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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mentiras que se convierten en verdades (Annabel)

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Mensaje por Agarwaen Lun Nov 07, 2016 12:32 pm

Hacia ya varias semanas desde la celebración de mi cumpleaños, desde que ayudé a esa aldea con los licantropos que devoraban a sus hijos y aunque trataba de no pensar en ello, desde que vi por última vez Annabel.
Estaba preocupado por ella, durante ese tiempo había peinado los bosques desde el alba hasta el ocaso.
Desesperado seguí cada huella humana, cada resquicio que pudiera haber dejado esa mujer que me había robado algo mas que el juicio.
Era una loba, sabia que sus instintos la protegerían, mas el desazón se había instaurado en mi pecho, pues ella me había prometido que volvería, promesa que si no cumplía debía ser por un motivo de peso.
Motivo que no se me ocurría otro que no fuera el de que las heridas infligidas en su piel fueran grabes, incluso que la parca se hubiera cruzado en su camino.
Me torturaba por haberla dejado ir, culpándome cada segundo de que si ella no regresaba a mi había sido por mi orgullo. Debí pararla, pedirle que no se fuera, que la amaba, que no podía volver a perderla, mas guardé silencio y la deje ir. Ahora pagaba las consecuencias de mis actos rememorando aquel beso que incendiaba mis labios.
Cada día que pasaba la angustia se apoderaba de mi alma y pasé de ser el cazador fuerte, líder de todos, príncipe de Grecia a un fantasma que con su colgante en la mano moraba por la casa.

Aquella tarde me habían invitado a una celebración, una fiesta en el palacio royal. Mis ganas de ir eran ningunas, mas al parecer todos los nobles de París asistirían y daría demasiado de que hablar que yo no lo hiciera. Ya me había saltado demasiadas fiestas y los rumores sobre mi persona y a lo que me dedicaba corrían de boca en boca.
Así que coloqué mi chaque sobre la camisa blanca, anude la corbata y sobre mi cabeza coloque el sombrero de copa sin ningún esmero.
Estaba impoluto, mas mi rostro reflejaba no solo el pesar de esa herida que vendada para no molestar no curabas, si no el cansancio de las noches en vela por perder a Annabel.

Sobre mi montura no tardé en alcanzar el lugar indicado en aquella invitación que me llego hacia apenas unos días y que rogaban mi asistencia encarecidamente.
Me adentré en el gran salón saludando a unos y a otros, gente conocida apenas de vista, con la que copa de whisky en mano trataba de entablar conversación.
Palabras vanas de temas que no me importaban, damas con abanicos que a mi paso murmuraban y yo perdido en aquel lugar que se me antojaba el infierno sin mas.

Fue entonces cuando vi un fantasma, ese que vestido de gala centró sus ojos en mi como si me percibiera mas no me esperara.
-Annabel -escapó de mis labios mientras la miraba con los ojos desencajados.
Su brazo posado sobre el de otro hombre, puñalada que juro dolió tanto o mas que la herida del hombro o que las infligidas en mil batallas.
No dije mas,¿ para que ?estaba claro que si no había vuelto por mi, un motivo tenia que tener.
Tiré de un golpe seco del medallon y lo deje caer al suelo del gran salón.
Rehíce mis pasos hacia el mueble bar, con la mirada perdida por la ira.
Una botella se me antojaba una broma de niños para acallar el infierno que ahora torturaba mi alma y que parecía necesitar mas combustible para encender todavía mas sus llamas.

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Mensaje por Annabel Hemingway Sáb Nov 12, 2016 12:59 am

Tres semanas atrás.

La loba alzó la guadaña que había traído desde la aldea y la luna se reflejó en su rostro lúgubre. No había un atisbo de emoción en ella, como nunca lo había cuando segaba una vida.

A pesar de su pasada constancia esta era la segunda excepción de los últimos días puesto que ahora no mataba por venganza si no para proteger. El instrumento alcanzó el vientre de la licántropa y cortó con el pulso firme, abriendo el estómago de su enemiga, mientras los intestinos caían al suelo y la sangre de aquella de su misma especie salpicaba su rostro manchándolo con aquel líquido carmesí que ella corrió con su dedo a lo largo de su mejilla antes de llevarle hasta su paladar.

Se dejó caer entonces de rodillas sobre el pasto verde, exhausta, con sus ojos aún de color ámbar. La tarea estaba cumplida y con ella satisfacía un encargo que paradójicamente liberaría a aquella pequeña que encontraron en la gruta. Matar a su madre le daría una oportunidad, una de llegar a tener una posibilidad de vida y debido a ello todo había valido la pena. Incluso hundirse más en la oscuridad. Aunque Annabel sabía que no sería la última vez que su mano cegaría una vida. Sobre su sino se cernía nuevamente la venganza y el deseo de ella refulgió en su pecho como no lo había hecho en días pues la venganza era ella y nada le daría paz hasta no encontrarla.

Su cuerpo temblaba violentamente, presa de aquel juramento que aún no terminaba de cumplir, odiándose a si misma por no haber atrapado aún a aquel que le había arrebatado todo, incluida el alma.



El presente.

El líquido burbujeante del champán se hizo presente al ser vertido en las copas que un uniformado iba repartiendo en una charola a lo largo del salón. Música de violines y violonchelos alcanzaban mis oídos de forma seductora en aquel ambiente plagado de fuertes voces y risas algo escandalosas. La nobleza y la gente de alta sociedad se movía en el palacio real. Lo observaba todo con mediano interés, conocía a muchas de esas personas gracias a la fama que tenía como pintora, siendo precisamente ese círculo el que mayormente acudía a mis exhibiciones y con quienes de vez en cuando debía interactuar.

Una Annabel más sociable había acudido a este tipo de fiestas hasta tres años atrás, después de lo cual me convertí en lo que otros llamaban una ermitaña, haciéndome ver muy poco al no tener deseos de codearme con nadie, aislando a muchos, incluyendo a mi propia familia, y de paso a mi misma.

Sonreí a mi acompañante, un antiguo amigo que me había orillado a presentarme en el lugar esa noche y a quien mi blanco guante mantenía agarrado del codo antes de tironear de este. -Te advierto que en cualquier momento me escabullo.- Le indiqué con la mirada seria y las palabras susurradas apenas a un volumen audible. Carlisle había acudido a mi mansión días atrás, encontrándome demacrada y determinada a pasármela en cama hecha un ovillo. Preocupado por mi había hecho lo posible por sacarme de ese estado comatoso y aparte tuvo que tragarse mis gruñidos puesto que yo no quería nada y mi carácter cuando me contradecían rivalizaba con el mismo diablo.

Pero él era tenaz y supongo que mi estado era más sensible de lo que yo misma aceptaba así que de una forma u otra logró sacarme de mi auto encierro y ahora allí estaba, de pie, vestida de gala, fingiendo que me interesaban las conversaciones cuando no era así, mi mirada nada interesada en mi alrededor antes de que abrúptamente se encontrara con aquella que conocía tan bien y que me miraba sorprendido como si fuese alguna aparición que se materializaba frente a él.

Agarwaen.

El solo mirarlo provocó que sintiera un tirón en aquel órgano que se encontraba adentro de mi pecho. Las voces de los demás cesaron y el salón se tornó silencioso para mi como si todo se congelara y únicamente él se encontrara en el. Sentimientos contradictorios me invadieron y por un momento fui yo quien lo observó como si fuese una visión irreal. En su rostro vi reflejada la rabia incluso antes de que pronunciara mi nombre. Un movimiento de su mano y arrancó el medallón de su cuello lanzándolo al suelo.

Acto que me dolió intensamente, como si me hubieran herido de muerte. -Discúlpame un momento.- Me aparté de mi amigo para a paso veloz recoger el colgante del suelo y rápidamente busqué con la mirada, percibía el rastro de su distintivo aroma por lo que no tardé en dar con él en el mueble bar.

-Creo que has dejado caer algo.- Me acerqué y me senté a su lado en un taburete observando sus ojos azul cielo que me miraban fríos y congelados. Desvié la mirada, quería una copa pero en su lugar me conformé con pedir algo carente de alcohol. -No sabía que acudías a estos lugares.- sonreí levemente. La verdad es que desconocía todo de él, excepto claro, que cazaba a sobrenaturales. Nunca se me había ocurrido que acudiera a reuniones sociales, aunque por sus maneras y sus modales siempre noté que era alguien de abolengo. -La niña...- fue lo que dije a manera de pregunta tomando el vaso y devolviendo mi mirada hacia él y allí fue cuando me estremecí, porque cada día desde que dejé de verlo pensé en él… Sabía que seguramente me odiaba por no haber regresado y eso era algo que no podía soportar, que me mirara así, a pesar de mis resoluciones, a pesar de que tenía todo el derecho a hacerlo por ser quien era en realidad.
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Mensaje por Agarwaen Sáb Nov 12, 2016 4:50 am

Sus pasos siguieron los míos y antes del primer trago estaba frente a mi, observarme con detenimiento y con ese colgante que momentos antes e impulsado por la rabia había dejado caer de un manotazo contra el suelo.
Tenia la desfachatez de seguirme, como si mi gesto no le hubiera bastado para notar mi dolor, ese que tras semanas buscándola, sin apenas dormir, ni comer, ni casi vivir se me había escapado.
Ahora pertreché los mil y un escudos, el orgullo se interpuso al corazón. Corazón que durante estas semanas había hablado tan alto buscándola que tenia claro que de encontrarla con vida quería intentarlo con ella, al menos conocernos y darnos esa oportunidad que ambos merecíamos.
No sabia el tiempo que tardaría mi herida en extenderse, mi futuro era incierto, mas si sabia que de existir futuro lo quería pasar con ella.

-Vaya, no he debido darme cuenta -aseguré con una sonrisa de medio lado tomando el colgante para echarlo a uno de mis bolsillos.
Si ella era un cínica, yo podía ser un cabrón y allí estaba claro que íbamos a perder los dos.
Sonrisa ladina en mi rostro acercando la copa a mis labios para dar un buen trago.
-La niña esta en mi mansión -dije de forma tajante y sin darle mayor explicación.

Mis ojos se desviaron hacia el liquido amarillento que volví a llevar a mis labios dando un trago lento, aquella noche no volvería en pie a mi casa, mas tampoco lo haría con ella, eso lo juraba frente al Olimpo.
Otra calentaría mi cama, pues admito que mi dolor aun no visible era desgarrador.
Me mintió, y lo peor es que me lo creí. Fui tan ingenuo de pensar que sus besos eran sinceros, que sus manos acunando mi rostro mientras me prometía una utopía eran no solo un deseo si no una realidad, una promesa de un futuro, de algo mas.

-Señorita -hice una pausa, conocía su nombre, mas no su apellido y hoy llamarla Annabel me resultaba un sacrilegio -disculpe ¿su apellido es?
Alce la mirada para hundirme en sus dos orbes pardas, trate de fingir de nuevo lo poco que me importaba.
-Deberíais ir en busca de su acompañante, creo que la espera y se pondrá nervioso de no tenerla cerca.
Alcé la copa y brindé en la dirección en la que este se encontraba. Si una mueca burlona, socarrona incluso se dibujo en mis labios curvandolos hasta mostrar la parte mas oscura de mi ser.
No me costaba ser sarcástico, ni chulo, ni prepotente, esos escudos los tenia tan bien estudiados que casi se habían convertido en mi propio yo.
-Mas no os preocupéis mi señora, si os cansáis de jugar a las damas de clase alta con el, podéis volver -dije guiñándole un ojo -cualquier lugar oscuro nos puede ofrecer la intimidad necesaria para saciar vuestro cuerpo, se nota que últimamente, parecéis poco satisfecha.

Quizás llamar al caballero poco hombre no estuvo bien ,mas la verdad, me importaba bien poco en esa noche distinguir entre el bien y el mal, hoy solo quería beber hasta no poder mas.
-Que le vaya bien señorita -añadí alzando mi copa ahora para brindar con ella a modo de despedida.






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Mensaje por Annabel Hemingway Mar Nov 15, 2016 1:17 am

Dardos. Certeros y muy afilados. Esos eran los que ahora me lanzaba con cada una de sus palabras. Frialdad absoluta que no me esperaba. No sé qué esperaba. ¿Qué me abrazara? ¿Qué me dijera que me había extrañado? ¿Qué incendiara mis labios con sus besos y me atrajera hacia él con tal fuerza que no habría modo ya de separarme nunca de él? ¿Que me dijera que a pesar de que todo estaba en contra nuestra, nuestro destino era estar juntos?

Pensé que no esperaba nada pero la realidad contradecía ese pensamiento y se tornaba completamente diferente al estar sentada frente a él. Si esperaba algo. Anhelaba algo. Lo sentía con tal fuerza que quería estirar mis dedos y tocarlo. Pero no veía emoción alguna en su rostro por ningún lado.

Prácticamente me arrebató el medallón y se lo guardó en el bolsillo sin añadir más al respecto. ¿Ese era Agarwaen? Corrí detrás de él porque pensé que podría intentar explicarle, que le importaba, pero con su actitud no solo me desconcertaba si no que me hacía pensar que no le afectaba en nada estas semanas en las que no hubo ningún contacto entre los dos.

Tomé un largo trago de aquel ponche que me supo a desilusión. A él no le importaba. Le daba igual que no hubiera regresado. Todas estas semanas pensando en él, sintiéndome culpable por no regresar, pensando que realmente hacía lo mejor para los dos, que le libraba de mi oscuridad, de arrastrarlo hacia una mujer que no sabía cómo amar y que no deseaba destruirlo por culpa de aquel odio al que no sabía renunciar.

Todo estaba en mi cabeza. ¿Acaso en algún momento me había dicho que me amaba? ¿O que sentía algo por mí? ¿No fue él quien me dejó la primera vez y él quien no dijo nada cuando me marché en la segunda ocasión?

Presioné el vaso con tal fuerza que se quebró. Impávida observé los pedazos esparcirse sobre el suelo. -Quiero verla.- dije, haciendo énfasis en esas palabras. A Agarwaen podía darle igual mi presencia, pero eso no tenía nada que ver con aquella pequeña por la cual me había introducido de nuevo en el bosque para percatarme de que por más que huyera de mi misma la sangre era mi único camino. Deseaba que esa niña pudiera vivir, que tuviera un destino distinto al mío.

Devolví mi mirada hacia él, quien ahora bebía fríamente de su vaso llamándome señorita. -¿Te importa acaso cuál es mi apellido?- Así es, él lo ignoraba, como ignoraba todo de mí. Como ignoraba como me había desgarrado el no regresar con él. Mis nudillos se tornaban ahora blancos al presionarlos con frustración y rabia del tiempo que perdí dedicándole mis pensamientos al pensar que por mi culpa sufriría.

Intenté serenarme y descubrir la verdad detrás de esos ojos que desmentían cualquier posible lazo entre los dos. Me levanté y me acerqué a él, deteniéndome a corta distancia, buscando un indicio en su rostro. Un algo que irracionalmente deseaba encontrar a pesar de mis previas intenciones de alejarme. -Dime que todo esto lo dices porque te importa lo que haga, porque realmente no quieres pensar que me iré con mi acompañante esta noche y que compartiremos más que simples palabras. Que te hace hervir la sangre la idea de que me toque, de que recorra con sus manos mi piel, de que reciba en sus labios mis gemidos y que los míos pronuncien su nombre en lugar del tuyo.-
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Mensaje por Agarwaen Miér Nov 16, 2016 12:35 pm

El vaso se quebró entre sus manos y no pude evitar que una sonrisa irónica se dibujara en mis labios frente a su teatro, juro que estuve a punto de dar un par de palmas para reconocerle el merito como actriz, podría ganarse la vida y no pasaría hambre, aunque quizás lo de cortesana era mas apropiado, pues pendía del brazo de un rico desgraciado, que desde luego dudaba fuera capaz de complacer su cuerpo.
Los pedazos cayeron al suelo seguidos por mi mirada, que sin dejar de pintar una afilada sonrisa en mi cara se elevaron hasta encontrarse con sus tormentas ahora nubladas.
-Esta bien, no es necesario que la veas, ahora esta a mi cuidado y no dejaré que te la lleves contigo.

Secas mis palabras, mordaces y dañinas. Estaba enfadado ,destilaba rabia y ni siquiera el vaso que agotaba una y otra vez entre mis labios lograba arrancarme de ese estado.
Su siguiente pregunta fue la que me hizo reír, allí apretando los puños como si yo le importara algo.
Mordí ligeramente le vidrio del vaso tratando de contener la risa que me daba aquella actuacion que no tenia ni pies ni cabeza.
-No, no me importa tu apellido, de echo, hoy no me importa ni siquiera el mio.

Como podía ser tan cínica, acaso no era capaz de percibir con sus instintos de loba mi desasosiego, las ojeras de mi rostro. Llevaba dos semanas en las que apenas había comido, ni dormido ni vivido, conocía ese bosque como la maldita palma de mi mano. La había buscado hasta la saciedad, imaginando lo peor a cada paso, no había otra explicación para que no hubiera vuelto a mi lado.
Me sentía el hombre mas idiota del mundo y cuando acorto las distancias entre nuestros cuerpos en un principio no pude evitar un respingo hacia atrás.
No quería que me tocara, ni siquiera que me mirara, claro que ese gesto fue nimio, no estaba dispuesto a darle el placer de ver como me afectaba todo eso.

La escuche, todas y cada una de esas palabras que me escupió a la cara como si de insultos se trataran, mi rabia iba aumentando mas rápido que mi borrachera hasta que guiado por esta mi cuerpo aprisiono el ajeno contra la barra, quedando sendas manos a los lados.
Nuestra nariz se rozo, fundiendo nuestros alientos en uno solo, que ahora parecían entablar un duelo a muerte.
-Te esperé -rugí malhumorado -durante días.
Mi pecho subía y bajaba ansioso, posiblemente por la confesión que esa mujer había forzado a pronunciar a mis labios.
-Veo que no has perdido el tiempo, aunque la verdad, te recordaba bastante fogosa en el arroyo, ese cretino dudo te de el placer que ansias.
Aun así, no puedo culparte por intentarlo, eres una mentirosa nata.
Ve, poco me importa -rugí contra sus labios
Mis palabras decían completamente lo contrario a lo que le mostraban mis actos
-ve y follatelo ¿que mas te da lo que yo sienta? ¿te ha preocupado estas dos semanas acaso? Ve y que te haga mujer, porque yo buscaré a otra que me abra sus piernas ¿te importa a ti eso acaso?


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Mensaje por Annabel Hemingway Jue Nov 24, 2016 11:47 pm

¿Qué no era necesario que viera a la niña? ¿Me lo decía en serio? ¿Después de que cacé a su madre? ¿Qué no tenía idea de lo responsable que me sentía por la vida de la pequeña? ¿De lo que fuera a ser de ella? Apreté los labios al escucharlo. Si tenía que colarme en su casa y enfrentarme a todos esos cazadores de pacotilla lo haría si descubría que no la estaban tratando bien.

Y encima me decía que le valía gorro mi apellido. Y él ¿tenía apellido tan siquiera? Lo que más molestaba es que no fuera capaz de percatarse de lo mucho que me importaban esos detalles, de que en realidad, y pese a mis esfuerzos por no retornar a él yo quería conocer cada detalle suyo, quería saber quien era en realidad, que se escondía detrás del cazador. Al cazador ya lo conocía pero yo quería conocerle a él, tan sólo a él.

Un movimiento suyo y me acorraló contra la barra. Al parecer al fin le había tocado un nervio, lo cual quería decir que no le era indiferente como se empeñaba en repetirme con sus gestos y sus palabras. Aunque el que me arrimara así contra él fue contraproducente. Mis sentidos de loba percibían todo de él. Su respiración ajetreada, su inigualable aroma, aquella loción que solo usaba a él y el aroma natural que destilaba y que tanto me gustaba desde aquel día en el arroyo. Su cálido aliento tan cerca del mio al tocarse nuestras narices y sus labios carnosos y dulces que casi rozaban los míos. Mi respiración se ajetreó sin que pudiera hacer nada al respecto.

-Agarwaen…- Aquel hombre era imposible de olvidar, se me había metido muy dentro y ni siquiera se percataba. Mis latidos se aceleraron cuando dijo que me esperó días. Le creí cuando lo soltó así, como si le diera rabia haberlo hecho.

Luego llegaron sus insultos. El insinuar que me comportaría como una ramera con mi acompañante y el declarar que como tal me había comportado en el arroyo. Alcé la mano y lo abofeteé. -¿Cómo puedes ni siquiera pensar o decir algo así?- Lo odié por decirlo y al mismo tiempo comprendí que lo decía porque estaba adolorido. Me había esperado. ¿No dijo eso?

Mis dedos se enredaron en su pelo y lo atraje contra mi. Busque sus labios presa de sentimientos contradictorios. Estaba furiosa con él y al mismo tiempo rebosaba de dicha al tenerlo cerca después de un tiempo que me pareció demasiado largo. Sus dardos verbales me dolían pero a la vez su cercanía me empujaba hacía él. Mis dedos lo mantuvieron cerca y lo besé como había anhelado besarlo durante semanas.

-No quiero irme de aquí con nadie que no seas tú.- dije, respirando aceleradamente. Esa era mi confesión y él lo único que me importaba en ese salón, incluso más allá de la propiedad, pues estaba segura de que atraíamos miradas y que seguramente hablarían de nosotros al día siguiente.

-No quiero que te acuestes con nadie que no sea yo.- ¿Acaso no lo percibía en este momento? ¿Qué sólo me importaba él? Me dolía haberlo lastimado con mi ausencia, me dolía que me dijera que dejaría que otra lo satisfaciera en la cama y que calentaría su cuerpo y su lecho. -Lo siento.- Busqué sus ojos fríos intentando disculparme por no haber regresado a él cuando le había dicho lo contrario, encontrar de vuelta en ellos al Agarwaen que habia vislumbrado en el bosque y en la aldea, aquel que me robó no solo un beso si no parte de mi en sus caballerizas. -Quería volver contigo pero… no sé cómo manejar lo que siento por ti.-
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Mensaje por Agarwaen Sáb Nov 26, 2016 12:35 pm

Un guantazo que demostró su rabia y con mi mirada desafiante hundida en sus ojos pardos mi desesperación.
¿Que no era consciente de mis ojeras? ¿De mi aspecto demacrado? Claro que tenia derecho a dedicarle todas y cada una de esas palabras, no solo porque las pensaba, si no porque estaba cabreado.
Me había abandonado, mas no como lo hice yo en el arroyo, donde no hubieron promesas si no un mero adiós. No, ella me lo juro contra mis labios que volvería, que la esperara y que hablaríamos.
Necio había sido al creer en un licantropo, necio en pensar que el amor puede llegar a mi vida cumpliendo con la utopía de mis sueños.

Negué con la cabeza endureciendo el gesto, mas pronto sonreí de medio lado tratando de mostrarle mi indiferencia incluso frente al golpe recibido.
Su pregunta retumbo en mis oídos, ¿como podía decir algo así? ¿como podía haberme dejado vendido?
Nuestras ajetreadas respiraciones frente a frente fluían en una corriente tensa, hermética y nuestra.
Mirada llena de ira, que ella acaparaba con cierta desesperación ¿que esperaba un beso en el reencuentro? ¿un hola, que tal te va?

Tensión que desafiaba el viento, el tiempo se detuvo frente a nuestros ojos, su mano enredó mi pelo atrayéndome con fuerza, como si el mañana fuera nuestro y las esperanza no se acabara.
Bocas que se buscaron insatisfechas, errantes, perdidas, cargadas de dolor, rabia y algo mas que no pensaba etiquetar hoy.
Mi lengua se deslizó por el precipicio de sus labios, adentrándose en lo mas hondo de su ser para reclamar su sabor a fruta madura, a bosque a hierba.

Cerré los ojos omitiendo que me había mentido, dejando atrás mi ira, mi frustración, llevando así mi mano hasta sus mejillas para atraerla contra mi con mas fuerza, muestra de cuanto me alegraba de tenerla.
La había dado por muerta y ahora contra su piel no podía hacer mas que dejarme vencer bajando aquellos muros que atenazaban mi cuerpo enfriando mi ser.

Una confesional que me sonó a verdad, mas temía que de nuevo solo fuera eso, otra mentira mas. No confiaba en ella aunque deseaba hacerlo con todas mis fuerzas.
Jadeé contra su boca, necesitaba sentir su cuerpo serpenteando el mio, mas del mismo modo necesitaba que me explicara que hacia colgada del brazo de otro tío mientras yo la buscaba desesperado por el bosque día y noche.
-¿Por que creerte? -gruñí contra su boca volviendo a tomarla con rabia y desesperación.

Era consciente de como todos nos miraban, como mis caderas la buscaban empotrandola contra la barra, como mi cuerpo anhelaba la tibieza del suyo, mas también mi desconfianza me mantenía alerta.
-Juraste contra mis labios que volverías, mas no lo has hecho ¿por que creer ahora? ¿que ha cambiado en estos minutos para elegirme a mi y no a ese del que pendías del brazo?

Separé mi boca hundiendo mis afilada mirada en ella, respiración agitada, ojos oscuros como la noche que se enfrentaban a ella.
-Sigo siendo un cazador ¿que me diferencia del ser que mató a tu único amor?
Dolor, mis palabras encerraban una verdad que ambos conocíamos y con ellas la arrastraba al infierno donde yo mismo ahora me consumía.
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Mentiras que se convierten en verdades (Annabel) Empty Re: Mentiras que se convierten en verdades (Annabel)

Mensaje por Annabel Hemingway Dom Dic 04, 2016 12:43 am

Agarwaen respondió a la urgencia de mis labios y en los suyos encontré las respuestas que no me indicaban sus palabras. Desesperación, rabia, dolor, recibimiento, búsqueda, su lengua se enlazó con la mia de forma pasional, arrebatándome la claridad de mis pensamientos en un tiempo que ahora permanecía congelado. Nuevamente desaparecían todos y todo a nuestro alrededor, ahora solo escuchaba la manera en que respiraba, observando la forma violenta en la que los músculos de su pecho me indicaban la alteración de la que era presa al responderme.

Por mi parte, no podía calmar mi respiración acelerada. Él ahora estaba inclinado sobre mi, con sus caderas empotrando a las mías, no tenía idea de si se percataba de como lo necesitaba, de como mi cuerpo respondía a su cercanía. ¿No se percataba de que ni mi cuerpo ni mi piel podían mentir como tampoco lo hacía mi mirada? ¿De que si temblaba no era solo por indignación ante sus palabras si no también de estremecimiento por tenerlo cerca otra vez?

Mis castaños ojos observaban los suyos y la forma en que estos finalmente me revelaban parte de si. Estaba furioso, me reclamaba y con toda la razón del mundo. Incredulidad, eso notaba en sus palabras. No lo culpaba. No había cumplido mi promesa. Si ahora daba la media vuelta y se marchaba sería a causa mía. Otro beso suyo, uno cargado de rabia mal contenida, de enojo y de reproche, y sin embargo cada vez que sus labios sellaban los mios mis rodillas se aflojaban, mis piernas temblaban. Si no fuera por el soporte de la barra detrás mio hubiese sido bastante evidente.

-Leéme. Lee todo lo que ves frente a ti.- respondí ante sus preguntas. -Usualmente es difícil, a menudo no dejo que nadie lo haga. Siempre escondo lo que siento, me aislo de todos, no doy mi brazo a torcer. Me contento con mi propia compañía, acudo a lugares como estos, presento mis nuevas obras, me muestro cortés, y me marcho tan rápido como puedo. Nadie conoce a Annabel, porque no permito que lo hagan. Pero tú…- Mi mirada bailo sobre su rostro, lo miré con agitación, con enojo. Él me había sacado del cómodo rincón en el que me sentía a gusto. En mi no había cabida para los sentimientos pero luego llegaba él y lo cambiaba todo. Yo no lo había pedido, ni tampoco lo esperaba, ni estaba en mis planes.

-Pero tú lo cambias todo.- confesé. Aún respiraba a prisa, él estaba a tan solo unos centímetros a pesar de haberse alejado. Elevé mi mano hacia el dorso de su cuello y lo acerqué a mi. Volví a besarlo, a tomar los labios que me hacían falta. Me perdí en el reconocimiento fugaz de su boca, en el saber que se acoplaba también a la mía, en ese cosquilleo que sus labios lanzaban a todo lo largo de mi cuerpo, en la forma en que despertaba mis sentidos siempre adormilados a este tipo de sensaciones que solo existían cuando él volvía a estar presente junto a mi.

Y luego me separaba lentamente de él y llegaba su pregunta, aquella que me golpeó más fuerte que él filo de una espada. ¿Qué le diferenciaba del hombre que mató a François? Permanecí en silencio un momento antes de encontrar las palabras.

-Tu alma. Esa que escondes y que casi no dejas ver, una que podría haber no visto si no hubiese prestado atención en tus caballerizas, en el bosque, en la aldea. Esa que llama a la mía aún cuando nos separa la distancia, la que me atrae con su recuerdo aún en la soledad de mi mansión, y la que me orilla a querer salir de tu brazo esta noche.- Intenté respirar después de responderle. Ya había dicho mucho, yo nunca me sinceraba así y no tenía idea de que me poseyó para soltar esas palabras. Suspiré profundamente. -Puedes creerme o no pero… nunca he sido más sincera.-
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Mensaje por Agarwaen Lun Dic 05, 2016 4:00 am

Palabras, su boca susurraba palabras que me llegaban, que me alcanzaban pero que de algún modo no quería creer, no otra vez.
Palabras que subían por su garganta enmudeciendo las mías que explotaban en mil pedazos frente a la intensidad de su mirada.
Decía que no se dejaba conocer ¿acaso lo hacia yo? ¿le daba eso derecho a mentirme? Hubiera preferido que simplemente se hubiera ido sin decir nada, mejor que haberme destrozado de ganas, que haber implantado en mi corazón la semilla de la esperanza...creer en un maldito futuro, una utopía que no llegaba.

Me atrajo contra su boca de nuevo, jadeante me deje guiar porque necesitaba sentir sus labios presionando los míos. Mi boca se entreabrió dejando que nuestras lenguas se dijeran lo que nosotros incapaces de expresar con palabras callábamos.
Te he anhelado cada día, cada noche, cada resquicio de tiempo que me has robado buscándote.
Eso pensé y no dije, porque mi orgullo hablaba mas fuerte que las palabras entrecortadas que matan, que hieren y que mueren en los labios.

Nuestros alientos entremezclados, mi piel erizada, ojos que se miraban con fuego, con deseo y con algo mas que no pensaba reconocer ni loco.
Jadeé contra su boca para tomar un poco de resuello antes de que de nuevo colisionáramos como bestias contra la barra, devorándonos el uno al otro, sin tregua, nuestras bocas se buscaban, nuestros cuerpos se incendiaban.
Mis manos atraparon su rostro haciendo ese beso mas intenso, paladeando la fruta madura que bien conocía, caminos ya trazados que se habían convertido en mi único sino.

Nos separamos un instante, bueno, fui yo quien escudos en alza busqué la cordura que me faltaba.
Pregunta que dejé escapar llena de dolor y de verdad.
Su respuesta fue sincera, eso lo se, mas a veces con el amor ya no basta.
Mi alma esta condenada Annabel, hiciste bien en alejarte de mi, porque conmigo solo encontraras guerra, nunca la paz que anhelas.
Me dijiste que vivías para dar muerte al inquisidor que mato a tu único amor -arrastré esas ultimas palabras por el dolor -no te equivoques, de haberlo encontrado yo, también le hubiera dado muerte y caza y hoy me buscarías a mi, olvidándote del color de mi alma.
¿Puedes amarme aun sabiendo ahora esta confesión? -pregunté hundiendo mis orbes azules en sus pardos.
-¿Me harás el amor cada noche sabiendo que vengo de matar a gente como él, como tu?

Dos pasos mas hacia atrás, cuerpos que se separaban y combustionaban por permitir que el oxigeno los separara.
La amaba, de eso no me cabía la menos duda, pero ¿podía hipotecar su vida sabiendo que la mía estaba perdida?
-He de irme Annabel, te deseo que seas feliz. Si decidiste no volver por mi, es porque una parte de ti sabe que esta y no otra es la decisión correcta..a veces las cosas simplemente no pueden ser.
Cada una de mis palabras me desgarraba por dentro y yo solo quería que dijera algo que me amarrara a su cuerpo, que bajara mis escudos, que me orillara de nuevo contra su piel y me arrastrara al infierno junto a sus labios para incendiarnos en el.
A veces el amor si basta..házmelo creer.
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Mensaje por Annabel Hemingway Jue Dic 15, 2016 4:45 pm

Mi respiración seguía agitada al observarle, incapaz de no sentir el rastro del fuego de sus labios sobre los míos aún ahora que imponía distancia. Llevé mis dedos a mis labios, intentando recomponerme, pero era imposible. Él se alejó de mí y yo me acerqué, sin ni siquiera pensarlo. Necesitaba de él, lo había necesitado en las últimas semanas, por más que mi razón se empeñase en señalarme las mil razones por las cuales debía olvidarlo.

Ahora sus labios me lanzaron otra vez aquella verdad, aquella que ambos conocíamos muy bien. Él era un cazador, su propósito era destruir a seres de mi raza. Sus palabras siguientes, esa verdad que dura y tajante se coló en mi interior haciéndome sangrar. Él hubiera matado a François porque ese era su propósito, matar a los nuestros indiscriminadamente. El hubiera matado a mi amor. Vacía, destruída, así fue como permanecí un momento, luchando conmigo misma al sentirme partida en dos.

Mi mirada se perdió en la nada, pero aún si sus palabras me lanzaban a la más profunda oscuridad, parte de mi se obstinaba también en seguirle a él, en quererlo, en desearlo. Mi mente recordó el arroyo, el bosque, la caverna... ¿No era el mismo implacable cazador el que perdonó la vida de la pequeña licántropa en la caverna?

Podía gritarme a la cara que era igual al hombre que mató a mi primer amor y si… probablemente lo era. Sentía unos deseos terribles de destruir todo a mi alrededor, de sacarme toda la frustración y el dolor de adentro pero el notar como se iba me orilló a acortar la distancia entre nosotros. Lo tomé del brazo para detener su salida.

-¿Crees que no lo sé? ¿Qué no he ponderado en mi interior cientos de veces el hecho de que seas un cazador?- Gritos, gritos internos iluminaron mi mirada que era incapaz de no buscar la suya exponiéndole mi tormento. -¿Y qué hay de mi? ¿Podrías superar el hecho de que soy una licántropa?- Esto lo dije veladamente, estaba cansada de que las miradas se cernieran sobre nosotros, siendo testigos de algo que solo nos atañía a él y a mi.

Observé un balcón a unos cuantos pasos nuestros. Si Agarwaen creía que con sus palabras zanjábamos la noche, no tenía idea de quien era yo.

Sin pensarlo dos veces lo tomé de la mano, tirando de él para que me acompañara. Sabía que estaba tan desesperado como lo estaba yo. Con rapidez y firmeza lo impulsé hacia ese lugar que nos ofreció un refugio detrás de sus cortinas que se mecían con ese mismo viento fuerte que azotaba mi rostro para igualarse en vigor al tumulto que era mi alma.  

-¿Qué respondes a eso? ¿Puedes pasar por alto mi naturaleza?- Mis ojos encendidos adquirieron la tonalidad del ámbar, mis manos subieron a sus brazos para hacerlo colisionar contra mi. No pensaba dejarlo escapar de mi lado, no esta vez. No hasta que sacásemos todo o nos quemásemos ambos en el infierno.

-¿No podemos tener un tiempo para nosotros en el cuál no importen esas preguntas?- Mi frente tocó la suya, mi aliento se entremezclaba con el ajeno preso de la atracción de sus labios. Tan solo, tan solo deseaba más tiempo con él. -No tengo idea de que nos traerá el mañana. Por qué torturarnos con algo para lo cual no tenemos una respuesta…- Lo miré a los ojos, esos pozos profundos que ahora ya no me miraban con frialdad e indiferencia, desvelándome verdades que ni él ni yo nos atrevíamos a pronunciar.

-A veces las cosas no pueden ser… a menos que las dejemos ser...- Mis labios buscaron los suyos, necesitados, hambrientos. Mis manos acariciaron sus costados, su espalda, tironearon de su camisa y acariciaron su piel desesperados, ansiosos de él. Él tenía razón, lo nuestro era imposible de mil y una formas pero sus labios, su cuerpo, nada de lo que sentía en ese momento me compelía a alejarme. Mi desesperación lo deseaba como a nada, a cada resquicio de él, obnubilando cualquier otra idea que no fuera estar con él, tenerle conmigo, entregarme a esa necesidad, aunque de esa forma nos quemáramos los dos en un infierno que al final nos salvaría o nos destruiría a los dos.


Última edición por Annabel Hemingway el Dom Dic 18, 2016 12:16 am, editado 1 vez
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Mensaje por Agarwaen Vie Dic 16, 2016 8:40 am

Su mano aferró mi brazo evitando que me fuera y mis ojos la buscaron impacientes, no por irse, si no por quedarse.
Siempre nos pasaba igual, el orgullo de uno o del otro gritaba mas fuerte, era una lucha de egos donde no había cobijo para el amor.
Siempre seriamos eso “el cazador y la loba” ¿no fue ese el motivo por el que me fui en el arroyo? ¿no era ese el motivo del por que no volvió?

Negué con la cabeza escuchando sus palabras como si de un eco lejano se tratara, no quería sentir, me dolía demasiado y algo me decía que esto no funcionaria, que daba igual cuantas veces lo intentara, cuantos muros derribara, ella siempre seria una loba y yo un cazador.

Un tirón de su mano arrastro a la mía  hacia la balconada, no parecía dispuesta esta vez a perderme, al menos, no sin que escuchara cada una de sus palabras. ¿Acaso no se daba cuenta que antes de irse me tenia? Hubiera luchado por lo nuestro, frente a mi reino y todos los elementos, pero ahora...

Sus ojos se encendieron, ambarinos me mostró el color que la luna llena le regalaba a los licantropos y mis orbes mar se fundieron en ellos.
Tantas veces había arrebatado la vida a esos ojos, tantos ojos habían arrebatado la vida a los míos.
Medité esa pregunta sin apartar mi mirada, y esta se deslizo hasta sus labios, necesitaba tanto tomarla.

Cerré los ojos, mi firmeza se tambaleaba frente a esa mirada  lupina que me devoraba el alma.
Sus brazos subieron por los míos, sentí un escalofrió mientras un jadeo ronco escapó de mi boca al chocar nuestros cuerpos.
¿necesitaba una respuesta? Acaso no me veía, vencido por mi enemiga.
-Te esperé -susurre con mi frente con la ajena, aliemntandome del aliento de su boca, ese que se había trasformado en mi único sustento.

Cedí, porque no podía hacer otra cosa, porque su boca era la tortura mas placentera que recordaba. Las imágenes del arroyo paseaban febriles ante mis ojos y el corazón en llamas palpitaba frente a su boca orillandome sin remedio.
-No mas preguntas, no hoy, solo seamos nosotros dos.
Nuestros ojos se miraban, fijos, suplicando que nuestras lenguas danzaran al otro lado.
-No mas palabras, solo dejemos que pase por esta vez y mañana con el alba discutamos si puede o no ser.

Mis manos danzaron por sus caderas atrayendola hacia mi, mientras mi boca se abría dispuesta a acaparar su sabor, a recorrer cada resquicio de ella, reclamarla para mi en un duelo a muerte en el que venciéramos o perdiéramos los dos.

Gruñí frente a su contacto, ardiente, mojado y nuestras lenguas serpentearon furiosas deslizándose por nuestras bocas, arrancando toda la cordura a su paso.
-Annabel -gemí contra sus labios.
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Mensaje por Annabel Hemingway Dom Dic 18, 2016 1:23 am

Un ciclón en mi interior. Múltiples sentimientos encontrados, todos presentes, golpéandome con ellos, azotando mi alma. Todo eso y más me provocaba él. Esa fue la razón por la cual no regresé, no sabía como amar… y él no era alguien a quien pudiera tomar a la ligera. Nunca lo fue. Sabía que si regresaba a sus brazos lo haría por un sentimiento rotundo, contundente, por aquello que nos embargaba a ambos, arrastrándonos el uno al otro sin remedio, algo que mis labios no atinaban a pronunciar aún. Siempre fui demasiado complicada, demasiado terca, y tras mi pérdida todo aquello que me hacía sentir se perdió, lo enterré, alienando incluso a mi propia familia; pero ahora en ese balcón, con sus brazos a mi alrededor no pude más que volver a sentir. Con fuerza, con veracidad. Sentía, sentía demasiado junto a él.

-Lo siento.- repetí, con mis manos en su rostro, mis ojos buscando los suyos. -Necesitaba comprender… por eso no te busqué antes. No quiero que pienses que no me dolió no hacerlo… o que no pensé en ti. Lo hice todo el tiempo… tenía miedo de regresar y hacerte daño.- Mis brazos lo rodearon ahora, deslizándose alrededor de su cuello, mi rostro aún cerca del suyo, podía escuchar los latidos de su corazón con mis oídos agudizados. Él estaba inquieto, atormentado y el darme cuenta me producía una desasosiego demasiado grande, me dolía ser la causa de aquello.

-Lo siento…- repetí, con la sangre corriendo como nunca por mis venas, mis ojos aún del color del ámbar denotando mi emoción, una que se desbordaba como una catarata cuya presa me empeñé en construir para aislarlo todo, para que nada me golpease, pero que ya no quería mantener en alza, por primera vez quería que alguien entrara. Él.

-Seamos solo tú y yo esta noche entonces, como cuando nos conocimos.- Respiré con dificultad, con palabras entrecortadas, sus labios eran todo lo que acaparaba mi atención, su aliento atrayéndome con promesas calladas. Su cuerpo me distrajo, estrellándose contra el mio cuando tiró de mis caderas para quemarme con las suyas.

Nuestros labios ardientes colisionaron en un encuentro que me estremeció de la cabeza a los pies. Un beso salvaje se hizo presente, uno necesitado, apasionado, desesperado, una lucha entre nuestras lenguas en la cual le entregaba todo… La Annabel del presente y del pasado parecían extinguirse, otra se habría paso. Una necesitada de él, una que deseaba comprender al fin lo que sentía, lo que me provocaba. Cedí finalmente, olvidándome de mis reticencias, de mis murallas. En ese instante él lo era todo, lo único que me interesaba, el mañana no me importaba.

-Compartamos esta noche… hazme creer que junto a ti existe una esperanza, un nosotros.- supliqué. Una sonrisa se abrió camino en mis labios. Por primera vez quise creer, ver a mi alrededor, deshacerme del odio para dejarle entrar a él. -Déjame entrar esta noche aquí…- susurré, tocando su pecho, a la altura de su corazón. -Déjame entrar Agarwaen… No me iré a ningún lado. No puedo, ni quiero.-

Mis labios le buscaron de nuevo, sedientos, anhelantes. Llevaba conmigo demasiadas verdades contenidas, disfrazadas de mentiras, una en especial y muy grande que él me había regalado. –Salgamos de aquí. Déjame mostrarte quien soy… tan solo yo, sin etiquetas.- Jadeé, lo quería contra toda cordura, el arroyo era un recuerdo demasiado lejano y lo necesitaba más de lo que creí en las pasadas semanas. -O de lo contrario, no me importara quien entre ni salga, o quien nos vea desde el jardín…-
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Mensaje por Agarwaen Mar Dic 20, 2016 9:40 am

Nuestros labios se incendiaban, casi sin aliento, volvíamos a colisionar  con el mismo fervor con el que se empuña un arma en la batalla, sedientos de mas, de todo, de demostrarnos que un futuro era cierto.
Jadeé contra sus labios dejando que sus palabras me acariciaran, embotando mis sentidos, promulgando a los elementos, que esa noche era nuestra y no del odio.

Su sonrisa golpeó con mis escudos, los derribo cuando puso su mano en mi corazón y suplicó que la  dejara entrar, que si lo hacia, que si por una vez dejaba al lado el orgullo, ambos podríamos ser sinceros y crear un “nosotros”
Cerré los ojos un instante, embriagado por su sabor que aun recorría mis labios.
Me relamí para saborearlo.
-Ya estas dentro -confesé con miedo.

Ese era mi problema, que ella ya había ocupado mi corazón, uno herido de muerte, bizarro, incapaz de abrirse por terror.
Tenia demasiadas cosas que procesarle, demasiados problemas que destruían mi vida, que imposibilitaban mi utopía.

Sus ojos pardos contra mis azules, ¿podía dejarla ir? No, esta vez no.
No cuando su esencia era el contraveneno que necesitaba mi cuerpo, cuando me sentía muriendo.
Su boca de nuevo reclamó la mía, no había paz ,no había mas que una necesidad que desgarraba nuestros labios con cada impacto. Beso profundo, sentido, cargado de promesas y de verdades que ambos habíamos mantenido ocultas durante demasiado tiempo.

Irnos, esa era la mejor idea que había tenido, mi sonrisa se ensancho, tiré de su mano para bajar de la balconada por unas escalinatas amplias de piedra blanca.
Me sentía como un niño que comete la mayor de sus locuras, pero esa locura, esa apuesta marcaría el sino de mi vida.
-No me fallas Annabel, no estoy preparado para volverte a perder.

Ciertas mis palabras, por una noche ambos debíamos ser sinceros, era el momento de confesarnos todas las verdades y todas las mentiras.
Después ambos decidiríamos si existía un “nosotros” por el que mereciera la pena luchar.
Mas ahora, habia llegado el momento de mirarnos a los ojos y hablar.

Mi montura acogió dos cuerpos que se buscaban ansiosos, no eran palabras lo que se dedicaban si no caricias ardientes que mostraban hasta que punto el fuego había crecido.
Jadeé contra su pelo cuando mis dedos se deslizaron por su muslo, necesitado de acariciar todo de ella, ni siquiera me sentía cuerdo en ese momento.
No había bebido tanto como para culpar al alcohol, no estaba borracho, estaba enamorado, y no, esa verdad me la iba a guardar porque me exponía demasiado.

Gruñí en su oído, tirando del lóbulo de su oreja, no haba tregua, ni siquiera sabia si alcanzaría la meta de mi hogar o cualquier zona del bosque seria mas que suficiente para dejarnos llevar.
No podía mas, la necesitaba.
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Mensaje por Annabel Hemingway Jue Dic 29, 2016 10:28 pm

Ansiedad, deseo, vehemencia, desazón ante la idea de que se negara a pesar de mis deseos de demostrarle todo lo que significaba para mi. Un cúmulo de sentimientos que se abrían paso en mi interior y que me desorientaban. Necesitaba de él, necesitaba que fuera mi brújula, encontrar la claridad entre sus brazos o perderme para siempre en ellos. Cada parte mía se olvidó de todo y simplemente se negó a separarse de él, a dejarle ir otra vez.

Él me tomó de la mano y su sonrisa aligeró mi alma, corrí a su lado, bajando la escalinata hacia nuestra libertad. Nunca la palabra nuestra significó tanto para mi. Ni tampoco la palabra libertad, una que deseaba que obtuviésemos juntos, que encontrásemos en el otro. Una libertad que únicamente podía encontrar en él, y que ni siquiera sospeché desear.

Con agilidad trepamos en su corcel que presto salió al galope, fiel a las indicaciones de su amo. Apenas podía contenerme, le ansiaba de mil maneras. Todo él inundaba cada uno de mis sentidos. Sentía su aroma, esa loción que acompañaba el olor natural de su piel, escuchaba la respiración de su pecho detrás de mí, uno tan exacerbado como el mio propio, que no dejaba de subir y bajar con rapidez. Su mano sobre mi muslo fue como una descarga de un rayo, una que lanzó corrientes hacia cada rincón de mi cuerpo. Tomé su mano en la mia, acariciándola, dejando que aún recorriera mi piel que le anhelaba a gritos y cuya temperatura subía exageradamente a cada segundo, amenazando con no soportar tan largo camino.

-Mi casa está más cerca.- Volteé mi rostro, encontrando sus labios muy cerca. Mi cuerpo era un incendio, uno que necesitaba apaciguar en el suyo, un imán que me atraía sin que pudiese ni quisiese alejarme. Le indiqué con el dedo índice hacia donde debía seguir. -Por favor vamos a ella o te juro que no aguantaré el resto del camino.- Mis ojos brillaron nuevamente, encendidos por el ámbar.

Coloqué mis manos sobre las suyas, guiando al caballo para que acortara el trayecto por los atajos que conocía de la ciudad. Mi mansión se encontraba en una zona residencial no demasiado alejada. -Aquí es.- indiqué y bajé del caballo tan pronto llegamos a las verjas de la entrada. Usé mi velocidad lupina para quitar el candado, abrir las cadenas y permitirle entrar. Luego volví al lado de su montura, tirando de él para que descendiese.

Me eché a reir cuando los dos perdimos el equilibrio en el jardín, encontrando soporte en el otro. -Te mostraría cada rincón del jardín, la arquitectura de la casa y demás pero ¿a quién le importa?- Tiré del cuello de su camisa, buscando sus labios, fundiéndome en ellos, y lo empujé enredado a mi en dirección al porche. Lo estampé contra la puerta y arranqué los botones de su camisa mientras jadeante lo observaba. Ni siquiera me molesté en sacar la llave para abrir el cerrojo, simplemente rompí el tirador de la puerta.

-Bienvenido a mi hogar.- susurré, separándome levemente de sus labios mientras procuraba recuperar el aliento. -¿Quieres conocer la habitación? Hay que subir las escaleras.- Reí porque no podía ni siquiera dar un paso sin él, me era imposible separarme un centímetro. Su camisa ahora estaba desgarrada por lo que podía tocar el incendio de su piel.

Me detuve simplemente para admirarlo, para creerme que estaba en mi casa, en la misma que durante las pasadas semanas me parecía lúgubre y vacía y que ahora se iluminaba con su simple presencia. Me detuve a olerlo, a sentirlo, a contemplar sus hermosos y expresivos ojos claros que al igual que los míos decían todo lo que habíamos callado estas semanas.  

Estaba tan estremecida con contemplarlo que no atiné a hacer nada pensando que si lo hacía me despertaría de un sueño y él se esfumaría. -Te necesito tanto Agarwaen…- Era una verdad que cada átomo mío no podía dejar de expresarle... mi piel erizada, mi corazón palpitante, mi vientre en llamas... Ni siquiera me creía que estuviésemos juntos...  solo pensar en volver a estar con él me sobrecogía y me hacía temblar como una hoja al viento.


Última edición por Annabel Hemingway el Sáb Ene 07, 2017 2:17 am, editado 1 vez
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Mensaje por Agarwaen Sáb Dic 31, 2016 6:56 am

Su mano se fundió con la mía, dedos entrelazados recorriendo ese muslo que ardía bajo la yema de mis dedos.
Mis jadeos cada vez eran mas pesados, sacudiendo su pelo, casi impidiéndome llevar el caballo. Desde el arroyo había ansiado tomarla de nuevo, mas el orgullo del guerrero, saber lo que era, la razón de mi condición enfrentada a al suya, me había llevado a perderme en otros cuerpos buscando quizás desquitarme de la piel de ella.
Hoy era consciente de que no lo conseguí, pues cada poro de su piel me gritaba que siempre seria ella, solo ella.

Había llegado el momento de quitarnos ambos los disfraces, ella la mascara, yo el escudo y ser simplemente eso, Annabel y Agarwaen.
Su mano desvió las riendas hacia lo que con la voz plagada de deseo dijo que era su mansión, mucho mas cercana que la mía, y la verdad, agradecí el gesto pues mi virilidad golpeaba su espalda con tanta ansia que dudaba que el bosque no fuera el testigo de esta hazaña.

Sus ojos brillaban encendidos de ámbar, eso que un día odie y que hoy me excitaba de un modo que jamas lograría entender.
Las verjas de su mansión frente a nosotros, mas con la velocidad del rayo ella se encargó de que con un leve rechinar cedieran frente a mi montura abriéndonos paso.

Gruñidos contra nuestras bocas cuando nuestras pieles volvieron a entrar en contacto, un contacto incendiario, partículas eléctricas las que nos rodeaban, aquello era mucho mas que sexo, y ambos eramos conscientes de lo que esta vez supondría este acto.

Tiró de mi mano bajándome de la montura, casi cayendo ambos frente a la mullida hierba, como sustento el cuerpo del otro y nuestras risas que se buscaban entre sonoros jadeos.
-Deja la arquitectura para otro, yo solo quiero recordar tu cuerpo, trazar los senderos que me lleven a tus piernas y a tu sexo.

Mi espalda impacto contra la puerta tras atravesar le porche, leve quejido que se trasformo en mayor excitación mientras los botones de la camisa caían y mi torso quedaba desnudo por y para ella.
Sus manos lo surcaron, mi boca invito a sus labios a navegarlo rompiendo la cerradura ambos nos adentramos en la mansión.
Mis manos deshonraban cada centímetro de su piel, necesitadas del candor que desprendía, quería arder, arder con ella en el infierno de su boca, en las llamas de sus ojos, en la verdad de su piel.

Me hablo del dormitorio, ,mas las escaleras se me antojaban eternas
-Demasiado lejos -gruñí rompiendo con mis manos su corseé que quedo despedazado contra le suelo.
Mi boca torturo sus senos, mientras mis manos los llevaban una y otra vez contra mi labios, tirando de sus pezones con estos.
Sus gemidos eran música para mis oídos, mientras mis gruñidos dibujaban la máxima excitación para sus sentidos.

Arranqué la falda de cuajo, no podía mas, la necesitaba ya, y su piel ahora desnuda mostraba frente a mis ojos una mujer salvaje, una loba, maldita sea, mi loba, acaso en ese instante eso me importaba lo mas mínimo.
Dejé caer ligeramente mis pantalones mostrandole mi endurecido miembro y sin pensármelo dos veces, sus nalgas sobrevolaron el viento para contra mis manos subirlas a mi cintura dejando que nuestros sexos se incendiaran con el simple contacto.
La pared fue nuestro improvisado lecho, el necesario para cuando mis caderas la empotraron con violencia contra esta, permitiendo a mi falo introducirse hasta lo mas hondo.
-Annabel -gruñí buscando su boca -te necesito. No vuelvas a escapar de mi maldita loba.
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Mensaje por Annabel Hemingway Sáb Ene 07, 2017 3:26 am

Nuestras manos se buscaron desesperadas. Las mías no podían mantenerse quietas un momento, el fuego desatado crecía en volumen tras cada respiración nuestra. Más no era solo pasión lo que sentía en ese momento, a pesar de que mis labios anhelantes cedieran al deseo de besar su pecho desnudo y de que mis manos acudieran al encuentro de esos trazos que de tanto mantener en mi memoria en las pasadas semanas, me parecían ahora casi irreales. Cada caricia entonces lograba hacerme sonreír como una boba, como si tuviera finalmente el tesoro más preciado en mi poder, y ese tesoro fuera un hombre cuyo nombre ahora mis labios podían susurrar una y otra vez. Agarwaen.

Sus manos ávidas rompieron mi corsé, sin aguardar a que subiésemos a mi habitación. No me esperaba aquello y si hubiese tenido una mente más clara quizás las costumbres arraigadas hubieran provocado que sintiera mayor pudor ante su arranque pasional, pero ahora nada de eso me importaba, mis ojos delataban en mi la misma pasión hacia él. El color ámbar en mi mirada se tornaba más intenso a cada segundo, cada sentido mío amplificado por mi esencia lupina le necesitaba, le anhelaba irracionalmente. Mis manos sobrevolaron hacia su nuca, atrayéndole hacia mí. Diversos gemidos surgieron de mi garganta cuando atacó mis senos con sus labios y con su lengua. Me sentí en las nubes, completamente mareada de él.

Un tirón de sus manos rasgó mi falda, dejándome expuesta a su mirada. Mentiría si dijese que no sentí todo mi cuerpo temblar bajo sus ojos cielo cargados de deseo y de algo más que creí leer en lo más profundo de esos abismos que usualmente se mantenían velados pero que esta noche se descubrían frente a mí para revelarme mucho más. Un jadeo escapó de mis labios cuando me alzó con sus fuertes brazos. Mis piernas de inmediato abrazaron su cintura, un golpe contra la pared me dejó sin aliento.

-Maldito seas tú si no te has dado cuenta aún de lo que siento.-  respondí con la respiración entrecortada. Mis labios volvieron a los suyos, reclamándolos una y otra vez. Sus labios eran míos, al menos esta noche, en la que sin ningún tipo de coraza nos permitíamos vernos el uno al otro. Temblando le abrí el camino a mi interior y él se apropió de este de inmediato, empalándome contra la pared. Perdí entonces la noción de todo. No iba a mentirme ahora, ni a negar lo que sentía por él. Había abierto una vez mi corazón y lo perdí todo. Por supuesto tenía miedo de volver a hacerlo, la sola idea me aterrorizaba, me llenaba de dudas, tenía miedo de sentir, pero comprendía que no podía hacer otra cosa, que estaba atrapada en algo que comprobaba cada vez que volvía a mirarlo. Todo lo que deseaba era a él y al diablo la razón o cualquier otra cosa que pretendiera orillarme a alejarme de su lado.

Sonreí cruzando la barrera de sus labios, meciéndome contra sus caderas, mis manos acariciando cada rincón que me había estado prohibido en unas semanas tan largas que fácilmente se hubieran confundido con una eternidad. Su miembro ahora me empalaba sucesivamente con rudeza. Mis labios besaban su rostro, su cuello, su clavícula, mis jadeos volviéndose cada vez más fuertes. Con fuerza y velocidad lupina lo empujé contra la pared opuesta, moviéndome en un baile intenso contra su miembro. -Agarwaen.- repetí una y otra vez. Mordí su labio y tiré de él con rudeza, mis gemidos creciendo cada vez más. Mis ojos ámbar encontraron los suyos, quería verlo, no perderme ni una de sus reacciones, que leyera la verdad en los mios, que saciara sus dudas y con un poco de suerte al final de la noche todas mis verdades habrían sido desveladas. Solo esperaba que la más grande de todas fuera de su agrado, que le trajera algo de felicidad. Volví a susurrar su nombre contra sus labios y escuchando sus gemidos me olvidé de quienes éramos para concentrarme únicamente en la verdad que su cuerpo y su alma me revelaban a gritos.
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Mensaje por Agarwaen Lun Ene 09, 2017 10:42 am

Su boca era la cárcel mas placentera que jamas había conocido, su lengua las cadenas, los grilletes sus labios y yo su fiel preso, pues el deseo estaba implícito en cada beso. Gruñí contra la prisión, gruñí como si fuera yo y no ella el depredador de los dos. Sus ojos ámbar los únicos testigos de esta gesta en la que cazador y lobo se unían de un modo tan certero que daba miedo.
Embestidas de mi cuerpo contra el suyo, incendiando aquel recibidor, la pared el lecho eterno, su pelo una abanico de color castaño que pintaba el lienzo.

La tomé de forma tan brusca que sus piernas temblaban mientras la empalaba, mas a su vez, sus dedos seguían el sendero de mi piel dispuesta a llenarme de caricias mudas.
La pasión desmedida de nuestros cuerpos se mostraba con cada movimiento, no había nada que ella y yo no fuéramos capaces de decirnos en ese momento, no había palabras ¿para que? Cuando nuestros ojos gritaban tan fuerte que sobraban.

Una ultima embestida antes de caer rendido sobre su fibroso y menudo cuerpo, cada musculo en tensión, sonrisa en nuestros labios que aun se buscaban acallándose el uno al otro.
No dije “te quiero” ¿miedo? Quizás, ya se había desvanecido una vez ¿que le impedía hacerlo de nuevo?

Hoy me había pedido sinceridad, del mismo modo quería que ella desnudara su alma como yo había hecho al surcar su cuerpo con la yema de mis dedos.
Nos miramos un instante en el que supimos que todo cambaría tras ese encuentro, tomó mi mano para llevarme al sofá. Allí nos acomodamos frente a una amplia chimenea que pronto quedo prendida.
Su piel resplandecía en tonos anaranjados, estaba preciosa bajo esa tenue luz que desprendían los maderos.

Volvió a mi lado con una copa en la mano, una de whisky para mi, un zumo para ella, sonreí de medio lado mirándola beber sedienta, hice a un lado mi copa para tomar de la suya.
-También me gusta la naranja recién exprimida -bromeé guiñándole un ojo – ¿recuerdas que te dije en el arroyo que me estaba muriendo? No es del todo cierto. -Confesé buscando su mirada mientras me reclinaba en el sofá pidiéndole que se apoyara en mi pecho, aquella conversación era mas larga de lo que me gustaría, peri si pedía verdad debía empezar por la mía.

-La herida que ennegrece mi hombro y se extiende como la peste, es una maldición. Estoy maldito Annabel. Cuando llegue esa marca a mi corazón no habrá remedio, el mal me poseerá y caeré preso de la mujer que me hizo esto.
He intentado parar su avance, he hablado con varios hechiceros, mas de momento no he tenido suerte en mi empeño.
Ademas esa mujer viene en mi búsqueda, ella me necesita...

Hice una pausa, quizás beber whisky no era mala idea, tomé la copa y di un profundo trago.
-Debería empezar por contarte que de allí donde vengo, la isla esta dividida en dos bandos, uno el que mis padres y yo represento que engloba toda vida humana y de donde una minoría somos cazadores.
El otro bando pertenece a los sobrenaturales, ella, Nessanie, es la hija del jefe de estos, su soberano. Su intención para conmigo es unificar sendos reinos, algo que no conseguirá con mi permiso. Así que su opción es trasformarme en algo que no soy, en su demonio y así llevar a la isla al caos, a un mundo donde los sobrenaturales usen a los humanos de ganado y a los cazadores de soldados ¿lo entiendes?
Esta marca la atrae hacia mi y a su vez me trasforma en su marioneta, su esbirro, la siento cada vez mas cerca...y no moriré sin luchar. ¿comprendes ahora porque te aleje de mi? ¿entiendes ahora que no solo tu condición de loba era el problema?
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Mentiras que se convierten en verdades (Annabel) Empty Re: Mentiras que se convierten en verdades (Annabel)

Mensaje por Annabel Hemingway Vie Ene 13, 2017 12:24 am

Estocadas fuertes, rápidas, cada vez más exigentes, penetraron hasta lo más profundo de mi intimidad a medida que ambos alcanzábamos el clímax. Mis brazos se sostuvieron de él cuando finalmente sentí la explosión sacudir mi cuerpo. Nuestras sonrisas y miradas se fundieron en una, él salió de mi interior y de inmediato le extrañé a pesar de que estaba apenas a unos pasos de distancia. Si mi cazador creía que hasta aquí llegaba la noche se llevaría una sorpresa porque ahora que finalmente le tenía conmigo y para mí no pensaba darle descanso ni tregua alguna.

Mordí mi labio al mirarlo, él era imponente y mis ojos no le habían contemplado en semanas, tanto así que a veces me pregunté si mi memoria y mi imaginación no le perfeccionaban, pero no era así. El Agarwaen real era tan perfecto como el de mis recuerdos.

Gotas de sudor adornaban nuestra piel, estábamos exhaustos. Me acerqué para tenderle mi mano y de esa forma llevarle al sofá antes de dirigirme a la cocina a buscar un par de bebidas para los dos.

Procuré ser lo más breve posible, y gracias a mi velocidad lupina, no tardé nada en exprimir las naranjas y regresar a su lado con dos copas. Él estaba recostado en el sofá, la luz de la chimenea que había encendido le iluminaba directamente. Tomé con avidez del jugo de naranja que contenía mi copa, en parte por estar exhausta, en parte por verle así.

Lentamente me recosté sobre él, su piel contra la mía se sentía tan bien. Reí cuando mencionó que también le gustaba el zumo y robó algo de líquido de mi copa. Mi mano se posó en su pecho desnudo y mi mejilla busco espacio cerca de su cuello. Mi sonrisa se desvaneció cuando habló de su herida, esa maldita herida que no le daba paz ni descanso. En ningún momento la olvidé, mi temor más profundo era lo que significaba para él, que sus días estuviesen contados. Pero al mismo tiempo no lo creía, él era uno de los hombres más fuertes que había conocido, y su voluntad no se quedaba atrás. Si alguien podía vencer cualquier pronóstico era precisamente él.

Lo escuché hablar al respecto y un frío helado me recorrió, este se tornó más hondo a medida que le escuchaba congelándome todo por dentro. No entendía mucho, bueno si, que su herida no le mataría pero iba a transformarle en algo más, un títere, una especie de demonio. Me habló de una bruja que le quería para si y de dos bandos. Intenté procesarlo tan bien como pude y ordenar las ideas.

-¿Unificar reinos?- la posibilidad de que fuese muchísimo más que un cazador nunca se me cruzó por la cabeza, lo que me contaba sonaba tremendamente fantástico pero no más que mi propia historia. Era una licántropa al fin y al cabo, ¿había algo más sobrenatural que yo misma?

-¿Eres de la realeza o algo así?- Me incorporé sobre su pecho para mirar sus orbes azul cielo y negué con toda la firmeza que poseía. -Estas vivo, eso es lo más importante y no dejaremos que esa bruja se salga con la suya. Tu herida…- la repasé con mis dedos observándola de nuevo y conmovida repasé su extensión besándola con dulzura. -Encontraremos la manera de erradicarla.-

Mi mirada se cargó de decisión. -Esta vez no aceptaré que digas que no quieres mi ayuda, o que crees que es demasiado peligroso para mi. Escúchame Agarwaen.- Tomé su mano enlazando nuestros dedos y mis palabras brotaron de mis labios con firmeza. -No sé cuanto tiempo estaremos juntos… si será breve o una eternidad, lo que si se es que quiero luchar contigo contra esto. No voy a dejar que nadie te convierta en su esbirro, nadie.- La sola idea de que una mujer, fuese quien fuera la causante me enfurecía infinitamente. Intenté calmarme y tras respirar varias veces regresé mi mirada a él. No me gustaban sus últimas palabras.

-No me hables de morir…- Sentí una fuerte opresión en el pecho cuando hablo de morir luchando. -No cuando acabamos de reunirnos… ¿No te das cuenta de que nuestros destinos están enlazados desde que nos vimos por primera vez?- Me acerqué a sus labios fundiéndome con ellos con pasión y profundo sentimiento antes de mirarle de nuevo. -Hay muchas razones por las cuales debes vivir...-
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Mensaje por Agarwaen Dom Ene 15, 2017 10:46 am

Pude ver el desconcierto dibujado en sus orbes pardos, esos que ahora clavaba tenaz en los míos haciéndome preguntas sobre aquel tema desconocido hasta ahora para ella.
Sonreí de medio lado acercando sus labios a los míos, mojandolos en whisky al presionarlos con mi boca que relamí con rapidez después.
-Algo así, digamos que Mikonos no se rige por la realeza normal, allí nos auto-gobernamos.

Di un nuevo trago a la copa, hielos que bailaban contra el vidrio entre mis manos mientras las mirada se perdía en los ojos de mi bella acompañate.
-No se si vamos a poder luchar contra la herida, pero si lo haré contra la causante de esta. No voy a consentir que esclavice a los humanos, ni a que Mikonos se convierta en su oasis particular.
cuando venga por mi, la mataré, quizás eso me libere de la pesada carga que porto o quizás solo me de algo mas de tiempo antes de perecer, pero sea como sea, quiero que sepas la verdad, y es esta, nunca te olvide aunque lo intenté.

Enarque una ceja cuando esta habló de que nuestros destinos estaban unidos desde la primera vez, no entendía bien a que se refería con esas palabras, quizás cosas de lobos, algo que me hizo sonreír de medio lado delineando sus labios con mi dedo.
-No creo en el destino, solo en el que forjo yo mismo a base de acero, pero...si existiera, tu serias el final y el principio.

Guardé un instante silencio, no estaba borracho y aun así estaba hablando demasiado, di un nuevo sorbo sin apartar mis ojos de los suyos, la deseaba muchísimo, ahora los dos desnudos, bajo esas pieles nos buscamos regalándonos caricias.
Había echado de menos tu cuerpo contra el mio, lo admito -confesé recordando el duelo dialéctico del arroyo.

Quizás me estaba exponiendo demasiado, a fin de cuentas ya me había dejado una vez, ¿ por que no hacerlo de nuevo?
De nuevo los escudos se alzaron, casi tan rápido como mis dedos se deslizaron por su muslo y mis labios se entreabrieron.
-No puedo prometerte nada -hablo el orgullo ¿no me había escuchado? Se lo había prometido ya todo.

Busqué ansioso su boca de nuevo intentando guardar silencio, ya había hablado demasiado, ahora necesitaba escuchar sus motivos, esos que la hacía dudar.
Era consciente de que nuestras naturalezas estaban enfrentadas, pero hoy no íbamos a ser la loba y el cazador, solo ella y yo.
Quería sinceridad, eso también esperaba yo y concluido el baile de lenguas, de miradas en el que de nuevo quedaba incendiado contra su piel, llegaron los reproches o al menos las preguntas que para mi no tenían respuesta.
-¿Por que no volviste? No para quedarte, si no para simplemente decirme que estabas bien, que lo había pensado y que no me querías a tu lado.
Eso podía entenderlo, es lógico pues tu odias a la inquisición, mataron a tu primer amor y yo no me diferencio tanto de ellos.
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Mensaje por Annabel Hemingway Vie Ene 20, 2017 2:27 am

Su piel contra la mía y nuestras mutuas caricias me parecían un trozo de cielo, algo a lo que yo no tenía derecho. No cuando mi vida estaba llena de penumbra y mi propósito siempre estuvo tan claro. Solo tenía que terminar con un inquisidor más… solo ese ansiado y maldito momento que se postergaba demasiado, pero repentinamente se habían presentado nuevas vueltas en mi destino… y mis pasos ahora querían regresar a Agarwaen aunque al parecer él no lo creyera.

Sus palabras no sonaban optimistas. Hablaba de matar a la bruja pero también hablaba de un posible final. Negué con la cabeza. -Si has de acabar con ella para liberarte de su hechizo hazlo así. Acábala, demuéstrale que no debió meterse contigo, que tú no te subyugas ni te subyugarás jamás, pero no me hables de perder tu vida después de hacerlo.- Dolía que hablara de eso, y cada vez que intentaba imaginar su muerte, un mundo en el que no estuviera me percataba de que no podía ni siquiera soportar la idea, me confirmaba lo importante que él era para mi.

Sonreí de lado cuando dijo que de existir el destino yo sería su principio y su final. Pero ¿qué sentía exactamente por mi? ¿Me deseaba? ¿Le atraía? ¿Me quería? -¿Me encadenarías a tu cama otra vez?- Sonreí, acomodándome sobre él para mirarlo mientras seguía acostada sobre su cuerpo.

-¿Has pensado que quizás quien debería unificar a tu reino eres tú? ¿Qué con un líder como tú no tendrían por qué haber dos bandos? Si hay algo que sé es que no existe solo el blanco y el negro, hay muchos matices de gris. Quizás habrán sobrenaturales que no estén de acuerdo con los métodos de la bruja, que estén dispuestos a jurarte lealtad a ti. Tal vez solo necesitan escucharte.-

Lo medité y me dejé caer sobre su piel. Su cálida piel que no tenía por qué dejar de ser como era, me agobiaba pensar que no volvería a estar así con él. -No te des por vencido antes de tiempo pensando que quizás no sobrevivirás. Si la bruja te tiene atrapado con un hechizo y si su muerte no te libera por qué no pensar que otro hechizo igualmente fuerte podrá hacerlo.-

Su mano en mi muslo erizó todo mi cuerpo. Sus labios encontrando a los mios me orillaron a buscar su lengua afanosamente, primero con lentitud, y luego con intensidad deseando perderse en cada espacio de ella y en su sabor. Siempre sentía que teníamos tan poco tiempo, siempre lo deseaba tanto.

No me gustaba que me dijera que no me podía hacer promesas. ¿Por qué me decía eso cuando acababa también de decirme otras cosas tan significativas? Palabras que me tomaba en serio, que significaban muchísimo, sobre todo porque nuestra situación no era fácil y este tiempo era un regalo. Si no me podía hacer promesas, si no había un futuro… ¿qué pasaría con la posibilidad de armar algo juntos, de pensar en una familia?

Me enderecé, no me moví del lugar pero intenté ordenar mis ideas. Y luego encontré el reproche en su voz y en su semblante. Sus ojos se tornaban duros otra vez. -¿Por qué siempre recalcas que no eres muy diferente a la inquisición?- Cada vez que hablaba de François y me recordaba de esa forma que mataba sobrenaturales mi corazón volvía a sangrar. -Si, eres un cazador. Pero eso no te define. A mi no me has matado. Ni tampoco a la pequeña en la caverna. En tu isla podrían haber muchos sobrenaturales que igualmente merezcan vivir aparte de los monstruos que la habitan.-

Mis ojos se clavaron en los suyos. Me preguntaba otra vez por qué le había dejado. -Porque no lograba conciliar mi odio con mi... mis sentimientos.- Esta vez me moví para abandonar el sofá. No lograba conciliarlo con esa palabra de cuatro letras que ninguno de los dos pronunciaba. Caminé sobre la alfombra de un lado a otro.

Si, él me miraba con ojos duros y me reclamaba mi verdad y de verdad quería decírsela, quería gritársela a los cuatro vientos, que iniciáramos algo juntos, pero solo si él lo deseaba, jamás le ataría ni le comprometería con mi condición si él no deseaba lo mismo.

Volví al sofá y lo observé con rayos en mis ojos. Necesitaba una respuesta ahora.-¿No me creerás nunca que no quiero dejarte otra vez?- Me coloqué a horcajadas sobre él. Necesitaba, demandaba que me lo dijera. -Dime algo Agarwaen ¿me quieres? Dime que me quieres, dime que por eso continúas preguntándome al respecto. Antes de decirte mi verdad dime que me quieres maldita sea. Deja de decirme que no me puedes prometer nada y considera por un instante que el amor lo conquista todo.-
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