AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Memorias de la estancia en el cielo (Bethlem Galianno)
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Memorias de la estancia en el cielo (Bethlem Galianno)
La noche había estado pasando de forma tranquila, su joven aprendiz había ido al teatro a ver una obra de mucho renombre, pero él se había negado a asistir, por experiencia sabía que ese tipo de obras suelen decepcionar, más valdría escaparse a ver los espectaculos gitanos, más animados y alegres, que hacían palpitar el añejo corazón del hombre.
Había pasado la noche de bar en bar, con mujeres que se sentaban en su regazo buscando su atención y otras tantas que, con un simple guiño del hombre, se habían alejado, o bien ruborizadas y pudorosas, o bien ofendidas. Estas eran las que más gracia le causaban a Enzo, se ofendían, pero siempre esperaban poder recibir la atención de alguien.
Finalmente, cansado del ron y las mujeres, decidió volver a casa. No estaba borracho, en realidad, a penas se había tomado en total, dos copas, sabía manejar el alcohol, era uno de los pocos placeres que se permitía y no iba a estropearselo con la avaricia. Cruzó el diminuto jardín entrando a la casa cerrando la puerta con llave a sus espaldas. Recorrió la sala de estar mientras se quitaba la chaqueta del traje y se estiraba los musculos, haciendo que sus huesos crujieran.
Subió a su dormitorio, y escuchó ruido en el de su aprendiz, así que, queriendo molestarlo un poco, abrió la puerta y se quedó mirandolo desde la puerta, el joven guardaba una capa con sumo cuidado con una enorme sonrisa en el rostro. Vaya, parecía que esa noche iba a pasar de un sumo a burrimiento, a una enorme diversión. Enzó tosió sonoramente y esperó a que su aprendiz se girase para decir:
-Bethlem, ¿ha sido una buena noche?.- preguntó haciendo referencia a su sonrisa y a la capa que con tanto mimo guardaba el joven.
Había pasado la noche de bar en bar, con mujeres que se sentaban en su regazo buscando su atención y otras tantas que, con un simple guiño del hombre, se habían alejado, o bien ruborizadas y pudorosas, o bien ofendidas. Estas eran las que más gracia le causaban a Enzo, se ofendían, pero siempre esperaban poder recibir la atención de alguien.
Finalmente, cansado del ron y las mujeres, decidió volver a casa. No estaba borracho, en realidad, a penas se había tomado en total, dos copas, sabía manejar el alcohol, era uno de los pocos placeres que se permitía y no iba a estropearselo con la avaricia. Cruzó el diminuto jardín entrando a la casa cerrando la puerta con llave a sus espaldas. Recorrió la sala de estar mientras se quitaba la chaqueta del traje y se estiraba los musculos, haciendo que sus huesos crujieran.
Subió a su dormitorio, y escuchó ruido en el de su aprendiz, así que, queriendo molestarlo un poco, abrió la puerta y se quedó mirandolo desde la puerta, el joven guardaba una capa con sumo cuidado con una enorme sonrisa en el rostro. Vaya, parecía que esa noche iba a pasar de un sumo a burrimiento, a una enorme diversión. Enzó tosió sonoramente y esperó a que su aprendiz se girase para decir:
-Bethlem, ¿ha sido una buena noche?.- preguntó haciendo referencia a su sonrisa y a la capa que con tanto mimo guardaba el joven.
Enzo Alberganti- Licántropo Clase Media
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Re: Memorias de la estancia en el cielo (Bethlem Galianno)
Bethlem llevaba un tiempo escaso en la casa, el suficiente como para subir rápidamente hasta su cuarto, y sin quitarse la chaqueta siquiera empezar a guardar con sumo cuidado la capa que se había dejado Beatrice en el coche. Ensimismado como estaba en los recuerdos recientes de aquella noche, un joven distraído miró en dirección a la tos que le llamaba desde la puerta.
Un rápido rubor subió a sus mejillas mientras terminaba de guardar la preciada prenda para dirigirse a su maestro como si le acabase de pillar haciendo algo vergonzoso.
-E... Enzo.-Musitó tratando de recobrar la compostura.- Ha sido una noche maravillosa, la verdad.- Respondió inocentemente sin poder evitar sonreír como un bobo enamoriscado.
De pronto el chico se dio cuenta de que el gesto que acababa de hacer sólo daba a su maestro vía libre para interrogarle con suspicacia, como solía hacer... Solo que aquella vez sí que tenía algo donde rascar, y si que tenía algo con lo que molestarle. Le había dado en aquellos instantes un poder que seguro no dudaría en utilizar. Como si de un muelle se tratase, Bethlem se irguió y puso la expresión más seria que pudo, como si eso fuese a hacer que su maestro se olvidase de la pequeña escenita que acababa de presenciar.
-Ha sido una obra muy interesante, y lo cierto es que ha sido un final con sorpresa... Porque ha habido un asesinato en el escenario.- Dijo el joven casi teatralmente, sacando su voz grave. Mirando a su maestro con la esperanza de que no preguntase demasiado.
Un rápido rubor subió a sus mejillas mientras terminaba de guardar la preciada prenda para dirigirse a su maestro como si le acabase de pillar haciendo algo vergonzoso.
-E... Enzo.-Musitó tratando de recobrar la compostura.- Ha sido una noche maravillosa, la verdad.- Respondió inocentemente sin poder evitar sonreír como un bobo enamoriscado.
De pronto el chico se dio cuenta de que el gesto que acababa de hacer sólo daba a su maestro vía libre para interrogarle con suspicacia, como solía hacer... Solo que aquella vez sí que tenía algo donde rascar, y si que tenía algo con lo que molestarle. Le había dado en aquellos instantes un poder que seguro no dudaría en utilizar. Como si de un muelle se tratase, Bethlem se irguió y puso la expresión más seria que pudo, como si eso fuese a hacer que su maestro se olvidase de la pequeña escenita que acababa de presenciar.
-Ha sido una obra muy interesante, y lo cierto es que ha sido un final con sorpresa... Porque ha habido un asesinato en el escenario.- Dijo el joven casi teatralmente, sacando su voz grave. Mirando a su maestro con la esperanza de que no preguntase demasiado.
Bethlem Galianno- Licántropo Clase Media
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Re: Memorias de la estancia en el cielo (Bethlem Galianno)
El chico se dió cuenta de su presencia y, nervioso respondió a su pregunta con una sonrisa bobalicona. Una chispa de picardía se encendió en los ojos de Enzo, ¿acaso su joven aprendiz acababa de conocer a alguien? Vaya, que extraño, su ahijado siempre había sido un chico que no mezclaba sentimientos y placer. Había ido picando de flor en flor, cierto, al fin y al cabo, todos tenían sus necesidades. Y Enzo siempre había bromeado con él, diciendole que, cuando encontrase a alguien especial, se arrepentiría de no haber sido paciente.
Esa pasión desapasionada, esas ganas de, simplemente cubrir una necesidad, ra probablemente lo que le faltaba a la música del joven. Podía transmitir ira, lujuria, calma, pero jamás transmitía el sentimiento que más añoraba escuchar la gente cuando oía musica, le faltaba el amor y la pasión, esa calidez, triste, añeja, rompedora, esa alegría que elevaba el alma y solo sentías cuando te enamorabas. Por suerte para el chico, daba la impresión de que había empezado a tocar al preludio de su gran aria.
Escuchó como el niño, porque para Enzo, Bethlem era eso, un niño que empezaba a andar, intentaba cambiar el tema hablandole de un asesinato en el teatro, si que había escuchado algo en los bares, pero no le importaba demasiado con una risa clara se acercó al chico y pasó una mano porencima de la ancha espalda de su aprendiz, posandola con un golpe en su hombro:
- Un asesinato, ¿eh? Y a ti parece que te han clavado una flecha.- Rió señalando el corazón del chiquillo.- Bonita capa, muy... femenina, no te la había visto nunca. No me digas que es de la propietaria de la flecha, vaya vaya, cupido juega fuerte, ¿no?- Rió el hombre- muy bien, cuentame como es la joven que te tiene ensimismado. Sueles estar serio y hoy tienes la sonrisa del niño que eres. ¿Es guapa? ¿Tiene buenos.... atributos?- siguió bromeando, pícaro, haciendo gestos más que claros con las manos.
En realidad, se alegraba por su aprendiz, pero no podía evitar tomarle el pelo, había advertido a su chico de lo peligroso que era enamorarse, pues siendo lobo, y sin poder controlarse, raro sería que no hiriera a su amor, pero claro, siendo músico, artista, creador de instantees etereos fugaces e infinitos, elevador de almas, sabía como nadie que el amor es incontrolable, y por eso, por mucho que le fuera a tomar el pelo a su chico, porque se lo iba a tomar a base de bien, pensaba apoyarlo tanto comom fuera posible, pero de momento, iba a picarlo, ya habría tiempo más tarde para las preguntas importantes.
Esa pasión desapasionada, esas ganas de, simplemente cubrir una necesidad, ra probablemente lo que le faltaba a la música del joven. Podía transmitir ira, lujuria, calma, pero jamás transmitía el sentimiento que más añoraba escuchar la gente cuando oía musica, le faltaba el amor y la pasión, esa calidez, triste, añeja, rompedora, esa alegría que elevaba el alma y solo sentías cuando te enamorabas. Por suerte para el chico, daba la impresión de que había empezado a tocar al preludio de su gran aria.
Escuchó como el niño, porque para Enzo, Bethlem era eso, un niño que empezaba a andar, intentaba cambiar el tema hablandole de un asesinato en el teatro, si que había escuchado algo en los bares, pero no le importaba demasiado con una risa clara se acercó al chico y pasó una mano porencima de la ancha espalda de su aprendiz, posandola con un golpe en su hombro:
- Un asesinato, ¿eh? Y a ti parece que te han clavado una flecha.- Rió señalando el corazón del chiquillo.- Bonita capa, muy... femenina, no te la había visto nunca. No me digas que es de la propietaria de la flecha, vaya vaya, cupido juega fuerte, ¿no?- Rió el hombre- muy bien, cuentame como es la joven que te tiene ensimismado. Sueles estar serio y hoy tienes la sonrisa del niño que eres. ¿Es guapa? ¿Tiene buenos.... atributos?- siguió bromeando, pícaro, haciendo gestos más que claros con las manos.
En realidad, se alegraba por su aprendiz, pero no podía evitar tomarle el pelo, había advertido a su chico de lo peligroso que era enamorarse, pues siendo lobo, y sin poder controlarse, raro sería que no hiriera a su amor, pero claro, siendo músico, artista, creador de instantees etereos fugaces e infinitos, elevador de almas, sabía como nadie que el amor es incontrolable, y por eso, por mucho que le fuera a tomar el pelo a su chico, porque se lo iba a tomar a base de bien, pensaba apoyarlo tanto comom fuera posible, pero de momento, iba a picarlo, ya habría tiempo más tarde para las preguntas importantes.
Enzo Alberganti- Licántropo Clase Media
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Re: Memorias de la estancia en el cielo (Bethlem Galianno)
Enzo, que no tenía un pelo de tonto se dio cuenta de las intenciones del joven de desviar la atención del asunto... Aunque Bethlem sabía perfectamente que aquello era imposible. El maestro se apoyó sobre la espalda del chico en un gesto entre parental y simpático al mismo tiempo. Bethlem deshinchó los hombros y agachó la cabeza en señal de resignación, no podría evitar las inquisitivas preguntas de su maestro ni aunque cayese un rayo en la casa.
-¡Maestro!.- Protestó ante la última pregunta. Normalmente no tenía problema en comentar aquellas cosas con su maestro, pero aquella vez si que le importaba, Beatrice era una señorita, y como tal merecía un buen reconocimiento . El chico pensó unos instantes, recordando el bello rostro de la joven.- Guapa es quedarse corto... Es muy bella, tiene unos ojos azules, de un azul tan intenso que te lleva a perderte en él... Su pelo es tan suave que dan ganas de acariciarlo a cada instante... Y su sonrisa... Tiene una sonrisa maravillosa, de esas que dan un vuelco al corazón.- El chico suspiró mirando al frente, como si pudiese ver todas y cada una de aquellas cosas a medida que las nombraba.-Tiene unas manos realmente suaves, muy delicadas y muy hermosas.-El chico se sonrojó, se dio cuenta de que estaba hablando mucho, y no quería seguir, estaba proporcionando a su maestro una información muy valiosa.
-¿Qué tal ha ido tu noche Enzo?.- Preguntó el chico en otro intento de desviar el tema... Y ya puestos porque le interesaba saberlo. Su maestro acostumbraba a salir por las noches. Era un lobo solitario en muchos sentidos, como se suele decir. Al chico le constaba que se había enamorado alguna vez en el pasado, pero nunca quería hablar de ello. En ese sentido su maestro se las apañaba para ser discreto e indiscreto al mismo tiempo, acostumbraba a mirar con descaro a mujeres hermosas, a lanzarles piropos... Y poco más. Enzo parecía saber mucho de seducción, y al mismo tiempo Bethlem nunca le había visto enamorado. Alguna vez le había visto en compañía femenina sí, pero siempre le había parecido que su maestro coqueteaba un poco sin querer hacerlo, como si fuese alguna tapadera para algo más profundo en su interior.
Era curioso, había pasado prácticamente toda su vida junto a él, Enzo había visto crecer al muchacho, sin embargo, a veces le resultaba muy difícil llamarle por su nombre. Bethlem guardaba un gran aprecio y respeto hacia su maestro, que había sido un gran padre y un gran profesor a un tiempo... Y aún con todo ello, lo sabía todo pero no sabía nada de él. Por supuesto que conocía muchas de sus historias, pero aún había muchas otras que su maestro guardaba celosamente en algún rincón de su interior, al que no permitía a nadie llegar, ni si quiera al muchacho, que le observaba esperando que aquel interrogatorio acabase pronto.
-¡Maestro!.- Protestó ante la última pregunta. Normalmente no tenía problema en comentar aquellas cosas con su maestro, pero aquella vez si que le importaba, Beatrice era una señorita, y como tal merecía un buen reconocimiento . El chico pensó unos instantes, recordando el bello rostro de la joven.- Guapa es quedarse corto... Es muy bella, tiene unos ojos azules, de un azul tan intenso que te lleva a perderte en él... Su pelo es tan suave que dan ganas de acariciarlo a cada instante... Y su sonrisa... Tiene una sonrisa maravillosa, de esas que dan un vuelco al corazón.- El chico suspiró mirando al frente, como si pudiese ver todas y cada una de aquellas cosas a medida que las nombraba.-Tiene unas manos realmente suaves, muy delicadas y muy hermosas.-El chico se sonrojó, se dio cuenta de que estaba hablando mucho, y no quería seguir, estaba proporcionando a su maestro una información muy valiosa.
-¿Qué tal ha ido tu noche Enzo?.- Preguntó el chico en otro intento de desviar el tema... Y ya puestos porque le interesaba saberlo. Su maestro acostumbraba a salir por las noches. Era un lobo solitario en muchos sentidos, como se suele decir. Al chico le constaba que se había enamorado alguna vez en el pasado, pero nunca quería hablar de ello. En ese sentido su maestro se las apañaba para ser discreto e indiscreto al mismo tiempo, acostumbraba a mirar con descaro a mujeres hermosas, a lanzarles piropos... Y poco más. Enzo parecía saber mucho de seducción, y al mismo tiempo Bethlem nunca le había visto enamorado. Alguna vez le había visto en compañía femenina sí, pero siempre le había parecido que su maestro coqueteaba un poco sin querer hacerlo, como si fuese alguna tapadera para algo más profundo en su interior.
Era curioso, había pasado prácticamente toda su vida junto a él, Enzo había visto crecer al muchacho, sin embargo, a veces le resultaba muy difícil llamarle por su nombre. Bethlem guardaba un gran aprecio y respeto hacia su maestro, que había sido un gran padre y un gran profesor a un tiempo... Y aún con todo ello, lo sabía todo pero no sabía nada de él. Por supuesto que conocía muchas de sus historias, pero aún había muchas otras que su maestro guardaba celosamente en algún rincón de su interior, al que no permitía a nadie llegar, ni si quiera al muchacho, que le observaba esperando que aquel interrogatorio acabase pronto.
Bethlem Galianno- Licántropo Clase Media
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Re: Memorias de la estancia en el cielo (Bethlem Galianno)
EL joven respondió ensimismado a las preguntas del hombre, que escuchó con atención ocultando una pequeña sonrisa paternal. Ese chico había sido un gran apoyo para el hombre que, tras la perdida de su vida y su amor, se había vuelto arisco hacia el mundo, en cierto modo.
A medida que el chico describía la idílica imagen de la desconocida, en la mente de Enzo aparecía una imagen muy diferente que en la de su alumno, una imagen soñada de su juventud, la de una joven violinista que había robado el corazón del hombre. El nuevo intento de cambiar de tema funcionó algo mejor que el anterior, al hombre decidió darle algo de tregua a su alumno:
- Como siempre, beber de bar en bar, coquetear con señoritas...- sonrió guiñando el ojo.- invitarlas a un par de copas y a bailar.- El hombre estaba claro que era un autentico artista, incluso hablando o narrando sucesos normales interpretaba escenas. En ese momento, acababa de hacer una profunda reverencia extendiendo la mano y situándose en posición de paso básico del vals, inició suaves giros al tiempo que dejaba la tregua.- ¿y cómo se llama esa dama qué ha hecho que cupido te apunte?- preguntó haciendo hincapié en el tema.- ¿a qué se dedica? a parte de haber vivido un asesinato... ¿tenéis algo en común?
Entendía que la atracción obcecase a su alumno, pero no iba a dejar que se acercase a alguien que no conocía y con quien no tenía posibilidades, siendo lobo como era, no podía permitirse el lujo de estar cerca de alguien con quien no estuviera seguro de que sería aceptado. Enzo sabía de la naturaleza tierna de Bethlem, y, sintiéndose como un padre, responsable del chiquillo, debía cuidarlo de los desengaños y los sufrimientos innecesarios, aunque siempre lo disimularía con sonrisas y bromas. En el fondo, Enzo, era bastante entrometido.
A medida que el chico describía la idílica imagen de la desconocida, en la mente de Enzo aparecía una imagen muy diferente que en la de su alumno, una imagen soñada de su juventud, la de una joven violinista que había robado el corazón del hombre. El nuevo intento de cambiar de tema funcionó algo mejor que el anterior, al hombre decidió darle algo de tregua a su alumno:
- Como siempre, beber de bar en bar, coquetear con señoritas...- sonrió guiñando el ojo.- invitarlas a un par de copas y a bailar.- El hombre estaba claro que era un autentico artista, incluso hablando o narrando sucesos normales interpretaba escenas. En ese momento, acababa de hacer una profunda reverencia extendiendo la mano y situándose en posición de paso básico del vals, inició suaves giros al tiempo que dejaba la tregua.- ¿y cómo se llama esa dama qué ha hecho que cupido te apunte?- preguntó haciendo hincapié en el tema.- ¿a qué se dedica? a parte de haber vivido un asesinato... ¿tenéis algo en común?
Entendía que la atracción obcecase a su alumno, pero no iba a dejar que se acercase a alguien que no conocía y con quien no tenía posibilidades, siendo lobo como era, no podía permitirse el lujo de estar cerca de alguien con quien no estuviera seguro de que sería aceptado. Enzo sabía de la naturaleza tierna de Bethlem, y, sintiéndose como un padre, responsable del chiquillo, debía cuidarlo de los desengaños y los sufrimientos innecesarios, aunque siempre lo disimularía con sonrisas y bromas. En el fondo, Enzo, era bastante entrometido.
Enzo Alberganti- Licántropo Clase Media
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Re: Memorias de la estancia en el cielo (Bethlem Galianno)
El chico sintió la breve esperanza de haber logrado distraer a su maestro, que tendía a hacer gestos teatrales con casi todo lo que contaba. Formaba una parte muy importante de su ser, y en realidad era algo muy característico de él. Bethlem sabía cuando su maestro no estaba de humor precisamente por la falta de aquellos gestos que tanto asombraban a los que no le conocían.
La tregua no duró demasiado tiempo, en seguida Enzo retomó su interrogatorio. Bethlem suspiró de nuevo resignándose ante la situación, sabía que aún quedaba un buen rato, y que sin duda alguna su maestro se estaba divirtiendo mucho con la situación.- Se llama Beatrice, Beatrice Delteira... Está decidida a continuar con la empresa de su padre, parece que es un hombre importante en el mundo de los negocios.-El joven se detuvo mirando a su maestro, venía la parte que seguro que le iba a parecer encantadora, incluso a él que no se solía dejar embaucar por nada.- Es una amante del teatro y de la música, toca el violín desde que era pequeña... He descubierto que su pieza favorita es el Ave María de Shubert.- Bethlem sonrió triunfante, normalmente era un hombre olvidadizo, pero aquellos detalles jamás se le olvidarían de Beatrice.-Viene de una familia adinerada, pero detesta tanto como yo el protocolo que envuelve a las altas esferas y todo ese teatro que ya conocemos en el que se apuñalan por la espalda unos a otros... Ella es diferente.- Continuó el joven completamente convencido de que lo que estaba diciendo era cierto.
A veces Bethlem se planteaba que Enzo no le preguntaba tan sólo por el simple hecho de "cotillear" después de todo era un hombre de clase media como él, y aunque sabía desenvolverse entre las altas esferas, puesto que de ello dependía plenamente su trabajo, no dejaba de mantenerse al margen de sus costumbres, tal y como lo hacía Bethlem. Tenía y siempre tendría un gran concepto de su maestro, y sabía que nunca hacía nada sin que hubiese una razón que respaldase la acción, por muy simple que pudiese ser.
La tregua no duró demasiado tiempo, en seguida Enzo retomó su interrogatorio. Bethlem suspiró de nuevo resignándose ante la situación, sabía que aún quedaba un buen rato, y que sin duda alguna su maestro se estaba divirtiendo mucho con la situación.- Se llama Beatrice, Beatrice Delteira... Está decidida a continuar con la empresa de su padre, parece que es un hombre importante en el mundo de los negocios.-El joven se detuvo mirando a su maestro, venía la parte que seguro que le iba a parecer encantadora, incluso a él que no se solía dejar embaucar por nada.- Es una amante del teatro y de la música, toca el violín desde que era pequeña... He descubierto que su pieza favorita es el Ave María de Shubert.- Bethlem sonrió triunfante, normalmente era un hombre olvidadizo, pero aquellos detalles jamás se le olvidarían de Beatrice.-Viene de una familia adinerada, pero detesta tanto como yo el protocolo que envuelve a las altas esferas y todo ese teatro que ya conocemos en el que se apuñalan por la espalda unos a otros... Ella es diferente.- Continuó el joven completamente convencido de que lo que estaba diciendo era cierto.
A veces Bethlem se planteaba que Enzo no le preguntaba tan sólo por el simple hecho de "cotillear" después de todo era un hombre de clase media como él, y aunque sabía desenvolverse entre las altas esferas, puesto que de ello dependía plenamente su trabajo, no dejaba de mantenerse al margen de sus costumbres, tal y como lo hacía Bethlem. Tenía y siempre tendría un gran concepto de su maestro, y sabía que nunca hacía nada sin que hubiese una razón que respaldase la acción, por muy simple que pudiese ser.
Bethlem Galianno- Licántropo Clase Media
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Re: Memorias de la estancia en el cielo (Bethlem Galianno)
El hombre escuchó atento las palabras de su aprendiz, estaba claro que el chico se encontraba total y absolutamente ensimismado, rara era la vez que hablaba tanto sin necesidad de presiones por su parte. Eso fue lo único que hizo pensar a Enzo que la joven no debía ser tan mala, al fin y al cabo, si alguien hacía soñar de ese modo a su aprendiz, significaba que podría inspirarlo, y la inspiración siempre es necesaria para los artistas.
Suspiró aliviado, al principio, al saber que la joven era de buena cuna, al menos no iría detrás del dinero del que podría ser una futuro compositor famoso, ya que, el hombre reconocía que al chico no le faltaba talento, solo necesitaba algo más de control y soltura a la hora de hablar en público y podría, con facilidad, llegar a superarlo a él mismo. Sin embargo, pensó si, tal vez, esa jovencita no sería una titiritera que intentaba tener un amante joven y bohemio con el que solo divertirse, le preocupaba que Bethlem pudiera darse un buen golpetazo y se llevara una decepción.
No obstante, no podía evitar contagiarse de la energía del joven, ese buen humor, y su sonrisa, tal como describía a la chica, debía haber causado una buena impresión y que él supiera, Bethlem no era de los que confiaban en la gente con facilidad, de momento confiaría en el criterio del chico.
- Y dime, ¿que habéis hecho durante el suceso? ¿ha sido divertido? Debe haber estado de muerte- dijo soltando una carcajada ante su propio chiste malo.
El hombre, cansado, acabó por sentarse en la cama del chico con un quejido mientras se aflojaba la corbata mientras se pasaba una mano por el pelo, intentando retirarse la gomina y relajarse un poco. La noche había sido bastante infructuosa y eso lo ponía algo tenso, pero, sobretodo, lo cansaba. Aun así, siempre tenía tiempo para una charla con su joven aprendiz, era refrescante hablar con él de amor, para variar.
Sus charlas sobre mujeres solían girar únicamente entorno al sexo y poco más, ya que el joven, hasta el momento, no había hablado de otro modo sobre una chica, siempre con respeto, pero sobre el mismo tema, tal vez, con eso, el chico encontrase lo que le faltaba a sus composiciones.
Suspiró aliviado, al principio, al saber que la joven era de buena cuna, al menos no iría detrás del dinero del que podría ser una futuro compositor famoso, ya que, el hombre reconocía que al chico no le faltaba talento, solo necesitaba algo más de control y soltura a la hora de hablar en público y podría, con facilidad, llegar a superarlo a él mismo. Sin embargo, pensó si, tal vez, esa jovencita no sería una titiritera que intentaba tener un amante joven y bohemio con el que solo divertirse, le preocupaba que Bethlem pudiera darse un buen golpetazo y se llevara una decepción.
No obstante, no podía evitar contagiarse de la energía del joven, ese buen humor, y su sonrisa, tal como describía a la chica, debía haber causado una buena impresión y que él supiera, Bethlem no era de los que confiaban en la gente con facilidad, de momento confiaría en el criterio del chico.
- Y dime, ¿que habéis hecho durante el suceso? ¿ha sido divertido? Debe haber estado de muerte- dijo soltando una carcajada ante su propio chiste malo.
El hombre, cansado, acabó por sentarse en la cama del chico con un quejido mientras se aflojaba la corbata mientras se pasaba una mano por el pelo, intentando retirarse la gomina y relajarse un poco. La noche había sido bastante infructuosa y eso lo ponía algo tenso, pero, sobretodo, lo cansaba. Aun así, siempre tenía tiempo para una charla con su joven aprendiz, era refrescante hablar con él de amor, para variar.
Sus charlas sobre mujeres solían girar únicamente entorno al sexo y poco más, ya que el joven, hasta el momento, no había hablado de otro modo sobre una chica, siempre con respeto, pero sobre el mismo tema, tal vez, con eso, el chico encontrase lo que le faltaba a sus composiciones.
Enzo Alberganti- Licántropo Clase Media
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Re: Memorias de la estancia en el cielo (Bethlem Galianno)
Bethlem rió suavemente ante el chiste de su maestro. Tenía un humor bastante simple, pero en ello residía su éxito, era una clase de humor que te hacía reír aunque fueses la más seria de las personas, de hecho el joven no era capaz de recordar un momento en el que alguien no se riese de los chistes de su maestro, estaba dotado de una carisma desbordante.- Pues verás… Lo cierto es que ha sido algo bastante gracioso… Y como es una grata historia procederé a interpretarla.
Bethlem se irguió y lleno de aire sus pulmones con la intención de declamar. A menudo Enzo y él jugaban a contarse las cosas como si de un teatro de tratase. A menudo hablaban del teatro de la vida: las altas esferas, la gente de a pie, las buenas y las malas gentes, los humanos, los no humanos… Al final todo se limitaba a un teatro absurdo, o al menos aquella era la opinión de los dos hombres que en aquellos instantes mantenían aquella conversación. Mientras Bethlem se preparaba situándose en medio de la habitación Enzo se sentó en la cama. El chico se dio cuenta de que parecía cansado. Varias veces le había visto con aquella expresión, muchas veces había podido sentir el cansancio que Enzo se negaba a mostrarle al mundo. Aún así Bethlem no se detuvo, sabía que fuera lo que fuese que rondaba la cabeza de su maestro se vería por lo menos aplazado por su próxima actuación.
-Damas y caballero.-Dijo con su mejor voz de actor mirando con cierta picardía a Enzo, que le observaba desde su improvisado asiento.- Ésta noche les traigo una historia que sin duda les dejará sin aliento, puesto que goza de misterio, de acción y en el momento menos esperado quizá puedan percibir en la misma un tinte de amor.- Bethlem se detuvo unos instantes observando a su escueto público para añadir con tono burlón: - Si no les gusta, ya saben dónde está la puerta.- Tratando de no reírse, el joven compositor procedió a contar la primera parte de su historia.
-En esta historia encontraremos a un joven compositor, de buen porte y un atractivo aire bohemio.- Ya que estaba, ¿por qué no realzar sus atributos?.-Nuestro joven compositor se dirige al teatro solo, puesto que su maestro, acompañante habitual, ha decidido irse por su cuenta a darse alguna que otra alegría.-Dijo con ánimo de picar a Enzo, después de todo aquella era la costumbre entre ambos.- Por suerte, esto le ha permitido comprarse una entrada para el palco. Nuestro joven aprendiz no sabe de la suerte que le ha deparado el destino, hasta que una vez encontrado su asiento descubre la presencia de una muchacha… Pero no es una muchacha cualquiera, puesto que a los ojos del joven toda ella goza de una armonía y una belleza sin iguales. Con timidez se presentan, e intercambian unas palabras. La función comienza, las luces se apagan, el escenario y la muchacha sentada a su lado brillan con su propia luz. La función transcurre, se escuchan risas, suspiros, aires de sorpresa…- Bethlem hizo una parada dramática.-Un arma es disparada, la actriz principal cae, la sangre corre… Por unos instantes todo se para, nadie sabe qué es lo que acaba de ocurrir. El pánico se desata en el patio de butacas y el gallinero. Los dos jóvenes se observan, y con buenas intenciones tratan de tranquilizarse el uno al otro. Lo que no sabían es lo que les deparaba la noche.- El chico volvió a mirar a su maestro, esperando por si quería hacer algún comentario o quería intervenir de alguna manera.
Bethlem se irguió y lleno de aire sus pulmones con la intención de declamar. A menudo Enzo y él jugaban a contarse las cosas como si de un teatro de tratase. A menudo hablaban del teatro de la vida: las altas esferas, la gente de a pie, las buenas y las malas gentes, los humanos, los no humanos… Al final todo se limitaba a un teatro absurdo, o al menos aquella era la opinión de los dos hombres que en aquellos instantes mantenían aquella conversación. Mientras Bethlem se preparaba situándose en medio de la habitación Enzo se sentó en la cama. El chico se dio cuenta de que parecía cansado. Varias veces le había visto con aquella expresión, muchas veces había podido sentir el cansancio que Enzo se negaba a mostrarle al mundo. Aún así Bethlem no se detuvo, sabía que fuera lo que fuese que rondaba la cabeza de su maestro se vería por lo menos aplazado por su próxima actuación.
-Damas y caballero.-Dijo con su mejor voz de actor mirando con cierta picardía a Enzo, que le observaba desde su improvisado asiento.- Ésta noche les traigo una historia que sin duda les dejará sin aliento, puesto que goza de misterio, de acción y en el momento menos esperado quizá puedan percibir en la misma un tinte de amor.- Bethlem se detuvo unos instantes observando a su escueto público para añadir con tono burlón: - Si no les gusta, ya saben dónde está la puerta.- Tratando de no reírse, el joven compositor procedió a contar la primera parte de su historia.
-En esta historia encontraremos a un joven compositor, de buen porte y un atractivo aire bohemio.- Ya que estaba, ¿por qué no realzar sus atributos?.-Nuestro joven compositor se dirige al teatro solo, puesto que su maestro, acompañante habitual, ha decidido irse por su cuenta a darse alguna que otra alegría.-Dijo con ánimo de picar a Enzo, después de todo aquella era la costumbre entre ambos.- Por suerte, esto le ha permitido comprarse una entrada para el palco. Nuestro joven aprendiz no sabe de la suerte que le ha deparado el destino, hasta que una vez encontrado su asiento descubre la presencia de una muchacha… Pero no es una muchacha cualquiera, puesto que a los ojos del joven toda ella goza de una armonía y una belleza sin iguales. Con timidez se presentan, e intercambian unas palabras. La función comienza, las luces se apagan, el escenario y la muchacha sentada a su lado brillan con su propia luz. La función transcurre, se escuchan risas, suspiros, aires de sorpresa…- Bethlem hizo una parada dramática.-Un arma es disparada, la actriz principal cae, la sangre corre… Por unos instantes todo se para, nadie sabe qué es lo que acaba de ocurrir. El pánico se desata en el patio de butacas y el gallinero. Los dos jóvenes se observan, y con buenas intenciones tratan de tranquilizarse el uno al otro. Lo que no sabían es lo que les deparaba la noche.- El chico volvió a mirar a su maestro, esperando por si quería hacer algún comentario o quería intervenir de alguna manera.
Bethlem Galianno- Licántropo Clase Media
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Re: Memorias de la estancia en el cielo (Bethlem Galianno)
El hombre observó atento los movimientos de su aprendiz, que, con soltura, se desenvolvía por el cuarto como si andase por un escenario, estaba claro que estaba siendo un buen maestro, con el atractivo natural del chico, y la confianza que poco a poco parecía ir ganando, algún día podría triunfar sin complicaciones.
Ese juego que él mismo se había inventado cuando el chico era más pequeño, como simple razón de que el joven aprendiera a desenvolverse frente al publico pomposo como este reclamaba, se había transformado en una de sus costumbres más enternecedoras, eran esos detalles los que los habían acabado convirtiendo en una familia, y no solo en aprendiz y maestro. Y que a pesar de los años el joven siguiera entusiasmandose con esas cosas hacía que Enzo se sintiera como un buen padre, que podía seguir compartiendo cosas con su hijo.
Se cruzó de brazos y piernas, poniendose tieso sobre su asiento, atento a lo que el chico se disponía a contar, con una sonrisa de dientes brillantes, algo socarrona, aunque lo hiciera bien, le sacaría algún defecto, al fin y al cabo, a pesar de ser un juego, seguía siendo un ejercicio del que aprender, así que debía actuar como profesor.
Las palabras del chico se notaban pensadas, calculadas y planeadas para llamar la atención, sin embargo, como siempre hacía, se metía tanto en el juego que revelaba más de si mismo de lo que realmente quería revelar, y eso era algo que Enzo notaba, la palabra "amor" le puso en alerta y le hizo soltar una ligera tos, que ocultaba una risa, tras una mano.
"Vaya, la acaba de conocer y ya habla de amor, si no supiera que tiene 40 años, pensaría que es un adolescente" pensaba el hombre para sus adentros, tanto su alumno como el mismo habían conocido a cientos de mujeres de todas las clases, edades y posiciones, decenas de ellas habían descansado en los brazos de uno y otro, pero, al igual que el mismo, su alumno jamás había hablado de amor. Esperaba, sinceramente, que la chica no le estuviera tomando el pelo al chico.
Hablaba de los sucesos macabros, y la joven como si, más que de un asesinato, se tratase de una historia de amor, y algo le decía que asi era, "brillar con luz propia" reflexionó El músico, ¿cuánto hacía que no veía luz propia en nadie? El sabía de la luz de las personas, de sus almas, pero ese brillo, ese brillo tan claro que ciega, y que solo se encuentra en ocasiones concretas, solo lo había visto una vez en su vida, hacía ya muchos años. Tal vez no era la luz de las personas, si no la que quien mira espera ver, "tal vez" pensó, era la luz de los enamorados.
Siguió atendiendo al muchacho, que se detuvo esperando su beneplacito, Enzo le ofreció una sonrisa, que había ido disminuyendo a medida que su reflexión se abría paso por su cabeza, y, sin comentar nada, hizo un gesto con la mano para que el chico siguiera, quería descubrir el final de la historia, tal vez no fuera tan predecible como, de momento, le estaba resultando, tal vez la joven no fuera una llorona como el sospechaba. Deseaba equivocarse en sus conclusiones, y que la joven no fuera de las que solo quieren oir palabras vellas para, después, marcharse con alguien de su mismo estatus y romper el corazón.
Ese juego que él mismo se había inventado cuando el chico era más pequeño, como simple razón de que el joven aprendiera a desenvolverse frente al publico pomposo como este reclamaba, se había transformado en una de sus costumbres más enternecedoras, eran esos detalles los que los habían acabado convirtiendo en una familia, y no solo en aprendiz y maestro. Y que a pesar de los años el joven siguiera entusiasmandose con esas cosas hacía que Enzo se sintiera como un buen padre, que podía seguir compartiendo cosas con su hijo.
Se cruzó de brazos y piernas, poniendose tieso sobre su asiento, atento a lo que el chico se disponía a contar, con una sonrisa de dientes brillantes, algo socarrona, aunque lo hiciera bien, le sacaría algún defecto, al fin y al cabo, a pesar de ser un juego, seguía siendo un ejercicio del que aprender, así que debía actuar como profesor.
Las palabras del chico se notaban pensadas, calculadas y planeadas para llamar la atención, sin embargo, como siempre hacía, se metía tanto en el juego que revelaba más de si mismo de lo que realmente quería revelar, y eso era algo que Enzo notaba, la palabra "amor" le puso en alerta y le hizo soltar una ligera tos, que ocultaba una risa, tras una mano.
"Vaya, la acaba de conocer y ya habla de amor, si no supiera que tiene 40 años, pensaría que es un adolescente" pensaba el hombre para sus adentros, tanto su alumno como el mismo habían conocido a cientos de mujeres de todas las clases, edades y posiciones, decenas de ellas habían descansado en los brazos de uno y otro, pero, al igual que el mismo, su alumno jamás había hablado de amor. Esperaba, sinceramente, que la chica no le estuviera tomando el pelo al chico.
Hablaba de los sucesos macabros, y la joven como si, más que de un asesinato, se tratase de una historia de amor, y algo le decía que asi era, "brillar con luz propia" reflexionó El músico, ¿cuánto hacía que no veía luz propia en nadie? El sabía de la luz de las personas, de sus almas, pero ese brillo, ese brillo tan claro que ciega, y que solo se encuentra en ocasiones concretas, solo lo había visto una vez en su vida, hacía ya muchos años. Tal vez no era la luz de las personas, si no la que quien mira espera ver, "tal vez" pensó, era la luz de los enamorados.
Siguió atendiendo al muchacho, que se detuvo esperando su beneplacito, Enzo le ofreció una sonrisa, que había ido disminuyendo a medida que su reflexión se abría paso por su cabeza, y, sin comentar nada, hizo un gesto con la mano para que el chico siguiera, quería descubrir el final de la historia, tal vez no fuera tan predecible como, de momento, le estaba resultando, tal vez la joven no fuera una llorona como el sospechaba. Deseaba equivocarse en sus conclusiones, y que la joven no fuera de las que solo quieren oir palabras vellas para, después, marcharse con alguien de su mismo estatus y romper el corazón.
Enzo Alberganti- Licántropo Clase Media
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Re: Memorias de la estancia en el cielo (Bethlem Galianno)
El chico atendió a la señal de su maestro, con lo que se dispuso a continuar:
-Tras aquellos instantes de duda, la joven, valiente como ella sola propuso al joven compositor que saliesen de aquel palco, y ya que no podían salir del teatro, que al menos ocupasen el tiempo descubriendo por su cuenta quién habría sido el asesino.- Bethlem sonrió con algo de picardía, estaba seguro de que Enzo pensaría que conocía la historia, y sin duda se acabaría sorprendiendo.- El chico, al que sorprendió la iniciativa de la dama decidió que era una buena forma de ocupar el tiempo, por lo que sin dudarlo demasiado accedió.- El chico hacía pequeñas pausas para observar a su maestro, había aprendido que todo buen actor debe no solo saberse el papel, si no saber llevar la historia en función del público, por lo que conociendo a su maestro, sabía que debía saltarse ciertos momentos que podía considerar demasiado “típicos” lo que le llevó a ir directo a la acción. -Ambos chicos investigaron, durante unos minutos, hasta que algo llamó su atención… Un pasillo alejado, profundo y oscuro les llamaba, llamaba su curiosidad, llamaba a las ganas de saber qué había al otro lado. Parecía que tan solo existía una pared, que era un callejón sin salida, pero aquello no tenía ningún sentido dentro del teatro, por lo que con gran dedicación ambos buscaron una posible palanca que pudiese abrir algún tipo de puerta. La valiente joven dio con ella, y entre los dos la bajaron abriendo un corredizo al fondo del pasillo.
El chico tomó unos instantes de aire para luego poder continuar, le estaba apasionando tanto la historia que apenas recordaba que tenía que respirar entre frase y frase por su propio bien, más que nada.- Los chicos recorrieron el pasillo, el cual les llevó a una enorme y mágica sala, llena de atrezzo para el teatro y en su centro un hermoso y antiguo piano de cola. Al fondo se encontraban cerradas dos misteriosas puertas que llamaron la atención de los valientes jóvenes.- En realidad, lo primero que había llamado la atención de Bethlem había sido el gran piano que descansaba en el centro de la sala, pero aquel dato no era tan importante, y era demasiado predecible. El chico decidió pasar directamente a la parte que tenía acción, su maestro no tenía por qué saber lo que se encontraba en una de las salas, y lo que había producido en la joven a la que Bethlem había podido acompañar aquella noche.- Los chicos se armaron con dos pesadas espadas, y con curiosidad abrieron una de las puertas, descubriendo con sorpresa una nueva sala, repleta esta vez de valiosos instrumentos. Ambos estaban en la gloria rodeados de tales bellezas… Cuando el asesino al que estaban buscando, entró en escena.
El chico miró con picardía a su maestro, en cierto modo incluso a él mismo le sorprendía la historia que había vivido con Beatrice aquella noche. Era difícil de creer, cualquier persona normal habría pensado que estaba enormemente adornada, pero el compositor confiaba en que Enzo le creyese.
-Tras aquellos instantes de duda, la joven, valiente como ella sola propuso al joven compositor que saliesen de aquel palco, y ya que no podían salir del teatro, que al menos ocupasen el tiempo descubriendo por su cuenta quién habría sido el asesino.- Bethlem sonrió con algo de picardía, estaba seguro de que Enzo pensaría que conocía la historia, y sin duda se acabaría sorprendiendo.- El chico, al que sorprendió la iniciativa de la dama decidió que era una buena forma de ocupar el tiempo, por lo que sin dudarlo demasiado accedió.- El chico hacía pequeñas pausas para observar a su maestro, había aprendido que todo buen actor debe no solo saberse el papel, si no saber llevar la historia en función del público, por lo que conociendo a su maestro, sabía que debía saltarse ciertos momentos que podía considerar demasiado “típicos” lo que le llevó a ir directo a la acción. -Ambos chicos investigaron, durante unos minutos, hasta que algo llamó su atención… Un pasillo alejado, profundo y oscuro les llamaba, llamaba su curiosidad, llamaba a las ganas de saber qué había al otro lado. Parecía que tan solo existía una pared, que era un callejón sin salida, pero aquello no tenía ningún sentido dentro del teatro, por lo que con gran dedicación ambos buscaron una posible palanca que pudiese abrir algún tipo de puerta. La valiente joven dio con ella, y entre los dos la bajaron abriendo un corredizo al fondo del pasillo.
El chico tomó unos instantes de aire para luego poder continuar, le estaba apasionando tanto la historia que apenas recordaba que tenía que respirar entre frase y frase por su propio bien, más que nada.- Los chicos recorrieron el pasillo, el cual les llevó a una enorme y mágica sala, llena de atrezzo para el teatro y en su centro un hermoso y antiguo piano de cola. Al fondo se encontraban cerradas dos misteriosas puertas que llamaron la atención de los valientes jóvenes.- En realidad, lo primero que había llamado la atención de Bethlem había sido el gran piano que descansaba en el centro de la sala, pero aquel dato no era tan importante, y era demasiado predecible. El chico decidió pasar directamente a la parte que tenía acción, su maestro no tenía por qué saber lo que se encontraba en una de las salas, y lo que había producido en la joven a la que Bethlem había podido acompañar aquella noche.- Los chicos se armaron con dos pesadas espadas, y con curiosidad abrieron una de las puertas, descubriendo con sorpresa una nueva sala, repleta esta vez de valiosos instrumentos. Ambos estaban en la gloria rodeados de tales bellezas… Cuando el asesino al que estaban buscando, entró en escena.
El chico miró con picardía a su maestro, en cierto modo incluso a él mismo le sorprendía la historia que había vivido con Beatrice aquella noche. Era difícil de creer, cualquier persona normal habría pensado que estaba enormemente adornada, pero el compositor confiaba en que Enzo le creyese.
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Re: Memorias de la estancia en el cielo (Bethlem Galianno)
La historia seguía avanzando, el interés crecía y Enzo, sin poder evitarlo, se tensaba ante el misterio, se sentía orgullos de su alumno, había demostrado que, sin duda, sabía captar el interés de quienes le escuchaban, mantenía el misterio en el aire, dejando los detalles sin importancia de lado, detalles, que, para la historia, no eran importantes, pero que, posiblemente, si lo eran para el narrador.
La gente tiende a silenciar los desesos más escondidos del alma. Esos deseos que, sin duda, significan más que mila palabras contadas con magnificencia, y son esos secretos guardados bajo cien llaves y mis candados los que, sin duda, remueven el interior de un artista. Son estos los recuerdos que hacen llorar de emoción, o reir de alegría, los que calman y alteran el alma, los que llevan lágrimas a los ojos y sonrisas a los labios, todo a la vez, hasta llegar a un punto en el que no se sabe si reir o llorar y ambas cosas se mezclan en perfecta comunión.
Lágrimas de alegría, risa que oculta el llanto, tan diferentes y similares, que, un artista, actor o compositor, poco importaba, necesitaba guardarlos para si, pues eso, tarde o temprano, sería lo que llevase la inspiración al alma inquieta. No por nada muchos artistas enloquecían, los recuerdos son peligrosos, las palabras, tienen fuerza y quien sepa controlar el arte de remover el alma, de extraer los recuerdos, dominará el mundo, y, quisiera o no, Enzo era experto en ello, experto en ocultarse bajo miles de cerrojos, experto en abrir las puertas del alma de los demás, sin embargo, con calma, esperaría expectante a que su alumno finalizase para hacer sus preguntas, para usar su magia. Además, la historia estaba interesante, ¿qué sucedería con el asesino?
Lios de altas cunas, misterios sin resolver, un asesinato en el teatro, y un amor naciente de que, aunque el maestro del joven se sentía reticente, aun no podía negar. Jamás había visto así a su alumno, tan inocente, tan jovial, tan luminoso como la luna que los transformaba a cada ciclo.
Pensó, sin poder evitarlo, en la que una vez fue su amada, su propia violinista particular, que con la figura de un ángel y el trino de un pájaro con voz, sacaba de ese sencillo instrumento de cuerdas la más bella de las meodías, sabía que, en su día, el fue como Bethlem, y sabía también que, por ser de ese modo, le habían roto el corazón. Sin embargo, no intervendría, miraría avanzar a su alumno desde lejos, y lo rescataría si callese al barrando, pero, como un padre que ve aprender a andar a su hijo, como una madre ave que ve volar a su polluelo solo por primera vez, miraría desde lejos, esperando por si debía actuar.
La gente tiende a silenciar los desesos más escondidos del alma. Esos deseos que, sin duda, significan más que mila palabras contadas con magnificencia, y son esos secretos guardados bajo cien llaves y mis candados los que, sin duda, remueven el interior de un artista. Son estos los recuerdos que hacen llorar de emoción, o reir de alegría, los que calman y alteran el alma, los que llevan lágrimas a los ojos y sonrisas a los labios, todo a la vez, hasta llegar a un punto en el que no se sabe si reir o llorar y ambas cosas se mezclan en perfecta comunión.
Lágrimas de alegría, risa que oculta el llanto, tan diferentes y similares, que, un artista, actor o compositor, poco importaba, necesitaba guardarlos para si, pues eso, tarde o temprano, sería lo que llevase la inspiración al alma inquieta. No por nada muchos artistas enloquecían, los recuerdos son peligrosos, las palabras, tienen fuerza y quien sepa controlar el arte de remover el alma, de extraer los recuerdos, dominará el mundo, y, quisiera o no, Enzo era experto en ello, experto en ocultarse bajo miles de cerrojos, experto en abrir las puertas del alma de los demás, sin embargo, con calma, esperaría expectante a que su alumno finalizase para hacer sus preguntas, para usar su magia. Además, la historia estaba interesante, ¿qué sucedería con el asesino?
Lios de altas cunas, misterios sin resolver, un asesinato en el teatro, y un amor naciente de que, aunque el maestro del joven se sentía reticente, aun no podía negar. Jamás había visto así a su alumno, tan inocente, tan jovial, tan luminoso como la luna que los transformaba a cada ciclo.
Pensó, sin poder evitarlo, en la que una vez fue su amada, su propia violinista particular, que con la figura de un ángel y el trino de un pájaro con voz, sacaba de ese sencillo instrumento de cuerdas la más bella de las meodías, sabía que, en su día, el fue como Bethlem, y sabía también que, por ser de ese modo, le habían roto el corazón. Sin embargo, no intervendría, miraría avanzar a su alumno desde lejos, y lo rescataría si callese al barrando, pero, como un padre que ve aprender a andar a su hijo, como una madre ave que ve volar a su polluelo solo por primera vez, miraría desde lejos, esperando por si debía actuar.
Enzo Alberganti- Licántropo Clase Media
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