AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Si mañana nunca llega [Angel Auditore]
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Si mañana nunca llega [Angel Auditore]
Era una noche de mediados de invierno en Paris. Caía un fino velo de lluvia que sin llegar a ser fuerte se mantenía constante, regando con sus húmedas perlas las hojas de los árboles que en el tiempo que transcurría se divisaban a lo largo de la ciudad, adornando algunas de las calles y los interiores de los jardines de las casas de aquellos con una mejor posición social.
Igualmente rozaba así los pétalos de las flores que parecían abrirse aceptando la frescura nocturna sin oponerse a ella. No había demasiado viento pero si el suficiente para hacer creer que en futuros días este se incrementaría como directa consecuencia de la época del año. Era otro invierno en la capital.
Conformándose en parte de la geografía de la zona, sin destacar de forma desmesurada pero siendo lo suficientemente elegante como para acallar a aquellos de gustos más refinados, existía un barrio en las afueras de Paris que reflejaba el gusto de la época por sus características arquitectónicas y que contrario a otros más céntricos era en general mayormente silencioso. Parecía que los propietarios optaban por regresar a sus casas temprano pues aún no se podía considerar de ninguna manera una hora tardía y sin embargo poco se alcanzaba a oir en sus calles a excepción del rechinido de algunos grillos y el ocasional ladrido de un perro.
En medio de todo esto que puede catalogarse de ordinario, se alzaba una mansión de blancas paredes y un muro de piedra más elevado que el del resto de sus vecinos, proveyéndose de tal manera de un aire discreto que a aquellos más inclinados a la poesía mirarían dos veces considerandola merecedora de uno o dos sonetos. Lo ameritaba así el amplio jardín que se expandía en todo el frente, en el cual los rosales se vestían de colores elegantes como el blanco y amarillo, permitiendo que en el fondo contrastara el rojo, rodeando directamente el porche de la casa a tan solo unos pasos de distancia.
El muro de piedra rodeaba toda la propiedad y si se cruzaba la misma para echar un vistazo a la parte trasera se distinguia entonces un bosque cercano. Bastaba con seguir una senda de unos cuantos metros para llegar a él y esa era precisamente la ventaja que había visto la cortesana cuando posó por primera vez sus ojos en el lugar. Discreción. El lugar era perfecto para acogerla a ella y a todo aquel que fuera a visitarla y que prefiriese entrar por detrás sin ser visto, ventaja que se apreciaba en su línea de trabajo.
Habiendo descrito ya el lugar en el cual se lleva a cabo este relato podemos incursionar en el interior de la casa mencionada. En la sala de estar, junto a la chimenea, se encontraba una mujer de cabello rubio, sedoso y brillante como el oro semejando estar hecho del mismo y sin tener nada que envidiar a dicho elemento. Sus facciones eran notoriamente atractivas y el color de sus ojos de un azul que concentrados profundamente en algo se volvía intenso. La mujer se hacía llamar Calypso, como la ninfa de los relatos griegos, aunque la razón por la que había escogido usar ese nombre sería material para mencionar en párrafos posteriores.
En este momento la rubia eslava se relajaba en uno de los sillones, sin esperar pronto a alguien, podía dedicar esos minutos libres a la meditación, cosa que hacía con una copa de vino en la mano. Se encontraba así tan ensimismada que el golpe seco y rotundo en una de las puertas la tomó por sorpresa. Se puso de pie en el acto y al no escuchar nada se preguntó si no habría soñado despierta pero un segundo golpe bastante audible le indicó lo contrario.
Giró sobre sus talones y atravesó la estancia, estaba acostumbrada a tener visitas sorpresivas, a veces de clientes frecuentes, a veces de bellacos que de una u otra forma reclamaban sus servicios de inmediato. Frunció los labios al imaginar una sorpresa desagradable pero dada su ocupación no estaba en condiciones de dejar a quien fuera esperando afuera así que se dirigió a la puerta y sin pensarlo la abrió de una vez sorprendiéndose con lo que vió.
Calypso- Prostituta Clase Media
- Mensajes : 36
Fecha de inscripción : 05/08/2015
Re: Si mañana nunca llega [Angel Auditore]
Era cerca del anochecer cuando la ligera brisa del viento traía consigo gotas de lluvia, era normal en esa época del año que el cielo se encontrara de un tono gris y que conforme las horas fueran pasando, la oscuridad se hiciera presente. Las hojas de los árboles caían al piso, acumulándose en ciertas zonas y regándose conforme las personas pasaban sobre estas y conforme la noche avanzaba en el centro de la ciudad, esta se veía menos poblada, siendo hombres los que más transitaban por las calles. Algunos carruajes pasaban cada cierto tiempo, mujeres provenientes de los burdeles acompañaban a señores a diferentes sitios, se podría decir que era una típica noche en Paris.
¿Lo era?, por supuesto, hasta para mí era una noche más en aquella ciudad a la que apoco me acostumbraba después de que el vaticano me hiciera trasladar aquí. Mi vida, había cambiado sin duda desde el fallecimiento de mi hermana y mi madre, ahora tenía que seguir las órdenes de alguien más y pese a que no me gustara la compañía, no había tenido opción cuando me uní a ellos.
Mi respiración era agitada, podía sentir el palpitar de mi corazón contra mi pecho y el calor en mis mejillas después de estar corriendo en la oscuridad de las calles, poca era la luz que se me brindaba y en esa ocasión, la luz de la luna no estaba para ayudarme. Una ventaja más para ese ser sin duda. Continúe corriendo tratando de fijar mi vista sobre él, no tenía que perderlo de vista, teníamos que alcanzarlo y acabar con su patética existencia para que yo pudiera irme a casa a descansar por fin.
–¡¡A tu derecha!!- gritó uno de mis compañeros, el cual era de una edad más avanzada que la mía, nos habíamos separado para darle alcance para poder cortarle el camino en alguna de las calles y así, hacer esto con mayor facilidad.
Fue la sombra de ese ser lo que primero vi, su agilidad desde un principio me había asombrado por completo, sus pasos apenas y sonaban contra el piso encharcado; y justo antes de que pudiera esquivar el golpe que me había lanzado, este impacto contra mi brazo derecho que buscaba protegerme sin éxito alguno. Salí impactado contra el muro que se encontraba atrás mío, un golpe seco se escuchó tras el impacto y mi mundo comenzó a nublarse, fue una sacudida sin cuidado alguno la que me hizo reaccionar. Los rostros de las dos personas que estaban frente a mí eran borrosos pero sabía perfectamente de quienes se trataban, después de ver que estaba bien y que podía seguir adelante con la misión que se nos había encomendado, salí corriendo nuevamente tras ellos. Había tenido suerte, yo mismo lo sabía, pero reprochaba tal descuido y sin duda, aquel pequeño “accidente” llegaría a oídos de Valborg que no le haría gracia alguna.
Conforme seguíamos corriendo tras el rastro que aquel vampiro había dejado, una fuerte punzada sobre mi hombro y brazo comenzaba a molestarme, tal vez la adrenalina que siempre se tiene en estas situaciones no me había hecho percatar de que mi camisa no solo se encontraba mojada por la lluvia, si no, por un líquido rojo que emanaba de aquel golpe que había desgarrado mi manga y mi piel. No hubo necesidad de que dijera algo a mis compañeros, con solo mirarme supieron que poco podía hacer para acompañarlos, además de que podía ser peligroso para todos meternos hacia el bosque donde fácilmente por el aroma de mi sangre los vampiros nos podían ubicar.
Deje de correr a la misma velocidad que ellos antes de que estuviéramos a punto de abandonar la ciudad, para ese entonces ya había utilizado mi capa para cubrir solamente mi herida y ropa ensangrentada. Lo que menos quería es que alguna persona se percatara y estuviera de curiosa con tal acontecimiento, sabía perfectamente que para esta profesión era vital encubrir a lo que realmente me dedicaba, para quien realmente trabajaba.
No tuve tiempo de decidir, necesitaba ayuda y no sabía cuánto tardaría en llegar a la ciudad en busca de un doctor. Así que antes de que supiera realmente que hacer, mis pies ya me habían llevado a las afueras de esa casa, al sendero que varias veces había recorrido en horas similares. Realmente estaba agradeciendo que aquel lugar hubiera estado tan cerca, que fuera discreto y que el sonido de mis pisadas apenas y se escucharan en esos momentos que necesitaba de discreción.
Mi puño golpeo la puerta de una manera un poco brusca pero esperando pronto recibir respuesta, trague saliva y aspire profundamente con un poco de dificultad. La herida y pérdida de sangre comenzaba a pasarme factura con el ardor y el dolor que sentía en mi brazo, afortunadamente, escuche sus pasos acercándose para abrir. Conocía bien esos ojos azules, esa mirada intrigante que continuamente me habían hecho regresar una y otra vez desde que nuestros caminos se habían cruzado en aquel burdel de la ciudad, pero por primera vez desde que la conocía había sorpresa en ellos. - ¿Puedo pasar?...- pregunte tratando con un intento fallido de sonreír - Necesito tú ayuda…
¿Lo era?, por supuesto, hasta para mí era una noche más en aquella ciudad a la que apoco me acostumbraba después de que el vaticano me hiciera trasladar aquí. Mi vida, había cambiado sin duda desde el fallecimiento de mi hermana y mi madre, ahora tenía que seguir las órdenes de alguien más y pese a que no me gustara la compañía, no había tenido opción cuando me uní a ellos.
Mi respiración era agitada, podía sentir el palpitar de mi corazón contra mi pecho y el calor en mis mejillas después de estar corriendo en la oscuridad de las calles, poca era la luz que se me brindaba y en esa ocasión, la luz de la luna no estaba para ayudarme. Una ventaja más para ese ser sin duda. Continúe corriendo tratando de fijar mi vista sobre él, no tenía que perderlo de vista, teníamos que alcanzarlo y acabar con su patética existencia para que yo pudiera irme a casa a descansar por fin.
–¡¡A tu derecha!!- gritó uno de mis compañeros, el cual era de una edad más avanzada que la mía, nos habíamos separado para darle alcance para poder cortarle el camino en alguna de las calles y así, hacer esto con mayor facilidad.
Fue la sombra de ese ser lo que primero vi, su agilidad desde un principio me había asombrado por completo, sus pasos apenas y sonaban contra el piso encharcado; y justo antes de que pudiera esquivar el golpe que me había lanzado, este impacto contra mi brazo derecho que buscaba protegerme sin éxito alguno. Salí impactado contra el muro que se encontraba atrás mío, un golpe seco se escuchó tras el impacto y mi mundo comenzó a nublarse, fue una sacudida sin cuidado alguno la que me hizo reaccionar. Los rostros de las dos personas que estaban frente a mí eran borrosos pero sabía perfectamente de quienes se trataban, después de ver que estaba bien y que podía seguir adelante con la misión que se nos había encomendado, salí corriendo nuevamente tras ellos. Había tenido suerte, yo mismo lo sabía, pero reprochaba tal descuido y sin duda, aquel pequeño “accidente” llegaría a oídos de Valborg que no le haría gracia alguna.
Conforme seguíamos corriendo tras el rastro que aquel vampiro había dejado, una fuerte punzada sobre mi hombro y brazo comenzaba a molestarme, tal vez la adrenalina que siempre se tiene en estas situaciones no me había hecho percatar de que mi camisa no solo se encontraba mojada por la lluvia, si no, por un líquido rojo que emanaba de aquel golpe que había desgarrado mi manga y mi piel. No hubo necesidad de que dijera algo a mis compañeros, con solo mirarme supieron que poco podía hacer para acompañarlos, además de que podía ser peligroso para todos meternos hacia el bosque donde fácilmente por el aroma de mi sangre los vampiros nos podían ubicar.
Deje de correr a la misma velocidad que ellos antes de que estuviéramos a punto de abandonar la ciudad, para ese entonces ya había utilizado mi capa para cubrir solamente mi herida y ropa ensangrentada. Lo que menos quería es que alguna persona se percatara y estuviera de curiosa con tal acontecimiento, sabía perfectamente que para esta profesión era vital encubrir a lo que realmente me dedicaba, para quien realmente trabajaba.
No tuve tiempo de decidir, necesitaba ayuda y no sabía cuánto tardaría en llegar a la ciudad en busca de un doctor. Así que antes de que supiera realmente que hacer, mis pies ya me habían llevado a las afueras de esa casa, al sendero que varias veces había recorrido en horas similares. Realmente estaba agradeciendo que aquel lugar hubiera estado tan cerca, que fuera discreto y que el sonido de mis pisadas apenas y se escucharan en esos momentos que necesitaba de discreción.
Mi puño golpeo la puerta de una manera un poco brusca pero esperando pronto recibir respuesta, trague saliva y aspire profundamente con un poco de dificultad. La herida y pérdida de sangre comenzaba a pasarme factura con el ardor y el dolor que sentía en mi brazo, afortunadamente, escuche sus pasos acercándose para abrir. Conocía bien esos ojos azules, esa mirada intrigante que continuamente me habían hecho regresar una y otra vez desde que nuestros caminos se habían cruzado en aquel burdel de la ciudad, pero por primera vez desde que la conocía había sorpresa en ellos. - ¿Puedo pasar?...- pregunte tratando con un intento fallido de sonreír - Necesito tú ayuda…
Angel Auditore- Inquisidor Clase Alta
- Mensajes : 33
Fecha de inscripción : 30/08/2015
Re: Si mañana nunca llega [Angel Auditore]
Poca era la luz que iluminaba el porche trasero, encontrándose este iluminado de forma más bien difusa por los rayos de la luna que a esa hora de la noche se proyectaban tranquilamente sobre el recién llegado. La rubia eslava enlazó las cintas de la bata de seda negra que cubría su cuerpo ajustándose perfectamente a este, acción provocada mayormente por el frío nocturno y no por sensación equívoca de pudor alguno.
En su rostro se había reflejado la sorpresa no a causa de la llegada del inquisidor sino por lo que había podido vislumbrar en este en apenas en un escaso momento, la expresión desencajada y una palidez nada normal no eran algo que estuviera acostumbrada a ver en el hombre que ya había con anterioridad acudido a su mansión y que en el pasado había conocido en el burdel.
Tampoco era cuestión de permanecer paralizada ante el caballero y su petición, cosa que habría pensado dos veces si se hubiese tratado de otro y de no haber tenido la seguridad de que la presencia repentina conllevaba una paga conveniente y aceptable, pero en el caso del italiano nunca había tenido problemas al respecto, solía mostrarse generoso.
- Por supuesto.- En sus ojos brilló una tonalidad que indicaba intriga. Se apartó hacia un lado de la puerta para permitirle la entrada y tras verle avanzar unos pasos notó que se tambaleaba por lo que inmediatamente se acercó para servirle de apoyo.
-Siempre es un gusto recibirle.- dijo aún analizando el por qué de su aparición repentina pero asumiendo que seguramente habría decidido presentarse de improviso para solicitar sus servicios y pasar la noche entre sus sábanas, perspectiva que a la rubia no le parecía mal recordando como se habían desarrollado otras noches en que él había acudido a ella pero antes de poder indagar el real motivo de su llegada notó que al tocar su brazo para ofrecerle apoyo él reprimía una mueca de dolor.
En ese mismo momento se percató al desplazarse un poco su capa de que su camisa estaba teñida de rojo. -Oh, ¡demonios!- Rápidamente y sin pedir permiso apartó la misma con sus dedos observando la enorme mancha en la camisa y la tela hecha jirones. -¡Le han lastimado!- Todavía se encontraba con el italiano apoyado sobre ella y por la forma en que su peso iba aumentando contra ella supo que apenas podía mantenerse en pie. Intentó conducirle al sofa y no supo ni como llegaron a este, el hecho es que los dos cayeron sobre el mismo pesadamente en un rápido movimiento que por un instante le dejó aturdida.
Pudo sentir el calor del cuerpo del italiano junto a ella y de no ser por la situación la postura en que se encontraban ahora, con ella recostada directamente sobre él, le habría parecido altamente erótica pero no era el momento de pensar en ello ni la situación se prestaba para ese tipo de cavilaciones. -Angel... No pierdas el conocimiento ahora.-
El rostro masculino había adquirido un tono macilento. Maldición. ¿Qué haría ella con un cadáver en su sala? No pensaba llamar a las malditas autoridades. Algo así podría arruinarla. -Angel.- Lo golpeó con el dorso de la mano en las mejillas en un intento por hacerle reaccionar.
En su rostro se había reflejado la sorpresa no a causa de la llegada del inquisidor sino por lo que había podido vislumbrar en este en apenas en un escaso momento, la expresión desencajada y una palidez nada normal no eran algo que estuviera acostumbrada a ver en el hombre que ya había con anterioridad acudido a su mansión y que en el pasado había conocido en el burdel.
Tampoco era cuestión de permanecer paralizada ante el caballero y su petición, cosa que habría pensado dos veces si se hubiese tratado de otro y de no haber tenido la seguridad de que la presencia repentina conllevaba una paga conveniente y aceptable, pero en el caso del italiano nunca había tenido problemas al respecto, solía mostrarse generoso.
- Por supuesto.- En sus ojos brilló una tonalidad que indicaba intriga. Se apartó hacia un lado de la puerta para permitirle la entrada y tras verle avanzar unos pasos notó que se tambaleaba por lo que inmediatamente se acercó para servirle de apoyo.
-Siempre es un gusto recibirle.- dijo aún analizando el por qué de su aparición repentina pero asumiendo que seguramente habría decidido presentarse de improviso para solicitar sus servicios y pasar la noche entre sus sábanas, perspectiva que a la rubia no le parecía mal recordando como se habían desarrollado otras noches en que él había acudido a ella pero antes de poder indagar el real motivo de su llegada notó que al tocar su brazo para ofrecerle apoyo él reprimía una mueca de dolor.
En ese mismo momento se percató al desplazarse un poco su capa de que su camisa estaba teñida de rojo. -Oh, ¡demonios!- Rápidamente y sin pedir permiso apartó la misma con sus dedos observando la enorme mancha en la camisa y la tela hecha jirones. -¡Le han lastimado!- Todavía se encontraba con el italiano apoyado sobre ella y por la forma en que su peso iba aumentando contra ella supo que apenas podía mantenerse en pie. Intentó conducirle al sofa y no supo ni como llegaron a este, el hecho es que los dos cayeron sobre el mismo pesadamente en un rápido movimiento que por un instante le dejó aturdida.
Pudo sentir el calor del cuerpo del italiano junto a ella y de no ser por la situación la postura en que se encontraban ahora, con ella recostada directamente sobre él, le habría parecido altamente erótica pero no era el momento de pensar en ello ni la situación se prestaba para ese tipo de cavilaciones. -Angel... No pierdas el conocimiento ahora.-
El rostro masculino había adquirido un tono macilento. Maldición. ¿Qué haría ella con un cadáver en su sala? No pensaba llamar a las malditas autoridades. Algo así podría arruinarla. -Angel.- Lo golpeó con el dorso de la mano en las mejillas en un intento por hacerle reaccionar.
Calypso- Prostituta Clase Media
- Mensajes : 36
Fecha de inscripción : 05/08/2015
Re: Si mañana nunca llega [Angel Auditore]
Me encontraba recargado en el marco de su puerta cuando abrió, y a pesar de que el interior de la casa se encontraba iluminado apenas y me fije en la mujer frente a mí que se cubría solo con una bata negra de seda que se ajustaba perfectamente a su cuerpo, el cual había podido recorrer y acariciar en diferentes ocasiones para saciar mis necesidades carnales.
Su rostro había mostrado sorpresa al verme, algo que entendía a la perfección ya que todo mi cuerpo comenzaba a mostrar la seriedad de la herida entre mi brazo y hombro, y lo más seguro era que mi rostro se viera desencajado y pálido por tales motivos. “Tal vez piense que estoy borracho” me dije a mi mismo cuando ella me permitió entrar al interior de su casa, era un corto pasillo lo que nos separaba de su sala, por lo cual se podía sentir la calidez que emanaba el fuego de su chimenea
Logré escucharla hablar nuevamente después de dar algunos pasos, fue justo en ese momento cuando mi vista se puso borrosa haciéndome trompicar y tambalear, fueron algunos segundos o minutos los que estuve a punto de perder el conocimiento. Lograba escuchar su voz mientras me servía de apoyo y sin pedirme permiso alguno me despojo de mi capa para darse cuenta de la herida que no hacía más que seguir sangrando. Notaba en su voz preocupación por tal suceso y en mi mente una voz me decía que solo se preocupaba por no tener un cadáver en su casa.
Como pudo y antes de que me desmayara por completo caímos pesadamente al sofá que estaba frente al fuego, podía sentir el palpitar de su pecho y su respiración entrecortada por tal esfuerzo. Si no hubiera sido porque me estaba desangrando, mis manos hubieran acariciado su cuerpo y apretado aún más al mío mientras besaba el hueco entre su cuello y clavícula. Tal vez fueron esos pensamiento eróticos o los ligeros golpes en mi mejilla que me lograron despertar y alzar mi brazo sano para tomar su mano antes de que me golpeara de nuevo – Prefiero tus besos – logre susurrarle, mi boca se sentía seca y pastosa, con su ayuda logre recargarme mejor en el respaldo del mueble mientras que una manera brusca y dolorosa comenzaba a arrancar los pedazos de la tela teñida de rojo.
-Dios!!- levante la voz y gruñí cuando en un mal movimiento apreté mi piel herida, entre jadeos por el dolor que tenía sonreí para mí mismo recordando heridas similares de cuando era más joven – que descuidado fui- susurre y levante mi vista hacia esos ojos azules–Necesito alcohol… trapos… algo para quemar la herida- le dije a rubia con lo primero que venía a mi cabeza; lo mejor hubiera sido ir a la ciudad, mandar por un doctor y que me aplicara cloroformo para anestesiarme y después cocerme… pero como se habían dado las cosas quien sabe si hubiera llegado a tiempo antes de desangrarme.
No había muchas opciones, a pesar de que la sangre ya no fluía a la misma velocidad aún no paraba la hemorragia y había perdido lo suficiente como para estar a unos cuantos minutos de perder la conciencia. No quería pensar en esa solución pero era la única que se me ocurría para no agrava la situación en la que me encontraba, y en sí el procedimiento era simple: había que calentar una pieza de metal sobre el fuego y aplicármela en la herida. Esto provocaría que los tejidos con vasos sanguíneos elevaran su temperatura de manera extrema ocasionando una coagulación de la sangre y así controlar el sangrado… claro, a costa de un daño grave en mi piel y un dolor inimaginable.
Su rostro había mostrado sorpresa al verme, algo que entendía a la perfección ya que todo mi cuerpo comenzaba a mostrar la seriedad de la herida entre mi brazo y hombro, y lo más seguro era que mi rostro se viera desencajado y pálido por tales motivos. “Tal vez piense que estoy borracho” me dije a mi mismo cuando ella me permitió entrar al interior de su casa, era un corto pasillo lo que nos separaba de su sala, por lo cual se podía sentir la calidez que emanaba el fuego de su chimenea
Logré escucharla hablar nuevamente después de dar algunos pasos, fue justo en ese momento cuando mi vista se puso borrosa haciéndome trompicar y tambalear, fueron algunos segundos o minutos los que estuve a punto de perder el conocimiento. Lograba escuchar su voz mientras me servía de apoyo y sin pedirme permiso alguno me despojo de mi capa para darse cuenta de la herida que no hacía más que seguir sangrando. Notaba en su voz preocupación por tal suceso y en mi mente una voz me decía que solo se preocupaba por no tener un cadáver en su casa.
Como pudo y antes de que me desmayara por completo caímos pesadamente al sofá que estaba frente al fuego, podía sentir el palpitar de su pecho y su respiración entrecortada por tal esfuerzo. Si no hubiera sido porque me estaba desangrando, mis manos hubieran acariciado su cuerpo y apretado aún más al mío mientras besaba el hueco entre su cuello y clavícula. Tal vez fueron esos pensamiento eróticos o los ligeros golpes en mi mejilla que me lograron despertar y alzar mi brazo sano para tomar su mano antes de que me golpeara de nuevo – Prefiero tus besos – logre susurrarle, mi boca se sentía seca y pastosa, con su ayuda logre recargarme mejor en el respaldo del mueble mientras que una manera brusca y dolorosa comenzaba a arrancar los pedazos de la tela teñida de rojo.
-Dios!!- levante la voz y gruñí cuando en un mal movimiento apreté mi piel herida, entre jadeos por el dolor que tenía sonreí para mí mismo recordando heridas similares de cuando era más joven – que descuidado fui- susurre y levante mi vista hacia esos ojos azules–Necesito alcohol… trapos… algo para quemar la herida- le dije a rubia con lo primero que venía a mi cabeza; lo mejor hubiera sido ir a la ciudad, mandar por un doctor y que me aplicara cloroformo para anestesiarme y después cocerme… pero como se habían dado las cosas quien sabe si hubiera llegado a tiempo antes de desangrarme.
No había muchas opciones, a pesar de que la sangre ya no fluía a la misma velocidad aún no paraba la hemorragia y había perdido lo suficiente como para estar a unos cuantos minutos de perder la conciencia. No quería pensar en esa solución pero era la única que se me ocurría para no agrava la situación en la que me encontraba, y en sí el procedimiento era simple: había que calentar una pieza de metal sobre el fuego y aplicármela en la herida. Esto provocaría que los tejidos con vasos sanguíneos elevaran su temperatura de manera extrema ocasionando una coagulación de la sangre y así controlar el sangrado… claro, a costa de un daño grave en mi piel y un dolor inimaginable.
Angel Auditore- Inquisidor Clase Alta
- Mensajes : 33
Fecha de inscripción : 30/08/2015
Re: Si mañana nunca llega [Angel Auditore]
La cortesana aún descansaba sobre el cuerpo del italiano, con sus dedos listos para golpear sus mejillas una vez más cuando sus ojos se abrieron con rapidez y se fijaron en los de ella anunciando que aún se encontraba con vida y por la rapidez con la que detuvo su mano podía deducirse que a pesar de la pérdida de sangre sus reflejos continuaban intactos. Sus insondables pozos azules sostuvieron la mirada ajena en un instante que le recordó otros momentos pasados en los cuales la había observado, cuando de manera similar se encontraba inclinada sobre él pero con ambos cuerpos fusionados mientras el de ella, que aunque delicado poseía agradables curvas en los lugares correctos, se mecía siguiendo el ritmo de las embestidas masculinas que a su vez hacían golpear la cama contra el suelo de forma repetitiva.
La imagen mental sólo duró unos escasos segundos tras los cuales alcanzó apenas a escuchar su susurro, maravillándose de que pudiera hablar y mucho más mencionar besos.
-Ya que puede realizar un comentario de esa índole podemos confirmar que sus facultades mentales están intactas.- dijo, desviando así la atención de ese comentario y por ende, de tener que brindarle una respuesta. Sintió alivio de que hubiera reaccionado, o de lo contrario, y de acontecer lo peor, hubiera tenido que buscar maneras nada ortodoxas de lidiar con los resultados de una herida mortal.
-¿Qué está haciendo?- preguntó, observando como terminaba de desprender la tela del hombro, descubriendo así una larga herida, que vista de cerca lucía peor de lo que había imaginado y que de no tener un estómago fuerte le habría causado un terrible malestar. Sin embargo no era la primera vez que veía sangre y algo le decía en el fondo de su mente que tampoco sería la última vez. -Deje de moverse.- le ordenó, irritada con tanto movimiento, se iba a abrir más la herida e iba a desangrarse en su sillón. Se levantó con rapidez para ir a buscar lo que tuviera al alcance para hacer algo al respecto. -Ya regreso, pero por el amor de Dios, deje que yo me ocupe del asunto.-
Se dirigió a la cocina y al baño, abriendo y cerrando gavetas de forma acelerada y entre refunfuños que escapaban de sus labios, consiguiendo alcohol, tijeras, y trapos, se preguntó por qué el italiano había decidido acudir y confiar en ella. Seguramente debía de tener amistades o familiares que se preocuparían por su actual estado y le socorrerían de inmediato. O quizás no. No conocía aún mucho de él. No se permitía conocer mucho acerca de sus clientes, ni tampoco desarrollar algún tipo de cercanía con ellos, hacerlo se le antojaba absurdo y nada práctico.
Todo esto no le había tomado más que un par de minutos pero cuando regresó a la sala y le vió aún en la misma posición se apresuró a tomarle cuidadosamente del brazo. Tomó un par de trapos para contener una posible hemorragia y alcohol para pasarlo por la herida, esperando que de esa manera se minimizase algo el dolor cuando la cauterizaran. Lo hizo con toda la gentileza y cuidado que le fueron posibles, aunque notó enseguida como el cuerpo ajeno se tensaba. -Lo siento...- se disculpó pensando que debía dolerle terriblemente y aún demoró un poco más antes de terminar.
-¿Quién le ha hecho esto?- preguntó una vez terminó con esa parte, indagando momentáneamente en sus ojos oscuros. Aún aguardando la respuesta se levantó y se dirigió a un lado de la chimenea. Tomó el atizador que se encontraba recostado en la pared y que en este caso serviría para el procedimiento, avanzó unos pasos y lo introdujo entre las llamas que en ese momento crepitaban y calentaban el hogar que de otra manera se habría visto sujeto al frío de la noche. -¿Vale la pena que se exponga así?- preguntó observando como enrojecía el metal aunque no dejaba de estar atenta a la respuesta.
Una vez que le pareció que el atizador estaba lo suficientemente caliente para cauterizar la herida regresó a su lado, acercó un pequeño taburete con su mano libre para sentarse directamente frente a él, apenas a escasos centímetros de distancia, y le ofreció un trapo grueso para que lo mordiera. -¿Está listo?- preguntó, aún sin tener idea de como de repente se había convertido en una improvisada enfermera, de lo cual mucho no tenía, y aguardando una indicación afirmativa alzó el atizador.
La imagen mental sólo duró unos escasos segundos tras los cuales alcanzó apenas a escuchar su susurro, maravillándose de que pudiera hablar y mucho más mencionar besos.
-Ya que puede realizar un comentario de esa índole podemos confirmar que sus facultades mentales están intactas.- dijo, desviando así la atención de ese comentario y por ende, de tener que brindarle una respuesta. Sintió alivio de que hubiera reaccionado, o de lo contrario, y de acontecer lo peor, hubiera tenido que buscar maneras nada ortodoxas de lidiar con los resultados de una herida mortal.
-¿Qué está haciendo?- preguntó, observando como terminaba de desprender la tela del hombro, descubriendo así una larga herida, que vista de cerca lucía peor de lo que había imaginado y que de no tener un estómago fuerte le habría causado un terrible malestar. Sin embargo no era la primera vez que veía sangre y algo le decía en el fondo de su mente que tampoco sería la última vez. -Deje de moverse.- le ordenó, irritada con tanto movimiento, se iba a abrir más la herida e iba a desangrarse en su sillón. Se levantó con rapidez para ir a buscar lo que tuviera al alcance para hacer algo al respecto. -Ya regreso, pero por el amor de Dios, deje que yo me ocupe del asunto.-
Se dirigió a la cocina y al baño, abriendo y cerrando gavetas de forma acelerada y entre refunfuños que escapaban de sus labios, consiguiendo alcohol, tijeras, y trapos, se preguntó por qué el italiano había decidido acudir y confiar en ella. Seguramente debía de tener amistades o familiares que se preocuparían por su actual estado y le socorrerían de inmediato. O quizás no. No conocía aún mucho de él. No se permitía conocer mucho acerca de sus clientes, ni tampoco desarrollar algún tipo de cercanía con ellos, hacerlo se le antojaba absurdo y nada práctico.
Todo esto no le había tomado más que un par de minutos pero cuando regresó a la sala y le vió aún en la misma posición se apresuró a tomarle cuidadosamente del brazo. Tomó un par de trapos para contener una posible hemorragia y alcohol para pasarlo por la herida, esperando que de esa manera se minimizase algo el dolor cuando la cauterizaran. Lo hizo con toda la gentileza y cuidado que le fueron posibles, aunque notó enseguida como el cuerpo ajeno se tensaba. -Lo siento...- se disculpó pensando que debía dolerle terriblemente y aún demoró un poco más antes de terminar.
-¿Quién le ha hecho esto?- preguntó una vez terminó con esa parte, indagando momentáneamente en sus ojos oscuros. Aún aguardando la respuesta se levantó y se dirigió a un lado de la chimenea. Tomó el atizador que se encontraba recostado en la pared y que en este caso serviría para el procedimiento, avanzó unos pasos y lo introdujo entre las llamas que en ese momento crepitaban y calentaban el hogar que de otra manera se habría visto sujeto al frío de la noche. -¿Vale la pena que se exponga así?- preguntó observando como enrojecía el metal aunque no dejaba de estar atenta a la respuesta.
Una vez que le pareció que el atizador estaba lo suficientemente caliente para cauterizar la herida regresó a su lado, acercó un pequeño taburete con su mano libre para sentarse directamente frente a él, apenas a escasos centímetros de distancia, y le ofreció un trapo grueso para que lo mordiera. -¿Está listo?- preguntó, aún sin tener idea de como de repente se había convertido en una improvisada enfermera, de lo cual mucho no tenía, y aguardando una indicación afirmativa alzó el atizador.
Calypso- Prostituta Clase Media
- Mensajes : 36
Fecha de inscripción : 05/08/2015
Re: Si mañana nunca llega [Angel Auditore]
¿Dolor o ardor?, era una mezcla de ambos lo que podía sentir entre mi hombro y brazo junto a un palpitar en la zona; el corte se había abierto más, la sangre que había recorrido por mi piel parecía haberse coagulado y lo que estaba a la vista era una superficie en carne viva con estrías rojas. La piel alrededor comenzaba a perder su color natural y lo cambiaba por uno más pálido, intente estirar el brazo, mover los dedos, pero no había reacción alguna, se encontraban dormidos y apenas podía sentirlos.
Una mueca se encontraba en mi rostro cuando ella llego y deposito el alcohol, tijeras y trapos en la mesa para el café cercana a donde estábamos, nuestra mirada se encontró escasos segundos antes de que ella tomara los trapos y los remojara en aquella solución incolora para después pasarla por la herida. No pude evitar estremecerme… era lógico que me ardiera y a pesar de no ser una herida mortal, era profunda, además que tanto mi piel como los músculos de mi hombro se encontraban completamente desgarrados– Al contrario, te lo agradezco- susurre con los dientes apretados y sin aliento cuando me pidió una disculpa, la rubia estaba siendo cuidadosa atendiendo mi herida para que esta no se infectara pero por más precaución que esta tuviera el contacto más ligero me dolía.
Trague en seco cuando Calypso terminó de limpiarme y desinfectarme para preguntarme quién me había hecho eso, mi mirada de inmediato busco sus ojos para sonreírle de lado y me tome unos segundos para meditar mi respuesta; la pérdida de sangre más el dolor que sentía aún me hacían sentir mareado y algo desubicado respecto a lo que estaba pasando en esos momentos. La seguí con la vista hasta que se colocó a lado de la chimenea y volvió a hablar mientras tomaba el atizador en sus manos y lo metía en sus llamas, baje la vista y me quede viendo los colores de esta junto a su crepitar– A veces no queda de otra, debemos hacer cosas que realmente no valen la pena- susurre sin despegar mi vista, el acero comenzaba a enrojecer poco a poco - Me criaron para esto, desde que nací sabía cuál sería mi destino y ahora salirme de ahí nunca podría ser una opción… sólo soy un peón más- termine riendo y girando mi cabeza hacia una de las ventanas de la habitación, la lluvia había decidido caer con mayor fuerza y su sonido en las ventanas de la casa había aumentado.
Escuche cuando ella se a cerco, aun su pregunta rondaba por mi cabeza junto al recuerdo de mi padre y de mi familia – Fue una tontería de mi parte, un descuido que no volverá a suceder- dije más para mí que para ella- pero debo pedirte una disculpa por venir aquí, estaba cerca y… - la mire nuevamente mientras se acercaba a donde estaba - y fue el único lugar que se me ocurrió… te sabré recompensar- termine por decir aceptando el trapo que me daba para morder, lo puse en mi boca y asentí a su pregunta respirando y exhalando lentamente.
La rubia sin perder el tiempo coloco el metal de color rojo en mi piel, ¿qué puedo decir sobre el ardor que sentí?, era la primera vez que pasaba por algo semejante y a pesar de que me había concentrado en morder el trapo que estaba en mi boca, al sentir aquello me olvide por completo de todo, algunas groserías salieron de mi boca sin preocuparme la presencia de mi acompañante mientras que con mi mano izquierda apretaba con toda mi fuerza el filo de mi asiento aferrándome a este, como sin con ese simple acto pudiera hacerle sentir el mismo dolor que yo estaba sintiendo.
Cuando paso el tiempo que juzgó necesario, retiró el atizador de mi piel, me fui hacia adelante y en acto involuntario me tome mi brazo mientras jadeaba - Maldita sea- volví a decir, mi respiración se sentía pausada y lenta pero muy lentamente el dolor comenzaba a ceder. Cuando volví a recargarme note que ella me observaba - Gracias- dije suavemente y trate de sonreírle como siempre lo hacía pero sin mucho éxito - Creo… creo que esto- ladee mi rostro hacia la herida cerrada que ahora había dejado de sangrar y se tornaba de un color rosado pálido- esto no se verá muy atractivo, ¿no?- no espere a que me contestara mientras recargaba mi cabeza echándola para atrás volví a hablar - ¿Crees que puedas invitarme un trago?- le pedí, esperando que el licor pudiera borrar un poco el dolor y las punzadas que aún lograba sentir.
Una mueca se encontraba en mi rostro cuando ella llego y deposito el alcohol, tijeras y trapos en la mesa para el café cercana a donde estábamos, nuestra mirada se encontró escasos segundos antes de que ella tomara los trapos y los remojara en aquella solución incolora para después pasarla por la herida. No pude evitar estremecerme… era lógico que me ardiera y a pesar de no ser una herida mortal, era profunda, además que tanto mi piel como los músculos de mi hombro se encontraban completamente desgarrados– Al contrario, te lo agradezco- susurre con los dientes apretados y sin aliento cuando me pidió una disculpa, la rubia estaba siendo cuidadosa atendiendo mi herida para que esta no se infectara pero por más precaución que esta tuviera el contacto más ligero me dolía.
Trague en seco cuando Calypso terminó de limpiarme y desinfectarme para preguntarme quién me había hecho eso, mi mirada de inmediato busco sus ojos para sonreírle de lado y me tome unos segundos para meditar mi respuesta; la pérdida de sangre más el dolor que sentía aún me hacían sentir mareado y algo desubicado respecto a lo que estaba pasando en esos momentos. La seguí con la vista hasta que se colocó a lado de la chimenea y volvió a hablar mientras tomaba el atizador en sus manos y lo metía en sus llamas, baje la vista y me quede viendo los colores de esta junto a su crepitar– A veces no queda de otra, debemos hacer cosas que realmente no valen la pena- susurre sin despegar mi vista, el acero comenzaba a enrojecer poco a poco - Me criaron para esto, desde que nací sabía cuál sería mi destino y ahora salirme de ahí nunca podría ser una opción… sólo soy un peón más- termine riendo y girando mi cabeza hacia una de las ventanas de la habitación, la lluvia había decidido caer con mayor fuerza y su sonido en las ventanas de la casa había aumentado.
Escuche cuando ella se a cerco, aun su pregunta rondaba por mi cabeza junto al recuerdo de mi padre y de mi familia – Fue una tontería de mi parte, un descuido que no volverá a suceder- dije más para mí que para ella- pero debo pedirte una disculpa por venir aquí, estaba cerca y… - la mire nuevamente mientras se acercaba a donde estaba - y fue el único lugar que se me ocurrió… te sabré recompensar- termine por decir aceptando el trapo que me daba para morder, lo puse en mi boca y asentí a su pregunta respirando y exhalando lentamente.
La rubia sin perder el tiempo coloco el metal de color rojo en mi piel, ¿qué puedo decir sobre el ardor que sentí?, era la primera vez que pasaba por algo semejante y a pesar de que me había concentrado en morder el trapo que estaba en mi boca, al sentir aquello me olvide por completo de todo, algunas groserías salieron de mi boca sin preocuparme la presencia de mi acompañante mientras que con mi mano izquierda apretaba con toda mi fuerza el filo de mi asiento aferrándome a este, como sin con ese simple acto pudiera hacerle sentir el mismo dolor que yo estaba sintiendo.
Cuando paso el tiempo que juzgó necesario, retiró el atizador de mi piel, me fui hacia adelante y en acto involuntario me tome mi brazo mientras jadeaba - Maldita sea- volví a decir, mi respiración se sentía pausada y lenta pero muy lentamente el dolor comenzaba a ceder. Cuando volví a recargarme note que ella me observaba - Gracias- dije suavemente y trate de sonreírle como siempre lo hacía pero sin mucho éxito - Creo… creo que esto- ladee mi rostro hacia la herida cerrada que ahora había dejado de sangrar y se tornaba de un color rosado pálido- esto no se verá muy atractivo, ¿no?- no espere a que me contestara mientras recargaba mi cabeza echándola para atrás volví a hablar - ¿Crees que puedas invitarme un trago?- le pedí, esperando que el licor pudiera borrar un poco el dolor y las punzadas que aún lograba sentir.
Angel Auditore- Inquisidor Clase Alta
- Mensajes : 33
Fecha de inscripción : 30/08/2015
Re: Si mañana nunca llega [Angel Auditore]
La rubia se concentró en mantener el atizador sobre la herida durante el tiempo que consideró necesario para quemarla, ni un segundo más ni uno menos. Durante ese momento que seguramente debió ser una eternidad para Auditore no se permitió voltear a verlo, primero, para darle privacidad, tenía la seguridad de que él no querría que alguien fuera testigo del dolor indecible que debía sentir mientras el metal encendido cauterizaba la piel, suposición que era confirmada por la serie de palabras floridas que masculló aún con el trapo puesto y que a ella no le perturbó escuchar. Segundo, no verlo le hacía más fácil mantener la cabeza fría.
Al terminar y retirar el atizador del brazo, observó la herida que ahora tenía la apariencia de estar exitosamente cerrada, y la cual después de estar lavada con el alcohol y cauterizada le permitía apreciar la profundidad y el tamaño. Aparte del corte alargado de la profunda herida habían otros desgarres menores a los lados, casi parecía como si unas poderosas garras hubiesen sido las culpables. Calypso notó entonces como Ángel se balanceaba hacia adelante casi a punto de caerse del sofa. Rápidamente alzo los brazos para sostenerle colocando sus manos tanto en su hombro sano como en su pecho y cuando él se recostó nuevamente en el respaldo se levantó buscando uno de los mullidos cojines que adornaban el mueble. La verdad es que observándole en ese momento se sentía sorprendida de que aún tuviera fuerzas para hablar, la mayoría de los hombres no soportarían la quemadura del hierro y seguramente perderían el conocimiento durante el proceso pero él no solo aún estaba despierto sino que también hablaba coherentemente.
-Es usted más fuerte de lo que yo suponía.- Observó aunque más para ella misma que para él mientras cuidadosamente acomodaba el cojín detrás de su cabeza para que estuviera más cómodo y de paso contara con un soporte. -Quiere que le dé mi opinión. Podrá llamarse a si mismo un peón pero los peones a veces resultan más fuertes que los reyes. Los peones pueden ser más fuertes porque conocen el dolor y las miserias de la vida, y de estas obtienen la mayor motivación y una voluntad mucho más determinada que la de los soberanos a quienes todo se les ha brindado desde una cuna de oro. Quizás usted sea ese tipo de peón y pueda adelantarseles en el juego. No permita que otros tomen las decisiones por usted porque estas supuestamente están ya escritas ni que le dicten adonde pertenece y adonde debe permanecer. Adelantese en el juego y cuando menos lo esperen pongales en jaque, sea usted el que tenga el dominio tanto de su vida como de ellos y de la situación.- Ladeó el rostro observándolo y acercándose a él alcanzó suavemente la comisura de su boca, depositando en ella un suave beso con sus húmedos y cálidos labios que le acariciaron permaneciendo fijos en ese lugar durante un momento en que quiso reconfortarlo.
Tras un instante se separó de su rostro y se encaminó a la cocina a buscar el licor que le había solicitado. Abrió uno de los gabinetes adonde contaba con una bien distribuida cantidad del mismo abastecida a propósito para satisfacer a quienes le visitaran. Las botellas incluían vinos de diversas clases y cosechas, incluyendo oporto y brandy, también aguardiente, ron, y whisky, entre otros. Desde el marco de la puerta le preguntó que le gustaría tomar en ese momento y tras escuchar su respuesta abrió una de las botellas y poco después regresó con un par de copas y una cubeta fría para mantener en ella la botella.
Entregó la copa a Auditore y tomó asiento a su lado en el sillón, al cruzar las piernas su bata de seda se deslizó revelando la que había colocado encima de la otra, con su blanca y suave piel expuesta que contrastaba con la tela negra y con un muslo bien formado que incitaba a las caricias. Aunque no intentaba seducir esa noche a su acompañante por el simple hecho de que pensaba que después de perder una cantidad considerable de sangre y seguramente la mayor parte de sus energías era poco probable que aún tuviese el ímpetu o el deseo de desahogar sus necesidades carnales en ella.
-Yo no diría que se verá poco atractiva.- dijo con respecto al área adonde seguramente quedaría una notoria cicatriz. -Encuentro intensamente atractivo a un hombre con cicatrices ya que son prueba de que se ha sufrido y se ha vencido. Lo prefiero a una piel tersa y lisa de un mancebo que no refleja nada. Aunque siempre he tenido gustos muy particulares.- La rubia permaneció pensativa escuchando el ruido producido por la lluvia que arreciando golpeaba las ventanas, miró a su alrededor antes de fijar nuevamente la mirada en él. -Quédese esta noche Ángel. La lluvia es cerrada y no debe salir así, podría caer por el camino y de que nos serviría todo el esfuerzo que hemos puesto en curar su herida. Además pienso que en su apuro escogió venir acá porque confía en mi aunque lo haya hecho de forma inconsciente.- Una media sonrisa se dibujó en sus labios, una modestia falsa no iba con ella, le gustaba hablar de frente, aunque no siempre dicha actitud era bien recibida. A veces la habían callado a golpes por haber dicho lo que pensaba. La mayor parte del tiempo escuchaba y se moderaba concentrándose en satisfacer a sus clientes a pesar de que ocasionalmente su temperamento salía a flote.
Colocó la copa sobre una pequeña mesa a un lado y se levantó para ofrecerle sus manos para que se levantara. -Ven conmigo a la habitación.- indicó con un tono más suave, mientras sus azulados ojos cambiaban de tonalidad volviéndose más oscuros y adquiriendo un renovado brillo que aumentaba la hermosura de la ninfa, la misma que dejaba ensimismados y despertaba un intenso deseo en cualquiera que la viera así, tanto que la actual Calypso podría haber logrado encantar al héroe legendario Ulises tal y como lo había hecho aquella ninfa griega que había portado primero el nombre.
En la planta baja habían varias habitaciones, a una de ellas no solía llevar a ninguno de sus clientes ya que la mantenía bajo llave, era la más cómoda de todas, y allí es adonde deseaba que él la acompañara.
Al terminar y retirar el atizador del brazo, observó la herida que ahora tenía la apariencia de estar exitosamente cerrada, y la cual después de estar lavada con el alcohol y cauterizada le permitía apreciar la profundidad y el tamaño. Aparte del corte alargado de la profunda herida habían otros desgarres menores a los lados, casi parecía como si unas poderosas garras hubiesen sido las culpables. Calypso notó entonces como Ángel se balanceaba hacia adelante casi a punto de caerse del sofa. Rápidamente alzo los brazos para sostenerle colocando sus manos tanto en su hombro sano como en su pecho y cuando él se recostó nuevamente en el respaldo se levantó buscando uno de los mullidos cojines que adornaban el mueble. La verdad es que observándole en ese momento se sentía sorprendida de que aún tuviera fuerzas para hablar, la mayoría de los hombres no soportarían la quemadura del hierro y seguramente perderían el conocimiento durante el proceso pero él no solo aún estaba despierto sino que también hablaba coherentemente.
-Es usted más fuerte de lo que yo suponía.- Observó aunque más para ella misma que para él mientras cuidadosamente acomodaba el cojín detrás de su cabeza para que estuviera más cómodo y de paso contara con un soporte. -Quiere que le dé mi opinión. Podrá llamarse a si mismo un peón pero los peones a veces resultan más fuertes que los reyes. Los peones pueden ser más fuertes porque conocen el dolor y las miserias de la vida, y de estas obtienen la mayor motivación y una voluntad mucho más determinada que la de los soberanos a quienes todo se les ha brindado desde una cuna de oro. Quizás usted sea ese tipo de peón y pueda adelantarseles en el juego. No permita que otros tomen las decisiones por usted porque estas supuestamente están ya escritas ni que le dicten adonde pertenece y adonde debe permanecer. Adelantese en el juego y cuando menos lo esperen pongales en jaque, sea usted el que tenga el dominio tanto de su vida como de ellos y de la situación.- Ladeó el rostro observándolo y acercándose a él alcanzó suavemente la comisura de su boca, depositando en ella un suave beso con sus húmedos y cálidos labios que le acariciaron permaneciendo fijos en ese lugar durante un momento en que quiso reconfortarlo.
Tras un instante se separó de su rostro y se encaminó a la cocina a buscar el licor que le había solicitado. Abrió uno de los gabinetes adonde contaba con una bien distribuida cantidad del mismo abastecida a propósito para satisfacer a quienes le visitaran. Las botellas incluían vinos de diversas clases y cosechas, incluyendo oporto y brandy, también aguardiente, ron, y whisky, entre otros. Desde el marco de la puerta le preguntó que le gustaría tomar en ese momento y tras escuchar su respuesta abrió una de las botellas y poco después regresó con un par de copas y una cubeta fría para mantener en ella la botella.
Entregó la copa a Auditore y tomó asiento a su lado en el sillón, al cruzar las piernas su bata de seda se deslizó revelando la que había colocado encima de la otra, con su blanca y suave piel expuesta que contrastaba con la tela negra y con un muslo bien formado que incitaba a las caricias. Aunque no intentaba seducir esa noche a su acompañante por el simple hecho de que pensaba que después de perder una cantidad considerable de sangre y seguramente la mayor parte de sus energías era poco probable que aún tuviese el ímpetu o el deseo de desahogar sus necesidades carnales en ella.
-Yo no diría que se verá poco atractiva.- dijo con respecto al área adonde seguramente quedaría una notoria cicatriz. -Encuentro intensamente atractivo a un hombre con cicatrices ya que son prueba de que se ha sufrido y se ha vencido. Lo prefiero a una piel tersa y lisa de un mancebo que no refleja nada. Aunque siempre he tenido gustos muy particulares.- La rubia permaneció pensativa escuchando el ruido producido por la lluvia que arreciando golpeaba las ventanas, miró a su alrededor antes de fijar nuevamente la mirada en él. -Quédese esta noche Ángel. La lluvia es cerrada y no debe salir así, podría caer por el camino y de que nos serviría todo el esfuerzo que hemos puesto en curar su herida. Además pienso que en su apuro escogió venir acá porque confía en mi aunque lo haya hecho de forma inconsciente.- Una media sonrisa se dibujó en sus labios, una modestia falsa no iba con ella, le gustaba hablar de frente, aunque no siempre dicha actitud era bien recibida. A veces la habían callado a golpes por haber dicho lo que pensaba. La mayor parte del tiempo escuchaba y se moderaba concentrándose en satisfacer a sus clientes a pesar de que ocasionalmente su temperamento salía a flote.
Colocó la copa sobre una pequeña mesa a un lado y se levantó para ofrecerle sus manos para que se levantara. -Ven conmigo a la habitación.- indicó con un tono más suave, mientras sus azulados ojos cambiaban de tonalidad volviéndose más oscuros y adquiriendo un renovado brillo que aumentaba la hermosura de la ninfa, la misma que dejaba ensimismados y despertaba un intenso deseo en cualquiera que la viera así, tanto que la actual Calypso podría haber logrado encantar al héroe legendario Ulises tal y como lo había hecho aquella ninfa griega que había portado primero el nombre.
En la planta baja habían varias habitaciones, a una de ellas no solía llevar a ninguno de sus clientes ya que la mantenía bajo llave, era la más cómoda de todas, y allí es adonde deseaba que él la acompañara.
Calypso- Prostituta Clase Media
- Mensajes : 36
Fecha de inscripción : 05/08/2015
Re: Si mañana nunca llega [Angel Auditore]
Mi mirada no se apartaba de ella mientras hablaba, su rubia cabellera caía a un lado de su rostro con una delicadeza y sensualidad de la cual ya estaba acostumbrado, aunque aún dudaba si ella era consciente de lo que hacía o era meramente natural. Tome con mi mano izquierda la copa de whisky que me había traído, asentí en forma de agradecimiento para después colocar en mis labios la orilla de cristal y dejar que aquel liquido entrara en mi boca para después quemar mi garganta de forma placentera. Cuando se acercó para acomodar uno de los cojines para que estuviera más cómodo, no pude evitar girar mi rostro hacia ella, la punta de mi nariz estuvo a punto de rosar su piel pero me conforme por llenar mis pulmones de su aroma, de esa fragancia dulce pero a la vez fresca a la que me estaba mal acostumbrando.
-¿Gustos particulares?- pregunté cuando ella lo dijo para alzar mi ceja derecha y dedicarle una sonrisa torcida - Espero no equivocarme pero me atrevería decir que he tenido el placer de conocer algunos de tus gustos y son bastante agradables- terminé diciéndole para contemplarla nuevamente, la lluvia estaba apretando cada vez más y el sonido de las gotas contra el cristal se había vuelto constante pero no por eso resultaba incómodo. Esos ojos azules giraron en busca de los míos para darme un media sonrisa, tal vez era por la sangre que había perdido o por el dolor de hace unos minutos, incluso, me parecía lógico que hubiera imaginado cierto brillo en sus ojos cuando terminó por invitarme a quedar.
Calle sin saber que decir al momento, debo de admitir que parte de mí se había sentido sobre acogido por la invitación, había olvidado aquel sentimiento grato que se originaba por saber que a alguien le preocupaba mi bienestar, sin embargo, una parte de mi cerebro me decía que para ella era un negocio más, una noche en la que ganaría dinero y se vería bien remunerada por los servicios y ayuda que había brindado. Lamentablemente, estaba cansado y agotado de la vida que llevaba y lo único que quería era a alguien que me escuchara y me tratara como un amigo, algo que a lo largo de nuestros encuentros, lo había encontrado con ella.
Cuando coloco su copa en la pequeña mesa y me ofreció sus manos para que le acompañara, seguí su misma acción y con su ayuda me pare- Si te soy sincero, no creo que pueda andar entre las calles por mí mismo esta noche, así que esta noche tomare el papel de Ulises y te seguiré en tu isla, a la cueva que desees llevarme- al estar parado, la distancia que nos separaba era mínima, lograba sentir la tela de su bata sobre la parte desnuda de mi torso transmitiéndome de igual forma su calor. Tal vez debía de prestar más atención a la leyenda de su nombre, su mirada se había tornado más oscura y ahora ese brillo que minutos atrás había dudado de ver, ahora lo notaba de una manera más intensa.
-Solo espero no acabar como él- me atreví a decirle, refiriéndome al hombre de aquella leyenda griega - lo cierto es, que eres capaz de desatar el deseo e hipnotizar a cualquier hombre que te vea- susurre a la vez que acariciaba con lentitud su rostro con mis dedos para terminar por levantar su mentón hacia mí y terminar por rosar sus labios con los míos. El deseo se estaba apoderando de mí, había creído que por la pérdida de sangre estaría más débil pero aquella fragancia que destilaba por sus poros, junto a ese sensual movimiento de sus labios sobre los míos me despertaba, dejé que mi mano bajara disfrutando su figura apretando su cuerpo con la fuerza que me quedaba aún más al mío.
-Te sigo como un siego Calypso- susurré apenas separándome de sus labios y ella tomando mi mano y ayudándome a caminar me guío a uno de los pasillos que no había tenido la fortuna de conocer, al final de este una puerta de madera blanca se alzaba y mientras observaba como sacaba una llave de su bolsillo para abrirle, me quede como un tonto observándola embelesado por su belleza.
-¿Gustos particulares?- pregunté cuando ella lo dijo para alzar mi ceja derecha y dedicarle una sonrisa torcida - Espero no equivocarme pero me atrevería decir que he tenido el placer de conocer algunos de tus gustos y son bastante agradables- terminé diciéndole para contemplarla nuevamente, la lluvia estaba apretando cada vez más y el sonido de las gotas contra el cristal se había vuelto constante pero no por eso resultaba incómodo. Esos ojos azules giraron en busca de los míos para darme un media sonrisa, tal vez era por la sangre que había perdido o por el dolor de hace unos minutos, incluso, me parecía lógico que hubiera imaginado cierto brillo en sus ojos cuando terminó por invitarme a quedar.
Calle sin saber que decir al momento, debo de admitir que parte de mí se había sentido sobre acogido por la invitación, había olvidado aquel sentimiento grato que se originaba por saber que a alguien le preocupaba mi bienestar, sin embargo, una parte de mi cerebro me decía que para ella era un negocio más, una noche en la que ganaría dinero y se vería bien remunerada por los servicios y ayuda que había brindado. Lamentablemente, estaba cansado y agotado de la vida que llevaba y lo único que quería era a alguien que me escuchara y me tratara como un amigo, algo que a lo largo de nuestros encuentros, lo había encontrado con ella.
Cuando coloco su copa en la pequeña mesa y me ofreció sus manos para que le acompañara, seguí su misma acción y con su ayuda me pare- Si te soy sincero, no creo que pueda andar entre las calles por mí mismo esta noche, así que esta noche tomare el papel de Ulises y te seguiré en tu isla, a la cueva que desees llevarme- al estar parado, la distancia que nos separaba era mínima, lograba sentir la tela de su bata sobre la parte desnuda de mi torso transmitiéndome de igual forma su calor. Tal vez debía de prestar más atención a la leyenda de su nombre, su mirada se había tornado más oscura y ahora ese brillo que minutos atrás había dudado de ver, ahora lo notaba de una manera más intensa.
-Solo espero no acabar como él- me atreví a decirle, refiriéndome al hombre de aquella leyenda griega - lo cierto es, que eres capaz de desatar el deseo e hipnotizar a cualquier hombre que te vea- susurre a la vez que acariciaba con lentitud su rostro con mis dedos para terminar por levantar su mentón hacia mí y terminar por rosar sus labios con los míos. El deseo se estaba apoderando de mí, había creído que por la pérdida de sangre estaría más débil pero aquella fragancia que destilaba por sus poros, junto a ese sensual movimiento de sus labios sobre los míos me despertaba, dejé que mi mano bajara disfrutando su figura apretando su cuerpo con la fuerza que me quedaba aún más al mío.
-Te sigo como un siego Calypso- susurré apenas separándome de sus labios y ella tomando mi mano y ayudándome a caminar me guío a uno de los pasillos que no había tenido la fortuna de conocer, al final de este una puerta de madera blanca se alzaba y mientras observaba como sacaba una llave de su bolsillo para abrirle, me quede como un tonto observándola embelesado por su belleza.
Angel Auditore- Inquisidor Clase Alta
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Fecha de inscripción : 30/08/2015
Re: Si mañana nunca llega [Angel Auditore]
El tomó sus manos aceptando así su invitación, y apoyándose un poco en ella recorrieron el tramo que llevaba de la sala al pasillo, y de allí a la recamara. La preocupación de que el asunto fuera de vida o muerte había quedado relegada pues le parecía que aunque débil conservaba las suficientes fuerzas para caminar apoyado en ella. Lo único que aún había que ver es si comenzaría a recuperar fuerzas durante la noche o si la pérdida de sangre había sido demasiada, lo cual volvía a ser preocupante porque implicaba que necesitaría una transfusión.
Mordió su labio inferior levemente, gesto que indicaba que estaba pensativa, aunque las palabras que escuchó acerca de convertirse en Ulises por una noche le hicieron cambiar de expresión y sonreír de medio lado. -Debería meditar bien sus palabras Ángel. Es cierto que Ulises fue un héroe pero Calypso le retuvo a su lado siete años. Seguramente no querrá que le retenga tanto tiempo.-
Lo miró de soslayo, un hombre joven y bien parecido como él podía sentirse atraído por ella, buscarla para satisfacer sus apetitos sexuales, dirigirle palabras hermosas que incluso podían ser sinceras en los momentos de pasión, pero ella no dejaba de ser lo que era. Aunque se vistiera con hermosos y elegantes vestidos y portase joyas deslumbrantes los hombres como él nunca se fijaban en mujeres como ella, en mercancía dañada. No para algo serio que pudiese perdurar más allá de algunas noches. Por otro lado, no creía en los sentimientos, no podía dar lo que no tenía para dar, por lo que parecía que la vida ponía todo en su lugar.
Se detuvieron un momento, ambos cansados, con la pared detrás de su joven cuerpo él giró en su dirección. Se convirtió en su prisionera en el breve momento en que su torso rozó su pecho.
Los dedos de la joven subieron hacia la piel expuesta, acariciando los músculos que habían quedado al descubierto por causa de la camisa hecha jirones. Notó en él la muestra del deseo que mencionaba, y sus labios se movieron lentamente respondiendo a los suyos, como si ambos estuvieran presos de un hechizo lanzado por Afrodita, la diosa griega que en ocasiones se mostraba traviesa y comenzaba a hacer de las suyas.
Después de separarse, se dirigió a la puerta que buscaban, la abrió con una de las llaves que llevaba en el bolsillo, la empujó con la mano esperando a que entrara primero y le siguió al interior.
-Acá podrá descansar durante el tiempo que necesite.- La recámara era amplia, estaba bien amueblada, además de la cama y la mesita de noche, contaba con los sillones de una cómoda sala, una mesa redonda con cuatro sillas para disfrutar de la comida, un escritorio y varias lámparas esparcidas a lo largo de la habitación. Las finas telas que cubrían la cama y la mesa, al igual que las cortinas no tenían nada que envidiar a los nobles más adinerados de París. Era en verdad, una habitación de la que estaba orgullosa.
Sin demorarse mucho le guió hacia la cama adonde le ayudó cuidadosamente a recostarse sobre el colchón. -Al parecer tiene aún energía para ciertas cosas- le dijo, inclinándose sobre él para acomodar un par de mullidas almohadas debajo de su cabeza. -pero ha perdido mucha sangre Ángel, lo mejor será que descanse y recupere fuerzas.-
Permaneció sentada junto a él, a orillas de la cama, y lo tomó de la mano sana, acariciándola suavemente, en un gesto que buscaba reconfortarlo. -Dígame si necesita algo, lo que sea, y piense en mi como una amiga.- Eventualmente subió sus piernas sobre el colchón para recostarse de medio lado a poca distancia de él y poder mirarlo mientras le hablaba. -Prométame que no terminará como Ulises. Que hará todo lo que pueda para vivir muchos años...-
Mordió su labio inferior levemente, gesto que indicaba que estaba pensativa, aunque las palabras que escuchó acerca de convertirse en Ulises por una noche le hicieron cambiar de expresión y sonreír de medio lado. -Debería meditar bien sus palabras Ángel. Es cierto que Ulises fue un héroe pero Calypso le retuvo a su lado siete años. Seguramente no querrá que le retenga tanto tiempo.-
Lo miró de soslayo, un hombre joven y bien parecido como él podía sentirse atraído por ella, buscarla para satisfacer sus apetitos sexuales, dirigirle palabras hermosas que incluso podían ser sinceras en los momentos de pasión, pero ella no dejaba de ser lo que era. Aunque se vistiera con hermosos y elegantes vestidos y portase joyas deslumbrantes los hombres como él nunca se fijaban en mujeres como ella, en mercancía dañada. No para algo serio que pudiese perdurar más allá de algunas noches. Por otro lado, no creía en los sentimientos, no podía dar lo que no tenía para dar, por lo que parecía que la vida ponía todo en su lugar.
Se detuvieron un momento, ambos cansados, con la pared detrás de su joven cuerpo él giró en su dirección. Se convirtió en su prisionera en el breve momento en que su torso rozó su pecho.
Los dedos de la joven subieron hacia la piel expuesta, acariciando los músculos que habían quedado al descubierto por causa de la camisa hecha jirones. Notó en él la muestra del deseo que mencionaba, y sus labios se movieron lentamente respondiendo a los suyos, como si ambos estuvieran presos de un hechizo lanzado por Afrodita, la diosa griega que en ocasiones se mostraba traviesa y comenzaba a hacer de las suyas.
Después de separarse, se dirigió a la puerta que buscaban, la abrió con una de las llaves que llevaba en el bolsillo, la empujó con la mano esperando a que entrara primero y le siguió al interior.
-Acá podrá descansar durante el tiempo que necesite.- La recámara era amplia, estaba bien amueblada, además de la cama y la mesita de noche, contaba con los sillones de una cómoda sala, una mesa redonda con cuatro sillas para disfrutar de la comida, un escritorio y varias lámparas esparcidas a lo largo de la habitación. Las finas telas que cubrían la cama y la mesa, al igual que las cortinas no tenían nada que envidiar a los nobles más adinerados de París. Era en verdad, una habitación de la que estaba orgullosa.
Sin demorarse mucho le guió hacia la cama adonde le ayudó cuidadosamente a recostarse sobre el colchón. -Al parecer tiene aún energía para ciertas cosas- le dijo, inclinándose sobre él para acomodar un par de mullidas almohadas debajo de su cabeza. -pero ha perdido mucha sangre Ángel, lo mejor será que descanse y recupere fuerzas.-
Permaneció sentada junto a él, a orillas de la cama, y lo tomó de la mano sana, acariciándola suavemente, en un gesto que buscaba reconfortarlo. -Dígame si necesita algo, lo que sea, y piense en mi como una amiga.- Eventualmente subió sus piernas sobre el colchón para recostarse de medio lado a poca distancia de él y poder mirarlo mientras le hablaba. -Prométame que no terminará como Ulises. Que hará todo lo que pueda para vivir muchos años...-
Calypso- Prostituta Clase Media
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Re: Si mañana nunca llega [Angel Auditore]
Ella abrió la puerta de la habitación, inmediatamente me asombre por tan pulcra decoración. La recámara era amplia y elegante, al centro de esta se encontraba una cama lo bastante amplía que era cubierta por finas telas de colores neutros que iban acorde con la decoración del lugar. A lado de esta se encontraban dos mesas de noche con sus respectivas lámparas que alumbraban la habitación junto a otras que están dispersadas por la amplia habitación. Una pequeña sala bien distribuida y una mesa redonda con sus sillas a juego de madera fina se encontraba a lado de un ventanal del cual caían gruesas pero elegantes cortinas.
Le sonreí cuando ella me miro e invito a pasar, supe que estaba conforme y orgullosa de aquel espacio que no le pedía nada a cualquier recámara de los hoteles o residencias más lujosos de Paris- Tal vez tenga que contratarte para decorar mi casa- susurre con una ligera risa dándole crédito por la habitación, Calypso me condujo hacia la cama y con su ayuda me logre recostar sobre el colchón; reí tras sus comentarios mientras que ponía unas mullidas almohadas debajo de mi cabeza para que estuviera mejor apoyado- Es difícil poder contenerse cuando una mujer como tú está cerca, lo debes de saber muy bien- volví a hablar, ambos éramos conscientes de lo bella y sensual que era ella, estaba seguro que yo no era el único hombre que había caído en sus encantos y la rubia frente a mí que se acomodaba en la orilla de la cama y me sonreía mientras acariciaba mi mano en un gesto reconfortante, sabía usarlo a su favor, había sabido como escalar poco a poco y llegar hasta donde estaba, no podía negar su inteligencia, virtud que me había llamado la atención desde que la había conocido y que aún me seguía intrigando.
Seguí escuchándola pero sin dirigir mi mirada a sus bellos ojos, me encontraba ensimismado en mis propios pensamientos después de lo que me había dicho. Mis ojos recorrieron sus piernas después de que se recostara aun lado mío, su bata negra cubría solo lo necesario pero dejaba ver más de lo que tal vez ella pretendía, tuve que controlar mi deseo por querer acariciar su blanca piel con mis dedos pero en realidad sus palabras no dejaban de hacerme pensar sobre el futuro de mi vida - ¿Realmente vale la pena vivir muchos años en una sociedad como esta?- le pregunté alzando mi mirada a ella, ladee mi cabeza a un lado y remojé mis labios pasando mi lengua entre ellos antes de volver a hablar- Me gustaría poder prometerte algo así, si te soy sincero, el que me digas eso me hace creer que me has llegado a apreciar aunque sea un poco y que aunque no me catalogues como un amigo al menos soy alguien al que no le deseas ningún mal- seguí hablando y observándole mientras me permitía ceder a mi deseo de acariciar aunque fuera su mejilla- Sin embargo… en mi “trabajo”, no se sabe que es lo que pueda pasar… lo puedes ver en estos momentos- reí tratando de mover mi brazo herido para terminar lanzado una expresión de dolor - el más mínimo descuido y puedo dejar este mundo para siempre, aunque algo te puedo asegurar- gire de nuevo hacia ella y sin querer ponerme serio, el solo pensar lo que había ocurrido con mi familia, la seriedad se hizo presente en mi voz- no voy a dejar este mundo sin antes haber obtenido mi venganza, creo que es eso lo que precisamente me hace encontrarle algún sentido a mi vida.
No espere que ella dijera algo o indagara más en mi vida, había sido un poco imprudente en mis palabras y en lo que le había dicho pero algo dentro de mí había descansado, era la primer persona a la que le podía decir eso sin importarme lo que pensara sobre mí –Creo que en realidad te tome la palabra de pensar en ti como una amiga- le sonreí sinceramente y continúe con cierta curiosidad- ¿Por qué el nombre de Calypso?, desde que te conocí tuve curiosidad por tu nombre y me he hecho miles de ideas del porque tomaste ese nombre, aunque no creo que alguna de ellas sea la acertada- me arriesgue a preguntarle sin tener la certeza de que me contestaría, tras su silencio, llegue a pensar que se debatía por decirme o no, o que tal vez hubiera ido muy lejos para preguntar algo tan personal – Espero que mi pregunta no te moleste, pero… hay algo… hay algo que me causa curiosidad, tenemos tiempo de conocernos y siempre has sido muy reservada en tu vida…- reí y pase mi mano por mi despeinado cabello oscuro- disculpa, estoy siendo muy descortés contigo.
Le sonreí cuando ella me miro e invito a pasar, supe que estaba conforme y orgullosa de aquel espacio que no le pedía nada a cualquier recámara de los hoteles o residencias más lujosos de Paris- Tal vez tenga que contratarte para decorar mi casa- susurre con una ligera risa dándole crédito por la habitación, Calypso me condujo hacia la cama y con su ayuda me logre recostar sobre el colchón; reí tras sus comentarios mientras que ponía unas mullidas almohadas debajo de mi cabeza para que estuviera mejor apoyado- Es difícil poder contenerse cuando una mujer como tú está cerca, lo debes de saber muy bien- volví a hablar, ambos éramos conscientes de lo bella y sensual que era ella, estaba seguro que yo no era el único hombre que había caído en sus encantos y la rubia frente a mí que se acomodaba en la orilla de la cama y me sonreía mientras acariciaba mi mano en un gesto reconfortante, sabía usarlo a su favor, había sabido como escalar poco a poco y llegar hasta donde estaba, no podía negar su inteligencia, virtud que me había llamado la atención desde que la había conocido y que aún me seguía intrigando.
Seguí escuchándola pero sin dirigir mi mirada a sus bellos ojos, me encontraba ensimismado en mis propios pensamientos después de lo que me había dicho. Mis ojos recorrieron sus piernas después de que se recostara aun lado mío, su bata negra cubría solo lo necesario pero dejaba ver más de lo que tal vez ella pretendía, tuve que controlar mi deseo por querer acariciar su blanca piel con mis dedos pero en realidad sus palabras no dejaban de hacerme pensar sobre el futuro de mi vida - ¿Realmente vale la pena vivir muchos años en una sociedad como esta?- le pregunté alzando mi mirada a ella, ladee mi cabeza a un lado y remojé mis labios pasando mi lengua entre ellos antes de volver a hablar- Me gustaría poder prometerte algo así, si te soy sincero, el que me digas eso me hace creer que me has llegado a apreciar aunque sea un poco y que aunque no me catalogues como un amigo al menos soy alguien al que no le deseas ningún mal- seguí hablando y observándole mientras me permitía ceder a mi deseo de acariciar aunque fuera su mejilla- Sin embargo… en mi “trabajo”, no se sabe que es lo que pueda pasar… lo puedes ver en estos momentos- reí tratando de mover mi brazo herido para terminar lanzado una expresión de dolor - el más mínimo descuido y puedo dejar este mundo para siempre, aunque algo te puedo asegurar- gire de nuevo hacia ella y sin querer ponerme serio, el solo pensar lo que había ocurrido con mi familia, la seriedad se hizo presente en mi voz- no voy a dejar este mundo sin antes haber obtenido mi venganza, creo que es eso lo que precisamente me hace encontrarle algún sentido a mi vida.
No espere que ella dijera algo o indagara más en mi vida, había sido un poco imprudente en mis palabras y en lo que le había dicho pero algo dentro de mí había descansado, era la primer persona a la que le podía decir eso sin importarme lo que pensara sobre mí –Creo que en realidad te tome la palabra de pensar en ti como una amiga- le sonreí sinceramente y continúe con cierta curiosidad- ¿Por qué el nombre de Calypso?, desde que te conocí tuve curiosidad por tu nombre y me he hecho miles de ideas del porque tomaste ese nombre, aunque no creo que alguna de ellas sea la acertada- me arriesgue a preguntarle sin tener la certeza de que me contestaría, tras su silencio, llegue a pensar que se debatía por decirme o no, o que tal vez hubiera ido muy lejos para preguntar algo tan personal – Espero que mi pregunta no te moleste, pero… hay algo… hay algo que me causa curiosidad, tenemos tiempo de conocernos y siempre has sido muy reservada en tu vida…- reí y pase mi mano por mi despeinado cabello oscuro- disculpa, estoy siendo muy descortés contigo.
Última edición por Angel Auditore el Sáb Oct 10, 2015 8:09 pm, editado 1 vez
Angel Auditore- Inquisidor Clase Alta
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Re: Si mañana nunca llega [Angel Auditore]
-Y sin embargo, ¿usted se contiene no es cierto?- La rubia le dirigió una sonrisa seductora al mirarlo. La lluvia repiqueteaba fuertemente al golpear el vidrio de la ventana de la habitación e invitaba a permanecer tumbado con el calor de la chimenea de la recámara o leyendo un buen libro. Ah si, la cortesana leía. Madame Brodeur se había encargado de su educación y de que fuera capaz de mantener una conversación inteligente con sus clientes de abolengo.
-A muchos les gusta conversar y de esa manera sentirse menos culpables diciendose a si mismos que te tratan como persona y no sólo como un trozo de carne antes de follarte.- le había enseñado. Su antigua instructora nunca había tenido pelos en la lengua, lo cual era una cualidad que la eslava siempre apreció.
Mientras escuchaba las palabras de Auditore, se acercó a él y con cuidado retiró su camisa hecha jirones, no valía la pena que la tuviera puesta, tras lo cual se acostó a su lado. Lo que él le expresaba en ese momento le hacía creer que llevaba cargas en sus hombros, y que estas eran realmente pesadas. Nunca había imaginado que él se dedicara a algo peligroso, quizás había más en él de lo que había creído en un principio.
-Pensé que su trabajo era más sosegado.- Comentó comenzando a verle bajo una perspectiva diferente. En ese momento estaba estudiándolo, sopesando de qué estaba hecho. ¿Le importaba a ella lo que él decía? Quien sabe, al inicial la noche lo había considerado una posible inconveniencia, ahora comenzaba a capturar su interés.
-Si no existe la suficiente motivación de vivir por uno mismo la venganza es una realmente poderosa.- De todas las motivaciones posibles esa era una de las mayores razones para no dejar de existir. Reflexionó y le observó largo y tendido al escuchar su última pregunta antes de voltear para dejarse caer de espaldas sobre el colchón y observar el techo sobre ellos. En esa posición la cortesana parecía pensativa mientras el escote de su bata con escote en V permitía ver el movimiento de sus firmes senos que subían y bajaban conforme respiraba.
El silencio se prolongó un momento antes de que volviese a hablar. -Cuando se es una ramera a nadie le importa quien eres ni mucho menos cual es tu nombre siempre y cumplas con lo que esperan de ti, que folles bien. Además los hombres son volubles y se cansan rápido de lo mismo, por lo que cuando estoy con ellos he de adueñarme de sus fantasías y cumplir cada una de ellas para asegurarme de que deseen volver conmigo. Calypso representa a la ninfa, a la hechicera griega que les seduce y mantiene su interés, por lo que cuando estoy con ellos he de ser ella.-
Giró sobre un lado y acercándose a él recorrió su pecho subiendo por su piel con sus manos. -Incluso a usted le gusta la ninfa Ángel, por eso ha regresado a verme muchas veces en las últimas semanas. Sé que habla de amistad pero he notado como durante esta noche su mirada se ha fijado en el inicio de mis pechos y se ha detenido a observar la desnudez de mis piernas con cada movimiento que realizo. ¿De verdad desea ser Ulises y comenzar una amistad conmigo o son simples palabras que brotan de sus labios y de las cuales ya no se acordará mañana?-
A partir de ese momento le ponía a prueba. Si había algo diferente en Ángel Auditore o si estaba hecho de la misma materia de la cual están hechos todos los hombres ella lo descubriría esa noche.
-A muchos les gusta conversar y de esa manera sentirse menos culpables diciendose a si mismos que te tratan como persona y no sólo como un trozo de carne antes de follarte.- le había enseñado. Su antigua instructora nunca había tenido pelos en la lengua, lo cual era una cualidad que la eslava siempre apreció.
Mientras escuchaba las palabras de Auditore, se acercó a él y con cuidado retiró su camisa hecha jirones, no valía la pena que la tuviera puesta, tras lo cual se acostó a su lado. Lo que él le expresaba en ese momento le hacía creer que llevaba cargas en sus hombros, y que estas eran realmente pesadas. Nunca había imaginado que él se dedicara a algo peligroso, quizás había más en él de lo que había creído en un principio.
-Pensé que su trabajo era más sosegado.- Comentó comenzando a verle bajo una perspectiva diferente. En ese momento estaba estudiándolo, sopesando de qué estaba hecho. ¿Le importaba a ella lo que él decía? Quien sabe, al inicial la noche lo había considerado una posible inconveniencia, ahora comenzaba a capturar su interés.
-Si no existe la suficiente motivación de vivir por uno mismo la venganza es una realmente poderosa.- De todas las motivaciones posibles esa era una de las mayores razones para no dejar de existir. Reflexionó y le observó largo y tendido al escuchar su última pregunta antes de voltear para dejarse caer de espaldas sobre el colchón y observar el techo sobre ellos. En esa posición la cortesana parecía pensativa mientras el escote de su bata con escote en V permitía ver el movimiento de sus firmes senos que subían y bajaban conforme respiraba.
El silencio se prolongó un momento antes de que volviese a hablar. -Cuando se es una ramera a nadie le importa quien eres ni mucho menos cual es tu nombre siempre y cumplas con lo que esperan de ti, que folles bien. Además los hombres son volubles y se cansan rápido de lo mismo, por lo que cuando estoy con ellos he de adueñarme de sus fantasías y cumplir cada una de ellas para asegurarme de que deseen volver conmigo. Calypso representa a la ninfa, a la hechicera griega que les seduce y mantiene su interés, por lo que cuando estoy con ellos he de ser ella.-
Giró sobre un lado y acercándose a él recorrió su pecho subiendo por su piel con sus manos. -Incluso a usted le gusta la ninfa Ángel, por eso ha regresado a verme muchas veces en las últimas semanas. Sé que habla de amistad pero he notado como durante esta noche su mirada se ha fijado en el inicio de mis pechos y se ha detenido a observar la desnudez de mis piernas con cada movimiento que realizo. ¿De verdad desea ser Ulises y comenzar una amistad conmigo o son simples palabras que brotan de sus labios y de las cuales ya no se acordará mañana?-
A partir de ese momento le ponía a prueba. Si había algo diferente en Ángel Auditore o si estaba hecho de la misma materia de la cual están hechos todos los hombres ella lo descubriría esa noche.
Última edición por Calypso el Vie Oct 16, 2015 3:33 am, editado 2 veces
Calypso- Prostituta Clase Media
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Re: Si mañana nunca llega [Angel Auditore]
¿Que había esperado de ella al contarle todo lo que había cruzado por mi cabeza minutos antes?... me pregunté poco después de haber dejado de hablar, de haberle preguntado aquello tan personal que no estaba seguro me contestaría. La calidez de su mano había abandonado mi torso desnudo, la camisa hecha jirones y manchada de sangre yacía en el pulcro piso, mientras que en mi cabeza se seguían formulando diferentes preguntas con aquél silencio por parte de ambos.
Una mirada difícil de interpretar era la que me observaba, ¿había sido demasiado descortés? Volví a preguntarme cuando ella se giró y se tendió boca arriba en la cama, mis ojos no había dejado de observarle y en esa posición, donde su escote en forma de V caía un poco más hacia un costado dejándome ver sus pechos que subían y bajaban conforme ella respiraba no pude dejar de sentir cierta excitación en mi parte baja. Trate de desviar mi mirada sin éxito alguno cuando Calypso comenzó a hablar pero conforme me fue dando su explicación fui analizando cada una de sus palabras, fui dejando que mi cabeza pensara en lo que ella decía y con lo cual describía perfectamente a la mayoría de los hombres – Por tus palabras puedo entender que solamente has conocido caballeros con esa forma de pensar, a las cuales, creo que has sabido servirles y con los que has logrado llegar hasta donde éstas- le dije cuando ella termino de hablar y nuestra mirada estaba puesta en el otro -describes perfectamente a aquellos que buscan la satisfacción y placer que no encuentran en casa o en sus vida diaria, sin embargo, no creo que todos sean de esa manera…- guarde silencio, ambos lo hicimos durante unos segundos en los que meditábamos nuestras palabras.
Ella volvió a girar a un costado para quedar encima de mío, sus manos comenzaron a subir por mi torso desnudo dejándome disfrutar de sus caricias, de la suavidad de su piel contra la mía. Pero su mirada, esos ojos que me atraían e intrigaban, me miraban con un cierto resplandor en ellos que no podía identificar, como si supiera algo que yo aún desconocía.
Escuche atento sus palabras mientras detallaba el como yo la veía, conforme hablaba mi sonrisa comenzaba a aparecer para terminar riendo ligeramente de manera divertida y no de una manera avergonzada como cuando atrapan a un niño en una travesura – No te voy a negar que me gustas, que has sabido tenerme intrigado y que has despertado de diferentes formas mi interés por ti- comencé diciéndole sin abandonar la sonrisa en mi rostro mientras acariciaba sus hombros con la yema de mis dedos con lentitud - Y si, mis ojos pueden no hablar precisamente de amistad… pero es difícil que no te voltee a ver, que no me fije en tu cuerpo o que trate de no desearte cada vez que te veo- volví de nuevo a decirle - pero me considero diferente a los hombres a los que describiste hace unos instantes.
Calle unos segundos en lo que no hicimos más que obsérvanos, más que analizar nuestras palabras – Mis palabras no salen solo porque sí, no soy de los dicen una noche una cosa y en la mañana olvidan lo que sucedió- contesté para inmediatamente proseguir - Y ser Ulises, no creo que sea lo indicado… prefiero escribir mi propia historia, de hecho- hice una pausa para aprovechar y acariciar su mejilla - prefiero que ambos escribamos nuestra propia historia, que sea diferente a lo que escribió Homero, pero ambos debemos decidir si confiar en el otro o no… esa es la cuestión, ¿no crees?, ¿Confiarías en mí Calypso?
Una mirada difícil de interpretar era la que me observaba, ¿había sido demasiado descortés? Volví a preguntarme cuando ella se giró y se tendió boca arriba en la cama, mis ojos no había dejado de observarle y en esa posición, donde su escote en forma de V caía un poco más hacia un costado dejándome ver sus pechos que subían y bajaban conforme ella respiraba no pude dejar de sentir cierta excitación en mi parte baja. Trate de desviar mi mirada sin éxito alguno cuando Calypso comenzó a hablar pero conforme me fue dando su explicación fui analizando cada una de sus palabras, fui dejando que mi cabeza pensara en lo que ella decía y con lo cual describía perfectamente a la mayoría de los hombres – Por tus palabras puedo entender que solamente has conocido caballeros con esa forma de pensar, a las cuales, creo que has sabido servirles y con los que has logrado llegar hasta donde éstas- le dije cuando ella termino de hablar y nuestra mirada estaba puesta en el otro -describes perfectamente a aquellos que buscan la satisfacción y placer que no encuentran en casa o en sus vida diaria, sin embargo, no creo que todos sean de esa manera…- guarde silencio, ambos lo hicimos durante unos segundos en los que meditábamos nuestras palabras.
Ella volvió a girar a un costado para quedar encima de mío, sus manos comenzaron a subir por mi torso desnudo dejándome disfrutar de sus caricias, de la suavidad de su piel contra la mía. Pero su mirada, esos ojos que me atraían e intrigaban, me miraban con un cierto resplandor en ellos que no podía identificar, como si supiera algo que yo aún desconocía.
Escuche atento sus palabras mientras detallaba el como yo la veía, conforme hablaba mi sonrisa comenzaba a aparecer para terminar riendo ligeramente de manera divertida y no de una manera avergonzada como cuando atrapan a un niño en una travesura – No te voy a negar que me gustas, que has sabido tenerme intrigado y que has despertado de diferentes formas mi interés por ti- comencé diciéndole sin abandonar la sonrisa en mi rostro mientras acariciaba sus hombros con la yema de mis dedos con lentitud - Y si, mis ojos pueden no hablar precisamente de amistad… pero es difícil que no te voltee a ver, que no me fije en tu cuerpo o que trate de no desearte cada vez que te veo- volví de nuevo a decirle - pero me considero diferente a los hombres a los que describiste hace unos instantes.
Calle unos segundos en lo que no hicimos más que obsérvanos, más que analizar nuestras palabras – Mis palabras no salen solo porque sí, no soy de los dicen una noche una cosa y en la mañana olvidan lo que sucedió- contesté para inmediatamente proseguir - Y ser Ulises, no creo que sea lo indicado… prefiero escribir mi propia historia, de hecho- hice una pausa para aprovechar y acariciar su mejilla - prefiero que ambos escribamos nuestra propia historia, que sea diferente a lo que escribió Homero, pero ambos debemos decidir si confiar en el otro o no… esa es la cuestión, ¿no crees?, ¿Confiarías en mí Calypso?
Angel Auditore- Inquisidor Clase Alta
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Re: Si mañana nunca llega [Angel Auditore]
Calypso escuchaba las palabras de Auditore y la manera en que él veía las cosas desde la perspectiva de lo que ella le había narrado, y a la vez prestaba atención al lenguaje corporal de él. A la forma en que él la miraba con atención, la manera en que sus manos acariciaban sus hombros, su forma de hablarle, e incluso la ligera excitación que había notado en su entrepierna hace un momento y que le indicaba con bastante claridad que él la deseaba, por lo que no necesitaba confirmación verbal suya aunque él lo expresó con bastante franqueza.
-Eres un hombre muy dulce.- dijo, en respuesta a sus palabras. Ya había notado algo de esa faceta suya pero no lo había visto con tanta claridad hasta esa noche. No sabía si él se percataba de esa dulzura pero allí estaba, enmascarada en el hombre que hablaba de venganza y que ponía en duda el sentido de la vida.
-¿Cómo es que no estás casado y pasas la noche conmigo en lugar de que una hermosa señora de Auditore te espere en casa?- Tomó la mano masculina que acariciaba su mejilla y sus húmedos y cálidos labios besaron sus nudillos. -¿O si estás casado?- Calypso alzó una ceja ante la posibilidad, en su mano no había una alianza de matrimonio aunque algunos de sus clientes solían guardarla al acudir a ella. No es que le molestara el hecho de que pudiera estarlo, simplemente sentía curiosidad.
-Tengo que advertirte algo si de verdad deseas mi amistad o que escribamos las páginas de la misma. Una vez que confio en alguien, ese alguien puede confiar en mi incondicionalmente. Pero de la misma forma en que entrego mi confianza exijo que esta nunca se traicione. Jamás he perdonado una puñalada por la espalda.- La cortesana ya no le hablaba como le hablaría a un cliente, sino como lo haría con una persona cercana a ella.
-Soy muy vehemente en mis relaciones Ángel, y no me refiero sólo a mis deseos o afectos, sino también a mis odios, puedo ser cruel y muy vengativa.- Le observó en silencio unos minutos dándole tiempo de procesar lo que le advertía. La joven eslava se había manchado las manos de sangre en el pasado y no sentía remordimiento por haberlo hecho pues consideraba que había sido justo. -Si a pesar de lo que digo quieres seguir adelante confiaré en ti. Si decides que no te agrada comprenderé igual si lo dices ahora.-
Dicho eso acercó su rostro al de él y rozó sus labios con los suyos, a ella no le agradaba particularmente besar a quien fuera, pero en ese momento deseaba besar a Ángel. Su femenino aliento se mezcló con el de él y su lengua repaso suavemente sus labios buscando entrar en ellos. Cuando su boca se abrió brindándole acceso buscó la lengua ajena y jugó con ella con dulzura, aumentando poco a poco la vehemencia y la intensidad del beso.
Sus manos soltaron las cintas que mantenían cerrada su bata, exponiendo así la blanca piel de su cuerpo, que buscó el de él pegándose a este. Sus pechos firmes y llenos respondieron a la cercanía del pecho masculino erizando sus rosados pezones y el firme y dorado monte de venus se frotó suavemente contra la virilidad masculina buscando que esta reaccionara a su estímulo. -Qué tanto podemos escribir de la historia que propones esta noche?- dijo al separarse sus bocas. Mordió su labio inferior y con el rostro muy cerca del suyo y su cabello dorado cayendo sobre sus hombros le observó desafiante, arrogante, exigente, excitada, e impaciente.
-Eres un hombre muy dulce.- dijo, en respuesta a sus palabras. Ya había notado algo de esa faceta suya pero no lo había visto con tanta claridad hasta esa noche. No sabía si él se percataba de esa dulzura pero allí estaba, enmascarada en el hombre que hablaba de venganza y que ponía en duda el sentido de la vida.
-¿Cómo es que no estás casado y pasas la noche conmigo en lugar de que una hermosa señora de Auditore te espere en casa?- Tomó la mano masculina que acariciaba su mejilla y sus húmedos y cálidos labios besaron sus nudillos. -¿O si estás casado?- Calypso alzó una ceja ante la posibilidad, en su mano no había una alianza de matrimonio aunque algunos de sus clientes solían guardarla al acudir a ella. No es que le molestara el hecho de que pudiera estarlo, simplemente sentía curiosidad.
-Tengo que advertirte algo si de verdad deseas mi amistad o que escribamos las páginas de la misma. Una vez que confio en alguien, ese alguien puede confiar en mi incondicionalmente. Pero de la misma forma en que entrego mi confianza exijo que esta nunca se traicione. Jamás he perdonado una puñalada por la espalda.- La cortesana ya no le hablaba como le hablaría a un cliente, sino como lo haría con una persona cercana a ella.
-Soy muy vehemente en mis relaciones Ángel, y no me refiero sólo a mis deseos o afectos, sino también a mis odios, puedo ser cruel y muy vengativa.- Le observó en silencio unos minutos dándole tiempo de procesar lo que le advertía. La joven eslava se había manchado las manos de sangre en el pasado y no sentía remordimiento por haberlo hecho pues consideraba que había sido justo. -Si a pesar de lo que digo quieres seguir adelante confiaré en ti. Si decides que no te agrada comprenderé igual si lo dices ahora.-
Dicho eso acercó su rostro al de él y rozó sus labios con los suyos, a ella no le agradaba particularmente besar a quien fuera, pero en ese momento deseaba besar a Ángel. Su femenino aliento se mezcló con el de él y su lengua repaso suavemente sus labios buscando entrar en ellos. Cuando su boca se abrió brindándole acceso buscó la lengua ajena y jugó con ella con dulzura, aumentando poco a poco la vehemencia y la intensidad del beso.
Sus manos soltaron las cintas que mantenían cerrada su bata, exponiendo así la blanca piel de su cuerpo, que buscó el de él pegándose a este. Sus pechos firmes y llenos respondieron a la cercanía del pecho masculino erizando sus rosados pezones y el firme y dorado monte de venus se frotó suavemente contra la virilidad masculina buscando que esta reaccionara a su estímulo. -Qué tanto podemos escribir de la historia que propones esta noche?- dijo al separarse sus bocas. Mordió su labio inferior y con el rostro muy cerca del suyo y su cabello dorado cayendo sobre sus hombros le observó desafiante, arrogante, exigente, excitada, e impaciente.
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