AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Contrabando /Helenna Quarell/
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Contrabando /Helenna Quarell/
La humedad no hacía nada para mejorar el frío de aquella noche otoñal. El viento soplaba, sin importarle lo inclemente que pudiese ser. Sin decoro se metía entre los resquicios de la gabardina de cuero de la Inquisidora, impregnándolo todo, desde sus cabellos, recogidos en una severa trenza, hasta su rostro milagrosamente libre de maquillaje.
-Un poco más y me transformaré en estatua de sal –dijo entre dientes, subiéndose el cuello forrado de piel de la gabardina.
Aquel lugar que durante el día hervía con el bullicio de los marineros y estibadores entregando su carga, se encontraba especialmente silencioso durante la noche. Ni tan siquiera las prostitutas que infestaban el lugar se paseaban por allí. Era demasiado oscuro y siniestro. Cualquiera que estuviera por allí en la madrugada no estaba tramando nada bueno.
En su caso, podría decirse que lo que estaba haciendo estaba en contra de todas las ordenes de sus superiores, y si al descubrían, era más que probable que la expulsaran de La Orden.
Durante el último año había estado ayudando a criaturas de la noche a dejar el país; Hechiceros, vampiros y hombres lobo que no deseaban verse envueltos en la guerra que se estaba forjando y que huían al nuevo mundo, dispuestos a crearse una nueva vida, lejos de las garras de la Inquisición.
Por desgracia, los tres últimos refugiados que había enviado fuera del país no se habían puesto en contacto con ella, y estaba empezando a preocuparse, sobre todo teniendo en cuanta que dos de ellos eran una joven pareja.
Se paso los dedos por el cabello, suspirando al notar que incluso trenzados la humedad estaba haciendo estragos en ellos.
El barco que buscaba, era un viejo buque carguero, en cuyo casco, con letras escarlatas estaba pintado su nombre “El Pantoufle”. Carmina había conocido al dueño durante sus años en Roma, un hombre lobo sin escrúpulos que no hacía muchas preguntas si pagabas lo que pedía. El había sido el último en saber de sus protegidos y con la cantidad que la mujer le pagaba, tendría que responder a sus preguntas, o se metería en graves problemas.
Ignorando por completo a los guardias que intentaron prohibirle el paso, subió la pasarela del barco con pasos altivos, tratándoles como simpes criados. Ya en cubierta, sin tan siquiera mirarlos, les ordenó que la llevasen hasta su jefe, y los guardias, que por la manera en que se movían eran completamente humanos, fueron incapaces de desobedecer a la mujer.
Y mientras los seguía, sus ojos lo observavan todo con cuidado, desde los suelos grasientos hasta las personas que pasaban a su lado, tratando de no mirarla.
Cuando llegaron a la sala de su jefe, los dos guardias la dejaron allí, sin anunciarla siquiera y volvieron a sus puestos como alma que lleva el diablo.
-Adios… -murmuró mientras retocaba su aspecto con rapidez antes de abrir la puerta.
Y lo que se encontró allí no era lo que esperaba.
Lucca Costa, empresario, hombre lobo y truhan profesional estab atado y amordazado, mientras una mujer rubia con todo el aspecto de ser peligrosa apuntaba un revolver a su corazón.
-Esto… espero no estar interrumpiendo una extraña sesión de sexo, o algo por el estilo –aunque su tono era bromista, de la manga de su gabardina ya había sacado un revolver adornado con marfil y apuntaba a la mujer extraña con el, entrecerrando los ojos levemente.
Tenía el extraño presentimiento que esto iba a terminar en problemas. Problemas graves.
-Un poco más y me transformaré en estatua de sal –dijo entre dientes, subiéndose el cuello forrado de piel de la gabardina.
Aquel lugar que durante el día hervía con el bullicio de los marineros y estibadores entregando su carga, se encontraba especialmente silencioso durante la noche. Ni tan siquiera las prostitutas que infestaban el lugar se paseaban por allí. Era demasiado oscuro y siniestro. Cualquiera que estuviera por allí en la madrugada no estaba tramando nada bueno.
En su caso, podría decirse que lo que estaba haciendo estaba en contra de todas las ordenes de sus superiores, y si al descubrían, era más que probable que la expulsaran de La Orden.
Durante el último año había estado ayudando a criaturas de la noche a dejar el país; Hechiceros, vampiros y hombres lobo que no deseaban verse envueltos en la guerra que se estaba forjando y que huían al nuevo mundo, dispuestos a crearse una nueva vida, lejos de las garras de la Inquisición.
Por desgracia, los tres últimos refugiados que había enviado fuera del país no se habían puesto en contacto con ella, y estaba empezando a preocuparse, sobre todo teniendo en cuanta que dos de ellos eran una joven pareja.
Se paso los dedos por el cabello, suspirando al notar que incluso trenzados la humedad estaba haciendo estragos en ellos.
El barco que buscaba, era un viejo buque carguero, en cuyo casco, con letras escarlatas estaba pintado su nombre “El Pantoufle”. Carmina había conocido al dueño durante sus años en Roma, un hombre lobo sin escrúpulos que no hacía muchas preguntas si pagabas lo que pedía. El había sido el último en saber de sus protegidos y con la cantidad que la mujer le pagaba, tendría que responder a sus preguntas, o se metería en graves problemas.
Ignorando por completo a los guardias que intentaron prohibirle el paso, subió la pasarela del barco con pasos altivos, tratándoles como simpes criados. Ya en cubierta, sin tan siquiera mirarlos, les ordenó que la llevasen hasta su jefe, y los guardias, que por la manera en que se movían eran completamente humanos, fueron incapaces de desobedecer a la mujer.
Y mientras los seguía, sus ojos lo observavan todo con cuidado, desde los suelos grasientos hasta las personas que pasaban a su lado, tratando de no mirarla.
Cuando llegaron a la sala de su jefe, los dos guardias la dejaron allí, sin anunciarla siquiera y volvieron a sus puestos como alma que lleva el diablo.
-Adios… -murmuró mientras retocaba su aspecto con rapidez antes de abrir la puerta.
Y lo que se encontró allí no era lo que esperaba.
Lucca Costa, empresario, hombre lobo y truhan profesional estab atado y amordazado, mientras una mujer rubia con todo el aspecto de ser peligrosa apuntaba un revolver a su corazón.
-Esto… espero no estar interrumpiendo una extraña sesión de sexo, o algo por el estilo –aunque su tono era bromista, de la manga de su gabardina ya había sacado un revolver adornado con marfil y apuntaba a la mujer extraña con el, entrecerrando los ojos levemente.
Tenía el extraño presentimiento que esto iba a terminar en problemas. Problemas graves.
Carmina Moran- Inquisidor Clase Alta
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Re: Contrabando /Helenna Quarell/
An Angel Comes To Kill You. |
Había sido la noche más tensa de todas presto a la cacería de una manada pequeña de lobos, estaba conformada por tres adultos y dos jóvenes “no son gran reto” había pensado la mujer que trenzaba su cabello tras su escondite en el puerto, esperaba la señal de la noche para poder abordar y acabar con ellos, ya antes lo había hecho pero ahora quería era al capitán del navío que al parecer tenía una reputación de bajos en las pequeñas cantinas de la zona.
Su investigación había arrojado que era un ser inescrupuloso por lo que pensó que no sería difícil coaccionarlo o sobornarlo por algo de información así que comenzó su operación; llevaba días y meses espiándolo en secreto para saber que era un completo asco para ser lobo, tenía la facha de ser un cretino, pero ella quería saber que había pasado con sus presas a las que estaba haciendo seguimiento para acabar. Los últimos datos los arrojaban con aquel sujeto y además aquellos lobos a los que dio muerte en Rusia lo habían nombrado a él y a alguien más, pero no sabía el nombre solo le habían informado que era una mujer; eso no cuadraba, así que para tener la información adecuada buscó al que mayoritariamente fue nombrado en sus ejecuciones. Mientras repasaba el plan mascullándolo para así misma, observaba bien el embarcadero para tener sus rutas de escape si algo salía mal.
Las armas elevadas y con aquella sonrisa se acerca a la embarcación sigilosamente, la ropa es como la de un hombre más, su cabello recogido completamente en un moño cerrado a duras penas tenía unos mechones del flequillo que le caían al rostro; camina por un lado del barco oculta entre una pila de cajas que iban a ser transportadas, la seguridad era alta así que para ingresar de mejor manera tuvo que romper una de esas cajas con artesanías de contrabando, ríe al verlas y las arroja al agua para meterse con sus armas. Sin saber el peligro en que se metía, aun cuando en su nuca le picaba su “lógica” ella se adentró ciegamente al futuro combate que tenía que librar
Esperó unos momentos cuando escuchó la voz de la sabandija, fue entonces que salió y le apuntó a la nuca con su arma —Si no quieres tus sesos regados y esparcidos por toda este asqueroso e inmundo barco es mejor que camines, perro apestoso— ríe y para su gloria y gusto el sujeto no se lo pone fácil, trata de pelear con ella pero la mujer contaba con eso, le gustaba cuando sus presas no se la ponían tan sencillo. Patadas y algunas cuchillas de plata lanzó al sujeto, asestándole una directamente en el cuello, el hombre la insulta y se enfurece más. Corrió por la proa y ayudada con una de las poleas de la embarcación asesta una patada en el pecho del hombre dejándolo fuera de combate, se sentó sobre él a horcajadas metiéndole el arma en el hocico —Bien, en que iba, asi, ahora vamos a un lugar más privado para charlar pequeña escoria— escupe a un lado rastrillando el gatillo de su arma.
La respiración agitada por aquel ejercicio y la adrenalina subiendo por su espalda completamente, estaba eufórica por aquel combate.
Entran al camarote del capitán, lo ata a una de las sillas y le coloca unas cadenas pesadas alrededor. Lo arroja con fuerza contra la pared y le apunta a la cabeza —Ahora me dirás lo que quiero— le abofetea cuando él la insulta llamándola “perra”, dos golpes más al rostro y el tipejo escupe sangre —No te he preguntdao sobre mí, quiero saber en dónde están los otros lobos, aquella pareja te mencionó diciéndome que sabes dónde están los otros, habla o si no te haré hablar a mi modo— rastrilla nuevamente su arma apuntándola al hombre que solo se ríe y le habla en otro idioma.
Rueda los ojos la mujer al escuchar toda esa parafernalia de palabras sin sentido, y en un momento de enojo retumba por la habitación el sonido del cañon, su arma dispara una bala de plata directo al pie del hombre —No me hagas perder la paciencia, te dije que podrías salir sin daños o en una bolsa, ahora dime lo que quiero saber, para quien trabajas— le toma del cuello de la camisa cuando el sonido de la puerta abirendose y una voz femenina se hace presente.
Gira para observarla en una rápida y fugaz mirada y la ha tasado. Sonríe a la mujer negando —Solo arreglo unas cuentas, si tiene también cuentas que saldar por favor espere su turno o mejor, el entregaré una parte de él para que se desquite— su sarcasmo se hace evidente —Vine primero y si sabe lo que le conviene señora retirese y haremos ambas como que no ha pasado nada— entrecierra los ojos pero con su diestra en la cacha de su arma con el gatillo retirándolo hacia atrás.
Se alejó unos pasos del hombre que no dejaba de reírse e insultar a la cazadora como si aquella mujer intrusa fuera su salvación, algo que a la rubia solamente le daba la información que requería. Camino lentamente hacia un lado dejando el camino libre. Era una trampa, si la mujer corría a asistir al tipejo ella también tendría que morir porque entonces aquella intrusa sería o su jefa o una loba más. Solo tenia que esperar pacientemente
Su investigación había arrojado que era un ser inescrupuloso por lo que pensó que no sería difícil coaccionarlo o sobornarlo por algo de información así que comenzó su operación; llevaba días y meses espiándolo en secreto para saber que era un completo asco para ser lobo, tenía la facha de ser un cretino, pero ella quería saber que había pasado con sus presas a las que estaba haciendo seguimiento para acabar. Los últimos datos los arrojaban con aquel sujeto y además aquellos lobos a los que dio muerte en Rusia lo habían nombrado a él y a alguien más, pero no sabía el nombre solo le habían informado que era una mujer; eso no cuadraba, así que para tener la información adecuada buscó al que mayoritariamente fue nombrado en sus ejecuciones. Mientras repasaba el plan mascullándolo para así misma, observaba bien el embarcadero para tener sus rutas de escape si algo salía mal.
Las armas elevadas y con aquella sonrisa se acerca a la embarcación sigilosamente, la ropa es como la de un hombre más, su cabello recogido completamente en un moño cerrado a duras penas tenía unos mechones del flequillo que le caían al rostro; camina por un lado del barco oculta entre una pila de cajas que iban a ser transportadas, la seguridad era alta así que para ingresar de mejor manera tuvo que romper una de esas cajas con artesanías de contrabando, ríe al verlas y las arroja al agua para meterse con sus armas. Sin saber el peligro en que se metía, aun cuando en su nuca le picaba su “lógica” ella se adentró ciegamente al futuro combate que tenía que librar
Esperó unos momentos cuando escuchó la voz de la sabandija, fue entonces que salió y le apuntó a la nuca con su arma —Si no quieres tus sesos regados y esparcidos por toda este asqueroso e inmundo barco es mejor que camines, perro apestoso— ríe y para su gloria y gusto el sujeto no se lo pone fácil, trata de pelear con ella pero la mujer contaba con eso, le gustaba cuando sus presas no se la ponían tan sencillo. Patadas y algunas cuchillas de plata lanzó al sujeto, asestándole una directamente en el cuello, el hombre la insulta y se enfurece más. Corrió por la proa y ayudada con una de las poleas de la embarcación asesta una patada en el pecho del hombre dejándolo fuera de combate, se sentó sobre él a horcajadas metiéndole el arma en el hocico —Bien, en que iba, asi, ahora vamos a un lugar más privado para charlar pequeña escoria— escupe a un lado rastrillando el gatillo de su arma.
La respiración agitada por aquel ejercicio y la adrenalina subiendo por su espalda completamente, estaba eufórica por aquel combate.
Entran al camarote del capitán, lo ata a una de las sillas y le coloca unas cadenas pesadas alrededor. Lo arroja con fuerza contra la pared y le apunta a la cabeza —Ahora me dirás lo que quiero— le abofetea cuando él la insulta llamándola “perra”, dos golpes más al rostro y el tipejo escupe sangre —No te he preguntdao sobre mí, quiero saber en dónde están los otros lobos, aquella pareja te mencionó diciéndome que sabes dónde están los otros, habla o si no te haré hablar a mi modo— rastrilla nuevamente su arma apuntándola al hombre que solo se ríe y le habla en otro idioma.
Rueda los ojos la mujer al escuchar toda esa parafernalia de palabras sin sentido, y en un momento de enojo retumba por la habitación el sonido del cañon, su arma dispara una bala de plata directo al pie del hombre —No me hagas perder la paciencia, te dije que podrías salir sin daños o en una bolsa, ahora dime lo que quiero saber, para quien trabajas— le toma del cuello de la camisa cuando el sonido de la puerta abirendose y una voz femenina se hace presente.
Gira para observarla en una rápida y fugaz mirada y la ha tasado. Sonríe a la mujer negando —Solo arreglo unas cuentas, si tiene también cuentas que saldar por favor espere su turno o mejor, el entregaré una parte de él para que se desquite— su sarcasmo se hace evidente —Vine primero y si sabe lo que le conviene señora retirese y haremos ambas como que no ha pasado nada— entrecierra los ojos pero con su diestra en la cacha de su arma con el gatillo retirándolo hacia atrás.
Se alejó unos pasos del hombre que no dejaba de reírse e insultar a la cazadora como si aquella mujer intrusa fuera su salvación, algo que a la rubia solamente le daba la información que requería. Camino lentamente hacia un lado dejando el camino libre. Era una trampa, si la mujer corría a asistir al tipejo ella también tendría que morir porque entonces aquella intrusa sería o su jefa o una loba más. Solo tenia que esperar pacientemente
Esto no es el Fin…
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Última edición por Helenna Quarell el Vie Nov 20, 2015 6:05 pm, editado 1 vez
Helenna Quarell- Cazador Clase Media
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Re: Contrabando /Helenna Quarell/
-Cállate Corso –Dijo al hombre, de la misma manera que alguien hablaría con un perro excepcionalmente molesto- Los adultos estamos hablando.
Cerró la puerta tras de sí, asegurándola con el pestillo para que nadie los interrumpiese, todo ello sin dejar de apuntar a la mujer ni un segundo.
-Solo necesito hacerle un par de preguntas a ese gusano y luego es todo tuyo – Aun apuntándola, su tono era tranquilo y comedido, parecía que se encontraban en medio de un salón de fiestas y no a punto de matarse la una a la otra.
Tras ellas, el hombre lobo había parado de reír y ahora estaba mirándolas a ambas sin creerse lo que oía. Había pensado que la inquisidora iba a salvarlo, pero se equivocaba. Para ella no era más que otra fuente de información. En el momento que ya no le fuera útil, no dudaría en deshacerse de él, es más, incluso ayudaria a la mujer
Carmina, al ver que la mujer parecía no tener intención de bajar el arma suspiró pesadamente, sentándose en un de las cajas del lugar y cruzando las piernas, siempre con el arma lista para defenderse.
-Veras, Querida… Esa rata de ahí a recibido bastante dinero de mi y no ha cumplido, y me encantaría hacer como si esto no ha pasado y dejarte a solas con el, pero… -se encogió de hombros, metiendo la mano que tenía libre en su bolsillo de manera disimulada, rozando con la punta de los dedos el mango de su cuchillo de plata- Los negocios son negocios además, no me gusta que me amencacen, y estoy más que segura que eso es lo que acabas de hacer, por lo que, por mucho que me duela, no puedo irme. ¿Lo entiendes?
Aquello no iba a terminar de forma pacífica, la mujer parecía tener el dedo demasiado ansioso y no iba a tardar en apretar el gatillo, y era… inconveniente. Lo que se suponía que iba a ser algo rutinario parecía ser que se iba a convertir en un baño de sangre, además de un problema.
Y ella era quien tenía intención de comenzar el problema, siempre había sido de aquellas que toman la iniciativa.
Rápida como un rayo le lanzó el cuchillo al hombre lobo, para que se liberase, al mismo tiempo que disparaba a la mujer y se escondía tras la caja sobre la que había estado sentada, había dosparado sin intención de matar, solo con intención de herirla y librarse de ella por al menos un par de minutos, los suficientes como para hablar con Corso y largarse.
Aunque eso no parecía ser probable, si era sincera.
Cerró la puerta tras de sí, asegurándola con el pestillo para que nadie los interrumpiese, todo ello sin dejar de apuntar a la mujer ni un segundo.
-Solo necesito hacerle un par de preguntas a ese gusano y luego es todo tuyo – Aun apuntándola, su tono era tranquilo y comedido, parecía que se encontraban en medio de un salón de fiestas y no a punto de matarse la una a la otra.
Tras ellas, el hombre lobo había parado de reír y ahora estaba mirándolas a ambas sin creerse lo que oía. Había pensado que la inquisidora iba a salvarlo, pero se equivocaba. Para ella no era más que otra fuente de información. En el momento que ya no le fuera útil, no dudaría en deshacerse de él, es más, incluso ayudaria a la mujer
Carmina, al ver que la mujer parecía no tener intención de bajar el arma suspiró pesadamente, sentándose en un de las cajas del lugar y cruzando las piernas, siempre con el arma lista para defenderse.
-Veras, Querida… Esa rata de ahí a recibido bastante dinero de mi y no ha cumplido, y me encantaría hacer como si esto no ha pasado y dejarte a solas con el, pero… -se encogió de hombros, metiendo la mano que tenía libre en su bolsillo de manera disimulada, rozando con la punta de los dedos el mango de su cuchillo de plata- Los negocios son negocios además, no me gusta que me amencacen, y estoy más que segura que eso es lo que acabas de hacer, por lo que, por mucho que me duela, no puedo irme. ¿Lo entiendes?
Aquello no iba a terminar de forma pacífica, la mujer parecía tener el dedo demasiado ansioso y no iba a tardar en apretar el gatillo, y era… inconveniente. Lo que se suponía que iba a ser algo rutinario parecía ser que se iba a convertir en un baño de sangre, además de un problema.
Y ella era quien tenía intención de comenzar el problema, siempre había sido de aquellas que toman la iniciativa.
Rápida como un rayo le lanzó el cuchillo al hombre lobo, para que se liberase, al mismo tiempo que disparaba a la mujer y se escondía tras la caja sobre la que había estado sentada, había dosparado sin intención de matar, solo con intención de herirla y librarse de ella por al menos un par de minutos, los suficientes como para hablar con Corso y largarse.
Aunque eso no parecía ser probable, si era sincera.
Carmina Moran- Inquisidor Clase Alta
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Re: Contrabando /Helenna Quarell/
An Angel Comes To Kill You. |
La mirada de ambas mujeres se cruzaron para delimitar su campo de acción y batalla, al parecer todo era parte de las estrategias que ambas tenían en mente; para la rubia en cuestión todo era parte de su plan elaborado, al haber dado pasos se aseguró de mantener su arma oculta pero lista, aunque luego de que la castaña no hiciera algún movimiento para auxiliar a aquel lobo quedó en claro que no era su aliada, pero no del todo, la rubia aún tenía sus dudas.
La reacción del hombre fue inesperada y ello arrancó una sonrisa a la rubia cuando le abrió paso a la mujer para comenzará su interrogatorio, igual para ella la noche era joven por lo tanto tenía tiempo de sobra. Sus ojos fueron a las manos de la castaña y eso la hizo reír, al parecer ambas tenían las mismas agallas para empuñar armas contra la otra en secreto. Un paso más atrás y su espalda contra la pared metálica de aquel cuartucho
—Pues ea adelante, te daré dos preguntas que le puedas hacer— la parsimonia con la que la mujer se sentó sin dejar de apuntarla le provocó otra sonrisa de complacencia, pues en sus años de cazadora jamás se había cruzado en una situación como ello y eso la divertía; con la adrenalina al máximo mostró su arma bajando el gatillo, como un acto de “buena fe” que era solo mentira, tras su espalda tenía sus armas listas para ser arrojadas al menor indicio de sospecha, se fajó el arma la cintura sacando de entre sus ropas un cigarro —Espero no te moleste, no me gusta esperar sin hacer nada—. Enciende el cigarro dando unas leves caladas.
La conversación se tornó aún más interesante de lo que podía admitir aquella cazadora, el cigarro quedó en su mano al escuchar lo que la mujer decía, y justo en ese momento el reflejo del cuchillo que atacaba al hombre para soltarlo, creó una mueca en aquellos labios cuando retiró su arma disparando a la otra mujer cubriéndose con una hilera de cajas que estaban por cerca de la pared y una de las ventanillas, desenfundó un sfilo de tres cuchillas arrojándolo hacia el hombre que le sirvió de distracción para lanzar seguido tres cuchillas más que apuntaron a las piernas del sujeto, eran cuchillas de platas.
Sin dejar de disparar a donde estaba la mujer corrió en dirección al lobo que caía de rodillas con cuchillo en mano, le dio una patada en la mano donde tenía el arma que cae al suelo para que ella lo tome clavándole en el hombro del tipo que gritó escupiendo sangre cuando la rubia le golpeo con la cacha de la otra arma en la mandíbula lo que le da segundos para usarlo de escudo —Ambas perdemos si él se muere verdad, tú, verás volar tu dinero para lo que le hayas contratado que no debía ser algo tan digno ya que este cerdo está dedicado al mercado negro y es por lo que estoy aquí, así que te queda una pregunta mujer—
Si aviso alguno le dispara por la espalda al hombre a la altura de los pulmones, una bala de plata que soltaría en su interior plata en polvo y se adheriría a su sistema matándolo en minutos, lo deja caer de rodillas con ella tras de él ocultándose de la mujer recargando su arma —No sé qué clase de mujer seas pero esa forma de disparar y atacar la he visto antes de los que trabajan para la iglesia, siempre interrumpiendo la fiesta de otros— suelta con sorna aquellas palabras —Y yo que te iba a dar bandera blanca, por eso uno nunca debe confiar en mujeres con cabellos castaños bonitos— rastrilla nuevamente su arma disparando hacia las cajas.
Aquella mujer se estaba divirtiendo con todo ello.
La reacción del hombre fue inesperada y ello arrancó una sonrisa a la rubia cuando le abrió paso a la mujer para comenzará su interrogatorio, igual para ella la noche era joven por lo tanto tenía tiempo de sobra. Sus ojos fueron a las manos de la castaña y eso la hizo reír, al parecer ambas tenían las mismas agallas para empuñar armas contra la otra en secreto. Un paso más atrás y su espalda contra la pared metálica de aquel cuartucho
—Pues ea adelante, te daré dos preguntas que le puedas hacer— la parsimonia con la que la mujer se sentó sin dejar de apuntarla le provocó otra sonrisa de complacencia, pues en sus años de cazadora jamás se había cruzado en una situación como ello y eso la divertía; con la adrenalina al máximo mostró su arma bajando el gatillo, como un acto de “buena fe” que era solo mentira, tras su espalda tenía sus armas listas para ser arrojadas al menor indicio de sospecha, se fajó el arma la cintura sacando de entre sus ropas un cigarro —Espero no te moleste, no me gusta esperar sin hacer nada—. Enciende el cigarro dando unas leves caladas.
La conversación se tornó aún más interesante de lo que podía admitir aquella cazadora, el cigarro quedó en su mano al escuchar lo que la mujer decía, y justo en ese momento el reflejo del cuchillo que atacaba al hombre para soltarlo, creó una mueca en aquellos labios cuando retiró su arma disparando a la otra mujer cubriéndose con una hilera de cajas que estaban por cerca de la pared y una de las ventanillas, desenfundó un sfilo de tres cuchillas arrojándolo hacia el hombre que le sirvió de distracción para lanzar seguido tres cuchillas más que apuntaron a las piernas del sujeto, eran cuchillas de platas.
Sin dejar de disparar a donde estaba la mujer corrió en dirección al lobo que caía de rodillas con cuchillo en mano, le dio una patada en la mano donde tenía el arma que cae al suelo para que ella lo tome clavándole en el hombro del tipo que gritó escupiendo sangre cuando la rubia le golpeo con la cacha de la otra arma en la mandíbula lo que le da segundos para usarlo de escudo —Ambas perdemos si él se muere verdad, tú, verás volar tu dinero para lo que le hayas contratado que no debía ser algo tan digno ya que este cerdo está dedicado al mercado negro y es por lo que estoy aquí, así que te queda una pregunta mujer—
Si aviso alguno le dispara por la espalda al hombre a la altura de los pulmones, una bala de plata que soltaría en su interior plata en polvo y se adheriría a su sistema matándolo en minutos, lo deja caer de rodillas con ella tras de él ocultándose de la mujer recargando su arma —No sé qué clase de mujer seas pero esa forma de disparar y atacar la he visto antes de los que trabajan para la iglesia, siempre interrumpiendo la fiesta de otros— suelta con sorna aquellas palabras —Y yo que te iba a dar bandera blanca, por eso uno nunca debe confiar en mujeres con cabellos castaños bonitos— rastrilla nuevamente su arma disparando hacia las cajas.
Aquella mujer se estaba divirtiendo con todo ello.
Y así todo comienza…
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Helenna Quarell- Cazador Clase Media
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