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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Leer Kruspe Dom Dic 07, 2014 4:36 pm

Lo que más necesitamos es una persona que nos obligue a hacer lo que sabemos.
Emerson

Un cigarrillo colgaba de sus labios ¿Cuándo había empezado a fumar? Fruncí el ceño viendo como el humo bailaba al salir de la punta de ese veneno adictivo, mis dedos se aferraban a las sabanas queriendo gritar, sin embargo nada salía de mis labios, parecían pegados con alguna especie de goma –John detente! - gritaba con un entusiasmo desbordante en mi cabeza, él seguía observando por la ventana, sus ojos fijos en aquella taciturna noche, manto estelar que adoraba a la nada, escuchando los murmullos de los afortunados que gozaban las desgracias de la vida, cubriendo como una vil cómplice lo que se perpetuara en las calles a esas altas horas de la noche, su cabello estaba ligeramente revuelto adornando su dulzura enmascarada con una seriedad que me inquietaba, desde que llegué a Moscú al ser apenas una ilusa que solo conocía la tranquilidad no lo había tenido tan largo, le caía en la nuca cubriéndosela y se mecía con sutileza ante el aire, el cazador que creó a Leer Kruspe estaba otra vez luciendo como un adolescente frente a mis ojos ¿Lucía yo igual? Claro que no, por mi parte eso era lo mejor, en algún punto odiaba ese recuerdo, una niña llena de inocencia más no ingenuidad, su cuerpo perfecto posaba ante mis ojos, los músculos de su espalda y de sus brazos se flexionaban bajo su pálida piel, la obra de arte andante que fue efímera, a la que jamás pude plasmar en un espacio en blanco que eternamente tendrá su nombre, no lo notaba pero mis ojos recorrían su espalda minuciosamente observando cada lunar y cada mancha, memorizando los lugares exactos, esta patética romántica, la cual se deslumbraba por cualquier cosa que la rodease es la que debía enterrar y lo lograba la mayor parte del tiempo. Fue cuando sus ojos, esas avellanas que llenaban sus cuencas oculares se voltearon hacia mí, abrí los ojos un poco y me tensé emitiendo un ligero gemido por ser descubierta, una sonrisa ligera se formó en sus labios ¿Qué significaba? Su blanca dentadura se hacía ver adornada por unos dientes derechos, con calma se acercó a mí, mis dedos se tornaron más pálidos, mi uñas casi parecían perlas que engalanaban las partes distales de mis dígitos, las ojeras rodeaban mis ojos  mientras mi cuerpo se deshacía delicadamente, al igual que los pétalos de una rosa al emigrar con el invierno –Leer... - susurró con una voz que destruía mi empecinada fortaleza –Aléjate- susurré y cerré los ojos –Mírame- exigió, de inmediato me negué y apreté los dedos en el colchón –No te quiero ver- murmuré –Mi cazadora- habló suave en mi oído haciéndome cosquillas en el pabellón ¡Dios! Olía tan bien y su corazón parecía querer explotar dentro de su pecho –Bebe de mí, Amélia- su voz grave seducía poco a poco a mi demonio, era como un dulce veneno que no quería alejar de mí -¡No! - me exalté un poco y le miré con dureza -¡Vete! ¡No quiero nada de ti! - tensé la mandíbula –Estás muerto- murmuré entre dientes, él sonrió y negó –No lo estoy- susurró acercándose lentamente hacia mi rostro, miré sus labios en todo momento, quería alejarme, créanme que realmente lo deseaba pero él era un imán frente a mí y con un dulce beso se unió a mi ser, no podía poner resistencia, tampoco la deseaba mostrar, no lo podía dejar de amar ¿¡Qué daño me has hecho!? El beso poco a poco se convirtió en algo que se me estaba escapando de las manos, como arena blanca volando entre mis dedos, mis dientes se prensaron de su labio inferior perforándolo con los colmillos, escuché que emitió un quejido al sentir mi agarre a lo que le miré fijo a los ojos mientras su linfa llenaba mi paladar despertando mis papilas gustativas, succioné un poco su labio sin dejar escapar una gota y mis manos subieron a su nuca atrayéndolo lo más que podía –John- jadeé y arrugué la frente embriagada por el deseo –No te vayas- susurré y volví a besar sus labios rozando su lengua un poco con mis colmillos y dibujando una herida que volviera aquel beso algo sanguinario y fue cuando lo sentí, un pinchazo que drenaba mi cavidad torácica, miré hacia abajo y la estaca abría un agujero en mi pecho, tragaba pesado porque sentía que la muerte en vida se escapaba de mis dedos –Te amo, Leer- musitó y un quejido lamentable salió de mis labios tiré la cabeza hacia atrás un poco y rodeé la estaca con ambas manos, sentí sus labios presionarse en un beso en mi barbilla, parecía que el fin había llegado y no lo quería aún ¿O sí?.

Mis orbes verde-azuladas se abrieron de golpe, todo estaba sumido en la oscuridad, llevándome las manos a la cabeza la presioné por el recuerdo del sueño -Ahh… ¿Qué fue eso? - susurré suavemente mientras me sobaba la nuca, seguramente no había sido nada, suspiré y me restregué con las palmas los ojos, bostezando y parpadeando un poco para borrar la somnolencia, y lo sentí, ahí estaba un cuerpo descansando junto a mí, fruncí el ceño y dejé salir un quejido de sorpresa, Deiran, mi creador, hace ya unos meses que me había alimentado por primera vez de un humano y la fechoría había continuado su curso, pero dejaba que la sed llegara al límite, hasta que el demonio rasgara mi pared abdominal y me obligara a buscar un sustento tibio y delicioso, suspiré y miré su rostro en la oscuridad, parecía dormido, acostándome de lado y ceñuda medité en que tal vez mi relación con él había mejorado un poco, pero yo era necia y siempre me mostraría firme ante él, cerré los ojos con pesadez recordando aquella noche en que mis labios voluntariamente habían probado su elixir eterno, me maldecía porque ese sabor me había elevado a lo sublime, hasta el punto en que fue como un sedante para mi locura, algo que nunca admitiría porque primero me cercenaría los dedos antes de demostrar alguna debilidad, abriendo los ojos un poco le recorrí el rostro con la mirada ¿Quién creería que era un vampiro en esa condición? Mi mano se extendió hasta su rostro queriéndole tocar un cabello pero me detuve, no malinterpreten la situación nada de esto era una escena romántica pero debía admitir que la sangre de ese hombre que corría en mis venas despertaba emociones en mi interior, apretando la mano en puño negué –Que tonta- susurré para mí misma y me senté rodando sobre mi abdomen -¿Qué rayos pasa contigo? - murmuré y apoyé los codos en mis muslos masajeándome la cara como si de un pequeño gato me tratase –Un baño, Amélia- solté cansinamente y enderecé levantándome y mirándole por encima de mi hombro con pesadez –Duermes con la cría del alacrán- mi voz suave no sonaba amenazante, tampoco deseé que pareciese eso y caminé segura de mí misma dejándole solo en su aposento.

Subiendo las escaleras deslizaba mis finos dedos por el pasamanos, mirando mis pies alzarse ante cada escalón, mis uñas estaban cortas, mis pies estaban pálidos y los tendones de mis dedos sobresaltaban debajo de mi piel, me había despertado más temprano de lo normal, no había ni una alma cerca de mí, en la cocina se escuchaban murmullos sin embargo nada que representara una tentación para mi sed maldita, llegando hasta el último escalón decidí dar un pequeño salto, tal vez así lograba despejar a mi cabeza de la tonelada de pensamientos que me abrumaban, mirando mi sombra en la pared pasé mis dedos por ella, aquí todo olía diferente, un nuevo comienzo para mi vida eterna, sonreí un poco y finalmente llegué a mi habitación, recostándome contra la caoba de la puerta deslicé mis ojos por el lugar, estaba perfectamente ordenado y yo no era el alma más ordenada en París, oigan… pero lo intentaba, llevando mis dedos al borde de mi camisón lo deslicé por encima de mi cabeza quedando en interior y tiré a una silla, alcé mis brazos y me estiré dejando salir un quejido placentero de mis labios y me dirigí al closet abriéndolo y tomando una toalla rápidamente me escabullí al baño donde terminé de quitarme la ropa. Mis facciones se relajaron al ver como el vapor del agua salía de la bañera, las mujeres que trabajan en la mansión sabían exactamente a qué hora me levantaba, aunque esta vez me había adelantado pero la mayoría de veces el baño ya estaba listo al momento en que mis pies pisaban mi alcoba, sin embargo jamás he sido una dictadora que impone sus ordenes pero de vez en cuando es agradable ver que no tienes necesidad de pedir lo que quieres, metí mi cuerpo al agua y deje que mi piel se dejara acariciar por la misma mientras mi cabeza descansaba en el borde de la bañera y mis ojos se cerraban dándome unos minutos para una de la acciones que más gozaba.

El aire mecía mi cabello y la luna en su cuarto menguante se alzaba en el cielo coronándolo, mi cuerpo descansaba sentado frente al balcón, mi barbilla se apoyaba sobre mis rodillas mientras abrazaba mis pierna s a mi pecho, seguía meditando en el sueño, en mis últimos meses en la mansión, en los momentos de locura y quietud que había mostrado al dueño de aquí, que ilusa era, seguramente parecía una maldita bipolar, pero prefería eso antes que dejarme expuesta, aunque claro está… lo era. Llevaba puesto un pantalón de seda holgado color negro y una camisa que cubría mi torso, parecía un niño, lo sé, pero no estaba en ningún tipo de exhibición para lucir los atuendos que Lorenzo me confeccionaba estando en casa, el bendito anillo que le había ordenado a Francesa tirar se deslizaba entre mis dedos, debía deshacerme de él, sin embargo ¿Por qué lo conservaba con tanto recelo? Cerrando los ojos me abracé más a mí misma y recosté mi mejilla contra mis rodillas escuchando el silbido del aire impactarme en la membrana timpánica cuando el olor cambió en la habitación y el clic de la puerta hizo que abriera uno de mis ojos, la misma sensación de ahogo y exaltación que me inundaba cuando lo tenía cerca –Deiran- murmuré y fruncí el ceño tragando algo pesado –Debes tocar antes, te lo he dicho- susurré sin embargo mi voz no había salido molesta, no lo estaba, la relajación no daba lugar para sentimientos negativos -¿Qué sucede? - musité tranquila y miré de nuevo hacia el aro de oro blanco, esperando la respuesta que saliera de sus labios y con una quietud que estaba apoderándose de mi cuerpo.
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Mensaje por Deiran Chassier Dom Dic 21, 2014 3:08 pm

"La mentira más común es aquella con la que un hombre se engaña a sí mismo. Engañar a los demás es un defecto relativamente vano"
Friedrich Nietzsche

Una especie de trance. De contacto con lo real y lo inexistente. Silencioso y abrumador. Fuego y  hielo. Un alma que jamás volvería a tener. Esas y otras sensaciones más eran las que a mi alrededor se disipaban cuando estaba con ella. Su aroma era un dulce vino que no tenía pensado beber pero sí conservar. Ya había pasado varios meses desde que había llegado a mí y le había hecho nacer en forma de vampiro << ¡Qué maldito el sueño que no la quiere hacer despertar! ¡Qué malditas las ganas de vivir sus miedos a través  de mi piel! Qué egoísta no dejarla respirar. Viviría de su sufrimiento para siempre, pero mi pequeña flor necesita despertar>> no estaba dormido pero su cuerpo estaba a mi par. Hacían unos pocos minutos que había anochecido pero por una extraña razón quise permanecer un poco más de tiempo junto a ella, como si con eso fuese a retenerla. Quizás no se diera cuenta que mis sentidos estaban desde antes alerta. Procuraba no estar para cuando abriera los ojos pero hoy había decidido quedarme un poco más, solo para contemplarla en silencio, adorarla sin verla, hablarle sin palabras, sentirla sin tocar su piel.

Sintiendo sus perturbaciones inundarme la cabeza lo comprendí. De nuevo estaba soñando con lo que no era. Insistía en ser lo que le quité, en verse débil a la sombra de su pasado. Apreté los puños rasgando un poco la tela de aquel  diván mostrando mi inconformidad callado pero pronto se cortó aquella rabieta por los movimientos de sus pies al sentir donde se encontraba. Sus ojos se despertaron, no podía verla pero casi se recreaba  en mi mente sus pequeños y delgados dedos acomodándose el cabello, reprochándose por sentir dolor al recordar su antigua vida y el amor que le robaron. Su piel se acercó un poco a la mía y negué en mis adentros controlando un poco el impulso de abrazarla para tranquilizar a su demonio pero ella también lo sintió y fue fugaz su compañía. Al solo sentir su cuerpo despedirse de la alcoba donde estaba el diván abrí los ojos de golpe para ver el hueco donde su cuerpo había estado recostado.  Olisqueé su aroma que quedaba inundado por toda la casa. Esa maldita conexión que era interesante y a la vez navaja filosa. Estirando cada parte de mi cuerpo me puse de pie para hacer el mismo ritual de siempre con la copa de vino debidamente servida.

Saliendo de allí directo a mi habitación para prepararme e irme. No quería estar ni un segundo más en la mansión cuando subiendo las escaleras un sobre negro estaba delicadamente puesto en una de las mesas de la recepción. Pude sentirlo. No era nada bueno, fue cuando mis esperanzas  de ir otra vez a Camelia Vinn se esfumaron. El olor era intenso y a la vez molesto. Plata. Tenía que serlo. Miré en varias direcciones inspeccionando con cuidado y mis miedos se hicieron presentes pero descarté algún tipo de peligro porque ella estaba  en paz. Acercándome de una buena vez lo supe. No necesitaba abrirlo. Sabía que ellos estaban cerca, era una de las maneras más sutiles de avisarles a los vampiros que los tenían en la mira; la santa fracción de la iglesia vendría a hacer su divina voluntad y en lo único que pensé fue en Leer. Quité esas ideas de mi cabeza, me gustaba mortificarme solo. Hasta ahora no le había explicado nada a nadie porque sencillamente no quería, no necesitaba hablarlo. Nadie necesitaba saber de mis preocupaciones ni mis debilidades y si menos lo expresaba la protegería con mayor sutileza aunque a sus ojos parecería que nada me importase.

No tardé mucho en pensar lo que debía hacer. Necesitaba estar seguro que ella iba a poder responder a lo peor. Necesitaba pulir a ese bello diamante. Después de todo es mi obligación como creador y hasta el momento no me había tomado el tiempo confiando en las habilidades de ella para la caza y su arrogante actitud de querer creer que todo lo puede hacer. Pero no era suficiente, ellos no tendrían piedad con ella y usarían hasta la más mínima artimaña para hacerla caer. Su debilidad se convertiría en su peor enemiga. Vistiendo de negro como la noche di una mirada lenta a mi habitación, algo no estaba como antes. Saliendo a su búsqueda, no quería entrar en explicaciones.

Abrí la puerta de su habitación previniendo situaciones incómodas. No estaba cerca, parece que estaba en el balcón. Como sobra me escurrí por toda su alcoba y el golpe de sus emociones cortaron con desespero mi rudeza. Mis ojos se centraron en los suyos rápidamente y con la cara inexpresiva casi endurecida evitándome la explicación del sobre, la inquisición y mis de más preocupaciones hablé cortante a ella, como siempre lo hacía. —Vamos a salir un momento — le informé sin esperar  un sí de su parte, era más un aviso que un permiso. Ella debía de odiarme, estaba seguro que lo pensaba pero  así era mejor —No necesitas cambiarte. No es una cena o una exposición de arte a donde vamos. Te necesito cien por ciento mentalizada en tus habilidades y lo que quieres aprender.  — caminé hacia ella sin mirarle a los ojos, mi vista estaba puesta en lo profundo del horizonte, a través del balcón.  Era cuestión de tiempo, esperaba la típica rabieta por venir a decirle qué hacer pero necesitaba sacarla de allí.

Girando la cabeza para verle de reojo tomé su mano sintiendo su frialdad tiré de ella en un abrazo para saltarnos esa muralla de mármol blanco y no tocar el suelo. Un corto vuelo que se hizo después una maratón donde jugué a proteger su cuerpo.  Su cabello daba contra mi cara. Mi ángel cautivo no podría volar, sería su fiel demonio quien debería mostrarle el mal. Sacándola de lo alejado de la mansión para entrar a los predios de París. ¿Dónde exactamente la llevaría? Fruncí el ceño porque sólo tenía segundos y un campanazo me dio la respuesta que necesitaba. <<Notre Dame. Oh Notre Dame. Dios, ten piedad de nosotros>> una vez allí sería fácil oscurecerle en sangre para que pudiera tener paz.
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Mensaje por Leer Kruspe Mar Dic 23, 2014 5:17 pm

Muchas veces nace la enfermedad del mismo remedio.
Baltasar Gracián

Este maldito sello que había puesto en mí era sumamente importante, junto con Insenlum era lo que me había quedado de él y aunque mi lado Leer Kruspe quería odiarlo no podía, hace unas semanas atrás Francesca me había entregado la carta en que me confesaba que su muerte no había sido algo inesperado, él había planeado para que así pareciera poniendo la patética excusa que no quería convertirse en una carga para mí, tan testarudo al igual que cuando lo conocí, quería ir al cementerio y desenterrar sus huesos gritándole que había sido egoísta por tomar una decisión que nos afectaba a ambos, suspiré y negué, lo iba a enterrar con todo lo que una vez sentí por él y lo recordé mi mente había estado divagando y él estaba en la habitación, colgándome el anillo en el cuello le miré ceñuda desde la silla donde me encontraba -¿Qué quieres Deiran? - había vuelto la dureza a mi ser –No estoy de humor para discutir contigo- cerré los ojos y volteé hacia el lado donde no podía verlo  pero no se iba ¿Le gustaba irritarme? Era una pregunta tonta al parecer sí le gustaba verme convertida en una salvaje –Déjame sola- murmuré sin verlo fue cuando lo escuché - ¿Salir? - pensé y volteé instantáneamente la cabeza hacia él notando su vestimenta negra –No quiero salir- alcé la ceja decidida a imponer mis deseos esta vez, me trataba como una niña que podía manejar a su antojo como si fuera un maldito objeto que podía cambiar de posición cuando se le cruzara por la mente –Sal con Yuna- susurré y me abracé más a mí misma –Ella es la obediente entre las dos, la hija que debe ser tu orgullo- añadí con un aire divertido pero guardándome la sonrisa –Así que no, soy una mujer no una niña, no vas a sacarme si no quiero ir contigo- entrecerré los ojos –Además que cada que salgo contigo algo malo pasa, empezando por la noche en que me convertiste en una igual que tú- no me respondía solo se encontraba ahí tan inexpresivo que me hacía rabiar, sentía que la molestia me subía por la cabeza, extrañamente no lo odiaba pero su desinterés me causaba enojo.

¡Te estoy hablando! - me exalté un poco notando como ni tan siquiera me volteaba a ver –Solo quieres enojarme- tensé la mandíbula –Te divierte molestarme ¿no? - sentía que los ojos los tenía tan abiertos que parecía que se iban a salir de las cuencas –Por eso te has quedado en el diván más tiempo ¿verdad? - gruñí bajo –¡Te gusta pelear conmigo, te divierto soy como tu juguete con el que puedes distraerte cuando quieras! - el aire entraba por mis fosas nasales con fuerza, no lo necesitaba pero él… él me obligaba a hacer estos pérfidos actos ¡Era tan tonta por seguirle el juego! –No voy a salir ya te lo dije así que desiste de eso que solo pierdes tu valioso tiempo- bajé las piernas y me crucé de brazos orgullosa de mi última oración, sin embargo el silencio era molesto, ni una palabra salía de sus labios, parecía una estatua que no iba a ceder jamás, abrí un ojo viéndole molesta ¡No me estaba escuchando! Seguía en la misma posición, seguramente tenía algún tipo de mecanismo para que mis palabras solo fueran zumbidos molestos para sus oídos y el vampiro tozudo siguió hablando - ¿Lo que quiero aprender? - pensé frunciendo el ceño al meditar en esas palabras, extrañamente la palabra vino apareció en mis pensamientos, yo no quería aprender a catar ese tipo de licor, tenía que dejar de divagar, no podía referirse a eso-¿De qué estás hablando? - murmuré distraída viendo sus zapatos –¿Has escuchado algo de lo que te he dicho? - me levanté poniéndomele enfrente –Estoy aquí- fruncí el ceño viéndole desde abajo –No estoy dibujada allá- señalé con el dedo hacia el horizonte negro que cubría París con recelo –No me has escuchado- murmuré entre dientes cruzándome de brazos -¿Por qué me odias tanto? - susurré suavemente como si la pregunta fuera para mí misma –No importa- negué y tragué pesado –Está claro que aunque quiera hablar civilizadamente contigo lo único que obtendré será silencio de tu parte- suspiré y ablandé las facciones, era mejor ir con él antes que se le ocurriera mencionar esas palabras que significaban sumisión ante sus ordenes eso sin contar que me había despertado la curiosidad –¿Dónde iremos? - me masajeé las sienes agarrándome el cabello para acomodármelo en una coleta –No pienso salir así, parezco un chico ¿Qué no ves? - le miré de reojo –Así que sal para que pueda cambiarme- musité con tranquilidad cuando sentí que su mano atrapó la mía y me tensé emitiendo un ligero quejido de sorpresa –O-Oye…- ni tan siquiera puede terminar la oración cuando ya estábamos en el aire miré hacia abajo sin rodearle con los brazos, de acuerdo he aquí una confesión; cuando me disponía a cazar o dejar en claro a algún inepto cual era su lugar frente a mí los miedos desaparecían, justo cuando la adrenalina me cegaba para volverme en una sádica muy familiar para mis dos personalidades, pero había algo que me perturbaba cuando no disponía de ese sedante natural y era el hecho de que mis pies no pudieran tocar el suelo, de inmediato mis manos se afianzaron a su ropa apretándome con fuerzas a él, estaba realmente asustada –Tranquila-  casi chillé escondiendo mi cara contra su pecho –Rápido- susurré contra su ropa apretando mis dedos más en su ropa que sí quería podía enterrarle las garras, estaba totalmente tensa, hasta el punto que no sentía el aire que debía mecer nuestros cuerpos, un falso palpitar me recorría los dedos y un hormigueo me estremecía las piernas ¡Insulsa asustadiza! Yo no estaba orgullosa de esto porque tenía la costumbre que podía hacerlo todo por mi propia cuenta y no necesitaba la ayuda de nadie para lograr mis objetivos, no había obstáculos o impedimentos que me molestaran para llegar al final del camino, no quería despegarme del soporte que sentía era para mí a pesar de el ardor que quemaba mis ojos y mis colmillos, sin que él lo supiera en este momento podía considerarlo la columna de la que pudiera sostenerme firmemente sin que fuera a hacerse añicos, irónicamente y aunque tal vez yo no fuera una chica que necesitara de guardaespaldas me sentía… protegida y tranquila esa sensación que nacía con fervor hacía aquellos que significaban algo importante en mi vida. Algo que parecía inexistente frente a los ojos de los demás.

Finalmente mis pies desnudos tocaron el suelo, estaba frío pero yo no me atrevía a abrir los ojos mis manos no se apartaban de su cuerpo, negué contra su ropa abriendo un ojo -¿Llegamos? - tragué pesado, sabía que mi cara no estaba sumida en la dureza que me gustaba mostrarle a los demás, ladeando la cabeza miré el cielo nocturno recibirme con frío, las estrellas parpadeaban y se podían ver las ramas de los arboles mecerse con agonía ante la ventisca que azotaba todo a su alrededor, fue cuando el miedo se empezó a desvanecer y fruncí el ceño empujándolo un poco acomodándome la ropa. Ahora no solo vestía como niño también me había dejado su olor encima –No era necesario eso, yo puedo caminar- miré hacia un lado con los labios fruncidos, recordaba a Dimitri decirme que cuando hacía este tipo de expresiones parecía una niña caprichosa a la que le han negado un regalo –Otra vez tratándome como una niña. Ni tan siquiera me dejaste calzarme - negué y le di la espalda con la barbilla en alto, noté algunas luces distantes ¿Dónde estábamos? Deslicé mis ojos por las luciérnagas que adoraban la distancia, no, no eran luciérnagas, eran las luces de los quinqués ¡¿Qué?! No podía ser lo que pensaba, tragué pesado acercándome a la orilla de la estructura donde estaba parada rezando a todos los dioses que no fuera lo que creía y fue cuando mis dedos tocaron el borde, estaba realmente alto y me di cuenta del campanazo que sonó al lado mío, me estremecí y miré algo horrorizada la campana -¡Oye! - respiraba por la nariz con rapidez -¿Dónde me has traído? - era una pregunta tonta yo sabía dónde estábamos pero quería convencerme que estaba soñando -¡Deiran! - me di la vuelta viéndole molesta -¿A qué estás jugando? - pregunté con la mandíbula tensa y me acerqué a él sin tener contacto visual tomándole de la barbilla con algo de fuerzas volteé su cara -¡Mírame cuando te hablo! - no le solté sin perder el contacto visual -¿Qué estás tramando? - negué rodando mi labio inferior dentro de mi boca -¿Por qué estamos acá? - mi mirada se profundizó –Esta es la iglesia ¿Quieres que venga una horda de inquisidores a hacernos añicos? - no podía creer lo imprudente que estaba siendo, no es que yo temiera de la situación porque sabía muy bien que si algún inepto se atrevía a tocarme lo podría hacer papilla con facilidad, ya me había enfrentado a uno después de todo, lo que yo no concebía era que se estaba poniendo en peligro, yo no tenía ninguna otra responsabilidad sin embargo él cuidaba de otra vampiresa cuya presencia no me molestaba, después de todo yo era la nueva, le solté y me crucé de brazos –Espero tengas algo razonable que explicar para que te quieras exponer de esta manera- cerré los ojos sin dejar de verme indignada, esta extraña preocupación que me estremecía y no era dirigida hacia mí que no fuera él mismo, sabía que esto no podía acarrear nada bueno y la sangre se dibujaba como la fiel protagonista de cualquier drama nocturno.
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Mensaje por Deiran Chassier Dom Dic 28, 2014 9:00 pm

‘’Me niego a entregarles lo que con tanto recelo tengo. Porque es sólo mío y no lo pienso dejar, así me condene a vagar en su servil infierno’’

Mientras un recuerdo dure es bueno. Sólo cuando es tan basto para sacarte una sonrisa, un enojo o una lágrima. Sólo si se queda en tu memoria para siempre, sólo si puedes morir con él. Fue corto el recorrido. Aún sus palabras las llevaba en la cabeza. Seguía diciéndome una y otra vez que ella me odiaba. De su voz salían tantas cosas que pensarlo era como si quisiera golpear a un ebrio en mitad de la nada. -Pobre de mi ángel que sufre de amor, este necio demonio desconoce del cuidado que se debe darle a una flor. Que florece y se expande. Qué bella creación. Maldito demonio que no pone atención a su preciosa redención.- Como si una suave melodía se escuchara cada vez que el viento soplaba me detuve a inspeccionar el lugar. La vampiresa parecía frágil en aquella condición. Tenerle miedo a las alturas era una cruel desventura que tendría que aprender a superar, para ella nada sería imposible. Hacía mucho que no estaba en Notre Dame. En las alturas del edificio donde nos encontrábamos estábamos solos pero tenía la convicción que no por mucho tiempo. Como si fuera arrancado desde el centro de mi pecho su cuerpo buscó el suelo pero aun así mantuvo la cercanía, cosa que me hizo sentirme relajado aunque no perdía la condición de alarma por si alguien decidía interrumpirnos.

Observando de reojo su andar seguí casi creándome un mapa de cómo estaban ubicadas las cuatro torres que protegían ese santuario que en el centro tenía la catedral misma, fuerte e imponente como si diera una advertencia a lo que fuera para que no se fuesen a acercar demasiado a ella, pues no solo era consuelo para los feligreses, también era el descanso eterno para los demonios. Sonriendo de lado me distraje demasiado tiempo, ella había comenzado a  hacer su típico berrinche, ya le había explicado que no necesitaba si quiera estar vestida para hacer lo que tenía en mente con ella aunque tampoco iba a dejar que algún otro codiciara su cuerpo. Irguiendo más la espalda cerré los ojos brevemente para contar a tres hombres. Inquisidores todos, estaban bien retirados de nuestro panorama. Por suerte no eran sobrenaturales, eran simples humanos que habían hecho la promesa de proteger a la iglesia y sus santidades de demonios como nosotros. Abrí un ojo para ignorarla pero luego me concentré en ella. Ni siquiera se había inmutado de su presencia. Primer error.

—Si hubiéramos caminado, hubieses tardado siglos, incluso si te pedía que corrieses- hablé sin mucho ánimo sintiendo molestias por su falta de precaución. No entiendo como era cazadora hace unos meses, se supone que debía percatarse de todo, al menos sus sentidos le debían de avisar, el olor a plata era fuerte —Amélia- mi mandíbula tensa mas una voz que no sonaba amistosa salió de mis labios y negué con desaprobación —Cuando comiences a actuar como adulta entonces te trataré como una, por ahora confórmate con esto- alcé la ceja —¿No es así como mejor entiendes?- sonreí de lado para volverme recio sabía que no estaba siendo nada bueno. Viendo como continuaba el berrinche estaba al borde de perder la poca paciencia. Cerré los ojos de nuevo para que dejara que se deslumbrara por los campanazos. Esos que son tan molestos para nuestros demonios por su cercanía con la divinidad y su afán de ahuyentarlos —¿Terminaste?- logré decir cuando su niñería llegó al tope de mi paciencia. Justo cuando me obligó a que le viera porque no contestaba nada de lo que quería tomé una de sus muñecas con mucha fuerza para que dejara el papel de general, ese era solo mío.

—¡Amélia!- reproché elevando la voz al final de sus palabras y tiré de ella para girarle y abrazarle por la espalda aun manteniendo el agarre de la muñeca. Caminando hacia el frente lo suficientemente cerca para estar en la orilla de aquella torre y que viera el panorama le incliné hacia abajo haciéndole mirar —Si guardaras silencio esto sería más fácil- murmuré bajo cerca de su oído —Estás tan ocupada haciendo la escena de ‘’Soy una adulta pero me tratan como niña y nadie me entiende’’ que no te has dado cuenta de ellos- cerré los ojos y la mano que apresaba su muñeca ascendió hasta su brazo para sostenerle firme —Aprende a comportarte- sugerí más como un comentario que como una demanda y recordé el sobre lo que me hizo de nuevo volver a endurecerme con respecto a su entrenamiento. —Siéntelos- choqué la frente con su cabello y continuaba hablando de esa manera, necesitaba que ella enfocara sus energías en la capacidad vampírica que le había otorgado -Vamos mi ángel. Desplega las alas que aún se hayan intactas antes de que este demonio quiera romperlas y te condene a vagar junto a él por toda una vida eterna-.

Esperando que no fuera a hacer otra escena como la de antes me quedé un rato en esa posición —¿Cuántos son?- pregunté para cerciorarme en la perfección de sus respuestas, quería que respondiera con un número —Si no logras percibir sus auras, pulsos, simplemente guíate por el aroma- sugerí sabiendo que ya tenía que haberlos divisado y también discriminado por su peculiar olor a plata —¿Bien?- esperé a que de su boca salieran palabras para soltarle unos instantes y dejarla asimilar. —Vamos a cazar, Amélia pero esto no es una simple cacería. Ni tampoco una toma de té en donde vamos a reírnos de lo que ha pasado en el día- dando dos pasos hacia atrás me crucé de brazos para darle un poco de espacio. —Este sitio es una enorme fortaleza, por si no sabías está compuesto por bases o sectores. Este es el más ligero, donde sólo por razones especiales  se encontrarían condenados- caminé para estar a su par y señalarle las puertas de entrada —Está claro que los humanos no saben de la parte oscura de la iglesia por eso solo inquisidores resguardarán esta zona. Por dentro está lo jugoso de la fruta. Adentro están los verdaderos enemigos- comenté con desaire sintiendo el aire tan pesado que era demasiado molesto.

—La capacidad de engaño para un vampiro es como el pan de cada día- miré de reojo las facciones de la vampiresa —Con estas traicionas, ganas, convences y matas. Ellos son astutos y no caerán tan fácil como un humano cualquiera, así que ten cuidado- me giré para estar frente a ella y sonreír un poco, solo para disminuir la tensión del momento. —Quizás intenten identificarte con las típicas insignias que llevan en el cuello - una mano se coló hasta su pecho para detenerse justo ahí y mostrarle con un dedo. — Somos capaces de aguantar la repulsión de la plata más no así sus efectos, así que evitala- recomendé —Si llegan a probarte con algún tipo de crucifijo, bésalo y atacas- mi iris se volvió diferente ya no era verde sino un tanto oscurecido —Lo demás es arte. Tú decides como quieres que esa obra finalice, sin confiarte. Claro - sugerí —Así que encántalos y están a tu merced. Entra en su psique y te pertenecerán. Muérdelos y sufrirán, desángralos y morirán. Estaré en todo momento contigo. - tomé de su mano de nuevo para contemplarla unos segundos, besando su dorso miré toda su apariencia y entonces sonreí sin dudar que ella podría hacerlo por lo que decidí regalarme de nuevo un nuevo salto para llevarle al suelo. Repitiendo de nuevo lo que antes había hecho en la mansión sólo que esta vez sin cargarle para enseñarle que era tarde para volar descendí sosteniéndola únicamente de la cintura en un salto veloz que duró instantes, instantes que se hicieron recuerdos, únicos para mí y para mi pequeña vampiresa.
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Mensaje por Leer Kruspe Lun Ene 05, 2015 9:23 pm

La posibilidad de realizar un sueño es lo que hace que la vida sea interesante.
Paulo Coelho


Inaudito era poco, él no era una persona imprudente, al menos en lo que poco que le conocía jamás lo había visto cometer alguna barbarie que me hiciera verle como un inmaduro, pero esta situación se salía de esa imagen que yo conservaba del vampiro, detrás de esto debía haber algo y ya me encargaría de averiguarlo saliera o no de la boca de Chassier, sin dejar mi expresión de indignada abrí los ojos volteando la cabeza porque no tenía la intención de verle comportarse de esta forma, no quería imaginarlo herido por alguna de las escorias que resguardaban la fortaleza que estábamos invadiendo, era algo confuso este tipo de preocupación algo que ni yo misma terminaba de comprender pero los sentimientos son un maldito enigma, después de todo se necesita toda una vida para descubrirte a ti mismo, dejando salir el aire por la nariz trataba de calmarme pero fue lo siguiente lo que realmente aumentaba mi enojo raudamente, su mano sostuvo una de mis muñecas con fuerza a lo que me quejé frunciendo el ceño y los dientes apretados -¡Ah! - apreté más la mandíbula -¡Deiran me lastimas inepto! - en realidad sentía una ligera presión invadirme la muñeca, no se trataba de fragilidad pero aunque estuviera muerta podía percibir ciertas sensaciones como las percibe un humano –Deja- murmuré entre dientes cuando me abrazó por la espalda obligándome a caminar ¿Qué le sucedía? Ese instinto posesivo que me molestaba hasta la coronilla es lo que me hacía desvariar aún más con su persona -¡Suéltame! - gruñí poniendo fuerza en mis piernas para evitar que me llevase hacia la orilla -¡Deja de tratarme como una niña!- bufé –Soy una mujer no tu hija Deiran- llegando hasta la orilla de la torre donde nos encontrábamos mis ojos no hallaban quietud, casi parecía una desquiciada, no me había molestado de esta forma con él desde que había descubierto era un vampiro y me había hecho renacer en una de su raza –No- chillé un poco sintiendo mi cuerpo ser inclinado hacia al frente, el mareo me aturdió un tanto obligándome a disminuir la tensión en mi cuerpo mis dedos se apretaron en su antebrazo para aferrarme con fuerza a lo que yo percibía como un soporte –No- susurré como si estuviera a punto de desmayarme y cerré los ojos escuchándole sin mucha atención –Suéltame, me voy a caer- arrugué la cara con impotencia aferrándome con más fuerza a su antebrazo –Por favor- tragué pesado y abrí los ojos un poco apretando mi espalda contra su pecho pero estando consciente que debía mantener una fina distancia entre ambos –¡¿A qué quieres jugar?! - el tono de mi voz se elevó un poco para ocultar ese pérfido miedo que debía ser enterrado en lo profundo de mi cabeza -¿Qué no ves que tengo…- apreté los labios ahogando un quejido de vergüenza –tengo… miedo- confesé finalmente en un tono demasiado bajo ¡Rayos! Le había confesado una debilidad seguramente la iba a usar en mi contra en el futuro - ¡Tonta habladora! – me reprendí en mis adentros sintiéndome desnuda, que imprudente había sido no lo veía pero lo más probable es que se estaba burlando de mí en ese momento.

Tragando con algo de fuerzas mi cuerpo se hizo débil junto al de mi creador y jadeé un poco –¿Uhm? - murmuré preguntando por sus palabras ¿A qué se refería?- mis ojos se plasmaron a la distancia, ese suelo que parecía infinito, un abismo el cual podría engullirme con cinismo – No te va a dejar caer tonta - gritaba una pequeña voz dentro de mí, algo muy lejano que solamente salía a relucir cuando yo me sentía cómoda estando en presencia de Chassier, de reojo le miré y abrí las manos sobre su brazo -¿Qué debo sentir? - susurré de manera calmada y así me encontraba, calmada, era una zona de seguridad denigrante para mi orgullo pero esta vez sus siguientes palabras si parecían llevar la interrogación en el estandarte - ¿Cuántos son? - me pregunté en mi cabeza deslizando los ojos por las figuras miniaturas que eran aplastadas por nuestras grandes alturas, aún no terminaba de comprender que era lo que con exactitud quería saber, yo no podía divisar nada seguía aturdida por varias sensaciones siendo mi miedo ya algo que se trasladaba a un segundo plano -¿Qué? - musité suavemente viéndole de reojo -¿Quiénes? - mi cerebro empezó a despabilarse, podían ser varias cosas, humanos o inquisidores ya sea humanos o no –Yo…- fruncí el ceño dividiendo mi mirada rápidamente entre todos los posibles lugares donde pudiera haber alguien viéndonos, cuando en un vistazo rápido pude fijarme en dos tipos que estaban hablando entre ellos cerca de una pequeña puerta al este de donde nos encontrábamos –Dos…- murmuré cuando pude ver a otro aparecer frente a mi panorama, caminaba hacia los otros dos y vestían como si fueran soldados listos para la guerra, pude notar algunas armas enfundadas en sus pantalones y en la mano del hombre que estaba en movimiento había una ballesta, abrí los ojos un poco viendo el artefacto, siempre me habían parecido una arma fascinante –Tres…- susurré con la mandíbula tensa y volví a dar un vistazo rápido de repente el aire azotó con fuerza donde nos encontrábamos haciendo que el cabello me diese en la cara y junto con la ráfaga se mezcló un peculiar olor a metal, esperen… no, no era metal, ese era un olor que yo conocía muy bien, lo había usado en varias armas durante mi vida de cazadora, ese tipo de veneno que no era mortal para los vampiros pero si un aditivo para que su muerte fuese más tortuosa –Tres- confirmé y apreté los puños –Son tres y uno de ellos lleva una ballesta- fruncí el ceño y finalmente mi cuerpo fue liberado de su agarre -¿Qué es lo que vamos a hacer? - pregunté con frialdad sin quitar mi vista de los hombres -¿Vamos a atacarlos? ¿Por qué? - fruncí el ceño viéndoles con pesar a los tipos -¿Por qué quieres que ataque inquisidores? - la saliva pasó con fuerza por mi garganta haciendo un sonido por la misma, algo me vibraba en los dedos al igual que cuando John me concedió mi primer caza a un vampiro, esa adrenalina que te llena el cuerpo al estar frente a situaciones peligrosas que sabes serán más placenteras que tenebrosas.

De su boca salió algo que no me imaginaba –Cazar- deje salir al aire y cerré los ojos, el demonio del sadismo, de la aventura, del poder se estaba apoderando de mi cuerpo –Pero…- la voz de la razón empezaba a poner su enorme pie en mi otro yo -¿Por qué inquisidores? - negué sin entender –No lo entiendo- dándome media vuelta le miré –¿No hubiera sido más fácil con algún cazador? - esa última palabra había dolido, atacar a uno de los cuales había pertenecido era abrumador, pero más preferible que el ir a la iglesia y atacar a una horda de cobardes que se ocultaban detrás de esas paredes impenetrables –No necesito de esto- miré mis pies sin dejar de verme dura y orgullosa –No necesito de enseñanzas yo sé lo necesario- había mentido, ese vampiro tozudo que estaba parado frente a mí poseía habilidades que había estado observando desde la noche en que dormí junto a él, habilidades que mi oscuro ser admiraba, envidiaba y deseaba desarrollar, realmente lo… admiraba ¡De acuerdo esto no era parte del plan que tenía en mente para enloquecerlo y que me dejara en libertad! El destino había sacado su enorme mano y me había abofeteado con todas las de la ley, parpadeé un poco para olvidarme de esos pensamientos, no quería que los descubriera era otro clavo de mi ataúd hacia lo que experimentaba estando con mi creador –Así que desiste de esto, no voy a matar a nadie- le miré con decisión, no quería hacerlo, no quería que algo saliese mal, sin embargo seguía hablando explicándome como estaba formada esa sección de la iglesia que para muchos de los que habíamos estado en contacto con sobrenaturales cazándolos no era desconocida, pero me estaba explicando algo que empezó a abrirme el panorama, claro que tenía conocimiento de que no solo humanos eran los que velaban por la paz de París pero él hablaba como si hubiese estado en contacto con ese tipo de sectores de la iglesia –Hablas como si conocieras lo que hay dentro de este infierno- añadí en un tono bastante bajo, algo distraído -¿Cómo sabes todo esto? - fruncí el ceño sin dejar de verle a los ojos -¿Has estado en contacto con inquisidores? - alcé la ceja –¿Has servido para la iglesia y por eso la odias? - mis puños se tensaron aún más, esperaba que no porque sería capaz de abofetearlo y darle una tunda que jamás olvidaría, no él, no podía ser un cobarde que usara ese tipo de artimañas para justificar muerte, si mataban seres que no merecían la vida era lo de menos pero el usar el nombre de Dios era imperdonable –No cualquier persona, ya sea humano o no sabe algo de eso y no es que me estés aclarando todo pero ese tono- sonreí de lado y negué –pareces muy seguro de lo que hablas y no cualquiera entra allá y sale vivo para contarlo, contesta Deiran- tragué –¿Has servido para esos ineptos y sus mentiras o tienes amigos inquisidores? - señalé hacia donde se encontraban los inquisidores –Ruego a Dios que sea la segunda mi querido creador- añadí con aire sarcástico –Porque si no estaría demasiado decepcionada que una escoria fuera el ser que me ha dado esta nueva vida- el vomito verbal, ese pequeño orgullo que sentía por ser quien era ahora, sin embargo a pesar de la exigencia en mis preguntas él no respondió nada, siguió dándome instrucciones como si fuese mi general y yo su leal soldado, cerré los ojos y me troné los dedos uno a uno grabándome con perfección cada una de sus palabras, aún así mi cabeza parecía ocupada con esa imagen de él siendo un maldito abusador, apreté los ojos aún más fuerte con un dolor naciendo lentamente en la mitad de mi pecho – No - dije en mi cabeza – No lo pudo haber sido - la mandíbula me empezaba a doler de la presión a la que la estaba sometiendo, sabía muy bien que mis orbes estaban fundidas en el averno y las cuchillas orales que adoraban mi boca se hacían notar poco a poco por debajo de mi labio, era hora de volver a la realidad.

Su mano atrapó la mía y le miré de manera inferior sin soltarme ni tan siquiera tensarme, mis sentidos habían sido atrapados por su voz por sus palabras por sus sugerencias, fruncí el ceño y los labios desenfocando la mirada, la duda me taladraba la cabeza ¿Había tenido que ver su conversión con la iglesia? Debía averiguarlo porque si no enloquecería, lo quería saber todo hasta el más mínimo detalle, fecha, lugar, nombre, el por qué, pero antes debía desquitarme esta rabia que sentía y esos tres tipos se iban a convertir en mis conejillos de indias, cerré los ojos a su beso y sentí su tacto en mi cintura mientras nuestros cuerpos rompían las corrientes de aire y me daban la oportunidad de tocar el suelo, de descubrir que significaba el cazar para un vampiro con el único que admiraba hasta el momento, posando las manos en sus hombros miré al suelo, mientras descendíamos, lo había dicho anteriormente mi miedo a las alturas desaparecía cuando la adrenalina me empezaba a embriagar, finalmente mis pies desnudos pisaron el asfalto cayendo ambos cerca de un enorme roble, las ramas cubrían gran extensión dando una sombra que ennegrecía aún más la vestimenta de ambos, escuché a los tipos hablar entre ellos, ni tan siquiera se habían dado cuenta de nuestra caída, parecían más ocupados quejándose por el turno que debieron hacer esa noche, me solté y le miré con frialdad a Deiran –No era necesario esto- murmuré entre dientes, pero sin apartarme lo suficiente, siempre me mostraría autosuficiente ante cualquiera, el dudar, el verse como damisela en peligro era algo realmente estúpido, ninguna mujer debía vivir resguardada detrás de los pantalones de un hombre, apoyando las manos contra el enorme tronco miré con un ojo a los tipos con los colgantes de los que me había hablado anteriormente en forma de cruz, apreté los labios deslizando mis ojos por su vestimenta, notando estacas y las flechas de las ballestas, los otros dos andaban con una cada uno con la excepción que las tenían cerca de sus zapatos y los revólveres no brillaban por su ausencia, alcé la barbilla y me volví a apoyar contra el tronco de espaldas viéndole a él desde abajo -¿Qué se supone debo hacer? - alcé la ceja –¿Atacarlos como una salvaje o me vas a enseñar a hacer algo un poco más ortodoxo? - mis facciones se ablandaron un tanto –Porque son humanos, en menos de cinco segundo estarían con las gargantas tiradas en el suelo- miré su pecho imaginándome tal escena con maldad –Hablaste de su psique- se escuchó un estrepito y de inmediato miré de reojo a los hombres, a uno de ellos se le había caído la funda con las flechas y mientras los otros dos se reían él parecía molesto diciéndoles algunas blasfemias que no los hacían tan sirvientes del Señor -¿Cómo se hace exactamente eso? - le vi de reojo –Quiero que me enseñes- mi voz solo fue un susurro en todo momento, tomé su muñeca apretándole con algo de fuerza dándole a entender que no quería que los matáramos usando la fuerza o la velocidad quería usar la inteligencia y algo más sigiloso, después de todo no era convincente que solo tres humanos estuvieran resguardando la casa de Dios.
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Mensaje por Deiran Chassier Dom Ene 25, 2015 10:20 am

- Lo sé. Sé que tienes miedo pero  de esto dependerá tu vida algún día –­ quise decirle pero no pasó. Tenía que endurecerme lo más que podía con ella para que entendiera la severidad del caso aunque esta no fuera  la vida real, pronto ésta nos tocaría y era lo que quería evitar. – Te estoy enseñando ahora a volar, mi ángel. Aun cuando conservas tu sublime belleza, una que querrán desplumar – cerré  los ojos borrando imágenes figuradas de las consecuencias de la falta de humildad de Amélia Lincoln, ya lo  veía venir y no iba a suceder mientras mi existencia le perteneciera para siempre. No entendía esta especie de protección, era tan dolorosa para ella que se  traduciría con daño – Pero el amor tiene múltiples formas de vivirse; el dolor era el mío – le miré con  más intensidad que nunca para que  guardara silencio y al parecer lo pudo interpretarlo de buena manera. Mis manos al reclinar la finura de su cuerpo parecían grandes y ostentosas para su pequeñez. Podía traspirar ese aire de temor por sus poros. En tanto yo quería hacerla sentir lo más segura posible pero no iba a ser por mucho tiempo que iba a sostenerle, no cuando mis noches estuviesen contadas.

Aferrado a su ser esperé que sus labios dejaran salir el número que quería. Estuve pacientemente unos segundos, unos que se volvieron infinitos sin que de ella saliera la respuesta que quería. Oía como su inerte corazón pasaba la sangre estancada por los nudos que hacían las venas en su nuca. Apreté los labios y tragué. – No es un bingo, Amélia, concéntrate – susurré a su conciencia y finalmente me dio los dígitos exactos; tres, además de una información adicional que no había pedido pero claro, era vital porque era un arma, cosa que me pareció extraño. Los inquisidores jamás andan sus armas a la vista. Cuidan demasiado las apariencias para poder atacar a los descuidados. Eso era lo que más me inquietaba. ¿Se habían dado cuenta de nuestra presencia cuando salté el enorme muro? Levanté mi peso del de ella para separarme y dar una mirada rápida a los pasajes desde la altura esperando ver algún vigía pero no había nadie. Me perdí unos segundos en ese momento y su voz me trajo de nueva cuenta a colocar la atención en ella. – Que no salgan los rubíes de tus ojos, mi ángel. Mi atención te pertenece pero estos demonios, no me dejan escuchar. – el verde de mis ojos parecía apagado.

—Eso es, Amélia. Muy acertado. No esperaba menos de ti. alabé unos segundos su trabajo dándome tiempo para inventarle una excusa creíble, ella no era estúpida y yo tampoco iba a hablarle del acoso de la iglesia en la mansión, ni Camelia Vinn. —Ellos son seres comunes y corrientes. Unos oponentes dignos de alguien como tú. Entregarte a un cazador y/o  humano cualquiera me parece una pérdida de tiempo. Sabes que no se da nunca si no se exige. Necesito sacar todo tu potencial. Porque son ellos los que van matarte logrando dañar algo más que tu gigantesco egocentrismo- murmuré prestando atención a los demás inquisidores que parecían estar desatentos a excepción del de la ballesta. Ese estaba en posición de espera, como si ya sintiera la mano divina iluminarle la razón de que había peligro. El santuario estaba siendo pisado por pecadores.

Miré sus ojos unos instantes y sus palabras hicieron que una pequeña sonrisa se esbozara de inmediato. No concebía que ella creyera que había pertenecido alguna vez a esa facción ¿Estaba loca? Fruncí el ceño de inmediato y negué —Estás perdiendo el verdadero horizonte de las cosas. Amélia- le señalé en dirección a donde estaban los inquisidores —¿Qué no te han enseñado que al enemigo se le conoce hasta lo que quiere sin palabras? Estoy comenzando a dudar de tus habilidades, no me decepciones- solté con dureza —Tú misma sabrás si alguna vez he tocado plata para asesinar a ‘’paganos’’. Tú mi vampiresa, deberías saberlo…- me acerqué a ella —Mejor que yo- incliné el cuerpo a ella para tomar de su cintura y volar por el aire en caída a cientos de pies hacia abajo.

Fueron escasos los segundos al tenerte entre mis brazos. Este inútil demonio quería volar con su pequeño ángel, más sólo fue capaz, de hacer dudar las alas de su tesoro que ahora no saben si pueden despegar o se van a condenar a arrastrarse en el infierno. – Dejando el cuerpo de la vampiresa en el suelo ajusté las pocas arrugas que se habían hecho en mi traje. Mis sentidos se colocaron de nuevo alerta pero esta vez más que cuando estábamos en la cima. Uno de los inquisidores venía hacia nosotros. A paso lento, lo que le daba tiempo a ella de elegir la manera más casual de asesinar al creyente pero no sería tan fácil como ella pensaría, no eran de esos humanos con los que solía jugar al gato y al ratón. Estos darían pelea antes de ofrecer su vida al demonio. —Pensé te gustaría sentir el aire de nuevo en tu cara- sonreí haciendo un poco de burla y luego me coloqué serio negando —Amélia. Te lo repetí un par de veces, a estas alturas ya debiste de entenderlo- caminé hacia ella lentamente con la mano en una de los bolsillos la cual choqué con dureza en la piedra de la pared cuando la espalda de ella se apoyó en ésta. —Ellos no van a dejar que su sangre se derrame en vano. Tu más que nadie lo conoce. La determinación de unos es el exterminio de otros. No te confíes- uno de mis dedo se posó en su garganta —Sacar esa tráquea no será sencillo cuando el ardor a plata te pese hasta el tuétano- dejé aquello y ladeé el rostro sonriendo caminando a su propuesta de mostrarle ese encantamiento especial que poseía cualquier vampiro.

—Ven. Se acerca nuestro amigo.- susurré sin diversión para hacer que cuando el inquisidor se girara chocáramos completamente haciéndolo una ‘’especial coincidencia’’. De reojo le observé a ella. Las instrucciones llegarían hasta su cabeza pues no iba a musitar ni una sola palabra con el inquisidor allí. Adelantándome lo suficiente para hacer que el encuentro fuera duro al chocar sentí como sólo con el aroma a plata se me abriría la piel.

Endurecido miré al inquisidor que se ponía alerta al saber que no era un sangre caliente y me miró estudiándome rápidamente. Alcé ambas manos como si fuera a rendirme y fue cuando hice click en el pensamiento de ella para poder señalarle el camino directo a los pies de la cordura humana; la psiquis. —Lo siento.- musité con desaire y él comenzó a mostrarme las cosas santas que le obsequiaron quizás en su graduación, sonreí de lado soportando aquellas imágenes La emoción más primitiva, Amélia, de cualquier ser vivo o no, es el miedo. Su debilidad, el punto de quiebre, su talón de Aquiles. Harán lo que sea para encubrirlo pero… Tú eres su juez, quieres la evidencia en las manos. Eso es lo que buscarás. El vestigio de su caída y entonces un muro se te pondrá en frente- miré los ojos del humano que decía palabras inentendibles en latín, no quería escucharlo por lo que mi vista jamás dejó la ajena. Si eres hábil podrás comenzar a romper, ladrillo por ladrillo sus cimientos. Sus recuerdos son la base, el cemento es su voluntad. Destrúyela.- las memorias del humano eran olas que azotaban al ser escuchadas entremedio de susurros. Una esposa, una hija, un padre anciano. Sonreí logrando compenetrarme aún más con él y acercándome dejé que sus memorias fueran su perdición. Notando como la quebrajada pared se rasgaba y se apoderaba de la seguridad que el humano había construido para protegerse.

Estará listo cuando su miedo se apodere completamente de lo que necesita proteger. De lo que debería cuidar. Inserta eso. MIEDO.- terminé de hablar haciendo pequeños bocetos de los cuerpos de los seres amados por el humano que comenzaba a negar y a lloriquear, casi lo mismo que había hecho con ella el día de su conversión. Acelerándose el ritmo cardíaco conecté el último punto que necesitaba, él no sabría distinguir lo verdadero de la falsedad. Y cuando ya se haya deshecho la muralla por completo. Será tuyo.- los ruegos por piedad del humano me hicieron detenerme para continuar —Lo último es hacerlo creer que tú tienes el control. Y dictaras lo que deba hacer. Porque es tuyo. Te pertenece- hablé tranquilo sin tener que ocultar mi voz porque el hombre que estaba tirado se mecía al ver creer que los cuerpos de su familia estaban a su lado y juraba que abrazaba a su pequeña hija.

Sonreí y ordenándole que se colocara de pie así fue. —Ven- hablé con calma al humano y éste accedió con cara deplorable. Cerré los ojos  y ladeé el rostro. Rasgando con la uña la  piel de mi muñeca dejando salir un poco de sangre —Arrodíllate- hablé tranquilo y él hizo lo que pedí. Inclinando la mano hacia un lado para dejar caer unas cuantas gotas en la boca del humano que lamió como acto reflejo lo convertí en esclavo de la sangre. Para que ella pudiese ver la peculiaridad. —¿Ves? Ahora es un discípulo más. Tu hermano- dije sin  ninguna pizca de gracia aquello y hice una seña para que él se colocara de pie. —Su voluntad me pertenece. Puedo asesinarlo o no. ¿Qué hago Leer?- suspiré y ladeé el rostro para ver como el emballestado se acercaba para ver lo que sucedía a pocos metros y me apoyé en la pared viendo al humano unos segundos. —Espero hayas aprendido bien- solté —Vienen hacia ti - hablé dirigiéndole la mirada por donde aparecería el otro inquisidor listo para querer desplumar a mi ángel.
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Mensaje por Leer Kruspe Dom Feb 22, 2015 10:45 am

Y se resarcirán todas las molestias que he causado.


Sepultado en el sueño del olvido, ahí yacía un miedo iracundo que consumía la poca cordura que coronaba mi maldita alma, un ser que despertaba solo cuando el quiebre llegaba a la frontera ¡Despierta por mi bien! Seguía dormido por su bien, un letargo infinito que me orillaba a depositar las gotas de sangre que escurrían en mi interior dentro de una caja para lanzarlas al océano azul de la indiferencia, le miré en todo momento a los ojos con la firmeza de una fiera que estaba dispuesta a desangrar a su tierno cordero ¡Otra piedra al pozo de la tortura quejumbrosa y silente en la vida de esta arpía! Fue cuando despertó, otra vez sentía tocar el infierno con la yema de los dedos y era realmente… satisfactorio, con las facciones endurecidas seguí la presencia de los inquisidores pero ese maldito ardor me consumía hasta el tuétano ¿Por qué dolía de esta manera su tan sola cercanía? Era como si mi piel se abriera y las garras de una bestia me partieran en dos, me llevé la mano al pecho y masajeé suavemente haciendo una mueca dolorosa y tragando pesado, era hora de tomar el control de mis emociones, de mis insulsas sensaciones, debía volver a ser la capitana de mi vida y con un poco de exhalación me centré en esa misión secundaria.

Se burlaba ¡¿Por qué le has confesado eso tan intimo inepta?! Cerré los ojos ya no debía prestarle atención, haría cuenta y caso que las palabras se las había llevado el viento, otra barrera que me impedía a demostrarle un sentimiento que me oprimía el pecho, me dejaba con la garganta seca, jamás lo sabría porque eso significaba debilidad y por ende abono para su risa y yo… hmmm yo no debía ser tan honesta cuando lo que amenazaba a caer sobre mí eran toneladas de diversión, los únicos que lo sabríamos serían mis demonios internos y su pequeña y fiel sirviente, así era mejor, llevando mis dedos al anillo de compromiso lo apreté con tantas fuerzas que sus bordes se incrustaron en mi palma, me hacía poner los pies sobre la tierra, el ancla a mi lengua audaz.

Su cuerpo se acercó al mío y retrocedí lentamente viéndole ceñuda cuando mi espalda chocó contra el frío cemento y me quejé viendo de reojo la misma –¿Puedes apartarte? - musité entre dientes entonces mis ojos siguieron el recorrido de su dedo hasta que su frialdad chocó con mi tempano de hielo y me tensé como acto instintivo mi miserable garganta estaba seca casi sentía las cuerdas vocales hechas una bola, ahí estaba de nuevo el maldito ardor, coloqué mi mano en su pecho y lo alejé un poco –No me gusta invadan mi espacio personal sin mi autorización- finalmente pude soltar las palabras, mi mano se empuñó en su camisa y rápidamente la aparté soltando su mirada era hora de concentrarme en los inquisidores de nueva cuenta –Creí que te lo había dejado en claro- le miré de reojo desde mi distancia y arrugué la frente –Esos tipos están armados, quiero que me enseñes lo que me has dicho momentos atrás allá arriba- alcé la ceja –Estamos de cacería después de todo…- iba a decir “papá” pero no sonaba divertido así que me tragué la blasfemia –Deiran- susurré y empuñé las manos a los lados de mi pantalón, finalmente la cercanía se convirtió en una prudente lejanía y solté un suspiro con una mano en uno de los pequeño bolsillos del pantalón le seguí, cual soldado que sigue ciegamente a su general.

Miré mis pies y de manera inferior seguí su espalda deslizando mis ojos al otro inquisidor que se acercaba y de inmediato me detuve abriendo los ojos un poco, la preocupación se hacía presente –O-oye…- susurré advirtiendo cuando noté sus cuerpos chocar y un quejido salió de mis labios dando un paso sin pensarlo, pero entonces noté su mirada y me detuve, era parte del plan, hice pasar saliva por mi garganta pero era doloroso, me quedé estática viéndole a él y al inquisidor en repetidas ocasiones - ¿Qué haces? - me pregunté internamente negando por dejarse ver por el inquisidor –Dei…- me detuve cuando escuché su voz en mi cabeza, no me había comunicado con él de esta manera antes, era nuevo, cada paso que daba esta noche era una experiencia interesante y yo era demasiado curiosa, la admiración crecía y eso fomentaba eso que yo ocultaba con tanto recelo, me quedé en las sombras escuchándola, mi mirada se desenfocó y me relamí los labios, estaba totalmente concentrada, escuchándolo atentamente sin siquiera prestar atención al soplido del aire, extrañamente me imaginé en aquella situación, la palabra debilidad retumbaba en mis sentidos, cerré los ojos y tensé la mandíbula escuchando en segundo plano la voz del humano que parecía desesperada, di un paso más cerca de ambos y asentí –Si…- dejé salir la palabra para que chocara con el vacío y empecé a hacerme una imagen mental de lo que debía hacer en una situación real, fue cuando la palabra miedo terminó de quebrar toda telaraña que empañaba mis recuerdos, la noche en que me convirtió, abrí los ojos un poco notando al humano suplicarle, me tensé viéndole estupefacta al sujeto, ese hombre rápidamente se convirtió en una pequeña figura que lloraba por sus padres muertos, por el hombre que fue el primero en su vida desvanecido, cerré los ojos y chillé un poco -¡No! - me estaba descontrolando -¡Déjalo!- le exigí y bajo la mueca impotente de aquella rabieta volví a verle a ambos, le estaba dando de beber y el humano parecía que estaba probando la miel del cielo -¿Qué locura estás diciendo? - murmuré entre dientes –No te puede pertenecer- negué un tanto desesperada -¡No te pertenece! - le espeté elevando un poco la voz, había sido imprudente, pero es que los recuerdos me abrumaban, me tomaban como suya –No lo vas a tocar- advertí sin ningún regocijo, mi mirada fría y mis facciones endurecidas –Eso mismo hiciste conmigo- las palabras parecían ahogadas –De esta manera has jugado conmigo ¿verdad? - negué y me sostuve la cabeza desesperada -¿Lo disfrutas? - le pregunté cínicamente –¡Lo haces! - di dos pasos hacia atrás y mi cuerpo chocó contra algo, levanté el rostro para ver el endurecido de un hombre, de inmediato me separé pero me tomó de la muñeca –Ustedes escorias ¿Qué rayos hacen acá? - sacó de su pantalón el revólver a lo que abrí los ojos algo amplio y con el codo del brazo libre le di en el brazo obligándole a que me soltara y dejará caer el arma, este se quejó porque le había fracturado el antebrazo –Lo siento- susurré y le tomé del cabello obligándolo a verme -¡Maldita perra! - me gruñó -¿Cómo se atreven a pisar territorio sagrado? - no pensaba golpearlo –Cállate- le dije sin sonar molesta -¿Qué le hicieron? ¡Suéltenlo! - fruncí el ceño –Serán cenizas sin que el sol salga, malditos demonios- me cansó y le solté un puñetazo en el rostro –¿No has escuchado? - alcé la ceja –Guarda silencio- le volví a tomar del cabello y recordé lo que antes había hecho él, era hora de ponerlo en práctica, no sentía remordimiento por este, era hora del juicio.

Arrastrándolo hasta el muro sostuve sus hombros contra este –Guarda silencio- le ordené y el tipo apretó los labios viéndome enardecido, llevé mi frente a la de él y apreté más sus hombros, no sabía lo que iba a hacer, solamente había visto una vez, esperaba hacerlo bien, el contacto visual se hizo tan intenso que notaba como los pequeños vasos de los globos oculares del humano sobresaltaban, este se encontraba tan tenso que hasta yo podía percibirlo, quería deshacer la telaraña que estaba empañando algunas sombras que parecían emerger de mi memoria pero al más escavar en ella más densa se hacía –Deja de luchar- susurré y el tipo cerró los ojos con fuerza, acercándome más le sostuve del rostro con ambas manos y las sombras empezaban a tomar color, forma, sonido, tragué pesado y el sujeto chilló –Shhh- susurré y negué contra su frente notando su juramente sagrado, el Papa dándole la bendición y el honorifico, sus cazas a licántropos y cambiantes y por supuesto ahí estaba nuestra raza, luego las memorias se convirtieron en algo que no vale la pena mencionar, era su vida intima, me separé, el sujeto tenía los ojos abiertos, era como si su mente estuviera conectada con la mía, mi mirada en todo momento se mantenía fría, pisando el revólver alcé la barbilla –Escúchame- exigí y el sujeto asintió –Hay algo dentro de ti, algo que te está quemando, algo que te va a condenar a vivir una vida de tormento si no lo detienes- su respiración aumentaba, creía que en su interior la temperatura aumentaba, unía los hilos de sus miedos, el sujeto le tenía un miedo increíble a un demonio del cual no sabría decir quién era, y esa era la piedra angular, él conectado conmigo tenía la impresión que estaba poseído y dentro de sí el ente hacía de las suyas, el humano tragó y volvió a asentir –Pero no es tan sencillo, debes tener suficiente valentía, una fuerza de voluntad intachable- él dio otro asentimiento -¿La tienes? - el humano me miró fijamente –La tengo- musitó encantado y cerré los ojos pateando la revólver hasta el sujeto –Tómala- el hombre la tomó y la vio dubitativo –Tienes dos opciones, pero todas conllevan sacrificio- tragué –Debes asesinar para limpiarte- le miré con pesadez –La primera opción es que tú mismo te apuntes a la sien y te dispares- simulé hacerlo –La segunda opción significa que debes dispararle a tu compañero para limpiar a ese demonio que se ha apoderado de ti- su mente se volvió a abrir a mí, todo estaba en total calma, empecé a hacerle ver que el otro sujeto le estaba apuntando con la ballesta, él de inmediato se puso alerta y le apuntó pero las manos le temblaban, no quería hacerlo claramente –Tú decides, es matar o morir- le vi de reojo a Deiran, si no lo estaba haciendo bien ya me caerían los reproches, el otro sujeto seguía embelesado, en lo absoluto le estaba apuntando, tornándose mis ojos de un color bermellón intenso terminé la fechoría y la figura inexistente le disparó a mi conejillo de indias a lo que este emitió un grito y disparó, dándole en la mejilla al otro que cayó muerto –¿Lo ves? - me dirigí al vampiro –Que importa si su voluntad te pertenecía, al final siempre hay alguien más que te la va a arrebatar- el sujeto inclinó su frente contra el cemento llorando desconsolado -¿Querías que muriera? - mi voz sonaba distante –Está muerto- solté indiferente y volví a ver al inquisidor –Deja de llorar y mírame- él se negaba me acerqué de nuevo y levanté su rostro –Deja de llorar, él quiso asesinarte- el hombre sorbía por la nariz, parecía devastado, pero aún seguía bajo mi dominio sonreí de lado y le acaricié el cabello –No creo se te vaya a perdonar por eso es mejor que acabes todo por ti mismo- alcé la ceja y miré sus labios –Termina de una vez- le señalé el cuerpo inerte del difunto mirándolo en todo momento, el hombre se mordió el labio con fuerza y asintió sus manos temblorosas tomaron el revólver y se lo colocaron contra la sien –Ve con Dios- dije cínica y le di la espalda viendo al vampiro de nueva cuenta con una expresión de pocos amigos y finalmente el estrepito se hizo escuchar, cerré los ojos y suspiré –Listo- le dije tranquila.

Algo se clavó en mi hombro, me quejé de inmediato viendo la sangre escurrirse y la flecha atravesada en mi carne,  de la herida salía algo de vapor, la punta de la flecha tenía plata y dolía hasta la coronilla, gruñí sosteniendo con fuerza el objeto y tratando de sacarlo mientras el otro inquisidor se acercaba a ambos tirando flechas fallidas, le tomé de la muñeca jalándolo para cubrirnos con el tronco y así darnos tiempo, había bajado la guardia.
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