AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Sonata en la noche //priv. Baran//
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Sonata en la noche //priv. Baran//
La noche se había presentado en París, y era la hora de salir, la vampiresa atravesba las calles abrigadas con su bonito abrigo de terciopelo negro, con la capucha puesta, sus ojos normalmente eran de un clarividente azul, pero tendía demasiado a mostrar su lado sobrenatural cuando se teñian de rojo por la emoción, en cualquiera de los sentidos, ira, euforía, enfado, pero cada vez se hacía más experta en ocultar cualquier tipo de emoción, las verdaderas intenciones de la vampiresa era alimentarse, le apetecía sangre si...pero aun no había decidido de quien.
Iba con paso rapido, nadie se fijaba en ella, solo le frustraba cuando entraba a algún local y la observaban con atención y decidian que era demasiado joven para dejarla pedir alcohol, los tiempos habían cambiado, mucho..muchos años desde aquel final del día, y ahora se resignaba a ir a los locales y tener que conformarse con un zumo, o algo sin alcohol, aunque había antros en los que no les importaba ofrecerla alcohol, quizás por sucias intenciones que podían tener despues, nunca llegaban a eso igualmente. Sus ojos bailaban de una persona a otra, mientras degustaba el aroma de la sangre.
Llevaba su platinos cabellos recogidos en un moño, y arreglada, le gustaba ir bien vestida, no había motivo para no disfrutar de las modas de la epoca, y no podía evitar ser algo llamativa, pero eso iba como parte de su naturaleza, aunque hubo un momento en que algo la llamó la atención, parecía que algo había por aquí, ella se frenó en seco y miró alrededor, buscando donde estaba ese sobrenatural. Solo por divertimento.
Avanzó por el callejón hasta dar a la calle principal que daba a la ópera, ella avanzaba entre la gente, mirando a esa gente que hacía fila para el siguiente pase, algunos leyendose el programa de esa noche, Arikel se acerco a la entrada y pidió tambien el programa para mirarlo y ver que sería la obra de esta noche, se paró al lado de alguien, bastante grande por que no decirlo. -¿Vienes a ver la obra o eres el guardaespaldas de uno de los actores que cantan esta noche?.- Dijo de manera sería al lado de ese enorme hombre, aunque claro, teniendo la altura de Arikel casí todo el mundo era bastante más alto que ella.
Iba con paso rapido, nadie se fijaba en ella, solo le frustraba cuando entraba a algún local y la observaban con atención y decidian que era demasiado joven para dejarla pedir alcohol, los tiempos habían cambiado, mucho..muchos años desde aquel final del día, y ahora se resignaba a ir a los locales y tener que conformarse con un zumo, o algo sin alcohol, aunque había antros en los que no les importaba ofrecerla alcohol, quizás por sucias intenciones que podían tener despues, nunca llegaban a eso igualmente. Sus ojos bailaban de una persona a otra, mientras degustaba el aroma de la sangre.
Llevaba su platinos cabellos recogidos en un moño, y arreglada, le gustaba ir bien vestida, no había motivo para no disfrutar de las modas de la epoca, y no podía evitar ser algo llamativa, pero eso iba como parte de su naturaleza, aunque hubo un momento en que algo la llamó la atención, parecía que algo había por aquí, ella se frenó en seco y miró alrededor, buscando donde estaba ese sobrenatural. Solo por divertimento.
Avanzó por el callejón hasta dar a la calle principal que daba a la ópera, ella avanzaba entre la gente, mirando a esa gente que hacía fila para el siguiente pase, algunos leyendose el programa de esa noche, Arikel se acerco a la entrada y pidió tambien el programa para mirarlo y ver que sería la obra de esta noche, se paró al lado de alguien, bastante grande por que no decirlo. -¿Vienes a ver la obra o eres el guardaespaldas de uno de los actores que cantan esta noche?.- Dijo de manera sería al lado de ese enorme hombre, aunque claro, teniendo la altura de Arikel casí todo el mundo era bastante más alto que ella.
Arikel Voerman- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 382
Fecha de inscripción : 15/11/2017
Re: Sonata en la noche //priv. Baran//
La luna debía estar en su cenit esa noche, lástima que las oscuras nubes la taparan, al mismo tiempo que advertían de la inminente tormenta. París estaba en pleno apogeo a esas horas, los transeúntes estaban ávidos por encontrar aquél ocio que les distrajera de su efímera existencia.
En la entrada de un callejón, situado entre una taberna cochambrosa y lo que parecían ser los restos de un bloque de pisos, se hallaba una figura enorme ataviada con el típico abrigo hecho de piel de oso siberiano, con unos pantalones de piel azabaches y con las botas clásicas de la época. Un gorro de lana marrón oscuro le cubría la parte superior de la cabeza mientras una bufanda gris le ocultaba cuello y parte del rostro, dejando ver tan solo sus ojos y una porción de la nariz.
Baran exhalaba un humo blanquecino debido a la rápida condensación del vapor por la fría temperatura que había en el ambiente. Debían de rondar los -6ºC haciendo de la estancia en la calle un autentico suplicio para aquellas personas poco adaptadas al frío. Por suerte se había criado en la aún más gélida Siberia, hecho que aumentaba notoriamente su resistencia a las bajas temperaturas.
Era la noche perfecta para realizar su trabajo. Baran miraba de un lado a otro, atento a cualquier movimiento. Didier, su contratante, le había informado de que el interesado debía aparecer en ese callejón a las 23:07. En ese instante eran las 23:04, el grandullón esperaba que el "cliente" no tardara mucho en llegar. Tocó con la mano izquierda el bolsillo situado en su pectoral derecho, justo donde escondía el puñal. Hoy era una de esas noches en las que le gustaría que el trabajo fuera rápido, sencillo y bien ejecutado. Volvió a exhalar, cada vez faltaba menos.
23:08, el cliente llega tarde. Baran analizó el estado de la calle. Por la derecha no se veía ni un alma, pero por la izquierda se acercaba la figura de un hombre solitario, abrigado acorde al intenso frío del ambiente. El gigantesco siberiano clavó sus iris verdeazulados en el andar del otro joven, intentando adivinar si ese era el objetivo o no más que un pobre diablo que casualmente transitaba por el lugar, para desgracia del otro cumplía con la descripción física.
Tan pronto el infeliz pasó silbando por el oscuro callejón, una enorme mano enguantada agarró su pescuezo y lo introdujo a las sombras con una fuerza descomunal. No le dio tiempo a patalear o a producir sonido alguno, el arma perforó con facilidad tanto capas textiles como dérmicas, dejando que el líquido carmesí brotara entre la herida. Cualquier intento de chillido era suprimido en sus propias cuerdas vocales, apretadas brutalmente por la veterana y serena zurda del cambiante. Murió sin pena ni gloria, y como tal fue abandonado en el desértico callejón.
Baran se marchó del lugar del crimen con una calma tan gélida como las ventiscas siberianas y varias calles más abajo se deshizo del puñal y del abrigo al entregárselos a un cómplice que el mismo contratante le había presentado.
Cobrado su trabajo, cuando la medianoche estaba presta a hacerse presente, el ruso se hallaba en la cola de entrada a una ópera medianamente famosa a la que tiempo atrás había echado cierto interés en deleitar. Fue allí, en la cuenta atrás del acceso, donde una muchacha de pelo blanquecino y aura aún más pálida decidió entablar una conversación con el impasible cambiante. -Ver la obra- Respondió en tono neutro y rostro impertérrito mientras encorvaba levemente su cuerpo para no forzar en demasía las cervicales de ambos seres. -¿Y usted?- Preguntó con un tono tan sombrío como la misma oscuridad del anterior callejón. Justo en ese momento se hizo al hora de apertura, la medianoche exacta, y con la misma exactitud los encargados de la ópera empezaron a acomodar a los clientes más importantes en sus debidos sitios.
En la entrada de un callejón, situado entre una taberna cochambrosa y lo que parecían ser los restos de un bloque de pisos, se hallaba una figura enorme ataviada con el típico abrigo hecho de piel de oso siberiano, con unos pantalones de piel azabaches y con las botas clásicas de la época. Un gorro de lana marrón oscuro le cubría la parte superior de la cabeza mientras una bufanda gris le ocultaba cuello y parte del rostro, dejando ver tan solo sus ojos y una porción de la nariz.
Baran exhalaba un humo blanquecino debido a la rápida condensación del vapor por la fría temperatura que había en el ambiente. Debían de rondar los -6ºC haciendo de la estancia en la calle un autentico suplicio para aquellas personas poco adaptadas al frío. Por suerte se había criado en la aún más gélida Siberia, hecho que aumentaba notoriamente su resistencia a las bajas temperaturas.
Era la noche perfecta para realizar su trabajo. Baran miraba de un lado a otro, atento a cualquier movimiento. Didier, su contratante, le había informado de que el interesado debía aparecer en ese callejón a las 23:07. En ese instante eran las 23:04, el grandullón esperaba que el "cliente" no tardara mucho en llegar. Tocó con la mano izquierda el bolsillo situado en su pectoral derecho, justo donde escondía el puñal. Hoy era una de esas noches en las que le gustaría que el trabajo fuera rápido, sencillo y bien ejecutado. Volvió a exhalar, cada vez faltaba menos.
23:08, el cliente llega tarde. Baran analizó el estado de la calle. Por la derecha no se veía ni un alma, pero por la izquierda se acercaba la figura de un hombre solitario, abrigado acorde al intenso frío del ambiente. El gigantesco siberiano clavó sus iris verdeazulados en el andar del otro joven, intentando adivinar si ese era el objetivo o no más que un pobre diablo que casualmente transitaba por el lugar, para desgracia del otro cumplía con la descripción física.
Tan pronto el infeliz pasó silbando por el oscuro callejón, una enorme mano enguantada agarró su pescuezo y lo introdujo a las sombras con una fuerza descomunal. No le dio tiempo a patalear o a producir sonido alguno, el arma perforó con facilidad tanto capas textiles como dérmicas, dejando que el líquido carmesí brotara entre la herida. Cualquier intento de chillido era suprimido en sus propias cuerdas vocales, apretadas brutalmente por la veterana y serena zurda del cambiante. Murió sin pena ni gloria, y como tal fue abandonado en el desértico callejón.
Baran se marchó del lugar del crimen con una calma tan gélida como las ventiscas siberianas y varias calles más abajo se deshizo del puñal y del abrigo al entregárselos a un cómplice que el mismo contratante le había presentado.
Cobrado su trabajo, cuando la medianoche estaba presta a hacerse presente, el ruso se hallaba en la cola de entrada a una ópera medianamente famosa a la que tiempo atrás había echado cierto interés en deleitar. Fue allí, en la cuenta atrás del acceso, donde una muchacha de pelo blanquecino y aura aún más pálida decidió entablar una conversación con el impasible cambiante. -Ver la obra- Respondió en tono neutro y rostro impertérrito mientras encorvaba levemente su cuerpo para no forzar en demasía las cervicales de ambos seres. -¿Y usted?- Preguntó con un tono tan sombrío como la misma oscuridad del anterior callejón. Justo en ese momento se hizo al hora de apertura, la medianoche exacta, y con la misma exactitud los encargados de la ópera empezaron a acomodar a los clientes más importantes en sus debidos sitios.
Baran D. Lebedev- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 10
Fecha de inscripción : 13/11/2017
Re: Sonata en la noche //priv. Baran//
La vampiresa le miraba, realmente era alguien alto, y si ella ya de por sí era bajita debido a la edad en la que murió, seguramente habría crecido algunos centimetros más de haberse desarrollado más si hubiera vivido más tiempo, no era el caso y ya no importaba, se había acostumbrado a esa apariencia. E incluso le servía algunas veces para conseguir sus objetivos. A veces venía bien una cara inocentona para convencer a casí cualquiera, ella miraba al enorme hombre y deslizó la vista al programa que tenía de la ópera, se rascó la mejilla con aire pensativo, mientras leía los actores que eran parte del programa, el tenor era algo interesante, incluso había oido hablar de él a unas damas de alta cuna en un café, ladeó la cabeza dibujando una ladina sonrisa. -Pues..creo que veré la obra, me hablaron bien del tenor.- Comentó la joven con despreocupación.
La verdad es que tenía pensado en poder colarse entre bastidores y probar la dulce sangre de alguno de los cantantes. Eso podía prometer ciertamente, ella miraba al inmenso hombre y miró alrededor. -Veo que no ha acudido con pareja a la opera, eso es algo insolitó.- Comentó la vampiresa con cierta dejadez, de despreocupada forma ciertamente, olía a sangre, pero no a la suya, pero había estado cerca de sangre hacía corto tiempo, ella miró a un callejon, olía a sangre por ahí, entrecerró los ojos y volvió a mirar el programa, no..le apetecía más la sangre de artista, si podía elegir, aunque quizás el grandullón tambien pudiera saber bien, pero tenía aura sobrenatural, lo cual intentar alimentarse de él podía ser más complicado de lo que parecía a simple viste.
Realmente estaba en una situación curiosa hablando con ese ser que había accedido a mantener una conversación con ella, y como veía que estaban dando ya el pase para la obra, Arikel miraba a todos lados con rapidez, y sonrió de medio lado nuevamente con malicia. -Bueno, ¿Quiere entrar conmigo? no me gusta estar en estos sitios sola, hay mucho abuson por ahí suelto.- Dijo fingiendo un numero muy repetido ya en su haber, el de la jovencita desvalida e indefensa, y quizás con las dimensiones de aquel hombre podía hasta tragarselo, aunque claro, parecía que todo el mundo era mucho más pequeños que él, pero la vampiresa puso la más angelical de sus caras para tratar de convencerlo, lo cierto es que no le apetecia estar sola en la ópera.
La verdad es que tenía pensado en poder colarse entre bastidores y probar la dulce sangre de alguno de los cantantes. Eso podía prometer ciertamente, ella miraba al inmenso hombre y miró alrededor. -Veo que no ha acudido con pareja a la opera, eso es algo insolitó.- Comentó la vampiresa con cierta dejadez, de despreocupada forma ciertamente, olía a sangre, pero no a la suya, pero había estado cerca de sangre hacía corto tiempo, ella miró a un callejon, olía a sangre por ahí, entrecerró los ojos y volvió a mirar el programa, no..le apetecía más la sangre de artista, si podía elegir, aunque quizás el grandullón tambien pudiera saber bien, pero tenía aura sobrenatural, lo cual intentar alimentarse de él podía ser más complicado de lo que parecía a simple viste.
Realmente estaba en una situación curiosa hablando con ese ser que había accedido a mantener una conversación con ella, y como veía que estaban dando ya el pase para la obra, Arikel miraba a todos lados con rapidez, y sonrió de medio lado nuevamente con malicia. -Bueno, ¿Quiere entrar conmigo? no me gusta estar en estos sitios sola, hay mucho abuson por ahí suelto.- Dijo fingiendo un numero muy repetido ya en su haber, el de la jovencita desvalida e indefensa, y quizás con las dimensiones de aquel hombre podía hasta tragarselo, aunque claro, parecía que todo el mundo era mucho más pequeños que él, pero la vampiresa puso la más angelical de sus caras para tratar de convencerlo, lo cierto es que no le apetecia estar sola en la ópera.
Arikel Voerman- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 382
Fecha de inscripción : 15/11/2017
Re: Sonata en la noche //priv. Baran//
Inspiró y expiró lentamente, dejando que cada fría partícula de aire calara en garganta y pulmones. No tenía por costumbre ser importunado por nadie, aunque se tratara de una mera conversación, su figura imponente y su rostro arisco solía bastar para apartar a todo ser con la menor intención de perturbarlo. La cruda realidad es que era un hombre solitario, al menos en su proceder, y cualquier atisbo de socialización ligeramente banal le resultaba un suplicio. La mente del cambiante estaba en una encrucijada entre el sentido del decoro y la falta de práctica en temas tan sencillos como aquellos.
Observó los movimientos pensativos de la muchacha y no hizo ademán alguno ante la ladina sonrisa que la draculína le había dedicado -Didier Trate. Buen lírico.- Contestó con el tono habitual. Lo que no mencionó es que era mejor aún como contratante, pues no era la primera vez que el siberiano completaba un encargo para él. En pocas palabras, destacaba más por su atractivo y gran oratoria que por su voz, aunque para lo último siempre recurría a quitarse de en medio a todo aquel que resaltara más que él. -No es insólito cuando uno viene a apreciar el arte- Respondió con neutralidad. A la ópera solo acudían dos tipos de individuos, los primeros eran los amantes de la música, los que realmente entendían su significado y se deleitaban con cada tono perfectamente acusado, perdonando a su vez los mínimos errores que pudiera tener el artista. Eran aquellos que, aunque tuvieran acompañante, estaban más absortos en el canto y la interpretación que en atender a la gente de su alrededor. Por desgracia, escaseaban y eran casi imposibles de localizar. Los segundos eran harina de otro costal, eran una plaga, personas que entendían poco o nada del arte que se plantaba ante sus ojos, pero que no tenían reparos en rasgar de arriba a abajo al interprete al menor fallo que ellos percibieran o creyeran percibir. Su efímera contribución a la ópera era el de traer a la acompañante más hermosa que pudieran encontrar y exhibirla antes los demás de su misma clase bajo la envidiosa mirada de aquellos condenados que habían sido incapaces de pagar a alguien mejor. El siberiano nunca tendría problemas en exterminar a cada uno de estos indeseables, el problema es que París y la mayor parte del mundo acabaría despoblada.
Abierto el pase, la cola empezó a menguar a medida que los borregos entraban al redil. El ruso se irguió de nuevo y examinó la situación, intentando averiguar cuanto tiempo les tomaría llegar al interior del edificio. No mucho más de tres minutos calculó. Volvió a posar su vista en la menuda pero atractiva vampiresa justo en el momento en que una sonrisa ladina aparecía en el inocente rostro. Se encogió levemente de hombros ante la pregunta e inclino su cuerpo en un ligera reverencia formal. -Vos primero- Pronunció una voz gutural y tan fría como las estepas de su tierra natal. El propio Didier le había regalado las entradas, y aunque en un principio iba a desechar la de la acompañante, había supuesto una auténtica casualidad que la muchacha hubiera aparecido para utilizarla. Sacó la respectiva entrada del bolsillo izquierdo de su pantalón y se la otorgó solemnemente a la joven para que ella misma pudiera dárselo al acomodador. Ante cualquier palabra que pudiera decirle sobre ese acto, simplemente se encogería de hombros y seguiría su curso hasta sus respectivos asientos.
Observó los movimientos pensativos de la muchacha y no hizo ademán alguno ante la ladina sonrisa que la draculína le había dedicado -Didier Trate. Buen lírico.- Contestó con el tono habitual. Lo que no mencionó es que era mejor aún como contratante, pues no era la primera vez que el siberiano completaba un encargo para él. En pocas palabras, destacaba más por su atractivo y gran oratoria que por su voz, aunque para lo último siempre recurría a quitarse de en medio a todo aquel que resaltara más que él. -No es insólito cuando uno viene a apreciar el arte- Respondió con neutralidad. A la ópera solo acudían dos tipos de individuos, los primeros eran los amantes de la música, los que realmente entendían su significado y se deleitaban con cada tono perfectamente acusado, perdonando a su vez los mínimos errores que pudiera tener el artista. Eran aquellos que, aunque tuvieran acompañante, estaban más absortos en el canto y la interpretación que en atender a la gente de su alrededor. Por desgracia, escaseaban y eran casi imposibles de localizar. Los segundos eran harina de otro costal, eran una plaga, personas que entendían poco o nada del arte que se plantaba ante sus ojos, pero que no tenían reparos en rasgar de arriba a abajo al interprete al menor fallo que ellos percibieran o creyeran percibir. Su efímera contribución a la ópera era el de traer a la acompañante más hermosa que pudieran encontrar y exhibirla antes los demás de su misma clase bajo la envidiosa mirada de aquellos condenados que habían sido incapaces de pagar a alguien mejor. El siberiano nunca tendría problemas en exterminar a cada uno de estos indeseables, el problema es que París y la mayor parte del mundo acabaría despoblada.
Abierto el pase, la cola empezó a menguar a medida que los borregos entraban al redil. El ruso se irguió de nuevo y examinó la situación, intentando averiguar cuanto tiempo les tomaría llegar al interior del edificio. No mucho más de tres minutos calculó. Volvió a posar su vista en la menuda pero atractiva vampiresa justo en el momento en que una sonrisa ladina aparecía en el inocente rostro. Se encogió levemente de hombros ante la pregunta e inclino su cuerpo en un ligera reverencia formal. -Vos primero- Pronunció una voz gutural y tan fría como las estepas de su tierra natal. El propio Didier le había regalado las entradas, y aunque en un principio iba a desechar la de la acompañante, había supuesto una auténtica casualidad que la muchacha hubiera aparecido para utilizarla. Sacó la respectiva entrada del bolsillo izquierdo de su pantalón y se la otorgó solemnemente a la joven para que ella misma pudiera dárselo al acomodador. Ante cualquier palabra que pudiera decirle sobre ese acto, simplemente se encogería de hombros y seguiría su curso hasta sus respectivos asientos.
Baran D. Lebedev- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 13/11/2017
Re: Sonata en la noche //priv. Baran//
La vampiresa miraba a su alrededor la fila avanzaba ciertamente, pero fue grato cuando ese enorme hombre pareció acceder a la compañia que la pequeña vampiresa le ofrecía, la verdad por un segundo habría incluso esperado una respuesta negativa, tanto tiempo había acostumbrado a la vampiresa el rechazo de otros sobrenaturales que no fuesen vampiros, por eso muchas veces solo se acercaba a otros vampiros, pero ciertamente aunque había algo que ocultaba el gigante hombre, no descartaba en algun momento poder incar el colmillo en esa piel, aunque en su mente no alcanzaba a imaginarse a ese frio rostro ni con una pizca de miedo.
El hombre la paso las entradas, eso le sorprendió a Arikel ya que estaba dispuesta a pagar la entrada, le sorprendió que tuviera dos. -Vaya..que caprichoso es el destino...di con alguien a quien le sobreba una entrada..es mi noche de suerte.- Rió algo la vampiresa, aunque le fue curioso que alguien con su aspecto le gustase el arte, ella manejaba los instrumentos de cuerda, había tenido años para aprender, e incluso encontrar utilidad a eso aparte de para interpretar una bonita melodía. Pero lo cierto es que el hombre le pegaría más ganandose la vida como guerrero, bueno guerrero hacia unos cuantos años, ahora le pondría como dijo al verle de guardaespaldas o quizás le pegaría encontrarlo en los tugurios donde se celebraban peleas clandestinas. Pero ahora no iba a jugar ahora con el caracter de ese hombre, no era momento.
Más su actitud fue caballerosa, la dejó pasar delante, la verdad que poco estaba acostumbrada a eso, solía encontrarse más el problema de que no se la tomasen enserio o que hiciesen alusión a su aparente joven edad. Pero se sintió incluso algo alagada, ofreció las entradas al acomodador que les guió hasta unos asientos sorprendentemente buenos, Arikel no pudo aguantarse y se giró a su acompañante improvisado. -Uh, ¿donde habeis adquirido tan buenos asientos?- Dijo curiosa, miró a un lado y a otro para ver el tipo de clase social que había sentados a sus lados, más se sentó cruzada de piernas mientras se leía el programa de lo que iban a ver, la verdad es que ese Didier Trate parecía la estrella, la vampiresa esperó espectante el comienzo de la obra.
Sin duda tenía una gran voz, pero no era algo sobrehumano, de echo la dió la impresión que la soprano arrasaba con creces, pero mentiría si no encontró a Didier Trate bastante guapo, ladeó la cabeza mientras un brillo sobrenatural se reflejaba en sus ahora azules ojos, entrelazaba los dedos disfrutando de la obra, quizás en el descanso podría hacerle una visita, acaba de seleccionar a su proxima presa, se relamía lentamente, no le mataría, pero quizás en el siguiente acto no estuviera tan fresco. Dejó escapar una risilla muy baja y simplemente se inclinó sobre su enorme acompañante. -Ella tiene una gran voz...y bastante más fuerza que él..- Comentó en un susurro, mientras ansiaba la llegada del descanso, se ausentaría asegurando que lo que quería era el autografo de tán guapo artista, y aprovecharía para un suculento momento de caza. Se mordió el labio inferior de tán solo pensarlo.
El hombre la paso las entradas, eso le sorprendió a Arikel ya que estaba dispuesta a pagar la entrada, le sorprendió que tuviera dos. -Vaya..que caprichoso es el destino...di con alguien a quien le sobreba una entrada..es mi noche de suerte.- Rió algo la vampiresa, aunque le fue curioso que alguien con su aspecto le gustase el arte, ella manejaba los instrumentos de cuerda, había tenido años para aprender, e incluso encontrar utilidad a eso aparte de para interpretar una bonita melodía. Pero lo cierto es que el hombre le pegaría más ganandose la vida como guerrero, bueno guerrero hacia unos cuantos años, ahora le pondría como dijo al verle de guardaespaldas o quizás le pegaría encontrarlo en los tugurios donde se celebraban peleas clandestinas. Pero ahora no iba a jugar ahora con el caracter de ese hombre, no era momento.
Más su actitud fue caballerosa, la dejó pasar delante, la verdad que poco estaba acostumbrada a eso, solía encontrarse más el problema de que no se la tomasen enserio o que hiciesen alusión a su aparente joven edad. Pero se sintió incluso algo alagada, ofreció las entradas al acomodador que les guió hasta unos asientos sorprendentemente buenos, Arikel no pudo aguantarse y se giró a su acompañante improvisado. -Uh, ¿donde habeis adquirido tan buenos asientos?- Dijo curiosa, miró a un lado y a otro para ver el tipo de clase social que había sentados a sus lados, más se sentó cruzada de piernas mientras se leía el programa de lo que iban a ver, la verdad es que ese Didier Trate parecía la estrella, la vampiresa esperó espectante el comienzo de la obra.
Sin duda tenía una gran voz, pero no era algo sobrehumano, de echo la dió la impresión que la soprano arrasaba con creces, pero mentiría si no encontró a Didier Trate bastante guapo, ladeó la cabeza mientras un brillo sobrenatural se reflejaba en sus ahora azules ojos, entrelazaba los dedos disfrutando de la obra, quizás en el descanso podría hacerle una visita, acaba de seleccionar a su proxima presa, se relamía lentamente, no le mataría, pero quizás en el siguiente acto no estuviera tan fresco. Dejó escapar una risilla muy baja y simplemente se inclinó sobre su enorme acompañante. -Ella tiene una gran voz...y bastante más fuerza que él..- Comentó en un susurro, mientras ansiaba la llegada del descanso, se ausentaría asegurando que lo que quería era el autografo de tán guapo artista, y aprovecharía para un suculento momento de caza. Se mordió el labio inferior de tán solo pensarlo.
Arikel Voerman- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 382
Fecha de inscripción : 15/11/2017
Re: Sonata en la noche //priv. Baran//
El ensordecedor barullo dentro del edificio hacía un claro contraste con la tranquila calle que acababan de dejar, no porque anteriormente no hubiera decenas de conversaciones activas, sino por la amplificación sonora que conseguía la estructura. Una obra clara de avance arquitectónico que conseguía magnificar la interpretación del buen cantante o acusar los desatinos del mal farsante.
Baran y su acompañante no tardaron en llegar a sus respectivos asientos, tan solo estaban a dos filas tras la realeza asistente, lo que prácticamente significaba que estaban entre personas de la media y baja nobleza. Baran estaba bastante curtido en ese ámbito, tanto por carácter como por los contratantes con los que solía tratar había adquirido un protocolo de máxima exquisitez, por lo que sabía como deshacerse con debida educación de casi cualquier otro interesado de alta alcurnia que no les dejara disfrutar de la función, y a los que no entendieran las insinuaciones siempre había la opción de arrancarles la cabeza en el callejón trasero.
El siberiano esperó con la apropiada cortesía a que la joven se acomodara, cuando se cercioró de que la acompañante estaba a gusto, se sentó intentando que la menor proporción de su cuerpo sobresaliera de la butaca que le habían asignado, esta emitió un leve crujido al tener que soportar el peso del cambiante. Giró su rostro y clavó los azulverdosos ojos en los profundos orbes azulados de la chupasangre mientras esta formulaba su pregunta -Me los proporcionó un conocido- Respondió con tranquilidad. Al transcurso de unos breves segundos de silencio empezó la actuación. Como de costumbre, Didier se dedicó a intentar ser el centro de atención usando los recursos líricos que aprendió de los más notables maestros, pero no lo consiguió, al menos no si alguien tenía un mínimo de cultura musical.
La soprano se hizo ama y señora de la actuación con tan solo lanzar un leve preludio. Ella era el motivo por el que Baran tenía tanto interés en la velada. Había tenido la oportunidad de escucharla una vez en Rennes, cuando aún era prácticamente una aprendiz, ya en ese haber fue una diva, un enorme ciprés que sobresalía, firme, de entre cien lápidas. El cambiante ladeó ligeramente su cabeza hacía su bella acompañante, no más de lo justo para oír con nitidad lo que le pronunciaba. Una grata sorpresa era que la joven demostrara cultura musical, una entre cien, aunque en el rostro del siberiano no afloró emoción alguna. -Sophie Laresoussie. Es realmente brillante- Respondió susurrando con un tono muy sereno. -En el descanso podemos ir a conocerla, si quieres- Finalizó, dejando que la potente voz volviera a calar en sus tímpanos. No era ninguna bravata, Didier le había prometido que podría personificarse en los bastidores en el descanso para conversar sobre un "tema" en especifico, de paso le presentaría al elenco. Lo único que debían hacer era recorrer el pasillo cuando la obra tomara un respiro y presentarse con su nombre ante los hombres que velaban por la seguridad de los bastidores. No faltarían más de diez minutos para ese momento.
Baran y su acompañante no tardaron en llegar a sus respectivos asientos, tan solo estaban a dos filas tras la realeza asistente, lo que prácticamente significaba que estaban entre personas de la media y baja nobleza. Baran estaba bastante curtido en ese ámbito, tanto por carácter como por los contratantes con los que solía tratar había adquirido un protocolo de máxima exquisitez, por lo que sabía como deshacerse con debida educación de casi cualquier otro interesado de alta alcurnia que no les dejara disfrutar de la función, y a los que no entendieran las insinuaciones siempre había la opción de arrancarles la cabeza en el callejón trasero.
El siberiano esperó con la apropiada cortesía a que la joven se acomodara, cuando se cercioró de que la acompañante estaba a gusto, se sentó intentando que la menor proporción de su cuerpo sobresaliera de la butaca que le habían asignado, esta emitió un leve crujido al tener que soportar el peso del cambiante. Giró su rostro y clavó los azulverdosos ojos en los profundos orbes azulados de la chupasangre mientras esta formulaba su pregunta -Me los proporcionó un conocido- Respondió con tranquilidad. Al transcurso de unos breves segundos de silencio empezó la actuación. Como de costumbre, Didier se dedicó a intentar ser el centro de atención usando los recursos líricos que aprendió de los más notables maestros, pero no lo consiguió, al menos no si alguien tenía un mínimo de cultura musical.
La soprano se hizo ama y señora de la actuación con tan solo lanzar un leve preludio. Ella era el motivo por el que Baran tenía tanto interés en la velada. Había tenido la oportunidad de escucharla una vez en Rennes, cuando aún era prácticamente una aprendiz, ya en ese haber fue una diva, un enorme ciprés que sobresalía, firme, de entre cien lápidas. El cambiante ladeó ligeramente su cabeza hacía su bella acompañante, no más de lo justo para oír con nitidad lo que le pronunciaba. Una grata sorpresa era que la joven demostrara cultura musical, una entre cien, aunque en el rostro del siberiano no afloró emoción alguna. -Sophie Laresoussie. Es realmente brillante- Respondió susurrando con un tono muy sereno. -En el descanso podemos ir a conocerla, si quieres- Finalizó, dejando que la potente voz volviera a calar en sus tímpanos. No era ninguna bravata, Didier le había prometido que podría personificarse en los bastidores en el descanso para conversar sobre un "tema" en especifico, de paso le presentaría al elenco. Lo único que debían hacer era recorrer el pasillo cuando la obra tomara un respiro y presentarse con su nombre ante los hombres que velaban por la seguridad de los bastidores. No faltarían más de diez minutos para ese momento.
Baran D. Lebedev- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 13/11/2017
Re: Sonata en la noche //priv. Baran//
Los ojos de la vampiresa estaban clavados en el escenario, disfrutando de ese dulce canto, incluso siguiendolo un poco con los labios sin emitir sonido alguno, no sabe quien podría haberle regalado entradas a su acompañante, casi le habría resultado más creible que la dijera que las gano en unas apuestas en las peleas clandestinas, pero estaba claro que las amistades no dependía siempre de la apariencía, quizás por lo que veía era alguien amante del arte a pesar de ese feroz aspecto que haría que cualquiera corriese en direción contraría al verle en un callejón en una noche oscura, es más casi le recordaba al tipo de hombre que había en su tierra natal hace tanto tiempo, se habrían pegado por tenerle en su bando, sin duda alguna, quizás algun día se diera el caso de tener otro tipo de conversación con él, aunque eso no eran necesariamente buenas noticias para el fornido hombre, puesto que más curiosidad que sentía por él, hacía cada vez más ganas de no importarle beber un trago de él.
La joven observaba al cantante mientras sus ojos cernían un brillo rojizo, aunque de manera fugaz. Nadie había notado aquella opción vampirica, que intermitente y fugaz se disipó, mientras escuchaba como el grandullón era tán entendido de la música como en conocer a los artistas, algo impresionante sin duda alguna, aunque la invitación a conocerlos le sorprendió, no se lo esperaba y por que no decirlo, le estaba levemente sirviendo en bandeja sus proximo plato. Ya que entre bastidores podría conocer a esa bella dama y deslizarse a por aquél apuesto caballero que era la estrella masculina de la función, ladeó una sonrisa. -Me encantaría, me gustaría mucho tener la firma de ella, y la de él...- Eso último estaba cargado de intenciones oscuras y ocultas, sobre todo para el futuro proximo de Didier Trate.
La vampiresa ahora era como una bestía acechante, mientras ansiaba el descanso, levantandose con cierta emoción y miró a su fuerte compañero, esperando que la guiase, aunque la vampiresa calló en algo, lleva mucho tiempo sin juntarse con otros seres, y estaba perdiendo alguna que otra practica social, asociando eso a su perdida de humanidad. -Soy Arikel, Arikel Voerman...mucho gusto..- Dijo prontamente, tenía que ensallar sus buenas costumbres, años enterrada en libros entre otras cosas la tenían desentrenada en la comunicación, pero había que desempolvarse. Sonrió de medio lado intentando ser encantadora, eso le haría despues el trabajo más facil a la hora de la caza planeada.
La joven observaba al cantante mientras sus ojos cernían un brillo rojizo, aunque de manera fugaz. Nadie había notado aquella opción vampirica, que intermitente y fugaz se disipó, mientras escuchaba como el grandullón era tán entendido de la música como en conocer a los artistas, algo impresionante sin duda alguna, aunque la invitación a conocerlos le sorprendió, no se lo esperaba y por que no decirlo, le estaba levemente sirviendo en bandeja sus proximo plato. Ya que entre bastidores podría conocer a esa bella dama y deslizarse a por aquél apuesto caballero que era la estrella masculina de la función, ladeó una sonrisa. -Me encantaría, me gustaría mucho tener la firma de ella, y la de él...- Eso último estaba cargado de intenciones oscuras y ocultas, sobre todo para el futuro proximo de Didier Trate.
La vampiresa ahora era como una bestía acechante, mientras ansiaba el descanso, levantandose con cierta emoción y miró a su fuerte compañero, esperando que la guiase, aunque la vampiresa calló en algo, lleva mucho tiempo sin juntarse con otros seres, y estaba perdiendo alguna que otra practica social, asociando eso a su perdida de humanidad. -Soy Arikel, Arikel Voerman...mucho gusto..- Dijo prontamente, tenía que ensallar sus buenas costumbres, años enterrada en libros entre otras cosas la tenían desentrenada en la comunicación, pero había que desempolvarse. Sonrió de medio lado intentando ser encantadora, eso le haría despues el trabajo más facil a la hora de la caza planeada.
Arikel Voerman- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 15/11/2017
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