AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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I'm not the only one - Privado.
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I'm not the only one - Privado.
You and me, we made a vow
for better or for worse.
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Cuando la vio por primera vez notó que su boca formaba un corazón como los que solían dibujar los niños, una imagen totalmente diferente al órgano real que bombea sangre. Fyodor se miró las manos en busca de alguna mancha posible que quedara de ese líquido carmesí que había tocado el día anterior. Si estaban en esa ciudad era por una misión y si la había conocido era porque las labores humanitarias los unieron en el mismo camino. Al menos esa era la excusa, pero la realidad era que quería perseguirla con la mirada un poco más, lo suficiente para que ella descansara sus ojos en él y pudiera regalarle una sonrisa de mejillas sonrojadas.
El resto del equipo partió al día siguiente, Fyodor se mantuvo en la ciudad por dos meses más. ¿Quién esperaría que precisamente el líder del grupo gastara todos sus esfuerzos, y parte de sus ahorros, en conquistar a una mujer? Después de todo era él quien decía que era una mujer más, una como tantas otras había tenido antes y probablemente seguiría teniendo. Pero la verdad era que la impaciencia lo mantenía de mal humor y las ganas de verla se manifestaban de manera cada vez más frecuente. Fyodor tenía claro que esto no era un capricho pasajero después del primer beso sin autorización que se dieron una semana después de conocerse. Una llama creció dentro de él y se mantuvo ahí pese a que otras señoritas se cruzaron en su camino.
Apenas pisaron el terreno de lo que sería su nuevo hogar, los ojos de su nueva esposa se hicieron más curiosos, el cazador en su interior se sintió hambriento y no precisamente a causa de las horas de viaje ni el deseo de volver a la batalla. Difícil era para él mantener sus manos controladas cuando estaban al interior del carruaje, pero la verdad es que ese corazón que representa su boca se mueve en cuadros lentos cuando habla y él en todo lo que puede pensar es en que quiere besarla, morderla y recorrerla nuevamente. Porque nada parece suficiente. Nada a su lado es suficiente. —Llegaremos dentro de diez minutos… —le dijo cerca de sus labios y depositó un beso que venía acompañado de una sonrisa estúpida, ese tipo de sonrisas que solía tener ahora. La sonrisa de alguien que sabe ha ganado el mayor premio de su vida.
El resto del equipo partió al día siguiente, Fyodor se mantuvo en la ciudad por dos meses más. ¿Quién esperaría que precisamente el líder del grupo gastara todos sus esfuerzos, y parte de sus ahorros, en conquistar a una mujer? Después de todo era él quien decía que era una mujer más, una como tantas otras había tenido antes y probablemente seguiría teniendo. Pero la verdad era que la impaciencia lo mantenía de mal humor y las ganas de verla se manifestaban de manera cada vez más frecuente. Fyodor tenía claro que esto no era un capricho pasajero después del primer beso sin autorización que se dieron una semana después de conocerse. Una llama creció dentro de él y se mantuvo ahí pese a que otras señoritas se cruzaron en su camino.
Apenas pisaron el terreno de lo que sería su nuevo hogar, los ojos de su nueva esposa se hicieron más curiosos, el cazador en su interior se sintió hambriento y no precisamente a causa de las horas de viaje ni el deseo de volver a la batalla. Difícil era para él mantener sus manos controladas cuando estaban al interior del carruaje, pero la verdad es que ese corazón que representa su boca se mueve en cuadros lentos cuando habla y él en todo lo que puede pensar es en que quiere besarla, morderla y recorrerla nuevamente. Porque nada parece suficiente. Nada a su lado es suficiente. —Llegaremos dentro de diez minutos… —le dijo cerca de sus labios y depositó un beso que venía acompañado de una sonrisa estúpida, ese tipo de sonrisas que solía tener ahora. La sonrisa de alguien que sabe ha ganado el mayor premio de su vida.
Fyodor C. Ivashkov- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 63
Fecha de inscripción : 27/06/2012
Re: I'm not the only one - Privado.
“¿Se pueden inventar verbos? Quiero decirte uno: Yo te cielo.”
Frida Kahlo
Frida Kahlo
Le parecía increíble que su esposo – ¡qué hermoso sonaba!- le robara el aliento como la primera vez. Jamás se cansaría de contemplarlo, jamás se saciaría de sus besos, de sus caricias, de su presencia. En él se resumía la única felicidad posible; desde que pudo verlo en aquellas circunstancias difíciles, hasta ese preciso instante, que viajaban hacia el que sería su nuevo hogar. Fyodor representaba lo único amado, y sabía que podía faltarle todo, menos él; la idea de no tenerlo le provocaba un hondo dolor en el pecho, como si una daga se clavase profundamente hasta desangrarla; pero esos pensamientos fatalistas desaparecían cuando lo tomaba de la mano, cuando él le sonreía, cuando sus labios se apoderaban de los suyos, cuando sus miradas se cruzaban. La abrumaba el volcán de emociones que le provocaba, no daba crédito a ese sentir, y se preguntaba si era normal aquel amor, aquel deseo. Estaba segura que Dios le había dado ojos sólo para mirarlo, que su corazón había sido colocado en su pecho para latir por Fyodor, y que su cuerpo había sido creado sólo para recibirlo.
La carcomía la ansiedad de conocer el nuevo sitio que los acogería. No había parado de hablar en casi todo el último tramo de trayecto, relatando todo lo que haría desde que pusiera un pie en su nuevo hogar. Khadija divagaba fácilmente, no le costaba idealizar, y a pesar de las descripciones que su esposo le había dado, su imaginación se había disparado, planeando las compras que haría para convertir ese sitio en un paraíso terrenal. No era muy afín al estilo occidental, y se había encargado personalmente de contactar a un decorador otomano, que desafiando los mandatos del sultán –quien había prohibido todo tipo de contacto con su descarriada hija- llegaría a Rusia en dos días, para ayudarla a convertir la mansión en un verdadero palacio. El orgullo de Selim III, no había sido suficiente como para no habilitar a su esposa francesa a que le diese una dote generosa a Khadija, que había recibido tras bambalinas y en plena fuga, contando con dinero hasta títulos de propiedades y tesoros turcos. La muchacha primero no quiso aceptarlo, pero la idea de depender completamente de Fyodor le causó pudor.
—Estoy tan emocionada, mi amor —le susurró, con los ojos cerrados, negándose a alejarse de su boca. Le devolvió el beso, ésta vez con mayor ímpetu. Desde que sus manos se habían posado por primera vez en su cuerpo desnudo, Khadija no lograba controlar las ansias que su marido le provocaba. — ¿No es tiempo suficiente, cierto? —le preguntó con picardía, acariciándole la nuca, hasta que un pozo del camino le provocó un salto que la obligó a alejarse de él. — ¡Ya quiero llegar! —exclamó, exhausta. Había pasado el viaje conteniéndose, sabiendo que Fyodor también hacía un esfuerzo sobrehumano para contenerse.
La carcomía la ansiedad de conocer el nuevo sitio que los acogería. No había parado de hablar en casi todo el último tramo de trayecto, relatando todo lo que haría desde que pusiera un pie en su nuevo hogar. Khadija divagaba fácilmente, no le costaba idealizar, y a pesar de las descripciones que su esposo le había dado, su imaginación se había disparado, planeando las compras que haría para convertir ese sitio en un paraíso terrenal. No era muy afín al estilo occidental, y se había encargado personalmente de contactar a un decorador otomano, que desafiando los mandatos del sultán –quien había prohibido todo tipo de contacto con su descarriada hija- llegaría a Rusia en dos días, para ayudarla a convertir la mansión en un verdadero palacio. El orgullo de Selim III, no había sido suficiente como para no habilitar a su esposa francesa a que le diese una dote generosa a Khadija, que había recibido tras bambalinas y en plena fuga, contando con dinero hasta títulos de propiedades y tesoros turcos. La muchacha primero no quiso aceptarlo, pero la idea de depender completamente de Fyodor le causó pudor.
—Estoy tan emocionada, mi amor —le susurró, con los ojos cerrados, negándose a alejarse de su boca. Le devolvió el beso, ésta vez con mayor ímpetu. Desde que sus manos se habían posado por primera vez en su cuerpo desnudo, Khadija no lograba controlar las ansias que su marido le provocaba. — ¿No es tiempo suficiente, cierto? —le preguntó con picardía, acariciándole la nuca, hasta que un pozo del camino le provocó un salto que la obligó a alejarse de él. — ¡Ya quiero llegar! —exclamó, exhausta. Había pasado el viaje conteniéndose, sabiendo que Fyodor también hacía un esfuerzo sobrehumano para contenerse.
Khadija Ivashkova- Humano Clase Alta
- Mensajes : 13
Fecha de inscripción : 13/02/2015
Re: I'm not the only one - Privado.
Menos de diez minutos, quiso decirle apenas ella soltó esa pregunta con tan mala intención como la que él tenía hacia la ropa que traía puesta. Pero todo lo que salió directo de su garganta fue un ronroneo ronco que se parecía más al de un animal enfurecido. Rusia era conocido por ser un lugar frío y muchos creían que quienes provenían de aquel país se encontraban bajo las mismas condiciones. Distinto era el caso con él, desde que conoció los placeres de la carne hace tantos años nunca había renunciado a ellos, ni siquiera cuando años atrás sus padres lo comprometieron con una mujer con la que jamás se habría casado ni aunque fuera la última vagina que habitara la tierra. No todas las mujeres para él se miden por lo que tengan entre las piernas, pero esa insoportable muchacha lo merece, pese a que ahora no sea más que un divertido recuerdo. —¿Quieres dejar el recorrido por tu nuevo hogar para después? —dijo mirándola directo a los ojos, a los labios, a cada pequeña marca que pueda hacer su rostro aún más único.
Cuando Fyodor mira a Khadija en todo lo que puede pensar es en aquella sensación de pertenencia que al fin ha encontrado. En un tiempo anterior sintió algo similar con su pequeña Natasha, la diferencia radica por supuesto, en que Nastya es como una hermana menor a la que debe proteger y cuidar incluso cuando ella diga que no lo necesita. En cambio Khadija es la pieza clave que viene a completar un cuadro sin terminar que comenzó a pintar el día de su propio nacimiento. ¿Qué sentimiento puede ser más fuerte que el de plenitud? Tal vez el del amor, ahora puede saberlo porque es primera vez que lo siente, antes no era más que una atracción física lo que otras mujeres insertaban en sus venas. Esta princesa de labios colorados es una compañera de vida y no un botín de la mejor misión que alguna vez pudo tener.
Un grito del chofer del carruaje lo despertó del ensueño que incluía imágenes de su reciente esposa completamente desnuda, salir de aquel coche se haría muy difícil teniendo a su amigo requiriendo atención al interior de sus pantalones. Volvió su rostro hasta el de su mujer y le mordió el labio inferior con la suavidad suficiente para no hacerle daño. Sólo quería acercarla a su propia boca y poder volver a besarla antes de salir y tener que sonreírle a todos quienes dejó de ver durante los meses en que estuvo en aquellas tierras lejanas. Fyodor tiene claro que muchas preguntas llegarán, que no todos podrán comprender que en menos de un año tenga una esposa pese a que parecía que se quedaría soltero para siempre. Y no es que la idea de casarse estuviera siempre lejana, pero compatibilizar su trabajo, la hermandad y alguien que pudiera comprender todo eso sin querer interferir parecía entonces una tarea imposible. —Respondiendo a tu pregunta… —cuando se detuvieron aprovechó de meter la mano bajo la falda de su esposa y encontró el punto entre sus piernas que acarició superficialmente, —siempre es tiempo suficiente pero no quiero prisas hoy… —
Alejándose le sonrió, una sonrisa cargada a un costado que se notaba un poco tensa. —Quiero disfrutarte lento y con calma, voy a beber de ti hasta que ambos quedemos saciados. —La puerta del carruaje se abrió y Fyodor ensanchó la sonrisa al ver a la comitiva que los esperaba. Descendió y se mantuvo a un costado con la mano extendida esperando a su esposa, —¿Preparada, amor mío?—
Cuando Fyodor mira a Khadija en todo lo que puede pensar es en aquella sensación de pertenencia que al fin ha encontrado. En un tiempo anterior sintió algo similar con su pequeña Natasha, la diferencia radica por supuesto, en que Nastya es como una hermana menor a la que debe proteger y cuidar incluso cuando ella diga que no lo necesita. En cambio Khadija es la pieza clave que viene a completar un cuadro sin terminar que comenzó a pintar el día de su propio nacimiento. ¿Qué sentimiento puede ser más fuerte que el de plenitud? Tal vez el del amor, ahora puede saberlo porque es primera vez que lo siente, antes no era más que una atracción física lo que otras mujeres insertaban en sus venas. Esta princesa de labios colorados es una compañera de vida y no un botín de la mejor misión que alguna vez pudo tener.
Un grito del chofer del carruaje lo despertó del ensueño que incluía imágenes de su reciente esposa completamente desnuda, salir de aquel coche se haría muy difícil teniendo a su amigo requiriendo atención al interior de sus pantalones. Volvió su rostro hasta el de su mujer y le mordió el labio inferior con la suavidad suficiente para no hacerle daño. Sólo quería acercarla a su propia boca y poder volver a besarla antes de salir y tener que sonreírle a todos quienes dejó de ver durante los meses en que estuvo en aquellas tierras lejanas. Fyodor tiene claro que muchas preguntas llegarán, que no todos podrán comprender que en menos de un año tenga una esposa pese a que parecía que se quedaría soltero para siempre. Y no es que la idea de casarse estuviera siempre lejana, pero compatibilizar su trabajo, la hermandad y alguien que pudiera comprender todo eso sin querer interferir parecía entonces una tarea imposible. —Respondiendo a tu pregunta… —cuando se detuvieron aprovechó de meter la mano bajo la falda de su esposa y encontró el punto entre sus piernas que acarició superficialmente, —siempre es tiempo suficiente pero no quiero prisas hoy… —
Alejándose le sonrió, una sonrisa cargada a un costado que se notaba un poco tensa. —Quiero disfrutarte lento y con calma, voy a beber de ti hasta que ambos quedemos saciados. —La puerta del carruaje se abrió y Fyodor ensanchó la sonrisa al ver a la comitiva que los esperaba. Descendió y se mantuvo a un costado con la mano extendida esperando a su esposa, —¿Preparada, amor mío?—
PS: Ponte ropa ¬¬
Fyodor C. Ivashkov- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 63
Fecha de inscripción : 27/06/2012
Re: I'm not the only one - Privado.
Lo único que deseaba era que su esposo le devorase la boca y la poseyese allí mismo, sin importar la corta distancia que faltaba recorrer para llegar al nuevo hogar. A Khadija, su madre, educada por su encumbrada familia europea, le había hecho creer que la mujer no podía sentir de aquella manera tan irracional que la princesa otomana sentía cuando estaba junto a Fyodor, o aún alejada de él. Era pecado. Pero aquel viaje que había hecho, y que la había marcado a fuego para convertirla en una verdadera mujer, le había enseñado que las mujeres sí podían gozar, y en más de una ocasión se había descubierto escuchando conversaciones ajenas de las exóticas damas de los poblados en los cuales se asentaba. Tampoco pudo evitar la tentación de inmiscuirse con las demás esposas de su padre, y escucharlas comentar ciertas actuaciones que le pusieron las mejillas del color de una manzana. Y si bien en su cabeza nunca habían tomado verdaderas formas, cuando estaba junto a su marido sabía que era inevitable que aquellas escenas que la habían rondado como fantasmas, no se materializasen. Tenía la certeza de que si su madre hubiese disfrutado de las mieles del amor, no se habría convertido en aquella persona amargada, triste y taciturna.
Cuando Fyodor dejó de tocarla, ahogó un pequeño gemido que brotó de su garganta, y admiró el temple con el que él se recuperó de aquello. Estaba segura que, en cuanto los sirvientes la mirasen, descubrirían en su rostro el deseo y la lujuria que se había despertado hacía escasos minutos. Moriría de la vergüenza. Sin embargo, alzó el mentón, tomó la mano de su esposo y descendió del carruaje haciendo gala de la condición que ostentaba. Nadie tenía por qué saber que era una princesa exiliada, lo importante era que por sus venas seguía corriendo la sangre real con la que había nacido, y con ello la elegancia y el porte de la dinastía de uno de los imperios más importantes del mundo. Le había costado mucho acostumbrarse a la moda europea, y aún no conseguía usar tantas enaguas como lo demandaban las convenciones, como tampoco ajustarse tanto el corsé ni usar aquellos ajustadísimo chapines de raso que le provocaban un dolor de pies casi insoportable. Se preguntó cómo hacían las occidentales para vivir así, sin cubrirse el cabello o no usar los pantalones que las orientales sí. Pero sabía que no podía presentarse ante los conocidos de su marido con su exótico ropaje, y había decidido hacer una excepción al vestirse como lo demandaba la moda de ese costado del mundo, aunque procuró llevar un tocado que ocultara gran parte de su cabello.
—Buenos días —saludó con timidez cuando el ama de llaves se acercó en representación de los demás empleados a darle la bienvenida. Le dirigió unas cálidas palabras, que le arrancaron una suave sonrisa. —Se lo agradezco —y miró de reojo a Fyodor, para demostrarle lo feliz que se sentía de haber sido recibida de aquella manera.
Sus ojos se posaron en la residencia. El escaso sol de la mañana, que pronto desaparecería entre las nubes, le confería una calidez increíble. Era imponente, y si bien ella había estado acostumbrada al Palacio de la Sublime Puerta, un profundo sentido de pertenencia se despertó en ella, como si hubiese estado allí desde siempre. <<Éste es mi hogar, nuestro hogar. >> reflexionó con emoción. De pronto, sintió cierto pesar al creer que podía refaccionar todo aquello. Venía de una cultura tan opuesta, que supo que ella debía ser quien se adaptase, y no obligar a los demás a convertirse en lo que no eran. Tenía miedo de lo que los sirvientes pudiesen pensar, y no pasó desapercibida la mirada de algunos cuando ella ingresó tomada del brazo de su esposo. Sabía de las intrigas que se tejían entre los dependientes, y lo último que quería era tener un incordio con Fyodor por habladurías y mentiras de los trabajadores.
—Cariño, estoy muy cansada —le habló en voz baja, cuando le entregaban sus abrigos al mayordomo en el vestíbulo. Se cuidó de obviar que también tenía hambre y sed. De pronto, los largos días de viaje le pesaron sobre los hombros. — ¿Podemos posponer para dentro de unos minutos el recorrido? Quisiera tomar un baño —tenía pavor de que él interpretase como un rechazo su petición, y no pudo evitar la mueca que la delataba.
Cuando Fyodor dejó de tocarla, ahogó un pequeño gemido que brotó de su garganta, y admiró el temple con el que él se recuperó de aquello. Estaba segura que, en cuanto los sirvientes la mirasen, descubrirían en su rostro el deseo y la lujuria que se había despertado hacía escasos minutos. Moriría de la vergüenza. Sin embargo, alzó el mentón, tomó la mano de su esposo y descendió del carruaje haciendo gala de la condición que ostentaba. Nadie tenía por qué saber que era una princesa exiliada, lo importante era que por sus venas seguía corriendo la sangre real con la que había nacido, y con ello la elegancia y el porte de la dinastía de uno de los imperios más importantes del mundo. Le había costado mucho acostumbrarse a la moda europea, y aún no conseguía usar tantas enaguas como lo demandaban las convenciones, como tampoco ajustarse tanto el corsé ni usar aquellos ajustadísimo chapines de raso que le provocaban un dolor de pies casi insoportable. Se preguntó cómo hacían las occidentales para vivir así, sin cubrirse el cabello o no usar los pantalones que las orientales sí. Pero sabía que no podía presentarse ante los conocidos de su marido con su exótico ropaje, y había decidido hacer una excepción al vestirse como lo demandaba la moda de ese costado del mundo, aunque procuró llevar un tocado que ocultara gran parte de su cabello.
—Buenos días —saludó con timidez cuando el ama de llaves se acercó en representación de los demás empleados a darle la bienvenida. Le dirigió unas cálidas palabras, que le arrancaron una suave sonrisa. —Se lo agradezco —y miró de reojo a Fyodor, para demostrarle lo feliz que se sentía de haber sido recibida de aquella manera.
Sus ojos se posaron en la residencia. El escaso sol de la mañana, que pronto desaparecería entre las nubes, le confería una calidez increíble. Era imponente, y si bien ella había estado acostumbrada al Palacio de la Sublime Puerta, un profundo sentido de pertenencia se despertó en ella, como si hubiese estado allí desde siempre. <<Éste es mi hogar, nuestro hogar. >> reflexionó con emoción. De pronto, sintió cierto pesar al creer que podía refaccionar todo aquello. Venía de una cultura tan opuesta, que supo que ella debía ser quien se adaptase, y no obligar a los demás a convertirse en lo que no eran. Tenía miedo de lo que los sirvientes pudiesen pensar, y no pasó desapercibida la mirada de algunos cuando ella ingresó tomada del brazo de su esposo. Sabía de las intrigas que se tejían entre los dependientes, y lo último que quería era tener un incordio con Fyodor por habladurías y mentiras de los trabajadores.
—Cariño, estoy muy cansada —le habló en voz baja, cuando le entregaban sus abrigos al mayordomo en el vestíbulo. Se cuidó de obviar que también tenía hambre y sed. De pronto, los largos días de viaje le pesaron sobre los hombros. — ¿Podemos posponer para dentro de unos minutos el recorrido? Quisiera tomar un baño —tenía pavor de que él interpretase como un rechazo su petición, y no pudo evitar la mueca que la delataba.
Khadija Ivashkova- Humano Clase Alta
- Mensajes : 13
Fecha de inscripción : 13/02/2015
Re: I'm not the only one - Privado.
En cuestión de segundos, Fyodor tuvo a su lado al mayordomo que lo conocía desde incluso antes de nacer. El señor Vasyliev había servido a la familia Ivashkov por ya 30 años y era, además de la mano derecha del ex duque, quien mantenía el orden y la cordura en el hogar de esa nueva familia mientras el joven se encontraba de viaje o en alguna misión. Es por esto que apenas ambos pusieron los pies en la casa fue que comenzó el reporte de lo que había sucedido en su ausencia. La mayoría eran problemas menores y otros asuntos de los cuales debían encargarse antes de la llegada del crudo invierno. Aquel tema era algo que había estado rondando la cabeza de Fyodor desde que decidieron vivir en Rusia, más que nada porque al mirar la piel tostada de Khadija y su procedencia, dudaba bastante que fuera capaz de resistir las bajas temperaturas de aquella tierra extraña. Quizás debía plantearle la posibilidad de trasladarse a otro lugar para aquel tiempo. Incluso sabe exactamente qué lugar proponerle.
Cada vez que se centraba en pensamientos como esos su ceño se fruncía y el mal humor amenazaba con aparecer, sobre todo porque le molesta de sobremanera que algunos detalles como esos escapen de su control. Afortunadamente Khadija interrumpe con su voz y lo calma, del modo en que la música lo hace con las bestias. —¿Estás bien? —detuvo sus pasos y se giró completamente para ver con detalle a su esposa. Ahora que la observaba mejor podía notar leves signos de cansancio, ocultados muy bien por la impresionante belleza de la princesa otomana. —¿Necesitas algo además del baño? ¿Comida, té? Lo que necesites… —antes de que pueda responder levanta su mano para hacer el gesto con el que llama a la misma ama de llaves que los atendió antes. Aquella señora fue quien dirigió la casa mientras estuvo viva su madre y esperaba que ahora hiciera lo mismo con su esposa. —La señora Ivashkova necesita que le preparen un baño… aprovecha y también preséntale a quien será su doncella desde ahora en adelante. —
Nunca antes debió preocuparse por cosas de ese tipo, lo anterior parecía magia. Todo simplemente funcionaba porque sí, pero antes estaban sus padres y luego de eso sólo estaba él sumido en un letargo que provocaba en muchos la lástima suficiente para hacer esas tareas en su nombre. El letargo nacido primero de ese título que nunca deseó y luego de sentir que algo le hacía falta, algo que por supuesto era un alguien. —Cenaremos arriba por hoy, el viaje fue muy largo y ambos debemos descansar… —abrazó a Khadija por la cintura y depositó un beso en su sien. —No te acostumbres a eso, amor mío, todos se escandalizarían si no diéramos banquetes por preferir dejar la cama llena de migajas. —bromeaba porque se sentía bien, bromeaba porque algo hacía cosquillas en su corazón, bromeaba susurrando esas palabras sobre su oído porque nada más esperaba que las escuchara ella. Mensaje de privacidad que los empleados entendieron dejándolos rápidamente a solas.
Fyodor se inclinó una vez más y la tomó del rostro. Al fin estaban en su nuevo hogar, en las tierras que los verían envejecer a ellos y también a todos sus hijos. Se le hinchó el pecho de orgullo y felicidad mientras, mirándola a los ojos, se dio cuenta que no pudo haber hecho una mejor elección en su vida aquel día en que decidió quedarse en aquel reino extraño para perseguir hasta el cansancio a esa mujer.
Cada vez que se centraba en pensamientos como esos su ceño se fruncía y el mal humor amenazaba con aparecer, sobre todo porque le molesta de sobremanera que algunos detalles como esos escapen de su control. Afortunadamente Khadija interrumpe con su voz y lo calma, del modo en que la música lo hace con las bestias. —¿Estás bien? —detuvo sus pasos y se giró completamente para ver con detalle a su esposa. Ahora que la observaba mejor podía notar leves signos de cansancio, ocultados muy bien por la impresionante belleza de la princesa otomana. —¿Necesitas algo además del baño? ¿Comida, té? Lo que necesites… —antes de que pueda responder levanta su mano para hacer el gesto con el que llama a la misma ama de llaves que los atendió antes. Aquella señora fue quien dirigió la casa mientras estuvo viva su madre y esperaba que ahora hiciera lo mismo con su esposa. —La señora Ivashkova necesita que le preparen un baño… aprovecha y también preséntale a quien será su doncella desde ahora en adelante. —
Nunca antes debió preocuparse por cosas de ese tipo, lo anterior parecía magia. Todo simplemente funcionaba porque sí, pero antes estaban sus padres y luego de eso sólo estaba él sumido en un letargo que provocaba en muchos la lástima suficiente para hacer esas tareas en su nombre. El letargo nacido primero de ese título que nunca deseó y luego de sentir que algo le hacía falta, algo que por supuesto era un alguien. —Cenaremos arriba por hoy, el viaje fue muy largo y ambos debemos descansar… —abrazó a Khadija por la cintura y depositó un beso en su sien. —No te acostumbres a eso, amor mío, todos se escandalizarían si no diéramos banquetes por preferir dejar la cama llena de migajas. —bromeaba porque se sentía bien, bromeaba porque algo hacía cosquillas en su corazón, bromeaba susurrando esas palabras sobre su oído porque nada más esperaba que las escuchara ella. Mensaje de privacidad que los empleados entendieron dejándolos rápidamente a solas.
Fyodor se inclinó una vez más y la tomó del rostro. Al fin estaban en su nuevo hogar, en las tierras que los verían envejecer a ellos y también a todos sus hijos. Se le hinchó el pecho de orgullo y felicidad mientras, mirándola a los ojos, se dio cuenta que no pudo haber hecho una mejor elección en su vida aquel día en que decidió quedarse en aquel reino extraño para perseguir hasta el cansancio a esa mujer.
Fyodor C. Ivashkov- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 63
Fecha de inscripción : 27/06/2012
Re: I'm not the only one - Privado.
Cuán maravilloso era su esposo. Jamás dejaría de sorprenderse de su comprensión y contención. Agradeció hondamente que él entendiese su necesidad de descansar y distenderse del larguísimo viaje que habían emprendido. Khadija cayó en la cuenta que no había logrado quitarse el temor de ser perseguidos, de que en algún sector de la jurisdicción turca tuviesen la orden de acabar con sus vidas. No le había expresado ese temor a su flamante cónyuge, y la opresión la había acompañado a lo largo de las jornadas, y a pesar del amor poderoso, éste no había logrado disipar la sensación de constante escapatoria que le había anudado la garganta y le había impedido conciliar el sueño en más de una ocasión. En ese instante, que se separaba de Fyodor y era acompañada hacia su habitación por una mujer completamente extraña, se dio cuenta del vuelco que había dado su vida, de los cambios y las transiciones, de lo nuevo y de lo que había dejado atrás. El recorrido, que consistió en subir una escalera caracol y caminar a lo largo de unos pasillos repletos de pintura y con paredes de intensos colores pastel, le pareció extremadamente largo.
Cuando atravesó el umbral, se encontró con una muchacha que no era más que una niña, de un cabello que de tan rubio era casi transparente, flacucha, algo pálida y de unos intensos ojos verdes, que la miraron fugazmente, para agachar nuevamente la cabeza, como indicaban las normas. Se la presentaron como Anushka, y a pesar de la sonrisa que le dirigió la princesa, la joven no hizo más que un asentimiento. El ama de llaves se retiró luego de dar la indicación del baño que iba a tomar la señora. La doncella le ayudó a desabrocharse el cabello, a quitarse las medias, los chapines, y a colocarse un camisón blanco muy fino. El silencio era incómodo, y sólo se veía interrumpido por los agradecimientos de Khadija, que la única respuesta que encontraban era una sentimiento y el sonido suave de la tela de su ropaje. La acompañó al cuarto de baño, y a pesar de las dimensiones enormes, del suave aroma a rosas y de la calidez del interior, extrañó el baño turco, donde no existía la demonización del cuerpo humano, donde la desnudez no incomodaba, y acompañada de hermanas y esposas de su padre, se sentía feliz. La soledad de la tina, el camisolín mojado y la doncella que en completo mutismo le lavaba el cabello, le hizo desear la presencia de Fyodor. Le habría encantado compartir con él ese íntimo momento, pues nunca había tenido la oportunidad de lavarlo. La excitación le recorrió el cuerpo, le irguió los pezones y una puntada en su entrepierna le provocaron rubor en las mejillas, y rogó que Anushka no se percatase de lo que su cuerpo estaba experimentando. Necesitaba a su marido con profundo ardor.
—Anushka, ayúdame con esto —le pidió sentada frente al espejo del tocador, mientras intentaba tomarse el cabello con unas prensillas. La muchacha dejó de lado los aceites, pues su ama le había permitido olerlos, y se aprestó a colaborar con el sencillo peinado. Tras colocarse las cremas y estar, por fin, relajada, Khadija se acostó en la enorme cama que sería su lecho nupcial desde ese día. Acarició las sábanas suaves y cerró los ojos. Nuevamente pensó en lo maravilloso del hogar que construiría junto a Fyodor, pero una sola convicción le llegó a la mente: él era su hogar. Sí, no importaban los lujos, no importaban las circunstancias, donde él estuviese, estaría su alma. ¿Qué estaría haciendo? ¿Por qué demoraba tanto en subir? Como si lo hubiese invocado con su mente, apareció en la puerta. —Puedes retirarte —se apresuró a decirle a su doncella, que sin mirar al dueño de casa desapareció a espaldas de éste. — ¿Dónde estabas, Fyodor Caelum Adrik Borya Ivashkov? —preguntó antes de bajar de la cama y salir a su encuentro. Lo abrazó por la cintura e inspiró de su aroma. — ¿Deseas tomar un baño? —alzó la cabeza y se puso en puntas de pie para besarle el mentón. —Estás cansado, mírate las ojeras… —se quejó, mientras lo apretaba un poco más, como si quisiera absorberlo. —Ésta casa es maravillosa, mi amor, estoy tan feliz de estar contigo. Me parece un sueño, y si lo es, no quisiera despertar nunca —se sinceró, y los ojos se le calentaron de emoción. El amor que sentía por Fyodor le parecía irreal, y sólo deseaba que él sintiese de la misma forma.
Cuando atravesó el umbral, se encontró con una muchacha que no era más que una niña, de un cabello que de tan rubio era casi transparente, flacucha, algo pálida y de unos intensos ojos verdes, que la miraron fugazmente, para agachar nuevamente la cabeza, como indicaban las normas. Se la presentaron como Anushka, y a pesar de la sonrisa que le dirigió la princesa, la joven no hizo más que un asentimiento. El ama de llaves se retiró luego de dar la indicación del baño que iba a tomar la señora. La doncella le ayudó a desabrocharse el cabello, a quitarse las medias, los chapines, y a colocarse un camisón blanco muy fino. El silencio era incómodo, y sólo se veía interrumpido por los agradecimientos de Khadija, que la única respuesta que encontraban era una sentimiento y el sonido suave de la tela de su ropaje. La acompañó al cuarto de baño, y a pesar de las dimensiones enormes, del suave aroma a rosas y de la calidez del interior, extrañó el baño turco, donde no existía la demonización del cuerpo humano, donde la desnudez no incomodaba, y acompañada de hermanas y esposas de su padre, se sentía feliz. La soledad de la tina, el camisolín mojado y la doncella que en completo mutismo le lavaba el cabello, le hizo desear la presencia de Fyodor. Le habría encantado compartir con él ese íntimo momento, pues nunca había tenido la oportunidad de lavarlo. La excitación le recorrió el cuerpo, le irguió los pezones y una puntada en su entrepierna le provocaron rubor en las mejillas, y rogó que Anushka no se percatase de lo que su cuerpo estaba experimentando. Necesitaba a su marido con profundo ardor.
—Anushka, ayúdame con esto —le pidió sentada frente al espejo del tocador, mientras intentaba tomarse el cabello con unas prensillas. La muchacha dejó de lado los aceites, pues su ama le había permitido olerlos, y se aprestó a colaborar con el sencillo peinado. Tras colocarse las cremas y estar, por fin, relajada, Khadija se acostó en la enorme cama que sería su lecho nupcial desde ese día. Acarició las sábanas suaves y cerró los ojos. Nuevamente pensó en lo maravilloso del hogar que construiría junto a Fyodor, pero una sola convicción le llegó a la mente: él era su hogar. Sí, no importaban los lujos, no importaban las circunstancias, donde él estuviese, estaría su alma. ¿Qué estaría haciendo? ¿Por qué demoraba tanto en subir? Como si lo hubiese invocado con su mente, apareció en la puerta. —Puedes retirarte —se apresuró a decirle a su doncella, que sin mirar al dueño de casa desapareció a espaldas de éste. — ¿Dónde estabas, Fyodor Caelum Adrik Borya Ivashkov? —preguntó antes de bajar de la cama y salir a su encuentro. Lo abrazó por la cintura e inspiró de su aroma. — ¿Deseas tomar un baño? —alzó la cabeza y se puso en puntas de pie para besarle el mentón. —Estás cansado, mírate las ojeras… —se quejó, mientras lo apretaba un poco más, como si quisiera absorberlo. —Ésta casa es maravillosa, mi amor, estoy tan feliz de estar contigo. Me parece un sueño, y si lo es, no quisiera despertar nunca —se sinceró, y los ojos se le calentaron de emoción. El amor que sentía por Fyodor le parecía irreal, y sólo deseaba que él sintiese de la misma forma.
Khadija Ivashkova- Humano Clase Alta
- Mensajes : 13
Fecha de inscripción : 13/02/2015
Re: I'm not the only one - Privado.
Mientras miraba la espalda de su esposa alejarse hasta perderse en lo más alto de aquella escalera, notó con profunda preocupación que una sensación de vacío se asentaba en su interior a medida que su mujer aumentaba la distancia entre ellos. Aquel sentimiento venía dándose desde el momento exacto en que se conocieron y lejos de darle cualquier carácter romántico era para Fyodor sólo otro motivo para mantenerlo despierto luego de que Khadija se durmiera a su lado. Le molestaba a ratos sentirse tan débil y dependiente, y no porque sea dependiente de ella, lo que en verdad le molesta es poder ser de algún modo vulnerable y que eso también pueda dañarla de algún modo. Quizás ella no lo sabe, pero al salir de Turquía todo lo que consiguen es estar cada vez más cerca de los enemigos del ruso, a los cuales se les puede sumar ahora unos antiguos miembros de la hermandad que no quedaron muy contentos con la idea de que él dejara momentáneamente el liderazgo en manos de alguien más.
Con un incipiente dolor de cabeza se dirigió a la cocina donde lo esperaba la segunda parte de la bienvenida a su hogar, el camarada se puso de pie apenas vio entrar a su líder y ambos se enlazaron en un abrazo que se sentía también como alivio de ambas partes al ver que la misión seguía en pie, una misión que nunca terminaría mientras siguieran existiendo prisioneros injustamente encarcelados. —Espero que traigas buenas noticias porque lo que menos necesito ahora es escuchar más problemas… —el rostro del hombre frente a él, cargado de mensajes ocultos debajo de todas las cicatrices, se curvó en una irónica sonrisa y comenzó a relatar lo sucedido en el viaje de vuelta y también durante el tiempo en que Fyodor estuvo en Turquía. Como era de suponerse, los intentos de terminar con aquella organización continuaban pero los potenciales nuevos miembros eran también cada vez más. A veces, sobre todo cuando la miraba dormir, el ruso se preguntaba si alguna vez su amada le pediría que dejara la hermandad, que eligiera entre esa nueva familia y aquellos hermanos con lo que no tiene relación alguna de sangre.
—Gracias por todo, hermano… —Fyodor terminó de escuchar las quejas y también las buenas nuevas, dio la media vuelta luego de un par de promesas de que se encargaría pronto de todo y caminó hasta su nueva habitación matrimonial. El aroma que tanto le recordaba a su amada le golpeó el rostro apenas ingresó y junto a eso permitía que saliera la doncella. Las punzadas en su sien desaparecieron al tiempo que ella lo abrazaba y el ruso se sentía finalmente libre, con el poder de respirar en su cabello y absorber lo máximo de ella. Khadija podría quizás ser más baja que él pero sin dudas era mucho más fuerte, mucho más grande en todos los sentidos. Oh sí que la amaba y lo haría hasta su último aliento. —Dicen que cuando nací escribieron mi nombre y era más largo que yo… —le susurró justo antes de que ella se separara y le besara, —efectivamente estoy cansado, amor mío, estoy tan cansado de tener que alejarme de ti… —esperó a que ella terminara de hablar para poder responderle, quería escucharla y que el bálsamo de su voz siguiera sanando sus heridas.
—Lamento decepcionarte pero esto es la realidad —le sonrió abiertamente y poniendo uno de sus brazos detrás de sus rodillas la levantó para llevarla hasta la cama apenas dando un par de pasos. Luego de depositarla con cuidado ahí, se quedó de pie para quitarse la camisa y los zapatos y permanecer nada más que en sus pantalones. —Estoy cansado, eso es cierto, pero tú me debes algo desde que estábamos en ese infame carruaje y yo planeo cobrarlo ahora. Tú lo sabes bien, princesa mía, yo siempre cobro mis deudas. —aquella mueca de su rostro parecía la antesala a una amenaza, pero en este caso no es más que la precuela de algo que sucederá sin dudas. Fyodor subió a la cama y se fue directo a su boca, nada en el mundo podía saber como los labios de su esposa, ni el más exquisito de los manjares podría comparárseles. Y es por esto, que decidió besarla, que eligió beber de ella incluso aunque eso le cueste todo lo demás.
Con un incipiente dolor de cabeza se dirigió a la cocina donde lo esperaba la segunda parte de la bienvenida a su hogar, el camarada se puso de pie apenas vio entrar a su líder y ambos se enlazaron en un abrazo que se sentía también como alivio de ambas partes al ver que la misión seguía en pie, una misión que nunca terminaría mientras siguieran existiendo prisioneros injustamente encarcelados. —Espero que traigas buenas noticias porque lo que menos necesito ahora es escuchar más problemas… —el rostro del hombre frente a él, cargado de mensajes ocultos debajo de todas las cicatrices, se curvó en una irónica sonrisa y comenzó a relatar lo sucedido en el viaje de vuelta y también durante el tiempo en que Fyodor estuvo en Turquía. Como era de suponerse, los intentos de terminar con aquella organización continuaban pero los potenciales nuevos miembros eran también cada vez más. A veces, sobre todo cuando la miraba dormir, el ruso se preguntaba si alguna vez su amada le pediría que dejara la hermandad, que eligiera entre esa nueva familia y aquellos hermanos con lo que no tiene relación alguna de sangre.
—Gracias por todo, hermano… —Fyodor terminó de escuchar las quejas y también las buenas nuevas, dio la media vuelta luego de un par de promesas de que se encargaría pronto de todo y caminó hasta su nueva habitación matrimonial. El aroma que tanto le recordaba a su amada le golpeó el rostro apenas ingresó y junto a eso permitía que saliera la doncella. Las punzadas en su sien desaparecieron al tiempo que ella lo abrazaba y el ruso se sentía finalmente libre, con el poder de respirar en su cabello y absorber lo máximo de ella. Khadija podría quizás ser más baja que él pero sin dudas era mucho más fuerte, mucho más grande en todos los sentidos. Oh sí que la amaba y lo haría hasta su último aliento. —Dicen que cuando nací escribieron mi nombre y era más largo que yo… —le susurró justo antes de que ella se separara y le besara, —efectivamente estoy cansado, amor mío, estoy tan cansado de tener que alejarme de ti… —esperó a que ella terminara de hablar para poder responderle, quería escucharla y que el bálsamo de su voz siguiera sanando sus heridas.
—Lamento decepcionarte pero esto es la realidad —le sonrió abiertamente y poniendo uno de sus brazos detrás de sus rodillas la levantó para llevarla hasta la cama apenas dando un par de pasos. Luego de depositarla con cuidado ahí, se quedó de pie para quitarse la camisa y los zapatos y permanecer nada más que en sus pantalones. —Estoy cansado, eso es cierto, pero tú me debes algo desde que estábamos en ese infame carruaje y yo planeo cobrarlo ahora. Tú lo sabes bien, princesa mía, yo siempre cobro mis deudas. —aquella mueca de su rostro parecía la antesala a una amenaza, pero en este caso no es más que la precuela de algo que sucederá sin dudas. Fyodor subió a la cama y se fue directo a su boca, nada en el mundo podía saber como los labios de su esposa, ni el más exquisito de los manjares podría comparárseles. Y es por esto, que decidió besarla, que eligió beber de ella incluso aunque eso le cueste todo lo demás.
Fyodor C. Ivashkov- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 63
Fecha de inscripción : 27/06/2012
Re: I'm not the only one - Privado.
Se dejó llevar por su marido, que la tomaba como si se tratase de una pluma. En sus brazos se sentía aprisionada y libre a la vez, él era su cárcel y al mismo tiempo su libertad. Gracias a la tela fina, podía sentir la firmeza de sus músculos, la forma en que sus bíceps se tensaron. Jamás creería que ese hombre le pertenecía, todo en él era perfecto. Desde su cabello rubio, abundante, suave, sus cejas generosas, sus pestañas abultadas, su nariz maravillosa, su boca tentadora, su mentón tan masculino y su cuerpo perfecto. A pesar de sus rasgos hermosos, había en su mirada una incitación al pecado, algo que denotaba la fiereza de su alma, y lo despojaba de la inocencia con la que solía asociarse a la belleza. Él tenía su propia hermosura, había algo en él que emanaba tal cualidad, y que había envuelto a Khadija desde que sus ojos se posaron en Fyodor por primera vez. No había tenido dudas que la había encadenado, y a pesar del tiempo transcurrido, de haberse casado con él, aún tenía la desconfianza de que todo fuera producto de una ensoñación, de que un día despertaría y estaría en su antiguo lecho, el que la cobijó de niña, y que su madre le daría los buenos días con aquella parsimonia repleta de la tristeza del exilio. La desesperaba la idea de no tenerlo, y le costó dejarlo que se pusiese de pie una vez que la hubo depositado en la cama. Sin embargo, los pensamientos negros se vieron despejados ante la visión de él parado quitándose la ropa. Sonrió, repleta de dicha.
—Si… —pudo articular antes de que su boca la devorase. Sus manos se dirigieron hacia su nuca y lo atrajeron, como si no fuese suficiente que sus lenguas batallasen. Le lamió los labios, lo mordisqueó, le acarició las encías. Nunca tenía demasiado de él, de su pasión, de su amor. Le tiró suavemente del cabello y lo separó escasos centímetros. —Hazme el amor, Fyodor, por favor —le suplicó, con la voz entrecortada y la respiración agitada. Le recorrió la espalda con sus dedos, apretándolo, dejando surcos rosáceos, y lo tomó del trasero, ¡su trasero la enloquecía! Clavó sus yemas en él y lo empujó hacia ella. El contacto de la tela áspera del pantalón le provocaba cierto dolor en la piel de sus piernas, pero no le importaba. Lo sentía tan cerca, su peso la aplastaba, y sabía que no había lugar mejor en el mundo que ese, junto a su marido.
Tocaron la puerta, y reaccionó ante la insistencia. Le parecía espantoso que alguien interrumpiese aquel momento de intimidad que tanto habían deseado, y si bien le costó terriblemente volver a la realidad, se vio obligada a cortar el contacto de sus bocas. Sonrió ante los labios hinchados de Fyodor y su mueca de decepción le provocó un cosquilleo encantador en el alma. ¡Cuánto lo amaba! No había nada en él que no quisiera, desde sus defectos hasta sus virtudes; lo quería con su pasado y su presente, todo de él amaba.
—Están tocando la puerta, mi amor —susurró. —Debes atender. Seguramente nos traen la comida —le delineó la mandíbula con el dedo índice y se apoyó en sus codos, instándolo a que se parase. Moría de la vergüenza si la veían en aquel estado, con el cabello desprolijo, seguramente con la expresión del pecado tatuada en su rostro y con la ropa a la mitad. Cayó en la cuenta de que era de día y, según sabía, las parejas sólo consumaban su matrimonio en la noche, cuando nadie podía percibir que la intimidad se erigía sobre ellos. Pero todos esos pudores impuestos por su madre se vieron destrozados cuando conoció a aquel hombre insaciable. Había hecho el amor con él en cualquier sitio que les había dado unos minutos de intimidad, aún no habían logrado tener un lecho cómodo. A su virginidad la había perdido sobre una alfombra, la noche de bodas, a escondidas, y le había parecido la experiencia más dolorosa y maravillosa por la que había pasado. Le había entregado todo a Fyodor, todo lo suyo le pertenecía, su alma y su cuerpo, y él tenía el poder de destrozarla si se lo proponía. Pero sabía que su marido sería incapaz de algo así, que él la protegería de todo mal y que la cuidaría de ellos mismos y de los demás.
—Si… —pudo articular antes de que su boca la devorase. Sus manos se dirigieron hacia su nuca y lo atrajeron, como si no fuese suficiente que sus lenguas batallasen. Le lamió los labios, lo mordisqueó, le acarició las encías. Nunca tenía demasiado de él, de su pasión, de su amor. Le tiró suavemente del cabello y lo separó escasos centímetros. —Hazme el amor, Fyodor, por favor —le suplicó, con la voz entrecortada y la respiración agitada. Le recorrió la espalda con sus dedos, apretándolo, dejando surcos rosáceos, y lo tomó del trasero, ¡su trasero la enloquecía! Clavó sus yemas en él y lo empujó hacia ella. El contacto de la tela áspera del pantalón le provocaba cierto dolor en la piel de sus piernas, pero no le importaba. Lo sentía tan cerca, su peso la aplastaba, y sabía que no había lugar mejor en el mundo que ese, junto a su marido.
Tocaron la puerta, y reaccionó ante la insistencia. Le parecía espantoso que alguien interrumpiese aquel momento de intimidad que tanto habían deseado, y si bien le costó terriblemente volver a la realidad, se vio obligada a cortar el contacto de sus bocas. Sonrió ante los labios hinchados de Fyodor y su mueca de decepción le provocó un cosquilleo encantador en el alma. ¡Cuánto lo amaba! No había nada en él que no quisiera, desde sus defectos hasta sus virtudes; lo quería con su pasado y su presente, todo de él amaba.
—Están tocando la puerta, mi amor —susurró. —Debes atender. Seguramente nos traen la comida —le delineó la mandíbula con el dedo índice y se apoyó en sus codos, instándolo a que se parase. Moría de la vergüenza si la veían en aquel estado, con el cabello desprolijo, seguramente con la expresión del pecado tatuada en su rostro y con la ropa a la mitad. Cayó en la cuenta de que era de día y, según sabía, las parejas sólo consumaban su matrimonio en la noche, cuando nadie podía percibir que la intimidad se erigía sobre ellos. Pero todos esos pudores impuestos por su madre se vieron destrozados cuando conoció a aquel hombre insaciable. Había hecho el amor con él en cualquier sitio que les había dado unos minutos de intimidad, aún no habían logrado tener un lecho cómodo. A su virginidad la había perdido sobre una alfombra, la noche de bodas, a escondidas, y le había parecido la experiencia más dolorosa y maravillosa por la que había pasado. Le había entregado todo a Fyodor, todo lo suyo le pertenecía, su alma y su cuerpo, y él tenía el poder de destrozarla si se lo proponía. Pero sabía que su marido sería incapaz de algo así, que él la protegería de todo mal y que la cuidaría de ellos mismos y de los demás.
Khadija Ivashkova- Humano Clase Alta
- Mensajes : 13
Fecha de inscripción : 13/02/2015
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