AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La muerte hechizada por el olvidado amor [Alcor]
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La muerte hechizada por el olvidado amor [Alcor]
Ya hacía varios años que estaba en París, en ésta ciudad llevaba una doble vida. Por un lado, era la dulce e inofensiva señorita Leverenz, incapaz de ofender o de agredir a cualquier ser. Pero, por las noches, se transformaba en la aguerrida cazadora, entonces esa simplemente “Tod”, aunque pocas veces matara a sus presas, casi siempre prefería dejarlas vivas entregarlas así a sus clientes.
Aquella semana había viajado a Berlín para estar al tanto de los avances en la investigación policial, sobre la muerte de sus padres, pero todas las posibles pistas daban a callejones sin salida. Por ello volvió a Paris frustrada, como todas las veces anteriores.
Había llegado la noche anterior, y por eso decidió no salir de cacería, no estaba de humor, ni podría actuar correctamente, lo que la volvería peligrosa, tanto para ella como para sus presas. Por esa razón se había quedado en su hogar. Se encontraba apoyada en la balaustrada del balcón de su habitación, observando la tranquilidad del paisaje, los arboles del bosque en la lejanía y aquello le hizo recordar, un sitio muy especial para ella. El único lugar en el mundo al que podía llamar hogar - ¿hogar? – Masculló, llevó su mano al pequeño guardapelo, en donde atesoraba el único recuerdo que le quedara de él, lo apretó suavemente, - cuanta falta me haces… cuantos días te esperé, en el mismo lugar donde prometimos esperarnos – susurró. Su mirada se endureció recordando la tarde en su padre le pidió que los acompañara en un viaje, pero ella no podía ir, él la estaría esperando. Por aquel amor, se negó a cumplir la voluntad de su padre. Luego de discutir con su familia, había huido a todo galope para poder encontrarse con él y comenzar una nueva vida. Pero, Alcor, jamás llegó a la cita.
Klara, maldijo por lo bajo y resopló, recordando las horas que lo había esperado. Cuando volvió a la casa de sus padres, la noche había ya caído, pero ellos ya se habían ido. Jamás pensó que lo último que su padre escuchara de ella, serían palabras duras y que en verdad no sentía. Cuando a los dos días, oficiales de la guardia imperial, llegaron a su casa para darle la terrible noticia del asesinato de sus padres, ella, no tuvo consuelo. Había pérdida a quienes la podrían amar incondicionalmente y a quien ella creyó que la amaría y acompañaría siempre. Fue en entonces que supo que solo podía confiar en ella, y el exacto momento cuando surgió “ Der Tod”.
Agobiada por haber abierto nuevamente aquel lugar en su alma donde aún dolían las perdidas, y las desilusiones amorosas, decidió que lo mejor sería salir, caminar por las calles de Paris, en aquella tarde de finales de otoño.
Aquella semana había viajado a Berlín para estar al tanto de los avances en la investigación policial, sobre la muerte de sus padres, pero todas las posibles pistas daban a callejones sin salida. Por ello volvió a Paris frustrada, como todas las veces anteriores.
Había llegado la noche anterior, y por eso decidió no salir de cacería, no estaba de humor, ni podría actuar correctamente, lo que la volvería peligrosa, tanto para ella como para sus presas. Por esa razón se había quedado en su hogar. Se encontraba apoyada en la balaustrada del balcón de su habitación, observando la tranquilidad del paisaje, los arboles del bosque en la lejanía y aquello le hizo recordar, un sitio muy especial para ella. El único lugar en el mundo al que podía llamar hogar - ¿hogar? – Masculló, llevó su mano al pequeño guardapelo, en donde atesoraba el único recuerdo que le quedara de él, lo apretó suavemente, - cuanta falta me haces… cuantos días te esperé, en el mismo lugar donde prometimos esperarnos – susurró. Su mirada se endureció recordando la tarde en su padre le pidió que los acompañara en un viaje, pero ella no podía ir, él la estaría esperando. Por aquel amor, se negó a cumplir la voluntad de su padre. Luego de discutir con su familia, había huido a todo galope para poder encontrarse con él y comenzar una nueva vida. Pero, Alcor, jamás llegó a la cita.
Klara, maldijo por lo bajo y resopló, recordando las horas que lo había esperado. Cuando volvió a la casa de sus padres, la noche había ya caído, pero ellos ya se habían ido. Jamás pensó que lo último que su padre escuchara de ella, serían palabras duras y que en verdad no sentía. Cuando a los dos días, oficiales de la guardia imperial, llegaron a su casa para darle la terrible noticia del asesinato de sus padres, ella, no tuvo consuelo. Había pérdida a quienes la podrían amar incondicionalmente y a quien ella creyó que la amaría y acompañaría siempre. Fue en entonces que supo que solo podía confiar en ella, y el exacto momento cuando surgió “ Der Tod”.
Agobiada por haber abierto nuevamente aquel lugar en su alma donde aún dolían las perdidas, y las desilusiones amorosas, decidió que lo mejor sería salir, caminar por las calles de Paris, en aquella tarde de finales de otoño.
Alianna Lindstrøm- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 63
Fecha de inscripción : 26/07/2015
Re: La muerte hechizada por el olvidado amor [Alcor]
Fue ayer, o se rindió anteayer.
Era un hechicero, sus verdaderos padres lo habían abandonado, su padres adoptivos estaban muertos, el amor de su vida desapareció de existencia y lo único que tenía era el vínculo de sangre con su gemelo que no lo reconocía como su hermano. La última Van Wijs había caído y aunque por mucho tiempo quiso que cayera por el peso de su poder. Al final, extrañamente sintió un profundo dolor cuando contempló con sus propios ojos como Derek lloraba teniendo en sus brazos el cadáver de su hermana. Lágrimas también brotaron de sus ojos y sintió una ira. Luego, se dio cuenta que estaba experimentando los mismos sentimientos que su hermano, esa impotencia pero extrañamente una muralla que impedía que pensara en vengarse. En ese momento Alcor comprendió que mientras estaba cerca la conexión se intensificaría hasta que ambos sintiesen y pensasen lo del otro. Esa noche se alejó como siempre lo hacía, en la sombra del amanecer.
Pero ahora estaba allí, sentado en una banca de la Rue… algo, ¿qué le interesaba a él que calle era?, estaba inquieto, no se sentía bien, tenía mucha ansiedad. En la mañana dio dos bocados a su hogaza de pan y decidió entregárselo a unos pequeños indigentes por haber perdido el apetito. Necesitaba una motivación para vivir, algo que lo impulsara como lo era la gitana de su hermano. Por supuesto, Alcor no pensaba precisamente en una relación sentimental, pero sí en un motor tan poderoso como el de Derek. —¡Ehmm! Vas hacer padre infeliz —reprochó en un susurro llevándose la mano al lugar donde tenía no solamente su corazón, también el nombre de Klara tatuado en su piel. ¿Cómo habría sido su vida si él realmente fuera hijo de sus padres y no un abandonado?, ¿sería suficiente para que hubiera podido estar con ella? No, no podría. El padre de Klara no había actuado así porque supiera que Alcor había sido encontrado, no, no lo sabía. Lo hizo porque no podía aceptar a un campesino.
Las horas iban pasando y él seguía sentado, la gente de París transitaba a un ritmo rápido, decenas de carruajes pasaron frente a él pero Alcor no hacía más que en reflexionar su vida. Era un hechicero y se sintió maldito por primera vez desde que tuvo conocimiento. Aunque tuvo miedo por mucho tiempo nunca maldijo hasta ahora. Ya que, después de la muerte de sus padres sus poderes eran su recurso para la empresa que consistía en vengarlos. Mas ahora ya no le era útil escuchar, ver o sentir a los muertos. Regresaba a los primeros meses en que se presentó ese poder. Al miedo, el terror de estar a lado de un muerto que creía estar vivo. ¿Cuántas noches no escapó de los lugares en los que estaba para encerrarse en un cuarto oscuro?, ¿hay algo más allá del por qué de sus poderes? Sabía que Crystall era una nigromante, la mejor que había conocido. Él no era tan bueno como ella pero mejor que Derek en la creación de ilusiones si era. Esos eran los poderes que tenía en común con ellos. ¿Habrá una forma de silenciar los poderes?, ¿apagarlos para siempre?, ¿quienes son los Van Wijs?, ¿realmente Derek y él son los últimos?
La tarde noche lo alcanzó y él continuaba allí, dejando que el viento otoñal golpeara su cara.
Era un hechicero, sus verdaderos padres lo habían abandonado, su padres adoptivos estaban muertos, el amor de su vida desapareció de existencia y lo único que tenía era el vínculo de sangre con su gemelo que no lo reconocía como su hermano. La última Van Wijs había caído y aunque por mucho tiempo quiso que cayera por el peso de su poder. Al final, extrañamente sintió un profundo dolor cuando contempló con sus propios ojos como Derek lloraba teniendo en sus brazos el cadáver de su hermana. Lágrimas también brotaron de sus ojos y sintió una ira. Luego, se dio cuenta que estaba experimentando los mismos sentimientos que su hermano, esa impotencia pero extrañamente una muralla que impedía que pensara en vengarse. En ese momento Alcor comprendió que mientras estaba cerca la conexión se intensificaría hasta que ambos sintiesen y pensasen lo del otro. Esa noche se alejó como siempre lo hacía, en la sombra del amanecer.
Pero ahora estaba allí, sentado en una banca de la Rue… algo, ¿qué le interesaba a él que calle era?, estaba inquieto, no se sentía bien, tenía mucha ansiedad. En la mañana dio dos bocados a su hogaza de pan y decidió entregárselo a unos pequeños indigentes por haber perdido el apetito. Necesitaba una motivación para vivir, algo que lo impulsara como lo era la gitana de su hermano. Por supuesto, Alcor no pensaba precisamente en una relación sentimental, pero sí en un motor tan poderoso como el de Derek. —¡Ehmm! Vas hacer padre infeliz —reprochó en un susurro llevándose la mano al lugar donde tenía no solamente su corazón, también el nombre de Klara tatuado en su piel. ¿Cómo habría sido su vida si él realmente fuera hijo de sus padres y no un abandonado?, ¿sería suficiente para que hubiera podido estar con ella? No, no podría. El padre de Klara no había actuado así porque supiera que Alcor había sido encontrado, no, no lo sabía. Lo hizo porque no podía aceptar a un campesino.
Las horas iban pasando y él seguía sentado, la gente de París transitaba a un ritmo rápido, decenas de carruajes pasaron frente a él pero Alcor no hacía más que en reflexionar su vida. Era un hechicero y se sintió maldito por primera vez desde que tuvo conocimiento. Aunque tuvo miedo por mucho tiempo nunca maldijo hasta ahora. Ya que, después de la muerte de sus padres sus poderes eran su recurso para la empresa que consistía en vengarlos. Mas ahora ya no le era útil escuchar, ver o sentir a los muertos. Regresaba a los primeros meses en que se presentó ese poder. Al miedo, el terror de estar a lado de un muerto que creía estar vivo. ¿Cuántas noches no escapó de los lugares en los que estaba para encerrarse en un cuarto oscuro?, ¿hay algo más allá del por qué de sus poderes? Sabía que Crystall era una nigromante, la mejor que había conocido. Él no era tan bueno como ella pero mejor que Derek en la creación de ilusiones si era. Esos eran los poderes que tenía en común con ellos. ¿Habrá una forma de silenciar los poderes?, ¿apagarlos para siempre?, ¿quienes son los Van Wijs?, ¿realmente Derek y él son los últimos?
La tarde noche lo alcanzó y él continuaba allí, dejando que el viento otoñal golpeara su cara.
Alcor Folker- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 29
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Re: La muerte hechizada por el olvidado amor [Alcor]
La brisa era fría, lo que hacía que sus mejillas tomaran un color rosado intenso. Como en esos momentos, no se había vestido para salir a cazar, llevaba un vestido de color azul claro, con pequeños detalle de encajes y cintas del mismo color. Los zapatos acordonados, hacían juego. Para abrigarse tenía una capa de terciopelo azul oscuro, con bordes en piel de armiño, que resaltaba su figura, sus cabellos rubios y su mirada taciturna. Caminaba sin apuro de llegar a ninguna parte, pero con el corazón que no dejaba de dar vuelcos, como si presintiera que algo realmente importante en su vida iba a pasar. Pero para Klara, luego de tanto tiempo de soledad y de tristeza, existían muy pocas cosas que la podían hacer feliz.
Sonrió con tristeza apretando el pequeño camafeo que colgaba de su cuello, - solo un ser en éste mundo podría iluminar mi vida, mis noche… y hace demasiado tiempo que no sé nada de él – dijo casi en un susurro. Muchas veces se preguntó, que pasaría, si en algún momento de la vida, llegara a encontrarle, - ¿Cómo sería su reacción? - Porque ella había asistido a la cita, pero él jamás había llegado, nunca supo el porqué de aquella ausencia, pero estaba segura que algo muy malo debería haberle ocurrido para que no estuviera allí, esperándole. Para su desgracia, cuando volvió al hogar, con el corazón destrozado por esa ausencia, tuvo que soportar otra ausencia tan profunda y terrible como la de su amor, Pues, sus padres habían partido y jamás volverían. Mas fue la ausencia de Alcor, la que más lloro, pues solo él hubiera podido protegerla entre sus brazos cuando su mundo se caía a pedazos.
A pesar de todo aquello, jamás le culpo. Klara solo pretendía saber si él estaría bien. Rezaba cada noche para que su amado hubiera encontrado la felicidad, aun si eso significaba que no estuvieran juntos jamás. Su mirada se nublo, como cada vez que pensaba en él y en lo que podría haber sido y no fue. Una familia pasó a su lado, la mujer llevaba un pequeño en brazos y su esposo atento, le pedía que se lo entregara, para que no se cansara. Klara bajó la mirada, mientras se cubría la cabeza con la holgada capucha que ocultaría sus lágrimas y su corazón roto. – ¿te habrás casado? ¿llevarás a tu hijo en brazos? ¿Alguna vez pensarás en mí? – hubiera querido preguntarle, pero el destino se ensañaba con ella, haciendo que no pudiera olvidar el amor que sentía por Alcor, - si te encontrara, si la vida me diera esa oportunidad… si pudieras y quisieras aceptarme… jamás te dejaría partir – susurró.
Levantó la mirada cuando una ráfaga de viento helado la rodeó, haciéndola temblar. Se detuvo, un nuevo vuelco en el estómago y el corazón hicieron que tuviera que apoyar su mano izquierda en la rugosa corteza de un añoso árbol. Allí, sentado en una banca, como si el tiempo no hubiera pasado, como si ése hubiera sido el sitio en el que debían encontrarse, lo reconoció. Su garganta se cerró, su mirada se nubló nuevamente por la emoción, pero esta vez, de alegría. Inspiró profundo, y se animó a caminar unos cuantos pasos, casi hasta estar frente a él. Aun llevaba la capucha que no dejaba ver más que su mentón y sus labios rojos, - ¿Alcor?– le dijo, con la voz a punto de quebrarse en el llanto que pugnaba por subir por su garganta.
Sonrió con tristeza apretando el pequeño camafeo que colgaba de su cuello, - solo un ser en éste mundo podría iluminar mi vida, mis noche… y hace demasiado tiempo que no sé nada de él – dijo casi en un susurro. Muchas veces se preguntó, que pasaría, si en algún momento de la vida, llegara a encontrarle, - ¿Cómo sería su reacción? - Porque ella había asistido a la cita, pero él jamás había llegado, nunca supo el porqué de aquella ausencia, pero estaba segura que algo muy malo debería haberle ocurrido para que no estuviera allí, esperándole. Para su desgracia, cuando volvió al hogar, con el corazón destrozado por esa ausencia, tuvo que soportar otra ausencia tan profunda y terrible como la de su amor, Pues, sus padres habían partido y jamás volverían. Mas fue la ausencia de Alcor, la que más lloro, pues solo él hubiera podido protegerla entre sus brazos cuando su mundo se caía a pedazos.
A pesar de todo aquello, jamás le culpo. Klara solo pretendía saber si él estaría bien. Rezaba cada noche para que su amado hubiera encontrado la felicidad, aun si eso significaba que no estuvieran juntos jamás. Su mirada se nublo, como cada vez que pensaba en él y en lo que podría haber sido y no fue. Una familia pasó a su lado, la mujer llevaba un pequeño en brazos y su esposo atento, le pedía que se lo entregara, para que no se cansara. Klara bajó la mirada, mientras se cubría la cabeza con la holgada capucha que ocultaría sus lágrimas y su corazón roto. – ¿te habrás casado? ¿llevarás a tu hijo en brazos? ¿Alguna vez pensarás en mí? – hubiera querido preguntarle, pero el destino se ensañaba con ella, haciendo que no pudiera olvidar el amor que sentía por Alcor, - si te encontrara, si la vida me diera esa oportunidad… si pudieras y quisieras aceptarme… jamás te dejaría partir – susurró.
Levantó la mirada cuando una ráfaga de viento helado la rodeó, haciéndola temblar. Se detuvo, un nuevo vuelco en el estómago y el corazón hicieron que tuviera que apoyar su mano izquierda en la rugosa corteza de un añoso árbol. Allí, sentado en una banca, como si el tiempo no hubiera pasado, como si ése hubiera sido el sitio en el que debían encontrarse, lo reconoció. Su garganta se cerró, su mirada se nubló nuevamente por la emoción, pero esta vez, de alegría. Inspiró profundo, y se animó a caminar unos cuantos pasos, casi hasta estar frente a él. Aun llevaba la capucha que no dejaba ver más que su mentón y sus labios rojos, - ¿Alcor?– le dijo, con la voz a punto de quebrarse en el llanto que pugnaba por subir por su garganta.
Alianna Lindstrøm- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/07/2015
Re: La muerte hechizada por el olvidado amor [Alcor]
Un imán había dicho Crystall en una ocasión refiriéndose a los Nigromantes con esa adherencia que tienen con las muertos. En aquella ocasión lo creyó muy apropiado y ahora lo confirmaba aún más. En sus reflexiones se dio cuenta que indirectamente Crystall lo estaba ayudando a controlar su poder de nigromancia, por eso, tras su muerte, el poder lo había sobrepasado. Era como si esa de energía que poseía Crystall se hubiera transmitido a él. ¿Por qué aún seguía cuerdo?, ¿no por tan poco otros pierden la razón? Más existía una voz que lo apaciguaba y una mano que no lo dejaba caer. —Tranquilo… Silencio… Tranquilo… Silencio… Tanquilo… —y lo consiguió. Ahí, sentado sin cambiar su postura consiguió el silencio absoluto.
Las aves volaban pero no cantaban, las hojas barridas por el viento, los pasos de las personas, los caballos, las ruedas de los coches, nada, absolutamente nada emitía un sonido. Tampoco había pensamientos, era como si hubiera abandonado el cuerpo, como si no existiera más. Ahora el siguiente paso. —Tranquilo… Silencio… Tranquilo… Silencio… Tranquilo… —y los muertos se fueron, ahora sólo veía a las personas con vida y finalmente sonrió. Respiró profundamente y fue lo único que por ese momento escuchó.
Pero entonces todo se distorsionó, el terror volvió a embriagarlo como una enorme sombra que todo lo ocupa, los espíritus le rodearon susurrándole todos a la vez. Él nada podía entender, estaba bloqueado, tenso. Puso sus manos sobre cada una de sus piernas en un intento de obtener una fuerza para no desfallecer. Se sintió cansado, y con mucho frío. —Ella viene —escuchó una voz familiar. No una que lo hubiera acompañado en su niñez, no una que esperara escuchar más, pero, que quizás sea la única esperanza para no sumirse en la locura. ¿Será ella la que no me ha dejado caer?, ¿esa voz?, ¿esa voz?, ¿estaba con él, era su guardián? No importaba, ahuyentó los espíritus y posó su mano en la de Alcor. Él no pudo moverse, quería al menos direccionar sus ojos y corroborar que era ella la que lo acompañaba, una intensa luz que ningún mortal veía, una luz en el plano espiritual. Tan poderosa, tan dulce que le era muy difícil de creer si realmente se trataba de ella. ¿Era?—, está aquí —dijo con un tono amable retirando su mano.
Alcor se puso en pie después de tantas horas sentado por un sólo propósito ver a ese espíritu, mas lo que vio fue algo que no creyó pasaría, ni siquiera en sus sueños. Allí estaba Klara. –De ella me hablaba… pero ¿cómo es que sabe de ella? –no importaba, no debía pensar, debía actuar; ya había estado sin quehacer por mucho tiempo. A cortó el espacio y le impidió hablar posando con delicadeza su dedo índice sobre su delicados labios—. Tranquila, amor, tranquila… Sí, soy yo mi vida —susurró en una armoniosa y cálida voz, porque a pesar de que no se cumplió la promesa que ambos se hicieron por cualquiera que fueran las circunstancias, pudo ver en sus ojos que aún lo amaba. Retiró su dedo y acercó sus labios a los de ella hasta que se unieron en el añorado beso que ningún sueño fue capaz de conceder.
Las aves volaban pero no cantaban, las hojas barridas por el viento, los pasos de las personas, los caballos, las ruedas de los coches, nada, absolutamente nada emitía un sonido. Tampoco había pensamientos, era como si hubiera abandonado el cuerpo, como si no existiera más. Ahora el siguiente paso. —Tranquilo… Silencio… Tranquilo… Silencio… Tranquilo… —y los muertos se fueron, ahora sólo veía a las personas con vida y finalmente sonrió. Respiró profundamente y fue lo único que por ese momento escuchó.
Pero entonces todo se distorsionó, el terror volvió a embriagarlo como una enorme sombra que todo lo ocupa, los espíritus le rodearon susurrándole todos a la vez. Él nada podía entender, estaba bloqueado, tenso. Puso sus manos sobre cada una de sus piernas en un intento de obtener una fuerza para no desfallecer. Se sintió cansado, y con mucho frío. —Ella viene —escuchó una voz familiar. No una que lo hubiera acompañado en su niñez, no una que esperara escuchar más, pero, que quizás sea la única esperanza para no sumirse en la locura. ¿Será ella la que no me ha dejado caer?, ¿esa voz?, ¿esa voz?, ¿estaba con él, era su guardián? No importaba, ahuyentó los espíritus y posó su mano en la de Alcor. Él no pudo moverse, quería al menos direccionar sus ojos y corroborar que era ella la que lo acompañaba, una intensa luz que ningún mortal veía, una luz en el plano espiritual. Tan poderosa, tan dulce que le era muy difícil de creer si realmente se trataba de ella. ¿Era?—, está aquí —dijo con un tono amable retirando su mano.
Alcor se puso en pie después de tantas horas sentado por un sólo propósito ver a ese espíritu, mas lo que vio fue algo que no creyó pasaría, ni siquiera en sus sueños. Allí estaba Klara. –De ella me hablaba… pero ¿cómo es que sabe de ella? –no importaba, no debía pensar, debía actuar; ya había estado sin quehacer por mucho tiempo. A cortó el espacio y le impidió hablar posando con delicadeza su dedo índice sobre su delicados labios—. Tranquila, amor, tranquila… Sí, soy yo mi vida —susurró en una armoniosa y cálida voz, porque a pesar de que no se cumplió la promesa que ambos se hicieron por cualquiera que fueran las circunstancias, pudo ver en sus ojos que aún lo amaba. Retiró su dedo y acercó sus labios a los de ella hasta que se unieron en el añorado beso que ningún sueño fue capaz de conceder.
Alcor Folker- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/09/2013
Re: La muerte hechizada por el olvidado amor [Alcor]
Esos ojos, aquella voz, sintió que el tiempos e congelaba. Que una luz cálida los cubría. Cerró los ojos y se dejó llevar por lo que sentía, por aquello que experimentaba, la sublime sensación de paz que él le infundía. Alcor, sabía cómo acariciar su alma, porque solo la dulzura de su amor, lograba curar su corazón herido de muerte. Aquella mujer dura, llena de tristeza, la cazadora que apodaban muerte, “tod”, desapareció con el leve contacto de la mano de Alcor sobre su piel. Se disolvió, como la bruma de las mañanas en mitad del bosque.
Fueron esos besos los exorcizando los miles de demonios que habían mordido cada centímetro de su alma, convirtiéndola en un arma sin sentimiento de compasión y solo con aquel vacío que era imposible llenar, porque solo el verdadero amor podía curar aquella muerte en vida.
Como un alma perdida que logra encontrar la luz que le permitirá liberarse, así se sintió entre los brazos del único hombre que había amado y que amaría por siempre. No quiso que aquel beso terminara. Con sus manos recorrió el pecho masculino, trepando luego por su cuello, para acariciar aquellos cabellos. Suspiró mientras entornaba los parpados y profundizaba el beso, eternizándolo. Cuando terminó aquella maravillosa unión, apoyó su frente en la de Alcor y siguió acariciando los cabellos, sintiendo como él la acercaba cada vez más, tan urgido como ella. Su corazón palpitaba desesperadamente, como si todo ese tiempo hubiera estado paralizado, como si recién con el aliento de sus besos, habían comenzado nuevamente a latir. A milímetros de sus labios no pudo contenerse -vida… cuanto te he echado de menos… si hasta creo que no he vuelto a sentirme viva, sino hasta el instante que me devolviste el alma con tus besos- sonrió, suspirando, para luego volver a besarle.
No quería dejar de abrazarlo, de sentir su cuerpo tan cerca del suyo. No existía otro ser que pudiera considerarle su complemento, aquel que colmara su alma. Dejó de besarlo solo para poder ver en su mirada el mismo amor que ella había guardado durante todos esos años. Con sus dedos acarició el cuello y la mejilla de su amado, - estas vivo… temí tanto que hubieras muerto… que ellos te hubieran hecho daño… - se quedó en silencio, no quería hablar de cosas tristes ahora que se habían encontrado. No le hablaría de la muerte de sus padres, ni de sus ansias de venganza, ni que se había convertido en cazadora, solo para atrapar a los que habían hecho daño a sus seres queridos.
Sonrió, mientras apoyaba su cabeza en el pecho de Alcor, cerró nuevamente sus ojos, inspiró embragándose con el aroma que solo él podía tener, aquel perfume que lo hacía único e irrepetible. - nunca hubiera podido olvidarte – caviló, perdida en los orbes de su amado. Jamás dejó que hombre alguno se acercara con intenciones amorosas, porque ninguno era él, porque no existía otro hombre que pudiera reemplazarlo, ocupar el lugar que él dejara al desparecer. Aunque hubiera intentado amar a otro, aquella empresa hubiera estado condenada al fracaso, porque su piel, sus labios, estaban tatuados con la esencia de Alcor, era de él y nada más que de él. Jamás le habría sido infiel, porque aunque no pudieron unir sus vidas, ella le había entregado el alma. – nunca olvidé el aroma de tu piel, el sabor de tus besos… siempre esperé encontrarte… aunque tuve miedo de no poder llegar a ti – buscó los orbes del hechicero, deseosa de escucharle, de que le dijera que había sido de él mientras el destino se ensañaba con ellos, separándoles una y otra vez. Pero negó suavemente con su cabeza y le sonrió, mientras se ponía en puntas de pie y le besaba nuevamente, - solo me importa que estas aquí… y que jamás volvamos a separarnos – le dijo entre besos, con la decisión que la caracterizaba, como la incansable cazadora que no dejaba escapar su presa.
Fueron esos besos los exorcizando los miles de demonios que habían mordido cada centímetro de su alma, convirtiéndola en un arma sin sentimiento de compasión y solo con aquel vacío que era imposible llenar, porque solo el verdadero amor podía curar aquella muerte en vida.
Como un alma perdida que logra encontrar la luz que le permitirá liberarse, así se sintió entre los brazos del único hombre que había amado y que amaría por siempre. No quiso que aquel beso terminara. Con sus manos recorrió el pecho masculino, trepando luego por su cuello, para acariciar aquellos cabellos. Suspiró mientras entornaba los parpados y profundizaba el beso, eternizándolo. Cuando terminó aquella maravillosa unión, apoyó su frente en la de Alcor y siguió acariciando los cabellos, sintiendo como él la acercaba cada vez más, tan urgido como ella. Su corazón palpitaba desesperadamente, como si todo ese tiempo hubiera estado paralizado, como si recién con el aliento de sus besos, habían comenzado nuevamente a latir. A milímetros de sus labios no pudo contenerse -vida… cuanto te he echado de menos… si hasta creo que no he vuelto a sentirme viva, sino hasta el instante que me devolviste el alma con tus besos- sonrió, suspirando, para luego volver a besarle.
No quería dejar de abrazarlo, de sentir su cuerpo tan cerca del suyo. No existía otro ser que pudiera considerarle su complemento, aquel que colmara su alma. Dejó de besarlo solo para poder ver en su mirada el mismo amor que ella había guardado durante todos esos años. Con sus dedos acarició el cuello y la mejilla de su amado, - estas vivo… temí tanto que hubieras muerto… que ellos te hubieran hecho daño… - se quedó en silencio, no quería hablar de cosas tristes ahora que se habían encontrado. No le hablaría de la muerte de sus padres, ni de sus ansias de venganza, ni que se había convertido en cazadora, solo para atrapar a los que habían hecho daño a sus seres queridos.
Sonrió, mientras apoyaba su cabeza en el pecho de Alcor, cerró nuevamente sus ojos, inspiró embragándose con el aroma que solo él podía tener, aquel perfume que lo hacía único e irrepetible. - nunca hubiera podido olvidarte – caviló, perdida en los orbes de su amado. Jamás dejó que hombre alguno se acercara con intenciones amorosas, porque ninguno era él, porque no existía otro hombre que pudiera reemplazarlo, ocupar el lugar que él dejara al desparecer. Aunque hubiera intentado amar a otro, aquella empresa hubiera estado condenada al fracaso, porque su piel, sus labios, estaban tatuados con la esencia de Alcor, era de él y nada más que de él. Jamás le habría sido infiel, porque aunque no pudieron unir sus vidas, ella le había entregado el alma. – nunca olvidé el aroma de tu piel, el sabor de tus besos… siempre esperé encontrarte… aunque tuve miedo de no poder llegar a ti – buscó los orbes del hechicero, deseosa de escucharle, de que le dijera que había sido de él mientras el destino se ensañaba con ellos, separándoles una y otra vez. Pero negó suavemente con su cabeza y le sonrió, mientras se ponía en puntas de pie y le besaba nuevamente, - solo me importa que estas aquí… y que jamás volvamos a separarnos – le dijo entre besos, con la decisión que la caracterizaba, como la incansable cazadora que no dejaba escapar su presa.
Alianna Lindstrøm- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 63
Fecha de inscripción : 26/07/2015
Re: La muerte hechizada por el olvidado amor [Alcor]
El calor de su cuerpo se incrementó mientras la intensidad del beso se acrecentaba. Se perdió en ella. Sintió las manos femeninas jugar con su cabello, acariciar el cuello y descansar sus brazos sobre los hombres de Alcor. ¿Qué le hubieran hecho daño?, ¿acaso sabía que su padre había mandado a matarlo después de la partida de Klara?, no lo creía. Nadie de sus atacantes sobrevivió. Aquel día fue cuando se despertó el último de sus poderes, un poder que Klara no conocía. Entonces, sintió como ella captó su calor y se tensó. Ha veces, y a raíz de la nigromancia llegaba a oler a carne podrida, si ella pretendía oler lo que él fue no lo conseguiría. Pero era extraño, su olor cambió y era el de antes y finalmente la vio recargada en un árbol detrás de Klara. Le sonrió y con su dedo le indicó que era complice de que ella no percibiera el olor nigromante que era parte de Alcor.
—¿Por qué habríamos de separarnos ahora que finalmente estamos juntos? —dijo él en tiernas palabras mientras la imagen de su guardiana se iba desvaneciendo hasta que no la volvió a ver, ni a ella, ni a los muertos—. Pero no has cambiado nada, tan hermosa, con esos ojos llenos de decisión y comprensión —volvió a besarla y le tomó de las manos—. Tengo que hacerte una confesión Klara… —hizo una pausa borrando el gesto de alegría que lo había abordado. Respiró profundo y cerró los ojos, luego al abrirlos liberó el aire—, Bud e Hilda no son mis verdaderos padres, Bud me encontró cuando era un bebé y no sé a qué religión responda la familia que decidió abandonarme —hizo otra pausa porque era evidente que lo que estaba diciendo era muy extraño para el momento y totalmente inoportuno para la ocasión.
—Te lo cuento porque como recordarás, mis padres ehmm, Bud e Hilda eran católicos. Por eso —se desabrochó los primeros botones. Una brisa antinatural, que él supo fue provocada por su guardiana, abrió la camisa dejando por unos instantes a la intemperie el tatuaje de Klara pero sobre todo, un anillo que colgaba de una cadena. Alcor dio un tirón a la cadena y ésta se rompió liberando el anillo—. Nos habíamos prometido algo y te fallé, mataron a mis padres y quise salir a vengarlos, pero de no haber sucedido eso, de estar en el lugar donde nos prometimos encontrarnos estaba dispuesto hacer lo que hoy hago —habló en tono cortes y colocó el anilló en el dedo de ella, evidenciando la propuesta de matrimonio—. Klara Leverenz, ¿aceptarías a este tonto, a este hechicero que ha desarrollado la nigromancia, pero, que no ha dejado de amarte y no lo dejará de hacer?
—¿Por qué habríamos de separarnos ahora que finalmente estamos juntos? —dijo él en tiernas palabras mientras la imagen de su guardiana se iba desvaneciendo hasta que no la volvió a ver, ni a ella, ni a los muertos—. Pero no has cambiado nada, tan hermosa, con esos ojos llenos de decisión y comprensión —volvió a besarla y le tomó de las manos—. Tengo que hacerte una confesión Klara… —hizo una pausa borrando el gesto de alegría que lo había abordado. Respiró profundo y cerró los ojos, luego al abrirlos liberó el aire—, Bud e Hilda no son mis verdaderos padres, Bud me encontró cuando era un bebé y no sé a qué religión responda la familia que decidió abandonarme —hizo otra pausa porque era evidente que lo que estaba diciendo era muy extraño para el momento y totalmente inoportuno para la ocasión.
—Te lo cuento porque como recordarás, mis padres ehmm, Bud e Hilda eran católicos. Por eso —se desabrochó los primeros botones. Una brisa antinatural, que él supo fue provocada por su guardiana, abrió la camisa dejando por unos instantes a la intemperie el tatuaje de Klara pero sobre todo, un anillo que colgaba de una cadena. Alcor dio un tirón a la cadena y ésta se rompió liberando el anillo—. Nos habíamos prometido algo y te fallé, mataron a mis padres y quise salir a vengarlos, pero de no haber sucedido eso, de estar en el lugar donde nos prometimos encontrarnos estaba dispuesto hacer lo que hoy hago —habló en tono cortes y colocó el anilló en el dedo de ella, evidenciando la propuesta de matrimonio—. Klara Leverenz, ¿aceptarías a este tonto, a este hechicero que ha desarrollado la nigromancia, pero, que no ha dejado de amarte y no lo dejará de hacer?
Alcor Folker- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/09/2013
Re: La muerte hechizada por el olvidado amor [Alcor]
Siguió recargada sobre él, sin intención alguna de alejarse, porque luego de tantos años, separados, no quería que nada tuviera oportunidad de separarlos nuevamente. Sonrió complacida con sus palabras, pensando que en verdad quien poseía unos ojos hermosos era él, además de su sonrisa cargada de picardía, que solo ella había visto con más frecuencia, porque juntos, no tenían secretos y se mostraban tal cual eran. Acarició la mejilla de Alcor y le sonrió, -tú me haces más bella de lo que podría ser jamás, me vuelves una mejor persona, eres mi complemento… todo este tiempo… sin ti… sentí que estaba muerta… solo tú provocas que sienta paz-, dijo mientras besaba la comisura de los labios masculinos y suspiraba. Volvió a quedar en silencio, escuchando la seductora voz de su amado.
Klara, miró con ojos desconcertados, ¿Qué confesión debía hacerle? - ¿Estaría casado? - no pudo dejar de angustiarse, es que era lógico, tanto separados, siendo, él, un hombre bueno y apuesto, seguro que alguna mujer lo habría intentado conquistar. Inspiró despacio, para que él no distinguiera su nerviosismo. Su mirada se fijó en los orbes de Alcor, entendía todo lo que él le decía, pero, para ella, no importaba que Bud e Hilda no fueran los padres naturales de su amado, porque aunque la sangre no los unía, el amor y la devoción que ellos habían sentido por Alcor, hacía que ella los amara. También conocía el triste final de aquellos desdichados padres, y se preguntaba si existiría alguna conexión entre la muerte de sus padres y la de los esposos Folker. La noche en que ella volvió a su hogar, unos intrusos habían entrado a la mansión. Por suerte, se había logrado escapar, escondiéndose en un establo de un vecino, allí se había escondido, hasta la mañana siguiente que volvió temerosa a la mansión. Ahora se preguntaba si había estado entre sus intenciones el asesinarla, y de ser así, ¿Cuál era el propósito? ¿Enojar a Alcor, quitarle todo lo que amaba? Tembló de solo pensar en lo que habría sufrido su amado.
Sonrió intentando hacer que sus pensamientos, dudas y temores, dejaran su cabeza, solo quería vivir el presente, ya habría tiempo de sobra para cumplir venganza y encontrar culpables. Su mirada se nublo al escucharle hablar de la promesa que se hicieran, aquel enorme deseo de unir sus almas, sus destinos para toda la vida. Cuando, Alcor, se desabrochó parte de la camisa, lo observó extrañada, ¿Qué intentaba hacer? una brisa movió la tela de la camisa exponiendo un nombre grabado en el pecho masculino, fueron unos segundos, pero la cazadora, acostumbrada a no perder detalle, pronto pudo distinguirlo y su garganta se cerró, sus ojos cuajados de lágrimas la delataban, iba a decirle que lo adoraba, pero las palabras, además del anillo y la propuesta de matrimonio, la hizo temblar y llorar, no de tristeza, sino de felicidad infinita.
Su mirada acariciaba el rostro de Alcor, como una manera de que recordara que jamás le había tenido miedo a sus poderes. No le importaba que fuera nigromante, aquello le daba igual. Lo amaría aunque le confesara querer matar a media inquisición, cruzar el océano, o conquistar la luna. Por el amor que le profesaba, estaría a su lado, ayudándole, protegiéndole siempre. Si estaban juntos, nada ni nadie podría detenerlos. Sonrió, dio pequeños y cortos grito, mientras se abalanzó a los brazos de su amado, - si, si… por supuesto que si… vida mía -, le besó con la pasión que solo él despertaba en su alma. Cuando se apartó para tomar aire, le acarició el cuello, jugueteando con su dedo índice, - estuve esperándote todos estos años, con la convicción que tarde o temprano nos encontraríamos y jamás nos volverían a separar – Volvió a besarle suavemente, - no querré separarme de ti, ni por un segundo… dime… ¿Cómo haré para aguardar los días hasta que nos casemos? - se echó a reír nerviosa, se comportaba como una chiquilla, y por Dios que no le importaba.
Klara, miró con ojos desconcertados, ¿Qué confesión debía hacerle? - ¿Estaría casado? - no pudo dejar de angustiarse, es que era lógico, tanto separados, siendo, él, un hombre bueno y apuesto, seguro que alguna mujer lo habría intentado conquistar. Inspiró despacio, para que él no distinguiera su nerviosismo. Su mirada se fijó en los orbes de Alcor, entendía todo lo que él le decía, pero, para ella, no importaba que Bud e Hilda no fueran los padres naturales de su amado, porque aunque la sangre no los unía, el amor y la devoción que ellos habían sentido por Alcor, hacía que ella los amara. También conocía el triste final de aquellos desdichados padres, y se preguntaba si existiría alguna conexión entre la muerte de sus padres y la de los esposos Folker. La noche en que ella volvió a su hogar, unos intrusos habían entrado a la mansión. Por suerte, se había logrado escapar, escondiéndose en un establo de un vecino, allí se había escondido, hasta la mañana siguiente que volvió temerosa a la mansión. Ahora se preguntaba si había estado entre sus intenciones el asesinarla, y de ser así, ¿Cuál era el propósito? ¿Enojar a Alcor, quitarle todo lo que amaba? Tembló de solo pensar en lo que habría sufrido su amado.
Sonrió intentando hacer que sus pensamientos, dudas y temores, dejaran su cabeza, solo quería vivir el presente, ya habría tiempo de sobra para cumplir venganza y encontrar culpables. Su mirada se nublo al escucharle hablar de la promesa que se hicieran, aquel enorme deseo de unir sus almas, sus destinos para toda la vida. Cuando, Alcor, se desabrochó parte de la camisa, lo observó extrañada, ¿Qué intentaba hacer? una brisa movió la tela de la camisa exponiendo un nombre grabado en el pecho masculino, fueron unos segundos, pero la cazadora, acostumbrada a no perder detalle, pronto pudo distinguirlo y su garganta se cerró, sus ojos cuajados de lágrimas la delataban, iba a decirle que lo adoraba, pero las palabras, además del anillo y la propuesta de matrimonio, la hizo temblar y llorar, no de tristeza, sino de felicidad infinita.
Su mirada acariciaba el rostro de Alcor, como una manera de que recordara que jamás le había tenido miedo a sus poderes. No le importaba que fuera nigromante, aquello le daba igual. Lo amaría aunque le confesara querer matar a media inquisición, cruzar el océano, o conquistar la luna. Por el amor que le profesaba, estaría a su lado, ayudándole, protegiéndole siempre. Si estaban juntos, nada ni nadie podría detenerlos. Sonrió, dio pequeños y cortos grito, mientras se abalanzó a los brazos de su amado, - si, si… por supuesto que si… vida mía -, le besó con la pasión que solo él despertaba en su alma. Cuando se apartó para tomar aire, le acarició el cuello, jugueteando con su dedo índice, - estuve esperándote todos estos años, con la convicción que tarde o temprano nos encontraríamos y jamás nos volverían a separar – Volvió a besarle suavemente, - no querré separarme de ti, ni por un segundo… dime… ¿Cómo haré para aguardar los días hasta que nos casemos? - se echó a reír nerviosa, se comportaba como una chiquilla, y por Dios que no le importaba.
Alianna Lindstrøm- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/07/2015
Re: La muerte hechizada por el olvidado amor [Alcor]
Después de sus besos, Alcor simplemente la abrazó. —Vayamos a dar un paseo… aún como solteros y contemos cualquier cosa que hayamos hecho, lo que sea que deseamos decir… ¿Te parece? —la besó ahora él tomándola de las mejillas en un beso intenso y profundo, luego, se colocó a su lado y tomándola de la mano se alejaron de esa banca. Ya no quería estar más tiempo ahí, ya había pasado mucho tiempo en ese lugar. La noche los había alcanzado ya, y Alcor se dio cuenta de que ella los seguía. Les daba espacio estaba del otro lado de la acera, paralela a ellos—. Yo… —lo distraía, ¿por qué seguía con él, con ellos?, tal vez se equivocaba y no era su guardiana. Tal vez el espíritu de Crystall se había unido a él simplemente para vengarse, ¿pero de qué?, no, no lo creía. Los gestos de la que consideraba su guardiana eran serenos, llenos de afecto. Crystall no les dirigía la mirada pero de alguna forma Alcor sabía que los ojos de Crystall ya no tenían odio o tristeza, era la niña que conoció por primera vez, aquella mañana en Amsterdam. Una niña de ocho años dichosa y radiando felicidad, así se había presentado Crystall, llena de armonía. No como la nigromante que fue en vida.
Cuando se dio cuenta de que Klara notó su ausencia y no sólo eso él mismo se percató de que estaba volteando a ver a Crystall, carraspeó y después sonrió. —Discúlpame Klara, no es mi propósito no atenderte ahora que ya estamos juntos. Solo que… los últimos meses he tenido mucho miedo. Tu sabes que soy un hechicero, me viste hacer ilusiones llamándolo magia, nos encerrábamos en una barrera o encerraba lo que me dijeras. Pero desarrollé mi tercer poder. Soy un Nigromante Klara —alzó su mano para besarla pero no detuvo su andar.
—No sé lo que significa Klara, sé, realmente lo sé. Sé que no me abandonarás, que no me temerás, que estarás siempre junto mí. Pero eso no me aclarará lo que significa ser un Nigromante, en mi camino contemplé a varios y todos eran perversos —Alcor bajó la mirada y sonrió de lado—, también sé que no permitirás que me vuelva perverso, que dañe. Pero quiero que sepas que no tengo control de este poder y es el más poderoso de los tres. Últimamente me ha seguido un olor a carne podrida, no sé a que se deba, una vez escuché que representaba la cercanía de los demonios —soltó un lánguido suspiro mientras cerraba sus ojos y se detuvo para que ella lo viera a los ojos—. No sé por qué te estoy contando todo esto…
Cuando se dio cuenta de que Klara notó su ausencia y no sólo eso él mismo se percató de que estaba volteando a ver a Crystall, carraspeó y después sonrió. —Discúlpame Klara, no es mi propósito no atenderte ahora que ya estamos juntos. Solo que… los últimos meses he tenido mucho miedo. Tu sabes que soy un hechicero, me viste hacer ilusiones llamándolo magia, nos encerrábamos en una barrera o encerraba lo que me dijeras. Pero desarrollé mi tercer poder. Soy un Nigromante Klara —alzó su mano para besarla pero no detuvo su andar.
—No sé lo que significa Klara, sé, realmente lo sé. Sé que no me abandonarás, que no me temerás, que estarás siempre junto mí. Pero eso no me aclarará lo que significa ser un Nigromante, en mi camino contemplé a varios y todos eran perversos —Alcor bajó la mirada y sonrió de lado—, también sé que no permitirás que me vuelva perverso, que dañe. Pero quiero que sepas que no tengo control de este poder y es el más poderoso de los tres. Últimamente me ha seguido un olor a carne podrida, no sé a que se deba, una vez escuché que representaba la cercanía de los demonios —soltó un lánguido suspiro mientras cerraba sus ojos y se detuvo para que ella lo viera a los ojos—. No sé por qué te estoy contando todo esto…
Alcor Folker- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/09/2013
Re: La muerte hechizada por el olvidado amor [Alcor]
Klara asintió cuando Alcor le propuso caminar, ella estaba complacida de hacer cualquier cosa que los mantuviera juntos. En verdad ya se había olvidado si al salir de su mansión, lo había hecho pata asistir a una reunión de negocios, presentarse ante algún cliente, o solo salir un rato a caminar y pensar en aquel amor perdido, que como un milagro había terminado encontrando. En definitiva, en ese preciso momento, solo importaba estar al lado de quien era su único amor, el que sin siquiera saberlo le había dado las fuerzas para seguir viva, día a día, hora a hora. Por eso se juraba que desde ese instante, jamás volvería a alejarse de él, y no permitiría que nada los distanciara.
Habían caminado un rato y en varias ocasiones lo observó estar nervioso, como si buscara la presencia de alguien, o creyera que los estaban siguiendo. En verdad ella también había percibido esa sensación, pero se lo atribuyó a su trabajo, su manía profesional. No podía negarlo era una cazadora, por lo que sus sentidos estaban híper desarrollados, ya que de eso dependía muchas veces su vida. A pesar de sentirlo extraño, disperso y hasta poco comunicativo, se mantuvo tranquila, caminando despreocupadamente, tomada de su brazo, sonriéndole cada vez que le miraba. Pero recordando que de ser necesario, tenía escondida en la bota derecha, a alcance su mano, una daga. Además una pistola se alojaba en el bolsillo oculto de su capa, lista para ser usada si así lo a meritaba la situación.
Por fin Alcor, decidió expresar aquello que lo mantenía tan desconcentrado. Klara lo escuchó en silencio, con la mirada cristalina, serena. En ningún momento se sobresaltó, por el contrario, ella había estado siempre segura que su amado desarrollaría nuevos poderes, mucho más sorprendentes de los que había conocido. Sonrió levemente al escuchar que era un Nigromante, en sus años como cazadora, se había tenido que enfrentar a varios, y en verdad procuraba no tener que enfrentarlos, ya que eran seres peligrosos, tramposos y escurridizos. En varias ocasiones había estado a punto de ser asesinada por algún que otro nigromante, pero había logrado encontrar sus puntos débiles. Klara, estaba segura que, Alcor, podría mantener su alma noble, limpia. A pesar de la cercanía de espíritus inmundos o de los tan temidos demonios. Por su trabajo, había estudiado sobre el tema, y entendía que los hechiceros que desarrollaban ese don, se volvían catalizadores, vasos comunicantes que permitían a los seres descarnados enviar mensajes o advertencias a nuestro mundo o dimensión. Pero también comprendía que solo eso era posible si ellos así lo deseaban. En muchos de los casos se podían negar, solo si habían logrado dominar dicho poder. En verdad esperaba que Alcor lo pudiera hacer pronto, porque si alguien estaría en peligro, ese, sería él. Aquella posibilidad la hizo temblar, no por resquemor hacia él, sino por miedo a que algo malo pudiera ocurrir y que Alcor terminara lastimado.
Aun así, sonrió y acarició la mejilla de su futuro marido, - no hay nada que pueda alejarme de ti… Sé que eres capaz de manejar éste nuevo poder y que llegarás a ser un gran hechicero… y no todos los nigromantes deben ser malos… - le sonrió y besó en la comisura de los labios, - eso dependerá de lo que haces con cada uno de tus poderes, tú tienes un alma bondadosa, nada de lo que provenga de ti hará que llegue a temerte, sé que siempre me protegerás - . le abrazó, para luego buscar su mirada, - y sabes bien… que jamás dejaré que hagas daño a seres inocente – su mirada se volvió dura, no podía negarlo, era una cazadora, pero solo de los seres que por codicia o maldad, utilizaban erróneamente su poder.
Habían caminado un rato y en varias ocasiones lo observó estar nervioso, como si buscara la presencia de alguien, o creyera que los estaban siguiendo. En verdad ella también había percibido esa sensación, pero se lo atribuyó a su trabajo, su manía profesional. No podía negarlo era una cazadora, por lo que sus sentidos estaban híper desarrollados, ya que de eso dependía muchas veces su vida. A pesar de sentirlo extraño, disperso y hasta poco comunicativo, se mantuvo tranquila, caminando despreocupadamente, tomada de su brazo, sonriéndole cada vez que le miraba. Pero recordando que de ser necesario, tenía escondida en la bota derecha, a alcance su mano, una daga. Además una pistola se alojaba en el bolsillo oculto de su capa, lista para ser usada si así lo a meritaba la situación.
Por fin Alcor, decidió expresar aquello que lo mantenía tan desconcentrado. Klara lo escuchó en silencio, con la mirada cristalina, serena. En ningún momento se sobresaltó, por el contrario, ella había estado siempre segura que su amado desarrollaría nuevos poderes, mucho más sorprendentes de los que había conocido. Sonrió levemente al escuchar que era un Nigromante, en sus años como cazadora, se había tenido que enfrentar a varios, y en verdad procuraba no tener que enfrentarlos, ya que eran seres peligrosos, tramposos y escurridizos. En varias ocasiones había estado a punto de ser asesinada por algún que otro nigromante, pero había logrado encontrar sus puntos débiles. Klara, estaba segura que, Alcor, podría mantener su alma noble, limpia. A pesar de la cercanía de espíritus inmundos o de los tan temidos demonios. Por su trabajo, había estudiado sobre el tema, y entendía que los hechiceros que desarrollaban ese don, se volvían catalizadores, vasos comunicantes que permitían a los seres descarnados enviar mensajes o advertencias a nuestro mundo o dimensión. Pero también comprendía que solo eso era posible si ellos así lo deseaban. En muchos de los casos se podían negar, solo si habían logrado dominar dicho poder. En verdad esperaba que Alcor lo pudiera hacer pronto, porque si alguien estaría en peligro, ese, sería él. Aquella posibilidad la hizo temblar, no por resquemor hacia él, sino por miedo a que algo malo pudiera ocurrir y que Alcor terminara lastimado.
Aun así, sonrió y acarició la mejilla de su futuro marido, - no hay nada que pueda alejarme de ti… Sé que eres capaz de manejar éste nuevo poder y que llegarás a ser un gran hechicero… y no todos los nigromantes deben ser malos… - le sonrió y besó en la comisura de los labios, - eso dependerá de lo que haces con cada uno de tus poderes, tú tienes un alma bondadosa, nada de lo que provenga de ti hará que llegue a temerte, sé que siempre me protegerás - . le abrazó, para luego buscar su mirada, - y sabes bien… que jamás dejaré que hagas daño a seres inocente – su mirada se volvió dura, no podía negarlo, era una cazadora, pero solo de los seres que por codicia o maldad, utilizaban erróneamente su poder.
Alianna Lindstrøm- Hechicero Clase Alta
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