AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Encontrarte... mi salvación... o mi tortura... || Privado
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Encontrarte... mi salvación... o mi tortura... || Privado
Niccoló había despertado de aquel sueño totalmente empapado, otra vez la misma situación, esa maldita strigoi se le escapaba de las manos, aun paso de capturarla, dejándolo sumido en una tragedia. Cuando por fin parecía que lograría cerrarle el paso, capturarla por fin, aquel demonio, le gritaba que de no dejarle ir perdería lo que más amaba en la vida. Él había reído, pensando que nada lo podía afectar, porque no tenía que perder. Entonces, allí, sostenida por los cabellos, con su bello rostro mirando hacia el cielo y el cuello accesible a las fauces del endemoniado ser, su dulce flor de los bosques se le aparecía. En el sueño Niccoló gritaba y maldecía, cuando ya desarmado y dispuesto a dejar todo para que no le hiciera daño a su bella Fleur, el vampiro desgarraba su blanco cuello, tirando el cuerpo sin vida al suelo. El corría desesperado, sabiendo que todo estaba perdido y en el momento en que la abrazaba, se despertaba.
El sudor era helado, y se pegaba a su piel como una malla de espinas, por eso se desnudó, para luego hundirse hasta la coronilla en el agua de la tina. Mantuvo la respiración hasta que no pudo más, los pulmones le dolían y surgió de debajo del agua para tomar una inmensa bocanada de oxígeno y gritar con todas sus fuerzas, sacando así la enorme frustración que le causaba aquella pesadilla. Golpes suaves en la puerta le hicieron percatarse de que sus alaridos habían atraído la atención de su gobernanta, la señora Mc Mannion, una viuda de casi de 30 años, - disculpe, ¿necesita algo? – Niccoló negó con la cabeza, - no, disculpe señora Mc Mannion – la mujer se sonrojo –o no, por favor, solo venía para asegurarme que todo estuviera en orden… y de su agrado… por cierto… llámame Emma – dijo mirándolo a los ojos con intensidad – o no, prefiero que nuestra relación sea formal señora, usted sabe mejor que nadie lo que puede hacer la maledicencia de la sociedad en donde vivimos – le dijo, un tanto cortante, lo que provocó que la mujer diera un respingo, arqueara una ceja y cerrara la puerta sin decir ni una palabra más. Riendo por dentro, pensó – lo que menos necesito es una mujer que no deje de insinuarse, y que pretenda trepar socialmente a mis espaldas… no necesito mujeres en mi lecho, y si alguna de estas noches se me apetece… solo debo pasar por el burdel - sentenció con rabia.
La mujer se había retirado, evidentemente molesta, por la mirada reprobatoria de su amo y de seguro debería buscar una nueva empleada, - mejor un hombre, que las mujeres solo sirven para estropearlo todo – se dijo mientras terminaba de secarse con la toalla. No se demoró nada en vestirse, se puso un traje un traje azul oscuro, camisa blanca, corbata haciendo juego y zapatos de vestir. En verdad no le gustaba ese atuendo, pero debía realizar varios trámites en el banco y después debía ir a la Catedral, buscar unos papeles y finiquitar su viaje al éste de Europa, y por supuesto pasar por la sede de la Inquisición, para informar por donde estaría, mientras recorría las diferentes ciudades, dando sus conciertos. Había decidido hacer la gira de sus conciertos, estaría tocando en Roma, Venecia, Berlin, Budapest, y Bucarest. Pensó que no sería mala idea tomarse al finalizar unas vacaciones de su trabajo como músico y pasar una temporada indefinida, en Bucarest. Sería un descanso lejos de la ciudad que le recordaba tanto a su bella Fleur, esa joven que había amado, pero que cuando le pidió que lo esperara se había casado con un tipejo, sin grandes características, ni atributos. Lo mejor, sería olvidarla definitivamente, si es que algún día lo conseguía, pero definitivamente allí en la misma ciudad, con la posibilidad de encontrarla en cualquier esquina, del brazo del orondo marido, sería una tortura y más después de saber que había tenido una criatura, -¿cuantos años tendría? ¿Dos, tres? – negó con la cabeza, era en vano pensar en ello, debía dejar el pasado atrás, aunque le costara, aun cuando al cerrar sus ojos, la imagen de su adorada volvía como un tormento a pedir que no la olvidara.
El sudor era helado, y se pegaba a su piel como una malla de espinas, por eso se desnudó, para luego hundirse hasta la coronilla en el agua de la tina. Mantuvo la respiración hasta que no pudo más, los pulmones le dolían y surgió de debajo del agua para tomar una inmensa bocanada de oxígeno y gritar con todas sus fuerzas, sacando así la enorme frustración que le causaba aquella pesadilla. Golpes suaves en la puerta le hicieron percatarse de que sus alaridos habían atraído la atención de su gobernanta, la señora Mc Mannion, una viuda de casi de 30 años, - disculpe, ¿necesita algo? – Niccoló negó con la cabeza, - no, disculpe señora Mc Mannion – la mujer se sonrojo –o no, por favor, solo venía para asegurarme que todo estuviera en orden… y de su agrado… por cierto… llámame Emma – dijo mirándolo a los ojos con intensidad – o no, prefiero que nuestra relación sea formal señora, usted sabe mejor que nadie lo que puede hacer la maledicencia de la sociedad en donde vivimos – le dijo, un tanto cortante, lo que provocó que la mujer diera un respingo, arqueara una ceja y cerrara la puerta sin decir ni una palabra más. Riendo por dentro, pensó – lo que menos necesito es una mujer que no deje de insinuarse, y que pretenda trepar socialmente a mis espaldas… no necesito mujeres en mi lecho, y si alguna de estas noches se me apetece… solo debo pasar por el burdel - sentenció con rabia.
La mujer se había retirado, evidentemente molesta, por la mirada reprobatoria de su amo y de seguro debería buscar una nueva empleada, - mejor un hombre, que las mujeres solo sirven para estropearlo todo – se dijo mientras terminaba de secarse con la toalla. No se demoró nada en vestirse, se puso un traje un traje azul oscuro, camisa blanca, corbata haciendo juego y zapatos de vestir. En verdad no le gustaba ese atuendo, pero debía realizar varios trámites en el banco y después debía ir a la Catedral, buscar unos papeles y finiquitar su viaje al éste de Europa, y por supuesto pasar por la sede de la Inquisición, para informar por donde estaría, mientras recorría las diferentes ciudades, dando sus conciertos. Había decidido hacer la gira de sus conciertos, estaría tocando en Roma, Venecia, Berlin, Budapest, y Bucarest. Pensó que no sería mala idea tomarse al finalizar unas vacaciones de su trabajo como músico y pasar una temporada indefinida, en Bucarest. Sería un descanso lejos de la ciudad que le recordaba tanto a su bella Fleur, esa joven que había amado, pero que cuando le pidió que lo esperara se había casado con un tipejo, sin grandes características, ni atributos. Lo mejor, sería olvidarla definitivamente, si es que algún día lo conseguía, pero definitivamente allí en la misma ciudad, con la posibilidad de encontrarla en cualquier esquina, del brazo del orondo marido, sería una tortura y más después de saber que había tenido una criatura, -¿cuantos años tendría? ¿Dos, tres? – negó con la cabeza, era en vano pensar en ello, debía dejar el pasado atrás, aunque le costara, aun cuando al cerrar sus ojos, la imagen de su adorada volvía como un tormento a pedir que no la olvidara.
Rainero Bleier- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 89
Fecha de inscripción : 18/12/2014
Re: Encontrarte... mi salvación... o mi tortura... || Privado
-20F el perfume y el ramo otros 20F
Fleur estaba en las ultimas ventas hasta que tuviera que ir a por Sapphire a la guardería. El negocio de su exmarido parecía ir mejor de cuando su antiguo esposo lo dirigía. Sabía que con la mano recta de una mujer los negocios pueden manejarse aún mejor. Recién había obtenido muchas ganancias en lo que iba de día y eso que aún eran las once de la mañana. Algunos clientes se quejaban de lo mucho que costaba un ramo de flores o un perfume, a veces pillaba a alguna de sus empleadas rebajando el precio del articulo cuando supuestamente eso no se debía de hacer, la harían perder ganancias, su establecimiento era de alta categoría. No se podía permitir bajar la guardia.
Vestía un hermoso vestido azul cobalto, oscuro y unas sombras en sus ojos del mismo tono que su vestido. Los clientes venían de tres en tres o de dos en dos, dependiendo de las ganas que tuviera la gente en venir. Cuando no venía nadie, ya pudiera ser a mediados del mediodía o al final de hora, se iba a construir nuevos ramos, o simplemente a hacer inventario o a recolocar lo que sus empleadas desordenaban encontrando artículos de todo tipo. No solo vendía perfumes y flores. Le agradaba también el comercio con artículos de moda como pañuelos, pulseras y algún que otro accesorio. Sobre todo corbatas de caballero y a juego, alfileres en dorado y plata.
El día estaba tranquilo, eran las once y media después de haber estado para arriba y para abajo, buscando artículos que estaban reservados a nombre de importantes clientes, recibió una invitación a un evento social y se preocupaba de no poder ir porque tendría a la niña consigo, estaría sola y simplemente no podría llevársela a tal evento. También le llego un pedido de los recipientes que usaba para poder enfrascar el perfume – Por fin – Guardo la segunda caja que llego en el desván donde su empleada la dejo también. Miro el reloj de pared y se vistió con el abrigo y el sobrero que cogió a juego con el vestido – Iré al Petit rose, recoged en cuanto terminéis y Amelié, cierra antes de irte. Vengo en dos horas –Y mientras hablaba, ella estaba terminando de acicalarse, de colocarse los guantes antes de salir del establecimiento. Sus empleadas le dijeron que si, que tuviera cuidado y alguna otra le dio un amistoso abrazo el cual Fleur no rechazo.
Fue caminando hacia delante, con el paso equilibrado ya que por los adoquines de Paris era difícil andar con tacones. Siguió caminando y choco contra alguien que la hizo caer al suelo, que perdiera el equilibrio y acabara cayéndose por completo en el suelo, rozando su rostro contra la dura piedra del suelo - ¡AGH! –Maldijo dolor cuando noto que su pie había sido lastimado, se llevó una mano a su tobillo y lo tenía liviano, demasiado como para tenerlo en buena forma - ¡Au! Dios como duele…-se mordió el labio inferior, alguna lágrima se le escapó y pudo ver como una de sus empleadas corría hacia ella para poder socorrerla inmediatamente y una segunda empleada la ayudo igualmente, llevándose a Fleur entre ambas mujeres de nuevo a la tienda – Pero que descuidada es la gente
-Traed agua fría
-Como si pudieras conseguirlo -¡AGH! - -Gimió de dolor cuando le quitaron el zapato y el calcetín para ponerle el pie en el interior de una baqueta de agua helada. Enseguida escucho la puerta abrirse, ver quien había sido el responsable, pero para cuando miro hacia arriba, el agua helada de la baqueta debió afectarle demasiado. Se congelo al ver a quien veía en ese instante, con ojos como platos estaba sorprendida a quien miraba.
Fleur estaba en las ultimas ventas hasta que tuviera que ir a por Sapphire a la guardería. El negocio de su exmarido parecía ir mejor de cuando su antiguo esposo lo dirigía. Sabía que con la mano recta de una mujer los negocios pueden manejarse aún mejor. Recién había obtenido muchas ganancias en lo que iba de día y eso que aún eran las once de la mañana. Algunos clientes se quejaban de lo mucho que costaba un ramo de flores o un perfume, a veces pillaba a alguna de sus empleadas rebajando el precio del articulo cuando supuestamente eso no se debía de hacer, la harían perder ganancias, su establecimiento era de alta categoría. No se podía permitir bajar la guardia.
Vestía un hermoso vestido azul cobalto, oscuro y unas sombras en sus ojos del mismo tono que su vestido. Los clientes venían de tres en tres o de dos en dos, dependiendo de las ganas que tuviera la gente en venir. Cuando no venía nadie, ya pudiera ser a mediados del mediodía o al final de hora, se iba a construir nuevos ramos, o simplemente a hacer inventario o a recolocar lo que sus empleadas desordenaban encontrando artículos de todo tipo. No solo vendía perfumes y flores. Le agradaba también el comercio con artículos de moda como pañuelos, pulseras y algún que otro accesorio. Sobre todo corbatas de caballero y a juego, alfileres en dorado y plata.
El día estaba tranquilo, eran las once y media después de haber estado para arriba y para abajo, buscando artículos que estaban reservados a nombre de importantes clientes, recibió una invitación a un evento social y se preocupaba de no poder ir porque tendría a la niña consigo, estaría sola y simplemente no podría llevársela a tal evento. También le llego un pedido de los recipientes que usaba para poder enfrascar el perfume – Por fin – Guardo la segunda caja que llego en el desván donde su empleada la dejo también. Miro el reloj de pared y se vistió con el abrigo y el sobrero que cogió a juego con el vestido – Iré al Petit rose, recoged en cuanto terminéis y Amelié, cierra antes de irte. Vengo en dos horas –Y mientras hablaba, ella estaba terminando de acicalarse, de colocarse los guantes antes de salir del establecimiento. Sus empleadas le dijeron que si, que tuviera cuidado y alguna otra le dio un amistoso abrazo el cual Fleur no rechazo.
Fue caminando hacia delante, con el paso equilibrado ya que por los adoquines de Paris era difícil andar con tacones. Siguió caminando y choco contra alguien que la hizo caer al suelo, que perdiera el equilibrio y acabara cayéndose por completo en el suelo, rozando su rostro contra la dura piedra del suelo - ¡AGH! –Maldijo dolor cuando noto que su pie había sido lastimado, se llevó una mano a su tobillo y lo tenía liviano, demasiado como para tenerlo en buena forma - ¡Au! Dios como duele…-se mordió el labio inferior, alguna lágrima se le escapó y pudo ver como una de sus empleadas corría hacia ella para poder socorrerla inmediatamente y una segunda empleada la ayudo igualmente, llevándose a Fleur entre ambas mujeres de nuevo a la tienda – Pero que descuidada es la gente
-Traed agua fría
-Como si pudieras conseguirlo -¡AGH! - -Gimió de dolor cuando le quitaron el zapato y el calcetín para ponerle el pie en el interior de una baqueta de agua helada. Enseguida escucho la puerta abrirse, ver quien había sido el responsable, pero para cuando miro hacia arriba, el agua helada de la baqueta debió afectarle demasiado. Se congelo al ver a quien veía en ese instante, con ojos como platos estaba sorprendida a quien miraba.
Fleur Bureau- Humano Clase Alta
- Mensajes : 12
Fecha de inscripción : 01/03/2015
Re: Encontrarte... mi salvación... o mi tortura... || Privado
Se apresuró a salir de la Inquisición, era su trabajo, pero eso no quería decir que disfrutara estando allí, con un montón de locos que parecían esperar la señal para lanzarse como perros de caza sobre una presa. Vamos, que no era hipócrita, que a él le pasaba algo parecido, cuando la caza era un strigoi, pero no encontraba, a la vuelta de la esquina, misiones que se tratasen de asesinar a esos chupasangres y menos en una sociedad que por sobre la superficie parecía ostentar una pureza y blancura inmaculada, pero buscando un poco entre sus grietas, apenas visibles, podía encontrarse aberraciones dignas de terminar en un auto de fe en plena Plaza Tertre.
Apenas entregar el informe, en donde constaba cada una de las paradas que iría realizando en su viaje, hacia un exilio autoimpuesto, decidió que lo más lógico que podía hacer era una pequeña recorrida, por esos lugares que habían significado algo para él, desde su llegada a Paris. Aunque cada de uno, le recordara aquel amor malogrado, no porque la muerte así lo hubiera querido, sino, porque la mujer que significara tanto en su vida, así lo había decidido. Según el padre de la muchacha, no le había podido esperar y hoy se encontraba – seguramente – casada, y madre de una hermosa niña que los separaría, a él y a su flor, definitivamente.
Resopló, haciendo una mueca bastante cómica. En ese momento, por su misma acera, una niña que justo caminaba en dirección a él, lo observó y rio ante aquel gesto. La mirada se le suavizó, y una sincera y amplia sonrisa surcó su rostro, volvió a realizar un gesto gracioso y la niña continuó riendo. La risa suave de una persona adulta le hizo levantar la mirada y por un segundo sus ojos se clavaron en los de la joven. La cabellera rubia, la sonrisa dulce y los ojos azules, le hicieron contener un momento la respiración, -¿Fleur? – se escuchó diciendo, a lo que la joven, sonrosada por la situación, negó delicadamente con la cabeza. Las sombras que proyectaba la copa de un árbol cercano le habían jugado una mala pasada. Por un segundo, había creído reconocer en la joven a su antiguo amor, - disculpe, por un segundo, la confundí con… - se quedó en silencio, frunció levemente su entrecejo, - mi amor… eso ibas a decir – se reprochó, pronto se despidió de la joven y la niña con un gesto y siguió su camino bastante malhumorado.
Ya había caminado varias calles más, se sentía desanimado, deseaba huir de esa ciudad, intentó animarse pensando que si todo salía bien, en menos de tres días, estaría camino a Rumania, sonrío complacido. Entonces observó algo que lo alertó, por sus movimientos, por su torpeza, se dio cuenta que era un licantropo, esa noche sería luna llena y como era sabido, los seres sobrenaturales, hijos de la luna, se volvían más descuidados y salvajes, cada vez que la noche señalada llegaba. Caminó, con mayor rapidez, entonces pudo comprobar como aquel hombre empujaba torpemente a una joven, que cayó casi golpeando el rostro en el piso. La voz, el grito, le hicieron pensar que estaba viendo nuevamente a su amada, - basta, no es tu Fleur – susurró. Se fue acercando con cautela, no pudo verle el rostro, ni escucharla hablar nuevamente, pero observó en qué local había entrado.
Se detuvo y esperó un momento, cuando le pareció que la situación se había calmado, decidió entrar, como si fuera un cliente y sacarse la duda que le había quedado, - ¿podrá ser, mi buena suerte o mi mala suerte, la que me traiga hasta ella? – pensó al abrir la puerta y quedarse con la mirada clavada en la joven de rubios cabellos llamada Fleur. El rostro de Niccoló se había endurecido y todas sus intenciones de hablar con ella de forma dulce y amena desaparecieron. Deseaba tirarse encima de ella y preguntarle zamarreándola, por qué no lo había esperado. Hizo un chasquido con su lengua y se dispuso a salir del local.
Apenas entregar el informe, en donde constaba cada una de las paradas que iría realizando en su viaje, hacia un exilio autoimpuesto, decidió que lo más lógico que podía hacer era una pequeña recorrida, por esos lugares que habían significado algo para él, desde su llegada a Paris. Aunque cada de uno, le recordara aquel amor malogrado, no porque la muerte así lo hubiera querido, sino, porque la mujer que significara tanto en su vida, así lo había decidido. Según el padre de la muchacha, no le había podido esperar y hoy se encontraba – seguramente – casada, y madre de una hermosa niña que los separaría, a él y a su flor, definitivamente.
Resopló, haciendo una mueca bastante cómica. En ese momento, por su misma acera, una niña que justo caminaba en dirección a él, lo observó y rio ante aquel gesto. La mirada se le suavizó, y una sincera y amplia sonrisa surcó su rostro, volvió a realizar un gesto gracioso y la niña continuó riendo. La risa suave de una persona adulta le hizo levantar la mirada y por un segundo sus ojos se clavaron en los de la joven. La cabellera rubia, la sonrisa dulce y los ojos azules, le hicieron contener un momento la respiración, -¿Fleur? – se escuchó diciendo, a lo que la joven, sonrosada por la situación, negó delicadamente con la cabeza. Las sombras que proyectaba la copa de un árbol cercano le habían jugado una mala pasada. Por un segundo, había creído reconocer en la joven a su antiguo amor, - disculpe, por un segundo, la confundí con… - se quedó en silencio, frunció levemente su entrecejo, - mi amor… eso ibas a decir – se reprochó, pronto se despidió de la joven y la niña con un gesto y siguió su camino bastante malhumorado.
Ya había caminado varias calles más, se sentía desanimado, deseaba huir de esa ciudad, intentó animarse pensando que si todo salía bien, en menos de tres días, estaría camino a Rumania, sonrío complacido. Entonces observó algo que lo alertó, por sus movimientos, por su torpeza, se dio cuenta que era un licantropo, esa noche sería luna llena y como era sabido, los seres sobrenaturales, hijos de la luna, se volvían más descuidados y salvajes, cada vez que la noche señalada llegaba. Caminó, con mayor rapidez, entonces pudo comprobar como aquel hombre empujaba torpemente a una joven, que cayó casi golpeando el rostro en el piso. La voz, el grito, le hicieron pensar que estaba viendo nuevamente a su amada, - basta, no es tu Fleur – susurró. Se fue acercando con cautela, no pudo verle el rostro, ni escucharla hablar nuevamente, pero observó en qué local había entrado.
Se detuvo y esperó un momento, cuando le pareció que la situación se había calmado, decidió entrar, como si fuera un cliente y sacarse la duda que le había quedado, - ¿podrá ser, mi buena suerte o mi mala suerte, la que me traiga hasta ella? – pensó al abrir la puerta y quedarse con la mirada clavada en la joven de rubios cabellos llamada Fleur. El rostro de Niccoló se había endurecido y todas sus intenciones de hablar con ella de forma dulce y amena desaparecieron. Deseaba tirarse encima de ella y preguntarle zamarreándola, por qué no lo había esperado. Hizo un chasquido con su lengua y se dispuso a salir del local.
Rainero Bleier- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 89
Fecha de inscripción : 18/12/2014
Re: Encontrarte... mi salvación... o mi tortura... || Privado
El mundo se había detenido para ambos. Ambos congelados en el tiempo pero uno de los dos tomaban las arenas del tiempo muy aprisa. Fleur no podía detenerla aunque quisiera lanzarse sobre Niccolò, pero suspiro de alivio cuando una, dos de sus empleadas impidieron el paso a Niccolò y cerraron con pestillo la puerta, pusieron el cartel de cerrado y ahora todo estaba en intimidad entre ambos – Estas vivo – Solo aquello llego a decir mientras observaba la espalda del ¿Uniforme de inquisidor? En ello, aunque le doliera, Fleur se levantó de su asiento siendo ayudada por una de sus empleadas - ¿Eres inquisidor? –Estaba perpleja, sentía que tenía que poner el grito en el cielo, pero estaba en el filo de la navaja, no sabía si llorar delante y ponerse en evidencia tras haberse hecho el apodo de “Fría perfumista” y echarlo todo a perder o seguir mirando a Niccolò como si nada.
– Niccolò Lucca, mírame –Se soltó con lentitud, intentando ir hacia Niccolò cojeando, hasta que se agarró al rígido cuero de la chaqueta, en un microsegundo no evito oler el aroma de esa chaqueta que estaría impregnada de Niccolò, del sudor varonil de aquel por el que su corazón aun sufría en silencio - ¡Niccolò! –Decidió entonces ponerse en evidencia, sus lágrimas comenzaron a salir de las cuencas de sus ojos, ella no lo vio pero sus empleadas se fueron lentamente hacia el interior de la trastienda, dejando en intimidad a su señora - ¡Mírame si es que eres tú! –Gimió delirante por el dolor del pie pero más por el dolor de su corazón, comenzó a golpearle aunque intentaba no caerse al suelo, le golpeaba el brazo como la mujer que dejo de verlo sin explicación alguna y que pedía respuestas - ¡Niccò! –Gimoteo aun llorando más, cansada estaba de golpearle que se sentó en la silla, seguramente su perfecto maquillaje estaba destrozado, encorvada estaba desde hace mucho que no sufría en silencio si no había sido por la pérdida de Niccolò.
¿Por qué no decía nada? Fleur se preguntó a sí misma – Lo que los hombres realmente quieren no es el conocimiento sino la certidumbre de dejar a una mujer ilusionada con la idea del matrimonio en mente con la persona que uno ama, en este caso tú te fuiste sin decirme apenas nada, lloré meses por tu falta – Se levantó lentamente, como pudo, ya no le dolía demasiado el pie – lo único que me dejaste fue el fruto de….–Dijo andando, calló cuando tropezó, terminó colocándose entre la puerta y su amado, oh, sí, era él, en persona y mucho maduró a mejor, o posiblemente eran las ropas de inquisidor que le favorecían más que aquellas de cazador con las que se enamoró de él – y te envié muchas cartas, no me respondiste ninguna…-Su mirada se cruzó con la de Niccolò, se mordió el labio inferior para tener el valor de poner sus manos en las mejillas de Niccolò – Mírame…Nicco –Suplico en un susurro íntimo, le acariciaba su rostro lentamente con una de las manos - ¿Qué te pasó Niccolò? –Preguntaba con insistencia, pero no parecía llegar a escucharle porque inmediatamente estaba sobre aquellos labios que tanto echó de menos, aquellos labios, aquellos rizos que solo vio antes de que desapareciera como polvo en el aire.
– Niccolò Lucca, mírame –Se soltó con lentitud, intentando ir hacia Niccolò cojeando, hasta que se agarró al rígido cuero de la chaqueta, en un microsegundo no evito oler el aroma de esa chaqueta que estaría impregnada de Niccolò, del sudor varonil de aquel por el que su corazón aun sufría en silencio - ¡Niccolò! –Decidió entonces ponerse en evidencia, sus lágrimas comenzaron a salir de las cuencas de sus ojos, ella no lo vio pero sus empleadas se fueron lentamente hacia el interior de la trastienda, dejando en intimidad a su señora - ¡Mírame si es que eres tú! –Gimió delirante por el dolor del pie pero más por el dolor de su corazón, comenzó a golpearle aunque intentaba no caerse al suelo, le golpeaba el brazo como la mujer que dejo de verlo sin explicación alguna y que pedía respuestas - ¡Niccò! –Gimoteo aun llorando más, cansada estaba de golpearle que se sentó en la silla, seguramente su perfecto maquillaje estaba destrozado, encorvada estaba desde hace mucho que no sufría en silencio si no había sido por la pérdida de Niccolò.
¿Por qué no decía nada? Fleur se preguntó a sí misma – Lo que los hombres realmente quieren no es el conocimiento sino la certidumbre de dejar a una mujer ilusionada con la idea del matrimonio en mente con la persona que uno ama, en este caso tú te fuiste sin decirme apenas nada, lloré meses por tu falta – Se levantó lentamente, como pudo, ya no le dolía demasiado el pie – lo único que me dejaste fue el fruto de….–Dijo andando, calló cuando tropezó, terminó colocándose entre la puerta y su amado, oh, sí, era él, en persona y mucho maduró a mejor, o posiblemente eran las ropas de inquisidor que le favorecían más que aquellas de cazador con las que se enamoró de él – y te envié muchas cartas, no me respondiste ninguna…-Su mirada se cruzó con la de Niccolò, se mordió el labio inferior para tener el valor de poner sus manos en las mejillas de Niccolò – Mírame…Nicco –Suplico en un susurro íntimo, le acariciaba su rostro lentamente con una de las manos - ¿Qué te pasó Niccolò? –Preguntaba con insistencia, pero no parecía llegar a escucharle porque inmediatamente estaba sobre aquellos labios que tanto echó de menos, aquellos labios, aquellos rizos que solo vio antes de que desapareciera como polvo en el aire.
Fleur Bureau- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 01/03/2015
Re: Encontrarte... mi salvación... o mi tortura... || Privado
Siguió concentrada en lo que estaba haciendo, sentada en un taburete tocaba las teclas del piano de estudio, que las maestras solían usar para ejecutar alguna pieza infantil o que creyeran que eran imprescindible para la enseñanza de las infantes almas. Shappire lograba seguir la melodía, aunque sus manos, aún eran demasiado pequeñas para poder siquiera intentar tocar correctamente cualquier pieza musical. La pequeña rubia, estaba decidida que cuando fuera mayor, le pediría a su mamá le comprara un piano para tocar - y cantar también – se dijo irguiéndose aún más en el asiento, intentando poner las manos de forma correcta sobre las teclas de marfil.
Las niñas fueron dejando el salón, cada vez que el sonido de la campana anunciaba la llegada de un nuevo padre o sirviente que llegaba. Una a una sus compañeritas se fueron yendo, dejando a Shappire sola, pronto las notas del instrumento musical, no le atrajeron, el salón parecía más grande, silencioso. En su cabeza solo se imaginaba el porqué de la tardanza de su mamá, - ¿será que mami se ha olvidado de mí? – negó con un movimiento de cabeza, aunque sus ojos mostraban el terror que esa idea le causaba, - ¿y si dejara de quererme? Si como dicen las maestras, soy una niña mala… ¿terminaré en un orfanato? – se escurrió del taburete, hasta que sus pies tocaron el suelo, caminó de un lado a otro de la sala, espiando por las ventanas que daba a la calle, observó los diferentes transeúntes que pasaban por la acera, esperando descubrir entre tantas damas elegantemente vestidas a su querida mamá, pero los minutos pasaban, uno tras otro, y ella no aparecía.
Un sonido detrás de ella la sobresaltó, casi hasta hacerla gritar. Giró su cuerpo, estaba temblando y con el miedo pintado en el rostro, - vamos, que no soy tan fea – dijo la señora Barnard, dueña de la guardería – de seguro tu mamá está muy ocupada con su negocio y no ha podido mandar a buscarte – le sonrió, buscando el abrigo de la pequeña – pero sabes, justo debo ir a comprar un perfume a un local cerca de lo de tu madre, así que te llevaré con ella, ¿quieres? - Shappire, aun con los ojos cargados de sorpresa logró decir que si, a la propuesta de su maestra.
La guardería estaba a menos de tres calles de donde se encontraba el negocio familiar, a pesar de ello, la maestra había decidido usar un carruaje, pues el clima había descendido más de diez grados entre la mañana y la tarde, lo que menos deseaba aquella mujer era que la familia Bureau tuviera alguna queja, bien sabía que su prestigio dependía de los comentarios bien intencionados de las familias más acomodadas de Paris, y cada una de las niñas que estaba a su cargo eran su más importante tesoro, no tanto porque las estimara o las quisiera, sino por el hecho de que le permitía codearse con una clase social que no era la propia, permitiéndole darse una vida la cual sería imposible sin el apoyo de sus clientes.
El carruaje se detuvo justo en frente del edificio en donde funcionaba la tienda. A la mujer le sorprendió que a esa hora de la tarde, las puertas estuvieran entornadas, pero podía ser por el cambio de clima, porque parecía que pronto llovería o simplemente habían decidido cerrar, - bueno, señorita Bureau, no se olvide que mañana no estaré en la ciudad, así que no debe ir a clases – le dijo con voz firme pero dulce a la vez – recién nos veremos en unos días, entréguele ésta esquela a su madre – concluyó, mientras le guardaba el sobre en el bolsillo del abrigo. Shappire en todo momento miraba a su maestra y asentía, esperando no olvidarse de nada, pero pensando que lo primero que quería pedirle a su mamá al verla, era una enorme taza de cocoa caliente y un bollo con mermelada de frambuesa, de esa que solía hacer Raquel, la cocinera.
Esperó que la mujer la saludara con la mano, y giró, corriendo por la acera, llegó a la puerta del comercio, hizo fuerza para entrar, pero no pudo. Intentó mirar por el cristal para comprobar que era lo que impedía que abriera la puerta y solo pudo ver que un hombre abrazaba a su madre, –¿Mamá? – gimoteó mientras golpeaba con sus puños el cristal.
Las niñas fueron dejando el salón, cada vez que el sonido de la campana anunciaba la llegada de un nuevo padre o sirviente que llegaba. Una a una sus compañeritas se fueron yendo, dejando a Shappire sola, pronto las notas del instrumento musical, no le atrajeron, el salón parecía más grande, silencioso. En su cabeza solo se imaginaba el porqué de la tardanza de su mamá, - ¿será que mami se ha olvidado de mí? – negó con un movimiento de cabeza, aunque sus ojos mostraban el terror que esa idea le causaba, - ¿y si dejara de quererme? Si como dicen las maestras, soy una niña mala… ¿terminaré en un orfanato? – se escurrió del taburete, hasta que sus pies tocaron el suelo, caminó de un lado a otro de la sala, espiando por las ventanas que daba a la calle, observó los diferentes transeúntes que pasaban por la acera, esperando descubrir entre tantas damas elegantemente vestidas a su querida mamá, pero los minutos pasaban, uno tras otro, y ella no aparecía.
Un sonido detrás de ella la sobresaltó, casi hasta hacerla gritar. Giró su cuerpo, estaba temblando y con el miedo pintado en el rostro, - vamos, que no soy tan fea – dijo la señora Barnard, dueña de la guardería – de seguro tu mamá está muy ocupada con su negocio y no ha podido mandar a buscarte – le sonrió, buscando el abrigo de la pequeña – pero sabes, justo debo ir a comprar un perfume a un local cerca de lo de tu madre, así que te llevaré con ella, ¿quieres? - Shappire, aun con los ojos cargados de sorpresa logró decir que si, a la propuesta de su maestra.
La guardería estaba a menos de tres calles de donde se encontraba el negocio familiar, a pesar de ello, la maestra había decidido usar un carruaje, pues el clima había descendido más de diez grados entre la mañana y la tarde, lo que menos deseaba aquella mujer era que la familia Bureau tuviera alguna queja, bien sabía que su prestigio dependía de los comentarios bien intencionados de las familias más acomodadas de Paris, y cada una de las niñas que estaba a su cargo eran su más importante tesoro, no tanto porque las estimara o las quisiera, sino por el hecho de que le permitía codearse con una clase social que no era la propia, permitiéndole darse una vida la cual sería imposible sin el apoyo de sus clientes.
El carruaje se detuvo justo en frente del edificio en donde funcionaba la tienda. A la mujer le sorprendió que a esa hora de la tarde, las puertas estuvieran entornadas, pero podía ser por el cambio de clima, porque parecía que pronto llovería o simplemente habían decidido cerrar, - bueno, señorita Bureau, no se olvide que mañana no estaré en la ciudad, así que no debe ir a clases – le dijo con voz firme pero dulce a la vez – recién nos veremos en unos días, entréguele ésta esquela a su madre – concluyó, mientras le guardaba el sobre en el bolsillo del abrigo. Shappire en todo momento miraba a su maestra y asentía, esperando no olvidarse de nada, pero pensando que lo primero que quería pedirle a su mamá al verla, era una enorme taza de cocoa caliente y un bollo con mermelada de frambuesa, de esa que solía hacer Raquel, la cocinera.
Esperó que la mujer la saludara con la mano, y giró, corriendo por la acera, llegó a la puerta del comercio, hizo fuerza para entrar, pero no pudo. Intentó mirar por el cristal para comprobar que era lo que impedía que abriera la puerta y solo pudo ver que un hombre abrazaba a su madre, –¿Mamá? – gimoteó mientras golpeaba con sus puños el cristal.
Shappire Bureau- Humano Clase Alta
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Re: Encontrarte... mi salvación... o mi tortura... || Privado
Allí a unos milímetros de la calle, no pudo moverse, aunque no quería, la escucho, sus excusas, su porqué no lo había esperado – mientes, no recibí ninguna carta, pero si te mandé muchas, las que nunca recibieron ni una sola contestación… Debí darme por enterado que entonces era que no querías nada de mí, de la misma forma como me hiciste saber cuándo aún éramos unos niños, que no querías nada de mi… pero entonces nos volvimos a encontrar aquí, en Paris y en verdad creí que me amabas – dijo con su voz cargada de reproche – pero me volví a equivocar, porque fue irme y que decidieras casarte con otro, a pesar de haberme jurado que me esperarías -, cayo porque no podría más del dolor y la bronca, le faltaba el aire, se quería ir lejos de allí, lejos de ella que lo estaba envenenando.
Pero entonces, Fleur, corrió a sus brazos, le abrazó, se pegó a él, y su cuerpo tembló, se maldijo al darse cuenta que a pesar de todo lo que debería odiarla, seguía amándola como hacía ya cinco años. Le besó y él sintió que era lo que más había anhelado en todos esos años en que había estado ausente, aquellas manos acariciando sus mejillas, esa voz que preguntaba donde había estado en todos esos años. – en misiones, cuando volví a los pocos meses de haber partido, me mandaron a una misión en Rusia, luego cuando regresé, fui a tu casa a buscarte, pero ya no estabas allí… tu padre me dijo que te habías casado y que esperabas una hija de tu marido, que lo mejor sería que te dejara tranquila… y todos estos años eso hice… he aceptado cada misión que me alejara de tu lado, de París, porque encontrarte me destruye, porque no puedo aceptar que me hayas mentido tan descaradamente, que cada noches te entregues a un hombre que jamás te amará como yo lo hice… -.
Estaba por decirle que aún la amaba, cuando unos pequeños golpes en la puerta lo hicieron girar, entonces la vio, aquella hermosa niña rubia, el corazón se le partió, sintió que no podía estar allí, porque él hubiera deseado ser el padre de esa pequeña, pero jamás lo sería, por eso, alejó a la mujer de él. Le dedicó una profunda mirada de reproche y abrió la puerta para que la niña entrara, mientras él aprovechaba el momento para huir de allí, - creo que jamás debí entrar, es mejor que atiendas a tu hija – dijo antes de desaparecer por la puerta.
Pero entonces, Fleur, corrió a sus brazos, le abrazó, se pegó a él, y su cuerpo tembló, se maldijo al darse cuenta que a pesar de todo lo que debería odiarla, seguía amándola como hacía ya cinco años. Le besó y él sintió que era lo que más había anhelado en todos esos años en que había estado ausente, aquellas manos acariciando sus mejillas, esa voz que preguntaba donde había estado en todos esos años. – en misiones, cuando volví a los pocos meses de haber partido, me mandaron a una misión en Rusia, luego cuando regresé, fui a tu casa a buscarte, pero ya no estabas allí… tu padre me dijo que te habías casado y que esperabas una hija de tu marido, que lo mejor sería que te dejara tranquila… y todos estos años eso hice… he aceptado cada misión que me alejara de tu lado, de París, porque encontrarte me destruye, porque no puedo aceptar que me hayas mentido tan descaradamente, que cada noches te entregues a un hombre que jamás te amará como yo lo hice… -.
Estaba por decirle que aún la amaba, cuando unos pequeños golpes en la puerta lo hicieron girar, entonces la vio, aquella hermosa niña rubia, el corazón se le partió, sintió que no podía estar allí, porque él hubiera deseado ser el padre de esa pequeña, pero jamás lo sería, por eso, alejó a la mujer de él. Le dedicó una profunda mirada de reproche y abrió la puerta para que la niña entrara, mientras él aprovechaba el momento para huir de allí, - creo que jamás debí entrar, es mejor que atiendas a tu hija – dijo antes de desaparecer por la puerta.
Rainero Bleier- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/12/2014
Re: Encontrarte... mi salvación... o mi tortura... || Privado
Y Fleur, como buena madre que era e intuitiva, mientras dejaba que Nico abriera la puerta, ella sonreía – Querrás decir a nuestra hija – Dijo bien alto y claro – Si, Niccolo, ES nuestra hija –casi lo expandió a los cuatro vientos la noticia la cual hizo su efecto al que parecía que era ahora un inquisidor, acariciaba la cabecita de su hija que se había agarrado a su pierna y en ese instante la cogió en brazos, besándole la mejilla derecha – lo siento Shappire, Mami se tropezó y se hizo daño en la pierna que no pudo ir a por ti ¿Me perdonas? –Pregunto a lo que vio a su hija hacer pucheros y ella solamente suspiro- Hoy te dejo que juegues con las pinturas, ¿sí? –La bajo al suelo para llevarla hacia la parte de atrás en vigilancia de la niñera, mirando atentamente a los lados, cerrando la puerta para que Niccolo aún se quedara en el interior de la tienda.
-No me mires así Nicco, bien sabes o peor, creo que no sabes por lo que pasé cuando estaba con aquel que se casó conmigo cuando mi padre me dijo que desapareciste, cuando me forzó a casarme con aquel maltratador, mi padre dijo que me mantuviera callada y que siguiera siendo la esposa de aquel violador y maltratador solamente porque nos brindaba más contactos para mi padre y para reclutar, pero no sabes el infierno que he pasado, ¡no sabes lo mucho que te sigo amando, Nicco! –En ese momento, las lágrimas de Fleur salieron verdaderas y a borbotones, sentándose en la silla donde estuvo sentada, recordando cada momento de aquellos maltratos que gracias a una inquisidora amiga de su padre, con su magia le curaba el cuerpo pero los recuerdos seguían en su mente.
Lo único que le mantenía despierta y la llevaba hacia delante era su hija por el momento y ahora se habían reforzado sus ganas de vivir tras ver de nuevo a Niccolo – Esa niña – susurraba – A esa niña tenía que esconderla para que no la pegara tampoco. Hice que construyeran un escondite para NUESTRA-HIJA –especifico con ahínco esas dos palabras en el aun susurro – Nuestra hija es lo único que me quedaba de ti y que no quería perderla a ella tampoco porque, Nicco, tiene tu cabezonería y tu don de aniquilar a gente con un poco de su propia inocencia –Tuvo que reírse ante aquello.
-Dijeron que se había caído por las escaleras –Fleur se levantó, abrazándose a sí misma, sintiéndose mareada – Pero nuestra pequeña, mientras hacia la comida, le dije que recogiera los juguetes y no lo hizo – Miro fijamente a Niccolo y seguramente con el maquillaje descorrido – y ese…-chirrió entre dientes – malvado hijo de puta –gimoteo por la nariz, controlando el llanto, como si tuviera una imagen ilusionaría delante de ella, del malvado que les hacia la vida imposible muerto en el suelo – murió porque se tropezó con los juguetes de Shappire. En realidad, le aplaudo por ello.
-No me mires así Nicco, bien sabes o peor, creo que no sabes por lo que pasé cuando estaba con aquel que se casó conmigo cuando mi padre me dijo que desapareciste, cuando me forzó a casarme con aquel maltratador, mi padre dijo que me mantuviera callada y que siguiera siendo la esposa de aquel violador y maltratador solamente porque nos brindaba más contactos para mi padre y para reclutar, pero no sabes el infierno que he pasado, ¡no sabes lo mucho que te sigo amando, Nicco! –En ese momento, las lágrimas de Fleur salieron verdaderas y a borbotones, sentándose en la silla donde estuvo sentada, recordando cada momento de aquellos maltratos que gracias a una inquisidora amiga de su padre, con su magia le curaba el cuerpo pero los recuerdos seguían en su mente.
Lo único que le mantenía despierta y la llevaba hacia delante era su hija por el momento y ahora se habían reforzado sus ganas de vivir tras ver de nuevo a Niccolo – Esa niña – susurraba – A esa niña tenía que esconderla para que no la pegara tampoco. Hice que construyeran un escondite para NUESTRA-HIJA –especifico con ahínco esas dos palabras en el aun susurro – Nuestra hija es lo único que me quedaba de ti y que no quería perderla a ella tampoco porque, Nicco, tiene tu cabezonería y tu don de aniquilar a gente con un poco de su propia inocencia –Tuvo que reírse ante aquello.
-Dijeron que se había caído por las escaleras –Fleur se levantó, abrazándose a sí misma, sintiéndose mareada – Pero nuestra pequeña, mientras hacia la comida, le dije que recogiera los juguetes y no lo hizo – Miro fijamente a Niccolo y seguramente con el maquillaje descorrido – y ese…-chirrió entre dientes – malvado hijo de puta –gimoteo por la nariz, controlando el llanto, como si tuviera una imagen ilusionaría delante de ella, del malvado que les hacia la vida imposible muerto en el suelo – murió porque se tropezó con los juguetes de Shappire. En realidad, le aplaudo por ello.
Fleur Bureau- Humano Clase Alta
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Re: Encontrarte... mi salvación... o mi tortura... || Privado
Decir que aquella mujer tenía la particularidad de sacarlo de las casillas era poco, en verdad era la responsable de todos sus humores, de que se sintiera vivo. Pero aquellas verdades que salían de su bella boca, eran baldazos de agua helada en mitad de una calle en plena Varsovia. Niccoló, no paraba de llevar su mirada desde la pequeña muñequita rubia que había entrado hasta la mujer que lo volvía loco, y a cada palabra un poco más.
Parado, con las manos en la cintura, como un perfecto jarrón chino, la contemplaba con los ojos abiertos como plato, - Pero mujer… que dices… - intentó detener aquella catarata de información que lo estaba ahogando. Se fue haciendo hacia atrás, sus brazos pasaron a cubrir su pecho, cruzándolos sobre él, en un intento de protegerse, aunque aún no supiera muy bien de qué. Tal vez solo era, de aquellas verdades duras que esa mujer, a la que había amado, le espetaba como cubos de hielo en mitad de la cabeza.
Apoyo su peso en la pared, aun alejado de ella. Su mirada no intentaba ser inquisidora, pero era tan difícil poder digerir todo lo que Fleur le dijera. – espera, espera… vayamos por parte – dijo descruzando sus brazos y acercándose a donde la florista se encontraba sentada. – me dices que cuando yo me fui en esa misión que solo duraría unas semanas, ¿tu padre te casó con otro? – se acercó a poco menos de un metro de la joven, sentándose a su lado.
Tomó el delicado pie de la joven y corrió las faldas que cubrían la pierna. Comenzó a masajear, suave pero firme, haciendo que todo posible dolor se fuera, - ahora, dime lentamente, porque no pudiste esperarme, negarte a casar, meterte en un convento… o cualquier otra puta cosa menos casarte con ese gusano del infierno – sus masajes se habían hecho más duros y tuvo que calmarse al ver una mueca de dolor en los labios de su flor.
Inspiró profundo y dejó salir toda la frustración, - bien, no puedo decir que me entristece que nuestra pequeña no haya tenido un poco de responsabilidad en la muerte de ese criminal, pero él se lo buscó -, dijo sin mirarla, absorto en lo que estaba haciendo, - ¿sabes que tienes los pies más hermosos que conozco? Parecen pequeños peces – sonrió mientras lo levantaba aún más e inclinándose acea el pie de la joven, lo besó en el empeine.
Parado, con las manos en la cintura, como un perfecto jarrón chino, la contemplaba con los ojos abiertos como plato, - Pero mujer… que dices… - intentó detener aquella catarata de información que lo estaba ahogando. Se fue haciendo hacia atrás, sus brazos pasaron a cubrir su pecho, cruzándolos sobre él, en un intento de protegerse, aunque aún no supiera muy bien de qué. Tal vez solo era, de aquellas verdades duras que esa mujer, a la que había amado, le espetaba como cubos de hielo en mitad de la cabeza.
Apoyo su peso en la pared, aun alejado de ella. Su mirada no intentaba ser inquisidora, pero era tan difícil poder digerir todo lo que Fleur le dijera. – espera, espera… vayamos por parte – dijo descruzando sus brazos y acercándose a donde la florista se encontraba sentada. – me dices que cuando yo me fui en esa misión que solo duraría unas semanas, ¿tu padre te casó con otro? – se acercó a poco menos de un metro de la joven, sentándose a su lado.
Tomó el delicado pie de la joven y corrió las faldas que cubrían la pierna. Comenzó a masajear, suave pero firme, haciendo que todo posible dolor se fuera, - ahora, dime lentamente, porque no pudiste esperarme, negarte a casar, meterte en un convento… o cualquier otra puta cosa menos casarte con ese gusano del infierno – sus masajes se habían hecho más duros y tuvo que calmarse al ver una mueca de dolor en los labios de su flor.
Inspiró profundo y dejó salir toda la frustración, - bien, no puedo decir que me entristece que nuestra pequeña no haya tenido un poco de responsabilidad en la muerte de ese criminal, pero él se lo buscó -, dijo sin mirarla, absorto en lo que estaba haciendo, - ¿sabes que tienes los pies más hermosos que conozco? Parecen pequeños peces – sonrió mientras lo levantaba aún más e inclinándose acea el pie de la joven, lo besó en el empeine.
Rainero Bleier- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/12/2014
Re: Encontrarte... mi salvación... o mi tortura... || Privado
No evito sonreír. Le encanto ese piropo de Niccolo – Estoy mejor gracias –dijo observando al hombre que amaría y que siempre había amado – Niccolo, aun te quiero –dijo con firmeza – Quiero volver contigo, quiero volver a intentarlo –Dijo para después tirarse sobre Nicco, la banqueta de agua se le cayó encima del vestido por la parte de la falda dejando la tela empapada y semi transparente, pero siguió subiéndose sobre el cuerpo de Niccolo que tumbo de inmediato en el suelo.
-Gracias al sentimiento del amor podrás dar lo mejor de ti, sin importar si lo merecemos o no. El amor solo piensa en dar, no en recibir. Demasiado tiempo me debatí en la añoranza, con la mirada clavada en la lejanía, demasiado tiempo permanecí en la soledad, así que ya no se callar. Nunca sabremos si todo tiempo pasado fue verdaderamente mejor, o así nos lo parece porque es tiempo leído, no vivido; tiempo descifrado en las páginas de autores que lo han desmitificado y vuelto a mitificar para nosotros – Dijo Fleur en un momento de inspiración tras sentir que echaba de menos a Niccolo más de lo que ella en realidad se pensaba. Había estado llorando, viviendo en completo miedo de estar siempre con alguien que la violaba a cuando le entraba placer, ella era la que salía perdiendo pero menos mal que nunca quedaba embarazada debido a las pócimas de la amiga de su padre.
El ruido de un beso no es tan retumbante como el de un cañón, pero su eco dura mucho más. Meter mucho ruido a propósito de una ofensa recibida no disminuye el dolor, sino que acrecienta la vergüenza. Ocurre con la gente de mente pequeña lo mismo que con las botellas de cuello estrecho. Cuanto menos contiene, más ruido hacen al vaciarlas. Hace más ruido un sólo hombre gritando que cien mil que están callados. ¿Qué era el alboroto del exterior de la tienda? Al parecer no parecía haber paz en ninguna parte, Fleur no vio a Saphire por ninguna parte y entonces susurro al oído de Niccolo – Hazme el amor Niccolo de nuevo…dame un hijo el cual cuidar ambos –murmuro y lamio el cartílago de su amado Niccolo, lentamente se movió sobre sus caderas aun estando ambos tumbados –Estamos solos Niccolo –Dijo insistiendo nuevamente a su amado.
Pero, quienes instauran el terror no son los débiles, no son aquellos que a él se encuentran sometidos sino los violentos, quienes, con su poder, crean la situación concreta en la que se generan los "abandonados de la vida", los desharrapados del mundo. Los alborotadores al parecer eran vagabundos habiéndose vuelto locos de repente. Fleur sujeto a Niccolo y le golpeo con un libro dejándolo inconsciente –Yo por ti MA-TO! –Tiro el libro hacia alguna parte de la tienda – Por cómo me llamo Fleur Bureau que no te marchas de mi lado de nuevo –Dijo mientras veía a Niccolo inconsciente. Cerro con pestiño la puerta de la tienda, cojeando aun por el ya casi dolor del tobillo y cogió a Niccolo de un brazo y como pudo lo llevo detrás del mostrador.
-Gracias al sentimiento del amor podrás dar lo mejor de ti, sin importar si lo merecemos o no. El amor solo piensa en dar, no en recibir. Demasiado tiempo me debatí en la añoranza, con la mirada clavada en la lejanía, demasiado tiempo permanecí en la soledad, así que ya no se callar. Nunca sabremos si todo tiempo pasado fue verdaderamente mejor, o así nos lo parece porque es tiempo leído, no vivido; tiempo descifrado en las páginas de autores que lo han desmitificado y vuelto a mitificar para nosotros – Dijo Fleur en un momento de inspiración tras sentir que echaba de menos a Niccolo más de lo que ella en realidad se pensaba. Había estado llorando, viviendo en completo miedo de estar siempre con alguien que la violaba a cuando le entraba placer, ella era la que salía perdiendo pero menos mal que nunca quedaba embarazada debido a las pócimas de la amiga de su padre.
El ruido de un beso no es tan retumbante como el de un cañón, pero su eco dura mucho más. Meter mucho ruido a propósito de una ofensa recibida no disminuye el dolor, sino que acrecienta la vergüenza. Ocurre con la gente de mente pequeña lo mismo que con las botellas de cuello estrecho. Cuanto menos contiene, más ruido hacen al vaciarlas. Hace más ruido un sólo hombre gritando que cien mil que están callados. ¿Qué era el alboroto del exterior de la tienda? Al parecer no parecía haber paz en ninguna parte, Fleur no vio a Saphire por ninguna parte y entonces susurro al oído de Niccolo – Hazme el amor Niccolo de nuevo…dame un hijo el cual cuidar ambos –murmuro y lamio el cartílago de su amado Niccolo, lentamente se movió sobre sus caderas aun estando ambos tumbados –Estamos solos Niccolo –Dijo insistiendo nuevamente a su amado.
Pero, quienes instauran el terror no son los débiles, no son aquellos que a él se encuentran sometidos sino los violentos, quienes, con su poder, crean la situación concreta en la que se generan los "abandonados de la vida", los desharrapados del mundo. Los alborotadores al parecer eran vagabundos habiéndose vuelto locos de repente. Fleur sujeto a Niccolo y le golpeo con un libro dejándolo inconsciente –Yo por ti MA-TO! –Tiro el libro hacia alguna parte de la tienda – Por cómo me llamo Fleur Bureau que no te marchas de mi lado de nuevo –Dijo mientras veía a Niccolo inconsciente. Cerro con pestiño la puerta de la tienda, cojeando aun por el ya casi dolor del tobillo y cogió a Niccolo de un brazo y como pudo lo llevo detrás del mostrador.
Fleur Bureau- Humano Clase Alta
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