Theodore Morandé

Personalidad

Con un diáfano cabello, de matices marrones y dorados. Corto a la altura de las orejas y desacomodado a ambos lados y hacía arriba, incontrolables. Su piel consta de un tono ligeramente amarronado, sin llegar a ser oscuro, pero tampoco níveo. Pareciera que está expuesto continuamente al sol. Las líneas de su ambiguo cuerpo son estremecedoramente encantadoras, con huesos marcados en sus caderas y entre medio de su pecho. Sus músculos están desarrollados a la altura de su abdomen, pero no son demasiado profundos. Más bien es una escultura cuidadosamente armada, sin llegar a lo tosco. Maneja unos brazos formados y hombros hinchados, como si con ellos trabajara continuamente. Pero son sus piernas las que se destacan entre su figura. Anchas y pesadas, demuestran el carácter de su fortaleza y dureza. Pero análogamente, su altura y sus miembros elastizados le dan la agilidad que balancea sus atributos. Con un metro noventa y ochenta y ocho kilos lleva un físico acorde y a su vez, extrañamente juvenil.

Su rostro tiene una expresión siempre severa, pero sin rozar lo hostil. Pudiendo ponerse varias máscaras según dé lugar la ocasión. Difícilmente éstas resbalan, pues tiene la habilidad de mantenerse controlado aún en los momentos más difíciles. Llegando a ser un muy buen negociante y embustero. Lleva unas cejas populosas oscuras y alzadas en el final; unos ojos alargados color ámbar, levemente ovalados y con cortas pero oscuras pestañas alrededor. Su nariz es pequeña y respingada, acorde con su rostro y parece evocar perfectamente en el centro de su fisionomía. Por otro lado, tiene unos labios finos y curvos en la parte superior; alargados y apenas rosados. Con una barba clara alrededor, cuidada sin llegar a ser demasiado bullosa. Sus rasgos son más bien cuadrados y angulosos dándole sin duda una apariencia masculina y viril. No tiene marcas en su altura, lo cual denota que es de clase alta. Tan solo lleva una larga cicatriz en su espalda, que va por toda su columna, desde la altura de los hombros hasta la curvatura de sus glúteos y raramente alguien puede verla. Está adornada con grietas en los costados, que con imaginación pueden simularse a cuatro colmillos. Su dermis conserva una cantidad de vello acorde a su sexo, sin ser demasiado exagerada.




Un niño que no fue libre de elegir la vida que quería llevar. Cómo muchos dicen, nació en la cuna de oro de la familia Morandé, donde su padre Jean Victor trabajaba como un político y militante, general en jefe de los ejércitos del Norte. Estaba claro para él, que debía llevar el mismo destino que su padre y por ende fue educado para ello. Vivió desde su nacimiento al cuidado de su madre y las sirvientas. Quienes no conversaban mucho con él; se decía que había que mantenerlo solitario y sin apegarse a la gente, mucho menos de aquel calibre. Así que su vida fue como la de una flor en cautiverio, hermosa y sin errores ni dolores. Aprendió cuanto pudo, tanto física como mentalmente. Se preguntarán si alguna vez se reveló, la realidad es que no lo hizo y jamás se le ocurrió. Ver a su padre era un orgullo y amar a su madre y obedecerla siempre le pareció lo lógico.

A los diez años fue la única vez que su camino se desvió de lo previsto, no fue imprudencia, tampoco orgullo. Por el contrario fue el mal el que lo persiguió. En la primera noche de luna llena luego de su décimo cumpleaños los guardianes de la casa y la servidumbre corría desesperadamente por toda la mansión. Gritando, saltando y desparramando sangre por cada rincón. Alguien había entrado a la casa. En principio, había pensado en no salir, quedarse aferrado a su habitación y esconderse como un cobarde. Pero eso no era para lo que lo habían tenido. Él iba a ser un futuro militar, debía tener valor. Claro, ese fue el pensamiento de un pequeño niño, que tan solo buscaba ser el orgullo de su familia.

Salió con una lanza de plata y oro que le habían regalado hacía no más de un mes para su cumpleaños. Con la cabeza en alta se dirigió directamente a la habitación de su madre, tenía que protegerla. Su padre no estaba, seguía en el Norte en una lucha contra los rebeldes. Él era el hombre de la casa. Y cuando entró a aquella habitación por demás de grande y oscura vio en lo que se había metido. Un gigante monstruo negro devoraba el cuello de su progenitora como si no hubiese un mañana, mientras que por detrás, unos hombres de extraños trajes armados lanzaban balas contra la bestia. Se preguntó quiénes eran, pero su acelerado corazón al ver a su madre gritando dolorosamente solo lo llevó a abalanzarse para clavar la lanza en el cuello del animal. Así le habían enseñado a cazar. Justo y de un solo golpe, ‘así la carne no termina dura, el animal debe morir tranquilo’, eso le habían dicho. Pero él no contó con que aquel lobo podría dar su último golpe. Y lanzado sobre una ya moribunda mujer, abrazándola desconsoladamente, aquel ser se lanzó de un gruñido, desgarrando las ropas del niño, untando las garras en la profundidad de su columna, para luego clavar los colmillos impetuosamente allí.

Cuando se despertó una habitación completamente blanca y vacía lo rodeaba. Los inquisidores habían terminado de asesinar al licántropo. Y ahora lo observaban a él con completa frialdad. ‘Es el hijo de un general’ decían entre ellos; ‘él llegará en la noche’, respondían otros más. Y así fue, esa misma noche su padre llegó con el rostro más triste que jamás conoció. Plagado de sentimientos que se debatían entre la tristeza, la felicidad y el apeno. Su legítimo hijo estaba vivo, pero estaba maldito y su mujer asesinada. Theodore era el único que había sobrevivido a las garras del animal. Y ahora en su sangre se estaba mezclando con el gen de un lobo.

Explicarle al niño lo que pasaría con él fue difícil, pero hacer una alianza con la Iglesia fue aún peor. Aceptaron que se quede con su apellido y herencia. Incluso no le obligaron a entrar en la inquisición. Pero la condición era más terrorífica que eso. Cada noche de luna llena debía encerrarse en una gran jaula que por dentro era de acero y por fuera de plata. Si intentaba agarrarse de los barrotes sufría un dolor tan atroz que sus gritos podían escucharse en todo el recinto. Le obligaron a seguir los mandatos de una bruja de la iglesia. Quien intentaría sacar a la luz su verdadera personalidad en aquel estado asqueroso e irreversible. Claro que no funcionó, pocas veces podía recordar algo en el día siguiente. Y cuando lo hacía era horrible y desgarrador. Pero él entendió que eso era lo mejor a no más de los tres años de haber sido convertido. Sí, al principio fue difícil, demasiado doloroso. Pero las heridas sanaban, ninguna marca quedaba en su cuerpo más que las líneas de su espalda. Consiguió que lo dejaran ir a peleas del bajo mundo, pues cuando se ponía nervioso terminaba sacando todas sus energías extras en los maestros o muebles. Y así su control empezó a hacerse cada vez mejor.

Y siguió como estaba planeado todo. Con la frente en alta y el orgullo más arriba. No dudó un segundo en continuar haciendo lo que su fallecida madre le había encomendado. Las riendas de la casa eran más suyas que nunca. Y los años fueron pasando, no solo para él, sino que para su padre también. Ya demasiado viejo para seguir trabajando terminó por retirarse. Con Theodore en dirección de los cargos políticos no había que temer. Pero había algo que aún no había cumplido. Debía casarse y tenía que ser con una muchacha de clase y madurez suficiente. Él en apariencia tan solo parecía de unos treinta años, edad suficiente para conseguir pareja por ser hombre. Ya que las mujeres se casaban mucho antes. Pero tenía que apurarse, su progenitor deseaba verlo con el anillo antes de partir y eso tan solo le dejaba unos pocos años para decidirlo.




► Habilidades y atributos innatos:

→ Habilidades: Sigilo, sentidos aumentados, buenos reflejos, agilidad, flexibilidad, velocidad y fuerza sobrehumana.
→ Atributos: Garras afiladas, dentadura afiliada, rasgos lobunos (en su forma transformada) y longevidad.

► Poderes innatos:

→ Transformación: Habilidad de cambiar de forma humana a animal y viceversa. Cuando el licántropo está en su forma transformada aumenta un 50% su potencia física.
→ Sanación acelerada: Habilidad para sanar rápidamente heridas y contusiones no tan graves (esto no aplica al desmembramiento; si les arrancan un brazo, el brazo no volverá a crecer). El tiempo de recuperación varía según el personaje y la gravedad de la herida o lesión. Cuando se trata de balas de plata o fuego pueden morir si las heridas son muy graves.
→ Percepción del aura: Habilidad para ver las auras de otros seres, cuyos colores indican su humor, identidad y nivel de hostilidad, de este modo saben si están bajo amenaza. Este poder también les permite reconocer a otros licántropos cuando no están transformados e identificar a los vampiros gracias a su aura pálida y su característico olor.

► Poderes elegidos:

→ Bloqueo mental: Es la habilidad para bloquear su mente y nadie (ni siquiera los vampiros que leen mentes) pueden saber lo que piensa.
→ Telepatía y comunicación con los animales: Habilidad para comunicarse con otros licántropos por medio de la mente (cuando están transformados) y con otros animales que no sean parte de su raza (incluidos los Cambiaformas). Funciona únicamente a cortas distancias.
→ Adherencia: Capacidad para pegarse a las paredes. Esta habilidad le permite trepar grandes edificios.






•Gustos: Apasionado por el aprendizaje y la lectura pesada, solo lee aquello que le introduce nuevos y efectivos conocimientos para la vida. Gusta despilfarrar y demostrar que muchas veces es más que los demás. Pero es muy cauteloso, disfruta de engañar a las personas. Y cuando tiene un deje de intensión saborea los momentos de desgracias ajenas, llegando a ser bastante cruel.
Sus bebidas predilectas son las infusiones calientes como el té y el café. Y en la parte alcohólica prefiere la cerveza y los licores pesados, a la crema. Su alimentación consta prácticamente cien por ciento de carne, pudiendo ser cruda o cocinada. Solo pasa algunas pocas verduras por pura obligación.

•Hobbies: Gastar sus energías tanto sexual como violentamente. Aunque también gusta de hacer ambas cosas al mismo tiempo y lo hace cuando así lo desea.
Su principal deporte son las peleas clandestinas, lo cual utiliza como foco de entrenamiento y gran gastadero de potencia cuando lo único que quiere es sentir sangre y sudor.

•Manias: Obsesivo con aquello que desea y posesivo con aquello que tiene. No puede detenerse cuando está en la búsqueda de algo. Llegando a ponerse completamente irritable. Hasta que no lo consigue puede llegar a mover el mundo.

•Disgustos:  Los negocios que no tienen ganancia suficiente. Las conversaciones sin razones. Todo aquello que no tenga un fin. Detesta el ocio, aunque quizá es porque no ha aprendido a disfrutarlo.