Ordo Funebris || Privado

¿Hasta dónde era capaz de llegar la obsesión de Erik sin la presencia de Lucern? Quizás demasiado lejos. Sin su mentor presente para que vigilara cada movimiento que hiciera e incluso apaciguara su carácter, el joven vampiro podría salirse fácilmente de sus estribos, por más que se esforzara en mantener su genio en perfecto equilibrio con sus ideales, la sed que le consumía las entrañas y su nueva condición exigiendo más de sí mismo, eran un verdaderamente un tormento cuando llegaban a sus límites de control. Y una noche todo ese infierno había decidió arder hasta que las llamas se volvieron abundantes e insoportables. Erik no planeó su cacería adecuadamente, se concibió a sí mismo que era capaz de soportar su sed suficiente tiempo, pero la verdad es que nada salió como lo esperaba. Tal vez, el error de haber abandonado Londres no era lo más sano y objetivo que hizo. Pero ya el daño estaba hecho y para ser honesto, no se arrepentía de nada.

Por puro capricho había decidido viajar a París. Tantos le habían hablado del buen ambiente que poseía la dichosa ciudad francesa que Erik motivado por su curiosidad había llegado ahí hace exactamente dos meses. Quizás tuviera un poco de suerte y lograra encontrar a su maestro en aquel lugar, de él podía esperarse cualquier cosa. Pero lo cierto es que lo que animó más al vástago fue toda la faena artística que rodeaba a París, por lo que sin pensárselo mucho, adquirió una propiedad lo más pronto que le fuera posible y ahí se instaló. Al principio todo marchaba con un perfecto compás, pero la armonía empezó a desquebrajarse con los días, el demonio que realmente era escapó de su jaula para reclamar la sangre que tanto deseaba devorar.

Hacía exactamente tres noches que se lanzó a las calles como un animal hambriento, ansiando una víctima y luego otra. No satisfecho con haber cazado ya una vez durante esa vigilia, se sumergió en la oscuridad de los callejones y justo ahí la encontró, siguió sus pasos como si fuera su sombra hasta que sus colmillos se hundieron en la suave piel de su cuello hasta que el líquido carmesí que brotó de sus heridas fuera tan exquisito que no se permitió acabar con ella esa noche.

La muchacha yacía casi inmóvil sobre el camastro, su respiración parecía irregular, pero en ese instante a Erik no le importó en lo absoluto. La habitación en donde la había dejado estaba en completa oscuridad, apenas unas velas la iluminaron cuando el vampiro estuvo ahí dentro. No tuvo otra opción que dejarla con un grillete en el tobillo para que no pudiera escapar. Las manos de la joven estaban atadas y sus ojos vendados por una gruesa tela. Era una bruja y no se iba a permitir que se fugara de ninguna manera, prácticamente ahora le pertenecía. Notó que apenas había comido y bebido, eso también se lo hizo saber la criada que se encargaba de cuidar a la muchacha, pues si la usaría de alimento, debía estar en buenas condiciones.

— ¿Por qué no le hiciste caso a la criada? ¿Acaso crees que con eso conseguirás que te libere? —Le cuestionó en el momento en que se sentaba en el borde de la cama y arrancaba la venda de sus ojos—. Debería castigarte por eso, pero esta noche sólo me conformaré con tu sangre y quizás con algo más. Así que, espero obediencia de tu parte si quieres conservar tu vida.

Erik era un desquiciado, un demente, un hombre sin escrúpulos a la hora de mover las piezas a su favor. A veces no estaba conforme con nada y en otras ocasiones lucía lo bastante satisfecho como para permitirse tratar bien a otros. Todo encajaba perfectamente en su locura, y siendo vampiro tan joven, ésta parecía ir en aumento. Pero si de algo estaba consciente Erik, es que no había alcanzado la perfección que tanto aspiraba. Muchas cosas se les iban de las manos. Su juventud vampírica y sus obsesiones no eran buenas aliadas y eso era algo que le molestaba. Si continuaba cometiendo errores constantemente, Lucern se lo reprocharía y podía decepcionarse de él y todos sus esfuerzos en la formación de un vástago que luciera tal como Ralph deseaba, se irían por la borda. No, Erik no podía permitirse fracasar de esa manera. Sin embargo, en una de las habitaciones estaba uno de los errores que había cometido en el momento en que la sed lo hizo caer en un inevitable delirio.

¿Cómo pudo ser tan torpe? Era sangre común. Cualquier otro mortal podía proporcionársela, pero no. Algo en él se negaba a dejar ir a la hechicera. Tenía que mantenerla cautiva, sólo para saciar su propio egoísmo. Era un debate que lo tenía como un animal furioso. Iba de un lado a otro, hallando una posible solución a aquel terrible error, ¿qué hacer? ¿Debía matarla? Al fin y al cabo la muchacha estaba mal de la cabeza. Si moría, nadie más lo notaría. Era una salida factible. Pero cuando terminó golpeando la pared con excesiva fuerza, se dio cuenta de que no era precisamente eso lo que quería. Erik se detuvo a observar sus propias manos, ¿qué había hecho? Ni él lo sabía exactamente. Lo único que quería era volver a esa mujer y antes de continuar vociferando salió de aquella habitación.

Su condición le impedía vigilar a la bruja de día por lo que encargó a una de sus criadas que lo hiciera. Antes que nada decidió buscar a su empleada. La mujer estaba en la cocina, no le sorprendía en lo absoluto que Erik apareciera de aquella manera. De seguro le preguntaría por la joven, pero conociendo a su señor, prefería que él fuera quien iniciara con las preguntas. El vampiro gruñó por lo bajo al escuchar las respuestas de la mujer. ¿Realmente esa niña era tan estúpida? Aunque en algo tenía razón, Erik era lo más cercano a un demonio y eso de cierta manera subía su ego. Sin siquiera despedirse y con un gracias entre dientes fue directamente al piso superior, recorriendo el largo corredor como lo haría una bestia en busca de su presa. Al estar finalmente con ella, confirmó lo que le había comentado la empleada, pero extrañamente no se sintió molesto. Apenas viró los ojos y exhaló como si en aquel gesto buscara la paciencia perdida.

— ¿Demonio? ¿De qué diablos estás hablando? —Dijo al momento que fruncía el ceño en un gesto de desconcierto—. Lo que me faltaba… Ahora resulta que también estás loca y escuchas voces en tu cabeza. Creo que en vez de tenerte aquí podría llevarte al sanatorio mental, a ver si logran hacer una obra de caridad contigo. Pero eso sería demasiado gentil de mi parte.

Se dedicó a examinar con atención los rasgos de la muchacha, mientras apartaba unos mechones de cabello de su rostro. Una sonrisa maliciosa se dibujó en los labios del vampiro y sosteniendo el mentón de la hechicera se dirigió nuevamente a ella.

— ¿De verdad piensas que entregaré tu vida a otro? —Se echó a reír y se acercó hasta sentir el aliento ajeno sobre sus labios—. Soy lo bastante egoísta como para no permitirme que otro toque lo que me pertenece y tú no eres la excepción. Así que vete acostumbrando a esto y como primera orden, comerás y beberás de todo lo que te dará “la demonio”. No quiero a una debilucha en mi cama. Y no me molestes con tus vocecitas, no querrás que me enoje, ¿verdad que no? —Mordió el labio inferior de la joven, deleitándose nuevamente con el sabor de su sangre.