AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Black Sun | Privado
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Black Sun | Privado
"No dejes que le vea ningún hombre.
El hecho de divulgarlo,
constituye una tremenda abominación.
Ocúltale, para que nadie sepa que existe."
—Anónimo.
El hecho de divulgarlo,
constituye una tremenda abominación.
Ocúltale, para que nadie sepa que existe."
—Anónimo.
¿Egipto? No, no era ningún chiste. Tal parece que a Caraffa se le había ocurrido una idea un tanto descabellada que no implicaba en hallar fragmentos de textos apócrifos escritos por profetas y alquimistas, los cuales ponían en un riesgo las “verdades” que había forjado la Iglesia durante siglos. Esta vez, quizás por su avanzada edad, se centró en algo menos común. No era novedad para los miembros de la orden de Los Ángeles Custodios, que Caraffa estudiara minuciosamente cada tratado alquímico y que se dedicara a esto en secreto, sin que más nadie, excepto sus cercanos, supiera sobre semejantes prácticas esotéricas.
Esta vez, el Papa se había interesado en algo que avivó su curiosidad. Por primera vez en tanto tiempo supo darle la razón a los agarthanos; los antiguos tenían una mente brillante y no le quedaba duda de lo real que resultaban muchos de sus importantes hallazgos, aunque para muchos sólo eran inventos de la imaginación. Caraffa estaba consciente de que no era así. Si él, siendo un espíritu antiguo existía, ¿por qué otros seres no? Esto fue lo que lo llevó a citar de inmediato a sus dos tribunales.
Malacoda y Malebranche, siendo vampiros antiguos, eran capaces de llevar a cabo la misión que tenía en mente Caraffa. Es más, el mismo Malacoda había sido uno de los tantos gobernantes de la antigüedad, poseyendo en su momento de mortalidad, el reinado de la vieja Nínive. Ambos acudieron al llamado de su señor y Malacoda, al escuchar las palabras de Caraffa y lo que contaba Barbariccia, frunció el ceño y guardó silencio. Sí había escuchado mucho sobre los textos funerarios de los egipcios, pero no quería meterse con nada relacionado con aquel viejo mundo. No le agradaba, es más, la idea parecía sacarlo un poco de lugar, pero finalmente terminó aceptando y doblegándose a las órdenes de su líder.
Menfis, Egipto.
Saqqara es una región de la necrópolis de Menfis, ubicada en la ribera occidental del río Nilo, muy importante en el mundo antiguo gracias a la cantidad de obras de carácter funerario que ahí se erigieron. La razón por la cual Malacoda y Malebranche habían sido enviados ahí era sencilla: Buscar el Libro de los Muertos. O al menos hallar uno de los tantos sortilegios que se hallarían ocultos entre las tumbas de los faraones que en algún momento gobernaron en Egipto. Pero esto no implicaba simple historia, al parecer, Caraffa, ambicionando la inmortalidad sin acudir a ser un hijo de las tinieblas, pidió a sus lacayos que encontraran aquellos textos porque tenían el secreto de la inmortalidad.
A Malacoda aún le parecía una idea descabellada, ¿cómo podía tener en mente algo así? Habían arribado apenas hacia tres noches a Egipto, agradecía que al menos fuera un muerto viviente y no le afectaban los mismos males del clima que a una persona común. Sin embargo, debían incursionar en Saqqara durante la noche, aparte, debían encontrar ayudantes, cosa que no fue problema, sobre todo para ellos, que parecían tener una fortuna inagotable.
— ¿Cómo se le pudo haber ocurrido algo así? Me parece que ese cuerpo viejo le afecta la cabeza —masculló mientras se llevaba una mano a la nuca. Estaban cerca de las mastabas y listos para adentrarse en los recintos del extinto Zoser—. Es que no termino de entender… Simplemente no.
Malacoda- Vampiro Clase Alta
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Re: Black Sun | Privado
Tu alma, en la tumba de piedra gris
Estará a solas con sus tristes pensamientos.
Ningún ser humano te expiará
A la hora de tu secreto.
¡Permanece callado en esa soledad!
No estás completamente abandonado:
Los espíritus de la muerte en la vida te buscan
Y en la muerte te rodean....
—Extracto “Espíritus de la noche” Edgar Allan Poe—
Estará a solas con sus tristes pensamientos.
Ningún ser humano te expiará
A la hora de tu secreto.
¡Permanece callado en esa soledad!
No estás completamente abandonado:
Los espíritus de la muerte en la vida te buscan
Y en la muerte te rodean....
—Extracto “Espíritus de la noche” Edgar Allan Poe—
Un vieja que decidiría el destino de varios y a la vez de ninguno cuya vida estaba unida a las líneas de aquellos que se hacían llamar “santos” o “profetas”, el lazo con una institución que estaba más corrupta que el corazón de los mortales, aquella a la que veneraban con ojos cerrados, la santa madre iglesia, por ella estaban dos de los grandes generales en tierras calientes y extrañas de expedición en búsqueda de algo que hace milenios se había olvidado y borrado de la mente de los seres humanos corrientes, para para uno, para un solo individuo aquello no se había quedado en el olvido.
El tiempo era lo que menos tomaba en consideración aquel que ingresaba a aquella tumba, sus pasos apenas y se escucharon en el lugar santo, sus manos colocadas hacia su espalda y esa mirada apática que lo caracterizaba, su ropajes oscuros como siempre aun con el calor de aquella región, sus acompañantes eran simples mortales a los que comandaba y otros que estaban a cargo de aquel al que solía acompañar. Los observó de paso sin siquiera molestarse en anunciarse o algo por el estilo, simplemente ingreso con una orden a todos los que ahí se encontraban.
—Por ningún motivo, bajad la guardia, si lo hacéis seréis castigos hasta el punto que preferiréis haber hecho lo ordenado ¿entendido? Mientras estemos ahí adentro él y yo, nadie entra ni sale de este lugar, a menos que seamos Malacoda o mi persona—
Una ligera mirada cargada con una sensación de ira contenida hizo temblar a los mismos soldados que servían a aquel ser oscuro.
Con una piedra en la mano ingreso justo para escuchar las palabras mágicas que tanto había esperado oír, una risa junto al ruido de la roca polvorizándose en aquella mano siniestra. Sus ojos cerrados y esa sonrisa en forma burlona y cansina ante los comentarios de su colega
—No tenemos nada que entender Malacoda, solo obedecer por lo que a mi concierne, eso es lo que nos incumbe, a menos que alguien te haya cambiado la forma de pensar ¿ha ocurrido eso Malacoda? —
Una ceja enarcada acercándose al ser nocturno con la diestra acercándose a la espalda del hombre frente a él
—Esta vez fui yo quien escuchó, a la próxima puede que sea aquel “viejo” del que te refieres, ten cuidado de como hablas de tu señor Malacoda ¿Cuándo perdiste el respeto? Esas malas juntas que tienes, creo que es hora que les haga una visita para un juicio.—
Ríe de forma sardónica, una risa silencioso con una mirada oculta entre el sello de aquellos ojos mientras se adentran a aquel recinto alejado y desconocido por todos, menos por aquellos dos. El polvo apenas y les molestaba, el lugar en si apenas y era insoportable para ellos ya que no tenían vida más que la arrancada de la de otros.
—¿Estás seguro que aquí es Y que nadie más sabe de este lugar? Te cercioraste de ello, Malacoda—
Señala con un tono de voz suave y tranquilo.
Invitado- Invitado
Re: Black Sun | Privado
"Se debe temer sólo
aquello que puede perjudicar a otro;
lo demás, no, que no da miedo."
—Dante Alighieri.
aquello que puede perjudicar a otro;
lo demás, no, que no da miedo."
—Dante Alighieri.
¿Para que engañarse? No estaba realmente a gusto en esa nueva misión y mucho menos comprendía qué era lo que tanto quería Caraffa y no era por desconocimiento de la cultura egipcia, es que, Malacoda pensaba en que todo aquello resultaba una verdadera pérdida de tiempo. Porque estaban persiguiendo algo verdaderamente inútil, sus enemigos podrían adelantarse a obtener los textos apócrifos que tanto ansiaba la logia. Quizás la mortalidad de su líder lo había llevado a los extremos, a que quisiera hallar algo en El Libro de Los Muertos que pudiese darle la vitalidad que tanto ambicionaba.
Pero, ¿acaso la alquimia que conocía no era capaz de brindarle esa capacidad? Tal parece que todo cuanto se rumoraba acerca de la piedra filosofal había decepcionado a Caraffa.
Malacoda se quedó observando las arenas cubiertas de oscuridad y el manto estrellado que se ampliaba frente a ellos, parecía un horizonte infinito de puntos luminosos que formaban figuras en el alto cielo. Todo aquel paraje le recordó su vida mortal, cuando gobernaba en las tierras áridas que habitaban los asirios y cuando Nínive se alzó en su más preciosa gloria. Ahora iba en compañía de alguien tan antiguo como él. Si bien Malebranche actuaba, a veces, de manera huraña y poco se relacionaba con los demás miembros de la logia, era el compañero más cercano que tenía y eso era algo que el Papa sabía desde hacia siglos, por ello, les designaba las misiones más importantes. Aquellas para su beneficio personal.
Se cruzó de brazos y observó de reojo al otro demonio.
—Espero que por estar "obedeciendo" no se nos adelanten los otros... O eso podria perjudicarnos y mucho. Bien lo sabes, Malebranche —dijo con calma, mientras observaba fijamente como laboraba el grupo de hombres que habían contratado—. Nadie me ha cambiado nada, simplemente me descoloca un poco que descuidemos otros asuntos por esto. Para eso hubiera enviado a otros. Mi trabajo es juzgar y hacer de estratega, no de arqueólogo. —Le observó—. O simplemente te hubiera dejado a ti a cargo... Parecías estar muy interesado en venir hasta aquí. Y esas cosas las respeto mucho.
Dejó escapar un bufido, mostrando su evidente descontento. Por su parte, las palabras de Malebranche sólo empeoraron ese sentimiento. Aún así, el vampiro hizo todo su esfuerzo para no salir con algun grosería. Tenía que ser paciente, porque estaban ahí por su líder y sólo a él le debían obediencia. Sólo que a veces solía ser un tanto quisquilloso y eso poco le agradaba a Malacoda.
—No he perdido respeto. Caraffa ya está al tanto de mis opiniones, pero al final terminé cediendo a sus caprichos. Cuando se empeña en alguna cosa de las suyas, no hay quien lo haga cambiar de opinión —se lamentó mientras se adentraba junto con Malebranche en lo que se suponía era la tumba de Zoser—. Se supone que esa inspección te correspondía a ti, Malebranche —lo observó de manera inquisitiva—. Tendré que ser honesto contigo, porque ante todo, eres mi compañero... Te he notado distraído últimamente y luego de que Khâlid desapareciera, ¿qué está pasando contigo, Malebranche? Y no me digas que son ideas mías. Caraffa también lo ha notado y me ha hablado de su preocupación —negó—. Y no es por Edric, ese chiquillo puede cuidarse solo... Es por otra cosa. Pero bien, sólo espero que esa cosa no vaya a traernos consecuencias, Malebranche. Recuerda que aunque en nuestro interior seamos demonios, seguimos siendo presas de las debilidades del espíritu.
Malacoda terminó adelantándose con otros tres hombres, dejando atrás a su par. Aquellas palabras que le había dicho, no eran por amedrentarlo siquiera, sino más bien para demostrarle sus inquietudes. Las actitudes recientes del otro vampiro lo tenían pensativo y eso podría ser un obstáculo, porque si existía algo con lo que no podían luchar los demonios, era contra la razón y la emoción.
Malacoda- Vampiro Clase Alta
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Re: Black Sun | Privado
Es la naturaleza de la esclavitud el hacer a sus víctimas tan miserables que al fin, con miedo de ser libres, ellas multiplican sus propias cadenas. Usted puede liberar a un hombre libre, pero usted no puede liberar a un esclavo..
— Louis J. Halle—
— Louis J. Halle—
Si tan solo algún rastro de emoción, una risa o un simple golpe en la espalda de un “amigo” pudiera darse en clara evidencia de error o de “gracia” por las palabras mencionadas, pero nada, solo había en aquel ser el rastro de la nada, un vacío que era la ausencia de su alma, de su vida. Se limitó por soltar una sonrisa, una que era más de educación que emoción latente.
Sus pasos iban certeros, observaba el lugar cada jeroglífico dentro de la tumba cada estatua o pilar que llevaba a un laberinto de pasadizos antes de poder llegar a la cámara mortuoria. Suspiró aquel aire tóxico sin que tuviera reacción alguna. Observó la espalda de su “colega” en torno al pesado silencio que se había instaurado por unos minutos.
El tiempo corría para todos.
—No somos los únicos que están contra reloj Malacoda, no somos los únicos demonios en la tierra y otros están buscando los textos, no te preocupes luego de estas “vacaciones” iremos allá, pero antes debemos llevarnos algo de aquí, algo que es de vital importancia para él y para la orden mismo—
Sus ojos estaban más prestos en atención a las escrituras de las paredes, observaba cada uno con cuidado, sus largos dedos acariciaban la superficie de uno de ellos a lo largo del escrito.
—¿Distracción? O te refieres a ello, creo que mi distracción ha desaparecido ya Malacoda, como siempre, no existe alguna cosa que no tenga solución y mis métodos de resolución son efectivos y tajantes. Es como cuando quieres matar la mala hierba del jardín, solo debes matarla sin preocuparte, hacer bien el trabajo es la labor de un juez, y somos jueces Malacoda, jueces inquisitivos, que tus ojos no te confundan, mi querido compañero. Que os hace pensar que algo puede llegar a distraerme. ¿Acaso ha habido errores de mi parte? o quizás ¿Mi larga ausencia?—
Emite una falsa sonrisa, una que oculta las razones de aquella llamada “distracción”. Mucho tenía que ocultar a los suyos y a ajenos, situaciones que le harían perder su nombramiento como custodio, su puesto como demonio y su diversión como juez, así que solo emitió una negación de la realidad planteada por su compañero, al menos para crear una seguridad fingida y momentánea.
Su voz toma la calma, una calma apagada como la de una tormenta que está a punto de liberarse pero se oculta entre las sombras de la oscuridad, una que aprovecha el entorno para atacar por sorpresa.
—Talvez aquello llamas “espíritu” o “alma” me haga sentir como un hombre viejo y cansado, a lo mejor lo único que tengo que hacer es descansar con unas merecidas vacaciones, pero estaría ello aceptando que tengo un espíritu—
La puerta al laberinto está frente a ellos, indica el camino a la izquierda, pasando el arco del viejo dios anubis.
—Soy un demonio, Malacoda, yo no tengo espíritu ni emociones que muestren algo de debilidad, aquello que ustedes hayan sentido o a lo que llamen preocupación, yo no la siento ¿es raro ello?. Acaso tu tienes algún rastro de aquel espíritu, eso quiere decir ¿has caído en la debilidad de este, Malacoda?—
Mira nuevamente otra de las paredes del cuarto a donde cuatro puertas le esperan, cuatro entradas más que los harán descender. Observa unos grabados en donde aquello que buscan estaba indicado junto a los dioses y a Zoser en el juicio. Evitando la mirada con su compañero, dándole un poco de espacio.
—¿Que será de Edric? Terminará como este hombre, es un Juicio con los dioses, interesante. Mira las estrellas, ese será el camino a tomar. Debemos seguirlas en su posición para encontrar aquello, pero me temo que tendrás que hacerlo solo, al parecer no estamos solos y alguien más ha venido. Ves Malacoda que no somos los únicos que venimos por el texto, ahora sabes porque Caraffa quería que viniéramos nosotros personalmente—
Fiera sonrisa que muestra los colmillos, una que por vez primera en toda la noche alcanza sus emociones olvidadas.
Invitado- Invitado
Re: Black Sun | Privado
Malacoda solía ser un tanto persuasivo cuando tenía determinadas sospechas sobre sus compañeros; cuando empezaba a dudar sobre los comportamientos curiosos que éstos tenían, empezaba a indagar hasta dar con la verdad. Muchas veces eran situaciones muy personales, las cuales respestaba, siempre y cuando, éstas no comprometieran a la logia de Los Custodios, pues, si algo no toleraba el vampiro, eran las faltas de respeto hacia la cofradía que tanto se esmeraba en defender. Por eso, aunque no quisiera, la extraña actitud de Malebranche en las últimas semanas, habían sembrado la duda en Malacoda. Sabía lo fidedigno que aquel era a los designios del Gran Maestre, sin embargo, algo estaba flaqueando en su habitual forma de ser. ¿Qué era? ¿Acaso tenía que ver con la desaparición de Khâlid?
Bien sabía quien era Khâlid y toda la verdad que giraba en torno a este personaje. Los únicos que conocían semejante enigma eran él y por supuesto, Malebranche, quien siempre se había mostrado reacio ante la presencia del inquisidor. Malacoda tenía la sospecha de que dicho malestar era causado por algo más, pero por respeto a Malebranche, simplemente, se mantuvo distante, sin inmiscuirse mucho en los asuntos del otro vampiro.
Continuó el trecho que lo conducía a través de los reducidos y polvorientos pasadizos. Las palabras de su compañero, sólo hicieron eco en su cabeza y se tomó el tiempo que creyó necesario para responderle.
—Creo que mis palabras fueron malinterpretadas —habló finalmente, mientras iluminaba las paredes con el candil—. No digo que hayas fracasado en tu labor dentro de la logia y siquiera que cometiste errores. Para nada... Sólo que, luego de la desaparición de Khâlid, estuviste mucho tiempo ausente y no es algo común en ti. —Observó la tumba de aquel antiguo rey, más sumido en sus pensamientos que en sus labores actuales—. No seas insensato, Malebranche. Sólo por el simple hecho de negar algo, es porque ya has tenido la ocasión de enfrentarte a ello. Nuestra condena fue tener alma; fue poco después de desterrarnos. Ese espíritu no es otra cosa que la energía que nos mantiene atados a este mundo y toda ella se convierte en ese ouroboros que a todos nos identifica. Sólo que nuestro halito vital está contaminado y por ello somos capaces de dañar a otros, porque nunca regresaremos a nuestros antiguos lugares; al caer por primera vez, nos sentenciaron.
Se acercó a una de las tantas inscripciones hechas en las paredes, hallando alguna respuesta que lo llevara a la posible ubicación del libro de Los Muertos. Estuvo un instante absorto en los diferentes jeroglíficos, sintiéndose ligeramente confundido y extrañado.
—¿Alguien más? —Inquirió de manera automático, mientras intentaba comprender lo que había visto—. Oh, la bóveda... Lo había olvidado. Hacía mucho que no me relacionaba con ruinas antiguas y lo egipcio nunca fue muy de mis intereses. —Se excusó—. No sé si sea prudente adelantarme a los acontecimientos. Pero, creo que alguien estuvo antes en esta tumba y de seguro fue un personaje muy antiguo... Ha alterado toda la estructura y no me sorprende que haya ocultado el legado más importante del pueblo Egipto, para evitar que cayera en "manos equivocadas.
Hizo una breve pausa y volvió a alzar el candil hacia las figuras del techo, comprendiendo perfectamente a que se refería el otro vampiro.
—Pero quizás sean ideas mías. Trataré de hurgar un poco más... Tú ve a custodiar las entradas, no confío en que ese grupo de mortales lo haga bien y no quiero sorpresas extras esta noche —sentenció, mientras se internaba aún más en la cámara funeraria—. Yo me hago cargo.
Bien sabía quien era Khâlid y toda la verdad que giraba en torno a este personaje. Los únicos que conocían semejante enigma eran él y por supuesto, Malebranche, quien siempre se había mostrado reacio ante la presencia del inquisidor. Malacoda tenía la sospecha de que dicho malestar era causado por algo más, pero por respeto a Malebranche, simplemente, se mantuvo distante, sin inmiscuirse mucho en los asuntos del otro vampiro.
Continuó el trecho que lo conducía a través de los reducidos y polvorientos pasadizos. Las palabras de su compañero, sólo hicieron eco en su cabeza y se tomó el tiempo que creyó necesario para responderle.
—Creo que mis palabras fueron malinterpretadas —habló finalmente, mientras iluminaba las paredes con el candil—. No digo que hayas fracasado en tu labor dentro de la logia y siquiera que cometiste errores. Para nada... Sólo que, luego de la desaparición de Khâlid, estuviste mucho tiempo ausente y no es algo común en ti. —Observó la tumba de aquel antiguo rey, más sumido en sus pensamientos que en sus labores actuales—. No seas insensato, Malebranche. Sólo por el simple hecho de negar algo, es porque ya has tenido la ocasión de enfrentarte a ello. Nuestra condena fue tener alma; fue poco después de desterrarnos. Ese espíritu no es otra cosa que la energía que nos mantiene atados a este mundo y toda ella se convierte en ese ouroboros que a todos nos identifica. Sólo que nuestro halito vital está contaminado y por ello somos capaces de dañar a otros, porque nunca regresaremos a nuestros antiguos lugares; al caer por primera vez, nos sentenciaron.
Se acercó a una de las tantas inscripciones hechas en las paredes, hallando alguna respuesta que lo llevara a la posible ubicación del libro de Los Muertos. Estuvo un instante absorto en los diferentes jeroglíficos, sintiéndose ligeramente confundido y extrañado.
—¿Alguien más? —Inquirió de manera automático, mientras intentaba comprender lo que había visto—. Oh, la bóveda... Lo había olvidado. Hacía mucho que no me relacionaba con ruinas antiguas y lo egipcio nunca fue muy de mis intereses. —Se excusó—. No sé si sea prudente adelantarme a los acontecimientos. Pero, creo que alguien estuvo antes en esta tumba y de seguro fue un personaje muy antiguo... Ha alterado toda la estructura y no me sorprende que haya ocultado el legado más importante del pueblo Egipto, para evitar que cayera en "manos equivocadas.
Hizo una breve pausa y volvió a alzar el candil hacia las figuras del techo, comprendiendo perfectamente a que se refería el otro vampiro.
—Pero quizás sean ideas mías. Trataré de hurgar un poco más... Tú ve a custodiar las entradas, no confío en que ese grupo de mortales lo haga bien y no quiero sorpresas extras esta noche —sentenció, mientras se internaba aún más en la cámara funeraria—. Yo me hago cargo.
Malacoda- Vampiro Clase Alta
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Re: Black Sun | Privado
Sospechas, intrigas todo puede llevar al encuentro de una muy amarga verdad, una que podría hacer temblar lo cimientos más sagrados de los pedestales santos y de los que se ocultan en las sombras de la edificada santidad de una inmortal e hipócrita salvadora. Los cuestionamientos siempre han sido parte de la historia de la humanidad y para aquellos que hace milenios lo habían sido pocas veces suele golpearlos. Tal como aquel momento que merecía un apremio por parte de sus integrantes en la conversación
Se detuvo en seco aquel vampiro con una sonrisa apenas dibujada en su rostro, la muestra de alejar las dudas que puedan crearse en rumores, verdaderos, una sonrisa falsa guardando el mero silencio; quizás por respeto o quizás por simple diversión, pero en su mente pasaron los últimos momentos que aquel al que había nombrado su compañero, Malacoda, dejó impreso en los ojos y manos de aquel vampiro. Aun pude oír las últimas palabras y con ello sabe que él no está del todo acabado, que aún queda posibilidades para aquel juego intenso y “santo” que llevan ambos seres del infierno.
Volvió a dar un paso, tomando el cuidado y reserva debida en donde colocaba sus pasos, paredes, techo y piso eran analizados debidamente en varias oportunidades dándole una ventaja al ocupar el espacio
—Para desgracia mía mi mano no fue quien acabo con la vida de aquel desdichado, tu sabes por qué lo digo Malacoda, pero, a cuenta de entregar a Caraffa lo que ha pedido me he encontrado investigando en varios pueblos no tan lejos de aquí las ubicaciones y rumores de dichos objetos, tal como los supuestos secretos de los códigos mesopotámicos, los cálices griegos de la sabiduría con los oráculos de la videncia; he estado muy ocupado por lo tanto cuando volví me enteré de lo ocurrió ya no podía hacer nada para alegrarme solo acudir para cerciorarme de que sea cierto y no solo un falso rumor. ¿Contesta eso a la pregunta de mi desaparición? ¿Qué más podría hacer si no lo que Caraffa me pida? —
Antes de dar un paso más para adentrarse a la búsqueda las palabras de su amigo le resuenan en toda lógica, porque incluso él no confiaba en los propios mortales con las tareas más sencillas, ¿a cuántos había tenido que prescindir por sus errores?, la lista de desaparecidos y muertos aumentaba con forme los informes llegaban a la mano de aquel ser que ahora asentía con el rostro más apático que reboza en frialdad, quizás por las palabras ajenas.
—Los humanos no suelen hacer bien, sobre todo si hay más de algún mortal interesando en este libro, espero que lo encuentres y que vayas con cuidado, no queremos tener otra pérdida importante en la Logria, sería devastador—
Al pasar junto a Malacoda solo a dos pasos lejos del vampiro dejo la última respuesta a las palabras que habían intercambiado en un tema que a él le parecía de lo más tribal. Su voz como susurro que se lleva al viento nocturno con la calma y la palabras tajantes de su característica forma de ser.
—Lo enfrenté el día en volví, la condena mayor es no poder deshacernos de esa vitalidad llamada alma, el que hayan tenido que usar eso para encerrarnos y limitándonos e nuestor accionar es la mayor condena, pero, también hay diversión por aquello que has dicho claramente, dañar. Gracias al alma corrupta, quizás por ello me canso más ya que muchas de mis actos han dañado a más de uno, claro que menos a Caraffa y a los Custodios, quizás por ser Caraffa el rey que posee todo de nosotros ¿Qué será al final?—
Queda observando las paredes con los jeroglificos donde su mano roza los grabados en relieve
—Habrá que leer más antes de que llegue el final. Ten cuidado quien haya estado antes aquí también termino encerrado, hay tantas trampas como caminos sin salida, al parecer el libro de los muertos no está solo, no creo que sea lo único que encontraremos aquí, Malacoda—
Sobre los hombros regresa la mirada dejando una frase en el antiguo arte egipcio que muestra maldiciones, a lo que al terminar de leerla ríe
—Parece que las maldiciones se han roto, espero que haya algo que valga la pena, para los dos. Hasta mientras haré vigilancia por fuera y regresaré, asegúrate de seguir las estrellas aquí adentro, los egipcios las observaban mucho—
Va alejándose con la mano que se despide lentamente.
Invitado- Invitado
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