Let me go home [Privado]

por **Audrey Browning** Jue Ene 29, 2015 8:45 pm

¿Cómo iba a saber yo qué había al final del camino?
Robert Harris

Deseaba escapar, ser cualquier otra persona y no tener que volver a ver a Caleb en toda su vida. Descubrir a su prometido había sido el problema de todo. Audrey lo creía muerto, descansando bajo la tierra en algún lugar donde no estaba a nadie; sus deseos se cumplieron o al menos lo hicieron por un periodo de tiempo, hasta que el viaje a Francia le mostraba la verdad y abría ante ella una realidad que no deseaba por nada del mundo.

Ese día tuvo suficiente. Los gritos de que que un día se convertiría en su esposo le empujaron salir corriendo de aquella mansión, sujetando firmemente la falda de su vestido y los gritos por parte de la servidumbre, quienes trataban de hacerle regresar a su ahora hogar, pero la inglesa no se detuvo, corría con toda la fuerza que le daban sus piernas sin prestar atención alguna a las calles que surcaba o las miradas curiosas de quienes andaban en las calles.

Si bien un acto de ese tipo nunca fue realizado por ella la desesperación la empujaba a actuar de maneras poco ortodoxas y no fue hasta que sus pies no pudieron dar un paso más que se detuvo. El corazón amaneraba con dejar su pecho en cualquier segundo, su respiración era agitada y se sentía sudorosa pero libre por primera vez desde que llegara a aquel país. Una sonrisa surco su rostro y respiro lento, tratando de calmar su cuerpo entero después de aquella carrera que parecía ser lo que necesitaba para tomar fuerzas de nuevo y ahora se sentía lo suficientemente tranquila como para volver a su martirio; pero existía un ligero problema. Cuando Audrey levanto la cabeza, las calles en las que se hallaba no le parecían para nada conocidas. En su desesperación se había dejado llevar, alejado sus pasos de los lugares conocidos y terminando en sitios que alguien que apenas conocía París no reconocería fácilmente. Se mantuvo estática un buen rato, tratando de recordar algo que pudiera guiarle de regreso pero nada de eso apareció, por tanto, opto por caminar a ciegas y sin pedir indicaciones, de esa manera igual podría relajarse un poco más después de su acto de escapismo.

Camino demasiado rato, sin encontrar fiesta alguna que indicara que estaba por llegar a su destino. En su interior se hallaba cada vez más desesperada, pero externamente su calma era absoluta, llevando a que cualquiera que la viese antes correr, dudara que fuera la misma mujer. No fue hasta que el atardecer dio paso a la noche que de verdad se asusto. Audrey estaba perdida y por donde ahora andaba no parecía existir persona alguna capaz de ayudarle. La inglesa se hallaba sola y completamente indefensa, en una ciudad que apenas y conocía.

por **Constant Von Fanel** Mar Mar 10, 2015 9:07 pm

El grito resonó en los oídos del vampiro, alimentando su alma de una manera similar a como la sangre que le llenaba la boca alimentaba su cuerpo. Sin embargo, demasiado pronto la intensidad decreció, apagándose, desvaneciéndose como si no hubiese existido. La lucha frenética del cuerpo del joven también cesó. Solo le quedaban las fuerzas suficientes para exhalar su último suspiro, gracias al cual algunas gotas de saliva sanguinolenta salpicaron el cabello del ser que ahora se inclinaba sobre los ojos claros y fijos. Un gesto de frustración cubrió el rostro del vampiro. Había resultado más débil de lo que pensó en un principio. Cuando la noche empezaba a ponerse interesante el bastardo se rendía y escapaba en brazos de la muerte. Le había encontrado vagando por las calles de la ciudad, vendiendo su cuerpo al mejor postor y exhibiéndose como un pavo bien alimentado. No le costó ningún trabajo convencerle de que le acompañara, bastaron unos pocos francos. Luego le dirigió hasta la casa en la cual se encontraban. Se trataba de una residencia ajena la cual sabia él de antemano se encontraba abandonada. Algunos muebles, dejados a su suerte y cubiertos por metros de tela que alguna vez fuese blanca, salpicaban el lugar y una gruesa capa de polvo daba testimonio del tiempo que había pasado desde la última vez que un ser humano había cruzado el umbral. Era la locación perfecta para llevar a cabo sus juegos. Nadie le interrumpiría y el terreno que circulaba la estructura era lo suficientemente extenso como para atenuar los gritos de tormento de sus víctimas.

Pero ahora, a pesar de la meticulosidad de su plan, se quedaba de nuevo sin prospecto para la noche. Irritado se alejó del cuerpo y camino algunos pasos hasta una de las paredes. Se encontraba en el sótano, un cuarto pequeño rodeado de paredes y con una sola entrada la cual se encontraba custodiada por una pesada puerta de madera. En el centro había una mesa de cocina, lo suficientemente grande como para albergar el cuerpo de un humano adulto y fornido, al costado una silla de madera y en las esquinas sendos candelabros con velas encendidas. Eso era todo, bueno, además del cadáver.

Constant apoyó una mano sobre la fría pared. No se encontraba satisfecho, no sentía la saciedad que requería para poder desenvolverse con naturalidad y la respuesta para su ansiedad era simple, debía salir y conseguir un nuevo juguete para entretenerse hasta calmarse. Con determinación pero sin ningún afán procedió a soltar la cuerda que ataba y sostenía el cuerpo del joven prostituto en una posición tan anormal para un humano que solo eso hubiese sido suficiente para arrancarla gemidos lastimeros por horas. Luego arrojó el cuerpo a una de las esquinas pero dejó los restos de carne y vísceras arrancados justo donde estaban (no se iba a molestar con tales nimiedades), se calzó su camisa y abrigo y salió del lugar. El nuevo plan era solo una repetición del primero, vagar por las calles de las zonas menos afortunadas en busca de otro ser que estuviese contento de arriesgar su seguridad a cambio de algunas monedas. Sobre sus zapatos y pantalón podían apreciarse manchas de sangre pero no le importó. El tipo de juguete que buscaba no haría preguntas al respecto, además la oscuridad de la noche le otorgaba una ventaja considerable en ese aspecto.

Apenas abandonaba el enrejado externo de la casa elegida como guarida de la velada cuando unos pasos solitarios llamaron su atención. Sonrió para sí sin poder creer la suerte que le acompañaba. A lo lejos divisó la figura de una mujer que caminaba alejándose bajo la tenue luz de los faroles. Sin pensarlo dos veces enfiló hacia ella – ¿se encuentra perdida, mademoiselle? – le cuestionó cuando se encontraba a escasos pasos manteniendo una sonrisa socarrona que sabía no le otorgaba el carisma necesario para abordar a una extraña.

por **Audrey Browning** Lun Mar 30, 2015 11:23 pm

Esas eran las cosas que sucedían cuando alguien se dejaba llevar por sus emociones y sentimientos; algo que gran parte de su vida Audrey mantuvo en un estado neutral, al menos hasta que llego a París y la vida como la conocía se derrumbo. Nada de lo que estaba pasando era su culpa, por más imperdonable que fuese que saliera corriendo de la mansión. La inglesa culpaba de todos sus males a Caleb, siempre lo haría por lo que le quedara de vida y aún así, era su responsabilidad regresar a la mansión donde aquel hombre que no podía moverse más, continuaba. La libertad que sintiera cuando se supo fuera de aquella mansión se desvaneció como la luz del día y ahora, únicamente eran sus pasos los que sonaban por las calles. Su seguridad al caminar era tal que a menos que alguien fuera demasiado perspicaz, podría notar el temor en sus ojos.

Si bien Audrey no era para nada una idiota, se comporto como una al escapar y no precisamente porque fuera un acto estupido, sino por el hecho de que se permitiera semejante atrevimiento cuando la realidad era que apenas y conocía París. Aquel lugar se convirtió muy recientemente en su hogar permanente y la frustración de saber que no volvería a Inglaterra le hacía no desear salir fuera, así que cuando se lanzo a las calles, lo hizo a ciegas, sin medir las consecuencias de sus propios actos y por eso, ahora debía cargar con ese error. Pese al temor que le causaba saberse perdida, no creía que algo malo pudiera pasarle. Lo peor que podría ocurrirle, según ella, era permanecer en las calles toda la noche y deber esperar hasta el día siguiente para buscar a alguien que pudiera ayudarle, aunque permanecer en la calle tampoco era lo más apropiado para una mujer de su clase. Un suspiro salir de los labios de la inglesa y continuo su camino, tratando de recordar exactamente el camino que antes le llevara hasta esos lugares, más sin importar cuanto caminara, las calles le lucían cada vez más desconocidas.

Cuando creía que las posibilidades de encontrar alguien de buen corazón que pudiera ayudarle se agotaban, la suerte parecía finalmente sonreír a la mujer. Era la voz de un hombre que le llamaba bastante cerca, aunque lo curioso era que en ningún momento ella había escuchado pasos acercarse, atribuía aquel detalle al hecho de que su mismo nerviosismo interno le impidiese ser consciente de lo que sucedía a su alrededor. Lo mejor hubiera sido claro no haber escuchado esa voz, ni haberse detenido para volverse y ver un ángel donde solo existía un demonio.
– ¿Tan notoria es la situación en la que me encuentro? – una sonrisa educada apareció en los labios de aquella mujer, quien agradecía que la presencia fuera masculina, pues su mente ingenua le decía que aquel sujeto sería capaz de defenderle de cualquier mal que existiera en la noche – Aunque no estoy del todo perdida, sé a donde deseo llegar, pero las calles me parecen tan similares que es imposible que me de una idea concreta del camino que debería seguir.

por **Constant Von Fanel** Miér Abr 15, 2015 8:17 pm

– Bueno, a decir verdad es muy notorio, afortunadamente soy el único que se encuentra en los alrededores – con un gesto de su mano señaló la calle oscura y vacía. En su mente agradeció el que ningún caminante casual apareciese girando por alguna de las esquinas que les franqueaban. Estaban solos, con la tenue luz de las farolas encendidas como único testigo. La expresión de ella, lejos de estar aterrada por encontrarse con un extraño en la situación en la que se encontraba, denotaba un alivio que por poco ocasiona que el vampiro soltase una carcajada. Le encantaba toparse con esa clase de ingenuidad y candidez. Ella sería perfecta aunque no encajase en la primera búsqueda efectiva de la noche y, por tanto, se saliese de los planes. – Suele ocurrir en esta zona de París, especialmente a aquellos que llevan poco tiempo y no han logrado familiarizarse con la ciudad – le miró con detenimiento. No requería de su acento para que se delatara como extranjera.

Constant le observó por algunos segundos decidiendo cual sería el camino que él seguiría. Podría inducirla a acompañarle, generar un engaño lo suficientemente sólido como para que la crédula muchacha (no podía suponer otra cosa dada la disposición que tenía para revelarle a un extraño que se encontraba extraviada) le acompañase en medio de una conversación amistosa o el silencio educado, según prefiriera. Pero después de imaginarlo por unos segundos se inclinó por una alternativa menos sutil. Esa noche no se encontraba de humor para seguir el juego a la diplomacia. – Acompáñeme – su tono de voz autoritario reclamaba a la mente de la humana obediencia total. Una orden que no podría ser ignorada ni cuestionada, así que cualquier simple mortal sobre el que la ejerciera se vería en la obligación de cumplirla. Por supuesto la joven no fue la excepción. Tomándola del brazo la guió por la calle desolada los pocos pasos que les separaban de la entrada de la vivienda abandonada. Luego, deteniéndose apenas lo necesario para abrir la verja de hierro, continuaron en silencioso y lento andar hasta que hubieron atravesado la entrada principal. Solo hasta que la puerta estuvo cerrada con llave, la cual él guardo en el bolsillo de su pantalón, se dignó a liberarla del dominio de la orden impuesta.

– Bienvenida a mi humilde morada de esta noche – sonrió abiertamente mientras le miraba con ansia depredadora. Bien podría simplemente haberla guiado hasta el destino final, el sótano, pero deseaba saber cuál sería la reacción de la joven ante tan peculiar situación ¿Se percataría de que había acudido hasta el lugar sin poner objeciones debido a una fuerza sobrehumana que la impulsaba sin tener en cuenta su voluntad? ¿O se auto-convencería de que lo había hecho a propósito, buscando una explicación racional para aquello que carecía por completo de explicación? ¿Conocería ella la existencia de seres como el propio Constant? Era esta una pregunta que en el pasado no se había molestado en hacerse, pero ahora parecía como si todos los mortales de París estuviesen enterados de los peligros que la noche traía bajo sus oscuras alas.

por **Audrey Browning** Jue Abr 30, 2015 11:18 pm

Se hallaba increíblemente apenada por aquella situación en la que se había metido ella sola, pero agradecía que estuviese en compañía de alguien en aquellos momentos. La verdad es que Audrey, a pesar de la calma que denotaba exteriormente, había estado a nada de comenzar a gritar asustada y correr en busca de que pudiera auxiliarle a llegar a su nuevo hogar; para su fortuna, no debió pasar por tan bochornosa escena y ahora contaba con la compañía de aquel hombre que lucía tan amable.
– Al menos alguien se encuentra en los alrededores, porque estar sola me estaba haciendo bastante mal. Su presencia ha traído algo de más paz y calma a mi espíritu – admito aliviada y nada preocupada por encontrarse a solas con él. El hecho de desconocer la verdadera naturaleza de aquel hombre, la dejaba completamente vulnerable a caer en sus mentiras. Un tono rojizo coloreo sus mejillas y agradeció que las luces de aquella calle fueran tan tenues como para no hacer más evidente su vergüenza al ser descubierta como una extranjera boba que había terminado por perderse entre las calles – Si, bueno es que perderme fue mi culpa en primer lugar. Salí tan apresuradamente de mi hogar que no preste atención a las calles que pasaba, ni a las casas o personas así que ahora, he de sufrir las consecuencias de mis torpes acciones – consideraba como una consecuencia estar en soledad, pero nunca se hubiera imaginado que parte de las consecuencias era un encuentro con un ser que bien podía llevarle a la muerte.

Su crédula existencia humana se había aferrado a la idea de un amable caballero que aparecía para ayudarle, pero nada fue de esa manera. Cuando la voz masculina volvió a emerger de aquellos labios, Audrey le siguió sin oponer resistencia alguna e incluso lo hizo sin pronuncias palabra alguna. Su mente se encontraba bajo un dominio que para ella le era incomprensible y sobre todo, imposible de ser ignorado. Con pasos firmes y como si fuera un animal que iba a un matadero, la inglesa entro en la casa que le era indicada y apenas el control del vampiro sobre ella terminaba, los ojos de la humana recorrieron aquel lugar y una risita nerviosa salir de sus labios.

Al volver completamente a ser ella, no estaba segura de la manera en la que termino en aquel lugar, pero culpo a las lagunas mentales de un hecho como ese, así que no hizo más que observar al hombre aquel y sonreír, pensando en que debía salir rápidamente de aquel lugar, sin estar del todo segura porque su mente le decía aquello como si fuera una necesidad de vida o muerte.
– Es un lugar bastante interesante – menciono más por educación que por cualquier otra cosa – pero creo que debería buscar la manera de volver a casa, seguramente que se encuentran preocupados por mi y no quiero generar inconvenientes a alguien que se ha mostrado tan amable conmigo – dio un paso hacía atrás – así que si es tan amable de acompañarme al exterior, me sentiré sumamente honrada – ella no lo sabía aún, pero no existía escapatoria de aquello en lo que había metido.

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