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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Lucciano Vecchio Sáb Jul 25, 2015 7:18 pm

Pensamiento que quedaban en el aire alejándose a través del mar, acompañados de preguntar y miedos, no terminaban de abandonar a su dueño preocupado.
En la capital francesa todo lo había dejado cerrado para asegurar que a su vuelta no encontrase ruinas, el club "Il Peccato nostro" seguiría recibiendo a sus clientes y ofreciendo espectáculos, igual que el resto de sus otros negocios. Todo tipo de instrucciones, y la tranquilidad, pero ahí aun estaba ese tema que rondaba su cabeza sin concederle la paz, aquel tema que tocaba con profundad la parte más humana del monstruo, así esperando su resolución.

Allí sentado en aquel camarote privado compuesto por un par de habitaciones comunicadas por un pequeño saloncito, atravesaba el Mediterráneo, volviendo a sus raíces para poder por fin consumir una parte de su venganza.
En el pasado había sido engañado de tal modo que había pasado los siglos encerrado en aquella tumba de plata con solo la compañía de su agonía y gritos. ¿Quién iba a esperar que los de sus propia sangre se uniesen con el enemigo? ¿Quién pensaría que aquellos que protegía desde milenios y amaba como su familia por portar su descendencia fuesen a ser destruidos y traicionados por la culpa de una historia de amor de "ella" con aquel maldito inquisidor? Había vivido entre intrigas toda su vida, había participado en ellas, era frío, carente del sentir, y fue su humanidad lo que le hizo débil... "Nunca más..." se había dicho, y allí estaba intentando quitarse de la cabeza a su futura vástago.

La noche se estaba convirtiendo en tedio y aburrimiento, por ello Lucciano mando a uno de sus esclavos de sangre que la trajesen para su guste; ella debía de estar en una de las dos habitaciones que comunicaba con el salón.
No había llegado a tener una conversación larga, más bien un intercambio de apenas dos palabras; incluso no se había ocupado ni de su elección, entrevista y negociación. Había confiado en uno de los suyos que simplemente se la definió como "le agradará" y "es una mujer poco común para usted". Se moría de curiosidad, había que admitirlo, si hubiese podido la hubiese seleccionado él mismo, pero poco tiempo y luego estaba el factor sorpresa.
Había que admitir que el físico de la chica era todo lo contrario a cierta personita que le estaba trayendo tanto quebradero de cabeza, punto bastante a favor. Un físico que se le hacía atrayente y apetecible, haciendo que desease hincarle el diente, pero aun ignoraba todas la condiciones que ella había puesto. Deseaba escucharlo de sus labios, deseaba ver que clase de mujer era.
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Mensaje por Ainhoa G. Fugger Miér Ago 05, 2015 8:46 pm

Que difícil se había vuelto conseguir empleo luego de haber renunciado de la casa de la señorita Delacroix, aunque apreciaba cada una de las cosas que le había enseñado la bruja, sentía que si no se hubiera marchado de ese lugar, hubiera terminado siendo solamente una pieza reemplazable cuando ya no sirviera mas. Ella necesitaba más que eso, sabía que había precios altos que pagar, pero estaría dispuesta con tal de obtener lo que ella deseara. No buscaba riquezas, ni escalar en la gran pirámide social; lo cual sería fácil si se encontrara un pretendiente de buena posición, como sus padres siempre habían querido para ella. Solo deseaba sentirse a gusto y feliz descubriendo cosas nuevas.

Comenzaba a buscar trabajo, pero no deseaba volver a una mansión con personas comunes y corrientes, eso acortaba su terreno laboral, pero estaba feliz por las pequeñas oportunidades que llegaba. Muchos de sus actuales trabajos se trataban de fiestas de gente importante, que necesitaba personal para cubrir todas las necesidades de los invitados. Casi todos eran encontrados gracias a sus amigas que también trabajaban en el área de servicio y como sabían que Ainhoa no tenía un empleo estable la recomendaban a ojos cerrados.

Actualmente estaba prestando sus servicios en nuevo trabajo, pero esta vez no fue encontrado gracias por una recomendación que le hubiera dado alguna de sus ex compañeras, alguien al parecer había visto su desempeño y llego ofreciéndole una oportunidad única. Realmente estuvo a punto de rechazar la oportunidad ¿Cómo podría irse por unas semanas de viaje? No podía dejar solo a Balù ¿Quién cuidaría de el? Aunque era por unos días muchas cosas malas llegaban a su mente que podría suceder en su ausencia, pero todo se eclipsaba con la gran oportunidad que le estaban dando. ¡Podría solucionar todos sus problemas! Y no había podido evitar sentirse atraída con todo lo que le ofrecían.

Gracias a sus ahorros había podido alquilar gracias a un amigo, un puesto en un establo en donde guardaban los caballos encargados del trasporte, allí se resguardaría Balù utilizando su forma animal, la cual era mucho más fácil pasar de desapercibido que un negro deambulando en las calles de parís. Gracias a la influencia de su conocido no le habían pedido papeles del animal, aunque muchas interrogantes aparecían alrededor de ella y del caballo. Muchos se preguntaban cómo podía tener un animal de tal tamaño y porte una simple sirvienta de los barrios medio y eso le llegaba a preocupar seriamente.

Ahora ella estaba en medio de una agradable habitación, que se comunicaban con otros mas, desde la madrugada estaba camino a un país diferente del que estaba acostumbrado. Ya habían pasado más de doce horas desde que estaba en ese lugar, se había distraído arreglando una que cosa que veía desordenada y tomando una pequeña siesta; consejo que le había dado la persona que le contrato. Pero esta no era a la que debía ofrecerle sus servicios, con esa persona había tenido poca interacción hasta ahora.

Un joven fue a buscarla, el mismo con quien había interactuado todo este tiempo, indicaba que la estaban esperando y ella apenas asintió, dando a entender que comprendía que debía hacer. Debía admitir que se sentía emocionada, cuando este explico de qué se trataba la persona a quien debía atender, también en su interior había cierta sensación de miedo, como hubiera deseado que Balù estuviese allí para protegerla de cualquier adversidad que se presentase.

Entro a la habitación.
Ainhoa era una sirvienta, criada desde pequeña a dar lo mejor de sí misma a sus “amos”. No conocía otro trabajo, desde muy joven había vivido bajo la sombra de los más grandes, siendo parte de su hogar, viviendo en el mismo techo en el área de servicio. Poco sabia del comportamiento libertino y de cómo interactuar libremente con una persona, siempre había un aire protocolar en su conducta. ― Muy Buenas noches, mi señor ― susurro suavemente. Mantenía las manos hacia adelante, las cuales se mantenían juntas gracias a sus pequeños y finos dedos. Cuando la puerta se cerró detrás de ella, camino dos pasos más para luego realizar con rapidez una reverencia y así volver a posición inicial. Su rostro estaba impecable, sin ninguna línea de expresión asomándose, se notaba lo joven que era, lo que atribuía también a cierto grado de experiencia y conocimientos. Pero aun así miraba hacia donde estaba el singular caballero con su frente en alto, con una mirada sumisa, pero con un brillo diferente a los demás humanos; que tal vez se trataba de sus vidas pasadas y de sus dotes que deseaban volver a nacer.

― ¿Desea algo en especifico, Mi señor? ― pregunto suavemente. Era tal vez la imagen viva de una mujer francesa del siglo, mantenía su cabello bien arreglado, un vestido largo de cintura de avispa que llegaban a estándares aceptados y no se veían vulgares, con un cuello redondo, mangas largas y colores pasteles, hacia que todo fuera un paquete completo para que se realzara su belleza natural y aquel aire de inocencia que había en su esencia. Porque si, podría ser inocente, pero ya había vivido singulares experiencias junto con la Srta Delacroix y esperaba que no solo la hubieran elegido por su buen servicio, clama y discreción; esperaba ser especial.
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Mensaje por Lucciano Vecchio Jue Ago 06, 2015 6:42 pm

En cuanto ella entro en la habitación, él se levanto de su asiento como se esperaba dentro de los modales de un varón en aquella época. Era costumbre que el hombre se levantase al recibir a la mujer, tanto al entrar en una habitación como cada vez que ella se levantase de su asiento. Costumbre que Lucciano no comprendía, pero por así decirlo y ante lo que le habían dicho sobre aquella chica, ¿por qué no seguir el juego?

Ropa recatada, ajustada donde debía, cabellos ceñidos, silenciosa, precavida... Modales perfecto, pero, en aquellas manos juntas, ¿algo de inquietud? Tal y como la recordaba de pasada, seguía sorprendiendose. Ella era todo lo contrario a "sus chicas", toda esencia de contemporaneidad. Al menos físicamente, aun tenía que probar otros aspectos.

Una leve inclinación con la cabeza y con su mano, ademán de invitación a que tomase asiento. Lucciano no había apartado sus ojos de colores dispares (uno azul y otro verde) de los de ella indiscretamente. Al fin y al cabo, no iba a ocultar su examen, más que ya era su costumbre intentar descifrar a la persona que frente a ella se ponía, añadiéndole la costumbre de depredador. No sería un hombre que tuviese un aspecto feroz o que impusiese, todo lo contrario, esbelto y elegante; demasiado calmo, pero había algo en él, cierta presencia que hacía denotar su poder e inspiraba un respeto que tal vez fuese creado por el temor. No había que ser muy inteligente para saber que era mejor no provocar al vampiro anciano.

-"Signore", si cabe en posibilidad; o si lo desea puede tutearme, mademoiselle. Tome asiento. -Ahí estaba su voz, el rasgo destacable desde antes de que renunciara a su humanidad. Era como si cada silaba pronunciada acariciase el aire; agradable y atractiva al oído. -Son algunas de las condiciones de las que estoy al tanto dentro de su contratación, aunque no de todas y por ello desearía que en nuestras "conversaciones" ponga los límites debido, aunque hay una condición que pedí a la persona con la que hablo que no podía faltar, pero como ya le he comentado. Quiero saber por sus propios labios los límites.
>>Usted es consciente de lo que "soy" y lo que ello implica y necesita. Hoy la llamó para tal vez tener un simple conversación, pero me muero de curiosidad y me voy a volver a repetir, ¿es consciente de lo que soy, lo que necesito y lo que tal vez le pida?


Si, cuando había pedido a una "acompañante", había dicho simplemente "sorprendeme", solamente como obligatorio había pedido que "la chica" en cuestión cediese ante el deseo de probar su sangre. No alimentarse. Probar, su sangre. ¿Estaría aquella chica dispuesta a ceder a aquello? Los labios del vampiro se curvaron, realmente no le apetecía para nada ni lo veía necesario pero deseaba ver como una criatura como aquella de modales refinados, incorrupta y temple reaccionaba a aquello. ¿Qué estaría dispuesta a hacer por conseguir sus deseos?
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Mensaje por Ainhoa G. Fugger Sáb Ago 15, 2015 12:03 pm

El hombre la invitaba a sentarse y ella obedeció — Oh lo siento, no podría tutearle, preferiría llamrlo "Signore" — Sonrió mientras sus paso la encaminaron hasta el asiento en donde dejo caer su cuerpo, manteniendo siempre su postura recta, en el cual el corsé ayudaba mucho de que fuera así. Ainhoa era de aquellas personas ambiciosas que no pensaban mucho en las consecuencias, si se veía una gran recompensa al final del camino. Eso se podía ver en el trayecto de su vida, en el cual sus decisiones se basaban en lo que podría hacer para avanzar mas allá de lo que estuviera en ese momento.

Debí admitir que se había sentido estacada luego de haber renunciado a la casa de la señorita Delacroix. Había obtenido una responsabilidad más que un beneficio, debía mantenerse a ella y a una persona más, sin empleo, ni apoyo económico, ya que sus ancianos padres también dependían de ella. Uno de los beneficios de ser sirviente de una casa era que te daban un techo en donde vivir, ahora también debía tener la osadía de buscar un lugar en donde vivir y eso se resumía por más gastos.

Podría llegar a estar al frente del mismísimo Satanás y si este le estaba dando un buen trato, tal vez estuviera dispuesta a aceptarlo sin medir realmente las consecuencias de sus aptos. En silencio escuchaba al ser que estaba al frente de ella, por alguna razón sentía que la mareaba un poco, como si su cuerpo le estuviera advirtiendo lo poderoso y antiguo que era. Tal vez si estuviera al frente del mismísimo rey de las tinieblas.

— La persona quien me contacto…. — susurro suavemente. Esperaba que aquella extraña sensación se calmara, dejo salir un leve suspiro y siguió — me ha informado, sobre lo que es usted y que puede necesitar ciertas cosas que pueden aparecer de improvisto, como un impulsivo antojo, pero no me ha especificado cuales podrían ser — se alzo un poco los hombros, bajando su mirada hacia sus manos, que estaban debajo de la mesa, en su regazo juntas, jugando con el pulgar contrario. Debía admitir que podría sentir en su interior la curiosidad de saber que podrían hacer, pero todo eso era mezclado con un natural miedo a tal vez estar mordiendo más de lo que realmente podía.

Alzo su mirada nuevamente — Me ha dicho también, que mi paga será buena; por un momento trato de convencerme con eso para aceptar este trabajo. Que con lo que estaba dispuesto a pagarme podría dejar de trabajar por meses — se mordió su labio inferior y trago un poco de saliva. Trato de aclarar su garganta un poco antes se seguir — Pero aunque el dinero es una parte importante de nuestra vida, estoy aquí porque me ha convencido la afirmación de que usted podría darme cualquier cosa que yo quisiera y lo que yo deseo no es de todo dinero… Deseo la libertad de un hombre, deseo poder liberarlo de sus cadenas— confeso. Si aquel hombre podía darle lo que estaba pidiendo, estaría agradecida. Pero aun así se preguntaba internamente ¿Cuál debería ser el precio que ella debería pagar por ese deseo?

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Mensaje por Lucciano Vecchio Dom Ago 23, 2015 11:49 am

Lo notaba en cada uno de sus gestos, gestos que eran precavidos pero que le indicaban que ella era bastante consciente de que lo que significaba su presencia y con ella el poder que en él residía. Eso le dio bastantes puntos en cuanto a sensatez.

-No solo una paga de meses, puede que incluso años... -Se levanto de su asiento y paseo por la sala  -¿Qué es una vida humana para un anciano como yo? Aunque he de admitir que no sé que tiene esta época, que hace que tenga la sensación de que el tiempo transcurra mucho más lento.-Añadió a lo que ella había dicho y luego la dejo continuar. Sus ojos de soslayo, se posaron en aquellos labios que por un momento se mordieron con cierta inseguridad. Un gesto un tanto sensual en una mujer con temple.

Lucciano abrió un cajón de uno de los muebles y saco una pequeña carpeta de cuero, luego la poso delante de ella abierta. Había distinto documentos legales al nombre de ella y del vampiro; todo sellado, firmado y en orden. La libertad para un hombre y solo faltaba que Vecchio lo firmase y ella. Todo sería oficial y ella tendría lo que deseaba.

- Ese “cambiaformas” que tiene bien protegido en ese establo. -Espero por un momento a que ella se sorprendiese. Él tenía ojos y oídos en todo París, no solo era un hombre de negocios, le gustaba tener bajo control todo. En el mundo de los humanos aquello era fácil, pero en su mundo era mucho más difícil y crear alianzas requería de otro tipo de recursos y tratos. -Todo será tuyo, si me satisfaces. -Cerró la carpeta. -Soy un vampiro al fin y al cabo, más joven más viejo, tengo “esas necesidades”.  -Se agacho por un momento frente a ella y tomó con delicadeza una de sus manos, sus ojos escarlatas mostraba la leve sombra del monstruo. -No necesito mucho si día tras días me alimento, y no me gustaría dejar un barco lleno de cadáveres si perdiese el control por hambre. Así que... -Su voz sonaba sombría y demasiado suave. -...puede que necesite de usted para tener mi dosis diaria. -Sus labios se acercaron a su piel mostrando en una sonrisa aquellos afilados colmillos. Un ademán fallido de una mordida que se convirtió en un indefenso beso y se levanto de vuelta a su asiento. -Le curaré, y solo te dolerá si USTED lo desea.

De un modo distraído cogió la tetera de porcelana  y vertió el humeante té negro sobre dos de las tazas. Luego la tomó entre sus manos, acerco su rostro y aspiro el olor con gusto.

-A veces echo de menos ciertos placeres mundanos... El calor me reconforta las manos y el olor... Mmm... Afrutado, me recuerda al cacao o la trufa. ¿No lo hace apetecible? Pruébelo por mí y descríbame su sabor. -Empujo una de las tazas y luego volvió a acercarse la suya para embriagarse de su olor. -Entonces, ¿usted es virgen? -Comentó como si nada, como si aquella pregunta fuese la más normal del mundo.
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Mensaje por Ainhoa G. Fugger Mar Sep 22, 2015 9:08 pm


Había una parte dentro de ella que le interesaba el dinero. ¿Quién no desea poder tener una recompensa tan grande como la que le estaban ofreciendo? Podría comprarse la pequeña cabaña que siempre quiso en medio de la nada y tal vez retirarse para siempre. No tendría que volver a servirle a nadie, ni a mendigar empleos. Sería una persona libre, otro tipo de esclavitud se estaría rompiendo. Pero se sentía egoísta en estar pensado en ese momento en los beneficios que podría obtener cuando al que estaba al frente de ella le había expuesto.

—….— Para ella ver esos documentos era como la salvación de un inocente a cambio de la venta de su alma; tal vez fuera así. Los buenos cristianos debían sacrificarse por otros menos afortunados, así sus buenas acciones los llevaría al reino de los cielos. Quiso extender su mano y tocar aquellos papeles, debía sentir que eran reales y no una ilusión que podría desvanecerse. El vampiro cerró la carpeta y sujeto su mano, Ainhoa solo puedo quedarse paralizada por la sorpresa. Sus ojos se veían grandes y sus pupilas dilatadas, mientras quedaba una pequeña hendidura entre sus dos labios, como si algunas silaba hubiera quedado atorada.

No era de sorprender que las mejillas de la joven se volvieran de un color rosáceo. No era una persona que estuviera acostumbrada a la cercanía del sexo opuesto y como si fuera poco cada gesto, cada silaba pronunciada por el vampiro, estaba cargada con una singular energía que simplemente o se podía evitar quedar atrapado. El alma le volvió al cuerpo cuando este se alejo de ella. Trago un poco de saliva y trato de respirar más calmadamente, para eso dejo salir un suspiro, que esperaba que se llevara toda molestia.

Tomo la taza caliente, en donde el humeante te parecía invitarla a tomarle para ayudar a calmarla. — Claro, tratare de explicarle lo mejor posible su composición — trato de sonreír de forma natural, aunque ya estaba notablemente incomoda, pues era algo totalmente nuevo para ella todo esto. Tomo un sorbo, poco para no quemarse el paladar; no quería verse torpe. Pronto se perdió entre el delicioso sabor y la sensación del calor entrar a su cuerpo, hasta que escucho la pregunta de su compañero y termino ahogándose con lo que se suponía que era el segundo sorbo.

—Uhg… ¿Disculpe? — había escuchado bien, pero quería asegurarse que no estaba loca. Aclaro un poco su garganta y busco una servilleta para limpiar sus labios — Supongo… — susurro con timidez. Había bajado la mirada al suelo y a sus mejillas había vuelto aquel color que parecía ayudarla a obtener un poco mas de vida — ¿Acaso hay algo malo en ello? — Se atrevió a preguntar — ¿No ha visto usted a una virgen? — alzo la mirada. Aun con sus mejillas pintadas de rubor, acepto lo que era y que debía sentirse orgullosa de eso.

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Mensaje por Lucciano Vecchio Dom Oct 04, 2015 6:03 pm

Conteniendo de la sonrisa movió con la cuchara el contenido de la taza. Sabia que su pregunta la había turbado, y más por el rubor de sus mejillas. Aquello le divirtió y sobre todo que ella no se quedase muda y se defendiese con recato.

-No es algo malo, pero es un tanto inusual. -Se acercó de nuevo la taza y se embriagó con su aroma. - Creía qué encontraría más mujeres de su estilo, tal y como promociona esta época; pero al parecer todo es apariencia. -Sonrio educada mente y un tanto irónico. - Y es que debe de ser usted el Santo Grial. Por eso pedí tal peculiar "característica" en la que debe ser mi acompañante. -Pauso. -Tan solo he estado apenas casi dos siglos dormido, por así decirlo en un letargo un tanto obligado; por eso este viaje. Debo de visitar a esos amigos que me invitaron y forzaron amablemente a dormir durante casi dos siglos en una tumba de plata. -Aquel dato del vampiro era escalofriante si se pensaba en frío, pero el hablaba con normalidad sin tinte rencor o venganza cuando su viaje era todo ello. -Y puede imaginar usted qué mi humor no debe ser demasiado bueno después de estar más acompañado qué de mi soledad y mis propios gritos, sin alimento... Sin nada... -Su rostro se ensombreció, debió haber sufrido bastante. - Ahora solo quiero relajarme y disfrutar de los placeres mundanos como ése que estoy esperando ahora mismo. Aún no me ha descrito a qué sabe esa taza de té.

Con paciencia espero las palabras de aquella joven, le ha encantaba escuchar las sensaciones humanas oída  en los labios de otro, y más si eran las que el no podía experimentar con tal intensidad.

Mientras ella hablaba un plan maquinaba en su cabeza, un gusto se le antojo y un reto, "inocente" se le vino a la mente para poner en el camino a la joven.
¿Hasta dónde sería capaz de llegar ella para conseguir lo que más deseaba?

-Nuestra estancia sera breve, al menos, podré disfrutar de tu compañía en pocas ocasiones como esta noche que va culminando. ¿Como podrá usted complacerle realmente, y como sabré si es merecedora de sus deseos? Guieme, proponga, a este anciano ya que yo tengo mi primera propuesta.
Algo pasaba por la mente del vampiro en aquel silencio.

-Duerma conmigo hoy, caliente mi lecho y déjeme contemplar su desnude. Le prometo que no perturbaré su "virtud", no estoy pidiendo que practiquemos sexo. Para nada. Ya le hable de lo inusual de su virginidad, ¿por qué debiera arrancársela tan pronto? Dudó que usted cediera. No creó que sea de las que someta a encantos, ¿o me equivocó?
>>Sólo mirar, y dormir. Si quiere pueden separarnos sábanas, ya usted negocia los límites, pero creó que mi proposición es un tanto inocente.
>>A cambio: La mitad del trató, unas primeras firmas y los documentos los podrá custodiar usted si le tranquiliza. ¿Que me dice? Mirar y dormir.

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Mensaje por Ainhoa G. Fugger Miér Oct 21, 2015 9:38 pm

Había una voz dentro de ella que le decía que todo esto era una gran mala idea, que debía huir lo más pronto posible. Pero debía aceptar la realidad, aunque esa vocecita interna tuviera razón, ya era muy tarde para huir. Tal vez ya mucho antes de ni siquiera aceptarlo, así que sacudió un poco su cabeza, dejando que esa voz se embriagaría con el sabor del líquido caliente que analizaba con tanta dedicación, mientras trataba de prestarle atención a lo que decía su anfitrión. Trataba igualmente, de restarle importancia a algo que pudiera afectarle, pero al parecer todo iba mejor, la incomodidad ya desaparecía de su cuerpo y volvía a relajarse un poco más.

— Es un sabor con influencia muy mediterráneas, ayuda a relajar el cuerpo; perfecto para una persona que está a punto de irse a la cama. Es suave pero a la vez tiene una pequeña línea de dureza, que se pierde en su dulzura—Susurraba sus palabras mientras aun tenía sus labios pegados en el borde de la taza. Sabía que no había necesidad de hablar muy alto, gracias a los agudos sentidos de su acompañante. Era una buena bebida, le había caído muy bien a su cuerpo.

Alzo la mirada cuando el vampiro volvió a hablar. No entendía muy bien lo que quería decir, ladeo un poco su cabeza, mostrando cierta intriga en su rostro. Dejo la taza en la mesa y volvió a poner sus manos en su regazo. Qué bueno que había retirado sus manos de la frágil taza, pues tal vez se le hubiera caído ante lo que escuchaba. — ¿Por qué…? — se pregunto bajando la mirada y mordiéndose los labios. Era un juego que le parecía vil, aunque sabía que nada en el mundo era justo, al menos sentía que eso le permitía estar a un paso más de su objetivo… ¿Pero a que costo? — ¿Y qué haría con ver solo mi desnudez? — pregunto. Se sentía tal vez un poco indignada, era un rancio ego asomándose. — ¿Acaso cree usted que lo único que importa es “Mi virtud”? — aspiro cierta cantidad de aire y bufo suavemente.

Ella no era un cualquiera, que le regalaba a cada hombre que pasaba un poco de ella, pero tal vez si era peor que todas juntas, porque servía sin medir las consecuencias, solo por el interés de obtener algo a cambio y así cumplir sus objetivos personales. Tal vez era peor la persona que besaba los pies de los demás y entregaba todo solo para cumplir sus deseos. No era alguien que debía tener realmente una moral ¿Qué era lo diferente? Ella cumplía con un capricho y recibía algo a cambio. Ella podría hacerlo, pero algo dentro de ella podría cambiar con ese simple acto…

— Solo tengo una condición… — ¿Valía realmente la pena? No estaba segura, pero sabía que si no lo hacía, todo estaría perdido para ella — No hablare de ese momento, ni lo describiré como lo hice con esta bebida — Sentencio, pues prefería guardarse para ella sus emociones.
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Mensaje por Lucciano Vecchio Dom Oct 25, 2015 12:11 pm


-Exquisito. -Por un momento el vampiro cerro sus ojos escuchando con atención la descripción del sabor del té. Sus labios ligeramente curvados daban señal de que sus palabras lo embriagan con sensaciones que, tal vez, solo quedasen en sus recuerdos.

Tras su proposición hubo unos segundos de silencio, donde solo le quedaba intentar descifrar los pensamientos que ella manejaba, a través de su gesto. Hubiese sido más fácil meterse en su cabeza, pero todo aquella perdería emoción y diversión en suma.

-¿Por qué? No soy cualquier hombre que se precie, signorina. -Evidenciando que podía imaginarse ciertos prejuicios sus pensamientos. -Tengo más de monstruo que de hombre. -Sonrió. -Puede creer que por hecho de ser hombre, tal vez, ponga un alto precio a su “virtud”, por ello especialmente le haya pedido con esa condición en particular. Más cuando, mi pensamiento es al contrario, si hablamos de ciertos placeres. -Lucciano tomó una de las servilletas de tela y distraído la desdobló, y acaricio una flor bordada con tedió. -A mi parecer es más una complicación y un incordio que un verdadero “tesoro”. Prefiero en mi cama un mujer experimentada que tenga muy claro que es lo que ella desea de mí, y yo de ella, a una virgen sin desflorar temerosa de todo. -Dejo de acariciar la servilleta y volvió a doblarla ocultando su dibujo. -No gracias. Para mi el hecho de su condición va más allá del simple sexo, hay otros rasgos que me interesan más.

Un sirviente entro en la sala, y solo un intercambio de palabras que creaba una especie de conversación silenciosa fue suficiente para dar la orden de que se marchará a preparar el dormitorio.

-Digamos que hay pocos placeres que solo pocos humanos podríais entender; puede que estéticos, puede que simple sensaciones... -Sus ojos de dos colores distintos la miraron directos y con atención. -El sentir ahora su diminuto corazón latiendo con más fuerza de la que debiera, el calor en sus mejillas asomando por el simple rubor que mis palabras le produce. -Tomó aire y lo expiró lento. -Mmmm... Una exquisitez aun mayor que la simple descripción del sabor de té.
>> Soy un depredador al fin y al cabo, y notó cada sensación que usted emite con mucha más intensidad que un ser humano, incluso que un vampiro joven. El milenio hace que pueda apreciar los pequeños detalles más que nunca.


Ella habló poniéndole una condición. Una condición que le pareció demasiado simple, y que no exigía demasiado. Aquello le sorprendió y fue demasiado notable en su rostro para que ella lo apreciará.
Si esa era la única condición, era poco consciente de que sin quererlo le había abierto más de una veda, y dado más libertad de la esperada.

-Mirar su desnudez y lo que usted desee, añado. Puede poner más condiciones y propuestas, repito. Soy consciente que no es cualquier tipo de mujer, que con poco galanteo me abrazaría entre sus muslos, al contrario. No quisiera, ahí reside la curiosidad. -Se levanto de su asiento y se acerco a ella, ofreciéndole la mano para que se levantase y la siguiera.

El sirviente volvió dando señal de que todo estaba listo. Ni una palabra, solo se puso a recoger las tazas tranquilamente.
Lucciano en cambio la condujo al dormitorio tras dos puertas continuadas.

Siguiendo su línea de suntuosidad de los camarotes, el dormitorio no quedaba atrás con respecto a lujos. ¿Quién diría que iban viajando a través del mar en aquel momento? Luz más tenue, que la pequeña salita, el vampiro cerró la puerta tras pasar ella con una llave que metió en un pequeño joyero. No quería interrupciones.

Dejando la chaqueta sobre el diván, se descalzo y luego se acerco a la cama abriendo sus sábanas y sentándose sobre ella se desabrocho los primeros botones de la camisa distraído.

-Tómese el tiempo que desee...
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Mensaje por Ainhoa G. Fugger Mar Dic 15, 2015 8:43 pm

Ya se encontraba totalmente atrapada en las garras de aquel ser. Tenía un dolor que comenzaba en la boca de su estomago, el cual se distribuía por todo el interior de su cuerpo. Aun su mente parecía no asimilar lo concreto del asunto, tal vez lo sentía irreal; una mera fantasía, creada por las palabras de un caballero, que adoraba fastidiar a las doncellas. Pero todo se volvía cada vez más real al pasar los segundos, en el cual entro un sirviente al recinto; ya no estaban solos ellos dos. Con pocas palabras le indico lo que deseaba que hiciera y este se retiro a obedecer sus órdenes, ella lo siguió.

Sus ojos luego se posaron en el vampiro, mientras ladeaba un poco su cabeza mientras lo escuchaba atentamente. Sus palabras retumbaban en su mente, debía concentrarse, pero la aturdían y no la dejan pensar claramente. No se había dado cuenta que lo había seguido con su mirada, se había levantado hasta donde ella estaba, y acercado su mano para que ella la tomara. Por unos segundos la miro, dudo por un momento en tomarla, pero termino acercando su mano hacia la de él para levantarse del asiento y ser guiada.

Dio unos pasos lejos de la mesa y miro como el sirviente como levantaba los utensilios de la mesa, mientras Ainhoa era guiada a otra habitación. Era un lugar con encantador, parecía los mismísimos aposentos de un rey. Ella quedo sola, en medio de la habitación, mientras el vampiro cerraba la puerta y se dirigía a la amplia cama, en donde se sentó y comenzó a retirar su misma ropa.
Ahora le tocaba ella despojarse de toda esa ropa.

Pero estaba paralizada, no sabía si podría hacerlo, pero la realidad es que debía hacerlo, sin opción a retractarse. Dejo salir un largo suspiro, algo dentro de ella comenzaba a rendirse ante su destino, entrecerró sus ojos y con la cabeza gacha comenzó a quitarse las piezas que componían su traje. Soltó el nudo de aquella cinta que mantenía firme el corsé, este mismo comenzó aflojarse, hasta que la cinta se deslizo completamente y acabo cediendo hacia el piso. Ainhoa giro su cuerpo, estaba demasiado nerviosa como para poder estar frente a frente con una persona que; aunque ella tuviera los ojos cerrados. Sabía que la miraba atentamente.

Su piel comenzaba a verse, era de tez clara, pero con notables notos oscurecidas por la el paso del tiempo, lo cual la hacían ver un poco más oscura. Cuando comenzó a despojarse de su sencillo vestido, las mangas se deslizaron por los hombros, hasta que el peso del vestido termino en sus caderas. Con sus manos empujaba para que se librara de ese obstáculo y terminara de caer al suelo, con la ayuda de la gravedad.

Estaba desnuda…

No había nada que la protegiera de eso. Ahora debía dar media vuelta y comenzar a caminar hacia una cama, la cual compartiría con aquel personaje que ya se había terminado de preparar. ― Estoy lista ― anuncio. En su voz se notaba lo nerviosa que estaba. Su rostro estaba totalmente hecho un lienzo de colores. Comenzó a caminar hacia la cama hasta encontrar el borde de la cama, en donde abrió las sabanas y luego se sentó.

Sentía que moría, algo dentro de sus entrañas se retorcía, la hacía sentirse ansiosa, tensa, no sabía… no pensaba… estaba aturdida. ― Usted no necesita dormir a estas horas…. Pero, ¿Qué hará luego que salga el sol? ― pregunto mientras se disponía a hacer una trenza en su largo y frondoso cabello oscuro. ― ¿Qué deberé hacer yo…?― era algo también importante. El vampiro dormiría toda la noche, mientras ella debía mantener su ritmo natural en el dia.


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Mensaje por Lucciano Vecchio Dom Dic 27, 2015 12:52 pm


Camisa desabrochada, espero con paciencia observando cada paso y gesto que ella realizaba en un silencio que, para él era una tranquilidad, para ella probablemente una tensión, una incomodidad. Podía olerlo en el aire: miedo. Sin quererlo y como depredador, no pudo evitar esbozar una leve sonrisa, ya que le parecía irónico la evolución que había tornado la sociedad de hoy.
Un gesto que era una nimiedad en el pasado, algo natural, era un mundo. El hecho de mostrar la desnudez, en una mujer y a solas con un hombre con el que no estaba casado, era escandaloso para bocas ajenas. Para él que había nacido en una sociedad que ahora tachaban de “viciosa”, aquello no era nada; en la Roma clásica aquel tipo de “excentricidades” de honor, o templanza solo podían permitírselo una alta sociedad que se saltaban a la ligera todo decoro que no fuese a cara del pueblo.
A pesar de aquel pensamiento, y que la desnudez solo podía convertirse en un placer estético ante los ojos, disfrutaba más ante la sensación de penetrar en el escudo con el que la sociedad la protegía de la vergüenza, que por cualquier otra cosa. Esa sensación de estar haciendo algo prohibido y que le produjese temor a ella, un temor muy distinto al terror que podía sentir en sus propias víctimas cuando deseaba disfrutar de la tortura, al fin y al cabo y por mucha apariencia humana que tuviese era un monstruo. Y no solo por lo que la inmortalidad le concediese, Lucciano ya era un monstruo a su manera en vida, que se había criado con otros monstruos sedientos de sangre, muerte, guerra y codicia por conquistar lo ajeno.

La ropa caía poco a poco, la piel pálida por no haber recibida apenas los besos del rayo del sol, ahora podía ver la realidad de ella, sin ornamentos ni galas, tal y como ella era sin apenas artificios. Dicen que la belleza dicta mucho de la persona, y por su propia experiencia Lucciano conocía a personas de ambos sexos que eran más bellos desnudos que con ropa, y ella por suerte había nacido con cuerpo de Venus. A pesar de sentirla como un pajarito tembloroso, su porte irradiaba una digna hermosura, ahora exclusiva para sus ojos, aunque era de lamentar que esta no fuese captada para ser recordada por los siglos, ya que como todo lo mortal, aquello era perecedero.

Él se volvió a levantar quitándose la camisa y dejándola en el suelo, se sentó a su lado. A pesar de haber tenido todo el tiempo aquel gesto serio, y formal, ahora mismo y sin quererlo no apretaba los labios como conteniendo la risa. Podía sentir todas las emociones que de ella emanaba, y sin quererlo sonrió.

- ¡Oh vamos! ¿No irá a desmayarse? No es para tanto… -Al final tuvo que reír al ver aquel sinfín de colores que la piel de ella emanaba turbada. -Déjeme. -La detuvo en su labor de hacerse la trenza, y tomó su cabello oscuro para comenzar a hilar el cabello en un trenzado complejo y poco habitual, como aquellos que llevaban las personas del pueblo de su madre en el norte. -Realmente no estoy seguro si dormiré, a lo mejor le he tendido una trampa y solo quiero que conversemos. -Con su propio cabello le anudo el extremo del trenzado para que quedase bien sujeto. -Precioso… Cuando llegue el día, yo descansaré, y usted… Usted hará lo que le apetezca, solo tiene que pedirlo. Es libre dentro de éste barco. ¿Por qué? -Le posó la mano sobre hombro y empujo suave. -Túmbese. -Dijo con aquella voz aterciopelada tan suya.

Esperó con paciencia que lo hiciera, le encantaba crear aquel tipo de incertidumbre y sobre todo en aquella criatura que tan bien reflejaba la mentalidad y espíritu de aquella época, con su refinada educación, decencia y templanza. Sin dejarse llevar por sus encantos.

Su dedo índice se posó en la frente de ella y comenzó a crear su disimulado dibujo recorriendo la forma de su nariz, la comisura de sus labios hasta llegar a su mentón y recorrer su cuello, un instante se detuvo  cuando continuó por entre sus pechos desnudos para sentir el latir del corazón asustado, para volver seguir llegando a su vientre y dejando atrás piel que poco a poco a poco se erizaba con la acaricia, despetándola placenteramente; el contorno de su cadera y sus muslos y allí termino, posando su mano entera que regreso a su costado y enseguida se retiró dejando escalofríos.
Con ligereza, se tumbó a su lado, con una sonrisa de oreja a oreja.

- ¿Sabe que si usted lo desease podría “complacerla” sin apenas rozarla? - ¿Bromeaba? ¿O lo decía en serio? - ¿No siente curiosidad? No estaría haciendo nada malo, y tenemos un trato, no hablaremos de ello-La tentaba, y recordó que en algún momento de la noche debía de alimentarse.
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Mensaje por Ainhoa G. Fugger Jue Ene 28, 2016 5:48 pm

Parpadeo varias veces ante su risa. Ese sonido la desconcertó un poco, la había sacado por un momento del shock en el que estaba. Lo miraba de reojo sin pronunciar una sola palabra, pero en su rostro se podía ver claramente sus reacciones ante tal expresión. “¿No es para tanto?” Suspiro largamente. Dejo que sus manos cayeran cada una a un lado de los músculos para que el caballero terminara de trenzar su cabello. Sus ojos se habían entrecerrado, mientras aquel hombre terminaba de arreglar el peinado. Volvió a abrirlos cuando escucho decir que se acostara, lo hizo sin muchas palabras, pero se podía notar lo tensa que estaba.

Atendió a las palabras del vampiro que aclaraban las dudas que tenía. Prácticamente era una dama de compañía, que iba a ser la distracción del milenario mientras llegaba a tierra. Era un precio muy alto que pagar por el beneficio que habría que obtener. El tacto de la piel con el dedo del vampiro fue algo que la estremeció completamente; no pudo evitarlo. Trato de contener la respiración, pero dejo salir un largo suspiro mientras aquel dedo índice recorría con una línea recta todo su cuerpo. Cuando vio que comenzaba a ir mas allá de su cuello, su corazón dio un vuelco, quiso detenerla, pero en cambio sus manos se aferraron a la sabana y sus ojos se entrecerraron lo que más pudieron, tragaba saliva esperando que todo aquello terminara.

Abrió los ojos y los dirigió a donde estaba el. Con aquella sonrisa burlona que parecía desear tentar a la suerte — No, Gracias, la verdad no estoy interesada — volviendo a desviar su mirada. ¡Todo era tan tentador! Era como tener al frente la manzana del Edén que se te ofrecía en bandeja de plata. Ainhoa ya había caído muy bajo como poder seguir hundiéndose ella misma…. Deseaba poder tener al menos un poco de dignidad al momento de salir de aquel extraño trabajo.

— Para usted debe ser completamente absurdo mi posición— le dio la espalda. Acomodo su cuerpo hacia un lado, acomodando la trenza para que le cayera hacia un hombro y pudiera acariciarla, como si con ello encontrara consuelo. — Pero es el hecho de saber que harás algo que destruirá completamente tu interior — suspiro largamente volviendo a encerrar sus ojos. Como desearía poder estar en otro lugar en ese momento, tal vez con Balù disfrutado una cálida noche, mientras lo instruía un poco más en la cultura francesa y ensenándole u mejor francés del que sabía, acompañados de una rica taza de té y miel, con ponquecitos hechos por ella misma — ¿Realmente cree usted que alguien podría disfrutar un acto así, cuando estamos carente de aprecio mutuo? — cuestiono. Sintiendo que su garganta podría cerrarse en cualquier momento y comenzar a llorar.

Fue un instante de vulnerabilidad extrema, comenzó a sentirse ahogada en esa cama, las sabanas la incomodaban, su cuerpo sudaba y estas se pegaban a su piel. Estaba entrando en pánico y de un salto termino fuera de la cama — No, no puedo hacer esto — tartamudeo, sintiendo como sus lagrimas amenazaban por salir. Arrastro consigo una de aquellas sabanas para cubrir su desnudes y comenzó a retroceder, sintió encontrarse a la deriva, hasta que encontró la pared del camarote. Se apoyo en él y termino sentada en el piso con el cuerpo cubierto por la sabana y su rostro escondido por una capucha improvisada.

— No quiero estar contigo — susurro tan suave, que apenas movió los labios — Quiero estar con Balù, mi cambiaformas, el caballo, el negro — no importaba su presentación, en este momento necesitaba sentir su protección, su fortaleza, pero también su amabilidad y ternura que siempre llegaban a tranquilizarla con éxito

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Mensaje por Lucciano Vecchio Dom Feb 14, 2016 6:56 pm


-No es absurdo, es distinto. Recuerde, soy un anciano a su lado, y mi época era muy distinta a la que ahora vivimos. No todo el mundo podía permitirse ser sentimental, o elegir a su compañero… Aunque creo que es algo que aún no ha cambiado demasiado. -Dijo refiriéndose a todos esos matrimonios pactados. Seguía ahí tumbado, calmo, no la miraba. -Como algo físico, lo disfrutaría, créame. No la destruiría, más bien la cambiaría, abriría una puerta que desconoce.. - Esta vez se giró para hablarle mirándola, sus ojos la miraron como si la estuviese viendo por primera vez. -Pero tiene razón, el acto físico no tiene comparación cuando le unimos el hecho del afecto emocional. – Desvió su mirada, pensó en Lilith. Aquella maldita humana que solo sabía sacarle de sus casillas, desafiándole, desobedeciéndole… Lo enfurecía, pero eran tan similares, polos opuestos que se atraen, y ella sacaba de él esa humanidad que le encantaba esconderse tras el monstruo. -Si usted lo hiciera, es posible que yo. -Un ademán para ponerle su mano sobre aquella con la que ella acariciaba su trenza con consuelo.

No llego a rozarla ya que ella apenas se había levantado de la cama, con paso acelerado.
Miedo.
Podía olerlo, lo conocía bien.
A veces le gustaba ese olor, le hacía sentirse con poder y embriagado, sobre todo cuando era el terror a la muerte, sacaba su lado de depredador; pero a veces era demasiado desagradable para soportarlo, e incomodaba, cuando era la inseguridad lo que desprendía y otros sentimientos.

Lucciano se sentó sobre la cama a observarla, mientras parecía que fuese a desvanecerse por sí mismo, perdida y buscando un refugio donde no lo hallaba.
Estaba en silencio, no decía nada, solo la dejaba encontrarse. Hasta que por fin se detuvo, escondida bajo las sábanas. Podía sentir su pequeño corazón, vivo, latir fuerte.

El vampiro se levantó, y sin querer sus labios se curvaron intentando contener una sonrisa. Había vivido aquella situación en un pasado que parecía haber olvidado, un pasado donde aún su corazón latía con vida y sus pulmones necesitaban del aire para respirar. Aquel recuerdo lejano, le producía la sonrisa, ya que en su momento le había parecido inocente e infantil el gesto de temor, y preocupación de su acompañante de otros tiempos, pero claro estaba, aquella chica era apenas una adolescente.

Caminando por la habitación se detuvo un momento junto con un diván y luego camino hacia donde estaba Ainhoa y se sentó en el suelo frente a ella tendiéndole un batín de seda.

-Hubo una vez, cuando yo tenía… Puff, era demasiado joven pero tampoco era un chiquillo. -Había roto el silencio. -Nos habíamos conocido cuando éramos niños en la villa, nuestros padres tenían negocios en común y los tratos se hacía así en ese entonces; yo crecí y ella continuaba siendo una niña. Su tío consintió y nos dio su bendición, en ese entonces el matrimonio no era cosa de la Iglesia, el tío de la novia hacía los honores y como mucho si eras de buena clase, hacías una ceremonia en el templo para bendecir el enlace y los negocios fructíferos que iban a salir de ahí .-Su voz era suave, tranquilizadora en aquel aire que parecía más tenso de la cuenta y que olía terriblemente a miedo e inseguridades. -Sí, recuerda una noche como esta… Los tratos dan seguro si traes hijos al mundo, y solo hay una manera de crearlos. Mi primera noche con ella, fue algo así, bueno no del todo, ella había golpeado a alguna esclava para que no la preparase para entrar, pero bueno. -Comenzó a descubrir el rostro de Ainhoa de aquella capucha creada, de un modo amable. -Ella se había escondido en sabanas de lino, básicamente creo una jaula para su cuerpo para que no la pudiese tocar… Tuvimos tres hijos. -Soltó la sábana y suspiro mirando a un lado. -Yo la hubiese llamado hermana, pero tuvimos tres hijos y tuve que llamarla esposa. No estaba enamorado de ella, aunque amaba a mis hijos, incluso al más pequeño, sabiendo que era un maldito bastardo. Por qué… No puedes imaginarte lo que es estar más de 7 años fuera de tu hogar, y regresar algo “distinto” . -Con ello se refería a que había regresado como vampiro. -...con las cenizas de tu hijo mayor y encontrarte con tu esposa embarazada. -Se silenció. -No estaba enamorado de ella, pero la perdone, a pesar de que ella no me perdonase nunca que nuestro hijo hubiese muerto y que trajese conmigo a otra mujer, la cual, si no fuese por ella yo no estaría viviendo el siglo de ahora. .

¿Por qué contarle aquello? Para un anciano los recuerdos vagan en rincones de la mente que a veces un estímulo los abre, y no solo evoca imágenes si no sensaciones de una humanidad marchita, es como volver a sentir que eres humano. Aquello debía de estar sintiendo Lucciano en aquel momento, para evocar y compartir algo tan íntimo para él

-A veces me acuerdo de ellos. -Solo dijo y se levantó. -Si lo deseas, puedes marcharte.
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Mensaje por Ainhoa G. Fugger Lun Mar 21, 2016 12:42 am

No podía manejarlo, aunque ella quisiese pensar que si lo podía hacer, no era así. Estaba abarcando más de lo que podía hacer, era una absurda tortura, que ella misma se había propuesto a aceptar. El vampiro trataba de calmarla, posiblemente en los primeros minutos de su monologo fue algo imposible lograrlo. Ainhoa seguía en un estado de pánico, estaba hecha un desastre, trataba de hacerse lo más pequeña posible, mientras con sus rodillas cubría parte de su desnudez.

Sintió los pasos y la cercanía de aquel hombre, pero no estaba lo suficientemente cerca como para sentir la cercanía de su cuerpo. Podía oír su voz más cerca, tenía un tono que parecía indicar que trataba de tranquilizarla. Ella se había perdido en su historia, no sabía exactamente cuál sería la época, pero trataba de imaginarse a aquellos dos mercaderes y todo lo que él le comentaba. Pronto sintió como parte de la tela que le cubría el rostro se deslizaba por debajo de su cabeza, dejando en descubierto su mirada, la cual se encontró con la de él. Ainhoa, la pobre mujer parecía un corderito asustado con esos dos grandes ojitos hinchados de tanto gimotear debajo de la sabana.

Ella parpadeo varias veces, le parecía interesante tal relato de aquel hombre. Por unos momentos sintió que podría ser una simple historia que estaba creando para hacerla sentir bien, pero pronto se dio cuenta, por las expresiones y gestos de su compañero que aquel relato era su historia. ¡Le estaba confesando parte de su vida cuando era humano!.

Se incorporo mas, pero aun mantenía la sabana cubriendo su cuerpo — ¿Cómo se llamaban?— pregunto con cierta curiosidad — Es decir, sus hijos ¿Cómo se llamaban? — pronto se arrepintió de haber preguntado. Suspiro largamente bajando su cabeza en un signo de que la disculpara. Se levanto completamente en búsqueda de sus prendas para retirarse del lugar. Trataba de ser lo más rápida posible, deslizándose como un ratoncito en busca de migajas para no molestar demasiado.

Debía admitir que el alma le había vuelto al cuerpo. estaba inmensamente agradecida que no la obligara a hacer algo que no deseaba, pero le preocupada el trato que tenían y los días siguientes de cómo podría ser la relación entre ellos dos, pues este se suponía que sería un largo viaje
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Mensaje por Lucciano Vecchio Sáb Mayo 07, 2016 11:59 am

No hubo respuesta a su pregunta, es más, quedó mudo en sus propios pensamientos.
Ella aparentemente no espero una respuesta, buscaba las prendas perdidas con las que refugiarse. Había elegido huir.
 
-Vestus, era el mayor, recio y de carácter débil; Aurea de cabellos rubios, vivió al resto y me dio muchos nietos; y Marco… ese pequeño bastardo, vivió en una feliz mentira. -Por fin hablo en suave susurro, mientras se levantaba.
 
Cada noche les rezaba en tradición pagana, de una herencia primitiva que su madre le había dejado.
 
No era un pensamiento triste, era nostalgia a su pasado lejano, más que ninguno sabía lo que suponía la inmortalidad, pero ver su legado crecer y continuar hasta hoy día era un consuelo y un regalo.
 
Irónico pensamiento cuando ahora estaban viajando en barco para finalizar uan venganza contra uno de sus descendientes, no le tenía demasiada estima cuando su tatarabuela lo había traicionado junto a inquisidores y lo había encerrado en aquella cárcel mortuoria.
 
-Soy de la época de Julio Cesár, se qué es una de las preguntas que te ronda. Nací en un campamento legionario y participe en las campañas en germanía junto con mis padres… -Tomó una de las prendas que había en el suelo y se acercó a la joven.
 
Frente a ella la miró de arriba abajo aun aferrada a la armadura que había creado con aquellas sábanas.
 

-Si lo prefieres, puedes dormir “sola” aquí, sería yo el que me marcharía. -Lucciano tomó su barbilla suave y detuvo su mirada bicolor para luego cerras sus ojos. Rostro inclinado, roce de sus labios a los ajenos como una caricia superficial que se atreve ante el inofensivo y efímero beso. -Solo tienes que pedírmelo. -Susurro, alejándose unos pasos y acercándose la puerta, en señal de respeto. -Y me marcharé.
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Mensaje por Ainhoa G. Fugger Miér Mayo 25, 2016 10:26 am

Era una de esas historias que fácilmente se podría encontrar e algún libro de fantasía, creado por algún autor fanático de esa temático. Mientras el hombre lo relataba, sentía que lo que le estaba diciendo era totalmente verdad. Los seres humanos saben cuando le mienten, aunque a veces obvian ese instinto. Fue trasportada una época, que solamente había leído en libros, no podía creer que estuviera escuchándolo de una persona que vivió en carne viva esos períodos. Era irreal, todo lo que en su mundo comenzaba a rodearla era simplemente irreal.

Era como un animalito acorralado y asustado, sus ojos acompañaron a los movimientos del vampiro, quien recogía una de sus prendas en el suelo, para luego acercar sus pasos hacia ella. Instantemente se tenso y acurruco mucho mas como si buscara hacerse lo más pequeña posible. Aun así no se negó ante la acción del contrario de tomarla de su rostro para que su mirada chocara con la de él.

— Yo... — parpadeo varias veces, cuando noto que la cercanía entre ellos dos se volvía cada vez mayor. Hasta que pudo sentir el roce de sus labios contra los suyos. Entrecerró sus ojos, se sentía algo frio, pero a la vez totalmente cálido, tal vez por la suave forma de hacerlo. Era alguien que a pesar de su edad, terminaba siendo caballeroso.

Ainhoa bajo la mirada — Eso… Eso lo agradecería inmensamente — dijo suspirando con cierto alivio. Sujeto su prenda, quien él había acercado — Lo siento, creo que no he sido la mejor decisión para compañía — se lamento. Sentía que su ambición terminaría siendo su perdición.
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Mensaje por Lucciano Vecchio Dom Jun 12, 2016 4:22 pm

Casi no hizo falta que ella dijese nada para intuir sus pensamientos y decisión, se dirigió a la puerta y la abrió.

-Se equivoca, creo que usted ha sido mi mejor decisión de compañía en demasiados siglos... -Y era una afirmación totalmente sincera, le gustaba su actitud, lo que ella reflejaba. El espíritu y mentalidad de una época, la cual, le pareció un poco retrograda en ciertos aspectos. Como si hubiesen retrocedidos con respecto por ejemplo a la liberación sexual. Aquellos corsés no solo embutían y apretaban, los cuerpos de las mujeres, sus mentes, estaban ciertamente subyugadas a la vida que padres, hermanos o maridos podía ofrecerles. No muy distinto a su época, pero había más camino por los que una mujer podía llegar ser una criatura liberada. -Buenos días, descanse. Pronto solicitaré de nuevo su compañía.

La puerta cerrada, la soledad y tranquilidad para ella. Podía haber sido cruel, podía haberla forzado. Ya lo había hecho antes, sin problemas, pero no lo deseo, quiso recrearse en su nuevo entretenimiento, le proporcionaba una increíble curiosidad aquella inocencia.
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