~+~Sonata~+~ [Priv ~ Darío Sarbu]

por **Angelo Ange D' Le Rose** Vie Mayo 22, 2015 4:05 pm

"En donde la sangre se transforma en fino vino, sonaba una hermosa melodía"

Galante, elegante, tranquilo, me paseaba por las aceras sin preocupación alguna, observando en algunos edificios aún abiertos para los visitantes nocturnos, a las personas que se hallaban dentro; después del desayuno era primordial dar un paseo de media noche por aquellos sitios, sentir el aire de otoño soplar fresca esencia en el semblante de la persona que anda por las callejas. La levita negra que vestía en aquel momento se ondeaba ante la suavidad del viento, llegándome hasta los tobillos, el pañuelo de encaje negro al rededor de mi cuello sujeto por un pendiente de plata con el símbolo de la rosa roja en la decoración de éste, en la abertura del traje se dejaba apreciar un chaleco de tela parisiense color carmín protegiendo la camisa holgada blanca debajo. Terminando la decoración del cuerpo con unos guantes de tela negra y la típica máscara de porcelana negra cubriéndome medio rostro y la otra mitad escondida por el cabello bicolor que se encontraba suelto y caído en mis hombros y espalda.

Parecía salido de una obra de teatro si alguien me viera de esa forma, o pensarían que iba hacia alguna fiesta de mascaradas. Pero la verdad es que no importaba. Los faroles llegaron a apagarse como de costumbre, algunos continuaban aún con su llama intensa dentro del cristal, las sombras me cubrieron por completo y me sentía mucho mejor rodeado de aquella suave oscuridad. ¿Hacia donde me dirigía exactamente? Lo sabría cuando avanzara unas cuadras más y diera vuelta en otras cuantas esquinas, la verdad es que no sabía a donde iba, lo que me importaba era disfrutar la noche de ese momento sin importar las direcciones de la ciudad. Quizá encontraría algo interesante en ese laberinto de calles o llegaría hasta algún lugar desconocido y más allá donde los humanos no se atreven a andar. Mi vista se perdió entre las montañas lejanas, creándome filosofías en mi mente, mi otra voz hablándome y yo ignorándole, aunque en algo le había prestado atención: La música. Anhelaba escuchar música, tocar un piano tal vez, pero en eso el viento tocó para mí, o al prestar la atención suficiente sabía que la naturaleza igual sabía crear hermosas melodías con aquellos efectos de los elementos.

Me detuve en seco y mantuve mi mirada fijamente al frente, pero era cómo si mis ojos estuvieran ausentes, pues ahora mi audición se había agudizado al percibir movimientos de alguien aproximándose en algún lugar no tan lejos de donde me hallaba, salí de entre las sombras y camine bajo la luz de los faroles que aún prendían una leve llama. Toparse con un desconocido a veces me llegaba la sensación de que tal vez no sea bien recibido ante su presencia, no saber si mi esencia era grata para aquel quien se avecinaba.

por **Drazel Sarbu** Lun Mayo 25, 2015 8:47 pm

Una noche cualquiera, pero perfecta para cerrar el despacho un poco antes de la hora. Sigo sin secretaria y sin quien me lleve las citas. Es una fortuna que mi cabeza de para eso y más. Todo queda bien ordenado y guardado en mi cajón bajo llave. Yo me llevo el pequeño dispositivo mágico, por seguridad, ya saben. La brisa que corre entre las calles huele a la ciudad y al campo, huele al perfume de la dama en la esquina que espera en el intermedio de una obra que simula su propia vida. Pompa y circunstancia. Ropas finas como las de su acompañante, la casaca, el sombrero, los guantes. Demasiada ropa para un perro joven. Incluso los zapatos son un peso de plomo en mis pies está noche. Vamos, quítatelos, son inútiles para lo que quieres hacer, muchacho. Puedo sentir el impulso naciendo en mi interior, casi incontrolable.

Pero no, seguiré siendo un caballero en toda su regla por unos instantes más. Me doy la vuelta, alejándome de la multitud que espera, estorbando como si fueran los reyes de Estocolmo; en paz descanse el pobre Gustavo ¿Tercero? No importa. Salgo de la luz, de los candiles, de los faroles de gas que quitan su natural posición a la oscuridad pero que dan una falsa seguridad. La gente se muere ¿Bien? Con o sin luz. Y eso es lo que quiero hacer hoy, por un rato, dejar de existir. Sí, suena la mar de bien después de días en la rutina de trabajo, en las falsas sonrisas en los salones de té. Sí, Aquí yace Darío, muerto en un callejón. Las losetas de piedra en el suelo, hacen repercutir mis pasos mientras me interno en la penumbra, entre las paredes apenas separadas; no es el mismo callejón que escogiera el mes pasado o hace tres días, no, nunca el mismo. No puedes ser un imbécil y estar vivo en esta época. Ha, pero es verdad, yo estoy muerto, así que detalles así ni deberían de importarme.

El edificio elegido es de tres pisos, un pequeño reto que no debe de costarme nada franquear. Todavía tengo algunos días de prórroga, pero muerto, sólo algunas horas. Los grandes placeres de la vida duran muy poco pero son en extremo exquisitos. Me desvisto, por que no puedo hacer esto con ciertas prendas, no porque sea un pervertido o parecido. Yo no puedo controlar lo que pasa en ciertas noches y si de pronto me encuentras desnudo temprano por la mañana en algún sitio no apropiado, pues lo siento. No ha sido mi intención. Casaca, guantes, sombrero y zapatos. Lo necesario, nada más. Puede que algunos crean que solo puedo hacer ciertas cosas estando transformado, pero se equivocan. El virus o lo que sea lo que ese lobo me pasara hace años, no me hizo fuerte solo esos días. No sean ilusos. Coloca la espalda contra la pared, así. Respira e inclínate.

La mitad de esto es instinto, es saber dónde colocar los pies y las manos. Mis ropas van conmigo en un fuerte mordida con mis dientes. Empuja tus dedos hasta que entren en la ranura esa diminuta que sólo tú puedes ver. Bien hecho. No necesitas más que un impulso y listo. Escalar es un arte que no practico demasiado, pero que se me da muy bien. No mirar atrás, no sufrir de acrofobia, todas esas sandeces dejan de importar cuando llegas a la cima, cosa que no me toma más de uno cuantos minutos. Dejó las cosas en el tejado, junto al borde donde estoy de pie y entonces escucho la música. El viento danzando entre los árboles del parque, de Tertre, dando una vuelta y subiendo a mover las nubes. Abro los ojos y veo tejados y más tejados. Y más allá el horizonte sin nada que interrumpa mi visión. Sí señor, esto es lo que quería.

Me guardo los guantes y me visto con la casaca para no tener que cargarla. Va bien ajustada, es de corte, de esas finas que ya quisieras tener. Meto mis zapatos con hebillas en el sombrero de copa. No voy a ponerme nada de eso en lo que resta de la noche, a menos que no tenga de otra. Camino, es lo que quiero hacer, sencillamente, caminar durante un rato sin que nadie ni nada me estorbe. Paso de un bloque de edificios al otro y el piso áspero del tejado me recibe bien, no se queja. Sobre todo eso. No se queja de un muerto. Bien hecho. Pero no todos pueden ser como mi amigo el techo, no. Me detengo de pronto, en el borde mismo que da al vacío unos cuantos pisos más abajo. Lo vislumbro antes de que me vea, interesante, si hablamos de un vampiro. Eso es. Huele como tal. Hola extraño, ¿Qué tal?... Me siento, de un movimiento ágil y mis pies se balancean, gozando de la libertad de estirar los dedos. Estos vampiros curiosos. Me encantan. ¿Quieres venir? Soy un buen perro, se dar la pata y todas esas sandeces. Mi dedo índice se movió en una amistosa invitación.

por **Angelo Ange D' Le Rose** Vie Ago 21, 2015 7:59 pm

"Y mientras sonaba, los latidos del corazón se aceleraban como los pasos de los caballos."

Continuaba aquel sonido melodioso, tan leve combinado con el del viento, pero audible para mis sentidos auditivos. Lo escuché claramente el cómo "aquel" se paseaba entre tejado a tejado, los latidos de su corazón que se producían al andar de un edificio a otro no eran tan silenciosos como las almohadillas de un gato, no; al menos para mí, eran tan audibles cómo el toquido de un tambor en un estado de meditación. En un momento pensaba que quizá aquel ser se dirigía a otro sitio de donde yo me hallaba, pero al explorar aquel edificio con la mirada, frente a frente dudé, en si levantar la vista o no, si quería darme cuenta del quien ahora me observaba desde lo alto y ahora con aquel gesto tan perspicaz que me avisaba que igual él había advertido mi presencia, me invitaba a acercarme y disfrutar, quizá, la melodía que producía la noche más de cerca.

Al notarle tan cómodamente balanceado en el borde de aquel edificio mientras me invitaba, incliné un poco mi cuerpo para hacer una leve reverencia en tono amable, saludando, mientras asentía y aceptaba su invitación. Su aura era muy diferente a los seres que me he llegado a topar, pero sin duda era una aura reconocible. Entonces fue así como caminé hacia aquel callejón de en frente cruzando la acera y perderme entre las sombras que producía aquella amante nocturna, tal vez aquel ser haya pensado que me estaba retirando pero no era así. Los animales son curiosos por naturaleza pero este convividor de sociedad humana quizá no lo fuera, o tal vez sí; pero no importaba, pues ya me encontraba a sus espaldas. ¿Cómo llegue a la cima tan rápido? No es gran cosa, con un poco de agilidad y algo de velocidad sobrehumana si es que la poseéis, puedes entrar por la parte trasera del edificio y subir sin preocupación las escaleras; no me gusta escalar edificios pues es algo que no se me da a la ocasión en que vaya vestido, diría que es poco elegante. Si fuese un edificio de dos pisos tal vez no tendría que subir y con un sólo salto bastaría. Pero no estoy para dar clases sobre lo que soy y lo que poseo, estoy para disfrutar y conocer a ése extraño de aura familiar, no a la mía, sino a la estirpe a la cual él pertenece. Dicen que los canes son los mejores amigos del hombre, veamos si es cierto.

—Bonne nuit monsieur, —dije cuando se percato al instante de mi presencia, me encontraba a cierta distancia alejado de él mientras le observaba sentado en el borde del edificio donde ahora ambos nos hallábamos, el aire golpeaba sutilmente mis ropas que si fuese un mortal temblaría por la sensación de frío que éste me producía tanto en mi pecho cómo en el rostro, más por la máscara de porcelana que sin duda era más fría, pero yo no la puedo sentir, no del modo en que los mortales lo hacen— espero no interrumpir vuestra velada, a menos que ambos hayamos venido para lo mismo... —comenté en un tono sereno y audible, mi nerviosismo por entablar con seres extraños y nuevos para mí nunca se dejaba ver por lo firme que era, pues ése efecto se pasaba al instante en cómo yo rompiera el hielo con dichas personas.

por **Drazel Sarbu** Sáb Ago 22, 2015 12:57 am

Tengo un buen olfato. Soy un perro. Los perros como yo tenemos buen olfato, buen oído y una buena vista. Si tuviera que darle un orden gradual a mis sentidos sería ese mismo. Primero el olfato, luego el oído y por último la visión. Los vampiros huelen todos a sangre, todos ellos, pero tienen una diferencia sutil debajo del aroma inicial. Yo podía reconocer a un vampiro que hubiera conocido con anterioridad y podía darme cuenta cuando conocía a uno con quien nunca antes me había cruzado. Este era el caso, mientras mis pies continuaban su balanceo, yo lo miraba, al caballero que estaba debajo, en el suelo, en la prisión de los muros de los edificios pegados, como si quisieran rozarse pero sin tener el valor para hacerlo. Lo miraba fijamente, manteniendo quizás el mismo intenso reconocimiento que él parecía tener hacía mí. Sí, sin duda había aceptado mi invitación para unirse a mirar este paisaje.

Su suave pero elegante gesto me pareció de lo más elocuente y cordial, tanto que por algunos instantes me hizo sentir como si fuera un pobre niñato con cero modales. Pero esa sensación se borró pronto. Me recuerdo que estoy muerto, que sólo cuento con esas pocas horas para estarlo, para no ser yo mismo, para no ser nadie en realidad. El gestó deja de importarme en el momento en que desparece enfrente de mí. Yo soy bueno oliendo, ya lo dije, mi olfato es maravilloso y el aire que corría a mí alrededor era una fuente inagotable de aromas que hacía que me cosquillearan los dedos de mis pies desnudos y ahora frescos. Supe dónde se encontraba en el instante en que llegó al tejado del edificio en el que me encontraba. Giré lentamente y me puse de pie sin provocar ruido, un ruido que un mortal pudiera escuchar, pero yo estaba con un vampiro, una de esas criaturas en las que siempre me había fijado siendo niño. Debía de ser tan escandaloso que resultaba vulgar.

Pero mantuve mis modales, esos que mis padres me inculcaron desde que era un mocoso y servían cuando uno quería ser políticamente correcto, sobre todo cuando querías ser eso último, precisamente. Yo sabía cómo hacerlo, como inclinar mi cabeza y mantener la boca cerrada. Ahora lo hice, sin hipocresía, tranquilamente, casi deseoso. Me incliné y le devolví el saludo con toda la galantería y el respeto que pude mostrar. Cuando me enderecé volví a sentarme, dejando la saliente del muro entre mis piernas, por si acaso me entraba vértigo. Subir me había tomado energía y fuerza en las manos y pies, pero no había problema; el problema era caer de espaldas al vacío. Yo no era un inmortal vampiro y me gustaban mis huesitos justo como eran, completos y juntos unos a otros, sin roturas ni fracturas dolorosas. Me senté, cómodamente, sin que mis intenciones fueran irrespetuosas. Buscaba algo más de soltura, un cómodo encuentro más allá de la frialdad de los modales.

— Buenas noches… — Sonreí ante la elegancia con la que pronunciaba el francés, revistiéndola entre una capa de ambigüedad que me supo a siglos que no conocí. Respondí con mi mejor voz, sin esconder, quizás él pudiera oírlo, la huella de mi acento de cuando era pequeño. — ¿A escuchar la música de la ciudad? — Pregunté en voz baja, sin esconder la pequeña hilaridad que comenzaba a emerger de mi interior. Estaba muerto, podía ser quien yo quisiera en este momento. — Hoy suena maravillosamente… — Acordé, observando el movimiento de su ropa en su cuerpo, el de su pelo y el inmutable rostro perpetuo.

por **Angelo Ange D' Le Rose** Dom Nov 29, 2015 1:16 pm

—El silencio es la perfecta melodía para una noche tan tranquila como ésta, o al menos, por este lugar. —Dije explorando la cima de los edificios con la mirada y callé al posar la mirada al horizonte— Aunque pensándolo bien, es extraño que no haya ni un alma merodeando por las callejas, aparte la de vos claro está —dirigí mi mirada nuevamente a él mientras caminaba hasta el punto de colocarme a la orilla del abismo de tantos metros de altura y exploré la carretera con la mirada pacifica.

—Cuando hay silencio... —hice una pausa, viré la vista hacia un local que ahora tenía las luces internas encendidas y después proseguí— la música comienza a emanar por si sola, la naturaleza es el instrumento, para mí, más bello que puede existir —me giré lentamente para quedar al frente de su persona que se encontraba en aquella posición de descanso y precaución, posando mi mirada en sus ojos.— ¿Vos qué opina?

Baje la mirada mientras soltaba una leve risa, no sé porque me había resultado gracioso preguntar eso, tomar confianza en un desconocido contándole esas cosas sin saber si me entendería. Volví a ver el cielo de la ciudad mientras entrecerraba la vista y mi semblante se notaba tranquilo y serio.— Perdone, no sé porque le digo ésto. Los que me escucharan podrían pensar que soy un loco artista que ha perdido el juicio, pero sólo un mortal podría decirlo y los ciegos, que con sus propios ojos no pueden ver, ni con sus oídos sordos no pueden escuchar y ni con su piel pueden sentir; por lo que no sabrían amar.

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