Goodmorning Blackrose (Brandon)

por **A. Zhenya Sokolov** Mar Ago 11, 2015 6:23 am

“Me celebro y me canto a mí mismo.
Y lo que yo diga ahora de mí, lo digo de ti,
porque lo que yo tengo lo tienes tú
y cada átomo de mi cuerpo es tuyo también”
La hechicera miraba atenta a su alrededor, se encontraba en la habitacion de la posada que habitaba desde hacia muchos años, recuerdos vagaban por su cabeza mientras miraba la ventana, llovia un poco pero eso no la impedia salir a pasear, ella salia aunque calleran grandes lluvias, ella no dejaria de tener buen humor- Madame Carstairs- le dijo a la señora de la posada, quien le habia dejado quedarse y ella se lo tenia en cuenta- ¿Podria salir o me necesita para algo?- dijo con una sonrisa, la dama la miro con cara autoritaria- Tenga cuidado, en Paris ahora se respira peligro- la hechicera asintio mirandola y salio por la puerta principal, sus pasos eran lentos y caminaba bajo la lluvia mientras las gotas caian en su pelo, llego a la laguna y se sento a observar a la gente, no habia nada más gratificante que estar un dia lluvioso por las calles de Paris era algo que a Aeryn le encantaba, empezo a cantar con su voz melodiosa y de repente paro porque oyó un ruido, un indeseable ruido, no confiaba mucho en la seguridad asi que se levanto alarmada- ¿Quien anda ahi?- dijo con voz segura.

por **Brandon Amnell** Miér Ago 12, 2015 9:42 am

Para Brandon Amnell, ese chico que se había tenido que alejar de su hogar, de su patria y de todo lo que conocía, los días como ese eran especiales. El clima en Londres siempre solía estar húmedo, las calles llenas de charcos, y el frío calaba hasta los huesos de manera, a veces, dolorosa. Pero el joven recordaba todo ello con añoranza, y siempre que había un día lluvioso, aprovechaba para dar a su cuerpo una dosis del buen recuerdo de su hogar.
Anduvo de forma segura y sin rumbo fijo por las calles. Aquella noche había terminado de trabajar antes que de costumbre, por lo que nada le impedía disfrutar del dulce beso de la lluvia a altas horas de la noche.

Sus pasos eran firmes, su mirada lo escrutaba todo con seguridad, como si pudiera ver nítidamente a través de la lluvia, y su pelo se le pegaba a la frente. Llevaba dos botones de la camisa desabrochados, dejando así que el dulce líquido elemento se colara y besara su piel, como un amante secreto y desconfiado que ha de meterse en su cama a hurtadillas.

Poco a poco, sin prisa y sin pausarse, acabó saliendo del centro de París hasta que llegó a la laguna. No tenía previsto ir allí. De hecho, no tenía previsto ir a ningún lado. Pero allí estaba, en un lugar mágico, donde todas las gotas de lluvia convergían en una deliciosa música y formaban dibujos imposibles con las ondas del agua. Era un lugar mágico.

A pesar del frío, Brandon desabrochó su camisa enteramente, dejando que ahora el amante tímido besara su cuerpo. Las frías gotas helaban su cuerpo y ponían su piel de gallina, pero para el inglés, eso era el paraíso. Siempre le había encantado el frío.

Anduvo con los ojos cerrados alrededor de la gran laguna, hasta que algo lo sacó de su ensimismamiento. Alguien había hablado… ordenando que saliera de donde estaba. Empezó entonces a abrochar su camisa.

—Lo siento, mademoiselle —dijo él —. No creí que hubiera nadie aquí.

Era una mujer pelirroja, bastante aparente y, al parecer, segura de sí misma. Cualquier doncella venida a menos estaría escondida a causa del miedo que profesaban hacia los desconocidos. Pero ella no. Ella había usado un tono firme, y su expresión no era menos indulgente.

—Siento haberla asustado. Me llamo Brandon —dijo el joven sonriendo.

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