The power of a Lie || Zhanna

por **Rhaegar W. Frimost** Jue Feb 26, 2015 12:57 am

¿Cuánto tiempo me había demorado en preparar toda aquella escena que finalmente estaba a punto de llevarse a cabo? ¿Cuántas noches había pasado en vela, soñando con ello, obsesionándome con ello, hasta finalmente estar convencido de que todas las piezas encajaban a la perfección? Cientos, miles de noches, hasta que finalmente di con la pieza clave que me faltaba, la identidad del "rey" que habría que gobernar mi tablero, que me daría la posibilidad de dejar en jaque a la reina. A la reina de verdad. A esa farsante, a esa mentirosa que había resultado ser la última de los Hanover. Irïna. Pronunciar su nombre aún dejaba en mi garganta un regusto amargo. El sabor de la decepción, de la rabia. Pero pronto, muy pronto, la venganza que había prometido que llevaría a cabo en honor a mis padres cobraría forma, y acabaría con ella, con su linaje, tal y como su padre hizo con nosotros. Por su culpa. Y entonces, cuando ella exhalara su último aliento, mi alma, esa parte de mi que había permanecido en la tierra para llevar a cabo esta misión, finalmente sería libre. Volvería a ver a mis seres queridos. Estaría en paz, después de todos aquellos años de sufrimiento, de permanecer oculto a los ojos de los demás, a fin de garantizar que mis planes de venganza no resultaran dañados. Y ahora estaba cerca, muy cerca de conseguirlo. Por fin.

Quizá por eso no pude contener mi emoción cuando aquella joven de ojos claros y delgadez extrema, el "rey" de mi tablero, llamó a la puerta de aquella casa que había "encantado", guiada por dos de mis sirvientes. Su parecido con la reina era realmente impresionante. Sus facciones delicadas, ojos tristes y de un profundo color azulado, aspecto grácil y delicado. Sin duda eran hermanas. De hecho, eran incluso más parecidas entre sí de lo que yo mismo lo había sido con mis hermanos, cuando entre nosotros sí que habían lazos de sangre más fuertes que entre ellas dos. Mi plan, por fin, estaba a punto de llevarse a cabo, gracias a esa chiquilla a la que tuve que prometerle que le presentaría a su padre para convencerla de ayudarme. Un padre que yo mismo había asesinado, en aquel incendio que asoló la nación de Escocia, años atrás. Resultó ser también tan crédula como lo hubo sido su hermana, aunque en ella veía reflejada una inocencia que hacía mucho que la monarca había perdido. En cierta forma, me causaba algo de ternura, aunque no lo suficiente como para sopesar la posibilidad de no utilizarla con aquellos fines tan poco... ortodoxos.

Irïna había destruido a mi familia, y yo la destruiría a ella, empleando como medio a la única familia que le quedaba. Y sí, es cierto que yo le había arrebatado también a sus padres, pero no era suficiente. Nunca lo sería. No pararía hasta verla tan hundida que acabase por suplicar su muerte. Y entonces, me la llevaría conmigo. Estaríamos juntos en el infierno, por toda la eternidad. El camino para ese destino que había planeado para ambos, comenzaba en aquel momento.

- Pasa, pasa, Zhanna... Supongo que mis ayudantes no te habrán comunicado el motivo para traerte aquí, pero confío en que sí te hicieran llegar mi carta. Como solicitaste, tengo información sobre tu padre que creo que podría ayudarnos a dar con su paradero. Supongo que aún quieres conocerlo, ¿no? -Pasé el brazo por encima de sus hombros, notando al instante cómo se tensaba ante mi contacto. Era muy pequeña, y parecía tan frágil que casi daba la sensación de que fuera a quebrarse en cualquier momento. Exactamente igual que su hermana. No pude evitar dibujar una mueca de fastidio. De repente, aquella ternura se convirtió en algo más parecido a rabia que a otra cosa, así que me alejé de ella disimuladamente, más para protegerla de las intenciones que comenzaban a aflorar en mi mente que por deseos de hacerlo. Por un lado, que se pareciera tanto a Irïna era positivo para mi plan, pero por otro, los sentimientos contradictorios que siempre había sentido por ella se veían reflejados en aquella joven, motivados por su parecido. Y eso... Eso podía complicarme mucho las cosas.

por **Zhanna D. Vasílièva** Sáb Feb 28, 2015 11:49 pm

No sabía cuándo exactamente había terminado por aceptar aquella siniestra propuesta que aquel completo desconocido le había presentado. Lo que sí supo, desde el primer momento en que estuvo ante él, era de que había algo más oculto tras sus intenciones y sus sonrisas. Algo que no conseguía identificar del todo, pero que estaba segura de que acabaría trayéndole problemas. La pregunta entonces era, ¿y por qué aceptó la propuesta, si sabía desde el principio que había algo que iba terriblemente mal? Pues la respuesta era, en realidad, bastante sencilla. Y es que, aunque fuera mala, era la única baza que tenía para conocer a su padre. La carencia de medios había caracterizado su vida desde hacía unos años, y se había acentuado enormemente desde la muerte de su madre. Quedarse sola, además de resultar un terrible golpe para su ánimo, también había provocado que el hombre que le rentaba la pequeña casa en la que había vivido durante años decidiera que una chica tan joven, y sin medios, no le interesaba lo más mínimo. Y era lógico, si se paraba a pensarlo, aunque quizá, en su inocente percepción del mundo, había dado por supuesto que la gente tendría más tacto con ella debido a su orfandad. Estaba equivocada, para variar.

Y así había sido como había dado con él, o más concretamente, como él había dado con ella. Se había pasado semanas documentándose, estudiando el país en el que su madre le había confesado que vivía su padre, soñando con el momento en que finalmente pudiera conocerlo, después de todos aquellos años. Entonces uno de sus hombres había aparecido, venido de la nada, diciéndole sin ningún tipo de preámbulos que sabía lo que estaba buscando, y que su señor podría conseguirlo para ella, a cambio de un pequeño favor. Y Dasha, que a pesar de ser bastante infantil, no era estúpida, no se lo había creído, al menos no de entrada, pero la insistencia de ese esbirro, y de otros muchos más que parecían encontrarla allí donde estuviera, la llevaron a preguntarse, ¿por qué no? Lo único que ansiaba en la vida, lo único que la motivaba para continuar en aquellos momentos era la perspectiva de poder conocer a su padre. Daría cualquier cosa a cambio de poder cumplir ese sueño, de dejar de estar sola de una vez y para siempre. De recuperar el tiempo perdido... De cumplir el último deseo de su madre, que no era otro que un reencuentro entre ambos. Y alguien se ofrecía a ello, se lo ponía en bandeja, con un simple favor a cambio. ¿Qué podría pedirle que ella no estuviese dispuesta a dar? Muy pronto lo averiguaría.

Así fue como finalmente dejó atrás las frías tierras de Rusia, para adentrarse en el fascinante mundo de la Europa más occidental. Hizo escalas con aquellos "guardaespaldas" en diversos lugares que ella únicamente conocía por medio de los libros que siempre le había gustado leer. Y a medida que iba descubriendo las maravillas del mundo, fue concienciándose de que probablemente aquello que iban a pedirle, superaría con creces cualquier cosa que se estuviera imaginando y que, a pesar de eso... no le importaba. Al menos, de momento. Porque no sabía lo mucho que deseaba salir de su país hasta que puso un pie fuera. No quería pensar en volver. No podía volver. No ahora que estaba tan cerca de conseguirlo.

Y cuando quiso darse cuenta estaba siendo guiada por estrechos y malolientes callejones de la ciudad de París, en busca del hombre que había hecho todo aquel viaje posible, y que, según él, era capaz de llevarla ante la presencia de su padre. Fue en ese momento cuando la impresión súbita de que lo más inteligente era salir corriendo volvió a asaltarla de repente. Pero estaba tan asustada que ni siquiera era capaz de decir palabra. Se limitó a seguir a los hombres, como una oveja obediente que nunca se separa de su pastor, a pesar de que su alma, su corazón y su sentido común le gritaban que había otras formas de conseguir aquello que deseaba, que no implicaban confiar en alguien del que nada sabía. Y aunque esa vocecita interna tenía toda la razón del mundo, cuando aquellos esbirros cerraron la puerta tras de sí y se halló "presa" bajo las manos de aquel hombre, supo que se había metido de lleno en la boca del lobo. Y que no tenía escapatoria. Era demasiado tarde.

- S-sí, Señor... P-por supuesto que quiero conocerlo... E-es por eso que he venido hasta aquí. -Sentía que todo su cuerpo temblaba con violencia. Estaba asustada, y no sólo por su presencia, que le resultaba francamente inquietante, sino porque el hecho de que hubiera ido directamente a hablar sobre su padre la hacía desconfiar aún más si cabía de sus intenciones.

por **Rhaegar W. Frimost** Vie Mar 27, 2015 1:11 am

No me resultó demasiado complicado adivinar el miedo implícito en sus palabras. Y aunque, sin duda, sus titubeos fueron una gran pista para ello, su rostro contraído era lo que reflejaba en mayor medida el terror que parecía albergar su alma, y que se había acentuado ante mi presenta. No es que me extrañara, ciertamente. Después de todo, había recorrido medio mundo para encontrarse con alguien que le había prometido cosas que nadie le daría de forma gratuita. Y yo tampoco, claro. Aunque, de momento, aún no sabía gran cosa de lo que iba a pedirle a cambio. Y así debería seguir siendo, al menos por ahora. Así que aunque su desconfianza no me pilló del todo por sorpresa, sí que me hizo esforzarme bastante más en que mi rostro pareciera todo lo afable posible. Debía ganarme su confianza si deseaba que aquel plan que llevaba años trazado, y que ahora me quedaba por perfeccionar, saliera a la perfección. No podía cometer ningún error, porque ello significaría asumir que Irïna habría vencido. Y eso no ocurriría. Tenía que destruirla. Tenía que verla acabada, suplicando de rodillas por su vida, para luego arrebatársela también, después de haberle quitado todo. Solo así mi alma y la de mi familia podría descansar, finalmente, en paz.

- ¿Te encuentras bien? Pareces muy alterada. ¿Alguno de mis "chicos" ha hecho algo que te haya molestado? Si es así, no dudes en decírmelo para tratar de enmendarlo... -Ambos sabíamos que el único culpable de aquel miedo en la joven era un servidor, pero todo cuanto podía hacer para que desapareciese era jugar al despiste, intentar que acabara por confiar en mi, tratar de hacerle ver que no tenía motivos para desconfiar... Aunque era obvio que los tenía. Conduje a la chica hacia una sala contigua, bastante menos tétrica que la que hacía las veces de recibidor. A diferencia de la entrada, en esa habitación las ventanas estaban abiertas de par en par, dejando entrar la claridad del Sol. El mobiliario era escaso, y estaba cubierto por una densa capa de polvo, a excepción de un gran sofá de cuero de color oscuro, que ocupaba todo el lateral de la sala. La invité a acercarse a él con un gesto, y después me senté sin decir nada, para quedarme observándola.

A diferencia de su hermana, que era una mentirosa profesional, aquella muchacha parecía tener la verdad escrita en su semblante, en sus ojos, así que no era demasiado difícil averiguar lo que estaba pensando. De pronto me di cuenta de que convertirla en la suplantadora de una monarca, a pesar de que resultaría una ardua tarea, probablemente fuera también bastante gratificante. Despedía inocencia, dulzura y bondad por cada poro de su piel. ¿Cómo me sentiría cuando todos aquellos sentimientos buenos se tornaran bajo mi mando en maldad y astucia? Probablemente, como cuando un artista observa su obra maestra en el lienzo, o sobre el papel. Ella sería mi obra maestra. Convertirla en una traidora a la patria de su padre sería mi ópera prima. - Ven sin miedo, joven Zhanna, mi único deseo para contigo es ayudarte a encontrar a tu padre. Así que tranquila. Aquí estamos solos. -Incluso esa afirmación, que casi parecía simple e incluso banal, era mentira. Tras cada puerta y ventana había uno de mis sirvientes, vigilando por si a la asustadiza muchachita se le ocurriera salir corriendo. Ahora que había caído en mis manos, no pensaba dejarla escapar. Ella era la pieza en el tablero que siempre me había faltado. Y ahora que la había conseguido, no la dejaría marchar.

por **Zhanna D. Vasílièva** Lun Abr 06, 2015 8:21 pm

La joven, visiblemente asustada, siguió al hombre hacia otra sala cuando este le indicó con un gesto que así lo hiciera. Y aunque su mente encontró bastantes motivos para no hacerlo, su carácter dócil siempre la había impulsado a obedecer órdenes sin cuestionarlas. Era una cualidad que había aprendido de su madre, quien sabiamente le había dicho que el mundo era demasiado oscuro, demasiado complejo, y que lo más inteligente para una chica como ella, de su condición, era hacer caso a las órdenes de sus superiores, de sus patrones, o de sus amos, para así ganarse su respeto y protección. Y aunque probablemente su madre no se refiriese concretamente al tipo de hombre que parecía ser aquel que la había llevado en un viaje por todo el continente europeo hasta llegar a París, no le había costado comprender que si apreciaba su vida lo suficiente, lo mejor sería no darle motivos para enfadarse. Por eso ni siquiera dijo nada. No creía que él necesitara oír una respuesta de sus labios para saber que no tenía miedo a aquellos hombres. A pesar de su aspecto rudo y su falta de modales, había pasado muchos meses viajando con ellos, y además de protegerla, le habían servido como compañía y consuelo en momentos de flaqueza. No eran tan malos como aparentaban. Él, sin embargo, ocultaba gran maldad bajo una máscara de calma. Y eso era mucho más peligroso.

Cuando entró a la habitación, siguiendo al hombre, el aspecto de la misma no le ayudó especialmente a tranquilizarse. Era tan tétrica... Casi parecía la sala de una casa abandonada, si es que realmente no era así. Y lo más extraño de todo fue que cuando el hombre pasó frente al hilo de luz que se colaba por la ventana, por un momento creyó que los rayos de Sol pasaban a través suya. Parpadeó un par de veces, para volver a mirar a su figura, que volvía a parecer normal. ¿Tan nerviosa estaba que ya empezaba a imaginar cosas? Por un momento deseó que aquellos hombres que se habían quedado fuera de la casa, vigilando, entrasen dentro y la acompañaran. Se sentía más segura en su presencia, a pesar de que trabajaran para aquel que tanto la asustaba. Encogió los hombros y avanzó hacia el sofá, lentamente, como esperando a que aquel hombre terminara por abalanzarse sobre ella en cualquier momento. Todo lo dócil que había aprendido a ser, también lo era de cautelosa. Finalmente se sentó, todo lo alejada posible de aquel hombre, y dirigiendo su mirada directamente hacia el suelo, para luego titubear un par de veces, antes de poder hablar finalmente.

- N-no... ellos se han portado bien conmigo. No hablan mucho, p-pero siempre han sido amables y me han protegido de algunas emboscadas... Y-yo no sabía que los caminos eran tan peligrosos... C-creo que no podría agradecérselo lo suficiente... -Evitó en todo momento referirse a él, y mirarle a los ojos. Estaba demasiado tensa, demasiado nerviosa como para enfrentarlo, pero tampoco deseaba hacérselo notar en exceso, y sabía que aquel temblor en su voz no haría más que acentuarse si le mirara. Y no quería mostrarse débil, no delante de ese hombre. - ¿Ahora me dirá cómo puedo encontrar a mi padre? Deseo verle tanto... Echo de menos poder compartir momentos con alguien cercano... Y cumplir el último deseo de mi madre, de reencontrarme con él. -Después de todo, por eso había aceptado aquel viaje, a pesar de que su conciencia le dijera que había algo que no cuadraba, algo que no pintaba bien. Necesitaba verle. Necesitaba volver a sentirse querida. Necesitaba volver a tener una familia de verdad.

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