Ficha de Personaje: Víctor Santana

Nombre y Apellido: Víctor Santana.
Edad: 30
Especie: Humano Cazador.
Clase Social: Alta.
Orientación sexual: Heterosexual.
Habilidades con Armas: Maestro espadachín y experto en Armas de fuego.
País de Origen: España.

Descripción física:
Víctor es un hombre alto para los cánones de su país de origen, mide casi 1,87 m de alto y su cuerpo es musculoso y atlético, endurecido por los años de duro entrenamiento y por su constante lucha contra las criaturas de las tinieblas. Esta lucha también se ha cobrado su precio en forma de cicatrices, como recordatorio de viejas batallas y las lecciones que ha aprendido de ellas. Aun así ninguna de ellas lo hace menos atractivo. Lleva el largo cabello, liso y negro, recogido en una coleta que suele ir acompañada del ancho sombrero que lleva en sus viajes y sus penetrantes ojos oscuros han sido testigos de las tinieblas que atenazan al mundo y del valor de aquellos que lo defienden. Su rostro resulta atractivo, es un hombre apuesto aunque, normalmente, se mantiene serio. Con frecuencia, cuando viaja viste una gabardina negra con remaches y adornos de bronce, y ropajes cómodos como largas botas negras y pantalones anchos, con múltiples bolsillos para su equipo. A pesar de su condición social su piel esta bronceada, dorada al sol durante sus largos viajes.
Descripción psicológica: Víctor ha vivido por y para la caza desde el fatídico día en que decidió tomar la senda del cazador. Los largos años de matanza le han vuelto un cazador frio y taimado, aunque no duda en disparar desde una cornisa o tejado a un supuesto aristócrata durante un baile nocturno o a un solitario que gusta de pasear a la luna llena con un disparo certero de plata pura en medio de la multitud en un día de mercado. Aunque odia especialmente a estos seres tiende a intentar darles un digno final con la punta de su espada si le es posible.
Desde fuera, podría parecer que es un hombre frio y sin sentimientos, alguien con quien es difícil tratar y aún más ganarse su confianza, pero los que llegan a conocerlo bien saben que en el fondo se  esconde un corazón noble y humano. Alguien capaz de ir en ayuda, e incluso dar la vida, por un amigo.

Historia:
Víctor nació en el seno de una adinerada familia Española. El padre de Víctor, Antonio Santana, el último patriarca de la dinastía poseía extensas haciendas en las colonias de las Américas en forma de ricas tierras trabajadas por sus jornaleros. El cambio de siglo y la extensión del ferrocarril y otras máquinas a vapor nacidas en los últimos tiempos aumentaron las riquezas de la familia gracias a la explotación de las minas de carbón de su propiedad, asegurando así la prosperidad de los Santana.
Su madre, Julieta Santana era una conocida aristócrata por sus famosamente lujosas fiestas de clase alta a la que acudía solo lo más distinguido de la nobleza ibérica y parte de la realeza. Entre sus amistades se encontraban pensadores ilustrados y el mismísimo rey Carlos IV asistió a alguno de sus bailes en la gran mansión que la familia poseía en Granada.
Pero todo esto no parecía importar al heredero de la familia.
Víctor era, por aquel entonces un joven e impetuoso estudiante de la Universidad de Granada, aficionado a las mujeres y al libertinaje. Sus jóvenes  dieciocho años parecían proporcionarle una energía inagotable para sus numerosas juergas entre amigos y sus múltiples correrías nocturnas que le brindaron fama de gran amante. Algunas de sus aventuras acababan abruptamente en el campo de duelos donde el joven parecía invencible.
Daba igual el reto, espada, pistola… la gran destreza con las armas que su padre le inculcara desde niño lo convertían en un rival más que excepcional.
Sus padres, católicos devotos y muy conservadores, se avergonzaban profundamente de su actitud. Su padre llegó a amenazarlo muchas veces con desheredarle si continuaba con su deshonrosa conducta, pero por alguna razón nunca lo hizo. Víctor siguió con sus correrías hasta que, una noche, sello su trágico destino y el de su familia.
Aquella dama pálida como la luna, delicada como la rosa más bella, parecía comérsele con los ojos en aquella fiesta de fin de año organizada por su madre. La dama, ataviada con un vestido azul profundo, jugaba con sus miradas tras un abanico color crema. Víctor se acercó a la misteriosa mujer y, en un halago de refinados modales, la invito a bailar.
Ella aceptó encantada. El joven sintió de pronto la acuciante necesidad de conocer a esa doncella tan a fondo como fuera posible.
Linetthe Berseck era el nombre de la joven dama. Vivía con su tío en una pequeña mansión a las afueras de la ciudad. Era alegre, divertida, cortes y refinada…en resumen todo encanto, simpatía y belleza. Víctor se sintió sobrecogido ante tal persona y su corazón quedo atrapado al instante, tanto que se planteó por primera vez en años si era el momento de dejar atrás sus juergas y centrarse en Linetthe.
Su relación con su dulce amante avanzo rápidamente, tanto como creció el amor que Víctor sentía por ella. En cierta ocasión se presentó la oportunidad de presentarla a su familia. Ella al principio se mostró recelosa, pero aceptó. Víctor les presento a sus padres de manera formal a Linetthe, ellos la saludaron cortésmente y ella cordial les devolvió el saludo. La velada avanzó exitosamente, su madre estaba encantada con Linetthe y su padre, aunque cauto, también se mostró satisfecho con ella y con el cambio de actitud de su hijo.
Durante la segunda mitad de la velada, hizo acto de presencia una joven doncella de unos quince años, su nombre era Dianne, la hermana menor de Víctor. Este la adoraba, habría dado su brazo derecho e incluso su vida por ella. Dianne también adoraba a su hermano mayor, aunque su vocación era ser monja en un futuro no muy lejano. Dianne era de complexión delgada y pequeña, el pelo caoba claro, caía en cascada por su espalda y lucía un sencillo pero caro vestido, que realzaba su linda cara y el color de su tez.
En poco tiempo, Linetthe y Dianne se hicieron muy amigas. Iban juntas de compras, daban paseos por los parques más cercanos y Víctor adoraba que se llevasen tan bien, dos mujeres a las que amaba con toda su alma, ¿Qué podría salir mal?
Fue entonces cuando ocurrió.
Una tarde de viernes, Víctor se dirigió hacia la mansión de Linetthe. Había rechazado la proposición de sus compañeros estudiantes de ir juntos a tomar un vaso de vino a un local muy frecuentado por su grupo para volver pronto a casa.
En el bolsillo interior de su chaleco, guardaba un pequeño estuche que contenía una hermosa sortija con un diamante engarzado en ella. El joven se había decidido por fin a pedirle su mano en matrimonio a Linetthe. Se sentía un poco extraño haciendo eso, puesto que la costumbre correcta seria pedirle la mano de ella a su tío, pero la muchacha ya le había advertido que estaba en un largo viaje y que tardaría tiempo en regresar.
Tardó largo rato en encontrar la casa y además, se sorprendió al encontrarla totalmente vacía. Ni sirvientes ni nadie que pudiera hablarle de donde se encontraba su amada.
Volvió a su casa bien entrada la noche. Si ella no estaba en su mansión probablemente habría ido a la suya a visitarlo a él o a Dianne.
Llegó al amplio jardín de la mansión y, de nuevo no había nadie. Víctor frunció el ceño extrañado. Aquello no era normal ¿Dónde estaban los criados? Su padre y su madre deberían encontrarse aun en la casa, seguramente esperando verlo entrar a las tantas de la madrugada tras una juerga desenfrenada. Aquello no le gustaba.
En la entrada de la mansión, sin embargo, estaba aparcado el coche de caballos de Linetthe. Y entonces lo escucho. Un disparo. El estruendoso sonido del arma estallo en los oídos de Víctor arrancándole a su cerebro el único pensamiento racional que tenía sentido en aquel momento. Su familia estaba en peligro.
El joven noble entró en tromba en la casa y se arrojó sobre el soporte de pared del que colgaba su espada de duelos. Entonces llegó el gritó. El corazón de Víctor se le congelo en el pecho por un instante. Era la voz de Dianne.
A toda velocidad, subió las escaleras de la mansión que llevaban a la recamara de su hermana menor con el corazón latiéndole desbocado y la punta de su espada centelleando a la luz de la luna que se colaba por los amplios ventanales de la mansión. Finalmente llegó a las puertas y entró en la habitación dando una fuerte patada a la madera que le impedía el paso.
La estancia estaba a oscuras, únicamente iluminada por docenas de velas que rezumaban un perfumado aroma que le recordó al de un burdel. Ropas femeninas aparecían rasgadas y esparcidas por toda la sala, como arrojadas así en un arranque de pasión. Pero lo que llamó la atención de Víctor no fue aquel panorama, tan antinatural en aquella habitación como lo era. Sino los cadáveres de su padre y su madre, rotos y desmadejados como marionetas. Su padre, aun sostenía una pistola humeante entre los dedos mientras miraba con ojos muertos hacia él.
Una figura se agitó en el lecho de su hermana y un débil gemido le hicieron alzar la espada hacia las sabanas desechas.
Víctor apreció destrozado como la llama de la vida desaparecía de los ojos de su hermana, cuando el monstruo que llevaba el rostro de su amada termino de beber hasta la última gota de su sangre. Linetthe se levantó del inerte cuerpo desnudo de Dianne y sonrió a su amante con los labios aun rojos por la sangre. Su cuerpo se encontraba al descubierto, marcando su belleza antinatural ante los ojos del joven noble y avanzó hacia él con paso lento y cadencioso, como un felino a punto de saltar sobre su presa.
El combate fue demasiado rápido. Víctor no tenía posibilidad alguna contra la criatura que había jugado con él como un gato hace con un ratón antes de devorarlo los últimos meses. Cayó a tierra, mal herido y medio muerto con aquella bestia sonriéndole a través de sus largos colmillos empapados con la sangre de su familia mientras le hablaba con una voz que no era la de la mujer que había conocido y de la que se había enamorado. Esta era la voz de una mujer madura, sarcástica y cargada maldad.
-Pensaba que tú eras el mejor. Pero tú hermana se resistió más…- Dijo Linetthe antes de levantar su voluptuosa figura y escapar. Ya había bebido suficiente sangre por esa noche.
Víctor no supo cuánto tiempo permaneció allí, esperando el abrazo de la muerte. Aquel monstruo había seducido a su hermana, su adorada y pura Dianne. Lo había utilizado para llegar a su familia y matarlos. Sus motivos se le escapaban, pero lo que a él más le importaba era que, ella había entrado en sus vidas gracias a él. La muerte le parecía un precio demasiado pequeño para pagar por la ruina que había traído a su hogar y a su familia.
A punto de perder el sentido. El joven observo como la puerta principal se abría y como una figura encapuchada se inclinaba sobre él. Una sensación de paz se posó sobre él, mientras su corazón, roto en mil pedazos, latía cada vez más despacio…
Pero Víctor no murió. Iñigo Álvarez, un viejo amigo de su padre, lo había salvado.
Álvarez era un hombre extraño y solitario que vivía cerca de la mansión de sus padres. Un soldado veterano del ejército de su majestad, el rey de España, con el que su padre solía reunirse cada domingo tras ir a misa. Víctor solo lo había visto un par de veces en su vida y por eso le sorprendió aún más que el simple hecho de estar vivo.
Iñigo contó al joven noble muchas cosas de su familia que ignoraba. Su padre pertenecía a una antigua estirpe de Cazadores cuya tradición se remontaba muy atrás en los albores del tiempo. Su abuelo había interrumpido la tradición pero había transmitido a su padre los secretos de la lucha con las criaturas de la noche. El mismo Iñigo era también un cazador y por eso mantenía una estrecha amistad con su padre.
La criatura que había matado a su familia era, seguramente, una vieja conocida de sus antepasados que habría escapado o sido dada por muerta tiempo atrás. Ahora su venganza se había cumplido.
La rabia y la venganza nacieron en el corazón de Víctor y pidió ayuda a Don Álvarez para que lo ayudara a vengar a su familia, algo a lo que el hombre accedió encantado. Durante largos años, Víctor se entrenó para hacer frente a los seres malignos. Durante interminables y oscuras noches sin luna perfecciono el arte de la cacería en compañía de Álvarez y aprendió todo lo que este tenía que enseñar mientras ambos perseguían a la bestia que le había arrebatado todo.
Cruzaron el charco, hacia las Américas, persiguiendo a Linetthe por todo el continente hasta que por fin dieron con ella.
La batalla fue dura pero esta vez fueron los cazadores quienes salieron victoriosos.
Aun así, la sombra que había caído sobre el joven Santana no había desaparecido. Con la ayuda de los contactos de Álvarez, Víctor se estableció en América y con el tiempo recobro las propiedades de su padre y su herencia. Sus negocios y haciendas funcionaron de nuevo bajo la mano de su joven patrono y la fortuna que estas le proporcionaron fue enorme.
Pero el no disfrutaría de ese dinero con suntuosos bailes y ni alegres juergas como había hecho hacía tiempo. Víctor invirtió en la creciente tecnología armamentística norteamericana e inicio la creación del que sería su arsenal de caza.
Víctor ha continuado el legado que su familia dejo atrás con su abuelo hace tantos años. Su lucha contra las criaturas de las tinieblas le ha llevado a enfrentarse con ellas por todo el mundo. América, Europa, Asia, ningún continente se ha salvado de su presencia.
Víctor ha colaborado con cientos de personas durante sus viajes, desde otros cazadores locales hasta los hechiceros, tan odiados por la Inquisición del Vaticano. Muchos de sus antiguos aliados le deben la vida, en especial los hechiceros, ya que los ha defendido múltiples veces contra agentes Inquisitoriales, hecho que le ha granjeado la antipatía de la organización. Los favores que le deben al Sr. Santana son tan grandes que muchos acudirían sin dudarlo si él los llamara.
En sus viajes Víctor ha seguido aprendiendo, buscando los conocimientos que la humanidad ha guardado sobre cómo combatir a los seres que caza y así ser capaz de vencerlos allá donde los encuentre. Ruinas y templos paganos, antiguas catedrales y monasterios… la humanidad tiene una historia demasiado amplia para dejarse limitar por las creencias de la Iglesia.
Algunas veces, Víctor se ha visto obligado a aliarse temporalmente con las criaturas que tanto detesta para acabar con una amenaza mayor. El fuego de la venganza hace tiempo que se ha consumido en su alma pero la caza es todo lo que le queda al último de los Santana.
Su larga cacería ha ido creando una pequeña red de Cazadores y Hechiceros que operan contra los Vampiros y Licántropos del mundo que amenazan a la humanidad. A pesar de ello, siguen sin ser una organización propiamente dicha ya que simplemente intercambian información, objetivos y su naturaleza solitaria les hace estar en constante movimiento, haciendo así muy difícil encontrar a estos extraños aliados del cazador español.
Aun así sus esfuerzos parecen ser en vano, pues por cada vampiro o bestia que mata otra ocupa su lugar delante del gatillo de su arma o ante el filo de su espada. Pero Víctor no ha cejado en su empeño. Ha llegado a Paris con un propósito bien definido, consciente de la gran cantidad de clanes vampíricos que se encuentran establecidos por todo el país, en especial en dicha ciudad.
La veda  se ha abierto y los fríos ojos del cazador se posan sobre la fastuosa y durmiente capital de Francia. La temporada de caza ha comenzado…

Datos Extra:
Cuando va de caza, Víctor suele vestir una armadura bajo su amplia gabardina en forma de un peto de acero de diseño de conquistador que perteneció a su familia en tiempos antiguos. Además utiliza ropas reforzadas y nudilleras de plata en los guantes para casos extremos.
Utiliza una espada de plata que perteneció a un antepasado suyo. El arma es de diseño templario y el tratamiento al que ha sido sometida por los asociados y científicos que trabajan en el arsenal del cazador desde las sombras la ha convertido en su arma favorita cuando sale de caza.
También usa revólveres y otras armas de fuego como el rifle de repetición Winchester para enfrentarse a la mayoría de sus enemigos pero no duda en utilizar otros métodos más silenciosos para alcanzar su objetivo. A pesar de su condición de cazador, Víctor luce una antigua cruz de plata que pertenecía a su hermana menor cuando pretendía entrar en la vida monástica. Es su talismán, y su tacto le reconforta cuando se siente perdido y le tiene tanto aprecio como le tenía a su hermana en vida.