The game [Isobel]

por **Vlad** Vie Mayo 25, 2018 6:43 pm

Su nivel de aburrimiento siempre estaba variando, pero regularmente se situaba en puntos demasiado altos como para ser lidiados de manera normal y esa noche se encontraba lejos de su ancla a la cordura; se encontraba lejos de Jeanne. Se había encontrado con ella de manera casual y le había ofrecido su ayuda a cambio de su alma, pero en el tiempo que llevaban juntos, había descubierto l inmortal que ella era más que una simple hechicera a la que quería utilizar. Vlad quería estar pues cerca de la hechicera tanto como le fuera posible, más había noches como aquella, en las que deseaba estar solo, internarse en las calles y buscar diversión.

La oscuridad no era únicamente un estado perteneciente a la noche, sino también parte de lo que existía en el interior del inmortal, que andaba cual dueño de todo lo que le rodeaba. Para él las cosas eran sencillas; todo le pertenecía de alguna manera, pero eran contadas las circunstancias o personas que obtenían del todo su atención. En su oscura y retorcida mente, aquello que obtenía su atención debía de sentirse complacido, porque significaba que era lo suficientemente especial como para que Vlad planeará perder el tiempo en algo o alguien que quizás, no valiera tanto después de todo.

Conforme avanzaba la noche y sus pasos le guiaban por diversas calles, no solo incrementaba su aburrimiento sino también su molestia interna. París se estaba transformando a pasos agigantados en el peor lugar para que estuviera; comenzaba a parecerle más aburrido que cualquier otro lugar donde antes hubiese estado. Necesitaba algo de diversión y la necesitaba de manera urgente pues la venganza que planeaba en contra de los que deseaban dañar a Jeanne, tomaría más de lo que ambos deseaban. Fue entonces esa imperiosa necesidad de algo con lo cual jugar, lo que transformo a cualquiera que anduviera cerca de donde él como un juguete potencial de liberación de tensión interna.

Por la zona en la que se encontraba existían varias calles que le llevarían hasta algún ser viviente y sin embargo, escogió aquellas que le llevaron de manera inevitable hasta donde se hallaba una mujer que despedía olor a lobo.

En la calle existía una notoria iluminación, patrocinada por las farolas y la luna brillando en lo alto del oscuro cielo. Dos seres de apariencia falsamente humana se encontraban, siendo únicamente recipientes de una mentira. El vampiro no contuvo una oscura sonrisa cuando sus ojos y los ajenos se encontraron, pues ante él se encontraba un juguete resistente.