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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Gianella Massone Jue Feb 05, 2015 8:23 pm

No, no podía. El límite era absoluto. Cuerpo y mente sometidos, sin otra opción más que dejarse llevar para sobrevivir. Había sido una reacción desesperada, guiada por esa férrea voluntad de vivir que aparentemente era lo único que quedaba de esa mujer tan noble e increíble, pero al mismo tiempo tan feroz y tan sensible. Inconscientemente lo intentaba, pero era como intentar golpear el aire. No había rastro, no había pista, no había nada. Esa maldita figura seguía apareciéndose en sus tormentos, provocándole lágrimas que desconocía que podía derramar, ya que estaba demasiado acostumbrada al dolor de sus heridas internas y externas. Se había demorado semanas en volver a aprender a caminar, y en un par de meses ya podía dar un par de puñetazos con relativa facilidad, aunque eso implicaba un malestar inconmensurable en cada uno de sus músculos.  Y cuando la Luna Llena hacía su aparición…se sentía despellejada viva con plata ardiendo. Pero esa maldita figura, ese maldito misterio…tenía que resolverlo. Su instinto lo deseaba impetuosamente.

Escupió el último trozo de carne fresca, y bebió hasta mancharse boca y barbilla con la sangre de aquel pobre desafortunado que, de haberse encontrado con la mujer antes, hubiera sido un protegido más de la administradora de la Casa de la Esperanza, uno de los actos de caridad más grandes que París haya visto en su historia: comida, refugio y buena compañía sin costo, aunque a algunos inquilinos les gustase cooperar ya fuera con mano de obra o con alguna humilde donación. Y era esa cercanía entre todos lo que lo hacía un lugar increíble y lleno de armonía en medio de la desdichada vida de quien tiene que trabajar horas y horas bajo el sol para conseguir un trozo de pan. El hombre hubiera estado encantado de hacerse parte, incluso hubiera ayudado con sus conocimientos en botánica que aprendió de un libro que encontró en la calle…pero de lo único que servía ahora era de alimento para esa otrora heroína que devoraba su cuerpo a mordiscos y se alimentaba de su sangre cual vampiro, cual bestia sin alma con el fin más básico de toda criatura: sobrevivir.

Se apoyó en la pared de aquel callejón respirando agitado, percibiendo que algo andaba mal con ella para variar. Como si esa especie de dieta no fuera la adecuada, o como si estuviera demasiado satisfecha. Sintió náuseas, y deambulando chocó contra un bote de basura, botando lo que había acabado de comer, y quizás un poco más. Y fue en ese estado tan débil en que se puso alerta debido a una inminente presencia que se acercaba a su posición. La bestia miró a los costados: Sus energías nulas no le alcanzaban para saltar al techo y ocultarse, por lo que su cuerpo se tensó enseñando los colmillos inmediatamente bajo la capucha que ocultaba su rostro mas no sus ojos azules, esos que inspiraron a tantos y conmovieron a otros; esos que ahora eran completamente esclavos a la voluntad instintiva de seguir con vida, sin importar el costo. Por eso esperó oculta en una esquina, procurando lanzarse directo al abdomen de su víctima para desgarrarlo de un mordisco y continuar con esa maldita locura tortuosa.


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Mensaje por Vane Kramm Sáb Feb 07, 2015 7:28 pm

Cuando una puerta se cierra, otras se abren. Y en este caso, era cierto. Desde hacía meses atrás después de la abolición de la Alianza y más delante de la desaparición de Gianella Massone —quién junto a otros nombres muy conocidos así como el de Emerick, participaron activamente codo con codo a mejorar la existencia de quienes se refugiaban de la inquisición junto a ellos— habían salido nuevas alianzas entre sobrenaturales. Grupos de cambiantes, licántropos, brujos, rebeldes, o quizás gente de buen corazón que luchaba por unos ideales, así como el cambiante que desde hacía tiempo era llamado “El Robin Hood Parisiense”. Quien llevaba víveres, comida, joyas y ropa a los más necesitados, tras robarles a los más ricos de la ciudad y sus alrededores. Por su cabeza aún no había ninguna recompensa, ni búsqueda, ya que actuando en la noche y silencioso como una pantera, actuaba como un fantasma sin darse a reconocer ante nadie. Sin embargo, era cuestión de tiempo que la inquisición se centrara en buscarlo y pedir su pellejo.

«Que tarde más monótona» pensó Vane caminando aquella tarde por las calles de Paris, escondiendo su naturaleza cambiante a los humanos, caminando sobre sus dos piernas y por primera vez; con ropa comprada, no robada.

Hacia unas semanas había abordado con éxito un barco inglés de donde había sacado un buen patrimonio para las gentes humildes y pobres de los suburbios más bajos de París. Solo que esta vez también había guardado para su familia de cambiantes y para sí mismo. Conocía el riesgo de ir caminando con ropa robada, por lo que decidió por aquel día caminar como alguien normal, sin miedo. Sin la posibilidad que lo señalaran. Y con ropa robada, siempre terminaba siendo el centro de atención. Lo que conociéndolo podría agradarle, pero no cuando se trata de multitudes de inquisidores armados. No era un iluso, algún día terminaran cogiéndolo, pero de mientras intenta con todos sus esfuerzos que allá en la calle tengan más motivos para sonreír que aquellos que no valoran ni un ápice todo lo que tienen.

Siguió caminando sin un rumbo establecido, cuando el aroma inconfundible a cadáver y a sangre manando atrajo su entera atención, llevándolo directamente donde el hombre muerto esperaba. Encontrándolo tras pasar cuatro calles y girar un par de veces. Sin pisar la sangre con sus botas se acercó lo máximo posible, observando aquel asesinato. Alguien que no era un vampiro había hecho de aquel cuerpo, una autentica matanza. Le había comido parte de sus entrañas y de pecho, dejándolo desangrarse mientras seguramente aún seguía viviendo. Estudió el cadáver y buscó el aroma del asesino, percibiendo un sutil perfume femenino escondido entre el olor intenso de la sangre y de la maldad. Rastreo el perfume y llevándole calle arriba, siguió los pasos de la asesina sin imaginar que esta se habría quedado tan cerca del crimen. Solo que por suerte contaba con su instinto y la fiereza de sus bestias que no solían dejarle sin protección extra. Frunció el ceño al sentir una presencia ajena cerca de él  y antes siquiera que el cuerpo femenino pudiera golpearle y abalanzarse sobre él, sus felinos internos rugieron alertándolo rápidamente de la amenaza. Se apartó velozmente, alejándose del alcance femenino en una pose curvada, en alerta, agradeciendo la rapidez de sus movimientos cuando volviéndose hacia la desconocida encarándola descubrió lo inesperado.

Por unos instantes el color desapareció de la faz del cambiante. En su rostro se podía leer la sorpresa, el desconcierto y el total desagrado de lo que se postraba ante sus ojos. La gente cambiaba y no siempre como en este caso, para bien.

¿Gianella? —Se atrevió a preguntar rezando que verdaderamente todo fuera una equivocación y la heroína del pasado, no fuera aquel monstruo asesino y salvaje. Por el color de la ropa y las manchas de sangre en ella, poco hacía falta rezar. Ya estaba sentenciada. Las apariencias a veces terminaban descubriéndose, como una máscara que cae rebelando auténticamente quienes somos tras ese escondite. Y de la mujer que había protegido hasta la muerte a los niños de un orfanato, parecía no quedar nada.


Última edición por Vane Kramm el Jue Mar 05, 2015 1:42 pm, editado 1 vez


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Mensaje por Gianella Massone Lun Feb 16, 2015 8:48 pm

Sus piernas se tensaron, su mirada se agudizó y los colmillos se hicieron notar igual que sus garras, dispuestos a cortar, rasgar y triturar toda la carne que pudieran. Y habrá sido la ansiedad de comer algo después de haber vomitado todo o su infinita mala suerte lo que hizo que su víctima percibiera a la perfección su presencia y evitara su arremetida con un movimiento lateral con agilidad propia de un felino. Y aunque no podía expresar con palabras sus emociones, sí que podía con su lenguaje no corporal. Por eso gruñió juntando los dientes mientras reacomodaba su posición de ataque con las manos casi en el piso por lo agachada que estaba, pareciendo un animal con piel humana; un tigre en posición de salto, o un lobo furioso hambriento de sangre.

En eso, una mirada sorprendida por parte de su ahora contrincante. Como si hubiera visto un fantasma, pero esto Gianella no lo entendía. Luego, una palabra. ¿Una pregunta? ¿Qué era?... ¿Acaso le conocía? La expresión facial de la italiana era la muestra perfecta de sus pensamientos, sin comprender un ápice del por qué el tipo estaba tan impresionado. Sin embargo, ese sonido articulado de manera tan anhelante por el cambiaformas pareció mover algo dentro de ella. Y esa extrañeza en su pecho le hizo gruñir furiosa, reclamándole por la culpa que tenía en hacerle sentir tan incómoda. Estaba decidida a matarlo, y alimentarse de la carne de su garganta a toda costa para averiguar el porqué de sus cavilaciones.

Su bestia sabía que no tenía velocidad ni agilidad para escapar, ni mucho menos fuerza para desafiar a alguien que a todas luces tendría la ventaja en el eventual combate; pero el instinto sangriento le cegó, evitando toda duda. Con un bramido se lanzó contra él nuevamente, sólo para que su ataque volviera a fallar, aunque esta vez por bastante menos margen. Así insistió una y otra vez, probando zarpazos, patadas e incluso cabezazos que no pudo conectar, pero que al menos servían para complicar a su oponente y darle la impresión de que no la tendría fácil. Al menos eso compartía con la antigua: la impetuosidad y la perseverancia de no darse por vencida.

Fue esa perseverancia la que le hizo incrementar la intensidad y el ritmo apenas por un par de minutos, logrando rozar su objetivo literalmente tras desgarrar parte de la tela de sus ropas, a centímetros de hacer un rasguño en aquella piel que se imaginaba tan suculenta. Retrocedió con el trozo de tela entre sus dedos, no más grande que su palma. Olfateó, mordisqueó y escupió en secuencia y consecuencia, gruñiendo por haber fallado de nuevo. Pero cuando quiso reintentar una arremetida, su cuerpo le dijo basta. Las piernas no le respondieron, y cayó de rodillas con la mirada perdida. Se estaba mareando otra vez. Jadeaba con fuerza, resoplando de manera grotesca intentando recuperarse, y la porfía le hizo ponerse de pie de nuevo apoyada en una pared cercana.

Sin embargo, la mirada azul se cerró perdiendo brillo, igual que todo su cuerpo perdía fuerzas mientras se desvanecía.


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Mensaje por Vane Kramm Jue Mar 05, 2015 1:39 pm

El entrenamiento y sus juegos de felino le habían aportado fuerza y una agilidad envidiable, resultando ser en ese instante de vital importancia. La licantropa había aprovechado la oportunidad que tenía delante de ella, sorprendiéndolo. Aunque más bien por la mirada iracunda y el intenso color de sus orbes, Gianella no era la que se encontraba moviendo los hilos sino su bestia. La bestia que aullaba a la luz de la luna y que solo debía salir ciertas noches singulares, más que en efecto con ella parecía hacer una excepción. Una terrible excepción que el felino no esperó y que a punto estuvieron por pasarle factura.

¿Qué os creéis que hacéis? —Preguntó sorprendido evadiendo sus movimientos controlándose de no claudicar contra la rabia del felino —quien no soportaba ser atacado— para no dañarla. De sacar el felino en una lucha era difícil controlarse, más aún cuando la bestia de la luna ajena lo llamaba de esa forma tan atroz y violenta. Un gruñido y la empujó lejos de él cuando se le volvió a echar encima dedicada en cuerpo y alma a despedazarlo.
¡¡Demonios Gianella, DESPERTAD!!— Exigió volviendo a alejarse de los golpes de la fémina que gracias a su tacto de no querer dañarla se estaba aproximando cada vez más a él, hasta incluso rasgar la tela de sus ropajes lo que claramente enfureció a su pantera que empezó a gruñirle, preguntándose porque no la dejaba salir.

Ya hacía minutos de aquel encuentro en el que simplemente evadía los golpes y la alejaba de él interponiendo distancia entre sus mandíbulas y calmando sus instintos. No obstante al verla olfatear y gruñir de aquella forma a la tela que había cortado con sus propias garras, dejó de contenerse. Tenía que entender que aquella que una vez fue Gianella no parecía residir en aquel cuerpo que solo dictaba lo que la bestia de la noche mandaba. Y una persona así, era sumamente peligrosa. No por él y los suyos; pero si para los humanos que se la encontrasen cara a cara y no vivieran para contarlo. Y viéndola, no era difícil imaginar que los humanos supervivientes debían ser nulos. Estaba desatada, solo era un animal famélico de víctimas y violencia.

Casi parecía el arma perfecta de la inquisición.

Condenada licantropa, ¡Me cansé! —Gruñó en alto viéndola a los ojos fijamente. El felino contra la bestia. El hombre contra la locura de la hundida gran licantropa que antaño fue un símbolo y ahora ceniza; Un recuerdo llano de otros tiempos. Se acercó unos pasos y se quedó acechante de sus movimientos, de la respuesta de la desatada loba de sus ojos. — ¡Como volvías a desear luchar os aseguro que no dudaré en volverme hasta teneros bajo mis pies y serenada de vuelta a vuestra consciencia! Así que vigilad bien tus próximos movimientos u os juro que dejaré de veros como la que fuisteis, para ver solo el enemigo en el que os habéis convertido. — Sentenció con voz fría mientras su cuerpo tomaba una posición más amenazante, irguiéndose, conteniendo sus fuerzas en sus manos dispuestas a quebrar su cuello.

Enseguida vio la respuesta de la bestia ajena y preparándose, forzándose a permanecer inmóvil esperando que fuera ella la que se acercara de nuevo, la situación dio una vuelta sorprendente e irreal tras que Gianella cayera al suelo tras su primer paso y pareciera caer en la inconsciencia. Vane incrédulo y desconcertado observó bien aquellos ojos fieros que lentamente perdían su brillo sobrenatural hasta desvanecerse y antes de que el cuerpo femenino diera de bruces contra el suelo, sus brazos la sostuvieron con firmeza. Suspiró al verla caer rendida y pasando un brazo bajo sus rodillas la alzó acobijándola contra su pecho. Rápidamente llegó a su olfato el olor nauseabundo de la dejadez de la licantropa y gruñó molesto. «¿Cuánto tiempo hará desde que no te lavas… desde que desapareció tu consciencia?» Se preguntó y tras un barrido visual de la calle, asegurándose que seguía desierta emprendió su rápida caminata hacia los confines del bosque donde se encontraba una cabaña escondida que alguna vez había usado para esconderse o tomar ventaja de sus perseguidores. Por supuesto se encontraría alejado de la manada hasta que la joven despertara y decidiera que hacer con ella, así que Gaspard debería cubrirse sus espaldas en su ausencia. Primero debía investigar si la antigua rebelde sería una amenaza incluso para ellos.

El camino se hizo corto, pero para otro humano se habría hecho eterno. Pasó entre la maleza y más de una vez atravesó los ríos y las cuencas de agua limpia que encontraba. El último río le hundió y no le importó mojar al cuerpo femenino, sino más bien todo lo contrario, se aseguró de que la licantropa quedara empapada de agua y así disminuir el olor que cargaba consigo. Tras pasar los ríos se paseó por el bosque buscando que su rastro se perdiera para que cualquiera no pudiera seguirle y asegurándose en todo momento de que la loba no despertase, llegó a la cabaña en que finalmente acomodó el cuerpo que cargaba en una vieja cama. Seguidamente tomó una de las cuerdas que se encontraban y atando sus extremidades a los postes de la cama con firmeza y asegurándose de que no pudiese desatarse salió a cazar por los alrededores, sabiendo que lo que la fémina necesitaba era alimentarse. Y a pesar de qué estaba seguro que lo que más querría seria su carne al despertar, se aseguraría de llevarle algo con que poder mitigar aquel hambre. O al menos, lo intentaría.


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Mensaje por Gianella Massone Vie Mar 13, 2015 9:25 am

Tuvieron que pasar cuatro días completos para que los ojos azules se cerraran al menos por un rato. Aquel estado de alerta permanente que había adoptado desde su despertar le había provocado otro colapso provocado por el insomnio y la falta de comida decente, ya que no todos los cuerpos que consumía le dejaban una sensación saludable.  Soportó con agua y sangre, llegando incluso a bañarse el rostro con esta última con una de sus últimas víctimas con un certero mordisco a la yugular; pero no era suficiente. No era la forma de vida esperada, pero no existía consciencia de ello. La bestia dentro de ella movía sus hilos tal y como la situación viceversa hace casi nueve meses atrás, con diferencias que ya habían quedado a la vista; siendo aquel cambiaformas un nuevo triste testigo que podía calificarse de suertudo ya fuera por su habilidad como por el haberse encontrado a una Gianella al borde del colapso, la misma que no esbozó reacción alguna aparte de una lenta respiración durante su forzado descanso. Ni siquiera cuando fue aseada al pasar por un río. ¿Era inconsciencia realmente? ¿O era una sumisión distinta?

---

Allí estaba de nuevo. El mismo bosque frondoso, el mismo cielo rojizo, la misma brisa que movía su cabello ahora hasta más abajo del hombro y sus harapos que podían seguir llamándose ropa por unas semanas más. El mismo vacío en su corazón, la misma soledad…las mismas lágrimas que corrían por sus mejillas.  El dorso de su diestra recorrió su mejilla gemela, y vio su piel humedecida. ¿Por qué? ¿Por qué sentía dolor más allá del físico? No le habían golpeado allí, pero dolía mucho más que todas las heridas que tenía repartidas por su cuerpo, algunas aún sin cicatrizar a pesar de la regeneración. Pero esa herida en el centro izquierdo de su pecho no podía ser alcanzada por esa maravillosa habilidad curativa propia de los de su especie. No, no había lógica. ¿Pero desde cuándo la había? ¿Había existido eso alguna vez? ¿Cuál era la fuente de aquel dolor? Maldición, quería recordarlo, pero su mente no le ayudaba en lo absoluto.  Eso hasta que un grito masculino se escuchó, paralizándole cada célula y estremeciéndola como si le hubiera caído un rayo encima.

- “¡Gianella!”

La voz era del hombre que le había enfrentado en el callejón, pero no lo podía ver. Necesitaba verlo. Su corazón se había acelerado producto de un extraño entusiasmo. ¿Qué era esa palabra?

Y entonces, de nuevo. Pero esta vez el tono era el de una mujer.

- “¡GIANELLA!”

¿La…estaba llamando?

- “¡Me lo prometiste!”

Aquella voz, tan familiar…y de pronto fuego. Fuego por todas partes. El bosque empezó a arder para convertirse en un fiel reflejo del cielo que observaba cual silente testigo lo que ocurría, y pronto alcanzó a la italiana que a pesar de sus esfuerzos se vio totalmente rodeada en apenas unos segundos, avanzando las llamas ahora lentamente hacia su posición. Y al estar tan cerca, pudo escuchar algo que la dejó inmóvil, prácticamente en shock: niños. Podía escucharlos gritar pidiendo ayuda, partiéndole el alma mientras el fuego llegaba a sus pies, subiendo lentamente por sus piernas…pero no había dolor físico. Sólo una desconcertante mezcla de sentimientos que se incrementaba a medida que el calor subía.
Sólo miró al cielo y cerró los ojos, moviendo los labios una sola vez.

- ¿Quién…soy yo?

---

Y cual dejavú el despertar fue brusco, acompañado de un grito desgarrador similar al de alguien agonizando.  Recién cuando intentó levantarse de donde estaba se dio cuenta que estaba amarrada de sus pies, ya que sus muñecas tenían dos cuerdas amarradas a ella, las que ahora estaban rotas por culpa de su adrenalina al salir de esa horrible…¿pesadilla?. – Q-qué….d-dónde…. Dónde está…- tiró de la prisión de sus pies pero no se pudo mover, principalmente por el hambre y el agotamiento que le devolvieron contra la almohada. Manteniendo aquel estado de alerta miró a su alrededor, dándose cuenta que estaba en una cabaña. Un nuevo dejavú en su mente, y un impulso se apoderó de ella, haciendo crecer sus colmillos; pero al ver que no podía moverse por mucho que quisiera,  se quedó quieta, mirando el techo. Tras unos minutos se ladeó para intentar estar más cómoda, pero mientras se daba cuenta que no lo estaría, miró por la ventana el exterior.

Un bosque.

El corazón se le encogió, y las lágrimas volvieron a correr.


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Mensaje por Vane Kramm Dom Abr 05, 2015 5:23 pm

Atrapar a dos conejos no fue tarea difícil para el cambiante. En apenas unos minutos los encontró y dio caza sin el mayor contratiempo. Sin embargo, tardó más de lo debido en regresar a aquella cabaña en la que había dejado atada e inconsciente todavía a la joven licantropa que tiempo atrás fue una protectora de los más indefensos y ahora solo parecía una de las peores pesadillas en las que las buenas almas se purgaban en las llamas del infierno. Gianella se encontraba tan cambiado que todos los relatos y voces que alguna vez le hablaron de ella les parecía fuera de lugar tras verla con su propio ojo. No obstante algo debía de haber pasado para que se encontrara de aquella forma, para que la bestia hubiera asumido el mando de aquella vil y firme forma.

Suspiró y tras unas horas en que meditó como proceder, finalmente se decidió a regresar, oyendo las silenciosas lagrimas a metros de distancia antes de siquiera llegar a traspasar la puerta. Frunció el ceño al oír aquel sonido y llegándole a él el aroma de las lágrimas saladas de sus ojos, empujó la puerta adentrándose con decisión topándose con que las ataduras ya no mantenían a la licantropa en su lugar. Para su suerte y la propia de la fémina, tampoco parecía recuperada completamente.

Los fuertes no lloran y además, tampoco te servirá de mucho llorar. —Sus palabras resultaron un tanto frías y por quien conociera a vane podría deparar en la alerta y la tensión de cada uno de sus músculos en su cuerpo por solo aquel tono de voz. Él antes despreocupado y confiado se encontraba escondido en alguna parte de su ser y ahora solo se encontraba cauto, consciente de cada mirada de la licantropa y cada pequeño movimiento. La puerta se cerró suavemente tras  él y sin mirar a Gianella se dirigió al fuego que calentaba la pequeña cabaña y que ahora lentamente cocinaría los conejos.

Soy consciente de que os habéis liberado y estoy preparado para  devolverte a tus ataduras como resultes ser de nuevo un problema. Ahora solo deseo cocinar los conejos ¿Lo verías bien? O preferís comértelos crudos? — Preguntó siendo amable tras unos segundos de silencio mientras ante el fuego y con la ayuda de un cuchillo empezaba a descuartizar los conejos, sacándole la piel para así dejar la carne al descubierto. Aquel procedimiento lo retuvo unos pocos minutos hasta que al terminar procedió a dejar la carne cerca del fuego. Ya lista para cocinarse y en unos minutos más, lista para digerir. Gianella no era la única hambrienta. —Soy Vane y estás en las inmediaciones de la ciudad, lejos de los cazadores e inquisidores. Lejos del peligro que os descubran, Gianella. — Añadió contestando las preguntas silenciosas de la licantropa que imaginaba pasarían por su mente sin apartar la mirada del fuego pero vigilando en todo momento los movimientos femeninos por el rabillo del ojo. Sabiendo por esa misma razón que la joven lucia desorientada y perdida, aunque la bestia siempre permaneciera en sus ojos, acechándolo.


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Mensaje por Gianella Massone Lun Abr 06, 2015 8:57 pm

No surgía sonido alguno desde la humanidad de la italiana. Era un llanto silente para el oído mas no para el olfato que permitía identificar fácilmente los componentes de lo que corría por las mejillas de la mujer de cabellos negros que simplemente se cubría los ojos ya cerrados con su diestra, queriendo inconscientemente que nadie le viera así: débil. ¿Cuántas veces se había escondido para evitar que sus conocidos le vieran llorar? Harían falta manos en la antigua y gloriosa Casa de la Esperanza para enumerar cada ocasión. ¿Cuántas veces su orgullo había cedido y había dado paso al desahogo testificado? Bastaba sólo una extremidad para responder. Podían haber pasado meses desde aquel terrible incidente, pero ni siquiera la bestia dentro de ella podía evitar aquella terquedad innata en la ojiazul que más temprano que tarde se vio acompañada, incapaz de –querer- hacer algo al respecto.

La frialdad de las palabras de aquel hombre contrastó con el olor a animal fresco y muerto que llegó a su nariz, siendo recibidas ambas percepciones con unos escalofríos que no se vieron. Odiaba admitir que tenía razón, pero no lloraba por querer lograr algo precisamente; era una mera manifestación de lo-que-fuera que había soñado y le había dejado tan mal. ¿Qué significaba todo eso que había aparecido en su subconsciente? Necesitaba saberlo urgentemente antes de que ella misma enloqueciera, o de que su bestia interna tomara nuevamente el control y le hiciera borrar esa especie de recuerdos tan poco nítidos que incrementaban su incertidumbre y, por qué no decirlo, su tormento. Tenía que conservarse tranquila por muy difícil que fuera, ya que su corazón latía intensamente con el presentimiento de que esta era una gran oportunidad. Era un extraño entusiasmo que temía se volviera obsesivo o agresivo a pesar de las circunstancias en las que estaba inserta –amarrada de piernas y prácticamente sin energía-, pero que al menos se esforzaría por mantener a raya. Había una motivación suficiente para al menos intentarlo.

Se movió como pudo para observar cómo el inocente animal era preparado para la próxima degustación que sorprendentemente para la licántropa la incluía a ella como parte de los comensales, y sin necesidad de entreabrir los labios para preguntar parte de sus interrogantes fueron respondidas…con un efecto bastante especial en ella. – Inquisidores… - murmuró sintiendo que la palabra le latía a martillazos en la cabeza y se llevó una mano a ésta, cerrando los ojos fuertemente y tirando inconscientemente de las cadenas que aún estaban firmemente privando a sus piernas de moverse a voluntad. – Nghrr…. – los colmillos se formaron y su mirada se volvió amarilla por un par de segundos, pudiendo su lado humano salir airoso y gobernar rápidamente al sublevado, regresando al tono azulado de sus orbes no tan acuosas. – Dime… - susurró mirando el techo, entrecerrando su vista como si intentara ver más allá, respirando lentamente para mantener el control de sí aunque fuera por un rato antes de colapsar nuevamente, tal y como era su rutina desde que había despertado paradójicamente en la cabaña de un loco. – ¿Tú sabes… quién soy? ¿O quién fui? Por meses he intentado…luchar contra mi bestia para que me permita averiguarlo…me presiona para ceder…- miró su diestra habiéndola alzado, fijándose en la fea cicatriz oscura que había quedado producto de una de las innumerables quemaduras sufridas. – Mi cuerpo y mi alma duelen…no dejan de doler…y no tengo idea del porqué…- reflexionó dolida, presionando con su zurda las sábanas, soportando cómo su ojo correspondiente se volvía del color de quien quería seguir manipulándola con intenciones desconocidas. – Sólo quiero saber eso… saber qué soy…y llenar el vacío...


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Mensaje por Vane Kramm Miér Mayo 13, 2015 6:39 pm

Todos los animales tenían un lado que los ayudaba a sobrevivir. El coraje, la valentía… quizás ayudaran a esa misión del alma de proteger su cuerpo, su recipiente, sin embargo habían como en todo en la vida distintas formas de sobrevivir. Y ante él, en los ojos de la licántropa bailaban las llamas de su bestia que clamaba proteger y matar, la cual el felino podía jurar poder oír sus gruñidos feroces. Ya que como aquel color de ojos tan inusual e intenso, habían cosas que era imposible esconderlas.

Vane suspiró al verla tan perdida tras seguir cada uno de sus movimientos. El verla aún encadenada por los tobillos lo hizo sentirse más tranquilo. No tenía miedo de ella, no de su lado humano por lo menos, pero el lado bestial que guardaba era temible, era la respuesta y la creación de quienes le hubiesen hecho aquellas quemaduras en su piel y el cambiante tenía en su mente quienes pudieron ser, más las palabras ajenas y su rostro al mencionarlos habló por todos. La inquisición era la responsable de que aquella joven luchadora y valerosa, ahora solo fuera un cachorro asustado y tembloroso, que solo se protegía de los demás mordiendo, alejándolos de sí mismo en un intento de buscar la paz en solitario donde nada pudiera perturbarlo. Era un pobre animal abandonado y herido que no encontraba paz ni venganza, y un animal de esas dimensiones y descontrolado, no únicamente podría matar a los inquisidores más cercanos a ella, sino a los inocentes.

¿Quién sois…? ¿Quién fuisteis? ¿Me lo preguntáis, de verdad? —Río al oír sus preguntas y negó con curiosidad por saber cómo diantres la inquisición pudo haberle borrado la memoria de ese modo, hasta perder todo recuerdo de quien había sido ella alguna vez.

Sin duda alguna la forma más rápida para acallar a los héroes era matándolos o devolviéndolos a un estado normal en que no se acordasen de quienes habían sido y que habían logrado. Tras aquel instante de confusión, frunció el ceño y volvió su rostro de total seriedad a ver a la joven licantropa. No podría desatarse de forma que él no estuviera avisado de sus movimientos por lo que en ese sentido se encontraba lo suficiente seguro como para acercarse con la silla hacia ella, tras vigilar y dar la vuelta una última vez a los conejos que se hacían al fuego.

Fuisteis una de las licantropa más valientes y una de las mayores protectoras de los niños huérfanos y gente necesitada de refugio a quienes adoptabais como una gran familia. Por años servisteis en una alianza de sobrenaturales y eras una de las mejores guerreras y vosotros eráis quienes luchaban contra la inquisición… aquellos mismos que os hicieron padecer el infierno y os grabaron con fuego esas marcas en la piel. — Señaló mirando su brazo de nuevo gruñendo en su interior al tener ante él la señal de que aquella plaga no parecía retroceder, sino todo lo contrario. Ahora no solo se divertían matando, si no también torturando a quienes fueron un símbolo de una esperanza próxima que se encargaron de quemar entre la pira de brujas que cada día asesinaban para dar miedo, para acallar las revoluciones pendientes que de pronto desaparecieron de un día a otro, sin dejar rastro. — Erais un modelo a seguir para unos y un símbolo para otros tantos… Por lo poco que sé, erais la propietaria del orfanato y la última vez que os vieron con vida fue en aquel lugar, junto a los niños y niñas que cuidabais. Luego de eso… todo ardió y solo se encontraron cenizas donde antes habían habido risas y vida… mucha vida. Y todos pensaron que habríais muerto en aquel incendio. —Sus ojos no abandonaron en ningún momento los cambiantes orbes femeninos y ante cada palabra la veía más perdida. ¿Por qué debieron de cogerla a ella? Se preguntó acercándose un poco más a ella, pero acercándose lo insuficiente para que estuviese cerca de las manos y el agarre de la licantropa y fuese así, una presa fácil. — ¿Qué os pasó Gianella? ¿Qué os hicieron para que terminarais de esta forma… hundida y perdida, controlada por vuestra bestia? ¿Qué pasó realmente esa noche… ? Qué recordáis de esos días, loba?


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Mensaje por Gianella Massone Vie Mayo 15, 2015 10:23 am

Un nuevo malestar se formó en su pecho, pero no tenía que ver con los motivos más profundos relacionados a su existencia, ni tampoco por aquella pesadilla que parecía no querer desaparecer de sus recuerdos por alguna extraña razón; sino que con aquella risa que, en un contexto normal no resultaría ofensiva. Pero para la italiana estaba lejos de ser normal. ¿Se estaba burlando de ella? Ambas mitades sintieron la necesidad de un intenso gruñido para hacer ver ese descontento, pero la humana estaba demasiado ocupada con sus intentos de contener a la bestia ya que estaba, según las palabras del cambiaformas, ante una oportunidad única de apaciguar en parte los fantasmas mentales que la agobiaban prácticamente a todas horas del día, enloqueciéndola al punto de hacerla colapsar y dejar que su lado más cruento se encargase de mover su cuerpo sin un rumbo definido, Pero ahora podría definir su propio rumbo, todo dependiendo de lo que respondiera el que se acercaba a ella con una silla para tener mayor cercanía.

Escuchó su relato con toda la atención que podía prestarle, ignorando por un momento los dolores de su cuerpo y el hambre creciente en gran medida por el olor de los conejos al fuego, siendo desconcentrada sólo por la fuerte presencia de su bestia interna a la que sentía casi a su lado como una tercera persona, brillando intensamente en el lado izquierdo de su rostro. Palabras llenas de pasión se desprendieron de los labios del joven una tras otra, transmitiéndose ésta a los sentidos de la pelinegra que no parecía comprender el porqué de tanta idolatría precisamente porque no recordaba nada. ¿En verdad había sido alguien tan admirable y brillante? ¿Alguien capaz de sacrificar su propio bienestar en pos de los demás? Desconfiaba en un principio, pero al notar que ciertas palabras y expresiones hacían ruido en su interior, sentía cómo poco a poco la intensa niebla que la tenía cegada desde su despertar empezaba a disiparse lentamente. Por eso mismo no podía calificarlo como una mentira: le había estado mirando a los ojos en todo momento como aquella vieja costumbre que tenía para identificar a quien decía la verdad – permitiéndole confiar en Emerick, un licántropo parte de los aristócratas que siempre odió -, y a pesar de los meses y de las cosas que habían pasado, aún era efectivo. Pero insuficiente.

De pronto, un dolor intenso que le hizo encogerse, cerrando los ojos con fuerza. Se colocó nuevamente de frente al techo, sosteniéndose firmemente la cabeza. Demasiadas preguntas que ambos compartían y que ahora estaban siendo respondidas en la mente de la joven de característicos ojos azules. Estaba recordando, venciendo a la bestia que había bloqueado todo indicio de pasado junto con el trauma que había vivido hace casi nueve meses en aquel auténtico atentado. Estaba sufriendo, reviviendo y renaciendo; recordando esa pesadilla que le había traído de vuelta a tan desagradable dejavu. No eran niños cualquiera los que estaban gritando…eran SUS niños. Los que protegió a costa de su propia vida de aquel fuego que le había envuelto por completo hasta despertar.

Y eso le hizo abrir los ojos con brusquedad. Azules, acuosos, despiertos. Lo sabía, lo recordaba. Dolía muchísimo, pero era capaz…sí, podía hacerlo. Tenía que hacerlo. – Todo…fue demasiado rápido. – Entrecerró los ojos, esforzándose por ver lo más posible dentro de la niebla cada vez menos espesa – El fuego creció rápido, pero los pude salvar…Me quedé con él, peleando dentro…. – una mueca de dolor, pero no le impidió continuar – Escapó justo antes del colapso, yo no pude…recuerdo una pared en llamas frente a mí, y de ahí todo negro hasta que vi una figura mirándome, en una cabaña…salté hacia él, mis manos se llenaron de su sangre…- Susurró mirándose la diestra, quemada y bañada en sangre mentalmente. Volvió a tocarse la cabeza, tratando paralelamente de controlar su respiración. Su lucha interna era inmensa.


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Mensaje por Vane Kramm Lun Ago 31, 2015 9:48 am

La marca a fuego de la inquisición en la licantropa, no era nada comparado con el dolor que tanto a la humana como a su licantropa ejercieron. Y poco tardó en verlo Vane. Frente a él se encontraba la misma Gianella de antaño. A fin de cuentas, había sobrevivido… incluso al final había guerreado por los suyos y por la vida; por seguir defendiéndoles a capa y a espada de las injusticias. Pero el dolor de ella no únicamente la estaba destrozando a ella, sino también a él y viéndola en ese estado le hizo flaquear y sintió compasión por aquella alma mutilada y rota, que una vez fue la alma más grande de París y la más luchadora.

Es suficiente. —Atajó al verla derrumbarse y agarrarse con las manos la cabeza mientras sufría de los recuerdos que le venían a la memoria. Tuvo que haberlo previsto y haber actuado de forma más suave para que el desequilibrio de la licantropa no aumentase al llegar al momento de recordar aquella noche en la que todo pareció perderse; incluyéndola a ella. Suspiró y cavilando en sus propios pensamientos hizo lo único que creyó que podría alejar a la licantropa de ese estado, ofrecerle una distracción. Tomó uno de los conejos del fuego y depositándolo en un plato se lo acercó hasta dejarlo sobre la cama donde se encontraba. — Podéis comer tranquila, quizás te ayude el comer a recuperaros más pronto de lo que cabe y podáis recordar sin tanto dolor. Pero para eso necesito que respiréis y comáis, para controlar la bestia debéis de estar saciada y no lo conseguiremos sin alimentaros antes. —Le  instruyó tras dejar el plato y alejarse de nuevo hacia el fuego donde el segundo conejo terminaba de hacerse en el fuego.

De reojo observó los movimientos ajenos y a pesar de que quería seguir preguntándole sobre lo que pasó aquella noche, decidió morderse la lengua y dejar que ella sola fuera quien terminara contándolo y así desahogarse de aquel dolor que debía estar haciendo estragos en ella. ¿Dónde habrían ido a parar esos niños? ¿Y las familias de los sobrenaturales? Se preguntó admirando las llamas del fuego y usando el silencio para pensar y poner en orden cada uno de sus pensamientos. Estaba claro que Gianella no podría solventar las dudas sobre aquello ya que apenas recordaba nada más que no fuera el fuego, el incendio y el haber matado a ese joven que o bien la había salvado o pertenecía a la inquisición y solo estaba esperando a que se despertara. La iglesia era lo suficientemente lista como para quedarse vivos y sumar a sus filas aquellos símbolos de la rebelión. Quienes anteriormente se encontraban en contra de todo lo que ellos significaban y hacían… no sería una victoria para ellos, el verlos postrados ante Dios y su palabra después de todo?

Un gruñido nació de sus labios apenas perceptible y sacando el segundo conejo lo partió por la mitad y se volvió hacia la cama donde seguía Gianella. La miró irradiando tranquilidad y brevemente le sonrío. No deseaba un combate en aquella cabaña y aún menos con ella y su bestia, así que debía de andarse con mucho cuidado.

Quereís más? —Le preguntó acercándole el conejo. —Y ahora que empiezas a recordar, no recuerdas quien era aquel hombre al que mataste? ¿De la inquisición quizás? ¿Cómo salistéis del incendio…? Quién os ayudó? Toda información nos podría ir bien para saber que es lo que pasó y como habeís llegado hasta aqui.

Habían dudas que uno no podía quitarse de la cabeza tan fácilmente.


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Mensaje por Gianella Massone Jue Sep 10, 2015 2:07 pm

Su mente antes bloqueada ahora le bombardeaba con información, con años de sucesos que antes le hubieran sido imposibles de recuperar. Una multiplicidad de destellos sensoriales la estaba atacando de manera tortuosa, motivándole a cerrar los ojos nuevamente pero con más fuerza que antes, rogando inútilmente que el hacerlo terminase con ese dolor que poco a poco se hacía intolerable, considerando que su lado más animal continuaba insistiendo para tomar el control de ella y despejar de golpe todo lo que estaba viviendo a punta de violencia instintiva, tal y como lo había estado haciendo con cada intento de su contraparte humana de averiguar y recordar lo que alguna vez fue. Movía la cabeza a los costados en intervalos aleatorios, mostrando un lenguaje corporal que podía interpretarse de forma similar a un ahogo, como si algo estuviera apremiándola desde la punta de los pies en dirección ascendente. Y a pesar de todo ese sufrimiento, apenas emitía sonido alguno, fiel a ese inconsciente orgullo que parecía conservar.

Enseñó los colmillos, moviendo sus piernas pero sin poder soltarse, deseándolo en el fondo de su ser. Necesitaba escapar, desquitarse…olvidar todo, teñirse de sangre para poder tranquilizarse. Su ojo izquierdo volvía a brillar intensamente, tiñéndose lentamente su gemelo diestro del color del caos; mas esto no se completaría gracias a una coincidentemente rápida acción del cambiaformas, trayendo a sus sentidos el más que apetitoso aroma de un conejo asado que parecía haber atrapado recientemente. Inspiró, notando que la carne estaba prácticamente al lado suyo, y efectivamente cambió sus prioridades por completo. La bestia se replegó dejando tranquilos los ojos azules y el cuerpo pudo moverse a voluntad quedando en una posición lateral, olfateando de manera más cercana – como un auténtico perro- lo que le habían presentado.  Le escuchó con atención y le vio alejarse, considerando que tenía la razón en sus dichos y encontrándole de paso un gran sentido. Todas las veces que había perdido el control su estómago estaba más que vacío, y eso era porque su propia bestialidad no le permitía alimentarse: una relación más que compleja que aún no podía comprender del todo.

Hizo caso a sus conclusiones y procuró alimentarse, desgarrando con facilidad la cocinada anatomía del animal, sintiendo un alivio monumental en meses cuando el primer bocado cayó hacia su estómago. A pesar del hambre que tenía intentó comer lento para hacer durar aquella sensación de placer humano tan esquivo para ella, ya que lo que su bestia llamaba disfrute era algo totalmente distinto, y muchísimo más sangriento.  Pronto se fue acercando a los huesos, incluso llegando a lamerlos y mordisquearlos como una adicta a su sabor y aroma, teniendo la sensación de que nunca antes se había alimentado de animales salvajes, al menos no conscientemente.

Una vez que terminó, el hombre se acercó con un segundo conejo partido por la mitad y una sonrisa conciliadora, que Gianella supo apreciar de mejor manera, conteniendo a quien le hubiera gustado regalarle un gruñido de amenaza por un gesto así. Vane demandaba más información, y mientras agradecía externamente por el ofrecimiento pensaba qué y cómo responderle, ya que tenía muchas piezas que conectar para poder relatar de forma correcta. Así fue como la cabaña pasó en silencio por un rato, interrumpida nada más por los sonidos de los colmillos haciendo su trabajo con la carne del mamífero.  Cuando éste terminó, logró acomodarse hasta sentarse, notando la energía creciente en sus brazos y piernas, las cuales liberó con unos cuantos roces de sus garras. Cruzó las piernas a la usanza de la meditación, y miró a un punto ciego hacia el frente, como si el cambiaformas no estuviera ahí.
Entrecerró los ojos, tratando de repasar con más detalle y pulir los recuerdos borrosos de aquel momento, comenzando desde el instante en que una explosión fue percibida en una de las habitaciones más apartadas de la inmensa residencia.  Luego, la evacuación de una anciana y decenas de niños e inquilinos.

- “Él me quiere a mí, ustedes pónganse a salvo como sea”
- “Prométeme que volverás con nosotros cuando esto termine”
- “Sí, te lo prometo”.

Una pelea descarnada entre dos licántropos que desafiaban sus pasiones y sus deberes, siendo envueltos poco a poco en las llamas que irían debilitando la estructura del edificio que les servía de campo de batalla. Cortes, quemaduras, sangre. Ambos estaban muy dañados. Un nuevo ataque y cayó al primer piso, quemándose la espalda. Desde el suelo, podía ver una sonrisa. Una maldita sonrisa que hasta ese entonces no olvidaba. Intentó continuar la pelea, pero su oponente estaba escapando, notando el colapso inminente. La figura desapareció, y ella no pudo volver a moverse, gritando mientras un muro ardiendo se derrumbaba implacable sobre su humanidad.

- Astor. – Dijo de repente, despertando de aquel auténtico sueño despierto. – Enfrenté a un tipo llamado Astor en el incendio… y la figura… - susurró, intentando recordar lo que le había provocado un dejavu al despertar en aquella cabaña, recordando vagamente las facciones del hombre que aparentemente le había salvado la vida.- Naito…se presentó como Naito ante mí…me encontró…ngh…un mes después…- tuvo que cerrar los ojos, acariciándose las sienes un momento para tranquilizarse. Su cabeza empezaba a doler otra vez.


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Mensaje por Vane Kramm Lun Oct 19, 2015 5:02 pm

La vida era muy curiosa, incansablemente curiosa.

Parecía jamás tener bastante con las vueltas que por sí misma hacia dar a sus personajes, como si cada vida, cada nacimiento y muerte, fuera solo un juego. Un juego tétrico en el que ella tenía los dados. Ella y el azar jugaban, y normalmente, ganaba ella.

Así era como lo veía el felino, que por más vueltas que le daba a la cabeza, aún no encontraba palabras para describir aquel extraño encuentro con la  loba, antes una de las mejores licántropas y más buenas de la alianza. Si, finalmente quizás la alianza no estaba tan perdida, pero por lo que respectaba a la joven que mantenía en aquella cabaña, estaba horriblemente cambiada. No era la misma. Gracias a su bestia, a sus instintos más primarios había podido con todo lo que la vida le había echado encima, más sin embargo, el precio debió de ser muy alto cuando a cambio de la supervivencia propia, su parte más salvaje y primitiva se había adueñado por completo de su ser heroico.

Solo hacía falta verla comerse los conejos para atestiguarse de ello. Ni la joven más hambrienta llegaría a comer como ella. No con aquella ansia, pues era verdad que se estaba controlando y Vane era consciente de aquel control que intentaba tener al comer, debido a los temblores de su cuerpo y de los apretones de mandíbula que daba inconscientemente, pero no era suficiente para correr un velo sobre aquel hecho. Gianella era más bestia que humana, por más que ahora pareciese ser una joven indefensa, de garras y dientes afilados.

Al terminarse el conejo, Vane intentó de nuevo hacer que recordase y caballeroso, al verla en silencio concentrarse, hizo lo mismo y contra una de las paredes de aquella casucha esperó que ella se concentrase y pudiese recordar. Al principio parecía que aquel silencio no daba sus frutos y estuvo por salirse de allí y dejarla sola, en un intento de darle más intimidad. Sin embargo, no hizo falta irse, ya que cuando se preparaba para irse de allí, Gianella abrió los ojos y le habló, dejándolo desconcertado y con los pelos de punta.

¿Astor? ¿Astor… el inquisidor? —Preguntó acercándose tomando una pequeña toalla húmeda que tenía junto un bol con agua y pasándoselo para que bebiera y se calmara, le pasó con cuidado aprovechando su confusión y dolor de cabeza, la toalla por la frente, retirándole el sudor que se le había caído del esfuerzo. —Fue uno de los que desmontaron todo aquello por lo que una vez luchaste, pero no pensé que fuera él en persona el responsable de toda aquella destrucción. —Caviló retirando la mano tras un lapso corto de tiempo, procurando así no molestarla demasiado con su presencia. Ayudándola a que su bestia pudiera estar tranquila y fuera Gianella la que tuviese el control. — Si lo necesitáis para calmaros, todos los que estaban bajo vuestro cuidado no sufrieron ningún daño. Les diste tiempo para escapar y poder salvarse. Pero ahora de quien os réferis como Naito, no le conozco… No sé quién pueda ser. ¿No sabes nada más de él? —Preguntó con curiosidad de saber sobre su final.

Porque Vane, si de algo estaba seguro…era que si al despertar de Gianella, esta se hubiera encontrado bajo los ojos y deseo de su loba, su salvador bien podría haber estado en problemas o en sus mandíbulas. Por eso y más cosas, era que debía aprovechar ahora que estaba su bestia alimentada y calmada para recordar. Y no tenía tiempo, si la loba recuperaba su morada y su consciencia, podría perder en cualquier momento no solamente el control de su misma, sino también esos recuerdos. La verdad de todo.

Y con ella quizás, las últimas memorias de la alianza, se perderían.


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Mensaje por Gianella Massone Dom Nov 01, 2015 7:09 am

Aquel día sería recordado por ella como uno en el que había realizado los mayores progresos en lo que respecta a autocontrol y a sus recuerdos, siendo capaz de quitar la barrera mental que su bestia interna había puesto con la interpretable finalidad de mantenerla protegida y controlada. ¿Se podía decir entonces que su lado más animal tenía cierto “razocinio”? Quizás, derivado del propio entendimiento que Gianella había sido capaz de conseguir antes de aquel ataque, pudiendo dominarse en las noches de luna llena para que la ya inmensa carga mental de cadáveres sobre su espalda no se incrementase. Quizás era este dominio el que había mantenido la intención e instinto controladores de quien debería aparecer sólo esporádicamente, mas ahora –hasta ese entonces- había controlado cada instante desde su literal regreso a la vida.

No necesitaba palabras para expresar la lucha interna que estaba teniendo mientras hablaba con el cambiaformas, luchando por mantener el control que le resultaba tan esquivo como intentar atrapar una mosca y que demandaba tanta resistencia y entereza como coger un fierro ardiendo con las manos desnudas. Su cuerpo y sobretodo su mente estaban bajo un estrés que hace muchísimo no ocurría – incluso desde la época en que había salido de Italia prácticamente desterrada por quienes más quería –, y lo más complicado era que tendría que repetir ese proceso quizás por cuánto tiempo; porque sí, su idea era volver a tomar el control de sí misma y poder vivir como quería. Sin embargo… ¿Cómo quería vivir? Su estado actual le había impedido pensar en eso, pero una cosa tenía más que clara: no quería seguir así como estaba.

Ese pensamiento era el que le motivaba a no ceder, recordando de paso las vagas imágenes de las personas a las que había salvado durante el asalto a aquella casa de acogida que, si supiera, le llenaría de orgullo saber que aún estaba funcionando. Asintió ante la reacción, aparentemente cargada de sorpresa, de Vane, entreabriendo un ojo para ver cómo se le acercaba para pasar una toalla húmeda por su frente y rostro, haciendo un esfuerzo adicional para que sus brazos no se movieran instintivamente y no le asestaran un zarpazo directo en el estómago. Luego bebería del bol lentamente, valorando cada gota de agua que ingresaba a su organismo, además de la baja temperatura que le ayudaba ciertamente a mantener la calma. Mientras lo hacía escuchó sus comentarios, suspirando de alivio cuando supo que aquel inmenso sacrificio había valido la pena: todos se habían salvado, aunque desconocía obviamente su situación actual. – Me alegra…- susurró sintiéndose relajada por unos segundos apenas, pero suficientes para renovar su motivación un poco. Luego se dedicaría a su pregunta, negando lentamente. – No tengo idea…cuando pude “despertar”, sólo vi lo que quedó de su cuerpo por mis manos y mi boca manchadas de sangre – mencionó con un toque de culpabilidad y ojos entrecerrados, haciendo una mueca pero luego volviendo a despejarse. Lo hecho hecho estaba, y así debía quedarse al menos con él.

Tomó aire y luego lo exhaló, sintiendo el control por fin un poco más fuerte, al menos sin tener que hacer muecas para graficar su dolor. Las cadenas lentamente estaban siendo recolocadas en aquel atormentado pecho suyo. -¿Qué debería hacer ahora? – Preguntó de repente sin un interlocutor preciso aun estando Vane allí. Que le respondiera él o nadie le daba igual, sólo sentía la necesidad de hacer aquella pregunta. – Tengo claro que no puedo seguir así…pero no puedo regresar con ellos. No todavía. – Miró su mano, y las terribles marcas que tenía por la acción del fuego en ella. Cualquiera habría muerto, pero ella estaba allí, viva. Eso no podía ser casualidad. – Por algo sobreviví…pero no sé para qué… - Y esa era la gran interrogante que no podía responder; y era gracioso en cierto modo, porque a la vieja Gianella le sobraban los motivos para seguir adelante.

Sólo faltaba…conectarlas.


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