AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24
En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.
Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.
Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org
Últimos temas
Dulces mentiras que ocultan amargas verdades. {Leinhart A. Ashford}
2 participantes
Página 1 de 1.
Dulces mentiras que ocultan amargas verdades. {Leinhart A. Ashford}
Las luces rojizas del crepúsculo anunciaban el final de aquel nuevo día en la vida de Eléa. Hacía mucho que no se despertaba temprano por la mañana, salvo aquel día. Los acontecimientos de la noche anterior le habían trastocado su monótona vida. Eran sentimientos y pensamientos nuevos que debía asimilar, cosas que jamás había sentido con anterioridad y que todavía no sabía cómo debía afrontar. No veía el momento de volver a verle, de abrazarle, de tocarle, de besarle. El estómago se le encogió con el solo hecho de imaginarlo. Notaba que comenzaba a sentir algo hacia él, algo más profundo que la evidente atracción física que la hacía fantasear como nunca lo había hecho. Era la última persona en la que pensaba al acostarse y la primera que recordaba al despertar. La desconcentraba cada minuto del día, haciéndola torpe y poco cuidadosa.
La pequeña flor que Leinhart le había regalado seguía casi tan fresca como cuando fue cortada, emanando esos dulces aromas que inundaron toda la habitación. La cambiante había pasado gran parte de aquel día disfrutando de ese olor que tan buenos recuerdos le traía mientras miraba a través del ventanal junto a su cama. Miraba los juegos de luces y sombras que el Sol hacía en las fachadas de alrededor en su viaje por el cielo, despejado y azul como si fuera un caluroso día de verano. Mientras la luz fue bajando su ansiedad fue creciendo cada vez más rápido. Las cuatro paredes la agobiaban, necesitaba salir, respirar aire fresco y sentir como la brisa acariciaba su pelaje de rayas.
Con paso firme caminó por las calles de París sin un camino marcado pero con un único objetivo: el bosque. Cada vez que salía hacia allí sentía la necesidad de transformarse que iba aumentando con cada centímetro que recorría. Al vislumbrar el bosque a lo lejos aceleraba el paso hasta casi correr y, una vez en la linde, daba largas zancadas hasta llegar a una cueva donde solía esconder sus ropas.
Se desnudó en la oscuridad de la caverna y metió el vestido y los zapatos tras una roca, tapándolo todo con el abrigo. Cuando salió era un precioso tigre de pelaje brillante y ojos ambarinos, algo distintos pero muy similares a los de ella. Asentó las almohadillas sobre el terreno y comenzó a corretear esta vez sin rumbo fijo. Los arbustos y ramas rozaban su cuerpo sin herirle, produciéndole un cosquilleo que le erizaba la piel. Sus omóplatos se elevaban alternativamente con cada paso y su nariz iba cercana al suelo, olfateando. Le gustaba rastrear como lo haría un verdadero depredador, aunque luego no terminara cazando a su presa.
Cuando hubo andado un rato indefinido encontró un tronco caído sobre un riachuelo que hacía las veces de puente. Se subió sobre él y se tumbó cuan larga era a descansar. Las estrellas comenzaban a titilar, pero aún quedaba algo de luz en el cielo. Cerró los ojos y comenzó a pensar en Leinhart. «Debo decírselo, debe saber lo que soy. Pero es demasiado pronto… Ni siquiera sé si podré decirlo en voz alta. ¿Podré? ¿Seré capaz de hacerlo?». Su mente trabajaba a toda velocidad, hablando para sí misma y para otros seres que quisieran escuchar dentro de ella.
Una brisa suave trajo un olor que le recordó al del cazador y la mujer dentro del tigre sonrió. El aroma se hizo más intenso, y junto a él llegó un sonido de ramas rotas y hojas secas. Eléa abrió los ojos y miró en la dirección del sonido. No estaba sola, lo que significaba que había llegado el momento de volver a casa. Se dio la vuelta de manera silenciosa, sin prisa. No sintió que estaba en peligro hasta que escuchó que el ruido se acercaba hacia ella. Aceleró el paso, y el intruso hizo lo propio. «¿Me estás persiguiendo?» le dijo, pero no tuvo respuesta. Llegó a una zona poblada por más árboles y aprovechó para camuflarse tras uno de ellos. Bloqueó su mente y aguzó el oído, pero su perseguidor no estaba por allí. Esperó unos minutos y cuando creyó que ya lo había dejado atrás salió despacio de su escondite.
Caminaba en silencio y con la mirada hacia el suelo. De pronto una sombra apareció ante ella, la figura de un hombre que por fin la había encontrado. Levantó la cabeza lentamente y cuando vio la cara del humano su mundo se deshizo en mil pedazos.
La pequeña flor que Leinhart le había regalado seguía casi tan fresca como cuando fue cortada, emanando esos dulces aromas que inundaron toda la habitación. La cambiante había pasado gran parte de aquel día disfrutando de ese olor que tan buenos recuerdos le traía mientras miraba a través del ventanal junto a su cama. Miraba los juegos de luces y sombras que el Sol hacía en las fachadas de alrededor en su viaje por el cielo, despejado y azul como si fuera un caluroso día de verano. Mientras la luz fue bajando su ansiedad fue creciendo cada vez más rápido. Las cuatro paredes la agobiaban, necesitaba salir, respirar aire fresco y sentir como la brisa acariciaba su pelaje de rayas.
Con paso firme caminó por las calles de París sin un camino marcado pero con un único objetivo: el bosque. Cada vez que salía hacia allí sentía la necesidad de transformarse que iba aumentando con cada centímetro que recorría. Al vislumbrar el bosque a lo lejos aceleraba el paso hasta casi correr y, una vez en la linde, daba largas zancadas hasta llegar a una cueva donde solía esconder sus ropas.
Se desnudó en la oscuridad de la caverna y metió el vestido y los zapatos tras una roca, tapándolo todo con el abrigo. Cuando salió era un precioso tigre de pelaje brillante y ojos ambarinos, algo distintos pero muy similares a los de ella. Asentó las almohadillas sobre el terreno y comenzó a corretear esta vez sin rumbo fijo. Los arbustos y ramas rozaban su cuerpo sin herirle, produciéndole un cosquilleo que le erizaba la piel. Sus omóplatos se elevaban alternativamente con cada paso y su nariz iba cercana al suelo, olfateando. Le gustaba rastrear como lo haría un verdadero depredador, aunque luego no terminara cazando a su presa.
Cuando hubo andado un rato indefinido encontró un tronco caído sobre un riachuelo que hacía las veces de puente. Se subió sobre él y se tumbó cuan larga era a descansar. Las estrellas comenzaban a titilar, pero aún quedaba algo de luz en el cielo. Cerró los ojos y comenzó a pensar en Leinhart. «Debo decírselo, debe saber lo que soy. Pero es demasiado pronto… Ni siquiera sé si podré decirlo en voz alta. ¿Podré? ¿Seré capaz de hacerlo?». Su mente trabajaba a toda velocidad, hablando para sí misma y para otros seres que quisieran escuchar dentro de ella.
Una brisa suave trajo un olor que le recordó al del cazador y la mujer dentro del tigre sonrió. El aroma se hizo más intenso, y junto a él llegó un sonido de ramas rotas y hojas secas. Eléa abrió los ojos y miró en la dirección del sonido. No estaba sola, lo que significaba que había llegado el momento de volver a casa. Se dio la vuelta de manera silenciosa, sin prisa. No sintió que estaba en peligro hasta que escuchó que el ruido se acercaba hacia ella. Aceleró el paso, y el intruso hizo lo propio. «¿Me estás persiguiendo?» le dijo, pero no tuvo respuesta. Llegó a una zona poblada por más árboles y aprovechó para camuflarse tras uno de ellos. Bloqueó su mente y aguzó el oído, pero su perseguidor no estaba por allí. Esperó unos minutos y cuando creyó que ya lo había dejado atrás salió despacio de su escondite.
Caminaba en silencio y con la mirada hacia el suelo. De pronto una sombra apareció ante ella, la figura de un hombre que por fin la había encontrado. Levantó la cabeza lentamente y cuando vio la cara del humano su mundo se deshizo en mil pedazos.
Eléa Pelletier- Cambiante/Realeza
- Mensajes : 62
Fecha de inscripción : 06/05/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Dulces mentiras que ocultan amargas verdades. {Leinhart A. Ashford}
Una noche pacifica para variar, hacia unos cuantos años que no tenía una de esas y no tenía queja alguna de haberla tenido, tanto fue así que fue su hermano Luke quien se despertó primero ese día y sorprendido de la situación le tendió una emboscada en su cuarto cuando por fin logro despertar. Era tarde en la mañana y estaba retrasado con sus labores pero le dio poca importancia al asunto, para eso estaba también su descuidados y en gran parte perezoso hermano. Se tomo su tiempo en levantarse recordando lo sucedido la noche anterior y todas las demás noches hasta aquel día en que la conoció, Eléa, probablemente la mujer que tomaría posesión de su corazón y mas nunca lo dejaría ir o eso esperaba el en sus sueños llenos de ilusión y esperanza, aunque alguien como el, un asesino a ojos de aquellos que no entienden de las criaturas que el caza no merecía tener aquella felicidad en su vida pues todo lo que veían era al humano muerto frente a el.
Decidió levantarse de cama para alistarse para ir a la tienda, su hermano ya debía estar allá en vista de que Angelos se había tomado su tiempo, tomo su desayuno aunque esta vez no estuvo acompañado de la servidumbre de la casa que mas bien eran como su familia en París, y luego salio a las bulliciosas calles de la ciudad, se estiró en el umbral de la puerta y se puso en camino, tomo el camino largo a la tienda pensando cada vez mas en ella, totalmente distraído como nunca no lograba concentrarse en algo mas que no fuera ella, su sonrisa, su aroma, la contextura de su piel, todo sobre ella lo llamaba y lo hipnotizaba.
Finalmente luego de un buen tiempo perdido llego a la tienda donde Luke lo esperaba con una dama de mediana edad que esperaba por el, - Hermanito, mademoiselle - Saludo a ambos por separado con una reverencia para la dama, el primero le dedicó una mirada de sospecha con respecto a la dama mientras que la ultima le regresaba la reverencia, esta mujer sabia del negocio real que esta tienda escondía por lo que había que llevar este negocio rápidamente para evitar sospechas.
Se acercó a la joven y esta le entrego el acostumbrado contrato, el objetivo: un cambiante que aparentemente había matado a sus padres hacía años y nunca pago por su crimen, al analizar mas detenidamente entendió porque Luke se mantenía reservado ante este contrato, solo decía donde estaría dentro de una ventana limitada de tiempo, no existía información sobre el objetivo mas allá de su condición; en circunstancias normales lo rechazaría sin pensarlo, no se adaptaba a sus estándares para iniciar una caza, pero este en particular, lo llamaba, prácticamente a gritos por lo que acepto.
Se preparó para la cacería, chaqueta, sombrero, machete, dagas, recortada y finalmente Aequitas, su revolver reliquia; si algo podía matar seres nocturnos en un disparo era ese revolver. Se encaminó hacia el bosque donde su objetivo estaría y espero, no podía sacarse de la mente ese mal presentimiento que todo esto le causaba pero aun así siguió adelante sin flaquear.
Espero aproximadamente una media hora hasta que diviso a su marca, un tigre de un pelaje brillante y atrayente, bastante majestuoso si debía admitirlo nunca había visto un cambiante como ese, lo analizo para crear una estrategia pero no pudo conseguirlo, se veía distraído en cierta medida por aquel presentimiento que no lo abandonaba, finalmente el cambiante lo descubrió mientras el se acercaba, trato de escapar pero Lein siempre fue rápido para rastrear, la criatura trato de comunicarse con el por medio de la mente pero este solo la ignoro.
Finalmente la criatura busco esconderse de el, cerro su mente y se camuflo en una zona boscosa, un buen esfuerzo pero en vano contra la experiencia del cazador, cuando este salio de su escondite el cazador ya estaba allí, esperándolo, lo miro directamente a los ojos, ámbar, hipnotizantes, por un momento recordó a Eléa pero esa clase de distracción solo prometía la muerte así que desvió esos pensamientos y los reemplazo con su instinto asesino.
En un rápido movimiento saco su machete de plata de su funda y lanzo el primer ataque el cual este cambiante no tuvo problema en esquivar, y así dio comienzo a la batalla entre lo que el cazador asumía era el bien y el mal cuando en realidad, no se percataba del inmenso error que estaba cometiendo.
Leinhart A. Ashford- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 87
Fecha de inscripción : 12/02/2015
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Dulces mentiras que ocultan amargas verdades. {Leinhart A. Ashford}
«Por favor, Señor, si estás realmente ahí dime que estoy durmiendo y que ésto es sólo un sueño, o dime que he muerto y he ido al infierno por lo que hice. Pero por favor, por favor, no dejes que crea que esto es real.» Eléa, que nunca jamás había sido creyente, que ni siquiera se había planteado esa existencia divina que gobernaba el universo de los seres humanos, estaba rezando. Su mundo tal y como lo entendía se estaba tambaleando como un barco en un día de tormenta en alta mar. Su propia cabeza se tambaleaba haciéndola perder el equilibrio. Sus patas delanteras se cruzaron en un intento por evitar caerse, como si estuviera ebria. Estaba tan evadida que ni siquiera vio el ataque que le lanzó el cazador hasta que el machete pasó rozandole la oreja.
Dio un salto en la dirección opuesta a donde estaba el arma y de pronto se situó. «¡¿Qué demonios estás haciendo?!» le decía, pero no podía comunicarse con él. «No sabe quién soy, no lo sabe. No puedo decírselo si sigo en forma animal.» Un sudor frío e invisible le recorrió la espalda. No tenía manera de hacerle saber que era ella si no se delataba, algo que dudaba que fuera buena idea. «Si pudiera hacérselo saber, sólo una pista.»
Mientras su mente seguía trabajando con cada pizca de energía que encontraba, miraba a su alrededor intentando buscar una solución. No estaba quieta, se movía alrededor del cazador manteniendo siempre esa distancia que se había establecido en el primer contacto. Buscaba algo que pudiera diferenciarla del resto de bestias que cada noche acudían a aquel lugar, pero se dio cuenta de que no había nada. «Es imposible. Sólo me queda salir de aquí y llegar a casa.»
Su nuevo objetivo estaba claro en su mente, salir corriendo entre la maleza y los árboles y correr como si el fin del mundo la persiguiera. Estaba segura de que era mucho más rápida que él, por muy bueno que fuera en su profesión no dejaba de ser un humano más. «Seguro que tiene un arma de fuego, no puedo echar a correr y darle la espalda. No dudará a la hora de disparar.» Tenía que entretenerle de alguna manera, hacer que perdiera la concentración y aprovechar ese momento para escapar.
Sentía un miedo atroz, la bestia le decía que saltara sobre él y le desgarrara la garganta hasta que dejara de respirar, y ese instinto de supervivencia era muy difícil de ignorar. Tanto que el siguiente ataque que recibió fue correspondido con un zarpazo de uñas afiladas como cuchillos. Sin saber si había dado en el blanco aprovechó para retroceder unos cuantos pasos más y agrandar la distancia entre ellos. Desde esa distancia valoró la situación y, muy a su pesar, sólo se le ocurría una forma de salir de allí.
«Tengo que derribarle, sólo si cae al suelo podré salir de aquí. ¿Podrás perdonarme algún día, Lein?» A pesar de que el tigre no lo exteriorizaba, Eléa lloraba. Lloraba de pena, de ira, de miedo. Un millar de sentimientos se cruzaban dentro de ella, se sentía perdida, y todo porque aquel hombre que había empezado a querer resultaba ser su peor enemigo.
Dio un salto en la dirección opuesta a donde estaba el arma y de pronto se situó. «¡¿Qué demonios estás haciendo?!» le decía, pero no podía comunicarse con él. «No sabe quién soy, no lo sabe. No puedo decírselo si sigo en forma animal.» Un sudor frío e invisible le recorrió la espalda. No tenía manera de hacerle saber que era ella si no se delataba, algo que dudaba que fuera buena idea. «Si pudiera hacérselo saber, sólo una pista.»
Mientras su mente seguía trabajando con cada pizca de energía que encontraba, miraba a su alrededor intentando buscar una solución. No estaba quieta, se movía alrededor del cazador manteniendo siempre esa distancia que se había establecido en el primer contacto. Buscaba algo que pudiera diferenciarla del resto de bestias que cada noche acudían a aquel lugar, pero se dio cuenta de que no había nada. «Es imposible. Sólo me queda salir de aquí y llegar a casa.»
Su nuevo objetivo estaba claro en su mente, salir corriendo entre la maleza y los árboles y correr como si el fin del mundo la persiguiera. Estaba segura de que era mucho más rápida que él, por muy bueno que fuera en su profesión no dejaba de ser un humano más. «Seguro que tiene un arma de fuego, no puedo echar a correr y darle la espalda. No dudará a la hora de disparar.» Tenía que entretenerle de alguna manera, hacer que perdiera la concentración y aprovechar ese momento para escapar.
Sentía un miedo atroz, la bestia le decía que saltara sobre él y le desgarrara la garganta hasta que dejara de respirar, y ese instinto de supervivencia era muy difícil de ignorar. Tanto que el siguiente ataque que recibió fue correspondido con un zarpazo de uñas afiladas como cuchillos. Sin saber si había dado en el blanco aprovechó para retroceder unos cuantos pasos más y agrandar la distancia entre ellos. Desde esa distancia valoró la situación y, muy a su pesar, sólo se le ocurría una forma de salir de allí.
«Tengo que derribarle, sólo si cae al suelo podré salir de aquí. ¿Podrás perdonarme algún día, Lein?» A pesar de que el tigre no lo exteriorizaba, Eléa lloraba. Lloraba de pena, de ira, de miedo. Un millar de sentimientos se cruzaban dentro de ella, se sentía perdida, y todo porque aquel hombre que había empezado a querer resultaba ser su peor enemigo.
Eléa Pelletier- Cambiante/Realeza
- Mensajes : 62
Fecha de inscripción : 06/05/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Dulces mentiras que ocultan amargas verdades. {Leinhart A. Ashford}
Que curiosa es la vida aveces, justo cuando tienes algo tan preciado para ti y estas dispuesto a darlo todo por ello te encuentras con una dura realidad de la que no hay escape y nunca habrías visto venir, esa era precisamente la situación que estaban viviendo estas dos almas, tal vez entrelazadas por algo mas que la casualidad o la suerte y destinadas a algo grande y especial ahora estaban enfrentadas en una danza mortal donde el mas mínimo error podría acabar con la vida de uno de ellos. Tanta tristeza en un encuentro, tanto veneno... Tanto dolor.
No podía evitar notar que aquel cambiante se comportaba de una manera extraña, guardaba mucho la distancia y analizaba cada paso que el cazador daba, algo realmente extraño ya que los cambiantes solían ser hostiles y agresivos en pelea siempre tratando de acabar con su victima pero no este, este era diferente.
Por un momento esto lo intrigo así que imito a su presa manteniendo la distancia y dando vueltas alrededor de un circulo imaginario formado en su mente con ambos combatientes en los puntos mas lejanos. Luego de un tiempo en aquella espera vio una oportunidad, la bestia parecía dudar su siguiente movimiento por lo que Lein se lanzo una vez mas sobre ella esta vez recibiendo un zarpaso en un brazo, nada grave pero hizo que soltara su machete entre el y la bestia, lo miro de reojo y pensó "Muy arriesgado" por lo que coloco sus manos bajo su chaqueta tomando sus dagas pero sin desenfundarlas.
Aun sentía cierto mal presentimiento y de algún modo fascinación por aquel bello tigre que se le enfrentaba, razón por la cual estaba indeciso sobre usar su revolver y ponerle fin a todo con un tiro certero, muchas preguntas se formaban en su cabeza ¿Quién era este cambiante? ¿Por qué el contrato tenia tantos detalles faltantes? ¿Sería algo personal y el solo estaría allí para satisfacer la necesidad enfermiza de aquella persona por venganza? tantas incógnitas y ni una sola respuesta.
De repente la imagen de Eléa volvió a su mente, ¿Por Qué ahora? ¿Por qué recordarla a ella en un momento así? ¿Acaso sería esta su ultima cacería y estaba viendo aquello que mas amaba por ultima vez? esta distracción le dio tiempo suficiente al atacante para embestirle con fuerza, algo para lo que no estaba preparado y por ende termino resbalando y cayendo al piso. Sintió una corriente fría recorrer su espina, era el momento, derribado, indefenso y sin refuerzos, todo había acabado para el. Solo que no fue así.
Rápidamente se incorporo para ver que el cambiante trataba de escapar del lugar, era ahora o nunca, si se escapaba no volvería a ver a la presunta criatura causante de la muerte de dos personas por lo que rápidamente saco su revolver, trató de enfocar pero vio su vista nublada por un liquido carmesí y espeso, al caer había golpeado una roca y ahora su sangre corría por su cara libremente, aun retenía su consciencia pero su puntería no estaba ahí. - Maldición - susurró mientras aun tumbado en el suelo enfoco lo mejor que pudo y apretando del gatillo un flash de luz se creó seguido de una bala de plata; el disparo fallo por escasos centímetros por culpa de su visión, seguramente con ello la criatura escaparía y habría fallado su primera misión. Deshonor.
Leinhart A. Ashford- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 87
Fecha de inscripción : 12/02/2015
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Dulces mentiras que ocultan amargas verdades. {Leinhart A. Ashford}
Se sentía morir. Había intentado buscar una salida sin tener que atacarle a él directamente, pero no era capaz de encontrar ninguna. Esperó el momento oportuno para derribarle, una duda, un sonido que le distrajera y mirara en otra dirección. Cualquier cosa. No dejaba de mirarle a los ojos y de pronto lo vio, la distracción que necesitaba. «Perdóname. Por favor, perdóname.» Echó a correr y dio un pequeño salto chocandose contra él y tirándole al suelo.
No miró atrás, no quería ver cómo lo único que le importaba de verdad sacaba su arma y disparaba. Porque estaba segura de que dispararía, y cada segundo que pasaba corría en su contra. Estaba llegando a la línea de árboles, casi lo había conseguido cuando escuchó un sonido, como una pequeña explosión, y un ligero siseo rozándole la oreja. La bala impactó en el árbol que quedaba frente a ella dejando un agujero lleno de plata en la corteza. Frenó en seco asustada. «No he sido lo suficientemente rápida. Ahora disparará y no fallará.» Estaba petrificada y su mente no pensaba con demasiada claridad. No podía dejar de ver la bala en aquel árbol ni dejar de pensar en que podía haber sido su corazón.
«No fallará. No...» La segunda bala no llegaba, estaba tardando demasiado en disparar. «Pero… ¿Por qué ha fallado el tiro?» Algo no le cuadraba, los cazadores rara vez erraban un tiro como aquel, aunque la cambiante hubiera huido la bala ni siquiera la había rozado, ni un sólo rasguño. Y tampoco se había molestado en disparar una segunda vez. Un mal presentimiento la inundó y giró la cabeza mirando en la dirección de Leinhart.
Cuando le vio tumbado y su rostro lleno de sangre, la suya se heló en sus venas. «¿Qué he hecho?» Desde donde estaba sólo podía ver rojo y más rojo. Podía ser una herida pequeña pero escandalosa o una muy grave, no estaba segura. Lo que sí sabía es que todo había sido por culpa suya. De manera inconsciente, y quizá un poco temeraria, fue acercándose hacia él muy lentamente. Se quedó observándole a una distancia prudencial, con miedo a acercarse demasiado y asustarle. Dio unos cuantos pasos más en su dirección hasta quedarse a pocos centímetros de su cuerpo, donde el olor de la sangre la inundó. Rozó su pierna suavemente con el hocico sin dejar de mirarle. «Perdóname Lein. Perdóname.» Siguió acercándose mientras se transformaba en humana. Nada le importaba ya.
-Lein -susurró cuando llegó a su lado.
Estudió la herida que seguía sangrando y buscó un trozo de tela para intentar parar la hemorragia. Se llevó la mano a su falda automáticamente, pero se dio cuenta de que toda su ropa seguía guardada en la cueva. Las lágrimas le nublaban la vista y evitaban que pudiera ver con claridad, pero tras mirar a su alrededor abrió la chaqueda del cazador y rasgó su camisa para conseguir un trozo de tela. Tras partirlo en dos utilizó una parte para la herida mientras con la otra limpiaba el rostro de Leinhart.
-Qué te he hecho… Perdóname, perdóname -susurraba mientras unas lágrimas densas como la sangre que estaba limpiando caían pesadamente sobre él. -¿Puedes oírme, Lein? -le preguntó, esperando escuchar un “Si” saliendo de sus labios. Al menos así sabría que la herida era menos grave, al menos la herida física. Ambos sufrirían mucho tras ese encuentro, y esas heridas serían más difíciles de curar.
No miró atrás, no quería ver cómo lo único que le importaba de verdad sacaba su arma y disparaba. Porque estaba segura de que dispararía, y cada segundo que pasaba corría en su contra. Estaba llegando a la línea de árboles, casi lo había conseguido cuando escuchó un sonido, como una pequeña explosión, y un ligero siseo rozándole la oreja. La bala impactó en el árbol que quedaba frente a ella dejando un agujero lleno de plata en la corteza. Frenó en seco asustada. «No he sido lo suficientemente rápida. Ahora disparará y no fallará.» Estaba petrificada y su mente no pensaba con demasiada claridad. No podía dejar de ver la bala en aquel árbol ni dejar de pensar en que podía haber sido su corazón.
«No fallará. No...» La segunda bala no llegaba, estaba tardando demasiado en disparar. «Pero… ¿Por qué ha fallado el tiro?» Algo no le cuadraba, los cazadores rara vez erraban un tiro como aquel, aunque la cambiante hubiera huido la bala ni siquiera la había rozado, ni un sólo rasguño. Y tampoco se había molestado en disparar una segunda vez. Un mal presentimiento la inundó y giró la cabeza mirando en la dirección de Leinhart.
Cuando le vio tumbado y su rostro lleno de sangre, la suya se heló en sus venas. «¿Qué he hecho?» Desde donde estaba sólo podía ver rojo y más rojo. Podía ser una herida pequeña pero escandalosa o una muy grave, no estaba segura. Lo que sí sabía es que todo había sido por culpa suya. De manera inconsciente, y quizá un poco temeraria, fue acercándose hacia él muy lentamente. Se quedó observándole a una distancia prudencial, con miedo a acercarse demasiado y asustarle. Dio unos cuantos pasos más en su dirección hasta quedarse a pocos centímetros de su cuerpo, donde el olor de la sangre la inundó. Rozó su pierna suavemente con el hocico sin dejar de mirarle. «Perdóname Lein. Perdóname.» Siguió acercándose mientras se transformaba en humana. Nada le importaba ya.
-Lein -susurró cuando llegó a su lado.
Estudió la herida que seguía sangrando y buscó un trozo de tela para intentar parar la hemorragia. Se llevó la mano a su falda automáticamente, pero se dio cuenta de que toda su ropa seguía guardada en la cueva. Las lágrimas le nublaban la vista y evitaban que pudiera ver con claridad, pero tras mirar a su alrededor abrió la chaqueda del cazador y rasgó su camisa para conseguir un trozo de tela. Tras partirlo en dos utilizó una parte para la herida mientras con la otra limpiaba el rostro de Leinhart.
-Qué te he hecho… Perdóname, perdóname -susurraba mientras unas lágrimas densas como la sangre que estaba limpiando caían pesadamente sobre él. -¿Puedes oírme, Lein? -le preguntó, esperando escuchar un “Si” saliendo de sus labios. Al menos así sabría que la herida era menos grave, al menos la herida física. Ambos sufrirían mucho tras ese encuentro, y esas heridas serían más difíciles de curar.
Eléa Pelletier- Cambiante/Realeza
- Mensajes : 62
Fecha de inscripción : 06/05/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Temas similares
» Dulces para comer, dulces para disfrutar...(Libre, +18)
» Leinhart A. Ashford
» La vuelta a París {Leinhart A. Ashford}
» A Familiar Reunion? // Flora Levallois & Leinhart A. Ashford
» Mentiras que se convierten en verdades (Annabel)
» Leinhart A. Ashford
» La vuelta a París {Leinhart A. Ashford}
» A Familiar Reunion? // Flora Levallois & Leinhart A. Ashford
» Mentiras que se convierten en verdades (Annabel)
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour