Frida von Dunajew

Frida von Dunajew

Poderes

Descripción psicológica

Lo primero que puede decirse sobre Frida, es que una mujer extremadamente necia, terca y soberbia. Cree, siempre, bajo cualquier circunstancia, que sus pensamientos son los correctos, y es muy difícil que admita un error. De niña y adolescente fue muy dulce y tranquila, pero su matrimonio de horror y la fuerte influencia familiar que, tarde o temprano, terminó haciendo mella en su mente, la convirtieron en una mujer expeditiva, ansiosa y, sobre todo, con un sentimiento muy profundo de urgencia respecto a sus acciones. Si pide algo, tiene que ser para ayer. Rutinaria y estructurada, se molesta muchísimo cuando alguien interrumpe en alguno de sus planes, tiene el tupé de opinar sobre ellos o interfiere en los mismos. Realmente no tolera el hecho de que alguien haga algo, que, a su criterio, ella podría hacer mejor. Es una perfeccionista compulsa; inflexible hasta la médula. Tiene una devoción profunda por su trabajo, en el cual es minuciosa y exigente, para sí como para los demás.

Jamás le pidan, a Frida, que sea generosa. No puede, por ventura, contemplar las necesidades ajenas, así un niño se muera a sus pies de hambre. Es egoísta, frívola y le cuesta desprenderse de las cosas materiales, así éstas sean inútiles o carezcan de algún valor. Nunca demostrará afecto por nadie, y le molesta que lo hagan con ella. No soporta a las personas cariñosas, las muestras de sentimentalismos. Al nunca haber recibido ni un abrazo –sólo por parte de su nana, que falleció trágicamente ante sus ojos- se acostumbró al desamor y lo hizo propio. No dirá “te quiero”, quizá porque no sabe el verdadero significado de esas palabras, y cuando le arrancaron la única fuente de amor, su corazón, que contemplaba un tenue deshielo, se congeló para siempre.

Se preocupa mucho por seguir las reglas y las normas. Su excesivo perfeccionismo, la lleva a dejar las situaciones inconclusas, porque nunca estarán de la forma que ella quiere, de la manera en que las imaginó. También tiene una pronunciada dificultad, tanto para manejar la ira como para las relaciones personales, por lo que prefiere la soledad y el aislamiento. Frida es una mujer rígida y triste, descreída de la vida y desilusionada de todo.

Historia

El 11 de Abril de 1773, nació la segunda hija del encumbrado matrimonio von Dunajew, unos condes austríacos que ostentaban el título hacía tres generaciones. Héroes de guerra, emparentados sólo con familias de la más alta sociedad, Frida luchó desde sus primeros días por ganarse el afecto de sus padres, mas nunca lo consiguió. Dedicados a la crianza de su hermano mayor, ella quedó relegada a institutrices y a su nana, una esclava extraída de lo más profundo de la sabana africana, que nunca terminó de aprender el idioma de sus dueños; también fue su nodriza, ya que la habían obligado –debido a su contextura física fuerte- a reproducirse con un negro de otra tribu comprado especialmente para servir a las esclavas, y uno de sus hijos había nacido pocos días antes que la pequeña de la familia. Los von Dunajew, si bien eran amos rígidos, también muy justos, y nunca castigaban a sus esclavos, sólo cuando realmente lo merecían. Tenían el respeto de todos.

Desde muy temprana edad, la pequeña Frida desarrolló la vocación de la pintura. Sus padres le compraban todo lo necesario y le contrataron una profesora, que la instruyó en el arte. El talento natural de la niña la llevó a exponer bajo un seudónimo, por primera vez a los once años. Claro que los condes no se enteraron, y fue en complicidad con su nana y con la profesora que, a pesar de que había intentado penetrar en el corazón de la muchacha con solapadas demostraciones de cariño, notaba la reticencia de ésta, que sólo buscaba la sonrisa y los abrazos de la esclava que la criaba como si se tratase de un diamante. Podía decirse que, esa mujer sin cultura, reducida a la nada, hacía un trabajo excepcional con la damita de la familia. Le enseñaba modales, postura, a elegir la mejor vestimenta, todo lo que le correspondía a la condesa y que nunca hizo. Pero era una niña dulce, con una voz suave, que agradecía con sinceridad, y eso era más de lo que podía pedirse de cualquiera de los von Dunajew.

Transcurrió su adolescencia bajo la sombra de su hermano mayor, que se había enrolado en el ejército y era uno de los oficiales más jóvenes. Era inteligente y exitoso, el gran orgullo de sus padres, que no mezquinaban elogios y cariño hacia su hijo. Frida no lo envidiaba, se dedicaba a ser la mejor en lo suyo, a perfeccionarse en la pintura, y ya tenía una alumna, que sentía total devoción por su maestra.

A los diecinueve años se le informó que debía contraer nupcias. Sabía que ese día iba a llegar, y le había sorprendido que no hubiese sido antes. Lo aceptó con la resignación que le habían enseñado: la palabra de su padre era ley. Se casó en una fiesta pomposa, con un caballero de lo más alto de la sociedad europea, tan hermoso que dolía, pero con la misma frialdad en el gesto que su padre. Era tan gallardo que Frida tuvo deseos de vomitar cuando lo vio. Nunca le habían dicho lo que sucedía en la alcoba cuando un hombre y una mujer se encontraban solos, al menos, no con los detalles suficientes, y la experiencia fue aterradora. Con el tiempo, aprendió a disfrutar escasamente de las mieles que su marido le regalaba, casi por obligación, y no tardó demasiado en albergar en su vientre a un hijo, que nació casi nueve meses después y fue varón. Cuando todos se enteraron de que había dado a luz a un hombrecito, fue la primera y única vez que recibió una felicitación por parte de sus padres, orgullosos de que su hija hubiese traído al mundo a un niño. Tres años después, nació una nena, a la cual rechazaron de la misma forma que a ella. A los dos días del nacimiento de su segundo retoño, Frida estaba asomada por el ventanal de su habitación y observó a su nana acercándose a caballo. El animal se asustó y la esclava cayó de espaldas, se torció el cuello y murió inmediatamente, ante la mirada atónita de la mujer.

Frida no volvió a ser la misma desde la muerte de su nana, y la distancia que siempre la había separado de su marido, se convirtió en un abismo. Sólo vivía para sus hijos, y las peleas con su esposo eran cotidianas, sin ninguna clase de respeto el uno por el otro. Él la obligaba, en medio de la furia, a cumplir con sus deberes maritales, y ella no podía negarse, porque la ley lo demandaba. Planeó su venganza durante muchos años, harta de la insistencia de su cónyuge, de las humillaciones y de no poder pintar, por tener a sus dos niños siempre colgando de sus faldas –a pesar de que muchas veces renegaba de ellos, a nadie le confiaba la crianza de los pequeños-. En un evento social, conoció a un caballero que se convirtió en su amante. Frida tenía hielo en las venas, pero había aprendido a fingir, y el hombre terminó obsesionándose con ella, rogándole que dejase a su esposo para huir con él. Frida se rió en su cara, sin esperar que, días después, se presentase en la puerta de su casa. La mujer y sus hijos –ya tenía una bebé de un año- se encerraron en la habitación, mientras su marido hablaba con el hombre que borracho gritaba su nombre. Las horas pasaron y su esposo, en silencio, la hizo salir de la alcoba. La vida continuó, pasaron las semanas, y no se volvió a tocar el tema.

Al poco tiempo del nacimiento de su tercera hija, una pelea entre Frida y su esposo, lo alejó a él durante unos meses. A su regreso, sus comportamientos habían cambiado, pero jamás imaginó que comprobaría la mutación radical. Una tarde, había salido a visitar a sus padres, llevando consigo a la menor; al regresar, ya era de noche. La casa estaba silenciosa, y sólo la puerta del despacho de su marido estaba entreabierta, dejando que una tenue luz se asomase. Ingresó con el paso tembloroso, comprobó que pisaba líquido, y cuando enfocó la visión, descubrió el cuerpo de sus dos hijos degollados en el suelo. Sin dar crédito a lo que sus ojos veían, su esposo estaba sentado en el sillón, sonriendo, con sus manos y el rostro repletos de sangre. Era un vampiro, tal como su sonrisa dejaba entrever. Frida cayó de rodillas, mientras su bebé lloraba entre sus brazos. Ni una lágrima brotaba, pero el dolor era lo más hondo que había sentido alguna vez. Sus gritos, que salieron expulsados sin que se diera cuenta, despertaron a los empleados, los cuales recibieron una generosa paga por su silencio. El escenario había sido el siguiente: el marido de Frida y sus niños había sido asaltados y brutalmente asesinados. Por el bien de la niña, la mujer se llamó al silencio.

Otros Datos

• Es esclava de su marido, a pesar de que se resiste a ello.
• Dicta clases de pintura.
• Ya no expone sus obras.
• A pesar de haber nacido en una familia muy católica, ella decidió que sería agnóstica. Dios nunca estuvo de su lado.
• Sobreprotege a su hija menor, y uno de los motivos por los que accedió a ser esclava de su esposo, es para protegerla.
• No utiliza su apellido de casada. Lo odia.

Creado por Frozen •