AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Close encounter / Alina
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Close encounter / Alina
Los ensayos terminaron, y con ello el premio de regresar a casa para un merecido descanso. Me duelen los pis, la espalda, el cuello, y lugares que jamás creí tener. Muero de sueño y de hambre. Lo que me hace sumamente feliz, es que mañana es mi día de descanso y podré dormir hasta muy tarde. Muy tarde de preferencia. Quiero perderme del mundo exterior, encerrado en cuatro paredes, sin nada ni nadie que me moleste. Podré dormir tranquilo ésta noche, porque pude completar la paga para el casero, que estoy seguro, llegará tan puntual como cada mes para cobrarme el alquiler. Nada puede salir mal. Ya casi puedo saborear el café caliente para calentar mi cuerpo y el pan que llevo cargando en la bolsa de papel… Todo un manjar.
Voy subiendo los res pequeños escalones que llevan hasta mi puerta casi por inercia. Los ojos quieren cerrarse. Parecen tener voluntad propia, pero si no peleo ésta pequeña batalla por mantenerme despierto, terminaré tirado en medio de las escaleras como un auténtico mendigo. Por inercia saco la llave para abrir la puerta de mi pequeña casa, que hace un extraño sonido al moverse. Adentro el clima es bastante agradable, aunque no del todo que quisiera, sigue haciendo frío, aunque con menor intensidad. De cualquier forma, es en éstos casos cuando la utilidad de una chimenea se hace presente, pero no puedo permitirme ni remotamente poseer una. Tengo que conformarme con el calor de mi pequeña estufa que tuvo mejores años. Frotando mis manos, el calor va calentando mi cuerpo de poco a poco, esperando que los leños que con tanto trabajo conseguí, me sean suficientes por los menos un par de días más. Coloco la olla encima de la misma, agregando un poco de café de grano, esperando que no tarde mucho en hacer ebullición.
–Dios, la espalda me está matando… -suspiro.
Fue una de las jornadas más extenuantes que he tenido en mi vida. Demasiado cansancio, tanto físico como emocional. No es en sí, cansancio físico ahora que lo pienso, porque extrañamente nunca me canso, pero me siento agotado y sin muchos ánimos. Los últimos días han sido muy largos, muy solitarios y muy tristes, más de lo normal. << El precio de la fama Joshua, el precio de la fama >> sonrío al pensar aquello. No soy ni remotamente famoso, pero el ver mi nombre alguna vez mi nombre en la marquesina por primera vez en París – aunque fuere en letras pequeñas - me dice que todo el esfuerzo y el sacrificio han valido la pena, aunque ya no trabaje más ahí. Debería estar sonriendo, tener un mejor ánimo, pero ¿a quién quiero engañar? Mi vida sentimental está vacía… los últimos intentos de tener una relación estable han resultado desastrosos, no quiero volver a pasar una decepción. Creo que el amor no se hizo para mí.
La ventana se ha abierto de par en par arrancándome de mis pensamientos, dejando entrar una helada ventisca. Me aproximo para tratar de cerrarla por medio de un cerrojo improvisado, pero es entonces que me doy cuenta de que justo afuera, se encuentra un gatito calado hasta los huesos por frío. Lo sé por el modo en el que está agazapado, tratando de guardar un poco de calor. No sería un buen cristiano si no le brindo auxilio. Aunque me lo pienso un par de segundos, los gatos son muy temperamentales y escurridizos. Bien puedo ganarme un par de arañazos por molestarlo, pero dadas las circunstancias, creo que no tiene fuerzas ni para erguirse.
–Gatito… Ven… – Trato de llamar un poco su atención para que se percate de mi presencia y no reaccione de manera violenta, pero sigue ahí quieto. Pudiese estar muerto… Estiro mi mano para acariciarlo. Se remueve un poco, lo suficiente para hacerme desechar esa funesta idea. Sin pensármelo más me atrevo a alzarlo en vilo y meterlo con prontitud. El pobrecito está tiritando y su pelaje está mojado.
–¡Mira nada más, estás hecho un manojo de huesos! – Cierro la ventana con mucho esfuerzo. Ahora… Lo que se me ocurre, es tomar una toalla y secarle para quitarle el exceso de agua, y enrollarlo en una cobija para darle un poco de calor, esperando con esto reconfortarlo un poco, o… quizás si lo acomodo frente a la estufa sea una mejor idea. Opto por ambas cosas, dejándolo en el suelo. Me siento a su lado y lo observo detenidamente, acariciándole detrás de las orejas. Su aura es extraña, su pequeña aura es apenas perceptible. Esto me inquieta. ¿Cuánto tiempo habrá estado allá afuera?
–Pobrecito gatito…- No aguanto más las ganas de abrazarlo y acunarlo en mi regazo, acariciándole su pequeña cabecita. –Vas a estar bien, ya lo verás. Nada que un pozo de leche caliente que ha quedado de la mañana, no pueda remediar.
No sé mucho sobre gatos. Pero noto que el gatito o gatita, se revuelve un poco molesta entre mis brazos. No debería extrañarme, soy un completo desconocido para él o ella, debe pensar que quiero hacerle daño, pero ¿cómo hacerle entender a un animalito que sólo quieres ayudarlo? Sólo deseo mantener su cuerpo abrigado para que recupere las fuerzas y logre comer algo. El crudo invierno es implacable y si yo, siendo un humano, padezco del terrible clima, no puedo siquiera imaginarme lo que padecerán todos aquellos animales sin hogar, que viven en el inmundo arrollo de las callejuelas parisinas.
–Eres un gatito con suerte ¿Lo sabías? – Sigo acariciando su suave pelaje, que poco a poco va secándose – Si no hubiera llegado a tiempo a casa, no sé qué panorama me hubiera encontrado mañana por la mañana, al abrir la ventana-. Me estremezco por el simple hecho de imaginarlo. Me hubiera sentido muy culpable de no haber podido hace nada por salvar su vida. –Gracias a Dios, estarás bien, ya lo verás. Sólo necesitas recuperar fuerzas, para que puedas tomar un poco de leche.
Me produce tanta ternura su ligero maullido, que no puedo evitar llevar mi mejilla hasta su pequeña cabecita y hacerle un cariño. Su pelaje es tan suave… Yo nunca pude tener una mascota en casa, mi padre nunca me lo permitió, y crecí con ése deseo toda mi vida. Ahora que tengo al animalito entre mis brazos, se desborda todo ese cariño por los animales, porque lo siento tan pequeño, tan indefenso. –Iré por tu leche, no te muevas de aquí.
Si hay algo que no puede faltar en casa, es leche. No mucha, de hecho solo me queda la mitad de la botella, pero no va a pasarme nada malo por una noche. Es más importante que mi pequeño inquilino se reestablezca. Ya Dios proveerá.
Caliento un poco en una olla pequeña, espero que se enfríe un poco, y me acerco hasta el gatito, que parece ya moverse un poco más. Entonces me doy cuenta de algo realmente extraordinario. El gatito tiene un aura extraña. Si, por más absurdo que parezca, la tiene. Una muy tenue por lo débil, quiero pensar, pero ahí está, bordeando todo su cuerpecito diminuto y peludo. Frunzo un poco el ceño ante la duda. De cualquier modo, es algo que no debe importarme por el momento. Últimamente he visto, y escuchado tantas cosas que parecerían ser fuera de éste mundo, que una pequeña aura prácticamente es algo insignificante, pero no menos importante. Pudiera ser un cambia formas o quizás no. Todavía desconozco muchas cosas sobre mi pobre naturaleza.
–Aquí tienes. Es toda tuya – Nuevamente me siento en el piso, para acercarle la olla de leche. Le dejo actuar, no lo presiono. Si tiene hambre dará unos pequeños pasos, si no, ya lo hará cuando tenga la suficiente fuerza. –Tómate tu tiempo, no hay prisa pequeño.
¿Cómo explicar lo que siento en éste momento? Me siento muy feliz de tener tan grata compañía. No sé, quizás estoy exagerando, porque solamente se trata de un gatito bigotón que llegó a mi ventana por casualidad, pero para alguien como yo, que siempre está solo, es algo lindo y reconfortante. Además estoy ayudándolo a sobrevivir, más satisfecho no puedo sentirme y tampoco puedo dejar de acariciarle. En pocas palabras, estoy contento ésta noche.
Voy subiendo los res pequeños escalones que llevan hasta mi puerta casi por inercia. Los ojos quieren cerrarse. Parecen tener voluntad propia, pero si no peleo ésta pequeña batalla por mantenerme despierto, terminaré tirado en medio de las escaleras como un auténtico mendigo. Por inercia saco la llave para abrir la puerta de mi pequeña casa, que hace un extraño sonido al moverse. Adentro el clima es bastante agradable, aunque no del todo que quisiera, sigue haciendo frío, aunque con menor intensidad. De cualquier forma, es en éstos casos cuando la utilidad de una chimenea se hace presente, pero no puedo permitirme ni remotamente poseer una. Tengo que conformarme con el calor de mi pequeña estufa que tuvo mejores años. Frotando mis manos, el calor va calentando mi cuerpo de poco a poco, esperando que los leños que con tanto trabajo conseguí, me sean suficientes por los menos un par de días más. Coloco la olla encima de la misma, agregando un poco de café de grano, esperando que no tarde mucho en hacer ebullición.
–Dios, la espalda me está matando… -suspiro.
Fue una de las jornadas más extenuantes que he tenido en mi vida. Demasiado cansancio, tanto físico como emocional. No es en sí, cansancio físico ahora que lo pienso, porque extrañamente nunca me canso, pero me siento agotado y sin muchos ánimos. Los últimos días han sido muy largos, muy solitarios y muy tristes, más de lo normal. << El precio de la fama Joshua, el precio de la fama >> sonrío al pensar aquello. No soy ni remotamente famoso, pero el ver mi nombre alguna vez mi nombre en la marquesina por primera vez en París – aunque fuere en letras pequeñas - me dice que todo el esfuerzo y el sacrificio han valido la pena, aunque ya no trabaje más ahí. Debería estar sonriendo, tener un mejor ánimo, pero ¿a quién quiero engañar? Mi vida sentimental está vacía… los últimos intentos de tener una relación estable han resultado desastrosos, no quiero volver a pasar una decepción. Creo que el amor no se hizo para mí.
La ventana se ha abierto de par en par arrancándome de mis pensamientos, dejando entrar una helada ventisca. Me aproximo para tratar de cerrarla por medio de un cerrojo improvisado, pero es entonces que me doy cuenta de que justo afuera, se encuentra un gatito calado hasta los huesos por frío. Lo sé por el modo en el que está agazapado, tratando de guardar un poco de calor. No sería un buen cristiano si no le brindo auxilio. Aunque me lo pienso un par de segundos, los gatos son muy temperamentales y escurridizos. Bien puedo ganarme un par de arañazos por molestarlo, pero dadas las circunstancias, creo que no tiene fuerzas ni para erguirse.
–Gatito… Ven… – Trato de llamar un poco su atención para que se percate de mi presencia y no reaccione de manera violenta, pero sigue ahí quieto. Pudiese estar muerto… Estiro mi mano para acariciarlo. Se remueve un poco, lo suficiente para hacerme desechar esa funesta idea. Sin pensármelo más me atrevo a alzarlo en vilo y meterlo con prontitud. El pobrecito está tiritando y su pelaje está mojado.
–¡Mira nada más, estás hecho un manojo de huesos! – Cierro la ventana con mucho esfuerzo. Ahora… Lo que se me ocurre, es tomar una toalla y secarle para quitarle el exceso de agua, y enrollarlo en una cobija para darle un poco de calor, esperando con esto reconfortarlo un poco, o… quizás si lo acomodo frente a la estufa sea una mejor idea. Opto por ambas cosas, dejándolo en el suelo. Me siento a su lado y lo observo detenidamente, acariciándole detrás de las orejas. Su aura es extraña, su pequeña aura es apenas perceptible. Esto me inquieta. ¿Cuánto tiempo habrá estado allá afuera?
–Pobrecito gatito…- No aguanto más las ganas de abrazarlo y acunarlo en mi regazo, acariciándole su pequeña cabecita. –Vas a estar bien, ya lo verás. Nada que un pozo de leche caliente que ha quedado de la mañana, no pueda remediar.
No sé mucho sobre gatos. Pero noto que el gatito o gatita, se revuelve un poco molesta entre mis brazos. No debería extrañarme, soy un completo desconocido para él o ella, debe pensar que quiero hacerle daño, pero ¿cómo hacerle entender a un animalito que sólo quieres ayudarlo? Sólo deseo mantener su cuerpo abrigado para que recupere las fuerzas y logre comer algo. El crudo invierno es implacable y si yo, siendo un humano, padezco del terrible clima, no puedo siquiera imaginarme lo que padecerán todos aquellos animales sin hogar, que viven en el inmundo arrollo de las callejuelas parisinas.
–Eres un gatito con suerte ¿Lo sabías? – Sigo acariciando su suave pelaje, que poco a poco va secándose – Si no hubiera llegado a tiempo a casa, no sé qué panorama me hubiera encontrado mañana por la mañana, al abrir la ventana-. Me estremezco por el simple hecho de imaginarlo. Me hubiera sentido muy culpable de no haber podido hace nada por salvar su vida. –Gracias a Dios, estarás bien, ya lo verás. Sólo necesitas recuperar fuerzas, para que puedas tomar un poco de leche.
Me produce tanta ternura su ligero maullido, que no puedo evitar llevar mi mejilla hasta su pequeña cabecita y hacerle un cariño. Su pelaje es tan suave… Yo nunca pude tener una mascota en casa, mi padre nunca me lo permitió, y crecí con ése deseo toda mi vida. Ahora que tengo al animalito entre mis brazos, se desborda todo ese cariño por los animales, porque lo siento tan pequeño, tan indefenso. –Iré por tu leche, no te muevas de aquí.
Si hay algo que no puede faltar en casa, es leche. No mucha, de hecho solo me queda la mitad de la botella, pero no va a pasarme nada malo por una noche. Es más importante que mi pequeño inquilino se reestablezca. Ya Dios proveerá.
Caliento un poco en una olla pequeña, espero que se enfríe un poco, y me acerco hasta el gatito, que parece ya moverse un poco más. Entonces me doy cuenta de algo realmente extraordinario. El gatito tiene un aura extraña. Si, por más absurdo que parezca, la tiene. Una muy tenue por lo débil, quiero pensar, pero ahí está, bordeando todo su cuerpecito diminuto y peludo. Frunzo un poco el ceño ante la duda. De cualquier modo, es algo que no debe importarme por el momento. Últimamente he visto, y escuchado tantas cosas que parecerían ser fuera de éste mundo, que una pequeña aura prácticamente es algo insignificante, pero no menos importante. Pudiera ser un cambia formas o quizás no. Todavía desconozco muchas cosas sobre mi pobre naturaleza.
–Aquí tienes. Es toda tuya – Nuevamente me siento en el piso, para acercarle la olla de leche. Le dejo actuar, no lo presiono. Si tiene hambre dará unos pequeños pasos, si no, ya lo hará cuando tenga la suficiente fuerza. –Tómate tu tiempo, no hay prisa pequeño.
¿Cómo explicar lo que siento en éste momento? Me siento muy feliz de tener tan grata compañía. No sé, quizás estoy exagerando, porque solamente se trata de un gatito bigotón que llegó a mi ventana por casualidad, pero para alguien como yo, que siempre está solo, es algo lindo y reconfortante. Además estoy ayudándolo a sobrevivir, más satisfecho no puedo sentirme y tampoco puedo dejar de acariciarle. En pocas palabras, estoy contento ésta noche.
Última edición por Joshua Maloney el Dom Ene 18, 2015 8:16 am, editado 1 vez
Joshua Maloney- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 322
Fecha de inscripción : 12/08/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Close encounter / Alina
Estoy en problemas, en serios problemas.
Tan solo unas horas antes la noche parecía transcurrir como de costumbre. Después de haber estado la mayor parte de la mañana durmiendo, me acerqué a uno de los burdeles que suelo frecuentar. Era temprano para los clientes habituales, así que no me molesté en buscar compañía rentable; esa era la que llegaba a partir de las doce o la una. Cuándo el cónyuge duerme me imagino. Subí hasta la habitación que suelo utilizar, ahora al parecer ocupada por otra muchacha. Soy bastante quisquillosa, contradictoriamente a lo que se esperaría de una puta, con las habitaciones. Me gusta utilizar siempre la misma y que no cualquiera la utilice en mi ausencia. Y pensaréis que es una tontería que me permitan semejante lujo, pues os equivocáis; me lo permiten. ¿Por qué? Simple: soy rentable. Hago buena caja cuándo estoy allí y, aunque trabajo principalmente por libre, me comprometo a estarlo lo suficiente para que saquen un buen dinero.
- ¡Hey! Hola Alina ¿Cómo va eso?
No me sorprendió escuchar la voz de Summer, que salía de la ducha completamente desnuda. Es una bonita niña Americana, rubia de ojos azules. Aunque tiene casi diez años más que yo, parece apenas haber cumplido los doce. Muchas veces me he preguntado si cuando llegue a la vejez (si es que llega) seguirá igual, pero arrugada como una pasa. -Hoy he tenido un día horrible ¿sabes? casi no he podido controlarme con uno - Mientras la veo sentarse en la cama, aparentemente acongojada, la verdad es que no me creo nada. La miré con ligera severidad, mientras buscaba entre el armario algo que me apeteciera ponerme. - Siempre me cuentas lo mismo Sum, sé de sobras que te gusta llegar al límite. Si algún día lo haces y te descubren, te meterás en un lío - Saqué un vestido rojo y fino para esa noche, me pareció perfecto. Summer no respondió, pues es obvio que yo tenía razón. Ella era un ser extraño, de esos a los que no les puedes dar explicación, capaz de convertirse en cualquier tipo de felino. La descubrí por casualidad hace tiempo, cuándo llegué a la ciudad, y dado que no me asusté ni me escandalicé decidió confiar en mi. Ella me ha dicho que está sola y no se lo ha contado nunca a nadie, a pesar de que lleva ya varios años en París, pero quién sabe. No me extrañaría que alguien más la hubiera pillado en un descuido. Sea lo que sea, ella es veterana en ese lugar y tiene una cierta reputación, de la que yo también me aprovecho. Es gracias a ella, en parte, que yo tengo ciertos privilegios, así que no me quejo. La escucho cuándo ella lo necesita o cuándo nos encontramos, como en ese momento, y no me quejo. Cosas peores me han pasado que tener que escuchar penas de una prostituta.
Un roce en el tobillo me hizo separar la mirada y el pensamiento del vestido. Allí estaba, un gato blanco de ojos azules, que si lo pienso bien se parece demasiado a ella. Claro que para cualquier otro, no hay forma humana de que las relacione. - ¿Qué hace eso ahí? - La voz chillona de otra mujer me sobresaltó. Recordaba haber cerrado la puerta; equivocadamente al parecer. No echar el seguro fue un error. - Creo que ha entrado por la ventana, no pasa nada, ahora se va - Intenté que no sonara con demasiado interés, pues de ser un gato callejero no tendría por qué despertar en mi ningún interés. Pero no era callejero. Y antes de que me diera cuenta, había desaparecido por la ventana.
Lo demás ya carece de interés. La chica se marchó y hasta que me di cuenta de que tenía que ir a buscarla pasaron unos segundos en lo que creo que me quedé en shock. Me puse el vestido rojo y salí pitando, sin pensar inteligentemente en que hacía una noche más fría de lo habitual. Supe nada más poner un pie fuera que iba a congelarme. Pero ella era lo más parecido a una amiga por allí y no sabía si había huido sabiendo lo que hacía o en un ataque de pánico. En cuyo caso, podría no tener a dónde ir.
Y aquí me encuentro. Buscando a un gato blanco en la noche y sin tener ni idea de a dónde puede haber ido. Al principio miro al detalle en las casas, en puntos calientes donde se haya podido refugiar. Es imposible. Hay demasiados lugares, demasiadas posibilidades dónde ha podido ir y yo cada vez tengo más frío. Quizá por cosas del destino, es en ese momento que veo movimiento en una de las esquinas. Algo blanco, me ha parecido ver. Lo sigo, por dónde creo que lo estoy viendo. Puede que ni siquiera sea ella, quiero creer que es ella, y me aferro a esa idea. Acabo en una casa, ni siquiera sé dónde estoy. Escucho unos pasos, viene alguien. Me escondo ¿por qué? no lo sé. ¿Por qué me estoy escondiendo? Me pregunto, detrás del hierbajo en el que me he puesto. La costumbre de que no me vean, quizás. No estoy haciendo nada malo, me digo a mi misma. Salgo, con decisión, y doy un par de golpes en la puerta. Tengo las manos congeladas. El cuerpo entero congelado; en realidad.
Aún así, espero.
Tan solo unas horas antes la noche parecía transcurrir como de costumbre. Después de haber estado la mayor parte de la mañana durmiendo, me acerqué a uno de los burdeles que suelo frecuentar. Era temprano para los clientes habituales, así que no me molesté en buscar compañía rentable; esa era la que llegaba a partir de las doce o la una. Cuándo el cónyuge duerme me imagino. Subí hasta la habitación que suelo utilizar, ahora al parecer ocupada por otra muchacha. Soy bastante quisquillosa, contradictoriamente a lo que se esperaría de una puta, con las habitaciones. Me gusta utilizar siempre la misma y que no cualquiera la utilice en mi ausencia. Y pensaréis que es una tontería que me permitan semejante lujo, pues os equivocáis; me lo permiten. ¿Por qué? Simple: soy rentable. Hago buena caja cuándo estoy allí y, aunque trabajo principalmente por libre, me comprometo a estarlo lo suficiente para que saquen un buen dinero.
- ¡Hey! Hola Alina ¿Cómo va eso?
No me sorprendió escuchar la voz de Summer, que salía de la ducha completamente desnuda. Es una bonita niña Americana, rubia de ojos azules. Aunque tiene casi diez años más que yo, parece apenas haber cumplido los doce. Muchas veces me he preguntado si cuando llegue a la vejez (si es que llega) seguirá igual, pero arrugada como una pasa. -Hoy he tenido un día horrible ¿sabes? casi no he podido controlarme con uno - Mientras la veo sentarse en la cama, aparentemente acongojada, la verdad es que no me creo nada. La miré con ligera severidad, mientras buscaba entre el armario algo que me apeteciera ponerme. - Siempre me cuentas lo mismo Sum, sé de sobras que te gusta llegar al límite. Si algún día lo haces y te descubren, te meterás en un lío - Saqué un vestido rojo y fino para esa noche, me pareció perfecto. Summer no respondió, pues es obvio que yo tenía razón. Ella era un ser extraño, de esos a los que no les puedes dar explicación, capaz de convertirse en cualquier tipo de felino. La descubrí por casualidad hace tiempo, cuándo llegué a la ciudad, y dado que no me asusté ni me escandalicé decidió confiar en mi. Ella me ha dicho que está sola y no se lo ha contado nunca a nadie, a pesar de que lleva ya varios años en París, pero quién sabe. No me extrañaría que alguien más la hubiera pillado en un descuido. Sea lo que sea, ella es veterana en ese lugar y tiene una cierta reputación, de la que yo también me aprovecho. Es gracias a ella, en parte, que yo tengo ciertos privilegios, así que no me quejo. La escucho cuándo ella lo necesita o cuándo nos encontramos, como en ese momento, y no me quejo. Cosas peores me han pasado que tener que escuchar penas de una prostituta.
Un roce en el tobillo me hizo separar la mirada y el pensamiento del vestido. Allí estaba, un gato blanco de ojos azules, que si lo pienso bien se parece demasiado a ella. Claro que para cualquier otro, no hay forma humana de que las relacione. - ¿Qué hace eso ahí? - La voz chillona de otra mujer me sobresaltó. Recordaba haber cerrado la puerta; equivocadamente al parecer. No echar el seguro fue un error. - Creo que ha entrado por la ventana, no pasa nada, ahora se va - Intenté que no sonara con demasiado interés, pues de ser un gato callejero no tendría por qué despertar en mi ningún interés. Pero no era callejero. Y antes de que me diera cuenta, había desaparecido por la ventana.
Lo demás ya carece de interés. La chica se marchó y hasta que me di cuenta de que tenía que ir a buscarla pasaron unos segundos en lo que creo que me quedé en shock. Me puse el vestido rojo y salí pitando, sin pensar inteligentemente en que hacía una noche más fría de lo habitual. Supe nada más poner un pie fuera que iba a congelarme. Pero ella era lo más parecido a una amiga por allí y no sabía si había huido sabiendo lo que hacía o en un ataque de pánico. En cuyo caso, podría no tener a dónde ir.
Y aquí me encuentro. Buscando a un gato blanco en la noche y sin tener ni idea de a dónde puede haber ido. Al principio miro al detalle en las casas, en puntos calientes donde se haya podido refugiar. Es imposible. Hay demasiados lugares, demasiadas posibilidades dónde ha podido ir y yo cada vez tengo más frío. Quizá por cosas del destino, es en ese momento que veo movimiento en una de las esquinas. Algo blanco, me ha parecido ver. Lo sigo, por dónde creo que lo estoy viendo. Puede que ni siquiera sea ella, quiero creer que es ella, y me aferro a esa idea. Acabo en una casa, ni siquiera sé dónde estoy. Escucho unos pasos, viene alguien. Me escondo ¿por qué? no lo sé. ¿Por qué me estoy escondiendo? Me pregunto, detrás del hierbajo en el que me he puesto. La costumbre de que no me vean, quizás. No estoy haciendo nada malo, me digo a mi misma. Salgo, con decisión, y doy un par de golpes en la puerta. Tengo las manos congeladas. El cuerpo entero congelado; en realidad.
Aún así, espero.
Alina1- Humano Clase Baja
- Mensajes : 35
Fecha de inscripción : 02/12/2014
Re: Close encounter / Alina
-Eres un pequeño ronroneador.
El gatito ha dado por fin algunos pasos directo a la olla para alimentarse. Lo miro con curiosidad y profundo interés, su aura nuevamente me llama la atención: ¿Por qué deprende esa luz que varía de tonalidades? Azul rojo, amarillo... Me tiene desconcertado, pero vamos ¿qué importa eso ahora? lo único importante es que se alimente, y que no deje de hacer esos "ruiditos" tan característicos en los gatos. Vuelvo a rascarle detrás de la orejita, parece que le gusta porque ha dejado olvidada la leche para irse a restregar directamente a mi pierna alzando su colita esponjosa.
-Oh vamos, quieres mimos, ven para acá. Ven, acá, ven, eso es...- le tomo nuevamente entre mis brazos, achuchándole, rascando su panza. -Parece que ya te sientes mejor ¿no es así?- doy un par de besos en su cabecita, y en acto reflejo un pequeño y débil maullido no se hace esperar -. A ver la patita - atrapo una de ellas con la mano -. Tal como lo pensé, tienes cojinetes rosados y... Vaya, ahora me doy cuenta de que eres una niña. -la recién llegada comienza a morderme un dedo de la mano-. ¿Quieres jugar? -le dejo que me siga mordiendo-. Está bien, está bien, puedes apoderarte de mi mano cuanto quieras, que yo no me enojo...
A pesar de las condiciones en que se encuentra, no parece ser una gatita descuidada, quiero decir, que no percibo que viva en las calle. No es un manojo de huesos, no se le nota enferma, simplemente helada, pero ya de mucho mejor ánimo. Quizás simplemente echó a andar saliendo de casa a dar un paseo y la fuerte ventisca le obligo a hacer una parada forzada en mi ventana. Sea cual sea el motivo real, ésta noche tendré una grata compañía.
-Espera un momento que tocan a la puerta, no vayas a irte a ningún lado... ¡Un momento que ya voy! - grito incorporándome de un salto.
Dejo a la gata en el suelo al lado de su ración de leche, esperando que continuara alimentándose. Me lavo las manos, las seco y me apresuro a atender a quien sea que estuviese llamando a mi puerta a tales horas de la noche. Situación que me parece por demás extraña, ya que nadie me visita, en realidad nadie lo hace a excepción del casero para cobrarme la renta del inmueble, pero generalmente lo hace por la mañana, cuando pulula la gente por la calle, haciéndose el interesante, gritoneando y manoteando para llamar la atención.
Cuando abro la puerta con sumo sigilo y me percato de que es una señorita tititando de frío, no puedo dejar de exclamar un: ¡Oh! de sorpresa.
-¿Puedo ayudarte en algo?
No le he visto nunca en mi vida. ¿Qué hace alguien como ella fuera de la puerta de mi casa? a decir verdad... A mi mente llegó cierta imagen de una chica que me siguió desde el teatro, hasta aquí, y que se convirtió en mi sombra durante meses. Esperaba que aquello no fuese una situación similar, el ser actor a veces tenía sus desventajas
El gatito ha dado por fin algunos pasos directo a la olla para alimentarse. Lo miro con curiosidad y profundo interés, su aura nuevamente me llama la atención: ¿Por qué deprende esa luz que varía de tonalidades? Azul rojo, amarillo... Me tiene desconcertado, pero vamos ¿qué importa eso ahora? lo único importante es que se alimente, y que no deje de hacer esos "ruiditos" tan característicos en los gatos. Vuelvo a rascarle detrás de la orejita, parece que le gusta porque ha dejado olvidada la leche para irse a restregar directamente a mi pierna alzando su colita esponjosa.
-Oh vamos, quieres mimos, ven para acá. Ven, acá, ven, eso es...- le tomo nuevamente entre mis brazos, achuchándole, rascando su panza. -Parece que ya te sientes mejor ¿no es así?- doy un par de besos en su cabecita, y en acto reflejo un pequeño y débil maullido no se hace esperar -. A ver la patita - atrapo una de ellas con la mano -. Tal como lo pensé, tienes cojinetes rosados y... Vaya, ahora me doy cuenta de que eres una niña. -la recién llegada comienza a morderme un dedo de la mano-. ¿Quieres jugar? -le dejo que me siga mordiendo-. Está bien, está bien, puedes apoderarte de mi mano cuanto quieras, que yo no me enojo...
A pesar de las condiciones en que se encuentra, no parece ser una gatita descuidada, quiero decir, que no percibo que viva en las calle. No es un manojo de huesos, no se le nota enferma, simplemente helada, pero ya de mucho mejor ánimo. Quizás simplemente echó a andar saliendo de casa a dar un paseo y la fuerte ventisca le obligo a hacer una parada forzada en mi ventana. Sea cual sea el motivo real, ésta noche tendré una grata compañía.
-Espera un momento que tocan a la puerta, no vayas a irte a ningún lado... ¡Un momento que ya voy! - grito incorporándome de un salto.
Dejo a la gata en el suelo al lado de su ración de leche, esperando que continuara alimentándose. Me lavo las manos, las seco y me apresuro a atender a quien sea que estuviese llamando a mi puerta a tales horas de la noche. Situación que me parece por demás extraña, ya que nadie me visita, en realidad nadie lo hace a excepción del casero para cobrarme la renta del inmueble, pero generalmente lo hace por la mañana, cuando pulula la gente por la calle, haciéndose el interesante, gritoneando y manoteando para llamar la atención.
Cuando abro la puerta con sumo sigilo y me percato de que es una señorita tititando de frío, no puedo dejar de exclamar un: ¡Oh! de sorpresa.
-¿Puedo ayudarte en algo?
No le he visto nunca en mi vida. ¿Qué hace alguien como ella fuera de la puerta de mi casa? a decir verdad... A mi mente llegó cierta imagen de una chica que me siguió desde el teatro, hasta aquí, y que se convirtió en mi sombra durante meses. Esperaba que aquello no fuese una situación similar, el ser actor a veces tenía sus desventajas
Joshua Maloney- Cambiante Clase Baja
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Re: Close encounter / Alina
Cuando la puerta por fin se abre me da la sensación de que han pasado horas, aunque apenas han sido un minuto o dos como mucho. Tengo el cuerpo congelado. Detrás de la puerta se muestra un muchacho, que con sorpresa y amabilidad me pregunta si puede ayudarme. Obviamente, no se esperaba recibir visitas . Nadie en un barrio tranquilo como aquel las espera en una noche tan fría y menos de una jovencita desconocida. Quiero decirle que me ha parecido ver a ‘mi’ gato entrar en su casa pero me encuentro incapaz de pronunciar palabra. Un segundo, dos, tres.. Achús. - P-perdón, es que e-estoy he-helada - Me tapo la nariz con las manos intentando calentármela. ¿Cómo se me había ocurrido salir sin abrigarme? Lo que me faltaba era enfermarme, que supondría no ganar dinero. Y los clientes no querían a una chica enferma cerca. Nadie, quitando a los vagabundos, quería cerca a los enfermos. Las medicinas eran demasiado caras como para que la mayoría de la gente se las pudiera permitir y, por otra parte, trabajar estando en mal estado era una auténtica lata.
Con esa idea en la cabeza entro sin esperar a que me den paso y le obligo a cerrar la puerta. Mucho mejor. Me apoyo en la puerta ya cerrada y suspiro. - Siento haber sido tan brusca, pero hace un frío de mil demonios. - De nuevo me caliento las manos mi aliento y las froto en mis hombros para entrar en calor. - Y esto no abriga mucho ¿sabes? - Me río ligeramente, señalando el vestido. No es que no abrigue mucho, es que no abriga nada en absoluto.
Escucho, de repente, un sonido que se me hace conocido. Una combinación entre pasos y maullidos dirigiéndose hacia nosotros. Cuándo miro por encima del hombro del muchacho, un gato blanco se aproxima a toda velocidad. ¡Allí está! Al fin, no tenía que seguir buscando ni preocuparme por lo que le había ocurrido. - ¡Summer! - Me arrodillo y salta a mis brazos. La abrazo aliviada y noto que ella también lo está, además de fría, aunque se nota que lleva allí dentro un rato. Menos mal que ha encontrado a alguien de buen corazón. Con Sum todavía encima, me levanto. - Me había parecido verla entrar, por eso llamé a tu puerta. Siento haberte molestado pero se escapó y llevo un buen rato buscándola - Sigo acariciándola, escuchando con satisfacción su ronroneo de gustillo. Ahora sólo rezo porque no se equivoque y del gusto se transforme en humana. - Que bien que se ha encontrado a alguien bueno. Muchas gracias por haberla entrado en casa - Me acerco y le doy un beso de agradecimiento en la cada mejilla. Espero haberle transmitido el gran agradecimiento que siento por él ahora mismo.
Estoy apunto de abrir la puerta para marcharnos de vuelta al burdel cuándo Sum salta y se va corriendo por dónde había venido. Grito, para que vuelva, pero nada. - Creo que ahora no quiere volver - Me muerdo el labio, en cierto modo agradecida porque yo tampoco tengo ganas de volver con este frío. Pero tampoco podemos quedarnos en casa de ese chico eternamente. Le miro con cara de buena chica, porque no sé cómo pueda reaccionar.
Con esa idea en la cabeza entro sin esperar a que me den paso y le obligo a cerrar la puerta. Mucho mejor. Me apoyo en la puerta ya cerrada y suspiro. - Siento haber sido tan brusca, pero hace un frío de mil demonios. - De nuevo me caliento las manos mi aliento y las froto en mis hombros para entrar en calor. - Y esto no abriga mucho ¿sabes? - Me río ligeramente, señalando el vestido. No es que no abrigue mucho, es que no abriga nada en absoluto.
Escucho, de repente, un sonido que se me hace conocido. Una combinación entre pasos y maullidos dirigiéndose hacia nosotros. Cuándo miro por encima del hombro del muchacho, un gato blanco se aproxima a toda velocidad. ¡Allí está! Al fin, no tenía que seguir buscando ni preocuparme por lo que le había ocurrido. - ¡Summer! - Me arrodillo y salta a mis brazos. La abrazo aliviada y noto que ella también lo está, además de fría, aunque se nota que lleva allí dentro un rato. Menos mal que ha encontrado a alguien de buen corazón. Con Sum todavía encima, me levanto. - Me había parecido verla entrar, por eso llamé a tu puerta. Siento haberte molestado pero se escapó y llevo un buen rato buscándola - Sigo acariciándola, escuchando con satisfacción su ronroneo de gustillo. Ahora sólo rezo porque no se equivoque y del gusto se transforme en humana. - Que bien que se ha encontrado a alguien bueno. Muchas gracias por haberla entrado en casa - Me acerco y le doy un beso de agradecimiento en la cada mejilla. Espero haberle transmitido el gran agradecimiento que siento por él ahora mismo.
Estoy apunto de abrir la puerta para marcharnos de vuelta al burdel cuándo Sum salta y se va corriendo por dónde había venido. Grito, para que vuelva, pero nada. - Creo que ahora no quiere volver - Me muerdo el labio, en cierto modo agradecida porque yo tampoco tengo ganas de volver con este frío. Pero tampoco podemos quedarnos en casa de ese chico eternamente. Le miro con cara de buena chica, porque no sé cómo pueda reaccionar.
Alina1- Humano Clase Baja
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Re: Close encounter / Alina
Todo es extraño. No sé por qué, pero viendo a ésta chica no puedo más que hurgar entre las partes más añejas y olvidadas de mi memoria evocando un recuerdo que genera un poderoso chispazo. Hace tanto de aquello que ocurrió, pero aún sigue fresco en mi memoria como si hubiera sido ayer. Tengo la mala costumbre de parpadear cuando algo me desconcierta o me sorprende, así pues, esta vez no es la excepción. Parpadeo. Por un momento me bloqueo. Esto aquí parado, pero mi mente está un poco desconectada de la realidad.
-Eh, si, si disculpa – Es más que obvio que la gatita llamada Summer no quiere ir a los brazos de su dueña y yo soy un completo mal educado desconsiderado por no haberle hecho pasar a mi casa desde un principio-. Discúlpame, entra, entra por favor, hace mucho frío allá a fuera. -Me hago a un lado para abrirle el paso- Toma asiento por favor, estaba por cenar leche y pan… -Estoy nervioso, mucho muy nervioso ¿Por qué me siento así? - << Porque nadie viene a visitarte, tonto >> -Disculpa el desorden, he estado todo el día fuera y… << Si le dices que tu vida social es casi nula, te va a considerar todo un perdedor >> - Y… no me ha dado tiempo de asear - Carraspeo haciéndole hueco en el único sillón de mi pequeña casa- Traeré algo para que te abrigues, permíteme un momento.
Me dirijo al siguiente cuarto, buscando algo en mi armario que le cobije. Al no encontrar nada decente, opté por hacerme del cobertor de mi cama que es bastante calientito y suave-. Bien creo que por el momento bastará con esto – Me acerco tímidamente, estirando mi mano para que lo tome. La gatita por su parte sigue tomando su leche, ondulando su cola y ronroneando. -Es una gatita encantadora. Me sorprende lo rápido que se ha recuperado, hace unos minutos casi no podía moverse. Pero creo que la leche hace milagros. – Bromeo un poco – ¿Te apetece un vaso de leche y una pieza de pan? – le pregunto por educación. Ya estoy sirviendo el líquido en u recipiente y buscando un plato para que coloque su pan-. Está recién hecho, es de mantequilla…
La pequeña mesa que estaba frente al sofá, tiene algunas chucherías encima, que me apresto a quitar del paso para que tome asiento.
-Por favor – le saco la silla mientras Summer pega un brinco subiendo a la superficie plana de la mesa haciendo sus ruidos gatunos -. ¡Vaya! Qué minina tan más curiosa. – El aura de la felina presentaba otro color -. ¿Tienes mucho tiempo con ella? Quiero decir… Parece que sus cojinetes aún están rosados. No sé mucho sobre gatos, pero en alguna parte escuché que cuando los tiene rosas, es que aún son muy pequeños de edad, algunos pocos meses de vida. – Para entonces ya me he servido mi cena, tomando asiento frente a ella. – Por cierto ¿Puedo saber tu nombre?
Esta pregunta debió haber sido hecha desde el principio, pero vamos, ¿qué se puede esperar de mí? El ser social no es uno de mis puntos fuertes, mucho menos en tales circunstancias-. No te había visto antes por aquí ¿Vives cerca? - De pronto demasiadas preguntas. Espero no me lo tome a mal, simplemente tengo curiosidad y quiero ser cordial con ella, más nada.
-Eh, si, si disculpa – Es más que obvio que la gatita llamada Summer no quiere ir a los brazos de su dueña y yo soy un completo mal educado desconsiderado por no haberle hecho pasar a mi casa desde un principio-. Discúlpame, entra, entra por favor, hace mucho frío allá a fuera. -Me hago a un lado para abrirle el paso- Toma asiento por favor, estaba por cenar leche y pan… -Estoy nervioso, mucho muy nervioso ¿Por qué me siento así? - << Porque nadie viene a visitarte, tonto >> -Disculpa el desorden, he estado todo el día fuera y… << Si le dices que tu vida social es casi nula, te va a considerar todo un perdedor >> - Y… no me ha dado tiempo de asear - Carraspeo haciéndole hueco en el único sillón de mi pequeña casa- Traeré algo para que te abrigues, permíteme un momento.
Me dirijo al siguiente cuarto, buscando algo en mi armario que le cobije. Al no encontrar nada decente, opté por hacerme del cobertor de mi cama que es bastante calientito y suave-. Bien creo que por el momento bastará con esto – Me acerco tímidamente, estirando mi mano para que lo tome. La gatita por su parte sigue tomando su leche, ondulando su cola y ronroneando. -Es una gatita encantadora. Me sorprende lo rápido que se ha recuperado, hace unos minutos casi no podía moverse. Pero creo que la leche hace milagros. – Bromeo un poco – ¿Te apetece un vaso de leche y una pieza de pan? – le pregunto por educación. Ya estoy sirviendo el líquido en u recipiente y buscando un plato para que coloque su pan-. Está recién hecho, es de mantequilla…
La pequeña mesa que estaba frente al sofá, tiene algunas chucherías encima, que me apresto a quitar del paso para que tome asiento.
-Por favor – le saco la silla mientras Summer pega un brinco subiendo a la superficie plana de la mesa haciendo sus ruidos gatunos -. ¡Vaya! Qué minina tan más curiosa. – El aura de la felina presentaba otro color -. ¿Tienes mucho tiempo con ella? Quiero decir… Parece que sus cojinetes aún están rosados. No sé mucho sobre gatos, pero en alguna parte escuché que cuando los tiene rosas, es que aún son muy pequeños de edad, algunos pocos meses de vida. – Para entonces ya me he servido mi cena, tomando asiento frente a ella. – Por cierto ¿Puedo saber tu nombre?
Esta pregunta debió haber sido hecha desde el principio, pero vamos, ¿qué se puede esperar de mí? El ser social no es uno de mis puntos fuertes, mucho menos en tales circunstancias-. No te había visto antes por aquí ¿Vives cerca? - De pronto demasiadas preguntas. Espero no me lo tome a mal, simplemente tengo curiosidad y quiero ser cordial con ella, más nada.
Joshua Maloney- Cambiante Clase Baja
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Re: Close encounter / Alina
Por un momento tengo miedo. Pienso que el muchacho, que al fin y al cabo es un completo desconocido, nos va a echar de mala manera. No tiene por qué hacer otra cosa en realidad. Pero, sorprendentemente, se muestra todo lo contrario a lo que me he imaginado. En un abrir y cerrar de ojos tengo una manta encima y casi una disculpa por no haberme ofrecido nada con anterioridad. Admito que estoy sorprendida. Bastante. ¿Por qué lo hace? Porque es un buen samaritano, quizás. O porque espera algo a cambio.. No desconfies, me digo. No se lo merece. Parece un muchacho sensato y amable, así que, puede ser simplemente eso. Un buen muchacho, que prefiere ofrecer algo a una desconocida que dejar que se congele en una fría noche. Me animo de pensar que quedan personas tan generosas y estoy contenta por haber encontrado una de esa forma tan casual. Desde luego, la gente que frecuento ni por asomo podría ser así. Las personas como él no necesitan de lo que hay allá dónde yo estoy. Las personas como él prefieren estar en casa con sus familias, porque sin duda tienen cálidas familias siempre esperándolos. Y, pensando en ello, me extraña no ver a nadie más en aquel lugar. Está demasiado solitario, para una persona tan generosa.
Acepto y agradezco el alimento que me ofrece, y antes de siquiera pensarlo estoy sentada en la mesa, comiendo y bastante más caliente que antes gracias al cobertor que cubre casi todo mi cuerpo. Todavía incrédula, escucho al muchacho sin mediar palabra. Casi no me atrevo a hablar, creyendo que si lo hago dejaré de soñar y volveré al momento en la puerta, a punto de salir al frío. Pero si el chico me pregunta, aunque sea un sueño, será de mala educación quedarme callada y no responder. - La gata en realidad no es mía - Hablo todavía con algo de pan en la boca, por lo que me tapo ligeramente con la mano. Sí, ya sé que lo de ser refinada no va conmigo, pero cuándo tengo que trabajar de acompañante en las fiestas tengo que aparentar que soy uno de ellos, y al final acabo por coger costumbres innecesarias. Aunque en este caso, creo que es una forma de agradecer su amabilidad. Qué menos que ser un poco educada ¿no?. - Apareció un día - Miro al animal de reojo, refiriéndome a ella un poco con sorna. En realidad no estoy mintiendo, aunque tampoco diga toda la verdad. - Así que no tengo ni la menor idea del tiempo que tenga. - En ese momento se acerca, dejando su importante tarea de zampar como si no hubiera un mañana, para frotarse con mis pies. - De todos modos, creo que no vas muy desencaminado. Tiene ciertas actitudes infantiles de tanto en cuándo ¿verdad? - Le sonrío con guasa, acariciándola entre las orejas. Esta te la guardo, bonita.
Inesperadamente, o quizá no tanto, me pregunta mi nombre y dónde vivo. O, más concretamente, si vivo por allí cerca. ¿Y cómo le digo que he salido del burdel más cercano? Y que si no me ha visto por allí es porque frecuento unos sitios que seguramente él ni conocería. En lo más mínimo. Carraspeo, simulando que se me ha ido algo del pan por mal sitio y tomo algo de leche para pasarlo, es la única forma de ganar más tiempo mientras pienso en qué responder sin que suene a la mentira que será - Lo cierto es que estoy.. de vacaciones. He venido a visitar a mis tíos y no llevo mucho tiempo por aquí. - Con la tontería de inventar un cuento, se me olvidó presentarme. - Ah y me llamo Alina. ¿Y tú? ¿Quién es el valeroso caballero que me ha salvado en esta fría noche de invierno? - Bromeo, haciendo que suene un poco a teatro. No es muy frecuente que me vengan ganas de hacer ningún tipo de bromas, así que supongo que la comida caliente y el calor del cobertor han hecho efecto en mi. Y su amabilidad, obviamente. - Rectifico, nos ha salvado. En realidad si no la hubieras encontrado tú primero, no sé si habría llegado a tiempo - Ahora Summer estaba en mi regazo y acaricio su lomo con cariño. Ella está tan tranquila como yo y esta sensación de paz que siento me resulta demasiado extraña como para pasarla por alto.
Acepto y agradezco el alimento que me ofrece, y antes de siquiera pensarlo estoy sentada en la mesa, comiendo y bastante más caliente que antes gracias al cobertor que cubre casi todo mi cuerpo. Todavía incrédula, escucho al muchacho sin mediar palabra. Casi no me atrevo a hablar, creyendo que si lo hago dejaré de soñar y volveré al momento en la puerta, a punto de salir al frío. Pero si el chico me pregunta, aunque sea un sueño, será de mala educación quedarme callada y no responder. - La gata en realidad no es mía - Hablo todavía con algo de pan en la boca, por lo que me tapo ligeramente con la mano. Sí, ya sé que lo de ser refinada no va conmigo, pero cuándo tengo que trabajar de acompañante en las fiestas tengo que aparentar que soy uno de ellos, y al final acabo por coger costumbres innecesarias. Aunque en este caso, creo que es una forma de agradecer su amabilidad. Qué menos que ser un poco educada ¿no?. - Apareció un día - Miro al animal de reojo, refiriéndome a ella un poco con sorna. En realidad no estoy mintiendo, aunque tampoco diga toda la verdad. - Así que no tengo ni la menor idea del tiempo que tenga. - En ese momento se acerca, dejando su importante tarea de zampar como si no hubiera un mañana, para frotarse con mis pies. - De todos modos, creo que no vas muy desencaminado. Tiene ciertas actitudes infantiles de tanto en cuándo ¿verdad? - Le sonrío con guasa, acariciándola entre las orejas. Esta te la guardo, bonita.
Inesperadamente, o quizá no tanto, me pregunta mi nombre y dónde vivo. O, más concretamente, si vivo por allí cerca. ¿Y cómo le digo que he salido del burdel más cercano? Y que si no me ha visto por allí es porque frecuento unos sitios que seguramente él ni conocería. En lo más mínimo. Carraspeo, simulando que se me ha ido algo del pan por mal sitio y tomo algo de leche para pasarlo, es la única forma de ganar más tiempo mientras pienso en qué responder sin que suene a la mentira que será - Lo cierto es que estoy.. de vacaciones. He venido a visitar a mis tíos y no llevo mucho tiempo por aquí. - Con la tontería de inventar un cuento, se me olvidó presentarme. - Ah y me llamo Alina. ¿Y tú? ¿Quién es el valeroso caballero que me ha salvado en esta fría noche de invierno? - Bromeo, haciendo que suene un poco a teatro. No es muy frecuente que me vengan ganas de hacer ningún tipo de bromas, así que supongo que la comida caliente y el calor del cobertor han hecho efecto en mi. Y su amabilidad, obviamente. - Rectifico, nos ha salvado. En realidad si no la hubieras encontrado tú primero, no sé si habría llegado a tiempo - Ahora Summer estaba en mi regazo y acaricio su lomo con cariño. Ella está tan tranquila como yo y esta sensación de paz que siento me resulta demasiado extraña como para pasarla por alto.
Alina1- Humano Clase Baja
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Re: Close encounter / Alina
Se llama Alina, es un bonito nombre así como ella; su cabello y el color de sus ojos me hace recordar aquel primer amor que tuve en la adolescencia e inclusive los nombres se parecen fonéticamente: Alina y Alannah.
-Me Llamo Joshua, pero todos me dicen Josh -me encojo de hombros dándole una buena mordida a mi pan de canela- Soy relativamente nuevo la ciudad y bueno, intento ser actor. Hace un tiempo trabajé en una compañía teatral, pero ahora soy actor itinerante, quiero decir, que me reúno con unos grupo de jóvenes principiantes intentando hacer que crezca la compañía y ganar un poco de dinero. -le sonrío con franqueza porque es la verdad, a mí no me interesa el dinero, si no hacer lo que me apasiona, que es actuar. En ése instante - mientras la gatita se acerca a que le hagan más cariños ganándose los detrás de la oreja y lomo acolchado; se hace un silencio, mismo que aprovecha la felina para saltar hacia mi cabeza y jugar con mi cabello con sus dos patitas delanteras a la vez.
-Me gustan los gatos, suelen ser muy inteligentes e independientes y por lo que acabo de escuchar y de observar, ésta minina no es la excepción, es una pequeña traviesa.- No estoy molesto, por el contrario me hace sonreír de oreja oreja. Inmediatamente después baja de mis hombros, dando unos pasitos hacia Alina, maullando y parándose sobre sus patas traseras. Yo estoy encantado y fascinado, sonriendo como no lo he hecho en semanas.- Tienes suerte de tenerla es todo un caso si pudieras adiestrarla sido un auténtico espectáculo en la hora de la data vuelve a cambiar de color entre cierro los ojos será acaso que posiblemente podría tratarse de bueno no importa no quiero indagar más allá de lo que me conciernesuerte de tenerla es todo un caso si pudieras adiestrarla sería un auténtico espectáculo - El aura de la gata vuelve a cambiar de color. Entre cierro los ojos. ¿Será acaso que...? posiblemente podría tratarse de... Bien, no importa, no quiero indagar más allá de lo que me concierne. Yo estoy disfrutando de una velada improvisada, al lado de una grata compañía. -¿Puedo saber tu edad? Yo tengo veintiuno. (En realidad tengo el doble, pero no voy a decírselo, no me creería de cualquier forma) Le miro directamente a sus ojos grandes y vivaces; ella es de esas personas de sangre liviana con las cuales puedes charlar tranquilamente, como si le conociera de tiempo atrás o al menos es lo que percibo, porque generalmente soy muy tímido cuando de entablar conversaciones se trata; pero esta vez es distinto, me siento cómodo.
Termino los últimos sorbos de leche, limpiando todo el rastro de la musma de mis labios.
-Me Llamo Joshua, pero todos me dicen Josh -me encojo de hombros dándole una buena mordida a mi pan de canela- Soy relativamente nuevo la ciudad y bueno, intento ser actor. Hace un tiempo trabajé en una compañía teatral, pero ahora soy actor itinerante, quiero decir, que me reúno con unos grupo de jóvenes principiantes intentando hacer que crezca la compañía y ganar un poco de dinero. -le sonrío con franqueza porque es la verdad, a mí no me interesa el dinero, si no hacer lo que me apasiona, que es actuar. En ése instante - mientras la gatita se acerca a que le hagan más cariños ganándose los detrás de la oreja y lomo acolchado; se hace un silencio, mismo que aprovecha la felina para saltar hacia mi cabeza y jugar con mi cabello con sus dos patitas delanteras a la vez.
-Me gustan los gatos, suelen ser muy inteligentes e independientes y por lo que acabo de escuchar y de observar, ésta minina no es la excepción, es una pequeña traviesa.- No estoy molesto, por el contrario me hace sonreír de oreja oreja. Inmediatamente después baja de mis hombros, dando unos pasitos hacia Alina, maullando y parándose sobre sus patas traseras. Yo estoy encantado y fascinado, sonriendo como no lo he hecho en semanas.- Tienes suerte de tenerla es todo un caso si pudieras adiestrarla sido un auténtico espectáculo en la hora de la data vuelve a cambiar de color entre cierro los ojos será acaso que posiblemente podría tratarse de bueno no importa no quiero indagar más allá de lo que me conciernesuerte de tenerla es todo un caso si pudieras adiestrarla sería un auténtico espectáculo - El aura de la gata vuelve a cambiar de color. Entre cierro los ojos. ¿Será acaso que...? posiblemente podría tratarse de... Bien, no importa, no quiero indagar más allá de lo que me concierne. Yo estoy disfrutando de una velada improvisada, al lado de una grata compañía. -¿Puedo saber tu edad? Yo tengo veintiuno. (En realidad tengo el doble, pero no voy a decírselo, no me creería de cualquier forma) Le miro directamente a sus ojos grandes y vivaces; ella es de esas personas de sangre liviana con las cuales puedes charlar tranquilamente, como si le conociera de tiempo atrás o al menos es lo que percibo, porque generalmente soy muy tímido cuando de entablar conversaciones se trata; pero esta vez es distinto, me siento cómodo.
Termino los últimos sorbos de leche, limpiando todo el rastro de la musma de mis labios.
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