No one is ever needed... except now // Privado - Joe Black, Nihm Black, Bavol, Esmeralda y Saphire

La reina gitana yacía en la cama desde hacía varias semanas. La noche oscura cubría la ciudad de París y los gitanos hacían preparativos para el funeral. Sin embargo, este no iba a ser uno más, porque no había mujer encinta, no había embarazada aguardando dar a luz. Y eso implicaba algo muy complicado, porque el alma de Esmeralda no tendría cuerpo al que saltar. Pero a la anciana se le había ocurrido una idea. El problema radicaba en que era algo nuevo y nadie sabía si surtiría efecto o si sería un desastre total. Había una joven muerta en vida, un cuerpo que aún respiraba, pero cuya mente y alma ya no habitaban a su huésped, a la humana. Pero el salto no podía provocarse, la muerte debía ser natural y el cuerpo de la muchacha no aguantaría suficiente. Por ello, la vieja hizo llamar a sus nietos y les encargó que fueran a buscar a su amigo, al vampiro Joe Black. Él era el único que podía ayudarla.

Saphire fue la única que estuvo presente ante la petición de su abuela, porque Bavol, su hermano, estaba, como siempre, en la taberna, timando a algún insensato. Así que en cuanto recibió el recado de la reina gitana, le echó de comer a su cabra y fue a localizar al trilero de la familia.

Era fácil dar con él, sólo hacía falta seguir el aroma a alcohol y sexo, junto al griterío de una timba. Empujó la puerta y se adentró en el local, llamando la atención con el ligero e hipnótico tintineo de las cadenillas que colgaban de sus caderas. Observó la mesa abarrotada de hombres y con un par de cortesanas intentando seducir a los supuestos caballeros. Su hermano era muy dado al sexo, pero cuando estaba jugando, prefería que las putas entretuvieran a sus víctimas y él, mientras, se centraba en el timo.

Se dirigió a la barra donde pidió una copa, apoyada de lado mientras veía a Bavol hacer lo que mejor se le daba. No le interrumpiría ni levantaría sospechas. Cuando terminara, él mismo acudiría a ella y, entonces, le contaría lo que debían hacer aquella noche.

Un hombre se acercó a la morena, mirándola de arriba abajo como si pretendiera leer hasta su alma. Saphire enarcó una ceja con el vaso de whisky en la mano. -¿Algún problema?- La ladina sonrisa delató al desconocido que sin contener sus instintos, atrajo a la joven de la cintura, bajando la mano hasta agarrarla del trasero. -¿Me ves pinta de puta?- El aliento impregnado en alcohol del tipo bañó el rostro de la gitana y ésta, asqueada, le golpeó con el puño en el estómago y clavó el tacón en el pie izquierdo del tío. -No me gustó tu respuesta.- Espetó, aún y cuando el hombre no había llegado a contestar en ningún momento, ni falta que le hizo a ella.

Aquella noche la taberna estaba especialmente bulliciosa, las damas recorrían las mesas mostrando sus atributos esperando captar con suerte una buena presa, el humo se fundía frente a nuestros labios impulsado por los pulmones ya ennegrecidos de unos hombres que apostábamos nuestras vida sobre un tablero.
El alcohol iba haciendo su efecto, todos envalentonados no se percataban de que yo apenas había me había servido un par de copas de whisky, para ser un gran ladrón hay que tener la mente clara y las manos rápidas y ayuda también guardar muchos ases no precisamente en la manga.

Compinchado con una de las fulanas por las que los ebrios hombres restregaban sus cartas observaba las señas que ella me hacía cuando estos no miraban.
Era fácil jugar al poker cuando conoces de antemano las cartas de los otros y ellos nada saben de tu mano.
La chica era una puta que me tiraba de forma habitual, había que tener amigos hasta en el infierno y el burdel de enfrente se asemejaba bastante a ese lugar.
Empecé pagando mis aventuras nocturnas pero al final la chica me había cogido cierto afecto y follaba con ella sin intercambio de monedas de por medio.

Mis arcas se iban llenando, el truco era no ser demasiado descarado, se trataba de perder y ganar, pero por supuesto perder poco y ganar mucho.
Fue entonces cuando vi la puerta abrirse, aire fresco en aquel submarino con hedor a alcohol, sudor y sexo.

Mi preciosa hermana venia a joderme la partida, tenía el feo vicio de meterse en problemas y aunque bien sabía salir de ellos al final siempre acababa intercediendo.
Mis ojos siguieron aquel tintineo de cascabeles que a golpe de caderas perturbaba a los hombres, resoplé furibundo dedicándole una mirada de reojo que la llevo a sonreír y desviarse hacia la barra para tenerme contento.

Como imaginé no tardo en parecer el primer baboso ni tampoco en que mi hermana estampara un puñetazo en su rostro.
Con una caballerosa reverencia tomé lo ganado despidiéndome de los ebrios hombres de la mesa, solo hubiera faltado los acordes de una guitarra sonando para que mis pasos rápidos se convirtieran en un taconeo gitano y con ello me planté a la espalda de la mole que jodía a mi preciosa hermana y hundí una afilada navaja en su costado, punto donde de clavarlo lo mataría en el acto.
-Shhhhh -susurré calmo -vas a sentarte en el taburete, seguirás bebiendo de esa jarra y no harás ruido, mi hermana y yo nos vamos.

El tipo que borracho pero no estúpido analizó la situación rápido se dejo car apestando a alcohol en su sitio.
Estiré mi diestra en dirección a Saphire y cuando noté sus dedos contra mi palma tiré de esta para sacarla de la taberna.
-¿Y bien hermanita?

La gitana nunca había sido conocida por su paciencia, totalmente contraria a su abuela. Saphire era puro fuego y su lengua estaba cargada de veneno. Los gitanos no eran precisamente una raza educada, pero tenían su código ético, sus normas, y las seguían a rajatabla. Seguramente, eran incluso mucho más fieles a sus creencias que cualquier inquisidor. Podían ser burdos en sus palabras, pero sus movimientos eran gráciles y elegantes, rápidos. Tenían clase, no social, pero sí en estilo. Eran orgullosos y se cuidaban los unos a los otros. Por ese motivo, Bavol no tardó en aparecer para reducir al beodo y ayudar a su hermana, aunque ella no lo necesitara.
 
Tomó la mano ajena al reposar en la palma sus dedos y salieron ambos del local tras dejar pagada su copa. Podían ser ladrones, timadores, expertos ilusionistas del engaño, pero pagaban sus deudas. -Traigo noticias de la abuela.- Comentó antes de desaparecer juntos por la puerta.
 
Una vez en el exterior, se dirigieron al primer callejón. Se sentían más cómodos allí, acostumbrados a las callejuelas, a la oscuridad, a la humedad de los asentamientos. Se detuvó y enfrentó con sus dos zafiros los azules de su hermano. -Nos ha encargado ir a buscar a Joe. Dice que ella aún tiene para dos o tres días antes del salto, pero ha encontrado la solución a la falta de un vientre hinchado. Malena, la gitana que está muerta en vida. Usará su cuerpo. Pero éste empieza a perder fuerza y si no se detiene el proceso, el alma de Esmeralda se perderá para siempre.- Su tono era serio, porque la situación lo requería. Porque aunque fuera una deslenguada, amaba a su anciana abuela y, por encima de todas las cosas, la admiraba. Haría lo que fuera por ella y que hubiese depositado la confianza de una tarea tan importante en ella, la llenaba de dicha.
 
Observó el saco lleno de monedas que colgaba del cinturón de Bavol, antes de regresar su mirada a la foránea. -¿Necesitas dejar eso en el carromato o podemos irnos ya?- Sabía lo receloso que era el contrario con sus ganancias, aunque luego no le costara nada despilfarrarlas en alcohol, putas y otras tonterías. Tal vez tuviera algún escondite cercano donde depositar ese dinero, en vez de tener que regresar al poblado gitano, ya que quedaba en la otra dirección a la que iban.

¿Un cuerpo? Mi abuela era una mujer de recursos, era la primera vez que no habían embarazos a termino para poder dar el salto en la troupe, el inicio acabó mal logrado por culpa de una paliza de odio para con nosotros los gitanos.
Nunca había saltado mi abuela a un cuerpo ya adulto, mucho mas complicado llevar tu alma a un adulto ya poseído por otra que por contra colarte en la del cuerpo de un infante recién nacido sin alma.
-No te preocupes -dije tomando la bolsa con mi diestra, ladeé la sonrisa y como si del juego del trilero se tratara ladeé la sonrisa deslizando la bolsa frente a sus ojos logrando que se esfumara como por arte de magia.

Mi hermana ladeó la sonrisa negando con la cabeza, ya me conocía, a mi y a mis trucos de magia, que no eran tales si no la pericia de un ladrón con dedos hábiles.
Caminamos hacia la mansión Black, muchos serian los nobles que rechazarían nuestra presencia, por contra Joe llevaba milenios relacionándose con mi abuela, siempre fue un tanto nómada y con los míos se sentía en casa.

Atravesamos los barrios de zona alta, no sin despertar la suspicacia de todo transeúnte que agarraban sus carteras como si en ello les fuera la vida, o mas bien el dinero, podría haberme sentido ofendido, mas ¿se ofende el negro por ser negro? Pues tampoco el ladrón por serlo.
Mi hermana golpeó el portón con los nudillos, de seguro nos abriría una de las doncellas, con suerte no nso cerraría la puerta en la cara diciendo que no tenían limosna.

Los gritos infantiles de una niña corriendo nos hicieron mirarnos el uno al otro, debía ser la criatura que Joe mantenía con vida para poder llegada la hora ser convertida, la futura Black, tenía suerte, los Black no eran dados a transformar vástagos.
La niña abrió la puerta, sus ojos se hundieron en los míos por un momento.
-Vaya que fortuna la nuestra, nos abre una bella jovencita.
Clavé la rodilla en el suelo mirándola con picarda.
-¿que tienes ahí? -pregunté llevando mi mano a su pelo para sacar una rosa roja que mostré frente a sus ojos.
La niña me miraba atónita sin saber como de sus mechones salía aquello.
-De nada -susurré cuando la atrapó volviendo a ponerme en pie.

La pequeña Nihm estaba sentada junto a la chimenea, leyendo su cuento favorito por enésima vez cuando escuchó que alguien llamaba a la puerta. Sabía que acudiría alguna de las doncellas, pero ella estaba más cerca y se levantó a toda prisa, corriendo a abrir. Pudo oír los pasos de la sirvienta a sus espaldas y como si jugaran al pilla pilla, se emocionó, apresurando más sus pasos entre risas y breves gritos cargados de diversión. Se aferró a la perilla con ambas manos para hacerla girar y de un fuerte y enérgico tirón, al otro lado aparecieron dos jóvenes de cabellos oscuros y piel morena. El chico hincó las rodillas en el suelo, seguramente para estar a la misma altura que la chiquilla y con un movimiento inesperado de su mano, una flor nació del pelo de la pequeña, dejando a esta pasmada. -¡Hala...!- Con ambas manos, cogió la rosa por el pequeño rabito verde del que la sostenía entonces el gitano y la acercó a su rostro para olerla. -Qué bien huele.- Aseguró con una gran sonrisa. 

La chica que le acompañaba, le dedicó una amable sonrisa a la niña, agachándose justo cuando el hombre se alzaba. Acarició los lacios cabellos de la pequeña, colocando un mechón tras su oreja y con voz suave y agradable, se dirigió a ella. -No te dejes engatusar, trata así a todas las mujeres bonitas.- Fue sincera con Nihm, a la vez en que la halagaba para que sus palabras no sonaran tan mal. Le sabía mal por la chiquilla y, además, era la hija de Joe, mejor mantenerla alejada de las zarpas de su truhán hermano. -¿Gatusar?- Ladeó la cabeza sin comprender, justo cuando el dueño del lugar hizo su aparición, tras haber sido advertido por el servicio de que tenían visita y que la pequeña estaba con ellos. Seguramente habría consecuencias por ello, por dejar que cualquiera estuviera a solas con la niña sin vigilancia, a merced de a saber quién fuera. Pero eso aún estaba por ver y el encuentro entre viejos amigos iba primero. 

La mujercita menuda, se dio la vuelta al escuchar a Joe y fue corriendo a su lado, mostrándole la flor que le habían regalado, mientras con la diestra buscaba su mano para cogerla. -Ha salido de mi pelo.- Comentó, de nuevo con una amplia y radiante sonrisa en sus labios.

Sentado en el sofá pasaba las paginas del diario negando con la cabeza con cierta diversión al pasar por la hoja de sucesos, los policías andaban mas perdidos que esquimales en el desierto, debían andar bien untados de pasta por el consejo para mantener esa estúpida mascarada porque los ataques de animales en pleno París aumentaban.
Dan que elegía resoplando las flores para la boda exigiéndome ayuda fruncía el ceño por el poco caso que le hacía mientras yo me limitaba a señalar las rojas sangre ladeando la sonrisa, poco o nada me importaban los detalles de la boda, algo que mi preciosa futura esposa sabía.
-Deja de preocuparte Dan, todo irá bien -sentencié. Le tendí la mano para que la tomara y viniera conmigo cuando escuché el repiqueteo de la puerta, hubiera permanecido tranquilo sentado de no ser porque Nym se levantó de un salto para ir a abrir, mis ojos se tornaron fuego y como un demonio seguí su estela, las cosas andaban revueltas y no podía arriesgarme a fin de cuentas.

Nadie en su sano juicio se atrevería a amenazarme en mi casa, nadie en su sano juicio tocaría un pelo de mi chiquilla, el problema es que el mundo estaba lleno de gente que no estaba en su sano juicio, así que toda prevención era poca.
Al otro lado de la puerta los dos nietos de la vieja, la mujer había ido apagándose, empeoraba y suponía que venían a informarme sobre que pronto saltaría a su nuevo cuerpo y a invitarme a su funeral y bautizo.

Eche una mirada furibunda al guardaespaldas que tenía en casa y que ahora aparecía atravesando el pasillo a marchas forzadas imaginando seguramente, y no sin razón, que esto lo pagaría con su no vida.
Nym corrió a mi encuentro con una flor entre sus manos, estaba feliz, elevé la mirada hundiéndola en el chico.
Porque no la pones en agua -le dije acariciando su pelo lacio.

Con un gesto hice pasar a los gitanos, dejé pasar a la joven, y atrapé el hombro del chico con una ladeada sonrisa tan galante como su gesto con mi hija.
-Ten cuidado trilero, no queremos que sea yo quien acabe sacando una flor de tu pecho ¿cierto?
El chico mantuvo las formas aunque pude ver el gesto de dolor que experimento tras mi ligera presión, el mismo que se evaporó cuando mi hija regresó a escena.
-¿Y bien? -pregunté pidiéndoles que tomaran asiento mientras la doncella servia unas buenas copas de bourbon y un zumo de naranja recien exprimida para la niña.

Los días pasaban rápidamente como la pólvora y la boda se iba acercando cada vez más y más en lo que ultimaba los detalles de algunas cosas que mi madre me había dejado en “cargo” como si fuera su boda y no la mía, lo cierto es que estaba demasiado ilusionada con aquella boda y a pesar de que yo había querido algo más sencillo y privado ella se empeñó en hacerlo a lo grande. Su hija se casaba, algo insólito para mí de creer todavía cuando mi padre me llevó a aquel baile donde había conocido al vampiro. Parecía que había pasado una eternidad cuando habían sido unos meses, pero intensos por completos donde siempre se sucedían un montón de cosas inesperadas. Ahora me tocaba decidir las flores que habría en la boda, el lugar donde tendría lugar la cena ya que por motivos más que obvios la boda sería de noche para que los vampiros pudieran asistir. Lancé un suspiro pensando en lo que había cambiado mi vida desde aquel baile, ¿dónde había quedado eso de querer boicotear mi propia boda para no casarme? Pues por el camino, como se habían quedado otras muchas cosas por mi parte y la del vampiro. Me mordí el labio observando las tres flores de diferentes colores que tenía frente a mí como última elección, porque sí, mi madre al menos me daba la última palabra para ultimar las cosas. De reojo observé al vampiro que sentado en el sofá leía el periódico pasando olímpicamente de ayudarme, la pequeña leía junto a la chimenea un libro y aunque estuve tentada de decirle que eligiera ella lo dejé pasar porque aunque le hubiéramos explicado veces que nadie podría ocupar el lugar de hija que tenía con Joe no parecía muy convencida y se pensaba que tendríamos hijos, já, la sola idea ya me producía un escalofrío. Mis ojos fueron al vampiro cuando captó mí atención y le mostré las tres flores de diferente color para ver si él escogía, cómo no, escogió la roja sangre y porque no había una negra sino habría sido su elección seguro. Fruncí el ceño por sus palabras porque sí, claro que me preocupaba. Desde que había conocido al vampiro y a los Black, o parte de ellos, siempre había pasado alguna cosa y nada me hacía pensar que en la boda no cabría la posibilidad... y no temía por mí, era una cazadora y había pasado peores, pero mi familia nadie sabía ni conocía de los vampiros y mucho menos mis padres sabían que Joe era uno. Me crucé de brazos y ladeé la sonrisa.


-¿Sabes? Deberías ser tú quien ayudara algo más con esta boda... al fin y al cabo el que quería casarse eras tú ¿recuerdas? –Comenté con tono jocoso sentándome en el brazo del sofá quedando a su lado- yo quería una boda pequeña, íntima y privada... ¿por qué tuviste que ceder a los caprichos de mi madre? Habría sido mejor mi idea –no contestó porque llamaron a la puerta y la pequeña fue a abrir enseguida, Joe la siguió y yo me quedé apartando las otras dos flores en lo que escuchaba hablar a varias personas. Ni varios minutos pasaron cuando aparecieron por la puerta en lo que podía ver el gesto del vampiro porque no le gustaban las intromisiones, menos, cuando alguien se acercaba a la pequeña y yo lo comprobé cuando me la llevé una vez a pasar el día fuera, por la noche había sufrido las consecuencias de cabrear al vampiro al llevarme a la pequeña aunque fuera con buenas intenciones. Reconocí a los jóvenes de haberlos visto en el campamento gitano y me acordé de la “vieja” saludándolos para sentarme al lado del vampiro en lo que la sirvienta traía las cosas y ponía una mano sobre su pierna para que se tranquilizara un poco, sabía de la historia de la gitana y suponía a qué se debía la visita de ellos.

En cuanto Joe hizo aparición, el gitano se tensó por el gesto del rostro que el vampiro llevaba. Ambos sabían que Nihm era la niña de sus ojos, aquella por la que mataría sin dudarlo, pero Bavol solamente había sido amistoso, a su manera, poco apropiada, pero es que él no pensaba las cosas, era un trilero inconsciente. Meditaba únicamente a la hora de timar, para el resto de cosas, sencillamente se dejaba llevar, como con la música.
 
La morena dio un golpe de cadera a su hermano para que se moviera y dejara de estar allí parado. Siguiendo al anfitrión a la otra sala, donde aguardaba la que era su prometida. Se habían visto en varias ocasiones, pero jamás intercambiaron palabra alguna. Ellos tenían sus tratos con los Black, pero la cazadora nunca intervenía. Tomó asiento cuando se lo indicó su viejo amigo, viejo en muchos sentidos, aunque no lo aparentara, y procedió a explicar brevemente lo que acontecía. -Como ya sabes, nuestra abuela está alcanzando el punto de salto.- Elevó una mano para pedir que no le sirvieran más bourbon, antes de proseguir. -El problema es que el único embarazo que había, se ha descarriado.- Alzó sus dos zafiros a encontrarse con los pardos ligeramente enrojecidos de Joe. -Esmeralda ha tenido una idea. Quiere usar a una chica cuya mente está muerta, pero cuyo cuerpo aún vive. El inconveniente es que su cuerpo se va a empezar a descomponer deprisa y la vieja aún no está lista para el cambio. Sabes cómo funcionan estas cosas…- Gesticuló con las manos, a la vez que negaba con la cabeza. -Todo lo que tiene que ver con nosotros, los gitanos, requiere mucho teatro y preparación para el espectáculo. La abuela dice que tú podrías mantener el cuerpo con vida con tu ponzoña y así darle tiempo.- Tomó la copa con una mano y se la llevó a los labios, dándole un lento trago medio silencioso. No era muy de modales, aunque intentaba ser comedida por ser quien era el hombre que tenía delante.

Joe podía ser persuasivo, eso era algo que tenía claro, casi tanto como que no dudaría en arrancarme del pecho el corazón si me atrevía a molestar a su hija, era un depravado si pensaba que yo podía encontrar algún aliciente sexual en una niña de 10 años es porque los años le habían pasado factura, solo traté de ser amable, si bien era cierto era un halagador nato, solo pretendí arrancar una sonrisa a esa niña que vivía entre monstruos.

El culazo de mi hermana me obligó a avanzar y lo hice con gesto serio, el vampiro intimidaba y ahora no sabia a donde mirar.
Tomé asiento como el niño bueno que no era al lado de mi hermana y agradecí esta fuera la que tomara la iniciativa para hablar del salto de cuerpo de mi abuela.

Joe ladeó la sonrisa cuando supo que la vieja estaba preparando el salto, al parecer encontraba cierta diversión en ellos, sabia la ex trecha relación que ambos habían tenido en varias vidas, así que a saber que perversión demente paseaba ahora por su cabeza.
Su precioso nuevo juguete se mantenía a su lado, con su pierna agarrada entre las zarpas del vampiro controlador que Joe Black era.

Podía parecer que aquel hombre, o lo que fuera, me caía especialmente mal,  no era así, francamente encontraba cierta diversión en su arrogancia, en la de los black e cierto modo y sabía que pese a ser monstruos eran seres de palabra con los que se podía negociar y cerrar un trato ¿acaso no eran los tratos lo que movía en muchas ocasiones a los gitanos.
-¿Y bien Joe? ¿podemos contar contigo, puede mi abuela contar contigo?

De la mano de Joe, la pequeña pasó a la otra sala y como vio que los mayores tenían cosas de las que hablar, ella se retiró con una cordial reverencia, algo que le había enseñado desde que la adoptara el imponente Black, y fue corriendo de nuevo frente a la chimenea. Allí se sentó sobre una alfombra de piel y dispuso las piezas de un rompecabezas frente a ella. Le gustaban mucho, eran entretenidos y según su padre, ayudaban a mejorar el intelecto. Las puso todas boca abajo y comenzó a montarlo sin ver el dibujo, eso era más complicado, pero aún más divertido.
 
Aunque intentaba no ser chismosa, las voces que charlaban a un par de metros de su posición alcanzaban sus oídos. No comprendía muchas de las cosas que decían, pero eso hizo que la curiosidad creciera aún más en ella que, de vez en cuando y con mucho disimulo, giraba un poco la cabeza para observar de soslayo al grupo. ¿Qué se traían entre manos? ¿Por qué estaban todos tan serios? Un mohín apareció en los labios de la niña, que enseguida sacudió la cabeza, percatándose de que con ese gesto delataba su travesura. Se centró de nuevo en el puzzle que, poco a poco, se iba completando frente a sus ojos. A veces no se daba cuenta y mientras conscientemente se centraba en una cosa, su subconsciente lo hacía en otra, por lo que era capaz de realizar varias tareas a la vez sin percatarse siquiera.

Así que la vieja me necesitaba para poder hacer aquel salto aunque esta vez a un cuerpo moribundo.
Medité deslizando mis dedos por encima de la pierna de Dan, casi como si flotaran por encima de su suave piel.
-Así que la vieja va a saltar a un cuerpo con alma.
Aunque los dos gitanos con su teatral exposición de los hechos aparentaban relativamente tranquilos, si algo sabía bien de esos enredadores profesionales es que no me contaban la complicación del acto, al menos no por completo. Los gitanos eran expertos en las triquiñuelas y en la utilización de las medias verdades sin convertirlas en mentiras.
-¿Y como piensa desterrar el alma de la muerta? -pregunté. Que estuviera en coma no implicaba necesariamente que su alma hubiera desaparecido -quiere matarla y resucitarla ¿cierto? aprovechar ese instante en el que el cuerpo queda en el limbo y espera que mi sangre le de el tiempo necesario a tu abuela para que su alma entre.

El gitano ladeó la sonrisa, supongo que no esperaba menos de un Black alzando su copa en mi dirección antes de dar un trago. Era su forma de darme en todo la razón.
-Es arriesgado -dije mirando a la nieta de la vieja, pero claro eso ya lo sabían ambos -¿cuando he de estar en el campamento?
No es que los Black fuéramos almas piadosas dispuestas siempre a ayudar, pero para que engañarnos, que la vieja siguiera sobre la faz de la tierra me interesaba, no era solo el “afecto” que le tenía lo que me empujaba a ayudarla, si no el interés de que su magia volviera a servirme en otras circunstanciaras, digamos que la vieja y yo manteníamos un bello qui pro quo.

El inmortal era listo y comprendió enseguida la idea que tenía la reina gitana. -Exacto, no puede ocuparlo mientras aún esté su alma dentro, porque los cuerpos humanos no están preparados para contener tanta energía dentro… Pero con tu ayuda, está segura de que funcionará el plan.- La muchacha se encogió de hombros, porque aunque tenía algunos poderes, no eran nada comparados con los de la anciana y, aquel rebuscado objetivo no le parecía precisamente simple. Saphire amaba a su abuela y no quería pensar siquiera en perderla. Pero las cosas se habían complicado, la enfermedad mermaba los embarazos, había muchos abortos y muertes de mujeres jóvenes, especialmente de etnia gitana, pues eran repudiados por el resto de la sociedad y se había vuelto más difícil ganarse el pan. La chica en coma era su única posibilidad, así que haría lo que fuera por conseguir que el espíritu de la vieja saltara. -Deberíamos irnos cuanto antes. Cada segundo es vital ahora mismo y estar aquí de cháchara, no servirá de nada…- Respondió así al último interrogante formulado por Joe.
 
Se levantó del sofá sin más demora, como si con sus palabras hubiese zanjado el asunto. Giró sobre los talones y fue directa a la puerta. Que la siguieran los demás o no, era asunto suyo, pero ella no pensaba dejar sola a Esmeralda tal y como estaban las cosas. No tenía claro que lograran salvarla, aunque confiara en ella y en los Black, tenía un mal presentimiento que le revolvía el estómago. Así que, al menos, aprovecharía cada minuto que pudiera pasar con ella hasta que, lo que fuera que estaba por venir, llegara.

Todo estaba dicho en esa sala, Joe vendría para salvar a nuestra abuela, sabíamos que la apreciaba y que un vinculo profundo los unía, así que me limité a ponerme en pie agachando la cabeza en un saludo galante para la prometida del vampiro que se mantenía ante lo que contábamos expectante y me dispuse a seguir a mi hermana hacía el exterior de la mansión.

Mis ojos se desviaron un instante hacía la pequeña niña enfermiza, una lastima que no pudiera sonreír mas a menudo, Joe en su intento de salvarla la estaba sumiendo a una cárcel no apropiada para una muchacha.
Quizás porque nosotros nos criábamos correteando alrededor de las caravanas, de los carros de bonitos toldos de colores, viendo bailar a nuestros padres alrededor de las llamas del fugo, para nosotros la libertad lo era todo.

Joe se alzó tras nosotros, el tiempo apremiaba y como imaginábamos fuere por lo que fuere, aunque solo fuera porque le interesaba nos siguió hacia el exterior.
-¿Dan vienes con la niña? -pregunté ladeando la sonrisa -seguro le gusta ver el campamento gitano a estas horas de la noche.

Nuestro hogar se llenaba de luz y color, ademas nuestra cerveza negra y espesa era de la mejor bebida que se podía encontrar en toda París.
La sirvienta llegó con un abrigo para la niña, gorro, bufanda, enarqué una ceja, por un momento pensé que la metería también en una burbuja de cristal.
Si hacía eso con la niña como sería de posesivo con su mujer?

La curiosidad era más grande que sus ganas de terminar el rompecabezas que seguía esparcido por el suelo a medio completar, así que su oído permaneció atento a la conversación que mantenían los mayores en todo momento. No entendía muchas de las cosas que se dijeron, pero se quedó con lo que a ella le pareció importante como que alguien necesitaba la ayuda de Joe y que, para ello, debían marcharse enseguida. La pequeña giró el rostro, observando entonces al resto. Siempre solía quedarse en casa cuando ocurrían cosas importantes o grandes, lo cual, para qué negarlo, la fastidiaba. Sin embargo, aquella vez la invitaban y sin dudarlo ni un instante, al ver que Danerys ni se inmutaba, como si nada de lo que sucedía allí fuera con ella, se levantó corriendo y se agarró del brazo del joven Black. -¡Yo sí que voy!- Aseguró con una amplia sonrisa, encantada de que, por primera vez, su padre decidiera llevarla con él a algo que sonaba tan excitante. Éste le dijo que fuera a por su abrigo, que fuera hacía frío y ella obedeció sin rechistar.

En cuanto regresó, ya cubierta y lista para enfrentarse a la noche parisina, los dos gitanos, ella y Joe partieron, dejando a Dan en la mansión, ya que no había querido acompañarles. Durante el camino, la niña iba mirando de soslayo al mago de las flores, que ya había memorizado se llamaba Bavol. No tenía muy claro por qué, pero le llamaba la atención aquel muchacho. Seguramente porque no estaba acostumbrada a relacionarse con nadie, pero, por otro lado, su hermana Saphire no le parecía tan interesante, aunque un poco también, todo había que decirlo.

Antes de alcanzar su destino, la música animada ya les daba la bienvenida. Se escuchaban instrumentos, cánticos, palmas y a la gente celebrando algún tipo de festejo. ¡Qué bien, le encantaría asistir a un cumpleaños! O lo que fuera aquello...

El campamento estaba conformado por carrozas, pequeñas chozas que se notaba no eran excesivamente estables, menos aún permanentes, establos hechos con cuatro palos y muchos animales. Aunque, la mayoría, pastaban a sus anchas por el terreno en vez de estar dentro de sus rediles. -Qué lugar tan bonito...- Comentó la chiquilla con una radiante sonrisa, cogida de la mano de su padre adoptivo.

La niña que caminaba de la mano de “su padre” miraba todo a su alrededor, se notaba que no había salido de casa con frecuencia, por eso aquella pequeña excursión le había supuesto una gran alegría.
El asentamiento gitano era digno de ser admirado, los carros trazaban una circunferencia, en su centro ardía una buena hoguera donde los gitanos se congregaban para beber nuestra particular cerveza negra. Espesa y fría la manteníamos en bidones de donde nos la servíamos directamente.

Algunas mujeres ya se habían arrancado a bailar, movían sus faldas al ritmo de la música y las palmas de un modo demencial. Nuestras mujeres eran fuego, admirarlas no estaba permitido para cualquier payo que ansiara lo que era nuestro.
Mi hermana no tardo en acercarle una buena jarra a Joe, o conocían la mayoría de los presentes, así que saludó a algunos, sobre todo a los mas ancianos y les preguntó por sus vidas como si le importaran.

Le dediqué una sonrisa ladeada a la niña que abducida por el baile y las faldas de colores que combinaban con los toldos de los carros miraba la escena de palmas y taconeos de los gitanos.
Joe no había aflojado el agarre como si temiera que se la robasen, me pregunté como sería la vida sabiendo que tienes enemigos en cada esquina, bueno, yo era muy propenso a los líos, mi hermana bien podía dar fe de las innumerables veces que o por palizas o por acabar en la trena mi abuela había tenido que interceder.

Finalmente nso acercamos al carro donde descansaba al “ vieja” esta que había percibido la presencia del vampiro se acicaló su pelo cano, odiaba que Joe la viera en ese estado, ella era presumida.
-Tienes un aspecto deplorable -bromeó Joe sentándose al lado del colchón de mi abuela -parece que se te ha complicado el salto -alegó con un deje de diversión restando al problema importancia.

Había enviado a sus nietos a contactar a su viejo amigo, y amante en muchas vidas, Joe Black para que le pidieran ayuda con el problema que había surgido. El salto era algo muy importante para ella, la única gitana de la tribu capaz de conseguirlo, aquella que almacenaba recuerdos desde hacía siglos, como los vampiros, pero sin la supuesta ventaja de la eterna juventud. Ella envejecía, pero pasar por todas las fases de una vida y ser capaz de recordarlo, era algo que apreciaba enormemente y que sabía nadie más que ella, y algunos elfos paladín, comprenderían.
 
Habían pasado un par de horas largas y la vieja miraba la luna en el firmamento, moverse despacio, leyendo en ella el paso del tiempo. Conocía a sus pequeños y estaba segura de que, antes de ir al encuentro del cainita, seguro que habrían tenido algún problema del que salir, pues ambos eran expertos en meterse en líos, como buenos gitanos de su círculo. Ella era la más sensata y porque eso lo otorgaba la experiencia y más que ella, nadie la tenía ni tendría nunca. Presintió que se acercaban los tres, acompañados de una alma menuda y pura, débil. Esa debía ser la chiquilla de Joe, la niña que había adoptado en un impulso poco habitual en un Black. Se cepilló el pelo y acomodó la almohada a su espalda cuando se sentó mejor en la cama.
 
La puerta de su carro se abrió y un sonriente inmortal hizo su aparición, acercándose a ella con palabras negativas y ese sentido del humor nefasto que siempre se gastaba. -No todos tenemos la suerte de mantenernos jóvenes y hermosos para siempre.- Replicó, indicándole con un gesto que se sentara a su lado. Miró a sus nietos y a la niña entonces. -¿Por qué no le mostráis el campamento a la pequeña Nihm? Necesito hablar a solas con Joe.- Conocía a ese vampiro y sabía que soltar a la niña no era algo que le apeteciera, pero si ella se lo pedía, sabía también que no estaba bromeando ni permitiría que nadie le hiciera daño a la chiquilla. -Bastará con que nos deis quince minutos.- Matizó, intentando así calmar la mirada furibunda que el cainita le estaba dedicando a su rebelde y estimado Bavol.

Enarqué una ceja cuando la “vieja” me pidió un momento de privacidad. Según ella solo me necesitaba durante 15 minutos.
-Se nota que erras en los recuerdos, yo con 15 minutos ni si quiera he empezado a calentar.
La gitana que bien conocía mi humor negro sonrió con amplitud dirigiendo sus dedos a mi rostro, era la primera vez que el salto se le complicaba y sabía que de algún modo estaba especialmente preocupada.
-Dile a tu nieto el trilero que quiero que mantenga las manos a la vista o se las arranco.

El muchacho me hizo una reverencia, los gitanos eran unos fantoches divertidos y este al parecer pretendía ganarse la vida en el circo.
La “vieja” me pidió un poco de calma, aseguró que sus nietos cuidarían de la pequeña así que al final accedí a regañadientes dejando que Nym atrapara la mano de Bavol para sacarla fuera del carro.
-¿que te preocupa vieja? -pregunté haciéndome un sitio en el colchón llevando mis brazos detrás de mi cabeza.
-Ambos hemos vivido lo suficiente como para no temer a la muerte, hemos alcanzado la cima de la inmortalidad y nos hemos meado en ella, así que vieja, sin rodeos ¿que quieres?

Nos conocíamos desde siempre, distintas épocas y situaciones, pero si algo era cierto es que consumimos cada instante que vivimos, si echábamos la vista atrás, no habrían reproches.
-¿acaso a estas alturas vas a confesarme tu miedo a las alturas? -bromeé con una metáfora sencilla sobre el salto de fe que daría -o es mi arrebatadora presencia en esta cama lo que perturba tu existencia.

Tal y como les pidió la vieja, los gitanos dejaron solos a Joe con su abuela y ellos se retiraron para mostrarle a la pequeña humana el campamento gitano. La niña no dudó en cambiar la mano de su padre por la de Bavol a lo que su hermana le dedicó una ladina sonrisa con toda la malicia del mundo. -Sabía que te gustaban jóvenes, pero esto...- Bromeó, antes de estallar en una sonora carcajada. Nihm, sin embargo, no se dio por aludida, aunque tampoco parecía prestar atención a lo que ninguno de ellos decía. Sus orbes grandes y brillantes estaban fijos en una cabra que se balanceaba sobre una bola de madera que rodaba hacia delante y hacia atrás al son de una pandereta y unas palmas.
 
La morena se agachó junto a la chiquilla y aguardó hasta que ésta la miró. -¿Te gustan los animales? Yo tengo una cabra también, pero es una cría y aún no sabe hacer trucos como esos. ¿Quieres conocerla?- La radiante sonrisa de la pequeña, acompañado de un efusivo asentimiento, dejó claro que estaba encantada con la idea. Saphire elevó la vista hasta Bavol y le dedicó una sonrisa de autosuficiencia. -Me parece que conocer a Tuti va a darme más puntos que lo de sacarle una rosa del pelo.- Se incorporó de nuevo y tomó, deliberadamente, la otra mano de la niña para llevarla a la caravana que ocupaban los dos hermanos y donde tenían, no sólo una cabra, sino cuatro gallinas, un gallo y un perro de raza indefinida con el pelo duro como un cepillo de cerdas y unos graciosos ojos saltones.
 
Los verdes ojos de la gitana se fijaron en el lugar donde habían dejado a la vieja con el aparentemente joven Black. No sabía por qué necesitaba estar a solas con él cuando ellos sabían el inconveniente del salto. ¿Acaso, Esmeralda, les ocultaba algo?

Mi hermana usaba trucos sucios para complacer a la pequeña Nym, francamente no se en que momento se tornó esto un duelo de popularidad, mi intención con ella no era ganármela para conseguir nada, de echo, creo que lo único que había sacado era que Joe hundiera su huesuda mano en mi hombro y su desconfianza mas profunda.
Nym parecía una niña triste, no la dejaban jugar, vivir, su enfermedad y la obsesión del vampiro la mantenían recluida, eso para nosotros los gitanos era peor que la muerte, así que solo quise sacarle una sonrisa.

Cuando llegamos a nuestro carromato Nym se mostró entusiasmada con la cabra, aunque lo que mas le gusto fue el perro que saltaba a su alrededor lamiendole la cara, era muy simpático, así que nunca dejaba de mover el rabo aunque era mas feo que un diablo.
Luna apareció en ese momento en escena, con su largo pelo azabache, sus labios de fuego y esos ojos oscuros como la noche.
-Bavol, te he visto llegar y me preguntaba si hoy te apetecería bailar... -me preguntó dejando en el aire exactamente cuando, como y donde.
Mi sonrisa se ladeo picara y mientras mi hermana iba contándole a la hija de Black la historia del perro que nos encontramos de cachorro dentro de un cubo de basura, yo tonteaba con Luna enredando mis dedos en sus rizos y acercando mis labios a los ajenos mas de lo oportuno.

Mi hermana carraspeó a mis espaldas al ver que la pequeña miraba atónita la escena.
-¿y si te la llevas? -le dije a mi hermana que al parecer divertida por la intromisión no le daba la gana.
Todo había que decir que Luna y ella no se caían especialmente bien, así que con tal de joder.

Joe siempre había encontrado divertido llamarla vieja, de hecho, lo hacía incluso cuando renacía y su cuerpo era el de una simple niña. Esmeralda ya estaba acostumbrada y a él era al único que le consentía semejante desfachatez y todo por el pasado que juntos acarreaban a sus espaldas. Habían sido amantes en innumerables ocasiones y se había ayudado mutuamente en situaciones que podrían tildarse de “complicadas”, aunque muchos las llamarían, más bien, barbaries. Pero ella no era ninguna santa y a él poco le faltaba para ser el mismísimo demonio. De hecho, recordaba perfectamente la llegada de Nihm a la vida del vampiro, algo que le hizo cambiar de un modo que nadie había hecho en los seis mil años que llevaba aquel Black morando la Tierra. El motivo por el que decidió acogerla seguía siendo un misterio para la gitana, pero aunque había confianza más que sobrada entre ambos, sabía que no era prudente escarbar en la única debilidad que, a su parecer, el inmortal tenía.

Sonrió al ver que se recostaba a su lado como si fueran dos adolescentes dispuestos a contarse historias de miedo antes de acostarse. -Sabes que llevo siglos preparada para morir. Que jamás he temido la llegada de ese día.- Hizo una meditada pausa, antes de girar un poco el rostro y fijar sus arrugados pero vivarachos ojos en su amigo. -Hasta ahora.- Concluyó, dejando escapar un pesado suspiro de sus ancianos labios. Se los humedeció con la lengua, porque a esas alturas se le resacaban continuamente debido a las dificultades que tenía para respirar a causa de la enfermedad que aceleraba su final. -Los dos sabemos que el salto se va a complicar, pero no es eso lo que me angustia, Joe. Sino una visión que he tenido en la que me necesitas.- Vio como el cainita se incorporaba, estrechando la mirada, volviéndola más intensa. -Si el salto no tiene éxito, que yo no reviva será el menor de tus problemas, querido.- Estiró su trémulo brazo, acariciando la barba de un rostro que, por extraño que pudiera parecerle a cualquiera, ahora se mostraba inquieto, pues el vampiro conocía bien a la gitana y muy rara vez se alarmaba por nada, sin embargo, ahora parecía realmente turbada.