Flores de Amancai {Kharyn D' Alis}

Recuperé la conciencia por el frío de la noche que me espabiló. Las sombras me ocultaban, pero encontrarme con cualquiera fuera de la biblioteca sería muy extraño, así que corrí directo al jardín botánico, que suele estar vacío a estas horas de la noche.

Caminaba con mucho sigilo, mis pasos no se escuchan y mis movimientos ágiles me permiten pasar inadvertida por los largos caminos cubiertos de preciosas plantas. Puedo sentir como el viento levanta mi cabello, y apenas mueve mi ropa. Levanté un segundo la vista, para observar la luna, sin dejar de caminar, y la observé brillante en el cielo, entre algunas estrellas. Mi mente lleva ya tantos años enterrada entre libros que lo primero que pensé, fue que hay tantos libros como estrellas en el cielo.

—Que ridícula se ha vuelto mi mente...— estaba pensando, cuando bajé la vista y me asusté por una sombra. —¿Me vió? ¿Me habrá visto?

Estaba a punto de cruzar junto a un árbol cuando vi aquella figura, así que traté de ocultarme tras el tronco. Levité ligeramente para separarme del suelo, aproveché la fuerza que mi indeseada condición me proporciona para aferrarme al tronco y con velocidad me fui moviendo para mantenerme siempre fuera de la vista de aquella figura.

—Perfecto. Ahora cómo voy a salir; ni idea. Lo último que quiero es tener que manipular la memoria de alguien para que no sepa de mí— me molesté.

Traté de alejarme levitando, despegué los pies del tronco, separé la mano derecha, y cuando estaba a punto de separar la izquierda, sentí el calor de una mano humana sobre la mía, y automáticamente bajé los pies a la tierra.

Cuando Kharyn se pone melancólica, le es imposible conciliar el sueño. Sus ojos se niegan a cerrarse, su mente se niega a apagarse; está tan inquieta que se pone a pintar, escribir, preparar algunas opciones, o sale a pasear.

Se asomó a la ventana desde el segundo piso de su casa. Por un momento la asaltó aquel maldito recuerdo, aquella visión de su marido muerto, y un dolor en el pecho la obligó a contraerse. Levantó entonces la vista y sintió el fulgor de la poderosa Luna. Una noche tan preciosa, en la que las estrellas iluminan el cielo de esa manera y la brisa nocturna invita a seguirla, convenció a Kharyn para salir de su casa.

Caminó por las calles, congeladas por las lluvias heladas, sobre las que la noche había caído hacía un par de horas, y llegó hasta el Jardín Botánico, donde se internó a caminar entre las cientos de preciosas plantas, cubierta siempre por su capa.

El frío del invierno no puede penetrar en la gruesa tela de su ropa, pero el brillo de un aura muy pálida llegó hasta sus ojos con la misma facilidad que el aire ingresa en sus pulmones. Levantó ligeramente la vista, notó el recorrido que aquel vampiro hacía, caminando con ligereza hacia la zona de flores. Kharyn no pudo evitar que una media sonrisa escapara de sus labios; tomó el camino hacia allí y se cuidó de permanecer oculta.

Quizás podía mantenerse oculta de su vista, pero los sentidos aumentados de un vampiro captarían sus pasos cuando estuviera cerca, así que conjuró —Gressuss Silentium—. Aún estaba lo suficientemente lejos para que el vampiro no la escuchara. —Hay miedo en su aura; no busca una presa— supuso. —Será interesante conversar...— pensó con curiosidad, acercándose más y más.

Cuando finalmente estaban a punto de encontrarse, Kharyn notó la alarma de aquel vampiro en su aura, y trató de seguir como si nada. Al rodear el árbol, se sentó en un banco, notando que el vampiro se iba, así que se inclinó a sujetar su mano, y llamó su atención.

—Me gustaría charlar; por favor no te vayas— pronunció Kharyn con seguridad. —Veo que no soy la única que disfruta de los paseos nocturnos— le dijo a la vampira que se asomó.

Kharyn notó la extrema palidez de la vampiresa bajo la luz de la luna. Teniendo en cuenta que sus rasgos están embellecidos por su condición, probablemente tendría alrededor de diez años menos que ella cuando sufrió la transformación, y ni podía estimar los años reales que debía tener.

La hechicera le dedicó una sonrisa al rostro asombrado que la miró. Una mujer morocha con piel tersa, pálida, y un extraño miedo difícil de hallar en vampiros.

Finalmente, Kharyn le pidió —Ven. Siéntate conmigo...

Aquella mujer me habló con tal delicadeza y suavidad que me asombró. Luego la miré con más atención y recordé un evento de hacía algunos años. Uno de los inquisidores había llegado con reportes de su última misión, en la que había matado a un hombre, sin estar realmente seguro de si era hechicero o no. Aún hoy no puedo asegurar si su relación con la magia era un hecho o no, pero sí recuerdo con claridad que revisé muchas veces la información que teníamos de él.

Era un curandero, venido de Inglaterra, que había emigrado con su esposa; la mujer frente a mí era su esposa. Estoy segura. Ella no lo sabe, pero muchas veces pensé en que, si él era un mago, entonces ella podría ser bruja también, y por eso la he vigilado, oyendo a muchos hablar sobre su trabajo como curandera. Pero las probabilidades de que una hechicera me invitara a sentarme de la manera que ella lo hizo son prácticamente nulas.

—Si fuera hechicera, sabría lo que soy, y no querría tenerme cerca— pensé. Supuse que era solo una humana solitaria que deseaba hablar, y accedí a sentarme.

Se ve mayor incluso que yo, la última vez que estuve viva. Tenía cuarenta años; aún seguía soltera, total desgracia para mi madre, y mi padre me obligaba a salir siempre acompañada de mi hermano, sabiendo que él tenía todo lo necesario para protegernos. Pero no fue así.

Recordándolo, bajé la cabeza. Adivinando lo que la mujer a mi lado podía pensar, en seguida dije, mintiendo, —Me gusta pasear por aquí, porque a veces no puedo dormir; mi hermano murió frente a mí, y aún no lo olvido...

Los nervios me ganaron; de ser humana, se notaría mucho más, pero aún así mi comportamiento se descontrolaba. Sé que no le haré nada, que está segura porque mi apetito fue saciado hace poco, pero es muy raro hablar con una humana; sentarme junto a alguien de sangre caliente y corazón latente, alguien que respira y que envejece... Sería impensable para los vampiros que he conocido en estos últimos mil años.

—És-éste... Éste es un lugar muy hermoso— le dije, tratando de controlarme. Entonces, recordando que sé quién és, busqué la manera de hacérselo saber, comentando —Imagino que una curandera tan reconocida como usted tiene vastos conocimientos sobre estas preciosas flores—. Pude verla sonreír ante mis palabras, pero también estaba ligeramente asombrada. De algún modo recordé a mi madre; a sus sonrisas radiantes y a las curvadas arrugas que se formaban a los lados de su boca. Ya no puedo tener un rostro así, pero nunca esperé encontrar otro igual tampoco. —Si no es mucha molestia, ¿Podría decirme por qué se encuentra aquí a ésta hora de la madrugada?

Ah... Quizás no debí hacer esa pregunta. Fue algo indiscreta; la falta de sociabilización me vuelve un poco torpe para entablar conversaciones, y al final no me doy cuenta que me meto donde no debo. Bajé la vista a mis frías manos, donde mis pálidos dedos y sus finas uñas, no tan largas, se entrecruzan nerviosamente. Soy toda una desgracia para los vampiros, pero eso me vuelve mejor fingiendo ser humana.

Volví a levantar la vista, y observé a la mujer con cuidado; quizás debí presentarme antes de hacer una pregunta personal.

Aún sin sus habilidades mágicas se podría ver que esa mujer es un vampiro. En primer lugar, sus gráciles movimientos, delicados rasgos, y perfecta figura, demuestran que no se trata de un ser normal; pero aquella palidez, aquel misticismo, ese brillo salvaje en sus ojos, prácticamente gritan su naturaleza.

Kharyn contuvo una risa al ver, no sólo en su aura sino también en ella, un nerviosismo que no creyó ver en un vampiro. Le sonrió con calma para que ella también se tranquilizara, y la escuchó con atención al hablar. Ella tiene una voz melodiosa, sedosa, y la suavidad de sus fluidos movimientos, aún en ese estado nervioso, la pondría en un mortal peligro si tuviera la capacidad de andar de día.

—Entiendo el dolor que sientes, lo mismo me ocurre. Vi a mi esposo muerto y, sin siquiera poder controlarme, acabé caminando directo al vacío desde el segundo piso de mi casa— le contó, con algo de vergüenza, bajando la mirada. Con más seguridad la levantó y concluyó —Podría haber muerto, pero no fue así. Y ahora me persigue. Incluso el hecho de ser curandera... Él y yo trabajábamos juntos, por lo que se suma al gran número de cosas que me recuerdan a él— admitió, ladeando un poco la cabeza y dejando salir una leve sonrisa. —En pocas palabras, esa es la razón por la que estoy aquí.

Kharyn miró hacia adelante, se inclinó un poco hacia atrás, observó el cielo unos segundos, y luego se acomodó el pelo, volviendo a sentarse como antes. La brillante luna se reflejó en sus ojos, y para otro hechicero la habría delatado.

—Debo adivinar, por lo que dijiste, que sabes quién soy; pero yo no sé tu nombre. Me gustaría que nos presentáramos como corresponde, y luego podría explicarme cómo es que sabe tanto de mí— le dijo con seguridad, y una ligera nota de reproche. —Me llamo Kharyn D' Alis; es un gusto conocer alguien con gustos similares.

Mientras la distraía con su saludo, utilizaba la mano izquierda, oculta tras su cuerpo, para conjurar algo. Una de las mejores maneras de representar a los vampiros, según Kharyn, es con flores de Amancai blancas, flores con pétalos moteados de rojo cuales gotas de sangre. —Crescere— conjuró mentalmente, con mucho esfuerzo, aprovechando el poder de la Luna para hacer crecer plantas.

Paulatinamente, sin que la vampiresa pudiera notarlo, pequeños pimpollos fueron apareciendo entre el pasto de aquel lugar. En esa época, las flores de Amancai ya han sido arrancadas, pero las raíces y plántulas siguen allí. Suele esperarse un par de semanas para que vuelvan a aparecer, pero ella quería específicamente esa especie de pétalos blancos, puesto que en realidad la más común es la de pétalos amarillos, así que involucró a la Luna.

La forma en la que Kharyn le habló, pareció divertir a la vampiresa, que sonrió levemente, revelando el par de blancos colmillos que Kharyn ya esperaba ver.

La amabilidad de aquella mujer me tranquilizó. Fue realmente sorprendente lo que me contó; el reporte lo había hecho el mismo inquisidor culpable de la muerte de su marido, pero solo decía que volvió para disculparse con la mujer, no que ella había caído desde un segundo piso frente a él.

Ella se acomodó, se quitó la capucha, y decidió presentarse sin apartar, ni un segundo, sus brillantes ojos de mi vista. -Ese brillo me da miedo. ¿Qué significa?

Le sonreí divertida al oír su presentación, y le respondí —Mi nombre es Sally Tarreja. Sé quién es usted porque trabajo en la biblioteca de...—. Reformulé mi respuesta. —Trabajo con los archivos de la inquisición de Francia, manteniéndolos actualizados y transcribiendo registros y reportes— conseguí contarle finalmente, notando un ligero estremecimiento al decir la palabra "Inquisición". Ya estoy acostumbrada a eso; cuando era humana no tenía idea, pero la verdad es que son muchas las criaturas mágicas y los humanos relacionados con la magia, por lo que saber que estás relacionada con la inquisición no suele caerle bien ni a los propios humanos. —Al comprobar que usted era quien pensé... Simplemente no estaba segura de cómo decirle...— suspiré finalmente, bajando la mirada, un poco frustrada de mí misma, cruzando las piernas, y apoyando los brazos sobre mi rodilla.

Lo arruiné. Arruiné todo. Lo que inició como una conversación normal, acaba de convertirse en una de las situaciones más incómodas de todas. —¿Qué se supone que diga? "Transcribí el reporte en el que hablaban de la muerte de tu marido, ¿Quieres saber por qué arma murió?"

No me atrevía a mirarla, pero cuando finalmente me decidí a volver la vista hacia ella, sus ojos interrogantes me hicieron frente. Soy pálida por naturaleza, pero debo haber empalidecido aún más. —Supongo que ahora que me metí en este embrollo, al menos debería darle una mejor respuesta— comencé, algo nerviosa otra vez. Estaba inquieta, cambié el cruce de piernas, y le dije —En realidad, su esposo no era el objetivo de aquel inquisidor. Él iba tras un licántropo, igual que un cazador junto a él. Su esposo se interpuso, logró darle una oportunidad al licántropo de escapar, y por eso mismo el cazador abandonó la búsqueda; pero el inquisidor lo persiguió. Que salvara al licántropo lo convenció de que debía ser hechicero, y finalmente... Bueno, creo que no es necesario que lo diga—. Hice una pausa, baje la mirada a mis uñas, que no dejaba de mover, y luego continué —Fue el informe más difícil de mi vida, nada quedó realmente claro. Además, si hubiera sido mago, pensó luego el inquisidor, probablemente hubiera utilizado algún hechizo para escabullirse, o para confundirlo; pero no lo hizo—. Ella me escuchaba con atención, así que seguí contándole. —Se continuó con la investigación para tratar de probar que él era un hechicero...—, seguí, aunque quizás no me expresé muy bien. Desvió una mirada de desdén, así que rápidamente agregué —Pero jamás se comprobó que fuera en realidad hechicero, y nadie lo cree, así que en los registros no aparece como culpable de ningún cargo, y de ninguna manera queda usted relacionada con el tema, Madame.

Una leve sonrisa apareció en su rostro, y finalmente solté un suspiro de alivio. No puedo creer que conserve aún estás reacciones de humana, creí ya no tener esta clase de sensaciones. —No puedo decírtelo, pero realmente agradezco que me hagas sentir como humana otra vez.

—Sé que no es el trabajo más feliz del mundo, pero es el legado de mi familia...— concluí, bajando la mirada, y apoyando mis manos en el banco al tiempo que estiraba un poco las piernas.

Con atención y en silencio, Kharyn la oyó contar su experiencia con el complicado caso de la muerte de su marido, en el que Sally tuvo la desgracia de verse involucrada. Tan nerviosa estaba, que no aquietaba las manos, y tan concentrada en contárselo de la manera más sutil posible, que no notó las flores que comenzaron a crecer alrededor de sus pies.

Tras sus últimas palabras, que la abstrajeron en sus propios pensamientos, Kharyn se agachó y cortó una flor que se abrió casi de manera instantánea, junto a uno de sus pies; al volver a levantarse, Sally tenía la vista sobre ella, y parecía confundida.

—¿Sabes qué es ésto?— preguntó Kharyn, sin esperar una respuesta en realidad. —Es una flor de Amancay. Sus propiedades curativas son limitadas, sobre todo las de ésta clase en particular; pero quizás puedas encontrarle algún significado— explicó Kharyn, entregándole la flor con lentitud.

Kharyn observó con una media sonrisa a la vampiresa. Sabe que de un modo u otro acabará comprendiendo a qué se refiere, y está segura que fue la mejor manera de decirlo. Sin embargo, aún había cosas que quedaban sueltas.

Levantó la vista una vez más, notando que se ven muchas menos estrellas que antes, y que el cielo parece ligeramente más claro que antes; un par de nubes comenzaron a aparecer, quizás llovería. —¿Si se sintió amenazada por mí, por qué no me atacó? ¿Por qué permitió que una “simple humana” le dijera qué hacer?— se preguntó la hechicera.

Aún quedaban dos horas antes de amanecer; ¿Lo sabría ella?

En lo que la vampiresa observaba la flor con detenimiento, Kharyn decidió pararse; de algún modo tenía que hacerle entender que debe irse. Debe regresar y volver a esconderse, antes que el sol salga.

Cuando se paró, sacudió un poco su capa y volvió a ponerse la capucha, notando con diversión como Sally se paraba casi por inercia, pero sin quitar la vista de la flor. Kharyn no emitió sonido alguno; solo comenzó a caminar, oyendo al principio, solo sus pasos sobre las hojas secas bajo sus pies. Enfocó sus sentidos en el ambiente, percibió la brisa y el frío, y luego oyó apenas un leve crujido antes de sentir la fina mano de Sally sobre su hombro.

Detuvo su marcha, volvió la vista hacia la vampira, y la miró con una media sonrisa.

Me confundió un poco lo que hizo. ¿De dónde sacó aquella flor? ¿Estuvieron siempre aquí? Con la vista clavada en los pétalos blancos moteados de rojo, traté de encajar todo. Es decir, no comprendo cómo pudieron pasar desapercibidas con el color que tienen, y cómo es que justo nos sentamos aquí.

Cuando quise darme cuenta, estaba parada, y ella me miraba con una media sonrisa que la hacía ver, de alguna manera, solemne. La vi a los ojos y brillaron; —¿Qué es ese brillo?

—¿Ya debe irse?— le pregunté, bajando la flor, al verla parada y con la capa puesta. —Veo que se estaba yendo.

Bajó la vista y juntó las manos, pero antes de contestar, oí las campanadas del reloj que daban las cuatro de la mañana. —¡Amanecerá en cualquier momento!

Entendí que ella debía saberlo. La flor, el trato; no le sorprendió mi apariencia, quizás hasta me vió elevarme del suelo, y se va ahora que está por amanecer…

Me cayé unos segundos en los que reinó el silencio. —Si, yo también debo irme; pero… Necesito hacerle una pregunta por favor— la detuve. Abrió los ojos sorprendida y mantuvo la vista sobre mí, pero comenzó a avanzar, con lentitud, por el pasillo de plantas que salía hacia la izquierda. —Por favor, necesito que me hable… que me hable con sinceridad absoluta— le pedí, con inseguridad al principio pero firmeza al final.

Se dió vuelta, se quitó la capucha, e inhaló profundo al tiempo que elevaba un poco la vista; parecía estar revoleando los ojos, quizás le resulté muy molesta. Pero ahora no hay nada más importante que ésto. —¿Qué sabe? y ¿Cómo?

Kharyn se muestra como una simple curandera, como una mujer sin nada llamativo, sin fortuna o atractivo, como si solo fuera una buena ciudadana de Francia, y nada más; pero ¡No! ¡Hay algo más en ella! Diría que puedo sentirlo, su presencia en este invernadero tiene tal impacto: las flores de amancai lo demuestran...