AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Let's play a game... || Charlotte
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Let's play a game... || Charlotte
“Y toda su cara era miel para mi boca,
y todo su cuerpo era alimento para mis ojos;
Sus largos y aéreos brazos y sus manos más ardientes que el fuego
sus extremidades palpitando, el olor de su cabello austral,
sus pies ligeros y brillantes, sus muslos elásticos y generosos
y los brillantes párpados daban deseo a mi alma.”
—Love and sleep, Algernon Swinburne.
y todo su cuerpo era alimento para mis ojos;
Sus largos y aéreos brazos y sus manos más ardientes que el fuego
sus extremidades palpitando, el olor de su cabello austral,
sus pies ligeros y brillantes, sus muslos elásticos y generosos
y los brillantes párpados daban deseo a mi alma.”
—Love and sleep, Algernon Swinburne.
Otra noche más en la que su mente era presa de aquel rostro extrañamente familiar, por más que se empeñaba en recordar de quien se trataba, no obtenía respuestas. El vampiro terminaba sumido en la amargura y en la frustración de quien intenta hallar algún objeto valioso entre el desastre de una habitación llena de cosas viejas e inútiles. ¿Quién era ella y por qué aparecía durante cada letargo suyo? Edric empezaba a perder la sensatez y hasta la confianza en sí mismo. Aunque intentase usar sus habilidades para descubrir aquel camino que le llevaría a la verdad, una muralla de hiedras espinosas le impedía continuar, rasgando sus memorias, convirtiéndolas en cenizas. Llevaba ya varios siglos con la marca de un demonio oculta en el tatuaje de su brazo, los asuntos de su logia parecían detenidos en el tiempo, lo que terminó desviándolo de su misión. Desde su último encuentro con Malacoda, las cosas no parecían marchar como antes. Edric estaba tentado a volver con el antiguo para exigirle explicaciones, evadiendo las advertencias Malebranche. Se sentía vacío o es que su mente le quería hacer una mala jugada. Tarde o temprano lo averiguaría. También tenía expectativas personales que quería cumplir, no toda su eternidad iba a tener espacio para Los Custodios. Los demonios también gustan de disfrutar de los mismos gozos de los mortales y hacerse con el dolor y el placer de éstos.
Observó su reloj de bolsillo, ya casi era la hora para su cita en el Palacio Royal. Su estadía en París se había alargado más de lo que pensó, sospechaba que algo más lo retenía, pero a estas alturas no recordaba que era. Justo cuando se disponía a regresar a sus asuntos en Nápoles, una nueva misiva de Caraffa lo retuvo otro tiempo más. Sabiendo que Edric se había hecho con un cargo importante dentro de la realeza italiana, le urgía que el vampiro se hiciera con buenas influencias, especialmente en París. En un mundo en donde las sociedades empezaban a depender del poder político y del capital, era necesario relacionarse con los grupos de poder y precisamente era eso lo que buscaba el nuevo Papa, que no sólo le bastaba con ser el jefe de los Estados Pontificios. Era una tarea tediosa ya que Edric no era tan hábil en ese tipo de relaciones como Cagnazzo. Pero no le quedaba de otra, al menos esperaba conseguir diversión esa noche.
El interior del Palacio Royal lucía, como siempre, elaboradas decoraciones dignas de la época. Siempre tan lleno de lujos y riquezas. El vampiro observó las auras a su alrededor y no pudo evitar esbozar una sonrisa al reconocer que habían más inmortales dentro de la realeza que personas comunes. Movió su cabeza de un lado a otro, como si aquello le causara gracia.
—Que predecible te has vuelto, París… —Murmuró con un deje de fastidio, pero ya estando en aquel lugar no podía cambiar de parecer, pues no estaba por simple cordialidad sino por algo que escapaba de la mente de muchos de los presentes.
Tantas etiquetas, tantas hipocresías. Pero, ¿Quién era él para juzgar todo aquello? Si era peor que esos seres. Él jugaba con las actitudes de esos pobres pecadores y los ayudaría a perderse en las brasas ardientes del infierno, de guiarlos desde el limbo hasta que cayeran en los demás círculos, perdiéndose en ellos por toda la eternidad. Edric llevó su mano a sujetar el brazo que poseía la marca del Alichino, recordando nuevamente su lugar. Exhaló con resignación al momento en que buscaba un lugar más privado en todo el gran salón, en donde se sintiera menos ofuscado esperando la oportunidad perfecta para empezar a mover sus piezas adecuadamente.
Edric della Rovere- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 51
Fecha de inscripción : 07/09/2014
Re: Let's play a game... || Charlotte
¨Veía algo odioso en el patrón ineludible de cada aventura amorosa.
La parábola convencional -el cariño, el roce de las manos,
el beso, el beso apasionado, el contacto de los cuerpos,
el clímax en la cama, después más cama,
después menos cama, después el aburrimiento,
las lágrimas y al final la amargura.
Le resultaba vergonzosa e hipócrita.¨
-Ian Fleming-
La parábola convencional -el cariño, el roce de las manos,
el beso, el beso apasionado, el contacto de los cuerpos,
el clímax en la cama, después más cama,
después menos cama, después el aburrimiento,
las lágrimas y al final la amargura.
Le resultaba vergonzosa e hipócrita.¨
-Ian Fleming-
A todos les seduce el poder…es algo más propio del instinto que dé la razón, pues en todo reino se sabe que solo siendo el más fuerte es quien sobrevive, reina y controla. Es algo verídico sin importar si eres un humano o un animal, la diferencia radica en que…los tiempos cambian, y en nuestros días los humanos preferimos usar más nuestro intelecto que la fuerza para obtenerlo. Otra noche más donde una fingida sonrisa cruzaba su rostro, tenía que, era su ¨deber¨ no sabía si agradecer o maldecir la memoria de Andrés por dejarla en aquello, había tenido suficiente en su vida asistiendo a fiestas de parlamentarios a causa de su padre, y de la aristocracia a causa de su madre… y no yendo muy lejos, en su corto tiempo como senadora había asistido a demasiadas, donde el tedio por los asuntos políticos incremento. Lo irónico de todo era que, luego de regresar dos años después de la muerte de su esposo, se encontraba en el mismo lugar, y casi en la misma posición. Rodeada de la misma gente falsa, discutiendo sobre las mismos vanos y vacíos asuntos.
Pero todo se trataba del poder…¨Debes madurar de una buena vez y hacerte cargo de tus responsabilidades¨ fueron las primeras palabras con tono severo que su padre le había dicho desde que tenía memoria. Él nunca lo había sido con Charlotte, de hecho de todos los hermanos fue la única que se formó con un carácter independiente, su padre le otorgaba más libertades que al resto pese a las presiones e insistencia de su madre en que se criara solo para tener marido. Ella por el contrario luego de aquella primera muerte que marco su vida, supo que no aquello no sería su prioridad. Quizás su padre en aquella charla se arrepintió de no haber sido más exigente con ella también. Y con duros reproches a sus acciones, y a lo que la habían llevado, le hizo entender cuál era su lugar y como tenía que hacer las cosas. Y ella adoraba a su padre por sobre todas las cosas, así que por lo menos esta vez trataría de hacer las cosas a su modo. El la necesitaba, ella no se negaría.
Muchas cosas existían en su pasado…cosas que ninguno de los que estaban presentes tendrían que saber o importarle, ella era demasiado reservada en cuanto a su vida para que no tuvieran que interactuar con ella si no en el estricto modo que debían, sin embargo cuando tienes un cargo como aquel, muchos buscan saber todo de ti para al final usarlo en beneficio propio. No soportaba a muchas de aquellas personas, ni la hipocresía ni la suciedad que se manejaba en todos los asuntos reales o políticos, sin embargo ahí estaba ella, en medio de todos aquellos tediosos seres. Y ser o parecer amable y encantadora se le estaba convirtiendo en un problema…un que de forma milagrosa estaba manejando bastante bien.
La duquesa se paseaba por el salón acompañada de pocas personas con las cuales compartía su opinión acerca de los asuntos políticos del momento, sabía que últimamente la iglesia trataba monopolizar el control, ya no era solo asunto de ¨fe¨. Era muy reservada en cuanto al tema también, por lo cual todo lo que decía, era algo muy puntual. Durante la velada recibía atenciones y elogios no solo por su belleza, sino también por la forma de expresarse, pero que era de esperarse cuando alguien tan joven había vivido mucho.
-Ya no falta mucho…- dijo para si en un lapsus donde por fin le habían dejado sola, y así aprovecho para escabullirse al balcón más cercano a tomar un poco aire puro y no sentirse tan mareada por tanta opulencia.
Charlotte R. Blancquart- Realeza Francesa
- Mensajes : 16
Fecha de inscripción : 25/11/2014
Localización : Paris
Re: Let's play a game... || Charlotte
“Cuando las lunas del mundo son circulares,
Yo remaba volviendo del Campo de las Almas.
Y cuando los deseos del bajo pantano se apenan,
Llegan las plumas sombrías de las Hojas que Cantan.”
—Isabella Valancy Crawford.
Yo remaba volviendo del Campo de las Almas.
Y cuando los deseos del bajo pantano se apenan,
Llegan las plumas sombrías de las Hojas que Cantan.”
—Isabella Valancy Crawford.
Si bien aquellas reuniones no eran de sus favoritas, Edric no le quedaba otra opción que obedecer a sus superiores. Debía colarse entre las personas de la alta sociedad y forjar alianzas. Ya lo había hecho en ocasiones anteriores y su mejor golpe fue cuando se quedó con toda la fortuna de Giuliano della Rovere, un antiguo Papa de la Iglesia de Roma. Así fue como logró, entre tantas maniobras más, hacerse con el título de Barón de Italia, apoderándose también de la ciudad de Nápoles, que se convirtió prácticamente en su hogar. Ahora la jugada no era muy distinta, aunque esta vez le resultaba más apática que en veces anteriores. Quizás le empezaban a estorbar los siglos de existencia. Alichino había asistido con otro de Los Custodios, el cual tomó un rumbo distinto al estar dentro de aquel recinto. El vampiro también hizo lo mismo. Así mantenían las sospechas lejos y más por ser aliados del Ministro de Roma. Edric observaba a cada uno de los presentes, grabándose en su mente aquellos rostros con gestos sobreactuados. Hacia su mayor esfuerzo para encajar perfectamente, se supone que ya era experto en eso. Pero fracasó, estaba tan liado con sus propios tormentos personales, que había dejado a un lado el objetivo principal de aquella velada en el Palacio Royal.
Algunos se acercaron a buscarle conversa al reconocerlo entre los invitados, pues su apellido no podía pasar por desapercibido. Los della Rovere eran una familia reconocida en Italia especialmente por el estatus que tuvieron durante el Renacimiento, y algunos nobles al saber que aún había algún heredero de dicha familia, no perderían la ocasión para relacionarse. Cuán hipócrita era la aburrida aristocracia. Edric supo cómo llevar la situación, actuando de manera esplendida, pues ya estaba muy acostumbrado a lidiar con esa clase de personas y con lo miserable que resultaban ser muchas veces. Él conocía más de las miserias del alma que otros tantos que se llenaban la boca llamándose a sí mismos profetas. Era Alichino, uno de los nueve demonios de los círculos mayores del averno. Un sagaz secuaz del mismísimo Lucifer. Pero sólo él lo sabía, aquellas criaturas terrenales ni se imaginaban que estaban en compañía de un diablo y es que era bueno, pues los esbirros del gran rey debían permanecer ocultos entre las almas de los mortales.
Al cabo de un rato, ya sintiéndose algo ofuscado, el Barón terminó aislándose nuevamente. Se refugió en las sombras de los amplios balcones que rodeaban aquel palacio. Había acertado, podría estar en paz consigo mismo. Al menos el tiempo necesario para organizar sus ideas. Su espalda terminó recargándose en una de las tantas columnas que decoraban el lugar y su mirada terminó perdiéndose entre el manto nocturno. Sólo el exquisito aroma que invadió sus sentidos logró sacarlo de su letargo. Una mujer había irrumpido en su pequeña morada minutos después, ella no parecía percatarse de la presencia del vampiro, quien permanecía oculto entre las sombras. Edric le observó en silencio, era una humana hermosa, de preciosas facciones. Pero había algo más. Ella no mostraba nada de conformidad como las demás damas presentes en el lugar. Se le veía incomoda. Y eso era bueno, al menos para el Barón. Al menos podría encajar con alguien en esa reunión. El vampiro aguardó el momento preciso para poder dirigirse a la mujer, pues no pretendía que se alejara tan pronto y menos cuando había empezaba a sentirse interesado.
—Usted no parece muy contenta, madame, ¿Acaso no está disfrutando de la reunión? —Habló finalmente, rompiendo con el incómodo silencio al momento en que se incorporaba y se dirigía a la dama—. Disculpe que la interrumpa, debo decir que no esperaba recibir compañía tan pronto. Y como los modales ante una bella dama jamás deben perderse, me presento ante usted. Soy Edric della Rovere.
Edric esbozó una sutil sonrisa luego de presentación, haciendo una leve reverencia. Podía ser un desgraciado y un odioso cuando se le daba la gana, pero cuando alguien era de su completo interés, dejaba a un lado sus oscuras facetas sólo para lograr enredar a su víctima. El tatuaje en su brazo ardió con las ansias propias de una voraz bestia. La esencia ajena había despertado su instinto más primitivo y ese era su lado demoníaco.
Edric della Rovere- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 51
Fecha de inscripción : 07/09/2014
Re: Let's play a game... || Charlotte
¨Eres lo breve del tiempo
un deleite, un lamento
ese vulgar pasatiempo
en un sublime momento¨
un deleite, un lamento
ese vulgar pasatiempo
en un sublime momento¨
-Edwin Alberio-
La Duquesa se acercó al balcón en busca de respirar nuevos aire, de escapar de aquel espacio que le estaba ahogando, con aquellas personas toxicas que solo hablaban de vanidades y excentricidades, una lucha constante entre quien tiene más o un concurso donde las damas compiten por joyas, títulos o quien tiene el mejor matrimonio, castillo o casa…que no veían que había mas frente a ellos que todo esa mierda? En el momento que estuvo conversando, o más bien tratando de seguir la conversación a la baronesa, pudo reconocer en el recito más de una decena de vampiros y tres hombres lobos, la reticencia con la que se miraban era propia de su instinto, y varios de esos vampiros tomaron diferentes rumbos con sus hermosas y atractivos acompañantes hacia lugares donde se alimentarían hasta matarlos o posiblemente tendrían relaciones sexuales. Y las demás personas…ignorantes.
El poder es algo que ciega a las personas y a veces no los deja pensar objetivamente, se puede decir que a la mayoría los ciega por que al tener posiciones no definen claramente qué hacer con ello y luego se trata solo de obtener más en este mundo materialista, ¨dime cuanto tienes y te diré cuanto vales¨ Ella no quería eso…ella estaba convencida que era más que eso, incluso cuando aun siendo hija del hombre más poderoso de Estrasburgo, era mil veces más feliz cazando e noche o practicando su defensa personal que asistiendo a las pomposas fiestas ofrecidas por su madre en la mansión Blancquart, y ahí sentía que tenía elección, porque su padre nunca se oponía a que hiciera lo que más le gustaba, tocar el piano…aparentemente, ese hecho (camuflando que el real era venir a parís siguiéndole los pasos a su némesis) le había traído a la ciudad con el fin de estudiar música.
-Maldito Andrés…por qué te fuiste y me dejaste con esta carga?-mascullo para ella cuando de fondo se podía escuchar la marea romper contra las rocas de aquel acantilado donde estaba situado el castillo del anfitrión. Las cosas parecían tan lejanas ahora, ella no busco enamorarse ni casarse, ni participar en una revolución, ni que sus amigos murieran…ni que su bebe muriera. Pero parecía estar condenada a estar sola, en ese mundo vacío, ese mundo que tanto odiaba y del que ahora no podía salir aunque quisiera porque su padre, el único ser que respetaba y amaba con todas sus fuerza, le odiaría si declinaba y desaparecía de nuevo como dos años atrás después de la muerte de su esposo.
Una voz la saco de la maraña de pensamientos que la enredaban y agobiaban, a veces odiaba estar sola a veces deseaba estarlo, era un estresante estado de constante indecisión. La castaña se dio vuelta lentamente luego de tomar un poco de aire, estaba segura seria alguno de los fanfarrones que habían estado al interior y al verla sola creería que esta era su oportunidad de abordarla. Le dejaría muy en claro que deseaba estar sola de la manera más amigable y educada, pero si no cooperaba no le importaría ser grosera, de hecho necesitaba de alguna forma de desahogarse.
-Disculpe pero en estos momentos me gustaría estar…-las palabras quedaron en el aire al encontrarse con un par de ojos negros, tan brillantes al reflejarse la plateada luz lunar sobre aquellos, eran inquietantes e interesantes…pero había algo más…algo peligroso, algo que no escapo de su aguda intuición. Su tono de voz era conocido por la duquesa, quien había recorrido aquellas tierras, sur de Italia, suponía, aunque podría estar muy equivocada, aun así no era eso. – Pardon… Monsieur. – Hizo una cordial inclinación mirándole fijamente de una forma que no era propia de una mujer de su clase, más la curiosidad se había apoderado de ella y deseaba saber con todas sus fuerzas que era lo que la inquietaba tanto para alertar su sentido de preservación. Además, a l mayoría en el salón les conocía, pero su nombre…no le sonaba en lo más mínimo.
Charlotte Blancquart…- dijo simplemente, no le interesa presentarse como duquesa de Francia y demás títulos innecesarios que poseía –No sabía que este lugar estaba ocupado, es más, ni siquiera le vi cuando entre aquí, pensé que estaría solo y yo…yo solo quería tomar un poco de aire…hay demasiadas personas allí adentro. –Respondió enderezándose y entrelazando sus propias manos de forma deliberadamente delicada, apoyándolas en la seda azul de su falda.
Charlotte R. Blancquart- Realeza Francesa
- Mensajes : 16
Fecha de inscripción : 25/11/2014
Localización : Paris
Re: Let's play a game... || Charlotte
Para que mi alma te bendiga y ame,
Cubre veloz tu lámpara importuna...
Cuando eclipsada mi ventura lloro,
¡Vélate, luna!
—Gertrudis Gómez de Avellaneda.
Cubre veloz tu lámpara importuna...
Cuando eclipsada mi ventura lloro,
¡Vélate, luna!
—Gertrudis Gómez de Avellaneda.
Ya debía haberse acostumbrado a esa clase de relaciones, quizás sí, pero esa vez no estaba de humor como para enredarse con la molesta gente de la alta sociedad europea, ¿qué no se cansaban? Ni siquiera estaba de cacería. No le interesaba nadie en específico. Sólo debía hacer buenas relaciones para mejorar más la imagen de la Iglesia. Pero a Edric poco le importaba, esa noche estaba más centrado en tratar de hallar memorias ocultas en su mente que en cumplir una misión tan poco coherente como esa. Ni siquiera Malebranche le permitía acercarse a Malacoda para cuestionarlo. Porque a pesar de que guardaba cierto respeto a sus superiores, cuando perdía los estribos no le importaba absolutamente nada como para osar enfrentarlos. Por eso era tan altanero y menos hipócrita que Cagnazzo, ni más serio que Calcabrina. Estaba harto de que se metieran en asuntos que sólo le concernían a él. Ni siquiera descartó que aquello fuera una sucia idea de Carlisle para humillarlo un poco. Maldita zorra… Un gruñido gutural salió de su interior junto con la ira que desencadenó su pensamiento. Pero antes de que pudiera abandonar el Palacio Royal y mandar todos al mismísimo infierno, aquella mujer que había irrumpido en su soledad logró llamar su atención. ¿Sería que entre tanta ofuscación habría alguien que realmente lograra atarlo a una misión con la que no estaba conforme?
No tenía sed de sangre, con tantos siglos encima sabía controlarse perfectamente, sin embargo el demonio Alichino ansiaba almas y justo eso empezaba a avivar la mujer ahí presente. Rodeó a su víctima con sutiles palabras, propias de un caballero y aunque en un principio le fastidió que alguien interrumpiera el momento en que necesitaba estar a solas con sus pensamientos, ahora las cosas empezaban a volverse un tanto diferentes. No la observó con deseo o algo que pudiera alejarla, sólo en su mirada se mantuvo el interés. Y como era fácil notarlo, en ella sólo existía la cautela. Y quizás eso fue lo que más despertó la atención del vampiro y para Alichino estaba más que perfecto. Charlotte. Se repitió a sí mismo en su mente, grabándose aquel nombre tanto como el rostro de la mujer que revolvía sus sueños. Edric ignoró las disculpas de la dama, la entendía perfectamente y podía decirse que agradecía que al menos se haya encontrado con alguien cuerdo entre tanto idiota disperso en ese salón.
—La entiendo perfectamente, mademoiselle, debo admitir que esa fue una de las razones por las cuales he venido aquí también. Aparte de que me encanta contemplar el cielo nocturno sin tanta gente molesta rodeándome. Todos allá adentro se ocupan más en banalidades que en cosas tan hermosas como el paisaje que los rodea. Esta vista es hermosa, ¿no le parece? —Habló con voz tersa, enredando entre sus palabras a la mujer, pues esas eran sus intenciones—. Charlotte… Su nombre es muy hermoso. Por favor, no se vaya a incomodar, tómelo como un pequeño elogio de mi parte. No quisiera ser grosero.
Edric estaba sorprendido de sí mismo en ese momento, con el malestar que cargaba encima, era capaz de mandar al demonio hasta a la mismísima Afrodita. Pero para ser honesto, pocas mujeres captaban su atención. El resto sólo servía de cena o para complacer sus caprichos, pero de igual forma terminaban muertas. Le daba igual el sufrimiento de las desgraciadas que caían en sus garfios. Pero eso era lo que tocaba cuando se relacionaban con un demonio real, a pesar de estar atrapado en un cuerpo mortal, Alichino conservaba sus proezas como un ser del averno, al igual que los demás que formaban la logia de Los Ángeles Custodios, ese extraño grupo que lideraba el Papa.
—Le tengo una propuesta, en vez de pedirle que baile conmigo, ¿por qué no mejor me acompaña a admirar este hermoso paraje? No se preocupe, mantendré una distancia prudencial si lo desea —propuso Edric con una encantadora sonrisa. Está de más decir que sus ojos oscuros persuadían a la dama, pues no quería un no por respuesta—. ¿Qué dice? ¿Me acompaña?
Edric della Rovere- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 51
Fecha de inscripción : 07/09/2014
Re: Let's play a game... || Charlotte
¨No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero puede ocurrir que de pronto uno advierta
que en realidad se trata de algo más desolado,
uno de esos amores de tántalo y azar
que Dios no admite porque tiene celos.¨
-Mario Benedetti-
pero puede ocurrir que de pronto uno advierta
que en realidad se trata de algo más desolado,
uno de esos amores de tántalo y azar
que Dios no admite porque tiene celos.¨
-Mario Benedetti-
La castaña quedo un poco sorprendida por la reacción ajena, de una forma grata se puede decir, pues muy pocas veces se encontraba con personas que compartieran su mismo punto de vista respecto al tipo de personas que en el salón de adentro se encontraban. Cabe mencionar que la mayoría de personas que trataba eran así, y las que estaban un poco por debajo querían ser como aquellas. Pobres ilusos, creen que pertenecer a la realeza es solo portar joyas, tener grandes castillos, asistir a pomposas fiestas y que todo el mundo te rinda pleitesía… No se imaginan la lucha de egos, las juagadas sucias y todo lo insólito que las personas que tienen la ¨suerte¨ de nacer en ese ¨selecto¨ círculo, tienen que hacer para mantener una respetada posición. ¨El lobo es un lobo para el hombre¨…Pero dentro de la realeza el hombre muere y el lobo se disfraza de oveja.
-Debo decir que me encuentro impresionada, Monsieur della Rovere…es como si usted me hubiese leído la mente. – Comento curvando sus labios en una media, pero cínica sonrisa. – Resulta que pienso igual…incluso peor que usted en lo que respecta hacia aquellas personas…-señalo haciendo un gesto despectivo con su mano hacían la puerta del balcón. La duquesa no dejo de observarle con cierto interés, aquello era demasiado bueno para ser cierto, no podía tener tanta suerte de encontrar justo en la soledad de aquel oscuro lugar alguien que concordara con su manera de pensar acerca de lquienes le rodeaban en aquel momento. ¿Y si el solo le estaba colocando una prueba y era igual que aquellos? No… Ninguno de ellos es tan listo como para tramar algo así. Además… ¿A fin de que? No es como si Charlotte fuera a ser cuestionada, tampoco como si con eso fuera a ser destituida de su título. Muchos sabían lo que ella pensaba, que no lo decía por educación sin que se tratara el tema era otra cosa. Pero en cualquier momento dado que se ofreciese decirlo, ella simplemente aclararía su posición sin importar lo que los otros pensaran, incluso cuando aquellos momentos de ¨sinceridad¨ significaran problemas con su padre.
-Merci…por el elogio… No se preocupe, no me pareció grosero. - Murmuro con voz suave, asintiendo y dándose lentamente una media vuelta para dirigirse hacia el frente, caminando hacia el balcón, un poco más despreocupada pero sin dejar de estar alerta, ella no le reconocía aun, era solo un desconocido que había salido en medio de la oscuridad después de todo. ¿Cualquiera con uno de razón se habría ido? Ella era muy dada al sentido común, pero justo en aquel momento la idea le parecía más trayente que nunca, y coaccionada por un repentino entusiasmo ante la idea, no le vio problema alguno, además de que aquellos oscuros ojos y aquella (debía admitirlo) encantadora y varonil sonrisa no le permitían ser descortés con el caballero. –Y si…es una vista preciosa…- sus ojos recorrieron las turbias aguas, la marea sin duda estaba algo fuerte y elevada aquella noche, en el horizonte la luna se reflejaba en el agua creando un camino plateado en dirección a la misma, como si cualquier soñador que quisiera alcanzarle solo debía ser guiado por este y al final obtendría su recompensa. La duquesa sintió aquella mirada oscura y misteriosa sobre ella, era como si tuviese fuerza de atracción y no le permitiera pasarla desapercibida, tenía que encontrarla.
-Y…Diagame, Monsieur della Rovere…- volvió su rostro para mirarle por encima de su hombro, apoyando delicadamente la barbilla sobre el mismo. – ¿Quién es usted al fin…? – Le regalo una encantadora sonrisa, con un deje divertido por la situación. – Disculpe si soy un poco directa. Y no, no es que parezca me parezca poco interesante el misterio que le rodea a su persona...pero,no soy una jovencita impresionable por hombres que se hagan los interesentes. Prefiero saber con quién estoy tratando antes de seguir con este juego tan curioso donde usted me sigue la corriente o adivina el pensamiento. Su Acento me es muy familiar… ¿Italiano cierto? – Inquirió enarcando sutilmente la ceja –Si…italiano…es demasiado marcado pese a su buen francés… -un suspiro abandono sus labios – Su apellido no se me hace nada conocido…y podría apostar mi alma a que es la primera vez que lo veo…-volvió su vista hacia el mirándole intrigada. –Aun así…dudo que sea cualquier acompañante de alguno de ellos…y menos un trabajador del castillo. Así que si me ilumina…-Entrelazo sus manos y las apoyo en la baranda de forma delicada. –Podríamos entrar más en confianza. Creo.
Charlotte R. Blancquart- Realeza Francesa
- Mensajes : 16
Fecha de inscripción : 25/11/2014
Localización : Paris
Re: Let's play a game... || Charlotte
Vanidad de Vanidades, dice el Predicador,
Todas las cosas son Vanidad.
El ojo y el oído no pueden llenarse
Con imágenes y sonidos.
Como el primer rocío, o el aliento
Pálido y súbito del viento.
—Christina Georgina Rossetti.
Todas las cosas son Vanidad.
El ojo y el oído no pueden llenarse
Con imágenes y sonidos.
Como el primer rocío, o el aliento
Pálido y súbito del viento.
—Christina Georgina Rossetti.
¿Existiría la posibilidad de que la presencia de aquella mujer era la solución para su tormento? Quizás. El destino suele estar lleno de entretejes difíciles de comprender y de los cuales a veces es casi imposible escapar. Lo cierto es que para Edric no existía propósito alguno que no fuese el de alimentar el ego de su esencia demoníaca. Alichino rasgaba el interior del vampiro como lo haría una bestia hambrienta que luchaba por escapar de la prisión en la que se hallaba. Esta vez, las memorias que atacaban la mente del barón eran las causantes de la ansiedad de aquel monstruo de Dante, pero, ¿lograría burlar a su contenedor y lograría escapar? Eso estaba por verse. Della Rovere luchaba contra la sed de Alichino, el maldito deseaba devorar almas y al vampiro nada le agradaba que justo en ese momento a aquel bicho le diera por molestar. Iracundo y preso de su propia frustración, reclamaba su libertad y así poder arrasar con toda la hipocresía mal entretejida que lo rodeaba en ese instante. Eso ansiaba. La aristocracia no representaba más que un simple juego de niñas para el antiguo vampiro, actitudes carentes de cualquier sentido para él.
Cuando decidió aceptar la compañía de la fémina fue con la única intención de probar a su demonio, ella no era como los buitres que se mataban adentro por destacar. En lo absoluto. La muchacha era diferente y fue tal el ardor de su ouroboros que cuando cruzó miradas con ella, supo que no podía dejarla ir tan fácilmente. Edric tenía la habilidad de sacarle provecho a la oratoria cuando realmente le convenía. Así se lo había enseñado Malebranche, su creador. Además, siendo miembro de la realeza italiana, le resultaba estratégico a la hora de mover sus piezas.
Se centró en detallar los gestos de la dama y maldecía internamente no ser capaz de leer la mente ajena, como podrían hacerlo otros vampiros. Sin embargo, eso no le resultaba un impedimento cuando la persuasión estaba de su parte y sabiendo usarla, lograría arrastrar a aquel inocente cordero hasta su territorio. Antes de que hiciera un ademán para así invitarle a iniciar con el dichoso paseo, ella le cuestionó. Edric no era tan idiota como para no esperarse aquella actitud, al contrario, estaba preparado para ello, estaba consciente de que alguien de su nivel no cedería tan fácilmente, pero él tampoco iba a darse por vencido.
El vampiro escuchó en silencio cada palabra que surgía de los labios de la fémina, pero continuó con el semblante sereno, sin hacer alguna mueca de que le disgustase los comentarios ajenos. Sólo sonrió de manera sutil y con completa educación. Rió un poco cuando la joven terminó su discurso, tomándose el tiempo necesario para meditar sus palabras y poder responderle adecuadamente. ¿Quién soy? ¿Tanto te urge saberlo? Cuánta ingenuidad. Se burló internamente Alichino, pero de inmediato fue silenciado.
—Está disculpada, madame. No cuestiono para nada su retórica y desconfianza hacia mi persona, a veces es la única salida que tenemos para ahorrarnos malos ratos con desconocidos —mencionó con serenidad mientras sus manos se entrelazaban en la parte baja de su espalda—. Bien, le diré que no suelo hacer mención de esto por evitarme dolores de cabeza, pero ha sido completamente maleducado de mi parte no dejar en claro cuál es mi posición en estos momentos —exhaló—. Efectivamente sí, soy italiano, heredero de los della Rovere, una de las familias más importantes en Florencia durante el renacimiento e incluso, uno de sus miembros más notables ascendió al Papado. Pero eso no es relevante, sólo es una historia más que formar parte de mi árbol genealógico. Lo único que verdaderamente deseo es la compañía honesta de alguien. No estoy cómodo rodeado de todas aquellas personas allá adentro, pero usted me ha hecho creer de que todavía existen cosas buenas entre tanta hipocresía.
Edric della Rovere- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/09/2014
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