La vida y su tic-tac ( Isobel )

por **Vishous** Lun Feb 23, 2015 6:28 pm

Durante mucho tiempo había conseguido mantener a las almas encerradas en su interior, contentas, alimentándolas con todas aquellas emociones que podían darle las energías suficientes como para que lo dejaran hacer lo que quisiera sin hacerle daño. Pero cada día que pasaba ellas se hacían más fuerte, al igual que su lazo. Era casi imposible el mantenerlas silenciosas en su mente, ya que eso muy pocas veces ocurría. Ellas siempre tenían algo que decirle o pedirle, así que estaba acostumbrado a tener que hacer lo posible por no volverse loco al compartir cuerpo con más de 80 brujos.

Su vida siempre había consistido en una lucha por la supervivencia. Quería realmente poder tener un minuto de paz en el que nadie le susurrase maldades. Y es que, si él no las alimentaba con comida o sexo, estas se revelaban y pedían sangre. Solo en esos momentos el perdía el control de sí mismo, quedando encerrado dentro de su propio cuerpo, mientras las almas salían a flote.

Por eso él estaba allí, en la morgue, frente a varios cuerpos inertes que jamás volverían a moverse, a menos que algún hechizo les diera tal movilidad. La noche anterior había despertado, después de perder la conciencia y de que sus almas salieran a la luz, adueñándose de él. A su lado había un joven cuyo estómago había sido abierto completamente para exponer sus órganos al aire libre. Sus manos manchadas de sangre no dejaban error posible de quién lo había asesinado. Si bien la escena era atroz, lo que lo atormentaba no era el haber matado, sino el que sus almas hubieran permanecido al lado del joven, a su lado, con los ojos fijos en los del otro mientras su vida se extinguía. Saber que tenía dentro de sí, algo tan inhumano, realmente le enfermaba.

A pesar de no tener mucho dinero, se había ofrecido a pagar su entierro. Todos creían que era un amigo suyo, pero lo cierto era que aquel joven muerto era solo un cambiaformas al que no conocía. Aún no sabía qué era lo que las almas habían visto en él que lo hiciera digno de que sus manos lo mataran, pero así fue.

- Lo lamento.- Murmuró al chico muerto antes de dejarlo atrás, saliendo de aquella habitación con una expresión frustrada. Cuando la puerta se cerró tras él, acudió al lugar que le pedían que rellenase un informe antes de que pagase. Al parecer debías dejar constancia de quién era el proveedor de un entierro. El mundo era extraño y atroz. De eso no cabía duda.

por **Shoshanna Lindner** Dom Mar 29, 2015 12:14 pm

• • •

No había sido sino hasta el día de hoy cuando reparó en la ausencia de su mellizo. Normalmente él se ausentaba para realizar investigaciones por su propia cuenta. Arrogante y embustero siempre lo había sido así que no le extrañaba en nada el hecho de que por los menos en dos semanas no pusiera un pie nuevamente en la mansión Ness. A pesar de pertenecer a la Santa Organización había un acuerdo de por medio en el cual se estipulaba ambos jóvenes podrían vivir en un sitio ajeno al proporcionado por la misma. Dos días más para que la tercera semana se cumpliera. La joven se mostraba impaciente con la servidumbre y en ocasiones un tanto grosera, su mal humor acrecentaba debido a que sus creaciones se mostraban estáticas. En pausa. Y es que Daniel era el encargado de llevar el material el cual más tarde en manos de su hermana cobraba forma y figura dando lugar a tan singulares creaciones.

Bajó hacia el sótano sosteniendo un frasco en su diestra y través del cristal contabilizó la cantidad de órganos oculares que flotaban. Maldijo un par de veces y dejando el mismo sobre una mesa contigua, se encaminó hacia el fondo de la habitación para abrir un baúl pequeño, sus dedos recorrieron finas hebras de cabellos oscuros, la textura en su tacto le producía cierto regocijo. Sonrió cínicamente.

–Hermoso material pero insuficiente– dijo para sí.

De mala gana lo cerró de un golpe y tomó el abrigo para encaminarse hacia la salida de la mansión. Las penumbras venideras que se cernían sobre la capital eran el disfraz perfecto que necesitaba para llevar a cabo su plan.

–De prisa caballero, a la morgue–

El cochero sabía a la perfección que por su bienestar debía mantenerse callado por más extraña que pareciera la petición. Durante el transcurso la joven se veía notablemente inquieta y a través de la ventanilla divisó a los transeúntes, suspiró malhumorada dejando que la cotidianeidad le abrumara por completo. La bóveda añil ahora grisácea anunciaba una próxima tormenta. Una vez que arribó al lugar pidió al hombre mantenerse dentro del carruaje hasta que ella volviera, descendió rápidamente y se dirigió hacia una pequeña recepción. Un par de palabras y francos bastaron para que tuviese acceso directo a las salas donde libremente pudo seleccionar el material que necesitaba. Sus enguantadas manos recorrían los fríos cadáveres, habían sido pocas las veces que se veía en la necesidad de examinarlos. Desnudó su diestra y entonces pudo acariciar de forma meticulosa la cabellera rojiza de una mujer, lucia con ligeros moretones, seguramente habría muerto a manos de algún asesino o violador, que más daba, dichos detalles poco importaban al final del día.

–Es perfecta– masculló.

Sutilmente llamó al encargado y ordenó lo necesario para adquirir dicha pieza cuanto antes. Recibió entonces una pequeña caja negra y después de agradecer con un solo ademan emprendió su marcha hacia la salida. Crear un nuevo contenedor para Daniel tomaba demasiado tiempo, disponía de un par de noches más para dar por terminado el trabajo. Sumergida en sus pensamientos golpeó a un joven que se encontraba a su paso dejando caer el pequeño artefacto el cual por fortuna no se abrió.

–¡Maldita sea!–

por **Vishous** Jue Abr 23, 2015 8:07 pm

Sólo ver respirar el mundo
y en silencio escuchar la música
que una espaciosa nube le ocupa.
Destino tenaz, la naturaleza

El sonido de la pluma rasgando el papel, mientras el joven encargado de la tierra seguía mirándolo con desconfianza, le provocó un ligero dolor de cabeza. Todos sus sentidos se encontraban extrañamente alerta, sensibles, irritables al ser excitados de tal forma atroz. Aquel animal seguía apuñalando prácticamente el papel, relatando todos los datos necesarios antes de dejarle escribir su letra sobre aquella hoja que le otorgaba la responsabilidad necesaria como para darle a aquella persona que había matado un entierro digno.

Según tenía entendido, la amable Iglesia francesa, permitía que familiares o amigos pagasen una cuota necesaria para dar la bendición del alma que ya había partido, permitiéndoles así entrar a las puertas del cielo aún después de haber fallecido. Él no era creyente. Vivía en un infierno, una pesadilla en vida. ¿ Cómo poder siquiera concebir que su alma iría al cielo, cuando él tenía miles en su interior?. No, él no iría a ningún paraíso. Simplemente se esfumaría, dejaría de ser, como si jamás hubiese existido. No tenía más familia que su hermano, ningún amigo. Ni siquiera un animal al que profesar cariño. Cuando muriese, nadie lloraría su muerte ni recordaría más de él que su aspecto insolente. Siempre con un libro en la mano, en busca de una solución. De una salida a su maldición.

A pesar de no creer en Dios, mucho menos en ángeles y vírgenes, le debía una oportunidad a aquel joven que había matado. Que él fuera poco más que una bestia fría sin sentimientos, no quería decir que permitiese que alguien también sufriera la condena de desaparecer si es que había una mínima posibilidad de que pudiera realmente vivir entre algodones, sin conocer el hambre, dolor o soledad. Se lo debía. Y malvado o no, él tenía la firme creencia de que las deudas debían ser saldadas. Al menos le gustaría pensar que realmente había una parte de humanidad en su interior, aunque era consciente de que no era ése su caso.

Cuando el joven le ofreció la décima mirada furtiva, deslizando sus ojos del papel hacia la parte del rostro en la que el brujo poseía una cicatriz cruzándole desde la parte superior de su ceja hasta el pómulo, le ofreció una mirada realmente fría que le hizo escribir aún más rápido todo lo que había solicitado. Sabía que cuando fruncía el ceño, su cicatriz le otorgaba un aspecto realmente aterrador. Se había ganado aquella marca una noche como la que había sufrido el día anterior. Fue la experiencia más aterradora de su vida, la que se encargó de matar lo único bueno que realmente podría haber tenido en su interior. Desde entonces simplemente evitaba relacionarse con los demás, y si lo hacía, siempre era por algún interés propio. No quería tener a nadie cerca. Le bastaban sus libros y almas. Para siempre.

- ¿ Va a tardar mucho más?. Tengo obligaciones pendientes. – Su voz sonó demasiado suave para el tono indudablemente amenazador con el que se había expresado. No quería tener nada que ver con todo aquello. Se sentía incómodo por primera vez en su vida, casi podía jurar que podría salir corriendo de allí si alguien llegase a comprender que estaba habiendo una buena acción hacia otra persona. Realmente era indignante el ser una criatura malvada, se dependía mucho de la opinión ajena para poder avanzar en aquella petulante carrera hacia el infierno. Para poder asustar, se necesitaba el miedo de los demás.

El muchacho empujó la hoja hacia él, indicándole dónde debía firmar. Haciendo que el brujo emitiera la primera sonrisa que indudablemente había lanzado en toda aquella semana. A veces le sorprendía descubrir que tenía sentido del humor. Quizás uno muy negro y retorcido, pero no dejaba de ser sentido del humor.

Sacudió su cabeza, como si quisiese realmente reorganizar así sus pensamientos y comenzó a escribir su nombre, trazando una elegante letra que comenzaba con el inconfundible vaivén que conformaba su muñeca mientras escribía. Un ir y venir rápido que dejaba sobre el papel una mancha de tinta que parecía pertenecer al texto de un libro antiguo. Pero su bonito trazo se vio convertido en un terrible tachón acompañado de un borrón de tinta negra que arruinaba su firma, todo gracias al empujón que había recibido por parte de otra persona.

Su garganta emitió un gruñido de irritación, mientras sus ojos se deslizaban, como esferas azules cargadas con el peso de un ángel vengador, sobre el culpable de que su escrito se hubiese arruinado.

- ¿ No le han enseñado a mirar por dónde camina mujer?. – Le espetó sin siquiera contenerse mínimamente. Apoyó uno de sus pies sobre el objeto que se le había caído a la mujer y alzó una ceja con arrogancia. - ¿ Y bien? Espero su disculpa.

por **Shoshanna Lindner** Miér Sep 09, 2015 11:48 am

• • •

No fue el sonido grave de la voz de aquel desconocido, ni el peso de sus palabras que azotaron de forma imprudente los oídos de la inquisidora. Aquellos detalles pasaron a un segundo término. Era entonces el aura dantesca que cobijaba la forma mundana del caballero lo que llamó su atención alertando sus sentidos como nunca antes. El simple contacto visual hubiese sido difícil de mantener para un humano común. Pese a su diverso arsenal de habilidades, no pudo evitar sentir el peso de ese tirón de oscuridad y bruma sobre ella. Sería inevitable ocultar sus orígenes pues estaba tratando con un sobrenatural, aun así trató de mantener la calma antes de desatar una confrontación con aquellos entes que se mostraban hostiles ante su presencia. Parpadeo un par de veces antes de responder.

–Le ofrezco una disculpa caballero–

Hubiese preferido responder algo diferente, sin lugar a dudas. Ni siquiera cuando su padre le reprendía hubiese pedido una disculpa, existía solo una persona a quien profesaba tal devoción y ahora se encontraba alejado de ella. Esas ausencias que se prolongaban por días incluso semanas o meses era lo que trastornaba su mente. Enclaustrarse en las mazmorras significaba el único escape para ella, por más discordante que eso pareciera; cortando las hebras de cabello y uniendo con las ajugas. Este encuentro tan solo le restaba tiempo para continuar con su tarea encomendada. A pesar de tener un roce con la muerte cada vez que recibía los artilugios humanos entre sus manos, no estaba en dicho lugar por gusto, realmente necesitaba recuperar aquel artefacto para iniciar lo más rápido posible la confección de una obra más.

–Espero no haberle ocasionado un inconveniente mayor con mi ineptitud–

Detestaba con ahínco significar una molestia, un semblante de debilidad o un alma atada a merced del viento. Dichos adjetivos terminaban por recordarle a su madre y la forma en que esta doblegaba su voluntad cuando la insolencia de su progenitor se dirigía a ellas. Mantenía la mirada baja apretando los dientes para soportar los insultos y reprimir el hecho de ver a su mellizo siendo castigado por el mismo. Las eventualidades en su vida le habían orillado a volverse fría y distante a excepción de Daniel. El resto de los mortales y seres sempiternos podrían morir incinerados en las brasas del tártaro por sus pecados. Mientras su igual se quedara a su lado lo demás carecía de valor.

El ambiente se tensaba con cada minuto que transcurría. Los ojos del encargado se mantuvieron pendientes de los movimientos de ambos. Isobel reparó en la horrenda cicatriz que cruzaba sobre la lozana piel del hombre. Evidentemente no estaba tratando con un hechicero común, era algo que simplemente no había visto con anterioridad. En tan pocos segundos podía casi estar segura que su semejante había pasado por demasiadas experiencias poco gratas al tratar de mantener bajo control la avidez de aquellos encerrados en su cuerpo. Una mueca de simpatía se dibujó extrañamente en los labios de la joven.

–Si me disculpa, esa caja bajo sus pies me pertenece– respondió estirando la mano.

por **Vishous** Sáb Dic 05, 2015 6:39 pm

Durante varios minutos el silencio se estableció entre ellos, dejando que el hombre del registro de defunciones disfrutase de un espectáculo nuevo y que nada tenía que ver con muertos por una vez, sino con dos seres vivos que se enfrentaban con miradas, quemándose con acusaciones que quedaban patentes en el brillo de sus ojos claros. Normalmente solía ser alguien que ignoraba a todos los que le rodeaban, pero hoy estaba particularmente sensible, como si hasta el hecho de que el sol brillase pudiera ser un hecho abominable y claramente criticable. Se estaba comportando como un patán sin educación, lo cual podría preocuparle si es que tuviera caballerosidad, pero lo cierto era que carecía de empatía o, al menos, eso creía.

Su disculpa lo hizo sonreír. Una mueca lenta y deliberada que servía más para provocarla, quería escuchar de aquellos labios aquellas palabras que habían quedado sabiamente guardadas en el pequeño espacio que representaba el interior de su garganta. Le gustaba la brutalidad ajena, la fiereza femenina, aquel brillo que prometía una lucha eterna si se atrevía a cruzar la línea que ella establecía claramente con su postura erguida y las amables, pero frías, palabras que le había otorgado. Era interesante. Por lo que procedió a estudiarla en silencio, recorriéndola con sus ojos desde su cabeza a los pies. Analizó sus prendas, los colores apagados y prácticos de las mismas, su clara belleza, el brillo dorado de su melena, sus elegantes manos, sus pequeños y firmes pies. Le divirtió ver el tenue espacio que habia entre ellos y aquella tensión sin a penas conocerse.

- Lo cierto es que su torpeza ha arruinado un documento sumamente importante.- Le dijo con maldad, resaltando la palabra torpeza con su voz de forma deliberada, haciéndole saber que sus acciones dejaban mucho que desear. Sin embargo apartó la mirada para enfrentar al caballero que seguía disfrutando del espectáculo, escuchando más de la cuenta, así que le tendió de nuevo el papel al hombre con el ceño fruncido. - Lo que me recuerda que deberá repetir el documento de nuevo, no haga que reitere que tengo prisa, señor. - Su voz se endureció al referirse esta vez al oficinista. Lo último que quería era tener que esperar de nuevo otras dos horas sólo porque aquel hombre necesitaba el sello de su jefe y demás tonterías burocráticas. ¿ Es que uno no podía simplemente pagar y que metieran el maldito cadáver bajo tierra ?. Si lo hubiera sabido antes, lo habría enterrado él mismo, aunque la idea de tener a un desconocido durmiendo bajo tierra cerca de su cabaña le repugnaba. No quería tener una plaga de insectos en su propiedad. Ya era suficiente tener que soportar la colección de calaberas de su hermano. Battler era un completo loco.

Desvió de nuevo la atención a la mujer, solo para encontrarse con ella estudiándolo con su mirada, por lo que se quedó inmóvil sin mostrar el más mínimo signo de incomodidad por ello, recostándose contra el mostrador mientras el hombrecillo huía para no tener el malhumorado brujo quemándolo de nuevo con su reprobadora mirada. A veces era una suerte ser un hombre con muy pocos modales, le hacía perderse todas esas tonterías en las que estaban concetrados casi todos los hombres de la sociedad. Él era un expécimen extraño, lo sabía y eso le otorgaba un carisma capaz de atraer a los demás a su persona. Aunque a veces eso ocasionase que chocasen contra él como si fuera una roca, provocando que la gente que apreciaba se rompiese a su alrededor, a pesar de que deseaba mantenerlos a salvo.

- Por supuesto. - Dijo lentamente, frunciendo el ceño al notar aquella sonrisa en la mujer. No ocultó el desconcierto que le provocaba el tener a alguien mostrando afinidad hacia su persona, muy pocos podían llegar siquiera a sentirse a gusto a su lado. Así que simplemente se agachó para recoger aquello que se le había caído a la mujer, notando la respuesta inmediata de sus almas acerca del contenido, lo cual causó que su rostro mostrase una verdadera expresión de descondierto. Miró fijamente aquel bulto que sostenía ahora entre sus dedos, antes de mirar a la mujer, aunque esta vez no había burla en sus ojos, ni siquiera el brillo malvado y pícaro de quien disfruta metiendo el dedo en la herida ajena, sino una silente comprensión.

- Aunque antes de entregársela, sería más correcto que intentase enmendar su error, ¿no cree?. - Preguntó antes de darse la vuelta y alejarse, con la caja bajo el brazo, hacia la salida. Si debía esperar varias horas de nuevo, prefería hacerlo con algo de compañía. Su dolor de cabeza le estaba matando y si no recordaba mal, aquel recinto tenía una pequeña sala de descanso para aquellos que estaban velando a los muertos. Una habitación en penumbras con algún sillón cómodo seria su salvación, de lo contrario terminaría saliendo de allí para buscar varias botellas de whisky en las que ahogar su dolor. ¿Quién sabía?, quizás borracho fuese más amable.

por **Shoshanna Lindner** Dom Ene 24, 2016 11:39 am

• • •

Como una ola rompiéndose contra las rocas, así parecía recibir las palabras de la rubia aquel hechicero de singular rostro, enmarcado por la oscuridad y la frialdad que pocos mostraban en la capital, en ningún momento dejó de mostrarse altanero. A Isobel poco le importaba en realidad, había sido víctima de un encuentro poco afortunado y no tendría que soportar más en cuanto tomara la caja entre sus manos enguantadas. Cada uno seguiría con sus vidas y nada más.

–No tiene por qué repetirlo Monsieur, no espere a que ruegue por mi error–

Respondió tajante.

No resultaba del todo agradable para ninguna de las siluetas así que el brujo ordenó con ímpetu al oficinista quien se movió de inmediato tratando de no entorpecer mucho más el documento que yacía arruinado sobre el mostrador. Si el pobre hombre supiese lo que frente a sus ojos se cristalizaba, hubiese apresurado minutos atrás el procedimiento. Una discusión entre mortales de carácter volátil era ya algo desagradable, por lo tanto un encuentro entre una inquisidora y un sobrenatural estaba lejos de ser algo que las autoridades del lugar pudieran controlar. Pero esa no era la intención de ninguno. Una complicidad silente les demandaba aplacar sus deseos de destrucción. Curiosa era la forma en la cual con tan poco tiempo mirándose uno al otro y poseían muchas cosas en común.

Suspiró de mala gana al ver que tomaba el arca entre sus manos y se dirigía hacia el umbral del edificio. A su izquierda una sala de espera sumergida entre las penumbras decoraba con recato la sobriedad del lugar.

–Vaya, si esa disculpa no le basta adelante, puede quedarse con ella, de igual forma no creo que sirva de mucho su contenido ahora que la espera parece prolongarse–

Soltó ese comentario sin temor alguno, pues resultaría imposible ocultarlo si el otro poseía la misma aura que ella. No iba a perder su tiempo fingiendo ser una humana común y corriente. El eco hueco de sus pasos mesurados se hizo escuchar en el lugar. Tomó asiento y cruzó una de sus piernas moviendo el pie un tanto impaciente. Odiaba sentirse abrumada por las presencias enclaustradas en el cuerpo del hombre quien se hallaba a escasos metros de ella, pero lamentaba aún más el hecho de pedir otro objeto para su confección. El cabello humano era una de las partes más difíciles de conseguir, pero estaba segura de que no regresaría a la mansión con las manos vacías. Podía improvisar y sustituir con hilos esa parte aunque al final el resultado no fuese del todo perfecto, Daniel podría darle un mejor uso, distinto al que ella había planeado en un inicio.

por **Vishous** Miér Feb 03, 2016 9:27 pm

Tenerla sentada, de forma elegante a pesar de sus movimientos nerviosos que indudablemente hablaban de la inconformidad que sentía al tenerlo allí frente a ella, le hizo sonreír mientras se sentaba y descansaba su cuerpo contra el sillón de cuero. Debía reconocer que era más confortable de lo que se había esperado, aunque ya podía serlo, iba a tener problemas para comer aquel mes, ya que gracias a los inquisidores no muchos querían ir a buscar la ayuda de un brujo y un entierro no era precisamente barato. Pero poco importaba, sólo quería que pasase el tiempo y pudiera irse de allí, ser buena persona no iba con él. Ahora recordaba las palabras de su hermano mayor, indicándole que jamás pecase de bueno, era preferible ser un bastardo. Menos problemas con los que cargar.

Su sonrisa no se borró, aunque sí se mostraba más cansada que feliz, como si en el fondo su rostro no supiera cómo reaccionar a la felicidad. Dios sabía que él no había tenido muchos momentos felices, si lo pensaba, él en sí era casi un milagro. Se había criado solo en el bosque, alimentado con plantas e insectos hasta que aprendieron por las malas qué frutos eran malos y cuáles buenos. Las almas siempre estuvieron con su hermano y él, fueron su familia, sus amigos y también su peor influencia. Pronto entendieron que lo que ellas le enseñaban no siempre era cierto, no siempre era lo "normal".

- Puede tranquilizarse, no quiero sus disculpas vacías. Sólo que se quede ahí, nada más. - Le aclaró antes de que comenzase a pensar que él realmente quería algo de ella. Más bien le servia cualquiera, hombre o mujer, alto o bajo, gordo o flaco. Qué más daba. Él sólo quería alguien que pudiese sentir en la soledad, una presencia que le evitase el irse de allí a hacer cosas malas. Muy malas.

- Sólo respire, deme parte de su tiempo, ¿ no es eso lo que enseñan a las jóvenes doncellas de buena familia ?. ¿ Ser buenos con el prójimo o alguna cosa similar ? - Evitó decir algo ofensivo, ya que no era estúpido. Una cosa era ser antipático, otra hacer que ella se fuese cuando no quería eso.

Cerró sus ojos y recorrió con la yema de sus dedos la superficie del objeto, aunque con un susurro de sus almas, sus dedos se tensaron hasta el punto en que las uñas se clavaron dolorosamente sobre la madera. Aquel dolor hizo que sus hombros se relajaran, a veces era necesario el golpearse o hacerse algún que otro corte para callar de golpe las voces. Nada dramático, sólo lo necesario para que lo dejasen en paz. Algo parecía revolverlas con la cercanía de aquella caja, así que no podía ser nada bueno. ¿ Qué quería hacer aquella mujer con aquel ingrediente ?

por **Shoshanna Lindner** Mar Feb 16, 2016 6:23 pm

• • •

Lentamente los minutos se consumían en ese vaivén acompasado llamado tiempo. La penumbra que imperaba en la habitación abrazaba a ambas figuras en una sola comunión, una que les estrechaba no solo por compartir dones sobrenaturales, sino por la terrible y casi ofensiva soledad que les orillaba a mostrarse fríos, ausentes de cariño hacia el resto de la sociedad parisina. La forma en la cual el extraño se dirigía al empleado del lugar, no distaba mucho del carácter de ella cuando ordenaba en la mansión le dejaran sola para iniciar una nueva creación. Eso le molestaba de sobre manera y quizás por esa única razón permitía a su oyente delinear esa delicada línea de distancia entre ambos. Ante la respuesta ajena solo chasqueo la lengua y movió un poco más rápido sus dedos, tamborileaban para evitar decir una mala palabra o reaccionar de forma volátil. Después de todo, solo tenía que esperar un par de minutos más para dirigirse al encargado una vez más y podría olvidar ese encuentro como uno de los menos afortunados desde su llegada a la capital.

–Que petulante–

Masculló para sí misma.

Intentó calmarse cuando escuchó la gravidez de la voz ajena, no por el acento peculiar que este poseía y la forma en la cual arrastraba las palabras, sino por la forma en la cual se dirigió hacia ella. Una petición por demás insulsa y molesta para la inquisidora.

–Vaya Monsieur ¿Qué le hace pensar a usted que mis orígenes son los propios de una doncella de buena cuna?–

Soltó con un dejo de sarcasmo, pues dicha descripción distaba mucho de lo que realmente aguardaba su pasado, uno que no necesitaba recordar ahora.

–Pero está bien, si eso es lo que necesita lo puedo hacer. La doncella educada que saluda y honra al varón aunque se trate de un desconocido–

Sonrió y ofreció su diestra enguantada para estrecharle. En realidad no era el mejor de los panoramas pero no era estúpida. Aquellas palabras por parte del sujeto podrían ser una especie de tregua para no terminar despedazándose a las afueras del recinto mortuorio. Quien sabe, quizás aquel encuentro fortuito le podría retribuir en una posible alianza y la mujer consciente estaba que no podía desperdiciar una oportunidad como esta.

–Isobel Ness–

Dijo a secas pasando sus orbes por la caja y después calvándose directamente hacia la mirada ajena, una que parecía quemar y atraer en la misma medida.

por **Vishous** Sáb Abr 02, 2016 7:54 pm

Le divertía el que ella le preguntase sobre su certeza acerca de su clase social, en realidad, habían pocas cosas que no pudiera adivinar de ella por las malas. Aunque claro, eso conllevaría el usar a sus almas para informarse y estaba demasiado débil como para poder pararlas cuando quisieran más. Estaba cansado de esa resistencia inhumana que debía mostrar en todo momento. No podía permitirse ser débil jamás, así que mantuvo su curiosidad atada y amordazada en su interior. No quería terminar con más mierda encima que aquel entierro demasiado caro para un desconocido.

Relajó sus dedos de nuevo, cediendo al deleite que sentía por la suavidad del material barnizado. La madera parecía ser resistente, una obra demasiado hermosa por su simplicidad y firmeza. Golpeó tres veces sobre la tapa, antes de acariciar el cierre con la yema de su índice, mostrándose ligeramente desconcentrado de la conversación.

- ¿Cree que quiero que me honre sólo por ser hombre? - A pesar de su mirada desenfocada sobre la caja, su respuesta dio a entender que estaba atendiendo a cada una de sus palabras. Solo tenía la habilidad de aparentar algo totalmente distinto a lo que realmente se cocía en el interior de su mente. Era similar a todos aquellos depredadores que había visto cazar en el bosque, ella seguía considerando que no nació en una cuna de oro, pero si hubiera visto cómo se crió él hasta que tuvo la fuerza suficiente como para hacerse una cabaña junto a su hermano, entendería que cualquier huérfano tenía mejor crianza que la suya.

- No se confunda, no la quiero doblegada a mí solo porque algunos hombres prefieran castrar cualquier sentimiento de resistencia para confeccionarse una hermosa y sumisa esposa.- Alzó sus ojos hacia ella, abandonando el estudio del extraño objeto que seguía acariciando con suavidad con los dedos. Señaló con su cabeza a la ventana de la habitación para poner énfasis en sus palabras.

- Yo deseo sus secretos más oscuros o la magia más atroz. - Rió con suavidad golpeando la caja con su dedo para atraer la atención de ella sobre el objeto. - Los hechizos más antiguos, las runas, la magia arcana. - Rodó sus ojos intentando no perder la paciencia al recordar toda la basura que decían sobre los festivales de brujos, al fin y al cabo, para la Iglesia, reunirse en la noche, cantar y cogerse de las manos ya era magia negra. Cuán espeluznante sería que descubrieran la verdad.

Se calló durante unos segundos, pensando en el nombre de aquella mujer, intentando recordar si le sonaba de algo. Pero lo cierto era que no, conocía a muchos brujos, porque su búsqueda de una cura le había llevado a visitar lugares espeluznantes y mujeres que eran mejor que fueran quemadas para que no dejaran descendencia. Las mentes eran frágiles a los misterios que podían enseñar la magia negra.

- Pero me conformo con una conversación, Isobel Ness. - Se inclinó hacia delante para tomar la mano que le había ofrecido y la estrechó con firmeza, sin titubeos. - Puede llamarme Vishous. Ahora que nos hemos presentado, ¿ sabe que lo que tiene en esa caja debe ser usado con cuidado y precisión verdad?.

por **Shoshanna Lindner** Miér Abr 13, 2016 3:10 pm

• • •

Conscientes estaban que en medida el tiempo transcurría, de alguna manera u otra se verían enfrascados en una especie de conversación. Algo no tan común para la inquisidora, no obstante, sabía cómo comportarse de acuerdo a la situación, después de todo tanto ella como Daniel eran supervivientes de la inmundicia y la inanidad de una sociedad que se regía por normas por demás estúpidas y banales. Creía haber acertado en sus conjeturas sobre el origen sobre natural del hechicero, para su desgracia quizás, se había topado con uno demasiado perspicaz y estaba de sobra apuntar, el poder que regía su cuerpo. La lobreguez que descansaba a su alrededor engullendo los pocos átomos de luz que aun flotaban en la vespertina escena. Miró a detalle la fisonomía ajena, como cada línea en ella se arrugaba y desplegaba según fuese el caso. Y aunque apenas hizo contacto con la diestra del joven, segura estaba que más de un anima yacía en su interior. La inquietud de la rubia no yacía en el hecho de ver un ente de semejante alcance, más bien se sentía atraída por esa fortaleza que el otro poseía al mostrarse inmutable sabiendo las ansias que devoraban su interior.

Qué horrido sortilegio le obligaba a mantenerse en silencio, conociendo la tortura que significaba alimentar con su propia energía a la voracidad de esos entes.

–De igual modo, no estaba dispuesta a hacerlo, sólo necesitaba saber un poco más sobre usted Monsieur, pues veo que la espera se prolongará por un par de horas más–

Por medio de un simple intercambio de miradas y palabras, ella se había asegurado que no saldría lastimada por aquella vorágine. De ese modo resultaba un poco más simple conllevar la charla venidera. Los ojos de Isobel se tornaron ligeramente más grandes cuando aquel sujeto se refería de tal naturalidad a lo vedado por la sociedad. Resultaba favorecedor, puesto que ella de cierto modo sentía una represión al tener que hablar entre líneas con aquellos ajenos a los conceptos mencionados por el hombre.

–Lo hubiese mencionado antes– susurró hacia la penumbra.

–No soy una experta en la materia, sin embargo puedo hablarle del gran riesgo que conlleva dicho don y como usted se habrá dado cuenta ambos poseemos, lo que nos hace una especie de híbridos en este plano, escuchamos susurros del más allá, danzamos con la muerte y muy de vez en cuando cedemos a la locura que nos confiere–

Sonrió una vez más.

–Encantada, Vishous–

El nombre significaba un misterio, uno que ahora había atraído su atención. Después solo asintió a la aseveración.

–Esa misma demencia que mencionaba segundos atrás, nos arrastra a realizar actos atroces, donde difícilmente se miden las consecuencias– suspiró –Esa arca en sus manos, podría poseer algo más que material para eternizar el arte, pero usted no es ajeno a dicho material ¿Me equivoco?–

Entornó sus orbes hacia él.

por **Vishous** Lun Jul 04, 2016 10:59 pm

Asintió con cierta severidad a la explicación que había dado de su propia raza, pues si bien eran ciertamente humanos por todas sus debilidades y escasas virtudes, no podían considerarse completamente tales. Su fisionomía correspondía con la misma especie, pero sus sentidos se habían desarrollado hasta el punto de conectarse con lo invisible del mundo. Las puertas que para otros estaban cerradas, para ellos ahora estaban abiertas. Era glorioso y triste, pues personas como ellos no solían ser comprendidos. Hacía falta ser un paria, para comprender cómo caminar por el mundo sin considerarlo tuyo.

Su sonrisa lo distrajo durante unos segundos, ya que se había acostumbrado a su semblante serio y distante. Parecía extraño ver como alguien que se había enfrentado a él con elegancia, parecía brillar ahora que sus dientes eran mostrados por aquel movimiento curvo de sus labios. Algunos hombres serían afortunados de recibir una de aquellas sonrisas, ya que podía imaginar que no eran frecuentes.

- No soy ajeno a la locura que puede producir la carga de nuestro poder, aunque precisamente por eso, deben ser medidas las consecuencias de cada acto.- Le recordó con tranquilidad, sin ningún afán de cuestionarla. Él no era el indicado para decir cómo se debía usar la magia, más bien todo lo contrario. Por su falta de control, había una persona a la que había tenido que enterrar. No sabía nada del joven, salvo que su cuerpo y sangre fue usado para iniciar un antiguo hechizo. Ésa era su constante realidad.

No sabía cómo contestarle a su pregunta, ya que sus palabras parecían haberse quedado atascadas en su garganta, amenazando con asfixiarlo con una eficacia sorprendente. Odiaba esa sensación de impotencia, de saber que la verdad sólo sería capaz de condenarlo más que de hacerlo libre. Nadie entendería lo que sería capaz de hacer con tal de arrevatarle aquello que se movía constantemente bajo su piel, esperando pacientemente un descuido de su parte, para salir al exterior.

- No, señorita Ness, no soy ajeno a tales materiales.- Le dio una pequeña sonrisa y golpeó con el dedo sobre la caja de nuevo para acentuar sus palabras.- Sé perfectamente los numerosos usos que puede tener para ello, precisamente por eso le pregunto si sabe lo que va a hacer. - Sus ojos no brillaron con su sonrisa, sino que mantuvieron una calma similar a la de un depredador antes de decidir si atacar a su presa.

por Contenido patrocinado

La vida y su tic-tac ( Isobel )

La vida y su tic-tac ( Isobel )

Re: La vida y su tic-tac ( Isobel )

Re: La vida y su tic-tac ( Isobel )

Re: La vida y su tic-tac ( Isobel )

Re: La vida y su tic-tac ( Isobel )

Re: La vida y su tic-tac ( Isobel )

Re: La vida y su tic-tac ( Isobel )

Re: La vida y su tic-tac ( Isobel )

Re: La vida y su tic-tac ( Isobel )

Re: La vida y su tic-tac ( Isobel )

Re: La vida y su tic-tac ( Isobel )

Re: La vida y su tic-tac ( Isobel )