Ficha de Marco

por **Marco Fulvio** Jue Dic 04, 2014 11:01 am

DATOS BÁSICOS

▲NOMBRE DEL PERSONAJE▲

Marco Fulvio.

▲EDAD▲

28.

▲ESPECIE▲

Humano.

▲TIPO, CLASE SOCIAL O CARGO▲

Media.

▲ORIENTACIÓN SEXUAL▲

Bisexual.

▲LUGAR DE ORIGEN▲

Italia.

DESCRIPCIÓN PSICOLÓGICA

Hablar de Marco siempre suele ser complicado, sobretodo si tenemos que hablar de su personalidad, pues es una persona algo difícil, y con esto no me refiero a que sea difícil de tratar, sino más bien con una enrevesada red de matices en su personalidad.

Podríamos empezar hablando de sus virtudes, de hecho, voy a hacerlo. Es un hombre amable, siempre tiene una sonrisa para los demás, intenta siempre ayudar a la gente a la que puede ayudar, pues ha aprendido a ver la vida con una sonrisa, su pensamiento máximo respecto a esto es “sonríe, mañana puede ser peor”. Pese a que le gusta vestir bien y vivir bien, no le gusta ostentar demasiado. Sí, puede que vaya a fiestas de la gente de bien, pero es una persona bastante humilde dado el rango social que ostenta, y sí, también puede que tenga criados, pero los trata como a iguales, y los tiene porque de verdad los necesita.
Una persona afable, simpática, aunque a decir verdad, no suele hablar demasiado, prefiere escuchar, siempre se aprende más escuchando que hablando. Sincero como pocos, suele decir siempre lo que piensa aunque no le caiga en gracia a los demás, pues si algo tiene claro es que le trae sin cuidado lo que crean los demás de él.

También podríamos considerarlo un hombre de honor, pues su madre le enseño que un hombre vale lo que vale su palabra.

Es un romántico, ama las artes, sobretodo la escritura y la música, aunque no tanto la pintura, por motivos obvios.

Todo parece perfecto, pero claro, un hombre con estás cualidades también tiene sus defectos.

Marco es un hombre vengativo, rencoroso, nunca olvida una ofensa, y creedme cuando digo la palabra nunca, no es violento, de hecho repudia la violencia en todas sus facetas, sobretodo si es en contra de una mujer, aún así, no tendrá problemas en serlo si así lo cree necesario.

Muchas veces peca de soberbia, no aceptando sus propios errores y creyendo que tiene la razón cuando no es así, por ende, podemos definir a Marco como una persona cabezota, aunque esto no es precisamente un despropósito, pues si no hubiese sido tan tozudo, no habría llegado donde ha llegado.

HISTORIA

Muchos creen que su vida ha sido dura, pero ¿saben qué? Esa gente no tiene ni idea de lo que es pasar un calvario en la vida. Os contaré gustosamente mi historia si están dispuestos a escucharla, solo pido un poco de silencio y atención para que ustedes sepan que clase de vida he llevado hasta ahora.

Nací en la Toscana italiana, concretamente en la provincia de Livorno, en el distrito de “Il Fosso Reale”, hijo de un italiano y una española. Mi padre, Agostino Fulvio era un gran comerciante, de los pocos que habían en la ciudad con una flota propia, así que nos aseguraba una buena vida. Mi madre, María González, una gaditana de origen más bien pobre que mi padre había conocido en uno de sus viajes a Cádiz para comprar una pequeña balandra. Congeniaron rápidamente y no tardaron en casarse, mudándose mi madre a vivir con mi padre a la gran Italia.

Unos años después de su boda, nací yo, para ser más exactos, cuatro, fueron cuatro años después. Sí, puede parecer mucho, pero os puedo asegurar que mi padre era un hombre muy, pero que muy ocupado. Mi infancia y mi vida en general no fueron diferentes a las de otros niños con mi mismo estatus y posición social. Aprendí a leer, a escribir, las ciencias, matemáticas, en general, aprendí a pensar de manos de mi joven tutor particular, Alonzo Strazza. Mientras me formaba, mi madre me enseñó a hablar el castellano, así que nací hablando dos lenguas, por fortuna para mi.

Desgraciadamente, una tormenta hizo que la mitad de la flota de mi padre se hundiese en el mar, haciendo que la fortuna que a él tanto esfuerzo le había costado hacer, se desvaneciese de la noche a la mañana. Lo que es la vida...

Entonces padre, cayó en el alcoholismo. Dejó su trabajo de lado y se centró en disfrutar de la vida, o eso era lo que él pensaba, pues la realidad era distinta. De un día a otro, su matrimonio se enfrió, mi madre odiaba verle bebido día sí y día también, y para que negarlo, a mi tampoco me gustaba. Por aquél entonces yo debía de estar cumpliendo los 11 años de edad. Mi madre, ilusa ella, fue a pedirle ayuda al hermano de mi padre, que seguía muy bien posicionado socialmente, pues tampoco hay que negar, que mi tio Cassius había sido mucho más inteligente que mi padre y había diversificado sus activos, lo que había hecho que aunque perdiera también algunas naves en aquella tormenta, su fortuna no se viese afectada en absoluto.

Mi tío Cassius compró la mitad del negocio de mi padre para ayudar a reflotarlo. Y aunque el negocio si se pudo salvar, mi padre ya no tenía salvación. Cada día iba a peor, cada día bebía más, hasta que llego el punto de que empezó a pegar a mi madre, y por ende, a mi también. Las palizas iban aumentando así como lo hacía el alcoholismo.

Hasta que una fatídica noche de enero, mi padre llego muy borracho y al no encontrarse la cena hecha, pues mi madre había tenido que ir a atender unos asuntos del negocio debido a la ausencia de mi padre, él, descargó su furia contra mi. Intenté defenderme como pude, la cosa cada vez se puso peor y tras un empujón suyo, me tropecé en el suelo y mi cara cayó sobre la lumbre de la chimenea que teníamos en el salón. Mi cara se quemó, mis ojos se quemaron, me aparté rápidamente de la lumbre, pero era tarde, no veía nada, estaba ciego. La habitación estaba llena de gritos, y al principio, yo, tendido en el suelo no sabía quién gritaba, hasta que me dí cuenta... era mi propia voz, eran mis gritos de desesperación y de dolor.

“Tú, ha sido tu culpa” le gritaba a mi padre, y él, lejos de parar, siguió golpeándome, me puse de pie como pude, le dí un puñetazo, y aunque no sé donde impacté, sé que lo hice. Su mano rodeo de garganta, me empujó contra la mesa y empezó a estrangularme. Definitivamente, había perdido el juicio.

Mi mano navegó en la mesa buscando algo con que poder golpearle, cuando entonces lo encontré, un objeto punzante que me iba a servir para que me soltase, y aunque no sabía que era, después mi madre me contó que había apuñalado a mi padre en el cuello con un abrecartas. Que amarga ironía... a él le encantaba recibir cartas.

Por fortuna, mi cara se recuperó de las quemaduras dejándome sin secuelas aparentes, y por desgracia, mi vista no lo hizo, así que ese era mi destino, ser un pobre ciego. Mi madre nombró a mi tio administrador del negocio de mi padre, a cambio de que nos diese el cincuenta por ciento de los beneficios del negocio, mi tío, que era todo lo contrario a mi padre, nos cedió el setenta por ciento de los mismo. Así que mi madre, lejos de tener que ocuparse del negocio, decidió empezar a buscar médicos para solucionar lo de mi ceguera, sin resultado aparente, como podéis observar.

Pero, una vez más, el destino jugó a mi favor, trayéndonos el nombre de un ilustrado francés que había diseñado un sistema de escritura para invidentes, Louis Braille se llamaba el buen samaritano. Aunque no tardaría en descubrir que lo había diseñado porque él también era ciego. Pero claro, esto de buenas a primeras, mi madre no lo sabía.

Partimos de Italia rumbo a Francia para buscar a ese tal Louis, y eso nos llevo hasta la ciudad de París, donde le encontramos ejerciendo de profesor en una universidad en la misma ciudad. Allí mi madre logró ponerse en contacto con él para que me enseñase a leer, otra vez.

Allí, en la ciudad de París, hice varios amigos, y recuerdo sobretodo a uno, a Dadou. ¿Por qué es el que más recuerdo? Pues porque gracias a él descubrí mi verdadera vocación. Era la noche de mi cumpleaños, cumplía 16. Salimos por parís a un pequeño local llamado “Le bleu plaissir”, un pequeño lugar donde no solo servían buena bebida y buena comida, sino que también hacían espectáculo. Allí tuve la suerte de conocer a una gran mentalista, una prestidigitadora llamada Tabatha. No ví lo que hacía, pero sí escuchaba a la gente y si lo que estaba pasando, entonces me dije a mi mismo, que yo quería hacer lo mismo, yo quería sorprender a la gente, así que al terminar su actuación me fui a hablar con ella.

Nuestra conversación fue larga y agradable, no lo voy a negar, en cierta manera, me atraía aquella mujer, pero como no quiero extenderme más, voy a resumir. La conclusión de la conversación fue simple, ella me iba a enseñar el arte del ilusionismo, decía que cualquiera podía aprenderlo, de hecho ella conocía a un prestidigitador alemán que era ciego, así que eso me reconfortó.

A mi madre esto tampoco le importo demasiado, que quieren que les diga, mi madre había sido bailadora de flamenco, así que tampoco estaba muy a disgusto con el mundo de la farándula y del espectáculo.

Sus clases fueron magistrales, lo que me permitió en unos pocos años dominar la magia con soltura, preparábamos actuaciones los dos y hacíamos alguna que otra juntos, así que en definitiva, decidí dedicarme a eso. Con el dinero que ganaba de mis actuaciones y el dinero que nos enviaba nuestro tío desde Italia, podíamos vivir como si fuésemos unos ricos. Además, mi nivel de magia fue cada vez a más, haciendo que terminará por convertirme en uno de los mejores ilusionistas del país, y sabiendo esto, no tardaron en contratarme en el teatro de París, como ilusionista.

Así que no me sirven esas excusas de he tenido una vida dura. Nadie sabe mejor que yo lo que es luchar por un sueño, creedme cuando les digo, que he tenido que luchar por ser lo que soy mucho más que cualquier persona que conozcan.

DATOS EXTRA

-Su madre murió el año pasado, así que vive solo con sus criados, Néstor y Nadia.
-Pese a ser ciego, es totalmente autosuficiente.
-Uno de los mejores magos de París, aunque su especialidad es el mentalismo, también se defiende con cualquier rama de la magia.

por **Tarik Pattakie** Sáb Dic 06, 2014 11:59 pm

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