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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Eléa Pelletier Dom Feb 08, 2015 7:05 am

Su partida había sido inesperada, tan sólo una carta sobre el escritorio dejaba ver que no había sido por obligación, si no una decisión precipitada pero de la propia Eléa. Había viajado por media Europa sin un rumbo fijo: visitó Italia y Hungría, pasando después por Austria y Bohemia. Conoció otros de su especie en el norte de Europa, donde permaneció durante meses viviendo en los bosques Noruegos. Pero, después de un tiempo, comenzó a echar de menos la capital francesa. Nunca lo hubiera imaginado, pero así era. A pesar de que no había congeniado con su clase social, con la gente que se le había cruzado en su vida, era lo que mejor conocía.

Llegó a París cruzando los campos que lo rodeaban. Caminaba sin prisa, como alguien que disfruta de su último día en la tierra. Respiraba la variedad de aromas que le llegaban a su nariz humana, reconociendo algunos y conociendo los nuevos.
-Te he echado de menos, ciudad del demonio -sonrió. Aquella urbe le causaba una especie de relación de amor-odio que le hacía querer marcharse para siempre, pero que a su vez la anclaba a ella igual que como lo hace un ser amado.

A pesar del tiempo que llevaba fuera, las laberínticas calles no le supusieron un problema. Recordaba cada adoquín y cada cruce como si el día anterior hubiera pasado por ese mismo lugar. En poco tiempo llegó a la puerta de su casa, una verja de más de dos metros de altura acabada en unos barrotes con puntas que simulaban flechas. Se paró delante sin atreverse a entrar. Nadie en el interior sabía cuándo volvería, y una vez allí la propia Eléa empezó a dudar de si estaba preparada para ello. Desde donde se encontraba pudo comprobar que el servicio había mantenido la casa cuidada, el jardín estaba como el día que se fue: perfecto. Después de todo, todos ellos seguían siendo fieles a la familia Pelletier, a pesar de que sabía que la temían como si fuera hija del mismísimo Satán.

Decidió que aun no entraría. El Sol brillaba en el cielo con toda su fuerza, así que comenzó a caminar disfrutando de su calor. Visitó la plaza Tertre donde cientos de personas paseaban charlando alegremente entre ellas. Pasó la mayor parte del día a la sombra de un árbol, y cuando la luz comenzaba a bajar visitó la taberna. Al entrar notó como muchas miradas se dirigían hacia ella, pero pasó de largo. Durante un par de horas se entretuvo con un vaso de un licor que ni sabía cuál era. No encontraba el momento de volver a casa, quería hacerlo, pero había algo que se lo impedía. Vació de un trago el vaso y salió.

Volvió a pararse delante de la verja de la mansión y miró en su interior. La luz había desaparecido del todo y tan sólo quedaban algunas farolas que alumbraban parte de la calle. Tomó aire, y cuando lo expulsó notó que no era la única persona en los alrededores.
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Mensaje por Leinhart A. Ashford Lun Feb 16, 2015 2:17 pm



Era un día como cualquier otro, Lein había estado con su hermano desde muy temprano en la mañana siguiendo una pista sobre un esclavo de sangre quien aparentemente se había vuelto demasiado obvio en sus practicas y se gano una marca de muerte, no seria difícil, los esclavos de sangre obtienen las habilidades de un vampiro pero, aun siguen siendo humanos y los humanos por desgracia, son lo mas fácil de darle muerte en esta ciudad atestada por lo sobrenatural.

después de la cacería fueron a la taberna, era prácticamente su ritual, beber un poco después de cada cacería en señal de cierre de la misma, era algo tonto pero siendo estos dos individuos hermanos conseguían la compañía del otro amena, los tragos volaban por la mesa de los Ashford -mas del lado de Luke que de Lein- este hombre disfrutaba de la bebida, pero lo hacia conscientemente a diferencia de su hermano quien tendía a perder el control a veces y terminaba en cualquier lugar al azar sin memoria de como llego ahí.

Luego de un momento una bella joven entro a la taberna donde ellos estaban, por unos minutos capturo el interés de Lein pues era muy hermosa, estuvo un par de horas en aquel lugar con un vaso de licor en sus manos, parecía tomarse su tiempo para completar su trago y luego, se fue, casi tan rápido como había llegado se había esfumado.

Lein termino su ultimo trago de la noche y se levanto para retirarse, pago la cuenta de lo que iba por el momento y dejo a su hermano allí en compañía del alcohol y las mujeres que el siempre parecía atraer - No llegues tarde, tenemos mucho que hacer - le dijo seriamente, su hermano siempre tendía a extenderse cuando había alcohol y mujeres de por medio.
Salio del establecimiento y se puso en marcha en dirección al área residencial, paso por las calles nocturnas de parís ya iluminadas con aquellas mortecinas luces de las pequeñas lamparas que las adornaban, camino lentamente, sin apuro alguno, sabia que hiciera lo que hiciera tendría que esperar a su hermano así que se tomo su tiempo.

Luego de atravesar varias calles disfrutando un poco del clima frió que prevalecía en las noches llego a una gran mansión que llamo su atención, seguramente los que allí vivían eran de muy buena estirpe, la contemplo un tiempo cuando diviso a aquella misma joven que había cautivado su atención en la taberna, estaba de pie frente a la verja de la mansión, parecía preocupada por algo tal vez, como si aquella casa la llenara de recuerdos. Se acerco lentamente a ella y le dijo - Es una hermosa mansión - mientras se situaba a su lado, volteo su mirada hacia ella y le sonrió un poco, seguidamente hizo su reverencia caracteristica - Leinhart, mi bella dama. A sus servicios -




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Mensaje por Eléa Pelletier Mar Feb 17, 2015 3:40 pm

El proceso era siempre el mismo. Oía los pasos acercándose, pequeños crujidos sobre el terreno. Después llegaba el olor, ligeramente atenuado dependiendo de la dirección del viento. Y por último el sonido de la voz del individuo, la única manera que tenían los seres humanos de hacerse notar. Eléa, al contrario, podía detectar movimiento a unas distancias considerables y para cuando el hombre habló la cambiante ya sabía que estaba allí. Detectó en él el olor característico de la taberna que emanaba su ropa, al igual que lo hacia la de ella, con lo que dedujo que venía de allí. Era ese olor acre a alcohol rancio y vómito que siempre hacia que Elea lo pensara dos veces antes de entrar.

-¿De veras creéis que lo es? -Su voz sonó esperanzada, como si de verdad intentara creerlo. Después de tantos años encerrada en ese lugar le costaba creer que hubiera alguien que lo apreciara por su belleza. Eléa solo veía en esa casa odio, un odio que la había recluido hasta que no pudo más. A pesar de todas las emociones que la causaba, intentó ver el edificio tal y como lo hacían el resto de Parisinos. La casa era una hermosa mansión victoriana de dos pisos y un ático. Numerosas hiedras reptaban por la fachada, haciendo que la mitad de ésta fuera de un color verde oscuro. La ventana más grande de la fachada correspondía con el dormitorio de Eléa, habitación que se había asignado ella misma tras la muerte de sus padres.

Miró al hombre que se había acercado y no pudo evitar sonreír al ver la reverencia que le había dedicado.
-Mi nombre es Eléa -Dobló las rodillas sujetando el vestido con ambas manos haciendo la clásica reverencia femenina que tan poco le gustaba. No recordaba la ultima vez que la había representado y la falta de costumbre hizo que le temblaran las piernas ligeramente y que perdiera el equilibrio. Echó el pie izquierdo hacia atrás para evitar caer al suelo y el resultado fue un movimiento gracioso y elegante. -Es un placer, monsieur -dijo colocando las manos a ambos lados de su cuerpo.

-Parece que esta noche soy una mujer afortunada. Lástima que mi destino este cruzando esa verja -dijo señalando la entrada del jardín. Hacía mucho tiempo que no recibía un halago semejante, y, aunque supuso que esa era la forma en la que se presentaba el cazador, disfrutó del momento. -Supongo que podré demorar mi llegada. -Giró su cuerpo para quedar frente a frente.

-¿Soléis venir mucho por esta zona, monsieur Leinhart? -
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Mensaje por Leinhart A. Ashford Miér Feb 18, 2015 12:29 pm



La voz de la joven tenia un tono esperanzado en el, como si no quisiera ver aquella casa realmente hermosa pero algo se lo impedía, Lein pudo deducir que si bien, la mansión era verdaderamente hermosa estas solo representan una especie de caja, una caja con incontables recuerdos dentro sean buenos o malos - Lo creo mi bella dama - le respondió con una sonrisa, se volteo en dirección a la casa y continuo - O por lo menos el exterior, la verdadera belleza de una casa proviene de su interior - refiriéndose a los recuerdos que esta podría contener mas que a la decoración.

Con un gesto gracioso y elegante la joven se presenta "Eléa" repitió mentalmente para guardar bien su nombre, - Un bello nombre, casi tanto como su portadora - le reitero su remarcada belleza, realmente había captado su total atención pero aun no entendía la razón.

- Entonces sera para mi un total honor poder ser su acompañante en esta fría noche mademoiselle - hizo otra pequeña reverencia, - ¿Tal vez pueda interesarla en un pequeño paseo por la ciudad? - Lein era muy educado en cuanto a su trato con personas se refería, mas aun con las damas, algo que ciertamente su padre se enfrasco en inculcarle, - Si mi señora, paso por aquí frecuentemente - le respondió con una sonrisa - Mi casa esta a solo unas pocas calles de aquí; estaba en camino hacia allá cuando me cruce con usted -

Recordó como la joven se veía un poco indecisa de entrar a su propia casa y nuevamente la teoría sobre la caja de recuerdos volvió a su mente aunque no hizo ningún comentario al respecto, apenas se iban conociendo y aquello parecía un tema delicado - Dígame, ¿hace mucho que vive aquí en parís? - sintió curiosidad, el estaba recién llegado a la ciudad, una que otra vez que fue enviado por su padre a una misión en esta icónica ciudad pero nunca la habito por mas de una semana a la vez, esta vez era indeterminada su estadía - Yo recién llegue hace una semana a la ciudad -


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Mensaje por Eléa Pelletier Sáb Feb 21, 2015 11:22 am

Escuchó atenta a las palabras de aquel hombre que se le había acercado. Parecía que no era la única que pensaba que una casa no eran sólo cuatro paredes con un techo, sino que la gente que la habitaba hacía de ella un hogar o un mero edificio. La de Eléa, sin duda, fue una cárcel. Había pasado tanto tiempo encerrada que cuando finalmente fue libre de ir y venir apenas salía por miedo a no saber qué hacer. Es cierto que esa sensación de vacío e incertidumbre no duró mucho, pero durante ese tiempo no fue capaz de cruzar la verja de su casa mientras la luz del Sol brillara en el cielo. Sonrió de manera imperceptible al recordarlo, un pequeño gesto en la comisura de la boca. Hacía años de aquello, pero pocas cosas habían cambiado desde entonces.

-Un paseo sería perfecto -contestó sintiéndose algo aliviada de retrasar la entrada en la casa. ¿Por qué le estaba costando tanto? ¿Acaso era demasiado pronto para regresar? Durante su viaje había pensado que no, añoraba esas paredes que durante tantos años había rechazado. Pero ahora, plantada allí delante, sus pies no respondían a lo que deseaba. Quizá es que no lo deseaba con demasiada fuerza. -Parece que somos vecinos entonces -Comenzó a caminar por la calle esperando que Leinhart le siguiera.

-No os había visto antes en esta zona. Es curioso como lo que más cerca tenemos es, a veces, lo que más pasamos inadvertidos -comentó mirando alrededor. -Siempre he vivido en París, desde que tengo uso de razón al menos. -Pensó en sus padres, los verdaderos, en cómo serían y qué vida llevarían. ¿Estaría allí si no hubiera sido adoptada? Era imposible saberlo. -Y siempre en la misma casa -Calló un momento. -Durante cuarenta y cuatro años…-pensó, pero no lo mencionó. Evitaba decir su edad, y no era algo que llamara la atención. Muchas mujeres omitían ese dato cuando hablaban sobre ellas, por lo que ella no era una excepción.-¿Sois nuevo en la ciudad? Por eso no os recuerdo -dijo. Recordaba cada olor de las personas con las que se cruzaba, cada sonido que hacían al caminar o al moverse, y las de Leinhart le eran completamente desconocidas. Le observó escudriñando cada centímetro de piel, intentando ver más allá de lo que el mundo veía. Sabía que no era uno de ellos, habría sido fácil descubrirlo, era algo que simplemente sabía. Lo que aún no tenía seguro es si podía confiar en él.

-Y decidme, monsieur Leinhart… ¿sois siempre tan cortés con las damas? -Miró hacia donde se encontraba el cazador. -¿O acaso debería sentirme... ? -levantó las manos mientras buscaba la palabra adecuada. -¿... halagada? -fue casi una pregunta, como si no estuviese segura de su elección. -No os ofendáis, no me gustaría sonar impertinente. Es sólo que últimamente no he tenido conversaciones muy… civilizadas. -
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Mensaje por Leinhart A. Ashford Sáb Feb 21, 2015 9:40 pm

Sonrió levemente en cuanto la aprobación por parte de la joven llego a sus oídos, llevaba un buen tiempo en París y hasta la fecha, no había tenido una conversación con una dama que no estuviera tras su dinero o en la mira de su revólver, por supuesto se había pasado por la taberna y el cabaret donde abundaban las mujeres pero siempre acompañado de su hermano y nunca a gusto en esos lugares, solo lo acompañaba en la bebida por unas pocas horas y luego se retiraba.

La joven se encamino bajando la calle, Lein obviamente la siguió igualando su paso, escucho que la joven menciono el hecho que mientras mas a la vista, mas difícil de ver son las cosas a lo cual no pudo evitar soltar una pequeña risa, - se sorprendería de la verdad que hay en esa oración - comento mientras se aplacaba su risa, era París, ciudad del misterio - la mayoría de las veces, las cosas mas increíbles se esconden justo frente a nuestras narices sin que lo notemos... Hasta que es tarde. - le dijo haciendo una referencia muy sutil a las criaturas que se escondían entre los humanos.

- Vive usted en una hermosisima ciudad mi bella dama, y una casa casi tan hermosa como su habitante - le dijo en tono encantador, evidentemente aun no estaba al tanto de con quien trataba, si se hubieran conocido en otras circunstancias, tal vez Eléa y Lein fueran enemigos, tratando de acabar con la vida del otro, pero en este momento, eran solo dos personas compartiendo la noche en París. Tal vez llegaran a compartir algo mas que solo esa caminata, tal vez aquella cambiante pudiera ganarse el lado bueno de Lein y no una bala en el corazón. - Es un poco complicado - respondió a su pregunta del tiempo que llevaba en la ciudad - he estado aquí en repetidas ocasiones en el pasado, nunca por placer me temo - había venido aproximadamente unas siete veces a la ciudad, solo se quedaba una semana máximo y partía, siempre de cacería o en alguna encomienda especial por su padre; nunca había tenido el placer de conocer la ciudad a plenitud, aunque esta vez, pareciera que tendría todo el tiempo que necesitaría para ello.

Se sonrió ante la pregunta de la joven, realmente si era cortes con las damas, su padre se encargo de ello ávidamente, aunque, con algunas que le atraían esta característica parecía verse amplificada - no se preocupe de ello mi dama, no me siento ofendido en ninguna manera - le respondió con aquella voz grave y remarcado acento ingles - Ciertamente el que debe sentirse halagado es su servidor - dijo sonriente, volteo hacia la joven levemente sin perder la elegancia y continuo - No es todas las noches que tengo tan hermosa compañía a mi lado - completo con un tono encantador y un poco juguetón, sin perder aquel respeto hacia la dama por supuesto.

Avanzaron unas cuantas cuadras mas por aquella larga calle hasta llegar al frente de la residencia Ashford, una gran reja de metal con unas inscripciones en latín en la parte superior se mostraba imponente ante ellos, mas allá un gran jardín con arbustos rodeando una pequeña plaza y de centro una fuente de mediano tamaño y al final de todo la mansión, una fachada de un color oscuro con unos ventanales en la parte frontal que marcaban la zona central de la casa, nadie sabia realmente quien vivía allí puesto que esa gran mansión se la mantenía desocupada en la mayor parte del tiempo - Le presento mi morada mi bella dama, la invitaría a pasar, pero no quiero marcar su reputación en ninguna manera negativa - ciertamente las costumbres en aquel tiempo eran distintas y el hecho de una mujer entrar a la morada de un hombre a quien acababa de conocer podría marcar su imagen ante el resto del mundo de una manera negativa. Cosa que Lein no permitiría.
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Mensaje por Eléa Pelletier Miér Feb 25, 2015 4:06 pm

Sonrió al escuchar el halago de Leinhart. Miró hacia el suelo intentando ocultar el color que habían adoptado sus mejillas, que comenzó siendo rosáceo y terminó en un color rojizo tan sólo inigualable al de las manzanas. No levantó la mirada hasta que notó que el calor de su rostro se calmó lo suficiente como para que el tono sonrosado no se hiciera notable. Gracias a la tenue luz que había en las calles no tuvo que esperar demasiado.

-Admito que es una hermosa ciudad. Tiene rincones inigualables a otras ciudades del continente -dijo mirando alrededor, buscando esas calles que la hacían pararse a mirar durante unos minutos. -Pero creedme, después de unos años acaba asfixiando igual que las demás -Su tono de voz bajó un poco de tono. Tardó unos segundos en seguir volviendo a sonar alegre. -Quizá esta vez tengáis tiempo de disfrutarla, París puede ofrecer muchas cosas buenas. He estado de viaje durante un tiempo y la he terminado echando de menos -sonrió al hablar, todavía le resultaba irónica la decisión de volver. Siguieron caminando durante un trecho en el que Leinhart le dedicó otro halago que volvió a pillarla por sorpresa. Esa vez pasaron junto a una zona más oscura que las anteriores, con lo que el rostro de Eléa pasó inadvertido.

-¡Oh, monsieur! Eso sí que no lo creo -dijo entre risas. -En París hay mujeres bellísimas, y dudo que tengáis problemas para encontrar una compañía atractiva. -Se giró para quedarse frente a él. -¿Me equivoco? -Levantó una ceja ligeramente para después girar lentamente quedándose frente a la calle por donde estaban caminando. Había detectado los ligeros cambios en el tono de voz del cazador, pero la falta de costumbre de Eléa con los hombres hacía dudar a la cambiante sobre la forma de comportarse. Aquel hombre era el primero que le dedicaba tanto tiempo y de manera tan cortés, algo que la desconcertaba completamente. Siguieron andando durante un rato hasta que llegaron a una mansión que a los ojos de ella era gigantesca.

-¿Vivís aquí? -Miró sorprendida a su acompañante. Después se acercó a la verja y sujetó los barrotes con ambas manos mientras acercaba la cabeza al hueco que quedó entre los brazos, intentando ver el majestuoso jardín. -Siempre me he preguntado quién viviría en esta mansión. Me alegro de haberlo conocido al fin. -Dedicó una última mirada a la casa y se volvió hacia el cazador de nuevo. -Es muy hermosa, Leinhart. Espero poder visitarla algún día. -No pudo evitar girarse de nuevo y mirar el jardín. La fuente la hechizó unos segundos, lo que tardaron dos pajarillos en cruzar los terrenos de lado a lado.

-¿Vivís con alguien? -preguntó de pronto. -¿Una esposa, quizá? -se aventuró. Como le ocurría en la mayoría de ocasiones, no se dio cuenta de la pregunta hasta que la había formulado. Era un asunto que no la incumbía en absoluto. ¿Qué pensaría aquel hombre de ella? Acababan de conocerse. -Pensaréis que soy una entrometida, no debí preguntaros eso. Perdonadme.-
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Mensaje por Leinhart A. Ashford Jue Feb 26, 2015 2:17 am



La joven parecía apenada por los comentarios del cazador, tanto así que bajo la mirada para ocultar el rubor de sus mejillas. Si bien Lein no vio aquel rubor, sabia que significaba que esta dama bajara la vista, algo que le causo un poco de gracia pero no lo hizo notar, prefirió permanecer en silencio hasta que ella recuperara la compostura.

La joven parecía conocer cada palmo de aquella enorme ciudad, hablaba de ella con un tono que algunos podrían considerar de asombro y con buena razón, París era una bella ciudad, no por nada sostenía su titulo de la ciudad del arte y la belleza. Siguió compartiendo con aquella joven cuando esta le comento que había estado de viaje por un tiempo pero que al final, como las polillas al fuego había sentido la necesidad de volver, necesidad que todos sienten por su ciudad natal de vez en cuando.

Las sospechas de Lein se confirmaron al tiempo que la joven le respondió a su segundo halago, hablaba entre risas lo que le daba un tono adorable a esa mujer. Seguidamente remarco que en la ciudad abundaban las bellas mujeres, y que razón tenia pues estaba compartiendo una caminata nocturna con una, cosa que no guardo como secreto - Tiene usted toda la razón mi bella dama, después de todo no tuve problema para encontrar la bella compañía que en este momento disfruto - le remarco sonriendole de manera atrayente, Lein no era el Don Juan que su hermano menor era, pero si sabia como defender su puesto.

Ya llegados a la mansión Ashford -aunque no se denominaba por ese nombre ya que llamaría mucha atención indeseada- la joven quedo en total sorpresa, al enterarse que era el quien habitaba aquella enorme mansión, - No por nada dicen que el mundo es un pañuelo, ¿quien hubiera imaginado que conoceria a la persona que habita este lugar tan casualmente? - le comento bromeando un poco, realmente el mundo era bastante pequeño y lleno de sorpresas. La joven parecia encantada con aquella vista, el jardin y su fuente, iluminados por la luz de la luna se veian excepcionalmente majestuosas, algo que los arquitectos de la familia se enfocaron mucho en lograr. Una obra de arte la llamaron ellos.

Vio hacia la parte superior de aquella imponente verja donde las palabras "TE SCIRE, SCIRE HOSTIUM TUORUM" se podían leer, el lema de la familia Ashford, sonrió al verlo, por alguna razón le traía recuerdos de su hermana fallecida y de la razón por la cual el estaba en París, bajo la mirada al tiempo que la joven hacia un deseo de poder visitarla algún día, algo que aquel cazador considero muy posible.

Es gracioso como la vida funciona, tan misteriosa e irónica. ¿Que mejor ejemplo de ello que el mismo Lein?; un cazador con remordimiento de consciencia por la muerte de su hermana, algo que pesaba en su alma considerándolo error propio de el, después de aquel suceso prometió nunca volver a perdonarle la vida a un ser sobrenatural y aun así, allí estaba, en compañía de una cambiante, un ser al que juro cazar y dar muerte. Tal vez sus métodos estaban equivocados, tal vez aquella cambiante seria la razón por la cual el cazador cambiara su política, una distante esperanza, pero una prometedora al final.

Una pregunta lo saco de su pequeño trance, ella quería saber si el vivía allí con alguien, luego se apeno de haber preguntado algo tan personal y se disculpo, Lein no pudo evitar reírse de aquella pena - No se preocupe de ello mi señora, no es un tema que me moleste discutir - le comento entre risas, - Actualmente vivo con mi hermano; soltero hasta que se dicte lo contrario - finalizo en modo de broma, realmente ni siquiera buscaba pareja -algo que Lucille siempre le reprocho- aunque, no estaría completamente cerrado a recibir alguna mujer en sus brazos si la oportunidad se diera. Después de todo, ningún hombre puede vivir en total soledad. - En cuanto a conocerla, estoy seguro que pronto sucederá, pero me temo que no el día de hoy - era una promesa a fin de cuentas y el siempre cumplía sus promesas.

- ¿Tal vez pueda interesarla en algo para cenar? - le pregunto amablemente, después de todo la había visto en la taberna jugueteando con su bebida pero nada solido había entrado a su estomago, o por lo menos ese era el caso especifico del cazador y ya estaba entrando aquel familiar ardor en la boca del estomago.

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Mensaje por Eléa Pelletier Sáb Feb 28, 2015 5:19 pm

Nunca había terminado de comprender a todas aquellas mujeres que estando en compañía de hombres se sonrojaba continuamente y se tapaban la boca con la mano, ocultando una risita aguda que le recordaba al ruido que hacían los ratones. Nunca lo había comprendido porque nunca había estado en una situación semejante. Apenas se le habían acercado hombres a lo largo de su vida, y los que lo habían hecho no eran ni por asomo tan corteses como lo era Leinhart, al contrario, en muchas de las ocasiones acababan peleándose en algún lugar apartado, y Eléa no siempre salía victoriosa. Durante el tiempo que había compartido con el cazador se dio cuenta de que la risa tonta y las mejillas perpetuamente rojas eran algo que no se podía evitar, que salía solo, y que lo único que se podía hacer era esconder el rostro y esperar que se fuera igual que había venido.

-Creo que me veis con muy buenos ojos, monsieur -dijo, pero en el fondo agradecía cada halago que le dedicaba. Se quedó observando la sonrisa que siguió a sus palabras y se preguntó cuántas mujeres más habrían caído en el hechizo del cazador. Todas las mujeres tenían una barrera, más fina o más gruesa, que las protegía de los encaprichamientos y las decepciones posteriores. Pero todas esas barreras eran frágiles en algún punto, cualquier persona podía romperlas con la insistencia justa, y cuando ésta se rompía era difícil volver a reconstruirla. La de Eléa aun seguía intacta, una barrera que se había creado a lo largo de muchos años sin nadie que la amara de verdad ni nadie a quien amar. La cambiante sintió que, si volvía a encontrarse con el cazador y si éste insistía lo suficiente, podría llegar a abrir una brecha en ese muro inescrutable. Eso la asustó, siempre se había sentido segura dentro de sus murallas porque estaba segura de que nadie las podría cruzar jamás, y la sola idea de que él lo consiguiera la mareó.

-¿Tenéis un hermano? Siempre quise tener uno, pero mis padres no me concedieron ese regalo. -Recordó los días encerrada en la mansión de sus progenitores, jugando sola en el jardín en los ratos libres, estudiando junto con su tutor y sin más compañía que las sirvientas que la cuidaban y los animalillos que se colaban por los muros para comer los restos de comida que ella les daba. Si, un hermano habría saciado esa sed de cariño que un niño necesita. Al menos, no habría pasado por todo aquello sola. -Supongo que con una niña desobediente tenían suficiente, no necesitaban más problemas. -bromeó, pero en el fondo sabía que no iba desencaminada. -Pensé que estaríais casado. Aunque no debería hacer suposiciones, está claro que no poseo dotes adivinatorios. -Sonrió mientras bajaba la mirada al suelo, donde la mantuvo unos segundos para volver a mirar a Leinhart. -No olvidaré su invitación monsieur, siempre he querido visitar esa casa -dijo mirándola por última vez.

Cuando el cazador mencionó la cena se dio cuenta de que no había comido nada en todo el día. Antes de encontrarse con él había pensado en ir a cazar al bosque y comer carne fresca, sangrante y tibia. Aunque como humana no soportaba el sabor de la sangre, sabía que si se transformaba sería lo primero que buscaría.


-Si, lo cierto es que no he comido nada en todo el día. -Puso una mano en el vientre, que había empezado a dolerle. Miró a su alrededor, pero aquella era una zona residencial donde no encontrarían un solo local que vendiese comida. -Por aquí no encontraremos ningún sitio para cenar, pero hay una calle con cafés un poco más adelante. -Señaló hacia donde se encontraba la calle que había mencionado. -Podríamos buscar uno allí, si os parece bien -le sugirió.
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Mensaje por Leinhart A. Ashford Mar Mar 03, 2015 12:07 pm

La joven parecía no estar acostumbrada a ser halagada tan frecuentemente, tal vez se sentía un tanto incómoda por la forma en que se comportaba, siempre evitando contacto visual con el cazador cada vez que este la elogiaba por su belleza. Algo que le parecía encantador al hombre por lo que seguía haciéndolo, había algo acerca de esta joven que le atraía, un cierto encanto natural que la definía y despertaba en Lein un sentimiento extraño y casi olvidado.

- Si mi señora, su nombre es Luke - respondió, su hermano menor, aveces un dolor de cabeza, otras una voz de la razón; el hombre era todo un personaje, todo un galán con las mujeres, nunca se quedaba callado, bebedor hasta la médula, la clase de hermano que te salvaria de tu propia oscuridad. Eso era Luke para Lein, un apoyo en estos tiempos tan duros que vivían por la muerte de Lucille y el mejor compañero de caza que ha conocido, ya varias veces le salvo la vida en varios enfrentamientos y recíprocamente el ha salvado a Luke en otras, entrenados ambos para ser absolutamente letales ahora tenían una misión que los hacia aun mas. Encontrar al responsable de la muerte de Lucille.

- Realmente puede ser una bendición, tener un hermano. -   le dijo con una leve sonrisa en su rostro, recordaba todos aquellos días que pasaron entrenando en los que Luke no paraba de bromear llevándose unos buenos regaños por parte de su padre - aunque la mayor parte del tiempo se la pasa peleando con el otro - bromeo para culminar la oración, esto ultimo era tan cierto como que el aire es invisible.

La conversación fluyo al tema del matrimonio, para Lein esto no estaba ni cerca de la realidad; tantas malas experiencias habían sellado su futuro en pareja y si alguien quería volver a reavivarlo habría de obrar incansablemente para conseguirlo, aunque, en esta noche aquella cambiante estaba acercándose peligrosamente a revivir esos sentimientos - no he tenido la fortuna de conocer a alguien - le dijo con cierta nostalgia en el rostro, después de todo un hombre no puede vivir solo por mucho tiempo sin perder de vista su razón para vivir.

El nunca desposo a ninguna dama -aunque por su apellido familiar estas llovían- sumado a esto las pocas relaciones en las que estuvo fueron por puro interés, siempre de ellas hacia el; la amarga realidad es que cuando el primogénito de una poderosa y acaudalada familia es soltero las damas buscan siempre de el, pero no precisamente sus sentimientos por lo que Lein hace unos años colgó la toalla y se dedico de lleno a su labor. Aunque ahora en París, nadie reconocía a los Ashford, en esta ciudad su apellido era completamente desconocido pues ellos así lo habían decidido que seria, fantasmas entre los caballeros de la ciudad y vaya casualidad que hoy en día, necesitarían de ese anonimato mas que nunca.

La joven grácilmente acepto la invitación a cenar, coloco su mano en su vientre en señal de molestia por el hambre así que le informo de un café unas calles mas alante de donde estaban, una comida casual entre dos personas, en cierto modo Lein esperaba pudiera llegar a ser algo de valor, ciertamente Eléa parecía una dama por la que valía la pena abrir la coraza una vez mas - No se hable mas al respecto, pongamonos en camino - le dijo poniéndose en marcha, pero no sin antes ofrecerle su brazo en señal de caballerosidad, una señal oficial en ese tiempo de que la persona en cuestión acompañaba a la dama y debía de respetarse aquel gesto.
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Mensaje por Eléa Pelletier Miér Mar 04, 2015 4:15 pm

-Luke -repitió casi en un susurro, más para sí que para los demás. Una forma como otra cualquiera de memorizar un nombre. Escuchó las siguientes palabras del cazador y sonrió con complicidad. Conocía esa sensación de soledad y sabía que ningún ser humano podía soportarla de por vida. Algunos lo hacían, y aparentemente eran felices, pero Eléa lo dudaba. No tener a nadie a tu lado para poder hablar, a nadie en quien confiar o a quien acudir en caso de necesitarlo fue lo que indujo a la cambiante a salir de París. Y parecía que había regresado en el momento adecuado.

Aceptó el gesto del cazador y pasó el brazo por debajo del de Leinhart, uniendo sus manos sobre el antebrazo de éste, dejándolas reposar suavemente sin llegar a cargar todo su peso sobre ellas. El gesto en sí hizo que la distancia entre ambos se acortara irremediablemente. Captó el olor de él de inmediato y, como siempre, no tardó en memorizarlo. Estando tan cerca de él podía utilizar sus sentidos con una mejor precisión y conocerle de una manera que sólo los de su especie conocían. Ellos no necesitaban hablar para saber cosas sobre los demás, había gestos y sensaciones que eran imperceptibles para los humanos pero muy evidentes para esos seres sobrenaturales que poblaban la capital francesa. Fue capaz de palpar la forma de su brazo bajo sus manos con tan sólo posarlas, esa contracción inconsciente que se producía cuando alguien se sujetaba de la manera que lo había hecho ella. Y su olor, insaciable, le llegaba a su nariz una y otra vez.

Comenzaron a caminar en dirección a la calle que había mencionado y durante un rato Eléa se mantuvo en silencio. Se dio cuenta de que le gustaba pasear así, sujeta del brazo, como si no hubiera nada de lo que preocuparse, igual que hacían el resto de parejas que veía pasar. Una ráfaga de aire frío los abrazó, haciendo que Eléa se estremeciera. No había previsto pasar tanto tiempo fuera, por lo que su abrigo era demasiado fino para la época en la que se encontraban. Se acercó un poco más a Leinhart de manera automática, intentando buscar algo de calor para aliviar el frío que se había colado en su cuerpo.

La luz de la calle comenzó a aumentar, señal de que se acercaban a la zona de cafés. Las calles comerciales siempre estaban más iluminadas que las residenciales, quizá para atraer a los clientes más asustadizos hacia esas zonas. La primera terraza con mesas apareció delante de ellos y Eléa sintió una punzada de lástima al notar que su paseo se terminaría pronto. Desconocía el motivo, pero deseaba alargarlo más, unos metros tan sólo. Miró a Leinhart de reojo, desde la altura del pecho hasta su rostro y mantuvo la mirada ahí durante unos pocos segundos hasta que la bajó de nuevo. -Qué estás haciendo… -se decía a sí misma una y otra vez. Suspiró.

-Podéis elegir el que más os guste, monsieur. -Hizo un gesto con una mano señalando la larga calle llena de cafés para volver a posarla sobre el brazo del cazador. -Os aseguro que todos tienen una comida excelente. -Dejó que decidiera él, deseando que fuera uno de los que había al final de la calle para poder pasar unos pocos minutos más sujeta de su brazo. A su nariz llegó de nuevo ese olor, que como un martillo incesante la golpeaba haciendo que la separación entre ambos fuera cada vez más difícil para ella. Ese olor que se había grabado a fuego en su memoria desde el primer momento. El olor que sabía que no podría olvidar incluso antes de conocerlo.
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Mensaje por Leinhart A. Ashford Jue Mar 05, 2015 4:57 pm

La bella dama acepto aquel gesto del cazador  y pasando su mano por debajo del suyo encerró su antebrazo entre ambas manos, la distancia se entre ellos se volvió mínima, casi inexistente lo que provoco cierta sensación de calidez entre ellos, algo que Leinhart sabia apreciar y ciertamente le gusto aquella sensación, podía recibir levemente el olor del cabello de la joven, un aroma que lo cautivo; parecía bastante silvestre aquel olor, muy natural pero exquisito a la vez. Las manos de la joven aun posadas ligeramente sobre su antebrazo, el contacto entre ellos que para muchos no significaba nada mas que eso, para Lein; quien llevaba años sin una persona por quien preocuparse fuera de su familia, significaba mucho mas. Tal vez una segunda oportunidad.

Noto estos sentimientos que estaban resurgiendo en el y quedo un poco sorprendido por ello, estaba seguro que los había enterrado tan profundo que no sabia si alguna vez volvería a sentirlos, algo que no le molestaba, le permitía concentrarse en su trabajo y mantener su mente concentrada solo en proteger a su hermano y matar a su objetivo pero ahora, tan inesperado y repentino, otra persona estaba en su mente.
Una fría corriente de aire surcó entre ellos provocando que la joven se estremeciera y se pegara mas a el cazador, Lein noto esto y sin mediar ninguna palabra se separo un poco de ella, se quito su chaqueta y la puso en los hombros de la mujer, luego le sonrió cálidamente y siguieron su camino.

El viaje desde el área residencial al área comercial fue silencioso, ninguno dijo una sola palabra pues estas estaban demás, aquella cercanía hablaba por si misma, aquella sensación que se formaba entre ellos era tan poderosa que mancharla con palabras seria un error.

Finalmente llegaron a la zona comercial, gran iluminación, multitud de gente -aun para la hora- y miles de negocios-, un lugar perfecto para ocultarse de las criaturas que habitaban la ciudad, aunque las fatalidades en el área noberan completamente imposibles, el silencio se rompió cuando Eléa le dejo escoger algúno de los café asegurándole que todos ellos tenían excelentes platillos.
- Pues le tomare su palabra mi bella - respondió sonriendo mientras veía aquella larga calle llena de vida.

Siguieron caminando por la calle cuando el cazador recordó de un lugar que su hermano le había mencionado en esa misma calle, el lugar estaba al final de la misma un poco alejado de donde ellos estaban pero confió en su hermano para hacer aquel recorrido - Mi hermano me recomendó un lugar al final de la calle - dijo mientras caminaban lentamente aprovechando cada momento que tuviera para estar con la joven - Asegura que es de los mejores en París y siendo como es el debe tener la razón - Luke era la clase de persona que siempre andaba en compañía de una mujer y por tanto sabia los lugares buenos y malos de la ciudad, a diferencia de Lein quien sino llegaba a ser un hermitaño estaba muy cercano a eso. Posiblemente una actitud que pronto se vería acabada con la ayuda de esta bella dama que lo acompañaba.

Caminaron alrededor de unos cinco minutos mas hasta el lugar, un pequeño restaurant que parecía haber apenas abierto hace unas cuantas semanas, el lugar era bastante pequeño pero muy cómodo a los ojos del cazador, una pequeña barra al final del restaurant acompañado por sus respectivos taburetes finos, repartidos por todo el lugar habían alrededor de unas diez mesas todas con finos manteles blancos acompañados de otro decorativo de color rojo vino, buena iluminación y excelente atención desde la entrada hasta la salida.

Fueron recibidos por un anfitrión, un hombre de unos veinte años muy amable, - Mesa para dos caballero - le dijo al anfitrión quien los llevo inmediatamente a su mesa en una esquina del lugar. Lein acomodo la silla para la dama ayudándola a sentarse a la mesa y luego se sentó al lado contrario de esta quedando de frente a ella, una pequeña vela en el centro de la mesa iluminaba su rostro tenuemente dándole un aire de belleza desconmesurada - Se ve usted hermosa mi señora, gracias por cederme el honor de su compañia -
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Mensaje por Eléa Pelletier Dom Mar 08, 2015 8:58 am

Sentía el peso del abrigo de Leinhart sobre sus hombros, que eran muy menudos comparados con los de él. Le quedaba grande, pero eso hacía que fuera más acogedor, más humano. Esa sensación de vértigo hacia lo desconocido la volvió a invadir. Podría acostumbrarse a eso, a ser tratada con respeto e igualdad, a caminar del brazo de otra persona que sabes que le importas y que se preocupa por ti. Esa era la parte fácil, acostumbrarse a recibir cariño de otra persona. Eléa temía la parte difícil, pensar en esa posibilidad y descubrir que todo había sucedido en su imaginación. No era una experiencia desconocida para ella, por eso intentaba con todas sus fuerzas no caer en la tentación y continuar a salvo dentro de las murallas. Pero el cazador no se lo estaba poniendo fácil.

Una vez en la calle comercial Leinhart escogió un restaurante al final de la calle, que al parecer su hermano le había recomendado. Había abierto hacía poco tiempo, por lo que Eléa no lo conocía en absoluto, pero después del primer vistazo le pareció acogedor. Un joven, que la cambiante supuso que sería el maître, les guió hasta el final del local y les asignó una mesa en una esquina. La cambiante percibió el olor de la cera de las velas que alumbraban las mesas. No había demasiada gente pero un murmullo quedo llenaba el restaurante. Percibió algunos retazos de conversaciones que le resultaron completamente banales, el tipo de charlas que se mantienen por no estar en silencio. A ella no le molestaba el silencio, se podían decir muchas cosas sin necesidad de palabras y generalmente eran más sinceras que las que se llegaban a pronunciar. Se quitó el abrigo de Leinhart y seguido el suyo propio y se los tendió al joven para que los llevara al guardarropa. Después se sentó en la silla que el cazador había preparado para ella y esperó a que él se sentase.

-El honor es mío, monsieur -dijo sonriendo y sin bajar la mirada esta vez. Miró a su alrededor y se fijó en las vestimentas de las mujeres que había cerca. Todas llevaban vestidos y peinados elegantes, lo que les confería un aspecto muy hermoso. Eléa maldijo su vestido simplón y su pelo suelto y algo enredado. Había notado como algunas la miraban y escuchó sin problemas algunos comentarios al respecto. Pasó un mechón de pelo por detrás de la oreja y decidió hacer caso omiso a los comentarios.

-Creo que no tengo el atuendo adecuado para la ocasión -bromeó en voz baja, adelantando el cuerpo sobre la mesa para que Leinhart pudiera escucharlo. Volvió a colocarse en su silla y apoyó sus manos entrelazadas sobre la mesa. -Debo admitir que vuestro hermano tiene buen gusto. Este sitio es impresionante. -Miró la vela de la mesa y se quedó un momento admirando el baile de la llama, que temblaba cada vez que alguien pasaba junto a la mesa. Un camarero se acercó con una bandeja donde traía una jarra de vino, otra de agua y un pequeño plato con pan y mantequilla. Dejó el pan sobre la mesa y ofreció la bebida a Eléa. -Vino, por favor -pidió. Esperó a que sirviera a su acompañante y dio un pequeño trago de su copa, tras el cual cogió un trozo de pan y se lo llevó a la boca. Empezó a notar como su estómago rugía al oler los platos de comida que llevaban los trabajadores del local.

-¿Sois muy distintos vuestro hermano y vos, monsieur? -preguntó curiosa. Tenía ganas de saber más sobre él. Sólo esperaba no ser demasiado cargante con su curiosidad.
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Mensaje por Leinhart A. Ashford Dom Mar 08, 2015 11:45 pm

El ambiente en el restaurante era muy cálido en comparación con el frio nocturno que hacia afuera, estaban sentados en aquella apartada mesa de donde se podía ver todo el lugar sin problema alguno, algo que Lein apreciaba ya que en aquella ciudad la muerte se escondía detrás de cada rostro. La clientela era en su mayoría gente de alta cuna, elegantes vestidos y peinados para las mujeres y la vestimenta digna para los caballeros, un lugar tal vez demasiado pomposo para el cazador; si bien era de alta cuna también y apreciaba los lujos, no compartía aquella arrogancia de la mayoría de los de esta clase. Una cualidad bien heredada de su padre.

No contaba con grandes sentidos de audición pero si con un buen sentido de la vista y percepción, logro notar las miradas de muchas de las mujeres que allí se encontraban, todas posadas sobre su acompañante y ninguna de esas miradas era precisamente amistosa, más de desaprobación que de cualquier otra cosa lo cual le causo disgusto al cazador, ¿Quiénes se creían aquellas mujeres para juzgar a alguien por su apariencia? Si había a alguien a quien juzgar seria ellas mismas por comportarse de esa manera tan banal y superflua.

No hizo gran cosa sobre aquellas miradas para no incomodar a nadie en el local, por lo que se centró en su acompañante, la luz de las velas la hacían ver aún más hermosa que antes si es que tal cosa era posible, cabello castaño suelto, un vestido bastante sencillo pero funcional, si algo sabia apreciar el hombre era la sencillez y en aquella joven, esa sencillez le sentaba de lo mejor – Se ve usted muy hermosa, madmoiselle - le soltó aquel cumplido bastante repentino, naturalmente en respuesta a la preocupación de estar mal vestida para la ocasión.

Un halago a los gustos de Luke salió de los labios de la joven lo que puso una sonrisa en los labios del hombre, ciertamente él tenía un muy buen gusto cuando de comida, mujeres y bebida se trataba y en este momento agradeció infinitamente sus dotes para descubrir lugares así – Ciertamente es un buen lugar, supongo que deberé agradecerle a Luke por compartir - recordó por unos segundos a su hermano quien aún debía estar en aquella taberna donde lo dejo, a no ser que ya se hubiera ido de allí con alguna mujer y estuviera con las manos llenas en ese mismo momento, así eran sus maneras.
Llego un joven con una bandeja de pan con mantequilla y algunas bebidas, sirvió el vino y se retiró, tomo un poco de la bebida mientras escuchaba la pregunta de la joven y no pudo evitar sonreírse ante ella – Realmente es algo complicado - le dijo dejando la copa en la mesa - A diferencia de mí, el tipo es todo un galán con las mujeres; no lo he visto pasar un día en soledad sin mencionar que el hombre es un payaso sin remedio - le explico riéndose de aquel hombre – Pero cuando se trata de trabajo, puedo confiarle mi vida - dijo poniéndose serio recordando las interminables veces que había salvado su vida en el pasado, temía que la joven fuera a sospechar de este detalle “confiarle la vida” ya que no hacia público que era cazador, no en esa ciudad.
– Un día lo conocerá, es raro que nos separemos por demasiado tiempo -
Luego de un rato de conversación se acercó un caballero conocido de Lein a la mesa con su acompañante, un hombre alto y barbudo, particularmente desagradable a los ojos del cazador. Se trataba de un cazador con el que había trabajado antes, para su desgracia ya que Lein nunca acepto los métodos del cazador; demasiado crueles para su gusto por lo que evitaba cualquier tipo de contacto con él. Lamentablemente en ese momento no había más opción.

Hablo por unos minutos con el hombre tratando de deshacerse de el cuándo noto algo en su acompañante, parecía estar con su mirada fija en Eléa con una expresión fría y de desaprobación hacia ella, como si la estuviera juzgando o tuviera algo poco agradable que decirle; esto disgusto a Lein haciendo que volviera su mirada hacia el hombre y le dijo – Fue un placer como siempre - le dijo de manera sarcástica – Pero en estos momentos estoy ocupado - con esto le hizo entender al hombre que no iba a sentarse a hablar con él en ese momento; acto seguido torno su vista a la joven acompañante y le dijo – Si tienes algo que decir, es hora. Si no entonces deja de mirar a la dama de esa manera. - el comentario asusto un poco a esa joven quien inmediatamente retiro la mirada, esto obviamente hizo molestar al hombre pero no dijo más y simplemente se retiró de allí.

– Disculpe que haya tenido que ver eso, espero no le haya incomodado - volvió a sentarse y tomo un poco de su vino – es un ex compañero de trabajo, las cosas no salieron bien y ahora parece resentido por ello - le explico, resulta que dicho hombre había aniquilado un vampiro que tenía información sobre el lord vampiro que él y su hermano cazan por toda parís y por tanto Lein había cortado lazos con él, algo que dado el apellido de este último era una marca permanente en el historial del otro.
Le hizo una pequeña seña al camarero para que se acercara, estaban listos para ordenar por lo que Lein pidió un bistec, - ¿Qué desea comer mi bella dama? - pregunto tratando de olvidar lo ocurrido, al poner la orden al camarero el camarero se puso en marcha.
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Mensaje por Eléa Pelletier Mar Mar 10, 2015 4:21 pm

Al primer trozo de pan le siguió un segundo, y después un tercero. No comía deprisa, pero tampoco de la manera pausada a la que acostumbraban en la alta sociedad. Hacía lo que quería, cuando quería y donde quería. No estaba obligada a mantener las apariencias porque ella era la dueña de su propia vida. Intercaló bocados con pequeños sorbos de vino mientras escuchaba a Leinhart. No pudo evitar mostrar asombro antes las palabras del cazador. Tosió un poco para aclarar la garganta antes de hablar.

-¿Más galán que vos? -preguntó todavía algo incrédula. -Quizá haya conocido al hermano equivocado esta noche -dijo seria, aunque no tardó en reír. -Voy a seros sincera, si creéis que vuestro hermano es más afortunado con las mujeres es porque no lo intentáis lo suficiente, monsieur. -Alargó la mano para hacerse con otro pedazo de pan. -¿O acaso habéis olvidado que hace apenas una hora que nos conocemos y que habéis conseguido que cene con vos? No es algo que me ocurra a menudo, creedme. -Mordió el trozo de pan mientras le daba a Leinhart unos segundos para que pensara en sus palabras. -Para mí un hombre no es más galán que otro por pasar cada noche en el lecho de una mujer distinta. Hay muchas cosas que una mujer valora y de las que un hombre no se percata en absoluto. -Terminó bebiendo otro sorbo de su copa.

De pronto Eléa sintió una presencia tras ella. Un hombre se acercó y se colocó al lado de la mesa donde estaban sentados. Con él había una mujer que ella no conocía, pero su olor la delató. La cambiante la miró unos segundos y supo que se habían encontrado en otra ocasión, aunque no en su forma humana. Se cruzaron hacía un tiempo en el bosque, era una noche de luna llena y aquella mujer se interpuso en el camino de Eléa en su forma lobuna. Intercambiaron un par de mordiscos y algunos arañazos, una pequeña pelea de la que ambas salieron con rasguños. No se habían vuelto a cruzar y la cambiante no sabía cómo era su aspecto humano hasta ese momento. Aquella mujer también la reconoció, supo quién era y, al contrario que Eléa, no lo disimuló. Le dedicó un par de miradas casuales a ambos, intentando mantener las apariencias como si fuera la primera vez que les veía. Sentía la mirada de la licántropa en su nuca, cómo su pulso se aceleró al reconocer en la cambiante al animal que la había atacado hacía tantos meses. Era curioso el funcionamiento del olfato, cómo un simple olor podía rememorar tan vívidamente recuerdos pasados. Apenas escuchó la conversación de los dos hombres, los recuerdos de aquella noche se estaban haciendo cada vez más intensos. Una mezcla de sensaciones la hizo sentir que perdía el control, que el animal dentro de ella podía salir en cualquier momento. Sólo cuando Leinhart terminó la conversación con su conocido volvió al restaurante y dejó a la bestia bajo control.

-No os preocupéis -dijo aliviada, dando un largo trago de vino. Cuando se sentía tan angustiada o nerviosa como en aquel momento siempre salía al bosque a liberar la tensión acumulada, nunca jamás había aguantado tanto. No había tenido en cuenta que estando allí con tanta gente tendría que aguantar esas emociones. Quizá aquella cena no había sido tan buena idea.

El camarero que había traído las bebida y el pan se volvió a acercar a una señal de Leinhart, listo para tomar nota. Eléa lo pensó durante unos segundos y decidió pedir lo mismo que el cazador. El joven llenó la copa de la cambiante y se marchó hacia la cocina.

-Parece que tenéis un trabajo interesante. Ese ex compañero vuestro es bastante inquietante -comentó mirando hacia la mesa donde se había sentado la pareja. La loba le dedicó una mirada más que Eléa no rehuyó, obligándola a bajarla a su plato. -No me gustaría tener motivos para enfadaros, monsieur. Parecéis un hombre al que se puede temer.-
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Mensaje por Leinhart A. Ashford Mar Mar 10, 2015 6:18 pm



Y vaya que tenía razón, Lein no era un don juan como su hermano porque el mismo no se lo permitía pues estaba totalmente concentrado en su trabajo y en honrar la memoria de su hermana. Cada quien había elegido su manera de lidiar con su muerte, para Lein, la cacería fue su respuesta poniendo de lado todo lo demás.

Analizo las palabras de la joven con cuidado, nuevamente tenia razón, por lo que le dijo - Nunca lo había considerado de esa manera, es usted una erudita - bromeandole mientras comía un poco del pan que habían dejado en la mesa hacia unos minuto.

Luego del encuentro con aquel cazador volvió a sentarse y tomo un poco de su vino para aclarar el mal sabor que esto le había causado, de todas las personas en el mundo porque encontrarse al único sujeto que lo hacia enfadar, si por el fuera le pondría un tiro entre ceja y ceja. El tipo era un animal cuando se trataba de cacerías, cero misericordia, aun cuando el mismo Lein no perdonaba ningún objetivo los métodos de aquel hombre lo hacían un monstruo al igual que aquellos que juraron cazar. Salio de su pequeño trance tras el comentario de la joven, sonrió y respondió - inquietante es el menor de sus facultades - las facciones de aquel hombre daban hasta cierta medida de miedo en aquellos que lo veían, su mirada lo decía casi todo sobre el.

Noto la mirada que compartió con la joven acompañante de aquel cazador, no entendía la razón por la que ambas se miraban de esa manera pero decidió no preguntar, después de todo debía ser un tema privado y no se consideraba en confianza con la joven para averiguar se su vida personal.

Escucho el segundo comentario de la joven, se sintió halagado en cierta medida pero no del todo - Le aseguro mi hermosa dama, si bien alguien debe temer no es usted - le regalo una sonrisa amplia y luego bebió nuevamente de su copa, ya la comida habían llegado por lo que tomando la iniciativa miro a la dama - Tenga usted un muy buen provecho -

Se centro en su plato compartiendo una que otra palabra con la joven, considero adorable la manera en la que esta comía, sin preocupación alguna ni manteniendo aquellas apariencias que la gente de alta clase mantenían, algo que Lein sabia apreciar pues el tampoco se sentía muy a gusto con las estrictas reglas y apariencias de la clase alta en la ciudad por lo que se despreocupó de mantener sus propias apariencias, una liberación realmente.

Terminaron de comer por lo que luego de pagar la cuenta y darle una buena propina al joven que los atendió salieron del restaurante nuevamente, hacia un poco de frío afuera, tal vez un poco mas que antes por lo que nuevamente le ofreció su abrigo. Una vez puesto se encaminaron por la calle por donde habían llegado - Digame, ¿alguna persona especial en su vida? - pregunto con curiosidad, por un momento considero entablar algún tipo de relación con la joven y habría que comenzar por saber lo muy básico - Seguramente una joven tan bella e inteligente como usted tiene alguien especial - cruzo los dedos internamente, esperando por que la respuesta fuera negativa y dicha joven estuviera soltera.



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Mensaje por Eléa Pelletier Dom Mar 15, 2015 2:37 pm

La cena transcurrió sin más incidentes. Una tranquila velada en un ambiente acogedor y en buena compañía. El camarero no tardó mucho en traer los platos y ellos tampoco tardaron en comenzar a degustarlo. Comieron sin hablar demasiado, a un ritmo constante y no demasiado lento. Parecía que se sincronizaban entre ambos, siguiendo el ritmo del otro de manera natural, como dos viejos amigos que se conocen desde niños. De vez en cuando Eléa levantaba la vista mirando de reojo al cazador y la bajaba siempre que él hacía amago de levantarla. Miraba sus rasgos, las líneas de su mandíbula mientras masticaba la carne, el movimiento que hacían sus manos al cortarla. Incluso la forma que tenía de sujetar la copa de vino le resultaba interesante. Lo hacía de manera inconsciente, como si algo dentro de ella estuviese programado para hacerlo. En el momento en el que se dio cuenta de su comportamiento adolescente bajó la mirada a su plato y sonrió.

Tras pagar la cena salieron a la noche de París. El frío, más intenso que antes de que entraran, le ayudó a despejar la cabeza, que por culpa del vino comenzaba a darle vueltas. Leinhart le ofreció su abrigo de nuevo y ella lo aceptó de buen grado, no sin preguntarse si acaso él no pasaría frío. Aunque agradecía el calor extra que le ofrecía, no quería que se resfriara por su culpa, algo que no sería de extrañar debido a los cambios de temperatura.

Sonrió ante la pregunta del cazador. No contestó inmediatamente, sino que esperó unos segundos mientras pensaba en la respuesta. No porque ésta fuera difícil, sino por lo que conllevaba. No tenía a nadie, ni siquiera un amigo al que acudir cuando más lo necesitaba. Estaba sola, igual que lo había estado durante los últimos veinte años al menos.

-Veo que vos tampoco tenéis dotes adivinatorios -bromeó con la sonrisa todavía en los labios. -Siento defraudarle, monsieur, pero me temo que no tengo a nadie en mi vida -contestó, aunque esta vez su rostro no enseñaba ninguna sonrisa. Sintió como los efectos del vino se disipaban poco a poco, el mareo ya era imperceptible para ella, pero aún quedaba ese efecto que hace que la gente hablara más de lo normal. Era consciente de ello pero no sabía si sería capaz de controlarlo.

-De hecho -continuó -no sé el motivo por el que he vuelto. No hay nada que me retenga aquí. -Hacía mucho tiempo que había aceptado el hecho de pasar el resto de su vida sola. Admitía que tenía cosas buenas, pero también tenía muchas cosas negativas. Volvió a mirar a su acompañante y se quedó así unos pocos segundos.

-¿De dónde sois, monsieur? -preguntó de pronto.
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Mensaje por Leinhart A. Ashford Mar Mar 17, 2015 1:47 am



La noche era fría y silenciosa como la mayoría de las noches en la ciudad del arte, pese a esto Lein estaba completamente calmado y sereno, el frió poco le afectaba debido a sus raíces, caminaron por aquellas calles de la misma manera que llegaron al restaurant, pasaron nuevamente por aquella larga calle del área comercial disfrutando de la compañía del otro.

En varias ocasiones la vista de Lein bajo hacia la joven dama que lo acompañaba, aun le costaba un poco creer esos sentimientos que volvían a salir a la superficie después de tantos años, por alguna razón solo quería compartir con aquella mujer mas que solo un encuentro repentino y una cena, quería mas que solo eso.

No pudo evitar sonreírse varias veces ante estos pensamientos, el letal cazador finalmente vencido por una dama mas que por aquellas bestias a las que se dedicaba a cazar, como de costumbre, a la vida no le hace falta el sentido de la ironía. Se rió junto a la dama cuando esta remarco sus poderes adivinatorios o mas bien la falta irremediable de estos - Ciertamente la adiviacion no es uno de mis fuertes - respondió tras escuchar a la dama contestar su pregunta, se preguntaba el porque una dama tan hermosa, inteligente e interesante como ella estaría sola a estas alturas de la vida, ni siquiera un mejor amigo baboso que tratara con desesperación ganar su amor, las palabras de la joven retumbaron en su cabeza como un martillo en una superficie metálica

"No tengo a nadie en mi vida"

- Eso si que no puedo creerlo, seguramente habrá alguien interesado en tan hermosa dama - le dijo con evidente tono de coqueteo en su voz, las cosas empezaban a tornarse un poco serias para el, estaba a punto de rendirse ante sus sentimientos y simplemente dejarlos fluir cual rió desbocado, escucho seguidamente las palabras de la joven, había vuelto a parís pero sin una razón en particular, tal vez el destino conspiraba algo para estos dos, tal vez no, solo el tiempo daría una respuesta definitiva.

- Si fuera un hombre creyente, diría que Dios nos ha puesto aquí - por supuesto, no lo era, no creía en un ente celestial por diversas razones una de las cuales permitir que los vampiros y demás seres sobrenaturales caminaran por la tierra tomando vidas como mejor les pareciera, - Vengo de Londres - respondió justo antes de tomar una pausa, debía mantener su identidad secreta por los momentos para no alertar al vampiro que habían venido a cazar, hasta probado lo contrario nadie era de fiar, sin embargo, Eléa parecía diferente por lo que decidió darle aunque fuera un poco de información.

- Vengo de una familia ligada con la familia real inglesa, aunque realmente esto nos ha dado mas problemas que bendiciones - recordó la misión en la que su hermana había muerto, misión encomendada por la reina misma la cual se cobro mas vidas de las que eran necesarias, todo para al final de toda la sangre y el dolor haber fallado en su acometida; el vampiro que habían ido a buscar logro escapar haciendo todos aquellos sacrificios. Vanos.
- ¿Que tal usted? - le pregunto - ¿Nació en esta ciudad o viene de algún otro lugar? - borro la cara de angustia que había puesto por el recuerdo casi inmediatamente, no quería hacer que la dama se preocupara o lo que podía ser peor, preguntara mas allá de lo debido.





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Mensaje por Eléa Pelletier Miér Mar 18, 2015 5:34 pm

-Pues deberíais creerlo, monsieur. No tendría por qué mentiros. -Puso su cara más inocente, esa de niña buena que conseguía que cualquiera la creyera, aunque lo que hubiera dicho fuera la cosa más descabellada de la tierra. Mentía constantemente y de manera inconsciente, siempre para protegerse de la gente de su alrededor. Los que la conocían, aunque sólo fuera levemente, sabían que tenía algo extraño pero nadie se atrevía a preguntar al respecto. -Aunque, en el caso de que tuvierais razón, ese alguien aún no me lo ha hecho saber. Pero dudo de que exista. -

Siguieron caminando por la calle comercial recorriendo el camino a la inversa. La luz en aquella zona seguía siendo mucho más intensa que en el resto de la ciudad a pesar de que la mayoría de restaurantes y cafés estaban cerrando las puertas. Los clientes de los locales comenzaron a salir como en manada a la calle, riendo y hablando en un tono ligeramente alto. De pronto la calle se llenó de parisinos ansiosos por seguir disfrutando de la noche. A los oídos de Eléa no hacían más que llegar voces de todo tipo mezcladas entre sí. A pesar de todo, la cambiante distinguió cada conversación como si sólo le estuvieran hablando a ella. Hablaban de comida, de negocios, de amores y desamores, de la familia y de temas sin sustancia. Conversaciones tan corrientes que no se quedaron en la mente de ella, saliendo por donde habían entrado.

-Parece que venís de una familia importante -dijo antes de contestar a la pregunta. -Yo… -comenzó -lo cierto es que no sé si nací aquí, en París, o en otro lugar. -Nada más terminar se dio cuenta de lo tonto que sonaba aquello. Quizá era el vino, o simplemente ganas de mantener una conversación con alguien que la tratara de igual a igual, pero había hablado más de lo normal. -Pensaréis que estoy loca. -Se rió. Al fin habían dejado la calle comercial atrás y se encaminaron por la calle donde ambos vivían. La luz disminuyó notablemente, así como la cantidad de gente que se agolpaba en las aceras. En aquella zona no quedaban apenas almas y eso se hacía notar en el ruido, que sólo se interrumpía por los pasos de ellos dos.

-En realidad, no es tan extraño como parece. Mis padres me adoptaron cuando era un bebé, creo. -Se dio cuenta de que apenas sabía nada sobre sus orígenes, sus padres biológicos eran un completo misterio para ella a pesar de que en el fondo ansiaba saber de dónde venía, si sus progenitores compartían ese don de transformarse en seres de cuatro patas. -Digo creo porque nunca se lo pregunté directamente. Era algo que siempre supuse, soy la oveja negra de la casa. -Era la única que parecía vivir eternamente. Un recuerdo amargo le sobrevino al recordar a sus padres, los mismos que la habían dejado de lado tanto tiempo atrás.

-Como veis mi familia es bastante... -calló unos segundos -normal. Gente con dinero, nada más. -Sus palabras sonaron despectivas, con rabia. Desterró esos pensamientos por aquella noche, estaba siendo demasiado agradable para estropearla. -Creo que estoy hablando demasiado, espero no haberos aburrido. -Había muchas cosas que podía contarle aquella noche, pero todas ellas eran secretos guardados bajo llave en un arcón situado en el sótano más profundo. Secretos que no podían salir a la luz si no quería tener serios problemas.
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Mensaje por Leinhart A. Ashford Jue Mar 19, 2015 12:32 pm



La respuesta no se hizo esperar, según sus memorias y experiencias no había absolutamente nadie interesada en ella lo cual sorprendió un poco al cazador; tal vez no en parís pero ¿ningún interesado en alguna otra parte? Le costaba creer que no hubiera siquiera un alma interesada en aquella hermosa dama. No hizo comentarios al respecto, solo se quedo escuchando sus palabras cuidadosamente y una vez terminada le dijo - Realmente me cuesta trabajo creer que una joven tan hermosa como usted este carente de pretendientes, lo que pasa por caballeros hoy en día - le dijo con un tono de decepción pero juguetón a la dama - Pero no se preocupe, seguro que ya vendrá uno que la trate como la reina que merece ser - completo dedicándole una sonrisa mientras aun caminaban por la iluminada calle.

Repentinamente la calle se abarroto de gente saliendo de los comercios y aun buscando alguna fuente de diversión, se escuchaba el bullicio de las conversaciones y las risas proveniente de estas nuevas personas que habían invadido la calma y la tranquilidad de la noche, nada de lo que decían tenia sentido, muchos parecían estar muy ebrios para siquiera dar una opinión sana sobre cualquier tema sin embargo aparto todos estos ruidos para centrarse en su acompañante cuando esta le dirigió la palabra.

Escucho a la joven contarle sobre su origen del que no tenia idea, parecía no saber donde había nacido y por consiguiente no sabia de donde provenía, una proposición un poco cruel el no saber donde están tus raíces pero esto no desanimo al cazador - Tal vez no sea de tanta importancia de donde venimos sino mas bien hacia donde vamos - buscaba alegrar un poco a la dama si es que acaso se sentía atormentada por no saber de donde provenía, este era un tema delicado para muchas personas y esperaba no lo fuera tanto para ella.

Volvieron nuevamente a la calle residencial, oscura y silenciosa como de costumbre solo podía escucharse en eco de sus pasos en la fría calle de piedra y la dulce voz de la joven quien seguía contándole sobre su pasado, le contó que era adoptada -o eso creía- y finalmente se disculpo, innecesariamente por supuesto - Para nada mi bella dama, no es problema para mi escuchar su bella voz - un nuevo halago salio de la boca del cazador, el interés de este en la dama se despertaba lento pero seguro y mas pronto de lo que pensaba estaría listo para manifestarse.

- Creo que lo justo es que yo comparta un poco sobre mis orígenes - le comento mientras se acercaban mas y mas al hogar de la dama - Como ya sabe vengo de londres, primero de tres hermanos - el vino había hecho su efecto finalmente, no debió decirle que eran tres, simplemente debió quedar en que eran Luke y el pero por alguna razón Lucille salio en su mente y no pudo evitarlo, ya estaba hecho así que no iba a retractarse de sus palabras - Mi hermano Luke a quien muy pronto conocerá - guardo un segundo de silencio nostálgico por su difunta hermana y continuo - Y Lucille, nuestra hermana menor - se debatió por unos minutos haberle contado sobre ella, el solo hecho de recordarla le abría el corazón a la mitad de dolor, ¡Maldito vampiro! iba a pagar por lo que le había hecho, rápidamente cambio el tema de su hermana a sus padres - Mis padres siempre fueron duros con nosotros, muy estrictos y de carácter fuerte pero supongo que a final de cuentas le debo lo que soy ahora a ese gran hombre - hablo un poco de su padre mas que de su madre ya que por la naturaleza del entrenamiento el era al que mas veían - Ambos aun viven en londres, poseen numerosos comercios al rededor de la ciudad sin mencionar los pequeños trabajos que hacen para la corona - ¡BAH! "Pequeños" cada vez que la corona los llamaba era seguro que habrían inocentes y no tan inocentes muertos pero esto seria una historia para nunca contar, después de todo, tenia que mantener el anonimato. - No quiero extenderme mucho ya que por mas que quisiera, hablar de mi familia no es un tema muy emocionante - refiriéndose a la parte "aburrida" de su familia, obviamente no iba a decirle que era un cazador y que toda su familia lo era. Por lo menos, aun no.





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