AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Cómo me apoderé de México
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Cómo me apoderé de México
(Retomaré un tema que había dejado abandonado)
Pasaba el día bebiendo con mis amigos y oyendo las quejas de estos, quejas muy amargas y que escondían esta sola intención: Que me sublevara.
La aversión que sentía hacia el señor Presidente y su hermano crecían en mi corazón en las largas horas de tedio que vivía en mi casita en la colonia San Rafael pero a no rebelarme en tiempo inoportuno, concurrió, principalmente mi falta de acción. El alcohol mataba mis anhelos de prosperidad, me obligaba a dejar pasar los acontecimientos sin que tuviera otra idea que esta: Aprovechar el momento oportuno para derrocar al Presidente.
Cuando los conspiradores comenzaron a asediarme, uno de mis oficiales - no diré su nombre nunca - me propuso la sublevación de una forma tan violenta y tonta que tuve que decirle: - Si vuelve a proponerme algo semejante, lo mando a Santiago (* la prisión militar) y lo hubiera hecho pues deben saber que no me importa un carajo el destino de cuantos me rodean. A nadie quería ni a nadie quiero. Además el presidente ya debería estar abrumado por las constantes denuncias que le hacían de mi. Sus consejeros veían en mi persona a un traidor, todos menos él.
Pasaba el día bebiendo con mis amigos y oyendo las quejas de estos, quejas muy amargas y que escondían esta sola intención: Que me sublevara.
La aversión que sentía hacia el señor Presidente y su hermano crecían en mi corazón en las largas horas de tedio que vivía en mi casita en la colonia San Rafael pero a no rebelarme en tiempo inoportuno, concurrió, principalmente mi falta de acción. El alcohol mataba mis anhelos de prosperidad, me obligaba a dejar pasar los acontecimientos sin que tuviera otra idea que esta: Aprovechar el momento oportuno para derrocar al Presidente.
Cuando los conspiradores comenzaron a asediarme, uno de mis oficiales - no diré su nombre nunca - me propuso la sublevación de una forma tan violenta y tonta que tuve que decirle: - Si vuelve a proponerme algo semejante, lo mando a Santiago (* la prisión militar) y lo hubiera hecho pues deben saber que no me importa un carajo el destino de cuantos me rodean. A nadie quería ni a nadie quiero. Además el presidente ya debería estar abrumado por las constantes denuncias que le hacían de mi. Sus consejeros veían en mi persona a un traidor, todos menos él.
Última edición por Rahman Al'Ramiz el Dom Oct 04, 2015 6:02 am, editado 1 vez
Rahman Al'Ramiz- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 05/04/2012
Re: Cómo me apoderé de México
Por fin ocurrió el cuartelazo de Febrero, movimento que impropiamente endilgaron a Felix cuando a todas luces no fue sino Reyista, pues a él concurrieron todos los elementos que apoyaban al General Reyes.
Convencí a mis amigos de que yo no conspiraba y, sin embargo, alenté a todos a conspirar: hice creer, no en mi lealtad, sino en mi abstención
Antes me habia propuesto mi compadre Enrique capturar al presidente. El plan de mi compadre - por que Cepeda no sólo era mi amigo, sino también mi compadre, pues me había prestado servicios que yo correspondí llevando a una de sus hijas a la pila bautismal - era tan sencillo como seguro; pero inútil para mí.
Se trataba de capturar al Señor Presidente cuando pasara por el Paseo de la Reforma, cosa que hacia todas las mañanas, y llevarlo en un automóvil hasta Morelos, o fusilarlo.
Para mí, la sola desaparición del Señor era hasta contraproducente: Sus aliados sin duda hubieran seguido en el poder. Para condensar: mi odio hubiera quedado satisfecho; pero... ¡Yo lo que quería era ser Presidente! por eso deseché la proposición, en la que sólo se exponían Cepeda y uno de mis ayudantes.
Me habló entonces el General Mondragón para conferenciar sobre la sublevación que se iniciaría con el cuartelazo en la capital. Mi general Reyes quedaría al frente del Gobierno y mi discipulo Felix en un ministerio. Yo, por supuesto, en el de Guerra.
Cuando El general Reyes supo de mis aspiraciones simplemente dijo: - Mándenlo a la chingada -
Convencí a mis amigos de que yo no conspiraba y, sin embargo, alenté a todos a conspirar: hice creer, no en mi lealtad, sino en mi abstención
Antes me habia propuesto mi compadre Enrique capturar al presidente. El plan de mi compadre - por que Cepeda no sólo era mi amigo, sino también mi compadre, pues me había prestado servicios que yo correspondí llevando a una de sus hijas a la pila bautismal - era tan sencillo como seguro; pero inútil para mí.
Se trataba de capturar al Señor Presidente cuando pasara por el Paseo de la Reforma, cosa que hacia todas las mañanas, y llevarlo en un automóvil hasta Morelos, o fusilarlo.
Para mí, la sola desaparición del Señor era hasta contraproducente: Sus aliados sin duda hubieran seguido en el poder. Para condensar: mi odio hubiera quedado satisfecho; pero... ¡Yo lo que quería era ser Presidente! por eso deseché la proposición, en la que sólo se exponían Cepeda y uno de mis ayudantes.
Me habló entonces el General Mondragón para conferenciar sobre la sublevación que se iniciaría con el cuartelazo en la capital. Mi general Reyes quedaría al frente del Gobierno y mi discipulo Felix en un ministerio. Yo, por supuesto, en el de Guerra.
Cuando El general Reyes supo de mis aspiraciones simplemente dijo: - Mándenlo a la chingada -
Rahman Al'Ramiz- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 05/04/2012
Re: Cómo me apoderé de México
No sé por que llaman inteligente a Mondragón. Es activo, en gran medida, pero no inteligente ¡Proponerme que le diera todo mi prestigio militar, que era nacional, a mi general Reyes, que había fracasado, era desconocer mis ambiciones, era creerme un soldado vulgar, con aspiraciones a un ministerio! A mí, que era todavía en espíritu y casi en realidad jefe de la Divisón del Norte.
El poder militar que a un llamado mío aplastaría a cualquiera que se le enfrentara. Señores, el político que no conoce a los hombres, no es político, ni es inteligente. ¡Y Mondragón necesitó que yo lo aniquilara para conocerme!
Varios oficiales me comunicaron que la sublevación de los Reyistas y Felixistas iba a estallar dentro de una hora. Me dormí tranquilo y esperé.
Es muy dificil triunfar en las ciudades por un cuartelazo. Sí se obtienen rápidos triunfos, pero tán efimeros que no recuerdo en estos momentos sino fracasos para los que se han alzado contra el gobierno en la capital de la república.
La desorganización de aquel grupo de oficiales y civiles que mandaba Mondragón era tan notoria que con un escuadrón de rurales yo los hubiera pasado a cuchillo en media hora. Pensaba en esto al salir a la calle, para conocer la verdadera situación, pues la idea general ya la conocía muy bien, cuando me dijeron mis oficiales que mi jefe Bernardo Reyes habia sido muerto frente al Palacio Nacional.
Tomé un automóvil para dirigirme a la comandancia militar. ¿Qué pensé en el camino? Las noticias que me habían dado aseguraban un éxito en favor del gobierno. Muerto el General Reyes y disuelto el núcleo de fuerzas que lo habían seguido en su aventura, era de suponerse que el cuartelazo había fracasado. De pronto me asaltó esta idea: - "Mis enemigos pueden aprovecharse de mi situación actual e implicarme en el movimiento fracasado" - pero si llego a tiempo de ayudar a la extinción de la asonada, entonces recupero el lugar de estimación en que me tienen los lamebotas del gobierno.
Saqué la cabeza fuera de la ventanilla para ordenar al chofer que apresurara la marcha del automóvil y en aquel momento vi al maldito Madero.
El poder militar que a un llamado mío aplastaría a cualquiera que se le enfrentara. Señores, el político que no conoce a los hombres, no es político, ni es inteligente. ¡Y Mondragón necesitó que yo lo aniquilara para conocerme!
Varios oficiales me comunicaron que la sublevación de los Reyistas y Felixistas iba a estallar dentro de una hora. Me dormí tranquilo y esperé.
Es muy dificil triunfar en las ciudades por un cuartelazo. Sí se obtienen rápidos triunfos, pero tán efimeros que no recuerdo en estos momentos sino fracasos para los que se han alzado contra el gobierno en la capital de la república.
La desorganización de aquel grupo de oficiales y civiles que mandaba Mondragón era tan notoria que con un escuadrón de rurales yo los hubiera pasado a cuchillo en media hora. Pensaba en esto al salir a la calle, para conocer la verdadera situación, pues la idea general ya la conocía muy bien, cuando me dijeron mis oficiales que mi jefe Bernardo Reyes habia sido muerto frente al Palacio Nacional.
Tomé un automóvil para dirigirme a la comandancia militar. ¿Qué pensé en el camino? Las noticias que me habían dado aseguraban un éxito en favor del gobierno. Muerto el General Reyes y disuelto el núcleo de fuerzas que lo habían seguido en su aventura, era de suponerse que el cuartelazo había fracasado. De pronto me asaltó esta idea: - "Mis enemigos pueden aprovecharse de mi situación actual e implicarme en el movimiento fracasado" - pero si llego a tiempo de ayudar a la extinción de la asonada, entonces recupero el lugar de estimación en que me tienen los lamebotas del gobierno.
Saqué la cabeza fuera de la ventanilla para ordenar al chofer que apresurara la marcha del automóvil y en aquel momento vi al maldito Madero.
Rahman Al'Ramiz- Vampiro Clase Alta
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Re: Cómo me apoderé de México
Yo no dudé nunca de que don Francisco Madero supiera enfrentarse ante una situación difícil; y aún más: lo creía inconsciente como a cualquiera de mis soldados que ignora la causa del combate. Pero ante el espectáculo que presentaban los alumnos del Colegio de Chapultepéc, el arma al brazo, rodeando al Presidente que iba al lugar que le correspondía sin saber con firmeza si iba a la muerte, yo que soy soldado, no pude admirar al señor Madero, pero si lo consideré como un hombre difícil de ser derribado del poder.
Salté del coche y me puse a sus órdenes. ¡Recibí algunas notiticas inmediatamente y en el camino (menos de mil metros) comprendí que se acercaba el fin del gobierno maderista!
Media hora más tarde yo era nombrado Comandante militar de la plaza de México, es decir, era el jefe de las operaciones contra el grupo de sublevados.
En ninguno de mis combates había visto tanta sangre como vi en la plaza de la Constitución. Hago memoria de aquel cuadro para dar amenidad a estos apuntes, pero no porque haya dado yo ninguna importancia a aquella hectombe en la que sucumbió mucha gente pero que la hicieron los soldados en cumplimiento de su deber.
Mas de mil cadáveres yacían en los portalos de la Plaza de las Armas, en los jardines de la catedral, en las calles, en los prados del kiosko central. Agrupados o diseminados, los muertos alfombraban algunos trechos, haciendo imposible el paso.
Había cadáveres de niños papeleros; de damas de alta alcurnia, de barrenderos, de comerciantes, de mujeres con niños de pecho... Por todas partes se extendían las manchas de sangre que humeaba o hacía grandes y obscuros coágulos.
Los heridos se quejaban o lloraban; algunos se movían penosamente, otros se arrastraban dejando huellas rojas en el asfalto de la calle.
Y de pronto, dominando todos aquellos ayes y lamentos, la turba anunciaba la proximidad del presidente y prorrumpió en un grito: "¡Viva Madero!"
Salté del coche y me puse a sus órdenes. ¡Recibí algunas notiticas inmediatamente y en el camino (menos de mil metros) comprendí que se acercaba el fin del gobierno maderista!
Media hora más tarde yo era nombrado Comandante militar de la plaza de México, es decir, era el jefe de las operaciones contra el grupo de sublevados.
En ninguno de mis combates había visto tanta sangre como vi en la plaza de la Constitución. Hago memoria de aquel cuadro para dar amenidad a estos apuntes, pero no porque haya dado yo ninguna importancia a aquella hectombe en la que sucumbió mucha gente pero que la hicieron los soldados en cumplimiento de su deber.
Mas de mil cadáveres yacían en los portalos de la Plaza de las Armas, en los jardines de la catedral, en las calles, en los prados del kiosko central. Agrupados o diseminados, los muertos alfombraban algunos trechos, haciendo imposible el paso.
Había cadáveres de niños papeleros; de damas de alta alcurnia, de barrenderos, de comerciantes, de mujeres con niños de pecho... Por todas partes se extendían las manchas de sangre que humeaba o hacía grandes y obscuros coágulos.
Los heridos se quejaban o lloraban; algunos se movían penosamente, otros se arrastraban dejando huellas rojas en el asfalto de la calle.
Y de pronto, dominando todos aquellos ayes y lamentos, la turba anunciaba la proximidad del presidente y prorrumpió en un grito: "¡Viva Madero!"
Rahman Al'Ramiz- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 05/04/2012
Re: Cómo me apoderé de México
Mi primera orden fue para que se hechara agua en el Patio de Honor del Palacio y mientras recibia a mis oficiales y a los paisanos que me daban noticias y mientras el Gobierno se instalaba en los salones yo pensaba que había llegado a mi el momento oportuno. Todo consiste en esto - me decía a mi mismo - todo se gana; si yo no dejo esta oportunidad que me favorece mucho, pues me pone una vez más ante la Nación como el hombre del día. Si ya los Sublevados habían fracasado (y si habían fracasado era solo por que yo no estuve con ellos) lo que me convenía era mostrar lealtad ante el gobierno. Pero ¡¿y si no habían fracasado?!
Cepeda, mi compadre Cepeda, me marcó un camino, dándome los mejores datos sobre la situación de la pequeña columna de pronunciados. Entonces ví que el momento oportuno iba a pasar y decidí aprovecharlo. En telegramas y en conversaciones no se hablaba de otra cosa sino del general Huerta - "¿Con quien esta Huerta?" - preguntaban desde el último rincón de la República. Y cuando se contestaba que del lado del gobierno, aseguraban que "aquello de la Ciudadela era cuestión de un momento".
En tanto yo esperaba noticias fidedignas de lo que ocurría se me escapaban las ideas de detalles y no encontraba la forma en que debía obrar de una manera enérgica y definitiva. Esperé como siempre al lado de una botella y me dispuse a desempeñar mi papel de la manera menos activa posible, para dar tiempo a que mis amigos me mostraran la verdad completa de los sucesos que se desarrollaban con una rapidéz inesperada.
Si algun militar lee estas memorias de su antiguo jefe, escuche este consejo que siempre les dí y que hoy repito para grabarlo entre los de mi clase: los jefes de columna antes de entrar en combate deben hacer un reconocimiento personal, si es posible, de las posiciones del enemigo. Nuna hay que entrar en acción si no se tienen buenos datos sobre el contrario. Esto da grandes ventajas sobre el enemigo y asegura el exito final. Ya lo dice la táctica, pero yo le doy más importancia al reconocimiento que a cualquier otra parte del combate.
Personalmente había conferenciado con mi discipulo Felix y con Mondragón, los dos jefes encerrados en la Ciudadela, con un puñado de soldados, me llamaban su único jefe y me reclamaban en nombre de viejas amistades. Una gran parte de la oficialidad de la muy reducida que estaba en la Ciudadela, rebelada, tambien me llamaba.
Los Sublevados estaban a mis órdenes, podía aniquilarlos en un momento; por otra parte, el Señor Presidente estaba en mis manos, pero no podía tocarlo porque todas las fuerzas eran irregulares, es decir, Maderistras.
Di tiempo suficiente a que los sublevados del Batallón 20 adquirieran alguna fuerza y a que se organizaran pues era notoria su debilidad. El señor Presidente se alistó para ir por refuerzos a Cuernavaca y en un arranque de locura él mismo salió de la capital de la República para llamar de Morelos al general Felipe Ángeles.
El pensamiento de que si los de la Ciudadela eran vencidos, yo caería con ellos me hizo contstar a Mondragón que esperaran, que no los atacarían, sino que me uniría a ellos más tarde.
Rápidamente el general Ángeles, salvando todos los conductos pero usando para ellos el nombre del Presidente de la República, hizo una reconcentración de fuerzas. Con cierta habilidad, llamó a las irregulares; y a las mías las dejó donde se encontraban. Ángeles desconfiaba de mí y tenía celos de la División del Norte.
Y empezó a desarrollarse el drama más sangriento en nuestra historia nacional, señores, drama del que fui yo el autor y cuyos secretos hoy paso al papel para darlos como testimonio de la verdad.
Cepeda, mi compadre Cepeda, me marcó un camino, dándome los mejores datos sobre la situación de la pequeña columna de pronunciados. Entonces ví que el momento oportuno iba a pasar y decidí aprovecharlo. En telegramas y en conversaciones no se hablaba de otra cosa sino del general Huerta - "¿Con quien esta Huerta?" - preguntaban desde el último rincón de la República. Y cuando se contestaba que del lado del gobierno, aseguraban que "aquello de la Ciudadela era cuestión de un momento".
En tanto yo esperaba noticias fidedignas de lo que ocurría se me escapaban las ideas de detalles y no encontraba la forma en que debía obrar de una manera enérgica y definitiva. Esperé como siempre al lado de una botella y me dispuse a desempeñar mi papel de la manera menos activa posible, para dar tiempo a que mis amigos me mostraran la verdad completa de los sucesos que se desarrollaban con una rapidéz inesperada.
Si algun militar lee estas memorias de su antiguo jefe, escuche este consejo que siempre les dí y que hoy repito para grabarlo entre los de mi clase: los jefes de columna antes de entrar en combate deben hacer un reconocimiento personal, si es posible, de las posiciones del enemigo. Nuna hay que entrar en acción si no se tienen buenos datos sobre el contrario. Esto da grandes ventajas sobre el enemigo y asegura el exito final. Ya lo dice la táctica, pero yo le doy más importancia al reconocimiento que a cualquier otra parte del combate.
Personalmente había conferenciado con mi discipulo Felix y con Mondragón, los dos jefes encerrados en la Ciudadela, con un puñado de soldados, me llamaban su único jefe y me reclamaban en nombre de viejas amistades. Una gran parte de la oficialidad de la muy reducida que estaba en la Ciudadela, rebelada, tambien me llamaba.
Los Sublevados estaban a mis órdenes, podía aniquilarlos en un momento; por otra parte, el Señor Presidente estaba en mis manos, pero no podía tocarlo porque todas las fuerzas eran irregulares, es decir, Maderistras.
Di tiempo suficiente a que los sublevados del Batallón 20 adquirieran alguna fuerza y a que se organizaran pues era notoria su debilidad. El señor Presidente se alistó para ir por refuerzos a Cuernavaca y en un arranque de locura él mismo salió de la capital de la República para llamar de Morelos al general Felipe Ángeles.
El pensamiento de que si los de la Ciudadela eran vencidos, yo caería con ellos me hizo contstar a Mondragón que esperaran, que no los atacarían, sino que me uniría a ellos más tarde.
Rápidamente el general Ángeles, salvando todos los conductos pero usando para ellos el nombre del Presidente de la República, hizo una reconcentración de fuerzas. Con cierta habilidad, llamó a las irregulares; y a las mías las dejó donde se encontraban. Ángeles desconfiaba de mí y tenía celos de la División del Norte.
Y empezó a desarrollarse el drama más sangriento en nuestra historia nacional, señores, drama del que fui yo el autor y cuyos secretos hoy paso al papel para darlos como testimonio de la verdad.
Rahman Al'Ramiz- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 05/04/2012
Re: Cómo me apoderé de México
Mi compadre Cepeda me traía noticias del interior de la Ciudadela y llevaba las mías con una actividad y valor que elogio ampliamente. Para no hacerse sospechoso, cruzaba a la hora de los tiroteos y entre dos fuegos salía y entraba siempre con un gesto de desdén para la muerte.
Por otra parte, ya he dicho que Madero no desconfiaba de mí, pero sus ministros sí. Especialmente el secretario de Guerra. ¡Comprendía que yo andaba conspirando! Pero Madero me quería y se empeñaba en demostrarme su confianza. Desde el momento en que fui comandante en la plaza, Madero estaba perdido.
Envié a mi sobrino Joaquín a comunicar a los sublevados que tomaran la ciudad a toda costa. La gente del cuartelazo ya estaba dispersada, sólo Felix, con unos ciento cincuenta hombres marchaba con rumbo incierto, dirigido por el mayor Trías, el más entusiasta de los comprometidos.
Cuenta Joaquín que como Mondragón estaba a un lado de la bocacalle y al otro Fleix, incitó al general a que pasara por entre los balazos, en la tierra de nadie, pero Mondragón temió cruzar la calle. Joaquín, que es hombre, pasó por el fuego y cumplió mi orden.
La ciudadela cayó por que el General Dávila estaba en ella y porque el general Villareal había sido herido de muerte en el ligero atáque que hicieron los sublevados.
Antes que transcurrieran dos horas, los docientos hombres que entraron tenían más de mil amigos y adeptos a su lado. Entre ellos el ministro de Estados Unidos en México, Henry Lane Wilson, que compartía mi odio a Madero y con quien nos encontrábamos en contacto por medio de Félix.
En el proceso las víctimas caían; primero por centenares, después a millares. Con frecuencia me he preguntado a que se debe mi indiferencia por la vida humana. Yo no siento nunca que la piedad conmueva mi corazón: ¿Es este de piedra? El alcohol que en tanta abundancia he ingerido ¿atacó mi entraña y anhiquiló en ella la sensación? Yo no siento que he oído llamar "la voluptuosidad de matar" No.
Caen las vidas en el abismo de la muerte, como las hojas de los árboles mientras yo espero con paciencia fría y observo como se desarrolla la tragedia. Con frecuencia me daban parte de que una familia había sido muerta por un proyectil lanzado desde la Ciudadela, pues dieron los sublevados en tirar granadas a los cuatro rumbos sin ton ni son; otras veces enviaba columnas a la muerte. Eran los rurales, las tropas irregulares que tanto me habían obligado a esperar. Como entraban por las calles las ametralladoras los aniquilaban. Todo para encontrar el momento oportuno. Sacrifiqué más de 5000 vidas en una semana. No me arrepiento, nunca me arrepiento de lo que hago. No se arrepientan ustedes tampoco.
Por otra parte, ya he dicho que Madero no desconfiaba de mí, pero sus ministros sí. Especialmente el secretario de Guerra. ¡Comprendía que yo andaba conspirando! Pero Madero me quería y se empeñaba en demostrarme su confianza. Desde el momento en que fui comandante en la plaza, Madero estaba perdido.
Envié a mi sobrino Joaquín a comunicar a los sublevados que tomaran la ciudad a toda costa. La gente del cuartelazo ya estaba dispersada, sólo Felix, con unos ciento cincuenta hombres marchaba con rumbo incierto, dirigido por el mayor Trías, el más entusiasta de los comprometidos.
Cuenta Joaquín que como Mondragón estaba a un lado de la bocacalle y al otro Fleix, incitó al general a que pasara por entre los balazos, en la tierra de nadie, pero Mondragón temió cruzar la calle. Joaquín, que es hombre, pasó por el fuego y cumplió mi orden.
La ciudadela cayó por que el General Dávila estaba en ella y porque el general Villareal había sido herido de muerte en el ligero atáque que hicieron los sublevados.
Antes que transcurrieran dos horas, los docientos hombres que entraron tenían más de mil amigos y adeptos a su lado. Entre ellos el ministro de Estados Unidos en México, Henry Lane Wilson, que compartía mi odio a Madero y con quien nos encontrábamos en contacto por medio de Félix.
En el proceso las víctimas caían; primero por centenares, después a millares. Con frecuencia me he preguntado a que se debe mi indiferencia por la vida humana. Yo no siento nunca que la piedad conmueva mi corazón: ¿Es este de piedra? El alcohol que en tanta abundancia he ingerido ¿atacó mi entraña y anhiquiló en ella la sensación? Yo no siento que he oído llamar "la voluptuosidad de matar" No.
Caen las vidas en el abismo de la muerte, como las hojas de los árboles mientras yo espero con paciencia fría y observo como se desarrolla la tragedia. Con frecuencia me daban parte de que una familia había sido muerta por un proyectil lanzado desde la Ciudadela, pues dieron los sublevados en tirar granadas a los cuatro rumbos sin ton ni son; otras veces enviaba columnas a la muerte. Eran los rurales, las tropas irregulares que tanto me habían obligado a esperar. Como entraban por las calles las ametralladoras los aniquilaban. Todo para encontrar el momento oportuno. Sacrifiqué más de 5000 vidas en una semana. No me arrepiento, nunca me arrepiento de lo que hago. No se arrepientan ustedes tampoco.
Rahman Al'Ramiz- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 05/04/2012
Re: Cómo me apoderé de México
En Palacio no se hablaba de otra cosa sino de acabar con la Ciudadela. Las granadas que habían arrojado desde ese lugar hasta aquel en que se encontraba el señor Presidente, no causaban pánico en aquel hombre incomprensible.
Me faltaba un apoyo moral, algo en que fundar un movimiento armado contra Madero. La posibilidad de la empresa que me había propuesto estaba clara, solo faltaba dar una razón al mundo.
Me aproveché de las gestiones del Senado de la República. El senado, como la Cámara de Diputados no son sino unas cuevas de conspiradores. La anarquía de ideas entre los señores que forman el Congreso de la Unión es total.
Los grandes grupos gobiernistas estaban subdivididos en otros pequeños. Pero en su mayoría no eran hombres de acción. Eran catrines. Los que no se escondieron en sus casas; los que quisieron entran en el juego que en aquellos momentos estaba disputándose fueron unos cuantos, al frente de los cuales iba el más audáz, don Guillermo Obregón. También el que más enconado tenía el odio contra Madero. Otro de los que mejor trabajaron para demoler el maderismo fue el señor de la Barra. Este señor era malo. Yo lo consideré así y quise utilizarlo, pues señores, los servicios de los malos, son mejores que los de los buenos...
Lo que más me ayudó fue el temor que abrigaban en mi país todos los gobernantes a una intervención armada de parte de Estados Unidos. Para esto el Sr. Lane Wilson, hizo pues sus gestiones, encaminadas a hacer creer al Gobierno que Estados Unidos intervendría en México si no cesaba la lucha en la capital.
La pólvora se propaló en un momento de terror y todo el mundo la acogió no solo como posible sino hasta como una medida salvadora. Ya es sabido que la capital de la República es una ciudad propicia para ser conmovida por todos los embaucadores. ¡Yo creo que de la ciudad de México ha de salir un Mesías!
Me faltaba un apoyo moral, algo en que fundar un movimiento armado contra Madero. La posibilidad de la empresa que me había propuesto estaba clara, solo faltaba dar una razón al mundo.
Me aproveché de las gestiones del Senado de la República. El senado, como la Cámara de Diputados no son sino unas cuevas de conspiradores. La anarquía de ideas entre los señores que forman el Congreso de la Unión es total.
Los grandes grupos gobiernistas estaban subdivididos en otros pequeños. Pero en su mayoría no eran hombres de acción. Eran catrines. Los que no se escondieron en sus casas; los que quisieron entran en el juego que en aquellos momentos estaba disputándose fueron unos cuantos, al frente de los cuales iba el más audáz, don Guillermo Obregón. También el que más enconado tenía el odio contra Madero. Otro de los que mejor trabajaron para demoler el maderismo fue el señor de la Barra. Este señor era malo. Yo lo consideré así y quise utilizarlo, pues señores, los servicios de los malos, son mejores que los de los buenos...
Lo que más me ayudó fue el temor que abrigaban en mi país todos los gobernantes a una intervención armada de parte de Estados Unidos. Para esto el Sr. Lane Wilson, hizo pues sus gestiones, encaminadas a hacer creer al Gobierno que Estados Unidos intervendría en México si no cesaba la lucha en la capital.
La pólvora se propaló en un momento de terror y todo el mundo la acogió no solo como posible sino hasta como una medida salvadora. Ya es sabido que la capital de la República es una ciudad propicia para ser conmovida por todos los embaucadores. ¡Yo creo que de la ciudad de México ha de salir un Mesías!
Rahman Al'Ramiz- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 05/04/2012
Re: Cómo me apoderé de México
18 de Febrero de 1913
En la Ciudad de México, a las nueve y media de la noche del día dieciocho de febrero de mil novecientos trece, reunidos los señores generales Félix Díaz y Victoriano Huerta, asistidos el primero por los licenciados Fidencio Hernández y Rodolfo Reyes, y el segundo por los señores teniente coronel Joaquín Mass e ingeniero Enrique Cepeda, expuso el señor general Huerta, que en virtud de ser insostenible la situación por parte del gobierno del señor Madero, para evitar más derramamiento de sangre y por sentimientos de fraternidad nacional, ha hecho prisionero a dicho señor, a su gabinete y a algunas otras personas; que desea expresar al señor general Félix Díaz sus buenos deseos para que los elementos por él representados, fraternicen y todos unidos, salven la angustiosa situación actual. El señor general Díaz expresó que su movimiento, no ha tenido más objeto que lograr el bien nacional y que en tal virtud, está dispuesto a cualquier sacrificio que redunde en beneficio de la patria.
Después de las discusiones del caso, entre todos los presentes arriba señalados, se convino en lo siguiente:
PRIMERO. — Desde este momento se da por inexistente y desconocido el Poder Ejecutivo que funcionaba, comprometiéndose los elementos representados por los generales Díaz y Huerta a impedir por todos los medios cualquier intento para el restablecimiento de dicho Poder.
SEGUNDO. — A la mayor brevedad se procurará solucionar en los mejores términos legales posibles, la situación existente y los señores generales Díaz y Huerta, pondrán todos sus empeños a efecto de que el segundo, asuma antes de setenta y dos horas la Presidencia Provisional de la República, con el siguiente gabinete
RELACIONES: Licenciado Francisco León de la Barra.
HACIENDA: Licenciado Toribio Esquivel Obregón.
GUERRA: General Manuel Mondragón.
FOMENTO: Ingeniero Alberto Robles Gil.
GOBERNACION: Ingeniero Alberto García Granados.
JUSTICIA: Licenciado Rodolfo Reyes.
INSTRUCCION PUBLICA: Licenciado Jorge Vera Estañol.
COMUNICACIONES: Ingeniero David de la Fuente.
Será creado mi nuevo Ministerio, que se encargará de resolver la cuestión agraria y ramos anexos, denominándose de Agricultura y encargándose de la cartera respectiva el licenciado Manuel Garza Aldape.
Las modificaciones que por cualquiera causa se acuerden en este proyecto de gabinete, deberá resolverse en la misma forma en que se ha resuelto éste.
TERCERO. — Entre tanto se soluciona y resuelve la situación legal, quedan encargados de todos los elementos y autoridades de todo género, cuyo ejercicio sea requerido para dar garantías, los señores generales Huerta y Díaz (Félix).
CUARTA. -El señor general Félix Díaz, declina el ofrecimiento de formar parte del gabinete provisional en caso de que asuma la presidencia provisional el señor general Huerta, para quedar en libertad de emprender sus trabajos en el sentido de sus compromisos con su partido en la próxima elección, propósito que desea expresar claramente y del que quedan bien entendidos los firmantes.
QUINTO. — Inmediatamente se liará la notificación oficial a los representantes extranjeros, limitándola a expresarles que ha cesado el Poder Ejecutivo, que se provee a su sustitución legal, que entre tanto quedan con toda la autoridad del mismo los señores generales Díaz y Huerta y que se otorgarán todas las garantías procedentes a sus respectivos nacionales.
SEXTO. — Desde luego se invitará a todos los revolucionarios a cesar en sus movimientos hostiles, procurándose los arreglos respectivos
El General,
Victoriano Huerta.
En la Ciudad de México, a las nueve y media de la noche del día dieciocho de febrero de mil novecientos trece, reunidos los señores generales Félix Díaz y Victoriano Huerta, asistidos el primero por los licenciados Fidencio Hernández y Rodolfo Reyes, y el segundo por los señores teniente coronel Joaquín Mass e ingeniero Enrique Cepeda, expuso el señor general Huerta, que en virtud de ser insostenible la situación por parte del gobierno del señor Madero, para evitar más derramamiento de sangre y por sentimientos de fraternidad nacional, ha hecho prisionero a dicho señor, a su gabinete y a algunas otras personas; que desea expresar al señor general Félix Díaz sus buenos deseos para que los elementos por él representados, fraternicen y todos unidos, salven la angustiosa situación actual. El señor general Díaz expresó que su movimiento, no ha tenido más objeto que lograr el bien nacional y que en tal virtud, está dispuesto a cualquier sacrificio que redunde en beneficio de la patria.
Después de las discusiones del caso, entre todos los presentes arriba señalados, se convino en lo siguiente:
PRIMERO. — Desde este momento se da por inexistente y desconocido el Poder Ejecutivo que funcionaba, comprometiéndose los elementos representados por los generales Díaz y Huerta a impedir por todos los medios cualquier intento para el restablecimiento de dicho Poder.
SEGUNDO. — A la mayor brevedad se procurará solucionar en los mejores términos legales posibles, la situación existente y los señores generales Díaz y Huerta, pondrán todos sus empeños a efecto de que el segundo, asuma antes de setenta y dos horas la Presidencia Provisional de la República, con el siguiente gabinete
RELACIONES: Licenciado Francisco León de la Barra.
HACIENDA: Licenciado Toribio Esquivel Obregón.
GUERRA: General Manuel Mondragón.
FOMENTO: Ingeniero Alberto Robles Gil.
GOBERNACION: Ingeniero Alberto García Granados.
JUSTICIA: Licenciado Rodolfo Reyes.
INSTRUCCION PUBLICA: Licenciado Jorge Vera Estañol.
COMUNICACIONES: Ingeniero David de la Fuente.
Será creado mi nuevo Ministerio, que se encargará de resolver la cuestión agraria y ramos anexos, denominándose de Agricultura y encargándose de la cartera respectiva el licenciado Manuel Garza Aldape.
Las modificaciones que por cualquiera causa se acuerden en este proyecto de gabinete, deberá resolverse en la misma forma en que se ha resuelto éste.
TERCERO. — Entre tanto se soluciona y resuelve la situación legal, quedan encargados de todos los elementos y autoridades de todo género, cuyo ejercicio sea requerido para dar garantías, los señores generales Huerta y Díaz (Félix).
CUARTA. -El señor general Félix Díaz, declina el ofrecimiento de formar parte del gabinete provisional en caso de que asuma la presidencia provisional el señor general Huerta, para quedar en libertad de emprender sus trabajos en el sentido de sus compromisos con su partido en la próxima elección, propósito que desea expresar claramente y del que quedan bien entendidos los firmantes.
QUINTO. — Inmediatamente se liará la notificación oficial a los representantes extranjeros, limitándola a expresarles que ha cesado el Poder Ejecutivo, que se provee a su sustitución legal, que entre tanto quedan con toda la autoridad del mismo los señores generales Díaz y Huerta y que se otorgarán todas las garantías procedentes a sus respectivos nacionales.
SEXTO. — Desde luego se invitará a todos los revolucionarios a cesar en sus movimientos hostiles, procurándose los arreglos respectivos
El General,
Victoriano Huerta.
Rahman Al'Ramiz- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 88
Fecha de inscripción : 05/04/2012
Re: Cómo me apoderé de México
¡Aún vivía Madero y todavía no firmaba su renuncia!.
Los diplomáticos extranjeros habían oído todo lo ocurrido. Oyeron el chocar de las copas, los vivas dados en el vestíbulo, y el estruendo del tapón al dejar libre el espumoso champagne. Al reunirse el embajador americano con sus colegas, casi a un tiempo exclamaron: "¿No irán estos hombres a matar al Presidente?". Oh, no, dijo Mr. Wilson, a Madero lo encerrarán en un manicomio: el otro sí es un pillo, y nada se pierde con que lo maten". "No debemos permitirlo", dijo inmediatamente el ministro de Chile "Ah, replicó el embajador, en los asuntos interiores de México no debemos mezclarnos: allá ellos que se arreglen solos"
Nadie dijo una palabra. Silenciosamente a los pocos momentos abandonaron los representantes extranjeros la Embajada Americana. Me han contado que al traspasar el umbral del edificio, ya en la calle, uno de ellos dijo: "Es curioso este embajador: cuando se trata de dar auxilio a un jefe rebelde y que bajo el pabellón de su patria se concierte el derrumbe de un gobierno legítimo ante el cual él está acreditado, no tiene inconveniente en intervenir, ser testigo del pacto y aun discutir las personas que formarán el nuevo Gobierno, sin que le preocupe si se trata o no de asuntos interiores del país; pero cuando se trata de salvar la vida a dos personajes políticos, a quienes la traición y la infamia quizá, están discutiendo la manera de matar, encuentra que su posición de representante de una potencia extraña no le permite intervenir, aunque sí califica, raja tabla y con notoria indiscreción a los gobernantes del país ante quienes está acreditado".
Los diplomáticos extranjeros habían oído todo lo ocurrido. Oyeron el chocar de las copas, los vivas dados en el vestíbulo, y el estruendo del tapón al dejar libre el espumoso champagne. Al reunirse el embajador americano con sus colegas, casi a un tiempo exclamaron: "¿No irán estos hombres a matar al Presidente?". Oh, no, dijo Mr. Wilson, a Madero lo encerrarán en un manicomio: el otro sí es un pillo, y nada se pierde con que lo maten". "No debemos permitirlo", dijo inmediatamente el ministro de Chile "Ah, replicó el embajador, en los asuntos interiores de México no debemos mezclarnos: allá ellos que se arreglen solos"
Nadie dijo una palabra. Silenciosamente a los pocos momentos abandonaron los representantes extranjeros la Embajada Americana. Me han contado que al traspasar el umbral del edificio, ya en la calle, uno de ellos dijo: "Es curioso este embajador: cuando se trata de dar auxilio a un jefe rebelde y que bajo el pabellón de su patria se concierte el derrumbe de un gobierno legítimo ante el cual él está acreditado, no tiene inconveniente en intervenir, ser testigo del pacto y aun discutir las personas que formarán el nuevo Gobierno, sin que le preocupe si se trata o no de asuntos interiores del país; pero cuando se trata de salvar la vida a dos personajes políticos, a quienes la traición y la infamia quizá, están discutiendo la manera de matar, encuentra que su posición de representante de una potencia extraña no le permite intervenir, aunque sí califica, raja tabla y con notoria indiscreción a los gobernantes del país ante quienes está acreditado".
Rahman Al'Ramiz- Vampiro Clase Alta
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