Puntos Cardinales [Privado]

por **François Laurent** Lun Nov 03, 2014 3:53 pm

En la mente de Antoine la imagen de aquella chica aún se mantenía viva. Le daba vueltas una y otra vez pensar que nada más se podía hacer por ella, se le había diagnosticado esquizofrenia en un grado demasiado avanzado. Los gritos terribles que de sus labios emanaban clamando por ayuda cuando fue atada para sedarla una vez más. Antoine sostenía un par de bocetos entre sus manos, fue un ejercicio de rutina que sirvió para hallar la raíz del problema con la paciente. Atónito dejó caer los papeles cuando fue atacado de inmediato los doctores tomaron cartas en el asunto aislándola en una sala especial. Su corazón era un salvaje, nunca había latido con tal violencia y es que, trabajar como ayudante en el Sanatorio era en ocasiones peligroso debido a las reacciones volátiles de algunos pacientes.

No estaba del todo seguro que había provocado tal reacción en la joven, que había provocado en ella ese ataque de ira repentina. Caminó un par de minutos sobre las empolvadas aceras de la ciudad con una tormenta de imágenes e ideas, sobre uno de sus hombros pendía un pequeño morral de cuero, llevaba consigo los bocetos que había utilizado en el diagnóstico, quería echarles un vistazo nuevamente pero alejado por completo del ambiente frío del Sanatorio. Hacia buen clima y con pasos serenos devoró cada forma, cada figura que se atravesaba frente a sus ojos cerúleos. Su fachada denotaba seguridad y madurez, sin embargo en su mente a veces las doctrinas carecían de importancia cuando algo llamaba su atención. Una aparente inocencia rodeaba su aura y mostraba quizás el lado más débil del francés.

Se mostró amable al toparse con las sonrisas de cada extraño que saludaba, no faltó alguien que le observara con desdén al percatarse de su sencillo atuendo. Pantalón caqui, un par de botines negros y una camisa blanca con mangas remangadas sujetada por tirantes en marino. La cabellera revuelta, aunado al ligero flequillo que coronaba su frente le desalineaba el rostro como si de un chiquillo se tratase. Llevó una de sus manos dentro del bolsillo y palpando los francos se decidió a pedir un café en una de las pequeñas mesitas que tapizaban la pequeña plazuela. Descansó el morral en la silla contigua y suspiró mientras el empleado preguntaba si deseaba ordenar. Asintió y acomodándose el cabello abrió el bolso notando la textura de los bocetos. Iba a ser un tarde larga.

por **Aylin de Boer** Miér Nov 19, 2014 11:18 pm

Mi cabeza da vueltas, pero todo es diferente, aquél encuentro en el restaurante aún me tiene con los pensamientos poco hilados, es como si quisiera hacer clic en algún momento, pero no recuerdo exactamente como fue que todo comenzó, ni siquiera puedo saber que fue lo que me llevó ahí, tal vez lo mismo de siempre, pero por alguna extraña razón, ahora eso no me atormenta, puedo estar en el cuarto por un rato sin tener aquella imperiosa necesidad de abandonar, puedo respirar un poco de tranquilidad que hacía demasiado tiempo que no sabía exactamente qué era aquello.

Salgo con pasos sigilosos por las escaleras, buscando no encontrarme con ningún sirviente, ahora tienen las instrucciones precisas de no dejarme salir, tienen que ir conmigo a todos lados y eso en verdad me puede exasperar, yo sé perfectamente que me tienen que cuidar y aunque no he demostrado del todo que puedo hacerlo sola, en verdad espero que algún día me puedan llegar a dar un voto de confianza, intento llevar mi vida con madurez, o pensarán que no puedo hacerlo con el cargo que me quedó sobre las espaldas y en ocasiones, debo aceptar que yo también lo dudo, por lo mismo, a veces también dudo que pueda llevar las riendas de mi vida por el sendero correcto o al menos el menos tormentoso.

Logro salir de la casa, eso para mí es un verdadero triunfo. Camino lentamente, cuidando que nadie me siga, quién sabe hasta que hora se den cuenta de que ya no estoy, sus cuidados se limitan a ir a mi cuarto a cada cierto tiempo, preguntando si estoy bien o necesito algo. Desato el chongo de mi cabello, dejando que los pequeños rizos dorados que se marcan se muevan como el viento quiera, a veces siento que la opresión y el dolor de cabeza se deben a los peinados tan apretados que llevo encima, puede ser.

Un ligero aroma invade mis sentidos y no puedo hacer otra cosa más que caminar hacia la tienda que muestra tan delicioso manjar, el café es algo que puede realmente encantarme. Paso por la parte de afuera y logró ver a un muchacho con ropas humildes que tiene bocetos sobre la mesa, la realidad es que llegan a llamar mi atención y mientras me adentro en el lugar no le quito la mirada de encima, perdiéndome en aquellos dibujos inconexos que no logró entender del todo, mientras un mesero me pide el paso para poder acercarse a la mesa -Lo siento- me disculpo haciendo una leve reverencia mirando al joven -¿Los ha hecho usted?- una pregunta bastante tonta pero supongo que puede ser válida.

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