Audrey Van Bécquer

Se puede definir a una persona de diferentes maneras al verle en una circunstancia en particular, pero siempre hay rasgos que salen a relucir, que definen a quien estás viendo frente a tus ojos. De esas características que le delimitan en el carácter que posee sin duda alguna no debería faltar que es decidida a la hora de perseguir algo que quiere, incluso cuando todo parezca en su contra. Obsesiva en cuanto algo entra en su mente, muchos dirían que se llega a desequilibrar mostrando cierta locura en sus acciones, el sentido común no parece gobernarle en esas condiciones, pues incluso cuando sabe que hay cosas que están fuera de su alcance, no suele permitirse pensar de esa manera. No es locura lo que le hace ver de ese modo las cosas, solo una tenacidad por lograr lo que desea de alguna forma. Posesiva y celosa cuando se trata de alguien querido para ella, pero aunado con ese lado amoroso que puede demostrar en ese caso.

Originaria de Finlandia, desde sus días de pequeña veía a través de la distancia a quien llegaría a amar desde muy corta edad aún hasta los días presentes a pesar de estar lejos de su presencia. Creció en una casa y como toda doncella fue criada para ser una dama y una buena esposa. Pasarían los años antes de que su matrimonio con la persona que siempre quiso sucediera. La razón fue simple, como todo acuerdo de ese tipo, sus padres ya lo habían decidido desde que eran unos niños, pero como era de esperarse, conocerle o verle como hubiese querido no sucedió hasta los días en los que habiendo crecido se decidió por fin la fecha para dicho evento.

Con la felicidad y la emoción desbordándole por ser capaz de estar con el que creía era el amor de su vida no ocultó su emoción. Y aunque notaba un brillo diferente a aquella mirada cuando le veía, le importó poco si esa persona no le amaba, no podía pedir más que estar a su lado de esa manera y aquello sus frutos rindió. Dio a luz, una niña y un niño y sus días transcurrieron con cierta dicha al tener a su familia. Todo fue bien, el tiempo pasaba y se desvivía por servir al hombre al que pertenecía, alegre, vivaz y con aquel amor hacia que no ocultaba. Veía en su mirada que no la amaba, pero había decidido que permanecería junto a él, tal y como las tradiciones indicaban. En ningún momento dejó que la tristeza le inundara o que le acechara la desdicha al saber que él no la querría del mismo modo que ella lo adoraba.

Pero dicen que lo que parece bueno no puede durar toda la vida, y sin embargo, aunque no era perfección lo que su vida e ilusión había formado, la desgracia le llegó demasiado pronto tras un viaje de quien fuera su esposo. A su regreso, contrario a lo que había sido hasta el momento él se convirtió en una persona diferente, aquel cariño que demostraba a sus hijos o hacia ella parecía haberse desvanecido. Jamás supo qué había sucedido pues él jamás se lo dijo. Aún cuando sufría a veces con su apatía no dijo nada y fingió no ver lo que se desataba. Jamás lloró nada de ello, pensaba que aún podía darle un giro a todo aquello. Y sin embargo él cayó preso.

No le vio de nuevo y cuando lo hizo no pudo reconocerle ese día de luna llena. Ante la impotencia tras aquella fuerza sobrenatural y abrumadora, cualquier esfuerzo que hizo por proteger a sus hijos, productos de aquella persona a la que había de dedicar su vida, nada de lo que hizo resultó para detener a aquella bestia. Y una vez que aquellas dos vidas le fueron arrebatadas la suya quiso ser reclamada. Vio la sangre correr y la oscuridad cernirse sobre ella. No supo más hasta que al abrir los ojos se encontró con una persona, quien le había salvado de las garras de la muerte en el último instante. Fue quien le llevó a esta nueva naturaleza, la misma de la persona que le arrebató a aquellos dos niños. Sin un lazo que le atará a ese lugar en el que había vivido. Enterándose que su esposo estaba en la ciudad en la que había escuchado también estaba su hermana, salió decidida en su búsqueda llegando a la tan hablada ciudad de París para encontrar a la única persona que amaba y que cuyo corazón aún latía, contrario de los hijos que jamás vería crecer. Su amor por él le dio la fuerza para ir y moverse. Buscar entre aquellas calles por lo que añoraba.