White hunter, black heart // Erkki Aliranta

Berger llegó aquel maltrecho antro, meciéndose como un navío, y tras él arrastraba el cinto y su pistola de chispa; se mostraba como un hombre recio, macizo, alto, con los ojos entrecerrados como si el sol dieran constantemente en ellos; su pelo revuelto y embreado sobresalía por debajo del sombrero que en su día había sido de color parduzco; tenía las manos ennegrecidas y llenas de cicatrices como costuras de siniestra blancura, y con uñas negras y rotas.  

- Buenas... - dijo con voz cascada, que parecía afinada con alambre de espino. Sus primeros pasos en el interior fueron seguidos por los clientes, los que estaban de espaldas a la puerta se viraban al observar la estupefacta expresión de sus acompañantes. Al llegar a la barra fue recibido por el dueño del lugar en un tono muy cortés. Berger sólo pidió un vaso de whisky. Cuando se lo trajeron, lo bebió despacio, como hacían los catadores, chascando la lengua, y sin dejar de mirar a su alrededor. Su mirada lánguida indicaba que no era la primera ingesta alcohol del día. Y en efecto, minutos antes había sido echado a patadas de la taberna de en frente, y antes de esa, de la que se situaba al final de la calle. Se comportaba como una malograda cucaracha buscando un poco de oscuridad y algo que llenara su estómago, en su caso alcohol.

- Es una buena zona - dijo entonces -, y una taberna muy bien situada. ¿Viene mucha gente por aquí, eh, compañero? - el dueño le respondió que no; pocos clientes, por desgracia - . Bueno; pues entonces aquí tiene su cliente ideal. ¡Eh, tú, compadre! - le gritó al hombre que corría con las cazuelas detrás del dueño, al otro lado de la barra -. Atraca aquí con algo de comer - continuó -. Soy hombre llano; Whisky; tocino y huevos es todo lo que quiero. Y, ¡ah!, se me olvidaba, perdona... - y arrojó tres o cuatro monedas sobre el umbral.

El dueño, a señal de unas palmadas de Berger sobre la barra le sirvió otro vaso de Whisky y, el cual, sin contemplación alguna, lo arrojó a su maltrecho gaznate. En ese momento, al fondo de la estancia una botella de cristal se hizo añicos contra el suelo, provocando un atronador sonido que hizo que Berger se virara y desenfundara su arma, y al grito de: - ¡A las seis! - la disparó contra una cabeza de ciervo que colgaba del pilar a su espalda.

Y se levantó como un rayo.

Y en ese mismo instante, de golpe, vaciló, se llevó la mano a la cabeza, permaneció unos segundos como un barco escorándose y después, con un extraño gemido, cayó sobre una atestada mesa que volcó al derribo del pesado cuerpo. Velas, vasos y botellas alzaron el vuelo para luego caer sobre el inmundo borracho que apenas reaccionó a los golpes de los mismos.

Nadie por un instante parecía atreverse a socorrer a Berger, por temor a que despertara y se llevaran un balazo. Raudo, el dueño del sitio, trajo, por si acaso, un poco de agua y trató de hacérselo beber, pero tenía los dientes apretados y la boca encajada, como si fuera de hierro. En ese instante, y con gran alivio para los parroquianos cuando de entre el tumulto alrededor del cuerpo inerte se abrió paso una persona, aparentemente para socorrerlo.

Erkki nunca había sido un gran bebedor cuando estaba vivo, se había pasado la mayoría del tiempo atendiendo enfermos moribundos gracias a la peste negra que azotaba la península Escandinava, por lo que nunca le había tomado gusto a la bebida, sin embargo con el tiempo había cogido la costumbre de visitar las tabernas, ya que eran sitios en donde se podían escuchar historias y leyendas que se transportaban de aquí para allá gracias a los marineros y comerciantes. Era un sitio encantador a pesar del desagradable olor a sudor de los hombres mezclado con la cerveza e inclusive algo de vómito en alguna esquina, Erkki se sentía a gusto.

Llevaba un par de horas en la taberna, había hablado con un marinero que había tocado puerto en la mañana y que venía viajando por el mediterráneo, luego había hablado con unos comerciantes que habían llegado a la ciudad para vender unas telas persas a Erkki le encantaba hablar con desconocidos sin importar su clase social, siempre aprendía cosas nuevas no sólo del mundo sino del comportamiento de la gente. Entonces un hombre alto y de apariencia tosca había entrado a la taberna, a Erkki le dio la impresión de que era el tipo de hombre con el que no se podía bromear, pues parecía más un perro viejo de esos que no sabes si te va a morder o a lamer la mano.

El hombre había pedido whisky con huevos y tocino, una combinación no muy saludable pensó Erkki, pero había visto cosas peores entre el tipo de gente que frecuentaba el sitio, le observó desde la mesa al fondo donde se encontraba sentado y presenció como se giraba al escuchar el sonido de una botella al quebrarse, disparaba al aire y luego caía inconsciente al suelo, la gente se había quedado en silencio por unos instantes como sin saber que hacer y Erkki se apresuró al caído sin pensarlo dos veces. Colocó su cabeza contra el pecho del hombre y escuchó unos leves latidos del corazón, luego le levantó los párpados y notó que los ojos estaban perdidos hacía arriba, el hombre estaba completamente inconsciente. Erkki tomó el vaso donde previamente había bebido y lo olfateó, olía a whiskey, pero también a algo más que de momento no supo diferenciar.

Parecía una intoxicación por parte de la bebida, cosa bastante frecuente en tomadores empedernidos, pero una extraña sensación en el comienzo de la nuca le hizo girar para ver a un hombre que observaba la escena detrás de la barra, no era el tendero ni tampoco el ayudante ¿Cuando había entrado es hombre en el recinto? Erkki llevaba horas allí y no lo reconoció, tenía los ojos de un color castaño casi dorado, de mediana edad y cabello ondulado, había algo en el que le hacía sentir inquieto ¿Era acaso miedo lo que sentía?, Erkki sacudió la cabeza y el hombre se escabulló por la puerta de atrás rápidamente.

-¿Esta muerto? - Preguntó un marinero que se había acercado a inspeccionar el cuerpo.
-No – Respondió Erkki y se apresuró a levantar al hombre inconsciente del suelo, si no fuera por su fuerza vampìrica se habría encontrado en problemas pues el hombre era bastante robusto – Soy doctor, no os preocupéis y continuad con la bebida – Exclamó al resto de comensales que comenzaban a murmurar.

Salió de la taberna y el frío de la noche lo recibió como un golpe físico, el invierno había llegado en su totalidad, no nevaba afortunadamente pues Erkki no tenía con que cubrir el cuerpo paciente. Porque una vez lo había tomado en brazos ya era su paciente, además el vampiro sentía que había algo extraño en como habían sucedido las cosas, especialmente por la mirada de aquel hombre. Pensó en tomar un carruaje, pero le pareció que sería más lento así que, con disimulo caminó hasta una callejuela oscura y de un salto cayó en el techo con el cuerpo de Berger. Comenzó a correr por los techos de las casas, saltando aquí y allá con una suavidad digna de un felino, en menos de 15 minutos recorrió la distancia que les separaba del hospital, se aseguró de que nadie le viera y saltó de nuevo al suelo y caminó hasta la entrada.

Una vez dentro del hospital fue fácil llevarlo hasta su consultorio en el cuarto piso, las enfermeras le ayudaron a colocarlo en una camilla y el les ordenó que le trajeran agua y leche de vaca. Cuando le dejaron sólo, Erkki volvió a tocar el cuello del hombre para confirmar que su pulso se mantenía estable, entonces notó que los labios se le estaban colocando morados ¿Le habían puesto algo en la bebida? Se preguntó, los síntomas no parecían ser sólo de intoxicación por el alcohol, cuando las enfermeras volvieron, Erkki levantó la cama para que el hombre quedara semi acostado, mojó un algodón en alcohol y se lo colocó cerca de la nariz, esperando que el olor, le sacara de la inconsciencia.

- Señor... ¿Me escucha? - Preguntó Erkki cuando el hombre comenzó a parpadear. - ¿Puede ver mis dedos? ¿Cuantos dedos ve? - Le mostró 3 dedos frente a la cara esperando que el hombre volviera en si mismo.

(( OFF ROL: Siento lo largo que ha quedado, generalmente no respondo tan largo, pero creo que como es el primer post era necesario. ))

«El mundo se desvaneció. A partir de ese instante, por unos breves segundos, para el cazador fue como si la demencia lo hubiera tocado con uno de sus dedos. Una niebla se hizo espesa, el cielo de invierno, cubierto de nubes y a penas visible por una oscuridad perenne, pareció de pronto encenderse, enarbolado por la sangre inmaculada de los asesinados por su mano. El sol, detectable a penas por un pequeño resplandor entre los nubarrones, se volvió negro como el ébano y desde el suelo, hojas, resquicios de tierra y osamentas de guerreros antiguos se elevaron en el aire, como absorbidos por una atracción inexplicable, como si el astro se hubiera transformado de pronto en un agujero negro hambriento e insaciable, y el mundo ardió. Al rededor de Berger, cada uno de los parroquianos ardió en llamas, la piel bajo las ropas se volvió una sustancia espesa que escurrió por la tela, el músculo se adhería a los zapatos al rojo y las mujeres se asfixiaban dentro de sus corsets.

Dos manos, desgastadas, ajadas por el tiempo, podridas y huesudas, se aferraron a los pies de Reinfelhem, saliendo desde el suelo. La tierra se partió en dos en un cataclismo de una fuerza apocalíptica y bajo los pies de los parroquianos, las llamas infernales abrasaron la carne. Cadenas al rojo se aferraron al cuerpo de Berger, internándose por los ojos, los canales auditivos, el vestigio de la unión umbilical y zonas íntimas. Se aferraron a su cuerpo con tanta fuerza que parecían las garras del mismo lucifer. Como succionado, por una pajilla, Berger comenzó a ser arrastrado por las cadenas hacia el infierno, las llamas fundieron sus ropas, que se mezcló con su sangre y su cuerpo y murió despedazado en un torbellino de manos, fuego e ira.

Su propia cabeza yacía de pronto en el pasto, y frente a él la de su esposa y su hija, observándose en silencio mientras con ánimos lentos, su familia se aproximaban para devorar su carne. Su hija, de un mordisco, le arrancó una oreja, y su esposa, devoró una de sus mejillas. La tierra ardió y todo se desvaneció.»

Cuando Reinfenhelm regresó a la realidad, no estaba en el mismo sitio, los nuevos aposentos parecían un odiado sanatorio, pero su mente había sufrido los estragos en la ilusión, y aquello no hizo más que ponerle más histérico. No recordaba nada de lo ocurrido en las horas posteriores. Sus ojos, desorbitados, se esforzaron por buscar a alguien, y tras lentamente contemplar más allá del umbral posible distinguió una figura con infinidad de dedos que parecía intentar agarrarlo. Ante ello, y la neblura que cegaba su vista, explotó en una vorágine de gritos inconexos y sacudidas contra todo lo que se encontraba a su paso, mientras todavía continuaba tendido.

- ¡Satanás, no te harás con mi alma - gritó entre risas -, todavía no, tu vives por siempre pero yo no me rindo nunca! - las desdibujadas sombras que ante el se postulaban las había tomado por figuras demoníacas y, por ende, pensaba que se encontraba en el infierno; las voces allí se convertían en alaridos incomprensibles que retumbaban en su cabeza, nada de lo que escuchó fue lo que se había dicho realmente, así como «¿Puede ver mis dedos? ¿Cuantos dedos ve?», él escuchó vociferar insultos en viles lenguas. De pronto saltó de la camilla. La locura le había sacudido una vez más su ya capitidisminuida cabeza y ahora se había procurado un rudimentario escalpelos para defenderse a falta de sus armas principales.

Allí, detrás de una mesa de quirógrafo, se parapetó y lanzó punzantes ataques a todo aquel que se le acercaba.

- Decidme, ¿Quien es vuestro jefe? - espetó luego, mientras esgrimía aquella herramienta sanitaria como un lunático - ¡será el primero en morir!

La reacción del hombre fue brusca e inesperada, las enfermeras soltaron griticos de sorpresa cuando el hombre había gritado improperios y había llamado al mismísimo satanás en persona. Erkki mantuvo la calma. la reacción del hombre sólo confirmó sus sospechas, alguien le había puesto una sustancia en la bebida, no era simple intoxicación por alcohol, el hombre parecía estar viendo visiones causadas por algún tipo de alucinógeno.

Las enfermeras eran mujeres religiosas, como era lo común de la época y el vampiro sabía que, de no controlar la situación ellas creerían que el hombre estaba poseído por el demonio y en vez de un tratamiento médico, llamarían a un párroco o inclusive a un inquisidor. Erkki ya había visto muchos hombres y mujeres inocentes morir en la hoguera por razones mucho más estúpidas y no quería que ese pobre hombre fuera juzgada inequívocamente por un par de sacerdotes ignorantes. Cómo médico, su prioridad era salvarle, le había visto llegar a la taberna y su actitud era mucho más apelmazada, no creía que el hombre estuviera loco, sino simplemente desorientado por las alucinaciones.

Aquí empezaba la parte complicada, debía usar sus habilidades vampíricas sin que las enfermeras se dieran cuenta ¿Pero como hacerlo en medio del alboroto que se estaba armando? A ese paso otros médicos vendrían, tenía que mostrar que tenía las cosas bajo control. El vampiro se acercó al hombre y le agarró por los brazos, naturalmente este se debatía y con el escalpelo le alcanzó a cortar el antebrazo cubierto por la bata de hospital, pues el afilado objeto había cortado la tela.

- ¡Adelaide! Tráigame hojas de manzanilla, caléndula y abedul - Le gritó a la enfermera más bajita, esta asintió y salió corriendo de la habitación - Jocelyne, caliente el agua y traiga paños para la fiebre - La segunda enfermera, de cabello risado y rubio, tomó el balde con agua fría que había traído y se fue corriendo con él hacía las calderas del primer piso. Cuando se quedaron solos, Erkki inmovilizó al hombre con su fuerza y lo miró directamente a los ojos.

Normalmente los vampiros usaban sus poderes mentales para confundir a sus victimas, hacerlas extraviar en los bosques o hacerles ver alucinaciones, Erkki no pretendía nada de eso pues el pobre hombre ya estaba lo suficientemente alterado, por el contrario el uso su habilidad para ejercer el efecto contrario, mirándole a los ojos sintió como si una parte de si mismo se adentrara en la cabeza del humano a través de sus ojos, era una sensación como de estar en dos cuerpos a la vez, el vampiro visualizó un campo de pastizales verdes, un cielo azul desprovisto de nubes y el sol acariciando ese paraíso con sus luminosos rayos, vio a una mujer y a una hermosa hija, lucían resplandecientes y sonreían, Erkki sintió amor por ellas aunque nunca las había visto, era extraño entrar en la mente de una persona y adquirir los sentimientos de la misma, la niña reía y jugueteaba por el pasto dando saltitos alrededor de la madre.

- Todo va a estar bien querido - Dijo la mujer y tomó la mano de Erkki/Berger entre las suyas para luego darse la vuelta y caminar hacía el horizonte con la niña.

Una sensación de tranquilidad y calma llegó a Erkki, aunque era consciente de que ese sentimiento no era suyo, era de Berger y decidió que era momento de volver al mundo real, lentamente su consciencia volvió a ser una sola y el mundo se materializó a su alrededor para quedar de nuevo en el consultorio.

- Mi nombre es Doctor Erkki Aliranta - Dijo con suavidad soltándole de los hombros - Esta en mi consultorio en el hospital central, ha sufrido un desmayo en la taberna hace unas horas, le he traído aquí para ayudarle, puede confiar en mi - Concluyó, la herida que le había causado con el escarpelo ya se había cerrado pero la sangre había quedado en la bata blanca de todas formas.

Las voces que le rodeaba, ahora más nítidas, continuaron retumbando en su mente, pero él rompió en juramento y maldiciones contra el doctor y las enfermeras con una voz que, aún apagada, no había perdido su vieja energía. A un intento de agarrar al maltrecho cazador éste descargó sobre el doctor una serie de descordinados tajos, que, de haberlo alcanzado mejor, lo hubiera abierto en canal, para su suerte de ambos, todo terminó un "rasguño".

- ¡Qué! ¿quién anda ahí, matasanos? ¡son todos unos farsantes! - voceó -, ¿qué sabe de hombres caza bestias? Con estos ojos he visto el certero golpe de la guadaña, y a mis compañeros caer muertos como moscas con el vómito negro, y he visto la tierra abrirse como una maltrecha boca dentada. ¿Que sabrán los médicos?. Mi maldición caerá sobre todos - y de nuevo prorrumpió en una sarta de juramentos, pero poco a poco a medida que parecía que sólo quedaba una sombra en la sala continuó ya con un tono de súplica. De pronto, como un rayo, se vio preso en un abrazo del que se sintió imbuido en un pasado ya olvidado:

Se encontraba en un basto prado de hierba verde, con muchas flores que sobresalían como las ortigas, y donde el sol recorría todos los rincones de la llanura. Las frondosas ramas de los árboles ondeaban por el viento cálido que fluía entre ellas, en las que se posaban las aves de colores llamativos que entonaban su particular cantar. En el centro de la pradera había una silueta postrada, le resultaba familiar, sobre todo aquella singular fragancia que desprendía.

Fue cuando comprendió que ya no se encontraba en los infiernos, sino reviviendo uno de aquellos días de verano, donde se podía oler el fresco de la mañana y notar la cálida brisa. Su mujer e hijas le hacían compañía. De nuevo pudo contemplar en movimiento aquellos rostros que, a base de malas obras, había eliminado de su memoria; sus risas angelicales, su trenzas y los pliegues de sus vestidos en el contoneo de su andar.

Berger cerró los ojos para intentar retratar mentalmente aquel momento y que perdurara en él para siempre. Entonces despertó de aquel agradable y maravilloso sueño. Pestañeó lentamente, la boca la tenía reseca y le sabía demasiado a sangre, su cuerpo estaba como dormido y dolorido al mismo tiempo, era una sensación de ansiedad. Sus ojos repasaron brevemente la habitación, mientras los acostumbraba a la nueva luminosidad. En ese momento Berger, aún exhausto, buscó la procedencia de aquella voz masculina y sintiéndose liberado de sus dos extremidades sintió la necesidad de agarrarse a la pata de la camilla, a consecuencia de un precario equilibrio que amenazaba con desplomarlo. No obstante, la tráquea pareció cerrársele al comprobar el interior de aquel lugar.

Sabía que todo había producto de su mente, una vez más, ésta se había convertido en su peor enemiga. Se puso de rodillas en la procura de un poco de aire que inhalar. Vigiló sus espaldas como un animal en una jaula, con gestos rápidos y serpentinos. Sin levantarse, dirigió una rápida mirada a cada uno de los presentes, incluidas las enfermeras que regresaban con las manos llenas.

Su mirada se detuvo más de lo normal al contemplar dos asustadas enfermeras que se postulaban detrás de un hombre, el cual fue el que le llamó más la atención. Sobre su manga se distinguía un borroso tono escarlata tras una brecha en la misma, tenía el pelo cano, con gesto pasivo y que aparentaba ser el Doctor de turno.

Berger al fin se decidió a levantarse, y con él, lo hicieron también las miradas. Pese a que habían pasado ya varios segundos de la última frase de aquel hombre, y que, parecería que quedaría sin respuesta, el cazador, dijo al fin algo:  -. Con que eso pasó... - dijo serio -. Espero no haber tenido nada que ver con esa herida en vuestro brazo.

Más calmado se sentó sobre la camilla y se rascó la cabeza, y allí donde antes estaba su sombrero, el cual buscaba, ahora se vislumbraba un embreado pinado de "demente". Había mostrado toda su mano por lo que sabía que después de todo lo ocurrido no se iría por las buenas, como si nada hubiera pasado.

- Dígame que no he graznado nada de mal gusto por esta incorregible boca - dijo, acercándose el pulgar volcado a su boca para que le dieran algo de beber.

Él hombre volvía lentamente en si mismo una vez la ilusión que el vampiro le había inducido en la mente había tenido un efecto tranquilizador, Erkki no estaba seguro si aquello había sido un recuerdo o simplemente el anhelo de una mente que desea con fervor ver cosas perdidas. Erkki había visto muchas cosas raras en las mentes de sus víctimas y sabía que la mente humana era compleja e inestable, un hombre podría parecer sano y cuerdo y esconder una locura irrefrenable. Tenía curiosidad por saber sobre el paradero de esas mujeres, pero debía ser discreto, ir por ahí leyendo las mentes humanas era un acto de mala educación y Erkki no quería ganarse un enemigo.

-No se preocupe es sólo un pequeño corte – Respondió Erkki ante la mención de la cortada, se apresuró a tomar una gaza y espadrapo para cubrir la herida, no quería que las enfermeras vieran que ya se había cerrado, eso sólo generaría preguntas que él no podía responder. - Gajes del oficio, me han ocurrido cosas peores en este consultorio, créame – Comentó con tono de broma.

-Aquí están las hierbas medicinales que pidió – Exclamó Adelaide la enfermera más bajo de cabello castaño colocando un cuenco con las mismas sobre la mesita, la otra enfermera quien había traído el agua caliente, vertió un poco en el cuenco con las hierbas y rápidamente el agua tomó un color verdoso.

-Estábamos en la taberna – Comenzó a explicar Erkki – Usted pidió un trago de Whisky pero una vez bebido, se desplomó ipso facto - El vampiro revolvió la infusión de hierbas con una cuchara metálica – Tengo la impresión de que usted suele beber con frecuencia, así que, me ha parecido extraño que ese trago causara un desmayo, como médico por supuesto no podía dejarle tirado en el bar así que le he traído a mi consultorio -

La enfermera de cabello se retiró cuando vio que sus servicios no eran necesitados mientras que la otra tomó el cuenco con la bebida y se la ofreció.

- Tengo la sospecha de no sólo había whiskey en esa copa – Continuó Erkki – Sus síntomas eran sin duda los de envenenamiento y no intoxicación por el licor, por favor beba ese té de hiervas, son analgésicas y ayudarán a combatir el dolor de estómago y la irritación – Le explicó, sabía que se sentiría mucho mejor si lo hacía - ¿Tiene usted enemigos? La verdad es que... había un hombre que me pareció sospechoso en la escena, pero todo pasó muy rápido así que no recuerdo muy bien su rostro... por cierto ¿Cual es su nombre? -

Berger asintió ante la aclaración de la herida, a menudo, no era su intención agredir a nadie que no se lo buscase, por lo que tuvo que tragar profundo para que su estrés se precipitara por su traquea.

Ya más calmado, a base de una auto impuesto estado sumiso para no querer aparentar más amenaza de lo que ya parecía, observó en rededor una habitación de centro médico común, rodeada esta por varias camillas y bandejas en cuya superficie se amontonaban decenas de aparatos quirúrgicos junto a diversos matraces cuyo contenido no fue capaz de identificar. Aquel lugar le producía mareos, y no era para menos, debido a que se había pasado varios años torturado en un lugar semejante, en el que, por decir la verdad, había terminado acabando.

El cazador escuchó la historia, atento, sin perder ni un ápice, mientras contemplaba a las tres personas que le encaraban, pero sobre todo al doctor, el cual parecía más calmado cuando comprobó que el cazador había cambiado su estado agresivo al de pasivo. La enfermera le ofreció la bebida y Berger, alargando el brazo la tomó y la bebió despacio al principio.

- ¿Enemigos?, enemigos... no se quien podría... - aseguró falsamente, intentado no delatar su verdadera fachada - tengo algunas cuentas sin pagar, quizá también algún corredor de apuestas, mi suegra... - rió por lo bajo, intentando quitar hilo al asunto -. Berg, llámeme Berg - respondió temeroso, no quería mostrar todavía todas sus cartas, más aún cuando su visión contempló una puerta que conducía a los pasillos de aquel misterioso y psicológico cruce entre "manicomio" y hospital.

- ¿Sospechoso? - dijo con un tono un tanto desinteresado, aparentando no creer nada -, acláreme eso, ¿que aspecto tenía? ¿No sería el viejo Ted? al cual le debo unas cuantas monedas. ¿No sería grueso él, con pelo cano y cojo de una pierna? - interrogó haciéndose un poco el tonto, basando toda su información en una mentira, debido a que el viejo Ted había muerto cuando él todavía era un niño.

A medida que el resto de los sentidos comenzaban a reactivarse, pudo cerciorarse de que su manos dejaban el tembleque y le permitían sostener con tranquilidad aquel vaso.

- Ya me encuentro mejor. Dígame lo que tenga pendiente y me marcharé, seguro que tienen pacientes a los que atender.

Pues a simple vista parecía un hombre muy tranquilo, con los típicos problemas de un hombre que le gusta divertirse de vez en cuando y se le va la mano con la bebida, seguro que tenía cuentas pendientes en diferentes tabernas si se la pasaba todas las noches visitando una distinta. Seguro que ni tenía dinero para pagar la consulta y Erkki tendría que asumir las consecuencias si el jefe del departamento se enteraba que había atendido una emergencia de gratuita.

Parecía más calmado conforme la bebida le hacía efecto en el cuerpo, una de las enfermeras se había ido pero la otra continuaba en el cuarto como esperando que le diera más órdenes, el vampiro escuchó la descripción del sospechoso, en realidad era que el hombre que había visto lucía bastante joven, por lo menos en sus 30, apenas si recordaba sus facciones, pero los ojos... su mirada intensa seguía vívida en su mente. Berger estaba diciendo que se sentía mejor cuando el estallido de los vidrios de la ventana los aturdió por unos segundos.

Todo pasó tan rápido que inclusive el vampiro tardó unos momentos en comprender lo que registraban sus ojos, por el ventanal a sus espaldas una enorme figura de casi 3 metros de longitud había traspasado quebrando los vidrios en cientos de pedazos que se esparcieron por toda la habitación, la bestia se había erguido en dos patas dentro del consultorio y su cabeza casi que tocaba el techo del mismo. La enfermera había abierto la boca para lanzar un grito de terror, pero mucho antes de que pudiera tan siquiera articular una sílaba, el hombre lobo había roto su garganta de un garrazo.

La sangre brotó a presión de la vena orta en una especie de fuente macabra salpicando el suelo de la habitación, la enfermera cayó de rodillas con la cabeza colgando de un pedazo de carne, el olor a sangre inundó las fosas nasales del vampiro distrayéndole por unos segundos de lo que realmente estaba pasando, demasiada preciosa sangre siendo derramada a pocos centímetros de él.

Él licántropo rugió , sus ojos amarillos posandose en Berger y se lanzó hacía él con la intención de morderle la cara. Erkki pensó que el viejo Ted parecía mucho más amenazante de lo que Berger había descrito...