Extractos arrancados || Audrey Browning

por **Elizabeth of York** Sáb Sep 12, 2015 11:16 pm

Luz de sol que llena los cielos, por las calles de parís donde las bellasy ostentosas masiones y hogares presuntuosos con jardines que avergonzarían a Dios nuestro señor por que en ellos no hay pequeños inocentes para jugar solo mesitas pequeñas de té y mujeres con joyas que hace peso a sus cuerpos, allá a lo lejos un edifcio que sirve para aquellos pequeños ángeles que no tienen un hogar o son abandonados a la deriva propia cuenten con lo necesario para considerarlo "Mi Casa".

La novicia, una joven de a apenas quince años mira a su dama ayudándole con una sonrisa en los labios, la joven se sonroja y acepta la ayuda de Lady of York aun cuan sabe que tendrá que dejarla sola pues la hora de preparar el almuerzo para todos en aquel hogar donde todos aquellos que no tengan un lugar fijo pueden tenerlo ehí, las puertas nunca estan cerradas y siempre están con los brazos abiertos esperando a un nuevo niño o adolescente que haya perdido el camino y las ganas de vivir en la calle solo, un hogar que es mucho para un joven que vive en soledad, pero ahí en el orfanato ya no se siente tan sola, dentro viven algunas mujeres y jóvenes, niños y niñas; además de que ocasionalmente algunos niños que tienen a su padres suelen pasear por aquellos jardines deleitándose de la vista de figuras como dragones, aves, animales y un sinfín de demostraciones creadas en arbustos y rosas de colores rojos, blancos y amarillos.

-Si tan solo todo fuera así, así como tu y yo-

Mira la rosa sonriendo dejándola sobre el césped como si fuera el reflejo de ella mismo en aquella mansión con un bordado de hilos rojos en punto cruz, con una obra de un colibrí sobre una tela blanca.

por **Audrey Browning** Vie Sep 18, 2015 12:39 am

El orfanato no parecía ser uno de los primeros lugares a visitar en la lista de Audrey, sin embargo, desde su llegada a París las cosas habían cambiando demasiado para la inglesa, quien a base de engaños termino en el hogar de un prometido que se empeñaba en hacerle la vida miserable. La Browning apenas y estaba conociendo las calles de aquella nueva ciudad donde tendría que pasar su vida, aún no podía decir que tuviese amistades y el único sitio que quedaba no tan retirado de su hogar, al que podía llegar fácilmente y donde por supuesto, no escucharía los gritos de su prometido, era el orfanato. En Inglaterra nunca le hubiese pasado por la cabeza la idea de ir a ofrecerse como ayudante a un lugar así, pero ahora que la vida le trataba de una manera diferente, creyó que era una buena oportunidad para hacer algo completamente diferente a lo que solía.

Llegando a aquel edificio, pudo observar como los chiquillos iban de un lado a otro, todos detrás de las almas caritativas que se dedicaban al cuidado de cada uno de ellos y fue mientras observaba a un grupo de pequeños que una mujer se acercó hasta ella para comenzar a hacerle conversación. La inglesa sonrió a la mujer y de manera educada dio su nombre y el motivo que le llevaba a presentarse en aquel sitio; una vez hecho aquello, fue guiada por esa misma mujer hasta encontrarse con una novicia que le dio la bienvenida y le pidió de favor que le acompañase a los jardines. Audrey se despidió cortésmente de la primera mujer y con paso presuroso siguió a la novicia que no paraba de decirle que la hora de alimentar a todos los pequeños estaba cerca y que justamente había la inglesa llegado en el momento más oportuno.

En los jardines, Audrey se encuentra con cinco pequeñitos con edades de entre los 5 y 7 años los cuales quedan a su cuidado en lo que la comida estaba lista y la novicia se alejaba a cumplir con otros deberes. Los niños se muestras sonrientes ante la inglesa y comienzan a hacer preguntas que llevan a la joven a mostrarles una sonrisa sincera y a responderles tan bien como le es posible, hasta que después de un rato uno de los niños da la brillante idea de ir a dar un paseo por los jardines y aunque en un primer momento ella se niega, la insistencia de todos le hace ceder y comenzar a andar por aquel lugar en lo que los chiquillos corretean alegres a su alrededor o al menos la hacen hasta que alguien que quizás conocen parece llamar la atención de todos ellos y terminan por correr y rodear a una joven que se encuentra sentada en el pasto.
– Niños, no hagan eso que pueden molestar a los demás – les dice una vez que llega hasta donde se encuentran y observa a ala joven que teje – Espero que no te cause inconveniente si vemos un poco lo que estas haciendo, los niños son bastante curiosos – es lo primero que atina a decir, mientras que todos los pequeños se quedan observando fascinados los colores del tejido, al igual que Audrey – Lo que estas haciendo es muy bonito, yo creo que me sería imposible hacer algo tan llamativo y hermoso – hace aquel comentario, observando con atención el colibrí.

por **Elizabeth of York** Jue Nov 12, 2015 10:31 pm

Pequeña brisa que agita los cabellos recogidos de la joven, aun con un poco resplandor el rostro de la joven parece calmada y apacible, muy serena sin apartar la vista de su trabajo de bordado, las rosas que se agitan con aquel sonido tan peculiar que suelen emitir, al igual que la fragancia que arrojan para que dancen entre las pequeñas ráfaga. Con aquel ambiente iba aquella joven dando pequeños movimientos y trazos que ayudaban da dar forma al bordado que realizaba-

Lentamente se iba perdiendo en su concentración hasta que pequeñas voces a su alrededor comenzaron a soltar canticos y risitas admirados por el trabajo de aquella joven que con una sonrisa escondida les dedica y movía más sus dedos para que ellos pudieran apreciar la silueta de aquel pequeño colibrí –Es muy bonito ¿puede hacer otros?– pregunto uno de ellos, y con sonrisa en su rostro levantó la mirada asintiendo –Por qué no solo atrapa uno de esos– otro que estaba más atrás preguntaba con ojos cerrados y la joven York solo soltó una risita amable, moviendo sus labios para dejar que el tono melódico y dulce se hiciera presente –Sería muy malo capturar a una de esas bellas aves, le estaría haciendo un mal, imagina que eres tu aquel colibrí y que no puedes volar porque estas en una jaula, estarías muerto de aburrimiento y muy triste a diferencia de estar en un bello jardín como este volando y viendo las bellezas de la vida ante tus ojos, sería divertido– los pequeños sonrieron asintiendo y el sonrojo del pequeño que hizo la pregunta se hizo evidente, pero en un segundo todos rieron y correteaban por el jardín ante la presencia de una voz que les llamaba la atención

Será su hermana mayor

Observa a la joven con otra sonrisa, su cabeza se mueve en una clara negación y luego eleva aquella mano delicada, admirando a los pequeños corretear y jugar por su jardín –Los pequeños son el alma de este lugar, es lo que me gusta al estar aquí más que en mi propio hogar, aquí se siente su calidez y dulzura con cada sonrisa. Ellos no me interrumpen es todo lo opuesto son mi inspiración para cada acción que realizo, siempre pensando en ellos– su mirada se enternece al observarlos –Ojala pudiéramos conseguir más ayudantes y asistentes para ellos, gente que quiera ayudar y que quiera dar algo de su tiempo para enseñarles como profesores, la monja, y una joven más no damos más abasto con todo, aparte de los trabajos administrativos– suspira pesadamente –pero aun así, al final del día cuando veo sus sonrisas me alegra hacer todo eso y más–.

Se levanta sacudiendo su bordado lentamente sin dejar de sonreír a la joven –Disculpe, pero alguno de los pequeños es hermano suyo, Oh disculpe no me he presentado, Elizabeth of York, un gusto conocerla, señorita– Una reverencia junto a la clara sonrisa.

por **Audrey Browning** Sáb Dic 26, 2015 10:27 pm

Observando a la joven que tejía de una manera tan pacifica era como la inglesa se daba cuenta de que el orfanato no era un lugar para personas como ella. Audrey siempre se mostraría educada, servicial y aparentaría tener un corazón noble y bondadoso, sin embargo en los últimos tiempos le era repetido una y otra vez por su prometido, que su rostro bonito y sus sonrisas escondían a un demonio. Quizás fuera precisamente de esa manera pues aunque ella alegara que todo cuanto hacía era por un bien mayor, la realidad era que todo cuanto llevaba a cabo era para obtener ella misma un beneficio, tal y como obtenía un beneficio ahora al cuidar a todos aquellos pequeños que ya rodeaban con sus grandes sonrisas a la joven en el pasto.

Una vez cerca Audrey les llama la atención y todos desaparecen para comenzar a corretear de nueva cuenta, pero sin alejarse mucho pues al parecer querían seguir observando el hermoso tejido de colores, ese que es alabado de manera sincera por la inglesa. Un suspiro emerge de los labios de la dama, pues su teoría de que no pertenecía a ese sitio se volvía más una realidad al escuchar hablar a la muchacha.
– Creó que a mi también me gusta estar más aquí que en mi propio hogar – dijo sin dar mayores referencias y sin adentrarse al hecho de que en realidad los niños eran el alma de aquel lugar. Para Audrey, los niños, su alegría y todo lo que podían simbolizar no tenían sentido, la única cosa que la inglesa buscaba era un escape, un sitio donde no escuchara gritos y si bien en aquel lugar aún escuchaba gritos, eran con una connotación bastante diferente. Sus ojos pasaron de los pequeños a la joven y al escuchar hablar de la necesidad de personal en aquel lugar y a sabiendas de que es por su beneficio y no el de los pequeños, sonríe de manera animada – Bueno, es probable que yo pueda ofrecerme para darles una mano. Me gusta este lugar y sería bueno para todos según veo– Bueno para ella, no para los niños porque Audrey siempre tenía que ser la principal.

La inglesa entrecierra los ojos una vez que la joven se levanta y con curiosidad trata de investigar un poco más de Audrey.
– ¿Hermano? – Niega con la cabeza de manera enérgica – No, ninguno de ellos lo es. Únicamente soy una persona que ha pensado que sería bueno venir y auxiliar un poco en las labores que se hacen aquí – omitió de manera deliberada el hecho de que consideraba aquel sitio como su única posibilidad de escape de su hogar – El gusto es todo mío Elizabeth, yo soy Audrey Browning – las risas de los pequeños llegan hasta donde ambas se encuentran y un suspiro sale de los labios de la inglesa – ¿Siempre tienen tanta energía? Son imparables y se les ocurre tanto preguntar como hacer cada cosa – observó a su ahora compañera – ¿Pasas todos los días con ellos?

por **Elizabeth of York** Vie Feb 12, 2016 9:41 pm

Risas y juegos que se van escuchando mientras la joven York sonríe terminando de dejar pulcro la falda de aquel modesto vestido, su sonrisa cándida llama la atención de dos pequeños que se acercan con cuidado para admirar más de cerca el trabajo de aquellas manos joviales, más, la joven advirtió de su presencia llamándoles con ternura, como si de una madres se tratará; lástima que solo en la realidad no pueda ejercer tal derecho. La mano amiga se posa en la cabellera de una las pequeñas alisando lentamente las hebras castañas, el otro pequeño ayuda a la mujer a guardar las cosas del de su labor.

Llevaron el trabajo doblado colocándolo sobre una de las mesas de té del jardín, lady of York se acerca a la otra joven sin borrar la sonrisa de su rostro, poblaba aquella sincera muestra de amabilidad, quizás de ingenuidad, extendió la mano tomando la ajena –Demos un paseo señorita Browning– entrelaza su brazo con el de ella caminando por donde los niños corrían en sus juegos y aventuras. Se abre paso entre el enorme jardín de aquella propiedad –Estaría más que agradecida con usted señorita Browning si se animara a prestar su ayuda a nosotros, estamos algo falta de personal, y…– observa a uno de los pequeños que con cautela había acechada a una de las niñas buscando empujarla para que se llevase un susto, la joven York guiña un ojo a la dama riendo bajo dejando el brazo ajeno para caminar casi de puntitas y abrazar al pequeño que solo termina sonrojándose y pidiendo disculpas por las intenciones que tenía corriendo directo donde los demás niños, regresa donde la joven negando lentamente –¿Qué ve aquí usted lady Browning?– pregunta regresando a la caminata sin dejar de contemplar a sus niños.

–No es solo energía lo que tienen hoy, si no amor y gusto ¿saber por qué? Raramente estoy con ellos, generalmente estoy en la dirección o en mi casa haciendo el presupuesto y encargándome de la parte administrativa, además de evitar a toda que me regañen por evitar ciertos eventos sociales y usar otros para beneficio mío que sería este lugar– ríe por lo bajo recordando las veces que la monja superior le ha regañado por aquellas actitudes; suspira con la tristeza calada en el –Ellos son mi vida, la razón de que siga aquí y no me haya vuelto loca, por eso le pregunto con toda la sinceridad que me diga lady Browning ¿Qué son ellos para usted? Sepa que por su respuesta no la juzgaré, aquí han venido personas con intereses de varias índoles, incluso personales y a cada una de ellas las hemos acogido, aunque algunos han sido lamentablemente rechazados por motivos de salvaguardar a los pequeños– ríe con la muestra de la confianza entregada a los demás, a cada persona que acude a aquel lugar.

por **Audrey Browning** Vie Feb 26, 2016 11:00 pm

La bondad que irradiaba aquella mujer de nombre Elizabeth sorprendía por completo a Audrey. ¿Por qué ella no podía pensar en otros de la misma manera en que la York lo hacía? Y ante aquella pregunta, la palabra demonio aparece en su mente, dándole la respuesta que tanto buscaba. Aún así, admiraba de manera sincera la devoción con que la mano de la mujer aquella acariciaba la cabellera castaña de uno de los niños. La manera de actuar de Elizabeth era algo natural, contrario a Audrey, quien simplemente interpretaba un papel desde que tenía memoria o al menos eso era lo que ahora sentía sobre si misma. La inglesa siempre había puesto la familia y sus deberes sobre sus deseos reales, actuaba de la manera en que se esperaba aunque siempre manipulaba las situaciones para obtener algo para si misma, o más bien dicho, algo para los suyos. Ir al orfanato era de hecho algo que sin duda hizo para ella misma y no para alguien más, así que si bien no era su lugar favorito, era un lugar de su elección y eso estaba bien.

Una sonrisa y un asentimiento de cabeza son la respuesta que da a la joven, así es como entonces ambas dan comienzo a un paseo. Los infantes corrían de un lado a otro, gritando y jugando con una libertad que provoca celos en la inglesa, celos que puestos a un lado cuando la voz de Elizabeth interrumpe sus pensamientos.
– Es casi seguro que venga a ayudar – Algo que iniciaba como un simple escape, comenzaba a convertirse no solo en una tabla de salvación, sino en un empoderamiento. E iba a continuar expresándose cuando los ojos de ambas fueron a dar a un par de pequeños. Las travesuras infantiles no se hacían esperar y sintiéndose completamente inútil para interferir, Audrey dejo que Elizabeth se encargará del pequeño, quien avergonzado pidió disculpas antes de seguir en lo suyo. Con calma ambas jóvenes caminaron hacía la otra y una vez que se encontraron cerca, la pregunta de la York desconcertó ligeramente a la inglesa – Yo veo… – su mirada fue hasta los infantes a quienes observó en silencio durante algunos minutos. ¿Qué era lo que veía ahí? Una ligera sonrisa apareció en sus labios y los ojos que antes estuvieran absortos en los pequeños, fueron a mirar a la mujer a su lado – Veo esperanza – respondió con solemnidad. Aquel orfanato era no solo esperanza para los niños, sino para ella. Era una oportunidad de cambiar la vida tan miserable que llevaba en París y tomaría esa oportunidad.

Después de decir aquello las palabras de la York toman por completa sorpresa a Audrey, quien creía que expresarse de manera abierta y completamente sincera solo se lograba con la familia, o con aquellos con quienes fueras a convivir para siempre. Observando fijamente a la mujer aquella, es entonces que decide que ser sincera con alguien tan inocente y buena, no podía provocarle problema alguno.
– La esperanza que veo en ellos es para mi – suelta aquellas palabras con seguridad – Quiero estar aquí porque ellos van a ser mi escape, me ayudaran a mantenerme a flote en esta ciudad que no me gusta – la tristeza se apoderó de su semblante – Este lugar será mi refugio, el único lugar en el que podre escapar de mis demonios y de mi infierno personal – después de decir eso carraspeo y el brillo en sus ojos volvió, como si nunca hubieran salido de sus labios aquellas palabras – Entonces, ¿Cree que podría ser recibida? No soy una experta en mucha cosas, solo cocinando – sonrió – Podría ayudar en eso.

Necesitaba escapar de verdad, escapar para poder recuperarse a si misma y salir adelante, justo como lo ha hecho en otras ocasiones.

por **Elizabeth of York** Sáb Mar 12, 2016 11:18 pm

Sin dudar en lo absoluto, la joven York se levanta acercándose a la otra dama con una sonrisa más que amable parecía la de una madre que acoge a uno de sus pequeños, y aunque así se sienta no deja de ser una mujer joven que solo busca otra forma de vida igual al de la castaña; sus brazos rodean el cuello de la joven y un delicado beso deja sobre la frente de ella, un abrazo muy cálido como el de un familiar que busca confortar no solo la tristeza si no también el alma de aquel que se encuentra perdido en el horizonte de la eterna soledad. Sus ojos toman una mirada dulce que muestra la confianza y el amor que está por entregar a aquella joven, como un pacto de amistad.

Acunó aquel rostro en sus manos sonriéndole, uno de los mechones del cabello de la joven lo tomó llevándole tras la oreja de ella para volver a su asiento tan tranquila y sin ápice de molestia; cubrió con sus dedos la pequeña risita que dejó escapar de aquellos rosáceos labios mirando con una expresión de diversión –Audrey, no eres la única que aun no se acostumbra a esta ciudad, aun con el tiempo que tengo viviendo aquí, no llego a acostumbrarme, es más aun no puedo considerarla mi hogar, pero ¿Qué podemos hacer? Si a mi verdadero hogar no puedo volver porque algo terrible pasaría– le resta importancia con su sonrisa –Este lugar no será solo su esperanza, si no que será como su segundo hogar, aquí no tendrá que fingir o disimular algo que la sociedad quiera, al contrario, aquí buscará su verdadero yo, su corazón y alma en armonía para mostrar a todos el verdadero y hermoso rostro de Audrey, el mismo que yo veo– suelta el brazo de la joven acercándose a uno de los rosales blancos, toma de entre ellos un capullo aun sin florecer, lo entrega en las manos delicadas de la joven cubriéndolas con las propias –Cuando usted sea capaz de dejar de aferrarse a esa esperanza y ser usted una para alguien, ese día este capullo se abrirá como lo hará su corazón– sonríe cándidamente.

Medita un poco con la mirada perdida en el cielo y con aquella sonrisa que no se borra de su rostro –Bueno haré tu ficha de datos, querida Audrey, aquí no es necesario el que te esfuerces, puedes ayudarnos en lo que seas buena y en lo que quieras aprender, incluso yo aún sigo aprendiendo a cómo manejar este lugar, aun se me hace difícil afrontar algunos eventos sociales que ayudarán al orfanato– una risita con un ligero sonrojo de vergüenza por ser también una aprendiz en algunas cosas –Si deseas cocinar entonces te dejaremos la comida de los niños y el de todos en tus manos, tranquila tendrás ayuda de algunas ayudantes que vienen ocasionalmente y también la nuestra, aunque no esperemos mucho de la madre superiora, la monja no se mete en esas tareas–ríe recordando la última vez que le solicito alguna tarea de ese tipo.

–Por cierto, disculpa que sea algo indiscreta, pero ¿tienes familiares aquí o alguien que sea tu tutor en esta ciudad?– pregunta mirando directamente a los ojos de la joven castaña.

por **Audrey Browning** Vie Abr 29, 2016 10:49 pm

Perdida y sola, así era como se encontraba. Muchos podrían decir que simplemente estaba exagerando, que deseaba hacerse la victima frente a otra persona pero no, la inglesa era orgullosa, por ello, confesarle a Elizabeth que la estaba pasando mal le costo muchísimo y si bien pareció recomponerse casi al instante, fue la cercanía y aquellos cariños sinceros otorgados por su acompañante, los que hicieron sentir a Audrey mucho mejor. Sus ojos fueron a encontrarse con los ajenos y su atención fue absoluta a todo aquello que le era dicho en esos momentos donde más necesitaba del apoyo de alguien y que irónico resultaba que fuera una completa desconocida la que le ofrecía compañía y consuelo en lugar de su propia familia.
– Puedo comprender eso – suspiro justo después de saber que tampoco su acompañante podía regresar a su lugar de origen – Mi familia me envió a París para contraer matrimonio – rio con algo de tristeza – ni siquiera sabía a que venia, vine como una ingenua y ahora no puedo regresar a casa – ¿Qué clase de mujer veían en ella? Para ella seguía flotando en su mente la palabra monstruo, como una maldición que cayó sobre ella y de la que nunca, podría deshacerse – Un segundo hogar… – repitió para si misma porque justo eso debía ser lo que tanto requería, un lugar donde fuera verdaderamente bienvenida, no como con su familia o su prometido, sino un sitio donde realmente le esperasen y disfrutaran de su presencia. Una sonrisa mucho más sincera apareció en los labios de Audrey, quien con la mirada siguió lo que Elizabeth hacía, viendo como es que después de tomar un capullo de rosa, lo depositaba en sus manos dejando así mismo una enseñanza para Audrey.

Tranquila y pensando en que ir a aquel sitio no fue realmente mala idea, escucho acerca de la ficha de datos y los eventos, siendo en ese momento cuando finalmente pareció caer en cuenta de algo importante.
– ¿Manejar este lugar? – enarco la ceja – ¿Acaso eres la dueña? – Claro, eso debía ser pues la manera en que Elizabeth se expresaba sobre aquel lugar, las actividades, los niños y todo cuanto tenía que ver con el orfanato era una manera mucho más profunda que la que cualquier otra jovencita que fuera ahí simplemente a ayudar. Se sintió una completa tonta, hablando sobre sus problemas y siendo demasiado sincera con quien llevaba las riendas de aquel lugar; para su fortuna, Elizabeth no se mostró molesta en ningún momento por la manera en que la inglesa se expresaba y de hecho, le ofrecía tomar un puesto de la cocina, ese que de ser suyo, haría completamente feliz a Audrey – Es que cocinar me encanta, aunque no me dejen hacerlo en casa; aun así, estoy segura que seré de gran ayuda – sonrió, pensando entonces en como sería cocinar en compañía de otras voluntarias para todos los niños que ahí vivían. Por fin podría demostrar sus habilidades culinarias en un sitio donde no le impedirían hacer lo que tanto le gustaba.

Audrey se encontraba sumida en sus propios pensamientos sobre la cocina del lugar cuando la suave voz de Elizabeth la llevó de nuevo al momento. La pregunta era algo complicado de responder.
– Todos mis familiares se encuentran en Inglaterra y aquí únicamente tengo a mi prometido – hizo una mueca – aunque es mejor que a él no le tomemos en cuenta así que – se encogió de hombros – no tengo a nadie realmente en esta ciudad.

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