I'm not the only one || Vane Kramm

por **Elektra Koslova** Dom Ene 25, 2015 6:39 pm

Otro tarde mas como aquella, en la lejanía de lo que fue el lugar que le vieron nacer a ella y sus ante pasados, lejos de las tumbas de sus familiares, si es que hubiese alguna, y no fuesen convertidos en cenizas, ardiendo por una causa que no tenía pies y cabeza. Todos ellos eran buenas personas, habían sido criados para servir a los demás, para hacer las cosas de forma correcta, su padre era un gran hombre, nadie de su familia debió tener aquel final. Lo que siempre la llevaba a pensar, ¿porque ella? ¿Por qué solo a ella se le otorgo el regalo de seguir con vida?…Aunque si aquello era poder vivir, más valdría estar muerta. Sola en el mundo, y bajo la estricta vigilancia de los asesinos que acabaron con su familia, se sentía agradecida y a la vez no con aquel doctor que la había tomado bajo custodia cubriéndole las espaldas. Pero a la vez, era solo una maldita prisionera al fin de cuenta. Si no era de este…lo era de sus fantasmas.

La castaña salió de su encierro, por lo menos las labores para ella se habían acabado después del almuerzo. Ayudar a arreglar la cocina de aquella mansión después de la comida del medio día era su última labor doméstica, por disposición del patrón, Cosas como aquella y algunas lecciones eran impuestas por su mismo salvador para mantenerla ocupada y enseñarla a ser útil. Algunas veces creía que era solo un objeto a través del cual el amo expiaba sus pecados, creyendo que hacia una buena obra, otras...las más terrible, pensaba que aquella¨ hospitalidad¨ era solo una fachada para ganar su confianza con la esperanza de que a las buenas pudiesen sacarle algo más, sin sal certeza del saber… qué? Porque ella no sabía ni tenía nada. Dudaba incluso ya que ella misma se perteneciese.

En vez de enclaustrase en su cuarto a leer hasta la hora de la cena decidió correr un poco, perderse en los bastos bosques para dar rienda a su verdadera naturaleza y recordarse por unos breves instantes lo que era la libertad de ser ella misma, en contacto Gea. Se fue adentrando poco a poco, perdiéndose entre la maleza y los tupidos árboles, llegando justo un lugar suficiente alejado para ser buscada y donde además había unos espesos arbustos , allí escondería sus pertenecías y luego volvería por ellas. Zapatos, vestido y ropa interior fuera, la cambiante estaba justo como Dios le había traído al mundo, cerró los ojos y lleno sus sentidos cono el olor de la hierba y tierra húmeda, el sonido del agua, de las hojas de los arboles mecerse, de los pájaros, sentir la briza acariciar su piel, cada espacio de ella, al final opto por su forma habitual. Un lobo tan blanco como la nieve…para ella aquello seria simple. Empezó a correr, sus pasos eran certeros, seguros y rápidos, sus patas se movían incluso con la velocidad aumentada de aquella feroz bestia.

Al llegar al claro donde estaba acostumbrada a correr, pudo observar como un ser que deambulada por el mismo sitio… le observo en silencio, sin hacer el menos ruido, mientras este se perdió nuevamente el siguió el rastro de su olor, uno peculiar que conocía muy bien y aquello le asusto, pero a la vez le lleno de alivio. No había encontrado otro como ella después de perder a su familia.

-Debería transformarme?
Pensó en aquel momento, quizás no era prudente, que tal si fuese peligroso hacerlo? Que tal si fuese uno de ellos, una trampa?, se acercó otro paso, el sonido de una rama crujiendo bajo sus pies habría de alertarle dejando en descubriendo su posición, por lo cual decidió mostrarse aun, solo mirándole fijamente a los ojos, en silencio, esperando que pudiese reconocerle también por el particular olor que solo su raza compartia.

por **Vane Kramm** Lun Ene 26, 2015 7:46 am

En medio del bosque parisiense escondida entre la alta vegetación y los tupidos árboles, se escondía una aldea de cambiantes. Desde muchas generaciones atrás la familia ya se había unido bajo aquellas premisas y aunque aún siguieran algunas leyes antiguas como el linaje puro de la sangre, la verdad era que aquel sistema de vivir en comunidad les había salvado de la muerte y caza progresiva de los cazadores.
El cambiante solitario hacia años se encontraba en el punto de mira de todo sistema represor como lo era la inquisición y los cazadores. Ya que un solo cambiante poco podía hacer para defenderse en una redada, mientras que una unión fuerte de cambiantes siempre tenía más posibilidades de salir victorioso ante un ataque sorpresa. Y aquella era la fuerza de la manada de Gaspard. La unión. Ya que sin aquel sistema de supervivencia, más de la mitad de familias yacerían bajo tierra o en las prisiones deplorables inquisitorias esperando sus sentencias.

Desde que años atrás los Cossment adquirieran el control de la manada, Vane, desde bien pequeño el más fuerte e inquieto de la manada, fue llamado como la mano derecha de Gaspard, ocupándose entonces él de que todo estuviera bien en las ausencias o partidas que el líder hiciera. Asumiendo entonces el riesgo y la protección de los suyos como algo propio. Y en las últimas noches se había pasado al mando de todos los felinos a sus cargo más de lo acostumbrado a causa de las cacerías constantes, lo que obligaban al líder a ausentarse.
Hasta la noche anterior, en que ya había vuelto y todo volvió a la normalidad. Incluyendo por normalidad; las escapadas del felino.

Por eso, aquella mañana Vane salió temprano de la aldea. Así su puma se lo había exigido y necesitado de sentir la libertad del bosque lejos de todas sus obligaciones tras dejar a Gaspard en buenas manos, el felino partió a recorrer los perímetros de la manada. Nunca estaba de más un control para asegurar que los cazadores no investigaran tan cerca de la manada y de las familias de felinos que en ella convivían.

Dejó sus pantalones bajo un árbol y enseguida sin pensar siquiera en la transformación su cuerpo adquirió su forma habitual. La más pequeña de las tres. No obstante, no la más débil.
Su cuerpo pronto dejó la figura humana atrás y el puma surgió de su piel quien tras un gruñido más bien afilado, saltó a la carrera entre la vegetación. Hacía tres días que no desataba su naturaleza de su humanidad y sus pieles lejos de permanecer tranquilas, se encontraban exaltadas, deseosas de buscar nuevas aventuras y ponerse a prueba. Porqué la vida de todo cambiante se resumía a la supervivencia constante.

Sus fuertes patas lo impulsaban con fuerza en su carrera y como más lejos se encontraba de los parámetros de los terrenos establecidos, más observador se volvía el felino. Podía oír las pisadas de un conejo de camino a su madriguera, un rebaño de ciervos bebiendo en un río cercano e incluso bajo sus patas sentía las apresuradas y trabajadoras hormigas. Con las orejas en alto se aseguró de que no hubiera ningún peligro y así anduvo un buen rato sin un rumbo fijo hasta que le llegó un olor singular, aunque familiar, que lo hizo detenerse por un breve tiempo.
Vane contaba con amistades de otros cambiantes diferentes a los suyos. Y sin embargo, aquella presencia lo fascinó. Jamás había olido nada igual que el perfume de la desconocida canina. Podía saborearla en su paladar.

Olfateó la ligera brisa y con una mueca siguió aquel aroma canino o creyó seguirlo hasta que un ruido lo alertó y volviéndose con un siseo amenazador en su garganta, sus dorados ojos dieron de bruces contra los femeninos.
¿Tanto lo había aturdido su olor que se había dejado sorprender? Se recrimino unos segundos hasta que lentamente se calmó.

Al verla el gruñido perdió fuerzas y destensando su cuerpo, intentando que no lo viera como a una amenaza terminó agachado en el suelo en una posición relajada, pero siempre alerta. Solo los vivos y dorados ojos del felino junto su cola inquieta, hacían ver que a pesar de que su cuerpo parecía adoptar la sumisión frente a ella, en el fondo él permanecía fuerte dejándole espacio a la loba para confiarse en su presencia.

— ¿No estáis muy lejos de vuestro hogar? —Preguntó examinando a la loba cayendo en su corta edad y en su pelaje más típico de ambientes fríos, de montañas nevadas que dé las montañas de Francia. —Y no, yo no me transformaría. Existen muchos peligros y sin ropa cerca, llamaríais demasiado la atención. Son muy peligrosos estos bosques. —Añadió contestando a su pensamiento, recordándole así que todos los cambiantes compartían sus mentes y podían hablarse de aquel modo. —Aún más para alguien tan joven.

por **Elektra Koslova** Lun Feb 02, 2015 11:27 pm

La reacción amenazadora del puma la paralizo por unos segundos, seguramente habría cometido un error garrafal, quizás al final si la habían descubierto, era tan tonta, a veces se le olvidaba donde estaba y por qué…Como si fuera muy fácil, claro. Pero al estar en aquella forma se sentía tan libre y tan ella que poco advertía los peligros a los que se exponía siempre. Él se lo había dicho, que había otros como ella dentro de aquellos que asesinaron a su familia. La cambiante mantenía su postura rígida sin apartar los ojos de aquellos dorados que pese a verse amenazadores en un principio, parecieron relajarse, como si la señal de alerta se hubiese apagado. Tomando así una posición que claramente podría definirse… ¿Amigable? Aun así no se confiaba del todo, era muy joven y nunca aprendía, eso le había costado caro, eso le había costado todo.

-Oh por Dios…puedes hablarme también…si eres como yo. – Reacciono dando otro paso hacia atrás sorprendida por el hecho de no haberse equivocado, por un momento había pensado que se había confundido de criatura y aquella que creyó olfatear no era el, pero podría estar muy cerca. Sus orejas bajaron un poco y decidiéndose empezó a acercarse lentamente al felino, era arriesgado, siempre lo seria, pero quizás tomarlo una última vez no resultaría tan mal. Por su tamaño y la formación de sus musculos podía intuir que era alguien mayor que ella, su aroma era fuerte, prácticamente le envolvía los sentidos, le abrumaba, quizás era porque todos en su familia pertenecían a la misma especie que ella y permanecían lo suficiente aislados de las otras familias cambiantes, especialmente las felinas debido a que su padre no soportaba su olor. Aun así… ella había interactuado con un par de cambiantes felinos y no, no había comparación, este no era igual. Seguramente era un cambiante bastante familiarizado con su naturaleza que no tenía necesidad de cambiar para camuflarse en una sociedad que lo señalaría.

-No sabía que fuera peligroso…- La voz de la cambiante era suave y baja pese a venir de sus pensamientos, era el tono que usaba para dar a entender que no era una amenaza y no intentaba causar ningún tipo de problemas, menos tenerlos- Yo solo…quería...- se detuvo un momento creyendo que la distancia entre él y ella era prudente- Quería pasear un rato…- se sentó bajando un poco la cabeza, mas al igual que el no dejo de mover su blanca cola. El había reconocido que no era de aquel lugar, seguramente por el acento, y vamos no era como que iba a perderlo con solo seis meses de estar en Francia.- Si… estoy algo lejos, pero no puedes considerar ¨hogar¨ a un lugar donde ya no tienes nada ni a nadie…- un tinte de tristeza adorno su voz mientras su blanquecino cuerpo se tendía lentamente en la hierba. -¿Quién eres tú? ¿Vives cerca? ¿Eres de aquí? ¿Vienes mucho? – pregunto rápidamente, tal cual lo hace al sentirse nerviosa o siente demasiada curiosidad por algo. Su glacial mirada estudiaba cada movimiento, cada parte de el. – ¿Eres…uno de… ellos…?- pregunto refiriéndose a la inquisición, aunque no sabía si podía ser más clara al respecto.

-Disculpa…por preguntar tanto…- respondió antes que él le dijese algo – Es…- la canina titubeo, ¿por qué hacía aquello? ¿Por qué preguntaba? ¿Porque simplemente no salía corriendo? ¡Nadie le asegurara que él no fuera uno de aquellos! ¿Acaso sería tan tonta al creer que sí lo era se lo diría? Definitivamente lo era. Una tonta confiada que siempre se mantendría en peligro por su desobediencia. –Es que hace mucho no veo otros como yo…- termino por confesarle a aquel mientras sus patitas se cubrían el hocico apenada bajo su dorada mirada, ya que aquella parecía estudiarle en silencio.

por **Vane Kramm** Sáb Feb 07, 2015 5:59 pm

Apenas solía encontrarse con otros cambiantes y los pocos que se atrevían a entrar en los terrenos de la manada de panteras solían ir de paso, dejando aquel bosque tras unos minutos de haber entrado en él. Sin embargo, la joven loba que se encontraba frente a él no parecía ser de las jóvenes aventureras que iban en busca de otros cambiantes como ellos o incluso, allá donde encontrar tierras sin la amenaza latente de los cazadores e inquisidores. Por lo contrario la joven loba parecía perdida, haciendo saltar al felino responsable que se ocultaba bajo aquel gran puma.

Vane jamás había podido resistirse al auxilio de las féminas en apuros. Y hoy no sería la excepción. En los ojos de la loba veía tanto desespero, tristeza, cautela y miedo que enseguida su lado más protector afloró asegurándose con el olfato de que no hubiera ningún extraño por los alrededores que pudiera amenazarla. Nadie la amenazaría, no en su compañía.

—Claro que soy como tú. —Pensó acompañando su pensamiento de una suave risa asombrado del comportamiento ajeno. Si la observaba mejor parecía un cachorrillo nervioso y tembloroso ¿Cuánto hacia que no habría visto uno como los suyos? La respuesta a esa pregunta le intrigó. Todo y que menos, de lo que la joven cambiante lo hacía con su simple aroma. Su perfume junto esos ojos. Parecían haber visto tanto y en tan poco tiempo… que el corazón se le encogió. ¡Malditos humanos malditos! Maldijo sin dejar que eso se colara en la mente ajena y ella pudiera ser consciente de la agresividad que se formaba en su interior. Siempre todo lo que los humanos tocaban terminaba herido o muerto.

Cazadores, inquisidores… El ser humano cuando tenía el poder era cruel y era viéndola a ella que más que nunca se reafirmaba. Agradecía como nunca el compartir aptitudes con animales y tener solo la mitad de humano.

El puma permaneció vigilándola, no obstante, tanto su cuerpo como sus patas yacían en el suelo despreocupadas. Sin dar ningún indicio de que a la que viera algo extraño saltaría sobre la amenaza que los cercara. Sin vacilar, protegería al bosque y aquella extraviada canina que ahora formaba parte de su responsabilidad hasta que saliese sana y salva del bosque que él mismo custodiaba.

—Es peligroso para quienes acuden solos a estos parajes. Hay muchos cazadores por los alrededores y además justo os encontráis en la sección del bosque con más felinos salvajes de la región. Has tenido suerte de que fuera yo quien te encontrara y no otro felino salvaje, o claramente te habrían visto como una posible amenaza. — Contestó sin esconderle el peligro de aventurarse sola por lugares que como aquel, para ella eran completamente desconocidos.

—El hogar está donde tú quieras que esté. No importa que tu casa esté en las tierras nevadas de los bosques del norte, siempre puedes escoger un nuevo hogar. Y sí... —De nuevo la risa surgió en su cabeza, divertido por las curiosidades y las preguntas de la joven loba— Este bosque es mi hogar y todo esto que nos rodea es mi familia. —Contestó a sus preguntas dejando descansar a la fémina de su mirada, la cual fue a recaer en los árboles y toda aquella naturaleza que los rodeaba en medio del bosque hasta volver a encontrarse con los ojos femeninos. — Aquí he vivido desde pequeño y aunque suelo ir a la ciudad, siempre regreso a este lugar. — No iba a hablarle todavía de los demás, de la manada. No hasta estar seguro de que no era peligrosa y no corría ningún peligro. Vane era muy celoso con lo que consideraba suyo.

Entonces llegó a olfatear el miedo en el pensamiento de la loba y tensó su cuerpo.
— ¿Ellos? — Preguntó sintiendo la alerta en la voz de la joven, levantándose entonces del suelo en posición de alerta, con el cuerpo tenso y la cola inmóvil, junto con sus orejas altas, enfocadas en oír cada ruido de los alrededores y no dejar escapar ni un leve movimiento. De la garganta del puma surgió un gruñido seco de aviso para quienes estuvieran cerca de ellos

Restó concentrado unos segundos hasta que viendo que la loba parecía asustada, dejó de gruñir y adoptó una posición menos agresiva cerca de ella.

— La inquisición es un incordio. Suelen buscar a cambiantes para hacernos sus mascotas y desde aquí he luchado muchas veces contra ellos… ¿Te están siguiendo? —Sus ojos dorados fueron a los azules y sentándose más cerca de ella desvió la mirada de nueva cuenta hacia la lejanía. El bosque parecía estar tranquilo. En calma, en paz. — ¿Por qué hace tanto no ves a otros como nosotros? Yo he vivido siempre entre los nuestros y no podría vivir de otro modo. ¿De dónde sois?

por **Elektra Koslova** Miér Feb 11, 2015 11:40 pm

La suave risa del cambiante tenía un efecto tranquilizador para la rusa, quien la sintió tan cálida como la brisa que roza su piel en una tarde verano. Ella sonrió en secreto, no es como si fuese a notarse mucho en su forma animal tampoco, y si su piel no estuviese cubierta por el blanco pelaje se podría ver un ligero sonrojo en aquella. Afortunadamente para ella no era así. Escucho con claridad las palabras ajenas, llenándose un poco de angustia pues no sabía siquiera al peligro que estaba expuesta, todo le había parecido muy tranquilo en anteriores escapadas, no se había topado más que con un amable vampiro hacia un par de noches cuando se las arregló para salir de su claustro por primera vez en meses, solo contemplaron el firmamento estrellado y hablaron de la vida, aquel lucia muy atormentado pero sus palabras eran sabias y hermosas, le hicieron reflexionar acerca de vivir más, de disfrutar lo que tenemos, y por esa razón principalmente, era que estaba allí en aquellos momentos. Pero ahora… teniendo en cuenta lo dicho, tendría mucho más cuidado, mas no podía culparse a sí misma. Su curiosidad a veces la sobrepasaba, al igual que las ganas de sentirse libre.

- Está bien…Gracias por Advertirme. - dijo en voz baja algo apenada- Entonces si ha a sido una suerte que me encontraras entonces, ademas, así me podrías enseñar que lugares son los más aptos para explorar y cuales no son tan peligrosos. - Agrego una baja y algo nerviosa risilla a través de sus pensamientos, mas esta se fue apagando de inmediato al el decir aquellas palabras sobre el hogar. ¨Hogar…¨ ella nunca tendría uno de nuevo, nunca vería a sus padres demostrándose afecto, ni vería correr a sus hermanos más pequeños, así como tampoco vería más a su hermano mayor, Misha. Todos estaban muertos…se habían ido para siempre y le habían dejado sola en este mundo desconsiderado y cruel, algunas veces se recriminaba el hecho de no haber sido valiente y haber muerto con todos sus seres amados. Ella había huido, ella era una cobarde que los había dejado morir y solo había huido para salvado su pellejo.

- Bueno… - tomo una larga inspiración irguiendo su cabeza un poco, admirando al rededor hacia donde él le había señalado, ella no podía disfrutar de todo aquello de forma simple, ni los cálidos rayos del sol, ni la fresca brisa que movía su pelaje, ella lo veía todo blanco, cubierto de nieve, todo se convertía en sus recuerdos, los cuales eran disipados de su psiquis rápidamente para no dejarse invadir por la nostalgia. – Es un hermoso hogar el que tienes… me alegro por ti. - Emite sus pensamientos en tono bajo –Pero lastimosamente, no creo…que pueda considerar otro lugar como mi hogar…Y tampoco conozco la ciudad, pero creo que allí tampoco podría considerarse ¨casa¨ para mi.-piensa por un instante lo mucho que lucho su familia para adaptarse a la vida en St Petersburgo, su padre no quería que fueran considerados diferente, nadie señalaría a sus hijos. Vuelve su vista hacia el con mirada alarmada al escuchar ese nombre ¨La inquisición¨ de solo escucharlo se sentía enferma, los detestaba, Elektra habría sido incapaz de odiar a alguien en su vida, pero aquello la sobrepasaba, ellos le habían quitado todo.

- Son unos Malditos… -Gruño por lo bajo, su instinto jamás le permitirá disimular su reticencia y su desdén por ellos, especialmente porque era uno de ellos quien ahora la tenía y aunque hacia un esfuerzo por verle de otra manera, sabía que jamás lo lograría. Y aunque la había ¨salvado¨ aun no sabía si agradecer o maldecir ese hecho. Más se sentía traicionada por ella misma ano odiarle como al resto los demás. – Debe ser grandioso luchar contra ellos…Jamás me atraparan… no seré su…maldita mascota. - mascullo añadiendo un gruñido nuevamente, ¿pero ya en realidad no era una? Una que mantenían oculta y encerrada.Elektra abrió los ojos de golpe recordando que estaba frente a él, y ella no era una criatura agresiva.

- Oh…lo siento… - se disculpa claramente apenada por su comportamiento – Es… es difícil... bueno, ya tu sabes… como no odiarles… -Murmuro ocultando el hecho de que era huérfana por culpa de ellos, eso era algo muy personal para ella.- Nací en St. Petersburgo…- contesto reincorporándose y quedando de pie nuevamente, agudizo su oído y su olfato, buscando señal de alguna amenaza o alguien de la casa que se estuviese dando cuenta que no estaba y le buscara, pero no había nada fuera de lo común.

- Oye…- fija su atención de nuevo en él, mirando fijamente aquellos dorados ojos, sintiéndose pequeña ante su presencia. ¿Por qué se sentía tan así? –Tú…entonces… ¿podrías enseñarme el lugar? – pregunto con vocecilla contraída. No quería seguir hablando de la inquisición, no quería estar triste en aquellos momentos, solo disfrutar un poco de estar fuera, de la poca libertad que tenía.

por **Vane Kramm** Jue Mar 05, 2015 12:49 pm

—No te disculpes jamás de lo que es normal en nosotros, en tu loba. El instinto siempre velará por nuestra seguridad y debemos hacerles caso. — Sus palabras eran sabías, como también los instintos de cada uno de los cambiantes que habitaban el mundo. Eran dos naturalezas en uno y mientras la piel humana era la más débil, la más vulnerable… sus animales eran la supervivencia del más fuerte, eran la suma de toda característica de los depredadores. Atención, fuerza, velocidad, agilidad e instinto. Y normalmente solía ser el instinto quien los alejaba del peligro, quien les impelía a huir cuando la curiosidad los tentaba. —Además es normal el odio hacia ellos, se lo han ganado con creces. Los que deberían ser esclavizados son ellos y no una especie como la nuestra que jamás les han hecho daño. Y no, no es grandioso luchar contra ellos, suelen llevar muchas armas y cada una distinta y arreglada para hacernos el mayor daño. Usan a los cambiantes de sus mazmorras para experimentar con ellas, buscando siempre el mayor daño posible. Por lo que no es grandioso luchar con seres tan abominables como ellos, pero tampoco es agradable la muerte.

De haber estado en forma humana se habría encogido de hombros tras sus palabras y hasta sonreído, más el felino solo podía estar concentrado en la canina.

«No seré su maldito mascota…» El puma pensó en las palabas de la loba y oliendo, saboreando el miedo y el odio creyó posible algo mucho más cercano a ella relacionado con la inquisición. Aquellas palabras, la forma de decir aquello y la reacción de la loba le daba a pensar que se había relacionado más de lo que le gustaría con esa clase de personas. Si es que podían considerarse como tal.

Los gruñidos de la loba no cesaron y aunque el cambiante la siguió en aquel gruñido, aportando un gruñido felino y contundente asintiendo a sus palabras, Vane siguió explorando las posibilidades observando con atención cualquier cosa que la loba hiciera, inclusive su figura y su porte. De ser alguien sin el conocimiento de la postura general de los cambiantes habría asegurado que aquella joven loba era fuerte y decidida, una loba de la que temer. Sin embargo, viéndola bien observaba el aura dañada y como en vez de erguirse orgullosa como loba blanca que era, se erguía pero más bien con miedo, con la inseguridad latente en sus venas. Viéndola de esa forma parecía un cachorro extraviado. Una loba extraviada que habían intentado educar con miedo y privaciones.

Ante aquel pensamiento el puma gruñó como antes nunca y antes de que el felino pudiera descontrolarse, Vane tomó las riendas del control obligándole a retroceder a dejarse vencer por la serenidad que debían dar a la loba. Nada bien le haría a la joven que él estuviese nervioso y agresivo solo por pensar que especie de crueldad habían podido utilizar para reducir los instintos de su loba. Tenían que dejarle espacio para que pudiese relamerse las heridas. Y aquello haría por más que sintiera su sangre arder por destrozar algunos cráneos humanos entre sus fauces.

— Lo siento. — Ahora se disculpó él volviendo a su voz serena y alegre que lo caracterizaba. Su felino pasó cerca de la loba y se rozó contra el blanco manto apenas lo suficiente para que la joven sintiera su cuerpo contra el de ella unos segundos, pero insuficiente para dejar impregnado su olor en ella. El felino en él repudió la insistencia de Vane a dejarla libre de presiones o de intentos de posesividad de su pantera y al final así como se acercó a ella, se alejó unos pasos.

— ¿Me sigues? —Preguntó volviendo su mirada hacia ella, coincidiendo con los orbes azul marinos e intrigantes de la canina.

— Si deseas que te muestre parte de este bosque debemos apresurarnos, hay mucho que ver y nos morimos de curiosidad por saber si podrás seguirnos el ritmo por este bosque. Jamás antes hemos jugado con un lobo. — La estaba retando y mientras la cola del puma permanecía inquieta saltó a uno de los arboles más próximos a ellos subiendo con destreza hasta las ramas donde se aguantó. Miró con pose orgullosa y satisfacción a la loba y descaradamente saltó a otra rama con maestría alejándose así de la loba e incitándola a que le siguiera. Mientras el puma jugaba, Vane buscaba despertar la loba que habitaba realmente en aquella piel. — ¿En St. Petersburgo corrías tan poco, loba?

por **Elektra Koslova** Jue Abr 09, 2015 7:49 pm

Elektra escuchaba con atención, a la vez horrorizada por el relato del hombre pantera. Solo el hecho de escucharlo e imaginar las torturas a la que su gente era sometida le hacía hervir la sangre y a la vez la llenaba de temor. El mismo temor y la misma impotencia que sentía al recordar la masacre de su familia… ¿Pero, que se podía esperar de aquellas personas? Lo contradictorio era que estaban al servicio de un Dios que se suponía era amor y piedad, pero nada en sus atroces actos reflejaba eso, ¿actuaban de una manera equivocada o su Dios era uno muy cruel? Gaia era una madre piadosa con todos aquellos que la respetaran y cruel con quien le amenazaba, pero, ¿Que era esto en realidad? Un suspiro escapo de sus labios al pesar en su situación. ¿Entonces qué sería de ella? ¿Qué planes tenía el Doctor para con ella? ¿Con qué fin le había sacado de aquel país donde su vida estaba amenazada por la muerte, la había infiltrado en su campamento, le había curado las heridas y la tenía oculta en su casa? ¿Para qué? ¿Planearía experimentar con ella también, y adquirir conocimientos ajenos a los que la institución desea? Todo pasaba por su cabeza en aquel segundo, miles y miles de razonamientos, hipótesis y preguntas que solo hacían crecer la inseguridad que sentía.

El fuerte rugido del felino alerto a la joven loba y le asusto haciéndole dar un paso hacia atrás , quizás él había visto o escuchado algo que les habría puesto en peligro, algo que tal vez para ella paso inadvertido por perderse unos segundo en la bruma de sus razonamientos, donde se formaban las líneas del terror y un temor más se agregaba a su lista de tormentos, aquello era demasiado para ella, la sobrepasaba, tendría que aprender a ser más valiente para aprender a controlar su miedos, y poder enfrentarles, no quería ser más la cachorra huidiza y asustada por las circunstancias y hechos traumáticos de su vida. Él felino se disculpó, entonces ella se permitió reír, aquella risa que se reflejaba suavemente atravesó de sus pensamientos, ambos se estaban comportando así, por lo cual en un asentimiento le indico que nada pasaba, no había por que disculparse si ambos compartían un particular sentimiento de odio hacia aquellas crueles personas.

Un ligero estremecimiento recorrió su figura animal al sentir el suave roce del pelaje de aquella poderosa y oscura figura que paso por su lado. Si hubiese estado en su forma humana se habría erizado sin dudar, ¿sería por qué no estaba acostumbrada a interactuar con otros de su especie ajenos a su familia? por la inquietud que empezaba a sentir ante aquel desconocido que de un modo inmediato parecía comprender su naturaleza, incluso su condición. Porque era así, por que podía ver la comprensión en aquellos ojos dorados que durante la charla le miraban fijamente, reflejando seguridad en sí mismo, en su entorno, en su naturaleza animal. Por primera vez, fuera del manto protector de su padre Elektra se sintió segura, y no dudo un segundo más seguirle, quería correr, quería conocer el lugar, explorar, sentirse libre por un momento, ser ella misma. Y o mejor era que no estaba sola.

-Le sigo, Y Por supuesto que poder mantener el ritmo. No perdamos tiempo, tengo que volver antes del anochecer.- murmuro con voz suave de forma telepática a su ahora compañero, sosteniendo su fija mirada, aunque sintiéndose algo absorbida por ella. ¿Podría considerarle su compañero? Ella habría sonreído, especialmente al verle hacer a larde de sus destrezas. Como trepaba, con que precisión aterrizaba y con qué fuerza aterrizaba se sostenía sin romper la madera. Con que agilidad saltaba entre las ramas. El sí que sabía sacar provecho de aquello, estaba plenamente seguro de sus facultades. Elektra se distrajo con ello, tanto que se estaba quedando atrás.

-No… yo te enseñare como corren las lobas en St. Petersburgo. Nosotros no nos andamos por las ramas. –Una ligera carcajada escapo de sus pensamientos mientras de manera ágil empezó a correr por el sendero, acelerando el ritmo de sus blanca e impolutas patas, sorteando arboles caídos brincando sobre rocas mientras el felino le seguía, Ella de vez en cuanto miraba hacia atrás, pero no podía perder su norte, tenía que ser masa rápida, aunque sabía, que no conocía el lugar y que la pantera en algún momento la rebasaría con facilidad, pero tenía que aprovechar la ventaja. Le encantaba aquello, le gustaba jugar de esa forma sacando esa parte que tanto era obligada a esconder. –Oh vamos… ¿se cansó el gatito? – espeto divertida provocándole, tal como él lo había hecho con ella, y en esos momentos, la loba quería jugar.

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