hermosa mujer y cuando ésta está apunto de besarle… Sus ojos se abren, sintiendo como un… ¡¿Gato le lamía la boca?!
-¡¡DIUK!! ¡¡GUACALA!! ¡¡¿QUÉ ES ESTO?!!- se cuestionó con cierta indignación, no sabía bien si por haber sido relamido por un felino o por haberle despertado en la mejor parte de su sueño “¿Quién eres y qué estás buscando aquí?” escuchó a lo lejos. Una luz que entraba por encima de su cabeza le hacía parecer un poco ciego, además del tremendo golpe que aún le tiene dolido en su nuca.
Entrecerrando sus ojos como si buscara identificar la silueta amorfa que estaba frente a él decide simplemente contestar –No, ¿Quién eres tú?- de pronto, sintió que su cuerpo estaba amarrado a una silla por… ¿cabello? -¡¿Pero qué es esto?!... ¡Suéltame ahora mismo!- gritó con fervor, queriéndose liberar de la prisión que lo mantenía bien sujeto al mueble. Sus orbes se fijaron en las sombras y no pudo ver mucho, definitivamente quería romperle la cara a quien quiera que le haya hecho esa broma.
Aldebaran Ballester- Realeza Española
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