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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Invitado Dom Dic 14, 2014 8:45 pm

“Como un ave que vuela y nunca avanza”


Mi corazón muerto se aceleraba en mi inconsciente, hacía una noche atrás había vivido una aterradora experiencia junto a una antigua vampiresa que me había dejado en shock. ¿Hablarlo con Nicolás? Eso jamás lo podría hacer, no podía expresarle mi enamoramiento fugaz hacía aquella antigüedad, a quien había conocido hacía tiempo atrás y me la había vuelto a encontrar de una manera para nada buena. Sangre y descontrol es lo que había visto, como siempre, la maldita curiosidad que me guiaba hacía todos lados había hecho de las suyas y como digno masoquista que era me había quedado a escucharla, a alentarla y a desear saberlo todo. Y ahora me sentía inválido, con las imágenes de los cuerpos colgando, de la lengua arrancada de una mujer, a quien había terminado de asesinar yo mismo. Las lágrimas habían caído en el día y ahora se habían secado, pero estaba nervioso e impaciente. Corría y me zambullía para todos lados. Solo tenía una persona en la cabeza a quien poder contarle todas mis ocurrencias. Solo había una persona que podía escucharme y reprenderme con soltura. Y aquel era el primero que me había visto en la decadencia después de mi llegada a Paris. El vampiro quien tenía una fábrica de vino, muy conocida en casi todo el reinado, Deiran Chassier.

Mi sonrisa y mis ojos enloquecían cuando se trataba de él, aunque la última vez me había hecho sentir incómodo con sus labios, seguía siendo la única persona que cumplía al pie de la letra mis caprichos, incluso los más molestos y berrinchudos. Por ello decidí dirigirme a su hogar. No podía avisarle, hacerlo iba a ser en vano, ya que iría cueste lo que cueste. Así que me sumergí en el espionaje, estaba decidido a ir y asaltarlo en donde fuese que estuviese. Claro que si estaba en una situación de cama… Pues esperaba que no, según me hubiera contado, su compañero era alguien aterrador. En aquel entonces, estuve a punto de reclinar mi misión, pero rápidamente volví a la carga; y por la noche, justo cuando el sol se escondía, fui a asaltar su morada. Era un lugar demasiado grande y vistoso, lujoso sin duda alguna y había puertas y ventanas por doquier. Decidí entonces que me infiltraría por el lado de la cocina, lugar que evidentemente él nunca habitaría. Por mi parte, iba vestido con un traje casual, color negro y dorado opaco. Los pantalones oscuros hasta la rodilla con las medias blancas por arriba. Los zapatos de cuero con hebilla de metal. Y una camisa holgada con pequeños botones dorados. Detallado con un banyan largo de los colores acordes, bordado y fino. Mi cabello estaba algo despeinado, pero siempre lacio y tirado hacía atrás, de color marrón, pues había decidido mantenerlo tranquilo por ahora. Mi sonrisa capciosa estaba al aire, pues sabía que estaba haciendo algo que no se debía y en parte, me emocionaba.

De esa manera es que sigilosa y ratonamente me escabullí, anteriores veces había trabajado como un espía, podía percibir el olor al vampiro muy lejos, incluso notaba el sabor de una neófita en el ambiente. Algo que me pareció curioso, pero ya sabía algo de eso también. Sin embargo, no sentía aroma a otro vampiro, lo cual me hacía sospechar de aquel supuesto ser que estaba engatusando a mi amigo. Me deslicé por las ventanas y luego por los suelos, cubriéndome con las cortinas incluso con los almohadones. No me había puesto exageradamente mi perfume habitual. Pues no quería ser tan evidente, apenas se podía percibir el champo de jazmín en mi cabello, pero siempre podía ser una ilusión. De igual forma, intentaba pasar por cerca de las ventanas para difuminarlo. Me pregunté entonces dónde se encontraría él y empecé a subir lentamente hacía el segundo piso. Iba a hacerlo por dentro de la casa, por las escaleras, pero siendo que aún no me habían encontrado; o eso pensaba, decidí salir y escalar la pared con dedos y pies. Pensé que me caería, esos zapatos sin duda eran muy incómodos para el tipo de movimientos que buscaba hacer. Pero pronto di con una ventana que calmó mis desesperanzas. Mis ojos curiosos miraron por el rabillo y alzando el dedo índice busqué abrirla, con la suavidad suficiente para que él no lo notara. Luego pensé, ¿qué clases de cosas estaba pensando? Un vampiro como Deiran seguro me descubriría al instante en el que llegaba a la zona del lugar. Pero también estaba la opción de que estuviese ocupado en otras cosas. No podía estar siempre olisqueando el lugar. Me confié entonces y alzándome un poco más, adentré mi cuerpo por esa ventana. No sabía qué habitación se suponía que era aquella, pero apenas puse los pies en el suelo, giré por allí hasta cubrirme con un sillón y me quedé quieto, escondiendo incluso mi aura, cubría mis labios e intentaba escuchar sus pasos. ¿Estaría cerca? ¿Qué le diría cuando lo encontrara? Pasaban preguntas miles por mi cabeza, pero al final, solo quería divertirme una vez más.


“No odies la dulzura que puedo entregarte” 
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Mensaje por Deiran Chassier Lun Dic 22, 2014 12:24 am

’’No sé si pueda jugar cuando me está consumiendo el deseo de aniquilar. ¿Vas a detenerme cuando se derrame la sangre?’’


Mis ojos habían perdido la chispa. Estaban entre agotados e iracundos. Era difícil mantener la calma cuando esos sobres habían comenzado a llegar. Necesitaba estar alerta, despierto, atento. Tampoco quería levantar tanta sospecha entre los que moraban la mansión. Sentado en una de las salas de estar miré la copa de vino que estaba a medio llenar completamente intacta. Desde que había decidido ponerme de pie no había probado ni una tan sola gota. Era molesto despreciar su olor. Concentrando la vista nuevamente en el libro dejé que mis ojos devoraran esas letras como si fueran un pedazo de carne. Sentía una especie de palpitar en la cabeza teniendo esa misma extraña sensación de que algo va a suceder y no saber qué esperarse, lo que me hacía más irritable. Hojeando varias páginas leía por leer sin prestar atención llevando mis sentidos hasta otros extremos, quizás debería de buscar otro pasatiempo, uno que de verdad me distrajese. Quizás la mansión estaba más callada de lo normal. Podría escuchar a lo largo un alfiler caer, habían sido parte de mis paranoias; ningún tipo de sonidos que rompieran mi concentración cuando debía darme en general un panorama amplio de todo el predio.

Dejando con fastidio a un lado el texto que ni sabía de qué se trataba y que era raro de despreciar considerándome un depredador de la lectura miré a una de las sirvientas sacudir con precisión las cosas, como si quisiera escaparse de mi vista. Noté a unos diez metros entre ambos el dulce palpitar de su yugular, acelerar ese carmesí en pequeñas ingurgitaciones por la falta de costumbre a verme en mi propia casa. Había tomado la decisión hace un tiempo, dejar de ir a la vinería y alternar lugares públicos, privados y este lugar para despistar un poco. Si desaparecía por completo eso sería tomado por la iglesia como una aceptación a su cometido y a esos rastreros no podría darles ese placer. Ellos se habían anticipado dejando unos sobres negros cargados de plata en Camelias Vinn, los restaurantes que solía frecuentar pero hasta ahora la mansión no había sido testigo de ninguno. No se tenía que ser un genio para descubrir quiénes estaban detrás de todo esto además de que ya estaba al tanto de la forma de avisar a sus deudores que pronto la santa iglesia iría a cobrar su cometido.

Levantando mi cuerpo sin una pizca de voluntad caminé despacio sin perder la noción de mis alrededores. El olor de la mujer parecía tan suave que no tendría sentido hacerle daño pero necesitaba hacer polo tierra y definitivamente el dulzor del licor había perdido la facultad. Mis ojos se hicieron más insidiosos en contra de ella y estando a la suficiente distancia agarré sin tacto uno de sus delgados brazos haciendo que la piel blanquecina enrojeciera de inmediato. Sin musitar una sola palabra tiré de ella acercándole más y podía escuchar como de la tela del vestido saltaba su corazón. El apretón se volvió doloroso para ella que soltó un gemido resistiéndose, seguramente sin poder creer lo que sucedía ya que nunca les dirigía si quiera la mirada. Mi nariz se deslizó por su cuello manteniendo la molesta cercanía y justo cuando iba a abrir los labios para clavarme en su piel algo me alertó. Enderecé mi cuerpo y soltándola de golpe caminé algo irritado hacia donde provenían esos movimientos, fuese lo que fuese lo iba a asesinar. Esperando que se quedara en un solo sitio noté la torpeza de sus pasos. La inquisición definitivamente había fallado y en bandeja de plata les iba a entregar a su feligrés.  

Subiendo las escaleras con cuidado decidido por hacer el menor de los ruidos comencé a no tocar el suelo tras rápidos movimientos hasta entrar a mi propia habitación. Cerré la puerta y en la penumbra de la oscuridad me dejé llevar. Esperando como alma en pena había comenzado a agudizar todavía más mis percepciones. Caminando lentamente me daba por servido. Un aroma suave no vendría del pestilente fanatismo. Tampoco podía ser posible estar imaginándome cosas pero estaba cansado así que no perdí tiempo y comencé a buscar el origen sabiendo muy bien de dónde provenía el aroma solo quería acrecentar la intriga en ese ser que estaría a punto de ser comido por un dragón hambriento. Sin cuidado hice sonar mis pasos y metiendo las manos en los bolsillos del pantalón de mezclilla gris aspiré aún más queriendo hacer notar que sabía que se estaba escondiendo. —Diez-  murmuré en voz alta con la garganta endurecida y sacudí unas telas que estaban tras la puerta como si existiera la posibilidad de que alguien cupiera ahí. —Nueve- gruñí moviendo la silla de una de las mesas de lectura —Ocho- sacudí unos cuantos libros —Siete- abrí las puertas del guardarropa —Seis- saqué unos cuantos objetos de adentro dejándolos en el suelo y miré de reojo donde sabía que se ocultaba—Cinco-  caminé de frente hacia el baño golpeando dos veces la puerta —Cuatro- husmeé sabiendo que no había nada y cerrando de un portazo me giré para acercarme —Tres- susurré moviendo las cortinas que flameaban por la ventana que había dejado abierta —Dos- hablé fuerte de nuevo cerrándola como si no quisiera que tuviera escapatoria. Sonriendo de lado con malicia en los pensamientos, mi iris se tornó amaranto y apoyando las rodillas en el sentadero del mueble me sostuve con los codos sin ver todavía hacia atrás del respaldar en donde estaría escondido el conejillo. —Uno- finalmente solté sonando maquiavélico e incliné la cabeza para verle sintiendo lo asustadizo del otro vampiro y yo que estaba listo para hacerle llorar.

’’Lo que necesitaba, antes de enloquecer’’


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Mensaje por Invitado Dom Dic 28, 2014 11:35 pm

“Incluso cuando no puedas controlarte lograré sacar tu yo interior”  


Estaba tan exaltado que siquiera pude notar aquella aura titubeante subir por las escaleras. Siempre había encontrado en Deiran una persona llena de sentimientos encontrados. Me había envuelto en tantas situaciones que tan siquiera recordarlo me causaba mares de risa y emoción. Pero ahora sentía algo levemente extraño, mi interior no estaba contento, mis largas y delgadas manos temblaban sin saber por qué. Metí entonces mi cabeza debajo del sillón y miré por el rabillo del ojo si el que estaba viniendo era él. Quizá estaba con alguien más. ¡¿Cómo no lo había pensado!? Me imaginé entonces una situación similar pero contraria, al vampiro escabulléndose en mi casa y a Nicolás encontrándolo primero. Eso sí que sería algo terrible, terminaría mutilado o hasta hecho cenizas, entonces ¿ese iba a ser mi destino ahora? Mi cuerpo empezó a vibrar como una pluma en medio del viento y con fuerzas tomé todo el aire que pude en mi interior. Mirando, focalizando quien estaba en el ambiente. Se sentía el aroma de una vampiresa, pero no lograba encontrarla, algunos humanos y él. Sí, Deiran era quien estaba acercándose sigilosamente a la habitación. La sonrisa tonta y amistosa se ensanchó dejando ver cada uno de mis dientes blancos y romos. Ladeé la cabeza y me propuse entonces pasear por todos lados antes de que él abriera la puerta, dejando rastros de aroma, volviendo a esconderme al mismo lugar que antes. Pronto la puerta bramó contra la pared y una humareda de aura ofensiva penetró mis barreras, pestañeé sorprendido. Y no sé qué tan peor fue cuando el susurro de su voz comenzó a contar como si fuese el filo de una estaca acercándose a mí pecho. Mis ojos se pusieron levemente rubí y como si se tratase de un inquisidor me apreté con miedo contra el sillón en mi espalda.

Ahora me preguntaba cómo había podido ser tan tonto de cambiar mi perfume tedioso solo para jugarle una broma a mi inmortal amigo. Era una estupidez y ahora podía llevarme a un gran peligro. Pero un halo de esperanza revotó en mi interior cuando vislumbré la ventana abierta. Estuve a punto de saltar a ella cuando sus manos se aprensaron contra el vidrio y la cerraron de un jalón. Mis ovalados orbes oscuros se abrieron con tristeza. No entendía por qué no estaba parándome antes de que terminara de contar. Simplemente me había engatuzado en mi propia trampa, como si fuese un juego del escondite en donde no quería perder aunque sabía que lo haría. Mironeé pronto los libros que dejaba en el suelo y como se movía de un lado a otro, ¿estaba jugando conmigo? Pestañeé de forma incrédula y antes que pudiese notarlo el número más bajo estaba por llegar. Cubrí el pálido rostro que tenía entre mis manos y mi cuerpo se tensó de tal forma que parecía un pequeño ovillo negro y dorado, que parecía juntarse con el color del sillón, casi como una extensión de mí mismo. Pero no lo era y fue segundos después cuando lo sentí a menos de medio metro de mi cuerpo. Alcé la mirada y mordí mi labio inferior, ladeando la cabeza entre asustado y emocionado. — ¿T-te divertiste? Porque yo no… — Carraspeé alzando los brazos, dejando salir el tintineo de mi resquebrajada voz, una ligera melodía apasionada y desilusionada. Estaba enojado, yo me había preparado para saltarle en la espalda como un cazador y había terminado con el chiste al revés y más temeroso de lo que realmente aparentaba.

Mis luceros seguían firmes en su rostro y mis manos se estiraban esperando su cuerpo para treparme como si se tratase de un árbol. Me aferré entre temblores y sonidos, como los de un cascabel rodando por el suelo y susurré despacito mi nombre, una dos, tres veces hasta estar seguro de que fuese escuchado. “Soy Hero, soy Hero” ¿Es que me ibas a terminar matando? — El espanto se marcó cuando me alcé en su búsqueda y palpe su rostro, curioso, pero para nada distraído. ¿Cómo podía estar seguro que no estaba bajo una ilusión y me atacaría en cualquier momento? Ahora dudaba hasta de mí mismo y aunque busqué con todas mis fuerzas recobrar mi cordura, pronto la oscuridad en mis ojos hizo brotar unas pequeñas lágrimas que se mezclaron con una risa casi histérica. Un agudo alarido y mis manos golpearon su pecho con odio. Empezaba a aferrarme a la realidad, había sido mi culpa, siempre lo era después de todo. Porque era descuidado, bocón y demasiado lanzado. Quizá si hubiese pensado dos veces en la situación en la que estaba Paris para los sobrenaturales no hubiese decidido hacer algo tan tonto. Pero ahora ya estaba hecho y solo me quedó ofuscarme de tal manera que el vampiro frente a mi me perdonara sin tener que repetírselo demasiadas veces. — ¡Te quería dar una sorpresa! Una linda, porque era yo. ¿Por qué eres así conmigo? Perdón… — Una vez más bramé y busqué aferrarme a aquel cuerpo, mirando a los costados, perturbado y tembloroso aún, sin saber completamente si la situación era para reír o llorar.


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Mensaje por Deiran Chassier Mar Dic 30, 2014 7:29 pm

‘’No te vaya a asustar lo que encuentras’’

De manera corta había saboreado cómo iba a gozar de la manera en que iba a devorarme al intruso. Después de todo no había tomado sangre desde ya mucho tiempo y había sido él quien me había interrumpido minutos antes de terminar con la sangre de esa mujer en la boca. Cerré los ojos siguiendo el protocolo del juego que yo mismo había iniciado y sin saber si el otro ser también pero se había metido en una tubería donde el cuerpo no le había ajustado para esconderse ni tampoco para correr. Sonreí malévolo, no soy de los vampiros que se divierten con torturar a la presa, tenía esa extraña teoría que si se correteaba demasiado la sangre salía sin mucho sabor por el trabajo ‘’extra’’ de querer mantener con vida a su recipiente pero de una manera u otra estaba disfrutando esto, la manera en que se estaba entregando a un lento morir. Con los pasos firmes haciéndolo sonar podía respirar el nerviosismo del otro, no era un humano de eso estaba seguro, eso también me descartaba la posibilidad de algún cazador, hechicero o licántropo. Entonces se trataría de un vampiro, uno muy torpe por no saber hacer su trabajo.

Cansado de las  jugarretas le había dado el suficiente tiempo para que saliera y me mostrase su cara pero no. ¿Qué más quería? ¿Una fiesta de bienvenida? Mis ojos se hicieron un par de agujas al momento en el que sentenciaba al sobrenatural detrás del mueble y negué. Terminando con el conteo que anunciaba la garra que le atraparía olisqueé un poco más. En esta distancia su perfume era más pronunciado. Suave y cálido, diferente pero a la vez parecido. ¿A quién me recordaba? Alcé la ceja escudriñando en las posibilidades de quién podría ser y se me vino una sola persona a la mente, no sabía si estaría equivocado. Bajando las rodillas del asiento di dos pasos hacia atrás  solo para dar un poco de espacio. Entonces su voz temblorosa se dejó oír cosa que no me hizo esbozar una pequeña sonrisa. —Hero- susurré su nombre solo para sentir como las letras eran suaves incluso al pronunciarlo. Entonces entendí ese aroma. Claro, no podía ser de ningún ser que desprendiera maldad. Se me había olvidado por unos instantes su olor y eso me hizo sentir miserable. Había pasado tanto tiempo que se me había borrado de la memoria que los vampiros también son buenos y no todos tienen deseos de matar.

Justo unos cabellos negros se dejaron ver. La seriedad que antes me había embargado se había esfumado por completo, ahora eran unas facciones menos duras, tratando de tranquilizar a la lluvia que se dejaba sentir. —Claro que me he divertido ¿No te parece gracioso?- me crucé de brazos más haciendo una aclaración que reclamo y solté un poco de aire negando —¿Te divertiste?- pregunté de nueva cuenta cuando sus ojos me decían lo contrario, era lo que adoraba del vampiro, su sinceridad, una que se respiraba a kilómetros de distancia, una que seguramente jamás tendría. Acercándome a él para consolar su lamento me recordó unos instantes a esos niños que no pueden  dormir, quejándose de que les va a salir algo de debajo de la cama o del armario. Así era Hero como un niño que a pesar de haberse tropezado un millón de veces y tener en la piel un sinfín de raspones guardaba la quietud de su inexistente alma. - ¿Por qué te esmeras en ser tan bueno en medio de tanta corrupción? ­– pregunté en mis adentro.

Distrayéndome unos segundos fueron sus manos golpearme que me trajeron de vuelta. Mirando su atuendo sonreí y sin más le abracé, consolando así el llanto que emergía desde sus ojos. Acariciándole un poco el cabello oía sus palabras —¿Cómo podría matarte? Eso sería igual al exilio. ¿Me consideras capaz?- susurré y separándolo un poco para verle traté de ser un poco neutro para guardarme la gracia, estaba seguro que después el vampiro y yo reiríamos de esto aunque ahora se encontrara en medio de un ataque de pánico —Hero- hable un poco más serio y le miré —Me sorprendiste. Créelo- borré de mí los pensamientos con los que quería torturarlo por si se le hubiera ocurrido ser de la inquisición.  —No te disculpes. No has hecho nada malo. Es solo…- miré hacia otro sitio recordando los sobres negros que habían comenzado a llegar  a la mansión como respuesta a que la iglesia estaría cerca —Aquí no es un lugar seguro- musité con frialdad —No me malinterpretes. Tampoco es que estoy desagradado por tu visita. Por el contrario, sabes que siempre será para mí un placer verte- sonreí un poco y tomé su mano para sacarlo de la habitación, era la habitación de la vampiresa con la que compartía la mayor parte del tiempo y a juzgar por su temperamento no quisiera ver el berrinche que iba a armar.

Caminando con él para salir de allí estábamos en un enorme pasillo que parecía no tener fin. El alfombrado bajo nuestros pies nos mostraba el recorrido hacia la estancia y una de las salas de estar de la mansión. —Tu traje. Es llamativo ¿Traído de tu país?- divisando la soledad de la casa y sonreí un poco aligerando la pesadez de antes —Siento si fui algo grosero. Las cosas no están nada bien por aquí- despeiné un poco el cabello ajeno esperando ver ya más recuperados sus sentimientos, a todos menos a él podía verle de una manera tan descompuesta, no cuando me había jurado protegerle.

‘’Tu inocencia es la que necesito para no dar por perdido al mundo’’


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Mensaje por Invitado Dom Ene 04, 2015 7:01 pm

“No me asustaré ni aunque mil demonios se interpongan entre yo y mi felicidad”


¡Él estaba jugando conmigo! Su tonto hablar solo hizo que el miedo se convierta en enojo y mis puños ligeros y molestos daban contra su pecho como si quisiera mandarlo al otro lado de la habitación. Mis dientes romos daban contra mis labios, imposibilitado de hacerme sangrar fácilmente a mí mismo, tan solo le miré. Bufando en tanto negaba por sus palabras tomadas de las puntas del pañuelo. Podía notar como él intentaba retomar su cordura, sí, él no me cortaría en trocitos, sabía que no lo haría. Pero aun así, ¿por qué me había dado tanto temor? Como si fuese un dragón apunto de escupir su fuego contra mí. Si hubiese tenido cola y orejas que esconder, estaría hecho un pequeño saco de hilos de lana a la espera de morir de una vez. Pero ahí estaba, levantado con mi traje un tanto desacomodado y apenas arrugado en donde me había sentado. Lo estiré y fruncí el entrecejo un poco más. Cosas sin sentido que él decía, le apunté con el dedo índice cerca de la nariz y terminé apretándosela con la punta de la uña. — Deiran. ¿Si me parece gracioso? Pues eres un muy buen actor. Porque si estuviese vivo, ahora no podría contarte la mucha gracia que me dio todo eso. — Irónicamente lo acusaba al tiempo en que bajaba la mano y la hundía en el saco que tenía puesto, suspirando sutilmente, a medida que mis lágrimas se secaban y quedaban rosadas contra mi rostro blanco y aperlado.

— ¿El exilio? No, no me ibas a terminar matando, pero mira si me sacabas una de mis hermosas manitos. — Espetaba en lo que me dejaba aprisionar por sus brazos y la calma terminaba de caer en mi interior. Alcé la mirada, sonriéndole de manera que mis dientes se notaban blancos y simétricos. Removiéndome de una vez terminé por separarme apenas unos centímetros de él, sacudiendo el polvo de mis rodillas que se había pegado por haberme arrastrado debajo de los muebles. Le escuché curioso y estirando mis extremidades puse cara de pensativo. Así que aquel lugar no era seguro, pues ningún lugar lo era ahora para los vampiros, estábamos atestados de la iglesia después de todo. Así que subí mis hombros, tenía miedo, ya había pasado una vez por aquello. Pero había decidido que si estaba todo el tiempo con la cola entre las patas no sería capaz de seguir resistiendo aquella maldición de la eternidad. — No pasa nada, igual, si no es seguro, ¿por qué estás aquí? En ningún lado podemos pensar que estamos seguros, están pasando un montón de cosas, pero… Oye, ¿Por qué hay olor a tantos inmortales? — Decidí preguntar cuando apenas recordé y con curiosidad me acerqué a tocar apenas uno de los sillones, hasta sentir la mano de Deiran sobre una de las mías. Instantaneamente reaccioné agarrándole los dedos y seguí el camino que me indicaba.

Era impertinente y preguntón por naturaleza y por ende no podía quedarme quieto por demasiado tiempo. Le apretujé la piel y busqué su mirada, entrecerrando mis negros orbes. — Mmn, más o menos. El diseño está sacado de los persas y asiáticos. Pero es Francés. ¡Es lo que se usa ahora! Te mandaré a hacer uno en negro, seguro te quedaría muy bonito; ¿o en azul oscuro? — Reprendí a aquel que sin duda vestía clásicamente; sin mucho frufrú como a mí me gustaba. Y luego me puse a imaginarlo en diferentes ropas, aparentemente no pude terminar de hacerlo, imaginarlo en uno de mis trajes era más gracioso de lo que pensaba. Dejé fluir una carcajada casi dolorosa y cubrí mis labios con la mano que no sujetaba la ajena. — ¿Eh? ¿Qué no está nada bien? ¿Te ha pasado algo? ¿Te han lastimado? Deiran no me asustes así, sé que las cosas no están bien. Pero te extrañaba, es difícil convivir con alguien que no escucha todo lo que digo. Me escapé, así que tienes que guardar el secreto. — Alzando el dedo índice lo puse sobre sus labios y ladeé la cabeza asintiendo, soltando sus manos momentos más tardes. Me dirigí a husmear los adornos que había en el camino del pasillo, observando cuadros y pequeños jarrones. Pensé que eran hermosos para lanzarlos cuando estaba enojado. — Te perdono, nunca eres grosero conmigo. ¿Me invitas a una copa? — Volviendo a su lado, moví la cabeza, haciendo que mis negros cabellos se trasladen hacía atrás. Como siempre mi humor cambiaba como si de tirar un dado se tratara. En aquel entonces, estaba feliz, calmado, como si ningún mal me hubiese tocado jamás.


“Conoces la moneda, utilízala y sabrás como lanzarla” 
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Mensaje por Deiran Chassier Jue Ene 15, 2015 12:26 pm

‘’Mis demonios saben lo dulce que es beber de un inocente que nos sabe más que llorar’’

Quizás Hero no se diera cuenta del tormento que llevaba como carga en las espaldas. Tal vez mi rostro no se viera tan demacrado como mi alma se sentía y la barba que había dejado crecer de hace unas cuantas semanas era estorbosa pero seriamente no era mi principal preocupación. La mayoría rondaba en la casa, después uno que otro vampiro y él, mi verdugo. Cerré los ojos tratando de tranquilizarme, Hero no  merecía ser tratado con la especie de paranoia que había recreado a mí alrededor para proteger a los que me importaban. Él debía de seguir creyendo que todo estaba bien aunque París se estuviera cayendo a pedazos, esto último no sabía si era del todo posible pues él en carne propia había escarmentado el poderío eclesiástico y no creo que después de que le hayan tratado como el peor de los asesinos sólo por ser condenado a ser un sirviente de la sangre dejara una amnesia en su memoria, sería un grave error, aun así parecía ser el mismo. Llorar, reír y en el mismo momento, asombroso y admirable. Aprovecharía su nobleza para mantenerme unos segundos más pies en tierra antes de que la locura verdaderamente se apoderase de mí ser.

—Lo siento, Hero. De verdad que no quise parecer ningún psicópata come- vampiros. Tampoco son un actor. Es puro instinto. murmuré neutral esas palabras aunque verdaderamente era en lo que me estaba convirtiendo. A su debido tiempo él se daría cuenta de mi verdadera naturaleza. No quería que saliera corriendo al menos no cuando había cumplido un par de meses en que no había tenido noticias. Entre menos la inquisición relacionara a mis cercanos para mí era mejor. Mi mayor temor era ese, si pudiera juntarlos a todos y meterlos en un solo sitio donde sólo yo tuviera acceso fueran otros vientos los que soplaran pero de solo pensar en esa idea sonaba a completa locura. —Nos hemos convertido prisioneros de nuestros propios actos. No podemos cazar. Alimentarnos, salir si quiera a actuar como cualquiera- respondí rápidamente a sus palabras mientras salíamos de aquella habitación. Necesitaba vino. Sí. Eso era lo que necesitaba para evitar desvariar —Tienes razón, no estamos seguros en ningún sitio. Tú no debiste salir de la mansión. Sabes que andan como perros rastreando a como de lugar para comerlo y devorar en el nombre de su señor. Ni siquiera debería de explicártelo- susurré con cierto odio a todo y nuevamente volví a repetirme que debía de tranquilizarme.

Sosteniendo la mano del cantante escuché sus sollozos y risitas. Como si fuera cómplice de algún crimen y me detuve para verle unos instantes —¿Un traje de los tuyos?- le quedé mirando nuevamente y debía de admitir que en él se miraba bien pero yo no me hallaba en el valor de colocarme uno. Tenía que acceder, tampoco es que fuera a despreciar la gentileza del vampiro, después de todo era un ser muy cercano a mí. —Azul marino está bien para mí. Espero que no te estés imaginando cosas, Hero- reprendí sus sonrisas y su dedo calló mis labios. Llevando una mano hasta su mejilla borré cualquier rastro de carmesí que pudiese haber quedado y suspiré. —Creo que una copa sería lo indicado- sin poder evitar sonreír a su manera de inspeccionar la casa y las cosas que en ese enorme pasillo estaban.

Girando en una especie de ‘’L’’ llegamos a una de las salas. Acercándome a un mini bar que había en el centro del salón, solté la mano del vampiro. Sintiendo que algo no estaba bien, aun así traté de tranquilizarme. Me sentía frustrado. Buscando dos copas  de fino cristal italiano y una de esas botellas de añeja cosecha que guardaba en la heladera, de los tiempos que marcarían quizás mis días como humano. Sacando el corcho, miré de reojo al cantante — Hay dos vampiros más en esta casa Hero. Que no te sorprenda que más de alguna de ellas aparezca en esta estancia.- hablé tranquilamente recordando que él tenía desconocimiento completo de ambas —A una de ellas la he engendrado con mi sangre. Trato de prepararla para lo que pueda suceder en Francia o el mundo entero.- el olor a licor suave y dulce se liberó justo cuando el líquido tinto se vaciaba en los bordes del cristal. Terminando de verter el vino hasta la mitad de las copas di una probada antes de entregarle la contraria a él y observé sus facciones. —Temo enloquecer antes de que todo comience a estallar. Hero, algo no está bien. No me ha sucedido nada, descuida.- la copa vacía quedó a un lado y sirviendo más cerré los ojos. —Salud- levanté ligeramente el vidrio transparente haciendo que se sacudiera el vino en un adormecido baile justo como debía de estar mi conciencia.

’’No sé dónde y ni cómo comenzó este atisbo de locura’’


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Mensaje por Invitado Miér Ene 28, 2015 9:55 pm

“Un trozo de ángel para tu corazón”


Me oponía a sus palabras con un movimiento suave de cabeza. ¿Qué era todo aquel barullo que el inmortal me hacía? Aquella inseguridad con la que hablaba, sus ojos nublados y su rostro caído a pedazos. Era evidente que le estaba mirando el rostro, como asiático insurrecto que era, estaba al tanto de cada moda nueva y mi cuerpo y estilo lo hacían notar. Casi tan brillante como si la ropa fuese usada una sola vez, pues bien, tampoco la usaba más de tres veces. Fue entonces cuando recordé situaciones de mi existencia puntuales, meses de mi pasado donde cambiar mi atuendo no se daba ni en noventa días. Me ruboricé ante la horrible remembranza, cuando la carne de mi interior había desaparecido y solo huesos cubiertos eran los que se encontraban. Mis mejillas hundidas y los ojos que ya de por sí parecían saltar de mi rostro daban la apariencia de un sapo a medio morir. Hundí las manos en los bolsillos y me pregunté entonces si Deiran estaría pasando por una depresión similar a la mía. Al instante de terminar de ver unos jarrones hermosamente diseñados volví a su lado y paseé las yemas de mis dedos por su brazo derecho, apretándolo, buscando de esa manera sus músculos que siempre me habían parecido formados y encantadores. Allí estaban o al menos no sentía solo hueso, eso significaba, ¿qué sí se estaba alimentando correctamente? Lo dudé, su piel se veía tan pálida como así se notaban sus venas. El silencio que reinaba en mí era tan extraño, que supe que él notaria mi perplejidad. Por lo que tosí mirando al techo y le sonreí, mirándole por debajo de mis cabellos alborotados. — ¿Estás muy preocupado? Sé cómo se siente.  Cada vez que despierto agradezco estar en la misma posición geográfica que antes. Es horrible abrir los ojos y sentir las muñecas y tobillos atados. Pero luego de eso supe que era mejor disfrutar lo que tenía. Que no se me escape de las manos. —

Haciendo justo el movimiento para tomar las palmas ajenas, apretándolas entre las mías, aunque éstas no fuesen lo suficientemente grandes para cubrir las de Deiran por completo, pero se entendía el mensaje. Le estrechaba de manera que sintiera la presión, tal como a mí me había hecho falta el tiempo que había estaba arrastrándome entre la tierra de los muertos.  Sus palabras seguían intimidándome, ¿por qué últimamente todos intentaban apártame? ¿Había hecho algo malo? Me pregunté abriendo los orbes tanto como me era posible. Su mirada había desterrado molestia y los sollozos ahora se habían esfumado, pero no así el temblor en mis labios que buscaba hacerme trastabillar otra vez. —Oye, yo me puedo imaginar lo que quiera. ¡Tú no te metas en mi mente! Lo haré, te haré hacer un traje, luego dame tus medidas. Mmm... hace poco me encontré con una vampiresa, una conocida que sucumbió a la locura, como muchos inmortales terminan haciendo. Me estaba preguntando, si no estás empezando a enloquecer tú también… ¿También me echarás de tu vida cuando lo hagas? No me hagas eso, solo me causarás mucho dolor. — Las palabras fluyeron con tranquilidad, mientras el momento en el que el líquido caía a mi copa se hacía presente, tan rojo y dulce como siempre lo esperaba. Mi paladar era de gustos más fuertes, el whisky o el ron calmaban mi sed y mi angustia. Pero el vino provocaba otras sensaciones, no malas, pero diferentes, me hacían pensar, vagar por la eternidad que alguna vez alcanzaría a tener. Recordaba pensar que solo quería vivir ochenta años. Luego un poco más, “más tiempo con él, solo un poco más” hasta terminar en siempre.

— Oh… Así que un vástago. ¿Por qué le diste el don? No sé si alguna vez te he dicho que amo ser eternamente joven, pero no es para todos. Prepárala bien, así como mi padre hizo conmigo, aunque salí un poco rebelde, ¿no? Mis dotas no son muy buenas, me temo que no fui creado para las peleas físicas. Pero creo que tú tienes de esas cosas, que hacen daño o te hacen más fuerte. ¿O no? ¿Y la otra quién es? — Curioso, moví la copa al son de las agujas del reloj, dando un sorbo, en lo que mis labios brillaban intensamente por la lubricación del carmesí. Suspiré y con la sonrisa a medias me acerqué más a él, dejando ver mis dientes con expresión aniñada. Lo miraba entre el cristal y con el dedo índice alargado y filoso, la uña alcanzó su mejilla y un pequeño rasguño se quedó en su piel. Muy lentamente se iba cerrando y mordiéndome el labio inferior negué poco a poco. ¿Así que era de esa manera? ¿Estaba enloqueciendo como tanto había pensado? —Las cosas no están bien, es evidente, pero ¿por qué? Dime que es lo que en verdad te está pasando. ¿Qué podría cambiarte que yo lo sepa o no? ¿Piensas que harás que me busquen más o menos? Deiran, ¿hace cuánto no bebes sangre? ¿Recuerdas cuando regresé de la Iglesia? Me alimentaste, aunque no de manera apropiada. Pero te lo debo, puedes beber de mí, colmate de ella pero no te debilites, es lo que ellos quieren. — Acercando mi mano al cuello lo toqué dos veces, la piel pálida y con la sangre nueva marcada se notaba perfectamente. Hacía no demasiado había saboreado la humanidad de una muchacha y aunque mi cuerpo estaba anormalmente delgado, pues me era excesivamente difícil ganar peso. Se notaba saludable, con la mirada risueña y cargada de tranquilidad. — Ya creo que me tendrían que dar el nombre de “saco de sangre inmortal y personal de vampiros”, me la paso alimentándolos. — Bromeé con gracia, puesto que tanto Lara como Nicolás y Skye se habían saciado con mi cuerpo. Me pregunté entonces si sabría bien y mi rostro quedó pensativo. Jugando luego con el vaso entre mis manos. — Han pasado muchas cosas, te he extraño y siento que tardaré mucho en volverte a ver. ¡Todo es difícil contigo! Pensé que yo era el complicado. — Cavilé entonces en que estaba hablando casi solo, su presencia tanto como su mirada me recordaban a otro pasado. Y me sentí avergonzado de mi habla, con lo que bajé la cabeza al líquido rojo entre mis manos, danzándolo como si quisiera perderme dentro.

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Mensaje por Deiran Chassier Dom Mar 08, 2015 1:26 pm

’’Sed de sueños, rotos con promesas de sangre… Lloran.''

El silencio de la mansión era casi suicida. Siempre había apreciado eso de mi aposento pero en estos momentos deseaba algo más que no me hiciera flaquear por suerte estaba acompañado de Hero que por ratos guardaba silencio para sumirse en sus pensamientos seguramente creándose ideas deliberadas por la tumba que llevaba encima. Cerré los ojos unos instantes, este asedio no podía ser tan grande como mi sed porque era como me sentía, asediado por las sombras que ambos creábamos al pasar por las luces tenues que iluminaban los pasillos de la mansión. Miré de reojo al vampiro queriendo darme ánimo y solo recibió de mi parte una sonrisa forzada que daba más miedo que aceptación, vaya que sí era malo queriendo aparentar ser feliz. No entendía bien pero quería, esa especie de compresión torácica que por ratos sentía cuando él trataba de decirme que todo estaba bien. Mis ojos vacíos le vieron por un largo rato y quise decirle que nada estaba bien que mi agonía iba más allá de lo que él con su tacto podía lograr. Aun así lo apreciaba aunque éste no pudiese tocarme. —¿Sabes cómo se siente?- sonreí. No lo creo.

—Estás comenzando asustarme Hero, creo que tienes la capacidad de ver a través de mis huesos. ¿Estás leyendo mis pensamientos?- sabía que eso era imposible pero quise decirlo más como una broma que como una verdad —Conoces bien la zozobra de estar mortificándote. No tengo miedo a despertar y descubrir que estoy muerto o voy a morir, una vez ya lo estuve. Tengo temor de darme cuenta que todo lo que me rodea y que poco a poco ha comenzado a darle sentido a mi existencia desaparezca- confesé finalmente sin saber por qué aquello había salido con naturalidad. Yo no expresaba lo que me preocupaba tan fácilmente y como ya había dicho antes, entre menos supieran lo que me acongojaba protegería con mayor seguridad a mis cercanos, ese era mi lema y uno que se estaba haciendo difícil de llevar al pie de la letra.

Con desesperación disimulada servía la botella de vino en las copas. Por un momento encontré el éxtasis pero su efecto comenzaba a durar poco. Le miré todo el tiempo escuchando aquello que hizo que mis orbitas salieran un poco de sí. –‘’Me estaba preguntando si tu también estás enloqueciendo ¿Vas a echarme de tu vida cuando eso suceda?’’ – no respondí a su pregunta en ese momento, quedé analizando para mí sin embargo sonreí de lado. —Quizás esté perdiéndome en el camino pero no creo poder alejarme de ti, ¿Me crees loco? - Sí lo era —Sería un error dejarte por allí, eres demasiado llamativo. Hasta en este hostigante encierro es mi deber cuidarte, Hero- esperaba que creyera en mis palabras pues desde siempre habían sido reales, yo no juraba lealtad a cualquiera. —¿Te parece que me estoy volviendo loco? Porque yo creo que sí- dije finalmente como un consuelo que no sonaba para nada serio pero llevaba verdades ocultas entre las letras.

Terminando de servir y caminando hasta él para entregarle la copa del líquido ámbar dando un gran sorbo a la que yo llevaba en la mano y asentí a la confesión del vástago que había creado. —No creo que quieras saber las verdaderas razones por las que he decidido tener una neófita a mi cargo. En estos tiempos suena a locura pero cuando sucedió aun no había estallado esta guerra. Simplemente…- miré un punto indefinido en uno de los ventanales de aquella estancia —Necesitaba algo en donde recargar todo el odio que llevaba y condené un alma que era igual de corrupta a la mía a pesar de ser frágil. Ella odia su condición. ¿Qué pensarías tú si te transformaras en lo que más odias?- le miré de reojo —Es como si en este instante te viese a reclutar la inquisición. Suena injusto ¿no?- quise sonar divertido pero no lo era. —La otra es una vampiresa muy querida que por un tiempo ha venido a vivir aquí, como una hermana si se puede decir. Tiene la gracia de una mariposa pero en realidad es una asesina por excelencia. - tenía tanto por proteger y no sabía si la fuerza mental era lo suficiente.

Señalándole uno de los sofás para que tomara asiento me senté a su par cruzando una pierna sin dejar de contemplar el baile del vino en las paredes del vidrio de la copa volví a perderme entre pensamientos. Los sobres negros bañados en plata con las insignias de la casa papal de nuevo me vinieron a quebrar mi muelle y escuché lo que dijo apenas —Han  comenzado a llegar advertencias a la mansión. Primero el personal desaparecía, ahora sobres bañados en plata pura que son tóxicos con siquiera verlos. Están cerca, los puedo sentir, quizás ahora nos estén vigilando- susurré dejando la copa a un lado y oí su ofrecimiento, no sonaba mal. —No es que me esté derrumbando, es sólo que… Necesito tiempo para pensar las cosas pero no hay tiempo. Paradójico para un inmortal no?- pregunté con presar mientras observé su cuello al momento de señalarlo y no pude evitar sentir fuego a través de mi garganta. —No quisiera ese título para ti- cerré los ojos —¿Te molestaría?- pregunté siendo ésta todo menos una pregunta y sin dejar de ver sus ojos me acerqué a él llamado por la sed.

Tomando su copa la aparté de sus manos y sin fuerza le empujé para recostarlo solo un poco en tanto mis brazos lo acorralaban como si fuese posible huir. No me sentía tan bien ni tan ortodoxo haciéndole esto al cantante. Relamiendo mis labios  olisqueé su cabello  y  rocé levemente la piel de detrás de su oreja para descender lentamente hasta su cuello situándome donde debía estar su yugular. Abriendo la boca sentí paralizarme al solo tocar con mis colmillos su piel y jadeé por inercia pero no pude. —Lo siento- me separé de su cuerpo lentamente cerrando los ojos con frustración —No puedo dañar a quien juré proteger. No puedo contradecirme - le miré de reojo con la cabeza echada hacia atrás y una media sonrisa que denotaba la fuerza que hacía para no desvariar.

’’Las estrellas son invisibles en la oscuridad’’


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Mensaje por Invitado Lun Mar 16, 2015 5:54 am

“No llores demasiado, no hay mal que no llegue para un bien”


Le recriminé con un mayúsculo bufido su frase que se notaba sumida en ironía. Claro que yo podía saber cómo se sentía, había sufrido mucho y aunque mi sonrisa deliberadamente podía volver a resurgir una y otra vez, los recuerdos ya no se iban. En algún momento de mi vida las cosas se esfumaban y la inocencia volvía a ser cien por ciento pura, pero ahora los retazos rotos de mi interior eran mucho más fáciles de alcanzar, más frágil, como un espejo a punto de romperse, pero que forzosamente intentaba volver a juntar sus partes. Por ello mismo y no por otra cosa, empujé al vampiro mayor y no le respondí. De otra manera tendría que decirle a gritos las cosas que había pasado y de ninguna manera me iba a poner a esa altura. Mi ego ante ello estaba por sobre mí. Así que solo dejé que una sonrisa tenue se tatúe sobre mis labios, acompañándole fielmente, acercándome de a ratos, subía la mano un poco pensando en acariciarle y pronto volvía a bajarla mofando en lo que mis brazos se hamacaban a los lados de mi cuerpo. Y me acurruqué en el sillón cuando me hube quedado solo por unos instantes en los que él traía aquella sabrosa copa de vino que solo con su presencia podía disfrutar. No había más delicioso que aquel de su viñero y me temía que las cosas cambiaran luego de esa noche, así que lo saborearía con mucho cuidado. — Oh, ya me gustaría poder leer lo que hay en esa cabeza tuya… Lo que dices, ¿no sería mejor vivir tranquilamente? No creo que logres demasiado mortificándote. Y no me haces feliz desapareciendo, tampoco me proteges, digamos que sin ti ya soy perseguido. —

Me giraba en el sillón, alzando las manos al respaldar en lo que lo observaba caminando hacia mí, hablaba de cosas que buscaban hacerme llorar inevitablemente, pero esa noche intentaría controlar aquellas lágrimas que ahora fluían tan fácilmente. Me odiaba por ello. Mi personalidad había cambiado tanto desde que había llegado a Paris. Antes, ver mi llanto era casi una rareza, el verdadero nunca se dejaba ver. Tan solo mi padre lo presenciaba, pero el altruismo por los demás era tan mínimo que siquiera ver a alguien al borde de morir en las calles me hacía sentir misericordia. Sabía que era por cómo había nacido, el demonio del narcisismo había deambulado por mí. Pero ahora, tan lejano a aquel tiempo me veía penosamente sollozante. — Lo que dices es horrible. Te creo loco, no sé si lo suficiente para alejarte de mí, pero, no estoy seguro. No puedo dejar de preocuparme viéndote cómo estás. — Me acerqué, apretando con los dedos las telas que cubrían su brazo. Estaba herido, no decepcionado, pero si enteramente alarmado por sus acciones que ahora me resultaban incluso más demenciales. —No eres gracioso. Ya sabes, esa no es tu mejor dota. De todos modos, pobre muchacha, ¡te debe odiar! Deberías presentármela, seguro yo le caigo bien. — Bromeé mirándole, pestañeando dulcemente en lo que dejaba que mis labios se mojaran con la bebida escarlata. Intenté imaginarme a las muchachas, una neófita y una antigua asesina, ninguna de las dos era demasiado buena. — ¿Qué? ¿Por qué sigues aquí si te llegan esas cosas? Igual es extraño, si saben dónde vives y no te han agarrado quieren otra cosa de ti. La pregunta es qué… Alcé los ojos al techo, acercándome un poco más a él.

Sus solas palabras me hacían chillar del horror. ¿Cómo que podían estar espiándonos? ¿Acaso estaba tan demente? Casi sentí mi corazón palpitar, sin embargo solo era el chirrido de mis dientes punzándose uno contra otro. Estaba seguro que no había nadie, no en ese momento al menos. Pero tenía que sacarlo de esa mansión. Lo llevaría al escondite que teníamos con Nicolás si era necesario, pero jamás podría abandonarlo allí a mereced de los inquisidores. —Suele pasar, aunque tengamos mucho tiempo, algunas veces queremos que el actual sea el que pase lentamente. — Alzando la mano terminé por acariciar sus cabellos al fin, apenas deslizando las yemas por una hebra lo vi acercarse casi en una cinemática alentada. Me reí por sus ojos que estaban gritando que morían de sed y alargué el cuello con cuidado. Sabía que mi cuervo no estaría feliz, pero no tenía que enterarse, era necesario alimentar a aquel hombre, parecía que incluso su naturaleza estuviese restringida por su locura. — No, no me molestaría per… pero no me acorrales tanto. — En un inicio la voz salió tranquilamente, apagándose en lo que me veía obligado a recostarme. Claro que no forcejeé, también sabía que eso era en vano, pero el hecho de sentirme pequeño bajo él no me hacía sentir seguro, si se propasaba, no podría correr a ningún lado. Por lo que me agité mordiendo mi labio inferior con suavidad. Quise quejarme para que no hiciera tanto barullo por allí, pues los vellos se alzaban. Pero no pude modular palabra alguna.


Tan solo le sentía lentamente los colmillos, estaba próximo el momento y justo cuando me tensé para esperarle, comenzó a separarse, lo que me hizo abrir los ojos para mirarle desde recostado. Su aura estaba turbulenta y molesta, así que realmente era una maniático. Dejé salir un suspiro y no me esforcé en levantarme. Contrariamente subí las piernas, poniéndolas sobre las ajenas, alzando así los brazos para ponerlos debajo de mi rostro, mirándole curioso. Contemplando su tristeza bañada en elocuencia. — ¿Lo sientes? Eres raro, deberías sentir otras cosas. ¿Y contra qué quieres protegerme? No necesito que lo hagas, lo que quiero es que no te vayas lejos, que no me apartes de tu lado. No es la primera vez… que oigo que para proteger a alguien hacen cosas que solo dañan más a la otra persona. Protege mis sentimientos. — Me levanté en ese momento por completo me vi parado frente a la pequeña mesa y tomé la copa que antes había sido apartada de mí. La observé y bebí todo su contenido, vaciándolo en mí interior. Relamiéndome los labios suspiré y me quedé mirando a ningún lugar. Mordiendo mi piel le observé de reojo, frunciendo el entrecejo. — Si no beberás de mí, hazlo de otra persona. Pero hazlo de una vez. Y será mejor que me vaya. O terminaré queriéndote golpear por lo estúpido que estás pareciendo.  No eres un neófito, sabes lo que tienes que hacer. Cuando nos descubren cambiamos de zona residencial, luego de ciudad y si es necesario de país. — Me acerqué a moverle los hombros, apretándolos fuertemente. Queriendo pegarle patadas en las piernas, pero al final me vi bajando el rostro al suelo que entre suspiros me aparté y comencé a caminar. — ¿A esto vine? — Pregunté en voz alta y miré un poco a los costados. 
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