Chained || April V. Gilmerië

por **Raphäel Kuznetsov** Lun Abr 13, 2015 11:30 pm

Previamente

Entre mis manos estas y ahí siempre quedarás.

El aullido del lobo se levanta aun sin la luna en los cielos, la brisa estival aun hacia su presencia agitando el fuego de aquella melena llevando su perfume a las fauces de una hambrienta bestia, aquel decorado de los ojos ambarinos se vuelve azulados al ver que la luna le ha dejado en su forma humana, gruñe por ello por no hacer pedazos a aquella ninfa que le canta con esa voz melodiosa y que carga ahora en brazos, pero quizás para él es bueno porque ahora mismo la lleva a su hogar, con la mentira de la modestia y buena fe de un hombre de honorable reputación.

Los vientos de la zona residencial agitan ante el bravío viento que azota las hojas con tanta fuerza, quizás intuye las verdaderas intenciones de aquel ser que se oculta tras la timidez poco creíble de cualquier persona, pero quizás para aquella cuyo estado se encontraba en otro universo, quizás uno mucho menos colorido algo que él se encargaría de teñir, pero antes debía encerrarla para tratarla como se merecía, como aquel experimento que ayude a su mente alcanzar aquel entendimiento del lado oscuro y siniestro del ser humano y lo que le rodea.

Adentrándose a esa oscuro hogar lejos de los ojos que vigilan sus pasos aguardando dar fe y seña de sus movimientos se lleva a la pequeña ninfa de fuego a un destino del cual no podría salir. La deja sobre el sofá enredando en sus dedos uno de los mechones, su voz suena calmada y algo impaciente a la vez, como si aguardar mucho por ello —Ya estás en casa y a salvo de todos, ¿Quieres que te lleve a tu habitación y te ayude?— la pregunta que deja en el aire retumba en su interior pidiéndole permiso uno que no necesita porque aunque ella se niegue su habitación no está al subir las escaleras si no al bajar.

Esos ojos centellan en esperanza y deseo, su mórbido deseo de llevar a cabo su plan y placer y entrega, aquella ciencia que le pide ciertos sacrificios ajenos.

por **April V. Gilmerië** Lun Mayo 18, 2015 6:50 pm

Esta soñando despierta, ve el mundo como es, pero le parece más interesante el que no llega a ver. Es cargada como un infante en brazos, siendo arrullada por los gritos de sus demonios internos. Solo le queda jugar a la victima falsa junto con un salvador que solamente estaba deseando llevarla hacia la perdición. Esperaba ver el paraíso perdido cuando en realidad le iban a mostrar el infierno que se situaba justamente en su interior y que pronto seria descubierta por el mejor explorador que se pudo desear adentrar en esa épica aventura.

¿Por qué se iba con él? Deseaba escapar, prefería ser una rebelde sin causa. No tenía intenciones de ver a sus padres a los ojos y admitir que tenía un problema, prefería hacer caso omiso a su conciencia y darle libertad a las posibilidades de una muerte segura. — “¿Cómo podría el hacerme algo malo? Si veo en sus ojos un brillo encantador y en sus labios se pincela una sonrisa que abruma” — pensaba en su poca capacidad para hacerlo mientras intentaba alcanzar su mentón para tocar al dios que la había socorrido, pero no la alcanzaba, estaba tan lejos y su mano se sentía tan pesada que caía por sí sola.

Temblaba entre sus brazos por culpa del viento que chocaba a su piel, trataba de esconderse, de protegerse en la única fuente de calor que parecía estar más cerca, que en este caso era su pecho. Podía sentir un tambor tocar en su pecho, teniendo un ritmo apresurado, pero que lograba calmarla junto con el movimiento de su pecho, que parecía mecerla.

Los cambios parecían no afectarle, la habitación estaba en la misma temperatura que afuera, tal vez un poco mas cálida, pero ella no lo pudo percibir, sintió como un mullido y cómoda asiento termino apoderándose de su cuerpo — No soy un frágil objeto que se va a partir— dijo entre dientes y refunfuños mientras trataba de volver a mantenerse firme y de pie. Pero la droga comenzaba a tener su peor efecto. El combustible se acababa y quedaba era un saco de peso muerto indefenso. Su espalda cayo al respaldo del sofá y trato de quejarse por el mareo que recorría su cuerpo. — ¿Dónde está la habitación? — pregunto sintiendo la necesidad de ir a arregostarse un poco y dormir, para que ese malestar fuera solo una pesadilla.

por **Raphäel Kuznetsov** Vie Mayo 22, 2015 6:55 pm

El canto de la sirena puede ser tan encantador como desgarrador

El cándido canto se alza entre las cadenas que le aprisionan, su celador y dueño ahora siente el impulsivo deseo de atarle esos labios para que no dijera palabra alguna en ese gesto de refunfuño y protesta, la ve tan delicada y a la vez tan fuerte que su corazón y mano palpitan por verla bajo las influencias de sus misma locura, ver cuánto se pude romper y destruir sin que nadie la auxilie. Ínfimo deseo que le lleva a extenderla mano y posarla sobre el fuego, ese que se mece hacia atrás y desea que lo queme, que le tome la mano y se lo impida.

El juego de caperucita y el lobo ha comenzado; pues es entonces que dicho asesino toma la iniciativa en una sonrisa afable donde oculta sus verdaderas intenciones, la mano ansiosa del tormento desciende del fuego a la nieve de sus mejillas rozando con el pulgar inquieto por inyectar en ella una cantidad inmensurable de sustancias, ahora tocan los labios para silenciarla, esos labios partidos y resecos por la falta de agua ¿cuánto más se pueden poner? Piensa mientras silencia a la pequeña fugitiva —No eres un objeto, es verdad, pequeña dama. Pero si te puedes partir si no vas con cuidado por la escaleras, puesto al menos descuido podría tu lindo cuello partirse o tu cabecita romperse y sangrar hasta la muerte ¿eso quieres?— eso apenas y es un susurro que se lleva el viento, anhela que le diga que sí, que desea la muerte abrazar y danzar con los cuervos en su tumba.

De pie frente a ella extiende la mano amiga, a la cual si ella toma la va a devorar sin compasión hasta dejarla sin voz de tanto que va a gritar, imaginar sus gritos agónicos entre las paredes que nadie la pueda oír y sus lágrimas ensuciando su rostro, provoca un escalofrió de excitación en su ser, como si ya pudiera verla vendada y amordazada por completo, atada de pies y manos en la mesa de experimentos y su piel roja de los piquetes de inyecciones —Te acompaño hasta arroparte y asegurarme que estarás bien en la cama, eres mi invitada y no voy a dejar que nada malo te ocurra aquí— claro que sus verdaderas intenciones son otros “te acompañaré hasta que estés profundamente dormida y luego podré bajarte aquí porque te sedaré y cuando despiertes veré tu rostro de preocupación, aquí arriba no te ocurrirá nada, pero abajo, abajo todos tus temores más grandes ser harán realidad y tus demonios te atormentaran” ahí estaba en su sonrisa de caballerosidad sus verdaderas y crueles intenciones para con la pobre caperucita que no merecía ese trato, una joven que podía haberse cruzado con cualquier buen hombre menos con la bestia.

por **April V. Gilmerië** Dom Ago 02, 2015 7:33 pm

¿Iban hacia arriba? No, es para abajo, hacia el infierno, no te mereces el cielo ¿Quién te había dicho eso? Que niña tan ilusa ¡pensaba que la iban aceptar en el edén! Mejor atúrdete con las risas de los ángeles, que ya no pueden respirar de tanto reír por tu estupidez y ahógate con el llanto de tus padres, por ver en lo que te has convertido, que decepción has sido para ellos. April pequeña y juguetona, que no sabe cuando parar de jugar, ni tampoco elegir a sus compañeros. Estaba siempre rodeaba de gente que llevaban una máscara de buenos amigos, pero solamente era una careta, que fácilmente se le caía, como pintura vieja de una pared.

Su mano fue extendida para ser sujetada por el buen samaritano, quien verdaderamente parecía ser el primo del mismísimo Belcebú. Por unos momentos estuvo a punto de retroceder, refunfuñar mucho más y ser malcriada, pero las garras de la bestia ya la habían sujetado y no la iba a soltar. — No…— susurro suavemente. Sintió un pequeño jalón hacia al frente, sus pies se apresuraron a alcanzar su otra parte del cuerpo, bajo uno, dos y tres escalones, antes de caer hacia los brazos; o mejor dicho garras. De su aparentemente amable anfitrión. Su rostro había quedado en su pecho, comenzaba a ahogarse, el aire le faltaba, quiso dar una bocanada de aire, pero lo único que aspiro fue el extraño olor de ese singular personaje.

—Suelt…te … Ahg…— Quiso empujar para alejarse de el. Pero sus piernas no le respondían, estaba demasiado débiles para soportar su peso, era literalmente una muñeca de trapo que podían mover de aquí y allá si mucha dificultar — Yo puedo caminar… — Otro intento más, pero no lograba alejarse de el, estaba atrapada y aun parecía que no lo entendía. — ¡Que me deje sola! — termino gritándole, mientras al mismo tiempo daba torpes golpes hacia donde pudiera. Comenzaba a sentirse presionada, algo en su interior la estaba matando. Su estomago se revolvió, tuvo ganas de vomitar, comenzaba a sentirse ansiosa y su comportamiento errático la comenzaban a poner histérica. Aun sentía que no tenía suficiente aire que respirar se comenzaba a sofocar…

Pataleo, grito, enterró sus uñas en la carne del hombre, no sabia exactamente donde, pero había sentido como sus uñas dolían. Al final todo comenzó a darle vuelta — Por favor… vomitare… — estaba desmayándose, su rostro se empalideció mucho más de lo común. Dejo de forcejear para irse hacia un lado y vomitar, para luego caer desmayada…

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