Vecinos & Resacas ♤ Cuán

por **Lavern Connolly** Sáb Feb 28, 2015 12:55 am

Tick tock, we all know the sound,
Time's never there when you want him around.

Tres meses atrás...
En las dependencias del piso superior a la florería que había a nivel de calle habían dos apartamentos. Uno que estuvo desocupado desde hacía meses, y el otro en el que había vivido ella desde hace varios años. Sin embargo, desde hacía dos semanas que el apartamento del frente al suyo había sido ocupado. Curiosa, había ido a hablar con la señora dueña del edificio, a quien le pagaba la renta, y había oído de ella que quien arrendaba era un joven Irlandés, como ella, pero que no sabía nada más de él aparte de que era adinerado, lo cual a sus ojos de hechicera, le sonaba algo sospechoso. ¿Qué haría un joven de clase alta viviendo solo en un lugar como ese? No tardó en descubrirlo.

Desde que se había mudado, no había logrado verlo ni una sola vez, ni entrar ni salir en ningún momento. Tampoco lograba encontrárselo en las escaleras, o sentir cuándo entraba o salía del apartamento. No obstante, recibía muchas visitas. Todos los días, desde que llegó, un montón de personas subían las escaleras del costado del edificio para ir a tocarle la puerta, pero como nadie les respondía, luego iban a tocar la de su propia puerta; y cada vez que ella abría, le preguntaban por algún “Cuán”. Varias veces tuvo que despacharlos a la fuerza, pues se ponían bastante insistentes, y todo aquello estaba comenzando a irritarle. Lo único que le causaba risa era la idea de que alguien se llamara Cuán. Lo demás, una molestia.

Aquella mañana se levantó temprano con la alegría de tener un día libre del trabajo en el hostal. Fue a la cocina a servirse una taza de café bien cargado con crema, se duchó rápidamente y se puso un vestido azul que se afirmaba en el torso y cuyos tirantes caían delicadamente por el costado de sus hombros. Se sentó en la pequeña sala de estar, con el café sobre la mesa de centro y, mirando hacia afuera por la ventana abierta, tomó su acordeón y comenzó a tocar al mismo tiempo que cantaba. Si tocaba y cantaba lo suficientemente alto, quizás no sentiría los golpes a la puerta de aquellos visitantes indeseados y lograría relajarse y divertirse por un rato.

por **Cuán McEachtighearna** Sáb Feb 28, 2015 1:31 am

Ah no. No, no, nononono. Esto si que no.

Estar con resaca es una cosa con la que se podia vivir, según Cuán. Que haya clientes desalmados que vengan a tocarle la puerta cuando, evidentemente, él seguía sensible a ruidos un miércoles por la mañana también era comprensible para un humano.

Pero esto no lo iba a tolerar. ¿Quien en su sano juicio se pondría a cantar a vivo pulmón a estas horas de la mañana? ¡No era ni mediodia, maldición!

Abrió los ojos e intento bajar sus pies de la cama cuando se dio cuenta de que no tenía pies.

Curioso. Se murmuro para sus adentros.

Giró la cabeza un poco y comprendió rápidamente: en algún momento de la noche se habia transformado en una serpiente. Siseó frustradamente y cambió a su forma humana, arrepientiéndose rápidamente debido al ahora ridiculo dolor de cabeza que esto le produjo, y a que podía escuchar a la trovadora del departamento del lado mucho más claramente.

Sabía que tenía una vecina... Le habian dicho el nombre, pero no se acordaba para nada. ¿Lorraine? ¿Latent? ¿L'oreal? Bueh, algo con ele, al menos.

Se vistió rapidamente sin siquiera ver qué se ponía encima mientras fuera la prenda correcta, y abrió su puerta de golpe.

La luz del pasillo lo cegó, haciendolo gritar de dolor y cerrar la puerta rápidamente, apretandose el pie en el proceso, lo que lo llevó a gritar de nuevo, y finalmente gruñir por que el sonido de sus propios gritos le estaba partiendo la cabeza.

Qué miércoles de mierda. O jueves.

Abrió la puerta lentamente para no volver a sufrir tanto por la luz, y murmurando cosas sobre no ser un vampiro de pacotilla, cojeó hacia la puerta de su vecina y la golpeo mientras con la otra mano se cubria la cara. Cuando escucho que abrían, habló sin sacarse la mano de los ojos para que la luz que podia sentir calentar su mano (que probablemente venía de detras de... ¿Laurel? ¿Lolein?) no le reventara las córneas.

- Vecina, disculpa que te moleste, pero estoy con una resaca que tengo ganas de morir o de beber hasta morir. ¿Podrías no cantar a estas horas? O darme un trago, lo que te acomode más. A todo esto, soy tu vecino, ¿quieres comprarme drogas?

por **Lavern Connolly** Dom Mar 01, 2015 2:40 pm

Everyday, anyway, we try and make plans.
But he looks with face what he collects with his hands.

Su voz cantaba versos en inglés a todo pulmón cuando sintió golpes tan fuertes en la puerta que resonaban por encima de su canto y su acordeón. Se detuvo solo para verificar que así fuere, y con un suspiro, dejó el instrumento cuidadosamente a un lado y se puso de pie en dirección a la puerta. En el camino se esmeró en estirar bien su vestido y arreglarse el cabello; no vaya a ser que le vieran indecente en su propia residencia. Justo luego de arreglarse el flequillo, abrió la puerta al tiempo que se hacía de ánimos para echar al desafortunado que buscara al vecino. Sin embargo, el verle y escucharle, se quedó parada con la boca abierta.

En un principio su expresión había sido de molestia, mas al notar que era efectivamente el vecino, su rostró mostró sorpresa, para luego al seguir escuchando, pasara de sorpresa a disgusto y de disgusto a indignación. Antes de decir una sola palabra, suspiró con confusión y le miró mientras negaba ligeramente con la cabeza, como si no pudiese creer lo que estaba pasando.- ¿Tú eres... Cuán? -Preguntó con incredulidad y luego soltó una risa suave. Le examinó entonces con mayor detalle.- ¿Cuán-to has bebido para estar así de terrible? -Preguntó entonces, aguantándose una carcajada al verle en tal estado.

Negó entonces con desaprobación, cruzándose de brazos.- Te ves terrible, lamento haberte despertado; y no, no quiero drogas ni tampoco te voy a dar más alcohol. Sería muy irresponsable. -Dijo luego, encogiéndose de hombros.- Pero si quieres te puedo servir un café y un trozo de tarta de manzana. A ver si con eso mejoras tu aspecto. -Rió con suavidad y sin malicia, llevándose ahora ambas manos a las caderas.- ¿Qué dices? ¿Te parece?

por **Cuán McEachtighearna** Miér Mar 04, 2015 6:01 pm

Bueno, pues la vecina tiene una voz bastante agradable a los oídos, y… ¿era eso un poco de acento irlandés, o sus adoloridos oídos le mentían? No sería la primera vez que sus oídos le mintieran, en caso de que así fuera, pero Cuán le daba el beneficio de la duda a todo y todos.

Oh, un segundo. La vecina acababa de decirle algo no solo para demostrar su capacidad de hablar(o para dar a conocer su bonita voz). Quería comunicar un mensaje, y como casi todos los que conocían al joven irlandés por primera vez, esto incluía un muy mal juego de palabras con su nombre.

Qué jueves más de mierda. O miércoles… ¿Martes?

-Recuerdo hasta la segunda botella de vodka, y algo de la tercera de absenta. ¿Me parece que también hubo vino de algún tipo? Esto es Francia, despues de todo. Ah, y en algún momento de la noche perdí mi bolsa de tabaco.-

Cuán solo lograría más tarde explicar por qué le dio tantas explicaciones a una desconocida con la simple frase “Me dio confianza, tenía una resaca atróz, y la bolsa de tabaco que perdí esa noche era mi favorita. Suficientes motivos para quejarme frente a ella… o frente a quien fuera”. Idealmente ella pasaría por alto que no se haya reido ante el juego de palabras, pero no hace falta ser muy creativo para entender que ese tipo de chistes lo venían persiguiendo desde toda la vida.

- Me siento terrible; lamento haber despertado yo también, aunque cantas muy bien; mejor por ti que no me compres; ¿Qué he hecho en la vida para que me niegues un trago? No respondas, y claro que acepto un café y un pedacito de tarta, estimada vecina. Aunque dudo que me haga más guapo, o algo así. – Cuán la miró con una picardía inocente, casi bordeando en la ironía.

Lla luz que venía de la ventana detrás de su vecina lo hizo escudarse lo ojos con una mano para evitar una nueva puñalada de dolor de cabeza, pero sonrió sinceramente ante la risa y la postura amable (pero firme) que presentaba su vecina.
- Aunque sepas mi nombre, prefiero presentarme como se debe. Me llamo Cuán McEachtighearna, soy un vendedor de cosas de dudable legalidad y un alcohólico anónimo. ¿Cómo te llamas? Ah, si quieres que te trate más formalmente solo avísame, ¿si?

por **Lavern Connolly** Mar Mar 17, 2015 11:34 pm

Grapple my minutes, my hours, my days,
Through gridlocks and traffic and countless delays,.

Si algo era cierto, era que a pesar de que desde su llegada solo había tenido molestias a causa suya, en aquel momento toda la situación se había vuelto bastante hilarante. No pudo evitar levantar las cejas en sorpresa e incredulidad, con una sonrisa simpática que en realidad era el resultado de estar aguantándose una risa burlesca.- Una lástima por tu bolsa de tabaco y tu hígado. -Comentó al tiempo que se volvía a encoger de hombros y ampliaba su sonrisa, mirándole con sincera curiosidad.- Y gracias, gracias, me gusta cantar. -Agregó al tiempo que finalmente dejaba salir esa risa suave que estaba reprimiendo.

Ven Cuán, pasa, no creo que quieras tu café allí parado. -Le sonrió entonces y se movió a un lado para dejarlo pasar a su modesto apartamento, perfectamente ordenado, limpio y brillante ante la luz que entraba directamente desde el ventanal que daba directo a las calles del centro parisino. Apenas el vecino hubiese entrado al lugar, cerró la puerta tras su paso y se adentró y adelantó para hacerle un gesto de que tome asiento.- Ponte cómodo, iré a traer lo prometido. -Dijo antes de hacer sonar suavemente sus tacones hacia la cocina, donde puso a hervir agua en una pequeña tetera y sacó el pedazo de tarta que le quedaba del desayuno y que en realidad no había tenido ganas de comer.

Volvió a la sala de estar con una bandeja en la que llevaba la tetera, una taza, la tarta y los posillos de café y el azúcar, colocándola sobre la mesita de centro, justo al lado de la taza vacía que había dejado allí desde temprano.- Supongo que entonces debería presentarme yo también. Mi nombre es Lavern Connolly, y no hay necesidad de formalidades. -Comentó mientras que preparaba el café en frente suyo y le alcanzaba luego la taza.- Ten, creo recordar que la arrendataria me comentó que eras Irlandés, lo que es curioso porque yo también. ¿De qué parte eres, Cuán? Curioso es que nos encontremos en París. -Comentó con gracia, volviendo a sentarse en su puesto y disfrutando del sol y, aunque había notado que aquella luz le molestaba a su invitado, no tenía intenciones de cerrar las cortinas.

por **Cuán McEachtighearna** Vie Mar 27, 2015 6:24 am

Ah, mi hígado va a estar bien – murmuró el joven irlandés mientras entraba al departamento de su vecina, dándole un par de palmaditas a su abdomen, justo sobre su hígado. – Le han pasado peores cosas, y sigue en pie.

Oh, claro, muchas gracias - Cuán entró al departamento, y se quedó de pie al lado de una silla, admirando la belleza de la decoración. Era infinitamente más alegre que la eterna oscuridad de su departamento (producto de las constantes resacas y ciertas drogas que necesitaban estar en oscuridad), y le trajo memorias de su juventud hacia muchos años, viviendo con sus padres, y cuando su madre le enseño a cazar moscas y otros insectos en caso de que necesitase estar mucho tiempo en forma de camaleón.
Extrañaba esos días, claro. Pero no se arrepentía de donde estaba su vida ahora mismo. Era mas libre que nadie que conocía, había viajado por el mundo, y ahora estaba conociendo a alguien más. Ser un traficante de sustancias de dudosa legalidad era entretenido, de cualquier manera; escapar de la ley tenia su encanto cuando sus persecutores no tenían idea de que todo lo había hecho la lagartija que habían decidido adoptar como mascota. La de aventuras que había vivido hasta la fecha, y sabia que venían más.

Tan absorto estaba Cuán en dichos pensamientos, que apenas notó cuando su vecina le indico que se pusiera cómodo, y tomo asiento casi inconscientemente, mientras miraba una pequeña maceta que descansaba en el marco de la ventana con una planta que le era ligeramente familiar, pero no podía identificarla...

¡Oh! ¡Comida!

Oh... Luz del sol...

Cuán pensó en intentar posicionarse de manera que Lavern (¡Sabía que se parecía a Taverna!) le tapara el sol con su cuerpo, pero debido al tamaño de la ventana sería imposible. Y algo en su rostro le indicaba que ella no pensaba bajo ningún motivo cerrar las cortinas. Mejor resignarse al dolor y aguantar en silencio.

Soy de Dublín, y en efecto es curioso que dos irlandeses nos encontremos aqui, y más aun seamos vecinos. - Cuán levantó sus cejas dramáticamente mientras tomaba un sorbo de café - ¿Será cosa del destin-Woha, ¡esta tarta esta deliciosa! ¿Eres repostera? pero que pregunto, claro que lo eres, te voy a comprar tartas de vez en cuando. soltó mientras devoraba el pedacito de tarta como si no hubiera comido en semanas, lo que por lo delgado que era no hubiera sido extraño.

por **Lavern Connolly** Lun Mar 30, 2015 4:32 pm

Fazed, but don't let get in your way.
We all know how old you can feel in a day.

La principal razón por la que había elegido aquel pequeño departamento para vivir, era porque el ventanal de la sala de estar era el ventanal más grande que había visto en su vida en una residencia, y como si fuera poco, daba hacia la calle principal, una de las más transitadas del centro de París. También, le había gustado por el hecho de que desde el segundo piso, se podía sentir el aroma de las flores de la florería en el piso inferior. Y contanto sol y tanta flor, hacía una atmósfera perfecta para Laverm: relajada y cómoda, perfecta para la creatividad musical y para sentarse a observar el cielo y recordar su tierra natal.

Por la orilla externa del ventanal, se afirmaban unos maceteros con flores de distintos colores, algunas de las cuales colgaban por los costados. Por dentro, había una repisa sosteniendo libros en filas, muchos de los cuales estaban en Islandés o Irlandés. Junto a la repisa, estaba de costado el pequeño sofá en el que se había sentado, donde el sol que entraba por la ventana le legaba por un costado. Frente a ella, la mesa de centro, y al lado opuesto, la silla en la que Cuán se había sentado.- Vaya que sí es curioso... -Aunque había alcanzado a decir lo que quería, la frase le quedó con gusto a cortada ante la repentina exclamación del vecino. Se sonrió orgullosa, con el dulce sabor del estimulo que aquel comentario le hacía a su autoestima.

Sí pero no. -Contestó en primera instancia, riendo suavemente luego.- He aprendido a hacer muchos trabajos. Actualmente trabajo en el hostal que está hacia el norte de la ciudad, y parte de mis tareas allí es trabajar en repostería, aunque no puedo traerme tartas del trabajo. Esa que comes, la hice acá. -Explicó con calma, sin dejar de sonreír siquiera un poco. Se echó para atrás en el sofá, acomodándose y cruzando su pierna derecha por encima de la izquierda.- ¿Y tú? ¿Decías que vender drogas? ¿Qué clase de drogas, exactamente? -Preguntó curiosa, tanto que se le notaba en la mirada la cantidad de curiosidad que se le escapaba por los ojos. Miró entonces a su costado y fijó su vista en la misma planta que Cuán había mirado al entrar. Era una Dieffenbachia, aquella planta tropical de hojas de un verde fuerte y manchas blancas que cuidaba con cariño y usaba para hacer pociones, pero más aún, para callar a quienes debían ser callados. Su anonimato en París era indispensable; sabía que la Inquisición buscaba su paradero.- ¿Y qué tipo de clientes tienes? -Inquirió luego, preocupada de que entre todos aquellos que golpeaban su puerta regularmente, pudiese haber alguien que pusiera su vida en peligro.

por **Cuán McEachtighearna** Dom Abr 26, 2015 9:55 pm

Ah, que sol de pacotilla. Alguien debería apagarlo. Probablemente un vampiro, que son los más llorones al respecto. Nada que hacer al respecto, claro, lamentarse no arreglaría nada. Y seguir el lloriqueo de un vampiro no ayudaría a la autoestima de Cuán tampoco.

Mientras su vecina le explicaba de donde había aprendido a cocinar asi de bien (Cuán tomó nota de que hostal podría ser en el que trabajó Lavern, para ir a alojar allá en caso de necesitar huir rápidamente de su actual hogar), el irlandés se devoró la tarta como si su vida dependiera de ello. O su dolor de cabeza, para ser más cercanos a su real motivacion para comer como quien espera morir en los proximos minutos, y algo en su subconsciente le dijo que era una buena cosa no haber terminado de decir eso.

Suerte de irlandés, ¿eh?

-Oh, vendo drogas recreacionales, principalmente. También vendo otras cosas que son, digamos, dificiles de obtener para un ciudadano común, corriente e ignorante de lo util de muchas plantas. - Cuán explicó tranquilamente, y miró a Lavern intentando medir que tanto entendía ella por esa segunda parte. Si ella tenía alguna relacion con alquimia, o brebajes extraños, iba a captar de que hablaba. Si no, siempre podia decir que se referia a algún campo de amapolas. Como una medida extra para asegurarse de que ella entendiera a que iba, le guiño con un ojo conspiratoriamente. O más bien los dos ojos a destiempo, a Cuán siempre le habia costado hacer eso bien desde que aprendió a transformarse en un camaleón. Detalles, de cualquier manera.

-Mis clientes son gente bastante tranquila, en realidad. No me asocio con nadie que pueda representar un peligro para mis actividades, asique no necesitas preocuparte por gente rara llegando a mi puerta. O al menos no tan rara, hay de todo bajo el sol, y a la sombra - guiño guiño. - A todo esto, una pregunta que no viene a casi nada. ¿Esa planta es una Dieffenbachia? No se si sepas algunas de sus propiedades mas interesantes.

por **Lavern Connolly** Lun Mayo 04, 2015 12:24 pm

Time keeps me up with it's constant beat,
I can drag my heels or I can move my feet

Se quedó en aquella posición, con piernas cruzadas y ambas manos descansando en los reposabrazos a sus costados, y con la mirada fija en los ojos de aquel que se hacía llamar Cuán que, para variar, pestañeaban cada cual por separado. Le miró con una sonrisa amplia y tierna, la mejor que pudiese actuar, y cuando finalmente decidió hablar, ladeó primero la cabeza ligeramente hacia un costado, viéndole casi en un ángulo diagonal.- Drogas recreacionales. -Repitió con una suave risa incrédula, para luego soltar un ligero suspiro y volver a mirar a su querida Dieffenbachia.- Ya veo, así que vendes drogas a los humanos. ¿Vendes toxinas, también? -Dijo luego, sin quitar la vista de su planta.

Lo escuchó luego hablar sobre sus clientes, tema que le hizo fruncir ligeramente el ceño y los labios al mismo tiempo, marca de la desconfianza y disgusto que aquello le provocaba. Sin duda no le gustaba para nada que hubiese una oleada de personas subiendo y bajando las escaleras que daban a su perfectamente escondido hogar. Hasta ese entonces había sido tan tranquilo, pero ahora todo podía volverse un desastre en un abrir y cerrar de ojos, pues bien sabía que la Inquisición estaba tras ella, y el hecho de que el aura de su vecino indicara que no era humano no la dejaba tranquila tampoco.

- No es la gente rara la que me preocupa, Cuán, sino que me preocupan aquellos que saben pasar por personas comunes y corrientes. -Contestó volviendo la vista a él, ahora con un tono de voz menos amigable, pero nunca hostil ni nada por el estilo. Guardó silencio por unos minutos luego de que hablara sobre su planta a la que notoriamente le faltaban hojas que habían sido sacadas hace poco y, desentrelazando sus piernas, se inclinó hacia adelante mientras que juntaba sus manos y apoyaba los codos en sus rodillas.- Dime una cosa, Cuán, ¿qué eres? ¿Brujo? ¿Gitano? ¿Cambiante? ¿Esclavo de sangre? ¿Licántropo? -Preguntó con voz suave y calmada.- Dime la verdad, puedo ver en tu aura que no eres un humano normal. Seguro tú también ves la mía, ¿no? Yo soy hechicera, quizás por eso te ha llamado la atención mi Dieffenbachia, y sí, sí sé usarla a diestra y siniestra.

por **Cuán McEachtighearna** Mar Mayo 26, 2015 1:25 pm

"Vendes drogas los humanos", ¿eh, Lavern? ¿EH? Una sonrisa se empezó a dibujar en el rostro del joven cambiante, no había dicho nada demasiado incriminatorio (aparte de vender drogas, pero eso siempre es omitible), y ya tenía claro que su vecina, como mínimo, tenía clara la existencia de no-humanos en París.

¡Y no se había repelido, ni reaccionado mal! Este día iba de mal en mejor, incluso con la resaca y la luz del sol dandole en toda la cara. ¿Algún bastardo abrio su ventana y ahora le llegaba directo a los ojos? Si, un bastardo hizo exactamente eso.

- Oh, si, también vendo algunas toxinas. En realidad, si se quiere ver asi, vendo muchas cosas que no puedes conseguir en mercados normales, pero me enfoco en derivados de hierbas, principalmente. Incluso vendo té, si puedes creerlo - Intentó cubrir su sonrisa tomando un sorbo de café, pero se pudo dar cuenta de que no la había disimulado muy bien. No era importante, claro, pero era entretenido fingir ignorancia tan falsamente. Era como un juego lo bastante burdo para ser entretenido. No tanto como las apuestas, claro, pero entretenido al fin y al cabo.

- Nadie es "Común y Corriente", vecinirijilla. Todos están tan dementes como alguien puede estarlo, la única diferencia está en quienes no se dan la molesta de ocultarse en una sombra, como quien escapa del sol. O de su pasado. O, no se, algún pobre diablo que descubrió que el pastor que vive al lado tiene una hija, y ahora tiene que huir de la iglesia por haberla dejado en cinta, así que le tiene un poco de miedo a la iglesia a la que iba cuando niño con sus padres, o de volver a su ciudad natal, o de cualquier parroquia si vamos a ser honestos. - Un segundo de silencio ligeramente incomodo para Cuán, ya que era evidente de que eso no le había pasado a él. Claro que no. ¿A quien se le ocurriría? Mejor no dejar que pregunte al respecto - Creo que me fui del tema original, pero entiendes a que iba, ¿no?

O bueno, era entretenido hasta que Lavern decidió preguntar las cosas de frente.

Ahí pasó a ser hilarante.

Y ante algo hilarante, la única opción cuerda a tomar es reírte y hacer que alguien ría contigo. Asi que, luego de un esfuerzo para no reírse mientras hablaba (cosa que él mismo tenía claro que lograría solo a medias), Cuán dio inicio a su truco favorito.

- Déjame que te muestre, oh, mi estimada vecina. - Entre risas, Cuán logro caminar hasta la ventana, y encender un cigarrillo, el cual dejó apoyado en marco de la misma. Luego se volvió a sentar en el sofá - Mírame directamente a los ojos, vecina, esto es lo más genial que vas a ver en tu vida.

Dicho esto, Cuán se transformó rápidamente en su forma de camaleón, y acto seguido, sin dar tiempo para que Lavern reaccionara, lanzo su lengua tomando el cigarrillo de la ventana.

- *Ruido de camaleón* Para su comodidad, una traducción:
"Te dije que era lo mejor que vas a haber visto. ¿Quieres verme hacer un anillo así? Porque puedo."

por **Lavern Connolly** Jue Jun 04, 2015 9:55 pm

Tick tock tick tock with it's constant beat.
You can drag your heels or you can move your feet.

Sonrió ligeramente al escuchar que su vecino vendía toxinas, pues si bien no le gustaba para nada su presencia, al menos podría intentar sacar provecho de ella.- ¿Crees que puedas conseguirme una Rafflesia Arnoldii? -Preguntó, soltando una suave risa al escuchar lo del té, pues encontró que aquel detalle era demasiado “cliché”. Sin embargo, mantuvo su sonrisa y su postura amigable hasta que le escuchó decir lo siguiente.- Me da igual si son comunes y corrientes o no, no era ese el detalle al que me refería. Está claro que hay quienes son lo suficientemente dementes para perseguir a otros, ya sea por embarazar las hijas de pastores o por hacer pociones. -Alzo ambas de sus cejas al decir aquello último, girando un poco el rostro hacia un costado pero sin dejar de mirarle.- ¿Entiendes ahora a lo que me refiero? -Agregó, pensando que más claro no podría estar.

Frunció entonces levemente el entrecejo al escuchar que su vecino reía al tiempo que se ponía de pie, por lo que hizo lo mismo: se puso de pie casi de inmediato y, en lugar de quedarse frente a su sofá, caminó hasta atrás de este, donde daba la esquina de la habitación y donde, de paso, se encontraba la escoba. Se apoyó en la pared con brazos cruzados mientras que esperaba a que el hombre hiciera su truco, inquieta por el cigarrillo en el marco de la ventana. Por un momento quiso ir a sacarlo de allí y apagarlo, pero al momento en que el hombre frente a ella desapareció y dio a lugar a un camaleón sobre su sofá, lo único que reaccionó a hacer, en un principio, fue inhalar tanto aire como sus sorprendidos pulmones se lo permitían. No exhaló, sino que se quedó mirándole con boca abierta y ojos grandes, hasta que el cigarro voló desde la ventana hasta la boca del bicho.

¡Aargh! ¡Sal de mi casa, cosa asquerosa! -Exclamó en un chillido apenas se escucharon los sonidos de camaleón; y casi como un acto reflejo movido por el asco que le dió el animal, volteó a buscar la escoba y la alzó para plasmársela encima.- ¡Fuera, fuera! ¡Ah, qué asco! ¡Fuera! -Abatió repetidas veces en contra de él al tiempo que se acercaba, buscando atrapar ese cigarrillo y meterlo a una de las tazas de té sobre la mesa con tal de apagarlo. En aquel momento, todo se había vuelto un desastre.

Actualmente...
Los eventos del primer día de haberse conocido se habían vuelto un chiste entre ellos, mismísima razón por la cual se había comprado una escoba pequeña que fuera fácil de manejar con una sola mano, con el solo propósito de utilizarla para golpear al mayor, para rendir tributo al chiste del primer día. Aquella noche se encontraba sentada en su sofá de siempre, inclinada hacia adelante mientras que sostenía unas cuantas cartas frente a sí. Su intensa mirada se encontraba pegada en los ojos ajenos, y una sonrisa maléfica se encontraba escondida tras las cartas.- ¿Listo? -Dijo antes de lentamente bajarlas hasta la mesa, al igual que el cambiante frente a sí, para inmediatamente elevar los brazos en son de victoria.- ¡Sí! -Exclamó. Aquella noche jugaban póquer, y ella tenía un full de reyes, mientras que él tan solo un trío.- Anda, entrégame ya tu dinero, no te me vayas sin pagar. -Dijo entonces, tomando su fiel escobita de bruja para golpearle por deporte.

por **Cuán McEachtighearna** Vie Jun 26, 2015 3:11 pm

Decir que Cuán estaba decepcionado de que su truco no hubiera sorprendido a su vecina sería incorrecto. Estaba, más bien, martirizado: primero le rompió la cabeza con un chillido digno de cantante de opera castrado, el cual retumbó en su pequeño y adolorido cráneo, y luego decidió atacarlo con una escoba.

Una escoba.

Cuán sería el primero en admitir que no era una buena persona, o incluso, que no era una persona. Pero ser tratado como una alimaña era doloroso... físicamente. Sólo restaba esperar que la vecina no lo tirara por la ventana de un escobazo.

Y por si fuera poco, Lavern apagó su cigarrillo. Crueldad pura.

Este es el peor lunes de mi vida. ¿O es jueves? No, no, es mierco-LA ESCOBAAAAY

Resulta que un camaleón es tan aerodinámico como un ladrillo. Y las paredes son tan resistentes como un ladrillo, también.

Innumerables resacas más tarde...

Cuán miraba directamente a Lavern por encima de sus cartas. El silencio era absoluto mientras ambos intentaban descifrar las intenciones del otro a través de sus miradas. Ninguno cedía. No se movía una mosca por el aire (Cuán tenía hambre, y los instintos no se quitan tan fácilmente). Cuando la bruja le pregunto si estaba listo, el cambiante se limitó a levantar una ceja. Claro que estaba listo. No había opción de no estarlo en esta fase del juego.

Comenzó a bajar las cartas, una por una, mientras Lavern hacia lo mismo. Sonrío ligeramente cuando Lavern bajó un par de cuatros, mientras el ya había puesto sobre la mesa su trio de ases. Estaba a punto de aclamar su victoria, cuando vio caer el trio de reyes contrincante.

Un maldito full de reyes. Ya era su octava perdida de la noche contra su vecina, y eso que el propio Cuán no era un mal jugador... Siempre y cuando pudiera sacar sus malditos ases de la manga. Pero él no le haría eso a su vecinirijilla.

Pues bien, una derrota es una derrota. Hora de pagar... y enfrentar la furia de la Escoba de la Verguenza.

- ¿Estás segura de que no me lanzaste algún hechizo para hacerme perder cuando juego contra tí? - Cuán saco el poco dinero que traía encima a estas alturas de su miserable racha, y le entregó a Lavern los francos que le quedaban - Porque esto ya es un poco ridículo. ¿Me dejarías al menos fumar un cigarrillo, como premio de consuelo por haber perdido a tus manos todas mis ventas del día?

Cuán no esperó una respuesta, e intento tomar un cigarrillo... cuando recordó que no era un camaleón en ese instante, y iba a tener que tomarlo con su mano. Cerró la boca lentamente, y con una mano se colocó el cigarrillo en los labios. No lo encendió, esperando una autorización de la dueña de casa, pero ya estaba preparado.

Con la otra mano, mientras, tomó las cartas de la mesa, y empezó a barajarlas.

- Si quieres seguir jugando, Lavern, yo no tengo problemas. Pero no me queda dinero que apostar, te aviso, así que habrá que jugar con garbanzos, o algo asi.

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