~+~Nada dura para siempre~+~

por **Angelo Ange D' Le Rose** Lun Abr 20, 2015 1:49 am

¿Es posible... que alguien desconozca el significado de sus emociones?

Creo que lo he olvidado, creo que ya no recuerdo lo que es sentir o más bien describir lo que siento. No, en realidad y sinceramente, creo que olvide los nombres de cada emoción. estoy seguro que el significado sí lo sé, tal vez lo puedo describir; pero no sé el nombre que dé lugar a este..., no lo puedo entender, no lo puedo percibir.

Me siento olvidado de mí mismo... y a la vez puedo recordar todas las cosas que he pasado en lo largo de mi existencia, como si fuera a morir y una película de la vida se comenzara a reproducir. ¿No estoy muerto, o sí?

¿Me siento olvidado?; ¿Olvido? ¿Recuerdos? ¿Muerte?, ¿Cómo es posible?, ¿Cómo puedo saber que significa olvidar, recordar, morir? Mis palabras las siento ilógicas, incoherentes. Irrazonables. Ni yo puedo descifrar-me. ¿Cómo puedo saber como se sienten dichas emociones? No lo sé. El ser humano guarda algo en su subconsciente que jamás lograra despertar ni muriéndose, y si así fuera ya no lo podría revelar a los demás, pues a un fantasma nadie lo puede escuchar...

Incluso puedo reírme de esto, no sé lo que digo; cualquiera puede bufarse de mí, pero si tan sólo me entendieran, si tan sólo leyeran estas palabras, pues nada está dicho; pues todo es puro escrito. No hay nadie quien pueda escuchar, y nadie quien pueda ver. Pues la mayoría del ser humano simplemente oye y la mayoría del ser humano simplemente mira. Sin entender la psicología de cada pensamiento. ¿Cómo puedo revelarlo? ¿Cómo puedo mandarlo a comprender a la memoria de otro ser, sin ver en su rostro esa mirada de incomprensión e ignorancia? No es posible, las palabras se desvanecen con solo chocar en su mirada y el viento se lleva los fragmentos que han quedado en la nada. ¿Si yo no me comprendo, quien más lo haría?

Cuando cierro los ojos, puedo sentirlo... —respiré hondamente —. Ese olor... esa fragancia, aquel sitio... aquel lugar... Esa sensación a la que he llamado "El pasado". No puedo evitar respirar y detectar aquel aroma; es seco, no hay humedad, no hay perfume, si debo describirlo con un color este sería el gris, donde todo es igual, donde nada cambia, donde todo, es pesado y abrumador. Estoy solo, lo recuerdo bien, lo puedo ver como si estuviera viendo una escena de teatro y yo como espectador le dijera a ese personaje qué hubiera hecho y no hecho en esa vida con la mente. El paisaje es perfecto, ha cambiado, como las estaciones cambian. Las hojas han caído como las hojas deben caer, y los árboles han muerto, como deben morir. Yo estoy ahí, en la soledad, bajo un cielo de completa oscuridad, no hay estrellas y la luna no saldrá. El silencio me abruma, el corazón es dolorosamente palpitante, y el miedo me invade pero no me dejo llevar por el pánico pues no logro descifrar el porqué he de sentirme así.

He comenzado a caminar, mis pasos lentos, inaudibles... ni yo logro escucharlos, es como si estuviera flotando o fuese tan ligero que la gravedad no me pudiera afectar. Las montañas a lo lejos apenas se logran visualizar y a sus faldas los ríos se logran escuchar. Paseándome entre árboles muertos exploro el negro lugar, mirando como si mis ojos pudieran ver claramente, no estoy dispuesto a encender ninguna mecha de luz pues a decir verdad; me es agradable la ambientación, pacifica, silenciosa, armoniosa.

De nuevo esa sensación; no sé que significaría estar en ese lugar pero continué mi camino ignorando el aroma que no dejaba de cesar, más seco cada vez, como si hubiera perdido el sentido del olfato. La ambientación a cambiado; ahora estoy con ella... ¿Es un sueño? No, lo veo tan real que no puede ser un sueño. La habitación de aquella casa de madera se encontraba iluminada con candelabros de velas en cada esquina de las paredes y en medio de estas. Un escritorio de caoba en el rincón derecho de la entrada de la pieza, al lado izquierdo un gran armario que llegaba a cubrir toda la pared y al frente de ésta un lecho forrado de tatéfan rojo y almohadones dorados. Ella se encontraba dormida en el lecho, se mostraba apacible, pacifica... despreocupada. Su cabello castaño, largo y sedoso extendido por todo el almohadón vestida con sólo un camisón blanco y largo, rostro fino con diminutas pecas cubriéndole como una máscara y tobillos frágiles; cuerpo delicado y cuello de cisne... ¡cuanta belleza en una sola figura! Ese había sido el motivo por el cual me había enamorado.

No... no es así, era su inteligencia de este ser, la amabilidad, su niñería de esta mujer; la dulzura y madurez que a la vez mostraba y admiraba, sin perder ese toque infantil... ¿fui un pecador en fijarme en tales rasgos? Si era así, me declaro culpable. Pero ya nada es real, ya nada puede volver, ella yace ahí, la puedo ver, pero la verdad es que... ella ya no existe para mí. Que confuso, que desdicha ¡que melancolía! cuanta nostalgia puede guardar un ser que ya no siente nada, que está vacío... que está muerto... esto es un recuerdo del pasado, uno que hace miles de años tenía que haber ya estado enterrado en el olvido infinito, pero al parecer vuelve para atormentarme nuevamente.

Es comprensible, debo suponer. Pues he caído en la cuenta que estoy en la fecha donde todo ocurrió, donde todo empezó y en donde todo terminó. Cierro los ojos nuevamente y envuelto en total silencio logro escuchar los latidos de mi corazón ¿O son los de ella que han percibido mi presencia? Imposible. Comienzo a escuchar un extraño sonar, nublado, seco, alejado... pero se va acercando mientras pongo más atención a esa melodía de suaves golpes que se escuchan a cada segundo; una campana... una advertencia. Vuelvo a respirar hondo y he de encontrarme nuevamente en la oscuridad, no veo nada, pues caigo en la cuenta que mis parpados aún se encontraban cerrados y aquel sonido ahora era fuerte y sonoro; era el reloj de péndulo que marcaba la media noche ¡cuanta libertad! Había despertado de un sueño que parecía tan real, que sentí que jamás iba a despertar.

Me levante y me dirigí rápidamente al ventanal y al abrirlo aspire el aire puro, esa frescura que invadía mis fosas nasales la adoraba, podía percibir el olor de las rosas, los árboles, toda fragancia de la naturaleza, dirigí la mirada al cielo, tan claro, ese hermoso manto oscuro de la noche estrellada tan deslumbrante, la Luna llena tan brillante y aquellas nubes de esponjosa textura, nada como admirar la media noche en todo su esplendor. Llaman a la puerta... con una voz ligera, sutil pero audible di el permiso a entrar. Era mi consejera, mi compañera, mi amiga, ya algo desgastada, su cabello canoso no dejaba de ser hermoso; largo y muy bien cuidado, sus arrugas delataban su edad pero le daban un efecto tierno y sereno a su rostro, complexión media y tez oscura con ojos de miel. Mientras me hablaba yo la contemplaba; la contemplé como si fuera la primera vez que la había visto, la abrace como si fuera la última vez que lo haría... la bese como un niño entusiasmado de tener a una grandiosa mujer a su lado... permanecí a su lado esa noche, desayune con ella y leí con ella, canté con ella y baile con ella.Y en esa madrugada, ella dormía. Acostada en un diván negro, con su cabello suelto y el libro en su regazo, y yo observando cuidadosamente su eterno sueño; suavemente le quite aquel libro y suavemente junte sus manos, pues dormida está y ya nadie nunca la podra despertar... pues ahora ella está en paz. El sueño se hizo realidad.