AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Últimos temas
Drazel Sarbu
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Drazel Sarbu
▲NOMBRE DEL PERSONAJE▲
Drazel Sarbu▲EDAD▲
Edad Real 42/ Aparente 25 años. ▲ESPECIE▲
Licántropo▲FACCIÓN A LA QUE PERTENECE▲
---▲TIPO, CLASE SOCIAL O CARGO▲
Clase Alta▲ORIENTACIÓN SEXUAL▲
Bisexual▲LUGAR DE ORIGEN▲
Hermannstadt. Transilvania ▲HABILIDADES/PODERES▲
► HABILIDADES Y ATRIBUTOS INNATOS:
→ Habilidades: Sigilo, sentidos aumentados, buenos reflejos, agilidad, flexibilidad, velocidad y fuerza sobrehumana.
→ Atributos: Garras afiladas, dentadura afiliada, rasgos lobunos (en su forma transformada) y longevidad.
► PODERES INNATOS:
→ Transformación: Habilidad de cambiar de forma humana a animal y viceversa. Cuando el licántropo está en su forma transformada aumenta un 50% su potencia física.
→ Sanación acelerada: Habilidad para sanar rápidamente heridas y contusiones no tan graves (esto no aplica al desmembramiento; si les arrancan un brazo, el brazo no volverá a crecer). El tiempo de recuperación varía según el personaje y la gravedad de la herida o lesión. Cuando se trata de balas de plata o fuego pueden morir si las heridas son muy graves.
→ Percepción del aura: Habilidad para ver las auras de otros seres, cuyos colores indican su humor, identidad y nivel de hostilidad, de este modo saben si están bajo amenaza. Este poder también les permite reconocer a otros licántropos cuando no están transformados e identificar a los vampiros gracias a su aura pálida y su característico olor.
► PODERES A ELEGIR:
+ Memoria fotográfica: Capacidad de recordar cosas oídas y vistas con un nivel de detalle perfecto. Las personas con esta habilidad no olvidan nunca escritos, sonidos, imágenes y los recuerdan mucho tiempo después como si lo hubieran escuchado/visto apenas unos días antes.
+ Adherencia: Capacidad para pegarse a las paredes. Esta habilidad le permite trepar grandes edificios.
+ Rastreo: Poder de rastrear la localización de un objeto o criatura. El personaje puede descubrir la situación de cualquier persona a la que conozca, donde quiera que esté el blanco en un radio de veinte kilómetros.
- Spoiler:
- Spoiler:
Está parte es difícil. Soy algo reservado así que eso de que lean un psicoanálisis mío me desagrada bastante. Pero aquí tenemos lo primero. Soy reservado, no me gusta que huelan en mis cosas, que urgen. Quiero intentar conectar, pero es difícil. Soy territorial y enojón, como los de mi especie, pero no me enojo por estupideces. Es decir que si vienes y me molestas creo que puedo callarte de un golpe y eso no me pondría de mal humor a mí. Soy mucha apariencia, no lo olvides. Tener mi cuerpo no me hace débil. Creo que territorial y posesivo deberían ir en el mismo párrafo, así que lo pondré aquí. Soy posesivo, cosas y personas, es instinto. Si te marco, eres mío, no me gustara que alguien se acerque a lo que me pertenece. Puedo oler malas intenciones y soy agresivo si se trata de defender. No lo confundan con celos, que es un poco diferente. ¿Lo soy? No lo sé. No he tenido alguien de quien estarlo, soy hijo único también.
Me estoy dando una mala imagen de gratis. Veamos algunas cosas buenas. No creo que el remordimiento sea algo muy bueno pero lo siento a veces. No han sido muchas pero a veces las cadenas no me soportan y no despierto dónde me encontraba al inicio de la noche. Me aterra el descontrol. Va en contra de mí mismo, es mi némesis. Disfruto de las pequeñas cosas, esos momentos en los que de pronto estas solo en la calle y comienza a llover, o refresca. Una tarde en mis habitaciones tumbado en el balcón bajo la lluvia puede ser la cosa más relajante que haga en años. Soy fiel, en el aspecto de amistad y claro, pareja. Ya sé lo que dije, no me contradigo. Creo que si uno es fiel en algún aspecto de su vida lo puede ser en todos los demás. Lo contrario chocaría con esto y eso no puede ser. Soy de carácter fuerte, no me doblego con facilidad y sí, eso me hace terco y testarudo, pero está bien, puedo ceder si me das algo sabroso a cambio o pierdo justificadamente. Creo que esto debería de satisfacerles lo suficiente. Adiós.
Me estoy dando una mala imagen de gratis. Veamos algunas cosas buenas. No creo que el remordimiento sea algo muy bueno pero lo siento a veces. No han sido muchas pero a veces las cadenas no me soportan y no despierto dónde me encontraba al inicio de la noche. Me aterra el descontrol. Va en contra de mí mismo, es mi némesis. Disfruto de las pequeñas cosas, esos momentos en los que de pronto estas solo en la calle y comienza a llover, o refresca. Una tarde en mis habitaciones tumbado en el balcón bajo la lluvia puede ser la cosa más relajante que haga en años. Soy fiel, en el aspecto de amistad y claro, pareja. Ya sé lo que dije, no me contradigo. Creo que si uno es fiel en algún aspecto de su vida lo puede ser en todos los demás. Lo contrario chocaría con esto y eso no puede ser. Soy de carácter fuerte, no me doblego con facilidad y sí, eso me hace terco y testarudo, pero está bien, puedo ceder si me das algo sabroso a cambio o pierdo justificadamente. Creo que esto debería de satisfacerles lo suficiente. Adiós.
Lo cierto es que no soy muy bueno contando cosas sobre mí. Podemos intentarlo si gustan pero me disculpo si se aburren o acabo desvariando. Nací y pasé casi toda mi infancia en el distrito de Sibiu, viviendo entre las calles de la poco pintoresca Hermannstadt, un lugar con clima extremo y colores grises y rojizos, con tejas en edificios de no más de tres pisos de altura. Claro, yo era un humano normal, se los garantizo. Era de esos mocosos de mejillas delgadas que las tías no podían apachurrar, era un joven delgado que se veía bien estando abrigado. Era un jovencito de grandes modales con el principio de una buena educación y que hablaba correctamente su idioma. Sí, yo era normal… ¿Qué me sucedió?
Para empezar, mi familia se mudó. Nos mudamos. Yo no quería mudarme. Recuerdo haber hecho uno de los peores y más intensos berrinches de mi vida. No quería dejar mi colegio, no quería dejar mi escuela, no quería perder mis amistades. Yo era pequeño, no sabía nada sobre la magnitud del hombre, de su capacidad para llegar tan lejos como quisiera. No sabía que mi familia tenía tanto dinero como para poder comprarme un caballo a la semana. Así pues, nos mudamos, como iba diciendo. A París. Sí. La bella París. La maldita, poco tranquila, peligrosa, llena de monstruos de París. Maravillosa.
Pero no, no piensen mal. Cuando se me pasó el berrinche comencé a disfrutar de la ciudad de verdad. Me encantaban las salidas en la noche con mis padres a la ópera. Me gustaban los musicales y las cenas en esos muy lujosos restaurantes con sus gigantes arañas de cristal colgando del techo. Me encantaba todo eso. Y de vez en cuando yo podía ver a criaturas que paseaban entre las calles, no lo recuerdo muy bien, pero creo que eran vampiros. Un niño como yo solo podía ver la belleza que aquellas figuras elegantes dejaban ver a mis ojos pero que los humanos a mi alrededor no parecían captar. No tenía ningún poder. No se lo tomen por ese lado. Yo era curioso y observador. Demasiado curioso para mi propio bien. Las cosas bellas me atraían.
Aquí comenzamos con el cliché. Luna llena sí, una grande, brillante y redonda luna llena que además fue inoportuna; hacía fresco esa noche, mi padre me llevaba de la mano y entonces escuchamos los gritos. No supimos a donde ir, ni pudimos movernos cuando aquel escandalo nos alcanzó en plena avenida. Era una cacería. Una autentica cacería desenfrenada, la primera que vi en mi vida. Recuerdo a mi padre cargándome y correr conmigo, yo mirando a mi madre de reojo caer y enseguida a mi padre hacer lo mismo. Rodé en el suelo y sangré. Alguien grito algo sobre una “familia”, después, los ruidos de las voces se confundieron con los de las pisadas. Una sombra enorme proyectándose sobre mí. Pelo, mucho pelo, garras, dientes. Sentí un dolor lacerante cuando aquel monstruo me mordió. Fui arrastrado por él hasta que unos disparos lo interceptaron. Me dejaron sordo momentáneamente. Ruidos, gritería, llanto. Me aturdí tanto que creo, me desmayé.
Desde entonces soy así. Peludo y gruñón en ciertas noches y gruñón, guapo y con un poco de mal genio el resto del mes. Al principio fue terrible, claro. Mis padres estaban histéricos y no sabían que hacer, pero por fortuna, me quería lo suficiente para no llamar a la inquisición a que vinieran por mí. Mi padre debió de pagar una buena suma para dejar el asunto en silencio. Yo seguí creciendo, a un ritmo mucho más lento que el normal pero, en esencia, seguía siendo su niño. Excepto cuando dejaba de serlo. Construyeron algo así como una jaula en la parte subterránea de la mansión en la que vivíamos… De la primera vez recuerdo muy poco, sólo dolor. Sí, un dolor constante y ya. Cuando la luna llena pasó, me sentía tan enfermo y tan débil que no quería ni que me tocaran. Era una bestia herida, quería morder para defenderme.
Pero todo pasó, como antes cuando fui mordido y aun después de esa primera transformación yo era un niño de poco más de diez años, así que controlarme era fácil. Traté de enfocarme en lo que hacía, en mi parte humana, en lo que quería hacer con esta extensión de vida entregada a la fuerza. Seguí estudiando y aparte de mi lengua madre aprendí francés e inglés. Resulté bueno para las matemáticas y me encargue de ayudar a mi padre en su negocio desde que alcancé una apariencia de un joven adolescente. Descontando lo terrible de las transformaciones y el pequeño y extraño trato de mi familia cuando la luna llena se acercaba, no me sentía del todo mal con lo que me había sucedido. Pero era difícil no sospechar de mis ausencias y en la alta sociedad, donde me hacía conocido poco a poco, la gente comenzaba a susurrar.
Una noche, pocos días antes de la luna llena, hablando ya de un tiempo en el que mi cuerpo dejaba de ser el de un niño, mis padres llegaron y, como si fuera un maravilloso premio, me informaron que el licántropo que me mordió había sido asesinado por unos inquisidores. No más información. No la merecía. El monstruo, que yo ya no podía considerar como tal, había dejado de existir en este mundo. Sé que debería de odiarlo, no soy un imbécil que cayó en el síndrome de Estocolmo con un perfecto desconocido, pero aun así... Uno no puede saber lo que es ser así, sin haberlo vivido. Vamos que no lo comprenden. Me enerve de inmediato, me enfurecí tanto que me marché de la casa y no regrese hasta que la luna llena pasó. Fue una semana terriblemente vergonzosa. Humille a mis padres con mi conducta pero de todos modos no se atrevieron a tocarme. Les provocaba miedo. Fue, hasta cierto punto, divertido enterarme de que me temían.
Verán, yo no tengo lo que se dice una figura musculosa. Soy más bien formado, embarnecido pero no musculoso en exceso, no estoy hinchado. Soy rápido y ágil, claro que sí y cuando me transformo, agárrate. O eso me han dicho; es broma. Así que en parte, yo no podía comprender por qué mis padres me temían. Sobre todo cuando expresaba mi enfado hacía algo. El tiempo me hizo más temperamental, pero seguía trabajando y aprendiendo, seguía canalizando mi energía en cosas buenas mientras tuviera opción. Los años pasaron, crecí, física y mentalmente, conocí los placeres de una buena mujer y de un hombre agradable, pero no senté cabeza, ustedes comprenderán que uno prefiere ahorrarse unos problemas. Iba, ahora ya no lo hago, pero yo iba a las cenas y a los bailes y lo pasaba genial. Tenía modales, aún los tengo y siempre trato de no olvidar el estirado código con el que fui criado, pero siempre seré lo que ven, puede que crean que soy un dos caras pero yo no tengo conflictos, solo me moldeo según mis deseos.
Y en base a esa personalidad que construí, me decidí a mudarme un poco antes de lo previsto. Era un macho, un territorial, y quería mi propio espacio para perseguirme la cola a gusto. Mis padres se negaron a ello. Dijeron que no era seguro para mí, pero lo cierto es que no querían descuidarse. No les agradaba la idea de no saber dónde me encontraba o lo que hacía. Me marché una noche. Y hacía un tiempo que venía trabajando por mi cuenta y que tenía mi propia fortuna, monetariamente no tenía problemas. Espero que mis padres no me hubieran desheredado claro. Les deje una carta, una minuciosa, prolífica y elegante carta en la que me despedía momentáneamente de ellos y les pedía que confiaran en mí. Espero no haber hecho daño ni matado a nadie hasta ahora; la carne joven es débil y ser un licántropo de treinta años fastidiaba mucho. Pero quería intentarlo, deseaba no sentirme aislado. Me gustan las personas, me da cierto nerviosismo acercarme a ellas, en el aspecto de intimar, pero me gustan. Sí, me gustan.
Me mudé. Dejemos los rodeos. A una mansión no tan grande pero modificada para mis necesidades. Fue difícil buscar empleados que quisieran trabajar y no hacer muchas preguntas pero, con total sorpresa, debo añadir, mi padre me ayudó en ese aspecto. Su negocio de bienes raíces simplificó, por sus contactos, ese pequeño plan que mi mente iba construyendo. Me tomó algo de tiempo pero las cosas salieron bien. Mi padre intercedió por mí y a pesar de sus casi setenta años yo pude ver la figura de autoridad que conocí de niño. Logré lo que quería en esos años movidos pero no infructíferos. Me costaba pasar las noches de luna llena. Uno cree que se acostumbrara y en parte es así, pero siempre estará el miedo de destrozar algo, de destruir eso que viene construyendo desde hace tiempo. Mi madre murió pocos años después de que me mudara y mi padre le siguió también. No eran tan jóvenes cuando nací y la naturaleza es así. Llore como un niño en ambos funerales. Heredé todo. Menuda pasta me embolse con la despedida de mis padres. Soy hijo único y mis parientes siguen en Transilvania; mejor para mí. Vendí la casa y amplié la mía. Aquí vivo, escondido de los míos incluso. Me gustan las personas, pero soy desconfiado. Uno prefiere morder y luego lamer las heridas. Puta vida.
Para empezar, mi familia se mudó. Nos mudamos. Yo no quería mudarme. Recuerdo haber hecho uno de los peores y más intensos berrinches de mi vida. No quería dejar mi colegio, no quería dejar mi escuela, no quería perder mis amistades. Yo era pequeño, no sabía nada sobre la magnitud del hombre, de su capacidad para llegar tan lejos como quisiera. No sabía que mi familia tenía tanto dinero como para poder comprarme un caballo a la semana. Así pues, nos mudamos, como iba diciendo. A París. Sí. La bella París. La maldita, poco tranquila, peligrosa, llena de monstruos de París. Maravillosa.
Pero no, no piensen mal. Cuando se me pasó el berrinche comencé a disfrutar de la ciudad de verdad. Me encantaban las salidas en la noche con mis padres a la ópera. Me gustaban los musicales y las cenas en esos muy lujosos restaurantes con sus gigantes arañas de cristal colgando del techo. Me encantaba todo eso. Y de vez en cuando yo podía ver a criaturas que paseaban entre las calles, no lo recuerdo muy bien, pero creo que eran vampiros. Un niño como yo solo podía ver la belleza que aquellas figuras elegantes dejaban ver a mis ojos pero que los humanos a mi alrededor no parecían captar. No tenía ningún poder. No se lo tomen por ese lado. Yo era curioso y observador. Demasiado curioso para mi propio bien. Las cosas bellas me atraían.
Aquí comenzamos con el cliché. Luna llena sí, una grande, brillante y redonda luna llena que además fue inoportuna; hacía fresco esa noche, mi padre me llevaba de la mano y entonces escuchamos los gritos. No supimos a donde ir, ni pudimos movernos cuando aquel escandalo nos alcanzó en plena avenida. Era una cacería. Una autentica cacería desenfrenada, la primera que vi en mi vida. Recuerdo a mi padre cargándome y correr conmigo, yo mirando a mi madre de reojo caer y enseguida a mi padre hacer lo mismo. Rodé en el suelo y sangré. Alguien grito algo sobre una “familia”, después, los ruidos de las voces se confundieron con los de las pisadas. Una sombra enorme proyectándose sobre mí. Pelo, mucho pelo, garras, dientes. Sentí un dolor lacerante cuando aquel monstruo me mordió. Fui arrastrado por él hasta que unos disparos lo interceptaron. Me dejaron sordo momentáneamente. Ruidos, gritería, llanto. Me aturdí tanto que creo, me desmayé.
Desde entonces soy así. Peludo y gruñón en ciertas noches y gruñón, guapo y con un poco de mal genio el resto del mes. Al principio fue terrible, claro. Mis padres estaban histéricos y no sabían que hacer, pero por fortuna, me quería lo suficiente para no llamar a la inquisición a que vinieran por mí. Mi padre debió de pagar una buena suma para dejar el asunto en silencio. Yo seguí creciendo, a un ritmo mucho más lento que el normal pero, en esencia, seguía siendo su niño. Excepto cuando dejaba de serlo. Construyeron algo así como una jaula en la parte subterránea de la mansión en la que vivíamos… De la primera vez recuerdo muy poco, sólo dolor. Sí, un dolor constante y ya. Cuando la luna llena pasó, me sentía tan enfermo y tan débil que no quería ni que me tocaran. Era una bestia herida, quería morder para defenderme.
Pero todo pasó, como antes cuando fui mordido y aun después de esa primera transformación yo era un niño de poco más de diez años, así que controlarme era fácil. Traté de enfocarme en lo que hacía, en mi parte humana, en lo que quería hacer con esta extensión de vida entregada a la fuerza. Seguí estudiando y aparte de mi lengua madre aprendí francés e inglés. Resulté bueno para las matemáticas y me encargue de ayudar a mi padre en su negocio desde que alcancé una apariencia de un joven adolescente. Descontando lo terrible de las transformaciones y el pequeño y extraño trato de mi familia cuando la luna llena se acercaba, no me sentía del todo mal con lo que me había sucedido. Pero era difícil no sospechar de mis ausencias y en la alta sociedad, donde me hacía conocido poco a poco, la gente comenzaba a susurrar.
Una noche, pocos días antes de la luna llena, hablando ya de un tiempo en el que mi cuerpo dejaba de ser el de un niño, mis padres llegaron y, como si fuera un maravilloso premio, me informaron que el licántropo que me mordió había sido asesinado por unos inquisidores. No más información. No la merecía. El monstruo, que yo ya no podía considerar como tal, había dejado de existir en este mundo. Sé que debería de odiarlo, no soy un imbécil que cayó en el síndrome de Estocolmo con un perfecto desconocido, pero aun así... Uno no puede saber lo que es ser así, sin haberlo vivido. Vamos que no lo comprenden. Me enerve de inmediato, me enfurecí tanto que me marché de la casa y no regrese hasta que la luna llena pasó. Fue una semana terriblemente vergonzosa. Humille a mis padres con mi conducta pero de todos modos no se atrevieron a tocarme. Les provocaba miedo. Fue, hasta cierto punto, divertido enterarme de que me temían.
Verán, yo no tengo lo que se dice una figura musculosa. Soy más bien formado, embarnecido pero no musculoso en exceso, no estoy hinchado. Soy rápido y ágil, claro que sí y cuando me transformo, agárrate. O eso me han dicho; es broma. Así que en parte, yo no podía comprender por qué mis padres me temían. Sobre todo cuando expresaba mi enfado hacía algo. El tiempo me hizo más temperamental, pero seguía trabajando y aprendiendo, seguía canalizando mi energía en cosas buenas mientras tuviera opción. Los años pasaron, crecí, física y mentalmente, conocí los placeres de una buena mujer y de un hombre agradable, pero no senté cabeza, ustedes comprenderán que uno prefiere ahorrarse unos problemas. Iba, ahora ya no lo hago, pero yo iba a las cenas y a los bailes y lo pasaba genial. Tenía modales, aún los tengo y siempre trato de no olvidar el estirado código con el que fui criado, pero siempre seré lo que ven, puede que crean que soy un dos caras pero yo no tengo conflictos, solo me moldeo según mis deseos.
Y en base a esa personalidad que construí, me decidí a mudarme un poco antes de lo previsto. Era un macho, un territorial, y quería mi propio espacio para perseguirme la cola a gusto. Mis padres se negaron a ello. Dijeron que no era seguro para mí, pero lo cierto es que no querían descuidarse. No les agradaba la idea de no saber dónde me encontraba o lo que hacía. Me marché una noche. Y hacía un tiempo que venía trabajando por mi cuenta y que tenía mi propia fortuna, monetariamente no tenía problemas. Espero que mis padres no me hubieran desheredado claro. Les deje una carta, una minuciosa, prolífica y elegante carta en la que me despedía momentáneamente de ellos y les pedía que confiaran en mí. Espero no haber hecho daño ni matado a nadie hasta ahora; la carne joven es débil y ser un licántropo de treinta años fastidiaba mucho. Pero quería intentarlo, deseaba no sentirme aislado. Me gustan las personas, me da cierto nerviosismo acercarme a ellas, en el aspecto de intimar, pero me gustan. Sí, me gustan.
Me mudé. Dejemos los rodeos. A una mansión no tan grande pero modificada para mis necesidades. Fue difícil buscar empleados que quisieran trabajar y no hacer muchas preguntas pero, con total sorpresa, debo añadir, mi padre me ayudó en ese aspecto. Su negocio de bienes raíces simplificó, por sus contactos, ese pequeño plan que mi mente iba construyendo. Me tomó algo de tiempo pero las cosas salieron bien. Mi padre intercedió por mí y a pesar de sus casi setenta años yo pude ver la figura de autoridad que conocí de niño. Logré lo que quería en esos años movidos pero no infructíferos. Me costaba pasar las noches de luna llena. Uno cree que se acostumbrara y en parte es así, pero siempre estará el miedo de destrozar algo, de destruir eso que viene construyendo desde hace tiempo. Mi madre murió pocos años después de que me mudara y mi padre le siguió también. No eran tan jóvenes cuando nací y la naturaleza es así. Llore como un niño en ambos funerales. Heredé todo. Menuda pasta me embolse con la despedida de mis padres. Soy hijo único y mis parientes siguen en Transilvania; mejor para mí. Vendí la casa y amplié la mía. Aquí vivo, escondido de los míos incluso. Me gustan las personas, pero soy desconfiado. Uno prefiere morder y luego lamer las heridas. Puta vida.
+ Hablo tres idiomas: Rumano, Francés e Inglés Británico.
+ Me gusta escuchar música pero no toco ningún instrumento.
+ Soy carnívoro en su mayoría pero mi alimentación es balanceada, costumbres omnívoras.
+ Soy poco paciente, y me parece absurda la idea de que me hagan esperar. No es que sea más importante que los demás, pero si estás desocupado, ocúpate de mí.
+ Soy apasionado y fiel, como un perro, pero más fino. No he tenido mucha experiencia en el sexo pero siempre me lo he pasado muy bien.
+ Me gusta leer. Leo lo que sea, me gusta, me relaja como la música y mejor, me entretiene.
+ En casa llevo poca ropa, algo considerado vulgar y exhibicionista. Es algo que me reservo a la intimidad de mis habitaciones. Aún hay heridas que no quiero que nadie vea.
+ Mi interés por las artes es notorio por mi historia. Disfruto las mentiras adornadas con poesías, las puestas en escenas y la luz de los teatros elegantes.
+ Para no dejar, estudie abogacía. Demasiado tiempo libre, ya saben.
+ Los vicios no son lo mío. Tolero el alcohol y algunas veces lo disfruto, pero el cigarro es algo que apruebo solo bajo estrictas condiciones, eso incluye claro, lo social.
+ Me gusta escuchar música pero no toco ningún instrumento.
+ Soy carnívoro en su mayoría pero mi alimentación es balanceada, costumbres omnívoras.
+ Soy poco paciente, y me parece absurda la idea de que me hagan esperar. No es que sea más importante que los demás, pero si estás desocupado, ocúpate de mí.
+ Soy apasionado y fiel, como un perro, pero más fino. No he tenido mucha experiencia en el sexo pero siempre me lo he pasado muy bien.
+ Me gusta leer. Leo lo que sea, me gusta, me relaja como la música y mejor, me entretiene.
+ En casa llevo poca ropa, algo considerado vulgar y exhibicionista. Es algo que me reservo a la intimidad de mis habitaciones. Aún hay heridas que no quiero que nadie vea.
+ Mi interés por las artes es notorio por mi historia. Disfruto las mentiras adornadas con poesías, las puestas en escenas y la luz de los teatros elegantes.
+ Para no dejar, estudie abogacía. Demasiado tiempo libre, ya saben.
+ Los vicios no son lo mío. Tolero el alcohol y algunas veces lo disfruto, pero el cigarro es algo que apruebo solo bajo estrictas condiciones, eso incluye claro, lo social.
Última edición por Drazel Sarbu el Miér Ago 16, 2017 11:56 am, editado 2 veces
Drazel Sarbu- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 59
Fecha de inscripción : 21/04/2015
Localización : Por aquí, por allá
Re: Drazel Sarbu
FICHA APROBADA
bienvenido/a a victorian vampires
¡ENHORABUENA! YA ERES PARTE DE VICTORIAN VAMPIRES Y TE DAMOS LA MÁS CORDIAL BIENVENIDA.
ANTES DE HACER CUALQUIER OTRA COSA, TE INVITO A LEER LAS NORMAS QUE TENEMOS EN EL FORO PARA QUE ESTÉS BIEN ENTERADO/A DE CÓMO MANEJAMOS TODO EN ESTE SITIO Y ASÍ EVITARTE FUTUROS MALOS ENTENDIDOS. A CONTINUACIÓN TE DEJO LOS LINKS MÁS IMPORTANTES PARA QUE PUEDAS CONOCER LA INFORMACIÓN, Y SI DESPUÉS DE LEER SIGUES TENIENDO ALGUNA DUDA, PUEDES CONTACTARME A MÍ O A OTRO DE LOS ADMINISTRADORES; ESTAMOS PARA SERVIRTE.
¡QUE TE DIVIERTAS!
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